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Keitu Lowe Continente salvaje Europa después de la Segunda Guerra Mundial ‘Traduecién de Irene Cifuentes { Galaxia Gutenberg | Gireulo de Lectores Destruccién fisica En 1943, l editor de libros de viajes Karl Baedeker publicé una guia del Gobierno General esa pequeria parte de Polonia a la que se otorgé tna aparente autonomia bajo el dominio nazi. Como todas las publicaciones alemanas de la época, lo mismo se ocupaba de difundir propaganda que de informar a sus lectores. La seccién dedicada a Varsovia es un buen ejemplo. Fl libro se deshacia en elogios acerca de los origenes alemanes de la ciudad, su caracter alemsn y el modo en el que se habia convertido en una de las capitales mas importantes del mundo «fundamentalmente debido al esfuerzo de los alemanes». Instaba a los turistas a visitar el Castillo Real medieval, la catedral del sigio x1v y la bella iglesia de los Jesuitas de finales del Renacimiento ~todos los productos de la cultura e influencia alemanas. Especial interés tenia el complejo de palacios del barroco tardio alrededor de la plaza Pilsudski ela plaza més bonita de ‘Varsovia»— ahora llamada plaza de Adolf Hitler, La atraccién principal era el Palacio «Sajén, por supuesto construido por un alemén, y sus hhetmosos Jardines Sajones, que una vez mas fueron disefiados por arqui- tectos alemanes. La guia de viaje admitia que lamentablemente uno o dos edificios habian resultado dafiados a causa de la batalla de Varsovia €n £939, pero desde entonces, aseguraba a sus lectores, Varsovia «esta siendo reconstruida de nuevo bajo la diteccién de los alemanes»,* No se hacia mencién de los suburbios al oeste de Ia ciudad, que se habian convertido en un gueto para judios. Esto probablemente daba lo mismo porque en cuanto el libro se publicé estall6 un levantamicnto que obligo al S5-Brigadefithrer Jiirgen Stroop a incendiar précticamen- te todas las casas del distrito.* Casi cuatro kil6metros cuadrados de la ciudad fueron totalmente destruidos de esta manera, Alafio siguiente estall6 otra revuelta en toda la ciudad. Esta ver se trat6 de una insurgencia mas general alentada por el Bjército Nacional Polaco. En agosto de r944, grupos de hombres, mujeres y adolescen- tes polacos empezaron a tender emboscadas a los soldados alemanes y 24 Ellegado de la guerna a robarles sus armas y municiones. Durante los dos meses siguientes se hicieron fuertes dentro de la Ciudad Vieja y sus altededores, y sometie- ron a més de 17,000 efectivos alemanes.? La insurreccién lleg6 a su fin en octubre tras algunos de los combates mas brutales de la guerra, Luego, cansado de la desobediencia polaca, y sabiendo que de todas formas los rusos estaban a punto de entrar en la ciudad, Hitler ordené que la arrasaran completamente. En consecuencia, las tropas alemanas volaron el Castillo Real me- dieval que tanto habia impresionado a Baedeker. También minaron la catedral del siglo x1v y la hicieron saltar por los ares. Luego destruye- ron Ia iglesia de los Jesuitas, El Palacio Sajén fue bombardeado siste- maticamente durante tres dias justo después de la Navidad de 19.44, como lo fue todo el complejo de palacios barrocos y rococé. El hotel Eutopeo, recomendado por Baedeker, fue incendiado por primera vez ‘en octubre y luego, s6lo para estar scguros, lo volaron en enero de 1945. Las tropas alemanas iban de casa en casa, de calle en calle, desteuyen. do sistematicamente toda la ciudad: el 93% de las viviendas de Varso- via fueron destruidas o dafiadas sin remedio, Para que la destruccién fuera completa, incendiaron el Archivo Na 8 Archivos de Do- cumentos Antiguos, los Archivos Financieros, los Archivos Municipa- les, los Archivos de Nuevos Documentos y la Biblioteca Ptiblica.* Después de la guerra, cuando los polacos estaban pensando en re- construir su capital, el Museo Nacional organiz6 una exposicién que ‘mostraba fragmentos de edificios y obras de arte que habian sido des. ttuidos o dafiados durante la ocupacién alemana. Iba acompafiada de tuna guia que, a diferencia de la de Baedeker, estaba toda escrita en tiempo pasado. El propésito era que los habitantes de Varsovia, y el resto del mundo, recordaran exactamente lo que se habia perdido. Tanto la guia como la propia exposicién hacian que aquellos que viview ron la experiencia de la destruccién de Varsovia se dieran cuenta de ue ya no eran capaces de apreciar la enormidad de lo que habia ocu- trido en su ciudad. Para ellos habia sucedido de manera gradual, em- pezando con el bombardeo de 1939, siguiendo con el saqueo durante |i ocupacién y acabando con la destruccién del Gueto en 1943 y la aniquilaci6n definitiva a finales de 1944. Ahora bien, unos meses des- pués de su liberacién, se habian acostumbrado a vivir en armazones de casas, rodeados por todas partes por montones de escombros,” En cierto modo, s6lo los que contemplaron los resultados de la 6n sin haberla presenciado podian apreciar su magnitud. John. Vachon era un joven fordgrafo que llegé a Varsovia formando parte de tun operativo de ayuda después de la guerra. Las cartas que escribid a su esposa Penny en enero de 1946 expresan su total incomprensién ante la magnitud de la destruccién, Esta es una ciudad incre fo que te hagas una idea de ella, pero no sé eGmo hacerlo, Es una gran ciudad, gsabes? Antes de la guerra tenia mas de un millén. Tan grande como Detroit. Ahora esta toda destruida en >». Vayas donde vayas hay porciones de edificios en pie sin tec ‘muchos muros laterales, y gente vivienda dentro, Salvo el Gueto, que no es mis que tna extensién de ladrillos, sy baiteras y so- fas, cuados enmareacos, bales, millones de cosas que sobresal los ad: puedo creerlo.? La bella ciudad barroca que describia Karl Baedeker justo dos afios antes habia desaparecido por completo. Es dificil teansmitir en términos elocuentes la magnitud de la ruina que ‘caus6 la Segunda Guerra Mundial. Varsovia era simplemente un jem plo de ciudad destruida -s6lo en Polonia hubo docenas més, En el Conjunto de Europa cientos de ciudades fueron parcial o totalmente arrasadas. Las fotografias tomadas después de la guerra pueden dar tuna idea del calibre de la destruccién de ciudades en particular, pero cuando se intenta multiplicar esta desolacién por todo el continente ‘escapa por fuerza a toda comprensi6n, En algunos pafses ~sobre todo Alemania, Polonia, Yugoslavia y Ucrania~ aplastaron un milenio de cultura y arquitectura en el intervalo de unos pocos afios. Ms de un historiador ha vinculado la violencia que provocé semejante devasta- cidn total con Armagedén,* Las personas que fueron testigos de la ruina de las ciudades euro- peas lucharon por asimilar la desolacién local que veian, y s6lo en sus descripciones angustiadas e insuficientes podia imaginarse algo de I destrucci6n. Sin embargo, antes de llegar a tales reacciones humanas ante el paisaje aplastado y hecho pedazos, es necesario dejar por escri- to algunas estadisticas ~porque las estadisticas son importantes a pesar de lo escurridizas que puedan set Altratarse de la tnica nacién que desafié a Hitler con éxito durante 26 llega deta guerns toda la guerra, Gran Bretaiia sufrié muchisimo, La Luftwaffe (Fuerzas Aéreas alemanas} dej6 caer sobre ella casi 50.000 toneladas de bombas durante el Blitz,” destruyendo 202.000 casas y daitando 4,5 millones mis.” El golpe que recibieron las principales ciudades de Gran Bretaiia es bien conocido, pero lo que les ocurri6 a algunas de las localidades mas pequeiias es lo que muestra el verdadero alcance de los bombar- eos, La ferocidad de los ataques sobre Coventry dio origen a un nue- vo verbo aleman, covestriren ~«coventrar», o destruir por completo. Clydebank es una poblacién industrial relativamente pequefia a las afueras de Glasgow: de un total de 2,000 viviendas, s6lo ocho se liz braron del daiio."* Alotro lado del canal de La Mancha el dafio no fue tan generaliza- do, sino mucho mas concentrado. Caen, por ejemplo, fue practicamen- te barrida del mapa cuando los Aliados desembarcaron en Normandia en 1944: el 75% de la ciudad fue arrasado por las bombas aliadas, Saint-L6 y El Havre suftieron atin més, con un 77% y un 82% de los icios destruidos."* Cuando los Aliados desembarcaron en el sur de Francia, mas de 14.000 edificios de Marsella estaban destrozados en parte 0 en su toralidad."* Segiin los registros gubernamentales de las reclamaciones de indemnizacion y préstamos por las pérdidas debidas a la guerra, 460.000 edificios franceses fueron destruidos y 1,9 1 nes mas datiados."* Cuanto mas al este se viajaba después de la guerra, mayor era la devastacion. En Budapest, el 84% de los edificios estaban dafiados, y el 30% de ellos en tan mal estado que eran totalmente inhabitables.** Alrededor del 80% de la ciudad de Minsk, en Bielorrusia, estaba des- truido: s6lo 19 de 332 fabricas sobrevi lad, y tinica- mente porque los zapadores del Bjército Rojo desactivaron justo a tiempo las minas colocadas por fos alemanes en retirada.** La mayoria de los edificios piiblicos de Kiev estaban sembrados de minas cuando los soviéticos se batieron en retirada en 1941 ~el resto lo destruyeron cuando regresaron en 19.44. Se peled tantas veces por Jarkov, en el este de Ucrania, que al final qued6 poco por di briténico, en Rostov y Voronezh «la destruce Y la lista prosigue. En la URSS, 1.700 ciu ron arrasadas, 714 de ellas s6lo en Ucrani Destruccn fica 27 Los que viajaron por este paisaje asolado después de la guerra con- templaron la destruccién de ciudad tras ciudad tras ciudad. Muy pocas de esas personas intentaron siquiera describir la totalidad de lo que habian visto ~en cambio, en cada ciudad, les costaba aceptar el dafio mas localizado a medida que lo encontraban. Stalingrado, por ejem- plo, no era mas que «trozos de paredes, estructuras de edifcios medio ¢n rainas, montones de escombros, chimeneas solitarias».”? Sebasto- pol «era de una melancolia indescriptible» donde «hasta en los subur- bios... apenas habia una casa en pie».** En septiembre de 1945, el di ico americano George F Kennan se hallaba en la antigua ciudad finlandesa, hoy rusa, de Viborg, admirando cémo «los rayos del sol de Ja mafana aleanzaban los armazones de los edificios de pisos destrui- dos, y los inundaban momenténeamente de un destello frio y desvai- do». Aparte de una cabra a la que asust6 en uno de los portales en ruinas, parecfa que Kennan fuera el Gnico ser vivo en toda la ciudad" En el centro de toda esta destruccién se encuentra Alemania, cuyas * Mas tarde, cuando las, cosas empezaron a ponerse muy mal, Himmler ordené a sus mandos de las SS que destruyeran todo: «No debe quedar ni una sola persona, ni ganado, ni quintal de grano, ni via de ferrocarril... Bl enemigo debe encontrar un pais totalmente quemado y destruido> ‘Como consecuencia de drdenes como éstas, grandes extensiones de tierra de labor en Ucrania y Bielorrusia fueron incendiadas no una, sino dos veces, y con ellas innumerables pueblos y haciendas que pu- dieran ofrecer albergue al enemigo. Como es natural, la industria era ‘una de las primeras cosas a destruir. En Hungria, por ejemplo, se des- mantelaron 500 fabricas importantes y se trasladaron a Alemania “mas del 90% del resto se destruyeron o daiaron a propésito~ y casi todas las minas de carbén fueron inundadas o derrumbadas."