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W . % | ey (Continuacién de Ia Revista) Federacién Universitaria UERBUM ORGANO DEL CENTRO ESTUDIANTES FILOSOFIA ¥ LETRRAS DIRECTOR CARMELO M. BONET Seczetario de Redaccién SIDNEY A. SMITH 7 SUMARIO: Centro de Estudiantes: Los eximenes “generates (sotieitud al C. Dp, Carios C. Sanguinetti: La primera mariposa, (versos) Coriolane Alkerinis Deninicién del erimen. Carles Oblizade: Miras y te miran, (versos) Conaiseiputos. José Giver: Himno de tos Estudiantes Americanos, Ci M. B.: Evaristo Carrleyo, Luis Matharan Aguerre: A Teresa (vers0s) ©. M. Bonets Dos escenas dé amor, Nerio A, Rojas: Informe de la delegacién al Congreso de Lime, Notas della Redaeeién: “La C ‘La bifureacion de doctorado”.—La voz de Ia piedra"—“EI nuevo plan de ex- tudios”. FED ERACION UNIVERSITARIA CORRIENTES, 2038 NONIMA DE DELEGADOS (1912 913) DEL CENTRO. ESTUDIANTES DEL CENTRO ESTUDIANTES DE AGRONOMIA Y VETERINARIA DE. DBRECHO. Enrique B, Charlee Carlos Alberto Acevedo, José Comaleras, Miguel A. Céreano, Fernando Cerdefa. Loveait "Pas. Méctor Estefanel. Diego R. Traverse Alfredo 1. Felipe 8, Pécez, DEL CENTRO ESTUDIANTES DEL CIRCULO MEDICO ARGENTINO DE FILOSOFIA” Y LETRAS 'Y CENTRO ESTUDIANTES DE MEDICINA Carmolo MM. Bonet, Nerio A. Rojas. Coroliane Atberini. 7 Alfredo Cauenbén. Alfred Bianehi Mongol N. Novas. Alfonso Corti Fruneiseo Bolgor. Pascual Pasarella Alejandro. Raitzin, DEL CENTRO ESTUDIANTES DB ING BRIA Tullo A. Cores, Sorafl ‘Gonattes, Juan M.Ed, Lnis AL Herhin Vitor Arias CENTRO ESTUDIANTES DE FILOSOFIA Y LETRAS. COMISION DIRECTIVA: Presidente: Carmelo M. Bonet. Seeretatio: Alfonso. Corti Viee-presidente Le: Pascual Paanvella, Pro-sceretaria: Matlde Gonatles Onegin Vieo-presidente 2: Aleira ‘Tesorera: Beatriz Burbridge DELEGADO: Por los egresados : Roberto F Por el 5° ato: Alfredo A. Diane > 4 ao » Bee aio: Sidney 7 » Baio: Carlos Sangainetti y Florian Oliver. » aio: José M. Toxier y Urbano Diaz —3- sado, para saber qué dijeron sobre tal problema Jos pen- sadores anteriores. Pero nadie, seriamente, va 4 estudiar la cireulacién de la sangre en Descartes, ni antropologia cn Blumenbach, ni psicologla en Platon En esta clase de materias, el profesor coloca en un rincén del programa, como cosa complementaria 6 de simple curiosidad, la parte hist6rica de su ciencia, y se comtenta con que sus alumnos conozcan el miclco sustan- tivo de los problemas, los principios angulares de la ma. teria, sabiendo, por su experiencia, que el estudio exten- sivo y la erudicién vendrin después en la lenta y_ siste- matica labor del intelectual ya formado. Ahora bien: el estudiante en sus pruebas parciales ha demostrado que conoce la sintesis de los fenémenos y pro- }lemas que forman como el tejido de estas materias cien- tifico-especulativas. De no conocerla, la mesa examina- dora no lo hubiera promovido. Luego viene el examen general y se vuelve 4 pedir la misma cosa: el mismo con- cepto conjuntivo de fenémenos y problemas: cémo en- cara, por ejemplo, el problema de la libertad moral; qué entiende, en psicologia, por método genético; qué influen- cia tiene el factor econémico en el fenémeno social; qué consecuencias filosdficas desprende, en antropologfa, de jertas anomalias somaticas.... Y asi, con todas las demas materias de esta indole. El estudiante, entonces, se limita 4 repetir, punto por punto, lo que preparé para sus pruebas parciales. 