Está en la página 1de 8
EOLECCION ESTRUCTURAS ¥ PROCESOS Serie Derecho Thule ovginal La demo 1 Edonol ono, SA. 2014 Feroz, 55. 28008 Meded “lono: 91 543 03.61 © Gus Lotro & Alicade mediante ecvardo con Marco Vigevoni Agena leteona © José Monvel Rewuelto, pore la waduceén, 2014 ISBN: 978 84-9879.525.7 Depésito Legal: M-16832-2014 INDICE Prefacio: PARA LA BUENA POLITICA. UN PROYECTO DE EDUCACION CiVICA: Michelangelo Bovero. 4. Antidemocracia DeMocRAcia, ELECCIONES, PARTIDOS: Gianfranco Pasquino 1. Democracia/as. Elecciones y sistemas ele 3. Los partidos DEMOCRACIA ¥ NUFVAS FORMAS DE PARTICIPACION: Luigi Bobbio. Los presupuestos participativos nn El edebate piblicos francés Los mecanismos basados en el sorteo éMarcando tendenci Los dilemas... DeM@oceacia ¥ rorutisMo: Alfio Mastropaola 1. Los primeros popu 2. Populismos latinoame 3. El omnipresente popal eCREPUSCULO DE LA DEMOCRACIA? Michelangelo Bovero 1. 2A qué jugamos? Cuando yo era un nilfo, o sea, hace cincuenta afios mas © menos, saba los veranos en la casa de campo de mis abuelos jugando con mis coeténeos. Hacia poco que habia terminado la Segunda Guerra Mun- dial y la recuperacién econ6mica estaba dando sus primeros pequefios pasos; no abundaban los juguetes. Obviamente, no habia juegos elected nicos. Hasta el televisor era un objeto escaso, sobre todo en el campo. Los nuestros eran juegos sociales, de grupo, casi siempre los mismos. Lo normal era jugar por la mafiana a la guerra y por las tardes al futbol. ‘Que es una especie de guerra ritualizada: la légica es la misma, la con- traposicién amigo-enemigo. Antes de empezar a jugar dedicabamos un po jar ) as reglas del juego. En el caso del mos que as mir las reglas institucionalizadas pero algunas de llas tenfan que adap- tarse a las citcunstancias concretas: el niimero de jugadores, la anchara de las porteria, las dimensiones del campo, la duracién de los tiempos, re y rica de variantes era la invencién de las reglas de Ja guerra, del juego de la guerra. Esta fase, la negociacién sobre las reglas, cera una especie de juego en el juego, con un lado, qué comportamientos debian estar prohibidos y, por otro, qué criterios fijos debian adoptarse para poder establecer al final, sin ningiin ‘género de dudas, quién habia ganado y quién perdido. ‘También la politica, de la que nosottos los nifios oiamos hablar dia- riamente a los mayores con tono muy acalorado, nos parecia una espe- Is ie de juego para adultos, tan conflictivo como el fitbol o la guerra. En Italia jugaban la Democracia Cristiana contra el Partido Comunista. La verdad es que se trataba de un juego trucado porque hi cscrita segiin la cual los comunistas no podrfan gan los nifios, no lo sabiamos, pero tampoco lo sabfan muchos jugadores adultos, ya fueran ciudadanos electores, ya hombres politicos; no lo sa- ian 0 hacian como que no lo sabian. Sin embargo, era, y es, un error feducir [a politica a una especie de ‘guerra, a una guerra ada comoel fitbol. Un error que mucha gen- te sigue come 1 solo en la préctica sino en la teor‘a; lo cometen incluso muchos estudiosos, con consecuencias a veces dramaticas y a ve- ces, también, tragicémicas o grotescas, como sucede en Italia en lo mos tiempos. Es de no es, como pretendia Foucaul dando la vuelta a la formula de Clausewitz, la continuacién de la gue- rra con otros medios; es ido «juego mixto», como tiva no se puede la conguista del pod estamos acostumbrados a absolutiza, sino esti conectada con politico y con su funcién esencial, El poder pol set que no es propiamente conflictiva, que ¢s mas bien anticontflictiva: impedir que los conflictos, de intereses, de aspiraciones, de ideales, etc. 108 y los grupos, disgreguen Ia sociedad, dafien de la que depende la e -0, gobernar, significa re- s especies y subespecies; tantas cuantos son los regimenes politicos, las «formas de gobierno» en el més amplio senti- do. Las formas de gobierno se distinguen entre si a partir de las reglas fas que en cada caso se establecen; por usar las fOrmulas sim- ples ¢ iluminadoras de Norberto Bobbio, a partir de quién toma y cémo se toman las de El quieh cvdntos su -nen el poder de participar en el proceso decisional cémo, es decir, con qué procedimientos debe resolverse el régimen democrdtico es una variante especifica del