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Capitalismo Demétracia EL PSICOANALISIS Y SU HISTORIA Pluralismo BORGES eae Nacion CASARES HEIDEGGER SABATO / GUARIGLIA / SARLO / VEZZETT i BECEYRO / GRAMUGLIO / PRIETO / PREEWORSKI / WALLERSTEIN CLL Wl EN LOS MclORES KIOSCOS Tenn aor SE VIENE rs NEOMOD! | : & Lo YLIBRERIAS WH PUNTO Librerfas del interior: Rio Cuarto. Libreria Lema, Sobremonte 617. Rin Neqo Quimuhé Libros. Espata 1414, General Roca Cérdatia Rayuela. Colon 678, Catamarca Libreria Rau! Achaval, Re. publica 516. Sen 1018. Libreria Mediterraneo. Pringles Uruguay Quiosco Salvador. Michelini y 18 de Ju lio - Paraguay y 18 de Julio (Monte video) Libreria América Latina: 18 de Julio 2089 (Montevideo) Wd Vs Y CMM Punto de Vista - Revista de Cultura Julio-septiembre 1989 - N° 34 Consejo de direccion Carlos Altamirano José Aricd Maria Teresa Gramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzeuti Y %Y 4Y Virectora ret Xe Beatriz Sarlo Diagramacién WMA. MW Eugenio Tavelli SSS La Fundacion Pablo Iglesias financié parcialmente este namero de Punto de Vista CEE Suscripelones: Ena Argentina: ‘4-1.500 (un afi) Enel exterior: via superficie: 25 délares (6 nimeros) Via aérea: 30 délares. SLQQQ QW WO SSG Wy ll ° Correceion: Alejandra Diego ig ze i Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina, Teléfono: 953-1581, ZY ZY GY \mpresidn: Talleres Gréficos Litodar, Viel 1444, Buenos Al- res, — de la Propiedad Intelectual en trémite, 2 WM SS Editorial Dificilmente una publicacién como Punto de Vista pueda presentar a sus lectores este mimero 34, correspondiente al mes de julio de 1989, sin comunicarles también preocupacio- nes suscitadas en el Consejo de Direccién por los cambios que se estén produciendo en la Argentina, No pretendemos abrir hoy un balance detallado del desas- troso desenlace de la gestién radical ni, mucho menos, definir Toque ha comenzado a ser el gobierno del nuevo presidente y el perfil del conglomerado menemista: las transmutaciones, deslizamientos, enmascaramientos, inclusiones y exclusiones han sido tantos y tan vertiginosos que un andlisis escrito aho- racorte el riesgo de la obsolescencia. El nuevo presidente ha sorprendido al pats, empezando por dejar atSnitos a sectores importantes de su propio partido, de lo que tradicionalmente se denomina su “columna vertebral”, y a todos aquellos que pronostican una reedicién mAs o menos actualizada del pero- rnismo en la conocida versién hist6rica, La audacia (jel aven- {urerismo?) del doctor Menem para componer su gabinete y recomponer su discursoanuncia tiempos nuevos ydificiles. El mismo lo ha declarado: los sacrificios han de ser durisimos, {QUE quiere decir ésto, sobre todo si no se aclara al mismo tiempo quignes padecerdin may ormentc esa dureza? De nuevo, clpafs esta al borde de cambios que se anuncian fundamenta- Ies; la convocatoria, libre de toda epicidad, es a achicar el es- ado, reestructurar la economia y enfrentar las causas que han conducido a ta actual situaci6n, Para encarar esas tareas el doctor Menem ha llamado a figuras que, de acuerdo con las di- visiones cldsicas, podrian ubicarse fécilmente en la derecha, La “revolucién productiva” propuesta por el candidato se ha ermutado en una afirmacién silenciosa de algo que evoca la “via chilena al capitalismo”. Pero, se sabe (y lo sefiala en es- tentimero el articulo de Przeworski y Wallerstein), la via chi- Jena incluy6 no solo sacrificios muy grandes de los sectores asalariados sino también represién, Es probable que el doctor ‘Menem confie en un milagro argentino, que evite la represién incluida en el modelo implantado por Pinochet, pero quedard Dor verse si eso es posible. Mientras los economistas debaten sobre los aspoctos técnicos de planes que (usando la jerga ac- tual) cierran o no cierran, es decir mientras el debaie se cir- cunseribe a la dimensién técnica presente en una gestiGn eco- némica cualquiera, la ciudadanta (estupefacta por la hiperin- flacién que devora a la politica misma) puede descubir que el ‘contenido de su opcién electoral, que los deseos y las esperan- zs presentes en el voto que consagré a Menem no serin co- espondidos por su accién de gobiemo. ‘Acsia altura de las definiciones parece clara la direccién que se imprimiréa esa accién. Mas que de transformaciones ‘cambios se trata de consolidar procesos que vienen desarro- Iéndose ya hace varios aos en la Argentina: la polarizacién reciente de la sociedad, la legitimacién de los mecanismos ms salvajes de redistribucién del ingreso, el fortalecimiento {de sectores econdmicos cada vez més concentrados. Al con- vocar precisamente a los que han sobresalido en este proceso, quienes han logrado de una u otra manera acumular poder en €sl0$ afios de miserias colectivas, Menem no hace sino clegir un camino, que esl dela profundizacién de lo que nuestra so- cciedad viene sufriendo desde hace més de una década. Y, mientras tanto, algo que parece una obviedad no entra (aveces por obstéculos técnicos pero basicamente porrazones politicas) en el debate piblico: hay varios caminos y no uno s6lo de reestructuraciénde laeconoméa. Como lo demuestran otras experiencias, la modemiizacién, que siempre tiene cos- {os no necesariamente en todos los paises tiene que tener cos- {0s idénticos, ni necesariamente:éstos deben recaer sobre los mismos sectores: la politica es precisamente un espacio de discusién, acuerdo y conflicto donde dirimir estrategias téc- ticas, incluidas las de la economia que no debe considerarse una dimensién transpolitica por compleja que sea, en su ém- bito, la toma de decisiones, Por 1o menos en una perspectiva de izquierda democratica, no habrfa esfera donde sea imposi ble una discusién de valores y, precisamente, ademds, de aquellos valores de justicia y equidad, de defensa de derechos ‘humanos baisicos que constituyen el armaz6n ideal de trans- formaciones profundas. ‘Y eneste punto, otro interrogante. Sibien el doctor Menem dio a entender durante su campafia que crefa legado el mo- mento de algo llamado por é1 “pacificacién nacional”, que cconcernia a los juicios de militares que violaron los derechos humanos dirigiendo taempresa de muerte y tortura iniciadaen 1975, el nombramiento de su ministro de defensa es una sefial bien elocuente dc los términos en los que se traduciré esa “‘pa- cificacién”. No es necesario conjeturar mucho del jurista que, en 1983, considerd que la ley de amnistia, emitida por Bigno- nic en el ocaso de a dictadura militar, tenfa efectos irreve bles. El actual entendimiento de Menem con la méxima diri- sgencia de la derecha ucede‘sta, que parece tener como base acuerdos sobre estrategia econémica, con toda probabilidad incluye ideas sobre el futuro de los militares que violaron de- rechos humanos, Se abre, también, un perfodo de mutaciones en los dos grandes partidos. Menem quizsis puede ser considerado como iniciador de una propuesta original de derecha populista: es- toes, lugar de sfntesis de los temas ideol6gicos de la derecha ‘con las formas de interpelacién politica que lo hicieron el ele- ‘gido de los pobres en las itimas elecciones. Hasta dénde es- ta sintesis sea posible, todavia hoy figura en el elenco de los interrogantes ,as{ como ei que concicrne al destino de lo que se llam6 renovaciGn peronista. Desde la oposicién, el radica- lismo también proyecta lucha idcol6gica para los préximos ‘meses, lucha cuyos temas se encarnan encl ex-presidlente yen cl ex-candidato a la presidencia, Los cambios cn ambos par- tidos los enfrentan con conflictos de sentido ¢ intereses res- ppecto de sus clientelas tradicionales, cuya resolucién parece “ificil de prever. Asi las cosas, el campo cultural-ideol6gico necesitard de instrumentos independientes que puedan convertirse en espa- -cios de discusién de altemativas y que, sobre todo, subsistan ‘fuera de las dos grandes reas de influencia que configuran el pPeronismo y el radicalismo. La cuestiGn de la cultura no serd ‘una cuestiOn menor si se considera que por sus debates y sus temas han pasado muchos de los mudos ideol6gicos e histéri- cos significativos de la Argentina de este siglo. ¥ alos intelec- tuales de izquierda cabe la responsabilidad no s6lode la defen- ‘sa de un espacio sino de los principios y valores que pueden fundar una sociedad democritica y més justa de lo que hoy de- jan prever los proyectos politicos en curso, Nae Wh ‘Somos Nacién?—nacién sinamalgama de materia- les acumulados, sin ajuste ni cimiento? —Argentinos?—Hasta donde ydesde cuando, bueno es darse cuenta de ello". (D.F. Sarmiento: Conflictos y ‘armontas de razas en América) 1 debate sobre el pluralismo en la sociedad argentina contempordnea apenas comienza. Frente a los estragos a ‘causados pore! autoritarismo en nuestra historia, s6lo muy re- ‘derespeto por las diferencias, del valor de una heterogeneidad muy postergada en la cultura politica e ideoldgica de nuestro pals. El atractivo persistente de constelaciones ideolégicas que disuelven en el fcida de supuestas esencias nacionales identidactes de clase, de g6nero, culturales en sentido amplio, impide la profundizacién de ese debate en la direccién que tal ‘vez resulta ms apasionante. Me refiero a la discusién acerca de pluralismo y nacién, Es esta una discusién que en buena parte del mundo occidental ha llevado en las tltimas décadas a un replantea- miento global acerca de cémo debe construirse una sociedad democrética y pluralista, a partir de un cuestionamiento de las premisas mismas sobre as cualesse conformaron as naciones modemas. Una eoncepeién hegemdnica durante largas déea- das en Occidento entendia que 1a creacién de una identidad nacional que tendiera a disolver las identidades regionales, Etnicas, sectoriales, era un. paso indispensable en ta construc ‘ci6n de las naciones. Aunque esa concepcisn no fue aceplada sinresistencias, a veces muy violentas, termin6 porimponerse y fue bajo su signo que se eonstituyeron Ia mayor parte de las jonesencl siglo XIX. Masalliide manifestacionesaisladas de cuestionamiento a esos procesos, fue slo en esa década revulsiva de 1960 cuando se desat6 un debate piblico en tomo 2 (a PETS Ws ast meee D Vill Hilda Sabato YM alos mismos y ala concepcién que estaba en la base de todos ellos. Producto en buena medida de fas luchas llevadas adelante por las minorfas en los Estados Unidos y por las nacionalida- des en paises como Espafia, este debate pone en cuestién la nocidn misma de nacién. A partir de una critica al modelo inlegracionista, que supone la disolucidn de las identidades previas como condicién necesaria para la constitucién de una hacién, seabri6 laposibilidad de pensara la sociedad nacional de manera novedosa, concibiéndola como un mosaico plural y heterogéneo, como el resultado de la articulacién de los iversos grupos que la integran, con sus identidades origina- rias y sus diferencias, En los Estados Unidos, esta perspectiva aliment6 toda una corriente intelectual cuya“... c integracién se mezclaba y con frecuencia se confundia con las criticasal preju ‘entendia que la imposicién de! modelo integracionista habia ahogado las fuerzas de la diversidad, y toda posibilidad do construccién de una sociedad pluralista. La controversia acerca del proceso hist6rico de formacién de la nacién estaba pues en la base de una verdadera confrontacién entre modelos diferentes de sociedad deseable. En Ja Argentina, esta discusién ha estado ausente, y las reiteradas menciones al pluralismo no han aleanzado para poner en cuestiénel proceso deconstitucién de nuestra nacién ‘desde esa perspectiva. Lo que sigue es un intentode iniciar un debate en esa direccién, tomando como punto de partida el tema de nacién e inmigracién, Es este un tena clave para abordar la cuestién del pluralismo: ta integracién de los } Fred Wacker: "Liberalism, Ethnicity and American Social Scien- ‘en Social History, vol. 10, n°3, 1985, p. 384. E v eer millones de inmigrantes que legaron a nuestro pats fue una preocupaciGn central de las clases dirigentes y del estado argentino durante largas décadas, en un proceso que estuvo marcadocon toda fuerza por la concepcién de nacién hegem6= nica en el siglo XIX, Los resultados de los esfuerzos realiza- dosen ese sentido no gozaron de la aprobaci6n undnime de los ‘contempordineos, pero conel tiempo la nocién de la Argentina ‘como crisol de razas gan6 terreno. ¥ no solamente se produjo toda una literatura de andlisis social que enfatiza la historia de Ia integraciGn de los inmigrantes a través de la disolucién de sus identidades originarias, para conformar una amalgama original y diferente, sino que también esa es la versién ms arraigada en el sentido comin de los argentinos, que no s6l0 cconciben que asf fue efectivamente Ia historia de nuestra sociedad, sino que ademds la valoran positivamente, No es ésta la nica visin que existe sobre la cuestién, y recientemente un conjunto de trabajos dedicados a estudiar aspectos puntuales de la historia de Ios inmigrantes se ha orientado por carriles nuevos, contrastando de manera expli- cita y militante suenfoque con el que predominé anteriormen- te, Adoptando la perspectiva del llamado pluralismo cultural han resuelto dar batalla contra las versiones “eldsicas” sinte~ tizadas en la f6rmula de la sociedad como crisol de razas. Existe pues en este terreno especifico algiin material como para iniciar el debate. Revisar sus términos, sus alcances y Jimitaciones puede ser un buen punto de partida para provocar tuna discusin mas amplia sobre pluralismo y nacion. Un modelo de nacién Durante las primeras décadas de la gran inmigracién, 1a lite politica argentina confiabaen las bondades intrinsecasde la incorporacién de europeos portadores de los valores de la Civilizacién al cuerpo de la sociedad local, cuyos componen- lcs nativos aparecian como decididamente incapaces de pro- tagonizarel proceso de transformacién que esa elite se propo- nia conducir desde cl Estado, En la lucha que ella estaba dispuesta a librar contra las Fuerzas del pasado y la tradicién, Jos inmigrantes eran considerados actores principales, miem- bros privilegiados de una nacién que se forjaria a partir de los ‘deales de libertad y progreso postulados desde arriba y supuestamente compartidos por los recién legados. En esta tapa, los inmigrantes eran pensados, pues, como la materia prima de fa nueva nacionalidad. S6lounas décadas mds tarde, en losalboresdel nuevo siglo, cuando los inmigrantes sumaban cientos de miles y las trans- formaciones por las que atravesaba la sociedad resultaban ala vez que més espectaculares, més draméticas y conflictivas que lo previsto por las éites dirigentes, se imponfa una nueva concepcién de nacién. Agotado"...ese progresismo liberal que se proponia—utilizando entre otros instrumentos la inmi- cién masiva— construir wna nacién contra su pasado més bien que a partir de 61" 2, fue surgiendo un nuevo nacionalis- ‘mo, que priorizaba la cuestién nacional sobre cualquier coin- cidencia ideolégica. Nacido como respuesta al desafio que re- presentaban las caras oscuras del proceso de modemnizacién, on su secuela de conflictos sociales y de marginalidad ‘urbana, este nuevo nacionalismo era, sin embargo, “algo més que una receta de control social” y en un momento de agudi- ? “‘Tulio Halperin Donghi: “Para qué ln inmigracion? Ideologta y politica inmigratoria y aceleracidn del proceso modemizador: el {caso argentino (1810-1914)" en Jahrbuch fur Geschichte von ‘Staat, Wirtschaft und Gesellschaft ateinamerikas,vol, 13,1976, p. 482. También publicado en su libro El espejo de la historia, Buenos Aires, Sudamericana, 1987. BS TGi ie KF: a ens zacién de las rivalidades interimperialistas en el mundo, reflejaba “la necesidad de una cohesi6n nacional més s6lida Para afrontar (ese) clima...”