* En la URSS, se destruyeron cerca de 32,000 fabricas.*® La Comision de Re- paraciones de Yugoslavia calculé que el pais habia perdido industria por valor de 9,r4 miles de millones de délares, o wna tercera parte de todo el patrimonio industrial del pats.” Tal vez lo que resulté més daiiado fue la infraestructura del teans- porte continental, Holanda, por ejemplo, perdi el 60% de su transpor- te por carretera, canal y ferroviario. En Italia se inutiliz6 mas de un tercio de la red nacional de carreteras y se dafiaron 0 destruyeron 13.000 puentes. Tanto Francia como Yugoslavia perdieron el 77% de sus locomotoras y un porcentaje similar de todo el material rodante. Polonia perdié una quinta parte de sus carreteras, un tercio de las vias de tren (en total mas de 16.000 kilémetros), el 85% de todo el materi rodante, y el 100% de su aviacién civil. Noruega habia perdido la tad de su transporte maritimo de carga anterior a la guerra, y Greci Dest ntre dos tercios y tres cuartos de toda la flota maritima. Al f- guerra, el inico medio de transporte universal digno de con- 6n fisica de Europa fue ms alls de la mera pérdida de sus I14, incluso, de la destruccién de silos de cultura y arquitectura, Lo que verdaderamente tenfan las rui- ‘vas de perturbador era lo que simbolizaban. Como expres6 un militar 15 montones de escombros constitufan «un monumento al er de autodestruccién del hombre>.*? Para cientos de millones de nas era un recordatorio diario de 1a harbarie que presencié el iente y que podria resurgir en cualquier momento. 10 Levi, que sobrevivid a Auschwitz, sostenfa que habfa algo casi sobrenatural en el modo en que los alemanes habfan dlestruido su paso. En su opi 8 restos destrozados de una base del ito en Slutsk, cerca dle Minsk, demostraban «el genio de la destruc » anticreacién, aqui como en Auschwitz; era la mistica de la es- ‘mas alla de todas las exigencias de la guerra o el estimulo del Los estragos causados por los Aliados fueron casi igual de ando Levi contemplé las ruinas de Viena se vio abrumado na «fuerte y amenazadora sensacién de que en todas partes esta~ presente una maldad irreparable y definitiva, acurrucada en las en- has de Europa y el mundo, la semilla det davio futuro». Fste trasfondo de «anticreacién» y «maldad absoluta» es lo que ace que sea tan perturbador contemplar la destruccién de las ciuda- dles y poblaciones europeas. Lo que est implicito en toda descripcién lo esa época, pero nunca manifestado abiertamente, es que detras de la -astaciGn fisica hay algo mucho peor. Los «esqueletos» de las casas y las fotos enmarcadas que sobresalen de los escombros de Varsovia son sumamente simbélicos: escondido tras las ruinas, tanto literal ‘metaféricamente, habfa un desastre humano y moral distinto. Ausencia NUMERO DE VICTIMAS lestruccién fisica de Europa resulta muy dificil de comprender, el ‘ano de la guerra lo es atin més. Cualquier descripcién de ta- 8 cosas es por fuerza inadecuada. Esto me recuerda el intento del por aquella carretera que llevaba a Hamburgo, sent el impulso ir y dejarlo. ¢Por qué seguir? Quiero decir, :por qué ponerlo scrito? No seria mejor entregarse al ol -s y los historiadores tienen la obligacién de registrar este tipo e sucesos, aunque sus intentos por darles sentido estan por fuerza \dos al fracaso.. Al describir catastrofes a una escala tan enorme, el historiador se npulsos contradictorios. Por una parte puede pre- a cruda estadistica y dejar a la imaginaci6n del lector el signifi- ‘estos mimeros. En el periodo posterior a la guerra los gobier- os y los organismos de ayuda aportaron cifras para casi todos los tos del contflicto, desde el ntimero de soldados y civiles muertos asta las consecuencias econ6micas de los bombarceos sobre indus- especificas. Por toda Europa existia un deseo oficial de medir, ar, cuantificar ~tal vez en lo que Nossack llamaba «un intento de la muerte por medio de los miimeros».* Por otro lado, existe la tentacién de hacer caso omiso de las cifras 1 su Conjunto, y registrar simplemente las experiencias de la gente nrriente que fue testigo de estos acontecimientos, Tras el bombardeo le Hamburgo, por ejemplo, no fueron las 40.000 muertes lo que dis- ist6 a la poblacién alemana, sino cémo se produjeron. Historias de ierno enfurecido, de vientos huracanados y tormenta de chispas, gue quemaban el pelo y los vestidos de Ia gente ~estas cosas acaparan imaginacién con mucha mis eficacia que los datos numéricos puros y duros. En todo caso, incluso en aquella época, la gente entendia por instinto que las estadisticas no eran fiables. in una ciudad en la que los cadaveres se ocultaban detras de montones de escombros, en la que algunos se habian fusionado debido al intenso calor mientras que otros habian quedado reducidos a meras cenizas, era imposible apreciar el riimero de muertos con precisidn alguna, Cualquiera que sea el crite- tia tradicional no est dotada para describir lo que Nossack llamaba cotra cosa... la extrafieza personificada... la imposibilidad esencial».? En algunos aspectos, el bombardeo de Hamburgo puede conside- rarse un microcosmos de lo que ocurrié en Europa durante la guerra. Como en el resto del continente, las bombas transformaron la ciudad en-un paisaje de ruinas ~y sin embargo, hubo sectores que se encontra- ron serena y milagrosament tual que ocurrié en otras ‘muchas partes de Europa, se evacuaron suburbios enteros tras el hom- bardeo, y pricticamente continuaron desiertos durante los affos si- ‘guientes. De nuevo y como en todos lados, las victimas eran dle muchas nacionalidades y de todo tipo de profesiones y condiciones sociales. fo obstante, también existen marcados contrastes entre la suerte de esta ciudad y la del resto del continente. Por muy terrorifico que fuera el bombardeo de Hamburgo, en realidad maté a menos del 5 de Ia poblacién mientras que la tasa de mortalidad en Europa en su conjunto fue més del doble. La cantidad de gente que murié como ‘consecuencia directa de la Segunda Guerra Mundial en Europa es ver- daderamente impresionante: entre 35 y 40 millones de personas en total." Es decir, el equivalente entre la poblacién toral antes de la guerra de Polonia (35 millones) y la de Francia (42 millones).* O, dicho de otro modo, el mismo ntimero de muertes que se hubieran producido si el bombardeo de Hamburgo se hubiera repetido todas las noches du- ante mil noches. La cifea total oculta algunas enormes desigualdades entre paises. Por ejemplo, las pérdidas de Gran Bretaila, aunque espantosas, fueron leves comparativamente. Unos 300.000 britanicos murieron en la Se- gunda Guerra Mundial ~alrededor de una tercera parte de los que mu- rieron en la Primera.* Asimismo, murié mas o menos medio millon de franceses, unos 210.000 holandeses, 86.000 belgas y casi 310.000 ita- 35 las bombas aliadas como briténicos, belgas y holande- tipo de causas durante toda la guerra.” 4s, cuanto més al este mas victimas. Grecia sufrié cerca p00 muertos en campaia -un total que no parece mucho peor zunos de los demés pafses ya nombrados hasta que uno se jue Grecia, antes de la guerra, tenia una poblacién de »s siete millones. Por consiguiente, la guerra maté alrededor del 6% sitiegos.” Asimismo, los 450.000 hiingaros muertos en campafia el 5% de la poblacién.'* En Yugoslavia murieron .** Es probable tes en Estonia, Letonia y Lituania se situaran entre un 8 y toda la poblacién baltica anterior a la guerra."* Como na- mia fue la que m4s sufrié proporcionalmente: murié mas de scis-un total de mas de seis millones de personas.” n Soviética: aproximadamente 27 millones de personas." Una esta cifra incomprensible oculta por fuerza enormes variacio- No existen cifras fiables para las regiones de Bielorrusia las cuales en aquella época no se consideraban malmente paises aparte pero la mayor parte de los eélculos tos en combate ucranianos eleva la cifra a 7-8 millones. Si esta es correcta, a uno de cada cinco ueranianos fo maté la guerra."* ta de victimas bielorrusa est considerada la mayor de todas, i6 una cuarta parte de la poblacién.'* actualidad, como en 1945, es casi imposible captar lo que esta significa en la préctica, y todo intento de dar vida alas cifras \denado al fracaso. Podria decirse que el niimero total de a un promedio de una muerte cada cinco segundos durante osas son inimaginables, Hasta los que mn la guerra, los que presenciaron masaczes, los que vieron cam- atestados de cuerpos sin vida y fosas comunes rebosantes de cadé- icapaces de comprender Ia verdadera magnitud de la ma- Quiza la Gnica forma de acercarse a la comprensién de lo sucedido ¢ dejar de imaginar que Europa es un lugar poblado de muertos, y en io pensar que es un lugar que se caracteriza por la ausencia, Casi Jos que sobrevivieron a la guerra habian perdido amigos y fa 2, La muerte de Europa, 1939-r945 PINLANDIA. ESCOCIA sud mar del Norte GRAN BRETANA sone IRLANDA c Gates INGLATERRA. LUXEMBURGO (700 jus) Golfo de Vizcaya FRANCIA s00.0c0 [83.009 judo ESPANA 38 El legado de la guerra liares en ella, En efecto, pueblos enteros, localidades enteras y hasta udades enteras habfan sido borrados, y con ellos sus po Zonas extensas de Europa en las que una vez residieron comunidades bulliciosas y présperas estaban ahora totalmente vacias de gente. Lo que definis la atmésfera de la Europa de posguerra no fue la preset dela muerte, sino més bien la ausencia de aquellos que habian ocupa- do las salas de estar de Europa, sus tiendas, sus calles, sus mercados. Desde la distancia del siglo xx1, solemos rememorar el fin dela gue- tra como un momento de celebraciones. Hemos visto imagenes de ma- rineros besando a chicas en Times Square de Nueva York, y soldados sonrientes de todas las nacionalidades cogidos del brazo por los Cam- pos Eliseos de Paris. Sin embargo, por mucha cclebracién que tuviera lugar al final de la guerra, en realidad Europa estaba de luto. La sensa- cidn de pérdida era a la vez personal y comunitaria. Del mismo modo que los pueblos y las ciudades del continente fueron sustituidos por un paisaje de ruinas despecazadas, asi también las familias y las comuni- dades fueron sustituidas por una serie de agujeros enormes, LA DESAPARICION DE LOS JUDIOS Algunas ausencias, desde luego, eran mayores que otras. La ausencia mis evidente, sobre todo en la Europa del Este, era la de los judios. En tuna entrevista para el proyecto de historia oral en el Museo Impe rial de la Guerra de Londres, Edith Baneth, una superviviente judia de Checoslovaquia, resu hoy en dia todavia se siente esta ausen- cia a nivel personal: ‘Cuando se llega al punto de pensar en las familias que todos perdimos, no se puede remediar, No se pued ir la segunda y tercera generacién todavia lo sienten, Cuando tenemos bodas o barmitzvahs, hay tal vez 300 60 personas de las familias de la otra parte. Cuando mi hijo celebré su boda, no habia familia en absoluto ~asies como la segun: tercera generacién sienten el Holocausto, echan de menos a su fa- milia. Mi hijo no ha experimentado una vida familiar ~tener abuelas, abuelos. Sélo hay ese agujero."” En 1945, mientras la mayoria de la gente hacia el recuento de los familiares y amigos que habia perdido en la guerra, los supervivientes Ausencia 39 contar los que todavia quedaban. A veces no habia nin- bro conmemorativo de los judios de Berlin, los muertos once del Hirsche, doce del Levy y trece del Wolff.