debate
éPara qué ensenar y estudiar historia?
Andrea Sanchez Quintanar*
s ésta la pregunta que se repiten co-
tidianamente, semestre con semes-
tre, afio con aio, profesores y estudiantes
de diversos niveles educativos. En efecto,
la historia como asignatura escolar no ha
gozado de muy buena fama -salvo conta-
das y muy honrosas excepciones-; tampo-
cohasido considerada como una materia
interesante, atractiva, o al menos impor.
tante y necesaria dentro del curriculum
de cualquier ciclo escolar.
{Qué caso tiene aprender de memo-
ria fechas y mds fechas de un pasado
inmediato 0 -remoto, y nombres y mas
nombres de personajes desconocidos o
de lugares ignotos, que ninguna relacién
tienen conmigo y con mi entorno?”, se
pregunta el pobre escolapio, sometido a
la obligacién de memorizar, sin saber por
qué ni para qué, un montén de datos
extrafios, aparentemente inconexos, en
los que se convierte una disciplina defi
cientemente aprendida por el profesor, y
poco reflexionada por él mismo en cuan-
to su sentido profundo, epistemol6gico,
ético, antropolégico y social. De esta ma-
nera, en la mayor parte de las ocasiones,
la historia ensefiada se convierte en cro-
nologfa, erénica, descripcién, de “hechos
linicos ¢ irrepetibles” -segiin reza alguna
*Frofesara de tiempo completo en el Colegio
Historia de la Facultad de Filosoiay Letras de
a UNAM
10
instruccion metodolégica que alguna vez
conocié el profesor en su formaci6n pro-
fesional-, y que por lo mismo, s6lo guar-
dan una relacién causal, a veces inmedia-
ta, nunca profunda y proyectante, sin
sentido ni relacién con nuestro presente
y nuestro mundo.
El problema de esa mala fama de la
historia tiene su origen precisamente en
esta err6nea forma de concebirla, oen la
falta de otra concepeién profund:
téntica y vital, que permita ligar el cons
cimiento hist6rico con la vida actuant
presente de los individuos que la ensei
ya estudian y, por lo mismo, con la com
prensién de los problemas de su socie
dad, local y mundial.
El origen de tal problema se encuen-
tra, en buena medida, en los propios cul-
tivadores profesionales de tal conoci-
miento, en los historiadores, sobre todo
en los Consagrados por la fama, quienes
han desdefiado ocuparse de reflexionar
sobre los problemas que presenta la di-
fusion de la historia, sea en su forma de
ensefianza escolar, 0 en otras diversas
maneras. Convencidos de la importancia
de su ciencia, los historiadores profesio-
nales no han considerado ingente la ne-
cesidad de llevar su conocimiento a todos
los sectores de la poblaci6n, en tanto
trata de un conocimiento necesaric: =>
dirfa que indispensable. El hecho de ose_
suceda lo mismo con otras ciencias no es
disculpa, sino mal de muchos.
iCual serfa entonces, en este momen-
to, el papel del historiador, en este mun-
do actual, terrible y maravilioso, enel que
Jos humanos estamos enfrentando las cri-
sis que nosotros mismos hemas provoca-
do?, icusl es el sentido del quehacer his-
térico?, ise trata de un saber de altisimo
nivel, propio s6lo para unos cuantos inte-
resados en extraordinarios descubrimien-
tos de archivos insondables?, ‘es un me-
ro conjunto de anécdotas curiosas pero
intrascendentes?, Ges, segin afirman al-
gunos, la teoria de las acciones revolucio-
narias? En otras palabras, icudles son los
retos alos que se enfrenta el historiador,
no ante los cambios historicos en general,
ni ante cualquier cambio historico, sino
ante las crisis brutales, conmocionantes,
que se nos presentan ante los ojos en este
momento? ¥ de todo ello, aque se debe
ensefiar, qué se puede estudiar...?
