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Ms all de la muerte
Cuando se llega a estas alturas no hay que pensar en una vuelta atrs para
retroceder a los comienzos, cuando la convivencia marchaba sin apenas
dificultades. Hasta la misma libido no se acalla por completo, pues sigue
siendo el sendero por el que dos corazones se acercan. No se necesitarn
tantas manifestaciones como antes, porque la vida les ha enseado nuevos
caminos. Basta saberse acompaado y sentir la caricia de una mano rugosa,
pero todava sensible. El espritu es capaz de resonar an en la debilidad del
cuerpo, que sigue siendo palabra y comunin. Las mismas cicatrices que un
da sangraron son ahora alimento de un amor que no quiso darse por
vencido. Los recuerdos permanecen casi intactos para evocar los captulos
de una biografa que va llegando al final.
La experiencia me ha demostrado, aunque pueda parecer incomprensible,
que, en el momento de la viudez, que nadie, como es lgico, la desea- es
cuando el cario alcanza su cumbre ms alta. Solo queda la presencia de un
recuerdo que lo llena todo, en medio de la soledad. Pero ahora se espera,
en la fe, el momento del abrazo definitivo, como una cita fijada para ms
adelante, de la misma manera que tantas veces lo hicieron en cualquier
esquina. La lejana se acorta, porque no estn tan lejanos como parece.
Vctor Hugo lo haba plasmado en un bello poema, a la muerte de su mujer:
Ya hace tiempo que aquella con quien he vivido
abandon mi casa, Seor, por la tuya,
pero an estamos mezclados el uno al otro:
ella est medio viva y yo muerto a medias.
Es el gran premio de los que han sabido perdonarse, aunque no siempre, a
lo mejor, se hayan amado de verdad. Hoy necesitamos mucho de estos
testigos, para decir con fuerza que el cario tiene muy poco que ver con las
caricaturas que presenta nuestra sociedad.