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N Diciembre de 1983 $a 40 DE Nl Afio VI, némero 19 REVISTA DE CULTURA | LITERATU RA Y POLITICA LA CRITICA LITERARIA: GLTIMOS LIBROS ALAIN TOURAINE Y LA INTERVENCION SOCIOLOGICA Situacién actual del psicoanilisis “Abordarlasposiciones —_freudiano— hecha a la presentes del psicoané- vez de amnesias y de lisis en la Argentinaexi- _reescrituras del pasado ge una tareaderecons- reciente, dictadas por truccion en la que ladi- las _exigencias de ese ficultad propia de un periodo ominoso abier- campo bien extendido to en 1976. Ante todo, y variable en sus agru- _cabe el llamado a la res. Pamientos y sus vaive- tauracién de una trama nes, se agrega al obs: _ histérica, y esta empre- téculo mayor de una sa sdlo ‘és concebible censura —en sentido como obra colectiva” Los deseos imaginarios del peronismo: einterpretaci6n de este movimiento o texto de batalla? Ficciones argentinas: Hebe Uhart, Luis Gusman y Hugo Foguet Origenes del sistema educativo argentino Editorial Punto de vista geen Afio VI, nimero 19 Diciembre de 1983 Consejo de Direcoin: Directora, Carlos Altuminno Beatriz Sario Maria Teresa Gramuglio Hilda Sabato Beatriz Sarlo Diagramacion Hugo Vezzetti Carlos Boceardo Suseripeiones Argentina, un affo, 120 $a Exterior, 6 nimeros (correo aéreo), 25 dblares. Punto de Vista recibe toda su correspon- dencia, cheques y giros a nombre de Bea- tz Serlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49 (B), Buenos Aires, Argentina, Punto de Vista fue impresa en los Talleres Grificos Litodar, Viel 1444, Buenos Aires. Hecho el depésito que marca la ley. Re- gistro de la propiedad intelectual en tré- mite. Composicién en frio: HUR, Av. Juan B. Justo 3167, Tél: 855-3472, 1414-Bue- ros Ai Editorial Después de las elecciones del 30 de octubre, a Argen na se dispone a iniciar una nueva etapa bajo el signo de la democracia. Todas las esperanzas se han condensido en esas, dos palabras, sobre las que parece necesario interrogarse, Por primera vez. en su historia, el peronismo ha perdido una lectin realizada sin proscripciones y, lo que es sin duda ‘mas significative, por primera vez en los ultimos treinta afios, otro. gran partido consiruyé una mayorfa electoral que incluye no sélo a capas medias sino a franjas importan- tes obreras y populares. Se ha producido también una doble renovacién ideoldgica y politica: si, por un lado, el radica- lismo aparece como un partido que ha logrado superar la medianis estable pero poco atractiva que constituia la he- rencia del antiperonismo, primero, y del entendimiento Perén-Balb in mas tarde: por el otro, el discurso de Alfonsin: descubrid y articulé exitosamente una temitica antiautori- taria y democrdtiea con los lemas de una sociedad menos desigual que atendiera a las urgencias de la miseria, el d- sempleo y Ia devastacion econémica, ‘A diferencia de 1973, en este elecci6n se dirimieron cuestiones mis. complejas que el repudio en las unas a una dictadurs militar y Ia altemativa ofrecida por el radicalismo es, en parte principal, responsable de ello. Los argentinos no s¢ vieron forzados a la ilusion unificadora de que la sali- da a Ia ctisis, podia provenir solamente de un proyecto (en aquellos afios, el del peronismo 0, pare decirlo mejor, los diversos y contradictorios proyectos que se albergaban bajo esa denominacién politica). En 1983, no se vot6 simpie- mente contra un gobierno militar, sino que el voto incluia una opcién clara por uno wu otro modelo de funcionamiento politico que, de varios moos, podia detectarse, no slo en Jas propuestas explicitas de uno u otro partido sino en las Puntode vista modalidades diferentes con que ambos habjan encarado las tareas de su reorganizacion interna y el tipo de relacién que éstablecfan entre sus afiliados y sus direcciones. Asi como en la década anterior el funcionamiento del peronismo en felacion a su direcciOn personal parecia proporcionar la ilysion de que, trasladado a la sociedad, ésta resolveria por vias andlogas sus conflictos, hoy los temas democriticos del discusso alfonsinista se vefan reforzados, en la practiea pre: electoral, por el funcionamiento institucional de un partido que debid, en poco més de un afo, resolver contradicciones ideol6gicas y de poder cuya profundidad se demuestre qui: 24s en los.aflos que vienen. Para miles de argentinos, el pe- riodo preclectoral se convirtié en un laboratorio politico: desde las afiliaciones masivas a las elecciones internas, se puso a prucba (aunque esa prucba no pueda reclamarse hoy ‘como definitiva) el discurso y la prictica partidarias, Si la riqueza de estos meses previos a octubre podra consolidarse en nuevas formas politicas, s6lo se resolver de ahora en mis. Lo que si puede hoy afirmarse son algunas, de las razones de un resultado electoral que hace no mis de tun afio hubiers sido impredecible. El alfonsinismo sintoniz6 no silo nevestlades reales de la sociedad argentina, sino también su expresion mas difusa: estados de énimo, huellas dejadas. por las experiencias de la déeada (y no s6lo por la dictadura militar), tensiones renovadoras que provenian del huevo electorado juvenil marealo quizis profundamente por tna subcultura con rasgos antiautoritarios. Su discurso, ue no estuvo mayormente signado por la promesa de cam bios espectaculires, enfatizaba algunas certidumbres en las que una parte de Is sociedad identifico una renovacisn me ‘os aparatosa que profunda del funcionamiento institucio- nal deseable para que el pais encare las tareas de reconstruc i6n, sin que ellas signifiquen sacrificar la eparacién moral ¥ material de lo suceulilo en estos afos, Lo nuevo que este discurso trasmitia puede resumirse en algunos temas: demo- cracia politica, democracia sindical como requisito de me- jores condiciones de nezociacion para lox sectores obretos y populares, control gubemamental de las corporaciones que, como la militar, habian reemplazado la legalidad institucio. nal por una regulacién que presuponta la violencia, En su- ‘ma: contra la prepotencia de los fuertes, de los grupos de poder, de las camarillas, era el mensaje que, tramado con el predmbulo de la Constitucién, fue vivido como algo a la vez nuevo y posible. Quiz convengs ahora reflexionar sobre lo aleanzado el 30 de octubre. Después de casi una década en que la exis: tencia misma de las formas institucionales democriticas fue reprimida, la Argentina se ha colocado en la linea de parti da: se ha abierto solamente la posibilidad de construir un pais donde la politica no sea patrimonio de minorias assti- das por la fuerza o forma de una ilusién participativa que, en los hechos, slo reffende o rechace la resolucicn de las grandes cuestiones que, de ahora en mas, deberdn ocupar el espacio del debate pliblico, del que no deberian ser extirpa: das ni por razones técnicas (que encubren una modalidad contemporinea del elitismo ilusirado), ni por las enomes dificultades materiales y concretas, urgentes como nunca, aitonat/3 ‘a enfrentar. La Argentina puede proponense, también, just cia en el terreno de los derechos hunianos y una accidn p biica e inciusiva que ponga las bases de una resiauracion éti- ea de la sociedad Se ha abierto también {a posi ticamente nuestro pasado mis reciente, condici sable para la produccién de una izquierda que no sucumba a la doble y deformante tension hacia el populismo o el dogmatismo. En esta coyuntura, la franja de las izquierdas partidarias (uno de los grandes derrotados electorales) fue tozudamente ciega a los contenidos y formas que estaban, en debate, repitiendo (con una fuerte dosis de arcaismo) ‘oposiciones que no deseribian la situacton real de la socie- dad argentina Se trata entonces de encarar el desafio planteado por la complejidad de cuestiones que hoy ha puesto sobre la mesa cl resultado electoral, expresando un reclamo profundo y Vilido de refommulacion poli nal, Se ha abies to, también, una etapa de fluidez en las identidades polit eas y, en constcueneia, existen condiciones para repensar la definicion y el lugar, tanto en el estado como en la soci dad civil, de nuevos actores vinculados, al mismo tiempo, con nuevas probleméticas. En esta tarea de imaginacién po- Iitica, que es de reforma institucional, de construccién de huevos sujetos y de resolucidn de las tensiones (que reco- rrieron los iltimos cuarenta afios de nuestra historia) entre justicia social y participacion democritica, podrin emplear- se las energias populares que la movilizacién preelectoral arrojé a las calles y que hoy debe pesar en los espacios po- liticos y sovietales a los que, mas que reconstruir, es preci- s0 redefinir globalmente. EI Consejo de Direecién 4[Psicoanstiss Punto de vista HUGO VEZZETTI Situaci6n actual del psicoanalisis Abordar las posiciones presentes del psicoandlisis en la Argentina exige una ta- tea de reconstruccién y andlisis en la que Ia dificultad propia de-un campo bien ex- tendido y variable en sas agrupamientos yen sus vaivenes, se agréga al obsticulo mayor de una censwa —en sentido freu: diano~ hecha a la vez de amnesias y de reescrituras del pasado reciente, dictaias Por las exigencias de ese periodo omino- so abierto en 1976, Ante todo, entonces, cabe el lama- miento a la restauracion de una trama his- tOrica, y esia empress slo es concebiisle