juego polit distingue de los demas regimenes, es decir, de las dems formas posibles del juego politico, por sus reglas especificas. Si no sabemos cuAles so estas reglas, no sabemos a qué juego estamos jugando. Sino establecen 16 qué reglas son democriticas, no podemos juzgar los que damos el nombre de democracias lo merec: Pero écémo se hace para establecer si una regla de sujeto, lldmesele monarca 0 tirano, o de unos pocos sujetos, llimense- s aristécratas u oligarcas que se erigen por encima de la colectividad, ino que son fruto de un proceso decisional que viene desde abajo y en que todos tienen derecho a participar de manera igual y libre. La de- { mocracia es el régimen de la igualdad p fe la libertad tica. Las reglas del tamente conte- jentras semejantes reglas sean respetada adulteran o se aplican de manera incorrecta, no coherente con los prin- cipios democréticos, se empieza a jugar a otro juego. Tal vez in que nos demos cuenta de Desde hace algunos afos he vuelto a reflexionar sobre el nicleo de la xconcepcién procedimental» de la democracia elaborado por Nor berto Bobbio, es decir, sobre la teoria de las reglas del juego democra- tico. He tratado de de reformularla y de emplearla como instrumento diagnéstico para medir el grado de democraticidad de los mtemporaneos a los que acostumbramos a llamar , esto te si. Pero podemos pre- jones ha al menos guntarnos: tras el anilisis de Bobbio, équeé soportado la democracia? éSe puede ident predominante, por la que se han ido moviendo todas estas ciones? ¢Ha aumentado o disminuido la distancia del modelo ideal que ricos. Frente al prol nimero pero que estan completamente marginados dé ‘ademas de confinados en condiciones de sumisi6n social y moral, équé pasa con la condicién de inclusividad mencionada en la prima regla auro della democrana, Vl 20 de la tabla de Bobbio? Frente a los efectos distorsionantes de la repre: sentaciGn politica presentes parte de los si les hoy en vigor en las democracias reales, équé pasa con la condicién de equivalencia de los votos individuales incluida en la segunda regla? Frente a las grandes concentraciones de los medios de comunicaci 1ué pasa con la condicion de pheralismo informativ: ro claramente en la tercera regla donde se habla de la libre for- decisiones de los ciudadanos? Frente sliderazgos» de la vida piiblica que re- torales a duelos personales por la conquista del cargo monocratico supremo, el de jefe del ejecutivo, y relegan las ambleas representativas, esto es, los parlamentos, al papel de céma- Bs registradoras de las decisiones gubernativas, équé pasa con la con- icién de pluralismo (propiamente) politico requerida por la cuarta re- ma cero en el que lar de un abuso del principio de mayoria enunciado en regla como una simple cuestion de eficacia de la democracia? En fin, frente a las repetidas y extendidas violaciones de los derechos funda- ‘mentales, especialmente de los derechos sociales, aunque también de los derechos de libertad, por parte de los gobiernos de las democracias reales en las mas recientes vicisitudes politicas, y frente a las altera nes de la separacién de poderes, équé hay de los «derechos de las mi ‘norias» protegidos por la sexta regla como condiciones para la super- vivencia de la democr En resumen, proceso de degeneracién tendente a hacer asumir a notaciones de una forma diferente de gobierno. Yo clectivar. Aplicando incorrectamente o alterando las reglas del juego, la instituci6n de las elecciones queda reducida a un método para la inves- ‘tidura personal de un sjefe», cada ver menos dependiente de los érganos tepresentatvory cada vex menos condicionado por vines y contro te, el andlisis de nea mediante los Bobbio de las reglas de juego induce a una preocupacién por de la democracia mucho mayor que la que el propio Bobbio, mista», manifestaba hace ahora veinticinco afios. smo «autocracia 3. Los valores democraticos Podria parecer que una teoria centrada en las reglas del juego sera como rnica de la democracia, ae ética y alejada al menos no en el caso de Bobbio. Fl iltimo pardgrafo del ensayo El futuro de la democracia se titala «Apelacién a los valores. En él Bob. bio siente la exigencia de responder a una pregunta que él mismo reco: noce como «fundamental»: Si la democracia és