Para responder atales cuestionamien-
tos, conviene partir de ua principio: en la
complejidad de las crisis del mundo con-
tempordneo, todos lo seres humanos de-
bemos considerarnos parcialmente res-
ponsables de ellas y, al mismo tiempo,
comprometidos en su solucion. Somos
responsables de ellas, al menos por abs-
tencién, en la minima medida en que
nuestro desinterés 0 ignorancia nos ha
impedido el conocimiento y la compren-
sion de los procesos sociales y por lo
mismo, nos ha impedido nuestra partici-
pacién en ellos, por lo que no hemos
cubierto nuestro compromiso de contri-
buir a su soluci6n,
No me refiero, por supuesto, a una
participacién practica, material -que se-
rfa imposible- en todos los sucesos del
mundo: icémo resolver la crisis del socia-
lismo, ef desmembramiento de la URSS,
Jos problemas del llamado Oriente Medio?
me
que implica conocimiento y compremsiée
de los principales acontecimientos m= aac
cen en el mundo y que afectan a vice ae ia
humanidad entera en general, y de mucstre
sociedad en particular. De es ==nera
podremos entender, por ejempin. & isis
de regresi6n hist6rica que para el pueblo
cde México significan las reformas ala Cons-
tituci6n, ahora en curso, y tomar una posi
cién al respecto.
Laignorancia noes atenuante de culpa-
bilidad, segiin los juristas. Pero, iatenciGn!:
en el caso de los historiadores, particular-
mente si somas maestros de historia, la
ignorancia, y sobre todo el desinterés y su
difusién, soa agravantes que conllevan sen-
tencia de pena capital,
Sentencia de muerte, si, porque la his-
toria es, o debe ser, un conocimiento vital.
Es decir, un conocimiento siz ¢i cual no sea
posible vivir.
Esto, que parece una afirmacka cxage-
rada, tiene como fundamento um concep-
ito de la vida humana que explico breve-
mente.
Elser humano es el ser de la autogno-
sis. Es decir, es el tinico ser que se conoce
asi mismo, que se piensa a sf mismo, que
reflexiona sobre sf mismo. Y ello es asi
porque el Hombre se identifica con y se
rencia de “el otro”: se reconoce en
los otros seres humanos desu entorno, de
susociedad, de las sociedades de su tiem-
po, y debe reconocerse en los hombres de
las sociedades de otros tiempos.
Quien no lo hace asi, no vive una ex-
tencia plenamente humana; en cierto
sentido, puede afirmarse que se tiene una
existencia més alejada de la humaridad
plenay mas cercanaala animalidad, Esto
es, el sentido verdaderamente humano
de la vida reside en la pre-ocupaciéa por
si mismo, pero a través de la pre-ocupa-
cién por los otros. Es el sentido de la
“otredad”, es del “discernir y trascen-
ier”; es la sublimacién de lo humaro en
el paso del “yo” al “nosotros”.
En este sentido, la historia ¢s un cono-
cimiento sine qua non: s6lo a través del
reconocimiento de los procesos vives, vi-
tales, que son mis antecedentes, que me
constituyen, me reconozco como parte
de una comunidad, de su entorno cultu-
ral, Por conocer el pasado, entiendo el
presente y me ubico en él
Y s6lo de este modo puedo actua: con
plena conciencia de mi y de mi entorno,
entender y asumir los procesos sociales y
tomar posicion conciente respecto de ellos.
Este es el actuar “plenamente humano”
al que me referi anteriormente; en con-
clusién se trata de la conciencia histérica
que es deber de los historiadores hacer
patente en los hombres y mujeres de su
sociedad.
Es por ello que el conocimiento de Ja
historia tendria que ser comin a todos los
hombres y mujeres, independientemente
12
de los oficios que ejerzan, los estudigg
que alcancen, la edad que tengan y |,
clase social en que se ubiquen, De ah Ia
importancia que adquiere, entonces, Ig
difusién del conocimiento de la historia
sea en su forma estrictamente escolar -en,
lo que puede entenderse propiamente
como “ensciianza de la historia”= 0 ep
cualquier otra forma de comprensién, pro.
yeccion y andlisis, bien sea a través de log
medios de difusion de masas, las confe.
rencias, los articulos y los libros, los mu.
se0s, el cine, el teatro, o el que se quiera
proponer.
