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MICHEL FOUCAULT EL PODER PSIQUIATRICO Curso en el Collége de France (1973-1974) Edicién establecida por Jacques Lagrange, bajo !a direccién de Francois Ewald y Alessandro Fontana Si (4 Fonpo pe CULTURA ECONOMICA MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - Espania EsTapos UNIDOS 08 AMERICA - PERU - VENEZUELA Clase del 7 de noviembre de 1973 Espacio astlar y orden disciplinario — Operaciin terapéutica y “tratamiento moral” — Escenas de curacién — Los desplazamientos efectuados por ef curso con respecto a fa Historia de la focura: 7) de un andlisis de las ‘representaciones” a una ‘analitica del po- der’, 2) de la “violencia” a la “microfisica del poder’, y 3) de bas “regularidades institucionales” a las ‘disposiciones” det poder. EL TEMA que les propongo este afio es el poder psiquidtrico, para establecer cierta discontinuidad, aunque no cotal, con respecto a fas cosas de las que les hablé los dos ultimos aiios. Voy a empezar tratando de relatar una especie de escena ficticia, cuyo de- corado es el siguiente; ya van a reconocerlo, les es muy familiar: Querrla que esos hospicios se construyeran en bosques sagrados, lugares soli- tarios y escarpados, en medio de las grandes conmociones, como en la Gran- de-Charcreuse, etc. A menudo seria cil que el recién llegado bajara por in- termedio de maquinas, que atravesara, antes de llegar 2 su destino, lugares cada vez. mds novedosos y sorprendentes, y que los ministros de esos luga- res usaran vestimentas particulares, Aqui es conveniente lo romantica, y mu- chas veces me dije que habrfanse podido aprovechar esos vigjos castillos pega- dos a cavernas que atraviesan una colina de una a otra parte, para llegar a un pequefio valle risucito [...] La fanrasmagoria y los otros recursos de la fisica, la muisica, las aguas, los relampagos, el trueno, etc., serfan empleados uno tras otto y, es de suponer, can no paco éxito sobre el comin de los hombres. * Frangois Emmanuel Fodéré (1764-1835), Trairé du délire, appliqué a la médecine, & la morale er it la ldgislasion, «1b, sec, V1, cap. 2, “Plan et distribution d'un hospice pour la guéri- son des aliénés”, Paris, Croullebois, 1817. p. 215. 15 16 FL PODER PSIQUIATRICO Ese castillo no es del codo el mismo en que deben desarrollarse las Ciento veinie jornadas? es un castillo donde deben transcurrir jornadas mucho mds numerosas y casi infinitas: es la descripcién que Fodéré hace de un asilo ideal en 1817. Dentro de ese decorady, qué debe suceder? Pues bien, en su interior, desde luego, reina el orden, reina la ley, reina el poder. Dentro de ese decorado, en ese castillo protegido por una ambientacién romantica y al- pina, en ese castillo sdlo accesible mediante el uso de complicadas maquinas, y cuyo aspecto mismo debe sorprender al comun de los hombres, impera ante todo y simplemente un orden, en cl senciflo sentido de una regulacién perpetua y permanente de los tiempos, las actividades, los gestos; un orden que rodea los cuerpos, los penetra, los trabaja, que se aplica a su superficie, pero también se imprime hasta en los nervios y en io que otro /lamaba “fi- bras blandas del cerebro”? Un orden, por tanto, para el cual los cuerpos solo son superficics que es preciso atravesar y volmenés que deben trabajarse, un orden que es algo asi como una gran nervadura de prescripciones, de modo que los cuerpos sean parasitados y atcavesados por él. Escribe Pinel: No debe asombrar en exceso la importancia extrema que arribuyo al manteni- mienro de la calma y el orden en un hospicio de alienados y a las cualidades fisicas y morales que exige una vigilancia de esas caracter(sticas, pues en ella se encuentra una de las bases fundamentales del tratamiento de la mania'y, de no existi, no se obtienen observaciones exactas ni una curacién permanente, por mucho que se insista, por lo demas, on los medicamentos mis elogiados.