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MICHEL FOUCAULT EL PODER PSIQUIATRICO Curso en el Collége de France (1973-1974) Edicién establecida por Jacques Lagrange, bajo !a direccién de Francois Ewald y Alessandro Fontana Si (4 Fonpo pe CULTURA ECONOMICA MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - Espania EsTapos UNIDOS 08 AMERICA - PERU - VENEZUELA Clase del 7 de noviembre de 1973 Espacio astlar y orden disciplinario — Operaciin terapéutica y “tratamiento moral” — Escenas de curacién — Los desplazamientos efectuados por ef curso con respecto a fa Historia de la focura: 7) de un andlisis de las ‘representaciones” a una ‘analitica del po- der’, 2) de la “violencia” a la “microfisica del poder’, y 3) de bas “regularidades institucionales” a las ‘disposiciones” det poder. EL TEMA que les propongo este afio es el poder psiquidtrico, para establecer cierta discontinuidad, aunque no cotal, con respecto a fas cosas de las que les hablé los dos ultimos aiios. Voy a empezar tratando de relatar una especie de escena ficticia, cuyo de- corado es el siguiente; ya van a reconocerlo, les es muy familiar: Querrla que esos hospicios se construyeran en bosques sagrados, lugares soli- tarios y escarpados, en medio de las grandes conmociones, como en la Gran- de-Charcreuse, etc. A menudo seria cil que el recién llegado bajara por in- termedio de maquinas, que atravesara, antes de llegar 2 su destino, lugares cada vez. mds novedosos y sorprendentes, y que los ministros de esos luga- res usaran vestimentas particulares, Aqui es conveniente lo romantica, y mu- chas veces me dije que habrfanse podido aprovechar esos vigjos castillos pega- dos a cavernas que atraviesan una colina de una a otra parte, para llegar a un pequefio valle risucito [...] La fanrasmagoria y los otros recursos de la fisica, la muisica, las aguas, los relampagos, el trueno, etc., serfan empleados uno tras otto y, es de suponer, can no paco éxito sobre el comin de los hombres. * Frangois Emmanuel Fodéré (1764-1835), Trairé du délire, appliqué a la médecine, & la morale er it la ldgislasion, «1b, sec, V1, cap. 2, “Plan et distribution d'un hospice pour la guéri- son des aliénés”, Paris, Croullebois, 1817. p. 215. 15 16 FL PODER PSIQUIATRICO Ese castillo no es del codo el mismo en que deben desarrollarse las Ciento veinie jornadas? es un castillo donde deben transcurrir jornadas mucho mds numerosas y casi infinitas: es la descripcién que Fodéré hace de un asilo ideal en 1817. Dentro de ese decorady, qué debe suceder? Pues bien, en su interior, desde luego, reina el orden, reina la ley, reina el poder. Dentro de ese decorado, en ese castillo protegido por una ambientacién romantica y al- pina, en ese castillo sdlo accesible mediante el uso de complicadas maquinas, y cuyo aspecto mismo debe sorprender al comun de los hombres, impera ante todo y simplemente un orden, en cl senciflo sentido de una regulacién perpetua y permanente de los tiempos, las actividades, los gestos; un orden que rodea los cuerpos, los penetra, los trabaja, que se aplica a su superficie, pero también se imprime hasta en los nervios y en io que otro /lamaba “fi- bras blandas del cerebro”? Un orden, por tanto, para el cual los cuerpos solo son superficics que es preciso atravesar y volmenés que deben trabajarse, un orden que es algo asi como una gran nervadura de prescripciones, de modo que los cuerpos sean parasitados y atcavesados por él. Escribe Pinel: No debe asombrar en exceso la importancia extrema que arribuyo al manteni- mienro de la calma y el orden en un hospicio de alienados y a las cualidades fisicas y morales que exige una vigilancia de esas caracter(sticas, pues en ella se encuentra una de las bases fundamentales del tratamiento de la mania'y, de no existi, no se obtienen observaciones exactas ni una curacién permanente, por mucho que se insista, por lo demas, on los medicamentos mis elogiados.* * Donarien Alphonse Frangois de Sade (1740-2814), Ler Cent vingt journées de Sadome, ou LEcole du libertinage (1785), en CEuvres completes, ¢. xxvi, Paris, Jean-Jacques Pauvert. 1967 [tead. esp.: Las 120 jornadas de Sodoma o La escuela del libertinaje, Madrid, Akal, 2004] > “Sobre las blandas fibras del ceredro se asienta La base inquebrantable de los mis firmes: imperies.” Joseph Michel Ancoine Servan (1737-1807), Discours sur Uadministration de la justice criminelle, pronunciado por M. Servan, Ginebra, 1767, p. 35 {trad, esp.z Sobre la adminiseracion de ia justicia criminal, La Coruna, Ilustre Colegio Provincial de Abogados, 1977); reeditado en Cesare Beccaria, Traité aes délits et det peines, traduccién de PJ. Dufey, Paris, Dulibon, 1821 {trad. esp.: De lus delitos y de das penas, México, Fondo de Culrura Econémica, 2001}. * Philippe Pinel (1745-1826), Zraité médico-phitosophique sur laliénacion mentale, on la Manic, sec. ih, “Traitement moral des aliénds’, § 20utt, “Necessité d'entrerenic un ordre cons- CLASE DEL 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 vy Como ven, cierto orden, cierta disciplina, cierta regularidad aplicadas inclu- so en el interior mismo del cuerpo son necesacias para dos cosas. Por un lado, para la consticucién misma del saber médico, pues, sin esa disciplina, sin ese orden, sin ese esquema prescriptivo de regularidades, no es posible hacer una observacién exacta. La condicién de la mirada médica, su neutralidad, la posibilidad de ganar acceso al objeto, en suma, la relacién misma de objetividad, constiturtva del saber médico y criterio de su validez, tiene por condicién efectiva de posibilidad cierta relacién de orden, cierta discribucién del tiempo, el espacio y los individuos. En rigor de verdad -y volveré a ello en otra parte-, ni siquiera puede decirse: los individuos; diga- mos, simplemente, cierta distribucién de los cuerpos, los gestos, los compor- tamienctos, los discursos. En esa dispersién reglada encontramos el campo a partir del cual es posible [a relacién de la mirada médica con su objeto, la re- lacién de objetividad, una relacidn que se presenta como efecto de la disper- sidn primera constituida por el orden disciplinario. En segundo lugar, este orden disciplinario, que en el texto de Pinel aparece como condicién para una observacién exacta, es al mismo tiempo condicién de la curacién per- manente; vale decir que la misma operacién terapéutica, esa transformacién sobre cuya base alguien considerado como enfermo deja de estarlo, sélo pue- de llevarse a cabo dentro de la distribucién reglada del poder. La condicién, entonces, de fa relacién con el objeto y de la objetividad del conocimiento médico, y la condicién de la operacién terapéutica, son iguales: el orden dis- ciplinario. Pero esta especie de orden inmanente, que pesa sin distincién sobre todo el espacio del asilo, esta en realidad atravesado, integramente animado de cabo a rabo por una disimetria que lo lleva a asociarse -y a asociarse de manera imperiosa— a una instancia linica que es a la vez interna al asilo y el punto a partir del cual se efeccian el reparto y la dispersién disciplinaria de los tiempos, los cuerpos, los gestos, los comporcamientos, etc. Esa instancia interior al asilo est docada al mismo tiempo de un poder ilimitado al que nada puede ni debe resistirse. Dicha instancia, inaccesible, sia simetzia, sin cane dans les hospices des aliénés", Paris, Richard, Caille et Ravier, aio 1x/1800, pp. 95-96 (uad, esp. Thatado médica fllosifico de la enajenacién menial o mania, Madrid, Niews, 1988). 18 EL PODER PSIQUIATRICO reciprocidad, que funciona entonces como una fuence de poder, elernenco de [a disimetria esencial del orden, que lleva a éste a ser siempre un orden derivado de una relacién’ no reciproca de poder, pues bien, es desde luego la instancia médica que, como verin, funciona como poder mucho antes de funcionar como saber. Pues: ;qué es ese médico? Y bien, he aqui qué aparece, ahora, una vez que el enfermo.ha sido trastadado al asilo por las m4quinas sorprendentes de las que recién les hablaba. Si, todo esto es una descripeién ficticia, en cuanto la construyo a partir de una serie’ de textos que no pertenecen a un solo psi- quiatra; pues si fueran de uno solo, la demostracién no seria valida. He utili- zado a Fodéré: el Traité du délire, a Pinel: el Taité médico-philosophique so- bre la mania; a Esquirol: los articulos reunidos en Des maladies mentales,> ya Haslam.® Enconces, ;cémo se presenta esta instancia del poder disimétrico y no li- mitado que atraviesa y anima el orden universal del asilo? Aqui renemos cé- mo se presenta en el texto de Fodéré, el Traité du delire, que data de 1817, ese gran momento fecundo en la protohistoria de la psiquiacria del siglo xix; 1818 es el afto de aparicién del gran texto de Esquirol,” el momento en que el saber psiquiatrico se inscribe dentro del campo médico y a la vez gana su autonomia como especialidad: Un hermoso fisico, es decir, un fisico noble y varonil, es acaso, en gene- ral, una de las primeras condiciones para tener éxito en nuestra profe- * Jean Eciene Dominique Esquirol (1772-1840), Des madadies mentales considérées sous les.tapports médical, hygiénique et médico-légal, Pacis, J.-B. Baillidre, 1838, 2 vols. (trad. esp.: Memarias sobre la locura y sus variedades, Madrid, Dorsa, 1991] ® John Hastam (1764-1844), Observations on Insanity, with Practical Remarks on the Di- sease, and an Account of the Morbid Appearances of Disvection, Londres, Rivington, 1798, obra reedirada y aumencada con el ticula de Observations on Madness and Melancholy, Lon- dres, J. Callow, 1809; Considerations on the Monel Management of Insane Pervons, Londres, R. Hunter, 1817. _ 7 Jean Etienne Dominique Esquirol, Des établisiements consacrés aux alitnés en France, et des moyens d'améliorer le sort de ces infortunes (informe presentado al ministto del {nterior en septiembre de 1818), Paris, Impe, de Mme. Huzard, 1819; reeditado en Des maladies menta- fes...3 op. cit. tM pp, 399-431, CLASE- DEL 7? DE NOVIEMBRE DE 1973 19 sin; es indispensable, sobre todo, frence a los locos, para imponérseles, Cabellos castafios o encanecidos por la edad, ojos vivaces, un-continente orgulloso, miembros y pecho demostrativos de fuerza y salud, rasgos destacados, una voz fuerce y expresiva: tales son las formas que, en gene- ral, surten un gan efecto sobre individuos que se crcen por encima de todos los demas. El espiricu, sin duda, es el regulador del cuerpo; pero no se lo advierte de inmediato y requiere las formas exceriores para arrastear ala multitud.* Como ven, por lo tanto, el personaje mismo va a funcionar desde la primera mirada. Pero en esa primera mirada a partir de [a cual se entabla la relacién psiquidtrica, el médico es en esencia un cuerpo; mds precisamente, es un fisi- ¢o, una caracterizacién determinada, una morfologfa determinada, bien de- finida, en la que se destacan el desarrollo de fos misculos, 1a amplicud del pecho, el color del pelo, ete. Y esa presencia Hsica, con estas cualidades, que acttia como cldusula de disimerria absoluta en el orden regular del asilo, hace que éste no sea, como nos lo dirian los psicosocidlogos, una institucién que funciona de acuerdo con reglas; en realidad, es un campo polarizado por una disimetria esencial del poder, que, enconces, toma su fortha, su figura, su inscripcidn fisica en el cuerpo mismo del médico. Pero ese poder del médico, por supuesto, no es ef tinico que se ejerce; pues en el asilo, como en todas partes, el poder no es nunca lo que alguien tiene, y campoco lo que emana de alguien. El poder no pertenece ni a una persona ni, por Jo demds, a un grupo; sélo hay poder porque hay dispersién, selevos, redes, apoyos reciprocos, diferencias de pocencial, desfases, etc. El poder puede empezar a funcionar en ese sistema de diferencias, que ser4 pre- ciso analizar. En consecuencia, alrededor del médico tenemos toda una serie de rele- vos, los principales de los cuales son los siguientes. En primer lugar, fos vigilances, a quien Fodéré reserva {a tarea de infor- mar sobre los enfermos, ser la mirada no armada, no erudita, una especie de canal dptico a través del cual va a funcionar la mirada erudita, es decir, la ® Frangois Emmanuel Fodéré, Traité du délire.,.. op. cit. t il, sec. V1, cap. 3, “Du choix des administraceurs, des médecins, des employés et des servants”, pp. 230-231. 20 EL PODER PSIQUIATRICO mirada objetiva del propio psiquiacra. Esa mirada de relevo, a cargo de los vigilances, es también una mirada que debe cecaer sobre los sirvientes, esto es, los poseedores del tiltimo eslabén de la autoridad. El vigilante, entonces, esa la vez el amo de los cltimos amos y aquel cuyo discurso, fa mirada, las observaciones y los informes deben permitir la constitucién del saber médi- co. ¢Quiénes son los vigilantes? « Ibid, p. 237. CLASE DEL7 DE NOVIEMBRE DE 1973 2 —mientras finge escar a su servicio, obedecerle y, por consiguiente, no tener voluncad auténoma- de no hacer !o que el enfermo pide, remitiéndose para ello a la gran autoridad andnima que cs la del reglamento ¢, incluso, a la voluntad singular del médico. Como resultado, el enfermo, que se ve ro- deado por la observacion del sirviente, también estard rodeado por la vo- Juntad del médico, con la cual va a coparse en el momento mismo en que dé al sirviente una serie de drdenes; en ese simulacro de servicio quedara asegurada la cobertura del enfermo por la voluntad del médico o por el re- glamento general del asilo. La siguiente es la descripcién de los sirvientes en esa posicién de merodeo: § 398. Los sirvientes o guardianes deben ser altos, fuertes, probos, inteli- gentes, limpios en su persona y en su vestimenta, A fin de cratar con tiento fa excrema sensibilidad de algunos alienados, sobre todo con res- pecto al pundanos, convendrd casi siempre que los sirvientes aparezcan ante ellos como sus domésticos y no como sus guardianes [...] Sin em- bargo, como tampoco deben obedecer a los locos y a menudo se ven in- cluso obligados a reprimirlos, para casar la idea de doméstico con la 7 gativa de obediencia y descartar cualquier desavenencia, sera carea del vigilance insinuar habilmente a los enfermos que quienes los sirven han recibido cicrras instrucciones y étdenes del médico, que no pueden pasar por alco sin obrener antes el permiso inmediato de hacerlo.'® Tenemos por Io tanto este sistema de poder que funciona dentro del asilo y tuerce el sistema reglamentario general, sistema de poder asegurado por una multiplicidad, una dispersién, un sistema de diferencias y jerarquias, pero mas precisamente atin por lo que podrfamos Hamar una disposicién tactica en la cual los distintos individuos ocupan un sitio determinado y _ cumplen una serie de funciones especificas. Como ven, se trata de un fun- cionamiento tdctico del poder 0, mejor, esa disposicién cictica permite ef sjercicio del poder. ¥ si retomamos lo que el mismo Pinel decta sobre la posibilidad de obte- ner una observacidn en el asilo, veremos que esa obscrvacién, garantia de la © Ibid, pp. 241-242. 