como una obra colectiva. A ella quieren contribuir estas reflexiones, que no tienen probablemente otro valor que el efecto ‘que susciten Hacia comienzos de los afios 70, la ruptura de Ia Asociacién Psicoanali Argentina (1971) se produce en la cresta de una expansiin del psicoanilisis, que irrampe por diversos circuitos a la faz “pa- blica”, fuera del ambiente recoleto cons- truido alrededor del divin y del modera. docrectmiento —bien controlado poraque. lla instituciin— que lo habia caracteriza- do en sus primeras décadas. Cierta “cise minacién” del discurso pricounalitico produce por primera vez alternativas de formacién y transmisién afuera de la cor- poracién “oficial”. Por otra parte, a esa expansién contr- buyé decisivamente el despliegue de expe- riencias psicoterapéuticasnuevas(grupales, familiares, comunitarias), desarrolladas en Ambitos que nacen en es0s affos (servicios de psicopatologia en hospitales generales, eatros de salud) y sostenidos en térmi- nos numéricamente mayoritarios por un nuevo actor en el campo de la salud men- tal: el psicdlogo. Que en tales condiciones (@ las que cabe ubicar en un marco poltti- co postsordobazo que presionaba fuerte- ‘mente para alimentar una aspiracién social revolucionaria) s haya mezciado el oro con otras materias de escasa nobleza, que la ratio politica haya hecho a menudo es ‘tragos en las condiciones mismas de pro- duccién de una praxis transformada dela ‘cura, no obsta para reconocer al valor yla inventiva de mucho de lo que alli se inau- guré, Bn todo caso, cuando se escuchan hoy ciertos “ajustes de cuentas” realiza- dos notoriamente desde ls acomodacién a las nuevas condiciones abiertas en 1976, no puede menos que advertise que resal- tan més bien contrarios a cualquier tenta tiva de historia critica del psicoanilisis de Jos afios 70.Si algunos quieren poner sobre ese pasido una lépida inamovible, de lo {que se trata aqui, precisamente, esde asu- mir la exigencia de desenterrarlo e inte- rrogarlo con la mayor amplitud y los me- notes preconceptos. ¥ ante todo, porque Jo més importante de lo que estd en curso de hoy naci6. por en: Si se trata de tomiar la ruptura de la A. PA. como provisotio punto de partida, se puede arriesgar que por entonces esa cor- poracién totalitaria enchalecaba el desa- rrollo del psicoandlisis no s6l0 por st tri vializacién conceptual y Ia pretension retrégrada de atesorarlo monopélicamen- te, sino por que Ia ilusi6n de mantenerlo guardado en el placard era concomitante con fa ceguera para advertir que los tiem- pos reclamaban uns presentificacion del Tegado freudiano menos atada a las me2- quindades de un empresariado celoso de sus pretrogativas. Releer los materiales producidos por quienes protagonizaron esa ruptura, asi como algunos textos surgidos en esos affos, da cuenta de una comin yoluntad de salir al encuentro de la historia social, del poder en las instituciones, y de con- frontar la obra freudians con otras disei- plinas, desde el materialismo dialéctico e hist6rico hasta la lingilistica y la antropo- logis. En principio, lo que importa en el campo psicoanalitico argentino desde 6303 afios acontece por fuera de la corpo- racién (después serian dos) afiliada a la entidad internacional. Y esto no implica Punio de vista Psicoanitiss/s nega que también fuera de ella se repro- ducen los estigmas de una renovada tec- nnologia de a dominacion subjetiva, sino mas bien. murear nitidamente en ese ¢s- pacio ctistalizado la maxima condensa- eign de una ideologsa institucional que se hhage coherente con un modelo de forma- ‘cin de analistas y con la imposicion de idedles terapéuticos amasados con las tra- diciones mé¢ico-morales de Occidente. Queda concentrado, entonces, este Declaraciones del capitin de navio Ma- ‘uel irén Campo, Cerin, 10/9176. * somos, 19/9/% * La Necion, 8/1/81, tadura) su desenrolvimiento no pudo, ne- cessriamente, eludir las consecuencias de esa violenta irrupeién que desde el poder dictatorial tronch6 una porcién muy im- portante del campo psicounalitico nacido a principios de esa década ‘Ante todo porque cuando el silencio forzado o el exilio se suman a la caida de las ifusiones puestas en el cambio so- cial inminente, el debate acerca del psico- andlisis y el orden del poder se queda sin erlocutores precisamente en una zona que fue y es esencial pam el destino del psicoanslisisen Ia Argentina: el de su rela- i6n con las instituciones. Provocado el efecto de un discurso ‘omnicomprensivo, sin topes, la falta de verdaderos debates condujo 2 intermina- bles rencillas de prestigio y de poder, 0, bien a pseudopolémicas dirigidas, a me- nudo, contra muertos y ausentes, es decir contra los que no podian contestar. Final- mente, el déficit de una reflexién sobre las condiciones de existencia, de agrupa- miento y de transmisién del psicoanslisis ¥ de las consecuencies del terror sobre el Propio campo hist6rico fue concomitante con la ilusién de vivir en otro espacio po- Iitico e institucional: el de Paris. Nadie lo expresé mejor, a mi juieio, que un laca- niano argentino en Caracas, cuando se re- firi6 a la carta con que Lacan hizo pébli- a lt disolucién de que Lacan nos envi que tal efecto propiamente renegatorio de la densidad de las instituciones se acom- paflara de un discurso teérico que tendi concebir al lazo que agrupaba a los an listas como sostenido en una mistica que escapabs a toda determinacién social y cultural. De cualquier modo, no puede desco- nocerse la pervivencia de una pasién por el saber y por la preservaci6n de condicio- nes de estudio y de pensimiento que ali- ment6 grupos de estudio y contribuyé al nacimiento y crecimiento de entids asociaciones, Es cierto que una “crisis de mercado” evo a una mas encarnizeda dlisputa por pacientes y alumnos cada vez mis escasos y que ~€n términos reales— agin cada ver. menos. También lo es el cardeter fragmentado y casi atomizado de 10508 espacios y circuitos de formacién,en Jos que a menudo la agitacién superficial predomina sobre proyectos de mayor al- Punto de vista Palcoanliss/? cance y profundidad (por ejemplo, no hay casi textos publicados durantes estos affos, salvo recopiluciones de articulos 0 onencias mds bien circunstanciales). Pe- 10 no de puede dejar de senalarse que la ‘xistencia misma de esta tama bien en- raizada en el campo pticoanalitico resul- ‘aba inasimilable para los planes de disc plinamiento y restricciSn coercitivos que dominaban a hs mentes militares y sus al ahuetes en el émbito de la cultura, Pero, si ese movimiento de resistencia (que aprovechaba circuitos alternativos dentro del campo intelectual que habjan nacido después de 1966) pudo, frente al cierre abrupto de otras posbilidades, de- fender con bastante eficacia los concep- {os fundamentales sobre los que es posi ble concebir la praxis del psicoandlisis; 4i, incluso, pudo encontrarse en la flexién critica y ética de la ensefianza de Lacan jhuminaciones esenciales para las oscurid des de los “cuestionamientox” que habjan Inaugnrado la década, a1 mismo tiempo, tna de las unilateralidades més notorias fie el cambio de registro en el abordaje de la problemstica institucional. En el mismo momento en que la pre- sion. despolitizadora era impulsada firme- mente desie el poder, en el intento mas ambicioso que conocié la Argentina por transformar_radicalmente a los sujetos colectvos, sociales, culturales y politicos, ‘euando Ia primacfa del “orden” sobre la libertad y la justicin penetré bien hondo en un conjunto de instituciones (desde la Iglesia y el grueso de los partidos politi- cos hasta la prensa y las organizaciones profesionales y de la cultura), en circans- tancias en que el ideal totalitario de una socledid compartimentada y disciplinada trasladaba el modelo militar de mando e imponia la sancién de toda horizontali- dad en Ia comunicacién y la interacci6n, ‘un discurso psicoanalitico que se hace do- rinante impone, por un lado, cierto encie- to esotérico en su jerga y en susrituales, Y, Por otro, una negativa bastante radical 4 asumir como pertinente la relacién del Psicoandlisis con las instituciones de 1a asistencia 0 de la cultura. Que las institu- siones sean afirmadas, unilateralmente, s6lo como “de discurso” —més alla de 10 que pueda aportar para una efectiva reno- vaci6n de las teorfas— en esas circunstan- iss que imponian el peso de su significa- cién bien material (anvdada a la légica de tun poder que, efectivamente, tambign lo es de discursos, y respecto del cual no es: ti de més recordar Ia vigencia del modelo freudiano de la hipnosis, para pensarlo en relacion a condiciones colectivas) no po- dia tener otro efecto que el de una verds- dera ilusién “eshistorizadora” que en el ‘weio provocado por una alucinante nega- tiva respecto del horror que dominaba el momento, instalaba 12 sobreablindancia el significante, con el efecto notorio de sepultar cualquier andlisis fundado sobre as propias condiciones de transmision y ejercicio del psicoandliss, incluso de aque- las que habjan hecho posible la impresio- nante difusién de la obra de Lacan. Escierto que ese silencio sobre las con- diciones materiales y politicas ~aun bajo 1a forma alusiva 0 entrelineas~ caracteri z ampliamente al campo cultural (con al- anos ca903 mucho més graves, como el dela S.A.D.E. y sa Feria anual