2A quié viene esta repeticién? ;No es caer en un case de manifiesta redundancia? De lo contrario, seria declarar tacitamente que se piden exémenes generales porque los parciales fueron una ficcién, cosa que no puede estar en la mente de ese Consejo Directivo: ek En otras asignaturas, en las que hemos llamado de indole histérica, el pasado tiene mds importancia que el presente, En la historia de la filosoffa encontramos el proceso ascensional del pensamiento humano. En la his- toria de las distintas literaturas, contemplamos la evoli cién de las letras 4 través de los siglos. ap Los catedraticos de estas materias no pueden, en los estrechos términos de un afio escolar, encerrar tanta cen- turia de pensamiento y de arrte. Por eso intensifican, en lo que esto es posible, el estudio de un perfodo, de una época, de un autor, dando de todo lo demas una resefia li- gera. Se sobreentiende que el cstudiante, una vez que termine su ciclo universitario, ampliar4 los conocimientos que desprendié. de esa ligera resefia. En los ex4menes parciales de esta clase de materias, el alumno ha rendido sus prucbas en forma intensiva y no analitica. Correspondié 4 su curso, por ejemplo, la filosofia griega en historia de la filosofia ; el Cinque Cento en literatura italiana; ¢l Romanticismo en literatura caste: Hana, ‘Viene el examen general y el estudiante se encuentra con que debe preparar un nuevo curso: En literatura cas- tellana, v. gr, el siglo de oro; en literatura italiana, los trescentistas; en historia de la filosofia, la filosofia mo- derma En estos casos, ¢] examen gencral no implica una re- dundancia, pero si una ampliacién de estudios. Més que un examen general, ¢s un examen de estudio complementa- rio. Ahora bien: con el mismo fundamento con que se ex ge un examen de esta naturaleza, podria requerirs> un nt. mero indefinido de exdmenes, pues que los estudios com plementaries no se agotan nunca Todo esto estd en oposicién con los principios peda- gégicos que persiguen las universidades, las cuales no tie- nen, segin se ha dicho, como propésito el formar erudi- tos, el dar & los estudiantes todo el contenido de la caja de los conocimientos—y valga la mala metdfora por lo que tiene de grifica,—sino el que tengan la lave y la sepan manejar, ee No se nos oculta que han legado 4 los exdmenes generales alumnos de preparacién deficiente. Esto no en- yuelve, sin embargo, un argumento atendible en favor de estos exdmenes, pues con ellos 6 sin ellos, persistiran par cialmente estas deficiencias. ; Por qué? Simplemente por- que los ex4menes, en general, y esta es una verdad muy vieja, no son sino una semiprucba; pocas veces el ex ponente certero de la capacidad de los alumnos Terminada esta exposicién de motivos sélo nos resta manifestar nuestra esperanza de que sera recibida defe- rentemente por ese Consejo Directive, pues no han de serle indiferentes ni nuestros intereses ni la expresién de nuestras aspiraciones. Esperamos que serd objeto de una resolucién que, com emanada de.ese alto cuerpo, no puede ser sino serena y ecudnime Saluda al sefior decano con su consideracién mAs dis- tinguida.—Carmelo M. Bonet, Alfonso Corti. La primera mariposa Siempre igual todos los afios. Cuando el invierno desmaya y en el huerto se insindan los retofios en las ramas, y florece el duraznero, y los pajaros se Haman preludiando sus amores, yo no sé qué fuerza extrafia, qué designio misterioso va 4 golpear A mi ventana Al entrar dentro mi alcoba la sutil caricia alada del primer rayo aurorino, —alerta de la mafiana— siento como si dos brazos de mi lecho me arrancaran, pues que legaron los dias de beber luz de alborada. Y yo salgo presuroso, fugitivo de mi casa; cn los labios una estrofa, en el cielo la mirada, voy rondando por las calles rumbo 4 una plaza lejana. Que alli es el gentil asiento donde rien y se hermanan,, la poesfa de la aurora y el casto amor de las plantas —7— Que allf sucumbe la prosa de las sendas ciudadanas y se hinche de armonias la brisa de la mafana, que sélo el poeta gusta, que sélo al poeta halaga. Que alli