22 EL PODER PSIQUIATRICO objetividad y la verdad del discurso psiquiatrico, sdlo ¢s posible en virtud de una distribucién tactica relativamente compleja; digo “selativamente com- pleja” porque lo que acabo de sefialar es atin muy esquematico. Pero, de he- cho, si hay en efecto ese despliegue tactico y deben comarse rantas precau- ciones para llegar, después de todo, a algo tan simple camo la observacidn, se debe muy probablemence a que ¢a ese campo reglamentarto del asilo hay algo que es un peligro, una fuerza. Para que el poder se despliegue con canta astucia 0, mejor dicho, para que el universo reglamentario sea recorrido por esa especie de relevos de poder que lo falsean y distorsionan, pues bten, pue- de decirse con mucha verosimilitud que en el corazén mismo de ese espacio hay un poder amenazante que es preciso dominar 0 vencer. En otras palabras, si {legamos a una disposicién cactica semejance, es sin duda porque el problema, antes de ser 0, mas bien, para poder ser ef proble- ma del conocimienco, de fa verdad de la enfermedad y de su curacién, debe ser un problema de victoria. En este asilo se organiza enconces, efectivamen- te, un campo de batalla. Y bien, a quien debe dominarse ¢s, por supuesto, al loco, Hace un mo- mente cité la curiosa definicién del loco dada por Fodéré, para quien éste es quien se cree “por cncima de los otros”,'! De hecho, asi aparece efectivamen- te el loco dentro del discurso y la practica psiquidericas de principios del si- glo Xux, y asf encontramas ese gran punto de inflexién, ese gran clivaje del que ya hemos hablado, la desaparicién def criterio del error para la defini- cién, para la atribucidn de la locura. Hasta fines del siglo xvui, en tétminos generales —y esto incluso en Jos informes policiales, tas lettres de cachet, las intercogatarios, ere., que pudie- ron [llevarse a cabo con]* individuos en hospicios como Bicétre 0 Charen- ton-, decir que alguien era loco, atribuirle locura, siempre era decir que se engafiaba, en qué sentido, sobre qué punto, de qué manera, hasta qué limite se engafiaba; en el fondo, lo que caracterizaba a fa locura era el sistema de ereencia. Ahora bien, a principios del siglo xIx vemos aparecer de manera muy repentina un criterio de reconocimiente y atribuciéa de la locura que "" Ibid, p. 230. * Grabacitin: hacerse. CLASE DEL. 7 DE NOVIEMBRE DE 1973 23 es absolucamente distinto; iba a decir que se trata de la voluntad, pero no ¢s exacto; en realidad, lo que caracteriza al loco, el elemento por el cual se le atribuye la locura a partir de comienzos del siglo XIX, digamos que es la in- surreccién de la fuerza, el hecho de que en él se desencadena cierta fuerza, no domiinada y quizds indominable, y que adopta cuatro grandes formas se- gtin el Ambico donde se aplica y el campo en el que hace estragos. _ Tenemos la fuerza pura del individuo a quien, de acuerdo con la caracte- rizacién tradicional, se denomina “furioso”. Tenemos la fuerza en cuanto se aplica a Jos instintos y fas pasiones, la fuerza de esos instincos desatados, la fuerza de esas pasiones sin I{mite; y esto caracterizarA justamente una locura que no es una locura de error, una locu- ra que no implica ilusién alguna de los sencidos, ninguna falsa creencia, nin- guna alucinacién, y se la llama mania sin delirio. En cercer lugar cenectos una suerce de locura que se adosa a las ideas mis+ mas, que las crastorna, las vuelve incoherentes, las hace chocar unas contra otras, y a esto se denomina mania. Por ultimo renemos fa fuerza de la locura cuando se ejerce, ya no en el dominio general de las ideas as{ sacudidas y entrechocadas, sino en una idea especifica que, finalmente, encuentra un refuerzo indefinido y va a inscribir- se obstinadamente en el comportamiento, el discurso, el espiricu det enfer- mo; es lo que recibe cl nombre de melancolia o de monomantfa. Y fa primera gran distribucién de esa prdctica asilar a principios del si- glo XIX retranscribe con mucha exacdtud lo que pasa en el interior mismo del asilo, es decir, el hecho de que ya no se trata en absoluto de reconocer el ercor del loco sino de situar con toda precisién el punto en que la fuerza de- satada de la locura lanza su insurteccién: cual es el punto, cual es el Sir Francis Willis 1718-1907), propiecatio de un establecimiento en Lincolnshire para personas afectadas de trastornos mentales, fue convocado el 5 de diciembre de 1788 a Londres para testificar ante una comisién creada por el Parlamento a fin de pronunciarse sobre el esta- do del rey, Willis atendié a Jorge ut hasta la remisién de sus pecturbaciones en marzo de 1789; episodio mencionado por Philippe Pinel en “Observations sur le régime moral qui ese le plus propre A rétablir...”, ap. cit. (1789), pp. 13-15 (reproducido en Jacques Postel, Genése de la psy- chtatrie. Les premiers écrits de Philippe Pinel, Le Vlessis-Robinson, Insticur Synthélabo, 1998, col. “Les Empécheurs de penser en rond”, pp. 194-197), y en el Traicé médico-philosophique..., op. cit. pp. £92-193 y 286-290, donde Pinel cita el Repore from the Committee Appointed to Examine the Physicians who Have Attended His Majesty during His Iness, touching the Present State of His Majesty: Health, Londres, 1789 * Grabacién: un papel can importante. 38 EL PODER PSIQUIATRICO importantes. Esos colchones son lo que aisla al rey del mundo externo y, al mismo tiempo, le impiden tanto escuchar y ver como comtunicar sus drde- nes al exterior; es decir que por obra de ellos, rodas Jas funciones esenciales de la monarquia quedan, en sentido estricto, puestas entre paréntesis. Y en jugar del cetro, de la corona, de la espada que debian hacer visible y sensible a todos los espectadores el poderio universal del rey reinante sobre su reino, en lugar de esos signos, ya sdlo estin los “colchones” que fo encierran y fo reducen, en el sitio en que'se encuentra, alo que es, ¢s decir, a su cuerpo. Destitucién, caida del rey, entonces; pero no me da la impresién de que sea del mismo tipo de la que podriamos encontrar, digamos, en un drama shakespeariano: no se trata ni de Ricardo int ante el riesgo de caer bajo el po- dee de ocro soberano.‘ ni del rey Lear despojado de su soberania y errance a través del mundo en medio de la soledad, la miseria y la locura.> En reali- dad, [a locura de! rey Jorge ut], a diferencia de la locura del rey Lear que lo Hlevaba a errar a través del mundo, lo fija en un punto preciso y, sobre todo, Jo hace caer bajo un poder de un tipo muy distinto de la soberania y que, en mi opinion, se opone a ésta en todos los aspectos. Es un poder andnimo, sin nombre, sin rostro, un poder reparcido entre diferentes personas; y es, sobre toda, ua poder que se manifiesta en el cavaccer implacable de un reglamento que ni siquiera se formula pues, en el fondo, nada se dice, y en ef cexto se es- cribe con claridad que todos los agentes del poder permanecen mudos. En “ William Shakespeare, The Tragedy of King Richard she Third, deama histérico, compuesto entre fines de 1592 y peincipios de 1593, que describe el acceso al trono, en virtud de una usur- pacidn, de Ricardo, duque de Gloucester, hermatio del rey Eduardo 1, y finaliza con su muette en Ia baralla de Bosworth, Cf. la versién francesa, Richard ih uaduccién de J. Malaplore, en Euvres complies. Histoires it, edicion bilingtie, Parfs, Robert Laffonc, 1997, col. “Bouquins”, pp- 579-585 [irad. esp.: Ricardo us, en Obras completas 1 Tragedias, Madrid, Aguilas, 2003). * William Shakespeare, The Tragedy of King Lear (representada en la corte el 26 de di- ciembre de 1606, publicada por primera vez en 1608 y luego en 3623, en una version snodi- ficada). Cf la versién francesa, Le Roi Lear, traduccion de G, Monsarrat. en Enures comple- tex, Tragédies 1, cdicidn bilingtie, Paris, Robert Laffont, 1995, col. “Bouquins’, pp. 371-581 (crad. esp.: Rey Lear, en Obras completa: t..., op. cit), Michel Foucaule se refiere a ella en Ais. toire de la folie.,., op. cit. 1972), p. 49, y remite a la obra de André Adnes, Shakespeare et la folie. Exude médico-psychalogique, Paris, Maloine, 1935, Volverd a mencionarla en ef curso dic- tado en el College de France en 1983-1984, “Le gouvernement de soi et des autres, Le coura- ge de Ia vérité”, clase del 21 de marzo de 1984. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 39 cierto modo, el mutismo del reglamento encubre el lugar que ha quedado vacio por el descoronamiento del rey. No hay, por consiguiente, caida de un poder soberano bajo otro poder soberano, sino paso de un poder soberano, decapitado por la locura que se apoderé de la cabeza del rey y descoronado por esa especie de ceremonia que indica al monarea que ha perdido su soberania, a un poder distinto. ¥ bien, en lugar de ese poder decapicado y descoronade se instala un poder anéni- mo multiple, macilento, sin color, que es en el fondo el poder que llamaré de la disciplina. Un poder del tipo de la soberania es reemplazado por un poder que podriamos calificar de disciplina y cuyo efecto no consiste en ab- soluco en consagrar el poder de alguien, concentrar el poder en un individuo visible y con nombre, sino en recaer tinicamente en su blanco, sobre el cucr- po y la persona misma del rey descoronado, al que ese nuevo poder debe ha- 6 cer “décil y sumiso”. Mientras el poder soberano se manifiesta esencialmence a través de los simbolos de la fuerza resplandeciente del individuo que lo posee, el poder disciplinario es un poder discreto, cepaccido; es un poder que funciona en red y cuya visibilidad sélo radica en la docilidad y la sumisién de aquellos sobre quiengs se ejerce en silencio. Y esto es, creo, lo esencial de la escena: el afrontamienco, fa sumisiéa, fa articulacién de un poder soberano con un po- der disciplinario. {Quiénes son los agentes de ese poder disciplinario? Como se habrén da- do cuenta, es muy curioso, pero el meédico, quien ha organizado todo, quien sin duda es hasta cierto punto el elemento focal, el nticleo de ese sistema dis- ciplinario, no aparece: Willis nunca se hace presente. Y cuando un poco més adelance encontremos a un médico en fa escena, se cracard precisamente de un antiguo médico y no del propio Willis. ;Cudles son entonces los agentes del poder? Se dice que son dos antiguos pajes de escatura heretilea. Creo que aqui es necesario detenerse un poco, porque estos personajes también tienen una gran importancia en la escena. A titulo de hipétesis, y bajo reserva de error, diré que esa relacién de los pajes herculeos con el rey loco y despojado debe compararse con temas iconograficos. Me parece que Ja fuerza plisrica de esta historia se debe en parte al hecho de que, justamen- § Philippe Pinel, Traité médico-philosophique..., op. cit, p. 192. 40 EL PODER PSIQUIATRICO ce, en ella hay elementos [...]* de la iconografia tradicional en la que se re- presenta a los soberanos. Ahora bien, el rey y sus servidores son cradicional- mente representados de dos formas. Una es la representacién del rey guerrero, con coraza, en armas, el rey que despiiega y pone de manifiesto su omnipotencia, el rey Hercules, si lo prefieren; y junto a él, por debajo, sometidos a esa suerte de poderio aplas- tante, personajes que son la representacién de la sumisién, la debilidad, ta derrota, la esclavitud, eventualmente la belleza. Esa es, por decirlo de algdn modo, una de las primeras oposiciones que cncontramos en la iconografia del poderio real. Tenemos otra posib creta de otra manera. Se crata del rey, no herctileo sino de estacura humana, idad, con un juego de oposiciones, pero que se con- que esta, en contraste, despojado de todos los signos visibles ¢ inmediatas de la fuerza fisica; el rey unicamente cubierto por simbolos de su poder, el ar- mifio, el cecro, el globo y luego, debajo de él o como acompaiiantes, la re- presentacién visible de una fuerza que le esta sometida: los soldados, los pa- jes, los servidores que son [a representacidn de una fuerza, pero una fuerza que en cierto modo es comandada en silencio por conducto de esos elemen- tos simbélicos del poder: cetro, armitio, corona, ete. Me parece que, en li- neas generales, asi se representan en la iconograffa las relaciones def rey con los servidores: siempre en la modalidad de [a opasicién, pero con la forma de estas dos oposiciones. Ahora bien, en la escena relatada por Pinel y tomada de Willis encontra- mos los mismos elementos, pero en este caso desplazados y transformados por completo. Por una parte tenemos la fuerza salvaje del rey, que ha vuelto a ser la bestia humana, el rey que esta exactamente en la posicidn de esos es- ciavos sometidos y encadenados a quicnes velamos en la primera de las ver- siones iconograficas que les mencionaba; y frente a ello, la fuerza contenida, disciplinada, serena de los scrvidores. En esta oposicién del rey convertido en fuerza salvaje y los servidores que son la representacién visible de una fuerza, pero de una fuerza disciplinada, creo que tenemos con claridad el punco de conexidén entre una soberania en proceso de desaparicién y un po- der disciplinario que estd constituyéndose y encuentra su propio rostro, me * Grabacién: que forman parce, CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 4l parece, en esos pajes mudos, musculosos, suntuosos, a la vez obedientes y rodopoderosos. Pues bien, gcdmo ejercen sus funciones esos servidores herctileos? Tam- bién en este caso creo que debemos examinar el texto con cierto detenimien- to. Se dice con claridad que esos servidores herctileos estén ahf para servir al rey; incluso se dice muy precisamente que estan destinados a cubrir el servi- cio de sus “necesidades” y su “estado”. Ahora bien, me parece que en lo que podriamos llamar poder de soberania el servidor esta, en efecto, al servicio de fas necesidades del soberano; debe satisfacer las exigencias y necesidades de su estado: es él, efectivamente, quien viste y desviste al rey, se ocupa del servicio de su cuerpo, su limpieza, ete. Pero cada vez que el servidor se ocupa de velar de ese modo por las necesidades y el estado del soberano, lo hace en esencia porque tal es la voluntad de éste; es decir que la voluntad del soberano liga al servidor, y lo liga individualmente, cn cuanto es tal o cual servidor, a esa fun- cién consistente en asegurar el servicio de Jas necesidades y el estado. La vo- luntad del rey, su estatus de rey, fijan al servidor a sus necesidades y su estado. Sin embargo, en la relactén de disciplina que vemos aparecer enseguida, cl servidor no esté en modo aiguno al servicio de la voluntad del rey, y si atiende las necesidades de éste no lo hace porque cal sea la voluntad del mo- narca; ested al servicio de las necesidades y el estado del rey sin que interven- gan nt la volunrad ni el estacus del soberano; sdlo las exigencias en cierto modo mecdnicas del cuerpo fijan y determinan el cardcter del servicio pres- tado por el servidor. Desconexién, por consiguiente, entre la voluntad y la necesidad, e] estacus y el estado. Y el servidor sélo intervendrd como fuerza de represién, sdlo abandonaré el servicio para convertirse en obstdcuto a la voluntad del rey, cuando ésta se exprese por encima de sus necesidades, por encima de su estado. Este es a grandes rasgos el decorado de Ia escena; ahora querrfa pasar al episodio mismo, importante, de esta escena asi situada, vale decir, el episo- dio de la confrontacién con el médico: “Un dia, el alienada, en su fogoso delirio, recibe con mucha dureza a su antiguo médico durante su visita y lo embadurna con suciedades y basuca. Uno de los pajes entra al punto a la re- camara sin decir una palabra, coma por Ja cincura al delirante...”” 