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Prevencién del Abuso Sexual Infantil: Anjlisis Critico de los Programas Educativos Child Sexual Abuse Prevention: Critical Analysis of Educational Programs Josefina Martinez, Pontificia Universidad Cat6lica de Chile La principal estratgia lla para prevent! abuso sexual fail consi en a implementacién de programs educa tivosen las escuela, orentados a que los niliosapendan desrezas de autopotecién para hace femte a potenciles buses. La cvidencin clinics, lasfomulaciones orca os hllagos de las investizaciones aboeads al estudio Je tate fendmeno, sefalan la necesidad de sr cautlosos al momento de implementa programas de esta naturale, sobre tod considerando que se docuntetan efectos edvrsosasociados a la pricipacin en este tipo de inervencones, Fl ‘resent aricloentega un ands rio de los programas de prevencin dl abuso sexual infant realizado a pati de ‘un evs bibliogrfica actualizaday de las rflesionessurpdas a imerir de un equipo especalzado en el ema ‘School in-service programs are the main procedure to prevent child sexual abuse. Those programs awe addressed to hilden and they intend o develop self protective srategies o cope wit potential abuses, Clinical practice theoretical ‘sumptions and sescarch emphasize cation towards these programs considering data at points out adverse elec sociated with paicipation in these Kind of intervention. ‘This paper presents acca analysis of ehild sexual abuse prevention programs which has ben developed by the product ofa revision of actualized bibliography and professional apy my Pathe ‘cam flection, Introduccién, EL abuso sexual como manifestacién de maltrato hacia los nifios no es un fenémeno nuevo. Se trata de ‘un problema con un gran pasado pero con una corta historia puesto que, a pesar de haber estado siempre presente, s6lo en forma muy reciente se ha desperta- do anivel de I opini6n pablica una conciencia y pre- ‘ocupacién respecto de su magnitude impacto. En ‘efecto, de acuerdo a Lopez Sinche7 (1999), si Tencio sobre los abusos ha empezado a romperse muy recientemente, en los aflos setenta y ochenta, en el ‘mundo anglosajén y en el norte de Europa y, entrada ya la década de los noventa, en los pafses mediterré- neos y en Latinoamérica’ (p. 13). EL abuso sexual infantil representa un problema de considerables proporciones, tanto en términos epidemiotdgicos, como en téeminos de las consecuen- cas que de 6 derivan. Estudios realizados en divet- sos paises coinciden en sefialar que se encuentran ‘historias de abuso en la infancia en un 7.036% de las mujeres y en un 3.429% de los hombres (Finkelhor, 1994). Josefina Maninez Bernal. Escuela de Pscolopit. Proyecto Fondet“Baveacin pa la no violencia La comespondencia relativa a ese atiulo debe ser drigida 2 |e autora. Viewa Mackenoa 4860 Santago-Chils, Fooo: (35 2) 686 544, Fan: (6-2) 552 75 93. E-mal: jab @puc La tarea de cuantificar la dimensién de la vio- leneia sexual en Chile se ve dificultada por Ia inexistencia de estudios de prevalencia. A pesar de Jo anterior, diversas instituciones cuentan con re- aistros de los casos que son denunciados. De acuer- dio informes de pertaje del Servicio Médico Le- gal (Ministerio de Salud, 1998), las victimas, en su mayoria de sexo femenino, se concentran prin- cipalmente en el rango etario comprendido entre los 5 9 afos y, en segundo lugar, en aguél com- prendido entre los 10y 14 afios de edad. En base a datos aportados por Unicef (1997), es posible se- fialar que los abusos cometidos por familiares 0 conocidos del nifio representan més del 70% de los easos denunciados. Mientras que el abuso sexual itrafamiliar afecta principalmente a muje- res menores de edad, se indica que la agresion soxual extrafamiliar afecta primordialmente a mu- {eres adultas. Tanto el informe del. Ministerio de Salud (1998), como el de Unicef (1997), entregan cestimaciones que indican que entre un 75 y 80% de los casos de abuso no son denunciados. Por otro lado, dentro de los que sf son reportados, slo un poreentaje cercano al 10 u 11% llega ser sancio- nado legalmente, lo que implica que précticamen- te un 90% de las vietimizaciones sexuales quedan impunes. oF MARTINEZ Pese a que las cifras muestran Tas enormes pro- porciones del problema, tas por sf solas no alcan- ~zan a dar cuenta de la real gravedad del asunto. La pesada carga de sufrimiento que cl abuso sexual mpone sobre la sociedad se hace manifiesta cuan- do se analiza el impacto que esta experiencia tiene ‘en las vidas de las vietimas y sus familias. En efec to, la literatura especializada muestra que los efec~ tos inmediatos y de largo plazo constituyen una amenaza potencial al desarrollo psicosocial de los nifios y j6venes que fueron victimizados (Rispens, ‘Aleman & Goudena, 1998). El reconocimienio de Ia magnitud ¢ impacto de este fenémeno ha conducido a Ta profiferacién de programas orientados a la prevencién primaria del ‘abuso sexual infantil. Durante la década de los se- tenta y a comienzos de los ochenta los esfuerzos preyentivos en el campo del maltrato infantil se een- traron en la violencia fisica, sin embargo en el tit ‘mo tiempo se observa un mayor énfasis en Ta pre vvencién del abuso sexual (MacMillan, MacMillan, Offord, Griffith & MacMillan, 1994a). Ena década de los 80 se comenzaron a desarrollar « implementar en los EE,UU. y Canadé programas de prevencién del abuso sexual infantil dirigidos @ disminuirla vulnerabilidad de los nifios a sufriragre- siones sexuales. A contar de esa fecha, en estos pai- ses dichos programas educativos se han aplicado en forma muy extensa (Finkelhor & Dziuba- Leatherman, 1995; L6pez Sanchez, 1999). En Chile también existen iniciativas al respecto, entre las eua- Tes se cuentan el “Programa de prevencign del abuso sexual infantil” desarrollado por las psicélogas Ximena Bartholin y Marisol del Pozo (1996), y el texto “Ojo, pestaiia y coja” desarrollado por el Mi- nisterio Secretaria General de Gobierno (1999) ‘A pesar de la amplia uilizaci6n y aceptacién que han aleanzado los programas de prevencién del abu- 0 sexual, es importante considerar que a partir de Jos aitos 90 comienzan a surgi voces de alerta que aman a set cautos al momento de implementarlos Finkelhor & Dziuba-Leatherman, 1995). El presente trabajo se enmarca en un proyecto Fondef llamado “Educacién para la no violencia” el cual, dentro de sus objetivos, contempla