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introd ofrece unt guia accesible al pasado, presente y finturo ce a historia cultural, tal como se ha cultivado en el mundo de habla ingles, la Europ: continenta sudamériea y otros lugares Burke comienza con un examen de la etapa ica» de fa historia culural, asaciada a Jacob Burckhardt y Johan Huizinga, y de reicciéin marxista, desde Frederick Anral hasta Edward Thompson. Luego recorre el desarrollo de ta historia culcural en iempos mis recientes, | centrindose en las obras de la iltima generacién, descrita a menudo como Ia «nueva historia cultural». Sinia ta historia cultural en su propio contexto, advirtiendo vineul cenfoques del pensamienco y la eseritura feminismo, los estudios poscoloniales y un discurso cotidl el que la ides de cultura desempefia un papel cada vex mis relevante Qué cs la historia cultural? es un cexco esencial para todos los estudiantes de historia y para todos aquellos que cursen estudios culturales, antropoldgicos y litrarios. A Beeeictta 10h des la historia cultural? C PETER BURKE www.paidos.com _» ¢QUE ES LA HISTORIA CULTURAL? Dg, we rain "sie mata a el mercada si. “My ways PAIDOS ORIGENES Uhimos ttle peblicador: 13, E.Zolla, Lar mitcor de Ocilont, I 14, E.Zolla, Las mfvios de Occdente, Ht 15, E,Zolla, Los méstias de Occidente, HE 16, E, Zoll, Los mistces de Oectdente, 1V 11, 8. Whiield, Le vide en la ruia de le sede 18. J Freely, En ef serrallo 1. J Lamer, Marco Pol yal dessubrimiento del mndndo 26. B.D. Ehtmnan, Jess of profetsjadfo apocaliprco 21, J, Flot, Ceballos eabalieria en la Edad Media 22. LY, Calvet, Historie de le escrtera 23, W, Treadgold, Breve bistria de Brzancro 24, K. Armstrong, Una bistorte de Dios 25, E Deesciani, A ols del Nilo 26, G. Chaliand y J-P. Ragcau, Ales de fos ionperios 2. JP, Vernant, 2 indie, ka muerte y el emor ex ta antigua Gresia DR TS Wick, Ln waimolans solr miter griges 28. J-P Vernant y P.VidalNagquet, Mito tragedia on le Grecia antiguas, vl. 30. J-P Vemant y P-VidakNaquet, Mito y trogen en ls Grecia antigua, vol I 31. 1. Metea, Historia dele imolerencis en Bunope 32, P Butke, Historie sci! del canocimionio 33, G. Leice, Mesmpotasnia 34. J Salier, Arla de fos pebios del Asia meriional yeriewal 35. D, C Lindberg, Los iniios de la ciencis occidental 36. D. I, Kerccr y M. Barkagli (comps,), Historia de le fara europea, 1 37. DL Kertztr y M, Barbagli (comps), Historia dele fama eurmpce, It 38D. Kenzer y M. Burbugl(comps.), Historia de l fennitia ewropea, UL 39, J.M. Blom y Sh. 8. Bai, Item 40. J. Dugas, La vida edtwrat em Europe entre ox silos XIX y XX 41 J, Broton, El bazar del Reracimionto 42, J.Le Goll, Bn busca dela Edad Media 43. Ta. Dutous La ciedad mediovel 44, D, Baiseret, La reoccién cartognifisae Europa, 14001800 45, F Selb, La fundaién de Europa 46. M, Restal, Los sete mito dela conguite pals 47. P.Grimal, Historie de Roma 48, J, Seller, Atlas de los preblor de Africa 49. J. Le Golf y N. Tong, Una historia del cuerpo ev ls Edad Media 50, A. Kenny, Brece histori de la filorfia occidental 51, R Mankiewicn, Histo de las mateméticas 32. B. Lévécue, El mando belenstico 33. PB, Que er la histori exteral? PETER BURKE éQUE ES LA HISTORIA CULTURAL? Bulg rant *, Lafatocapia na mata es Za allt, = D>, almercada si. & “ty yay 2 PAIDOS ‘Tulle original What és Cultural History? Originalmente publicado en inglés, en 2004, por Polity Press Led, Cambridge, RU Ent edicidn ha sido publicada con permiso de Polity Press Lad ‘Tinduccién de Pablo Hermida Lazcano Cobierta de Joun Batlle (Qustanrgroumente roid, sn earn era delat eu del py, ‘i Ic unas miedo nl je, le sepeeion tn pc Geena ton ft ‘cunlgu melieo procaine, cerned I prota el tain ifort, leds dasfenplace cla mainte gust» psteao patone, © 2004 Peter Burke (© 2005 de la traducci6n, Pablo Hermida Lascano (© 2006 de odaslas edicanss en custelana, Ediciones Pai thesia S.A. Mariano Cub, 92 - 06021 Barcelona hitp//ww-pados. com ISBN: 64-195.1890:8, Depéako legal B.41.519/2005 Ipreso en Grifiques $2, S.A, ‘Av Can Sueurats, 91 - 04191 Rub (Barcelona impress ex Kapaa - Printed in Spain Agradecimientos . Introduccién .... vv Sumario LA GRAN TRADICION .. La historia cultusal clésica . Retratos de une época ... De la sociologia a la historia del arte La gran diéspora . Cultum y socieded El descubrimiento del pueblo. PROBLEMAS DE LA HISTORIA CULTURAL , De vuelta alos clisicos ...... Debates. marxistas Problemas de la historia marxista Las paradojas dela tradiciéa ........ Cuestionando la cultura popular... ¢Qué cs la cultura? .. EL MOMENTO DE LA ANTROPOLOGIA HISTORICA La expansion dela cultura Explicaciones culturales . El momento de la antropologia hist6riea u B 19 20 20 2 21 29 32 35 35 38 39 41 42 4 4 47 49 51 . DE LA REPRESENTACION A LA CONSTRUCCION, 2008 85 LA sistoms CULTURAL? Bajo cl microscopio Pescolonialismo y femi ismo GUN NUEVO PAKADIGMA? Cuatro teGricos ....... Lar voces de Mijail Boia... La civilizacién de Norbert Elias . Elrégimen de Michel Foucault. Los usos de Pierre Bourdien Pricticas La historia de la lectura « Representaciones ......, Orientalisina en la mnisica .... La historia de la memoria... Cultura material . Le historia del cuerpo « Revolucion en la historia cultural? El nacimieato del constructivismo ... Reutilizando a Michel de Certean ...... 2... La recepeién de ta literatura y del arte... La invencién de la invencién ... Nuevas construcciones . . La construccién de la clase y el genera... La consteuccién de conaunidades La construccion de la monarguia os La construccién de identidades individuales Actuaciones y ocasiones . La escenificacton de la historia cultural La aparicién del ocasionalismo Deconstruccién . eMAS ALLA DEL Gro CULTURAL? El retorno de Burckhardt ..... Politica, violencia y emociones ... La bistoria cultural de la politica La historia cultural de ta violencia . La historia cultural de las emociones . sumatuo La historia cultural dela percepeién .. La venganza de Ia historia social . Fronteras yencuentros .......+ La interpretacion de lot encuentras culturales La narraciéa en la historia cultural . Conclusién Seleccién de publicaciones: lista cronolégica Para seguir leyendo . Indice analitica y denombres .. 136 139 143 146 149 153 155 159 163 Agradecimientos Llevo tantos afios dando clases y conferencias sobre historia cultural quees dificil recordar quign hizo aquel itil comentario o esa provocetiva pregunta, pero lo que sé es que he aprendide mucho de Ia conversacién yde los ercriter de varios de los histariadarne disentidne en este lihrn, inchiidos Keith Thomas, de Oxford, Daniel Roche, Roger Chartier y Denis Crouzet, de Paris, Natalic Davis y Robert Damton, de Princeton, cchistoriadores holandeses entre los que figuran Anton Blok, Jan Brem- mer, Rudolf Dekker, Florike Egmond y Herman Roodenburg. Sobre la historia de la memoria he aprendidoescuchando a Aleiday Jan Assmann ya Jay Winter, Las discusiones con Patrick Chabal mientras escribia su libro sobre el anilisis cultural dela politica, Culture Troubles, me ayuda- ron definir mis ideas, amén de informarme sobre una disciplina ce:- cana, También aproveché los comentarios de lectores andnimos sobre a propuesta original, esi como sobre la pentiltima versién del libro. Estoy especialmente en deuda con mi esposa, otra historiadora cul- tural, Maria Licia Pallares-Burke. La conoci cuando me invité a impar- tir una conferencia en Ia Universidad de Sio Paulo sobre ala llamada ‘nueva historia», Hemos discutido en muchas ocasiones sobre historia cultural, sobre todo duraate laedicin de sulibro de entrevistes As mu- tas faces da histéria: nove entrevistas.* Ella también ley6 el manuscrito de este libro y, como de costumbre, hizo algunas sugerencias indispen- sables para mejorarlo, Este libro es para ela, * Thad, cast: La mun bistoni: mueve entrvtas, Granada, Universidad de Granada, 2005.40. del 1) Introduccién La histocia cultural, antafio una Cenicienta entre les disciplinas, olvidada par sin hermanas de mis éxiro, se redesenhrid en la década de 1970, como sugiere la lista cronolégica de publicaciones incluida al Final de este libro, Desde entonces goza de un renacimiento, al menos en el mundo académico; la historia oftecida en televisién, por lo menos en Gran Bretaiia, sigue siendo predominantemente militar, politica y, en ‘menor medida, social, Para alguien como yo, que leva unos cuarenta aos cultivando Ia disciplina, este resurgimiento de! interés resulta su- mamente geatificante, si bien precisa todavia una explicacion. EL propésito de este libro es precisamente explicar no sélo el redes ccubrimiento de a historia cultural, sino también qué es 0, o mejor dicho, qué hacen los historiadores culturales, prestando atencion a las vatian- tes, los debates y los conflictos, pero también a las preecupaciones y las tradiciones compartidas. Al hacerlo, tratara de conjnpar dos enfoques ‘opuestos pero complementarios: un enfoque intemo preocupado por la resolucién de problemas sucesivos en el seno de la disciplina y un enfo que externo que relaciona lo que hacen los histariédores con la époce en Taque viven, El enfoque interno trata el acmual restirgimiemo de la historia cultu- ral como una reaccién contra enfoques previos del pasado que omitian algo a la par escurridizo e importante. Conforme aesta visiGn desde den- to, el historiador cultural accede a partes del pasado inaccesibles para otros historiadores. El énfasis en las «culturas» como totalidades oftece 4 QUE 5 La tusroRta CULTURAL? un remedio para a actual fragmentacién de la cisciplina en especialistas en la historia de In poblacion, |a diplomacia, las mujeres, las idess, los negocios, la guerra, etc, El enfoque externo o visién desde fuera también tiene algo que ofte cer. En primer lugar, conectael nacimiento de la histori cultural con un «giro cultural» més amplio en ciencia politica, geografin, economia, p: cologia, antropologia y «estudios culturales». Se ha obrado un cambio en estas disciplinas, al menos entre una minoria de estudiosos, desde la asuncién de uns recionslidad inmutable (por ejemplo la teoria dela elec cién racional de los votantes o los consumidores) hacia un creciente in- terés en los valores profesados por grupos particulares en lugares parti- culascey on pestodos particule Un signo de los tiempos ¢s la conversién del politélogo estadouni- dende Sard! P Hartngton Ta fea Je que, nel mundo seta as dis Ginciones culrurales son mas importantes que oliticas o- no micas, por lo que, desde el final de Ja Guerra Fria, Jo que vemos no es tanto un conflicto internacional de intereses cuanto un «choque de civi- lizaciones». Otro indicador del clima intelectual es el éxito internacio- nal de los estudios culturales, Ea Rusia, en la década de 1990 por ejem- plo, la Kui'turologija, como alli se denomina, lleg6 a ser una disciplina obligatoris de Ia educacién superior, consagraela en particula: ala iden- tidad rusa e impartida con frecuencia por ex prafesores de marxismo- leninismo que han abandonado una interpretacién econémica de la his- toria en favor de una interpretacién cultural.! Eate giro cultural forma parte en si mismo de la historia cultural de la dltima generacién. Fuera del ambito académico, se halla yinculado a un cambio de percepcién formulado en expresiones cada vez més co- crientes como «cukura de la pobreza», «cultura de] miedo», «cultura de las pistolas», «cultura de les adolesceates» o «cultura empresariabs (véa- se la pag. 48), asi como en las llamadas «guetras culturales» en Estados Unidos y en el debate sobre «multiculturalismo» en muchos paises. Hoy mucha gente habla de «cultura» en situaciones cotidianas en las que ‘hace yeinte o treinta afios habria hablado de «sociedad». Como sugiere 1a pepularidad de expresiones como éstas, resulta cada vez mas dificil decir lo que no se considera «cultura». El estudio de 1 Samuel P Hnngon, The Cli of Chitin ed th Remaking of Weld One, Na Yk 896d au Eo cost mena ton tial, Barcelons, 1997); Jutta Scherrer, «Kul'turologiji», Budiapest Review of Books, vol. 12,n% 1-2, 2003, pags, S11. = a a intropucaioe 3 Ia historie no es una excepeién a esta tendencia general. ¢Qué es la his toris cultural? La pregunta la formuls pablicamente hace mas de un siglo, en 1897, Karl Lamprecht, un innovador historiador alemsn algo inconformista. Por suerte o por desgracia, aguards ain una respuesta definitive, Recientemente se han offecido aos lectores historias cultu- rales de la longevidad, del pene, del alambre de pus y de la masturba- i6n. Cierto es que se han expandido las fronteras del tema, pero cada vez cuesta mas determinar con precisién lo que abarcan. Una solucién al problema de definir la historia cultural podria pasar por desplazar la atencién de los objetos a los métodes de estudio. Sin ‘embargo, lo que aqui encon:ramos vuelve ascr variedad y controversia. Ciertos historiadores culturales trabajan intuitivamente, como confesa- ba hacer Jacob Burckhardt. Unes cuantos inrentan emplear mézodos cuantitativos. Algunos describen su trabsjo como uns busqueda de sig- nificados, otros se centran en Jas préctices y las reptesentaciones, Unos conciben su objetivo como esencialmente descriptivo, otros creen que ls historia culeurel, como la historia politica, puede y deberia presentar- se como un relato. Et comin denominador detos historiadores culturstes podria descrt= birse como la preocupacién por lo simbélico y su interpretaciin, Cons- cientes inconscientes, los simbolos se pueden encontrar por doquies, desde ol arte hasta Ia vida cotidiana, pero una aproximacién al pasado en términos del simbolismo no es sino una aproximacién entre otres. Una historia cultural de los pantalones, por ejemplo, difecirfa de una historia eon6mica del mismo asunto, al igual gue una historia culeural del Par- Jamento diferiria de una historia politica de la misma institucién, En esta situacion de confusién (segiin aquellos que la desapraeban) © de didlogo (para quienes la encuentran fascinante), el itinerario més sabio bien puede pasar por adaptar el epigrama de Jean-Paul Sartre sobre la humenidad y declarar que, sunque la historia cultural carece ce esencia, posee una historia propia. Las actividades de leer y escribir sobre el pasado son tan hijes de su tiempo como cualquier otra activi- cad. Por eso este libro comencari de vea en cuando Ie historia cultural ce la historia cultural, tratdndole como unejemple de tradicién cultu ral cn perpetua transformacién, constantemente adaptada a las nucvas circunstancias. ‘Para ser un poco mas precisos, la labor de los historiadores culturales individuales ha de insertarse en una de las varias tradiciones cultura- les diferentes, generalmente definidas atendiendo a critetios nacionales. 16 QUE os La mmsrowa cuLTURAL? ‘La importancia dela tradici6a alemana, desde finales del siglo xvi en adelante, quedaré patente en las piginas que siguen, aunque la telativa ausencia de contribuciones alemanas televantes a este tipo de historia en Jos tiltimos cincuenta afios supone un problema que debera abordar en el futuro algin historiador cultural. La tradicién holandesa puede ‘verse como un vistago de la alemana, pero un retofio que no ha dejado de florecer. En el mundo de habla inglesa se constata un contraste signi- ficativo entre la tradicién norteamericana interesada en la historia cules- raly Ia tradicién inglesa que se resiste a ells. De modo andlogo, durante numerosos afios los antropéloges britinicas se describfan a si mismos como «sociales», mientras que sus colegas estadounideuses sc defi- nian como «culturales», En el caso de la historia cultural, son ance todo Jos norteamezicancs (cspecialmeme los descendientes de inmigrantes de habla alemana, de Peter Gay a Catl Schorske) los que han prosegui- do 0 adoptado Ja tradicién alemans, transforméndola al hacerlo, Entre el imerés estadounidense por la cultura y la tradicién de inmigracién existe un estrecho vinculo, Si tal ¢s el caso, la historia cultural en Gran Bretafia deberia tener un gran porvenit. La tradicién francesa se distingue, entre otras cosas, por evitar el término «cultura» (al menos hasta fechas bastante recientes) y por cen- tratse, en cambio, en las nociones de civilisation, mentalités collectives € imaginaire social. Los historiadores asociadot a la revista Arinales han hecho una serie de contribuciones significativas en este campo a lo lar- g0 de tres o cuatro generaciones; en la historia de las mentalidades, sen- sibilidades o «cepresentaciones colectivas» en la época de Mare Bloch y Lucien Febvre; en Ia historia de la cultura material (civilisation matérie- Ue) ex ta €poca de Fernand Braudel; y de nuevo en la historia de Iss mentalidades y de la imaginacin social en la época de Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie y Alain Corbin. La creatividad sostenida de una escuela de historisdores por espacio de tres o cuatro gencraciones ¢s tan notable que requiere una explicacién histérica. Por si resulta de alguna utilidad, mi sugerencia al respecto es que los lideres fueron lo bastante carisméticos como para straera discfpulos talentosos, pero tam- bién lo bastante abiertos como para permitisles evolucionar a su manera. Esta singular tradicign se asociaba con lo que cabria denominar «te- sistencia» al estilo alemén de historia cultural, si bien el entusiasmo de Febvre hacia Johan Huizinga es digno de mencién. Esta resistencia pa- ‘rece venirse abajo en un momento en que la tradicion histotiografica francesa deviene menos singular. [eTRODUCCION v Como en la historia de la cultura en general, en las paginas siguien- tes veremos que los movimientos o las tendenciss concluyen con fre ‘cuencia de forma abrupta, no porque hayan agotedo su potencial, sino porque se ven