En este punto hay que sefalar que
para que este propésito puede realizarse,
el historiador que lo persiga debe reunir
varias condiciones: en primer lugar, debe
tener plena conciencia, en la razén yen
la emoci6n, de la imprescindible necesi-
dad del “conocimiento histérico para to-
dos”; debe conocer el medio al que se
aplica su conocimiento y su labor de di-
fusion -sea éste el especializado cenéculo
de los consagrados 0 el cotidiano grupo
escolar de secundaria-, en funcién de é!,
debe ejercer la selecci6n del conocimicn.
to para la difusi6n, de acuerdo a sus pro-
pios postulados tebricos, debidamente for-
mulados y asumidos. Debe, por lo tanto,
tener muy claros sus propésitos y sus
fundamentos. Desafortunadamente, co-
mo sefala un prestigiado autor:
muy pocos historiadores comienzan sus obras,
tratando de definir su proyecto. Les parece
evidente que se dirigen en primer lugar 'a sus
iguales’..y después al piblico ‘culto' en dispo-
nibilidad con buena voluntad, y respeto para
instruirse con los que "hacen la historia’
“Jean Chesneau. dFfacemos tala rasa del pasado? A
Propisito de la historia y de los historiadorss
Trad, Aurelio Garzén det Camino. {1a, ed. Mév-
co, Siglo XXI, egitores, 1990. p.9Yo afiadiria que algo similar sucede
conel profesor de historia, guardando las
proporcioncs, en relacién con sus alum:
nos, especialmente si se trata de estu-
diantes del nivel de educacién media. No
concibe la ensefianza de la historia como
un proyecto de trabajo conjunto -que ¢
como concibo todo proceso educativo-,
enel que participan dos elementos que
se intercomunican, Menos ain se refle-
xiona en la atencién y el conocimiento
que cl educador debe tener en relacion
con el educando, para poder realizar ade-
cuadamente la construccién y recreaciéa
de conocimientos, ideas, valores, y todas
los demés elementos que constituyen la
educacién.
En otras palabras, el historiador pue-
de esperar ser ofdo, leido, comprendido,
aprovechado sdlo sitoma en considera-
cidn al destinatario de su “saber”. No
puedo extenderme aqui en las maltiples
consideraciones que implica este conod-
miento del otro: del lector, del oidor ode
televidente de la historia! En otro lugar
habrd de hacerse. Pero es pertinente se-
falar que el destinatario del conocimien-
to historico no sélo es ese puiblico culto
del que se hablaba antes:
la historia en efecto es un saber intelectual que
concierne a medios muy amplios: millones de
alumnos frente a su manual, de televidentes
eligiendo su programa, de lectores de revistas
populares, de turistas visitando un castillo 0
tuna catedral
Acellos, dice Chesneaux, es a quienes
deberiamos dirigirnos, pero
es tan rigida la reclusién de los intetectuales en
nuestra sociedad que se puede decir que... las
puertas invisibles de nuesteas universidades se
hallan tan herméticamente cerradas como las
de las fabricas de los grandes complejos indus-
triales o las de las unidades hospitalarias~
Podriamos referir la cita de Chesneaus,
més que a las instituciones mismas, a Is
*Tpidem, p. 10.mente de nuestros intelectuales, cuyas
torres de marfil constituyen verdaderos
bunkers inexpugnables, dentro de los cua-
les creen salvarse del “demérito” de de-
scender a impartir su saber a través de la
dovencia, o de otros medios de difusion
tanto 0 més populares que ése: libros
para nifios, revistas femeninas y masculi-
nas, periddicos deportivos, programas de
television, y muchos més,
Frente al desinterés de muchos histo-
riadores por la difusién a sectores am-
plios de la poblacién, resulta aterrador
darse cuenta de la forma en que el impe-
rialismo cultural capitalista obliga a bo-
rrarlaconciencia hist6rica de los puzblos
que la poseen en alto grado, como es el
caso del nuestro. No es dificil darnos
cuenta de la paulatina reducci6n y desa-
paricién de la historia en los niveles 2sco-
lares de primaria y secundaria y de la
consecuente dificultad de estudiarla, com-
prenderla y amarla en el bachillerats. Ex
Ja televisién, en las historietas 0 “co-
mics”, en las revistas populares, priva el
presentismo y se olvida no s6lo el pasado
sino toda relacién de antecedentes, se-
cuencia y consecuencia, desarrollo, ori-
gen y causa necesarias. Por lo mismo, el
pasado no cuenta como fundamento ni
como causa; el acontecer es el diario
transcurrir de lo fortuito, del azer; el
hombre y la sociedad no pueden com-
prender y mucho menos conducir, los
acontecimiientos que se producen de ma-
aera fatal, inesperada, ajena e inevitable.