converti da en una fiesta del régimen) pero en este espacio psicoanalitico lleg6 a fracturar la existencia misma de una ‘memoria colec- tiva’” capaz de hacerse cargo de las vicisi Germin L. Garcia habia podido escribir tuna critica inteligente a 1a obra compila da por M, Langer®, en las nuevas condi ciones, su indagacién sobre el pasado (Le entrada del psicoandlisis en la Argentina, Bs. As., Altazar, 1978) se lee como una empresa que reemplaza la construccién histérica por un mito fundacional, y una campafia de promocién y que golpea so- bre toda posible rememoracién critica on una mirada congelada desde ese pre- sente. ,Hace falta decir que la menciona- da slusin de pertenencia al espacio parisi- ‘no s¢ combinaba con la més dif undida de eternidad del régimen? En todo caso, ese acomodamiento a una situacién 6x ‘cepeional asumida como permanente —y ‘como habiendo clausurado definitivamen- te el pasado inmediato— debe achacarse la rafz fundamental. de una ceguera ante es historia traumitica que desfilaba ante ‘cualquiera que mantuviera sus ojos abier. ‘tos. Todavia en 1980, en Caracas (fui tes: tigo presencial) otro compatriote y colega podia responder ante el requerimiento de tun francés sobre el psicoandlisis bajo Is © Los Libros, op, eit, p12. dictadura: “Pas de probléme”, y a conti. nuacion calcular en délares (eran los tiem- pos de Jos) los honorarios espléndides que se ganaban en Buenos Aires Ni siquiera es cierto que la produceion teGrica no se haya visto afectada; no pue- de decirse que ese “cerrar los ojos” haya coexistido con una concentracién ereativa én el desarrollo de la propia disciplins Porque, més allé de la importancia del despliegue de la ensefianza de Lacan y sus efectos —cuyo acceso mis directo y eficaz siguen siendo las traducciones— los textos fragmentarios, con ejes cambiantes “a la moda”, no hacen visible las promesas de ninguna obra —personal o colectiva~ des- tinada a una relativa perduracion. Y no podia ser de otro modo, si se comprende hasta qué punto una empresa tal requiere fundarse sobre la reescritura de la red his toriea de préstamos e influencias, y de qué modo exige al cteador —ademis de continuidad y relativa autonomia intelec tual- apoyarse sobre el horizonte de pro- blemas de su tiempo, En fin, el campo psicoanalitico neces- ta alimentarse con la diversidad y el deba: te, notoriamente ausentes en estos afios, con el “rétorno” de concepciones, expe: riencias y discursos que quedaron exclu. dos (y no debido a la voluntad de los psi- coanalistas, hay que recordarlo). Debe Teconstruirse, con Ia proliferacién de es- pacios de interlocacin y la disposicion abjerta a una larga marcha que vaya dis: tinguiendo, en lo que se produjo, el mu- eho raido de las pocas nueces; y quienes no esién a fa altura de los tiempos se con denarin a un destino de secta. ‘Que la amnesia deje lugar a las palabras y los sucesos puedan alcanzar alguna pre- aria historizacién parece ser una con cién ineludible —propiamente psicosnali- tica— de una trabajosa restauracién que no eluda aquella definicién de Masotta respecto del psicoaniliis, que “como tal cestari siempre alindo, Io quiera 0 no, to- da auténtica empresa de liberacién’”?. En- tonces, si es deseable y pertinente recoger el reto freudiano a un “psicoanilisis de la cultura”, no ha legado ta hora de plan- tear en su horizonte los problems las promesas— de una democrats plur.tista? Octubre de 1983 eet iaarol A ‘nsayos Lacenianos, Barcelona, Anagra- ma, 1976, p. 202. /Literatura argentina “EI fuego clasifica: en primer lugar, to: das fas llamas se dirigen en algiin senti- do.” Francis Ponge La historia de estos aftos exilio, re presidn, crisis afecta a la literatura y pue Ue Jeerse en el corpus narrative tanto co: mo en el cuerpo de la sociedad argentina Segutamente nen todos los textos, pe- to inaluso su ausencia parece un despla zamiento, una eseritura en hueco. Hay {textos clocuentes en su silencio. Pienso en los escritores que publicaron_ su pric ‘mer libro en os dtimos arios de la déca- da del sesenta y primeros del setenta, Por su edad, son contempordneos de los estu- diantes } obreros del cordobazo, de los je- fes de fils del auge politico que desembo- 6 en el triunfo electoral det peronismo en_ 1973, de los presos, los dessparecidos y los muertos (pueden leerse las pruebas de esa contemporaneiad en las dedieator rias de sus libros), Un eje, la historia, me permite captar el despliegue de las dife- fencias. Mi perspectiva renuncia de ante- mano a unificar en tomo de ese eje;quie- ro, mis bien, sefalar aqui y allé zona sig- nificativas, Alzunas preguntas, que no in- lento responder, me permitieron esbozar ciertas Lineas: con qué instrumentos se scribe, trabajando sobre qué experiencia? Lugo: ,para quién se escribe?, volviendo desta pregunta que hoy afirma de nuevo su (nunca perdida) pertinencia. El campo intelectual argentino se defi ne por si modemidad. Las teorias que a los libros que se leen, las “austo- fidades” que imponen sus hegemonias consiantemente asediadas por el avance de oiras, son las mismas que protagonizan debate intelectual europeo. Estos ras- gos colaboraron en la liquidacién del mito Punco de vista BEATRIZ SARLO Literatura y politica del “noyelista ingenuo” y ¢s preciso reco: nicer que nunca estuyieron mis lejos de esta figura los naradores argentinos le la iltima déeada, Rastros del trabajo con las ‘eorias literarias, citas evidentes y ocultas, sefalan el camino que ha seguido la esert tura!: escribir lecturas, parodias, ficcio- nes que tienen a otras ficciones en su ot gen. Escritores concientes de la literatura n asi formas diferentes de In refle- aria. Muchos de ellos exageran estas sefiales, hablan sobre siembran el camino de slaves que fundan el placer del reconoci- miento y ponen los limites de una comu- nidad ideoldgico-literaria, Nadie es inocente. Pero se puede no serlo de diferentes maneris. En los altos setenta se produce un giro en ly narrativa argentina: del sistema de la dlécada det se- senta, presidido por Cortizar y una lectu- ta de Borges (lectura contenidista, si se me permite la expresiin), se pasa al sist ma dominado por Borges, y un Borges Procesado en ia teorfa literaria que tiene como centro al Intertexto?. Casi no hay * Fate pode aftmarse de escrtores tan d- ferentes com Juan Carls Martini Real (Cops ‘ght, Sasameneana, 1979), Kato Piha (Res piacién artifical, Pomate, 1980), Noemi Ulla Crdimbre, siti de egrano, 1981, ¥ Cu dads, Cento Editor, 1983), Osvaldo Lambo hin" (Sebreyondi retrovede, Faleiones. No 1973), Las Gusman (Cuerpo velado, Coreek dor, 1978, y Bn el corazon de fui, Su ‘ina, 1983), Rodolfo. Fogwil (fis muerios punk, Tysca Baldin, 1980, ¥ Mice feponea, aiorial de Belgrano, 1982), Alberto (Avonturer de un novela atonal, Susie ta, 1982, y Matendo enanos 2 fori de Belgrano, 1982), Rodolfo Raban porado, Sudsmericana, 1978; Un dia perf {oy Romar, 1978, Bo otra pare, 1981), Cé- sai Aira. (Ema, la cautiva, aitoral de Belgrano, 1981) an escritor de estos aflos que no # ubi que respecto de él Todo ello hace pensar en una descon- fianza radical frente a la narracion “cli- sica”: se plantes una pregunta: ge6mo st auir contando? El interrogante tiene va rios origenes: la crisis e la forma “relato”, {que es un capitulo is del reatismo, por un lado. Este seria st origen literatio, coma si se dijera: husia aqui Hegamos, desile aqui, si es posible nattar, s¢ nacrard en todo caso enire co- rillas, poniendo de mani ng se eree en una relacid zis no haya existido munca) entre los tex- tos y el mundo. Por aito lado, esté la bse queda de formas narrativas que permitan la reflexion y que, al misn» tiempo, sean las de la tipica “novels discursiva”, frente a un conjunto de experiencias soci: les que suscitan ft perplejdad y el senti- miento de que una explicscidn es neces Se eseribe también bajo la sugerencia e otros cédigos que no son literarios®,0 FNS puads desire, ain. anberes, qua hoy no se sig esetibiendo a partir de hi tuptara co: {azarigna: Isidoro Blaistein se inscribe on ete registro formal y linguistico (Dublin a! sur, ld Editor, 1979, y Cerrado. por melancvlia, Editorial de Balgrano, 1981),y también Lilien Hecker (Un rexplandor que se apogs en el man do, Sudamericana, 1977, y Las peras del mal, Editorial de Belgrano, 1982) * cine, por ejemplo: No hebrd mis penas ni olvido, de Osvaldo Soriano, no slo wn home naje a cicrtos estlos cinematogralicos sino un to a.au tetdria; A Tae 20.25, la ceora on 1rd en la inmortalidad, de Maio Svichian (Edi- lores del Noite, Hanover, 1981), donde ol gap lingtistico ocupa todo ol fugar de la narracibn, 4 In manora de Ia cadena de gags on ls come dias; £1 heso de la mujer arana, de Marvel Puig (Sein Bartal, 1980), relato construido en parale- fo alos angumentos de peliculas citados, fuente de cisésideologicos y eséticos. desde Ia postica de los “géneros meno: res". En un desplazamiento hacia el cen- tro del sistema cuyos mediadores son Faulkner y Onetti, se legitima al policial y_ se incorporan sus tOpicos: el dinero, la Violencia, el erotismmo, Sin embargo, se conservan los signcs, puestos casi en evi- dencia, de que el autor no es un naif, de que no trabaja en el género sino sobre él Se trata, en muchos casos, de relatos dor de la accién es cifta de la violencia argen