el dise- fio de médulos de capacitacién para profesores y la "El proyecto Fondo “Bducacin ara la no violencia” even ‘on un equipo conformado por Ana Mara Aron, Consuelo ‘Udurraga, Mara Teresa Llanos, Andiea Machvea, Pala Day, (Caroline Sinclar, Ricardo Salgado, Carolina Araya, Maia Par “TagleyJoseina Marne confeccién de materiales educativos para prevenir cel abuso sexual infantil, ‘Como paso previo a la formulacién de una inter- vencién preventiva a ser implementada en el mbi- to escolar, este articulo pretende presentar un andl sis eritico de los programas de prevencién del abu- so sexual infantil resefiados por la literatura espe- cializada. Para tales fines se realiz6 una revisiGn de las publicaciones en idioma inglés y espaol com- prendidas entre los afios 1993 y 1999, obtenidas a través de los sistemas de busqueda PSYCLIT, ERIC y MEDLINE. Se revisaron, ademas, diversos mate Tiales dirigidos a nifios, apoderados y profesores, destinados a la ensefianza de destrezas de autoproteccién en los alumnos. En los siguientes apartados se abordardn aspectos concernientes a los objetivos, destinatarios y dise- ‘to de los programas de prevencién cxistentesen esta 4rea, para luego pasar a revisarlos erfticamente a partir de los hallazgos de investigaciones empiricas ¥ de diversos autores que cuestionan las bases con- Ceptuales sobre las cuales se sustentan estos pro- _gramas. Se presentarn los principales aportes y li- mitaciones de las intervenciones reportadas por la literatura, concluyendo con las proyecciones y as- pectos relevantes de considerar al momento de implementar acciones preventivas con los nifios. Programas de Prevenci6n del Abuso Sexual Infantil 1. ¢Qué se entiende por “abuso sexual”? Pese a que existen diversas definiciones de abuso sexual infantil, muchas de ellas tienen en comin Ia presencia de tres factores. saber, hlblamas de abu- 0 sexual cuando se involucra a un nifio en activi- dads sexuales de cualquier tipo, las cuales se ubican ‘nun amplio espectro que va desde l exhibicionis- ‘mo y voyeurismo hasta Ia penetracién. Un segundo factor alude a las diferencias jerdrquicas existentes, entre el abusador y su vietima, indicfindose que el perpetrador se encuentra en una posicién de poder yy control sobre el nifio del cual abusa. El tercer ac~ ‘or guarda relaciGn con el anterior y serefiere al uso de maniobras coercitivas por parte del abusador, tales como la seducci6n, manipulacién y amenaza (Lépez. Sanchez, 1996; Barudy, 1998) ‘Al analizar este fendmeno es importante distin- ur Jos abusos sexuales intrafumiliares de los abu- 30s sexuales extrafamiliares. En los primeros el agre- sor pertenece al medio familiar de! nif, mientras PREVENCION DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL, 65 que en los segundos puede tratarse de una persona totalmente desconocida o de alguien que, sin for- ‘mar parte de la familia, pertenece al entorno social de ésta, Estos distintos tipos de abuso dan lugar a imicas interaccionales absolutamente diversas sefialndose que, a medida que se estrecha la cerca- fa existente entre el perpetrador y el nifio,cl abuso se vuelve prolongado y reiterado en el tiempo y el pequeiio va perdiendo la posibilidad de reconocer- ‘se como victima (Barudy, 1999). 2. Qué se entiende por “prevencién”? De acuerdo a MacMillan etal (1994a), la defini- igi del término “prevencidn” no esti exenta de di- ficultades. En general, la preveneiGn del maltrato infantil en sus diversas manifestaciones ha sido cla- sificada en res eategorfas: provencién primatia,se- cundaria y trciaria. La prevenci6n primaria com- prende cualquier maniobra dirigida a la poblacién ‘general 0 una porcin de la misma, orientada ata reduccién de la ineidencia de los abusos eometidos hacia los nifios. La prevencién secundaria se refiere ala pesquisa o deteccién temprana de determinado trastorno 0 condicién, en este caso del abuso, en forma tal de detener su avance o limitar su dura- cidn, La prevencién tercaria opera cuando el abuso ya ha ocurvido y se dirige a la prevencién de la recurrencia dea violencia 0a laprevenciéndel dato resultante de la misma (MacMillan et al, 19943; MacMillan, MacMillan, Offord, Griffith, & MacMillan, 1994b; Repucei, Land & Haugaard, 1998). La divisién entre las tres calegorias antes mencio- nadas noes siempre cil de delimitar En efecto, en el easo de Ia prevencidn del abuso sexual, la mayo- sfa de los programas se dirigen a ensefale al nino desirezas que le permiten enfrentar el ataque de un lbusador potencial. De acuerdo a Cox (1997), esto corresponde a una prevenci6n secundaria temprana mds que a una prevencién primavia propiamente tl. En el easo que se menciona se da por hecho que el nifio puede ser abordado por un posible porpetrador, miontras que la prevenciGn primaria deberta estar orientada a reducir el riesgo de estar expuesto ata les abordajes. ‘A pesar de las consideraciones anteriores, en ge- neral los programas de prevencién del abuso sexual infantil dicen inseribirse en el campo dela preven- cign primaria, entendiéndose por ésta cualquier in- tervencidn orieniada a evitar la ocurrencia del abu 0 (MacMillan et al, 1994b) 3. ¢A quiénes van dirigidos los programas? Las estrategias disefiadas para prevenir cl abuso sexual infantil han asumido un curso muy diferente al de los planes orientados a la prevencién del mal: rato fisico, En efecto, estos tiltimos por lo general ‘se traducen en programas dirigidos a los padres, cevidenciéndose una gran heterogeneidad en el dise- fio de los mismos, Dentro de estos se encuentran la realizaci6n de visitas domiciliarias a padres consi- derados en riesgo de maltratar a sus hijos y el entre rnamiento en habilidades parentales para adguirir pantas de crianza alternativas al uso de la violencia (MacMillan et al., 1994a; Cox, 1997). La tendencia mas ipica en la prevencin del abu- so sexual, en cambio, consiste en ta implementa. ci6n de programas educativos dirigidos principal- mente, y a veces exclusivamente, a los nifios. Se indica que s6lo en forma secundaria se incluye alos padres y apoderados, a los cuales en general se les informa sobre el programa en el cual esté partici pando su hijo o pupilo y se les brinda informacién ‘sobre eémo advertir a los nifios en relaci6n al peli gro del abuso sexual. Sélo algunos incorporan in- formacién respecto de la deteccién y maniobras de primer apoyo que los adultos deben realizar frente a Ja sospecha o pesquisa de casos de este tipo (Olsen & Widom, 1993; Daro, 1994; Repucci ct al, 1998). 