* * Donarien Alphonse Frangois de Sade (1740-2814), Ler Cent vingt journées de Sadome, ou LEcole du libertinage (1785), en CEuvres completes, ¢. xxvi, Paris, Jean-Jacques Pauvert. 1967 [tead. esp.: Las 120 jornadas de Sodoma o La escuela del libertinaje, Madrid, Akal, 2004] > “Sobre las blandas fibras del ceredro se asienta La base inquebrantable de los mis firmes: imperies.” Joseph Michel Ancoine Servan (1737-1807), Discours sur Uadministration de la justice criminelle, pronunciado por M. Servan, Ginebra, 1767, p. 35 {trad, esp.z Sobre la adminiseracion de ia justicia criminal, La Coruna, Ilustre Colegio Provincial de Abogados, 1977); reeditado en Cesare Beccaria, Traité aes délits et det peines, traduccién de PJ. Dufey, Paris, Dulibon, 1821 {trad. esp.: De lus delitos y de das penas, México, Fondo de Culrura Econémica, 2001}. * Philippe Pinel (1745-1826), Zraité médico-phitosophique sur laliénacion mentale, on la Manic, sec. ih, “Traitement moral des aliénds’, § 20utt, “Necessité d'entrerenic un ordre cons- CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 vy Como ven, cierto orden, cierta disciplina, cierta regularidad aplicadas inclu- so en el interior mismo del cuerpo son necesacias para dos cosas. Por un lado, para la consticucién misma del saber médico, pues, sin esa disciplina, sin ese orden, sin ese esquema prescriptivo de regularidades, no es posible hacer una observacién exacta. La condicién de la mirada médica, su neutralidad, la posibilidad de ganar acceso al objeto, en suma, la relacién misma de objetividad, constiturtva del saber médico y criterio de su validez, tiene por condicién efectiva de posibilidad cierta relacién de orden, cierta discribucién del tiempo, el espacio y los individuos. En rigor de verdad -y volveré a ello en otra parte-, ni siquiera puede decirse: los individuos; diga- mos, simplemente, cierta distribucién de los cuerpos, los gestos, los compor- tamienctos, los discursos. En esa dispersién reglada encontramos el campo a partir del cual es posible [a relacién de la mirada médica con su objeto, la re- lacién de objetividad, una relacidn que se presenta como efecto de la disper- sidn primera constituida por el orden disciplinario. En segundo lugar, este orden disciplinario, que en el texto de Pinel aparece como condicién para una observacién exacta, es al mismo tiempo condicién de la curacién per- manente; vale decir que la misma operacién terapéutica, esa transformacién sobre cuya base alguien considerado como enfermo deja de estarlo, sélo pue- de llevarse a cabo dentro de la distribucién reglada del poder. La condicién, entonces, de fa relacién con el objeto y de la objetividad del conocimiento médico, y la condicién de la operacién terapéutica, son iguales: el orden dis- ciplinario. Pero esta especie de orden inmanente, que pesa sin distincién sobre todo el espacio del asilo, esta en realidad atravesado, integramente animado de cabo a rabo por una disimetria que lo lleva a asociarse -y a asociarse de manera imperiosa— a una instancia linica que es a la vez interna al asilo y el punto a partir del cual se efeccian el reparto y la dispersién disciplinaria de los tiempos, los cuerpos, los gestos, los comporcamientos, etc. Esa instancia interior al asilo est docada al mismo tiempo de un poder ilimitado al que nada puede ni debe resistirse. Dicha instancia, inaccesible, sia simetzia, sin cane dans les hospices des aliénés", Paris, Richard, Caille et Ravier, aio 1x/1800, pp. 95-96 (uad, esp. Thatado médica fllosifico de la enajenacién menial o mania, Madrid, Niews, 1988). 