tina, © modelo narrative en cuyo marco organizar una experiencia social que, por el horror, da la impresion Je resisttse a oro discurso. Esto sucee en La vida en- tera, de Juan Carlos Martini, donde la disputa por el poder en el mundo degra: dado de les prostibulos implica un juicio yuna manera de figurar el poder en la es ‘cena politica La reconstruccién de lo real Una sociedad habla, entre otros discur 50s, con el de la literatura. Leer, entonces, la narrativa de estos aos puede ser, para los argentinos, una de las formas posibles dle encontrar algunos sentides en esa masa dolorosa y desordenada de lo vivido en la Gitima década’, A diferencia de los me: dios masivos, donde la censura impone imis-rigurosamente su ley de hierro, la li teratura defendi6 con tenacidad su traba jo sobre tn materia social, hecho que no 4 José Pablo Foinmann (Ueimos die de la victima, Hachette, 1999, y Niel tiro det final, Pomaine, 1982): aan Carlos Martin’ (KT ceveo Bruguera, 1977); Rubén Tizziani (Noches sin 6 sole, Siglo XX1, 1975, y Eldesauite) Juan Cathos Martelli (BU cabeza, Corresidor xeribieron pobciales con clave politica explicita 0 sin ell, pero cor clave literaria sem pre evidente, Algunos de los relatos de Elvio fo, en especial el que da titulo al vol men La reine de les nieves (Centro Editor, 1982) trabajan un polical a ver explilto en sus sig nos exierionss y eruzado de cits ‘emisiones cuyas convensiones Ue. on hteraturs europea, \ susetO ET neujrago de fo Belgrano Rawson (Po- la de mar y de naufiaxi, 6n, ef Inulte, 1979), hist que tematiza el mito romantica de k ego y la muerte, en una estdizaciin jogada entre el homenajey ta ronia. * Véase,al respecto: M.T. Gramuglo, “Tres novelas arpentinas”, et Punto de viste, nto. 13, howiempre de 1981 Punto de vista deja de ser sorprendente st se piensa que fue el campo cultural uno de los objeti- vos de la represidn politica y el terror de estado. Creo que el campo cultural ar- gentino, desde la década del sesenta, tie- ‘zona fuerte y renovadora coloca- da hacia la izquienda y que lo mas uetivo de exe campo puede ser ubicado en el do- ble eruce de un proceso de politizacién, que evita la alternativa de derecha, y la renovacién formal, La iniciativa cultural no pertenece, en la Argentina, a la re sidn politica, deste las promociones que ingresaron a la vida intelectual a comien- zo. de los afos sewenta®. © 4 grapo Conrorno, que emerge poco am tes de la caida del primer gobierno peronis! Literatura argeatina/9 Asaltados por la histona, los escritores no ligieron hablar en nombre de ella, porque en la violencia de esta década se disolvieron slguras de las certidumbres mas s6lidas del pasado. politico reciente En rigor, casi no podfa lamarse historia a ese conjunto de fragmentos, marcados por la interrogacion, que constituye la ‘Argentina de estos afos. ;Hay en realidad tuna historia? Esta pregunta se repite en varios textos y pone de manifesto la du da sobre si ¢5 posible ordenar discursiva- mente una realidad cuya Iogica parece secréta. Mejor dicho: cuando las formas Planes, por piimera vee la caputa radical por te hegemonia en ef eampo dels culture at polo constitudo por la revista Sur 10/Literatum argentina Punto de vist narrativas mismas desconfian del orden de los hechos, ;cbmo gobernar esa des- confianza segunda, sumada por la Argen- tina, en un momento de maxima fragmen- tacién de la experiencia social? Significa- tivamente, Andrés Rivera he titulado Una lectura de la historia su éltimo libro de re- Iatos. La narrativa no podia aspirar a restau: tar Ta totalidad perdida, que habia sido, por otra parte, una forma de la imegina- cin colectiva; tampoco a cerrar una ex- plicacién que ni estaba en condiciones de proporcionar, ni se esperaba razona- blemente de ella. ‘Trabajé, en cambio, sobre los frag- mentos de la experiencia, de manera tal que podria decirse que lo mejor de la lite ratura argentina de estos afios leva las huellas de la historia, En este sentido, le narrativa es parte de un movimiento co- lectivo que recién estd en sus comienzos: el procesamiento social de la experiencia, a la bisqueda de sus sentidos posibles Se trata de operaciones de construccion del sentido, a parti de diferentes estrate- gias-y modulaciones, que nos proponen respuestas diferenciadas en sus discarsos (politicas y sociopoliticas, estéticas,etc.), Hubo entonees imposicin de la historia y, al mismo tiempo, recurso a ella. La fuerza dela historia 0 como marca la historia a la literatura Se impone, una vez més, Ia Argentina como problenia, que, en sus diversas va- riantes tiene Ia fuerza de un t6pico (y Is recurrencia de una obsesidn) desde 1930. Sin embaigo, la “cuestién argentina” en los siltimos afios estd suscitada por expe. riencias sociales y perspectivas completa. mente diferentes a las de aquel ensayo, Martinez Estrada o Scalabrini Ortiz seb in propuesto aferrar la peculiaridad Ser argentino”, tanto en su flexion pes ‘mista, vinculada al proceso de su cons ‘truccién material ¢ intelectual desde 1: colonia, como en la que, menos optimists que politica, se sbria al horizonte del cambio posible, Pero hoy, la cusstién ar- gentina no gira sélo en torno a cémo fut mos constituidos, sino a por qué fracasa- ‘mos, Discurso sobre 1a responsabilidad en l obstéculo y no sélo discursos sobre Ia represiGn, discursos sobre el desorden y no sélo sobre un orden injusto 0 brutal Pero comprensible. La historia ha sacudi- do todas las certidumbres que iluminaron con su exaltacién los aflos anteriores: es preciso, entonces, volver a buscar formas de representacién de una sociedad que ha padecido un proceso de desagregaci6n fi- sica y moral, Los intelectuales argentinos, tocando fondo, lezamos al momento de la perplejidad y, en ocasiones de la escep- sis. Cambia el tono, y el eambio fue pro- ductivo, en la medida en que no es el ene- migo, el Otro, quien monopoliza, como referente absoluto, los discursos. Por su parte, la dictadura militar habia ‘eongelado las formas piblicas de Ia refle- xin: por supresién del debate politico y, fandamentalmente, por la liquidaci6n de la esfera publica, cuyos efectos son més devastadores que los dela censura. En esa situacién, el discurso literario (y también ‘1 de la critics literaria) podia proponerse ‘como espacio reflexivo. No es posible de ir que lo fue invariablemente, También en 61 se manifesto la resistencia a trabajar ‘en profundidad los sentidos de la crisis, pero, de todas formas, la historia presen- te, con su gravedad, imanté el espacio de Jos discursos. Del ‘pasado més reciente provenfa, clausuradas otras. précticas.y otras formas discursivas, el impulso que se alojaba en zonas de 1a literatura para els- borar la experiencia argentina. Se presentan entonces algunos de los problemas criciales que suelen acosar a Ja narracion: producir nuevas imagenes de si y del otro (desde donde narrar’), in- ventar las estrategias de representacion de los actores sociales y de los fantasmas ‘ubjetivos sussitados por ellos, econstruir 6 reformar el sistema literario y el lugar, en él, del relato. Problemas de represen- tacién, para decirlo con Bachtin, lingUisti ea € ideolbgica de perspectivas individua Jes y sociales en tanto discursos, practi condensaciones de experiencia Estas cuestiones constructivas ¢ inter- nas al discurso literario soportaban ade- ‘més la flexién impuesta por el contexto, donde comenzaban a formularse una serie de preguntas sobre Ia Argentina. La frag- mentacién violenta del mundo objetivo arrojaba sus efectos sobre ef mundo de lo simb6lico. Ante la represin o la muerte, ante el fracaso y las ilusiones perdidas, los discursos narrativos pusieron en esce- nna la. perplejidad, segin dos estrategias principales: la refutacién de la mimesis como forma finica de representacién, por tun lado la fragmentacion discursiva tanto de la subjetividad como de los hechos so- Giales, por el otro. Se escribieron novelas que oblicuamen- te, sélo oblicuamente, hablan de la hist: ria. Peroes precisamente en esa perspecti sesguda, en fuga, donde la literatura alea za a producis un discurso interrogativo y reflexivo (en lo intelectual y en lo estéti- co), La refutscion de la mimesis tiene en su base el reconocimiento de que la histo- ria ha estallado de tal modo que no per- mite una recomposicidn narrativa a partir de un solo punto de vista o un solo dis- curso, La teoria literaria (en sus diversas versiones) agregaba, por su parte, argu- ‘mentos especificos a esta convicci6n, Por lo demas, la recompos va puede ser s6lo una fantasfa de la ret: ica, en la medida en que ya no puede conflarse en que haya un sentido de la historia, En Hay cenizas en el viento, de Carlos D. Martinez, se lee: “Sarmiento erefa que era un enigma que podia deve- larse. Si hubiera vivido lo que yo he vivi- do, hubiera escrito otro Facundo, 0 no hhubiera escrito nada”, Piglia, en Respira- cidn artifical, pregunta quién de nosotros eseribird el Facundo. Ficundo: ,por qué esa obsesién, que también los eriticos compartimos durante catos afios? Si el texto de Sarmiento tota- lizaba, los textos més inteligentes de este periodo descomponen, Cartas, carpetas y papeles, sobres que pasan de manos de los moribundos 0 de los que se desvane- cieron en las sombras de la politica, a mx ‘nos de intelectuales reflexivos, desconcer- tados