Importa mucho senalar entonces, que
este proceso de aniquilacién ideolégica,
no se produce en otros paises con mayor
conciencia histérica, al menos de la mis-
ma manera. Tal es el caso de algunos
pueblos de Asia y Africa que
viven intensamente su relaci6n con el pesas-
perose burlan soberanamente de producie mis
‘de nivel internacional’, de brillar en los i
14
Ahi no existe una crisis del saber his.
torico, como si existe en Occidente, tants
entre los productores como entre los con.
sumidores de ese saber.
Curiosamente, en México, se produjo
un fenémeno similar, en lo que se refiere
a vivir la intensidad de una relacién coq
el pasado, a todo lo largo del siglo XIx
y durante las cuatro primeras décadat
del XX. En la primera parte, motivadg
por la construccién de la nacién inde.
pendiente, con su territorio, su pueblo y
su gobierno debidamente consolida
sustentados en el fundamento de la his,
toria, y con el proyecto hacia el futuro de
figurar entre las mas avanzadas naciones
de Occidente.
En la segunda parte, el siglo XX, se
tascatz 2 concrecién de los anhelos de
gascicte social, manificstos en la partici
=zcisa popular de la lucha revoluciona-
iniciada en 1910 y pospuesta en sus
‘sspiraciones, quién sabe hasta cuando,
Estos proyectos, con su base en el pa-
sado histérico y su meta en el futuro cer-
cano, presentaban miltiples problemas,
-sobre todo en virtud de la cercania de a
potencia imperialista del Norte-, pero n0
dejaban de reconocer sus orfgenes histé-
ricos y de sustentarse en ellos, con una
concieacia que hoy parece cl exiremo
opuesto del proyecto gubernamental con-
temporneo que encabeza, con su pro
yecto de modernizacién educativa, entre
otros, él aniquilamiento de la conciencia
histéricay, por lomismo, de la conciencia
social,
Segtin parece proponer la ideologia
de la dominaci6n, “hay que vivir el pre-
sente; hav que desinteresarse del pasa-
yeidem, =ROMP ST RPO
do”. Se pierden de vista los puntos de
referencia que permitirian criticar radi-
calmente el presente y definir asi pera el
porvenir, la exigencia de una sociedad
cualitativamente distinta. El capitalismo
se identifica con el nico porvenir posible
para él: el suyo propio,
Por su parte, segiin sefiala Chesneaux,
refiriéndose a los historiadores que no
toman conciencia de lo anterior:
El saber hist6rico, atrincherado tras de su ob-
jetividad, finge ignorar que refuerza, con toda
la autoridad del tiempo, el poder de esa institu-
cin o de aquel aparato (de Estado).*
Es por ello imprescindible responder
a uno de los retos que nos lanza esta
situacién: reivindicar para el conocimiento
historico, su caracter de relaci6n fundan-
te del presente: es decir, reconocer ypro-
clamar en todos los Ambitos que los pro-
cesos hist6ricos constituyen la base. st
fundamento, el origen, de los acontec-
mientos actuales; ensefiar a enten
asf, para lograr una mas adecuada com-
prensiOn del mundo en que vivimos 5 d=:
que somos responsables. El present? “nc
necesita del pasado sino en relaci6a cox
el porvenir”. No se trata simplemen:e de
conocer el pasado para comprender el
presente y quedarse ahi, como sefiala el
historicismo; se trata de aplicar a le his-
toria la Tesis 11 sobre Feuerbach, de
Marx: es necesario transformar el mun-
do’, 0 al menos, defenderlo.