®, Para lograr esa cohesi6n, desde ‘el Estado se instrumentaron medidas y pusieron en marcha distintos dispositivos cuyo fin era doble: por una parte, inte- sgrar; porla otra, segregar. Integrarlo asimilable, incorporarlo ‘que se consideraba incorporable, ala vez que aislar a aquellos individuos 0 focos resistentes al orden que se imponta desde arriba. “En este registro, la nacién se constituye como una maquinaria necesariamente autoritaria que integra a condi- cidn de segregar...™. Los inmigrantes y sus descendientes ‘estaban en el centro de las preocupaciones de una ideologia ue precisamente se proponta la “nacionalizacign compuls- 1a argentinizacion, ™ Mis alld de los conflicts a que pede haber dado lugarla puesta en marcha de ese proyecto, mds allé incluso de sus Exitos y sus fracasos, en el mediano plazo fue aceptado en {érminos generales por buena parte de la sociedad argentina, que ademas adopts como valor positivo la nocién de crisol de razas. De esta manera, las bases de ese disefio de sociedad no solamente no fueron puestas en cuestién en términos de valores, sino que tampoco se puso en duda cudl habia sido el resultado efectivo de todo el proceso: se estaba frente a una sociedad que era un crisol. Las migraciones internas que se aceleraron a partir de 1930 y las que luego provinieron de los paises vecinos de Latinoamérica no hicieron sino acentuar esa conviccién: para quienes integraban las mayorias urbanas blancas, descendientes de los inmigrantes europeos, no cat duda de que ellos formaban parte de una amalgama previ definida ahora también merced a la diferencia, a la distancia, racial y social que los separaba de las nuevas oleadas de 2 Ibid, p. 480. * Oscar Teran: José Ingenieros: Pensar la Nacién. Buenos Aires, Alianza Bolsilio, 1986, p. 48. Thid. p. 44 Vo Th 88 Ts SA sae HF 3 Dos 6pticas Esta imagen del proceso de formacién de la sociedad nacional de alguna manera fue confirmada en la década del 1960, cuando la etapa de Ia gran inmigracién comenz6 a ‘estudiarse. sistematicamente, En el campo: académico, los trabajos cldsicos que sentaron las bases de esta visin son los de José Luis Romero y Gino Germani. Con la sugerente expresiOn de sociedad aluvial Romero caracterizé temprana- mente el perfodo de la gran inmigracién cuando“...elaluvién inmigratorio incorporado a la sociedad criolla adquirié carac- teres de conglomerado, esto ¢s, de masa informe, no definida en las relaciones entre sus partes ni en los caracteres del Conjunto” § y enfatiz6 el proceso de cruzamiento entre masa innfigrante y masa criolla. Por su parte, y teniendo en cuenta la magnitud del impacto inmigratorio en este pais, Germani descarté toda posibilidad de absorcién de esos extranjeros en el cuerpo de la sociedad nativa, sosteniendo en cambio la hipOtesis de la emergencia de una nuevaestructura y un nuevo tipo social, producto sincrético de los diversos componentes: nativos y extranjeros que se conjugaron en esa Argentina crisol de razas. Estas hipstesis influyeron de manera decisiva en los raba- {jos posteriores de historiadores y cientificos sociales. Inspira- ‘dos por el paradigma integracionista que atravess buena parte de la literatura social entre la segunda posguerra y 1970, en particular de la referida al proceso de modenizacién en los EEUU, los estudios sobre la Argentina buscaban también en las nociones de asimilacién ¢ integracién Jas claves para explicarla historia, De esta manera, y aunque con un punto de ida diferente, se volvfa a mirar al pasado atendiendo sobre todo a los fendmenos de hibridacién y mezcla, Es contra estas hipdtesis basicas que en estudios recientes se despliega cl arsenal de quienes se proponen demostrar que el proceso de incorporacién de los inmigrantes a la sociedad argentinarespondié mas al modelo del pluralismo cultural que alde crisol derazas, es decir, cuestionando las ideas de fusién, amalgama e hibridacién, y sosteniendo aquellas que subrayan laperduracién de identidades éinicas, de limites entre grupos, ¥ Proponiendo la imagen de la sociedad como mosaico plu- ral En realidad, ni Germani ni Romero formularon una visign tan esquerdtica del proceso de incorporacién de los inmi- ‘grantes que Hegaron a la Argentina entre 1850 y 1930, pero tanto sus continuadores de ayer como sus oponentes de hoy eligen eliminar los matices originales para dar asi mayor fuerza a sus argumentos, Obviamente, estos trabajos estin inspirados por la éptica del pluralismo cultural desarrollada —y también muy critica- da—en los Estados Unidos, éptica que resulta atractiva para volver sobre el pasado pues, como dijimos, introduce Ia posibilidad de pensar el proceso de formacién de la sociedad nacional de manera novedosa. En tanto cuestiona que la disolucién de las identidades parciales y de las diferencias haya sido Ja condicién necesaria para la integracién de la nacién, a la vez que postula la pluralidad como modelo deseable, abre un nuevo campoproblematico,enel ual tienen tun lugar privilegiado todos los aspectos referidos a la persis José Luis Romero: Las ideas polliicas en Argentina, Buenos Aires, FCE, 1946, p. 175. Ver esp. Gino Germani: Politica y sociedad en una época de transictén, Buenos Aires, Paidés, 1968, 4 joe, 40. nt yo tencia de formas diversas de identidad y solidaridad grupal. Descubrir esas formas, mostrarias, demostrar su vitalidad y su vigencia han sido pues objetivos centrales para historiadores y cienifficos sociales enrolados en esa comente. En el caso argentino, los trabajos que han adoptado este cenfoque son, en un sentido, menos ambiciosos. En efecto, su preocupaciGn central ha sido ade demostrarlapersistenciade identidades étnicas en el proceso de incorporacién de los. inmigrantes a la sociedad nacional. Pero en otro plano, estos trabajos van un paso més alld, pues no se conforman con mirar Ja historia con esta nueva perspectiva, atendiendo a las cues- tiones que ella permite poner de relieve, sino que sostienen ‘que en nuestro pais el resultado efectivo del proceso de formacién nacional se ajusté mds al modelo de mosaico plural que al de crisol de razas. Sin duda, en la demostracién de este ‘ltimo punto quienes han adoptado esta perspectiva han sido ‘menos exitosos que en la tarea de renovar los estudios sobre inmigracién. En su entusiasmo por destacar la conservacién elo éinico, exploran solamente los aspects que les permiten probar que-esa dimensién existi6, sin atender a aquellos que podrian marcar precisamente Los limites de esa dimensién. Existian fuerzas, mecanismos, procesos que contribufan ala integracién de los inmigrantes a la sociedad argentina, tal ‘como lo propone el paradigma del crisol de razas? Basta una répida mirada a la literatufa hist6rica sobre el periodo para permitirnos responder positivamente ala pregunta, pues tanto ‘nel terreno material como en el simbiilico, en muy variados ‘campos aparecen indicios de la existencia de tendencias que ‘apuntalaban el proceso de asimilacién. Los trabajos que se inscriben en el pluralismo cultural no dan, no pueden dar, ‘cuenta de esas cuestiones. Quedanas{ muchos temas sin tratar, zonas enteras de la problematica inmigratoriaque no encuen- tan espacio para plantcarse desde este enfoque, He aqui los limites de una éptica que se propone como alternativa a la visidn clisica y més arraigada fundada en el paradigma integracionista. En una y otra tres planos se super- ponen y confunden, pues en cadacaso no solamente se trata de tuna manera alla vez de mirar el pasado y de interpretarlo, sino también de pensar el presente. y el futuro en funcién de un modelo de sociedad deseable, En ese sentido, ambas visiones se plantean como excluyentes, y en esencia, optimistas: cada cual confirma quel proceso siguiéel cauce que aparece como. deseable, minimizando conflictos, resistencias, cont ‘Atender a ellos sin duda lleva a poner en cuestidn la posibilidad misma de pensar el problema en términos dicot6- micos de la asimilacién o no de los inmigrantes a la sociedad argentina, Pluralismo sin esencias ‘Tal vez habria que plantearse ef problema de manera diferente, pues, como ya seftalara Germani, resulta por lo menos forzado hablar de “integracién” o “asimilacién” a una * Buena parte de los artéculos que publica Ia revista Estudios Migratorios Latinoamericanos pueden ubicarse en esta corrien- te, Unconjunto deestos aticulosha sido compilaco por Femando Devoto y Gianfausto Rosoli en dos volienes: La inmigracién italiana en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1985 y L'talia zella Societa Argentina, Roma, Centro Studi Emigrazione, 1988, 9 Ver Hilda Sabato: “El pluralismo cultural en In Argentina: un balance erftioo”, Buenos Aires, 1988 (en prensa), a gt v 1 ot “sociedad argentina” para los inmigrantes que llegaron a este pais hacia fines del siglo pasado y principios de éste. En ‘efecto, ¢s dificil concebir una “sociedad argentina” previaa la incorporacién de los millones de inmigrantes que fueron parte Principal de la profunda transformacién que convirtié al territorio argentino en una nacién. Més bien habria que pensar cémo se construyé una nueva sociedad en toda ésta etapa, ‘e6mo se articularon los diversos sectores, los recién venidos de todas partes, inmigrantes europeos de diferentes orfgenes, migrantes interns, los que eran locales pero que posiblemen- te también se sentfan “extrafios” en un mundo que cambiaba aceleradamente, Con esta perspectiva, habria que preguntarse entonces si existian fuerzas, mecanismos © procesos que favorecieran la disolucién de las identidades originarias, como quiera que estas se definieran, y que alimentaran 1a cconstituci6n de nuevas identidades. Paraello, hay que mirara a sociedad misma en su dindmica, pero también al Estado, pues en esta etapa desde el Estado se propusieron y pusicron ‘en marcha mecanismos tendientes a promover, acelerar, in- Cluso forjar ese proceso, con la conviccién de que ese era el camino para forjar 1a nueva nacionalidad. {Por qué noconcebirentonces el proceso de incorporacién de inmigrantes como parte del proceso mas amplio, muy conflictive y contradictorio, de formacién de la sociedad nacional, caracterizado por una tensién permanente entre los mecanismos de preservaci6n de idades, identidades, instituciones étnicas y sectoriales previas, y aquellos que tendian a disolverlas y a forjar otras nuevas? No se trata simplemente de postular el éxito de un modelo de nacién impuesto desde arriba, desde el estado, sobre una sociedad inerme o indeferente, fracasada o derrotada, sino de explorar de qué manera y en qué direccién, en el seno de esa sociedad isma, en Su Yertiginosa transformaciGn, se fucron produ- cciendo los cambios, Para hacerlo, tal vez. seat necesario pensar de manera diferente 1a nocién misma de sujeto y revisar el tema de la identidad, para atender a posibles procesos de ruptura y fragmentaci6n. Descartar la idea de una identidad esencial, Darece un paso indispensable para preguntarse no s6lo por el Conflicto y la convivencia de identidades que pueda haberse dado en cada individuo (sociales, culturales, de género) sino también de los que puedan haber aparecido en términos colectivos. Perosobre todo, serd necesario pensar de manera diferente elproceso de formacién de la nacién, Porque tanto el enfoque integracionista como el pluralista abordan la historia de ese proceso a partir de concepciones previas muy fuertes de cémo debe ser una nacién, concepciones que remiten a supuestas esencias y que actian como referencias miticas. El proceso histérico no seria sino el despliegue en el tiempo de esas esencias: Ia nacién comoamalgama olanacién comomosaico Son, por Jo tanto, més que un resultado, un punto de partida. De esta manera, la introduccién del pluralismo cultural como enfoque para el tratamiento de nuestra historia, y en Particular en el andlisis de ta inmigracién, no ha alcanzado para desmitificar la nocién de nacién, ni para devolver a csa historia su carga de conflicto. Tareas que quedan pendientes para quienes aspiramos a la construccién de una sociedad Jaica, pluralista, donde el conflicto no se reprima ni aplaste en nombre de supuesias esencias compartidas. Literatura Ar Wldddldlddddd lodria decirse que la literatura de Borges dibuja uno de jos paradigmas (si no ef paradigma) de la literawura ‘argentina: una literatura consteuida (como la nacién misma) nel cruce de la cultura europea con la inflexién rioplatense del castellano en el escenario de un pafs marginal, Sobre el modelo de “las orillas”, que Borges inventa en sus ues primeros libros de poesfa, hay que pensar también el lugar que Borges ocupa. Borges libera a “las orillas” del estigma que socialmente acompafiaba al compadrito, llamado en ocasiones, también, orillero, En lugar de considerar alas orllas un limite después del cual s6lo puede saltarse-al mundo rural de Don Segundo Sombra, Borges se detiene precisamente alli y hace del limite lunterritorio y una metéfora. Elige inseribir una literatura en cl limite, reconociendo de alguna maneraen él una formacifrada de la Argentina. Las orillas ticnen las cualidades de un territorio imaginario, superficie indecisa entre la Ianura y las primeras casas de la ‘ciudad, una topologfa urbano-criolla cuya definicién yaclasi- ca.es la calle “‘sin vereda de enfrente”. La linea del limite se ensancha en las orillas cuando se convierten en espacio literario. ¥ , al mismo tiempo, sehace porosa. Laescenogragia de las orillas est4 horadada por baldios y tapias con homaci- nas, por la transparencia de las verjas y de los cercos de plantas, por patios desde donde la mirada escapa ala indeter- minacién del cielo. O, por lo menos, ésta es la construccién borgeana de un suburbio que ya desaparecfa cuando escribe Fervor de Buenos Aires, Cuaderno San Martin y Luna de enfrente. A Jas orillas llegan “los carros del verano” y huelen a llanura; sus colores son también los que se usan allf donde Jas orillas terminan francamente en el campo. En las orillas, imperceptiblemente, la pulperfa se transforma en almacén, la esquinarural enel cruce de doscalles. Borges escribe un mito para la ciudad que, en su opinién, andaba necesiténdolos, 8 1 ro tT £8 entina WVU Beatriz Sotlo MMMM Desde un recuerdo de Buenos Aires, que casi no es suyo, ‘pone a la ciudad modema, esta ciudad estética sin centro, construida totalmente sobre la matriz.de un margen, Lo que cera evidente para sus contempordneos, sc vuelve invisible en la poesfa de Borges durante los aflos veinte: Arlt o Gonzalez Tufién 0 Girondo no podian sino descubrir el movimiento de Jo nuevo, Borges reconstruye aquello que probablemente no haya existido del todo y que, por eso mismo, se convierte en un soporte de Ia nostalgia. Las orillas amenazadas de la literatura estin en cualquier parte de la ciudad, precisamente porque el margen que son no tiene centro. Una de sus formas, ademAs del suburbio, es el barrio cuyo ‘tono” experiencial y estético también fluye en un recurso al pasado: “Alguna vez era una amistad este barrio, un argumento de aversiones y afectos, como las otras cosas de Jamnor, apenas si persiste esa fe {en unos hechos distanciados que morirén: cen la milonga que de las Cinco Esquinas se acuerda, enel patio como una firme rosa bajo las paredes crecientes, ‘en el despintado letrero que dice todavia La Flor del Norte, en los varones de guitarra y envido del almacén, en el recuerdo estacionario del ciego. Este disperso amor es nuestro desanimado secreto. Una cosa invisible esté pereciendo del mundo, ‘un amor no més ancho que una misica. Se nos aparta el barrio, Jos balconcitos retacones de mérmol no nos enfrentan cielo. Nuestro carifio se acobarda en desganos, la estrella de aire de las Cinco Esquinas es otra”.! 