y perplejos; textos que funcionan como anclajes, como contrasefias para se guir pensando el enigma argentino, el nue. Vo enigma, no menos signado que el ante- rior por la violencia. Sistemas de mensajes cmitidos desde lugares diferentes que no coinciden con el del narrador: desde 1850 Ilegan los diarios y las utopias de Ossorio (en la novela de Piglia), que, por otra parte, la tinica historia que permiten re- construir es la del fracaso politico, el aislamiento y la locura; desde Marco Ave- llaneda, que abre una historia de deguc- llos, hasta los hombres y gallos degellados de Ios afios setenta, en ln novela de Carlos Punto de vista Literatera amgentina/11 D. Martinez. Esos mensajes desde Ikjos {anacrénicos, ut6picos) estén presentes también en la novela que mésoblicuamen- te habla de la violencia argentina: Nedie nada nunca, de Juan José Saer. Relato Cifiado, que traza un arco de La filosofia en el tocador (libro que, desde Paris le envia Pichén Garay a su hermano el Gato, personajes ambos del ciclo sueriano) a la masacre de caballos, que sefiala otras ma- sactes, igualmente brutals y difieilmente inteligible Interrogativas y no. aseverativas, estas narraciones renuncian al proyecto de re- pproducir lo real, para jugarse en la pro- duccién de sentidos incompletos y frag- mentarios: por metifora, por condensa- cién, por sobreimpresion de historias también ellas siempre incompletas, por rellexividad sobre los medios expresivos, ‘por hiperliterariedad, por parabola”, por Cifta. 0 por exceso: si la realidad argen na ha exagerado todas las formas de Ja Violencia, Cuerpo a cuerpo de David Vie flay hace de esa exasperacion el elemento central de su escritura, Es un texto sin limites, ni en ta erueldad, ni el erotismo, nien el lenguaje. La vida militar, el pe- riodismo, el anarquismo son los grandes ‘universos de la novela, que expande to- das las situaciones, las repite, vuelve sobre ellis deformindolis, —magnificéndolas hasta tun grotesco que oscila entre la re- presentacion posible y las grietas que el texto no oculta en sus desbordes. En el otro extremo, una linea narrativa que tiene en su centro a la serie de Cangu- os, de Jorge Asis®. Su tema, en el sent do més directo del término, ¢s también la Argentina de estos aflos, Y sin embargo, seria dificil ubiear ettas narraciones en el Como en Bi vuelo del tigre y Libro de na- ior » borrascas, de Daniet Moyano (Legis, 1982 y 1983), Por ota pat, "novela fk ls novel de infania, es porrazones gene eke Warrant dal primer peronismo: es el aso de Crsnica fa se Gorge Alvarez, 1968) y Los judios del mar duke (Galerna, 1971) de Mario Szichman y de Tina roe (Leeasa, 1981) de Jorge Mancur. Fores robadas en los jardines de Quilmes (Losada, 1980), Came picada (Legass, 1981), La calle'de lor cabalioe mtertor (Legasa, 1982). En el espacio de este registro puede ublarse también la marrativa de Enrique Medina (Las ‘muecas dl miedo, Galena, 1981). Sobre Jorge ‘As, véase: Antonio Marimon, “Un best-seller argentino: las mil eras de un pfcaro”,en Panto desta, nso, 14, marzo-julio de 1982, arco que se ha venido dibujando. Si la problematicidad formal (reflexion sobre los medios de produecién literarios, eali- zada al unisono de la teoria critica) esta- ba firmemente anudada con la problema ticidad ideol6gica, en el caso de Asis, la trama que une lector y escritor es posible- mente la més estrecha de toda la serie y define su proyecto literario, Es sabido: no hay un pablico, sino una estratficacién compleja que va desde los micleos conformados por intelectuales hasta zonas indecisas entre lectores de literatura culta y avdiencia de los grandes medios escritos, A este continuum dife- renciado corresponden diferentes estrate- gins de escritura, La estrategia del registro establece una complicidad real con los hi- bitos culturales de sus lectores: desde el ‘mutuo reconocimiento en un sistema de discursos morales, politicos, ideoldgicos, hasta la mimesis de los clisés de la lengua ral urbana de los sectores medios y po- pulares, El reconocimiento se produce de in- mediato en el circuito escritor (quien por ‘tra parte, se elige como protagonista-tes- tigo, en una exitoss apvesta a Ia transpa- rencia narrativa)-texto-publico, y esti en la base del éxito de Canguros. Sin embar- 40, este éxito propone también pensar la ‘cuestiin de la capacidad de elaboracion simb ica (desplazada) de Ia literatura, en- frentada con la complacencia mimética respecto de fas expectativas del piblico. Hoy poiria decirse que Is problemati- cidad formal desborda las cuestiones téc- nico-poéticas, para concentrarse en su re- Jacién con la problematicidad intelectual de los textos literarios: ésts es una rela- cibn histériea y, en conseouencia, varia ble, pero nosotros (lectores y criticos) no podemos evitar vivir dentro de est rela- cién, Cinica 0 moralista (para articular jes con centros en Asis y Villas, respecti- Vamente), la literatura exige, en el sistema cultural argentino, una condicién que se transforma en valor: la del eseritor refle- xivo (por oposicin a esa figura que qui- 728 no existio nunca: el escritor ingemuo), en Ia doble vertiente de pensar la escritura literaria como una de las maneras de en- tender la historia; y de pensar ls historia desde un sistema de representacién que se haga cargo de la complejidad, la disconti- nuidad y la problematicidad de fo real Ediciones de Io Flor scl Norberto Folino, Barceld, Rugelerito y el populismo oligérquico. Edicién definitivg, comegids, aumentada ¢ ilustrada de.un libro fundamental para ‘comprender ef presente. Una visin poco ‘comin y reveladora de la “década infor Roberto Fontanarrosa, Fontanarrosa y 1a politica. 2da. edicin de tos dibujos politicos del Greador de Inodoro Pereyra y Boogie el aceitose, La primera se agotd antes que las expectativas de muchos partidos. Fauardo Kalina y Santiago Kovadloff, Las ceremonies dela destruccién. Un psicoanalista y_un sociblogo exami nan ‘en profundidad las diversas formas ‘en que el hombre se destruye y destruye a ais Semejantes: desde el ecocidio hasta masacres como i de Guyana. (2da. edie om) Roberto Fontanaerosa, ET mundo hs viride equivocede, [Los geriales cuentos parbdicos del dibu- jante rosarino que maaeja la Olivetti con tanta destreza como ol plumin, (da, edi cién) Sergio Masini: Las guerras de papel, Si usted jucga joogos de estratogia, no puede desconocer su histori Ensico Caruso, Cérmo se canta Precedido de ‘Caruso en casa” de Nor Un texto insdlito donde e luna investigacign que rastiea los sucat vor y_exitoros pasos del cantente por Buenos Aires, Un deber para todo afiio- nao ala 6pera, DE INMINENTE APARICION Alberto Citi, Politica y cultura popular: La Argentina peronista 1946-1955. ‘Como contiauacién del estudio empren- ido con Partidos y Poder en la Argenti- na Moderna ol autor analiza, recordando “sin nostalgia y sin ina” los fendmenos [producidos por el priner peronsmo en campo de ia cultura de msus, Anchoris 27 - Tel, 23-5529 12/Literatura argentina Punto de vista MARIA TERESA GRAMU! Algunoslibros decritica literaria: un que no cesa ‘A mediados de este aiio, el Centro Edi- tor de América Latina present6 tres libros de critiea sobre temas de literatura argen- tina: Ensayos argentinos, Sobre poesia popular argentina y En toro al crioltis- ‘mo. Unos meses antes habia aparecido BY habla de la ideotogia, un titulo que, si es- quivara el reclmo al parentesco con una zona del discurso te6rico, bien podria con- vertine en “peronismo y literatura”, ¥ en marzo, Literatura/Sociedad iniciaba, en tun registro mas abarcador, esta pequefia serie‘con que los trabajos criticos! volvie- ron a hacerse presentes en el espacio edito- rial del pais, dentro del cual, en los filti- mos aflos, legaron a parecer una especie en vias de extincién, Crisis de la industria elitorial, por un lado, pero, sobre todo. la estruccién de ta Universidad como espa- cio movilizador de la investigacién, la cir culacion de ideas y a polémica, fundamen- tales para el enriquecimiento de toda la vida intelectual —acadéwiea y no académi- ci, pueden sefalarse entre los motivos ds inmediatos que hicieron que la critica en Ia Argentina se refugiara en revistaslite- nnrias y en grupos privacos, y continuara tuna existencfa obstinada en tina situacion caracterizada por el aislamiento, la preca- riedad de medios y las difieultades de di fusion? La segunda edicién de Capitulo fue, durante estos anos, pricticamente el Uinico proyecto editorial que recogié de modo sistemtico y con una orientaci6n pluralista numerosos trabajos criticos so- bre literatura argentina, La aparicion de estos libros no autori- za a pensar en una reflorecimiento edito- rial de a critica literaria homologable ala proliferaciin de publicaciones sobre te- mas hist6ricos y politicos que acompana IGLIO a reflexion la reanudaci6n de ts actividad de los part dos y las expectativas que genera el ansia- do retorno a la legalidad constitucional. Se trata mis bien de la emergencia de al- ‘ginos texios que representan, con seguri- dad, s6lo una parte de la silenciosa refle- xi6n sobre teorias, métodos y problemas de fa literatura argentina que ha seguide desarrollindose en las dificiles condicio- nes apuntadas,al margen de las institucio- nes oficiales y a veces fuera del pai En ese marco