Es cierto que para cumplir estos pro-
pésitos los historiadores enfrentamos mu-
chos obstéculos. Entre ellos, y no es el
menor, esté el implicito y olimpico des-
precio -o al menos desvaloracién- con
que se considera a la docencia ya todo lo
que se denomine “ensefianza”: como una
{bidem, p. 36.
> Carlos Mary, “Tesis sobre Feuerbach” ex Ofaras
Escogidas Moses, Editorial Progreso. ¥
labor inferior, “de segunda”, por abajo
del elevado rango de la investigaci6n. Es
tan grave y tan extendida esta considera-
ci6n. que se encuentra atin entre los pro-
pics Bhtoriadores, quienes serian los pri-
moezos obligados en tratar de superarla.
No pretendo hacer aquila apologia de
la docencia -aunque sera necesario ha-
ceria en algin momento-, sino sefialar
que todas las formas de difusion del co-
nocimiento hist6rico son formas de ense-
far la historia. En distintos ambitos, de
diferentes niveles, de diversas maneras,
con variadas metodologfas, a partir de
variados lenguajes, el historiador debe ser
conciente de que siempre esta “ensehian-
do historia”. Pero a partir de esta con-
ciencia, no debe desdefar las formas de
difusién amplia de su disciplina, porque’
los problemas de la ensefianza de la his-
toria no son cuestiones propias de peda-
goges. S6lo quien construye el conoci-
miento, en una perspectiva te6rica y em-
pirica, puede conocer las orientaciones
que son necesarias para su difusion, en
diferentes niveles y ambitos.
vomparto la idea de que el conoci-
micato cientifico tiene como propésitoel
15
a|
|
|
|
ser titil a la sociedad. Y la tinica manera
de que los miembros de esa sociedad
puedan beneficiarse de tal conocimiento
es aprehendiéndolo y aplicandolo a la
realidad. Por lo tanto, el conocimiento
histérico, como toda ciencia, debe ser
conocido y aprovechado por amplios sec-
tores de la sociedad. Las caracteristicas
del cémo, en qué medida, a través de qué
medios, con qué interpretacién, constitu-
yen precisamente los desafios aque hade
enfrentarse la comunidad de los historia
dores para resolverlos.
Entramos aqui a la segunda parte de
nuestra reflexién: algunos problemas de
laensefanza de la historia. Ante la impo
sibilidad de desarrollarlos todos en este
breve espacio, me limitaré a enunciar los
que considero iniciales, a reserva de pe-
netrar en ellos en otro lugar, més amplis
y profundamente.
Si consideramos a la historia como un
conocimiento necesario para todos, nos
topamos con un primer problema: sc6-
mo dar a conocer la historia a todos los
seres humanos?, écémo se difunde el co-
nocimiento hist6rico a los individuos de
diferentes niveles escolares, a los que al-
canzan educaci6n escolar? y Ac6mo a to-
dos aquellos que, habiendo tenido un
limite en su educacién escolar o incluso
sin siquiera haber ingresado a clla tam-
bién requieren de este conocimiento? Es-
tas interrogantes nos llevan de nuevo al
hecho de que los historiadores no hemos
considerado sulicientemente las distintas
formas en que le historia se da a conocer
6, mejor dicho, las diferentes maneras en
que damos a conocer Ia historia.