1 “Baio None”, de Cuaderno San Martin, en JLB., Poemas (1922-1943), Buenos Aires, Losada, 1943, Esta edicign respets, sin eorrecciones, la primera, o E v he oer ia La naturaleza de las orillas se revela en el movimiento del pascante y, también, en ¢! movimiento del lector que recorre de nuevo los rastros dejados por la literatura argentina que Borges reconoce en cl siglo XIX: la poesia gauchesca. En uno de sus prélogos al Martin Fierro, Borges afirma: “Una fun- cin del arte es legar un ilusorio ayer a la memoria de los hombres” , Este ilusorio ayer es también, o quizds fundamen- talmente, un lugar que, en toda su lectura del Martin Fierro, Borges disputa al campo, porque prefiere "esas calles largas que rebasan cl horizonte y por las cuales el suburbio va ‘empobreciéndose y desgarrandose tarde afuera” * Borges no podia sino interesarse por Carriego. Alli, de maneratorpe si se quiere, estaba una materia que losescritores de su época consideraron marginal. Si, en la primera década deeste siglo, el centro litcrario cra Lugones y el modemnismo, Carriego era precisamente el margen: un escritor que habia tratado deser modemnista, paraencontrarluego,enunadecena de poemas sobre el suburbio, una forma atenuada del senti- ‘mentalismo que profetiza los tangos de Homero Man: Carriego podia ser contrapuesto a Lugones, invirtiendo, conesta ola operacién, todas las jerarquiasestético-ideolégi- ‘cas que organizabanalaliteraturaargentina. La liquidacién de Lugones fue una de las tareas donde Borges invirtié con mas ‘conviccién su ironia critica, desde los primeros textos de la década del veinte, Evarisio Carriego es un capitulo funda- ‘mental de esta militancia, Por otra parte, Borges reconoce en 61 un pre-texto, en su sentido més literal. Carriego es el texto anterior a sus propios Cag hae scribi6 lo que Borges no iba aescribir jamais pero que necesitaba como punto a partir del cual elaborar una teoria de laliteratura argentina, La cancidn del barrio es un secteto Ur- ‘Text, una hipstesis necesaria para la primera poesia de Bor- Bes. La biograffa que Borges eseribe sobre Carriego es, obvia- mente, también un pre-texto.* La historia de Palermo, que constituye el primer capitulo del libro, es un pretexto de historia, donde se traman algunas de las imagenes que Borges ya habia trabajado con detalles en los que la tinica necesidad proviene de la poesfa de Borges. El segundo capitulo, "Una vvida de Evaristo Carriego” ,comienza exponiendo la paradoja de “que un individu quiera despertar en otro indi recuerdos que no pertenecieron més que a un tercero”: es decir, que comienza afectando criticamente la idea misma de biograffa. Luego, una lgica inicamente subjetiva hilvana los “hechos' de la vida de Carriego, con los que Borges le atibuye y que se convierten en recuerdos de Borges. Los doscapitulos Siguicntes (en apariencia sobre Misasherejesy La canciéndel barrio) abundan en ocultas remisiones al primero y terminan con una definicién de la materia postica de Carriego que, en verdad, puede leerse rectamente como una postulacién bor- geana de las orillas, El Evaristo Carriego, entonces, finge ser una biografia cuando en realidad se construye como un texto alque Borges pausadamente, y alo largode dos décadas, le fue agregando péginas lamadas complementarias, epigrafes, microrrelatos, cartas, que se relacionan de manera demasiado oblicua con su pretendido objeto, Borges dijo que los relatos de Historia universal de la 2 Jorge Luis Borges, Prblogos con un prélogo de prélogos, Buenos Ales, Torres Agtero Editor, 1975, p94, El texto citado es de 1962. > Inquisiciones, Buenos Aires, Proa, 1925, p. 58. prea we 0 aye * “La inocente biografia resulta un texto desapacible, insidic eseribe Sylvia Molloy, Las letras de Borges, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, p27. infamia habian sido los ejercicios de un timido. También Pertenece a un timido esta biografia en la que tanto como ‘construirse a Carriego se construye el personaje “Borges” y se disefia la topologia imaginaria del suburbio, el limite entre la ciudad decente y la ciudad del compadrito, como uno de los ‘espacios de su literatura. Més que la biografia que no fue, Evaristo Carriego es un tratado: el primer tomo de una cenciclopedia sobre el Titn suburbano que Borges inventa bajo Ja nibrica de Buenos Aires. Y en este tomo no podia estar ausente, como en la enciclopedia de Tlin, una idea sobre el arte. “Bn lo atafiente a negar la existencia aut6noma de las cosas visibles y palpables, ftcil es avenirse a ello pensando: Ia Realidad es como esa imagen nuestra que surge en todos los. ‘espejos, simulacro que por nosotros existe, que con nosotros: viene, gesticula y se va, pero en cuya busca basta ir, para dar siempre con él” Esta profesidn de fe idealista, escrita por Borges cuando tenfa poco mas de veinte afios, descansa sobre. ‘una metéfora que subraya la nocién de simulacro. La literatu- 1a, especialmente, inventa esos espacios cuyo poder de con- ‘vencimiento no est4 sino en la ilusién producida en el texto (que induce a lo que Borges gusta llamar, citando a Coleridge, “la suspension de la duda”). ““Carriego” y “las orillas” no son en este sentido simulacros de Buenos Aires o de un poeta ‘menor, sino simulacros de lo que Borges escribe y, sobre todo, desde donde lo escribe. La realidad de ese personaje y ese espacio se funda, precisamente, en la invencién. Pero, ,por qué Carriego y por qué “las orillas”? De este modo, Borges funda su literatura oponiéndose a dos puntos de resistencia. Muchas veces se ha dicho que los primeros libros de Borges, sus articulos de Proa y Martin Fierro, significan una ruptura con Lugones y el modernismo. Responden a la pregunta sobre cémo escribir después de y en contra de Lugo- nes. Me parece un punto suficientemente claro y, en conse- cuencia, preferiria pasar al otro: creo que Borges también busca y propone una literatura diferente a Don Segundo Sombra. Es cierto que jamas practic con Guiraldes los juegos de guerilla literaria que le inspiraba Lugones. Giiraldes estaba del lado de acd de las vanguardias del veinte, dirigié con Borges Proa y fue Borges uno de los destinatarios de sus reconocimientos abundantes a la misién renovadora que la juventud tenia en la literatura argentina. Sin embargo, es posible hipotetizar que Borges se vela ciertamente alejado de la soluci6n estética presentada en Don Segundo Sombra, E} gauchismo de Gtiraldes podia ser, para Borges, demasiado compacto. Cargado de pormenores cam- peros, abundante en descripciones de las tareas gauchas, respetuoso del costumbrismo, Guiraldes tiene que haber sido’ para Borges un novelista problemdtico. En “El escritor argentino y la tradicién”, Borges hace una especie de defensa de Don Segundo que, a poco de ser leida. con cuidado, siembra la duda: “Los nacionalistas nos dicen que Don Degundo Sombra es el tipo de libro nacional; pero si comparamos Don Segundo Sombra con tas obras de ta tradicién gauchesca, lo primero {que notamos son las diferencias, Don Segundo Sombra abun- ddaen metAforas de un tipo que nada tiene que ver con el habla de lacampatfia y s{con las metaforas de os cendculos contem- pordneos de Montmartre. En cuanto a la fébula, ala historia, es fécil comprobar en ella e! influjo del Kim de Kipling, cuya accidnestéen a India y que fueescrito,asu vez, bajoelinflujo 5 “La encrucijada de Berkeley”, Inquisiciones, cit., p. 120. 8 1 e of Oy T 0 de Huckleberry Finn de Mark Twain, epopeya del Misisipi, Al hacer esta observacién no quiero rebajar el valor de Don ‘Segundo Sombra; al contrario, quiero hacer resaltar que para ‘que nosotros tuviéramos ese libro fue necesario que Glliraldes, recordara Ia técnica poética de los cengculos franceses de su tiempo, y la obra de Kipling que habla lefdo hacia muchos afios; es decir, Kipling, y Mark Twain, y las metAforas de los, poetas franceses fueron necesarios para este libro argentino, araeste libro que no es menos argentino, lo repito por haber aceptado esas influencias”.® La defensa de Don Segundo es impecable, pero, precisa- ‘mente por ¢s0, me gustaria interrogarla en el marco del texto que la incluye. Borges, pocos pdrrafos més arriba, ha hecho su ‘eélebre afirmacién sobre la ausencia de camellos en el Cordn, ‘usencia provocada por la certidumbre que Mahoma experi- mentaba sobre su ser drabe. La ausencia de camellos, razona Borges exagerando hasta la paradoja la forma de su argumen- to, bastaria para probar la arabidad del Cordn. El ejemplo le permite expresar su deseo de una literatura argentina discreta, en su manejo del color local. Enseguida, pasa a criticar sus primeros libros que desbordaban, a su juicio, de cuchilleros, tapias y arrabales, Inmediatamente después viene la defensa transcripta de Don Segundo. Noes dificil pensarla como una contradiccién. Pero prefe- rirfa considerarla como un argumento, que tiene mucho de argucia, en su polémicacon el nacionalismo literario, Borges les arranca a los nacionalistas un texto, para demostrarles que ‘se texto, exhibido por ellos como realizacién de lo argentino, 8 precisamente una escritura de cruce cultural.’ La ironia presente en la frase “cendiculos contemporiineos de Montmar- tre", a los que Borges no era aficionado, es s6lo una de las marcas que autorizaa pensar que, més que una defensadeDon Segundo, Borges toma ata novela también como pre-texto al utilizarlacn una argumentaciGn polémica respecto del nacio- nalismo. La elogia, pero las razones que anteceden y siguen tienden mds bien a atenuar casi por completo su juicio, Don Segundo es. una novela demasiado evidentemente criotla para Borges. Las marcas localistas no serfan prueba sino objecién respecto de su ‘argentinidad’, puesta tan de ‘manifiesto como para despertar todas las sospec has. La abun dancia y seguridad con que Goiraldes presenta el saber, la experiencia y el aprendizaje gauchos va en contra de lo que Borges considera cualidades bdsicamente argentinas: el pu- dor, a reticencia (que elogia en La urna de Enrique Banchs) estén ausentes de la exhibicién estilistica y narrativa de Giliraldes. Hay demasiados eaballos en Don Segundo para considerar seriamente su pretensién de texto nacional. ‘Borges preparael camino parael resto desu argumentacion ¥ Ja conduce con habilidad a su niicleo ideolégico-eststico: “Creo que las argentinos, los sudamericanos en general, fesiamos en una situaciGn andloga {a la de los judios y los irlandeses}; podemos mancjar todos los temas europeos, manejarios sin supersticiones, con una ireverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”,” Precisamente esto es lo que Borges hace en su primer libro de relatos, Historia universal de la infamia, trabajando sobre ‘materiales de segunda mano, versiones europeas de ficciones © Discusién, en Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 2. 7” Ibid.,p.273. A partirde esta mismacita, Sylvia Molloy desarrolla ‘el concepto de “lateralidad” de Borges en ln cultura occidental. eee v an) t ® orientales, vidas de bandidos norteamericanos, episodios casi insignificantes con piratas o falsos profetas, Dentro de la cultura occidental y sus versiones de Oriente, Borges va buscando historias marginales, ajenas a las grandes tradicio- nes literarias y que, en algunos casos, anuncian su gusto por el policial o subrayan su respeto por el relato de aventuras. Sus fuentes son libros menores 0 poco conocidos (excepto Vidaen el Misisipi de Mark Twain) en los que entra con la libertad de ‘un marginal que se sabe trabajando en los margenes. Elige temas tan evidentemente exéticos que seria muy dificil considerar seriamente el problema de su exotismo respecto del mundo rioplatentse. Y ademds, estos temas atraviesan un proceso de acriollamiento verbal que anuncia, ‘con premeditacién, el ltimo relato del libro y primer cuento ‘de compadres de Borges, “Hombre de la esquina rosada” (que ‘au vez es reescritura de “Hombres pelearon”, un brevisimo de milagros y exética. Y luego, operando como lectores trégicamente activos, piensan el pian de actuar ese texto-en la estancia, crucificando al hombre que se los ha comunicado. La emocién de los Gutres nace, entonces, no de! parecido sino de la diferencia, Pardibola sinicstra del poder dela lectura, ensefia de todas formas cules son, segtin Borges, las fuerzas de la imaginacién para la que el cruce cultural es un espacio imprescindible. “Funes el memorioso” poxtria ser entendido como puesta ‘en escena ficcional de lo que sucede cuando el discurso se produce prescindiendo de la mezcla, Funes puede recordar itamente pero es incapaz, afirma Borges, de pensar: “Pensar ¢s olvidar diferencias, ¢s generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no habia sino detalles, casi inmediatos”, La literatura es, precisamente, una de las précti- cas sim bélicas que rompe esa inmediatez ligadaa la memoria, Ladistancia, afirmaria Borges, concebida como desplaza- miento geogeifico, cultural, poético, y ejercida como derecho de latinoamericanos, no s6lo hace posible la ficcién, sino que funda cl placer del lector, También Don Segundo Sambra es el sustento de una ironfa con la que Borges, varias décadas después, en 1970, vuelve a ficcionalizar esta proposicién {e6rica, En unaestancia del partido de Junin, afines de los aos veinte, un hombrede Buenos Aires comparteelaislamientode una inundacién con una familia de peones: En toda la casa nohabfa otros libros que una serie de larevista La Chacra, un manual de veterinaria, un ejemplar de lujo del ‘Tabaré, una Historia del Shorthorn en la Argentina, unos uantos relatos erdticos o policiales y una novela reciente: Don Segundo Sombra, Espinosa, para distraer de alguin modo Jasobremesa inevitable, leyé un par de capitulos a los Gutres, que eran analfabcios, Desgraciadamente, el capataz habia sido tropero y no le podian importar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era liviano, que levaban siempre un carguero ‘con todo lo que se precisa y que, de no haber sido tropero, no habria egado nunca hasta la Laguna de Gémez, hasta el Bragado y hasta los campos de los Nificz, en Chacabuco” °, Lo que Borges hace con el episodio de la lectura de Don Segundo alos peoneses, finalmente, afirmarla libertad o, més bien, lanecesidaddelamezclacultural. LosGutres, del cuento “El Evangelio segiin Marcos”, no encuentran placer en la lectura de la novela de Gtiraldes, porque no pueden percibir ‘en ella ninguna diferencia, El Evangelio que después les lee Espinosa, en cambio, los fascina por la historia ala vez ena Ja percepci6n y Ia repeticién, La literatura trabaja con lo heterogéneo, corta, pega, salta, mezcla: operaciones que Funes no puede realizar con sus percepciones ni, por lo tanto, ‘con sus recuerdos. El destino de Irineo Funes, habitante como Borges de “un pobre arrabal sudamericano”, es quedar preso de la materia de su experiencia, Encerrado en un mundo donde no hay catego- rias sino percepciones, Funes puede proponerse sdlo tarcas imposibles: las del arte clasificatorio, muchas veces ironiza- das por Borges, por ejemplo en "El idioma analitico de John Wilkins”, Funes, por otra parte, es una parabola acerca de las posibi- lidades ¢ imposibilidades de la representacién. Cuento filos6- fico sobre teoria literaria: esta serfa una de sus posibles lecturas, Porque Funes lleva hasta el limite tos problemas de la representacién de la experiencia y el recuerdo de la expe- ricncia en el discurso, Funes est4 cautivado por lo que Borges lamarfa el azar desprolijo de la representaci6n realista. Su situaciGn es desesperada: el tiempo de lo narrado y el tiempo la narracién coinciden en su discurso de manera perfecta: “Dos o tres veces habia reconstruido un dia entero; no habia dudado nunca, pero cada reconstruccién habia requerido un dia entero”? Funes ignora las elipsis y no puede cortar el continuum del tiempo recordado para organizarlo en la linea antificiosa del relato. Sin duda, Borges se planted el problema de cémo escribir “EI Evangelio segin Marcos", en El informe de Brodie, O.C., range Bi info P. 1069-70. rou mW tr ¥ o e enla Argentina y no s6lo de cémo escrit 6 la atraccion 9 “Funes el memorioso”, ©. C.,p, 486, Vou @ sf wv 9 y el limite de un destino sudamericano y los dramatiz6 en ‘cuentos tan iguales en sus diferencias, como “El sur” ¢ “Historia del guerrero y la cautiva”. En ambos, el mundo criollo o indio toma una revancha sobre el espacio urbano y letrado, En ambos, Dahlmann y la cautiva son reconquistados por la fascinacién que ejerce sobre ellos la dimensiGn simbé- lica de lo primitivo. Dahlmann, el bibliotecario que busca en cl sur algo més que la recuperacién de su salud, acepta el incomprensible duelo criollo que le exige un desconocido, que esa forma impuestadela muerteera, de todas las formas, la que hubiera elegido. La cautiva inglesa clige volver a la tolderfa, arrebatada, escribe Borges, por “un impetu secreto, un mpetu mds hondo que la razén”." La literatura trabaja con la materia de este impetu. Lo real y la historia imprimen una resistencia en la ficcién, que se ‘congtruye como un movimiento de separacién respecto de ellos. Ahora bien, para que esa separacién sea pensable, Borges repite la necesidad del principio de diferencia: la ‘muerte de Dahimannes significativano s6lo porque remata un destino de dueto criollo bajo el cielo de la llanura (peripecia que comenz6 aescribirse en Mariin Fierro), sino porque es un bibliotecario y nicto de un pastor protestante europeo, el hombre en quien ese destino se cumple. Dahimann, dice Borges, cultivaba un “‘criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso”, propio de un hombre de ciudad, lector de las Mil y una naches, ajeno a la dimensién arcaica (y quizés producida por el delirio) del pobre almacén dellanuraadonde llega para recibir el mandato de un duelo. La relizacién deestaheterogeneidad (verdadero-oximoron,como Joes la ‘india-de ojos azules-cautiva-inglesa’) es no sélo el doble origen de Dallmann, nieto por via matema de un jefe de {a infanterfa de frontera, sino la cultura argentina misma, Lamezclacs, al mismo tiempo, indispensable y problemé- tica, Borges esté muy lejos de las apacibles soluciones sinté- ticas que harfan de la Argentina el espaciode 1a fusién cultural. Por el contrario, toda su literatura esté atravesada por el sentimiento dela nostalgia, porque se coloca ene limite entre dosmundos, en una linea tenuue que los separa y los junta, pero ‘que por su existencia misma marca la inséguridad de las relaciones. En este sentido, la literatura de Borges es de fronteraentre Europa y América, marca distancias y transfor- ‘maciones, del mismo modo que la inscripcién de una escritura separa los espacios de la pagina de los espacios de la vida."" No se puede sentir nostalgia sino de aquello que se ha perdido, real o ilusoriamente, Borges perdi el saber de sus antepasados criollos y también, como argentino, a perdido tuna forma de Europa. Si pudo entrar y salir de ambos mundos estambién a costade una relativa separaciGn respecto de ellos. Esta es la libertad de los latinoamericanos (dird Borges) pero construida sobre la conciencia de una falta. Leer toda la literatura en Buenos Aires, escribir a partir de algunos deesos textos, serdi una experiencia incomparable con la del escritor que lee desde el territorio seguro de una patria que puede recordar como propia tna tradicién cultural, Esta encrucijada en que se producen los textos de la literatura argentina podria plantearse, en términos tedricos, con la paradoja de Pierre Menard. La ironia genera en “Pierre ‘Menard, autor del Quijote” un estatuto ambivalente que, de todas formas, es el que Borges prefiere para su discurso. El relato tiene un carfeter critico que se ejerce sobre el mismo *conocimiento’ que produce. “No querfa componer otro Quijote —Io cual es fécil—sino el Quijote, Intl agregar que no encaré nunca una transcrip- ‘cién mecénica del original; no se proponia copiarlo. Su admirable ambicién era producir unas paginas que coincidie- ran —palabra por palabra linea por linea—con las de Miguel de Cervantes”.'? Sobre los capitulos del Quijote que Menard logré escribir antes de su muerte, Borges afirma que “son jinfinitamente més ricos” que los de Cervantes, aunque, al mismo tiempo, son idénticos. ,En qué se funda el plus conte- nido en esta paradoja? Sin duda en que la aribucién a Menard de los capitulos del Quijote enriquece a través del desplazamiento y el anacronis- mo el texto de Cervantes. Se destruye, por un lado, ta idea de identidad fija de un texto; por el otro, la idea de autor; finalmente, la de escritura original. Con el método de Menard no existen las escrituras originales asi como también queda afectada la propiedad sobre una obra. El sentido se construye enunespaciode fronteraentreel tiempo de laescritura y el det relato, entre el tiempo de la escritura y el de 1a lectura. La ‘enunciacién modifica al enunciado. No hay posibilidad, dice Menard o dice Borges, de que un texto resulte igual asu doble oa su transeripcién exacta. Todos los textos son, desde este punto de vista, absolutamente originales, lo cual equivale a afirmar que ninguno puede aspirar aesta cualidad distintiva. Fascinado por las traduccio- nes (que son otra modalidad de la transcripcién, quizds més ardua y, en el Iimite, imposible), Borges ya habfa descubierto que “Presuponer que toda recombinacién de elementos es obligatoriamente inferior a su original, es presuponer que el borrador 9 es obligatoriamente inferior al borrador H —ya qué no puede haber sino borradores. El concepto de texto de- finitivo no corresponde sino a la religién 0 al cansancio”,!> La literatura se compone de versiones, La paradoja de Pierre Menard pone en escena el proceso de la escritura Hevandolo al limite del absurdo y la imposibilidad, pero haciéndolo, al mismo tiempo, visible, Esto, desde el margen ‘Reogréfico cultural del Rio de 2a Plata propone un nuevo tipo de colocacién para el escritor y la literatura argentina, cuyas ‘operaciones de mezcla, de libre eleccién sin “devociones” (para repetirla palabra que usa Borges) no tienen que respetar el orden de prelacién jerdrquica atribuido a los originales. Durante décadas, en la Argentina, se aprendié con Borges vunarelacién nuevay diferente con la literatura. Para ser literal: con Borges, la literatura argentina se reorganiza por completo, desde la tradicién gauchesca a la ficcionalizacion de la teorfa del imtertexto antes que ésta apareciera en los manuales de critica. Durante afios, Borges también fue un lugar comin de ‘escritores y lectores argentinos, traducidas sus obras a una especie de lingua franca donde era posible mezclar las peripe- ‘cias de sus relatos con las anécdotas que él inventaba para los ‘mass-media o los repotajes le atribufan. Demostrar queen sus texios el problema de la literatura argentina es una cuestién central parece un esfuerzo casi innecesario, desaparecidas 0 atenuadas las las de nacionalismo que 1o denunciaron.Es,sin, ‘embargo, una de las formas posibles de releerlo hoy, cuando Borges parece herido por la fama previa a su muerte y porla sombra inmévil de una gloria péstuma. 10 Historia del guerrero y la cautiva”, en El Aleph, O.C. 1 La frase pertenece a Edward Said, Beginnings, Nueva York, Columbia University Press, 1986, p. 237. 10 ! ro " 7 yo 12 “Pierre Menard, autor del Quijote", en Ficciones, O.C.. p. 446, 13 Las versiones homéricas”, en Discusién, O.C., p. 239. MS” Borges Sur Maria Teresa Gramuglio WWM 1. Estrategias de escritor [hors 10917 iy Cotes aes ation y publicaron juntos cuentos, traducciones, guiones ci niematograficos, crénicas parédicas, antologias, una casi novela y hasta algiin folleto de propaganda’, Usaron primero él seudénimo Honorio Bustos Domecq, luego B. Suarez Lynch y finalmente sus propios nombres, En los dos iltimos libros él nombre del autor ficticio que habia sido et primer seud6nimo aparece incorporado al titulo de las ficciones,y los nombres de los dos escritores figuran en ta tapa como nombre dc autor. Los desplazamientos de nombres y de seudénimos, sumadosal caso de unaescriturahechaentre dos, podrian abrir tun trabajo sobre la distincién y las relaciones entre las instan- cas de autor, escritor y narrador; sobre los usos del nombre y del seudénimo; sobre la cuestiGn de la firma; sobre originali- ddad y propiedad en la escritura y otros temas afines. Aunque 1 Las obras de ficcisn son: Seis problemas para don Isidro Parodi (conel seudsnimo H., Bustos Domecq), Sur, Buenos Aires, 1942. Dos fantasias memorables (con el seudénimo H. Bustos Do- mecq), Oportety Haereses, Buenos Aires, 1946. Un modelo para la muerte (con el seudénimo B. Suérez Lynch), Oportet y Hacre- ses, Buenos Aires, 1946. Y con sus propios nombres, Las orille- 108. El paraiso de los creyentes, Losada, Buenos Aires, 1955, Cronicas de Bustos Domecq, Losada, Buenos Aires, 1967. Nue: vor cuentos de Bustos Domecq, Libreria La Ciudad, Buenos Aires, 1977. Todas se han reeditado en el volumen de Obras completas en colaboracién de Jorge Luis Borges, Emecé (hay vvarias ediciones), Dialogos ‘este conjunto de cuestiones resultaria quiz4 el mas adecuado a las preferencias actuales de la critica, voy a interrogar una zona lateral y en buena parte anterior a esa practica entre dos: Ja red de textos personales que obran como un fondo de inteleccién y un trabajo preparatorio tanto para aquellos que Bioy y Borges escribieron juntos, como para algunas de las ficciones que pertenecen a la produccién individual de cada tuno. Y ello porque creo que, como si all empezara el verda- dero trabajo de colaboracién, en esa trama es posible leer las huellas de un conversado juego de réplicas que revela algo ‘mas que un didlogo intertextual 2, Un juego en que los dos jugadores, escondidos como los del truco en “el ruido eriollo del didlogo”, disentan estrategias de escritor que proveen la ‘apoyatura para los propios proyectos literarios, y en el cual, bajo la forma de un duclo (también criollo) disputan espacios y primacias, y dirimen, con fintas, con picardias, y también con ferocidad, cuestiones de postica y de politica acerca de la literatura nacional, Didlogo entonces, y también duelos, en los que Sur ocupa un lugar privilegiado como contexto de enunciacién; allf se Publicé la mayor parte de esos primeros textos laterales que exhiben sus huellas, y algunas de las primeras ficciones de Borges que resultaron de ellos. También alli se publicaron las primeras ficciones que Bioy y Borges escribicron juntos, las ‘cuales, como espero ir mostrando en estas notas, tienen més vinculos de los que habitualmente se seftalan con los motivos iniciales inscriptos en estos textos primeros. El tramo inicial de la red est formado por las resefias que Borges escribié sobre dos libros de Bioy anteriores a La invencién de Morel (esos libros de cuyo nombre Bioy dice que ni quiere acordarse), La primera es sobre La estatua casera’, En ella, Borges procede a una descalificacién de la literatura 2 Suzanne Jill Levine ha analizado buena parte de los textos que se mencionan en este trabajo, exclusivamente desde el punto de vista de las relaciones intertextuales, Véase su “Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, la utopia como texto”, en Revista Iberoamericana, N° 100-101, julio-diciembre de 1977. > Sur, N° 18, marzo de 1936, } fantéstica y proclama su casi inexistencia. Empieza diciendo: “Sospecho que un examen general de la literatura fantéstica revelarfa que es muy poco fantéstica”. A la postulacién del fantéstico que Bioy hacia en su libro, Borges opone los “modos de Chesterton”, esto es, del policial. Dellibro que esta comentando, Borges elogia, como vuelto hacia sus propios proyectos iniciales, nolo fant4stico, sino lo criollista y aun lo autobiogréfico, Paradéjicamente, también clogia ciertaforma de realismo*. Sin embargo, y ahi est lo paraddjico, termina ‘con una afirmacién que emparenta a Bioy con el fantéstico: “Que yo sepa, nadie resiente como Bioy la inestabilidad de la vida, sus muchas grietas de entresuefio y de muerte”, Muy poco después, Borges escribe la resefiade Luis Greve, muerio’. Los argumentos de la primera parecen en ésta darse vuelta, Primero, porque Borges, que habia criticado antes la incotferencia de Bioy, critica ahora como equivocados a ‘aquellos lectores que suponen incoherencia en Bioy, casi admitiendo haber sido 61 mismo uno de ellos. ¥ segundo, porque vincula el cuidado artficio de los relatos de Bioy con la literatura fantstica, a partir de lo cual procede a una ‘verdadera vindicacién del fantastico como un género que, por su rigor constructivo, puede oponerse a la narracién realista porentonces predominanteen la Argentina, y aun ala variante psicol6gica, representada en Sur por Mallea®. Escribe: *Cémo perdi Ia vista’ y ‘Luis Greve, muerto* pueden 0 no agradar, pero su rigor y su lucidez, su premeditacién y su arquitectura, son indudables, Se trata de dos cuentos fantésti- cos”. Y afiade: “Nuestra literatura es muy pobre en cuentos fantésticos. La facundia y la pereza criolla prefieren 1a informe tranche de vie o la mera acumulacién de incoheren- cias. De ahf lo inusual de la obra de Bioy Casares””. Mas all de la visible correccién del argumento inicial, creo que ¢s licito leer esta resefia en términos de estrategias de escritor, esto es, de construccién de espacios y alianzas para la propia escritura, cuando ella cuestiona la norma y propone un nuevo: valor. Como si Borges dijera: hay, en la literatura argentina, un casillero vacio; es el del fantéstico. Y él y Bioy Casares procederiin a llenarlo: en 1940 publican, uno, “Tlin, Ugbar, ‘Orbis Tertius” (en Sur), y el otro, La invencidn de Morel ® El didlogo y los duelos contindan en la red de textos primeros; Borges escribe el prologo dea invencién de Morel, donde vuelve a polemizar con la novela psicolégica, nto por Jo que estima su cardcter informe como por su pretensién de “Su voluntaria y cuidadosa incoherencia me impresions menos que us ocasionales desahogos autobiogréficos, que su nihilismo criollo”; "Entiendo que en ‘La vida miliple de Juan Ruteno' los feapitulos mejores son asimismo los que se parecen més a la realidad. Verbigracia: In evocacién del verano denigrane de Buenos Aires". Ibid. p. 86. ‘Sur, NP 39, diciembre de 1937. 