* Podrian ‘os similares para cualquiera de fas comunidades judias que xrse por toda Europa. Victor Breitburg, por ejemplo, superviv 1 algiin miembro de mi familia, pero no habia ninguno » se suman todas las pérdidas, el « una luz. s de pueblos, se VIUDAS Y HUERFANOS c cred algunos «agujeros» enormes en el tejido de la socie- a, hubo también otras ausencias demogréficas mas sutiles, uubiera eliminado una sola hebra del tapiz. La mas llamati casi a nivel mundial, fue la ausencia de hombres. fas de la Gran Bretafia provinciana el Dia de la Vic jejeras llenas de mujeres y nifios celebrando el final ra -excepto los ancianos 0 algin que otro soldado de permi- yoria de los hombres no estan en las fotos. Las personas ‘en estas forografias estan sonriendo porque saben que la ia de sus hombres es s6lo temporal, En otras partes de Europa estos hombres no regresarfan en los afios siguientes. Y por su- lones de hombres de todas las nacionalidades no volverfan :nlos miles de millas que recorrimos en Alemania» escribié un ate britsnico después de la guerra, «el hecho mas sobresaliente fue Ja ausencia total de hombres entre los diecisiete y los cua- jios de edad, Era una tierra de mujeres, nifios y ancianos.»** ichas otras partes de Europa, generaciones enteras de mucha- ‘taban condenadas a la solterfa por la sencilla razén de que yyorfa de los chicos jévenes de la localidad habfan muerto. En la Soviética, por ejemplo, habfa mas de 13 millones més de muje- de hombres al final de la guerra, La falta de hombres se hacia con mis crudeza en el campo, donde el 80% de los trabajadores {granjas colectivas eran mujeres. Segtin el censo de 1959, un ter- de las mujeres soviéticas que habjan cumplido veinte afios durante lécada de 1929-1938 permanecian solteras."* Si Europa se habia convertido en un continente de mujeres, tam- n era un continente de nifios. En el caos que siguié a la guerra, mu- ios habfan sido separados de sus familias y vivian juntos en » por seguridad. En 19.46 seguia habiendo unos 180.000 nifios bundos en Roma, Npoles y Milan: les obligaban a dormir en lejones y Se mantenian vivos mediante el robo, la mendi 46 legato de la guerra cidad y la prostituci6n. El problema era tan grande que el mismo Papa hizo un flamamiento al mundo en busca de ayuda para los niiios italia~ nos «que vagaban sin rumbo por las ciudades y pueblos, abandonados y expuestos a muchos peligros».4” En Francia los granjeros les encon- iraban a menudo durmiendo en pajares. En Yugoslavia y en el este de Esfovaquia los partisanos encontraban grupos de ellos medio muertos de hambre viviendo en bosques, cuevas y ruinas. En el verano de 1945, sélo en Berlin habia 53.000 nifios perdidos.** El teniente coronel britanico William Byford-Jones encontré a uno de esos nifios, una nifia, viviendo dentro de una grieta en el monumen- to al kaiser Guillermo en Berlin. Cuando le pregunté qué estaba ha- ciendo ahi le dijo que era el lugar més seguro que pudo encontrar para dormir: «Nadie puede encontrarme. Se esta caliente aqui, nadie sube». Cuando el servicio alemsn de bienestar social acudié a buscarla llev6 horas de paciente incitacién convencerla."” Las historias de este tipo apuntan a otra ausencia demoledora en el tejido de Europa la ausencia de padres. El problema era especial- mente grave en aquellas zonas que la guerra habfa destruido mas. En Polonia, por ejemplo, hubo mas de un millén de «huésfanos de guerra» —un término que en la jerga oficial britdnica y americana alu- dia a los nifios que habian perdido al menos a uno de sus progenito- res.° En Alemania hubo probablemente un més: s6lo en la zona britdnica habfa registrados 322.053 huérfanos de guerra en 1947." La falta del padre, o en realidad cualquier modelo masculino de referen- cia, era tan comtin que los propios nifios lo consideraban bastante normal. «S6lo recuerdo un nifio que tuviera padre», dice Andra un polaco de Varsovia que vivi6 en una serie de campos de refugiados inmediatamente después de la guerra. «Los hombres eran unas cria- turas muy extraiias porque casi no habfa ninguno por los alrededo- res.»** Segtin la UNESCO, un tercio de los nifios en Alemania habfan perdido a su padre.® Esta carencia de progenitores, y de supervisién paterna tenia a ve- ces ventajas inesperadas. Andrzej C., por ejemplo, reconoce los apuros de su infancia, pero recuerda con fruicién los juegos a los que él y los demés chicos solian jugar dentro y alrededor de los campos de refugia- dos del sur de Alemania. El propio Andrzej tuvo la oportunidad de jugar con juguetes con los que hoy dia la mayor podrfan sofar Ausencia 7 éamos como perros salvajes. ia vida era entonces muy intere- icdo habia desaparecido, ueia el sol y habia cosas fascinantes descubrir... Una vez encontramos un obiis sin detonar, Sabiamos que peligtoso, asi que durante un tiempo lo guardamos en un arroyo por- Al final pusimos el obis en una ho- 6n descomunal. Nunca pensamos que tal vez alguien pudiera venir ‘momento mas inoportuno ~éramos unos completos inconscientes. ‘ontramos muchisima municién de una ametrallado: ‘nos de gasolina, se quemaron las cejas al prender una pélvora ue no produce humo, se lanzaron granadas cle mortero unos a otros, sta encontraron y dispararon un cohete antitanque Panzerfaust: Eso también fue buenisimo!». Su mayor temor en todo esto no era pudiera sufrir graves heridas, sino que su madre se enterase de se estaba trayendo entre manos. tuna ocasién atraves6 un campo de minas para coger algunas wuesas que crecfan al lado de unos biinkeres abandonados del ‘to aleman, «Esto fue unos afios después de la guerra», explica, «y inas eran visibles, De modo que decidimos que podiamos cruzar al cabo, podiamos verlas, asi que estébamos a salvo... Eramos pidos y afortunados. Si no tienes cerebro, tienes que tener suerte. ‘ero eran unas frambuesas riquisimas...»5* Andrzej tenia suerte en mas de un sentido. No sélo evité sufrir gra- 's heridas, sino que segufa teniendo a su madre con él. Algan tiem- después de la guerra, su padre, que habia estado combatiendo con 2.” Cuerpo polaco en Italia también aparecio. Este era un lujo quele ‘estaba negado a cerca de otros 13 millones de nifios europeos./» Una roporcién significativa habfan perdido a ambos progenitores, y en iembre de 1948 habfa algunos ~alrededor de 20.000 en toral- que vin esperando a ver si podian averiguar el paradero de algiin pariente,** 48 El legado dela gueres Los estudios psicolégicos de huérfanos muestran que, comprensi- blemente, a menudo son mucho mas propensos a la ansiedad y la de- presién que otros nifios, Estn més predispuestos a comportarse de un ‘modo etrético y antisocial, son més proclives a contemplar el suicidio, sus indices de abuso de drogas y alcohol son mas altos, su autoestima es mas baja y su salud mas precaria.” Los padres representan para los ifios la solidez del mundo y su funcionamiento: cuando de pronto se yen privados de sus padres, pierden los cimientos sobre los que esta edificada su comprensién del mundo. Ademas del proceso normal de sufrimiento, estos nifios han de hacer frente al hecho de que, desde su punto de vista, el mundo se ha convertido en un lugar basicamente inestable. En cierto sentido este mismo proceso tuyo lugar en el conjunto de Europa durante la guerra. El ambiente sombrio de ausencia cambié la psicologia del continente a un nivel fundamental, No s6lo hubo dece: nas de millones de personas que sufrieron la pérdida de amigos, fami- liares y seres queridos, sino que muchas regiones se vieron obligadas iat con el exterminio de comunidades enteras, y todas las naciones con I: rte de grandes porciones de su poblacién. Por lo tanto se perdié toda nocién de estabilidad ~no s6lo a nivel individual, sino a todos los niveles de la sociedad, Si las personas afligidas son proclives a actuar de manera erratica, lo mismo puede decirse de las comunidades e incluso de naciones ente- ras. Sien las pagi ientes el lector empieza a preguntarse por qué entro en tantos detalles acerca de lo que se perdi¢ durante la guerra, la pena tener esto en cuenta, Europa habia sufrido muchas con- Isiones antes, pero la magnitud de la Segunda Guerra Mundial mini iz6 todo lo ocurrido durante siglos. No sélo dejé a Europa apesa- umbrada, sino aturdida, os procedia de la Unién Soviética, Polonia y Francia, ue también haba un niimero importante de italianos, belgas, ho- deses, yugoslavos y checos. Una gran proporciGn de estos desplaza- ujeres y nifios. Uno de los muchos aspectos que hacen que iegunda Guerra Mundial sea tinica entre las guerras modernas es el ‘ho de que se hizo prisionera a una gran cantidad de civiles ademés le los prisioneros militares tradicionales. En efecto, las mujeres y los as{ como los hombres, fueron tratados como botin de guerra ron esclavizados de un modo que no se habia visto en Europa des- «de la época del Imperio romano." Para hacer la situacion en Alemania atin mas complicada, millo- es de alemanes fueron desplazados dentro de su propio pais. A princi- jos de 1945 secalculaba que habia 4,8 millones de refugiados internos, sobre todo en el sur y el este, que habfan sido evacuados de las ciuda- des bombardeadas y cuatro millones més de alemanes desplazados que fan huido de las zonas ce influencia orientales de! Reich por miedo al jército Rojo.* Cuando afiadimos los casi 27 5.000 prisioneros de gue- tra britanicos y americanos, esto hace un total deal menos 17 millones de desplazados solo en Alemania.’ Esta es una estimacién conservadora, y otros historiadores han dado cifcas mucho més das.t Segiin un estudio, en el conjunto de Europa mas de 40 mi 50 Ellegado de la guerra de personas fueron desplazadas a la fuerza durante periodos de mayor ‘o menor duraci6n en el transcurso de la guerra.’ A medida que se acercaba el fin de las hostilidades, enormes canti- dades de gente salieron a las carreteras para empezar el largo viaje a casa. A mediados de abril de 1945, Derek Henry, zapador britanico con los Ingenieros Reales, empez6 a encontrar grupos de desplazados cerca de Minden. Nos dijeron que estuviéramos alemanes que seg nacionalidades dirigiéndose hacia nosotros y al oeste: rusos, gtiegos, yugoslavos y polacos —de todo, estaban al BBrupos pequetios de dos o tres, cada uno con su fardo lastimoso de perte- nencias amontonadas en tna biei o una catteta, otros en grupos grandes dos en autobuses repletos o en la parte posterior de los camiones, siempre que nos detentamos se abalanzaban sobre noso. tros con la esperanza de que les diésemos comida.