de dispersion, estos Ii bros, aunque no son idénticas en cuanto alos sistemas conceptuales que manejan y.a los objetos a que se aplican, estan vi siblemente relacionados por su pertenen- ca @ una corriente critica que reivindica la afirmacién del nexo entre lo literario y lo social como chive que, cuestionada, matizada, problematizada, orienta las di versas propuestas. De alli la insistencia en interrogar ciertos miicleos que, como el peronismo, el ctiollismo y la poesia popu Jar, resultan decisivos para trazar lineas de interpretacion de la literatura y la cultura argentinas En este conjunto, Literatura/ Sociedad aparece, sin dudas, como el texto mis va- riado y suscitador de problemas, Reine tres tipos de trabajo que, sin sumarse ni plantearse como exposicion de modelos y aplicaciones correlativas, despliezan una ‘multiplicidad de perspectivas y recorridos posibles: una exposicién de cuestiones tebricas y metodologicas, un apéndice so- bbre los principales representantes de las esiétices. socioldgicas y tres ensayos de critica literaria. En Ia primera parte, las instancias y momentos éel anilisis socio- logico son sometidos a una reformulacion critica que, tisnde 4 abrir © incorporar ‘conceptos, reawynodéndolos, descentiin- dolos, pars sustraetlos « la impronta me canicista —y aun esencialista— que les confirié una concepeién del sociologismo tradicional demasiado apegada a catego- rias totalizantes y relaciones fijas: opera: siones de lectura y relectura que rescatan para la sociologia literaria autores y ten- denclas que no siempre han ingresado en ella con comodidad, como los formalistas 1usos, para dar un ejemplo rapido. Este punto de vista explica que en el primer tramo tedrico se empiece por pro- Dlematizar el texto literario, definiéndoio de entrada como espacio heteroxéneo y subrayando el cardcter inestable de su es- tatuto estético, para encarar a partir de estas. premisas su relacién con Io social y con Io ideologico. La exposicion acerca del problema de las mediaciones, una uestidn central para la sociologia de la teratura, deviene uno de lot momentos mis productivos, que se estructura alrede. dor de dos niicleos emparentados: una otiginal lectura de Bakhtine, donde se es. tablece una distineiin entré un “primer Bakhtine” para quien el “anillo ideoldgi co” constituye la instancia de mediacion centre la Titeratura y fo social (en una di- reeci6n que por cierto podemos vincular con aquel “humus ideotogico” de que hi bliba della Volpe) y un “segundo Bakht ne, que disuelve en una homogencidad ‘onuidiscursiva la heterogeneilad itreduc- tible de fo literario y lo social, A partirde sla etapa, que en Bakhtine se halla re cionada con su teoria de la novela moder: nna, se despliega el segundo ndcleo, en franca polémiea con Kristeva y con alg nos postulados de la sociocritica: Ia ali ‘macién de la autosuficiencia del texto y las consecuentes negaciones del referente y de las figuras del autor y del lector co- mo sujetos sociales © instancias externas altexto’. Hay dos autores que imprimen una marca fuerte a la direccion de las bisque- das_de Literatura/Sociedad: Raymond Williams y Pierte Bourdieu. Del primero se selevcionan especialmente algunos as- pectos acerca de las instituciones y forma- ciones del campo cultural; del segundo, sus conceptos de habitus y Campo intelec- tual. La novedad del tratamiento reside en aproximarlos y ponerlos en una rela- Panto de vista Literatura argentina/13, iin de convergensia que no excluye por cierto, la ertica, y ello en un doble movimiento: tanto en el plano tedrico =#s el caso del concepto de habitus, cu: yas limitaciones son setaladas desde una postura que rescata la riquera del anilisis sartreano— como en el plano funcional, y pura verificar esto conviene acudir a los trabajos criticos agrupados en Fnsayos ar gentings, en los que puede percibirse, ade- mis de las huellas de estos autores, la ne- cesaris reformulacién a que han sido so- metides sus conceptos. Y sin duda es en. “Una vida ejemplar:la estrategia de Re- euerdes de provincia” —un ensayo recog do en ambos libros~ donde se registra con mayor ajuste tanto esa transforma- cfon productiva como la eficacia de la rmultiplicidad de abordies: pues la ten- dencia a la inexhaustividad que se deriva de la indole heterogénea del texto y de su historicidad, justifican ta pertinencia, pe fo no la exclusividad del anilisis sociol6. ico. Por el modo como esté construido y Por su sistema de apropiaciones, Lirerarw n/: escandaloso, rasgos quizé s6lo explicables por su colocacion en el espacio de la criti ca: fuera de los circuitos académicos y de has instituciones oficiales, en un momento en que, como en ningtin otro, esto consti tuye una condiciéa favorable para pensar con mayor libertad; y, al mismo tiempo (y esta hipétesis a su vez también parec ri escandalosa), en el interior deuna cult 12 periférica cuya debilidad etnocéntrica le ha permitido conformar una prictica (que ya es parte de su prop tradicion) de in- ‘corporacion y procesimiento despreju ciados de los mas diversos materiales del Pensamiento occidental: tal vez aqui nos encontramos con una de las pocas felici dades —si no la Gnica~ que puede dep: ramos nuestra particular situaci pendencia cultural pciedad es un libro heterodoxo y east También £1 habla de la ideologta es un libro abierto hacia sistemas criticos de vs- riada procedencia, que se consideran ade- cuados para iustrar un caso particular de la relacién entre lo literario y lo social: se trata aqui de la relacién entre peronismo y literatura, Esa receptividad permite a Avellaneda utilizar, para dar un par de ejemplos, categorias analiticas provente tes del estructuralismo, como Ia de fun- cién narrativa, para formalizar la estructu- m hisica de un conjunto de relatos, 0 combinar las nociones de intertextuali- dad, contexto y ext fin de re construir la compleja red de inserciones en las diversas series (Iterarias y extraite tarias) que hacen posible advertir el edd £0 que organiza ¢1 sentido de un texto. No es necesario insistir en esto, ya que el Hector medianamente familiarizado con lecturas criticas podra reconocer otros cx- 105: “plano de competencia”, *situacién de discurso”. “contrato de lectura”, ete De ese arsenal de nociones conviene sub: rayar la adopeién del concepto de réplica como forma de respuesta cultural, que en laza los aspecios ideoldgicos y expresivos presentes en el texto literario de manera menos unidireccional que ls categoria tra: 14 /Literatusa sngentina Punto de visa dicional de reflejo, y que supone una ma- yor atencién ala situaciin de discurso y a ios cédiges compartidos por autor y lec tor. Si alguna objecién suscita esta apertu- 1 por muchos motivos saludable, es que las diversas nociones no se hallan suficien- temente criticadas y resultan asf somet das a una forma de neutralizacién tipica de los. trabajos académicos, en los que suelen quedar arrinconadas en su funci6n ‘meramente instrumental. Y es que £1 habla... gira on realidad en tomo de una sola idea, que podria resu- mirse asi: los acontecimientos hist6rico aun los mds explosivos, no provocan transformaciones formales inmediatas en Jos textos literarios, sino que la réplica Ii teraria opera, para responder a ellos, con un conjunto ‘de elementos idealigicos y expresivos que provienen de una acumula- cin previa. Para corroborar esta tesis, Avellaneds selecciona un corpus de textos produ: dos. por cinco eseritores liberales antipe. ronistas durante los afios del primer pero: nismo, Encuentra que las formas de répli- ‘4 que e305 textos elaboran se organizan en tomo a dosmodelos basicos: uno, que supone para su inteleccién la comunidad d. obdigos entre escritor y lector (tales 8.1 los casos de Borges-Bioy y Cortézar), ¥y otro que apela a la alusién historica (ca- sos de Martinez Estrada y Anderson Im- bert). Por sobre esta distincién, ol trabajo de anilisis textual muestra que en los ci 0 escritores seleccionados la réplica lite- Taria moviliza 0 exaspera elementos for- males ¢ ideol6gicos de distinto nivel (opo- siciones semnticas, parodia, sememas co: ‘munes como el de invasién, valoraciones ticas, visiones fatalistas de la. historia etc.) que ya estaban presentes en sus tex- tos anteriores, y que no pueden conside- rarse, por lo tanto, exclusivamente susci- tados por la irrupcién del peronismo, Si reoiben, en cambio, una carga de sentido adicional, partir de les condiciones de recepei6n, esto es, del modo y el momen- to en que eon lefdos por un piblico ya preparado previamente por textos ante- ores para compartir el c6digo literario 0 el sistema de valoraciones ético-ideol6gi- as que los nuevos textos proponen, ese a la manera sosegada con que Avellaneda presenta su tesis, elle no deja de tener sus aristas polémicas, sobre todo Si se tiene en cuenta el debate ideol6gico- estético en torno al peronismo que reco- fe nuestro campo cultural, pues pone en duda tanto Ia profundidad como la rapi- dez de los efectos producidos por un mo- vimiento politico que suele ser conside- rado como un revulsivo total de la vida argentina, Se puede inferir que en la cul- tura “alta” estos efectos operaron de mo- do diferido y en concurrencia con otros factores: el ingreso de formas de la cultu- a popular en la literatura y el arte “cul- 10s”, por