6 John King sefiala que Borges, Bioy, Silvina Ocampo y Bianco ‘van formando, hacia 1940, un subgrupo que constituye una alternative esttica en el interior dela revista. Véase Sur. study ofthe Argentine Literary Journal and its Role in the Development ofa Culture. 1931-1970. Cambridge University Press, 1986, 7 Bstas resefias se vinculan con los articulos de preceptiva literaria ‘que Borges publicé desde 1a década del 30, también en Sur, algunos de los cusles fueron recogidos en Discusién. Alrespecto, ‘véase B. Sarlo, “Borges en Sur: un episodio del formalismo criollo", en Punto de Vista, afio V, N*16. ® La erica ha sefialado que la primera de las resefias que he ‘comentado aqu{ contiene el programa narrativo de “Tlén..." y ina alusién a Plan de evasin, que x su vez se prefigura en, “Tion...”. Véase S. J. Levine, cit, y E. Rodriguez Monegal, cit. pp. 205-6. 2 1 eS te 8 realismo, esto ¢8, por escamotear su naturaleza de artificio verbal. A estas novelas, Borges opone Ia honestidad de la novela de aventuras, queno se propone como transcripcién de la realidad, sino que admite de entrada su indole artificiosa y ficticia. ¥ les opone también el rigor de las tramas policiakes y fantfsticas. Segiin Borges, La invencién de Morel combina, justamente, rasgos de estos tres géneros: el relato de aventu- ras, el policial y el fantistico. Sobre todo por este sitimo, afirma,_La invenci6n.."traslada anuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo". Es decir, lo mismo que 41, Borges, habia prescripto para la literatura argentina en su resefia de 1936, lo mismo que pone en marcha con “Tis...” y con otros ‘cuentos que escribe poresa época. Vistoa laluz de estos textos laterales, el giro que se observa en fa produccién narrativa de Borges con las ficciones que empieza a escribir en los atios ‘cuarenta, parece estar muy ligado al didlogo con Bioy; su lectura de las ficciones de Bioy toma las formas de un uso estratégico y se inscribe, a su vez, en esa red textual donde se imprimen las huellas del duelo interno y de polémicas que, hacia afuera, recorren todo el campo literario. ‘A-esa red pertenece la resefta de Bioy sobre Jardin de senderos que se bifurcan, publicada en Sur en 1942, cuando Ly Borges ya habfan escrito juntos Seis problemas para don Isidro Parodi, La resefia refuerza los argumentos de precep: tiva que Borges habia prodigado en Sur. y elogia en los ccuentos la postulacién de una escritura autorreflexiva y de construcci6nri gurosa.Con menos jergay maselegancia, Bioy dice que Jardin. "crea y satisface la necesidad de una litera- tura dela literatura y del pensamiento”, ComoLainvencién. para Borges, Jardin, para Bioy, logra modificar la narrativa: inicia un género nuevo, o,“por ko menos”, atenéa, “lorenueva xy amplia”. Queda claro que es la novedad de los procedimien- tos y la facultad de producir un cambio en las convenciones lo que sustenta, otra vez, el valor. En su resefta de La estatua casera, Borges habia puesto en , Este leve defasaje cronolégico, inexis- {ente,con seguridad, para los mejor enterados, y en todo caso, répidamente superado por las propias urgencias del mercado editorial, marca la sorprendente dindmica de un pensamiento ‘que se abria a las seductoras promesas del discurso cieatifico ‘al mismo tiempo que segregaba Jas pautas de su propia negacién; que parecia colmar las expectativas de la moderni- dad con sus certezas epistemoldgicas, al tiempo que ensayaba las estrategias de su cuestionamiento y disolucidn, Encabalgadaen esta dindmica, lacritica literariadel estruc- turalismo, en su versién mas ortodoxa, no pudo reclutar los practicantesni disponer del tiempo necesariocomo para poner ‘a prueba sus propias hipétesis de trabajo, ni de organizar una actividad que ocuparacon plenitud el excepcional momentum que le concedia la coyuntura cultural. Entre 1967 y 1969, fieles a la descripcién programatica de Genet, o estimulados porlasaproximaciones lingifsticas de Jacobson, las formalis- tas de Todorov o las semiolégicas de Greimas ode Barthes, los primeros estructuralistas nativos, se reconocieran onoenesta ‘caracterizacién, respondieron al desafio de la hora. Los articulos recogidos por Nicoliés Rosa en el volumen Critica y significacién, (1970) *, impresionan todavia, en algén sentido, como una muestra estratogrifica en la que se ilustra el pasaje del existencialismo sartreano a la lectura del texto literario como reflexién sobre la lengua que loactualiza. EI mismo cardcter transicional se advierte en los trabajos recogidos por Noe Jitrik en El fuego de la especie (1971), enlaheterogéneacompilacisn preparada por Jorge Lafforgue, ‘Nueva novela latinoamericana (1969, 1974). Algunos de los articulos de esta coleccién: los de Ludmer, Gregorich, Barre- nechea, Jitrik, Rosa son, ciertamente, aplicaciones de lacritica textual inmanentista postulada por el estructuralismo. Oto, como el de Piglia, fluctiia entre esta consigna metodol6gica y las consignas de la fenomenologia y del marxismo. Y otro, como el titulado “Pruebas y hazaflas de Adin Buenosayres ofrece la absoluta novedad de proponerse como estricto ejer- cicio de aplicacién estructuralista, y como critica de sus supuestos metodolégicos. El grupo de trabajo integrado por Hortensia Lemos, Angel Nufiez, Nannina Rivarola, Beatriz Sarlo y Susana Zanetti, declara en la pagina inicial de este ensayo: “El andlisis estructural de Addn Buenosayres que proponemos, parte de las consideraciones te6ricas y métodos claborados por A. J. Gerard Genet, Estructuralismo y critica literaria, Cordoba, Edi- torial Universitaria de Cérdoba, 1967. “La structure, le signe et le jeu dans le discours des sciences hhumaines”, conferencia lefda el 21 de octubre de 1966, en The John Hopkins University, incorporada ego al volumen L'éeri- wre et la différence, Paris, Seul, 1967, Nicolés Rosa, Critica y significacién, Buenos Aires, Galera, 1970. Noe Titik, Elfuego dea especie, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 1971. Greimas, Roland Barthes y Tzvetan Todorov. A manera de hipdtesis, queseconfirmardalo largo del trabajo, describimos luna novela contemporinea de acuerdo con un modelo de andlisis del cuento folkl6rico”. Las consideraciones tedricas, Jos métodos y el modelo invocados permitieron al grupo establecer, efectivamente, un inventario de significados que rey la aparentecomplejiad del texto aun juego de opos- eS maniquea, tipica de una cosmovisién autoritaria © individualist; pero se mostrroaincompelentss para esalver Ja oposicién Adén Buenosayres-autor-realidad argentina, para resolver el conflicto que se suscitaba entre el andlisis de Jos componentes textuales y ia ideologia queeel grupo atributa alautor mismo de la novela: “(un) escritor que participade un ‘movimiento politico nacional y popular, con efectiva signifi- cacién revolucionaria en una América dependiente” °, Esta incompetencia, gruesamente inducida por un modo de inte rrogacin extrafioa las instancias te6ricas y metodoldgicas en juego, denunciaba, sise quiere, una apresurada apropiacién de Jos supuestos del estructuralismo; pero denunciaba también la, impaciencia que algunos ne6fitas empezaban a sentir por una critica que se auto-recortaba en el universo textual. Por via indirecta, la insdlita falencia metodoldgica que descubrian los lectores de la novela de Marechal, parecia introducir el discurso polémico con que los primeros eriticos del estructuralismo, en Francia, sefialaron el anti-historicismo delanueva escuela de pensamiento.No prosperdeste discurso polémico en la Argentina; no adquirié, al menos, el carécter pablico que adquirié en Francia, pero sus lineas de fuerza lampoco estuvieron ausentes de la escena, y aunque pocos reprocharon alos practicantes de la nuevacritica su distancia miento dela historia, muchos de estos practicantessecuidaron muy bien de ignorarla por completo. Es probable que al iniciarse la década del setenta, las inspiradas por la primera ola estructuralista, pudieran verificarse s6lo en la redaccién de monografias y {esis universitarias, La inica discusién viva de la proliferante problemética de la nueva critica siguié desarrollsndose, de todas maneras, fuera de una universidad intervenida por el gobiemo militar desde 1966, en seminarios y grupos de trabajo que funcionaron como una suerte de universidad paralcla a lo largo de toda la década, si se descuenta el tormentoso intervalo de los afios 73 y 74, y desbordéndola hasta la etapa inicial de los ochenta. Sin el respaldo de la, institucién universitaria, sin revistas especializadas (con la notoria excepeidin de Los libros), sin el aparato de promocién del periodismo cultural que habia instigado y agotado la fervescencia del boom, y, desde luego, en circunstancias politicas extremadamente adversas, la discusién de esta pro- blemdtica no alcanz6 la dimensién ni la difusién que el “Pruebas y hazafias de Adén Bucnosayres”, en Jorge Lafforgue, ‘Nueva novela latinoamericana, Buenos Aires, Paidos, 1974, Vol.2. v 1 8 a i smdimero de sus sostenedores hubiera logrado en otra coyuntu- ra. El prestigio de estos grupos de trabajo fue, sin embargo, considerable, y lo que se produjo en sus filas, o fue ensefiado, aceptado o promovido desde ellas, afecté de unau otra manera cl Iéxico y las estrategias de los otros discursos criticos, trazando una comin frontera diferenciadora entre viejos y ‘nuevos hébitos de lectura ” EI rechazo del sociologismo critico preside, todavia, el movimiento inicial de Cien afios de soledad. Una interpreta- cién, de Josefina Ludmer *, Escrito en 1970, publicado en 1972, texto muestra las marcas de ese rechazoen suenfatica apelacién a las estructuras fuertes del relato, en su recuento minucioso de todas las constancias (binarismo, repeticiones,, entramado relacional) capaces de sostener una lectura estric- tamente atenidaa as instancias det relato, y de proveeruna via de acceso que demuestra que los juegos estlfsticos, los juegos narratives y los de estructura se homologan en tanto y en cuanto Cien afios de soledad es “absolutamente coherente en todos sus niveles”. La apelaci6n a un andlisis formal, compla- ciente con el uso de gréficos y diagramas que puso de rigor el primer estructuralismo, informa el proyecto eritico de Lud- ‘mer, perono lo clausura ene! I{mite que seimpusieron sus més conocidos observantes. En este proyecto se introduce, en efecto, una variante que contradice y que, en el fondo, niega los supuestos del positivismo cientifico que legitimaban el andlisisy losresultados del andlisis; una variante que empieza a desinteresarse de la persecusiGn de las estructuras y que busca sustituire! rol del observador metédico, distante, imper- sonal, por ¢l del eritico que produce una escritura sobre la escritura del texto analizado. El desmembramiento de determinados fragmentos de lectura ylaubicaciéndislocada, arbitraria, dedos “Intervalos”,dedos incisiones practicadas en la fluencia textual, pueden entender- se yaen las modalidades operativas que culminarianen S/2,c1 seminal ensayo de Barthes, publicado en 1970, y que apunta- ban, decididamente, ala emancipacién del discurso critico de su tradicional funcién ancilar respecto a su objeto de estudio, lalliteratura. Y cuando Ludmer dice, con el entero tablero de control en sus manos, que Cien aos de soledad, una novela armada sobre el cruce de un drbol geneal6gico y el mito de Edipo, es también una historia que coincide con la historia personal del autor, una novela profundamente politica y una novela politicamente progresista en la medida en que postula fa superacién de lo reprimido y de las fuerzas que en lo ‘econmico, lo politico y lo social han reprimido y contingan reprimiendo a América Latina, sus afirmaciones no remiten ya, necesariamente, al texto del que se arranca: la novela, sino al texto en el que se concluye: la critica, En Onetti. Los procesosde construccién del relato,(1977), Ludmerre-examinael estatuto del discursocritico. Seflalaque “en el proceso de anulacién de los géneros, el momento cesencial es el de la desjerarquizacién: ninguno ‘por encimade ‘otro’ ningin imperialismo, Se trata de un campo comiin de ‘conexiones mutuas; el discurso critico noes un apéndice (una colonia), sino otro texto que se sit en uno de los tantoscortes 7 Our de e508 discursos critics, el de la dependencia, ha sido ‘minciosamente registrado y evaluado en el articulo de Jorge Panesi, "Lacritica argentina y el discurso de la dependenci Filolog(a, af XX, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1985, Ente rechazo aparece explicitamente reconocido en el prologo a la segunda ediciGn de Cien arios de soledad. Una interpretacién, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985. ms ! pi " T 0 inerextuales que erige In escritura: narra un drama, poetiza. Y,, sobre todo, reescribe: ese es su sello...”