* Tiempo después, segtin el agente de inteligencia estadouniden- se Saul Padover, «miles, decenas de miles, en definitiva millones de esclavos liberados salieron de las haciendas, las fabricas y las mi- nas y se echaban en tropel a las carreteras», Las reacciones ante este enorme torrente de desplazados fueron muy distintas dependiendo de las personas que lo presenciaron. En opinién de Padover, que tenia poco tiempo para los alemanes, fue «tal vez la emigracién més tragi- ca de la historia» y sencillamente una prueba mas de la culpabilidad alemana. Era comprensible que la poblacién local viera con nervio- sismo esos grandes grupos de extranjeros descontentos para la que representaban una amenaza. «Parecfan criaturas salvajes», escri una alemana después de la guerra, «podrian dar miedo.»* Para las autoridades agobiadas del gobierno militar cuya tarea era lograr algiin tipo de control sobre ellos, eran simplemente una «maltitu Llenaban las carreteras, que ya estaban demasiado deterioradas para darles cabida, y slo podian alimentarse saqueando y robando tien- das, almacenes y granjas a lo largo del camino, En un pais en el que los sistemas administrativos se habian venido abajo, la policta lo- cal habia sido asesinada o encarcelada, en el que no existfa aloja- miento, y donde los alimentos ya no se distribuian, representaban Despl st colerable y una amenaz: ‘oportable para el estado de (es como veian a esta gente desde fuera. Para los propios eran simplemente personas que trataban de encontrar el ponerse a salvo. Soldados franceses, britanicos o americanos los afortunados y los Hlevaban a centros para desplazados Pero en muchisimos casos no habia suficientes solda- los para ocuparse de ellos. Cientos de miles fueron de hecho a su suerte. «No habia nadie», recuerda Andrzej C., que nueye afios cuando finalizé la guerra. El, su madre y su her- in sido trabajadores forzados en una granja de Bohemia, 6 cilimas semanas de la guerra les reunieron y les llevaron a la ad de los Sudetes de Karlsbad (la moderna Karlovy Vary, en ica Checa), donde los tiltimos guardias alemanes les aban- Nos encontramos en un yacfo. No habia rusos, ni america- icos. Un vacio absoluto.»*” Su madre decidié dirigirse al ste, hacia las lineas americanas, porque pensaba que seria mas segu- ue ponerse en manos de los soldados rusos. Pasaron varias sema- ndando por Alemania, cruzando una y otra vez las lineas am ‘sa medida que las tropas estadounidenses se replegaban hacia la de ocupacién que tenfan asignada. Andrzej recuerda esto como época de inquietud, mucho més estresante incluso que ser prisio- ro de los alemanes. poca de hambre porque no habia nada, Mendigaba: ‘amos lo que podiamos. Sacibamos patatas de los campos... Solia sofiar con comida. Puré de patata con beicon por encima eso era el stimmum, No se me ocurria nada mejor. {Un mont6n de exce- lente puré de patata humeante! Viajaba con una multitud de refugiados compuesta de grupos sepa- rados que parecfan no mezclarse unos con otros, Su grupo lo forma- ban unas 20 personas, muchas de ellas polacas. La gente del lugar que pasaba por el camino distaba mucho de simpatizar con su dificil situa- én. Cuando a Andrzej le adjudicaron la tarca de apacentar un caba~ lo que habia comprado un hombre de su grupo, un campesino alemén 6: «jLargo de aqui! ». En otros momentos les negaron el agua, los perros les atacaban y, como eran polacos, hasta les echaban la culpa de empezar la guerta y hacer caer esta completa desgracia sobre Alemania sa El legado de la guerra ~una acusacién que debieron haber considerado doblemente irénica dada la enorme desigualdad de sus dificuktades rela Lo que vio Andrzej durante su mes largo de caminat: la seg ridad qued6 mareado en su memoria. Recuerda pasar por un hos de campaiia alemn en un bosque, donde vio a hombres con los brazos rotos en jaulas metdlicas, algunos estaban vendados de pies a cabeza, otros «apestando a demonios, descomponiéndose en vida». No habia nadie alli para ayudarles porque todo el personal médico habia huido. da llegar a un campo de prisioneros de guerra polaco donde los 10s se negaban a salir, a pesar de que las puertas estaban de par en par, porque nadie les habia dado soldados y pensaban que alguien iba a darle alguna parte. Quién -dénde- no tenian ni idea. Estaban completa- mente perdidos.» Vio grupos de prisioneros con st que atin trabajaban los campos bajo la supervis nes. Posteriormente, se adentré en un valle en el que mi soldados alemanes estaban sentados tran 1as esparcidas entre ellos, ycustodiados s6lo por un pufiado de policias militares americanos. Cuando por fin pasaron los puestos de control americanos de Hof, a un edificio con una bandera roja ondeando unos momentos de pénico porque su madre ppens6 que les iban a mandar a un campo ruso, hasta que se dio cuenta de que ésa era la bandera de la UNRRA —una bandera roja con una i 6 estaban a salvo, a orden de mai we superar los refuy como Andrzej no deberfan menospreciarse. Puede que no se hicieran evidentes de inmediato para un nifio de nueve afios, pero para las gene- raciones mayores eran demasiado obvios. El seitor y la seftora Drahm eran berlnesesy tenian cerca de setenta ais cuando termi la guerra, des, sobre todo una vez que llegaron al campo a las afueras de Ber En algunos lugares segufan produciéndose esca ya menudo tenfamos que parar hasta que se motas los soldados no sabian que la guerra habia terminado. Muchas ve Desplazamiento 3 fan desaparecido y las carreterasestaban tan daitadas 108 que volver y encontrar otra ruta... Tavimos muchos inciden- 10s, como recorrer kilémetros penosamence y Iuego no poder we regresar, Una ver. ibamos por una carretera principal ibsolutamente desierta. Vimos un gran panel escr un asgufio ene cuelo. Nos dimos cuenta deg 108 imos sobre nuestros pasos y dimos muchas vueltas que encontraron por el camino dejaba entrever la reciente, tanto de la guerra propiamente dicha como de las sas de ocupai dos o rajados y las plumas estaban por todas partes, 3s érboles. Habfa cachecitos de nifio,tarros de fruta en conser- 1s de escribir, coches, carros, past vontones de plumas estilogréficas que ocultaa una navaja en st ién comprados... También vimos caballos aspecto horrible y oliendo fatal jente estaban los demas desp! taban la ados en la carretera, que sma amensza poten para una pareja de ance 8 ¥ Carros og, y utensilios de Druhm tuvieron la ventaja de poder lamar a la puer- de los granjeros y pedir ayuda a sus compatriotas. La mayoria de pobla- recibidos y, en todo caso, después de haber tratados brutalmente por los guardias alemanes, no estaban dis- puestos a confiar en ningun aleman en absoluto. s4 El legado dela guerea de estas personas era Marilka Ossowska, una chica polaca in aftos. Para abril de 1945 ya hal »,Ravensbriick y Buchenwal una marcha de Ia brutalidad de los libertadores sovie neros decidieron que estarian mas segutos si se encami Jineas americanas. También la sorprendi la gran cantidad de gente en Jas carreteras. En 1945, Alei plazaba, hormiguero gigantesco. Te aspecto que presentaban los ter i alemanes escapando de los rusos. Est a. Estabamos algunos de nosotros ~no tantos, pero aun dadera le, bulla de gente y mo a jcron a tres trabajadores france- cos y un soldado americano ne- y americano. Mientras viaja- in rogaban a los granjeros locales, o les intimidaban, para que les tregaran algo de comida. La presencia de un hombre negro ayudaba en este sentido: normalmente, imericano era bastante re- servado en presencia de Marilka, pero en estos cas los pre anes desnudandose, poniéndose un cuchillo entre jos como un salvaje. Al tregatle cestas de comida y inuaba el viaje como si nada. udad sajona de Riesa, mas o menos a medio cami Dresde y Leipzig, Marilka y sus dos amigas engafiaron a un ie les proporcionaran algiin tipo de transporte. Encontra- ‘encanto. «;Vaya, debéis sentiros muy sol haceros compafifa. ;Y sabemos donde hay algo de aguardiente!» Los guardias, encantados, les dieron tres bicicletas para que fueran a buscar icio y nunca volvieron a verlas. Jeando, el grupo lleg6 finalmente a Leipzig, \jercs fueron cargadas en camiones Desplasamniento ss mn campo en Nordheim cerca de Hanover Desde , y por fin fue transportada a Gran ia hasta pasados 15 afios. cientos de scer una idea del caos que existia en las carreteras de Euro wera de 1945. Enjambres de refugiados que habla- .dos a gestionar una red de fa sido bombardeada, sembrada de minas y aban- de guerra, Se reunian en ciudades que los aban destruido por completo y en las que no local, y mucho me ‘iguientes, es poco menos que un milagro. smbargo, este proceso répido de repatriaci6n no pudo borrar el habia producido. Los desplazamientos de la poblacién con ‘on un efecto profundo en la psicologia de para los desplazados, para los que se quedaron, los cuales pasaron afios pregun- ose qué habia sido de sus seres queridos arrebatados de su medio, :munitario también fue desolador: el reclutamiento obligatorio oclos los jévenes privé a las comunidades de su principal sostén y las Pero es en el plano colectivo donde ipo de guerra fueron quiza més significativos. lea de desarr es enteros de la poblacién, patrén par EI programa pancuropeo de expulsiones étnicas tendria lugar después de la guerra s6lo fue posible porque el concep- nalterado durante generaciones, fue erradi- ina vez pot todas, La poblacién de Europa ya no era una cons- jja. Ahora era in -, volatil ~pasajera. ca El legado de la guerra llevar a la préctica, El suministro de alimentos a las ciudades ucrania~ nas no podria simplemente cortarse, no se podria evitar que los habi- tantes de las ciudades huyeran al campo, y el mercado negro ~que lite- ralmente mantenfa vivas a decenas de millones de personas en toda Europa~ era muy dificil de controlar. Sin embargo, para aquellos que no podian viajar donde habfa comida, el hambre era una tragedia inevitable. En el invieno de 194% el ejército alemn logré que entre 1,3 y 1,65 millones de prisioneros de guerra soviéticos murieran de ham- bbre.” Se cree que decenas de miles de judfos murieron de hambre en los sguctos incluso antes de que empezaran las matanzas en masa, Durante los 900 dias del sitio de Leningrado, cerca de 64 1.000 habitantes de la ciudad perdieron la vida por inanicién y enfermedades relacionadas. ‘Sélo en esta ciudad murieron de hambre casi el doble de personas que cen Grecia durante todo el tiempo que duré la hambruna en ese pais." Uno hubiera esperado que la situaci6n alimentaria en Europa se cal- ‘mara en cuanto acabara la guerra, pero en muchos lugares en realidad empeord. En los meses inmediatamente posteriores a la declaracién de Aliados lucharon desesperadamente y sin éxito por alimentar mes de hambtientos en Europa. Como ya he dicho, al acabar la guerra la racién diaria normal en Alemania se redujo a algo mas de 1.400 calorias; para septiembre de 1945 ésta disminuy6 today: ms hasta 1.224 calorias en la zona britanica de Alemania, y para el mes de marzo siguiente s6lo era de 1.014 calorias, En la zona francesa, la racién oficial cay6 por debajo de 1.000 calorias a finales de 19.45, y se mantuvo asi durante los siguientes seis meses."