me siento dichaso frente al verde panorama extendido ante mis ojos, y me parecen que bajan desde el oriente incendiad. banderas de sol en Hamas que flamean_victoriosas Y la ventolina vaga fugitiva entre las flores, ora besando una planta que despierta estremecida y de suefio se descarga, ora rompiendo los broches de flores inmaculadas . iBendito Ingar de encantc y poesia esa plaza! En una como glorieta que en el centro se levanta, hay un banco,—confidente de mis liricas nostalgias— ruinoso banco de piedra besado por una rama de un drbol viejo y sombrio, que se le acerca y lo llama como se buscan los viejos. . Y allf voy en las tempranas horas del dia d sentarme, cuando el invierno desmaya y la estacién de las flores se esté anunciando cercana en los retofios que brotan y en los pajaros que cantan. Siempre igual todos los aos: quiero esperar la Hegada de una blanca. mariposa, la primera, la avanzada de un cortejo de sutiles mariposas de alas blancas, que van 4 robar dulzuras 4 las flores de la plaza. Volandera. mariposa esa de alas nevadas que todos los afios viene 4 visitar 4 las plantas La veo venir desde lejos, abiertas las blancas Alas, que se me fingen Jos pliegos de un mensaje que volara. - - Y en un revuelo agitado la veo entrar 4 la plaza y posarse jadeante en un brote de retama, que al débil peso se inclina con rubores de zagala, cual si hubiese comprendido que, de entre todas las plantas, ella gusté el primer beso de la mariposa blanca. Vero solo un breve instante permanece alli posada; de nuevo alzando el vuelo, va @asentarse en una rama -9— ce un rosal, cuyos botones se entreabren 4 la legada de la gentil mariposa. Y tras Ia caricia blanda con que desposa 4 las fiores del rosal con la mafiana, vuela de nuevo la reina por las flores de la plaza, Y llega 4 los alelies, y 4 las florecidas dalias, los rientes jazmines. los claveles que sangran, los litios que se agobian, as azucenas castas, y 4 las humildes violetas, y en todas deja la maga visitante de las flores, Ja caricia de sus alas y el beso de sus antenas. Que es la mariposa blanca quien trae un mensaje de gloria 4 las flores y 4 las plantas. . Mensaje de Primavera, diosa de luz y bonanza vestida de poesia, que da flores 4 Jas plantas, 4 los pdjaros un nido y al corazén esperanza. Diosa que viene riendo y por doquiera derrama suefios de amor y ventura; diosa de magicas galas que teje ensucfios y amores, que los pesares apaga, que las congojas ahuyenta, que enciende anhelos y ansias Bs Be BN BS y ¥ ¥ ¥, y =i6- en los vivires serenos; que mueve y alza y contagia su alegrfa bienhechora 4 los vivires en calma; que presta lumbre y encanto juvenil 4 las miradas; que pone en una sonrisa que los labios deshilvanan esponténea y dulcemente, una chispa de alborada interior, intimo anhelo de una naciente esperanza como si un gajo marchito dicra un retofio en el alma. Diosa gentil que hermosea las tardes y las mafianas con Ia sutil armonfa de las dulcfsimas auras, que remedan las querellas de violines y de flautas. Diosa de lus dias gloriosos, diosa de las noches blancas, diosa bendita y amable, diosa de las Siete Gracias Yo te aguardo hecho pocta, Mena de luz la. mirada, el corazén palpitando en la postrera esperanza que me dejé el infortunio. . . Esperanza que levanta mi espfritu 4 las serenas regiones de paz y calma, donde se asocian ideas de dulces horas de infancia; donde acuden en tropeles los recuerdos de lejanas horas de amor y de dicha, horas que traen nostalgias —u- de aquellos primeros labios que ruborosos temblaban dando el «si» y el «yo te amo», romance de tres palabras, preludio del primer beso ae Por eso todos 10s aos, cuando esas alitas blancas que anuncian la primavera se agitan entre las ramas despertando