Está en la página 1de 1

La venganza de las musas

Veo la carne que hay a mi alrededor, veo la ma y la de otros.


Veo a mis nervios hilar las luces de mi deseo, veo las
ventanas cerradas, la luz amarilla que viene de ningn lugar,
veo la puerta cerrada y el rostro cansado de la mujer que est
enfrente mo, me siento triste por su cansancio, yo no puedo
ms que desearla, y ella no puede ms que dejarse tomar.
Yo. es la primera vez que estoy en este lugar, al menos
podra jurarlo, pero ella?.
Veo como su culo est ms iluminado que el resto de su
cuerpo, siento que su cuerpo encarna la desproporcin de mis
fijaciones, lamento mi placer en ella, lamento la idea que
emerge de sus senos, lamento las mentiras. No se lo digo.
Ella avanza, se sonre de mis pensamientos. Yo dejo de ver
sus ojos que me apartan de su interior y dirijo mi mano al
abismo de su sexo, est hmeda, tambin fra.
Llaman a la puerta, siento la maldad de nuestra humanidad.
Salto de la cama con torpeza y por fin percibo la msica
sensual de lo sublime, abro la puerta y veo a un hombre
parado con ojos impacientes. Quiero decirle algo, pero yo
sera un inmoral y el un maldito, l saldra ganando.
De pronto y sin advertirla, ella abre la ventana y salta, como
quisiera que hubiese salido volando entre la nieve con un
abrigo de piel de osos, descalza, cantando en otro idioma.
Pero cae irremediablemente y no se mueve ms. Nada se
mueve. No canta, no llora, no vuela.
Como quisiera que fuera un sueo, que ella fuera un sueo,
que yo fuera un sueo, que la vida fuera un sueo. Pero mis
manos se quedan temblorosas.

También podría gustarte