* Las condiciones en el resto de Europa no eran mucho mejores, y en ‘muchos casos peores. Un afio después de que el sur de Italia fuese libe- rado, y después de que 100 millones de délares en ayuda hubieran circulado por el pais, las amas de casa seguian amotindndose contra los precios de los alimentos en Roma, y en diciembre de 1944 se cele- bré una «marcha del hambre» en protesta por la escasez.** Segin un informe de la UNRRA, al final de la guerra los disturbios por los ali- mentos continuaban por todo el pais.*” La racidn oficial en Viena ron- dé las 800 calorias durante la mayor parte de 1945. La racién para diciembre en Budapest se redujo a tan s6lo 556 calorias al dia."* La gente de la antigua Prusia Oriental recurrid a comer perros muertos que encontraban en las cunetas.*" En Berlin se vefa a los nitios recoger ‘ques para comer, y en Napoles robaron todos los pe- 1 acuario para comer.” Como consecuencia de la pro- la malnutrici6n se produjeron brotes de enfermedades te. La malaria hizo su reaparicién en el sur de Fu- no la tuberculosis por todas partes. Los casos de pelagra ra enfermedad asociada a las privaciones, aumenta- ién que los que habia no podiian distribuirse adecuada- Después de seis afios de guerra, la infraestructura europea de estaba destrozada. Antes de que los alimentos pudieran mente a las ciudades europeas habia que reconstruir la red s, arreglar las carreteras y restablecer el transporte mari- -aneias. E igualmente importante, habia que reinstaurar la ‘n. En algunas partes de Europa los suministros de alimen- eados en cuanto Hlegaban, impidiendo a los organismos stribuir los viveres esenciales a los lugares donde mas los Idados briténicos y americanos se quedaron consterna- » que contemplaron cuando llegaron a Europa después de la Habian esperado ver destruccién, y tal vez un cierto grado aciGn causado por la guerra, pero muy pocos estaban os para los niveles de pobreza que encontraron. Hunting era un oficial de la unidad de seftales del ejército bri- ido lleg6 a la Italia liberada en el otofio de 1944. Estaba mbrado a ver mendigos en el Oriente Medio, pero no estaba ilo en absoluto para las muchedumbres que se agolpaban en I tren en el que viajaba. En un empalme ya no pudo soportar nido de sus lamentos, asi que metié la mano en sus bolsas y 1as de sus raciones de més. Lo que ocurri6 a continuacién le Ima. error cruel lanzar comestibles indiscriminadamente en medio de (e hambrienta. De inmediato se convierten en una masa de cuerpos que -an Iuchando por los regalos que caen. Salvajes en su determinaciGn, nbres se daban pufietazos y patadas mutuamente para apoderarse 64 El legado dela guerra pensamientos se tiente comparti- . «Qué desperdicio —despilfarrar toda esa comida», dijo el of «No sabes que podrfas haber tenido a la mujer mas bonita de ahi abajo por s6lo un par de latas de ésas?»?* periodo inmediatamente posterior a la guerra. Los gobiemnos comprendieron esto ya en 1943, hicieron de la dis ‘mentos su principal prioridad. Pero hasta los p. res mas puramente to con la gente que pasaba h: también tent 1a dimens Kathryn Hulme, st icos y administrado- msiderar la comida como una necesidad les quedé admitir que la comida spiritual, pudieran dar comienzo a un motin en ton, las latas de café Varrington Hou veces més doloroso de ver: A esta perdicién del alma humana feremos en el préximo capftulo, Destruccién moral ‘que pasaba, Lewis y sus compatier or y se abrieron paso hi fad se impuso rglienza, chistes ise discretamen- 9» azuzado todo el tiempo por sus ‘un poco achispado, 66 El legado de la guerra amigos, puso su lata de viveres al lado de una mujer, se desabroché y se sent6 sobre ella. Inicié un movimiento lento de caderas y no tardé en aca- bar. Un momento después estaba de pie abrochindose de nuevo. Fue algo ppara olvidar lo antes posible, Podia haber estado entregandose a un casti- ‘go.en verde a un acto de amor. Como era de esperar, Lewis no tuvo la tentacién de darse un gusto, cinco minutos después se puso otra vez en marcha. «Las latas que re- cogicron mis compafieros de viaje se las tiramos a los viandantes que se lanzaron como locos tras ellas. Ninguno de los soldados que viaja- ban en mi camién se sintié tentado a unirse activamente al jolgorio.»" Lo que hace interesante esta historia no es tanto la situacion deses- perada de las amas de casa italianas, sino mas bien la descripcién que hace Lewis de la reaccién de los soldados ante ella. Por una parte no pueden creer su suerte: pueden hacer lo que quieran con esas mujeres, y-con un camién fuera lleno de provisiones su poder sobre ellas es duda alguna ilimitado. Por otro lado, la realidad de la situacion les hace sentir a la mayoria de ellos tremendamente incémodos. Hay un acuerdo técito de que tomar parte en esa transaccién es degradante no s6lo para las mujeres sino también para ellos, e incluso para el propio acto sexual. Es también significativo que en ningtin momento hay si- quiera un asomo de empatia por estas amas de casa. Son metos obje- tos, tan inanimados como «mascaras». Segiin Norman Lewis, este tipo de comportamiento se hizo cada vez mas comtin después de la liberacién del sur de Italia. Hace constar visita que le hizo un principe italiano que queria saber si le permiti= rfan a su hermana trabajar en un burdel del ejército. Cuando Lewis le explica que el ejézcito britanico no tiene burdeles oficiales, el principe y su hermana se marcharon decepcionados. En otra ocasién, mientras investigaba la violaci6n de una joven italiana, su padre trat6 de brin- darle los favores de la chica traumatizada, Lo tinico que esperaba a cambio era una buena comida completa para su hija.* ‘Semejante desesperacién no se limitaba de ningxin modo a Napoles, nia Italia. Una generacién completa de jévenes alemanas aprendieron a pensar que era del todo normal acostarse con un soldado aliado a cambio de una tableta de chocolate. En la ciudad holandesa de Heer- len, el fusilero estadounidense Roscoe Blunt fue abordado por una muchacha que «me pregunt6 directamente si queria “fallar” o solo “pagarse el lote”. Tardé un momento en activar el engranaje de mi ce- Desert moral 6 me cuenta de lo que me estaba preguntando». Cuando le su edad, ella dijo que doce afios.’ En Hungria habia decenas de s6lo trece aiios que ingresaban en el hospital aquejadas des venéreas, En Grecia se registraron casos como ésos en le slo diez afios.* ha degradacién impresion6 al corresponsal de guerra del xpress, Alan Moorehead, mucho mas que la destruccién fisica isto. Cuando llegé a Napoles inmediatamente después de con desesperanza que habfa visto a hombres, as y estraperistas ofreciendo cofiac de imitaci6n y nitias pros- 1 sOlo diez. afios, y nifios de seis vendiendo tarjetas postales, os favores de sus hermanas, ¢ incluso los suyos. ita completa de los vicios humanos s6rdidos, creo que ninguno se pasar en Napoles durante esos primeros meses. En realidad estiba- siendo testigos del hundimiento moral de un pueblo. Ya no tenian spués de la comida un poco de calor y refugio.* te Moorehead aprecié fue que la comida ya no era s6lo una isica, sino moral. En toda Europa, millones de personas ham- s estaban dispuestas a sacrificar todos los valores morales en siguiente comida. En efecto, los afios de escasez habfan cam- la naturaleza misma de la comida. Lo que en Gran Bretafia se ideraba un derecho cotidiano, en el resto de Europa se habia vuel- -xpresi6n de poder, de modo que un soldado briténico podia la mujer alemana que dormia con él, le hacia la compra y re- ba su ropa que «Era como mi esclava».* ‘Cuando se contemplan historias como ésta inmediatamente se po- ‘manifiesto dos cosas. En primer lugar, da la impresi6n de que el ‘moral de Furopa se habia vuelto tan irreconocible como el pai- ico. Los que estaban acostumbrados a vivir entre ruinas desde iefi0s ya no se extraitaban de los escombros que les rodeaban —lo no que, después de la guerra, muchas mujeres europeas ya no en- ‘aban raro tener que vender su cuerpo por comida. Se dejaba a los, 6 El legado de ta guerta, Destruct moral 6 jue venfan de fuera de la Europa continental expresar sorpresa ante las 1 casa ~sus padres tuvieron que hacer varias visitas a sus a m Pi qi ruinas que presenciaban, reclamar sus vigas y otros elementos de su propiedad.”> segundo lugar, es evidente que, al menos para la mayorfa, la jue Ia guerra se extendia por el continente, el robo y el moralidad sexual pasa a un segundo plano cuando se trata de una ndieron con ella, y no solo en aquellos paises involucra- cuestién de supervivencia. Parece ser que para algunos, incluso la per- nte en la guerra, Por ejemplo, en la Suecia neutral hubo cepcién de una amenaza a la propia supervivencia era suficiente para aumento repentino de las condenas, que se mantuvieron justificar el abandono de la virtud —pero en un ambiente en el que las ite el resto de la guerra. Los casos de robo en Estocolmo amenazas eran tan reales como abundantes, parece que es0s conceptos aon entre 1929 y 19.45." Esto es peor que, digamos, se habfan convertido en algo casi sin importancia londe los casos de robo se triplicaron durante la guerra."= n partes de Suiza, como ef cant6n de Basilea, los indices de juvenil se duplicaron.” El porqué los pafses neutrales SAQUEOS Y ROBOS iron un aumento de los delitos durante la guerra ha des- rante mucho tiempo a los socidlogos. La tinica explica- La bisqueda de comida era también un elemento de otro fendmeno de parece residir en el profundo sentimiento de ansiedad Ja guerra y el periodo posterior aella, el enorme aumento de los delitos, en Europa con el estallido de la guerra: la inestabilidad de robo y saqueo. Muchos griegos saqueaban las tiendas y almacenes reve haberse extendido por todo el continente como una epi- locales en 1941 porque tenian hambre y porque supontan que sino robaban ellos las viandas, las tropas de ocupacién las requisarian.” En parte de la Europa ocupada el hurto se volvié tan normal Bielorrusia los partisanos confiscaban los alimentos de los campesinos considerarse un delito. En efecto, como los gendarmes, los para sobrevivir ~y a los campesinos que se resistian a proporcionérse- autoridades civiles locales habian sido sustituidos por los les robaban." En los dfas finales de la guerra, las amas de casa de ; is, el robo y otros delitos fueron a menudo elevados a la Berlin desvalijaban las tiendas a pesar de las advertencias omnipresen- de actos de resistencia, Los partisanos hurtaban productos a tes de que el pillaje estaba castigado con la muerte.’ Ya que parecia que pesinos para continuar la lucha en nombre de esos mismos de todos modos se enfrentaban a morir de hambre no tenian mucho nos. Los agricultores vendian alimentos en el mercado negro que perder. n de negarselos a los ocupantes. Los almacenes locales eran Sin embargo, no s6lo era la necesidad lo que impuls6 los altos indi- los para evitar que los soldados alemanes lo hicieran primero. ces de robo y saqueo durante y después de la guerra. Uno de los facto- ble justificar todo tipo de robo y especulacién, sobre todo re- res més importantes del fenémeno era que la guerra proporciona- ‘vamente, porque muchas veces habia un toque de verdad en ba mayores oportunidades para hurtar, y también las tentaciones eran ‘maciones. En efecto, ef mundo moral se puso patas arriba: mayores. Es mucho mds fécil entrar en una propiedad cuyas puertas y les que una vez fueron inmorales se elevaron entonces a la cate- ventanas han saltado por los aires debido a las bombas que romperlas le deber moral. ‘uno mismo. ¥ cuando una propiedad ha sido abandonada por sus due- lo por fin se produjo el avance de los Aliados y empezaron a fios en una zona de guerra es facil persuadirse de que nunca van a vol: Europa, las oportunidades de robar y saquear aumentaron. ver. El saqueo de propiedades deshabitadas empez6 mucho antes de os de los gendarmes y alcaldes huyeron, En muchas ocasiones, ue la guerra hubiera dado lugar a la escasez. En los pueblos de los al- quedaron fueron depuestos de sus cargos en cuanto llega. rededores de Varsovia la gente desvalijé las casas de sus vecinos en los Aliados y sustituidos por el personal minimo imprescindible cuanto empez6 la guerra. Por ejemplo, la familia de Andrzej C. huyé \esto de representantes militares inexpertos que apenas conocfan. de los combates en septiembre de 1939; cuando v 3 asuntos locales, En el caos resultante toda apariencia de ley y orden nas después descubrieron que habian desmantelado incluso partes es reci6: la ola de delincuencia que asol6 Europa dejé pequefia la 7 llegado dela guerra que habia tenido lugar durante la guerra, y desde entonces no se ha igualado, Las antiguas provincias alemanas de Pomerania y Silesia eran tan anarquicas que en la nueva administracion polaca se las cono- cia como el «Salvaje Oeste». Uno de los primeros funcionarios que nombraron en Stettin (o Szczecin, como Ilegaria a conocerse), Zbi niew Ogrodzinski, tenia la costumbre de llevar una pistola para prote- gorse de los atracadores y bandidos, y por lo regular Segiin un oficial médico britanico destacado en k: asesinato, la violacién o el robo con violencia eran tan comunes que nadie les prestaba ninguna atencidn.."* Después de su liberacién, Napoles se convirtié durante un cor- to espacio de tiempo en el mayor puerto de abastos y también en uno de los centros del robo organizado, «Robaban cigarrillos y chocola- te del ejército por quintales y los revendian a unos precios fabulosos», escribia Alan Moorchead en 1945. «Robaban vehiculos a raz6n de unos 60 0 70 cada noche (no siempre los ladrones eran i El saqueo de articulos especialmente preciados como neumsticos leg6 a ser un negocio consumado,»"! Tenderetes provisionales por toda la ciudad vendian abiertamente articulos militares robados suministrados por funcionarios corruptos, bandas de la mafia, forajidos y grupos de desertores del ejército que competian entre ellos para saquear los trenes de suministros aliados.'* Las pandillas de niios saltaban a la parte pos- tetior de los camiones del ejército para birlar cualquier cosa que pudie- ran agarrar -los soldados aliados les cortaban las manos con las bay‘ netas para disuadiles, yel zesultado fue una retahila de nifios en busca de ayuda médica para sus dedos cercenados.” Segain un historiador, el Berlin de posguerra lleg6 a ser la «capital mundial del delito». Después de la guerra 2.000 personas eran arresta~ das en la ciudad todos los meses, un aumento de! 860% respecto a las ciftas de antes de la guerra. Para comienzos de 1946 el promedio de robos era de 240 al dia, y docenas de panuillas organizadas aterroriza- ban la ciudad dia y noche.'"* Una mujer berlinesa anoté en su diario que «todo concepto de propiedad ha sido aniquilado por completo. Todo el mundo roba a todos los demas porque les han robado a to- dos»."? Otra mujer de Berlin, Ruth Andreas-Friedrich, califica la vida allfde «juego de trueques>, en donde los objetos pasan de una persona a otra sin que nadie sepa quién era el duefio.* Los sentimientos son similares en toda Europa, como dejé claro una mujer htingara: «De ‘ver en cuando los rusos nos roban, a veces nosotros les cogemos esto 0 Destruccién moral a revés...».** El concepto global de propiedad privada se te de sentido. a dudas la necesidad jugé un papel primordial en esta ola pero se dieron otros factores igualmente importantes. Para yez.que el tabi de robar se quebrant6 se hizo mucho mas ina y otra vez. Después de seis atios de guerra semejante ento se convirtié para algunas personas en un modo de que se las habjan arreglado para sobrevivir hurtando 0 co- egalmente no iban a dejarlo s6lo porque la guerra hubiera sobre todo cuando los apuros seguian agravandose. hargo, hay muchas cosas que hacen pensar que el robo gene- dlespués de la guerra respondia a una necesidad mas profunda ue lo cometian. Muchos parecfan sentir el deseo compul- ar, aun cuando los objetos que cogieran no tuvieran ningu- para ellos. Los antiguos desplazados (DP) cuentan histo- Ks de la guerra los americanos alojaron a clla y a su hermana alggin tiempo en una casa de campo alemana, no lejos de la {jhrica de porcelana en la que se habia visto obligada a trabajar. ‘Me gusta ese cuadro dela sabes? Creo que lo voy a coger. Por todo lo que he sufrido creo que ro sera suficiente>. Y yo dije: «Hay algo de porcelana ahi. Me icho, Trabajamos tantos aitos como esclavas para hacer esa por- en esa fbrica. Me la llevoe.** mafiana siguiente, avergonzadas de as, ambas volvie- a poner el borin en su sitio. EL MERCADO NEGRO racciGn mas comiin después de la guerra era comprar o vender os en el mercado negro. Una vez mas, la gente consideraba que legal durante la guerra era un acto de resistencia: todas las fas, y en particular los alimentos que se vendfan en el mercado ” Bl fegado de la guersa negro se les negaba a los ocupantes alemanes, En Francia, por ejemplo, se entregaban al matadero 3 0.000 animales menos al afio de lo que se registraba oficialmente: esos animales acababan en la mesa de los fran- ceses en lugar de la del ocupante."* Los productores de leche se forzados a menudo a recurrir al mercado negro para sobrevivir: en un continente donde los sistemas de transporte estaban tan datiados no podian confiar en una recogida de leche diaria, y no tuvieron mas re- ‘medio que crear redes locales oficiosas para asegurarse la venta de sus productos, En toda la Europa occidental las redes oficiosas legaron a ser tan amplias como el mercado oficial. En la Europa oriental, donde la intenci6n de los nazis era requisar tantos alimentos como fuera p+ ble, ocurria lo mismo. Aqui mas que en ninguna otra parte el mercado nnegto era esencial para la supervivencia, y se convirti6 casi en un deber ‘moral para los agricultores y los comerciantes: sin él, cientos de miles de polacos, ucranianos y balticos mas hubieran muerto de hambre, El problema con el comercio ilegal era que se trataba de un sistema intrinsecamente injusto, Mientras que el racionamiento estaba conce- bido paca proporcionar una dieta equilibrada para todos, y una dieta ims sustanciosa para los que realizaban un trabajo fisico mas duro, el mercado negro sélo abastecia a los que podian permitirselo, Justo an- tes de la liberaciGn de Francia, el precio de la mantequilla en el merca- do negro era cinco veces y medio el precio oficial, y los huevos eran cuatro veces mas caros en el mercado negro.*' El resultado era que los hhuevos y la mantequilla rara ver llegaban a los mercados oficiales, y nadie, salvo los pudientes, tenia dinero para comprarlos. Algunos agricultores y comerciantes fueron implacables en la explotacion de ‘este mercado y se hicieron sumamente ricos, con gran disgusto de sus ‘compattiotas, En Grecia, los que especulaban con los alimentos acapa- raban viveres y s6lo los vendian en grandes cantidades cuando los ru- ‘mores de una mejora de la situacion podian hacer que los precios de {os alimentos se desplomaran. «Mientras el mundo entero se angustia- ba por el sino del pueblo griego», escribia un observador extranjero con amargura, «los griegos se enriquecian a costa de la sangre de sus hermanos.»** En Checoslovaquia, el gobierno de posguerra estaba tan escandalizado por semejante conducta que el delito de haberse enri- quecido a expensas del estado o sus ciudadanos durante la guerra ponia una condena de cinco a diez aiios de prisin.”” Mientras que el comercio ilegal pudo haber sido inevitable, y hasta algunas veces comprensible en tiempos de guerra, una vez finalizadas Destrucciém moral 2 result6 ser un habito dificil de romper: En efecto, tras el todos los sistemas administrativos y de transportes asi nto de la ley y el orden, el problema realmente se agudi » de 19.46 las actividades en el mercado negro eran ta mayoria de la gente ni siquiera lo consideraba un del xrado decir que todos los hombres, mujeres y nifios de tal se dedican en mayor 0 menor medida al comercio 1 otro tipo», afirmaba el jefe de la UNRRA para Alemania tuna carta al Foreign Office briténico. «De hecho, en gran- ible respetar la ley cuando toda la poblacién se burlaba Esto tuyo por fuerza consecuencias morales. Incluso ctatia se tuvo la percepcién de que los principios morales Jo a causa de tales actividades. En palabras de Margaret lante del transporte aéreo cn 1945, «el mercado negro en ‘ia socavé la honradez de la gente, y creo que como socie~ mucho menos honrados después... Fue entonces cuando VIOLENCIA o y el comercio ilegal suponian un grave problema en toda a, la amenaza omnipresente de la violencia constituia una situa- critica, Como ya he dicho, la violencia extrema era para muchos wveres en los escombros era bastante normal, En menor medida decirse lo mismo de Gran Bretaiia, norte de Francia, Holanda, , Bohemia y Moravia, Austria, Rumanfa, Hungria, Yugoslavia Mis al este, la poblacién habia visto sus ciudades pulverizadas a también una experiencia cotidiana, ra de la zona de combate la violencia era igual de brutal e ince- aunque a un nivel més personal, En miles de campos de trabajos »s y campos de concentracién en Europa los internos eran gol- los salva fas. Por toda Europa oriental se cazaba - En el norte de Italia, a los disparos de los cola~ onistas les seguia un periodo interminable de represalias y con- ” El legado deta gue tearrepresalias que algunas veces adoptaba un clima de vendettas. jsmosos eran arrestados y golpeados, los deser- tores ahoreados, y era de esperar que todo aquel cuyas opiniones u origen étnico no se ajustaran a los de la mayoria de sus vecinos recibie- ra una paliza, le encarcelaran o incluso asesinaran. Al acabar la guerra todo esto era pura rutina, Como consecuencia, lejos de escandalizar, los actos de violencia extrema se volvieron normales y cotrientes en sgran parte del continente. No hace falta mucha imaginacién para darse cuenta de que es muy probable que aquellos que habian sido victimas de una violencia ruti- natia cometan ellos mismos actos violentos, y existen innumerables estudios psicolégicos que lo demuestran. En 1946, el teniente general sir Fredetick Morgan, antiguo director de la UNRRA para Alemania occidental, expres6 sus temores acerca de algunos de los dirigentes entre los judos que habian sido liberados de los campos de concentra- cidn, «Estos dirigentes judios son hombres desesperados que no se de- tendrin ante nada, Casi todo lo que pueda ocurrirles a los seres huma- nos supetvivientes ya les ha ocurrido y no dan ningin valor a la vida humana.» Lo mismo pasaba con los trabajadores explotados de Ale- mania, Segain un estudio de la UNRRA sobre los problemas psic cos de los desplazados era muy normal en ellos que exhibieran agresividad desenfrenada», ademas de un montén de otros problemas psicoldgicos como un «sentido de falta de valia... amargura y suscep- tibilidad», Una elevada proporcién de desplazados mostraba signos de mo absoluto: «nada de lo que hace incluso la gente que les ayuda se considera auténtico o sincero».