°. Este nuevo espacio de escritura constituldo no ya para descifrar una verdad oculta para interpretar, sino para provocar y ayudar ala transformacién del sentido, ubicacn su centro gravitacional un tipo de actividad que se reserva, obviamente, todas las iniciativas. Es como si la figura del autor, cuya muerte se acababa de oficializar en el discurso fiinebre de Foucault '°, se reencamnara ahora en la figura del eritico; como si la intencionalidad operativa del critico se articulara ahora, con franqueza, en el entramado de su saber profesional, su cultura, su visiGn del mundo, su ideologta, sus ‘deseos, su imaginaci6n. El texto de Onetti genera el texto de Ludmer y éste el del eritico que lo re-escribe en un proceso de semiosis que no reconoce otra legalidad que la de su efectiva expansidn, En un estrecho paralelo con estas reflexiones sobre el discurso critico, deben considerarse las que Noe Jitrik retine bajo el enunciado de “trabajo erftico”, aunque en este caso tales reflexiones recorren un arco temporal més amplio y responden a un proyecto de sistematizacién mas explicito. Ei efecto, desde “*Produccién literaria y produccién social’ aniculo escrito en 1973, hasta “Nuevas precisiones sobre trabajo critico”, 1978, La memoria compartida, 1982, y los dos ejes de la cruz, 1983, redactados yan el exilio mexicano, Jitrik ha venido elaborando e! marco conceptual que cohesio- yque ° Josefina Ludmer, Oneiti. Los procesos de construccién del rela- to, Buenos Aires, Sudamericana, 1977, 1 Michel Foucault, “Qu'esi-ce qu'un Auteur?”, Bulletin de la Société Francaise de Philasophie, vol. LXIV, Paris, A. Colin, 1970. aspira a convertirse, eventualmente, en el marco conceptual deuna tendencia delacritica latinoamericanacontemporénea, El “trabajo critico” se define en este marco conceptual como tun trabajo de re-escritura, como un modo especifico de incor- porarsé a un proceso de produccidn textual que desborda al ‘quese ofrece como objeto originario de andlisis. Esta incorpo- raci6n no se apoya en las certidumbres de un cientificismo despojado ahora de sus seculares premisas de validacién, y admite que por las grictas del viejo objetivismo se re-introdu- ‘ce el sujeto como instancia productiva con “ su bagaje ideo- logico y su carga histérica”, El “trabajo critico” se hace parte asf de un proceso de semiosis que se abre a otros rdenes de la realidad y del cogocimiento que fueron tradicionalmente recortados en una aureola de especificidad irreductible, y progresa, o puede, ‘esperanzadamente, progresar, en una serie de desplazamien- tos y concatenaciones cuyo horizonte de contencisn es a vida social, en la que estamos todos, “atin los teSricos y la teori adn los escritores y quienes trabajan sobre ellos”. Y sila vida social, dice Jitrik, es un texto que procede de una memoria colectiva, y si la politica es lo que leva esa memoria al porvenir, desde donde se comprende, “la politica hace lo ‘mismo que un texto que viniendo de lejos se forma ya, en, sobre y desde el porvenir™''. En la constitucidn de la utopia, infiere, se instala cl significante final. Estas reflexiones, importa sefalario, fueron elaboradas en momentos en que la realidad politica de América latinaen general, y de Argentina, en particular, volvian apenas imaginable el vinculo entre esa realidad y el campo operativo de una teorfa de la critica literaria. ‘Menos nitidas, aunque seguramente, no menos presiona- das por la realidad politica que filtran las reflexiones de Ludmer y de Jitrik, las reflexiones sobre el discurso critico de Nicolis Rosa, diseminadas en el volumen, Los fulgores del simulacro, 1987, oscilan entre la atencién debida a las hips- {esis y ala terminologfa surgidasenelcampode lateoria desde el aflo inicial de la década del setenta, la funcién politica atribuible a la critica literaria, y la naturaleza de un proceso de ficcionalizacién que terminarfa absorbiendo, necesariamente, al discurso critico. Tal como estas reflexiones aparecen condensadas en las Paginas que anteceden a la recopilacién, revelan el itinerario igzagueante de una actividad excepcionalmente alerta a lax, a menudo, contradictorias proposiciones de la teoria literaria contempordnea. Y este itinerario zigzagueante favorece el efecto de percepcién de una produccién fragmentaria, astilla- da,absorta, con frecuencia en lacontemplacign de sus propios movimientos, condicién que favorece, a su vez, la persuasi dad del proclamado efecto de disolucién de los contornos de una actividad que se ficcionaliza en sus contactos con un objeto de estudio con el que no puede entrar en relacién y que se convierte, por lo mismo, en simulacro de simulacros que se desplazan, Pero también en este itinerario se revela la funciOn de ‘anclaje atribuida al productor del texto critico, enfatizada, si ccabe, por precisas referencias autobiogrificas, y se revela la funcién politica del discurso critico: “si es posible importar saberes técnicos sobre los que apoyar la reflexin tedrica, es imposible generar un discurso critico fuera del entramado social donde se ejerce: la actividad critica solo puede dar cuenta de los fenémenos argentinos oamericanos porque son los tinicos objetos “adecuados” a esa reflexién, son los tinicos ‘que pueden engendrar una transferencia positiva, una reinci- dencia dialégica suficiente. Somos lectores de lo universal, pero sdlo somos escritores de lo particular", Esta revision de los escritos de Ludmer, de Jitrik y de Rosa no hace justicia, seguramente, a la riqueza y a la complejidad de los mismos, ni se presenta con la conviccién de haber transitado con éxito por los hermetismos y los endurecimicn- tos cripticos de su textura, pero si ha logrado una aproxima- cién a la dinémica de sus respectivos proyectos criticos, esta aproximacién parece visualizar: a) el abandono gradual y compartido de muchas de las premisas del primer estructura- lismo: la coercién del modelo linguistico, el inmanentismo textual, la confianza en el conocimiento cientifico; b) la autonomia de la actividad critica; c) la incorporacidn de la actividad critica en un proceso de producciGn semistica que desborda el objeto originario de andlisis; d) la postulacién de la variante “latinoamérica” como significante global que ccondiciona 0 clausura el proceso de produccién semidtica en el que se instala la actividad critica. Los términos de relacién entre el estructuralismo y las pricticas postestructuralistas tal como se ilustran en los casos citados, permiten, a su vez, allegar algunas observaciones sobre el comportamiento de una y otra modalidad en los ‘marcos conceptuales del modernismo y del postmodernismo. El estructuralismo fue, radicalmente, modemno, en cuanto, sostenfa la viabilidad del conocimiento cientifico; pero al negar la historia, agregaba un antihumanismo que amputaba seriamente el impulso del proyecto modemista. En su corta trayectoria argentina, el estructuralismo no alcanz6 arecorrer Jas dimensiones de estaamputacién, aunque, por lo menos los lectores de “Pruebas y hazaifias de Adin Buenosayres”, lega- ranadenunciarla. El postestructuralismo,en términosrelgcio- rales, es un postmodernismo, en la medida en que se desen- tiende, desconfia o niega, llanamente, el discurso cientifico, y se desentiende, desconfia 0 nicga el discurso o los discursos legitimadores con que la modernidad fundaba su utopia de liberacién. No es, necesariamente anti-historia, pero la histo- ria naufraga en la multiplicidad de discursos que cruzan en la orgia de los significantes liberados; no es necesariamente antihumanista, pero el humanismo se disuelve, con frecuen- cia, en los juegos interminables de lecturas que sustituyen y desplazan a otras lecturas. El postestructuralismo, en la Ar- gentina, ha seguido hasta ahora, estas grandes lineas de ‘desarrollo, pero ha reintroducido en sus pricticas a la historia, que habia desalojado el estructuralismo. Ha optado por el modemismo, por la idea de una modemidad a la que todavia, supuestamente, se la percibe en estado de incompletud, por- que se la percibe, necesariamentz, desde la perspectiva de la historia latinoamericana. 1 Noe litik, “Nuevas precisiones sobre trabajo critica”, en Ling- Uisica y Literatura, Centro de Investigaciones Linglistcas y Literarias, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1978, ine: Bt wy ®. > tr 1 Nicolds Rosa, Los fulgores del simulacro, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1987, Graciela Speranza uuu | tiempo en que la arbitrarieciad los descascara, los siste- ‘mas ofrecen un amparo para organizar la experiencia, Quizés sea nada mds que el azar la causa que dats en1988 la edicién de tes libros que, cada vez.con mayores reservas, se pueden atribuir alacritica literaria. Tal vez porque sus autores ‘ran criticos imaginemos que atin lo son, y compatibilicemos ‘entonces lo que a primera vista se presenta heterogéneo. Tal vez. ocurra que siguen siendo criticos literarios, s6lo que su objeto ha sido afectado —como el de tantos otros campos de estudio— por metamorfosis empefladas en hacer olvidar estadios anteriores, No se intenta con esto promoverel manie- rismo, sino mds bien tantear alguna aproximacién a los problemas que plantea la lectura de estos res libros recientes, ain desde la pregunta més basta: quées lacriica literaria hoy. Uno hace de la ciudad del cambio su obsesidn; otro busca la patria cn un género y el tercero encuentra en un discurso el espacio donde leer los entreveros entre lo letrado y lo popular. Los tres olvidan lo puntual y construyen lo diversoatravesado por la politica. Mas directa 0 mas oblicuamente, los tres disfrutan de los beneficios de la renovacién contomista y, dispuestos a lo nuevo, se constituyen en raros objetos que provocan desplazamientos en el uso de los libros de critica: para ser efdos antes que consultados, en tanto fueron escritos yrno llenados. Son criticos de los modelos de la tradiciGn ala {que pertenecen —Ios citan como un modo de diferenciarse— yy achian una renovacién paralela a la que de comiin se exige los libros cuya finalidad primordial es estética. Los sobre- vucla la dificultad, tanto te6rica como metodolégica, derefle- xxionar sobre los objetos que exceden la cultura letrada, de. onstruir la mirada que haga, de dos espacios, uno solo. Sin embargo, sus lectores virtuales no coinciden y cada libro ~ cada critico— exhibe diferentes anhelos de interlocucién, de cireulacién, de visibilidad social. Sus editores los han destina- doa colecciones que no compatibilizan entre sf con nitidez. ‘Ademés det azaroso arto de edicién y de su condicién de. libros argentinos —en sus miradas, sus pasiones—, silo la diversidad los reine, y de ella se intentaré hacer la hebra que Jos hilvane apenas lo necesario. A la pilida luz de un tiempo queseconsuela con lo irremediable de la monotonta, los libros de Beatriz, Sarlo, Adolfo Prieto y Josefina Ludmer alumbran la diversidad de la produccién intelectual, Quizés no todo lo s6lido fatalmente desvanezca. Beatriz Sarlo: “Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930” “Es posible que la historia de la cultura y, en particular de Jaliteraturayy el arte no se liberen jamds de la tarea de redefinir permanentemente su discurso y su objeto, ide qué historia se trata? zde qué trataesta historia?” Una modernidad periférica propone un nuevo modo de urdir Tas tramas que cuentan la historia convocando una constelacién de discursosy précticas con un deseo préximo a la utopia: reconstruir la experiencia vertiginosa del cambio en ese escenario versitil y permeable. en que “el futuro era hoy”. Clio revisitada. Una ciudad —Buenos Aires— se constituye en unanocién organizadora del pensamiento sobre la cultura cuya silucta puede delinearse rastreando huellas de las transformaciones sociales, buscando puntos de condensacién que sintonicen un diglogo en los restos fragmentarios y contradictorios de una cultura que se debate entre lo nuevo y la pérdida irreparable. Anibal Jarkowski YAMA, Nees euineras sbrevolande palsies fractarados eno 26 I P > TF ie Oi 2k v Ios et Critica Argentina 198% esos rar os objetos nuevos cuadros de Xul Solar; luces fantasmagéricas —"reflejos de azul de metileno, amarillos de écido pfcrico”— en la calle Corrientes de las aguafuertes portefias de Arlt; anuncios de ‘graméfonos portétiles en Caras yCaretas,orillas suburbanas, Cuerpos despedazados, rosas blindadas, deshechos humanos, en la literatura de Borges, Girondo, Tufién 0 Castelnuovo; voces femeninas ante miradas masculinas en los poemas o en Jas biografias de Norah Lange 0 Victoria Ocampo; un simu- lacro fatal o un romance esperanzado en los ensayos de Martinez Estrada Scalabrini Ortiz: laheterogencidadnos6lo conforma el objeto sino que también provee la hipstesis bisica: “un libro de mezcla sobre una cultura también de mezcla”, Asi, fragmentos diversos de la cultura, datos hist6- ricos y sociales, historias de vida, van diseftando lineas de ‘convergenciay divergencia que organizan un mapa emblem4- tico de la experiencia contradictoria del cambio: de las inven- cciones futuristas a las anacrdnicas fantasfas reparadoras, del erotismo a la represidn, de la utopfa al fatalismo. Ya sea que se vincule con el régimen de la historia intelectual, la historia cultural 0 que recurra a pautas metodoldgicas variables, 1a ‘leccién de esta modalidad discursiva —irrespetuosa de las fronteras de la critica literaria— se presenta explicitamente como resistencia a cdnones epistemolégicos rigidos y como marcada insatisfaccién frente a la docilidad del discurso critico ante modelos tedricos vinculados a modas intelectua- les. Si Una modernidad periférica reconoce una deuda para con Viena, fin de siglo de Carl Schorske, en tanto apuesta ala posibilidad de pensar la cultura urbana descubriendo la rela- Cign entre universos heterogéneos (y con Walter Benjamin, ue ya habia lefdo a Baudelaire para leer el Paris del Segundo Imperio), los nombres que se mezclan al momento de recono- ‘cer didlogos intelectuales, las estrategias de lectura, sugieren tuna nueva concepcién del discurso critico que —desconfian- do de los limites canénicos de la sociologia de la literatura— multiplica las posibilidades de captarla densidad seméntica y simbélica del mundo social. Un deseo de transparencia que interroga obsesivamente las configuraciones estético-ideol6- ‘gicas que condensan los procesos sociales. Los trabajos més recientes de Beatriz Sarlo habfan agrega- doasucampo de investigacién —concentrado esencialmente en los procesos culturales y ta literatura de las primeras décadas del siglo— la produccién literaria argentina contem= ordnea, sefialando una concepcién ética y politica en la eleccién de los objetos y los moxios de abordarlos. Si durante la dictadura militar la literatura habia encontrado formas de figurar la historia y la politica obtitradas en otros discursos sociales, la lectura critica reconocia y reproducia ese gesto. Ahora, esta vuelta al Buenos Aires de principios de siglo sugiere una renovada concepcién de la historia dela literatura que decide arrojar una mirada al pasado como prehistoria de Nuestro tiempo. El surgimiento de un repertorio amplio de Fespuestas acerca de la modernizacién, la revolucién, el lugar de la mujer 6'de la nacionalidad, puede leerse entonces desde ‘el presente, diseminando seftales sobre este final provisional de Ia historia demasiado tumultuoso y confuso, demasiado resente para la imaginacién hist6rica y la interpretacién critica. “Al elucidar la génesis, el significado y las limitacio- nes de las ideas en su época —dice Schorske— podremos entender mejor nuestras actuales afinidades con ellas”. La produccién iteraria, las relaciones entre los actores del campo intelectual, las revistas del periodo pueden leerse entonces como escenario de debates politicos y estéticos y, a la vez, como espacios en que nuevos valores —la primacta de 10 ‘nuevo, la revolucién, la pedagogia social—inician una larga Pou mfr te tte historia de fundamentaciones. También desde el presente puede hipotetizarse para ese perfodo un mayor espacio de Contacto entre diversas esferas culturales: Arlt y la novela sentimental, las ciencias ocultas o las revistas de divulgacién ‘técnica, Rail Gonzélez, Tuntén y Borges en las paginas de Critica, Olivari y su trabajo con el registro popular de la Tengua, Enrique Gonzalez Tuntén y su glosa del tango. Una ‘modernidad periférica pauta estos cruces significativos desde la perspectiva de corte: monogréfico propuesto, que clige reconstruir la experiencia de la modernidad a partir de diver- sas fracciones de la esfera de la cultura letrada. En esta sucesiva tarea de redefinir su objeto y su discurso, eluiltimo trabajo de Beatriz Sarlo define no s6losu concepcién epistemoldgica del discurso eritico, sino también el espacio deseado de interlocucién social. Rechazando la especializa- ccién como valor y privilegiando la significatividad social de sudiscurso, confiesa una cierta nostalgia sartreana por aquclla mirada estrébica que reconoce en los intelectuales de Contor- ‘no: una mirada que intente ver mAsalld de los contornos de sus propios saberesy que convoque al mismo tiempo, miradas ajenas, Con otra marca