la sonrisa de las flores de la plaza, cruza en mi mente la idea de otra mariposa blanca, que en un pasado lejano descendié de una ventana vestida de enredaderas, abierta sobre esa plaza, y me trajo la sonrisa hecha mariposa blanca, de una mujer de ojos garzos y dulcisima mirada, mujer de ensuefio insofiado que abrié una dorada pagina en el libro de mi vida, pagina en que se sefiala la aurora de los amores, minuto floral del alma que s6lo una vez se vive. Carlos C. SANGUINETTI. Las definiciones de crimen Todos estén contestes en sostener que la crim‘nalogia es la ciencia del crimen_ pero superabundan divergencias tratindose de fijar el concepto de crimen. Uno de los mas esclarecidos cultores de la crimino- logia, D. Pedro Dorado Montero, ha negado categéri camente la posibilidad y utilidad de definir e) crimen. Para demostrar su criterio negativo comienza por poner de relieve lo inseguro y subjetivo del orden moral, manifestando la diversidad de criterios € igual valor de los mismos; y, como si esto no bastara, acaba por pre guntarse si hay hombres honrados y si los hay delin- cuentes, yendo 4 parar, como se conjetura desde sus primeras palabras, al mds perplejo excepticismo moral «Se ha tratado repetidamente, dice, de buscar un concepto del delito por su propia naturaleza é indepen- dientemente de la caracteristica legal; antes bien, con el objeto de ofrecérselo ya definido al legislador, para que éste supiera 4 qué atenerse y no pudiera convertir len delictuosos los hechos que no lo fuesen por si mismos. Empefio vano: 6 se ha tenido que abandonar la tentativa, 6 se ha acabado por reconocer que no hay otros delitos que los considerados y declarados tales en las leyes 6 por el arbitrio de los depositarios del poder suprimiendo éste, sea cual sea su forma y sus érganos, no hay ya lugar 4 hablar de delitos». -13 De aqui podifa inferirse que hasta ahora el tinico elemento de juicio seguro de que disponemos es la legis- lacién criminal. Pero surge una objecién: gAcaso esa legislacién no estd informada por un criterio ético deter minado, criterio que anima cada uno de los articulos del cédigo penal? Volvemos, pues, 4 lo anteriormente mani- festado, es decir, 4 la necesidad de justificar el criterio que domina en la legislacién criminal, consuetudinaria 6 positiva. ZY cémo justificarlo, si ya hemos sabido, por boca del mismo Dorado, cudn subjetivo y variable es cual quier criterio ético? El dilema es este: 6 el criterio es subjetivo 6 no lo es. En el primer caso, quedaria sin explicar la uniformidad de la conciencia social, como lo reconoce el mismo Do- rado en otro punto de la obra mentada; y en el segundo, aceptada la existencia de valores éticos objetivos, resul- tarfan injustificables las fluctuaciones del criminalista le- gislador, puesto que ya esté en condiciones de conocer 4 ciencia cierta la delictividad de tal 6 cual acto. En rigor, no puede decirse que los legisladores pro- mulguen normas éticas en nombre de tal 6 cual met fisica juridica. Precisamente el legisiador genial tiene un profundo conocimiento del espiritu y de la psicologia ética del pueblo que le cupo en suerte gobemar. Por grande que sea su ascendiente no podré jams imprimir modifica ciones radicales en la peculiar actividad espiritual de su pueblo. Adn cuando se consiguiera conquistar definitivae mente un criterio ético ideal que nos permitiere ofertar al legislador, como quiere Dorado, un concepto seguro del crimen, no seria muy evidente su eficacia en la evo- lucién juridica criminal del pueblo que le toca gobenar. No es esta una profesién de fe fatalista; pero es in- discutible que la experiencia juridica revela la necesidad de transigir con prejuicios, con costumbres anacrénicas, can ilogismos, etc., en