18 EL PODER PSIQUIATRICO reciprocidad, que funciona entonces como una fuence de poder, elernenco de [a disimetria esencial del orden, que lleva a éste a ser siempre un orden derivado de una relacién’ no reciproca de poder, pues bien, es desde luego la instancia médica que, como verin, funciona como poder mucho antes de funcionar como saber. Pues: ;qué es ese médico? Y bien, he aqui qué aparece, ahora, una vez que el enfermo.ha sido trastadado al asilo por las m4quinas sorprendentes de las que recién les hablaba. Si, todo esto es una descripeién ficticia, en cuanto la construyo a partir de una serie’ de textos que no pertenecen a un solo psi- quiatra; pues si fueran de uno solo, la demostracién no seria valida. He utili- zado a Fodéré: el Traité du délire, a Pinel: el Taité médico-philosophique so- bre la mania; a Esquirol: los articulos reunidos en Des maladies mentales,> ya Haslam.® Enconces, ;cémo se presenta esta instancia del poder disimétrico y no li- mitado que atraviesa y anima el orden universal del asilo? Aqui renemos cé- mo se presenta en el texto de Fodéré, el Traité du delire, que data de 1817, ese gran momento fecundo en la protohistoria de la psiquiacria del siglo xix; 1818 es el afto de aparicién del gran texto de Esquirol,” el momento en que el saber psiquiatrico se inscribe dentro del campo médico y a la vez gana su autonomia como especialidad: Un hermoso fisico, es decir, un fisico noble y varonil, es acaso, en gene- ral, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profe- * Jean Eciene Dominique Esquirol (1772-1840), Des madadies mentales considérées sous les.tapports médical, hygiénique et médico-légal, Pacis, J.-B. Baillidre, 1838, 2 vols. (trad. esp.: Memarias sobre la locura y sus variedades, Madrid, Dorsa, 1991] ® John Hastam (1764-1844), Observations on Insanity, with Practical Remarks on the Di- sease, and an Account of the Morbid Appearances of Disvection, Londres, Rivington, 1798, obra reedirada y aumencada con el ticula de Observations on Madness and Melancholy, Lon- dres, J. Callow, 1809; Considerations on the Monel Management of Insane Pervons, Londres, R. Hunter, 1817. _ 7 Jean Etienne Dominique Esquirol, Des établisiements consacrés aux alitnés en France, et des moyens d'améliorer le sort de ces infortunes (informe presentado al ministto del {nterior en septiembre de 1818), Paris, Impe, de Mme. Huzard, 1819; reeditado en Des maladies menta- fes...3 op. cit. tM pp, 399-431, CLASE- DEL 7? DE NOVIEMBRE DE 1973 19 sin; es indispensable, sobre todo, frence a los locos, para imponérseles, Cabellos castafios o encanecidos por la edad, ojos vivaces, un-continente orgulloso, miembros y pecho demostrativos de fuerza y salud, rasgos destacados, una voz fuerce y expresiva: tales son las formas que, en gene- ral, surten un gan efecto sobre individuos que se crcen por encima de todos los demas. El espiricu, sin duda, es el regulador del cuerpo; pero no se lo advierte de inmediato y requiere las formas exceriores para arrastear ala multitud.* Como ven, por lo tanto, el personaje mismo va a funcionar desde la primera mirada. Pero en esa primera mirada a partir de [a cual se entabla la relacién psiquidtrica, el médico es en esencia un cuerpo; mds precisamente, es un fisi- ¢o, una caracterizacién determinada, una morfologfa determinada, bien de- finida, en la que se destacan el desarrollo de fos misculos, 1a amplicud del pecho, el color del pelo, ete. Y esa presencia Hsica, con estas cualidades, que acttia como cldusula de disimerria absoluta en el orden regular del asilo, hace que éste no sea, como nos lo dirian los psicosocidlogos, una institucién que funciona de acuerdo con reglas; en realidad, es un campo polarizado por una disimetria esencial del poder, que, enconces, toma su fortha, su figura, su inscripcidn fisica en el cuerpo mismo del médico. Pero ese poder del médico, por supuesto, no es ef tinico que se ejerce; pues en el asilo, como en todas partes, el poder no es nunca lo que alguien tiene, y campoco lo que emana de alguien. El poder no pertenece ni a una persona ni, por Jo demds, a un grupo; sélo