sustituidos por sus competidores. Estos competidores, aa los que podrfamos llamar «hijosn, acostumbran a exagerar la diferen- cia entre su propia enfoque y el de sus padres y madres, dejando ala si uiente generacida Ia tarea de constatar que sts abuelos intelecruales ‘eran, después de todo, eapaces de concebir ciertas ideas relevantes. Como historiador cultural que ha cultivade durante afios varios de Jos diferentes enfoques cxaminados cn las siguicates paginas, desde la historia social de la cultura alta y popular o le antropologia histérica hhasta Ia historia de la actuacién o escenificaciGn, me gustaria decir con Edith Piaf que fe ne regrette riew y que veo que todos estos enfoques si- ‘guen generando ideas. Los siguientes eapitulos chardarin en orden cronolégico algunos de Jos principales modos en que solia escribirse, se escribe hoy y se escribi- 14, puede escribirse o deberia escribirse en el futuro la historia cultural. Al analizar ejemplos eaneretos he intentada, hasta dande aleanza mi conocimiento parcial de un campo fragmentado, hallar alguna suerte de equilibrio entre diferentes periodos histéricos, diferentes partes del mundo y las producciones de diferentes departamentos académicos, in- cluidos departamentos de arte, arquitectura, geograffa, literatura, misi- cay ciencia, esf como de «historia» a secas. El precio de esta decisién ha sido tener que omitir una buena dosis de trabajo apasionante en el ambito de la modemidad, realizado en bue- na medida por mis amigos y colegas. Permftaseme, por tanto, precisar cen este punto que lo que sigue es ua examen de tendencias ilustradas ‘mediante ejemplos, yno un intento de enumerar o analizar todas las me- joces obras realizadas en Ia tltima genernci6n, En el indice analitico y de nombres se encontraré informacién so- bbe las personas y los recnicismos mencionados en el texto, Capitulo 1 La gran tradicién La historia cultural no es un nuevo descubrimiento ni una inven- cién Va se onltivaha rn Alemania con ese nombre (Raleurgeschichte) hace mde de doscientos afios. Antes de esa época, existian historias in- cependientes de la Filosofia, la pintura, la literatura, In quimica, el len- guaje, ctc. Dela década de 1780 en adelante, encontramos historias de In cultura humana o de le cultura de reyiones o naciones particulaces:) En el siglo xtg, el termino culture o Kultur se empleaba cada vez con mas frecuencia en Gran Bretafia y en Alemania (los franceses preferfan bablar de civitisation). Asi, el poeta Matthew Arnold publics su Culture and Anarchy ea 1869 y el antropélogo Eeward ‘Tylor su Prinmtive Cultu- re" en 1871, mientras que en Alemania, en Ia década de 1870, se libré una encetnizada disputa entre la Iglesia y el Estado que se dio en lla mar «lucha por la eultira» (Kulturkampf) 0, como decimos hoy en dia, aguerras culturaless:2 1. Petar Bure, «Reflections on the O:igins of Cultural History», 1991; eeimpr en Varieties of Celtural History, Cambralge, 1997 (tindcast.: Forms de isteria cultara, acrid, Alanea, 2000); Don Kelley, «The Old Cull History, History ana the Human Sciences, pigs. 101-126, "Thad. cat: Cultura primitiva, Madi, Ayuso, 1977.AN, dele) 2. La version clisca de la pate lngless de ln historia sigue rendo Raymond Wiliams, Culture and Secety, 1958. Sobte la Kultntampfeérmina seuéada por ReeolfVirshow. un sstuiante precor de nmropologi), véase Chrisropher Clack y Wolfram Kaiser (comps), Culture Wers:SeculanCatholie Confet én Nineteenth-Century Exrqpe, Cambridge, 2003, 20 20UE B5 La tusronta cuLtuRat? En un breve capitulo como éste slo tiene cabide un bosqueja de la historia de la historia cultural, cogiendo algunos de los hilos principales yy mostrando cémo se entretejieron. La historia puede dividirse en cua- tro fases: la fase «clisican, la fase de la chistoria social del arte» que co: ‘menz6 en la década de 1930, el descubrimiento de la historia de la cul- tura popular en la década de 1960 y la «nueva historia cultural» que se examinaré en capitulos posteriores. No obstante, conviene tener pre- sente que las divisiones entre estas fases no resultaban tan claras por en- tonces como se recuerdan a taro pasado, y en los lugares apropiados se sefialarin varias semejanzas o continuidades entre viejo y auevos estos de historia cultural, ‘La HISTORIA CULTURAL CLASICA Retratos de una época El perfodo que va desde 1800 aproximadamente hasta 1950 fue la €poea de lo que cabséa denominar historia cultural «clésica», Tomando prestada I expresién acuitads por el criticoinglés F R. Leavis para ceseri= bir La novela, podriamos hablar de une «gran teadiciéno, Esta tradicin in. cluta clésicas tales como Kultur der Renaissance in Italien, del historiador suizo Jacob Burckhardt, publicade por vez primera en 1860,*y Herftei der Middeleouwer (1919),"* del bistorindor holandés Johan Huizinga, dos li bbros que sigue mereciendo la pena leer, Implicit en ambas obras sc halla Jaidea del historiador que pints el «resato de une épocn>, por citar el subtitulo de un tercer clisico, Victorian Englard, de G. M. Young (1936), 1A GRAN TRABICION 2 a diferencia entre estos estudiosos y los especialistas en historia del arteo dela literatura estribaba en que los historiadores culturales se ocu- ‘paban en particular de las concxiones entre las diferentes artes. Analiza- ‘ban dichas conexiones atendiendo a la relacién de estas diferentes artes con lo que, siguiendo « Hegel y a otros filésofes, sola llamarse el «espi- rita de la époce» 0 Zetigeist. De ahi que ciertos historisdores slemanes describieran por aquel entonces su propia Inbor como Geistesgeschichte, érmino traducido con frecuencia como abistoria del espiritu» 0 «historia de la mente», pero que también se puede verter como chistoria de le cultura». Sus cultiva: dores Trad, case: La cults del Renacio tonto cm Ua, Tees Cantos, Alea, 2004, (N dl) * Trad, cas: Foro de la Eded Media, Madd, Aliza, 1956. (N. del) 3. Francis Hasell, Hizor and ts lmges, New Haven, 19, pies 337346 y482-49 (tad, cash La ivtria ys dene: ear la iterpretacon del pasado, Maid, Alianza, 1994), Sin dads no es casual que los historiadores eulturales mis destaca- dos del periodo, [acob Burckhardt y Tohan Huizinga, pese a ser acadé- smicos profesionales, esctibieran principalmente sus libros para el gran pblico. Tampoco es casual que la historia cultural se desarcollara en el mundo de habla alemana antes ce la unificacién de Alemania, cuando JenaciSn era una comunidad culsural més que politica, ni que la histo- ia culural y politica llegasen a concebirse como alternativas o incluso como opuestas. En Prusia, sin embargo, la historia politica era domi- ‘ante. Los discipulos de Leopold von Ranke tachaban la historia cultu- ral de marginal o de asunto de aficionados, por no basarse en cocumen- 10s oficiales de los archivos ni contribuir a la tarea de construccién del Estado En sv produceién académice, Burckhardt abarcaba un amplio es pectro, desde la Grecia antigua, pasando por los primeros siglos del eri tinnismo y el Renacimiento italiano, hasta el mundo del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens. Hizo relativamente poco hincapié en la historia de ‘os acontecimientos, prefiriendo evocar una cultura pasada y resaltar lo quellamaba sus elementos «recuzrentes, constantes y tipicos». Procedia intuitivamente, empapindose del arte y la lieratura del periodo que es- tabs estudiando y estableciendo generalizacioncs que ilustraba con ejem- plos, anéedotas y ctns, evocadas con su vivida prose. 4, Lionel Gousmunn, Basel nthe ge of Burckhardt, Chicago, 200, pigs. 226 y 254 2 QUE 8 LA ausTomA cuLTURAL? Por sjemplo, en su més eflebre obra Burckhardt describia lo que enominaba el indivicualismo, ls compecitividad, ls autoconciencia y la modemidad en el arte la literatura, la filosofiae incluso en la politica de Ja Italia renacentista. En su libro péstumo Cultural History of Greece,” Burckhardt retomé este tems, advirtiendo el lugar de la competic (agon) en la vide griega antigua, en la guerra, la politica y la misiea, ast ‘como en las carreras de cartos o en los Juegos Olimpicos. Alli donde libro anterior habia resaktado el desarrollo del individuo, este vltimo subrayaba la tensién entze lo que el autor llama «individualismo impe- nitente»y la pasién por la fama por un lado y, por el otz0, la exigencia de subordinaeiin del individuo au ciudad. Huizinga también cubsia un amplio eapectra, desde ls India antigua shasta Occidente y desde Ia Francia del siglo 2 hasta la culcura holan- esa del siglo xvut y los Estados Unidos de su tiempo, Era ala pac un exitico de la interpretacién que Burckhardt hacia del Renecimiento (que, «su juicio, lo distinguia demasiado dristicamente de la Edad Me- aly ans wun ensayo aparecido en I9TS, Fu ‘a examinaba diversos ideales de vida, visiones de Ix edad dorada, mo el culto ae cabulleriao el ideal clisico que atrafa con tanta fueraa| las élites europeas entre el Renacimiento y la Revelucién francesa. En otrocnsayo, publicado en 1929, Huizinga declaraba que el prin- pal objetivo del histariador cultural consiste en retratar parrones de Irara, es decir, describir los pensamientos y los sentimientos caracte- ‘sticos de una época y sus expresiones © encarnaciones en obras litera+ as y artsticas, El historiador, sugerta, descubre estos patzones cultu- ales estudiando «temas», esimbolos», «seatimientos» y «formas». Les formas 0 reglas cultureles fueron importantes para Huizinga tanto en su ida como en su obra, yen lo que llamaba «la ausencin de un sentido ce| a forma» encontraba i obsticulo para su disfrute de la literatura esta- unidense? Elotovio de la Edad Media, de Huizinga, pone en prictica las reco- mendeciones que el propio autor hiciera en sus ensayos programéti- cos. Se ccupa de los ieales de vida como la caballeria. Trata temas como el sentimieato de decadeneia, el lugar del simbolisme en el arte y el pensamiento tardomedievales, y sentimieates tales como el miedo a la * Thad, cass Historie de laculuregrega, Barcelona, Theva, 1974. (N. del) 5. Johan Hiubinga, «The Task of Culeural Histor, on Men and Idear, Nueva York, 1952, pigs. 77-96 17-76; Ameria, Nuevs York, 1972, pag, 192 (esctitoen 1918). ta onaN TRABICISN 2B muerte. El libro otorga un puesto central a Jas formas o patrones de conducta. Segiin él, «da mente apasionads y violenta de la época» prec: saba un armazén de formalidad. Al igual que la piedad, el amor y Ja gue- rra se titualizaron, se estetizaron y se sometieron a reglas. En este perio- do, «cada evento y cada accién se plasmaban ain en formas expresivas ysolermnes que les elevaban a la dignidad de un ritual». Cabria afirmar que la aproximacién de Huizinga ala historia cultu- ral era esencialmente morfoldgiea. Se ocupaba del estilo de toda nna ccaltura asi como del estilo de cuadros y poemas individuales. Este programa de historia cultural no era tan abstracto como puede sonar cuando se resume de forma coneisa, «¢Queé clase de idea podemes formames de una época —escribi6 en cierta ocasién Huizings—, si no ‘vemos gente en ella? Si slo podemos ofrecer descripciones generales, nos limitamos a crear un desierto y a llamerlo historia» De hecho, su Edad Media esta plageda de individuos, del poeta picaresco Frangois Villon al mistico Heinrich Suso, del popular predicador Olivier Mai- lard al cronista cortesano Georges Chastellain, La prosa es sensual, atenta a sonidos como campanas v tambores asi como 2 imagenes vi- suales. Fibro es una joya literaria en estilo fir de siécte amén de un clisico histérico. De la sacialogie a la bisoria del arte Algunas de las grandes contribuciones a la historia cultural de este pperiodo, especialmente en Alemania, fueron obra de estudiosos que tri- bbajaban al mazgen de los departamentos de historia. El socislogo Max Weber publicé una eélebre obra, Die protestantische Etbik und der Geist des Kapitalismus (1904)," que analizaba las raices culturales de Jo que denominaba «el sistema econémico prevalente en Europa occi- dental y en Estados Unidos», El ensayo de Weber bien podris haberse titulado con igual acierto «l capitalismo y Ia cultura del provestantis- mo» o «El protestantismo y la cultuca del cupitalismos. La idea del ensayo consistia esencialmente en oftecer una explica ci6n cultural del cambio econémico, destacando el papel del espititu 0 sistema de valores protesiante, especialmente Ia idea de una «vocacién», *Tiad, costs La étce protestantey el espn del capital, Madkid, Alianaa, 2004 (Md) eo QUE Bs La msTOMA CULTURAL? n In acumulacién de capital yel desarrollo del comercioy la industria a gran escala, En otro estudio, Weber argilia que el espiritu cel confucis- rismo, al igual que el del catolicismo, resultaba hostil al capitalismo (le babria sorprendido asistir al desarrollo de las economias de los atigres asistico). En la generacién siguiente, otro socidlago slemn, Norbert Elias, discipulo de Weber en cierras aspectos, levé a cabo un estudio, Ober dors Proze8 der Zivilisation (1939),* que ex en esencia una historia cultu- ral. Se inspiré también en Des Unbehagen in der Kultur (1930), de Freud, que aducfa que la cultura requisre sacrificios de individuo en les csferas del sexo y ln agresividad. Basdindose en la investigaciGn de Huizings sobre «la mente apasio- nada y violenta de la época», Elias se centré en In historia de los mode Tes en la mesa con el fin de mostear el desarrollo gradual del autocontrol cel control de as emociones en las cortes de Europa occidental, conec- tando lo que lamabs «presiones sociales en favor del autocontrol» entre los siglos XV y XVI con la centralizaciéa gubernamental y la doma o do- mesticaci6n de la nobleza puerrer Elias decfa escribir sobre ln «eivilizacién» més que sobre li calturs, sobre ula superficie de ls existencia humana» mas que sobre sus pro- fundidades, sobre la historia del tenedor y del pafuelo mis que sobre Ja del espiritu humano, No obstante, hizo una contribucién de primer orden al estudio delo que biea podria describirse hoy en dia como «la cultura del aurocontrob>, Una de las figuras més originales y, a la postre, mas influyentes en la historia cultural de estilo alemin ro siguio carrera académica alguna. ‘Aby Warburg conteba con una fortuna personal: era el hijo de un ban quero que renuncié a su herencia en favor de un hermano menor a cam- bio de una cantidad lo bastante grande como para comprarse todos los libros que necesitase, y acabé por necesitar muchos, pues sus vastos in! tereses incluian Ia Fllosofa, la psicologia y la antropologia, asi como ka historia cultural de Occidente desde la Grecin antigua hasta el siglo xv. Su gran meta era contribuir a una gciencis de la culture» (Kultunois- senschaft) general, cvitando lo que llamaba «vigilancia fronterizan cn los limizes entre disciplinas académicas * Trad. casts Fl pmcero de ls cviiacin, Made, Ronco de Cultura Eeondmics, 1988, (N, del.) “Trad, cast: Ef master en fa cutury, Madi Allaran, 1998. (I. det) aman LA GKAICTRADICION 25 Warburg era un gran admizador de Burckhardt y de sus «infalibles gencralizaciones intuitivam, pero su propia obra era mis rica y frag- mentaria, Convencido de que «Dios esti en los detalles», prefecia escri bir ensayos sobre aspectes particulsres de la Italia del Renacimiento a Jo que llamaba «el gran objetivo de una sintesis de la historia cultu- rabs.$ Warburg se acupé en especial de In tradicién clisica y sus erans- formaciones a largo plazo. Al estudiar esta tradicién, se centré en los es quemas o férmulas culsurales 0 perceptivas, por ejemplo en los gestos que expresaa cmociones pasticulares, o ea el modo en que los poetas y los pintores representan el viento en el cabello de una nifia, ‘La idea del esquema se ha revelado enormemente estimulante, entre otros para los historiadores culturales. Ciertos psicélogos han sostenido «que resulta imposible percibir o recordar algo sin esquemas. Algunos fi- Iésofas comparten esta tesis, Kar] Popper aducia que era imposible ob- servar correctamente le naturaleza sin disponer de una hip6tesis que ha de ser comprobada, un principio de seleccién que permitirfa al observa- dor percibie un patrén en lugar de una mera confusién. De modo ana- Ingo, Hane:Ganeg Gacarer catenin que ta'interpreticlan cle teen des pendia de lo que denominaba Voruriei, esto es, un «prejuicion. Los estudiosos de Ja literatura se han movido en una direceién si milar, En su Exropdisches Literatur und latetisches Mittelalter (1948)," libro dedicado a la memoria de Warburg, Emst-Rober: Curiius demos- 116 la perdurable relevancia de los fopoi o lugares comunes retéricos, ta- les como el paisaje idlco, el mundo al revés la metafora del wlibro de la naturaleza». El estudio de William Tindall sobse John Bunyan (comen- tado en el capitulo 5, pig, 113) es otro ejemalo de un estudio de textos centrado en los esquemas. No obstante, es sin duda en la obra de Exnst Gombrich donde la idea del esquema cultural aleanza su apogeo. Gombrich, autor de la bio- grafia intelectual de Warhurg, se inspitd también en la psicologia expe- rimental y en la filosofia de Popper. En su Kunst nd Illusion (1960),"* el tema central de Gombrich era la relecién entre lo que denomina akemativamente «verdad y estercotipo», .