la promulgacién de las leyes. En una palabra :¢l lesislador—diré—ampliando 'os pensemien- tos de la escuela histérica alemana, debe tener la visién Sn clara y penetrante de la herencia social que limita la ductilidad del espfritu individual y el grado de plasti- cidad social En el espiritu de un verdadero legislador no caben jacobinismos juridicos. Alguien dijo que en materia de ética no hay descubrimientos; y no los hay precisamen- tee porque las normas éticas son generadas por la expe- riencia social. Los creadores tle valores, segtin la enfatica expresion de Nietsache, s6lo existian en su imaginacisn hiperbélica ; La determinacién de los valores éticos consagrados por la conciencia social es el producto de la complejisima actividad econémico-psicolégica de la colectividad. La éti ca nada tiene que ver con el individualism absoluto. La psicologia social demuestra que el hombre es un animal gregario dominado por el instinto de imitacién : su espirita estd leno de elementos sociales. El lenguaje, mayor vincu- Jo social, que bien puede Mamarse el motor del pensa- miento, es, como ha dicho muy bien Shsmoller, la capi- talizacién simbélica del trabajo espiritual de la especie (1). La ética s6lo puede estudiar las manifestaciones yoli- tivas del hombre viviendo en sociedad. Por eminente que juera nuetra sutileza psicolégica, jams legarfamos 4 de- terminar el grado de actividad individual en la formacién del valor ético que la conciencia colectiva erige en dogma Y atin cuando consizuiéramos despe‘ar tal incésnita, para el psicdlogo lo esencial del problema estaria siempre en inquirir cémo un valor ético, que nace pretendidamente en la conciencia individual Hega 4 conguistar la consagra- cién de la conciencia social. Mas adelante, veremos cémo estas consideraciones nos darén los elementos esenciales para pensar en la posi- bilidad de definir relativamente el crimen. Por el momento, antes de discutir la definicién pre- conizada'por el criminalista belga Ham ene flemos- conv’ Bins trar el cardcter paradégico y negativo del criterio de Dorado. «Yo me inclino 4 creer, continta el distinguido pro- fesor de la Universidad de Salamanca, que no hay vida ni conducta honrada, 6 al revés, que es tal la de todos Jos hombres, «aunque en grado diverso». Lo que llama. mos vida honrada, normal, pacifica, aan en ¢] caso, mu frecuente de que no se halle manchada por yerdaderos delitos legales, que hayan permanecido més 6 menos ocultos, la constiiuye un tejido de hechos, en buena parte nocives para los demésy. Continita sosteniendo que la vida humana es un de- linquir constante y que cl obrar que decimos licito apenas se distingue del delictuoso. No puede darse nada més claro que el pensamiento de Dorado: si decimos que el criminal es tal porque co- mete actos revelados de maldad inflijida al préjimo, es evi- dente que todos somos criminales, adarme més, adarme menos, ptesto que para vivir, moral 6 amoralmente, siempre tendremos necesidad de contar. con un poco de infelicidad ajena. Aun sometiéndonos escrup.'ossm-nte 4 los mandatos del mds exigente dogmatismo moral no po- driamos librarnos de serklelincuentes, doradamente hablan- do, se entiende. El juez integérrimo haria obra de delin- cuente pronunciando un veredicto condenatorio, puesto que con ello se contraviene el mas intimo desco del criminal sel amor 4 la libertad, que nos cuidaremos bien de satisfacer con el egoista propésito de eludir un alto grado de aco- metividad amoral que redunda en detrimento de ta Celi dad de los que preconizan la justicia social Aqui, Dorado, 4 fuer de hombre més optimista, de- bid agregar que, si bien todos somos egofstas, que sélo nos movemos para mayor gloria del respective «ego», no debe identificarse igofsmo