** Si las victimas de la violencia estaban por todas partes, en cierta ‘medida también los responsables. Al finalizar la guerra, los partisanos involucrados en un enfrentamiento cada vez. mas atroz.con los alema- nes controlaban ahora la mayor parte de Grecia, toda Yugoslavia, Es- lovaquia, gean parte del norte de Italia, grandes zonas de los Estados Balticos y extensas franjas de Polonia y Ucrania. En Francia, la Resis- tencia habia liberado al menos r5 départements por su cuenta, y con- trolaban gran parte del sur y el oeste del pais incluso antes de que los Aliados llegaran a Paris.” En muchos de esos lugares -sobre todo en Yugoslavia, Italia y Grecia— gran parte de la violencia durante la gue tra nose habia ditigido contra los alemanes, sino contra los fascistas y Jos colaboracionistas de su propia poblacién. Los que habian protago- nizado esta violencia estaban ahora al mando. 75 alos que habfan cometido atrocidades en nombre de los iacos, muchos de ellos fueron hechos prisioneros de gue- uchos otros se hicieron pasar por desplazados o simple- iluyeron en la vida civil. Estas personas se contaban por de- yen muchos aspectos estaban tan afectados en el plano » como sus victimas, Es importante recordar que la mayoria laclos que cometieron atrocidades no eran psicopatas, sino lo empez6 la guetra eran ciudadanos corrientes, Segin un icoldgico de estos individuos, la mayoria sintié al principio bsoluto ante las acciones que les exigan Hevar a cabo, y se vieron incapaces de continuar durante mucho tiempo con mes. Con la experiencia, sin embargo, el rechazo ante la nt de vidas humanas se fue atenuando y fue sustituido por un verso, incluso una enor, ante su propia uptura de os e6- nas de estas personas matar se convirtié en una adiccién, han sus atrocidads de formas cada vez més crueles. En Croa- Ustacha no sélo maté a serbios sino que ademas se dedicé a pecho a las mujeres y a castear a los hombres.” En Drima, reste de Grecia, los soldados biilgaros jugaban al fitbol con las sus victimas.** En el campo de exterminio de Chetmno, 8 alemanes mataban alos bebés que sobrevivian al gas de los, nes partiéndoles la cabeza contra los arboles.”” En Kénigsbera, los soviéticos ataban las piernas de las mujeres alemanas a istintos que se alejaban en direcciones opuestas, rasgando- rente por la mitad.” Los partisanos ucranianos torturaban a ' partisanos polacos también torturaban a los uecania- bien nunca vi a uno de nuestros hombres coger a un bebé o a 10 pequerio con la punta de la bayoneta y lanzarlo al fuego, si vi ys ewetpos calcinados de bebés polacos que habian muerto de esa ma- uno de esos partisanos, «Si ninguno de los nuestros lo hizo, Wes fue la nica atrocidad que no cometimos.»*° Esas personas hora parte habitual de las comunidades de Europa. otra parte, vale la pena mencionar gue el mismo Himmler re- que cometer atrocidades podia causar efectos psicoldgicos versos en sus hombres. Por lo tanto dicté instrucciones a sus co- antes de las SS para que se aseguraran de que los asesinatos con- iados no «brutalizaran a sus hombres». EL hecho de que Himmler 76 El Tegado de la pudiera considerar a los hombres de las $S evictimas» de sus propias atrocidades, sin que dedicaran un pensamiento a las personas que ma- taban, es un indicador del vuelco total que habia experimentado el orden moral. VIOLACION Hay un asunto que enlaza muchos de los temas que he tratado hasta ahora, y anticipa también muchos de los que examinaré después. Co- meter violaci6n en tiempo de guerra tipifica el abuso del poder militar yyeluso gratuito de la violencia contra los ciudadanos indefensos. En la de Segunda Guerra Mundial fue un fenémeno que aument6 més a toda dimensién conocida anteriormente: se produjeron més viola rics en esta guerra, sobre todo en sus fases finales, que durante cual- quier otra guerra de la historia, El factor de motivacién principal, en especial nada més acabar la batalla, era la revancha ~pero se dejé que el problema se fuera de las manos debido a las deficiencias institucio- nnales de los ¢jércitos beligerantes, Las consecuencias para la salud mo- ral y fisica dela gente, sobre todo en Europa central y oriental donde la violacién estaba mas extendida, fueron atroces. La violacion siempre se ha asociado a la guerra: en general, cuanto ids brutal sea, mas probable es que conlleve la violacién de las muje- res enemigas.** En las etapas finales de la Segunda Guerra Mundial los peores casos de violacién sucedieron sin duda en las zonas donde el combate era mas intenso, y los casos que se conocen indican que las, propias mujeres se daban cuenta de que corrian mas peligro durante y justo después de periodos intensos de lucha.** Incluso algunos testigos de la época daban a entender que la violacién era inevitable, dada la ferocidad de las batallas en las que participaban esos soldados: «Qué dijo un oficial ruso. «Es la guerra; la gente se em- Los peores casos tuvieron lugar en la Europa del Este, en las zonas de Silesia y Prusia Oriental en las que los soldados soviéticos pisaron suelo alemén por primera vez. Pero la violacién no se limitaba a las zonas en torno al lugar donde se producian los combates. Ni mucho menos~de hecho la violacién aument6 en todas partes durante la gue- sa, incluso en zonas donde no se combatia, En Gran Bretaiia e Irlanda del Norte, por ejemplo, los delitos sexuales, entre ellos la violacién, Destrues in moral 7 casi un 50% entre 1939 y 1945 -un hecho que causé socupacion en esa época.$! |, pero hay tendencias concretas que son comunes a todo el ‘omo siempre, el problema era muchisimo peor en el fren- wen el occidental. Aunque de vez en cuando la poblacién aera la responsable de cometer el delito, la inmensa ma- /eces era un problema militar: cuando los ejércitos de los violencia sexual, ademas de otros delitos. Las violaciones brutales donde existian condiciones caéticas, por ejem- 1és de intensos combates o entre las tropas con escasa di 4s importante es que era peor sin comparacién en los paises, jos que en los liberados. Esto indica que la revancha y el le dominar eran factores importantes -en realidad, probable- factores principales que incitaron a las violaciones en masa ‘ron lugar en 1945. estudios apuntan a que la violacién en tiempos de guerra mente brutal y generalizada allf donde la brecha cultural as tropas de ocupacién y la poblacién civil es mayor, y sin duda se ve corroborada por los acontecimientos de la Segunda Aundial.** Las tropas coloniales francesas en Baviera tenian en un pueblo cerca de la Selva Negra, las milicias marro- violaron nuestro valle de arriba abajo» nada més llegar. Poste- fueron sustituidos por otras tropas del Sahara que «vinie- oche, rodearon todas las casas del pueblo y violaron a todas es de entre doce y ochenta affos».” En Tubinga, las mi roquies violaron a nifias de apenas doce afios y a mujeres mayores hasca setenta.** El aspecto extranjero de estos hombres aumentaba ror de las mujeres afectadas, sobre todo después de afios de pro- inda racista nazi.” sta brecha cultural fue también un factor en el frente oriental. El recio que sentian muchos soldados alemanes por los Untermen- schen orientales cuando invadieron la Unién Soviética contribuyé. al trato despiadado que recibieron las mujeres uctanianas y ru- Srossman entrevist6 a una profesora que habia sido violada al alemén que la amenazaba con disparar a su bebé de seis 78 El legado de la guerra ‘meses.*° Otra maestra llamada Genia Demianova relat6 su violacién ‘en grupo por mas de una docena de soldados alemanes después de que uno de ellos la azotara con una fusta: «Me han hecho trizas», escribi6, “xu, 8610 soy un cadaver. 5* ‘Cuando cambié la situaci6n y el Ejército Rojo avanzé sobre Europa central y suroriental, también se dej6 influir por motivos racistas y cul- turales, Bulgaria, por ejemplo, apenas sufrié violaciones comparada con sus vecinos, en parte porque el ejército ruso que entré en Bulgaria era mucho més disciplinado que algunos de los demas, pero también porque Bulgaria compartfa con Rusia una cultura y una lengua simila- es, y ambos paises habfan disfrutado de un siglo de relaciones amisto- gas, Cuando el Fjército Rojo llegé tuvo una acogida muy buena por parte dela mayoria de los balgaros. Por el contrario, la lengua y la cul- ura de los rumanos eran muy diferentes de las de los sovieticos, y has ta T944 estuvieron metidos en una guerra feroz contra ellos. Como consecuencia, las mujeres rumanas sufrieron mas que las bilgaras. En Hungria y Austria la situacion de las mujeres era atin peor, y en algunas zonas verdaderamente horrorosa. Una vez mds las diferencias ‘aulturales entre ambos lados eran considcrables, pero en este caso el hhecho de que los hiingaros y los austriacos, a diferencia de los ruma- nos, estuvieran todavia en guerra con Ja URSS cuando Ilegé el Ejército Rojo alimentaba el antagonismo soviético. Muchas mujeres de la zona aledafia de Czkvés, al oeste de Budapest, eran violadas con tanta vio~ Tencia que la fuerza de los ataques de los hombres les rompfa la espal- da, Alaine Polcz, una hingata de veinte afios oriunda de'Transilvania, Sultié de este modo dolorosas lesiones de médula que por suerte no fueron permanentes. Fue violada una y otra vez a lo largo de varias semanas, y con frecuencia perdia la cuenta de Ja cantidad de hom- bres que la atacaban en el curso de una noche. «Eso no tenfa nada que yer con abrazos 0 sexo», escribié tiempo después. «No tenfa nada {gue ver con nada. Simplemente era ~ahora me doy cuenta, mientras fscribo, que la palabra es certera: agresiGn. Eso es lo que era.» Tam bién la consumia saber «que es0 estaba ocurriendo en todo el pats». Pero los casos de violacién més generalizados tuvieron lugar en. ‘Alemania. En Prusia Orient: ia y Pomerania decenas de miles de ‘mujeres fueron violadas y luego asesinadas en una orgia cle violencia Gertamente medieval. Marie Naumann, una joven madre de Baerwal- de, en Pomerania, fue violada y luego colgada en un pajar junto a su ‘marido por una turba de soldados, mientras que a sus hijos los estran- Destrucciin moral fa ccuerdas en el suelo debajo de ella, Unos ciudadanos pola- |, todavia viva, y le preguntaron quién le habia hecho eso, es dijo que habian sido los rusos la llamaron mentirosa y \capaz de soportar lo ocurrido intent6 ahogarse en un 10, pero no pudo completar Ia tarea. Empapada, fue al ‘de umn conocido donde se top6 con otro oficial ruso que roco después de dejarla aparecieron cuatro soldados ya violaron «de forma antinatural», Cuando acabaron n de patadas hasta dejaria inconsciente. Volvi6 en si ar de soldados entraron en la habitacién, «pero me deja- 1 porque estaba mas muerta que viva». istorias similares han sido recogidas por los proyectos lc historia oral, archivos parroquiales y también el gobierno «as fuentes soviéticas respaldan asimismo estas afirmaciones. rias de algunos funcionarios rusos como Lev Kopelev y in describen escenas de violaciones generaliza- hhacen también varios informes de 19.45 de la policia se- NKYD, sobre los excesos sovieticos."” violaciones continuaron mientras el Ejército Rojo avanzaba a ilesia y Pomerania hacia Berlin, En muchisimos casos, Ias es eran violadas en grupo, a menudo una y otra vez en noches sivas. Vasili Grossman entrevist6 a una mujer de Schwerin que les ‘ala habian violado hoy diez hombres».