*? En cl dmbito de la investigacién, por otra parte, una tradicién esta dounidense mais fuerte o, en cualquier caso, mas visible que la de la his- toria cultural, fue la «historia de las ideas», ejemplificada por The New England Mind, de Perry Miller (1939), y por el cireulo de Arthur Love- joy en Is Universidad Johns Hopkins, en tarno al Journal of the History of ldeas, funcado en 1940 como un proyecto interdisciplinar que vincu- laba Ja filosofia con ls lizeratura y con Ia historia, En Ia década de 1930 se escribia historia iatelectual y cultural en Gran Bretafia, generalmence al margen de los departamentos de histo- sa, Entre las contcibuciones mAs importantes a esta tradicién figuran The Seventeenth-Century Background, de Basil Willey (1934), «estudios sobre el pensimiento de la época» escritos por un profesor de inglés y presentados como atrasfondo» de la literatura; The Elizabethan World Picture, de E, M., W. Tillyard (1943),"* otra contribucién desde la Fa- cultad de Inglés de Cambridge; y Victorian England, de G. M. Young (1936), obra de un talentaso aficionado Las principales excepciones al énfasis en las ideas fueron The Me- king of Europe, de Christopher Dawson (1932), eserito en una ég0ca en ln que el autor era «profesor de Historia de la Culture» ea la Univer- sidad de Exeter; el Study of History ea varios volimenes de Amold Toynbee (1934-1961),"*** centrado en veintiuna «civilizaciones» dife- fentes y escrito por al director del Real Instituto de Asuntos Interns- cionales; y el monumental estudio Science and Civilization in Chine del bioquimico Joseah Needham, proyectado en la déceda de 1930, aunque 9, Gilbert Allardyce, «The Rise and Fall ofthe Western Csliation Courses, Amert= in Histor Review, 0° 87, 1282, ps. 693-729; Dante A. Segal, «Wester Civ” and the Staging of History in Ametican Higher Ecucatons, American Havoc Review, 9” 1, ‘2000. pigs. 770-805, ** Trad. cast La cormoisiniabelr (Wedel Tad. eat: Las onjgenes.de Eurapa, Matid, Rial, 1991, (de 7" Tau. cat: Eseadio dela bistorta, did, Alianza, 1970, (N. del) 1 México, Fordlade Cust Beonimics, 1983 LA @kan TRADICION 29 el primer volumea no apareceria hasta 1954." Merece la pena reparar en el hecho de que una de les raras contribuciones explicitas ala histo- ria cultural publicada en Gran Bretafia 2 mediados del siglo XX fuera obra de un cientifico. ‘Al igual que en Estados Unidos, Ja gran didspors fue importante para el desarrollo dela historia cultural en Gran Bretafa, asf como para Iahistoris del arte, la sociologta y ciertas corrientes filosdficas. Como ejemplo de los efectos del encuentro cabria citar a Frances Yates, esa crucita tan inglese, originalmente una especialista en Shakespeare. A raiz deuna cenaa finales de la década de 1930 ingrosé en el circulo de War- burg, en uns época cn la gus, como ditia més tarde, xacababan delllegar de Alemania estimulances estudiosos y una estimulante bibliorece». Ya- tes fue «iniciada en la técnica warburgiana de utilizar ln evidencia visual como evidencia histérica», Otro de los resultados de aque! encuentro seria su intesés por les ciencias ocultas (neoplatonismo, magia, cabala).!? La difspora afecté también a un grupo de marxistas preocupados por la relacion entre cultura y sociedad. Cuuruna ¥ socrepaD En Estados Unidos, como en Gran Bereta, ya antes dela llegeds de Jagtan diispora se constataba un cierto intexés por la eelacién entre cul- tura y sociedad. Un ejemplo temprano de historia social de la culnura es ede los Beard, una pareja que ocupa un puesto destacado en la historia del racicslismo estadounidense. Siendo estudiante en Oxford, Charles Beard contribuyé a funder-el Ruskin Hall para propiciar el acceso de la clase trabajadora a la educacién superior (esta institucién, conocida por aquel entonces como Ruskin College, seria a la sazén la cuna del movi- miento del Seminario de Historia [History Workshop]}. De vuelta a Es- tades Unides, Beard se granjed una gran celebridad con su controverti- do estudio An Economic Interpretation of the Constitution of the United States (4913) Tad, cuss Gridecey mizeria de la tradiciincientifinebina, Barcelona, Anagrams, 1977. (N dal) 10, Enirelos libros més imporamtes de Yates fiyaran Giordavo Braeo al he Herme- He Trudiion, 186 (trad cast Giordano Brno la tradicén hemnenéztica, Barcelona, Avie, 1983) y Aste the Inperial Theme in the Sixteenth Century, 177. w {oe #8 wa mtsroma CULTURAL? Junta con swesposs Mary Ritter Beard, una lider sufragista y defen- sora de los estudios de la mujer, Charles Beard escribié Historia de ta aivilizacién de fos Estados Unidos de Norte America (1927), una inves- tigecion que ofrecis una interpretacién econémica y social del cambio cultural, El capitulo final sobre «la era de Js maquina», por ejemplo, analizaba el papel del auromévil en la propagacién de Jos valores urba- nosy las «emociones mentales estereotipadas», el mecenazgo de las artes por los maillonarios, el catiz practice y popalar de la ciencia estedouni- densey ol nacimiento del jazz. Sea como fuere, lallegada de un grupo de intelectuales emigrados de Centroeuropa intensificaria lz conciencia de la relacién entre cultura y sociedad tanto entre los inteleetuales brité- nicos como entre los norteamericanos, En el easo britinico, fue crucial dl papel desempefiedo por tres hiingaros, el socidlogo Karl Mannheim, su amigo Amold Hauser y el historiacor del arte Frederick Antal.!! Los tes habfan sido miembros de un gaupo de discusi6n «circulo domini- cab» en torno al critico Georg Luksics que se reunia durante la Primera Guerra Mundial. Los tres emigearon a Inglaterra en le década de 1930. ‘Mannheim dejé una cétedra en Francfort para convertirse en profesor de la Escuela de Economfa de Londres y Antal abandoné su catedra centrocuropea para hacerse con una plaza de profesor en el Instituto Courtauld, mientras Hanser se convertia en escritor por cuenta propia. Mannheim, admimdor de Marx mas que marxista en sentido es- tticto, se mostraba particularmente interesado en la saciologia del cono- cimiento, que abordé de un mode histérico, estudiando por ejemplo Ja mentalidad de los conservedores alemanes. Durante su estancia en Alemania ¢jercis una cierta influencia intelectual en dos figuras ya men- cionadas en este capitulo, Norbert Elias y Erwin Panofsiy, si bien este ‘iltimo abandonaria el enfoque social. En sus libros y ensayos Antal abordaba la cultura como una expre- sidn o incluso un «reflejo» de la sociedad, Concebia el arte de la Floren- cia renacentista como ¢] reflejo de Ia cosmovisién burguesa y encontra- ba interesante a William Hogarth porque «su arte revels [..] las idens y Jos gustos de una representativa muestra de la sociedady.!? Entre los 1, Peter Buske, «The Central Eucopsan Momeat in British Cukurl Stes, en Herbert Graber (comp), Llerary Hision/Caltunal History: PorceFidde and Tensions To binge, 2001, pies. 279.288. 12, Frederick Antal, Florewtine Poiming ard sis Social Background, 1947 (trad. cust: EL mando lorentio su ambiente socil, Madrid, Alianza, 1989), Hogarth and bis Place ty Exropean Art, 1962, EA ORAN TRADICION aL discipulos briténicos de Antal figuran Francis Klingendes, autor de Art and the Industrial Revolution (1947)," Anthony Blunt, famoso como his- totiador del arce mucho antes de alcanzer la celebridad como espia, 7 John Berger, quien también aborda el arte desde una perspectiva social. En cuanto a Amold Hauser, un marxista més ortodoxo, fue suma- mente relevante en In difusién del enfoque del grupo al escribir una So- cial History of Art (1951), que ligaba estrechamente la cultura ala eco- nomia y al conflicto y al cambio sociales, analizando, por ejemplo, alas luchas de clases en Italia a finales de a Edad Media», «el Romanticismo como movimiento dea clase media» y la releeién entre ale era de las pe- liculas» y ala crisis del capitalismon. Klingender, Blunt y Berger no deberfan verse como simples casos de influencis hingara, sino mis bien de erecepcién» o de encuentros cul- turales, Por una parte estab el problema de la resistencia cultural, que llevaba a Mannheim a quejorse de In dificultad de trasplantar o «tras- ladar» la sociologia a Gran Bretafia, Por otta parte, ciertos citculos in- telectuales estaban ya preparados para la recepcién de las ideas de ‘Mannheim. Un pequeio grupo de intelectuales marxistas britinicos se hallaban actives en las décadas de 1930 y 1940 tanto dentro como fue- rade la academia. Roy Pascal, catedratico de aleman en Birmingham de 1939 @ 1969, eseribié sobre la historia social de le literatura. El famoso estudio del drama yla sociedad Aeschylus and Athens (1941), del clasi- cista George Thomson, estaba claramente inspirado en Marx. Joseph Needham empleé un esquema marxista en su Grandeza y miserie de la tradicién cientifice china, ER. Leavis, autor de The Great Tradition (1948), estaba también sumamente interesado en Is relacién entre la cultura y su entorno, Su Enfasis en la dependencia de Ia literatura con respecto « «una cultura social y un atte de vivir le debia menos a Marx que a la nostalgia por la «comunidad orgénica» tradicional, No obstante, no resultaba dificil combinar un enfoque «leavisista» con uno marzisia, como hizo Ray- mond Wiliams en The Lang Revolution (1961), un libro que analizaba lahistoria social del drama, smén de acaiiar la célebte frase aesteucturas de gentiznientosy Trad. cas: Arce y evaluciin industrial Madeid Cnedea, 1983. (N, dee) "Tad. cast: Historia social de la teraturey ol ante, 2 vols,, Madsid, Debate, 19%, (Wdedt) 32 {QUE FS 14 misromA CULTURAL? ‘EL DESCUBRIMIENTO DEL PUEDLO a idea de I «cultura populapy 0 Volkshuliar surgié en el mismo tiempo y lugar que la ¢histocia culturabs: en la Alemanie de finales del siglo XVII. Los intelectuales de clase media de esa época descubrieron Jas canciones y Jos cuentos populates, los bailes, los rituales, as artes y los oficies.” Sin embargo, la historia de esta cultura popular se dejé en manos de anticuarios, folcloristas y antrapdlogos. Sélo en ln década de 1960 acomereria el estudio de Ia cultura popular un grupo de historia. ores académicos. ‘Un ejemplo temprano, publicado en 1959, fue The Jazz Scene, escti- 10 por «Francis Newton», une de les pseudénimos de Eric Hebsbawm, Como cabria haber esperado de un emincatc historiader econémico y social, el autor no sélo estudiaba la musica, sino también al publico que Ja escuchaba, por no mencionar el jazz como negocio y como forma ce protesta social y politica. Concluia que el jazz ejemplificaba la situacin en Ja que una musica popular no se viene abajo, sino que se mantiene en el entorno de la civilizacién urbana ¢ industrial modernan. Repleto ce perspicaces observaciones sobrela historia dela culzura popular, este Jibro jams causé el impacto que merecia en e! mundo académico. Elmés influyente de losestudios realizados en la década de 1960 Fue Making of the English Working Clase de Edward Thompson (1963).* En. exte libro, Thompson no se limizaba a analizar el papel desempeiado porlos cambios econémices y politicos en la formacién de clases, sino gue examinaba el lugar de la cukura popular en este proceso. Su libro incluie vividus deseripciones de los riios de iniciacién de les artesanos, lugar de las ferias en «da vida cultural de los pobres», cl simbolismo de Ja comida y la iconografis de los disturbios, desde las banderas o los pa- nes clavados en palos hasta las efigies de personajes odiados colgadas en las calles. Se analizaba la poesia dialectal con el fin de acceder a lo que ‘Thompson, usando la expresién de Raymond Williams, describia como «euna estructura de sentimientos dela clase ober». El metodismo con- citabala méxima atencién, desde el estilo de a predicacién segla hasta 13, Peter Burke, Pepular Culture in Barly Modem Europe (1978), ediciin seveada Aldershot, 1995, xp. 1 (tad east. La cultura popular en la Europa madera, Made, Aban- 3, 2001). * Trad cust: La formacin dele dare abrers en Inlatern, 2 vols, Bareclona, Critics, 1989, (N det) LA GRAN TRADICION 3B J imagineria de los himnos, con especial énfasis en el desplazamiento de las scnergias emocionales y espititunles> cue resultaban «confisca- dhs al sexvicio dela Iglesia», Lainfluencia de Thompson en los historiadores mis javenes ha sido enorme. Resula evidente en el movimiento del Seminario de Historis, fundado en la década de 196) bajo la direcci6n de Raphael Samuel. Samuel, que cabs clases en ef Ruskin College de Oxford, un centro para estudiantes adultos de clase obrera, organiz6 muchos congresos, que preferfa llamar «seminarios». Fundé una revista, History Workshop, y,a través de sus inntimerables artfculos y comunicaciones de seminario, vi6 « muchos de inspirscién para escribir Ia historia (incluids Is historia cultural) «desde absjor. El carismatico Thompson ha inspizado esimis- ‘mo a historindores de la cultura popular de Alemania «la India (véanse las pags. 129-130). Por que surgis en su momemo la preocupacién por ka historia de la cultura popular? Conviven, como de costumbre, dos explicaciones prin- ipales, la «interna» y In «externa». Los que estin dentro se ven a si mis- ‘mos como respuesta a las deticiencias de los enfoques anteriores, sobre todo dela historia cultural que excluia a hi gente corriente y de la histo- ria politica yeconémica que excluia a i cultura. También tienden a ver se asi mismos y alos suyos como los tinieas innovadotes, yrara vez acl ‘ymenos atin iplinas y en el mundo ajeno a la academia. ‘Los que se sitéan fuera tienden a ver un cuadro més amplio, advie- tiendo que en Gran Bretaia, por ejemplo, el surgimiento de la historia dela cultura popular en la década de 1960 coincidié con dl nacimien- to de los «estudios culturales», siguiendo e! modelo del Centra de Es- tudios Gulrurales Comtemporineos de la Universidad de Birmingham dlitigido por Staat Hall. El éxico internacional del movimiento en favor de los estudios culturales sugiere que respondia a una demanda, a una critica de! énfasis en una alta cultura tradicicnal en les escuelas y univer- sidades, ast como la necesidad de comprender el cumbiante mundo de Jas mercancias, la publicidad y la televisién. Al igual que la gran tradicién y el enfoquie marxista la historia de la cultura popular suscitaba problemas que se tomatian cada vez més evi- dentes con el paso de los afios, Estos problemas se analizardn en el si guiente capitulo, Capitulo 2 Problemas de la historia cultural Como acontece con tantas actividades humans, cualquier soluci lproblema de eccribir In hietoria cultural acaba por genarar tus propioe problemas ms pronto o més tarde, Si dejéramos de leer a Burelchardt, ferfumos nosotros quicnes saldriamos perdiendo. Al mismo tiempo, se- ‘la imprudente por nuestra parte imitar su obra muy de cerca, no slo sus composiciones son de dificil ejecuci6n yexigen un grado de fensibilidad de la que la mayoria de nosotros carecemos. Contemplados con:mis de un siglo de distancia, ciertos puntos débiles de sus libros se han tomado evidentes, como sucede con Huizinga y con otros clisicos. ‘Las fuentes, los métodos y Jos presupuestos de estos estucios precisan 4er cuestionados en su integridad. ‘Di VUELTA 4 Los CLAsicos. Tomemos, por ejemplo, el modo de manejar las evidencias en los lisicos de la historia cultural. En particular Bl otovio de la Edad Media de Huizinga empleaba una y otra vez unas cuantas fuentes literarias. El recurso 2 otros escritores podria haber creado un retrato bastante diferente de In €poca. La tentacién a la que no debe sucumbir el his- toriador cultural es la de tratar los textos y las imagenes de un perfo- do determinado como espejos, como reflejos no problemiticos de su tiempo. 36 QUE ES LA STOMA CULTURAL politica de Ia antigua Grecia, sugesa, esta plagada de incertidumbres Pore los gregosexsgerabar.o induso mentian, «En cambio, last! i cultural posee un grado primario de certeza, pues consta en st mae jor parte de material transmitida de modo no intencionado, desintere ado o incluso involuntario por las fuentes y los monumentas.»