hay poder porque hay dispersién, selevos, redes, apoyos reciprocos, diferencias de pocencial, desfases, etc. El poder puede empezar a funcionar en ese sistema de diferencias, que ser4 pre- ciso analizar. En consecuencia, alrededor del médico tenemos toda una serie de rele- vos, los principales de los cuales son los siguientes. En primer lugar, fos vigilances, a quien Fodéré reserva {a tarea de infor- mar sobre los enfermos, ser la mirada no armada, no erudita, una especie de canal dptico a través del cual va a funcionar la mirada erudita, es decir, la ® Frangois Emmanuel Fodéré, Traité du délire.,.. op. cit. t il, sec. V1, cap. 3, “Du choix des administraceurs, des médecins, des employés et des servants”, pp. 230-231. 20 EL PODER PSIQUIATRICO mirada objetiva del propio psiquiacra. Esa mirada de relevo, a cargo de los vigilances, es también una mirada que debe cecaer sobre los sirvientes, esto es, los poseedores del tiltimo eslabén de la autoridad. El vigilante, entonces, esa la vez el amo de los cltimos amos y aquel cuyo discurso, fa mirada, las observaciones y los informes deben permitir la constitucién del saber médi- co. ¢Quiénes son los vigilantes? « Ibid, p. 237. CLASE DEL7 DE NOVIEMBRE DE 1973 2 —mientras finge escar a su servicio, obedecerle y, por consiguiente, no tener voluncad auténoma- de no hacer !o que el enfermo pide, remitiéndose para ello a la gran autoridad andnima que cs la del reglamento ¢, incluso, a la voluntad singular del médico. Como resultado, el enfermo, que se ve ro- deado por la observacion del sirviente, también estard rodeado por la vo- Juntad del médico, con la cual va a coparse en el momento mismo en que dé al sirviente una serie de drdenes; en ese simulacro de servicio quedara asegurada la cobertura del enfermo por la voluntad del médico o por el re- glamento general del asilo. La siguiente es la descripcién de los sirvientes en esa posicién de merodeo: § 398. Los sirvientes o guardianes deben ser altos, fuertes, probos, inteli- gentes, limpios en su persona y en su vestimenta, A fin de cratar con tiento fa excrema sensibilidad de algunos alienados, sobre todo con res- pecto al pundanos, convendrd casi siempre que los sirvientes aparezcan ante ellos como sus domésticos y no como sus guardianes [...] Sin em- bargo, como tampoco deben obedecer a los locos y a menudo se ven in- cluso obligados a reprimirlos, para casar la idea de doméstico con la 7 gativa de obediencia y descartar cualquier desavenencia, sera carea del vigilance insinuar habilmente a los enfermos que quienes los sirven han recibido cicrras instrucciones y étdenes del médico, que no pueden pasar por alco sin obrener antes el permiso inmediato de hacerlo.'® Tenemos por Io tanto este sistema de poder que funciona dentro del asilo y tuerce el sistema reglamentario general, sistema de poder asegurado por una multiplicidad, una dispersién, un sistema de diferencias y jerarquias, pero mas precisamente atin por lo que podrfamos Hamar una disposicién tactica en la cual los distintos individuos ocupan un sitio determinado y _ cumplen una serie de funciones especificas. Como ven, se trata de un fun- cionamiento tdctico del poder 0, mejor, esa disposicién cictica permite ef sjercicio del poder. ¥ si retomamos lo que el mismo Pinel decta sobre la posibilidad de obte- ner una observacidn en el asilo, veremos que esa obscrvacién, garantia de la © Ibid, pp. 241-242. 