ejemplo, s6lo se consolidé en la década del sesenta, y en estrecha relacién con la revisiGn del peronismo que llev6 a sabo buena parte de la intelectualidad argentina; cabria agregar que ese rasgo no puede ser aislado de otros fenémenos cul- turales, como el crecimiento explosivo de Jos medios de comunicacién de masas 0 el surgimiento del pop, que otorgan un mar- co de legitimidad « estas incorporaciones. Sobre poesia popular argentina ¢s, por varios motivos, un libro diferente. Lo es, fn primer lugar, por el modo polémico como se inserta en el debate sobre cultura nacional y popular, tomando como obje- to de trabajo otra zona de la produccién literaria, la de la poesia popular, desde la ‘auchesca hasta las letras de tango, Lo es, ademés, por su eseaso recurso a las cate- gorias tebricas, lo cual lo dejs librado a lunas cuantas certezas y a los riesgos de tun empitismo poco controlable, En este sentido, resulta sorprendente que un con- cepto capital para su enfoque, el de pos. sia popular, sea tomado sin ningtin tipo de ajuste que tenga en cuenta el nuevo contexto cultural en que se lo utiliza, de tun breve pasaje del venerable Menéndez Pidal. Es en verdad paradéjico que una critica tan rigurosa con respecto a la adopcidn de modelos fordneos en la cul- ‘ura nacional realice ese trasplante con tanta placidez (aunque se trate de un au- tor espafol, que, como se sabe, ton los menos fordneos para la critica revisio- nista. Para seguir la génesis de los descubri- mientos de Romano, conviene empezar or el ensayo “,Qué ¢s eso de una geners- in del 40?”, cuya primera version es de 1963, Ali el lector podré encontrar las marcas de un sociologismo telido por el aire de los afios 60, cuyos déficits més vi- sibles fueron, como bien sabemos pues muchos incurrimos en ellos, la excesia simplificacion para poner en relaci6n las series literaria y social, y un anslisis liter rio que instramentalizaba “ejemplos”, e- sortando, descontextualizando, y con po- os miramientos hacia la especificidad del Tenguaje poético. Que ello derivara de is falencias de la teoria o de la voluntad nic litante que en general animaba (y sigue animando, como en este caso) 4 ¢s05 ena ‘yos, importa menos que la comprobacién de que una afirmacion tan tajante como Ia siguiente: “Los del 40 fueron, en eon- junto, la transcripcién poética de la mala conciencia burguesa que, abjurando de la tradicién yrigoyenista, se alié al lengusje de bs oligarqufa latifundista”, puede se- ‘uit cumpliendo una funcién activa en la critica literaria contemporinea. Teniendo en cuenta este contexto erie tico, resulta perfectamente explicable que Romano denuncie las limitaciones. el concepto de generaciSn, que tapona con. Ia homogeneidad biol6gica las oposiciones ¥ conflictos que agitan a todas y cada una de las etapas de Ia evoluciOn del sistema literario. Menos explicable es no tanto la rapidez —al fin y al cabo, al hablar de go: neracién del 40 s6lo se impugna una de- nominaciGn aceptada~ sino el movimien- to de su argumentacin: una referencia ‘a Lukics, una cita de Petersen y una dia- tribe contra Ortega y Gasset le bastan pa ra liquidar el problema. En cambio, el concepto de grupo propuesto por Escat- pit Je parece a Romano més apto para Alescriir estatios en ol interior de los cux les ceurren las disputas por la preeminens cia en el sistema literario, Podemos conye- nir en que, como toda zona del campo in- felectlal, la literatura es un campo de baal talla, y esto legitima la necesidad de una critica militante; claro que Jo deseable, en €8e caso, ¢8 no equivocar las estrategias ni confundir los blancos. ‘Aceata altura, hay que aclarar que para Romano la etiqueta de “generaciSn del 40” pretende eneubrit la entronizacion de un grupo de poetas ligado a la cultura of cial como representativo de toda la poesia de esa década, una suerte de operacién ‘maquiavélica cuyo objetivo seria el de si- Jeneiar otras zonas marginals, sobre todo _ : las de las poesia popular que anida en his letras de tango®. Lo que define a ese gra Punto de vista Literatura argenting/15 po ¢s la actitud de repliegue ante la grave situaciin de crisis heredada de Ia década infame, y el refugio en “una pose expiri lualistsy aristocratizante” de cuto neo- rromdntico, que traduce In afforanza de “un pasado marcado por la serena hege- mona de la clase terrateniente”” El aniliis textual en que se apoyan es- tas afirmaciones comsiste en una enumera- ‘ibn de raseos formales y semanticos que aracterizan la poética de la generacin del 40, apoyado con citas ilustrativas, En exte nivel, no se puede no sefialar el exce- sir apego a una lectura literal de los enuncindos poéticos, y la ausencia de las ‘operaciones de contextualizacion necesa- nits para precisar la funciOn de temas que, como la afloranza de un pasado mejor, constituyen tépicos de la literatura uni. versal que se actualizan en diferentes con- textos, y aun en expresiones de la cultura popular, como las letras de tango' ‘A la poesia vacua y excapista de Ia ge- neracién del 40 se contrapone, en “Qué es eso...” ln verdad testimonial del can- cionero popular. A Vicente Barbieri, Ho- ‘mero Manzi?. La pertinencia de Ia opos i6n es dscutible, pues implica comparar objetos literarios que tanto por sus post «as como por sus diferentes condiciones de produccion y consumo pertenecen a distintos circuitos del sistema literati. Y mis discutible aun es que esa verdad testimonial —que <2 revelaria en el regi tro de problemas cruciales de la época, como la crisis de la pareja tradicional en las letras de tema amoroso— se con Wierta en verdad estética, y permita sos tener que del lado de la poesia popular se encuentran resultados literarios mis va liosos que los de la poesia culta. Seria demasiado irreverente afirmar que en las letras de tango, como en otros exponen- tes de la poesia popular, desde el roman- cero espatiol hasta nuestra gauchesca, jun- to a no pocos hallazgos poéticos prolife ran ripios, prosafsmo, cursileria y una moralina conysncional y hasta reacciona Fa? Aqui habré que admitic que Ia razén ‘estética es en verdad una raz6n politica, y junto con ello recordar el caricter his- t6rico, y por lo tanto relativo e inestable de las valoraciones sobre poesia popular, Y sus diversas colocaciones con respecto ‘tla poesia culta. Otro eruce polémico se produce cuan do Jo nacional se asimila a lo popular, y Para entrar en esto es necesario remitirse 41 conjunto de las tesis de Sobre poesia popular argentina. Lo popular os defini- do aqui, més allé de sus condiciones de sirculacién y recepeicn, por una poética que trabsja un material lingOistico proxi mo al lenguaje cotidiano: un artficio re- orice que, desde la gauchesca hasta el tango, pasando por ta canci6n campera y 1 sainete, apunta a un efecto de mayor cercanfa con el receptor'®. La proximi- ad con el habla cotidians eximiria a la poesia popular del pecado de cefirse a los modelos metropolitanos, un rasgo con que se invalida a Ia poosia culta, desde Echeverria a nuestros dias. La poesia, en- tonees, para ser nacional, deberd abrevar necesariamente en lo popular, con lo cudl It propuesta amenaza convertirse en un sistema de exclusiones tan cerrado como el que Romano denuncia en la eritica ofi- cial, aunque invirtiendo los términos. An- te ese riesgo dogmitico, es preferible pro- poner otra inversién: lo deseable seria no ‘que la poesia popular legue a ser Ia nica Feconocida como nacional, sino que la 16/Literatura argentina Punto de vista poesia nacional, en toda su complejidad, Uegue a ser popular. La antologia En tomo al criollismo 9 enlaza por varios costados con los libros antenores. Pone al alcance del lector un conjunto de materiales indispensables pa- ra entender los términos de un debate ue, iniciado al filo del 900, protongé sux efectos durante varias décadas, y cuyes transformmaciones pueden seguitse en los articulos sobre el Centenario y sobre las vanguardias de Ensayos argentinos. En ¢l desarrollo de esa polémica se pueden ras- ‘rear las motivaciones politicas ideolGxi- cas que movilizaban a sus setores evando adopiaban posiciones aparentemente cir- ‘unscriptas al plano de la cultura, como la defersa de Ia libertad lingdistica o del pu- rismo castizo, y la valoracién estética, po- sitiva 0 negativa, de ls expresiones crio- listas. Muchos de los temas del debate so- bre cultura nacional y popular estén al en germen, y también las primeras mani- festaciones, ain contradictorias, de un na- cionafismo literario que. si relvindica a Rosas y las raices hispinicas, rechaza, to- las Gitimas estribaciones de Is ga chesca popular derivada del moreirisimo, y waliza por la corrupein del len- guaje que a su juicio promovia Ja jena co- éoliche del sainete, Los vicios idiomiticos de la abundante produceién folletinesca y teatral de consumo popular alarmabsn 1 Emesto Quesada tanto eomo las malas ‘radvcciones, y aquf se empieza a vislum- brar como Jos caminos de bifurean: mien- tras la preocupacién por las buenas tra ducciones lego a ser un elemento defi torio de la politica editorial de Sur, el res- cate del folletin y del sainete quedd a car go de los sectores més populistas de la er tica nacional, El estudio preliminar de Rubione pun- tualiza los cambios y los enuces complejos de les posiciones literarias, explicables