! En To que atafiea In relaciva Finbilidad, Burckhardt tenia sin dada su parte de razén. Su argumentacién acerca del testimonio «involuntarioy resulta asimismo convincente: los testigos del pasado pueden decimos cosas que ellos no sabian que sabia, Con todo, setfa imprudente su: rir que has novelas o los cuadios soa siempre desinteresados, que estin libres de pasign o de propaganda, A. igual quesus colegas de la historia politica 0 econémica, ios historiadores culturales necesitan practicar la titica de las fuentes, preguntandose por qué llegé a existir un determi nado texto o imagen; s tenia como propésito, por ejemplo, persuadir a Tos especiadores 0 alos ectores paraque emprendiesen un determinado curso de accién. En cuanto al método, se ha tachedo a menudo @ Burckharc y Hui- zinga de impresionistas ¢ incluso de aneedéticos. Es bien sabido que lo queadvertimos o recordamos es aquillo que nos interesa personaimen- Te 0 que encaja con lo que ya ereemos, pero los historiadores no siem- pre han reflexionado sobre la momileja de esta observacion, «Hace treinta afios —confess cn cierta ocasién e! historiador econémico Jahn Glapham— lety subrayé Travels i France, de Arthur Young, e impatti clases partir de los pasajes subrayados. Hace cinco affos volvé sobre este libro para descubrir que cada ver que Young hablaba de un francés miserable yo lo habia subrayado, mientras muchas de sus referencias a franceses felices o présperos permanecfan sin subreyar» Cabe sospe- char que Huizinga procedié de manera semejante cuando estaba ilus- trando su tesis de que «ainguna otra époce puso tanto éafasis en el pen samiento de la muerte coma la agonizante Edad Media», éEsté condenadaa ser impresionista la historia cultural? Sino es asi, dauil es la alternative? Una posibilided es lo que los franceses cenomi nan «historia setiab>, es decir, el andlisis de una serie cronolégica de documentos, Ea el decenio de 1960, algunos histotiadoces franceses ya 1, Jacob Burckhardt, The Greeks and Greek Cieization, Os Murray eomp.) 1998, pi 5 tera, casts Historia deta entura greg, aveelon, bela, om), A PEOBLENAS DE LA HISTORIA CULTURAL 37 tribajaban de esta guisa sobre la propegacién de lo alfabetizacisn y la athistoria del libro». Por eiemplo, comparaban el aiimero de libros pu- blicados sobre diferentes temas en dlistimuas décadas en la Francia del siglo xvii? La aproximacién secial a los textos resulta adecuada en mu- ‘chos émbitos de la historia cultural, de hecho, se ha empleado paraana- lizar testamentos, estatutos, panfletos politicos, ete. También se han analizado de esta manera imagenes, por ejemplo imagenes votivas de una regidn concreta, como Provenza, que revelan cambios de actinades religiosas o sociales alo la H Fl problems suscitado por Clapham en torno a las leetaras subjeti- vas de los textos es bastante més diftcl de resolver. No obstante, existe tuna posible alternativa a este tipo de lectura. La alternativa solia cono- cerse como «anilisis de contenido», un método utilizado en lis escuclas de periodismo de Estados Unidos a principios del siglo xx, antes de su adopeién durante la Segunda Guerra Mundial como un medio para la obtencién de informacién fidedigna de los boletines informativos ale- manes por parte de los aliados. El procedimiento consiste en elegit un texto o corpus de textos, calcular la frecuencia de referencias aun deter- minado tema o temasy analizar la El andlisis de contenido de ese tenor ha de responder ciertas pre- ‘guntas delicadas. La labor del grupo de Saint-Cloud era puramente des- 2, BranguisFuret (comp), Livre et scétédan la France du t8e ie, Parks Hops, 1965, 3, Bemard Cousin, Le mvnace etl quotidien: les ex-sote prowewcaus imapes d'une so- ei, Bix, 1983 4, Véase aNtetuon y «Pavors, en Amold Gesber y Adolf Graef, Lesibuw Tacteum, Leipz, 1909, 5. Régine Robin, Hatoireetlingistique, Pati, 197), pgs. 199-15, 38 eQUIE ws La sstORIA CULCUEAL? criptiva y cabe aleger que no merece la pena invertie semejante esfuerzo 2 falta de una hipstesis que comptobar. En cualquier caso, el trinsito de dhs palabras a los temas es complejo. Une misma palabra posee signifi- cados diferentes en distintos contextos y los temas pueden modificar- seen funcicn de las respectivas asociaciones. Fl enfogtie cusntitativo es demasiado mecénico, demasiado insensible a las vatiaciones come para resultar por sf mismo esclarecedor. No obstante, utilizado en combinacién con los métodos literatiog tradicionales de lectura minuciosa,elanilisis de contenido cortige al me nos el tipo de seago descrito por Clapham, Algo semejante podrie adu- ise acerca del cultural. Raymend Williams, por ejemplo, tldaba de «tigida» la fé-mula de base y superestructura, prefiriendo estudiar lo que denominabs «telsciones entre elementos en Ia totalidad de un modo devvida». Wiliams se sentia atraido por la idea de la chegemonia cultu- ral», esto es, a sugerencia (hecha, entre otros, por el marxista italiano Antonio Gramsci) de que las clases deminantes no sélo dominan direc- ramente, medianea Ia fuerza y le amenaaa de la fseraa, sine porque cus ideas han llegado a ser aceptadss por las «clases subordinadas» (classi subahterni) © ‘También para Thompson la idea de la hegemonfa cultural oftecta una mejor formulacién de la relacién entre cultura y sociedad que la hocidn de «superestructurs», Como lo describia en Whigs and Hunters (1975) con su retérica caracteristica: ‘La hegemonia de la alta burguesiay ia aristocracia del siglo xvut no se expresaba ni en la fuerza militar, ni ea las mistficaciones de! cleroyy de la prensa, ni siquiera en la coercisn econémica, sino sobre todo en los ritua- les del examen de los jueces de paz, 2n las audiencias trimestrales, en la pompa de las sesiones judicial y en el teatro de Tyburn Persisten los problemas, Para empzzar, un marxismo que prescinde de las nociones complementarias de base y superestructura corre el pe- ligro de perder sus cualidades distintizas. Por otra parte It cetica a ka que Thompson somete las «nociones holistices» pareze volver imposi- ble la historia cultural o, en cualquier caso, reducirla a fragmentos. Pese ates diferencias entre ambos aucores, Thompson parece apuntar en kt 10, Raymond Williams, Marwinm and Lderaue, Oxford, 1977 iad cates Marsisnoy dteratura, Barcelona, Peninsula, 1998), YROBLEMAS DE LA HISTORIA CULTURAL 41 misma direccién que Gombrich cuando éste rechazaba los «cimientos hegelianos» delas sintesis de Burelchardt y Huizinga. Estas crtieas susci- tin un interrogante fundamental: ges posible estucliar las culturas como totalidades sin hacer felsas esunciones sobre la homogeneidad culrural? Sehan propuesto dos respuestas principales a esta pregunta. Une consiste en estudiar las tadiciones culeurales y la otra en tratar les cul- turas erudita y popular como eéubcultucas», parcial aunque 20 toxal mente separadas 0 auténomas. LAS PARADOJAS DE LA TRADICION La idea de cultura implica la idea de tradicién, de ciertas clases de conacimientas y destrezas tranimitidos de una generaciéna la siguiente Dado que en la misma sociedad pueden coexist Ficilmente méiltiples tmadiciones (seglary clerical, masculina y femenina, la de a pluma’y la de ln cspada, ctc.), el hecho de trabajar eon la idex de tradicién libers alos historiadores culturales de a asuncién de la unidadl u homegencidad de una «época o edad»: Ia Edad Media, l época dela Hustracién o la que fuete. Entre los historiadores mencionados en el capitulo precedente, Aby Warburg y Ernst-Robert Cuttius se ocuparon especialmente de la tradiciSn, en sus casos del destino de la tradici6n clisica en el mundo posclisico. La idea de tradicién parece casi evidente, si bien precisamos ver ‘como problemitica lo que podriamos llamar concepcién tradicional de Iatradicién. Los dos problemas fundamentales podrian deseribirse como las paradojas indesligables de la tradicion En primer lugar la aparente innovacién puede enmascarar la persis teneia de la tradici6n. La persistencia de las actitudes sligiosas en une versidn secularizada se ha constatado cn muchas culturas: catdlicas, testantes, judas, hinddes y musulmangs: La pervivencia actual de ciee- tas actitudes y valores puritanos en Estados Unidos es un ejemplo evi- dence: par ejemplo el sentimiento de la importancie del individuo, ola necesidad de éxito, o le preocupacién por el examen de conciencia, Los historiadores de las misiones solfan centrarse en Ja «conversién» dein: dividuos, grupos y pueblos de una religién a otra. Actualmente, cons: cintes de la persistencia dela tradicién, hacen mis hincapié en la mez~ lao sintesis consciente o inconsciente de les creencias y los valores de las dos religiones implieadas, 42 QUE BS LA HISTOR CULTURAL? Inversamente, los signos externos dela tradicién pueden enmasca- sara innovacién, Célebre es la advertencia de Marx de que él no era un marxista, Parece aludir a un problem: recarrente que cabe describir como el problema de los fundadores ylos seguidores. EI mensaje de un exitoso fundador de un movimiento, filosofia o religién rara vez es sen dillo, Atrac a mucha gente porque engloba muchos aspectes, Unos se guidotes acentdan un aspecto y otros destacan o:r0, ea funcién de sus propios intereses o dela situaci6a en Is que se encuensran, Més funda- mental es todavie el problema del «conflicto intemo de tradiciones», el inevitable conflicto entre las reglas universales y las situaciones concre- tas y siempre cambiantes? En otras palabres, lo transmitido cambia—de hecho, tiene que cam- bbiar—en el curso de la transmisién 2 una queva generacién. La gran debilidad del estudio sobre Ia literarura europea realizado por Curtius cs la resistencia del autor a reconocer este hecho y a tratar como cons- tantes los tépicos que estudiaba, Por el contrario, Warburg era plena- mente consciente de las modificacione operadas en la tradicién elésica alo largo de los siglos. Hoy en dia, loz histotiadorse culturalec ectin to davia mis interesados en la cueatién dz la «recepcién>, como vercmos ene capftulo 5. CUESTIONANDO LA CULTURA POPULAR Distinguir entre cultura erudita y cultura popular dentro de una so- ciedad determinada es otra slternativa evidente_a Ia asuncién dela homo- geneidad cultural. Sin embargo, al igual que el concepto de Zeitgeist y Inidea de superestractara, la propia nocién de «cultura popular se ha convertido en un tema de debate, un debate que ha contado con valio- sas contribuciones por parte de teSriees como Michel de Certeau y Stuart Hal, asf como de historiadores tales como Roger Chartier y Jac- ques Revel, AL, Elemplos de China en Beniamin Sciwertz, «Some Polarties in Confucian ‘Thoughu», en David §. Nivison y Arthur E Wright (comps), Camfucsnicn iv Action, Star ford, 1955, pgs, 30-462; de a Indis en J.C. Heesterman, The Inner Conflict of Traitins, Chicago, 1985, pags. 10-25. 12, Michel de Cecvenu, Jacques Revel y Dosinique Juli, ea beauné da mores, 1970; impr en Certenu, La enltre au plariel(edici6e reisada, Dats, 1993), pigs. 45.72 (ead. feast! La exltura en plural, Buenos Aiees, Nueva Visién, 1900); Stwutt Hall, «Notes 0 PROBLEMS DE LA HISTORIA CULTURAL a Pera comenzat, nos enfrentamos a la dificukied de definir el tema. ¢Quiénes forman «el pueblon? ¢Todo el mundo o sélo los queno son la lite? En este tiltimo caso, estarfamos empleando una categoria residual 4yycomo suele suceder con les eategorias residuales, correriamos el peligro deasumir la homogeneidad de lo excluido. Podkia ser preferible seguir el ejemplo de varios historiadores y tedricos recientes y pensar en las culturas populares en plural, urbanas y rureles, masculinas y femeninas, viejas y jSvenes, etc. No chstante, esta salncién ocasiona un mevo problema, femeninas mas 0 menos ausSnomas o depencientes, tanto més auténo- ‘mas cuanto mis dristicamente segregadas de los hombres estén las mu- jeres; pot ejemplo en los convenios de monjas, en el mundo mediterré- neo tradicional o en lz cultura iskimmica, Enel caso de la antigua Grecia, un clasicista inspirado porla antro- pologia cultural, John Winkler, he mostrado que, aunque Jas fuentes conservadas son casi totalmente obra de los hombres, cabe leerlas a con- trapelo para revelar visiones tipicamente femeninas del sexo y de otros asuntos, Tiata los poems lricos de Safo y l festival femenina de Ado- nia come indicios parcicularmente valiosos de «una conciencia por par- te de las mujeres gricgas, ca lo quc atafc a los significados del sexo y el séneto, diferente de los enunciados por sus matidos y padres»,"® Otro problema para los historiadores de le cultura popular es si de- berian incluir o excluir ls éltes, al menos en ciertos periodos. Lo que toma problematica la exclusién es el hecho de que las personas de alto estatus, gran tiqueza o altas cotas de poder no difieren neceseriamente de la gente corriente en cuanto asu cultura. En la Francia del siglo xVM, por ejemplo, entre los lectores de libros de coplas (folletos baratos tra- Deconstructing the “Populat”», en Rephsel Samuel (comp.), People's History and Saale Theory, 1981, pigs. 227-240 (ad. cas: Historie popalery seorl socaliza, Barcelona, Cl Vien, 1984); Reger Charties, Cultura History Cambridge, 1988, pga 37-40 (trad. cases EI ‘mundo como representcin: Histon elturl Extre la prtca y li reprereniacion, Barcelo. 1a, Gedisa, 1992) 1B, John}, Winkler, The Conitrants of Desire: The Aurbropology of Sex and Gender Ancient Greece, 1990, especialmente pigs. 162-209. Py eQuE Es La HsroRtA CULTURAL? dicionalmente deseritos como ejemplos de cultura popular) figuraban ‘mujeres de la nobleza incluso una duquesa, Esto apenas sorprende, ha bida cuenta de que las oportunidades educativas para las mujeres ean samamente limitadas en equella époc: Por ello, Roger Chartier ha argitids que resulta pricticamente im- posible etiquetar como «populares» los objetos o Jas pricicas cultura. Jes. Centréndose en los grupos sociales mas que en los objetos o en las pricticas, cabe alegar que las élites de Europa occidental en las allsores de Ia modemidad eran ehicultarales», aarticipando de lo que los histo- adores denominan «culnuxa popular» asi como de una cultura erudi de la que quedaba exeluida la gente ordinaria. Sélo a partir de media. dos del siglo xv abandonariaa las élites, en términos generales, la par ticipacion en la cultura popular! ‘Los estudiosos han seflalado a menudo las miiuiples incetaceiones entre cultura erudita y culture popular como una raz6n para remun ambos adjetives a la vez. El problema estriba en que, a falta ce dichos adjetivos, se vuelve imposible describ: las interaeciones entre lo erudi- toylo popular. Acaso la mejor estrategia consista en emplear ambos tér- minos sin hacer demasiado rigidala oposicién binaria y en inscribir tan- too erudito como lo popular en un marco mas amplio. Tal fue la taetica sequida, por ejemplo; por el historiador francés Georges Duby, en-un articulo pionero sobre la difusién de modelos cultucales en la sociedad feudal, donde examinabs el movimiento azcendente y descendente de cbjetos y pricticas sin dividir a culeara en dos."* QUE ES LA CULTURA? El término «cultura» es todavie mais problemitico que el rémino «popular. Como observaba Burckhardt en 1882, historia cultural es un sconcepto vagon, Sola referirse a la «alta» cultura, Se extendi6 todavia més informeles (véase la pig. 78), mientras ¢lestudioso aleman Richard van Dilmen analizaba las ejecuciones mo- dernas en su Theater des Schreckens (1983). En The Transformation of Virginta, de Rhys Issac (1982), nos encon- tramos con un empleo inusualmente prolongado de la analogia drama- ‘tirgica, que exhibe con singular claridad su valor para los historiadores caulturales. Presentando su fibro como un ejemplo de «historia etnogra- fica», discutiendo su método en un largo capitulo final y tomando como principales puntos de referencia la obra de Goffman y de Geertz, Isaac sugeria que cada cultura dispone de un repertorio o «equipo deamanit- gicor caracier‘stico En cl ceso de Virginia, la idea de la vide social como una «serie de ractuacionese se ilus:ra subrayando ol «caricier ceremonial» de las com ddas en la Casa Grande, la hore del 16, la hospitalidad, los procedimien- tos judiciales, Ins elecciones, a formacién de a milicia local, ia adopdgn ya firma de resoluciones, El «modelo teatral» se emplea incluso para interpretar microeventos cotidianos tales como el encuentro entre un hombre blanco y un esclavo, en el que este tltimo daria «exageradas muestras de sumisién». Sin embargo, e! interés por la antropologia por parte de los histo- tindores, sobre todo en Europa occidental yen Estados Unidos entre las décacias de 1960 y 1990, rebasé con creces &l interés por Geertz.0 por Jos dramas sociales. ¢Cuil fue la raz6n de la ceeciente demanda de an- tropologia en aquella época? “Trad cut La presente de lepers en lavide covidians, Buenos Aires, Amotror- tu, 1994, (0, del 1) 38 2QUE ES LA HISTOUA CULTURAL? Los encuentros entre disciplinss, como los encuentros eatre cultu- tas, se tigen con freciencia por lor prineipios de congruencia y conver- sgencia. Lo que atrac a la gente de una cultuca hacia otra es a menudo una idea o una prictica andloga a la suya propia y, por ende, familiar y ccatrafiaa la par. Siguiendo esta atracci6n, las idens o las practicas de am- bas culturas llegan a acentuar su parecido mutuo, En el caso que estamos analizando, cabe afitmar qucla teosiay la practica dela descripcién den- sa ayudo a un grupo de historiadores a avanzar en una diteccién en la gue ya estaban viajando. Tal como lo expresara en cierta ocasién el his- toriador de Ia literatura Stephen Greenblatt, el encuentro con la obra de Geertz «dots de sentido a algo que yo ya estaba haciendo, permi- tiéndome interpretar mis propias facultades profesionales eomo més importantes, mis vitales ¢ iluminadocas de lo que yo habia acertado a comprendlery.!5 ‘Varios delos historiadores culturales més prominentes de finales del siglo xx (como por cjemplo Emmanuel Le Roy Ladusie y Daniel Roche cen Francia, Natalie Davis y Lynn Hunt en Estados Unidos, Carlo Ginz- burg en Italia o Hans Medick en Alemania) originalmente se definian a st mismos como historiecores sociales y acmiradores de Marg, cuando no maraistas. Desde finales de le décacla de 1960 en adelante, se volvie- ron hacia la antropologia en busca de un modo alternativo de vincular cultura y sociedad, sin reducir aqueéllaa un mero reflejo de la sociedad o a una superestructurs, la guinda del pastel. '6 El despercar del interés por la cukura popular volvié ain més rele- vantela antropologia para los historiadores. Los antropélogos ya habfan rechazado la condescendiente asuncién de que los pueblos a los que es- tudiaban no comprendian sus propias culturss, y apreciiban el conod- miento local oficioso de sus informantes. El dilatado concepto de cultura delos antropdloges era y sigue sien- do orzo atractivo, que conecta el estucio de los simbolos (que los histo- siadores a secas dejaron antanio en minos de los especialistas en arte y literatura) con la vida cotidiana que estaban explorando los historiado- res sociales, Parte del potencial de la snalogia dramattirgica dimana de su contribucién al establecimiento de dicha conexién. También atrajoa 15, Stephen Greenblan, Sbakespesritu Nepotttions, Oxlod, 1988, 16, Véase Natale Davis en Manin Licia Pallares Burke (cormp.), The New History Confessions ana Conversattans, Caibrid, 2002, pig, 50-78 (ru. cast Le nuova bison: coe extrevstar, Granada, Universidad de Grams, 2005), EL MOMENTO DE LA ANTROPOLOGIA HusTORICA 38 os historiadores culturales la idea antropol6gica de las . Al igual que otros historiadores de la literatura del grupo asociado al eanueve historicismo», un movimiento encaminado a reubicat la litera- tnt en ou contexte histérico o cultural, la obra de Greenblatt se ha fra- guado a partir de le tradicién marxista de sliteratura y sociedad», para Juego volverse contra ella, En sus Shakespearean Negotiations (1988), re- chuzaba la tradicional concepcién