Surge de aqui un siguiente problema:
es indispensable revisar, estudiar, anali-
zar, todas los medios a través de los cua~
les se ensefia la historia, pesc a que el
propésito especifico de cada uno de es-
tos medios no sea el educativo. Tal es el
16
caso de la television, la prensa +en todas
sus modalidades: diarios, revistas, histo.
rietas, etc.-, el cine, el radio, el teatro y,
desde luego, los medios escolares y los
paraescolares, como conferencias, colo-
quios, simposios, museos y otros por el
estilo.
Un tercer problema lo constituye el
hecho de que la construccisn del conoci-
miento histérico sigue diversos caminos
cuando se investiga o cuando se ensefia
No se trata s6lo de problematizar, inves.
tigar, claborar el conocimiento histérico,
sino de darlo a conocer, proyectarlo, trans.
mitirlo, a través de distintos medios a
distintos pablicos, a diferentes sectores
que pueden captarlo y que podrfan tener
interés en conocerlo, incluso cuando no
hayan descubierto este interés dentro de
ellos mismos.
De aqui tendria que derivar una linea
de trabajo extraordinariamente amplia,
que apenas empezamos a abordar algu-
nos historiadores interesados en el asun-
to, todos con experiencia docente. Esta
veta de investigacion podria lamarse “Ca-
racter(sticas y problemas en la ensefanza
dela historia”, y habria de abordar desde
los aspects tebricos, -epistemol6gicos,
éticos, metafisicos, logicos y, por supues-
to, metodolégicas., hasta los aspectos psi-
copedagégicos y aun diddcticos de los
procesos de construcciéa de la historia a
través de la ensefianza.
Resulta casi obvio que la parte nuclear
de tales estudios est4 conformada por los
aspectos del contenido histérico que se
mancjan al ensefiar historia. Caben ea
esta parte los problemas de la selecciéa
de los contenidos que han de incluirse en
la ensefianza, tomando en cuenta multi-
ples factores como el nivel y el grado en
que se imparte la materia, la preparacién
y antecedentes de conocimiento de los
alumnos que la estudian, las condicionesreales de trabajo -que permitan contar
con ciertos recursos auxiliares-, el tiem-
po didactico con el que se cuenta, y mu-
chos més.
De indole especifica es este conjunto
de problemas que se refieren alos aspec-
tos pedagégicos, y que deben articularse
orgdnicamente con aspectos teéricos y
facticos de la historia. Ante el desconoc-
miento enciclopédico que de teorfas y
practicas educativas tenemos todos les
que no somos pedagogos, corremos el
riesgo de dejarnos deslumbrar por les
disquisiciones tedricas, metodol6gicas y
prdcticas, particularmente las de nuevo
cufo, que provienen de los expertos con-
sagrados por la institucionalidad.
Lejos de mi la intencién de negar im-
portancia al conocimiento de teorfas y
practicas educativas para los docentes de
historia, Es importante estar enteradosy
actualizados sobre tales asuntos. Siz =~
bargo, dicho conocimiento no puede 25%
carse sin andlisis, 0 sin mayor preoca=
cién por su especificidad, estableciend=
una vinculacién con el conocimiento cien-
tifico que se ensefia, asi como con las
condiciones reales de su practica. Tal
aplicacion requiere de una profunda re-
flexién y del establecimiento de relacio-
nes muy precisas y casuisticas con la si-
tuaci6n educativa concreta que s6lo el
profesor-historiador puede realizar
De esta manera, los aspectos de la
investigacion educativa en el caso de la
ensefianza de la historia, que serfan de
primordial importancia, tendrian que ir
encaminados a la forma en que se realiza
a produccién del conocimiento en la en-
seftanza, a través de los factores actuan-
tes, educando y educador. Para ello ade-
més de los requerimientos que la propia
orientacion pedagégica imponga, seré in-
dispensable considerar los elementos cate~
goriales de la construccién del conocimien-
to hist6rico, a partir de su ensefanza.