4, gA qué nivel se inplementan? A diferencia de lo que ocurre con la prevencién del maltrato fisico, en el campo de la prevenciGn del abuso sexual existe una notoria homogeneidad en cuanto al diseRoe implementacién de los pro- sgramas (Olsen & Widom, 1993). AL tratarse de in- lervenciones en su mayorfa dirigidas ala poblaci6n general de nifios,éstas usualmente se evan a cabo al interior dela escuela (Daro, 1994; Moody, 1994; Cox, 1997; Repueci et al. 1998), EE ingreso al sistema escolar ocumre en una etapa ‘madurativa donde el contacto del nifio con el siste- ‘ma de salud se hace menos frecuente, de modo que es Iaescucl la instancia que brinda una mayor opor tunidad de cobertura para implementar planes de prevencién, Por otro lado, dado que la familia dele- guen los edueadores parte de las responsabilidades concermientes a la observaciGn y seguimiento del desarrollo de los nis, la escuela se convierte en «un ambiente éptimo para la detec procor.de tras- tomos o Factores de riesgo y para larealizacién de {ntervenciones protectoras, compensadoras¢ incluso 66 MARTINEZ recuperadoras (George, Siragyan, Mores, De la Barra, Rodriguez, L6pez & Toledo, 1994; Moody, 1994; De a Barra, Lépez, George, Toledo, Siragyan & Rodriguez, 1995). De acuerdo a Rispens etal, (1998), la tendencia a implementar los programas de prevencién del abu s0 sexual en los colegios no obedece solamente a razones de economia de escala, sino también a que cl aula ofrece un ambiente propicio para promover la discusidn y reflexién de los tépicos abordados, aspecto que fortaleee la efectividad de dichas inter- venciones. 5. :Qué objetivos persiguen? Basados en el concepto de “empowerment” y en los principios de la asertividad, la gran mayoria de estos programas se centran en laimportancia de for- talecer al no para que ésteevite verse involucrado én situaciones abusivas o logre aumentar la resis- tencia hacia un potencial abusador (Jordan, 1993; Repueci et al,1998). Entregar a 10s nifios Tos conocimientos basicos acerca del abuso sexual y ensefiarles a protegerse y couidar de sf mismos es visto como algo fundamen- tal dentro de los programas de prevencién, sefalén- dose que resulta imposible que los adultos a cargo ‘mantengan una supervisidn y viglancia constantes (Moody, 1994). "..por mis euidado que se ponga en la proteccién de los hijos, ef abusador siempre buscaré la oportunidad o tratard de crear la oca- ‘sion propicia, siempre valiéndose de su autoridad 0 de todo un proceso de conquista de la vietima de modo de ir ganando su confianza antes de abordar- Ja, De ahi la importancia de enfatizar la autopro- teccién como medio de prevencidn..” (Ministerio Secretarfa General de Gobierno, 1999, p. 17). :n concordancia con lo anterior, la entrega de informacién temprana y oportuna sespecto del abu- so sexual es vista como Ia estrategia de preven- cin por excelencia, plantedndose que una comu- nicaci6n abierta con el nife sobre este tema es una via que permite reducir su vulnerabilidad a ser vietimizado (Dayee, 1984; Walvoord, 1984; Freeman, 1985). La eonsigna en este caso parecie- +a ser “nifias informados son nifios mas seguros”, Jo cual nos Heva a entender por qué la ensefianza ‘de normas basicas de seguridad personal y destre- as de autocuidado corresponde al principal me- dio elegido por diversas comunidades para prote- ger a sus nifos del abuso sexual (Burgess & Wurtele, 1998). 6. ¢Cudles contenidos se abordan? La concordancia que se observa entre los distin- {os programas en relaci6n a la forma de enfocar Ia prevencién del abuso sexual infantil, da lugar a una notable similitud en relacién a los contenidos 0 to- ‘mas abordados por los mismos (Olsen & Widom, 1993; MacMillan etl., 1994b; Finkelhor & Dziuba- Leatherman, 1995). En general, los t6picos inclui- dos en los programas se dividen en: a) conceptos 0 ‘conocimicntos basicos y b) estrategias de enfrenta- miento, 4) Conceptos basicos + Mi cuerpo es mio: Consiste en la entrega de men- sajes que pretenden transmitir la pertenencia del propio cuerpo y los derechos que cada cual tiene sobre él, Dentro de lo anterior cobra especial rele- vancia el concepto de limites personales y el de- recho a regular la aproximacién o cercania de Tos otros (Dayee, 1984; Walvoord, 1984; Freeman, 1985; Bartholin & Del Pozo, 1996) + Zonas privadas: Se refiere al reconocimiento de las partes intimas del cuerpo, la cuales son vistas como una pertenencia preciada y personal. Desde ase enfatiza la importancia de cuidarlas y res- petarlas, resguardando su privacidad (Dayce, 1984; Walvoord, 1984; Hindman, 1992). * Cariios buenos y malos: Esta diferenciacién pre tend ayudar a los nifios adiscriminar entre apron ‘maciones abusivas y aquellas que son inocuas. Por “caifios buenos” se entienden los contactos fisi- cos agradables, asociados a sensaciones placente- ras, Los “carfios malos”, en cambio, son aquellos que resultan desagradables y estén asociados a sensaciones de dolor o repugnancia. Dentro de la anterior divisiGn, el abuso sexual es considerado como un “carifio malo” o contacto fisico inapro- Piado (Dayee, 1984; Walvoord, 1984; Freeman, 1985). Como es posible apreciar tal dstineién re- sulta equivoca, pues cl abuso sexual puede resul- tar en sensaciones placenteras para los nifios que son vietimizados. Tomando esto en consideracién, Anderson (en Jordan, 1993), introduce lo que en inglés se lama el “touch continuum”, de acuerdo alcual, alas dos categorias anteriores se le agrega una tercera, Hamada "eontacto confuso”. Esta de- nominacién transmite lo sentimientos ambivalen- {es que pueden surgir a propésito de un contacto abusivo, donde efectivamente pueden coexistir emociones placenteras y displacentera. Un aspec- to fundamental de transmitir alos nifios entonces, PREVENCION DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL 67 guarda relaci6n con la importancia de registrar las propias sensaciones y aprender a confiar en cllas (Hindman, 1992; Bartholin & Del Pozo, 1996). Secretos: Por medio de este concepto se intenta ceducar a os nifios en relacidn alas maniobras que cl abusador utiliza para asegurar la participacign y silencio de la victima, Dentro de este punto se ‘busca que los nffos aprendan a discriminar cudles son los sccretos que resultan peligrosos para la propia