principalmente to, 4eémo puede pretender contar con «cindadanos tan acaso ideales para contar con ciudadanos activos? Si, son necesarios los ideales. Pero Zc6mo vamos a olvidarnos de las grandes luchas ideales que hhan dado como resultado estas reglas Bobbio quiere dejar bien claro que esas técnicas procedimentales, «las frecuentemente ridiculizadas reglas formales de la democracia»"®, son el resultado de unas determinadas opciones de valores que se han propuesco como condiciones para la creacién de una forma de convi- vvencia deseable y aceptat 1ados valores. Pero équé val cia presenta no pocas dificultades de interpretacién y de reconstruccién unitaria, Para simplificar, propongo subdividir el mundo de los valo- res que estin en evidente conexién con la democracia, y que la convier: ten por eso en un ideal que hay que perseguir, en dos hemisferios. En ¢l primero hallamos los valores implicitos en las mismas reglas mentales de la democracia, como objetivos ideales y, por tanto, como jeas. Son los valores democraticos en sentido es Ja democracia que he recordado hace un momento, Bobbio enumera ex- no violencia, renovaci6n de la sociedad ver que en la tabla ico, sobre todo en las cuatro prime- 105 los otros dos valores de la clisica triada france ibertad. Habria que precisar, sin embargo, que no la igualdad y la libertad en general, en cualquier posible signi- ficado y especificacién, sino determinada especie de ellas. Propiamente 2 emocratico es el reco Ios individuos, de donde se sigue la igu poder de partcipar en I piamente democratica es la capacidad de determinar, cada esto decir tal ver que las libertades denominadas civiles, lésofos llaman negativas (libertad de, libertad como no im _pedimento), por un lado, y las dimensiones economico-sociales de la taldad, por otro, no son valores, o bien n nada q xeracia? Si, son valores, y los hal a del mundo axiolégico que posee la idea de democracia, No son valo- res democriticos en sentido estricto, es decir, no estén comprendidos analiticamente en el concepto de democracia; tanto es asi que a veces han sido asumidos y reivindicados sin la democracia y contra la demo- cracia respectivamente por los movimientos liberales y los socialistas; sin embargo, son valores que deben ser reconocidos como tales y per: seguidos para consentir la existencia misma de la democracia que, por ‘otra parte, realizar y garantizar con modos ni distor- sionados ni Naturalmente, hay que distinguir de nuevo y precisar: no toda forma de libertad ni cualquier forma de igualdad es un valor desde un punto de vista democritico. Las que Bobbio llama «cuatro grandes libertades de los ‘modernos», la libertad personal, de opinibn, de reunién y de asoci son valores de tradici6n liberal que un buen demécrata debe asumir como propios. Las normas de las constituciones liberales que reconocen estas cuatro grandes derechos de la ertad negativa son las precondiciones liberales. Pero debe atiadirse de dato que al menos algunas dimensiones no politicas de la reivindicadas a su vez como derechos fundamentales de las tradi listas, representan las precondiciones sociales de las precondiciones liberales de la democracia, los derechos de parti- derechos ala 11. Bid, p. 6 23 | j qué sentido tendrfa la yertad de pensamiento, de reunién, de asociacidn, lo, del derecho a la educaci Para resumir, simplificando y tratando de fijar algtin punto esencial ‘entaciOn, propongo el siguiente esquema conceptual. Una afirma- «la democracia es el régimen de la igualdad y de la libertad icase debe ser considerada como un ico: el predicado de la igualdad social» —que prima facie puede parecer extravagante si n es diversamente reconducible a algunas declinaciones historicas de la noci6n de democracia— debe ser considerada, hechas las oportunas io sintético: la sintesis entre a) libertad ¢ un lado, una exigencia imprescindi diciones y precondiciones de la dem rizonte normativo, la forma - Pues bien, todas las democracias reales contempordneas, unas mas y otras menos, quedan fuera de este cuadro normativo. Que la democra- cia esta hoy en crisis es una afirmaci6n tan genérica como ampliamen- te compartida. Podriamos comenzar a precisarla diciendo que se trata i crisis de principios éticos sobre los que debe fundarse. io de igualdad, en todas sus principales especificaciones, esta anegiindose en un aluvién de cultura antigualitaria. El principio de li- bertad esté, por un lado, Por otro, esta quedando reducido a un simulacro de la colo- levisiva de las conciencias. s estereotipados, exagerados? éRetérica de la «crisis de los gue v bate? ¢Fraternidad? 