M@ refiero con esto a los procesos del
cto y de la psique a través de los
cazks se produce y se reproduce la his-
en la mente de quienes la “apren-
17ene
den” y, en el mejor de los casos, la apre-
henden, Asi, el profesor historiador ha-
bré de plantearse como interrogantes:c6-
mo capta el educando la temporalidad
histrica?, écémo penetran en su mente
los conceptos -aplicados a realidades del
pasado-, de periodizacién, duraci6n, per-
manencia, cambio? De la misma manera,
deben formularse como problemas las
formas en que se entiende el concepto de
espacio hist6rico, socialmente consirui-
do y ubicado en un tiempo especiiico,
que va mucho més alld de la bidimensio-
nalidad de un mapa.
Habran de formularse también distin-
tas formas de abordaje -quiza una por
cada tema 0 periodo histérico-, para in-
tegrar el concepto de la “historia total”
postulado por Pierre Vilar® para com-
prender el pasado como un proceso vivo,
vivido y vividamente percibido, y no como
ese bloque de granifo [rio. nétreo y ex:
nime en que S22 conversa la historia
tantos aburrides cmniesores que ignoran
su sentido vital.
El drea de imesigaciée que propongo
comprende tambié= 2 percenci6n vital del
individuo en la bisoria, el problema del
“sujeto dela historia” -en sus distintas pro-
puestas tedricas-, el problema del determi-
nismo y, en fin, todos aquellos diversos
aspectos del abordaje del conocimiznto
histérico, siempre entendidos a partir de la
forma en que se proyectan y se captan en
las diferentes manifestaciones de los pro-
cesos educativos
Todo ello s6lo tendr4 sentido si el
profesor-historiador es capaz de esta-
blecer la relacién existente entre el pa-
sado y el presente, Suelo afirmar, etre-
vidamente, que no tiene sentido ease-
Pierre Vilar. “Historia Marista. historia en cons-
truccién,
far ningiin fenémeno hist6rico que ao
tenga una relacién con el presente, Tal
afirmacién, que parece exagerada, es en
realidad tramposa, pues todo el proce.
so hist6rico tiene relaci6n con el pre.
sente, si bien dicha relaci6n no siempre
es directa, menos lineal, y casi nunca
evidente “a simple vista”. Tarea del pro.
fesor-historiador es pues estudiar y evi.
denciar la forma en que los fenomengs
hist6ricos, su concatenaci6n, sus conse.
cuencias, su proyecci6nenel tiempoyen
el espacio tienen que ver con la vida
nuestra, actual y activa,
Silos problemas hist6ricos logran cap.
tarse y mostrarsc en esta vitalidad, la his-
toria podrd ser un conocimiento atracti
vo, interesante, ¢ incluso divertido yame-
no, en vez de ese monolitica costal de
datos, farragosos, aburridos y sin rela-
cién con el “sf mismo” que somos cada
quien, y con el entorno que es nuestra
circunstancia y que nos constituye, tanto
‘como nuestra propia Fisiologia, segtin aquel
previsor aforismo de Talleyrand: “Tanto
como naturaleza soy historia”.
Sélo de esta manera tendré sentido
ensefiar y estudiar historia -en todos los
terrenos no profesionales-, conla certeza
de estar descubriendo los procesos vita-
les que nos constituyen, para adquirir asf
la plena soberanfa de nuestras concien-
cias, para poder realizar el pleno ejerci-
cio de nuestras facultades humanas: El
conocimiento de la historia nos posibili
tard entonces la participacién en la reali-
zacién de la historia,
Los procesos sociales transcurren, de
todos modos; los cambios sociales se pro-
ducen, independientemente de una 0 va-
rias voluntades individuales; entender su
sentido, a partir del conocimiento de sus
antecedentes, nos permite ser agentes ac
tivos y no meros abjetos pasivos de nues-
tra propia vida