integridad, alentindolos a revelarlos cuan- do estos se refieren a contactos de tipo abusivo (Hindman, 1992; Bartholin & Del Pozo, 1996). No es tu culpa: Este corresponde a un mensaje {que pretende desresponsabilizar alos nifios en re Tacién a 1a ocurrencia del abuso sexual. Bajo la ppremisa que los adultos son mas fuertes y expeti- ‘mentados, se transmite que la culpa y responsat Tidad del abuso siempre recae en cl perpetrador (Glindman, 1992) +b) Estrategias de enfrentamiento * Detener el abuso: La estrategia de enfrentamien- to por excelencia transmitida a los nifios guarda relacién con Ia importancia de decir “NO” al abu- sador, en forma tal de detener las aproximaciones abusivas de las cuales se es vietima, Junto con to anterior se ensefian destrezas de autoproteecidn {que le permiten al nifio hacer abandono de la si- ‘uacidn amenazante. Estas se refieren a gritar so- licitando ayuda y a correr para escapar (Dayee, 1984; Hindman, 1992). * Divulgar el abuso: Relacionado con fa importan- cia de no guardar secretos referentes al abuso, se transmite a Tos nifios la necesidad de buscar ayu- day encontraralgtin adulto al cual contarle lo ocu- srido, En algunos programas se le advierte al nifio ‘que su denuncia puede no ser escuchada y en tal ‘caso s¢ le muestra la importancia de insist hasta encontrar otras personas que sf la acojan (Hindman, 1992; Bartholin & Del Pozo, 1996). 7. @Qué metodologtas se uilizan? ‘A pesar de la notoria uniformidad en relacién a los contenidos abordados, existen variaciones en cuanto al formato que adoptan los diversos progra~ ‘mas de prevenci6n del abuso sexual infantil Es asf ‘que existe una gran variedad de opciones metodo- Idgicas al alcance de los usuarios. Dentro de éstas, Jas mas utlizadas han sido los materiales impresos, los videos o materiales audiovisuales, las charlas, Jas representaciones teatrales y el role playing (Mo: ody, 1994; Lépez Sinchez, 1999) Anilisis Critico de los Programas de Prevencién del Abuso Sexual Los programas antes deseritos tienen adeptos y Jetractores, En efecto, pese a ratarse de inciativas ampliamente difundidas, la literatura especializada revela un importante debate respecto de cual es el impacto que tienen los programas existentes (Repucci eta, 1998). Entee los autores dedicados al tema se aprecian dos grandes lineas de estudio que serén descritas a continuacién. Una de ells evalia Tos aports y li- mitaciones de los programas de prevencién del abu- so sexual infantil analizando Tos fundamentos te6 ros que dan sustentoa tales ntervenciones. La otra, ‘en cambio, evaltia el impacto de dichos programas 4 partir d los hallazgos de investigaciones empiri cas orientadas al estudio de la efectividad de los rismos (Finkelhor & Dziuba-Leatherman, 1995), 1. Andlisis de los fundamentos tedricos ‘Tal como fue sefialado en Ia introduccién det pre- sente articulo, existe amplia evidencia que muestra ‘que Tos abusos sexuales que ocurren con mayor fre- son los perpetrados por un miembro de la ‘o por una persona que sin pertenecer a ésta, forma parte del entorno social del nifio (Lépez ‘Sanchez, 1996, 1999). Del mismo modo, es impor- tante destacar que el abuso sexual cometido por un conocido en general no corresponde a un evento Uinico o aun incidente aislado, sino que a un proce: sorelacional complejo que se desarrolla através det tiempo (Barudy, 1998, 1999). En la fase inicial de este proceso el abusador ma- niputa Ia confianza que el niio ha depositado en é1 y hace uso de la seduceién, incitandolo a participar en actividades sexuales progresivamente intrusivas {que son presentadas como juegos 0 como compor- lamientos que ocurren normalmente entre un adul- to y un nif, En forma précticamente paralela et abusador impone al nifio la ley del silencio, valién- dose de maniobras tales como la amenaza y chanta- je para garantizar que el pequefio mantenga e! se- creto. Junto con lo anterior, utiliza un discurso denigratorio a través del cual descalifica a su victi- ma y la culpabiliza por lo que esté ocurriendo (Barudy, 1998, 1999), [En este contexto cl nifio queda atrapado en un sis- tema relacional altamente confuso y contradictorio, en el cual va internalizando e incorporando a su autoconcepto las connotaciones negativas que le son 8 MARTINEZ transmitidas respecto de su persona, Es asf que eo ‘mienza a sufrir una fuerte estigmatizacién, sintién- dose sucio, malo y culpable, Junto con lo anterior vive una situacién de notoria impotencia y falta de control, en la medida que su cuerpo es invadido en forma reiterada en contra de su voluntad, Todo lo anterior, sin duda, impide o dficulta que el nif di vulgue el abuso al cual se esti viendo sometido (Finkelhor & Browne, en Wieland, 1998). Conociendo las dindmicas que operan en una interacci6n abusiva eabe preguntarse: 2Es adecua- do esperar que los niios sean capaces de detener a su abusador? De acuerdo 2 Repucci et al. (1998), los programas de prevencién del abuso sexual in- fantil parten del falso supuesto de la utilidad y per- tinencia del “empowerment” en el caso de la vietimizacién sexual de nifios. Al considerar 1a di- ferencia de edad, experiencia y fuerza fisica exis- tente entre un adulto y un nifio es poco razonable esperar que éste timo se fortalezca y sea capar.de repeler a un abusador (Jordan, 1993; McLeod & Wright, 1996), Desde esta perspectiva, los mensajes relerentes a Ja importancia de decir “NO” corresponden a un ‘mandato que, la gran mayorfa de las veces, los ni- osno pueden cumplir. De acuerdo a Eliot, Browne y Kileoyne (1995), este recurso s6lo puede ser uti lizado cuando hay alguien més presente y cuando se trata de la primera aproximacin realizada por el abusador. Diversos autores advierten el peligro que encie- ‘ran tales mensajes indicando que los nfios pueden sentirse culpables sino son capaces de detener a su ‘abusador en caso de verse envueltos en un abordaje de tipo sexual. De este modo, la participacién en programas de prevencién del abuso sexual infantil podria contribuir a incrementar los sentimientos de culpa que ya de por sf genera una victimizacién de cesta naturaleza (lordan, 1993; Daro, 1994; McLeod. & Wright, 1996), Barudy (1998), por otro lado, sefiala qu tales pro- ‘grams podrfan resultar beneficiosos para un niio que fue 0 esté siendo abusado. En efecto, al permi- tirle semantizar 6 ponerle nombre a lo que le suce- dio le est4 ocurriendo, fa instruccién