marxiana del arte como reflejo de la sociedad. En su lugar, se centraba en ‘o que liamaba «intercambiom» 0 scnegociaciones» entre ambas esferas. En un ensayo de dicha obra titulsdo «Shakespeare and the Exor- cists», Greenblatt examinaba la relacién entre dos clases muy diferentes de texto, El rey Lear v]a Declaration of Eoresious Popith Impattunes Ta Declaration constituia un ataque a la préctica del exorcismo y la habia publicadio poco tiempo antes de Ia obra de Shakespeare el pastor pro testante Samuel Harsaet. El principal ergumento de Harnett contra los exorcistas era que en realidad éstos estaban representando obras, pero ocultando este hecho al piblico, El tema central del ensayo es Io que Greenblawt designa como «la transferencia de Ie posesisn y 1 exor cismo de le representacién sagreda a In profana>, Maneja la «analogia dramatdrgica», pero tambien hace une contribuci6n a su histor Ciertos estudiosos que solian definirse a si mismos como historiado- res del arte afirman hoy que se ocupan de la «cultura visuab». Dos lla- natives ejemplos temprancs de este giro hacia a cultura visual nos los brindan las obras de Bernard Smith y Michael Baxandill, En European Vision and the South Pacific (1959), Smith argiifa que, cuando los europecs (incluidos los artistas que acompafaban las expe diciones de los descubridores) penetaban en esn regién por primera ves, tenfen uns pereepeiéa eculturalmeate condicionadan delos pueblos del Pacifico, a través de las lentes de lc umdici6n elisica o de estereoti- pos tales como cl buen salvaje. Asf, por ejemplo, vetan a los tahitianos como un pueblo que vivia en Ia Edad de Oro y alos aborigenes austra- lianos como espartanos 0 escitas. Lus Antipodas se percibian como una inversi6n de Europa, una especie de mando al reves. [EL MOMENTO DE La ANTROPOLOGHA INSTORE a Por su parte, en Painting and Experience in Fifteenth-Century lialy (1972)" Baxandall examinaba lo que deaominaba «vision de épocn», esto es, Ia relacién entre In percepcién delos cundros y as experiencias, ‘otidianas, que abarcan desde el baile hasta la medicién del contenido dde los barriles. El interés de Baxandell por «un acervo de modelos» hace pensar en Aby Warburg (véase Ia pég. 24), pero su enfoque cultu- ralmente relativista recuerda asimismo la antropologia, concretamente Inantropologia interpretativa de Geertz, quien, por su parte, comenta- iad libro de Baxandall en uno de sus ensayos. Los historiadores de In ciencia vienen avanzando en una direccién simmilay, cedefinigadose como historiadores culturales, como hacen Ni- cholas Jardine y sus colegas en un volumen titulado Cultures of Natw- rl History (1996). Un reciente estudio de la trayectoria de Galileo Ga- lle’ en 12 corte florentina de los Medici, Galileo Courtter, de Mario Bingioli (1993), podria describirse como un ejemplo de antropologia histérica Biagioli se inspica en Mauss y en Malinowski can el fin de analizar las relaciones entre Galileo y su mecenas. ven Geertz y Goffman para texplicar las presiones que levan al cientifico a presentarse a simismo y sus descubrimientos de forma teatral. Por ejemplo, Galileo tenia que responder las preguntas que le formulaban «de maneza ingeniosa, ate rnigndose a los eédigos de la cultura cortesanay. Le exigian que partici ypaseca disputas,a veces en la mesa después de cena, come una forma de entretenimienco erudito para su mecenas el Gran Duque. En el m- biente cortesano de principios del siglo xvi, do que importaba era el especticulo mis que el producto final». Deberia quedar claro que algo de los clésicos antropolégicos se ha revelado sumamente provechoso como herramienta mental para los his- toriadores y que ha brindado soluciones a algunos de sus problemas, En ‘cualquier caso, laexplicacién del despertar del interés por la antropolo- pia puramente en términos de Ia historia interna ce la exeritura histérica delataria una considerable cortedad de miras. Consciente o inconscien- temente, los historiadores estaban reaccionaado a los cambios en el mis anchomundo, incluidos Ia pérdida de la fe en el progreso y cl surgimien 10 del anticolonislisme y de! feminismo, ad, css. Pinturay vis eotdiana en ef Renadimiento, Barcelona, Gustave Gil, 2000. (Ne) @ QUE 6S La tusroma CULTURAL? Bajo EL MICKOSCOPIO ‘La cécada de 1970 fue testigo del nacimiento, oal menos del bautis- ‘mo, de un nuevo género histérico, la «microhistorie», asociads a un pe- guefio grupo de historiaclotes italianas, entre los que figuraban Carlo Ginzburg, Giovanni Levi y Edoardo Grendi, Este acontecimienta ppo- dria interpretarse al menos de tres maneras. En primer hugar, ln microhistoria suponia una reacciéa contra un determinado estilo de historis social cue sogufa el patrén de la historia econémica, empleando métodos cuaniitativos y describiendo tendencias genenalcs, sin transmisir demasiado scatido de la variedud ola especifi- cidad de les culturas locales. En seguaco lugar, la microbistorie signi- ficaba una respuesta al encuentro con Ja antropologia. Los antropélo- gos ofreciaa un modelo alternativo, el del estudio en profundidad de un caso concreto en el que habia lugar para Ja cultura, para la libertad con respecto al determinismo econémico o social y para los individuos, ros- tros en Ja multitad, El microscopio ekrecia una atractive altemnativa al telescapio, permitiendo el reingreso ex Ja historie de personas cemeretas o de experiencias locales? En tercer lugar, ln microbistoria era una respuesta a una creciente desilusién con respecto alo que se io en llamar el «gran releto del pro- reso, el desarrollo de la moderna civiizacién occidental a través de las antiguas Grecia y Roma, ef cristianismo, el Renacimiento, la Reforma, la revolucién cientifica, la Tustracién y las revoluciones francesa e indus- tial. Este relato triunfalista pasaba por alto los logros y contribuciones de muchas otras culturas, por no mencionar los grupos sociales de Oc- cidente queno participaron en los movimientos antes eaumerados, Exis- te un paralelismo evidente entre la critica de este gran telato en historia ya eritica del dencminado «canon» de los grandes escritores en la lite- ratura inglesa o de los grandes pintores en la historia del arte occidental. Tras estes criticas se asome una reaccién contra la globalizaciéa, que scentiia el valor de las culturas regioneles y los saberes locales. Dos libros publicades a mediados de la décads de 1970 sitéan en primer plano la microhistoria: Mar/ellou (1975),* de Emmanuel Le Roy 20, Enirelosestadios misjepicacc gun los de Giovanni Lev, lew history, en Peter Baske (comp), Now Pertectives on Hitoriee! Wri, 1991 (> e Canby, 2001, pes 97-119 (rad, cs. 2003) Jaeger evel (comp), Jew delle Pai, 1996 Tract: Mortal wde cca, de 1246124, Mac urs, 1988, (N. debe) EL MOMENTO DE LA ANTROPCLOGIA MISTORICA 6 Ladutie, y I! formaggio e I vermi (1976)," de Carlo Ginzburg, Ambos conjugaban el éxito académico con el atractivo para el gran pitlico, Montaillow pintaba un retrato hist6rico de una pequefia aldea fran- ‘cesa de los Pirineos y de sus doscientos y pico habitantes a comienzos del siglo xrv, un retrato que fue posible gracias a la supervivencia de los registros de la Inquisicién, incluidos los intercogatorios de veinticinco aldeanos sospechosos de herejia. El libro adoptaba la forma general de un estudio comunitario del tipo de los que solian realizar los sociélogos, pero los distiates capitulos suscitaban cuestioncs que estaban siendo debatides por los historiadores franceses del momento, por ejemplo cuestiones relativas a Ia infancia, a la sexualidad, 2 Ia percepcién local del tiempo y del expacio, o « Ja vivienda campesina como representa- ci6n de ios valores familiares, Moniatifow supuso tna contribucién a I historia cultural, en un sentido amplio, que incluia la cultura material y Jas mentalidades. El queso y las gusanos también se basaba en los archivos dela Inqui- tici6n, en esta acasién de Ia Friuli del siglo xvr, en el nordeste de Italia, ree centraba on In prercanalidad de tin individua interrogada bao sos- pechs de hetejia, el molinero Domenico Scandella, alias «Menocchio». Para sonpresa de los inquisidores, Menocchio respondfa sus preguntas con todo lujo de detalles, exponiendo su visiGn del cosmos. El titulo del libro se debe a la creencia de Menocehio de que al comienza todo era aos, formando los elementos una masa «al igual que el queso en Ia le- che, yen dichn masa aparecieron unos gusanos, que serian los dngeles>. Enel transcurso de su interrogatorio, Menocchio hablaba también lar- goy tendido sobre los libros que habfa leido y sobre la interpretacién que de ellos hacia, De este modo, el estudio de Ginzburg contribuiria a la nueva «historia de la lecture» (véase le pag. 81). El queso y los gusanos puede describirse como una «historia desde abajo», ya que se centra en la cosmovisién de un miembro de lo que el marxista italiano Antonio Gramsci denominaba las «clases subalter- nas», El protagonista del libro, Menocchio, podria deseribitse como un «extraordinario hombre ordinario», y el autor explora sus ideas desde diferentes éngulos, warindole a veces como a un excéntrice que des- concertaba a sus interrogadores porque no encajsba en el esterectipo del heteje, y en otras ocasiones como a un portavoz de la culzura cam= ppesina de tradicién oral. Puede que el argumento no siempre resulte Trak cat: El qwetoy los grsanos, Barcelona, Pentnoule, 2001, (N. del.) 64 Que #5 La MISTORN CULTURAL? demasiado consistente, peto sirve en todo momento de acicate para ol pensamiento. Otros trabajos histSricos, mas inspirados en la geogratia o en el fol- dore que en 11 antropologia, han estudiado unidades locales mis ex- tensas, la regiGn mas que la aldea o la familis, Asi, por ejemplo, Chasles Phytian-Adams ha tratado de identificar lo que denomina las «provin- cas culturales» inglesas, catorce en tata, mayores que los condados pero ‘menotes que las divisiones acostumbradas de Inglaterra en ef Nordeste, a Regién Centeal, of Sudoeste, etc. Por su parte, David Underdown se ba centredo en las variaciones de la cultura popular a principios de le modemidad, selacionando las formas culturales con le economta local «incluso con los modelos de asentamiento. Sugiere, por ejemplo, que a fitbol era especialmente popular en «las tieras bjas de Wiltshire y Dorset, con sus aldeas formando niicleos y sus economias de avejas y cereal?! Al otto lado del Adintico, el tan comentado libro de David Fischer Albion's Seed (1989) discinguis siete regiones culrurales en los Estados Unidos actuales v cuatro en la Norteamética colonial, eaca una de ells configurads por I emigracién de uns regién inglesa, de East Anglia a Massachusetts, del sur de Inglaterra a Virginia, de North Midlands a Delaware y finalmente, en el siglo xvi, de North Britain a las remotas regiones al ocste de Persilvania. Fiscaer aducia que lo que lamba -sus0s populares» (rasgos culturales que abarcan desde el idioma hasta los tipos de viviendss) en cada una de las cuatro regiones venian confi- garados por las tradiciones regionales britdnicas, Asi, por ejemplo, las casas de tabias de Nueva Inglaterm reproducian las casas de East Anglia, elacento y el vocabulazio dos virginianos derivabs de los dialectos de Sussex y Wessex, ete, Desde la década de 1970 se han publicedo cientos de trabajos mi- crohistéricos, centrades en el estudio ée aldeas e individuos, familias y conventos, disturhies, asesinatos y suicidios. Su variedad resulta impre- sionante, pero es probable que estos extudios estén sujetos al principio dela disminucién de respuestasinteleetuales a un enfoque detetminado, El gran problema (afrontado dircctamente por Ginzburg, aunque n0 por todos sus imitadores) estriba en andlizar la relacién entrela comuni- 21. Chacles Phythian-Adanns, «An Ayencl for English Local History en Secetien, Caltares and Kinship, Leicester, 1993, pigs. 1-25; David Underdawa, «Regional Cultare:?», en Tina Harts (comp,), Poplar Cutie in Engle; 1500-1890, 1995, pigs. 2847. FL. MOMENTO DE Lh ANTROPOLOGEA HISTORIA o dad y el mundo eatetior. En su investigacién sobre el pueblo sualso de Laichingen, por ejemplo, el microhistoriador alemén Hans Medic ha hecho especial hincapié en la relacion entre lo local y o global## POSCOLONIALISMO Y FEMINISMO- Como sugerimos en el apartado anterior, una razén esencial para In-reaccién en contra del gran selato de la ciilizncién occidental eca la conciencia creciente de lo que éste dejé fuera © yolvid invisible, La lu- cha porla independencia en el Tercer Mundo y el debate sobre su ince sante explotacién econémica por parte de los paises mis ricos attajo la atencién sobre el poder delos prejuicios coloniales y sobre su persisten- cinen ls época . Por ejemplo, estudios recientes hablan de «la escritura femenina» en el Renacimiento, mis que de dditeraturay. La clave de le distincién estriba en la necesidad de mirar mas alld de los géneros literarios con. vvencionales, en los que las mujeres no se hsllan bien representadas. Fl ‘écento se pone ahora en lo que cabrfa denominar «formas informales» de escritura, como la correspondencia personal. Por otra patte, dado gue las mujcres (por cjemplo Isabella d’Este) destnearon més como me cenas del arte renacentista gue como artistas, cl interés por Ia historia de Jas mujeres ha alentado el desplazaraiento general del interés de Ia pro- duccién al consume (véase la pag. 89). Para el estudio de un caso concreto de Is historia cultural de les mu- jeres al nuevo estilo, podemos remiticnos a Holy Feest and Holy Fast de Caroline Bynum (1987), un estudio del simbolismo de la comida en la baja Edad Media, especialmente de wsu omnipresencia enel simbolismo teligicso». La autora hace un uso considerable de la obra de antrop Jogos como Mary Douglas, Jack Goody y Vietor Turner. Sostiene que I comida era un simbolo mis importante para las mujeres que pra los ‘hombres, «ana preocupacién obsesive y abrumadora en las vidas y es- critos de las mujeres religiosusr, Por cjemplo, las mujeres «coneebian a Dios como alimento» y eran especialmente fick a la Eucaristio. En esta investigacién, que esti inspirada en debates actuules sobre ln anorexic, ‘pero que evita escrupulosamente proyectar sabre el pasado actitudes contemporéneas, Bynum aduce que el ayuno femenino no era patols- gico, sino portador de significados, No era une mera forma de autocon- trol, sinc también «an modo de criticar y controlar a quienes ¢jercian la autoridad». Puede resultar clarficador comparar y contrastar este libro con los eapitulos sobre religién en la investigaci6n de Huizinga sobre la baja 6, Como ejemplos de Tas tendescias antes comentndas cabo mencionar Patricia La- baline (comp), Beyond their Sex-Learaed Wanter of the Euroteax Past, Nueva York, 1980 Catherine King, Renaissince Women Patram, Manchester, 1988, Loms Hutson 'comp,), Femninio and Revaisiance Studes, Oxford, 139%; Letts Panizea y Sharon Wood (comps), A History of Women's Writing iv Italy, Cambridge, 2000, 68 2QUE ES LA MISTOUA CULTURAL? Edad Media, Bynum hace mis hineapié on le prictica y en les mujeres. Asimismo, manifiesta una actitud mi positiva hacia la proliferaciéa del simbolismo, que Huizinga considerara un signe de decadencia. Ea 10- des estas cuestiones su libro oftece unbuen ejemplo de lo que se ha dado en llamar «nueva historia cultural», tema del siguiente capitulo. Capitulo 4 ¢Un nuevo paradigma? ‘antropéloges inspiré algunas de las innovaciones mis significativas en historia cultural en los decenios de 1970 y 1980. Las huellas dejadas en Ia historia cultural por la antropologia en general y por Geertz en ‘pasticularsiguen siendo visibles, pero la que se ha dado en llamar «Nue- ‘va Historia Cultural» bebe de mas de una fuente. Es més ecléctica tanto ‘nel nivel colectivo como en el individual. El nombre de «Nueva Historia Culrurab (en edetante NHC) se em- ‘pez6 a utilizar a finales dela década de 1980. En 1989, el historiador es- tadcunidense Lynn Hunt publicé una eélebre obra con ese titulo, pero Jos ensayos reunidos en ese volumen eran originalmente ponencias deun -congteso sobre «Historia francesa: textos y cultura, celebrado en 1987 en Ia Universidad de California en Berkeley. La NHC es le forma domi- ‘ante de historia cultural (algunos dirfan incluso quela forma dominan- tede historia) practicada en In actualidad, Sigue un nuevo «paradigma» en el sentido que tiene este término en Ia obra de Thomas Kuhn sobre Inestructura de las wrevolucioness cientificas, estoes, un modelo pare la priictica «ncrmaly de la que dimana una tradicién de investigacién.! El adjetivo «muevap sitve para distinguirla NHC (como la nouvelle histoire francesa de la década de 1970, con la cusl tiene mucho en co- 1, Thomas Kuhn, The Siscture of Scientific Revolutions, Chicaga, 1962, pig. 10 (tad. en La extracted la revolacioescentifis, Maid, Fond de Calta Bean, 2000), 70 2OUE 1S LA tHSTORIA CULTURAL? Tin) de Tas viejas formas ya examinadas, El adjetivo «cultural la dis- tingue de le historia intelectual, sugiriendo el acento en las mentalida- des, ls presuposiciones o los sentimientos mas que en las ideas 0 los sistemas de pensamiento, La diferencia entre ambos enfoques podria concebirse en términes del famoso coatraste entze «sentido y sensibi dad» establecido por Jane Austen, La hermana mayor, la historia inte- lectual, ¢s mas seria y precisa, mientras que la menor es mas vaga pero también més imaginativa La palabra «culturabs sirve asimismo para disiinguir ls NHC de otra hermana, Ia historia social. Un ambito en el que resulta particularmente apreciable el cambio de enfoque es el dela historia de las ciudades. La historia politica de las ciudades, que podsiamos designar como shistoria municipal», se cultiva desde el siglo