menosnostalgica y més habermasiana, su discurso se resiste a la privatizacién de los espacios acadé- ‘micos ¢ intenta un registro que anule una distancia creciente centre una cultura de expertos y Ia esfera del debate piblico. Enfrentados a Ia opacidad de las relaciones sociales, los ‘nuevos caminos criticos tantean respuestas cotidianamente elocuentes, ranshicidas. "Enel érmino final (ut6pico)—dice Barthes— est la transparencia, como si la consistencia de la interlocucién social pudiera un dia esclarecerse, aligerase, ccalarse hasta la invisibilidad”, v t i a. 4. Ol Adolfo Prieto: “El discurso criollista en la formacién de la Argentina moderna” El tiltimo libro publicado de Adolfo Prieto parece confir- mar que, en estos dias de luminosidad tan préxima a la del caso, la aventura intelectual consiste en revisitar los viejos Jugares construyendo nuevas miradas sobre lo ya visto. En su ‘caso los ojos retoman al discurso criollista y anexan al horizonte de los estudios literarios una variante que linda con las practicas arqueoldgicas. En este sentido, el trabajo de Prieto semeja un inesperado desentierro de objetos argentinos redescubiertos en Berlin, donde sobrevivieron incluso a los azares de 1a guerra. Este curioso desplazamiento, posible gracias a la manfa de un profesor alemén que vivié en Argentina también al borde de un siglo, si por un lado permite el eencuentro con los frigiles destinos de los objetos cultura- lesalejados de la mano de la bendicién oficial, por otro admite lasatisfacci6n del deseo de llenar un blanco de nuestrahistoria ‘cultural, aquel que ocultaba la aparicién de la “primera litera- {ura popular” escrita en Argentina y que, arrojada una bomba mas aquf o masall4, podria haber permanecido enterrada para siempre. Enel desarrollo de su investigaci6n, Prieto comprueba un fenémeno significante. Mientras nuestra sociedad erraba en Jos vaivenes de su vertiginosa modemizacién, a cultura Jetrada sufre una pardlisis que la angosta y Ia reconcentra sobre st hasta asfixiarla, en tanto, simulténeamente, la cultura popular adquiere un despliegue inusitado que transtorna no s6lo los mecanismos de produccién, circulacién y recepcién literarias, sino que ademss haba sido alcanzada por las nuevas politicas educativas ¢ inmigratorias, las campafias de alfabe- tizacién y el periodismo. Entre las franjas populares la litera- tura criolista satisfizo los reclamos de quienes se iniciaban en Jas destrezas de la lectura, al tiempo en que se convirtié en “forma de civilizacién” que modelaba sus conductas y les ofrecla valores y respuestas para los nuevos tiempos. El trabajo de Pricto, entonces, revisitaal criollismo enel perfodo de su mayor visibilidad social —1880 a 1910—, pero dispo- niendo una mirada en las junturas donde dos culturas se ‘contactan, repelen, interpenetran y complementan, Las inter- secciones, que la historia literariahhabfa destinado al olvido, se ofrecen a primera vista como un conflicto estético, pero gradualmente descubren enconos cargados de significacién politica. La mirada de Prieto fusiona lo memorable y lo perdido restaurando las estridencias, y luego describiendo la ‘agonia de una literatura “perniciosa" y “malsana”, efimera, bajo el imperio de Ia voz oficial. Quizés como nunca la literatura argentina revelaba las formas dé un uso politico, .Cémo reconstruir esta experiencia perdida? Los estudios culturales de nuestra época, que quizds a la distancia se Heguen a percibir como la variante realista de la critica, oftecen laalternativa de desprenderse de la estrechez metodo- l6gica a cambio de recuperar tna densidad hist6rica en la que nada de lo cultural resulta ajeno. Prieto, guiado por una decisién intelectual de leer el conflicto y no alguno de sus frentes, opta por una estrategia que va cercando su objeto con bordes sucesivos —inmigracién, educacién primaria, alfabe- tizacién, periodismo, censos, informes— hasta stiar lo litera- rio en una interrelacién de series que confiere un carécter reversible al pasaje literatura/sociedad, ala vez.que contruye una trama con suficiente espesor como para verificar que los tiempos de la autonomfa literaria eran aiin lejanos, y que el ‘espacio del discurso criollista es significante de hondos con- flictos sociales que atravesaban la modemnizacién del pais. 2 I wD " Te Si este fuera ¢l movimiento del libro de Prieto, también podria hablarse de una estética del mismo, Extensas transcrip- cciones con valor probatorio, acumulacién de datos insospe- chados, recurrencia ala mensura, cruce de informaciones que ‘se alumbran entre sf, son procedimientos que verosimilizan la reconstruccién, 1a tornan confiable y delinean un efecto de densidad, mediante el cual se tiene la ilusi6n de: aproximarse acémo fue la vida de vastos sectores sociales en el periodo ya indicado —entre ellos el de un embrionario campo intelec- tual—, en la medida en que el desentierro discursivo permite, al menos hipotéticamente, la recuperacién de précticas extra- discursivas de esos mismos sectores (fiestas, reuniones socia- les, agrupamientos, exclusiones). ‘Aiin asf, proyecto de Prieto vuelve a plantear la comple- Jidad de la aproximacién critica paral estudio de la literatura popular. Almomentode constnuir la “red textual” del criolis- ‘mo, la sorprendente cantidad de voliimenes que permanecen ‘en los anaqueles berlineses se adelgaza hasta la concentracién ‘en algunas de las novelas de Gutiérrez y otros pocos textos de sta “primera literatura popular” argentina. Si, por un lado, ¢sta es una determinacién de la propia mirada que se aplica a Jos momentos de cruce entre culturas letrada y popular, es decir, ahf donde efectivamente se percibe el conflicto de la modemizacién, por otrohace reingresar las dificultades espe- cificas para la Valoracién estética de un objeto —la literatura popular— que tanto fascina como desconsuela al condensar ‘una tensién que parece infranqueable, Sista literatura provee textos heterogéneos, sucios, encantadores, su conjunto en ‘cambio revela una contracara donde las variantes formales son escasas y ¢l valor de lo nueva es desestimadoren beneticio de la seguridad en la recepcién, tal como Mukarovsky lo seflalaraen sus ensayos de losafios 30, Deaht que, hostilizada por la alianza de artistas e intelectuales asociados a los privilegios de la modemizacién, esta literatura popular se hayaagotado sin encontrarel modelo alternativo que reempla- zara al Moreira de Gutiérrez, cuando su propio pablico, diversificado y provisto de mejores destrezas, reclamaba también los beneficios del cambio, Josefina Ludmer; “El género gauchesco. Un tratadosobre Ja patria” En un gesto especular con Ia literatura la critica lee y reescribe los textos fundando su espacio, trabajando su mate- ria, Sia Borges que lee y reescribe a Carriego 0 a Heméndez “el cuerpo del otrole sirve para buscarse”, al critico, el cuerpo escrito de la literatura le sirve para delimitar su espacio y definir su practica. “Definir qué lee un critico, cudles son sus objetos es definir el sentido de su critica”. El género gauches- co, el tiltimo trabajo de Josefina Ludmer, exhibe claramente la cleccién en la misma economia denotativa del titulo. Pero edmo leer hoy un objeto que se sitda casi por debajo o por detrds de una larga tadicién de sucesivas reescrituras? El mismo Borges ya habia suscitado el dislogo con los dos tonos del género, el lamento y el desafio: “Llego ahora a la obra mAxima: el Martin Fierro. Sospecho que no hay otro libro argentino que haya sabido provocar de la critica un dispendio igual de inutilidades.” Desde el subtitulo, Un tratado sobre la patria responde al desafio, Frente la inutilidad dispendiosa de ciertas paginas criticas, reivindica la categoria de uso, no s6lopara definiral género, sino también para definirel trabajo i 9F v ios rw critico: un uso de la literatura que signifique el presente y la La eleceién del género supone un arrivo de Ludmer, después de-un itinerario que recorrié el texto, los textos, como mareo de investigacién de los procesos de construccin narra- tiva, Una nueva concepcién del objeto permite pensar ahora las practicas literarias argentinas en su especificidad. Trabajar fiord de Lamborghini para leer la reaparicién de los tonos y ‘gestos del género, Esta biisqueda de especificidad y de categorias explicati- vas propias no significa el rechazo de las tcorfas de la litera- tura, sino mas bien una nueva relacién que elude la aplicacién de modelos y el eclecticismo desidedlogizado. Si se pueden escuchar ecos de Bajtin, Derrida, Kristeva, y atin de alguna rara avis en el cuerpo de la teoria literaria (Hofstadter, Cantor), la escritura critica desdibuja vinculos estrechos y ‘compone una enciclopedia que se borra en el cuerpo final del texto. Queda apenas el recuerdo de un didlogo y un espe} el objeto mismo parece proveer esas categorias tedricas. Las citas y notas bibliogréficas componen, por otra parte, una segunda enciclopedia donde distintas disciplinas confirman, verifican, desde la auxiliaridad de las notas, aquello que el texto traduce en su propia escritura. Se trataen todo.caso de un uso estereogrdfico que elude la contaminacién con el discurso de otros saberes (sociologfa, semidtica, lingilfstica, historia, aantropologia, 16gica) preservando su propia especificidad. Esta concepcién del objeto y los modos de leerlo deviene ‘en un producto sui generis que produce su teorfa de la critica y de la literatura en su propia construccién, E? género gau- hesco puede leerse entonces como un “libro objeto” que experimenta nuevas pricticas criticas: ejercicios con el dic- Un segundo Ambito de andilisis, que es separable del anterior aunque le sea contempordnco, incluye la co cidn de las corrientes dominantes en el pensamiento psicolé- gico francés, en torno a las figuras de H. Bergson y P. Janet, Las vias de conciliacién entre Freud y Janet, abiertas por varios de los fundadores de la primera asociacidn psicoanali- tica, se sustentarfan, a la vez, en la atencidn al ‘genio latin —opuesto al “espiritu germanico”— y en el niicleo més irreductible del enfrentamiento teérico que el profesor del College de France mantiene con el freudismo: el cuestiona- miento de la teoria sexual. En tercer lugar, es destacable el abordaje, a nivel “inicro- histérico”, de los fundadores de la Sociedad Psicoanalitica de Paris. ¥ si bien pueden sefialarse algunos rasgos generales en ese proceso de implantacién institucional —particularmente en tomo al peso tedrico del janetismo y a la voluntad de afirmacién “nacional”, es decir antialemana, de la discipli- ‘na— lo més imporante de ese tramo de la historia acontece a nivel de la biografia de un grupo heterogéneo, que integra trayectorias personales en gran medida divergentes. Por otra parte, en ese periodo inicial, el psicoandlisis institucionaliza- do y el movimiento de renovacién del saber psiquitrico establecen s6lidas relaciones y, por momentos, forman parte de un tinico movimiento de ideas, algo que es notorio, por ‘ejemplo, a través de la pertenencia de una buena parte de los fundadores de la SPP al staff de L’ Evolution Psychiatrig ‘Cuarto,esa historia rehecha desde la “segunda via’ atravie- sa la literatura y el pensamiento filos6fico y politico francés desde la primera posguerra y encuentra en el descubrimicnto provocativo que Breton y los surrealistas hacen de Freud (adhesién que no entusiasmaba precisamente al macstro vie- nés) una condicién de ruptura, en la cultura, tanto con los ideales médicos como con el lastre de las tesis racistas asocia- das a la doctrina de la degeneracién. La relacién con el ‘movimiento comunista, sus intelectuales —Gcorges Politzer, fen particular— y artistas viene a destacar también algin intento aislado y fallido de aunar freudismo y vanguardia esi6tica con los icmas y las tareas de la revoluciGn social. En fin, la historia de esa relacién imposible entre el psicoandlisis y el marxismo en Francia recorta una zona del libro, alcanza tun primer cierre con la guerra fria y la condena piblica del psicoandlisis por parte de psiquiatras del PCF y es reabierta, “ Vease también “La bataille de cents ans, Entretien avee Elisabeth Rovdinesoo”, Littoral, N® 22, abril 1987, Paris, Eds. Eves, pp. 113.132. coe fu ty, 0 o. 28 § sta zona de Lainvestigacién resulta una contribucién de enorme valor para la historia del dispositive psiquistrico argentino, ‘capturado por el modelo francés hasta la segunda guerra mundial, wo10 a8 T fh koe ‘casi veinte aflos después, en el clima de ideas del estructura- lismo, a través de la obra de L., Althusser. Por iltimo, un nicleo privilegiado y muy extensodelaobra std constituido por la biografia intelectual de J, Lacan y por una primera historia del lacanismo, encarado tanto por ia via —predominante— de una minuciosa investigaciOn “interna” al grupo, como por una indagaci6n abierta a la cultura y las ideas de su tiempo, desde la posgucrra y el clima de los afios sesentaa la contestacién de 1968 y las aventuras del psicoan- lisis en la universidad, En ese panorama contemporéneo vienen a reunirse los hilos extendidos de esta historia que recorre casi un siglo y llega hasta la muerte de Lacan, Biografia y psicoandlisis Un objetivo de esta investigacién —a la vez historica y psicoanalitica— ha sido, entonces, construir unextensorelato que atiende, privilegiadamente, a la implementacién conflic- tivay ladiversidlad de lecturas y "sos" del psicoandlisis. Ante todo queda en evidencia que una historia asf encarada impone alguna reconstruccién del espacio y el juego de las institucio- nes —médicas, universitarias, politicas, intelectuales— que ‘seconstituyen én un suelo dificilmente prescindible cuandose trata de perseguir los procesos de difusién y arraigo de las ideas y las nuevas corrientes del pensamiento. ‘Como sea, de las instituciones consagradas y permanentes alos procesos localizados anivel de grupos y organizaciones, ¢eltrabajo de reconstruccién muestra un desplazamiento de sus énfasis. ¥ asi se mueve, més de una vez, de la dimension del andlisis en la cultura (que remite a las cuestiones de la recepci6n y difusién, sus canales de impacto en instituciones y discursos preexistentes y, en general, sus relaciones “exte- riores” al campo psicoanalitico) a la biografia personal y ‘grupal, en las organizaciones psicoanaliticas, de los portado- res instituidos de un saber y un discurso que funda —transfe~ reneia mediante— un dispositivo propio y relativamente cerrado de transmisidn. Si el recurso gencaldgico a la “filia- cin" en esas relaciones “intcriores” a Ia comunidad de psicoanalistas introduce explicitamente tna herramicnta dl legado freudiano en la interpretacién histérica, que leva asta focalizar, en gran parte, la indagacidn sobre las sucesivas “generaciones” de psicoanalistas y las vieisitudes de su orga- nizacién inicial, cabe destacar que el protagonismo miliple que era propio del grupo fundadar tiende-a transformarse, en Ja“segunda generacién”, en la construccién de un escenario capturado por la imagen y la trayecoria de J. Lacan. Pero, si Lacan es, finalmente, el gran protagonista de esta historia interminable, hay mas de un recorrico biogréfico establecido en esta obra, Por un lado esti Lacanel intelectual, pensador y te6rico original a quien Roudinesco