recibida po- drfa ayudarle @ reconocerse como victima y, por cende, a divulgar el abuso. MeLeod y Wright (1996), presentan una alterna- tivaque permite cautelarel riesgo de laculpabiliza- cid, al mismo tiempo que promueve la denuncia de los episodios abusivos. En efecto, estos autores proponen un cambio de enfoque en los programas existentes, planteando que las intervenciones pre~ ventivas deberfan poner el acento en transmitir a Jos nifios la importaneia de divulgar el abuso y no ‘en pedirles que se nieguen y sean capaces de dete- nerlo, Repucci et al. (1998), por su parte, plantean que es fundamental cuestionarse cul es el momenta evolutivo mas apropiado para iniciar la ensefianza de destrezas de autoproteccién en los nifios. Esta interrogante surge sobre todo considerando que la tendeneia imperante consiste en implementar pro- sgramas estandarizados, de formato tnico, que no consideran en forma apropiada las necesidades y recursos propios de cada etapa evolutiva (Jordan, 1993; Daro, 1994; MeLeod & Wright, 1996). En «efecto, de acuerdo a Melton (en Repuccietal., 1998), Jos curriculos existentes para las diversas edades presentan una marcada similitud entre sf, mostran- do una escasa sensibilidad a las diferencias pro de cada grupo etario. Al respecto, diversos autores coinciden en sefialar que los afios preescolares co- rresponden a una etapa evolutiva donde laenscfian- za de la autoproteccién no solo tiene una utiidad ccuestionable, sino que ademés, encierra un peligro importante Gordan, 1993; Daro, 1994; Tutty, 1994; Hulsey, Kerkman & Pin 1997). Desde el punto de vista cognitivo, se indica que los pequefos tienen dificultades para hacer juicios y distinciones complejas. Del mismo modo, pres tan un estilo atribucional segiin el cual les resulta ‘imposible juzgar Ia motivaci6n o intencién del otro. Desde esta perspectiva, la definicién de abuso sexual, en términos de diseriminar cuales un con- tacto fisico apropiado y cuél no lo es, es un asunto dificil de entender para ellos. De hecho, Ia atribu- ‘cin de la “bondad” 0 “maldad” de determinada aceién es un asunto dificil de establecer para los nifios de cualquier edad. sf, porejemplo, siun adul- to regala a un nifo preescolar un juguete, esto sera cconsiderado por el pequeiio como un acto de bon- dad, aunque laintencin del mayor haya sido mani pularlo Gordan, 1993; Tatty, 1994; Hulsey et al, 197). De acuerdo a Jordan (1993), las consideraciones acerca de si los nifios preescolares cuentan con los ‘ecursos emocionales necesarios para hacer frente ‘aun programa de prevencién del abuso sexual, son tal vez-més importantes que aquellas concernientes ‘ala preparacién cognitiva. El autor sefala que a esta ‘edad los nifios necesitan confiar en sus adultos cuidadores, pues esta confianza es la que les perm te desarrollar su creciente autonomia e iniciativa, PREVENCION DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL, 69 contando con una base segura a partir de la cual ‘experimentar y explorar su entorno, Desde el punto {de vista evolutivo, lo apropiado es que Tos mayores ccuiden 2 los niflos y que los pequetios, a su vez, puedan confiar en los adultos. Bajo esta perspecti- ‘va, no es posible esperar que los nifios preescolares cearguen sus hombros la tarea de protegerse ellos 'mismos, ni menos que sean capaces de protegerse de sus propios cuidadores (Jordan, 1993). Jordan (1993), propone la implementacién de un ‘método indirecto donde los esluerzos preventivos se orienten a los padres en lugar de los ntios. Esto ‘limo pone sobre et tapete un tema fundamental, referido a Ia gran falencia que presentan los pro- gramas al omitir 1a importancia de incluir a los padres y otras instancias de la comunidad dentro de las estrategias de provencidn en estas materias. En efecto, desde el entendimiento que prevencién implica evitarla ocurrencia de un problema al con- ‘olar sus causas, un aspecto que Hama profunda- ‘mente Ia atenci6n al revisar los programas exis- tentes es el hecho que, siendo el abuso sexual un problema complejo y de factores causales mailti- ples, la prevencién se oriente casi exclusivamente 4 los nifios o potenciales victimas. Esto implica que factores importantes que contribuyen a la gé- nesis y mantencién del fen6meno quedan fuera del campo de intervenci6n. Lo més peligroso de esta forma de enfocar Ia prevencién radica en que, si Hegamos a pensar que los programas dirigidos a los nifios realmente estin alacando las causas del problema, 1o mas probable es que disminuyamos los esfuerzos orientados a plantear formas alterna- tivas © complementarias de prevencién (Jordan, 1993; Repucci et al., 1998). 2, Andlisis de los hallacgos de las investigaciones Dentro de los estudios empiricos que tienen por ‘objetivo evaluar el impacto de los programas de pre- vencién del abuso sexual infantil, se observan dos grandes lincas de investigacién. La primera, y mas ampliamente desarrollada, se refiere al estudio de Inefectividad de tales intervenciones, mientras que la segunda se dirige al estudio de los efectos colate- rales negativos resultantes de las mismas. 4) Estudio de la efectividad de los programas de prevencién Dentro de esta linea existen diversos equipos de investigadores que se han dedicado a realizar revi siones de un importante mimero de programas de prevencién del abuso sexual infantil (MacMillan et al., 1994b; Finkelhor, Asdigian & Dziuba- Leatherman, 1995; Finkelhor & Dziuba Leatherman, 1995; Rispens etal. 1997; Cox, 1997, 1998). MacMillan y colaboradores (19948), son Ios rea- Jizadores de una de las tevisiones pioneras més ci- tadas en a literatura especializada (Cox, 1997, 1998; Rispens et al, 1997; Repucci etal, 1998). Dicha revisidn incluye 19 estudios experimentales publi- cados en vistas de haba inglesa entre os aos 1979 y 1993, Se seleccionaron sélo aquelias investiga- ciones que cumplian con critetios de rigor metodolégico y Tas bases de datos utlizadas para acceder a ellas fueron MEDLINE, ERIC y PSYCINFO (MacMillan ct a, 1994a), Los autores mencionados observaron que para ‘evaluar efectividad todos los estudiosrevisados uti- Tizaron medidas referentes al cambio en el conoci- riento por parte de los nifios paricipantes. Los re- sultados obtenidos mostraron que la mayorfa de los programas evaluados efectivamente produjeron un aumento en los conocimientos que los nifios tenfan respect de cierios concepios bisicos de