xv sino antes. La historia social y econdmice de las ciudades se remonta a las décadas de 1950 y 1960. La historia cultural de las ciudades es todavia més reciente, una tercert oleads que se torn6 visible con el libro de Carl Schorske Fin-desiécle Vienne (1979)" y con investigaciones posteriores, Schorske se centra en la alta cultura pero la ubica en un contexio urbano. Otros historiadares culmrales se ocupan mas de las subculturas urbanas, con Ia gran ciudad en particular como un escenatio que oitece muchas oportunidades para Ja presentacién o incluso la reinvencida de la persona? El nuevo estilo de historia cultural deberia verse como respuesta & los desafios besquejados anteriormente (véace el eapitulo 3), la expan- sin del émbito de la ceultura» y al surgimiento de lo gue scha dedo en lamar «teoria culturaln, Per ejemplo, el libro de Caroline Bynum co mearado al final de! capftulo anterior «std inspirado en la obra de te6r- as feministas como Julia Kristeva y Luce Irigaray, quienes han analiza- do las diferencias entre el discurso masculino y el femenino, La teoria puede interpretarse como respuesta a problemas y como reconceptuali- zacién de problemas. Les teoriss culturales particulares también han hecho constientes a los historiacores de nuevos problemas (o de algu- nos que ignoraban tener), amén de crear elas mismas otros nuevas. El imterés por le teoria es uno de los rasgos distintivos de la NHC. Por ejemplo, las ideas del filésofo y socidlogo alemén Jiirgen Habermas "Trad eas Fin de spl, Bareslona, Gta Gili, 198. (N. del ¢) 2. Thomas Bender y Cael E. Scharske (comp), Budypet and New Varks Studie iv Mevopalitar Trmfornation, Nueva York, 1994 Robert B. St, George (comp.), Posble Paste: Becoming Colontalin Early meres, Wha. 2000, {JUN NUEVO PARADIGMA? n sobre cl nacimiento de la sesfera publicax burguesa en la Francia y la Tnglaterra del siglo xvi han dado lugar a una seric de investigaciones ‘que eritican y matizan sus tesis y que las hacen extensivas asimismo a ‘otros periods, a otres paises, a otras grupos sociales (como las mujeres) {ya o1r03 simbitos de actividad tales como la pintura o la musica, En con- ‘ereto, la historia de los periédicos se ha desacrallado en respuesta a la tesis de Habermas? For otra parte, los historiadores han emplesdo en diversos contex- tos la idea del «cuplemento» de Jacques Derrida, del papel del margen ena configuracién del centro. La autora estadounidense Joan Scott ha templeado el ré:mino para describir el nacimiento de In historia de las mujeres, ea la cual «las mujeres se incorporan ala historia» al tiempo que ‘emotiven su reesezitura» (como en el caso de las mujeres renacentistas ccomentada ca el capitulo 3). Anilogamente, un estudio sobre la brojesia europea arguye que, a prineipios dela modernicad, cuando mucha gen- ese sentis amenazada por las brujas, el sistema de ercencias depencia precisamente del elemento que traraban de excluir+ Cuamo Tz0RICos Esta seccién se centra en cuatro ts6:icos cuya obra ha sido de espe- cial relevancia para los cultivadores de In NHC: Mijail Baitin, Norbert lias, Michel Foucault y Pierre Bourdieu. Resumiré algunas de sus ideas fundamentales antes de considera: los usos que se han hecho de ellas. Bajtin fue un tesrico del lenguaje y Ia literatura cuyas tesis son también, relevantes para la cultuca visual, mientras que los otros tres fueron te6- sicos sociales que trabajaron en tana época en la que pareeian diluirse los limites entre sociedad y cultura (véanse las pgs. 44-45). Lainrencién de pasar aqui revista a estos tcdricos no esitiba cn persuadir a los lectores 3, Sobre el deoate,xéase Craig Calhoun (comp), Habernas and she Publ Sbere, Gamiridge, MA, 1992. Vase oan Landes, Women aad the Puli Sphere inte Age ofthe French Revolution, thaca, 1988; Thomas F. Cow, Punts and Publi Life te Fighiend Gottry Paris, Pty 1985 (si cas Pntur'y sociedad eel Part desig XVI, San Sebeatén, Neves, 1989), Ererdan Dooly y Sobeioa Baron (compa), The Potic: af Infor ‘mation in Early Modern Esrope, 201. 4 Joan Sct, «Women’s History en Petr Burke comp.) New Penestves ov His tore Wang, 991 (2 el, Cambridge, 2001), pigs 43-70, en pigs 5051 ta, cast: For ‘mas de bce bier, Nadi, Minas, 2903); State Gath Tonking wth Demons, Oxtocd, 1997, pig 3. 2 QUE ES La THSToR4 coLtoRAL? para que acepren sus ideas y se limizen a aplicarlas al pasado, sino en animarles a comprobar las teorias y, al hacerlo, a investigar nuevos te- a histéricos 0 a reconceptualizar los viejos. Las voces de Mijait Bajtin Mijil Bajtin, uno de los tedricos culturales més originales del si- lo Xx, fue descubierto por los hittoriadores, al menos de Fuera de Ru- sia, a reiz de la traduccién al franeés y al inglés de su libro Toorebestvo Fransua Rable (1965).* Dentro de Rusia fue uno de los inspicadores de Ja llamada «escucla Tartu» de semiética, dela que formaba parte Juri Lotmun (véanse las pags. 3-34). Los conceptos hisicas empleados en el libro sobre Rabelais (como, por ejemplo, «carnavelizacién», edestrona- mienton, «lenguaje del mercado» y «cealismo grotesea») se han utiliza do con tanta frecuencia en la NHC que cuesta recordar cémo podiamos arreglimoslas sin ellos. Por ejemplo, en uns novedosa ¢ duminadora aproximacién a la his- torin de le Reforma alemana y su impacto en fa cultura popular de su tiempo, Bob Scribner recurria al trabajo de Bajtin sabre el Carnaval y los rimales de desacralizacién, aduciendo, por ejemplo, que los reformistas utilizaban los simulacros de procesiones como una manera dramitica de ‘mostrar al vulgo la ineficacia de las imagenes y reliquias catdlicas. Desde la Francia del siglo 2V1, esas ideas emigraron a la Inglacerra del siglo 2ovm, y de la historia de la literatura a la historia del arte (por gjemplo a estudios sobre Brueghel o sobre Goya). En cuanto a la visién cde Bajtin de la importancie de la subversién y la penetracién de la «alta» cultura por la «baja», sobre todo por ia mofa popular, corre (o al menos corria) el peligro de convertirse en una nueva ortodexia, acriticamente acepiada’ En cambio, las ideas igualmente interesantes de Bajtin acerca de los séneros discursivos y acerca de las diferentes voces que pueden ofrse en ‘Tea. cast: La cultura popular en (a Edad Medio y en of Renacimienta: el cantesto de Francois Rabulai, Ned, lia, 1998, (N. del 1) 5. Mijai Bajtn, Rubs aed his World 195 (trad. ingl. Cambridge, MA, 1968) (ara cast: La cultena poplar la Edad Madiay an e1Renacimiento:elcontento de Frans Rube lair, Mac, Alianza, 1998); Mil Bujtin, The Dialogic Imarination, Manchester. (981; Ro- bem W. Scriiner, Popular Care ard Papnlar Movements in Reformation Germany, 1987, pigs. 95-57; Peter Burke, «Bakhtin for Historias, Stal Hvar, n° 13, 1988, pgs, 85-90 <0 NUEVO PaRApICNA? B lun tinico texto (lo que él denomina «polifonta>, «polighosia» o , como con el de «filtro» intelectual, pretendia suge- tir que las estructuras admiten cierta informaci6n en tanto que exduyen, el resto. En la leccién inaugural L'ordre du discours (1971),* al ocupat la c4- tedm de «historia de los sistemas de pensamiento» en el Collége de France, Foucault definid su abjetivo como el estudio del control del pensamiento, incluyendo las formas de excluir de un sistema intclecmual Cierras ideas o temas, Tres de sus cuatro Investigaciones sustantivas fun- damentales se ocupan de la exclusién de ciettos grupos (locos, crimina- les y pervertidos sexuales) de los érdenes intelectuales y sociales que se estimaba que amenszaban. En cambio, Les mots et les choses, Une archéologie des sciences bu- maine: (1966)"* trataba de las cateporias y los principios que subyacen yorganizan cualquier cosa que pueda pensarse, decirse o escribirse en tun determinado perfodo, en este caso los siglos XVil y XVI, es decir, las adiscursos» de a época. En esta obra, Foucanlt sugeria que estos discur- 408 colectives, mas que los escritores particulares, constituian el auténti- ¢c9 objeto de estudio, escandalizando asi a algunos lectores pero inspi. * ind, can El orden del dizcrse, Bareslona, Tasquess, 1999. (N. det #) "Trad cst: Lar palubns yas coms: une argueologa de kx cienciss burunes, Maid, Siglo XX1, 1999, (N. del 4) 76 rando a otros. El concepto foucaultiao de discurso fue una de las prin- cipales fuentes de inspiracién del Orientalismo de Said (véanse las pags. 65-66). El problema para los hipotéticos discipulos de Foucault es que esta nocién central de discurso, como la nocién kubniana de paradigma ls marxiana de clase, resulta ambigua. Por decislo sin rodeos, ceusn- tos discursos existian en |i Francia del siglo xvIN? ¢Tres, treinta o tres- cientos? En terver hugar, Foucault escribié una historia intelectual que inclufa fas précticas al igual que las teorfas y los cuerpos le mismo que las men- tes, Su concepeién de las priicticas se halla ligada al énfasis en lo que de- ‘nominaba la «microfisica» del poder, esto es, el nivel micro de la politi- co, Las «practicas discursivas, alegiba, construyen 0 constituyen los objetos referidos y, en ttima instancia, la cultura o la sociedad en su in- tegridad, en tanto que «la mirada (le regard) era una expresién de la moderna «sociedad disciplinarian, En Surveiller et punt, Natssance de la prison (1975),” el autor pre- sentaba una serie de paralelismos entre Is prisiones, las escuelas, las fi- Ihriess, los hospitales y los cuarteles camo atens tantas institneinnes al servicio de la produecién de «cuerpos déciles». La organizacién espa- cial de las aulas, por ejemplo, como hi de las plazas de armas y los talle- es, facilitaba el control mediante vigiluncia, En un célebye pasaje des- cribfa el proyecto de prisién ideal del reformista decimonénico Jeremy Bentham, el «pandpzico», disefiado de suerte que Ins auroridades fue- sen capaces de verlo todo ill tiempo que ellas mismas permanecfan in- visible, Los usos de Pierre Bourdieu A diferencia de Bliss y de Foucaule, Bourdieu, un fitésofo merido a antropélogo y a socidlogo, no escribié sobre historia, aunque fue un bbuen conocedor de la historia y realizé numesesas observaciones pers- picaces sobre lu Francie del siglo xx. No obstante, los conceptos y his teorits que generé en el transcurso desus investigaciones, primeramente de los bersberes y luego de los franceses, son sumamente relevantes para Jos historiadores culturales. Estos induyen el concepto de «campo», la Trad, cast: Viel y custitar: nacimten de le privdn, Madrid, Siglo XX, 2000 (del) (un NuLvO PaRADIEAMA? 7 teorfa de la prictica, Ie idea de In reproduccidn cultural y ls nocién de adistincién».? El concepro de «campo» (champ) (literatio, lingbistico, artistico, in- telectual) de Bourdieu se refiere a un imbito auténomo, que adquiere indepencencia en un momento conereto en una determinada cultura y zeniera sus propias convenciones eulturales. La idea de un campo cuktu- ral no ha atrafdo hasta In fecha a demasiados historiadores, aunque e) concepto en cuestién se les ha antojado ilurminador a los estudiosos cle Ja literatura francesa y del surgimiento de lo intelectual, ‘Més influyente ha sido la teorfa de Bourdieu de lo que él denomina sreproduccién cultural», el proceso mediante el cual un grupo como la burguesfa francesa mantiene su posicién en la sociedad a través de un sistema educativo que se presenta como aurGnomo e imparcial, mientras ‘que de hecho selecciona para In educaci6n superior aestudiantes con las ‘cualidades inculeadas desde el nacimiento en dicho grupo social. Otra importante contribucién de Bourdieu es su «teoria de la pric- fica», en especial su concepto de «habitus», Reaccionando contra lo que sonsideraba la rigidez de la idea de las reglas culturales en la obra de es: tructuralistas tales como Lévi-Strauss, Bourdieu exeminaba la prictica cotidisna como uns improvisecién prolongada dentro de wn armazén de esquemas ineuleados por la cultura Jo mismo en la mente que en el cuerpo (entre los términos que empleaba figuraban schéme corporel y schime de penséc). Tomé prestado el término chabitusy cel historiador del arte Erwin Panofsiy (quien lo habia heredado a su vez de los fil. sofos escolisticos) para aludir a esta capacidad de improvisacién,* En Francia, por ejemplo, segin Bourdieu, el habitus burgués es congruen- te con las cualidades apreciadas y privilegiadas en el sistema de la edu- cacidn superior. Por este motivo, los hijos de le burguesia aprucban los texfimenes y parecen hacerlo con bastante «naturalidads, Bourdicu hizo mucho uso de una metifora originalmente proceden: te de la economia, que analizaba la cultura en términos de mercancias, produccién, mercado, capital e inversién, Sus expresiones «capital cul- 7. Pierre Bourdieu, Oxtlines of 1 Theory of Practice, 1872 (tru. ingl. Cambetdge, 1977); Ferre Bourdien, Distinction, 1979 (era. il. 1984) (tu. east: La dsrnctin, Mas hid, Taaros, 1998), sobre a, David Swart, Culture wed Poser, The Sacelagy of Pirre Ronntioe, Chicago, 1997, 8. Acilo expicaba d propio Hourdiey en una comersicén que mantuve eon él hacks 1982. Se hasefaladn quee! tino ebubitus» fue empleads wmbién por Leb, cuys Fi: Josoia etudié Bourdiew en ls Ecole Normale. 78 2QUE BS La HusToUA CULTURAL? ttrab> y «capital simb6lica» se han incorporado al lenguaje cotidiano de los socidloges, los antropélogos y al menos ciertos historiadores Bourdieu empleaba asimismo la metéfora militar de Ia «estrategin», ‘no sélo en sus andlisis de los matrimenios campesinos, sino también en sus iavestigaciones de Ja cultura. Cuando la burguesia no invierte del modo mas ventajoso su capital culturd, emplea estrategias de distincién, recurriendo a le misien de Back o de Stravinsky, por ejemplo, como una manera de dliferenciarse de los geupos que estima «inferiores». Como explica Bourdieu: «La identidad social yace ea le diferencia, yla diferen- cia se afirma contra lo més proximo, que representa la mayor amenaza». Comoen el caso de Elias, lo que ta llamado Ia atencign de tos histo- tiadores culturales no han sido tanto las teorias relativamente abstractas, del campo o dela reproducci6n, cuanto las mordaces observaciones de Bourdieu sobre los estilos de vida burgueses, especialmente la biisque- da de adistincién» o la lucha por conseguitla, No abstante, Is teoria general también tiene elgo que ofrecer a los historiadores deseasos de analizar ademas de describir La teo:ia se ha tildado de excesivamente determina o reehnevionista, perevnee ohliga a reexaminar nnestras pte suposiciones tanto sobre a tradicién some sobre el cambio cultural. Conjuntamente, lor cuatro tedricos han alentado a los historiado- res culturales a interesarsc tanto porlas representaciones como por las pricticas, los dos rasgos distintivos de ls NHC en opinidn de uno de sus Ideres, Roger Chartier, Pracricas ‘Las «pricticas» constituyen uno de los lemas de la NHC: la historia de la préctica religiosa en lugar de la eologia, a historia del habla antes que la historia de la lingiistica, Ia historia de In experimentacién més que de Ja teoria cientifica. Gracias a este giro hacia las pricticas se ha profe- sionelizado la historia del deporte, antaio dejada en manos de aficions- dos, y €3 hoy un campo con sus propias revistas come el International Journal for the History of Sport. Paradéjicamente, la historia de las précticas representa uno de los Ambitos del trabajo historico reciente que se ha visto mas afectado por Ja teoria social y cultural, Desde la perspectiva de las pricticas, Nosbert Elias, caya preocupacién por la historia de los modales en la mesa se an- tojara excéntrica en su momento, se insctibe hoy decididamente en la UN NUEVO PARADIOMA? 7” cortiente dominame. El wabsjo de Bourdieu sobre la distincidn ha ins- pirado miiltiples investigacfones sobre Ia historia del consumo, en tan- 0 que Is ides foucaultiens de una sociedad disciplinaria, en la que se adoptaban nuevas pricticas para garantizar la obediencia, se ha adapta- dopara estudiar otras partes del mundo, Atitulo de ejemplo, en Cofonising Egypt (1988), Timothy Mitchell se inspira tanto en Foucault como en Decrida en su anilisis de las conse- cuencias del colonialismo decimonénico. De Foucault, Mitchell ha aprendido a examinar la «mirada» europea ya buscar parslelismos en tre desarrollos en mbitos tan diferentes como el ejército y la educa- eign, centrindose en ambos casos en la importancia de le disciplina. De Derrida psoviene la idea del significado como «el juego de la diferen- clay, crucial en un capitulo sobre elimpacto dela imprenta, introducida entomo a 1800, en la prictica de la escritura. ‘La historia del lenguaje, més en concreto Ja historia del habla, cons- tituye otro de los campos que Ia historia cultural de las pricticas esi comenzando 1 colonizaro, para ser més precisos, a compartit com los so- ciclingiistas que vienen sintiendo la necesidad de dotar de una dimen- sién histérica las investigaciones sobre el lenguaje. La cortesia es un am- bito discursive que ha atraido a los historiadores culturales, aunque no tanto come el insulto? ‘La prietica religiosa suscita desde hace tiempo al interés de los histo- riadores de la religion, pero el creciente volumen de trabajos sobre lame- .cidn y la peregrinacién (hind, budista, cristiana © musulmana) su- ggicre un cambio de acento. Ast, por ejemplo, Ruth Harris ha ubicaco enst contexto politico la peregtinacién a Lourdes como un movimicn- to nacional de penitencia, que comenzo en la década de 1870 como res- puesta a J derrota francesa en Ja guecra francoprusiana. Bajo el influjo de antropélogos como Victor Turner (véase la pig. 55), se han estudia- do las peregrinaciones como titos de iniciacién y como fenémenos limi- nares, Se concibe a los participantes como suspendidos entre su mundo cotidiano y el mundo en el que desean ingresar, abandonando su estatus xy sus papeles sociales ordinarios y fundiéndose con Ia comunidad de pe- regrinos.10 i 5, Peter Burke y Ror Porter (comps.. The Social History of Langusge, Cambridge, 1987, uth Harris, Lourdes: Body and Spi ina Secelar Age, 1999: Victor Turner y Balch ‘Tuer, mage and Prinaye in Western Culture, Oxford, 17. 