7 Philippe Pinel, Traisé meédico-philosophique..., op. cit. p. 193. 42 EL PODER PSIQUIATRICO Luego de la escena de fa caducidad, del descoronamiento, viene la escena del desecho, el exeremento, la basura. Ya no se trata simplemente del rey descoronado ni de la desposesion de los acributos de la soberanfa, sino de la inversién total de ésta. Por fuerza, ese rey ya no tiene mds que su cuerpo te~ ducido al estado salvaje, y por armas no tiene mas que las deyecciones de su cuerpo, y justamente se sirve de ellas contra su médico. Ahora bien, yo creo que, al hacerlo, el rey lleva a cabo una inversion concreta de su soberania, no sélo porque ha reemplazado su cetro y su espada por sus inmundicias sino porque, justamence, reitera con ello un gesto que tiene su significacién his- tdrica. Ese gesto consiscente en afrojar barro e inmundicias a alguien es el gesto secular de la insurreccién contra los poderasos, Bien, hay coda una tradicién que pretende que solo se hable de la basura y ja inmundicia como simbolos def dinero; pero, en fin, habria que hacer una historia politica muy seria de la basura y la inmundicia, una hiscoria a la vez politica y médica del problema que la basura y la inmundicia pudieron significar en sf misias y sin simbolizacién de ningun orden: un problema econémico, un problema médico, desde luego, pero también el motivo de una lucha politica, que es muy clara en el siglo xvit y sobre codo en el si- glo Xvun. Y ese gesto profanador que consiste en arrojar barro, inmundicias y basura a la carroza, la seda y el armifio de los grandes, pues bien, el rey Jorge tt sabia perfectamente qué significaba, por haber sido su victima. En consecuencia, tenemos aqui la inversién total de lo que es la funcién so- berana, pues el rey hace suya el gesto insurreccional, no sdlo de los pobres sino de quienes son los mas pobres entre los pobres. Pues los campesinos, cuando se rebelaban, utilizaban para pelear los instrumentos que tenian a su alcance: ho- ces, palos, etc; los artesanos también se servian de sus herramientas de trabajo, y s6lo los mas pobres, los que no cenfan nada, juntaban piedras y basura en la calle para tirarlas contra los poderosos. En su enfrencamienco con el poder mé- dico que encra en Ja habitacién donde se encuentra, el rey retoma ese papel. La soberanfa a fa vez enloquecida e invertida contra la disciplina macilenta. ¥ en ese momento interviene el paje mudo, musculoso ¢ invencible, que entra, toma por la cincura al rey, lo arroja sobre la cama, lo desnuda, lo Sava con una esponja y se retira, como dice el texto, “mirandolo con altivez”.® 5 tid. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 43 Aqui encontramos, una vez més, e] desplazamienro de los elementos de una escena de poder, que ya no es ahora del orden de la cotonacién, la represen- tacién iconografica; es, como se darn cuenta, el cadalso, la escena del supli- cio. Pero también aqué hay inversién y desplazamiento: micnteas que quien atentara contra la soberania, le arrojara piedras ¢ inmundicias, habria sido ejecutado, ahorcado y descuartizado segrin la ley inglesa, pues bien, ta disci- plina que interviene ahora encarnada en el paje va, al contrario, a derribar, desnudar, lavar, hacer del cuerpu algo limpio y verdadero al mismo tiempo. Eso es lo queria seitalarles sobre esta escena que me parece, mucho més que ta escena de Pinel al liberar a los locos, muy ilustrativa de lo que se pone en juego en la practica que llamo protopsiquidtrica, es decir, a grandes ras- gos, la que se desarrolla en los tiltimos afios del siglo xvul y los primeros veinte o treinca afios del siglo XIX, ances de la ereccién del gran edificio insti- tuciona! del asilo psiquidtrico, que podemos situar mds © menos entre 1830 y 1840; digamos 1838 en Francia, con la ley sobre la reclusion y la organiza- cién de los grandes hospitales psiquidtricos.? Esta escena me parece importante. Ante todo porque me permite rectifi- car un error que cometi en la Historia de la locura. Como ven, aqui no se trata de manera alguna de la imyposicién de un modelo familiar a la practica psiquidcrica; no es cierto que ésca come al padre y la madce, no es cierto que rome las relaciones caracterfsticas de la estructura familiar para aplicarlas a la locura y la conduccién de los alienados. En In historia de la psiquiatrfa se da- rd la relacién con la familia, pero mas adelante y, por lo que puedo ver hasta ahora, e! momento en que se impfanta un modelo familiar en fa practica psi- quidcrica deberd comprenderse por el lado de la hisceria. Verdn igualmence que esa cura acerea de la cual Pinel dice, con un opti- mismo que los hechos desmencirén a continuacién, que ha “producido una curacién sdlida y sin recafdas”,’" se hace sin nada que pueda cumplir el pa- ° E16 de enero de 1838, el ministro del Interior, Adrien de Gasparin, presenta en fa Ca- mara de Dipiitados un proyecto de ley sobre los alienados, votade por los pares el 22 de mar- 20 y por los dipusades el 14 de junio. La ley se promulga el 30 de junio de 1838. Cf. Robert Castel, L’Ordre psychiatrique. Lilge d'or de Ualiénisme, Paris, Minuit, 1976, col. “Le Sens com- mun”, pp. 316-324 (trad. esp.: El orden priquidtrico, La edad de aro del alienismo, Madrid, Ediciones de la Piqueta, 1980}. "" Philippe Pinel, Traité médico-philosophique..., op. cit, p. 193- AA EL PODER PSIQUIATRICO pel de descripcidn, andlisis, diagnéstico, conocimiento veraz de lo que ¢s Ja enfermedad del rey. En este caso, al igual que con el modelo de fa familia, el momento de la verdad aparecerd mas adelante en la practica psiquidtrica. Para terminar, querria destacar lo siguiente: aqui vemos con mucha clari- dad un juego de elementos, que son estrictamente los del poder, puestos en juego, desplazados, invertidos, etc., y ello al margen de coda institucion. ¥ tengo fa impresién, una vez mas, de que el momento de la inscicucién no es previo a esas relaciones de poder. Es decir que estas relaciones de poder no son determinadas por la institucién, como tampoco las prescribe un discur- so de verdad ni las sugiere ¢! modelo familiar. De hecho, las vemos funcio- nar ~casi al desnudo, dirfa- en una escena como ésa. Y en ese aspecto me parece que [a escena pone bastante bien de relieve ef basamento de relacio- nes de poder que constituyen el elemento nuclear de la practica psiquidtrica, a partir del cual, en efecto, veremos a continuacién la ereccion de edificios institucionales, el surgimiento de discursos de verdad y, también, la implan- tacién o la importacion de una serie de modelos. Pero por ef momento estamos cn fa aparicién de algo que es el poder dis- ciplinario, cuya figura especifica surge aqui, me parece, con una singular cla- ridad, en cuanto ese poder disciplinario esr4, en el caso presente, enfrentado a otra forma de poder politico que llamaré poder de soberanfa, Entonces, si las primeras hipdtesis que me orientan ahora son exactas, no bastaria decir: en la practica psiquidtrica cncontramos desde el origen algo asi como un po- der politico; me parece que la cosa es mas complicada y, por otra parte, lo serd cada vez mds. Por ahora querria hacer una csquematizacion. No se trata de cualquier poder politico, son dos tipos de poder perfectamente distintos y correspondientes a dos sistemas, dos funcionamientos diferentes: la macro- fisica de la soberanfa tal como funcionaba en un gobierno posfeudal, prein- dustrial, y la microfisica del poder disciplinario, cuyo funcionamiento cons- tatamos en los diferentes elementos que les menciono aqui y que aparece, en cierto modo, apoyada en los elementos desconectados, deteriorados, desen- mascarados del poder soberano . Transformacién, par lo tanto, de ta relacién de soberania en poder de disciplina. ¥ como ven, en el centro de todo esto hay, en el fondo, una espe- cie de proposicida general que es la siguience: “Si estds loco, por mas que seas cey, dejards de serio”, o bien: “Por mas que estés loco, no por eso vas a CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 45 ser rey”. El rey -en este casa Jorge t— sdlo pudo curarse en la escena de Wi- llis ¢ la fibula, si lo prefieren, de Pinel, en fa medida en que no lo crataron como un rey y fue sometido a una fuerza que no era ta del poder real. La proposicién “No eres rey” esta, a mi juicio, en el centro de esa suerte de pro- topsiquiairia que incento analizar. Y si nos remitimos ahora a los textos de Descartes concernientes a los focos que se creen reyes, podremos advertir que los dos cjemplos de locura dados por Descartes son “creerse un rey” o “tener un cuerpo de vidrio”.'' Es que en rigor, ranto para Descartes como, de manera general, [...]" para todos los que hablaron de Ja locura hasta fines del siglo xvi, “creerse un rey” 0 suponerse poseedor de “un cuerpo de vi- drio” eran exactamente lo mismo: se trataba de dos tipos de errores con ab- soluta equivalencia, que conctradecfan de inmediato los daros mas elementa- les de la sensacién. “Tomarse por un rey”, “creer que uno tiene un cuerpo de vidrio”, cran sencillamente sefiales de fa tocura como error. En lo sucesivo, me parece que “creerse rey” es, en esta practica protopsi- quidcrica y por consiguiente para todos los discursos de verdad gue van a co- nectarse con ella, el verdadero secreto de la locura. Y cuando vemos cémo se analizaban en la época un delirio, una ilusién, una alucinacién, erc., que al- guien se creyera rey, es decir, que el contenido de su delirio impticara supo- ner el ejercicio del poder real o, al contrario, que se imaginara arruinado, perseguido o rechazado por toda la humanidad, poco importaba. Para los psiquiatras de esos dias, el hecho de impouer asi esa creencia, oponerla a co- 4 Alusi6n a Descartes cuando se rcflere a “esos insensatos cuyo cerebro est tan eeastorna- do (...] que aseguran constantemente ser reyes, cuando en realidad son muy pobres [...]. 0 imaginan tener un cuerpo de vidrio", Cf. Rend Descartes, Meditations rouchant la premiére Philosophie (L641), tcaduccién del duque de Lynes (1647), “Premitre médication: Des choses que l'on peur révoquer en douse”, en Enures et lescres, edicién establecida por A. Bridoux, Pa- tis, Gallimard, 1952, col. “Bibliocheque de la Pliade”, p. 268 [trad. esp. Meditaciones meca- ficas, Buenos Aires, Aguilar, 1975). Véase Michel Foucault, “Mon corps, ce papier ce feu”, en Paideia, sepriembre de (971, reeditado en Dits ct Eerits, 1954-1988, edicién establecida por Daniel Defert y Frangois Ewald, con ta colaboracién de Jacques Lagrange, Paris, Galli- mard, 1994, 4 vols. [en lo sucesiva DE}: cf 1, ntim, 102, pp. 245-268, ¢ Histoire de ta fo- lie... op. cit. (1972), apéndice Il, pp. 383-603 [trad. esp.; “Mi cuerpo, ese papel, esc fuego”, en Historia de la locisra.... op. cits] * Grabacién: podemos decir que. 46 EL PODER PSIQUIATRICO das las pruebas, objetar incluso et saber médico, querer imponerla al médico y, en definitiva, a todo cl asilo y cuestionar de tal modo toda otra forma de certeza a saber, es una manera de creerse cey. Ya unto se creyera rey o misera- ble, “creerse rey” significaba, en el fondo, querer imponer esa certeza como una especie de tiranfa a codos los que lo rodeabans y en ese aspecto, toda lo- cura es una suerte de creencia enraizada en el hecho de ser el rey del mundo. Los psiquiarras de principios del siglo xix habrian podido decir que estar lo- co era cener el poder en fa cabeza. ¥ por otra parte, en un rexto de 1820, el tratado De la folie, Georget consideraba que, en esencia, el gran problema de ta psiquiatria era el siguiente: “como disuadir” a quien se cree rey.” He insistido tanto en esta escena del rey por una serie de razones. En pri- met lugar, me parece que permite comprender un poco mejor la otra escena fundadora de la psiquiatrfa de {a que les hablé al principio, ta escena de Pi- nel y la liberacién. En apariencia, la escena de Pinel en Bicécre, cuando entra en 1792 a las celdas y saca las cadenas a tal o cual enfermo que estaba ence- crado y encadenado desde hacia semanas o meses, es exactamente lo opuesto de ja historia del rey a quien encierran, cifien y hacen vigilar por pajes mus- culosos. En realidad, cuando las cosas se miran con mas detenimiento, se advierte que hay una continuidad entre ambas escenas. Cuando Pinel libera a los enfermos encerrados en las coldas, se crata de establecer entre el liberador y los recién liberades cierta deuda de reconoci- miento que debe saldarse —y va a saldarse~ de dos maneras. En primer lugar, el liberado va a pagar su deuda de manera concinua y voluntaria, a cravés de la obediencia; por lo canto, la violencia salvaje de un cuerpo al que sdto rete- nia la violencia de las cadenas serd reemplazada por el sometimiento cons- tance de una voluncad a otra. En otras palabras, quitar as cadenas es asegu- rar por inctermedio de una obediencia agradecida algo asi como una sujecion. Y la deuda se enjugard de una segunda manera, esta vez involunca- ria por parte del enfermo: a partir del momenco en que quede sometido, en que cl pago voluntarie y continuo de la deuda lo haya llevade a someterse a la disciplina del poder médico, ef juego mismo de esta disciplina y su mera fuerza provocardn su curacién, Como resultado, ésta se convertird de mane- '2 “Nada en el mundo puede diguadirlos de ello. Decid 1...) a un presunco rey que no lo e8, y as responderd con invectivas.” Brienne Jean Georger, De fe falie..., op. cit, p. 282, CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 7 ra involuntaria en la segunda moneda del monto de la liberacién, e! modo como el enfermo o, mejor, Ja enfermedad del enfermo, pagard al médico el reconocimiento que le debe. Como verdn, en realidad esta escena de la liberacién no es —ya se sabe, desde lucgo— exactamente una escena de humanismo; pero creo que sc la puede analizar como una relacién de poder o bien como la transformacién de cierta relacién de poder que era de violencia —la prisidn, fa celda, las ca- denas: todo esto corresponde a la vieja forma de poder de soberanfa— en una relacién de sujecién que es una relacién de disciplina. Esa es la primera razén por fa cual concé la historia de Jorge 11 me pare- ce que inaugura, en efecto, toda una practica psiquidtrica cuyo mérico suele arribuirse a Pinel. La otra raz6n por la cual 1a mencioné es que, a mi entender, la escena de Jorge Ill se inscribe en toda una serie de escenas. Ante todo, en una serie de escenas que, durante los veinticinco o treinta primeros afos del siglo xIx, van a constituir esa practica procopsiquiatrica. Podriamos decir que durante el primer cuarto del siglo x1x hubo una especie de pequefia enciclopedia de las curactones canénicas, constituida sobre la base de los casos publicados por Haslam,'? Pinel,!4 Esquirol,'° Fodéré,!