4 4, Antidemocracia Una de las més ostentosas manifestaciones de la crisis de la democracia puede verse en la difusion, a escala planetaria, de ciertas formas de ac- tuacién politica que algunos estudiosos han bautizado con un imo: «antipoliticar!®, Pese a qu« ¢s algo nebuloso, : ny la estrategia de p: y movimientos que aspiran a afiadir consensos en torno a ‘magégicas neopopulistas, caracterizadas por la contraposi voluntad «verdadera» del «pueblo» y esa otra expresada por las culturas politicas sedimentadas en los sistemas de partido y por las instituciones de la representacién, En Europa, muchos actores politicos de derechas, Latina son mas bien algunos sujetos de izquierdas, presuntos o asi autode- ‘nominados, los que se dirigen 2 las vicrimas de la glob: ambos, a los de derechas y a los de pscudoizquierdas, emplear, en lugar del n santidemocraciaw; incluso para sugerir que pese al consenso electoral ob- tenido por estos actores politicos, se trata de una cai ula caricatura de la democracia; de una democracia aps y disfraza formas incipientes de «antidemocr ic de ensayos dedicados a la historia politica ha elaborado un modelo conceptual que se basa en la do- entre fascismo y antidemocracia y entre democtacia y an- tifascismo. La argumentacién con que desarrolla este esquema permite visualizar la esencia «negativar (légica y axiol6gica) del fas identidad se resuelve en la total negaci6n de la democracia hoy p teuido por Bobbi nso jegan del abusivo uso que 10 fascismo para designar realidades histricas distintas historiadores de profesién que r. se-da al vérm de aquella original italiana y que rechazan la acepcién genética del mi 10 para incluir en él diversos tipos de regimenes dictatoriales ios, propondré caracterizar las variadas manifestaciones de a» y/o de la santidemocracia» a las que estamos asistien- versas partes del mundo, si bien con formas y grados variable ‘como fascismo posmodemto: el que de la mezcla entre represi6n vi tay engatio demagégico, propia del fascismo histérico, privilegia ahora?) el segundo ingrediente; el que fomenta la hiperper de | ‘grotescas de poder carismati busca el refuerzo del ejecutivo (una vez que lo ha consegui ‘ando vineulos y controles; el que actiia con formas tendencialmente (a veces claramente) destructivas del orden consolidado en las arquitecturas constitucionales. En uno de los ensayos sobre la historia italiana que acabo de men- cionar, escrito en 1983, tras recordar el irénico juicio de Marx segiin e! cual determinados fendmenos histéricos suelen aparecer dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa, Bobbio hace ver que el fascismo ha sido a.un tiempo tragedia y farsa: Y puesto que la tragedia y la farsa ya se fundieron perfectamente en ¢l régimen musoliniano, Bobbio pronosticaba que el fascismo no volve- ria a repetitse. Hoy, un observador desencantado de la realidad poco 14, Ibid, pp. 139-140, sa linea de playa donde rompen ls. (Wedel) 26 Imente pesimista, avanzaria la hip6tesis de que tal ver se ha abierto un nuevo ciclo de tragedias y de farsas aunque con los términos invertidos; es decir, perplejo y dudoso quedaria al contemplar muchos es- perpénticos episodios politicos, de fascismo posmoderno, de los que he ‘mos sido y seguimos siendo en diversa medida (no solo e tristes espectadores, que podrian ser precedentes de nuevas tragedias, La Italia de los quince afios es un caso emblematico. Los ob- servadores internacionales, cada vez més estupefactos ante cualquier nue- vva representaci6n, estén ya acostumbrados. Pero no es momento para distracciones. Bobbio solia repetir que Italia es un laboratorio politico, Me permito afadir que a veces se parece mas al laboratorio de Franken stein. Produce monstruos peligrosos. Y dado que muchos productos made in Italy han mostrado que pueden tener un enorme éxito mundial, re- comiendo a todos que sigan observando atentamente lo que se cuece en nuestros hornos. 27

También podría gustarte