80 QUE ES LA HasromA CULTURAL? Lahistoria de los viajes coustituye otra cjeraplo de la historia de une practica en plens expansién, marcada por la creacin de reviscas espe- Galizadas como el journal of Travel Research, asi como por la publica- cin de un nimero cada vez. mayor de monografias y voliimenes colecti- vos. Algunos de estos trabajos se ocupan en especial del arte o método de viajar, las reglas del juego. Desde finales del siglo xvtse publicaron en Europa tratados sobre este asumro, que aconsejaban a sus lectores, porejemplo, copiarlos epitafios de iglesies y cementerios, o indagar so. bbre las formas de gobierno y los usosy costumbres de los lugares que vi- sitaban,!? La historia de las practieas esta causando impacto en campos rela tivamente tradicionales de la historia cultural tales como el estudio del Renacimicnto. E! humanismo, por cjemplo, solia definirse en términos de las ideas clave de los humanisias, como su ercencia en Ia «dignidad humana». Hoy en dia resulta més probable que se defina en fuacién de un repertorio de actividades tales como copia inscripciones, tratar de escribir y de hablar a la manera de Cicerén, depurar los textos clisicos de las carrupciones introducidas por las generaciones de copistas 0 co- Jeccionar monedes clisicas, Toleccionismo es una modalida que atraea los historiadores del arte, alos historindores de la ciencia y al personal de las galesias y los muses. The Journal of the History of Collections se fundé en 1989 y en ea década aparecieron también di- versas investigaciones importantes sobre «gabinctes de curiosidades», museos y galerias de arte, El principal foco de atencién es lo que se ha definido como «la culuura del coleccionismo», Los investigadores han estudiado lo que se coleccionaba (monedas, conchas, etc), I filosafia 0 psicologie del coleccionismo, In organizacion de les colecciones, sus categorias basicas (la teoria que subyace a la priitica) y, por titimo, la accesibilidad de Ins colecciones que, por lo general, estaban en manos privadis antes de la Revolucién francesa, pero han pesado cada vez més a manes piiblicas desde entonces.!2 AA titulo de ejemplo de investigacién en este campo, puede resultar iluminador dejar Oceidente pars acucira la China Ming, tal como la des cribe Craig Clunas en su libro Superfluous Things (1991), El titulo de 1, Ja Elsuer y Joar-Pau Rubids (comps), Voyages and Visions: Towards « Cultaral History of Travel, 1998. 12, Jas Elsner y Roger Cardinal (ceanpu.), The Galtares af Collecting, 1994, dur NUEVO PaxaDIGMA? 81 esta investigacién procede del Treatise on Superfluour Things esctito a comienzos del siglo xvu por el caballeco crudito Wen Zhenheng, La idea central es que a preocupacién por lo superfluo es un signo de que tuno puede permitirse no preocuparse por lo necesario, en otras pala- bras, de que uno pertenece a una élite, a una «clase ociosan El tratado de Wen forma parte de una tracicién china de libros so- brelos entendidos en los que se examinan temas como lamanera de die- tinguir las auténcicas antigiedades de las falsas o de evitar la vulgaridad (que delatan, por cjemplo, las mesas decoradis con dtagones de made- ra). Inspivindose en Bourdieu, Clunas aduce que la constante aficma- cida de la difereacia entre las cosas en el Tratedo no es ni mas ni menos que una afirmacién de le diferencia entre las personas en cuanto consu- ‘midoras de cosas», en particular la diferencia entre la pequeia aristo- cracia erudita y los nuevos ricos. giro hacia Ie historia de las prictices cotidianas resulta todavia ‘mis patente en la historia de la ciencia, que solia coneebirse como una forme de historia intelectual, pero hoy se interesa mas por el significado de actividades tales camo la experimentacidn. Se ha desplazndn Ia ate cién desde los héroes incividuales y sus grandes ideas hacia los cambian- tes métodos de lo que Thomas Kuhn denominaba «ciencia normab», re servando un lugar en la historia para las contribuciones de los artesancs que fabricaban los instrumentos cientificos y los auxiliares de laborato- tio que llevaban a cabo realmente los experimentos.” La bistoria de ta lectura Una de las versiones més populares de la historia de las pricticas es Ja historia de la Iectura, definida por un lado por contraposicién ala his- toria dela escriture y, por otro lado, por contraposicién a una anterior historia del libro» (la industris del libro, la censurs, ete.). La teoria culrural de Michel de Certenu (comentada més adelante, pigs. 99-101) sirve de bese al nuevo foco de atencién en el papel del lector, en los carabios cn las prieticas lectoras y cn los «usos culturales» del texto im- preso, Los historiadores de la lectura como Roger Chartier procedian originalmente por derroteros paralelos a los de los criticos literatics pteocupados por le «recepeién» de las obas de la literatura, pero, des- 13, Steven Shapin y Simon Schaffer, Leviathan ana the AinPunp, Princcton, 198. 82 2018 ES LA HISTOMTA CULTURAL? pués de unos afios, ambos grupos hia liegado a cobrur conciencia uno del owo.!* ‘Las respuestas de los lecrores individusles a los textos, estudiadas a través de sus notas marginales y subrayados 0, en el caso del Menocchio de Ginzburg antes comentado (véanse las pigs. 63-65), mediante los interrogatorios incuisitoricles, han devenido un tema popular de inves- igncidn, Por ejemplo, Robert Darnton ha estudiado las numerosas car- tas escritas por los lectores a Jean-Jacques Rousseau tras la publicacién desu novela La Nouvelle Héloive. Este temprano ejemplo de cartes de admizadores esta plagado de referencias a las légrimes provocadas por lnobra. Existe también una serie de trabajos sobre las lectoras y sus gustos bibliogrificos. Joha Brewer ha analizado el diario (en diccisiete volime- nnes) de una inglese del siglo xvi, Anoa Margaretta Larpent, advistien- do «su predilecci6n por las escritorasy por las cbmas con protagonistas femeninas». Se ha esgrimido que el surgimiento en el siglo xvm de la historia de los usos y costumiares y de la «historia de Ia sociedad, in- cluida Is historia de las mujeres, a expensas de Ja historia politica y mi- litar, suposo en parte una respuesta # Ia creciente feminizacién de los lectores, En Ia actualidad, los temas de interés y debate en el seno de la histo- ria de la lectura en Occidente incluyen tres evidentes teansformaciones: dela lectura en vor alta a le lectura silenciosa; de ln lectura en ptblico a Ja Jectura en privados y de la lecturs lenta o intensiva a la lectura répida 0 wextensivay, lo que se ha dado en llamar «revolucién de lalectuta» del siglo xv, Se argumenta que, dado que el creciente nimero de libros torné imposible que alguien leyera elgo mas que una fraceién del rota, los lec- tores reaccionaron ideando nuevas ticticas tales como hojear, leet en diagonal o consultar los indices con al fin de extraer informacién de un libro sin leerlo de prineipio afin, El énfasis en un cambio repentino resulta probablemente exagerado, y es més probable que los lectores 14. Roger Chane, The Culnral Uses of Pre in Barly Modern Prance, Princeton, 1987 lesa cane: Libro, lectus lecares ele Edad Moderna, Masi, Alien, 1993); Gugliel- mo Cavalla y Roger Cherie (compe) 1 Hitary of Reading in the West, 1995 (trad. ing Cambridge, 19991 trad, cas: Historie dels etaraen ol mando occidental, Madi. Tours, 1997); Hans Robert Juss, Towundsan Aesthetic of Reception, 1974 (sad, ingl, Minncapals, 1982); Wolfgang Ise, The ect of Reading, 1976 (ia, gl. 1978) lead. cast: Elect de ler, Madeié, Taurus, 1987) UN NUEVO PARADIGNA? @ securriesen a mis de uno de estos diferentes eatilos de lectuea segtin el libro ola ocasion.® Que alrededor de 1800 se produjo un punto de inflexién en Ia his- toria de la lectura, al menos en Alemania, es la tesis defendida en una investigacién sumamente original que examine, eatze otros asuntos, los cambios en la iluminacion, el mobiliario y la organizaci6n de la jornada (dividida con mas claridad que antes en horas de trabajo y horas de ‘ocio), asi como el nacimiento de una modalidad mas empstica de lectu #3, especialmente en el caso de Ins obras de ficcién. 6 Los historiadores del Oriente asitico y los historiadores del sigloxx tambicn estin recurriendo a la historia de la lectura, adaptando el enfo: ‘que; por ejemplo, al estudio de los sistemas de eseritura y los géneros li teratios japoneses, o del impacto de! desarrollo del mercado en el siste- ma ruso de produccion bibliogratica en la década de 1990.27 ‘REPRESENTACIONES Encierta ocasién, Foucault criticaba « los historiadores por lo que él dlesignaba como su wempobrecida ides de lo real», que no dejaba espa- tio para lo imaginado. Desde entonces, diversos kistoriadores franceset ‘prominentes han respondido a esta provocacién. Un célebre ejemplo de testa clase de historia ea el libro Les trois ordres (1978)* del historiadar francés George Duby, una investigacin de las circunstancias que ro- dearon el nacimiento de la famosa imagen medieval de ia sociedad com- puesta por «tres estamentos»: los que rezan, los que luchan y los que trabajan (o aran); en otras palabras: el clevo, la nobleza y el «tercer esta do». Duby no presenta esta imagen como un simple refiejo de Ia estruc- 15, Rebere Dirnton, «leaders Respond 10 Rousseay»,en su Greet Cat Mastacre, Nw ‘vt York, 1984, pies. 215-256 (cad. cas: La grav mctavza de gatos 9 otros episaias ex le Sistoria deta cultura francese, México, Fordo de Cultura Erondmica, 1987);Janes Raven, Helen Smal y Naomi Tadmor comps), The Practice and Represertation of Reading in En sland, Cambridge, 1996; ol ensayo de John Brewer ocup las pigs. 26245, 16, Esich Scho, Der Vrlwe der Siemlcbbel oder Die Vertandunger des Leser: Mem Ulitittcandel ava 1800, Seurgar, 1987. 17. Pecer Komi, The Bent i Japan: A Calterat Histor from the Beyinnings to the [Nineteeeth Century, Leicen, 1998; Stephen Lovell, The Russiaw Reading Revolution: Print Gultere in the Soviet and Pos Soviet Ess, Basingstoke, 200. "Thales: Tes deme oly mayinaio del fedalioeo, Madi, Twas, 1992, (N, de) 84 2QUE £8 La jusrona CoETURAL? tura social medieval, sino més bien como una representacion con la ca- pacidad de modificarla reslidad que parece reflejas. ‘Otra contribucién a Ia historia de lo que los franceses denominan Pimaginaire social (la imaginacién social, esto es, lo imaginado ms que lo puramente imaginario) es el Naissauce die purgatoive (1981),* de Jac- ques Le Goff. Le Goff explica le aparicin cle la idea del purgatorio en la Edad Media relacionindola con las ideas eambiantes de espacio y tiempo. Es asimismo uno ce los autores que inaugurariaa Ia historia de los suefios a comienzos de la década do 1970, inspizada en investigacio- nes de los suefics llevadas a eabo por sociélogos y antropélogos."* Les estadios sobre visiones y fantasmas siempre han venida alentados por el nuevo interés en el pape! activo de la imeginaci6n, acentuando las com- binaciones creativas de elementes de cusdros, relatos y rituales.1? En inglés, en cambio, atin no se ha consolidado el rotulo «historia de In imaginaciéa, a pesar del éxito dal trabajo de Benedict Anderson de 1983 sobre las naciones como «cemunidlades imaginadas» (véanse Jas pigs. 106-107). Una designacién mis hebitual es «historia de las re- presentacionesy En las dos o tres iltimas décadas se han estadiado tantas modali- dades de representacién, tanto literarias como visuales o mentales, que indluco una mera lista bastaria pars convert esta seccién en todo un capitulo, Hay historias de las representaciones de la naturaleza, como ky obra de Keith Thomas Man and the Nutural World (1983), que traza los cambios en lus actitudes inglesas en:re 1500 y 1800, resaltando la «revo- Jucién» que desplazé a los seres humanos del centro del mundo naturel yel surgimiento del amor alos animales y a la naturaleza salvaje Por otta parte tenemos historias de las representaciones de la es- tructura social, como los tres estamentos de Duby; representaciones del trabajo, incluidas las mujeres trabajadoras; representaciones de mujeres como diosas, furcias, madres o brujas: » representaciones de los «Otros» (de los judios por los gentiles, de los blancos por los negeas, ete). Las "Trad, cost: El aacimiente del purgetorio, Nackid, Taurus, 1989. (N, de) 18. Jacques Le Gof, «Dreams in the Cus nd Collective Psychology of the Medie- al Wesor, 1971 (trad. ing. en su Time, Werk and Cature in the Middle Ages, Chicago, 1980, pigs 201-204 [ed casi: Tiempo, rabaj 3 cnlioaen of octdente medicnal, Maid, Tau: 6, 1987D, 19, Gillam A. Cheatan, Je, Apparitions by Late Moved andl Renainsance Spain, Princeton, 1981 (rad. east Aparcones ew Casndlay Canadas + XIVEXV, Sun Seat, Nerea, 1990); Jean-Claude Scant, ont, 1994 (tun, 1998), ON NUEVO PARADIGMA? a imagenes literarias y visuales de los santos se convicrieron en un foco [principal de interés dentro de a historia del catolicismo en In década de 1980. Como observara uno ce los primeros estudiosos del tema, «la san- tidad, mas quizd que ningtin otro elemento de la vida social, depende del color del cristal con que se mira» 20 Representations es el ritulo de una revista interdisciplinar fundada en Berkeley en 1983. Entre las primeras contribuciones a la revista figu- aban articulos del critico literario Stephen Greenblatt sabre las ima- genes de los campesinos «dlemanes del siglo xv1, del historiador del acte Svetlana Alpers sobre la lectura foucaulriana de un cuadro de Velézquez ydelos historiadores Peter Brown (sobre los santos), Thomes Laqueur (obre los funerales) y Lynn Hunt (sobre la «crisis de las representacio- nes» en Ia Revolucién francesa). En ef terreno litersrio, el Orienialismo de Said se ocupa esencial- mente de las representaciones de lo que se da en llamar los «Otros», en ‘conereto las imagenes de «Oriente» en Occidente, Por otra parte, as in- vvestigaciones sobre la historia de los viajes se centran « menudo en los modbs estereotipados de percibir y describir una cultura desconocida y en Is «mirada» del viajante, distinguiendo miradas imperialistas, feme- hinas, pintorescas y de otras clases. Cahe mostrar que algunos visjeros hhabjan leido acerca del pais antes de poner los pies en él y vieron a su legeda aquello que habfan aprendido a especarse, Encontramos vividos cjemplos de estereotipos a descripciones de Tualia redactadas por viajeros extranjeros durante los siglos xvm1 y xvi, que reperfan tépicos, por ejemplo, sobre los lazzarouré napolitanos, po- bres tumbados al sol, aparentemente sin hacer nada. El t6pico cel mun- do al revés strae « los viajeros desde los tiempos de Herédoto como un ‘modo de organizar sus observaciones, Por ejemplo, el puritano escocés Gilbert Burnet, obispo de Salisbury, veia la Italia a trav viajaba en la década de 1680 como un pais de superstic holgazaneria y papismo, es decir, justamente lo contrario de la ilustra- cidn, Is libertad, la laboriosidad yl prorestantismo que atribuia a Gran Bretafa. 20, Michael Gilsenim, cltndo en Peter Burks, «How to be a CountesReformation Sint, en Historical Antbropalogy of Early Moders lay, Cabri, 1987, pigs. 48462, en, pig. 3. 86 QUE PS LA tsronta curruRaL? Orientalismso en la rnisica Como un ejemplo concreto de investigacién sobre la historia de Ins representaciones, podemos fijarnos en Ia musicologia, otra disciplina en la que algunos de sus cultivadores se definen hoy como historiadores, culturales, La manera en que ciertos musicdlogos han respondido al Orientalismo de Said, un trabajo levado a cabo por un critica lirersrio ¢ inspirado en un filésofo, ofrece una vivida ilustracién de los cancactos 0 xnegociaciones» interdisciplinares bajo el gran paraguas de la historia cultural, Los historiadores del arte dic>on respuesta al libro de Said cn cl deceaio de 1980 y los historiadores de la msica en In década de 1990. ‘hasta el mismo Said, pese a su ensusiasmo por la Gpera, aguardé hasta 1993 para hacer su propia contribuci6n en este ambito, un comentario dela Aida de Verdi en el cual sugerta que la pera confirmaba laimagen occidental de Oriente como «un lugar esencialmente exético, distante y anticuado en el que los europeos pueden organizar ciertas exhibiciones de fuerza»2! Dos trabajos recientes llevan ms lejos este tema sefialando sus com- plefidades, Bl trabajo de Ralph Locke sole Savzson et Dalila de Saint- Sains advierte que el mundo biblico se identificaba con el Oriente Me- dio decimonénico, lo cual permitia al compositor conferir « su épera cierto calor 0, para ser mis precisos, cierto sonido local. Saint-Saéns pre- seats # los Otros, sobre todo lo oto femenino, Dalila, ala manera con- vencional, como atexxadora a 1a par que seduciora, si bien Ie concede asimismo una gran aria romintica, subvirtiendo asi «el binarismo tipica- mente orientalista de! argumenta de esta Gpera».22 Porsu parte, la investigaci6n de Richard Taruskin sobre l orientalis- ‘mo musical en la Rusia decimonénica pone de relieve una paradoja, Las evocaciones de la misica exética tales como «En las estepas de Asia Central» de Borodin o las «Danzas persas» de Mussorgsky asumian una oposicién binaria entre los rusos ylas orientales (masculino y femenino, 21, Linda Nochlin, «he Imaginary rien», 1983; repr: en sa Pati of Vision, Nueva Yotk, 1989, pis. 33-9; Janes Thompson, The East Imogined, Experioved, Re: ‘mombored: rents 19th Contry Banting, Dany Liverpoo, 1988, Edw Sai Col ‘are and nperilics, 1993, pigs V34-187 teal att: Calva © bsperislenn, Barston, ‘Amarame, 1996) 22. Raph F Locke, «Constructing the rintal “Other Saint Sans’ Sanson er Deli dan, Cambridge Oper Joursl, 0 1991, pigs 26 UN NULVO FARADIGNA? a7 amo y esclava). Ahora bien, cuando Diaghilev levé algo de esta miisi- cx a Paris, el pablico francés tomé por tipicamente rusos estos sonidos ‘orientales.”