® Georget!” y Guislain.'® Y esa "3 CE supra, clase del 7 de noviembre de 1973, nota 19. ™ Cf. ibid, nora 4, El manuscrito menciona casos que aparecen en la sec. 11, § VIL, “Effets d'une répression énergique”, pp. 58-59: § xXill (ya citado), pp. 96-97, y en la sec. V, “Police cap. 3, pp. 181-183, y $ 1X, pp. intérieure et surveillance a établic dans les hospices d’alién 196-197. 'S CE clase del 7 de noviembre de 1973, nota 5. 'S Frangeis Emmanuel Fodéré, Ziuité du delire..., op. cits Essai mddico-Ugal sur les diverses espices de folie vraie, simulée et raisonnée, sur leurs causes et les moyens de les distinguer, sur leurs effets excusant ou atsénuant devane les tribunaux, et sur leur association avec les penchants au cri- me et plusieurs maladies physiques et morales, Estrasburgo. Le Roux, (832. 4 Erienne Jean Gearget, De da folie..., op. cit; De la physiologie du systéme nerveux et spé- cialement du cerveau. Recherches sur les maladies nerveuses en général, et en particulier sur le sit- 6, te nasure es le traitement de Ubystérie, de Ubypocondrie, de Uépilepsie et de Vasthme convulsi Paris, J.-B, Baillitce, 1821, 2 vols. ** Joseph Guislain (1797-1860), Zhaité sur P'ali¢nation mentale et sur les hospices det aliénés, Amsterdam, Van der Hey et Gartman, 1826, 2 vols.; Thaieé sur les phrénopathies ou Dactrine nanirelle nowvelle des maladies mencales, basée sur des obseruations pratigues et stasiseiques, et U- 48 EL PODER PSIQUIATRICO. pequefia enciclopedia contiene una cincuentena de casos que se repiten, cir- culando en todos los teatados de psiquiatria de la época, y mas o menos per- tenecientes a un modelo andlogo. Les presento ahora uno o dos ejemplos que mucstran de una manera muy clara, creo, que todas esas escenas de cu- racién escin emparentadas con la gran escena de la curacién de Jorge IM. En el Traité médico-philorophique de Pinel tenemos, por ejemplo, la si- guiente historia: “Un militar, ain en un estado de alienacién [...] es asalta- do de improviso por la idea excluyente de su reincorporacién al ¢jército”. Aunque se le ordena volver a la noche a su habitacién, se niega a hacerlo. Una vez instalado en ella, comienza a romper y ensuciar todo; en conse- cuencia, lo atan a la cama. Ocho horas transcurren en ese estado violento y él parece por fin encre- ver que no es duefio de hacer sus caprichos. A la mafiana, durante Ja ron da del jefe, adopta el tono mis sumiso y, al tiempo que le besa la mano, dice: “Me has prometido devolverme la libertad dentro del hospicio si ¢s- toy tranquilo; pues bien, se exhorto a cumplir cu palabra”. Sonriente, el otro le hace saber el placer que experimenta ante esa dichosa vuelta a sus cabales; le habla con suavidad y en ese mismo instante pone fin a todo apremio.!? Otro ejemplo: un hombre estaba dominado por la idea excluyente de “su omniporencia’. Una sola consideracién lo detenia, el “tremor a hacer desapa- recer el ejércico de Condé [...] que, en su opinién, escaba destinado a cum- plir los designios del Ererno”, ;Cémo lograr dominar esa creencia? El médi- co, por su parre, acechaba “un extravia que lo pusieca en falta y aucorizara a tratarlo con rigor”. ¥ he aqui en efecto que, por fortuna, “un dia que el vigi- lante Jo reprendia por las suciedades y basuras que habia dejado en su habi- tude des causes, de la nature des symprimes, du pronostic, du diagnostic et du traitement de ces af: fections, Bruselas, Erablissemenc Encyclographique, 1833 (trad. esp.: Leceianes orales sobre tas frenopatias, 0 tratado tebrico y prtctica de las enfermedades mentales: curse dado en la eltnica de los establecimientos de enagenados de Gante, 2 vols. Madrid, Imprenta de Enrique Teodoro, 1881-1882}. "° Philippe Pinel, Thaité médico-philusophique..., np. cit, sec. . § Vit, pp. 58-59. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 49 racion, el alienado se enfurecié contra ¢l con violencia y amenazé aniquilar- lo, Era ésa una oportunidad favorable de castigarlo y convencerlo de que su poderfo era una quimera”.”” Un ejemplo més: “Un alienado del hospicio de Bicétre, que no ciene otro delirio que el de creerse una victima de la Revolucién, repite dia y noche que est dispuesto a sufrir su suerte”. Como van a guillotinarlo, ya no cree necesario ocuparse de su persona; “se niega a acostarse en su lecho” y perma- nece tendido sobre el piso. El vigilante se ve obligado a recurrir al apremio: “Aunque atado con cuerdas a su lecho, el alienado procura vengarse recha- zando toda clase de alimentos con [a obstinacién mas invencible. Exhorta- ciones, promesas, amenazas: todo es inttil". Sin embargo, al cabo de cierto tiempo el enfermo tiene sed; toma agua, pero “aparta con dureza el caldo mismo que se le ofrece y cualquier otro_alimento liquido o sélide”, Hacia el duodécimo dia “el vigilante Je anuncia que, por mostrarse tan indécil, en lo sucesivo va a privarlo del agua fria y la sustituye por un caldo graso”. Por fin la sed se impone y el enfermo “toma con avidez el caldo”. A lo largo de los dias siguientes comienza a comer alimentos sélidos y “recupera asi poco a poco todos los atributos de una salud firme y robusta’.?!* Ya volveré a toda la morfologia fina de estas escenas, pero ahora querrfa mostrarles que en los inicios de la psiquiatria def siglo XIX, antes y, creo, de formulaciones tedricas, antes e inde- pendientemente de todas las organizaciones institucionales, queda definida manera muy independiente de todas cierta tdctica de manipulacidn de la locura que dibujaba de algun modo la trama de relactones de poder necesarias para esa especie de ortopedia mental que debia conducir a la curacién. La escena de Jorge 1 forma parte, en el fondo, dle esas escenas; es una de Jas primeras. Y creo gue a continuacién podriamos deseribir el futuro, ef desarrollo, la transformacién de esas escenas, y ver cémo y en qué condiciones esas esce- *° Ibid, § xxutt, pp. 96-97, nora |, * bid. sec. v, § tM, pp. 181-183. * El manuscrito menciona también un caso expuesto en § mx: “Exemple propre a faire voir avec quelle attention le caractére de Paligné doit écre étudié pour le ramener & la raison” (FE 196-197). 350 EL PODER PSIQUIATRICO has protopsiquidtricas evolucionaron en una primera fase que cabrfa llamar del cratamiento moral, cuyo héroe fue Leuret, encre 1840 y 1870.” Con posterioridad, esa misma escena protopsiquidtrica modificada por el tratamiento moral sufrié una considerable transformacién en virrud de un episodio fundamencal en Ja historia de la psiquiatria, que fue a la vez el descu- brimiento y la practica de la hiprosis, y el andlisis de los fendmenos histéricos. Tenemos, desde luego, la escena psicoanalitica. Y por tiltimo, si quieren, la escena ancipsiquiatrica. Es curioso, de todas maneras, advertir la cercania de la primera escena de la protopsiquiatria, la de Jorge ti, con la que encontramos en el libro de Mary Barnes y Berke. Como saben, me cefiero a la historia de Mary Barnes en Kingsley Hall, cu- yos elementos son casi los mismos que estén presentes en ta historia de Jorge Ut: Un dia Mary wacé de cerciorarse de mi amor por ella mediante una prucha definitiva. Se cubrié de mierda y aguardé mi reaccidn. Ei relato que hace de ese incidente me divierte, pues escaba absoluramente segura de que su mierda no podia repugnarme. Les aseguro que sucedié tode Io contrario. Cuando, sin sospechar nada, entré a la sala de juegos y me aborddé una Mary Barnes hedionda que parécia salida de una historia de terror, cl horror y el asco me embargaran. Mi primera reaccién fue la huida. Me alejé a grandes pasos, lo mds rapidamente posible. Por fortuna no Intenté seguirme. Habria sido capaz de golpearla Recuerdo muy bien mi primer pensamiento: “Es demasiado, Dios santo. Estoy harco. A partir de ahora, que se cuide sola. No quicto tener nada mas que ver can ella”. Luego Berke reflexiona y se dice que, después de coda, si él no se hace car- go, su relacién con ella se cerminara; no quiere que asi sea. Este ultimo ar- guimento no admire réplica. Sigue a Mary Barnes, con no pocas reticencias. ® Frangois Leuret desarrolla sus concepciones en “Mémoire sur le traicerent moral de la folie”. en Mémoires de l'Académie Royale de Médecine, t. 7, Paris, 1838, pp. 592-576; Die trai- tement moral de le folie, op. cit, "Mémoire sur la cévulsion morale dans le traitement de la fo- lie’, en Mémoires de UAcadémie Royale de Médecine, ¢. 9, i841, pp. 655-671; Des indications 2 suivre dans le traitement moral de la folie, Paris, Le Normant, 1846. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 51 “Mary permanecia en la sala de juegos, cabizbaja y baftada en lagrimas. Farfullé algo asi como: ‘Vamos, no es nada, Subamos y tomemos un buen bafto bien caliente’. Se necesité por lo menos una hora para favarla. Su esta- do era lamentable. Tenia mierda por todos lados, en el pelo, debajo de los brazos, entre tos dedos de los pies. Me parecfa volver a ver al protagonista de una vieja pelicula de terror, The Mummy's Ghost.” En realidad, no volvia a ver {a protoescena de [a historia de fs psiquiacefa, es decir la historia de Jorge 11: era exactamente eso. En el fondo, lo que me guscarfa hacer este afio cs una historia de esas escenas psiquidtricas, teniendo en cuenta lo que de mi parte es tal vez un postulado o en todo caso una hipdtesis: que esa escena psiquidcrica y lo que se trama en clla, el juego de poder que se esboza en ella, deben andli- zarse con ancerioridad a todo io que pueda referirse ya sea a organizacién institucional, discurso de verdad o importacién de modelos. Y querria es- tudiar esas escenas destacando también una cosa: que la escena de Jorge 11 que les he contado no sdlo es la primera de una larga serie de escenas psi- quidcricas sino que histéricamente forma parte de coda ora serie de escc- nas. En la escena protopsiquidcrica encontramos todo lo que podriamos {lamar ceremonia de soberanfa: coronacidn, desposesin, sumisién, aca mienco, cendicion, rescauracién, ecc.; pero también la serie de ricuales de servicio que algunos imponen a los demds: dar ordenes, obedecer, observar reglas, castigar, recompensar, responder, callarse. Encontramos la serie de procedimientos judiciales: proclamar fa ley, vigilar las infracciones, obce- ner una confesién, comprobar una falta, pronunciar una sentencia, impo- ner un castigo. Por tiltimo, hallamos toda la serie de pricticas médicas y en esencia la gran prdctica médica de fa crisis: acechar el momento en que és- > A los 42 aitos, la enfermera Mary Barnes ingresa al centro de recepcidn de Kingsley Hall para personal asistencial con crastornos mentales, inaugurado en 1965 y cerrado el 31 de mayo de 1970. Pasard en él cinco afios; conocemos su historia gracias af libro que escribi con su cerapeuca. Cf, Mary Barnes y Joseph Berke, Mary Barnes. Tivo Accounts ofa Journey th- rough Madness, Londces. McGillon and Lee, L971. Versién francesa: Mary Barnes. Un voyage autour de la folie, waduccién de M. Davidovici, Paris, Seuil, 1973. El texto citado esté en fas pp. 287-288 de esta ditima edicidn [erad. esp.: Un viaje a través ele la locura, Barcelona, Mar- tine? Roca, (983). 52 EL PODER PSIQUIATRICO ta se produce, favorecer su desarrollo y su culminacion, hacer que las fuer- zas de la salud se impongan a las otras. Me parece que si se quiere hacer una verdadera historia de la psiquiatria, o en todo caso de Ja escena psiquiatrica, sera necesario reinscribirla en esta serie de escenas: escenas de ceremonia de soberanta, de ricuales de servicio, de pro- cedimientos judiciales, de practicas médicas, y de ningtin modo plantear co- mo aspecto esencial y punto de partida el andlisis de Ja instirucién.* Seamos muy anciinstitucionalistas, Lo que me propongo este afio es poner de mani- Sesto la microfisica del poder, con anterioridad al andlisis de la insticucion. Ahora, querria ver con mds detalle esa escena protopsiquidtrica de la que les di un primer panorama. Me parece que la escena de Jorge Ui constituye un corte muy importante, en cuanto se aparta necamente de unas cuantas escenas que habian sido hasta enconces la manera reglamentada y candnica de tratar Ja locura. En mi opinién, hasta fines del siglo XVUT -y atin se cn- cuentran ejemplos a principios del siglo xIX- la manipulacién de la locura por los médicos habia sido det orden de la estratagema de verdad. Se trataba de conscituir en torno de la enfermedad, de alguna manera como su prolon- gacién, dejandola fluir y siguiendo su evolucién, una especie de mundo a la vez ficticio y real donde la locura iba a caer en la trampa de una realidad que se habia inducido insidiosamente. Voy a darles un ejemplo; es una observa- cién de Mason Cox, publicada en 1804 en Inglaterra y en 1806 en Francia, en el libro titulado Observations sur la démence. Mr, ..., de 36 afios, con un temperamento melancélico pero sumamente consagrado al estudio, y sujeto a accesos de cristeza sin causa, pasaba a veces noches enteras con sus libros y en esos momentos era sobrio en ex- tremo, sdlo bebfa agua y se privaba de todo alimenio animal. Sus amigos le describieron en vane el perjuicie que harfa con ello a su salud y su ama de Ilaves, al insistir vigorosamente en que adoptara un régimen diference, hizo brotar en dl, con su portia, Ia idea de que conspiraba contra su vida, Mr. ... tlegé incluso a convencerse de que ella habia forjado el plan de matarlo por medio de camisus envenenadas, a cuya influencia el hombre * El nianuserito precisa la necidn de escena: “Yor escena, no entender un episodio ceatral sino un ritual, wna escraregia, una batalla’. CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 53 ya atribuia sus presuntos padecimiencos, Nada pudo disuadirlo de esa simular mestrarse de acuccde con dl. Se idea siniestra, Por fin, se decid’ sometié. una camisa sospechosa a una sucesién de experiencias quimicas realizadas en su presencia con muchas formalidades, y cuyo resultado se aunaiié para que probara la verdad de sus sospechas. El ama de llaves fue objeto de un intecrogatorio que, pese a sus prorestas de inacencia, puso de manifiesto su culpabilidad, Se emitié contra ella una orden de arresto ficticia que supuestos oficiales de justicia ejecutaron en presencia del en- fermo, simulando conducirla a la carcel. Tras ello se celebrd una consulta en debida forina en la cual varios médicos reunidos insistieron en !a ne- cesidad de diversas antidatas que, administrados a lo largo de varias se- manas, petsuadieron por fin al enfermo de su curacién. Se le prescribié entonces un régimen y un modo de vids que lo protegerta de toda posi- bilidad de recaida.” En una historia como ésta puede verse, en definitiva, como funcioné una practica psiquiatrica. En el fondo, se traca de desarrollar, aun a partir de una idea delirance, una especie de laberinto absolutamente conforme al propio delirio, homogéneo con la idea errénea y por e! cual se hace pascar al enfer- mo. Este cree, por ejemplo, que su criada Je da camisas almidonadas con azufre que le irritan [a piel; pues bien, se sigue adelante con el delirio. Las camisas son sometidas a una peticia quimica que da, desde luego, un resulta do positivo; por tratarse de un resultado positivo, ef caso se presenta ante un tribunal; el wribunal recibe fas pruebas; emite una sentencia condenatoria y finge disponer el traslado de la criada a la carcel. Organizacién, por Jo canto, de un laberinto homogéneo con la idea deli- rante; y lo que se pone al final de ese laberinto y va a producir justamente la curacién, ¢s una especie de salida bifurcada, una salida con dos niveles. Por una parte, habrd un acontecimiento que se produce dentro del propio deli- rio; es decir que, cn el nivel del delirio del enferme, el encarcelamiento de la culpable sanciona Ja verdad de ese delirio, pero al mismo ciempo asegura al % Joseph Mason Cox (1763-1818), Practical Observations on insanity, Londres, Baldwin and Murray, 1804; versign francesa: Obseruations sur la démence, traduccion de L. Odier, Gi- nebra, Bibliotheque Britannique, 1806. La cita corresponde a la observacién IV, pp. 80-85. 