con amoralismo. El egefsmo, el hedonismo psicolégico son hechos; pero también es cier- i —16— to que el egoismo, como todas las cosas, tiene sus grados y calidades, ;Cabe confundir con justicia la naturaleza del egoismo de un jucz, por ejemplo, con la de un bandido de la talla de Musolino? ¢Son confundibles cuantitativ: vamente un degiello, un despanzurramiento con un lanci nante puntapié ? No es sélo cuestién de grado, si que lo es también de calidad. Y atin cuando lo fuere de puro «grado diverson, en esta variacién de intensidad estarfa el «quid» del pro- blema. Comprendemos que equivaldrfa 4 pagarse de qui- meras si intentdramos realizar una evaluacién mat cuantitativa de la criminalidad contenida en los actos humanos. El psiquiatra nis ducho no daria con el limite indis- cutible que pudiera existir entre la sugestivilidad pato- Iogica y la normal; y, sin embargo, no incurre en confucio- nes, no cree que ambos fenémenos sean idénticos por lo inseguro de Ia distincién cuantitativa, ‘Todos somos sugestionables en mayor 6 menos grado. ¢Cudndo podremos indicar el instante preciso cn que sa- limos de la sugestién normal para entrar en la patolgica? No lo sabemos: nadie ha puesto mojones entre ambas. Hay una cuestién de limites; pero el sentido comin, que al fin y al cabo no es tan despreciable mal grado ser cosa tan singular, asegura que en nom- bre de un conflicto limitrofe debemos cuidarnos bien de justificar una invasién desmedida, Dorado, co- mo que no es muy perito en cuestiones de limites, cree que lo mas acertado es confundir el dominio de la crimina lidad con el de la legalidad, declarando que no hay con- ducta honrada 6 que tal es la de todos los hombres, «aun- que en grado diverso». «Yo me pregunto, dice Dorado en plena perplejidad, 4 menudo por los hombres honrados, y no los encuentro. Del propio modo que si se prescinde de la caracteristica legal del delito, el delito desaparece, asi también, y co- mo consecuencia natural de ella, quitando la cuali- ficacién de honradez hecha por la ley, no hay hom- 17 bres honrados, 6 lo somos todos. O es tnicamente hon- rado aquel que jam4s ha sido objeto de sentencia penal condenatoria, sicndo criminales los que, por el contrario, han recibido condenas de esta clase, 6 de ‘prescindir de este criter’o judicial, externo, pero seguro. y conocido, no puede saberse que personas merecen el dictado de hhonrados y cuales otras el de delincuentes». 2Qué hay una «piccola criminalité», que hay criminales safortunati» y «scaltrix, como los llama Ferriani, que se libran unos y otros no de la mirada de la justicia? Convenide; pero de las imperfecciones del mecanis- imo judicial no debe inferirse la no delictividad de Jos actos El criterio negative de Dorado se explica: se ha cmpeiiado en determinar a delictividad de la conducta humana merced 4 un criterio ético ideal: no encontran- do este criterio, que bien pudiera lamarse la piedra filo: sofal de los moralistas metafisicos, l4gicamente debia ir 4 parar 4 la estéril petplejidad mentada. Tocante 4 la caracteristica legal del delito como ele- mento para intentar una definicién Libre d= todo aprioris- mo ético ideal, hemos de ocuparnos, previa discus'én del criterio de un criminalista menos excéptico que Dorado, en punto 4 definiciones del crimen, aunque més inge- nuo; me refiero 4 Haman, Contra la opinion de Ferri, expresada ast: «Creo, primeramente, que siempre hay tiempo para dar defini- ciones; porque estas no deberfan ser mas que sintesis d= andlisis que las ciencias nuevas, como la. antropologia y la sociologia criminales, no han levado 4 cabo atin. Siempre es un resto de habitos metafisicos el tener prisa por dar definiciones ante todo»—Hamon declara, por el contrario, que es perentorio