restituye — ‘como nadie hasta ahora—al tejido complejo del pensamiento de su época. En ese sentido, una indagacidn abierta del forjamientode susconceptos viencadestacar et pape! cumpli- do por un conjunto irrepetible de “mafires & penser” que enlazan su trayectoriaa la del primer Lacan: C. Lévi-Strauss, M, Merlau-Pomty, A. Kojve, R. Jakobson, A. Koyré, J. Hyppolite. Pero, al mismo tiempo, en el interior de ese peculiar pparentesco sostenido por. el agrupamiento psicoanalitico Lacan se sitiia como “hijo de nadic”. Que esta. posicién singular corresponde, en parte, a una relaciGn atipica y tans- ‘gresora con Ta asociacién psicoanalitica internacional, no ‘obsta para seflalar que ¢l minucioso rastreo de testimonios 4 ! Pu " 1 0 incluido en el libro viene a hacer posible una recolocacién de ese conflicto originario en una dimensién alejada de tas certezas miticas operantes en la comunidad lacaniana, De ‘cualquier modo, del periodo de gloria, en el que Lacan reina, ‘como la encamacién misma del héroe fundacional, en el centro de una comunidad de culto, a las sucesivas crisis que van fragmentando y dispersando su escuela (en una etapa crucial de la cultura y las instituciones del campo intelectual francés, marcada por mayo de 1968 y la desarticulacién del clima estructuralista) esta historia det tacanismo se desvia parcialmente de los textos y los conceptos que sosticnen una ensefianza hacia la crénica —por momentos patética— de la decadencia de un maestro progresivamente aislado y carente de interlocutores, Puede decirse que esta obra viene a sancionar una verdade- ra “destitucién” que devuelve a Lacan a la posicién ambigua de un sujeto sostenido en una trama grupal que, en gran ‘medida, se le impone y de la cual es masbicn una victima, algo Do E v 1 ate ‘que Roudinesco acentiia impiadosamente cuando recurre a un simil de la edad de oro de Hollywood: Sunset Boulevard, esa historia casi real de Billy Wilder contada por un muerto, Pero, en todo caso, un efecto posible sobre el nticleo humano marcado por la transferencia a Lacan —después de su muerte y.casi sostenido en ella— se sitia, precisamente, en larestitu- Cién de un horizonte abierto a una obra y a una enseflanza respecto de la densidad imaginaria del personaj Finalmente, la propia implicacién de la historiadoraen los acontecimientos que investiga merece alguna consideracién, ante todo porque es notable el desplazamiento de su posicién yde su vor a lo largo del relato. En la dltima parte, edificada en tomo a J. Lacan y dedicada a las vicisitudes contempord- neas, opta por recurrir en mayor medida a fuentes orales, bajo Ja forma de una impresionante masa de testimonios —y algunos archivos personales que sc le abren— a los que la autora despliega, confronta y “hace hablar”. Asf es como muchos de los protagonistas dc csa historia cast familiar” son convocados en la empresa de reconstruccién y rememoracién por la via de la entrevista testimonial, en una dimensién abierta, propiamente “interminable”, que por su ejecucidn ( aventurado juzgar sobre susefectos) pucde ser asimilada a un fragmento de andlisis colectivo, con sus resistencias y sus amenazas de pasajeal acto, y en el cual la propia autora parece operar a menudo desde el lugar del analizante. ¢, como se vio, a tarea de constituir tna distancia adecuada respecto de sus objetos, bajo la forma de-un recurso copioso ala documentacién,a.la vez,el tono del relato es el de una historia contada por alguien que no esconde su posicidn subjetiva, aunque la mediatice y 1a desplace a lo largo de la obra. A la vez, cierta dimensidn del andlisis parece destinada a interpelar principalmente a aquellos que ya for- man parte de esa historia, como si un publico cercano a la herencia lacaniana estuviese prefigurado on ese rolato absesi- vo y documentado hasta en sus minimos detalles; en ese sentido, para quien lee desde Buenos Aires, ese desplicgue de Dequeflas miserias, intrigas y desencuentros resulta una croni- a por momentos excesiva y prescindible. a En todo caso, un texto vale por los problemas que suscita; Por consiguientc la riqueza de esta obra extraordinaria reside menos en el volumen de sus paginas que en la polivalencia e interseccién de sus abordajes y en la amplitud de miras, que supera notablemente la médica visin con que se han encara- do otros ejercicios historiograficos desde el psicoandlisis Roudinesco sostiene c ;ntemente su posicidn, alterna- tivamente dentro y fuera del campo que investiga; frente al riesgo, entonces, de una lectura cerrada y alimentada por los mitos del “movimiento”, vale la pena acéniuar una perspecti- © va capaz de reconocer Ia novedad de este formidable trabajo de andlisis y conceptualizacién hist6ricos, que no tine ante- ceedentes y Cuyo valor historiogrifico no deberfa perderse en los avatares de una repercusiGn endogrupal y limitada, entre las representaciones y los espejismos que pueblan el campo del psicoandlisis, ARTEY PRODUCCION Pou go Ty 0 DE v 1 ts Th DEMOCRATIC Eo Les WCC! Ka Przewoosk y Michae| Wallerstein a ideologia que orienta Ia actual ofensiva de la derecha resulta, en muchos sentidos, un fantasma de los afios 20: ‘eSantiestatista, enfatiza la hegemonia empresarial, concibe al ‘consumo popular como perjudicial para los intereses naciona- Jes, y est basada en la creencia.en la racionalidad del mercado y en la imponancia de la moneda como variable auiénoma. Pero lo que resulta nuevo en esta idcologia es el papel dominante. que cumple la teorfa econémica técnica”, En la década del 20, las politicas deflacionistas y los principios del patrén oro y del equilibrio presupuestario se justificaban ‘como parte del saber acumuulado derivado de la experiencia, La iinica base te6rica para estos principios era la teorfa cuantitativa de la moneda. La apelacién idcaldgica se expre- saba en términos de valores populares, como frugalidad, responsabilidad y sentido comtin, Los voceras de esta idcolo- ‘fa eran —tipicamente— funcionarios del Tesoro y los ban- queros, En la década del 70, en cambi proviene de teorfas aparentemente ténic “ta nouvelle cconomie”, y “expectativas racionales”, se offe- cen como razones cientificas para explicar porqué todos van acstar mejor si el Estado se retira de la economia y sc permite aloscapitalistas acumular sin teneren cuenta consideraciones distributivas. Aun el programa mas crudo de redistribucién EN LA regresiva del ingreso —Ia politica econémica de Reagan— aparece enmascarado tras una “t fraguada curva de Laffer como su principal apoyo tedrico, Fue Keynes quien transform6 a la macroeconomia de un estado de dnimo en una teorfa: un método deductivo para analizar los determinantes del ingreso nacional y paraevaluar politicas alternativas, Sus seguidores construyeron modelos ‘matemiticos de economfas capitalistas y, a partir de esos modelos, describieron estadfsticamente el comporiamiento de econom{as particulares, La nueva teorfa se convirtié en el ‘marco dentro del cual grupos particulates presentaron sus intereses como universales, en ¢l mecanismo para laarticula- cién de aspiraciones hegemdnicas y en el lenguaje de la politica econdmica. Elterrenodel conflicto ideolégico hasido conguistado por la teoria econémica “técnica”: he aquf un legado perdurable de la revolucién keynesiana. Sibien desde entonces se ha insistido muchas veces en que los principios centrales de Ia economfa keynesiana habfan sido anticipados por Marx y algunos de sus seguidores, lo cierto es que la teorfa econémica marxista nunca tuvo impor- tancia econémica para la izquierda. La teorfa de Marx aports un andlisis Guil en tres planos: primero, el capitalismo esté bbasado en la explotacién (la fuente de la ganancia es la WD Anticulo taducido de la revista Democracy, julio de 1982 6 1-8 3 Roe 0 o <8 v a) , plusvalfa); segundo, 1a propiedad privada de los medios de produccién es el origen tanto de la injusticia como de la inracionalidad del capitalismo; tercero, la calda de la tasa de ganancia es 1a causa de las crisis. La teorfa ha sido politica ‘mente titil tan s6lo como justifficacién de las metas revolucio- narias, yen particular, del programa de nacionallizacién de los. medios de produccién. Pero la economfa marxista, aun en su. versiOn més sofisticada, no es una herramienta wil para expresar los reclamos distributivos de los trabajadores en economias capitalistas y es intitil como sistema de administra- ign de esas econom{as. Es fécil decirzy qué?™,peroel hecho €s que todos los movimientos de masas de izquierda han tenido que enfrentar precisamente esas tarcas. ‘Como consecuencia, la izquierda adopts el modo deenten- der laeconomiacapitalista provisto porlaeconom{akeynesia- ‘fa, asi como sus recomendaciones en materia de politicas, Pero laeconamia keynesiana hoy ha perdidosuantiguo illo, Dos fenédmenos que han caracterizado a buena parte del mundo capitalista desarrollado desde principios de la década de 1970 —un alza gradual de la tasa de inflacién y una baja gradual de la tasa de crecimiento— han sido muy poco sensibles a las intervenciones tradicionales prescriptas por la teoriakeynesiana, Sin embargo, esta radicién profundamente amraigada persiste, brindando Ia apoyatura para muchas de las actuales reacciones de laizquierda frente ala ofensivaconser- vadora. Muchos contindan insistiendo en que la demanda es erénicamente insuficiente, en que la oferta de ahorro no es problematica: y en que sdlo a través de una redistribucién del ingreso, politicas de pleno empleo y una expansiGn de los ‘gastos sociales se puede salir de la crisis actual. El problema 8 que esa respuesta ya no es convincente. Representa una reaccién que se mantiene aferrada a vicjas ideas y viejas politicas, las cuales, sostiene no sin razén la derecha, ya han ensayadas y han resultado incficaces, Una defensa obs- tinada de pol is asociadas con fracasos pasados deja el terreno ideolégico a la derecha y esio —creemos— no es inevitable. iCudles son entonces nucsiras opciones? En un nivel, estamos hablando de un proyecto econémico que constituya ‘unaaltemnativa razonable y atractiva tanto para las politicas de administraci6n de 1g demanda como para la onda actual de economias de derecha orientadas hacia la oferta, Pero las {eorfas econdmicas son racionalizaciones de intereses politi- cos de clases y grupos en conflicto, y como tales deberian encararse, Detrds de las diferentes alternativas econémicas acechan visiones de la sociedad, modelos culturales, pujas por el poder. Un proyecto econémico involucra también un modelo politico y social. La combinaci6n de democracia y capitalismo constituye ‘un compromiso: quienes no pascen los medios de produccién acepian la institucién de la propicdad privada del capital, mientras que los duefios de los medios de produccién acepian las instituciones politicas que permiten a otros grupos expre- ‘Sar sus reclamos en términos de la asignacién de los recursos yladistribucin del ingreso. Vale la pena recordar que Marx ‘Consideraba que este compromiso era inviable, en tanto que tna “repsiblica burguesa” se basa en una contradiccién que la toma intrinseeamente inestable como forma de organizacién social. Marx sostenia que una combinacién de propiedad privada de los medios de produccién y sufragio universal Mevaba necesariamente o a la “emancipacién social” de los ‘oprimidos, a través de la utilizacidn de su poder politico, oa Ja “restauracién politica” de la clase opresora, a través de la utilizacién de su poder econdmico. Por lo tanto, sostenia Marx, la democracia capitalista es ‘solo la forma politica de oe te 0 a oon Ja revolucién de la sociedad burguesa y no su forma perma- nente de vida”, “s6lo un espasmdidico, excepcional estado de cosas... imposible como forma normal de la sociedad”. Fucel keynesianismo que brind¢ los fundamentos ideol6- gicos y politicos para el compromiso del capitalismo de- ‘mocratico. El mantuvo la expectativerde que el estado podia reconciliar la propiedad privada de los medios de-produccién con un manejo democratico de la economia. Como el propio Keynes dijo: “Noes a propiedad de los medios de produccién loquees importante que el estado asuma. Siel estado es capaz de determinar el monto global de los recursos destinado aumentar esos medios y laremuneracién bisica de sus propi tarios, habré logrado todo lo que es necesario"'. El control demoeritico del nivel de desempleo y de la distribucign det ingreso fueron los términos del compromiso que hizo posible el capitalismo democratico. El problema de los afios 30 fue el de los recursos ociosos: Jas méquinas pararon y los hombres quedaron sin trabajo, ‘ningiin momento de la historia de! capitalismo la irracionali- dad del sistema fue ms evidente. Mientras por un lado familias enteras morfan de hambre, por otro se procedia a la destruccidén de alimentos —alimentos ya producidos—, Se ‘quemaba el café, se mataban cerdos, se pudrian stocks, se ‘oxidaban méquinas. El desempleo era el principal problema politico de la sociedad, De acuerdo a la ortodoxia econémica de la época, ese estado de cosas era simplemente: tn dato y el tnico remedio cera bajar los costos de produccicn, lo que queria decir bajar salarios y subsidios, Era obvio que resultaba urgente tomar ciertas medidas para asistir a los desempleados, pero era motivo de controversia —cuanto menos— si tales medidas eran recomendables desde el punto de vista econémico. De hecho, en Gran Bretafia el gobierno laborista propuso reducir Jasindemnizaciones por desempleo: ésta era la condicién para recibir el aval del FMI de la época, donde M” evocaba a la banca Morgan, Pero en Succia, el Partido Socialdemécrata que gané lacleccién de 1932, rompiécon lapolitica monetaria ‘ortodoxa. Mientras el desempleo aumentaba bruscamente en los inicios de la Gran Depresién, dieron con una idea verda- deramente novedosa: en lugar de asistir a los desempleados, los socialdemécratas suecos los emplearon, Era el comienzo del maridaje entre la izquierda y la economia keynesiana *, El keynesianismo permitié fundar el compromiso de clase al brindar a los partidos politicos que representaban a los tabajadores una justificacién para ejercer el gobiemo en sociedades capitalistas. Y una justificacién que necesitaban desesperadamente. Desde 1890, los socialdemécratas pensa- ban que un progreso electoral irreversible culminaria en la conquista de una mayoria clectoral que un dfa les permitiria llegar al gobierno y conducir a sus sociedades hacia el socia- lismo. Pero no estaban en absoluto preparados para lo que efectivamente ocurrié en varios paises. Los partidos socialde- ‘mécratas, laboristas y socialistas fueron invitados a formar gobiemo, sin haber conquistado las mayorias que hubieran sido necesarias para llevar adelante el programa de naciona- * John Maynard Keynes: The General Theory of Employment, Interest, and Money. New York, Harcourt, Brace, Jovanovich, 1964, p.378. La.cuestiGn de si las poliicas suecas resultaron de Ia aplicacién de las ideas de Keynes 0 de un desarrollo auténomo, a partir de ‘Marx pasando por Wicksell, continta siendo motivo de contro- versia. Cf. Bo Gustafsson: “A Perennial of Doctrinal History: Keynes and the ‘Stockholm School", Economy and History, 17 (1973), pp. 114-128, Y 3) & ' w& YR.

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