54 EL PODER PSIQUIATRICO enfermo que se ha liberado del elemento que, en aquéi, es causa de su enfer- medad. Tenemos entonces esta primera salida, en ef nivel mismo del delirio, que lo aucentifica y pone a un lado Jo que en él acttia como causa, Ahora bien, si eso pasa en el nivel del delirio, en otro nivel, el de los mé- * la situacién es muy distinra. Al fingir encarcelar al dicos y el entorno, [ ama de llaves se ta pone fuera de juego, se la aparta del enfermo y éste, asf, queda protegido de lo que era causa de su enfermedad en la realidad, esto es, la desconfianza o el adio que sentia por ella. De modo que en una sola y la misma operacién se va a soslayar lo que es causa en cf -y del~ delicio. Era preciso que esa operacidn fuera fa misma; es decir que se produjera al final del Jaberincto del propio delirio, pues para los médicos resultaba muy claro que si la criada hubiera quedado lisa y llanamente descartada, sin que se la excluyera en cuanto causa en el incerior del delirio, éste se habria reice~ rado, El enfermg se habeia imaginado que ella atin lo persegufa, que habia encontrado una manera de embauearlo; o habria transferide a algtin otro la descontfianza que sencia con respecto a esta criada. A partir de! momento en que se da sustancia al delirio, se le da realidad, se lo autentifica y al mismo ciempo se suprime fo que es causa en dl, a partic de ese momento se generan las condiciones para eliminarlo.** ¥ si esas condiciones para suprimir el deli- rio son al mismo tiempo la supresidn de lo que lo ha causado, se deduce que la curacin est asegurada. Tencmos entonces supresién de Ja causa del defi- rio, supresién de Ja causa en el delirio. ¥ esa especie de bifurcacién consegui- da por el Jaberinto de la verificacion ficticia garantiza el principio mismo de la curacién. Pues -y éste es el tescer momento~ cuando el enfermo cree cfectivamente que el delirio era ta verdad, cuando cree suprimido lo que en el delirio eva la causa de su enfermedad, iene enconces la posibilidad de aceptar una inter- vencién médica. So pretexto de curatlo de la enfermedad que el ama de fla- ves le habia provacado, se desliza en esa especie de brecha una medicacién que es medicacidn en ed delirio, que en él debe permitirle escapar a la enfer- * Grabacién: lo que ourre. + EL manuscrito agrega: “Se suprime en In cedlidad, pero en una forma virwalmence aceprable para el delirio, lo que en éste actiia como causa”, CLASE DEL 14 DE NOVIEMBRE DE 1973 55 medad causada por fa criada y que es medicacién dei delirio porgue de he- cho se le dan medicamentos que, al apaciguar sus humores, al calmar su san- gue, al liberarlo de coda Jos atascamientos de su sistema sanguineo, etc, ase- guran la curacién. Como ven, un elemento de la realidad, el medicamento, también va a actuar en dos niveles: como medicacidn en el delirio y como cerapéutica del delirio. Y esta especie de juego orgunizado alrededor de la fic- cién de verificacién del delirio asegura efectivamente la curacién, Y bien, ese juego de la verdad en el delirio y del delirio ser suprimido por completo en la prdctica psiquidcrica inaugurada a principios del siglo xIx; y me parece que el surgimieuro de lo que podemos llamar practica disciplinaria, esa nueva microfisica del poder, va a barrer todo eso e introducir los elementos nucleares de todas las escenas psiquidtricas que se desarrollaran a continua- cién, y sobre las cuales se construiran la ceorfa y [a insticucién psiquidcricas. Clase del 21 de noviembre de 1973 Genealogia del ‘poder de disciplina’ El “poder de soberanta”. La funcién sugeto en los poderes de disciplina y soberania — Formas det poder de disciplina: eyército, policta, aprendizaje, taller, escuela — El poder de disciplina como “instancia normalizadora” — Tecno- logia del poder de disciplina y constitucién del “individuo” EL surgimiento de las crencias del hombre. PUEDE DECIRSE que Ja psiquiacrfa clasica, en definitiva, reiné y funcioné sin demasiados problemas exteriores entre 1850 y 1930, a partir de un discurso que élla consideraba y ponia en funcionamiento como un discurso verdade- ro; a partir de ese discurso, en todo caso, deducfa la necesidad de la institu- cién asilar y, asimismo, la necesidad de que cierto poder médico se desplega- ta dentro de ella como ley interna y eficaz. En suma, de un discurso verdadero deducia la necesidad de una institucién y un poder. A mi entender, podriamos decir lo siguiente: Ja erftica institucional —du- do en decir “antipsiquidtrica’— o cierta forma de critica que se desarrollé a partir de las décadas de 1930 y 1940, no se inicid, al concrario, en un dis- * En realidad, seria convenience distinguir dos formas de criticas de la institucién asilar: a) En Ja década de 1930 se pone de manifiesta una corriente critica orientada a un aleja- miento gradual del espacio asilar establecido por fa ley de 1838 como lugar casi exclusive de la intervencin psiquidtrica, y cuyo papel, como decia Edouard Toulouse (1865-1947), se re- ducfa al de una “asistencia guarderia” (“Lévolurion de la psychiatric", Coamémoration de la fondation de I’hdpital Henri Roussel, 30 de julio de 1937, p. 4). Con la pretensién de diso- ciar la idea de “enfermedad menral” de a nacién de encierro en un asito sometidy a condicio- nes legales y adininistracivas especificas, esa corriente se asigna la tarea de “estudiar los cam- bios en la organizacién de los asilos suscepribles de dar mayor lugar al tratamiento moral ¢ 57 58 EL PODER PSIQUIATRICO curso psiquidcrico supuestamente verdadero para deducir de él la necesidad de una institucién y un poder médicos, sino en la existencia de la institu- cién, en su funcionamiento, en su critica, para poner de relieve, por un lado, la violencia del poder médico que se ejercia en ella, y por otro, los efectos de individual” Julien Raynier y Henri Beandauin, LAuénd et les asiles d'alitnds an point de vue adminiseratif ct juridique (1922), seguada edicién cevisada y aumentada, Paris, Le Francais, 1930, p. 654). Desde este purito de vista, nuevos enfoques debilican la perspectiva tradicional cencrada en el hospital: diversificacién de las modalidades de atencién, proyectos de supervi- sién posterior a la cura y, sobre todo, la aparicién de servicios libres, ejemplificada por el esta- blecimiento, dentro de ta fortaleza de la psiquiacefa asitar que es Sainte-Anne, de un “servicio abierto” cuya direccién se pone en manos de Edouard Toulouse el 1° de junio de 1922, y que en en 1926 se convertirg en el huspital Henri Roussel (cf. Edouard Toulouse, “Lhdpital Hen- ti Roussel”, La Prophylaxie Mentale, 43, enero-julio de 1937, pp. 1-69). El 13 de octubre de 1937, este movimiento es oftcializado por la circular del miniscro de salud publica, Mare Ru- cart, relaciva a ta organizacida de ta asistencia a tos enfermos mentales en ef marco departa- meneal. Al respecto, véase Edouard Toulouse, Réorganisation de Ubospitatisation des aliénds dane les asiles de ba Seine, Parts, Imprimerie Nouvelle, 1920; Julien Raynier y Jean Lauzier, La Constitetion et laménagement de Uhépital psychiatrique et des asiles daliénés, Paris, Peytonnet, 1935; Georges Daumezon, La Situation di personnel infirmier dans les asiles diatiénés, Pacts, Doin, 1935 {testimonio sobre la pobreza de medios con gue cuenran las instituciones psi- quidtcicas en la década de 1930). b) En la década de 1940 la critica asume otro cariz, a partir de la comunicacién de Paul Balvew, director, en esa época, del hospical de Saint-Alban (Loztre), que llégacd a ser un lugar de referencia para todas las personas animadas por un deseo de cambio radica! de fas estructu- ras asilares [Paul Balver, “Asile et hdpital psychiucrique. Lexpérience d'un établissement ru- cal", ext xete?® Congres des médecins alicnistes et neurologistes de France et des pays de Langue fran- caise (Montpellier, 28-30 octobre £942), taeis, Masson, 1942], Una pequefia traccién milicante del cuerpo profesional cobra conciencia, enconces, de que ef hospiral psiquidtrice no es slo un hespital de alienados sino que estd “alienado” cn si mismo, pues su constitucién responde a “un orden conforme a los principios y usos de un orden social que cxeluye los factares que lo perturban” (Lucien Bonnafé, “Sources du désaliénisme”, en Desaliéner? Folie(s) et soctéte(s), Toulouse, Presses universitaires du MirailfPrivat, 1991, p. 221). Con la intencién de reconsi- decar el funcionamiento del hospital psiquiicrico para hacer de | una organizacién verdader ramenre terapéutica, esta corriente plancea un cuestionamiento de In nacuraleza de las celacio- nes del psiquiatra con los enfecmos. Cf Georges Daumezon y Lucien Bonnalé, “Perspectives de réforme paychiacrique en France depuis la Libération”, en xisv* Congrér des médecins alie- nistes ct neurologistes de France et des pays de langue francaise (Geneve, 22-27 juiller 1946), Pre tis, Masson, 1946, pp. 584-590, ¢ infia, “Sieuacién del curso”, pp. 397 y ss. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 59 desconocimiento que perturbaban desde cl comienzo la verdad supuesta de ese discurso médico. Por lo canco, si se prefiere, en esa forma de andlisis se partia de Ja institucién para denunciar el poder y analizar los efectos de des- conocimiento. Por mi parce querrfa tratar, en cambio -y por cso comencé ef curso como lo hice-, de poner en primer plano el problema mismo del poder. Dejo para mas adelante las relaciones entre este analisis del poder y el problema de lo que es la verdad de un discurso sobre la locura.? Comencé, como hemos viseo, con la escena de Jorge itt enfrentado a sus servidores, que al mismo tiempo eran los agentes del poder médico, porque me parecia un magnifico ejemplo de la confroncacién entre un poder que, en a persona misma del monarea, es un poder soberano encarnado por ese rey loco, y otro tipo de poder andnimo, mudo y que, paradéjicamente, se apoyaba en la fuerza a la vez muscular, décil y no articulada en un discurso de los servidores. Por un lado, entonces, el estallido del rey y, frente a él, La fuerza regulada de los servidores. Y la operacién terapéutica supuesta por Willis y luego por Pinel consistié en crasladar la locura de una soberania que ella desencadenaba y en cuyo interior se desencadenaba, a una discipli- na que presuntamente la subyugaria. Lo que se manifestaba cn esa aprehen- sidn de ts locura, con anterioridad a cualquier insticucién e incluso al mar- gen de todo discurso de verdad, era un cierto poder que denomino “poder de disciplina”. . ¢Qué es ese poder? La hipétesis que quiero proponer es que en nuestra sociedad existe algo que podriamos llamar poder disciplinario. Por ello ‘no entiendo otra cosa que cierta forma terminal, capilar del poder, un tiltimo celevo, una modatidad mediante la cual el poder politico y los poderes en ge- neral logran, en ultima instancia, tocar los cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta los gestos, los comportamientos, los habicos, las palabras; 1a mane- ra, en sintesis, como todos esos poderes, al concentrarse en el descenso hacia los propios cuerpos y tocarlos, trabajan, modifican y dirigen lo que Servan llamaba las “fibras blandas del cerebro”? En otras palabras, creo que el po- > CE anfia, clases uel 12 y 19 de diciembre de 1973 y 23 de enero de 1974. 3 Joseph Michel Antoine Servan, Discourt sur Ladministration..., op. cits p- 38» 60 EL PODER PSIQUIATRICO der disciptinario es uaa modalidad decerminada, muy especifica de nuestra sociedad, de io que podriamos denominar contacto sindptico cuerpo-poder.* La segunda hipdtesis es que ese poder disciplinario, en su especificidad, cene una historia, no nacid de una sola ver pero campoco existid sienipre: se formé y siguié, en cierto modo, una trayeccoria diagonal a través de la socie- dad occidental. ¥ para no tomar sino Ia historia que va desde la Edad Media hasta nuestros dias, creo posible decir que ese poder, en lo que tiene de espe- cifico, no se forméd del todo al margen de la sociedad medieval, pero tampo- co, sin duda, én su centro. Se constituyé dentro de las comunidades religio- sas; de esas comunidades religiosas se traslad6, transformaindose, hacia las comunidades Jaicas que se desarrollaron y multiplicaran en el periodo previo a la Reforma, digamos en los siglos XIV y xv. Y se puede caprar a la perfce- cidn ese craslado en ciertos tipos de comunidades faicas no exactamente con- ventuales, como los famosos “Hermanos de ta Vida Comin”, que, a partir de una serie de técnicas tomadas de la vida conventual, y a partir cambién de una serie de ejercicios ascéticos procedentes de coda una tradicién del ejerci- cio religioso, definieron mécodos disciplinarios concernientes a fa vida coti- diana y a la pedagogia.* Pero este es sélo un ejemplo de todo ese enjambre, anterior a la Reforma, de disciplinas convencuales 0 ascéticas. Y poce a poco, * El manuscrito agrega: “Lo cual implica, on un plano metedolégico, dejar de lada el problema del Estado. de los aparntos del Estado, y liberarse de la necisn psicasociolégica de auroridad”, * Fundada por Gérard Groore (1340-1384) en Devenrer, Holanda, en 1383, la comunidad de los “Hermanos de la Vida Cormtin’, inspirada én los principios del :edlogo flamenco Jan Jo- anes) Van Ruysbrock y fa mistica renana del sigla xiv (cf, infra, nota 9 de la clase del 28 de noviembre de 1973). precende sencar las bases de una reforma de la ensefianza mediante la eransposicién a la educacién de una parce de las técnicas espirituales. Hasta fines del siglo xv se abren numerosas casas en Zwolle, Delft, Amersfoort, Lieja, Utrecht, ere. Véase Michel Fou- cault, Surveitler er punir. Naissance de la prison Pacis, Gallimard, 1975, col. “Bibliotheque des histoires”, pp. 163-164 [erad. esp.: Vigilar y castigan Nacimienta de la prisién, México, Siglo XxI, 1976]; Albert Hyma, The Breshren of the Common Life, Grand Rapids, W, B. Eedmans, 1950; G. Groote, textos escogidos, un Marcel Michelet (comp.), Le Rhin mystique. De Matire Eckhart 4 Thomas a Kempis, Paris, Fayard, 1957; Louis Cognet, furoducsion aux mystiques rhéno-fla- mands, Paris, Desclée de Brouwer, 1968; Willern Lourdaux, art. “Fréres de la Vie commune”, en cadenal Alfred Baudillart (dir), Dictionnaire d'histoire et de géographie ecclésiastiques, reedi- cidén, Paris, Letouzey et Ang, 1977, 1. 