y posible dar una defini- cién del crimen. Después de aquilatar cada una de las definiciones =e corrientes, termina preguntindose: ;Existe una definicién asi? No lo creemos. Y esta creencia continuara después de aducir la definicién de Hamén. Hela aqui: «Crimen es todo acto consciente que le- siona Ja libertad de obrar de un individuo de la misma especie que el autor del acton Ante todo, cabe preguntarse si Hamon ha evitado la deficiencia indicada en las definiciones de Ferri, Corre, Tarde, Manowvrier, Gorofalo, Colajanni, ete. :La defini- cién de Hamén exeluye, acaso, la variable caracteristica legal del crimen? De ninguna manera. En primer térmi- no, cabe preguntarse 4 qué clase de libertad hace alu- sién el autor. Si se refiere 4 la libertad civil, no olvide- mos que cl hecho de violarla no es crimen en todas las épocas y lugares. La libertad civil violada s6lo es cri- men en virtud de las disposiciones de la legislacién posi- tiva. La esclavitud hoy seria un crimen; no Io fué en la antigiiedad, en Roma, por ejemplo Como se ve, esta definicién no excluye la caracteristica legal del crimen. Por lo demas, no se explica porque ha de ser un crimen lesionar la libertad de un individuo. Con semejante criterio resultaria que las carceles, més que los cfiminales, van 4 parar las victimas de los cri minales, puesto que apenas habra individuo més criminal que el mismo juez del crimen, ¢Su funcién no consiste acaso, en lesionar la libertad del criminal? Y lo que es mds singular adn: la férmula del derecho, tal como la conciben Kant y Spencer, seria, segiin el c terio de Hamén, esencialmente criminal, puesto que la vida gregaria impone una reciproca delimitacién de Jas voluntades, 6, lo que es lo mismo, de la libertad individual en ventaja de la colectividad. La definicién es, ademés de vaga, exclusivista. «Es crimen todo acto consciente que lesiona la libertad de obrar de un individuo de la misma especie que el autor == del acto». No hay mAs que ver las palabras entre comillas, para convencerse de que la definicién es digna del més empecatado jurista discipulo de Descartes. 2Se ha el vidado Hamén de que en la antigiedad hubieron rel: giones zoolétricas? En el antiguo Egipto ningiin crimen mas grande que el de lesionar 4 los animales sagrados. De todo esto se infiere, pues, que la: definicién de Hamén es digna de ser repudiada por su propio progenitor Las definiciones que hemos terminado de criticar no han sido tra(das 4 colacién con el exclusivo propésito de evidenciar sus defectos. Motivos de mayor peso me han movido. En primer término, el ya en parte insinuado re- ferente 4 la imposibilidad de definir el crimen prescin- diendo en absoluto de todo criterio ético positive y por ende variable en el tiempo y en esapcio, que no debe confundirse con el criterio ético ideal que buscan los moralistas metafisicos; y en segundo, porque creo que desde e] punto de vista de la psicologia criminal es posible dar una definicién del crimen contando precisa: mente con los elementos repudiados por Hamén- ee La delictividad de los actos humanos puede deter- minarse de acuerdo con dos criterios: uno que pudiéra- mos llamar positive y otro ideal. En cuanto al segundo, destinado 4 evitar todo lo aleatorio y contingente en la definicién del crimen, puc- de darse como ejemplo todos los sistemas éticos perfec- cionistas. Spencer, si bien no os ‘perfedcionista & la manera de Kant, lo es en cierto modo, puesto que intenta deducir la nocién del crimen de las leyes naturales de existencia, es decir, de las acciones que tienden 4 generar la felicidad del género humano. ‘Otros en cambio, Garéfalo, por ejemplo, empleando el método inductivo, han tratado de ecogitar de en me- —20— dio de la extrema variabilidad