prevencién y deciertas destrezas de autoproteccién (MacMillan etal, 19940) De acuerdo a MacMillan etal. (1994b), estos ha- llazgos indican que los creadores de los programas de prevencidn del abuso sexual infantil al parecer presumen que tales medidas son predictivas de las estrategias que un nifo podtfa utilizar en situacio- nes reales. Sin embargo concluyen: "..existe © dencia que Tos programas educativos orientados a la preveneién del abuso sexual pueden mejorar 1os ‘conocitnientos y destrezas de autoproteccién de los nifios bajo condiciones experimentales. Sin embar- 0, en qué medida la educacin de los nitios condu- ce a la prevencién del abuso sexual infantil en ta ‘vida real, 6s un asunto que permanece pendiente” (MacMillan eta, 1994, p87). Rispens et al. (1997), replican el estudio de MacMillan etl. (1994a, 1994), levando a cabo una revisién delos etudios pablicados entre los aios 1993 y 1996, obienidos através de las mismas bases de da- ‘os utilizadas porlarevisin anterior Estcestudioapoya Jos resultados antes sefialados, indicéndose que, en todas ls intervencionesrevisadas, las mediciones post intervencién de Tos grupos experimentales muestran ‘un ineremento en el eonocimiento de eonceptos bési- 0s y destrezas de enfentamiento.Se observa adems, ‘que las diferencias exstentes con las mediciones post intervencién obtenidas por los grupos control son estadisticamente significativas, En base a lo anterior 10 MARTINEZ los autores concluyen cfectividad inmediata de los programas. Los nifios aprenden conceptos relacionados con el abuso sexual yy adguieren las estrategias de autoproteccién que se les ensefian” ( Rispens et al., 1997, p76). Como es posible observar a partir de los dos estu- dios mencionados anteriormente, 1a medida mas ampliamente utilizada para medir efectividad ha sido Ja adquisici6n de conocimientos como resultado de Ja instruccién en la cual se ha participado, existien- do amplio acuerdo entre diversos autores respecto ‘de que, planteado en estos términos, los programas de prevencién del abuso sexual si son efectivos (Wartele, 1993; Daro, 1994; Tutty, 1994; Cox, 1997; Hulsey et al., 1997; Burgess & Wurtele, 1998). De acuerdo a algunos investigadores, exisien es- tudios de seguimiento en base a los cuales también es posible demostrar la efectividad que estos pro- ‘gramas tienen en el largo plaro, La revisién realiza da por Rispens y colaboradores (1997), sefiala que laretenci6n de los conocimientos adquiridos por los nifios en plazos de hasta un afto transcurrida la ins- ‘ruccidn es satisfactoria, Estos autores indican que el efecto de Ia evaluacién de seguimiento es algo ‘menor al efecto evaluado en la post intervencién, Io {que indica que los resultados de 1a instruccin tien den a decrecer en el curso del tiempo, Pese a lo an- terior, segtn ellos refieren, el seguimiento reporia un efecto estadisticamente significative, El aumento de conocimientos de conceptos bisi- cos de prevencién y de destrezas de autoproteccién ‘est moderado por algunas variables, dentro de las. ‘cuales Ja més estudiada coresponde a la variable ‘edad (Wartele, 1993; Hulsey et al., 1997), Pese a que en todos los grupos etarios se observa un aprendizaje significativo producto de la instruccién proporcionada, de acuerdo a Tutty (1994), 1a edad ces un factor erftico en la adquisicign de coneeptos y ‘genera una diferencia significativa en el nivel de Cconocimientos aleanzados, Nemerofsky, Carran y Rosenberg (1994), concuer- {dan con lo anterior, indicando que si bien cs posible censefiar conceptos y destrezas de prevencién inclu- so anitios preescolares, los benelicios derivados de Ja participacién en tales programas son mayores a ‘medida que se avanza en edad. Junto con Io anterior, en base a los estudios de seguimicnto, Rispens y colaboradores (1997), indi- ‘can que los nifios preescolares tienden a olvidar mas répidamente lo aprendido, volviéndose necesaria una instruccién repetida en el tiempo, que garantice la retencién de la informacién, ‘Ademis de la edad, otra variable que ejerce gran influencia en la efectividad de los programas dice relacién con las caracteristicas do la interveneién, Dentro de éstas, se indica que los programas que incluyen un entrenamiento explicito en destrezas de autoproteccidn, por ejemplo através derole playing, son més efectivos que aquellos que s6lo propician cl aprendizaje de conceptos. La oportunidad para censayar las estrategias ensefiadas debe acompatiarse de un tiempo suficiente para que el nifio integre es- {as nuevas desirezas en su repertorio cognitivo. Asi, se indica que los programas mas efectivos son aque- los que se repiten en intervalos regulates en el tiem- po (Rispens et al, 1997). tra caracteristica de la intervencién fuertemente asociada con la efectividad de los programas de pre vencién se refiere a la incorporacién de los padres Jo cual, de acuerdo a Finkelhor y Dziuba- ‘Leatherman (1995), permite que los conocimientos yy destrezas adquiridas por los nifios sean reforzadas fen el hogar en el transcurso del tiempo. Un aspecto de vital importancia a considerar aqut es que, a pesar que se documenta el aumento de conocimientos a partir de los programas de pre~ vencién, los estudios no han Iogrado evaluar en forma satisfactoria en qué medida tal incremento se traduce en wna transferencia de la informacién ala vida real. En efecto, es importante indagar si Jos nifios, enfrentados a situaciones amenazantes, Jogran aplicar lo que han aprendido en los progra- mas preventivos (Finkelhor et al., 1995; Repu etal., 1998), Intentando dar respuesta a la anterior interrogan- te, algunos investigadores incorporan medidas de cambio conductual al evaluar la efectividad de Ios programas, analizando las respuestas 0 reacciones de los nifios frente a situaciones de role playing o simulaciones de situaciones amenazantes (¢ intento de secuestro por parte de un extrafio). Pese a que {ales estudios muestran resultados alentadores, es importante tener en cuenta que el desempenio ob- servado en una situacién artificial, no necesariamen- {ees fiel reflejo de lo que ocurrirfaen una situacién real (MacMillan et al., 1994b; Cox, 1997). De acuerdo a MacMilan et al. (1994b), ningdn estudio entrega datos referidos a una reduccién de Ja ocurrencia del abuso sexual. Daro (1994), con- ‘cuerda con lo anterior indicando que los estudios 1no logran evalua en qué medida una ganancia en