18 (1% ed.: s. £), CLASE DEL 21 OR NOVIEMBRE DE 1973 61 vemos que estas técnicas se difunden en cscala muy amplia, penetran ta so- ciedad del siglo xvi y sobre todo de los siglos XVIL y XVIII y se convierten du- rance el siglo XIX en la gran forma general de ese contacto sindptico: poder politico-cuerpo individual. Creo que Ja culminacién de toda esta evolucién que va, para tomar una referencia més o menos simbdlica, de los Hermanos de la Vida Comtin, en el siglo xt, al punto de eclosion —es decir, el momento en que ese poder dis- ciplinario se convierte en una forma social absolutamente generalizada~, es Fl Panéprico de Bentham, de 1791,° que presenta con coda exactitud la for- mula politica y técnica mas gencral del poder disciplinario. Creo que el en- frentamiento de Jorge i y sus servidores —mas 0 menos contempordneo de El Panéptivo-, esa confrontacion de [a locura del rey y de fa disciplina médi- ca, es uno de los puntos histéricos y siinbélicos del surgimiento y la instala- cidn definitiva del poder disciplinario en la sociedad. Y no me parece que se pueda analizar ef funcionamiento de la psiquiarria limitandose justamente al funcionamienco de la institucién asilar. No se wata, desde luego, de analizar el funcionamiento de la psiquiatria a partir de su supuesto discurso verdade- 10; pero creo que ni siquiera cs posible hacerlo a partir del andlisis de la ins- tigucidn: el mecanismo de la psiquiatria debe comprenderse sobre la base del funcionamiento de ese poder disciplinario. Hk > Escrita en 1787 con Ia forma de cartas dirigidas a un corresponsal andnimo, la obra de Jeremy Bentham se publics en 1791 con el titulo de Pznapticon, or the Inspection-House, Con~ taining the idea of a new principle of construction applicable to any sort of establishment in which persons of any description are co be kept under inspection, and in particular to penitentiary-houses, prisons, houses of industry [,..] and schools, with a Plan of Management adapted to the principle, en Works, edicidn establecida por Bowring, Edimburgo, Tait, 1791. La traduccion (a cargo de Maus Sissung) de las 21 carras que componen la primera parte se publicé con el culo de Le Panopticon, precedido de “Loeil du pouvnir. Entretien avec Michel Foucault”, Paris, P Bel- fond, 1977, col. “UBchapée" (primera traduccion: Panapeique. Mémoire ser un nowueatt prin- cipe pour construire des maisons d'ingpection, et nommément det maisons de force, Paris, Impri- metie nationale, 1791, reeditado en CEnures de Jérémy Bentham. Le Panoptique, compilacién de Dumonr, Bruselas, Louis Hauman et Cie., 1829, tL pp. 245-262) [trad. esp.: El Pandpa- co, seguido de “El ojo del poder”, Madrid, Ediciones de la Piquera, 1989], 62 EL PODER PSIQUIATRICO. Enconces, gqué es ese poder disciplinario? De eso quiero hablarles esca noche. No es muy sencillo estudiarlo, Ante todo, porque abarco una escala temporal bascance amplia; comaré ejemplos en las formas disciplinarias que van 2 aparecer en cl siglo xvi y se desarrollan hasta las poscrimertas del si- glo Xviu. Tampoco es sencillo porque, pata hacer bien las cosas, habria que analizar ese poder disciplinario, esa conjuncidn cuerpo-poder, en oposicién a otro tipo de poder que presuntamente es anterior y se yuxtapuso a él. Es- to es lo que voy a empezar a hacer, sin estar, por otra parte, demasiado se- guro de lo que les digo. Me parece que podemos oponer el poder disciplinario a un poder que lo precedié hiszéricamence y con el cual, por lo demas, aqué] se entrelazé du- rapte inucho tiempo antes de triunfar. En concrasce con el poder de discipli- na, entonces, daré a ese poder precedente el nombre de poder de soberanfa, aunque la palabra no me fascina. Ya verén por qué. eee iQué es cl poder de soberania? Me parece que es una relacién de poder que” liga al soberano y al subdito segdin un par de relaciones asimétricas: por un lado la sustraccién, por otro, ef gasco. En la relacién de soberania, el sobera- no sustrae productos, cosechas, objetos fabricados, armas, fuerza de trabajo, coraje; rambién tiempo y servicios. Y aunque no va a devolver lo que ha to- mado, pues no esti obligado a hacerlo, em una operacién simétrica de reci- procidad se producird ef gasto del soberano, que puede adoptar, ya sea la forma del don, hecho en ocasién de ceremonias rituales —dones de aconteci- mientos festivos, dones en el momento de un nacimiento-, ya sea la de un servicio, pero muy distinto de Jo que se ha sustraido: por ejemplo, el servicio de proteccién o el servicio religioso a cargo de la Iglesia; puede tratarse tam- bién del gasto pagado cuando, con motive de festividades o de la organiza sién de una guerra, el sefior hace trabajar, por medio de retribuciencs, 2 quienes lo rodean. Tenemes entonces este sisterna de sustraccidn y gasto que a mi juicio caracreriza el poder de tipo soberano. Desde luego, la sustraccién siempre s¢ impone con mucho al gasto, y la disimetria es tan grande que, derras de esa relacién de soberania y el par disimécrico sustraccién-gasto, ve- mos perfilarse con mucha claridad la depredacién, el saqueo, la guerra. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 63 En segundo lugar, la relacién de soberania siempre lleva, me parece, la marca de una anterioridad fundadora. Para que haya relacién de soberania, es preciso que exista algo semejance a un derecho divino o a una conquisca, una victoria, un acto de sumisién, un juramento de fidelidad, un acto con- certado entre ¢l soberano que otorga privilegios, una ayuda, una proteccién, ecc., y alguien que, a cambio, se compromete; o es necesario un nacimiento y los derechos de sangre. En sintesis, y pata decirlo de algtin modo, la rela- cién de soberanfa siempre mira hacia atrds, hacia algo que la fundé de una ) . Pero esto no impide que esa relacién de soberania deba reac- vez por toda nualizarse de una manera regular o ireegular; y siempre la reactualiza she aqui una cde sus caracceristicas— algo semejance a la ceremonia, el ricual, y también el relaco; es accualizada por gestos, marcas, habitos, obligaciones de saludo, sefales de respeto, insignias, blasones, etc. El hecho de que toda rela- cién de soberania se funde en una anterioridad y se reactualice a través de una serie de gestos mas 0 menos rituales se debe a que, en cierto sentido, cs intangible y estd dada de uma vez por todas, pero al mismo tiempo es frégil, siempre susceptible de caducidad, de ruptura. En consecuencia, para que esa relacién de soberanfa se mancenga efectivamente, siempre existe, al margen del rito de recomienzo, de reactualizacién, al margen del juego de las marcas ricuales, la necesidad de cierto complemenco de violencia o cierta amenaza de violencia que est4 por detras de esa relacién, que la anima y la sostiene. El teverso de la soberania es la violencia, la guerra. Tercera caracteristica de las rclaciones de soberania: no son isotopicas. Con etlo quiero decir que se entrecruzan, se entrelazan unas con otras de una manera que hace imposible establecer entre ellas un sistema tal que la jerarquia sea exhaustiva y planificada. En otras palabras, las relaciones de so- beranfa son sin duda relaciones perpetuas de diferenciacién, pero no de cla- sificacién; no constituyen un cuadro jeraérquico unitario con elementos su- bordinados y elementos superordinados. El hecho de que no sean isotdpicas significa, ante todo, que carecen de una medida comin; son heterogéneas entre si. ‘Tenemas, por ejemplo, la relacién de soberania que encontramos entre el siervo y el sefor; tenemos otra celacién de soberania, absolucamente imposible de superponer a la anterior, entre poseedor de! feudo y soberana feudal o suzerano [suzerain], existe también fa relacién de soberania ejexcida Por cl sacerdore sobre el laico. ¥ no es posible integrar todas estas relaciones 64 EL PODER PSIQUIATRICO dencro de un sistema verdaderamente unico. Ademds —y esto también marca la falta de isotopfa de la relacién de soberanfa-, los elementos que implica, que pone en juego,.no son equivalences: una relacién de soberania puede in- cumbir perfectamente a la relacién entre un soberano o un suz¢rano —no ha- go diferencias en un andlisis tan esquemicico como éste— y una familia, una colectividad, Jos habirantes de una parroquia o una regién; pero Ja soberania puede referirse a algo distinto de esas multiplicidades humanas, puede recaer sobre una tierra, un camino, un instrumento de produccién —un molino, por ejemplo— o los usuarios: la gente que pasa por un peaje, un camino, queda incluida en la relacién de soberania De modo que, como ven, Ia refacién de soberania es una celacién en la cual ¢l elemento-sujeto no es tanto —€ incluso puede decirse que no es casi Nunea- un individuo, un cuerpo individual. La relacién de soberan{a no se aplica a una singularidad somatica sino a multiplicidades que, de alguna for- ma, est4n por encima de la individualidad corporal: a familias, usuarios 0, al contrario, a fragmentos, aspectos de la individualidad, de Ja singularidad so- mitica. En la medida en que uno es hijo de x, burgués de tal ciudad, etc., queda tncluido en una relacién de soberania, sea uno el soberano a, al con- trario, el stibdico, y se puede ser a la vez stibdito y soberano en diferentes as- pectos, y de cal manera que la planificacién total de todas esas relaciones ja- més puede desplegarse en un cuadro Gnico. En otras palabras, en una relacién de soberanfa, lo que llarmaré la funcién sujeto se desplaza y circula por encima y por debajo de las singularidades so- maticas; y, a la inversa, los cuecpos circulardn, se desplazardn, se apoyarén aqui o alld, huirdn, En esas relaciones de soberania vamos a tener, por lo tan- to, un juego perpetuo de desplazamientas, de titigios, que pondran en circu- lacién reciproca las funciones sujetos y las singularidades somacicas; diga- mes, con una palabra que 10 me gusta mucho, y dentro de un momento verdn por qué, los individuos, Y la fijacién de la funcién sujeto en un cuerpo determinado sdio puede hacerse de una manera discontinua, incidental, oca- sional, por ejemplo en las ceremonias; en ese momento, el cuerpo del indivi- duo est4 marcado por una insignia, por el gesto que hace; en el homenaje, por ejempio, es el momento en que una singularidad somatica se hace mar- car concretamente por el sello de la soberania que la acepta, 0 bien la sobera- nia hace valer sus derechos por medio de la violencia y los impone por la CLASE OBL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 65 fuerza a alguien a quien somete. Por lo tanto, en el nivel mismo de aplica- cién de la relacion de seberania, en el excremo inferior, por decirlo ast, de esa relacién, jamas encontramos una adecuacidn entre ésca y las singulari des corporaics. En cambio, si consideramos la cima, veremos en cila la individualizacién que no encontramos abajo; comenzamos x verla esbozarse en lo alto. Tene- mos una suerte de individualizaci6n tendencial de la relacién de soberania hacia lo alto, es decir, hacia el soberano. Y habrla algo semejante a una espi- ral mondrquica que encrafia necesariamenre ese poder de soberanfa. Enton- ces, en la medida en que ese poder de soberania no es isotdpico, sino que implica litigios y desplazamicntos perpetues, en la medida en que por detrés de las relaciones soberanas murmuran aun la depredacién, el saqueo, Ja gue- rra, etc. y el individuo como tal no esté nunca contenido en la relacién, es preciso que haya, en un momento dado y hacia lo alto, algo que asegure el arbitraje; es preciso que haya un punto dnico, individual, que sea el vértice de todo ese conjunto de relaciones hecerotépicas entre si y absolucamente imposibics de incluir en un solo cuadro. La individualidad del soberano esta implicada por la fatea de individuali- zacién de los elementos a los cuales se aplica la relacién de soberania. Nece- sidad, por consiguiente, de un sobecano qué sea cn su propio cuerpo el pun- to hacia el cual converges todas csas relaciones ran multiples, tan diferentes, tan inconciliables. Asi, on la cumbre misma de ese tipo de poder tenemos al- go semejante al rey en su individualidad, con su cuerpo de rey. Pero observa- mos de inmediato un fendémeno muy curioso, que ha sido esrudiado por Kantorowicz en su libro (Los dos)* cuerpos del rey para asegurar su soberan(a, el rey debe ser un individuo con un cuerpo pero es preciso, ademis, que esc cuerpo no perezca con la singularidad somatica del monarca; cuando éste de- saparece, es necesario que la monarquia permanezca; ese cuerpo del rey, que mantiene uniclas todas las relaciones de soberania, no debe desaparecer con el * Grabucida: El dable # Best Kanrorowice, The King’s Two Bodies: A Study in Medieval Political Theology, Prince- ton, Princeton University Press, 1957 (version Francesa: Ler Deter corps dec rai. Essai sur ter thrdalee ge politique du Moyen-A fge, craduceidn de J.-P Genet y N. Gener, Paris, Gallimard, 1989, col. “Bibliotheque des histoices”) [erad. esp.: Las dos cuerpos def rey, Madeid, Alianza, 1985}. 66 EL PODER PSIQUIATRICO individuo X 0 Y que acaba de morir. Es menester, por lo tanto, cierta perma- nencia del cuerpo del rey; éste no debe ser su mera singularidad somatica si- no, ademas, la solidez de su reino, de su corona. De modo que la individuali- zacién que vemos esbozarse por el lado de la cima de Sa relacion de sobcrania implica la multiplicacién de los cuerpos del rey, Segtin Kantorowicz, el cucr- po del rey es al menos doble; si lo estudiaramos de cerca es probable que vié- ramos, al menas desde cierta época, un cuerpo absoluramente multiple. Creo, enconces, que se puede decir lo siguiente: la relacién de saberania vincula, aplica algo que es un-poder politico sobre el cuerpo, pero nunca po- ne de manifiesto la individualidad.* Es un poder que no tiene Funcién indi- vidualizadora o que sdlo esboa la individualidad por el lado del soberano, y ademés, al precio dle cierta curiosa, paraddjica y mitolégica muttiplicacion de los cuerpos. Por un lado, cuerpos pero no individualidad; por otro, una individualidad pero una multiplicidad de cuerpos. Pues bien, vamos ahora al poder disciplinario, porque querria hablar sobre todo de él. Creo que podemos oponeclo casi término a té&emino con el poder de so- beranfs. En primer lugar, el poder disciplinario no pone en juego ese meca- nismo, ese acoplamienro asimétrico de la susteaccién y el gasto. En un dis- positivo disciplinario no hay dualismo ni. asimetefa; no hay esa especie de capeura fragmentatia. Me parece que el poder disciplinario puede caracteri- zarse ance codo por implicar ao una sustraccién det producto, de una parce * del ciempo o de cal o cual categoria de servicio, sino una captura toral 0, en todo caso, que tiende a ser una capcura exhaustiva del cuerpo, los gestos, el tiempo, el comportamiento del individua. Es una capeura del cuerpo y no del producto; es una captura del tiempo en su cotalidad y no del servicio. Tenemos un ejemplo muy claro de ello en fa aparicién, desde fines del si- glo xvil ya fo largo de todo el siglo xvi, de la disciplina militar. Hasta prin- cipios del siglo xvut, hasta fa Guerra de los Treinta Atos, a grandes rasgos, la * El manuserita aclara: “El polo sujevo jams coincide continuaimente con ta singularidad somAatica, salvo en el ritual de la avarca”. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 67 disciptina militar no exiscia; fo que habia era un pasaje constante del vaga- bundeo al ejército; éste siempre estaba consticuido por un grupo de gence re- clutada por las necesidades de la causa y durante un tiempo determinado, y ala que se aseguraba la comida mediance el saqueo y el alojamiento a través de la ocupacién inmediata de los lugares que podian encontrar a su paso. En otras palabras, en ese sisterna que todavia era del orden de la soberania se susttaia cierto dempo de la vida de la gente, se sustraian algunos de sus re- cursoé exigiéndoles que acudicran con sus armas y se les prometia algo que era la gran retribucién del pillaje. A partir de mediados del siglo xvi vemos surgir el sistema disciplinario en el ejércico; es decir, un ejército que esta acuartelado y en el cual los solda- dos tienen una ocupacién, Estén ocupados durante todo cl dia, durante to- do el tiempo de Ja campaiia y también, salvo cierta cantidad de desmoviliza- ciones, durante el perfodo de paz y, en ultima instancia, hasta el fin de sus dias, porque a pactic de 1750 0 1760, cuando el soldado termina su vida de tat, recibe una pension y se convierte en soldado retirado. La disciplina mili- tar comienza a ser la confiscacién general del cuerpo, del tiempo, de la vida; ya no es una suscraccién de la actividad del individuo, es una ocupacién de su cuerpo, su vida y su tiempo, Todo sistema disciplinario, a mi juicio, tien- de a ser una ocupacién de! tiempo, la vida y el cuerpo del individuo.” En segundo ugar, el sistema disciplinario, para funcionar, no necesita ese juego discontinuo y ritual, mds o menos ciclico, de las ecremonias y las tnac- cas. El poder disciplinario no ¢s discontinuo; implica, al contrari ; an pro- cedimiento de contro! constante; en el sistema disciplinario uno no esta a la eventual disposicién de otra persona, sino perpctuamente bajo la mirada de alguien 0, en todo caso, en situacién de ser observado. No esta, en conse- cuencia, marcado por un gesto hecho de una vez por todas 0 por una situa- cién planteada desde el inicio; uno es visible y estd constantemente en situa- cién de ser'mirado, De una manera més precisa, podemos decir que en la relacién de poder disciplinario no hay referencia a un acto, un aconteci- miento 0 un derecho originarios; al contrario, el poder disciplinario se refie- re aun estado terminal u éptime. Mira hacia el porvenir, hacia el momento 7 Foucault desarrollard este punto en Strveiller et punir..., op. cit. tercera parte, “Disci- pline”. cap. 1, “Les corps docites”, pp. 137-171. 68 EL PODER PSIQUIATRICO en que todo funcione por si solo y ta vigilancia no tenga mas que un cardcter virtual, cuando la disciplina, por consiguiente, se haya convertido en un ha- bito. En la disciplina tenemos una polarizacién genética y un gradiente tem- poral que son exactamence lo inverso de esa referencia a la anterioridad que encontramos de manera ineludible en la relacién de soberanfa. ‘Toda discipli- na implica esa especie de molde genético por el cual, desde un punto que no esta dado como la situacién insoslayable sino, al contrario, como ef punto cero del comienzo de la disciplina, debe producirse un desarrollo tal que ésta funcione sola. Por otra parte, ese funcionamiento permanente de la discipli- na, ésa especie de concinuidad genética que caracteriza el poder disciplina- rio, squién los garantizara? No lo hard, por supuesto, la ceremonia ritual o ciclica; sera, al contrario, el ejercicio, el ejercicio progresivo, graduado, el ejercicio que expondrd con detalle a Jo largo de una escala temporal el creci- miento y el perfeccionamiento de la disciplina. También en este caso poderios tomar el ejemplo del ejdrcico. En el efér- cito, tal como existia bajo esa forma que llamaré poder de soberanfa, habia algo que podrfamos denominar “ejercicios” pero que, a decir verdad, no te- nia en absoluto la funcidn del ejercicio disciplinario: eran cosas como las justas, los juegos. Vale decir que los guerteros, al menos quicnes lo eran por estatus, los nobles, los caballeros, practicaban regularmeate fa justa, ere, En cierto sentido, esto puede interpretarse como una suerte de ejercicio, de puesta en forma del cuerpo; pero era en esencia, creo, un ensayo de valencia, una prucba mediante la cual el individuo mostraba que seguia estando en condiciones de merecer su estarus de caballero y hacer honor, por lo tanto, a la situacién que le correspondia y por la cual ejercfa una serie de derechos y disfruraba de una serie de privilegios. La justa era acaso un ejercicio; pero era sobre todo, me parece, la repeticién ciclica de la gran prueba por la cual un caballero se convertia en caballero. Desde el siglo xviil, sobre todo a partir de Federico tt y el ejéecite prusiano, vemos aparecer en el ejército, al contrario, algo que antes practicamente no existia, y que es el cjercicio corporal. Ejercicio corporal que no consiste, cn el cjército de Federico It y los ¢jércitos occidentales de fines det siglo xvi, en algo similar a la justa, es decir, ensayar, reproducir el acto mismo de la guerra, £] ejercicio corporal es un adiescramienco del cuerpo; adiestramiento de Ja habilidad, la marcha, la resistencia, los movimientos elementales, y ello CLASE DEI 21 OF NOVIEMBRE DE 1973 69 de acuerdo con una escala graduada, muy diferente de la repeticién cfelics de las justas y los juegos. Por lo tanto, no una ceremonia sino un ¢jercici ése es el medio por cl cual se asegura esa {especie} de continuidad genética que, a mi entender, caracteriza ala disciplina.® Para que la disciplina sea siempre ese control, esa capcura permanente y global del cuerpo del individuo, creo que est necesariamente obligada a uci- lizar un instcumento que es la escritura. Entonces, miencras la relacién de soberanfa implica la accualizacién de la marca, pedriamos decir que la disci- plina, con su exigencia de completa visibilidad, su consticucién de los mol- des genéticos, esa suerte de continuum jerérquico que la caracteriza, apela por fuerza a la escritura. Ance todo, para velar por fa anotacién y el registro de todo lo que ocurre, de todo lo que hace el individuo, codo lo que dice; a continuacién, para transmicir ia informacién de abajo arriba a Jo largo de la escala jerdrquica, y por ultimo, para poder mancener siempre accesible esa informacién y asegurar asi el principio de [a omnivisibilidad que es, creo, la segunda gran caracterfstica de la disciplina. El uso de la escritura me parece absolucamente esencial para que el po- der disciplinario sea global y continuo, y podrlamos estudiar como, a partir de los siglos XVIT y XVIII, tanto en el cjército como en las escuelas, los cen- tros de aprendizaje y también en el sistema poticial o judicial, etc., los cuerpos, los comporcamientos y los discursos de la gente son rodeados poco a poco por un cejido de escticura, una suerte de plasma grifico que los registra, los codifi- ca, los transmice a lo largo de la escala jerdrquica y termina por centralizarlos.* Creo que tenemos aguf una nueva relacién, una relacién directa y continua de la escritura con el cuerpo. La visibilidad del cuerpo y la permanencia de la es- critura van a Ja par y producen, desde luego, lo que podrfamos llamar indi- vidualizacién esquemacica y centralizada. Me limicaré a tomar dos ejemplos de ese juego de la escricura en la disci- plina, Uno corresponde a las escuelas de aprendizaje que vemos formarse en Francia durante la segunda mitad del siglo xvit y se multiplican a lo largo § Sobre los reglamentas de la infanteria prusiana, cf. ibid, pp. 159-161 * El manuscrico dice: “Los cucryns, los gestos, les comportamientas, los discursos son r0- deados poco a poco por un ecjido de eseritura, un plasma grafico, que los regiscra, los codifi- «a, los esquematiea”. 70 EL PODER PSIQUIATRICO del sigio xvi. Tomemos, si les parece, el aprendizaje corporativo de la Edad Media, del siglo xvi e, incluso, del siglo xvit: mediante un aporte econdmi- co, un aprendiz entraba al taller de un maestro y éste, en funcién de la suma de dinero cntregada, no tenfa otra obligacién que transmitirle a cambio la totalidad de su saber; a través de ello, el aprendiz debia prestar al maestro to- dos los servicios que éste le solicicara. Intercambio, por lo tanto, del servicio cotidiano por ese gran servicio que era la transmisién del saber. Y al cabo del aprendizaje habia una sola forma de control, la obra maestra, que se somecia a la cofradia de maestros, es decir a quienes teniau la responsabilidad de la corporacién o el cuerpo de oficio en la ciudad en cuestién. Ahora bien, en la segunda mitad del siglo Xvi comprobamos fa aparicion de instiruciones de un tipo completamente nuevo; tomaré como ejemplo fa escuela profesional de dibujo y capiceria de los Gobelinos, que se organizé en 1667 y se perfeccioné poco a poco hasta la sancion de un reglamento im- portance, que debe ser de 1737." En él vernos que el aprendizaje se hace de una manera totalmente distinta; ante todo, fos alumnos se reparten segin franjas de edades, a cada una de fas cuales se impone un tipe determinado de trabajo. Ese urabajo debe hacerse en presencia o bien de profesores, o bien de gence que lo supervisa; y el trabajo debe recibir una nota, al igual que ef comportamiento, fa asistencia, el afan del alumno durante su labor. Esas no- (as s¢ consignan en registros que se conservan y transmiten de jerarquia en jerarquia hasca el propio director de fa manufactura de los Gobelinos, y de ahi se envia al ministerio de !a Casa Real un informe sucinto sobre Ja calidad del trabajo, las capacidades de los alumnos y la posibilidad, en lo sucesivo, de considerarios cfectivamente como maestros. Presenciamos aqui la consti- cucién en torno del comportamiento del aprendiz de toda esa red de escritu- ra que, por una parte, codificaré toda su conducra, en funcién de una serie de notas determinadas de antemano, luego sa esquematizard y, por ultimo, la ? Bl edicto de noviembre de 1667 para el establecimiento de una Fabrica de muebles de la Corona en los Gobefinos determina el reclutamienca y la condicion de los aprendices, organiza un aprendizaje corpotativo y funda una escuela de dibujo. Ea [737 se sanciona un nuevo re- glamento. CE cambién Edouard Gerspach (comp,)}, La tdanufacsure nationale des Gobelins, Pa- ris, Delagrave, 1892, “Réglement de 1680 imposant de chanter 4 voix basse des cantiques dans Varelier®, pp. 156-160, Véase Michel Foucault, Suerveiller et punir..., op. cit, pp. 158-159. CLASE DEL 2t DE NOVIEMBRE DE 1973 71 transmitira a un punto de centralizacién encargado de definir su apritud o ineptitud. Tenemos, entonces, una invescidura por ta escricura, la codifica- cién, la transferencia y la centralizacién; en suma, la constitucién de una in- dividualidad esquematica y centralizada. Podriamos decir fo mismo con respecto a la disciplina policial que se esta- blecié en la mayor parte de los paises de Europa, y sobre todo en Francia, a partir de la segunda mitad del sigko xvi, La practica policial, en la segunda mitad del siglo anterior, era codavia muy sobria en materia de escrituca: cuan- do se comerfa una infraccién que no era de la incumbencia de los tribunales, la decisién, simplemente notificada, quedaba a cargo del ceniente de pelicia (o sus asiscentes). Después, poco a poco, en el transcurso del siglo xvi se de- sarrollaria todo el cerco del individue por la escritura. Vernos aparecer, enton- ces, las visitas de control que se hacen a las diferences casas de internacién pa- ca saber qué pasa con el individuo: por qué ha sido arrestaclo, en qué fecha, cual es su comportamienco desde entonces, si ha hecho progresos, etc. Y lue- go, el sistema mismo se perfecciona y en la segunda mitad del siglo xvi se comienzan a establecer prontuarios referidos a quienes han tenido un mero conracto con la policia o de los cuales ésta suspecha algo; y hacia la década de 1760, creo, los funcionarivs policiales ceciben la misién de hacer, con re- ferencia a los individuos sospechioses, informes en dus copias, una que debe quedar en cl lugar para permitir, por consiguiente, un concrol del individuo en el propio sitio donde se encuentra —esos informes, desde luego, deben mantenerse actualizados-, y otra que se envia a Paris, donde se cencraliza en el ministerio y se difunde por ocras grandes regtones correspondiente a dife- rentes teniences de policfa para que, si la persona se desplaza, se la pueda idencificar sin demora. ¥ asf se conscituyen biografias 0, a decir verdad, indi- vidualidades policiales de la gente a partir de esas técnicas de lo que denomi- naré el cerco perpetuo por medio de la escritura. En 1826, cuando se descu- bre la manera de aplicar Ia técnica de las fichas ya utilizada en jas bibliotecas y los jardines bocdnicos, cenemos ya la constitucién de esa individualidad administrativa y centralizada."° ““ Michel Foucault, Surueiller er punir..., op. cét., pp. 215-219. Sobre tos registros poli- ciales del siglo xvttt, cf. Mare Chassaigne, La Liewrenance géntrale de police de Paris, Paris, A. Rousseau, 1906. 