de las formas del crimen, 4 través del tiempo y de! espacio, algunas formas esta- bles de delincuencia, que recibirian el nombre de «deli- tos naturales», El intento seria, 4 mi manera de ver, supérfluo, pues- to que si se pretende con semejante procedimiento conquis- tar una nocién del crimen por encima de la contingen- cia de las leyes juridicas, no echemos en olvido que no se podré llegar 4 ella sino en virtud del estudio prolijo de la evolucién juridica de todos los pueblos: y atin cuando se legara 4 descubrir el tal delito natural, éste ser'a preci- samente €l mds juridico de todos los delitos. Quieras que no, en este punto cardinal, es imposible cludir la esfera juridica, El crimen es un fenémeno social, eminen. temente juridico y_psicolégico. Me inclino 4 creer que serfa un estudio interesantisimo de psicologia social el de describir el determinismo psi colégico de la evolucién juridica. Verdad es que hay cuelas que lo relegan en segundo término: las de filiacién marxista. Pero no puede negarse que dentro del dina- mismo econémico de las sociedades existe un dinamis- mo psicolégico tan evidente y tan digno de ser estudiado como el primero si no nos dejamos obnubilar por el secta- rismo cientifico. Todos los criminalistas, merced al e=tudio comparati- vo de las formas del crimen, han legado 4 esta conclu. sin trivial, 4 fuerza de repetirla: las formas de) delito varian temporal y especialmente. Veamos algunos ejemplos: harto sabemos que el in- fanticidio y el aborto no fueron crimenes en Esparta Verdad cs que el infanticidio no era delictuoso en tra- tindose de nifios enclenques. Del mismo parecer fu Nictszche; sabemos que sintié tentacione la Roca Tarpeya En Egipto, en Persia y entre los Incas no era repro- bable el incesto. de restaurar at — Agamemnon, dice Tarde, no fué un criminal nato, ni siquiera de ocasién inmolando 4 su hija. La piedad es el mévil del parricidio entre algunos indios de la Patagonia. Actualmente los grandes centros urbanos ,¢l adulterio no pasa de ser un pecadillo venial. Mayor reprobacién al- canza en la campafia. ‘Bien pudiera ser, dice Tarde, com gracia, que en lo futuro la mania de versificar sea un fenémeno de ata- mo, un robo de vuestra jornada de trabajo hecho 4 la comunidad. Con Ia mayor buena fe cometemos actos que algin dia nos traeran fama de criminales natos Se ha dicho por otra parte, que en todos los tiempos y lugares ha habido crimines comunes, verbigracia, r0- bar y matar 4 las personas del mismo grupo. Pero esto no excluye la variabilidad, no autoriza 4 pensar en el tipo del crimen natural. Para una sociedad dada, tan natural y reprobable es el crimen que recibiria tal cali- ficacién como los demas que no caen en la cuenta de los lamados delitos naturales. ‘Ahora bien: veamos si la comprobacién de la variabi- lidad ética exclaye la posibilidad de definir el crimen. ‘Al discutir el criterio de Dorado, hemos adelantado algunas nociones fundamentales de psicologia social con el propésito de demostrar que si bien el crimen es va- riable & través del tiempo y del espacio, lo que la con- ciencia social de las diferentes épocas y lugares Ilamé crimen, estas calificaciones transitorias eran elementos dig- nos de ser tenidos en cuenta al intentar una definicién del crimen libre de todo apriorismo ético ideal. Descartando el criterio perfeccionista, y encarando el problema con criterio puramente biolégico, el crimen no puede ser més que la falta de supervivencia en un ambiente ético determinado. Por eso dice muy bien Va- —22— ccaro: «Todo individuo que forma parte de un grupo de animales gregarios est4 obligado 4 seguir un determinado género de conducta, 4 conformarse con las llamadas

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