® La historia de la memoria Otra modalidad dela NHC actualmente en auge es la historia de la ‘memoria, descrita en ocasiones como «memoria social» o «memoria ‘cultural. El interés académico por este asunto se revel6 y se foment con la publicacién, entre 1984 y 1993, de siete volimenes publicados por el intelectual y editor francés Pierre Nora bajo el tino de Les ewe de mémoire, que se ocupaban de la «memoria nacional en Francia, tal como Ia han mantenido 0 reconfigurado libres como In enciclopedia Larousse, edificios coma el Panteéa, pricticas como la conmemora- cin anual de In toma ce la Bastilla el 14 de julio, ete? En cambio, dis- ponemos de mucha menos investigacién hasta la fecha sobrecl tema de Iaamaesia cocial o cultural, mas escursidizo pero posiklemente sv 1c nos importante, Descle entonces se han publicado en Italia, en Alemania y en otros pafscs proyectos colectivos en varios volumenes similares al de Nora. ‘Como revelaa has peliculas y los programas televisivos atin con més clari- dad que los bros, se constata un gran interés popula: por las memorias histéricas, Este interés creciente constituye probablemente una reaccién ala aceletacién del cambio social y cultural, que amenaza las identida- des escindiendo lo que somos de lo que éramos. En un nivel més especi- fico, ¢l aumento del interés por Ia memoria del Holocansta y la Segunda Guerra Mundial llega en un momento en que estos trauméticos aconte- Cimientos estin en vias de apeaise de la memoria viva. ‘Al jgual que la historia de los viajes, la historia de la memoria es un te:reno que revele con inusitada clatidad la importancia de los esque- ‘mas o estercotipos, ya subrayada por el psiclogo Frederick Bartlett en tssian Musical Orientaliem in Con. 1 Exate in Western Music, Bostoa, 1998, pigs. 194-217 24, Fare un examen de ht Ineratura reciente, véase Kerwin L. Klein, «On the Bmer- gence of Memory in Historical Discourses, Representations n° 69, 2000, pigs. 127-130. La Iraduecidn inglsn ebreviada del bro de Nota ge ttula Rewdns of Memory, 3 vols, Nueva York, 1996-1998. 83 QUE Es La HHproRMa CULTURAL? su libro Remensberiug (1952).* A medida que van quedando stsis los acontecimientos, piercen algo de su espeeificidad, Van siendo elabora- dos, normalmente de modo inconscisnte, y vienen a asemejarse asia los esquemas generales vigentes en la cultura, esquemas que contrisuyen a que perduren los recuerdos al precio de desvirtuarlos. ‘Tomemos, por ejemplo, el caso de los protestantes del sur de Fran- cia, estudiado por un historiador que es uno de ellos, Philippe Jourard, Joutard nos muestra eémo, en una cultura empapada de las Sagradas Escrituras, los recuerdos de lo persecucién de Ia comunidad protes- tante por parte de los catélicos se vicron contaminados o incluso mode lados por los relatos biblicos de la persecucién del Pucblo Elegido, has- talas seiiales hechas en Ins puertas de las casas euyos habitantes debian ser aniquilados, Leyendo la crénica de Joutard, resulta dificil no pensar en ef Holocausto, un evento traumatico que también se recuerda dentro de un contexto biblico, toda vez que el término «aolocaustow significa «ofrenda crematoria». Por su parte, la memoria britinica de los sufsimientos de las trin- cheras de la Primera Guerra Mundial quedaria moldenda por los re- cuerdos del Pig's Progress** de Jchn Bunyan, un libro todavia leido con profusién por aqnel entonces. Tal como lo ha expresado el critica estadounidense Paul Fussel, da experiencia de primera linea parecid tomarse susceptible de interpretacién cuando se vio cuénto se asemein- ba en algunos casos a la trama de El progreso del peregrinom, como el ba- 0 de las trincheras se asemejab al Pantano de la Desesperanza, A su vez, las memorias de Is Segunds Guerra Mundial se vieron condiciooa- das por el conocimiento de le Primers. Estos ejemplos del efecto de los libros (probablemente libros leidos en vor alta en grupo) sobre el praceso del recuerdo san significativos, petoni que decir tiene cue los recuerdos no se transmiten ni se modelan sélo mediante ls lectura, Irlanda, :an:o el norte como ef sur, es hoy fa- ‘moss, alguncs dirfan incluso que tiene mala reputacién, por él poder de Tamemoria de acontecimientos pretétites, reforzados por el trauma dela guerra civil, evocados por lugares tales como Drogheda o Derry, y que sevnelven a representar en les desfiles anuales de las logins ce Orange y ‘Trad. casts Recordar: eso de psioloda experitentaly sie, Mackid Alianza, 1995. (N. dele) 25. Philippe Joutard. La légende des camisdi, Pais, 1977. "Tra. cass El progres de peregrino, Mal, Citecen, 2003.(N. del.) 26, Paul Fussell, The Great War and Modest Memory, Oxford, 1975, pags. 137 y 317. {UN NUEVO PARADIGNA? 89 la Antigua Orden de los Hibernios. En los mauros de Belfast hay graffiti que exhortan @ los transetintes a «Recordar el afio 1690». En este contexto irlaadés, Ia célebre observacién de Geerz acerca dela chistoria que se cuentan sobre sf mismos» se antoja problemitica {véanse las pigs. 54-55). Catdlicos y protestantes no se cuentan a sf mis- ‘mos les mismas historias. Los unos erigen estatus, los otras las wuelan, iguiendo lo que se he deserito como «una tradicién bien arraigada de des-conmemoracién explosiva», Las memories del conflicto son tam- bién los conflictas de la memoria” En el seno de cacla comunidad religioss, la observacién de Geertz puede seguir siendo valida, pero persiste Ia necesidad de forrmular la gran pregunte social: «De quién esla memoria de la quehablamos?». Puede que los hombres y las mujeres, la generacién mayor y la més joven, no recaerden el pasido de la misma manera, En una determinade cultura, Jn memoria de un grupo puede ser la dominante y la del otro la subor- dinada, comoen el caso de los vencedores y los perdedores de una gue- rta civil, por ejemplo en Finlandis en 1918 0 en Espafa en los aiios 1936.1939 CULTURA MATERIAL, Los historiadores culturales han prestado menos atencién tradicio- nalmente a la cultura material que a las ideas, dejando el reino material alos histotindores de In economia, Las paginas que dedicara Norbert Elias a a historia del tenedor y ala historia del pafiuelo en su libro sobre el proceso de civilizacién eran inusuales para su época, Por su parte, los historiadores de la economfa solfan descuidar los aspectos simbélicos dela comida, la ropa y el cabijo, atendiendo en su lugar @ los niveles de nutriciéa 0 a la cantidad de ingresos invertidas por un individno en diferentes mercancias. Incluso el célebre trabajo de Femand Braudel sobre los inicios de la modernidad, Civilization matérielle et capitalicme (1967-1979), * se puede criticar y seha criticado por este motivo, a peser de su importancia como anilisis comparativo del movimiento de obje- tosentre diferentes areas culturales. 2. tues Merde (comp.), Hittory and Memtiry in Modern Island, Cambridge, 2001 "Trad eat: Cilia material, ecananiay cxpialionos. XV-XVUL, Madrid, Aliao- a, 1984, (Nd 90 OE BS La Hisvoua CULTURAL? No obstante, en los afios 1980 y 1990, ciertos historiadores cultura- les se dedicaron a estudiar la cultura material, con lo que comenzaron a asociarse con arquedlogos, dizectores de muscos y especialistas en la his- toria delos trajes y del mobiliario que llevaban mucho tiempo trabajan- doen este terreno, A titulo de ejempio, los historiadores de In religién han venido prestando mis atencién a los cambios en el mobiliario de las iglesias como indicadores de transformaciones en las actitudes religio- sas. En la década de 1960, el historiador social britinico Asa Briggs ¢s- cribié libros como Victorian People y Victorian Cities. Ea 1988 se puso de manifiesto su giro cultural con la publicacién de Victorian Things, si bien es cierto que esta obra se habfa planeado mucho antes. Hasta los historiadores de la literacura han girado en esca direccién, estudiando Jos graffiti o comparando los sonetos con miniaturas como ‘uestras privadas de amor, mientras el neozelandés Don McKenzie, que redefinié Ia bibliografia como una forma de historia cultural en su Biblio graphy and the Sociology of Texts (1986), subrayaba la necesidad de estu- diar Jas «formas materiales de los libros», «los suriles detalles de tipogrs- fiay de composicidn», aduciendo que los elementne nn verhsles, incluida «da propia disposicién espacial» eran portadores de significado. En el len- guaje del teatro, otra pasién de McKenzie, podriames decir que cl aspec- to fisico de la pégina impresa funciona como una serie de pics para los lectores, animindoles a interpretar cl texto de una forma ceterminads. Le mayoria de las investigaciones sobre Ja cultura mazerial hacen hincapié en el clésico trio temético (comida, ropa y cobijo), centrindose a menudo en Ia historia del consumo yen el lugar de la imaginacién, con 4s que juega Ja publicidad, en la estimulacién del deseo de bienes. La re- lacién entre la «cultura consumista» dehoy en dia y el interés por el con- sumo en el pasado results evidente, peto los historiadores de este campo son, porlo general, muy conscientes de los peligros de anacronismo, En Sweetness and Power: the Place of Sugar in Modern History (1985), el antropdlogo estadounicense Sidney Mintz hizo una contri- bucién ejemplara Ia historia de la comida, La historia de Mintz es tan- to social como cultural, Es social en su preacupacién por el consumidor y ln transformacién del axdicar de un lnjo para los ricos en un producto de primera necesidad para cl consumo cotidiano de Ja gente corriente, tomado con el café 0 con el 1¢. Por otro lado, Dutzura y poder es cultural * Tad. cast: Digure y poder el lngar del axicur en lator moderna, México, Siglo XT, 1996.(N, dele.) UN NUEVO PARADIGNA? a1 ‘en su interés por la dimensién simbélica del aziicar: Este potenciel sim- blico era mayor cuando el azitcar era un Iujo que distingufa a sus con- sumidores de la masa de poblacién, pero, a medida que la mereancia descendia en la escala social, se dotaba de nuevos significados y se in- corporaba 2 nuevos rituales sociales En Culture des apparences (1989), cl historiador francés Daniel Ro- hess fijaba en Ia historis de la ropa ya que ésta «uos dice mucho de las ‘vilizaciones». Los cédigos del vestir revelan cédigos culturales. «Tras Jnindumentaria—observa Roche—, creo que podemos descubrir verda- deramente las estructuras mentales.» Asi, por ejemplo, en la Francia del siglo Xvut, sjustarsea un determinado cédigo en el vestir era, para el in- dividuo, una manera de mostrar que pertenecia a la nobleza o de hacerse ‘pasar por noble. La eleccién de la ropa eta una eleccién de papel en lo ‘que el historindor denomins el «teatro de sastreria» de Ia época. Roche ‘ya més all estebleciendo una conexcién entre lt «revolucién en el vestin» ylaRevolucién francesa, concebida como el dessrrallo de la «libertad, igualdad y frivolidad», Se toma en serio le frivelidad porquela atencién fla ropa cala prensa ferncnina de finales del siglo avmimplicaba que Ia moda no era «ya patrimonic exclusive de los privilegiados 2* Un ejemplo concreto de investigaciin sobre Ia historia de la vivienda Jo tenemos en Ia historia dela casa burguesa en la Suecia decimonsnica ‘en Kultiverade ménniskan (1979), del antropdlogo sueco Orvar Léfgren, ‘un libro que conjugaba la emografia escancinava tradicional, en la que se habian formado Léfgren y su coautor Jonas Frykman, con idens toma- das de Elias y Foucault, Kultiverade ménniskan advertia el trinsito de le sausteridady « la «opulencia» a finales del siglo x13, aduciendo que el cambio tuvo lugar porque la casa ese convirtié en el escenario en el cual Ia farnilia ostentaba su riqueaa y exbibia su posicién social». El mobilia- tio y la decoracién interior, especialmente en el salén, servia de trasfon- doa la presentacin dela familia ante ls visitantes. Los leetores que e- ‘cuerden la imagen de la casa de la familia Ekdahl en Uppsala en torno a 1900, tal como se represeataba en Ia pelicula de Ingmar Bergman Fanny y Alexander (1982), visualizarin sin problema estas formas de exhibi- cin de opulencia, que tenian sus réplicas en aquella époce en Gran Bre- tafia, Francia, Zuropa central y en otros paises. 28, Véase Maria Licia Palares-Burke, he New History’ Confessions and Conversa: tos, Cembridge, 2002, pig 116-119 (trad. cas La nace bittriemueveentreitter, Gea rua, Universidad de Granada, 2005) 92 QUE 1S La ISTOMA cULTULAL? No obsiante, el hogar burgués durunte lo que los suecos denominan el «perfodo de Oscar» (1880-1910) no ers inicamente un escenario, sino también un «santuario», un refugio de la sociedad cada vex mas imper- sonal de ahi afuera, De alii la importancia creciente de les habitaciones privadas como el dormitorio o el cuarto de los nifos, la distincién cada vez mis tajante entre espacios piiblicos y privados dentro de la casa, La refezencia a los espacies del hogar es digna de mencidn. Puede parecer alpo paradéfica la inclusién del espacio dentro de In «cultura material», pero los historiadores culturales; al igual que los historiado- res dela arquitectura y los gedgrafos histéricos antes que ellos, estan lle- gando a leer entze linens el «texto» de uns ciudad o de una casa. La his- toria de las ciudades quedaria incomplet sin las investigaciones sobre Jos mercados y las plazas, asi como la historia de la vivienda quedatia in- completa sin los estudios scbre el uso del espacio en los interiores Algunos de los teéricos comentados antes en este mismo capitulo, desde Habersnas y su anilisis de los ca’és como escenarios de discusion politica, hasta Foucault con su examer de la disposicién de las escuelas y prisiones en pro de Ia disciplina, han contribuido a llamar Ia atencién de los historiadozes sobre la importancia del espacio: sagrado y profane, piiblico y privado, masculino y femenino, etc. Los historiacores de la ciencia se interesan hoy porlos espacios den- to delos laboratorioso las aulas de anatomia, mientras los historiadores de los imperios estucian la disposicién de les acuartelamientos y los bungelés. Los historisdores del arte ven las gelesias y los museos como espacios ademés de instivuciones, los histotiadores del drama estudian Jos teatros, los historiadores de la masica examinan el disefio de las pe- rasy salas de conciertes, en tanto que les historiadores de In Jectura pres- tan atencién ala organizacion fisica de las bibliotecas, LA HISTORIA DEL CUERPO Sihay un émbito de In NHC hoy en auge, pero que habria parecido casi inimagineble una generacién acra (en 1970, pongamos por caso), se trata de la historia del cuerpo.” Las eseasas contribuciones realizadas 29, Roy Pont «History of the Body Reconsierces, en Peter Burke (comp.), New Perspeciiveron Histrcal Writing, 1991 (2 eal Cambie, 2001), pig, 233-260 (trad east: Formas de bace historia, Maced, Alanea, 2003), gun Nuvo PanaDtanta? 93 al respecto en décadas anteriores eran poco conocidas © se considera ‘ban marginales, Por ejemplo, desde 1a décade de 1930, el socidlogo e historiador brasileaio Gilberto Freyre estucié el aspecto fisico delos esclevos, segiin ls tegistros de las informaciones sobre fugitivos publicadas en los pe- siddicos cel siglo xrx. Observaba las referencias alos rasges tribales que revelaban la parte de Africa dela que provenian los esclavos, alas cica- tices de los latigazos reiteradas y a les indicios del trabsijo, tales como la ‘etida del cabello en los hombres que transportaban pesadas cargas s0- bre su cabeza, Por su parte, ux trabajo publicado en 1972 por Emma nuel Le Roy Ladurie y dos colaboradores recurria a registros militares para estudiar el fsico de los reclutas franceses del siglo x1x, percatindo- se; por ejemplo, de que eran mis altos en el norte y mas bajes en el sar, una diferencia de estatura debida casi con certeza a las diferencias en la alimentacién.2° Por otro lado, desde comienzos dela década de 1980, un creciente caudal de investigaciones se viene interesando por los cuerpos masculi- nos y femeninos, por el cuerpo como experiencia y como simbolo, por Jos cuerpos desmembrados, los cuerpos anoréxicos, los cuezpos atléti- 208, los everpos disecados y los cuerpos de santos y pecadores. La revis- ta Body and Society, fundeda en 1995, es foro de historiadores asf como de sociéloges. Se han dedicado libros ala historia del aseo corporal, del baile, de la instruccién, del tatuaje, de los gestos. La historia del cuerpo se desatrallé a partir de la historia de la medicina, pero los historiado- res del arte y laliterarura, as{ como los antropdlogos y los saciGlogas, se han visto involuctados en lo que cebria denominar este «giro corpo- talp, si no se contasen ya tantos gitos que los lectores corren el riesgo de marearse Algunias de las aueves investigaciones pueden describirse mejor como reivindicaciones de un nuevo tetritorio pars les historindores. La historia de le gestmalidad constituye un ejemplo evidente al respecto. El medievalista francés Jacques Le Goff inauguré el tema; un grupo inter- nacional de estudiosos, que absrea desde clasicistas hasta historiadores, del arte, ha contribuide a ello, mientras que Jean-Claude Schmitt, anti- guo alumno deLe Gol, ha dedicado un importante teabajo a la gestua- 30. G.Freyre.O eseravo wos anicios de jrnatsbrsilenos do steno XIX, Recife: 1963 Jean-Pierre Aron, Piere Dumond yEmmunud Le Roy Ladurie, Authropologe du consrit Frances, La lay, 1972,

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