2 EL PODER PSIQUIATRICO Por tltimo, la visibilidad continua y pexpetua asf garantizada por la escritu- ra tiene un efecto importante: la extrema prontitud de la reaccién del poder de disciplina permitida por esta visibilidad que es constante en el sistema discipli- nario. A diferencia del poder soberano que sdlo interviene de manera violenta, de vez en cuando y con la forma de la guerra, el castigo ejemplar o la ceremo- nia, el poder disciplinario podré intervenir sin descanso desde el primer ins- cance, e] primer gesto, el primer esbozo. El poder disciplinario tiene una ten- dencia intrinseca a incervenir en el nivel mismo de lo que sucede, el momento en que la virtualidad se convierte en realidad; siempre tiende a incervenir pre- viamence, ances del propio acto si es posible, y lo hace a través de un juego de vigilancia, recompensas, castigos y presiones que son infrajudiciales. Y si se puede decir que el reverso de la relacién de soberania era la guerra, creo que también puede decirse que el reverso de la relacién disciplinaria es ahora el castigo, la presi6n punitiva a la vez mindscula y continua. En este caso también podriamos comar un ejemplo de ta disciplina obrera, la disciplina del taller. Uno de los rasgos caracteristicos de los contratos de obreros que se firmaban —y hay algunos de épocas bastante tempranas, en los sighos XV y XVI- era que el obrero debia tetminas su trabajo en tal o cual fecha o dar tantos dias de trabajo a su patedn. Si el trabajo no estaba terminado 0 no se habia cumplido cl numero de dias establecidos, el obrero debia dar el equivalente de lo que faltaba o bien agregar una cantidad de trabajo adicional en concepto de multa, y eventualmente una suma de dinero. Por Jo tanto, era un sistema punitivo que se conectaba con lo que se habia cometido efectiva- mente, fuera como perjuicio 0 como falta, y funcionaba en y a partir de ello. En cambio, desde el siglo xvii vemos nacer toda una disciplina fabril que es una disciplina tenue y referida, en cierto modo, a las virtualidades mismas de! comportamiento. En los reglamenctos fabriles que se distribuyen n ese momento comprobamos que se vigila el comportamiento de los obre- S auscricias; vemos ros entre si y se registran con minucia sus retrasos y s también que se castiga todo lo que puede ser distraccién, En un reglamento de los Gobelinos que data de 1680, por ejemplo, sc aclara que, en caso de entonarse cdnticos mientras se trabaja, es preciso cantarlos en voz baja para no molescar a quien estd al lado.'' Hay reglamentos que dicen que al volver " Edouard Gerspach, La Manigfuacitre..., op. cit, CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE (973 73 del almuerzo o fa cena no hay gue contar historias subidas de tono, porque distraen a los obreros, quienes después carecen de la calma necesaria para tra- bajar. Presién continua, entonces, de ese poder disciplinatio que no recae so- bre la falta, el perjuicio, sino sobre la virtualidad del comportamiento. Aun antes de que el gesto sea una realidad debe poder identificarse algo, y el poder disciplinario debe intervenir; intervenir, en cierto modo, antes de la manifes- tacién misma del comportamiento, antes del cuerpo, el gesto o el discurso, en el plano de la virtualidad, la disposicidn, la voluntad, el nivel del alma. Asi vemos proyectarse decras de! poder disciplinario algo que es el alma, un alma muy diferente de la‘que habian definido la practica y la ceorfa cristianas. Para resumnir todo este segundo aspecto del poder disciplinario, que po- driamos lamar su cardcter pandpcico, la visibilidad absoluta y constante que rodea el cuerpo de los individuos, creo posible decir lo siguiente: ese princi- pio’ panéptico -ver todo, todo el uempo, a todo el mundo, etc.— organiza una polaridad genética del tiempo; efectiia una individualizacién cencsaliza- da cuye soporte € inserumento es la escricura, implica, por ultima, una ac cién punitiva y concinua sobre las virtualidades de comportamiento que proyecta detrds del propio cuerpo algo semejance a una psique. Terminamos con la tercera caractetistica del dispositive disciplinario, que lo opone al dispositive de soberania: los dispositives disciplinarios son isord- picos o, al menos, tienden a la isotopfa. Lo cual quiere decir varias cosas. En primer lugar, en un dispositive disciplinario, cada elemento tiene su lugar bien determinado; tiene sus elementos subordinados y sus elementos superordinados. Los grados en el ejército e, incluso, cn la escueia, la distin- cién muy clara entre las diferentes clases de edades y, dentro de ellas, entre los rangos de cada uno, todo esto, adquirido en el siglo xvi, es un soberbio ejemplo de esa isotopia. No debemes olvidar, para mostrar hasta dénde !le- gaba la cosa, que en las clases disciplinadas segtin ¢l modelo de los jesuitas’? * Fenpuesto a las casas de la Compaiifa de Jestis por una circular de! § de enero de 1599, el Ratio Studiorum ~cedactado en 1586 organiza la distribucién del estudio por clases, divi- didas en dos campos y éstpy en decurias, a la cabeza de las cuales se pone a un “decurigu” en- cangado de ta vigitancia, C Camille de Rocheronteix, Lin collage de jésnizes aux XVI" et xvitt® sidcles: le collige Henri iv de La Fleche, Le Mans, Leguicheux, 1889. 1. 1, pp. 6-7 y 51-52. Véase Michel Foucault, Surveiller er pumir.... op. cit, pp. 147-148, 74 EL PODER PSIQUIATRICO y sobre tado segtin el modelo de escuela de los Hermanos de la Vida Co- miin, el lugar en la clase estaba determinado por la posicién del individuo en sus cesultades escolares,'? De tal manera, lo que se denominaba focus del individuo era a la vez su lugar en Ja clase y su rango en la jerarquia de valores y éxicos. Magnifico gjemplo de esa isoropia del sistema disciplinario. Por consiguiente, en ese sistema, el desplazarniento no puede hacerse por discontinuidad, litigio, guerra, favor, ccc.; no puede hacerse por medio de la ruptuca como sucedia con el poder de soberania, sino a cravés de un movi- mienco reglado que va a ser el del examen, el concurso, fa ancigtiedad, ercécera. Pero isorépico cambign quiere decir que entre esos distintos sistemas no hay conflicto ni incompatibilidad, Los diferentes dispositivos disciplinarios deben poder articularse entre sf. A causa, justamente, de esa codificacién, de esa esquematizacién, a causa de las propiedades formales del dispositive dis- ciplinario, siempre debe ser posible pasar de uno a otro. De cal modo, las clasificaciones escolares se proyectan, sin demasiadas dificultades y por me- dio de cierta cantidad de correcciones, en Jas jerarqulas sociales, técnicas que encontramos en los adultos, La jerarquizacién que observamos en el sistema disciplinario y militar hace suyas, transformandolas, las jerarqufas disciplina- rias que vemos en el sistema civil. En sintesis, la isocopfa de esos diferentes sistemas es poco menos que absoluca. Por ultimo, isotépico quiere decir sobre codo otra cosa: en el sistema dis- ciplinario, el principio de distribucién y clasificacidn de todos Jos elementos implica necesariamente un residue; siempre hay, enconces, algo “inclasifica- ble”. En las relaciones de soberania, por su parte, el obstaculo que encontrd- hamos era el mire entre los diferentes sistemas de soberanfa, eran los Siti- gios, fos conflictas, fa suerce de guerra permanente entre fos distintos sistemas; ése era ef punco contra el cual tropezaba el sistema de soberanfa. El 3 Alusién a ta innovacién incroducida por Jean Cele (1375-1417), director de la escuela de Zwolle, que distribuyd a los alumnos en clases, cada una de las cuales cenfa su programs especial, su responsable y su lugar dentro de fa escuela; ios alumnos eran asignados a una u otra en fancién de sus resultados. Ch Gabsricl Mix, Auer sources dle la pedlagogie cles jésuites, Le “Modus Parisiensis", Roma, Bibliotheca lusticuci Hiscorici, 1968, vol. xxv, pp. 1724173; Mathieu-Jules Gaufies, “Histoire du plan d'études procestane”, Bulletin de ['Hissoure du Protes- tansivne Frangais, vol. XX¥, 1889, pp. 481-498. Véase Michel Foucault, Surveiller et punir... op. cit, pp. 162-163. CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 73 punto contra el cual van a chocar los sistemas disciplinarios que clasifican, jerarquizan, vigilan, etc., seri el elemento que no puede clasificarse, el que escapa a la vigilancia, el que no puede entrar en el sistema de distribucién; en sintesis, el residuo, lo irreductible, lo inclasificable, lo inasimilable. Tal se- ra el escollo en esta fisica del poder disciplinario. Por ende, todo poder disci- plinario tendra sus margenes. El desertor, por ejemplo, no existfa antes de los ejéreitos disciplinados, pues se crataba simplemente del fucuro soldado, et que dejaba el ejézcito para poder volver a él en caso de necesidad, cuando tu- viera ganas o lo [levaran por la Fuerza. Por el contrario, desce el momento en que existe un ejército disciplinado, es decir personas que entran en él, hacen carrera, siguen cierto escalafén y son vigiladas de un extremo a otro, el de- sertor es quien escapa a ese sistema y es irreductible a él De la misma manera, desde cl momento en que hay disciplina escolar, vemos surgir al débil meneal.'* El irreductible a la disciplina escolar sélo puede existir con respecto a csa disciplina; quien no aprende a leer y escribir sélo puede manifestarse como problema, come limite, a partir del momento 4 Asi, en 1904 el miniscro de Instruccién Publica crea una comisién para “estudiar los medios que deben emplearse con el fin de asegurar la insteucciée primaria {...] a rodos los ‘nie fos anocmales y atrasados”. En ese marco, Alfred finer (1857-1914) recihe en 1905 ta tarea de determminar [a manera de identifiear a los nifios rerrasados. Junto con Théodore Simon (1873-1961), director de Ja colonia de nifios de Perray-Veucluse, Binet emprende la realizae cidn de encuestas mediante cuestionarios en las escuelas de! segundo y el vigésimo distritos de Paris, y sabre esa hase ambos elaboran una “escain métrica de la inccligencia destinada a eva- luar los retrasos det desarrollo” (Alired Binet y Théodore Simon, “Applications des méthodes nouvelles au diagnostic du niveau intellectuel chez les enfants normaux et anormaux d’hospi- ce er d’ccale”, en LAnnde Prychologique. t. X1, 1905, pp. 245-336). Los débiles mentales se de- finen entonces mediante “uira caracteristica negativa’: “debido a su organizacién fisica ¢ inre- lectual, estos seces son incapaces de sacar provectio de les métodos de instruccién y educacién que se utilizan en las escuelas publicas” (Alfred Binet y Théodore Simon, Les Enfants anor- maus, Guide pour Uadmission des enfanss anormanx deans les classes de perfectionnement, prefacio de Léon Bourgenis, Paris, Armand Colin, 1907, p. 7) (tend. esp.: Les nifios anarmales. Guia para lt admision de nifios anormales en clases de perfeecionamiento, Madrid, Ciencias de la Educaciont Preescolar y Especial, 1992]. CE Gaby Nevchine, “Idiocs, débiles er savants au xix? sitcle”, en René Zazzo (comp,), Les Débitités mensates, Paris, Armand Colin, 1969, col. “U", pp. 70-107 [trad. esp.: Los débiles mentales, Barcelona, Fontanella, 1983]; Francine Muel, “Lécole obligatoire et invention de Venfance anormale”, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 1. enero de 1975, pp. 60-74. 76 EL PODER PSIQUIATRICO en que la escuela sigue el esquema disciplinario. De igual modo, :cuando aparecié la categoria que !lamamos los delincuentes? Estos, no los infractores pues es cierto que toda ley tiene por correlato la existencia de infractores que la violan~, los delincuenctes como grupo inasimilable, como grupo irre- ductible, sélo podian aparecer a partir de la existencia de una disciplina poli- cial con respecto a la cual surgen. En cuanto al enfermo mental, ¢s sin duda el residuo de codos los residuos, el residuo de todas las disciplinas, aquel que, dentro de una sociedad, ¢s inasimifable a todas las disciplinas escolaces, milicares, policiales, ercétera. Par lo tanto, creo que tenemos aqui una caracceristica propia de esta iso- capia de los sistemas disciplinarios: la existencia necesaria de los residuos, que va a ocasionar, desde luego, la aparicién de sistemas disciplinarios com- plementarios para poder recuperar a esos individuos, y asf al infinito. Como bay débiles mentales, es decir, gente irveductible a la disciplina escolar, se van a crear escuelas para ellos, y luego escuelas para quienes son irreductibles a las escuelas destinadas a los débiles mentales. Qcurre lo mismo en lo con- cernience a los delincuentes; la organizacién del “hampa” fue, en cierto mo- do, la obra comin de la policia y de quienes eran irreductibles, El hampa es una manera de hacer colaborar efectivamente al delincucnte en el trabajo de la policia, Puede decirse que es la disciplina de quienes son irreductibles a Ia disciplina policial. En resumen, ef poder disciplinario tiene la doble propiedad de ser ano- mizante, vale decir, de poner siempre a distancia a una serie de individuos, exponer la anomia, lo irreduccible, y de ser siempre normalizador, inventar siempre nuevos sistemas de recuperacién, restablecer siempre ia regla. Los sistemas disciplinarios se caracterizan por un trabajo constante de la norma en la anomia. Creo entonces que podemos resumir todo esto diciendo que el principal efecto del poder disciplinario es lo que podriamos llamar la modificacién ex- haustiva de las relaciones entre la singularidad somitica, ei sujeco y el indivi- duo. En el poder de soberanfa, en esa forma de ejercicio del poder, traté de mostrarles que los procedimientos de individualizacién se delineaban en la cima, que habia una individualizacién tendencial por el lado del soberano, con ese juego de los cuerpos mitltiples que lleva a la individualidad a perder- se en el momento mismo de aparecer. En los sistemas disciplinarios, por el CLASE DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 1973 77 contrario, me parece que en la cima, por el [ado de quienes ejercen o hacen funcionar esos sistemas, la funcidn individual desaparece. Un sistema disciplinario esté hecho para funcionar por si solo, y su res- ponsable o director no ¢s tanto un individuo como una funcién ¢jercida por éste, pero que también podria ser ejercida por otro, cosa que no sucede ja- més en fa individualizacién de ta soberania. Y, por otra parte, aun el respon- sable de un sistema disciplinario esta contenido dentro de un sistema mas grande, que a su vez fo vigila y en cuyo seno esti disciplinado. Hay, encon- ces, borradura de la individualizacién en la cima. En cambio, el sistema dis- ciplinario implica, y esto me parece Jo esencial, una individualizacién ten- dencial muy fuerte en [a base. En el poder de soberania intenté mostrarles que la Funcién sujeto no se adherfa nunca a una singularidad somatica, salvo en casos incidentales como la ceremonia, la marca, la violencia, etc., y que 1a mayor parte del tiempo, al margen de esos ricuales, circuiaba siempre por encima o por debajo de las singularidades somdricas. En cl poder disciplinario, por el contrario, la fun- cidén sujeto se ajusta exactamente a la singularidad somAtica: el cuerpo, sus gestos, su lugar, sus desplazamientos, su fuerza, el tiempo de su vida, sus dis- cursos, sobre todo eso se aplica y se ejerce la Funcidn sujero del poder disci- plinario. La disciplina es la técnica de poder por la cual la funcién sujeto se superpone y se ajusta exactamente a Ja singularidad somatica. En una palabra, podemos decir que el poder disciplinario -y ésta ¢s sin du- da su propiedad fundamental— fabrica cuerpos sujetos, fija con toda exacticud Ja funcidn sujeto al cuerpo; {[sé!o} es individualizance [en el sentido de que] el individuo no [es] otra cosa que el cuerpo sujeto. ¥Y podemos resumir toda esta mecdnica de la disciplina de la siguiente manera: e] poder disciplinario es indi- vidualizante porque ajusta la funcién sujeto a la singularidad somdtica por in- termedio de un sistema de vigilancia y escritura o un sistema de panoptismo pangrdfico que proyecta por decrds de la singulaidad somazica, como su pro- longacién o su comienzo, un nucleo de virtualidades, una psique, y establece, ademas, la norma como principio de particidn y la normalizacién como pres- cripcién universal para todos esos individuos ast consticuidos. Asi pues, en el poder disciplinario tenemos una serie constituida por la funcién sujeto, la singularidad somética, la mirada perpetua, la escritura, el mecanismo del castigo infinitesimal, la proyeccién de la psique y, par ditimo,

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