* En Berlin, a Han- Thiele la violaron «siete seguidos. Como animales»..” A otra ron escondiéndose detras de un montén de car- 1 sétano de su edifcio: «23 soldados uno detras de otro», dijo «Tuvieron que darme puntos en el hospital. No quiero tener fe ver con tn hombre nunca mas.» Karl August Knorg, oficial nen Prusia Oriental, aficma haber rescatado a unas 12 mujeres chalet en donde «habian sido violadas un promedio de 60 a 70 Las erénicas de violaciones de 1945 llegan a ser verdaderamente fs, al igual que las de otras atrocidades durante la guerra, de gran némero. Las historias documentadas en los Archivos les de Coblenza son tan monétonas como las descripciones de ‘de soportar, En partes de Europa , es no constitufan una coleccién de incidentes aisla- Jos, sino una experiencia masiva padecida por la poblacién femenina. 80 El Tegado de lag En Viena, clinicas y médicos dijeron que 87.000 mujeres habian sido violadas.© En Berlin fue atin peor, y se cree que 110,000 mujeres fueron mente en las zonas cercanas a los staque continu hasta cuarteles soviétic« finales de 1948." nes de mujeres alemanas fueron violadas después d En el caso de Hungri fras son mas di Mientras, n de las mujeres ale comenté al deralle después de la guerra, la adi de posguerra en Hungeia nunca reconocié este fendmeno. Ha: levaron a cabo estudios adecuados, y para entonces mucha de la I de obtener. Basiindose en archivos hospitalarios se calcula que apr fueron violadas por soldados soviéticos.** Las cifras en Europa occ dental, aunque muy inferiores, siguen siendo significativas. Al ejército de los Estados Unidos, por ejemplo, se le acusa de violar nada menos ique a 17.000 ciudadanas en el norte de Africa y el oeste de Europa entre 1942 y 1945: sexuales después jos millones de abortos Jas mujeres alema- luz a entre 150.000 y 200.000 «nifios extran} nos de los cuales fueron el resultado de una violacién, Muchos de es- tos nifios sufrieron el rencor de sus madres durante toda su vida.“ “Un porcentaje elevado de mujeres se contagiaron de enfermedades néreas—en algunas zonas hasta un 60%. En general eran incurables ya mm de antibiético en Alemania, en solo en aquellas que hal de las mujeres. Cuando tantas habfan si de guerra, el mensaje que recibian todas las mujeres era ban a salvo, y que un mundo dominado por hombres s6. raba por una cosa, Por eso, en grandes zonas de Europa las vivian en un estado de ansiedad permanente.“* ‘No debemos olvidar que a los hombres también les afectaba este fe- ‘némeno de masas. Muchos se vefan obligados a mirar mientras violaban a sus esposas, madres, hermanas intentaban evitarlo solfan disparacles, pero en general i Destrucciom moral ar nado y desde entonces les atormentaba su impotencia. De 1c, en Hungria, Austria y sobre todo Alemania, la experiencia de o s6lo fue violenta y denigrante para las muje~ ceastrante para los hombres, Incluso los hombres que no se en- ‘en casa en el momento de la liberacién se vieron afectados regresaron y hallacon a sus esposas y amadas transformadas te a causa de su terrible experiencia. Muchos fueron in- s abandonaron, lo que agravé la de las mujeres. El temor a la reacciOn de sus maridos indujo a wres a mantener en secreto sus experiencias, y una gran can- fermedad venérea, wsecuencia de las distintas tensiones en las relaciones conyuga- ices de divorcio en la Alemania de posguerra se duplicaron en ién con los que se productan antes de la guerra ~como ocurrié icin y la arias de las mujeres tenfan sobre los soldados que se 1en este comportamiento, sobre todo porque la mayoria de castigo alguno por sus acciones. El hecho de que la mn fuera elevada durante varios afios después de la lica que no solo estaba motivada por la venganza como sos- wr de eso nos enfrentamos al indicio mucho los soldados cometian la violacién por el mero de que podian. Jas declaraciones de los soldados en aquel entonces revelan que fener derecho al mseguirian por la fuerza en caso 20s liberamos y nos negéis una nimiedad?» «Necesito sramaria mi sangre por ello!» «El soldado raso ameri- 0 briténico te ychocolate para dar re las mujeres, en donde apenas existia amenaza de castigo, y .dos los compafieros de armas se entregaban a la violencia al, la violacién se convirtié en la norma. Asi, por ejemplo, cuando de los corresponsales de guerra compafiero de Va uuna chica rusa que llegé a sus habitaciones escapando de la 1a de soldados borrachos que habia fuera 10 lo monstrto, sino porque fue incapaz. de «resis 8 Los hombres a quienes los americanos denominan ahora «la Gran Generacién» no todos dos que se representan ladrones, saqueadores qué mis da la desgracia ~zqué pasa con las decenas de soldados que hacen cola por una mujer alemana, que violan a nifias, matan a ancianas? Regre- fias. Miles y miles de eriminales Después de su servicio militas, estos hombres se diluyeron de nuevo snidad de Europa, pero también regresaron a Canad, Amé- rica, Australasia y otros paises de todo el mundo. El efecto, si lo hubo, «que estos hombres tuvieron sobre las actitudes hacia las mujeres en sus propios paises después de la guerra podria ser objeto de un estudio ‘muy interesante. MORALIDAD ¥ NINOS Dado el ambiente que existia después de la guerra, no es de extrafiar que se extendiera la preocupacién por c6mo iban a crecer los nifios europeos. No sélo se encontraban en constante peligro fisico ~ya he- mos ofdo historias de nifios que jugaban en depésitos de mu atravesaban campos de minas para llegar a las frambuesas que crecfan al otro lado, o incluso disparaban Panzerfausts que h: do abandonadas al lado de la carretera~ sino que los peligros morales eran igualmente considerables. Fl dao psicol6gico que habian sufrido se hacia evidente en los juegos a los que jugaban. Las madres se deses- peraban observando a sus hijos jugar a los «ataques aéreos» oa «Frau komm» (la frase que Jdados rusos cuando elegfan a las emanas que deseaban vi el teniente coro- liam Byford-Jones se horroriz6 al ver un simple dibujo de un tres lados de un edificio. o de Salvacisn, los nifios a a sus mufecos con nel hombre ahorcado repe Segiin un trabajador de un orf alemanes con los que trabajaba siempre vest as que la mayorfa de los huésfanos desplazados grita- ic un hombre de uniforme se les acercaba.”* c sefialad, era bastante raro que los nifios vieran alguna ‘uniforme~de hecho, en algunas partes del continente nbre, Psta falta de mod los nifios, En Gran Bretaiia, ante la guerra, sobre todo Jo y matando gente por comida y dine y en algunos casos la falta rotal de padres, 8 salvajes».” salemanes eran los que mas preocupaban. Algunas perso- eran de por si una amenaza en virtud de su sar iaame- jados estaban mas preocupa- os adolescentes que Los adolescentes alemanes n sido adoctrin: I iffos fuera incorregible. Los soldados britanicos que luc y 945 observaban a menudo que «cuanto mas joven era el més arrogante y “autoritario” era». En un articulo extraordi- tuidos por un ejército de fanaticos de quince ss que parecfan ineapaces de otra cosa que no fuera la brutalidad. 84 El egado dela guerra ‘No hay nada que sea decente, ni amabl tal, lascivo y cruel. Es ésta una generacin de hombres entrenados delibe- radamente en la barbaric, enseiiados a ejecutar las drdenes espantosas de tun demente, Nunca un pensamiento noble les conmovis... Todos los ale- ‘manes nacidos a partir de 1920 se encuentran bajo este hechizo saténico. CCuanto mas j6venes son con ms intensidad se impregnan de su veneno maligno. Todo nifio nacido durante el régimen de Hitler es un nifio perdi- do, Es una generacién perdida, Blarticulo del peri6dico lleg6 a insinuar que era una bendicién que muchos de estos nifios murieran en los combates y que habia que ocu- parse del resto de una manera similar por el bien del mundo, «Pero tanto Biles exterminan como sles esterilizan, el nazismo en todo su horror no ddesaparecerd de la tierra hasta que el ditimo nazi haya muerto.»** Los horrores del régimen nazi encontraron por fin un reflejo en el pensamiento y los escritos de los Aliados. En un periddico briténico convencional se propuso el exterminio como n moral a la mal- dad que Hitler habia desatado en Europa. No hay nada que distinga festas ideas de algunos de los articulos alemanes més furibundos de Gocbbels en el Valkischer Beobachter. La diferencia -y es enorme- es que en Gran Bretaita los hombres con semejantes ideas no llevaban las Hendas del poder, y por lo tanto tales propuestas nunca se Ilevaron a cabo. Pero el mero hecho de que an expre- sarse en los medios de comunicacién naci ue estaba la moralidad incluso en los pafses que no habian sido ocu- pados durante la guerra. Esperanza la vida de las personas y su entorno fisico habian sido fin de la guerra también trajo consigo una gran cantidad ‘Cuando en mayo de 1945 los europeos miraron a su elas dictaduras habia dejado un con- sre, mas seguro y mas justo de lo que habia sido antes de . y por fin se habfan podido restablecer los gobiernos demo- os-incluso, durante un tiempo, en gran parte del este de Europa. sal de que trajera lo que trajese el futuro, minimo mas prometedor que el periodo por el que acaba- 1: s de posguerra contemplaron una explosién de actividad 5s niveles de la sociedad. El arte, la misica y ieron a florecen,y cientos de nuevos peri 1ron por todo el continente, Nacieron nuevas filosofias, ban un mundo de optimismo y accién, en el que la condicion ‘a «estar totalmente comprometido y ser totalmente te medio siglo.” cosas habrian sido imposibles sila poblacién europea hubiera desmoralizada, agotada y corrompida, La esperanza era al me- 1 importante como cualquiera de estos elementos mis oscuros .6sfera de posguerra. La esperanza fuela que revitaliz6 el con- ey volver a ponerse de pie. ¥ fue la esperanza la que 6 cl cinismo inevitable con el que la gente contemplaba a los 's gobiemos e instituciones que surgfan en lugar de los antiguos. parte de esta esperanza fue una reaccién natural y espontinea a ovacidn de los derechos y libertades que acompaié a la caida de

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