cl conocimiento conduce a un cambio beneficioso y sustancial en la conducta del nif. De acuerdo al estudio de Finkelhor y colaborado- PREVENCION DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL n res (1995), donde evaluaron a 2000 j6venes que ha- ‘bfan partcipado en algtin tipo de intervencién pre- ventiva, un 40% de ellos loge uilizar las estrate- gias aprendidas en situaciones de la vida real, Pese ‘a que los autores interpretan estos resultados como signos alentadores accrca de lautilidad de estos pro- sgramas, aparece necesario ser cautelosos al tespec- to y considerar que se trata de reportes entrezados por los nifios y que no se especifica el tipo de izacién o situaci6n abusiva en la que fueron aplicadas las destrezas (abuso sexual intrafamiliar, abuso sexual extrafamiliar, victimizacién por parte de los pares). De acuerdo a Repucci, Land y Haugaard (1997), este es un tema que requiere de ‘mayor estudio, planteando importantes desafios para Jos investigadores. tra medida de efectividad que los investigado- res han tratado de introducir corresponde a evaluat fen qué medida los programas de prevencién gene- zan un aumento en la tasa de divulgaciones de ex- periencias abusivas por parte de los nifios. Finkethor ‘ycolaboradores (1995), reportan un aumento en las tasas de divulgaciones en aquelias escuelas donde se realizaron programas de prevenci6n, Sin embar- g0, de acuerdo a Cox (1998), esto plantea un pr: blema para la evaluacidn, preguntindose si el au mento de divulgaciones obedece a que los nifios realmente reportan més luego de participar en un programa de prevencién 0, por el contrario, espon- dde a que se ha producido un incremento en Ta tas 4e abusos, Este mismo autor plantea que, ademés, se trata de una medida inefectiva para evaluar los programas de prevencién pues las divulgaciones en perfodos breves de tiempo, como son los compren- didos por los intervalos de seguimiento, son muy ‘poco frecuentes (Cox, 1998). 1b) Efectos colaterales adversos asociados a los programas de prevencién Junto con los estudios de efectividad, han cobra- do especial interés las investigaciones que preten- den indagar los efectos colaterales adversos de los programas de prevencién del abuso sexual infant Pese a lo anterior, los resultados existentes en este campo distan mucho de ser concluyentes, requiriéndose mayor investigacién en el area (Repucci et al, 1998). Uno de los efectos adversos mayormente mencio- rnados alude al aumento de temores y ansicdad aso- ciados a la participacién en un programa de preven- cién del abuso sexual (Binder & MeNeil; Hazzard et al; Miltenberg & Thiesse-Duffy; Wurtele & Miller-Perrin, en Repucci ct al., 1998). Bn efecto, de acuerdo a Hindman (1992), los esfuerzos pre- ventivos tipicos generan miedo y aprehensién més aque seguridad, Existen investigadores que muestran {que los nifios muestran una mayor suspicacia hacia los adultos y hacia el contacto fisico con ellos, de ‘modo que pueden sufrir una desconfianza generali- ‘zada y una notoria ineomodidad en relaciGn a las muesiras de afecto (Hazzard ctal., Warlele & Miller- Perrin, en Repucci et al., 1998). Finkelhor y Driuba-Leathermann (1995), tienen ‘una opinién distint, pues en su estudio encontraron {que sélo el 8% de tos nifios que habfan participado cen este tipo de intervencién sefalaban haberse “pre- ‘ocupado mucho”, mientras que el 53% refirié haber- se “preocupado un poco”. Los autores interpretan estos resultados como algo positivo y adaptativo, en Iamedida que un cierto monto de ansiedad junto con apercepeién del riesgo permite que e! nifio se prote- ja. Pose a lo anterior, no es posible desconocer otro de los resultados arrojados por la investigacién de inkelhor y Dziulba-Leatherman (1995). En efecto, estos autores muestran que los nifios que fueron victimizados y que participaron en intervenciones preventivas, suftieron més dafio durante los alaques que los nifios que no participaron en tales progra- ‘mas, Los investigadores postulan que lo anterior pue- dedeberse a que estos nifios muestran una mayor ten- ‘dencia a oponer resistencia o a tratar de lucharcon el pperpetrador. En este sentido, Repueci y cotaborado- res (1998), advierten sobre el peligro de inculear en Jos niios un falso sentido de control y una ireal sen- sacién de inseguridad. Otro aspecto relevante dice relacién con la visién de la sexualidad que Tos nifios pueden desarrollar a partir de su participacién en intervenciones preven- tivas. De acuerdo a ‘Tharinger (en Jordan, 1993), ‘muchos programas entregan conocimientos acerca del abuso sexual, sin entregar informacién acerca de la sexualidad como tema general. Es més, segdn csc autor tal informacion muchas veces es omitida {ntencionalmente por los creadores de los progra- mas, temiendo que las escuelas © los apoderados rechacen Ta educacién sexual que se proponga, De cesla forma, para muchos nifios su primera aproxi- ‘macién al tema de la sexualidad ocurre desde Ia perspectiva del abuso (McLeod & Wright, 1996). De acuerdo a diversos autores lo anterior encierra un peligro real pues es inapropiado transmitir un cenfoque estrecho y negativo sobre un tema tan im- portante para la vida. Ensefiar a los nifios que la sexualidad es peligrosa, sin ensefiarles también que nR MARTINEZ cl contacto fisico 0 ta expresién del carifo es una parte normal del desarrollo humano, es una forma diudosa de promover en el largo plazo el desarrollo de una sexualidad sana (Jordan, 1993; MeLeod & Wright, 1996). Desde esta perspectiva resulta fundamental contextualizar a prevencién del abuso sexual den- tro de una mirada mas amplia de la sexualidad, que imuestre los aspecios positivos de la misma, De acuerdo a Hindman (1992), lamentablemente los ppequefios aprenden a avergonzarse de este tema desde muy temprana edad. EI ab social que existe en torno a la soxualidad have que los adultos nos sintamos ineémodos al trata este t6pico con los ni- os, de modo que inhibimos cualquier pregunta 0 ‘muestra de curiosidad que ellos muestren al espee- to. Lo peligroso es que nuestra incomodidad glenza contribuye a generar una dinémica de silenciamientoy los abusadores pueden sacar pro- vecho de ello. En efecto, estos pueden advertir de antemano que, al no existiren los adultos una ade- ccuada receptividad a conversar con los niios sobre temiticas sexuaes, los pequefios no se areverén a denunciar tas situaciones