22 EL PODER PSIQUIATRICO objetividad y la verdad del discurso psiquiatrico, sdlo ¢s posible en virtud de una distribucién tactica relativamente compleja; digo “selativamente com- pleja” porque lo que acabo de sefialar es atin muy esquematico. Pero, de he- cho, si hay en efecto ese despliegue tactico y deben comarse rantas precau- ciones para llegar, después de todo, a algo tan simple camo la observacidn, se debe muy probablemence a que ¢a ese campo reglamentarto del asilo hay algo que es un peligro, una fuerza. Para que el poder se despliegue con canta astucia 0, mejor dicho, para que el universo reglamentario sea recorrido por esa especie de relevos de poder que lo falsean y distorsionan, pues bten, pue- de decirse con mucha verosimilitud que en el corazén mismo de ese espacio hay un poder amenazante que es preciso dominar 0 vencer. En otras palabras, si {legamos a una disposicién cactica semejance, es sin duda porque el problema, antes de ser 0, mas bien, para poder ser ef proble- ma del conocimienco, de fa verdad de la enfermedad y de su curacién, debe ser un problema de victoria. En este asilo se organiza enconces, efectivamen- te, un campo de batalla. Y bien, a quien debe dominarse ¢s, por supuesto, al loco, Hace un mo- mente cité la curiosa definicién del loco dada por Fodéré, para quien éste es quien se cree “por cncima de los otros”,'! De hecho, asi aparece efectivamen- te el loco dentro del discurso y la practica psiquidericas de principios del si- glo Xux, y asf encontramas ese gran punto de inflexién, ese gran clivaje del que ya hemos hablado, la desaparicién def criterio del error para la defini- cién, para la atribucidn de la locura. Hasta fines del siglo xvui, en tétminos generales —y esto incluso en Jos informes policiales, tas lettres de cachet, las intercogatarios, ere., que pudie- ron [llevarse a cabo con]* individuos en hospicios como Bicétre 0 Charen- ton-, decir que alguien era loco, atribuirle locura, siempre era decir que se engafiaba, en qué sentido, sobre qué punto, de qué manera, hasta qué limite se engafiaba; en el fondo, lo que caracterizaba a fa locura era el sistema de ereencia. Ahora bien, a principios del siglo xIx vemos aparecer de manera muy repentina un criterio de reconocimiente y atribuciéa de la locura que "" Ibid, p. 230. * Grabacitin: hacerse. CLASE DEL. 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 23 es absolucamente distinto; iba a decir que se trata de la voluntad, pero no ¢s exacto; en realidad, lo que caracteriza al loco, el elemento por el cual se le atribuye la locura a partir de comienzos del siglo XIX, digamos que es la in- surreccién de la fuerza, el hecho de que en él se desencadena cierta fuerza, no domiinada y quizds indominable, y que adopta cuatro grandes formas se- gtin el Ambico donde se aplica y el campo en el que hace estragos. _ Tenemos la fuerza pura del individuo a quien, de acuerdo con la caracte- rizacién tradicional, se denomina “furioso”. Tenemos la fuerza en cuanto se aplica a Jos instintos y fas pasiones, la fuerza de esos instincos desatados, la fuerza de esas pasiones sin I{mite; y esto caracterizarA justamente una locura que no es una locura de error, una locu- ra que no implica ilusién alguna de los sencidos, ninguna falsa creencia, nin- guna alucinacién, y se la llama mania sin delirio. En cercer lugar cenectos una suerce de locura que se adosa a las ideas mis+ mas, que las crastorna, las vuelve incoherentes, las hace chocar unas contra otras, y a esto se denomina mania. Por ultimo renemos fa fuerza de la locura cuando se ejerce, ya no en el dominio general de las ideas as{ sacudidas y entrechocadas, sino en una idea especifica que, finalmente, encuentra un refuerzo indefinido y va a inscribir- se obstinadamente en el comportamiento, el discurso, el espiricu det enfer- mo; es lo que recibe cl nombre de melancolia o de monomantfa. Y fa primera gran distribucién de esa prdctica asilar a principios del si- glo XIX retranscribe con mucha exacdtud lo que pasa en el interior mismo del asilo, es decir, el hecho de que ya no se trata en absoluto de reconocer el ercor del loco sino de situar con toda precisién el punto en que la fuerza de- satada de la locura lanza su insurteccién: cual es el punto, cual es el

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