abusivas. Ello, sin duda, ‘vuelve alos nflos mas vulnerable y los hace estar ins expuestos (Hindman, 1992) Conclusiones La revisi6n expuesta a lo largo del presente art ‘culo muestra que la forma en que se ha enfocado la prevencién del abuso sexual infantil hasta la fecha, resulta insuficiente para generar una real disminu- ciidn en la tasa de victimizaciones sufridas por los nifios. Esto de alguna manera deja ver que los pro- _Bramas no estdn cumpliendo con el propésito para cl cual fueron disefiados. Mas atin, existe evidencia tanto empitica como tedrica respecto de los efectos nnegativos que tales intervenciones pudieran tener En efecto, no es posible desconocer que el enfoque tradicionalmente utilizado para prevenir el abuso sexual, esto es, aquél que se centra casi exclusivs ‘mente en los nifios, encierra peligros importantes no se tienen en cuenta ciertos resguardos. Algunos de los riesgos més significativos son: © El riesgo de sobrecargar a los nifios, sino se con- sideran los rasgos propios de la etapa evolutiva en que se encuentran. Responsabilizarlos de su propia proteccién aparece como una alternativa que excede con mucho los recursos evolutives de Jos nifios, especialmente cuando se encuentran en edad preescolar. + Elriesgo de culpabiticara los nifios, sino se con- sideran las caractertsticas propias de la interaccién abusiva. Bl uso de estratcgias de ‘autoproteccién que alientan al nifio a detener al abusador puede resultar de utilidad frente al peli- ‘gro de ser abusado por un extrafio, Frente a las victimizaciones cometidas por conocidos o fami- liares, detener al abusador se transforma en una cxigencia diffcil de cumplir. + El riesgo de sobreexponer a los nifios a una vietimizacion secundaria, sino se asegura que el entorno serd receptive a las denuncias que estos hagan, Resulta injusto y poco ético transmitir 2 tun nifio la importancia de romper el silencio so- bre el abuso si antes no se ha intervenido en su ccontexto de modo que, quienes le rodean, erean en su relato y lo protejan, ‘Apesar de los riesgos descritos, nose trata de aca- bar con las acciones preventivas dirigidas a los ni- fios puesto que, de hecho, parece importante resca- tar los beneficios planteados por Barudy (1998), en {érminos de las posibilidades de divulgacién que abren estos programas educativos. Peso a que el aumento de las denuncias resultante de las interven- ciones preventivas corresponde a un parmetro di- {cil de medir o demostrar en términos estadisticos, la préctica clinica muestra que éstas efectivamente promueven la revelacidn de abusos pasados o pre senles por parte de los nifios que participaron en cllas. Asf, la disyuntiva no reside en educar 0 no a los nifios en materias concernientes a la prevenciGn del abuso sexual. La pregunta reside, mas bien, en cdmo hacerlo en forma efectiva y cuidadosa, Si bien la entrega de informacién a los nifios en relacién al t6pico del abuso sexual resulta impor- ante, ¢s fundamental no confiar en que dicha al- temativa es suficiente para evitar Ia ocurrencia de este tipo de victimizacién. En efecto, los pro- gramas educativos corresponden a una estrategia gue sélo apunta a una parte del problema y, por ende, no lo resuelven por completo. A partir de ello, es necesario implementar acciones en dis- ‘intos niveles considerando, por ejemplo, 1a im- portancia de la detecci6n oportuna y de brindar tratamiento a los abusadores. Lejos de estrechar ‘nuestros esfuerzos preventivos, debemos ampliar- Jos a otras instancias de la comunidad y reasignar Ja responsabilidad de 1a prevencién del abuso sexual en los adultos. No podemos dejar en ma- nos de los nifios la erradicacién de un problema tan grave y complejo. Dentro de este panorama, resulta fundamental que PREVENCION DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL 3 Jos agentes comunitarios que deseen disefiar planes de prevencién o utilizar programas ya existentes lengan en cuenta los siguientes aspectos: + Los programas deben incorporar a los padres w otros adultos significativos como focos primarios de las intervenciones implementadas. Dado que estos no pueden esperar a que los nifios realicen, las denuncias, los programas de prevencién de- ben considerar la entrega de herrami ‘mitan pesquisar el abuso y la transmisién de co- ‘nocimientos bésicos para saber cémo actuar fren- te deste tipo de situaciones (estrategias de primer ‘apoyo y derivacién). Desde esta perspectiva el rol de padres, profesores u ottos significativos no debe Timitarse a advertira los nifios y j6venes acerca de los peligros circundantes, sino que debe com- prender el activo despliegue de recursos protecto- res hacia ellos. + Los programas deben contextualizar la prevenciGn dl abuso sexual dentro de un curriculum que con- temple una visién positiva y mas amplia de ta sexualidad. + Los programas deben inclu objetivos diferencia dos para cada grupo etario, considerando los re ‘cursos y necesidades propios de cada etapa del desarrollo. Resulta fundamental formular un cu- rriculum sensible a las diferencias evolutivas, ac bbando con los programas estandarizados 0 de for ‘mato sinico para todas las edades. © Dentro de las acciones dirigidas a los nifios, los programas deben ensefar estratcgias de ‘autoproteccién que ponen el acento en la divulga- ‘cin mas que en la detencién y enfrentamiento di- recto del abusador. Del mismo modo, deben en- tregar mensajes que desculpabilicen claramente & las vietimas, + Los programas deberian considerar la incorpora- cign de maneras de evitar otras formas de vvietimizacién, Este es el caso de la prevencién de ‘abusos sulridos por parte de los pares, aternativa {que no s6lo resulta més realista y adecuada desde cl punto de vista evolutivo, sino que también mas atingente para los nifios mismos. los mensajes que Tlegan a ofdos de nues- {10s nifios y responsabilizar alos adultos de la pre- vvencién del abuso sexual es lainica via que garan- tiza que nuestras buenas intenciones puedan tradu- cirse en una proteccién real. Sélo de este modo po: demos evitar lo que Hindman (1992) ha lamado “cometer abusos con nuestros programas de pre vencién del abuso”. Referencias Bartoli, X. & Del Povo, M, (1996). Programa de prevncin ‘del abuso sexual infant Documento no publica, Baru, J (1998). EI dotorinvsble cde la infancia Una lectura ‘covstmica del maltrato infant. 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