en funcién de los cambios en la estructura social —sacudida por la inmigracién, verda- ero deus ex machina del debate— y por la colocacién de Ibs inteleetuales con res- pecto al poder politico. La eleccién meto- dolégica con que se trabaja eta relacion es partieularments adecuada para ese mo- ‘mento histSrico en que se conservan algu- nos rasgos del 80: homegeneidad social entre intelectuales y élite del poder, per- sistencia de la figura del intelectual-politi- co. En tales condiciomes, el pasaje de los sujetos por las distintas instancias de me- diaeidn que van “de lo Familiar, lo grupal 4 Ia institucion y al gobiemo” ofrece ma yores garantias de transcurrir pacifica y haturalmente que en etapas posteriores, donde las transformaciones sociales han fragmentado y complejizado el campo in- telectual. Emnesio Quesada se ofrece como un ea- s0 paradigmatico para estudiar este mo- mento, y hasta su ensayo “EI eriolismo en la literatura amentina” (una reedicién necesaria) parece formar parte de ese ca- sieter ejemplar: miembro de la élite, casa- do con una nieta del general Pacheco, uno de los iniciadorey de la reivindicacin de Ross, historiador, diplomético, polisr fo y vigjero, Es un tipico intelectual det roquismo, y, como bien sefiala Rubione, una figura précer por el caricter funda- ional de sus actos: perteneee por pleno derecho a ese grupo de privilegiados cuyo destino se confundia con el de patria mis- ma, Condicion que, pocos aftos después, serd para otros intelectuales una mera fan- tasis oun espejismo ideol6zico: basta pensar en lo que va de Quesada como fun- cionario de Roca y Juérez Celman, a Lu- gones redactando la proclima golpista de Uriburu. {Cusles son, finalmente, los ejes eomu: nes que recorren estos textos? Ya se ha visto: literatura y sociedad; stuacién de los intelzctuales; criollismo, poesia popu- Jar, peronismo, Debates, recolocaciones y rescates, muestras de la historicidad de las lecturas. Preguntas y repreguntas que des: bordan el Ambito litcrario hasta alcanzar Ja pregunta sobre Ia identidsd nacional. {Se trata, como aventurd Noé Jitrik en tin reportaje reciente!, de un resurgi- miento del impetu socidlogico motivedo por la apertura del espacio politico? La linealidad de esta conjetura no parece sos- tenible, si se piensa en la persistencia de luna corriente de reflexion critica que continud activa durante tiempos en que esa apertura atin no se divisaba, y que se revela, por lo tanto, ligada a preocupacio- nes menos expucstas a los vaivenes de la coyuntura politico-cultural, * Cantos Altamirano y Beatriz Satlo: Lite- ratura (Sociedad, Buenos Aires, Hachette, 198% (Carlos Attamisano y Beatriz Sarto: Ensayos cr: {gentinos. De Sarmiento a la venguardia, CEAL, Buenos Ales, 1983, Andrés Avellaneda, £1 fa ble de la ieologia, Sudamericana, Buenos Ar ‘es, 1983; Eduardo Romano, Sobre poesia po- ular argentina, CEAL, Buenos Aires, 1983; ‘Alfredo Rubione, Bn fomo al crillismo. Tex. tos y polénica, CEAL, Buenos Aires, 1983. > Sobre los efectos de ta causura del deba le universitario, lage el reportaje a Adolfo Pre lo enel Nro, 16 de Punto de Vist, noviembre de 1982, > La figum del lector también recupera su dimensién material histérica en ef marco de la teoria de reoepeibn, + ssohee estos tomas, los lectores de Punto de Viste pueden corsiltar los nimeros 6, 8, 11, 12 y 18, con tradueciones y trabsios sobre P. Bordieu, R. Willams y H.R. Jauss. lo “Det ats Sse oa tual y ls institaciones ti sampo intelee © No hace falta detenerse en este punto porque la denuncia de la conspiracion de si io en tomo de ia iteratura popular es un come pponente ya eliico de a erftia revisionist, 7 sta uma cita es de Halperin Donghi, e, conociéndola, parece extraio que él 1a cad directamente a Tos poetas del 40. * sa. lemplos, para no abundar. Et rasgo de “distinciamiento protector” es iustra- do-con fragmentos de poems. entte ellos éte "A lo lejos suena / Ia cancion del rio”. El te de lu anoranzs del pasado, con un verso de N Etehsbarne, donde se lee: "Vo soy pasdo que aaforo y no realidad que existe”, de notable se- mejanza com una Tetra de tango’ (Suefo / con cl pasado que storo el tiempo viejo que Horo / Y dus nunca valvers"). des tos pasos eriticas ae flcultades, pues si bien per poesia de Vicente Barbieri ct ‘quetipico de las fallas de Ia frean certa incomodidad para ubicar 2 otros poetas, como sucede de modo notorio gon Enrk que Molina, Pues ol papel contestatario del su aismo en ef interior de la “cultura alt lun dito qué no se puede ignorar, aun cuando se trate de bu adopeion del modelo metropolitino ‘en un pais dependiente, como Romano recano- Ge eh el caso de Aimé Cesatre. No menor ela dificltad para entender por qué la utiizaci6n de materises posticas de divers: provedeecla retazos clisico-romanticos", se lee aqui) es Absolutamente Impugnada en Barbi, mienttas {que similares operaciones de bricolage son acep- thdos cuondo se trata de Ia postica de las letras de tango. © Ouro iasgos con que se define a la poe sia popular son su pertenencia a un aénero fp co-lrico-dramitica, categoria que no deja di Susctar algunas petpleidades, y la abundancia dde metiforasreferias al juogo, ro>re todo ot de rapes, verdadera pasion argentina. '1 Tiempo argentino, Buenos Aires, 4/9/83. Punto de vista Eaueacion/17 JUAN CARLOS TEDESCO Directivismo y espontaneismo en los origenes del sistema educativo argentino 1, Introduccion El presente trabsjo* constituye la pri- mera parte de un estudio mis amplio so- bre el pensumiento pedsgdgico argentino. Su propésito no consiste en un andlisis de las corrientes pedagSgicas en funcién de $4 estructura y légiea internas, sino de su correspondencia y articulacion con el conjunto de la practica pedagdgica, espe- cislmente de 1a vigente en el Ambito del sistema educative formal La historia de la educacién en Améri- 64 Latina, particularmente ls referida al Pensamiento pedagigico, es uno de los mbitos menos desarroliados por 1a in- estizacién sistemdtica. Argentina no es una excepci6n a esta generalidad. Sin embargo, existe una difundida imagen acerca del pensamiento pedagégico en los oigenes del sistema (1860-1900) que ad- judica una hegemonia muy fuerte al posi tivismo y asocia la influencia positivista con el conjunto de raszos que el sentido comin pedagogico atribuye al sistema edueativo eradicional. Un andlisis mas exhaustivo del periodo permitira apreciar que la situacion es mu- cho mids compleja de lo previsto y que va desde muy temprano quedaron plantea- das con notable grado de madurez las di- ferentes alternativas posibles, no s6lo en términos de politica educativa sino tam: bién de opciones curriculares y metodol6: icas. Desde este punto de vista, hoy re- sulta habitual encontrar explicaciones.y alternativas de accion pedag6gica que os- cilan entre el direstivismo y el esponta neismo, entre Ja institucionalizacion del vinculo’de aprendizaje a través de Ia ex cuela y la des-institucionalizacién que promueve la indiferenciacion del proceso de aprendizaje en el proceso de socializae cién general. Estas altemativas, sin embar. 40, estuvieron presentes desde el origen mismo de la expansidn escolar. En si mis- ma, una comprobacién de este tipo no tiene demasiada importancia. La signifi ion, en cambio, puede sobrevenir si con- teibuye a explicar més claramente el com Portamiento de los diferentes actores so- Ciales frente a las alternativas que se pre- sentaban y euiles fueron los resultados en términos de permitir el acceso a una euota mayor o menor de participaciin en a distribucién social del conocimiento— de cada una de estas opciones. 18/Baucacion Punto de visa 2. Hlorigen del sistema ‘educativo argentino Como se sabe, Argentina fue uno de Jos paises de la region que expandio més tempranamente la escolaridad bisica en el marco de los modelos europeos de la ép0- ca, Las circunstancias socio-econémicas que explican este fendmeno ya han sido objeto de estudios sistemsticos que no es preciso mencionar aqui?. Corresponde, ‘embargo, recordar algunos de los ras- gos centrales de la propuesta educativa de fines del siglo pasado y que definen la naturaleza de lo que hoy s¢ identifica co- ‘mo el sistema educativo tradicional [En primer lugar y aunque parezca ob- vio, es preciso tener en cuenta que a ins tauraci6n misma del sistema educativo Y la difusion de la ensenanza bésica uni- versal constituyeron una _modificacion sustancial en os modos de imposicién idcol6gica tradicionalmente vigontes. Des- de este punto de vista, uno de los cortes que diferencia a los distintos paises de América Latina en esie momento fue la inclusién © exclusién del acceso a la ac- cién. pedagégica escolar como modalida- des de imposicién ideolgics. Argentina, junto con Uruguay, Costa Rica y, en me- nor medida, Chile, fueron los pastes de la region que acompaflaron su incorpora- ci6n al mereado mundial como exports- dores de materias primas ¢ importadores de productos manufscturados, con una onganizacién social y juridica que supo- nia la inclusin del conjunto de Ia pobla- cidn en los circuitos basicos de difusién cultural. Sintéticamente expuesto, el. sistema educative tradicional estaba concebido como un sistema de distribucién social del conocimiento segin el cual la mast lobal de Ia poblacién tenia acceso s6lo 4 un mjnimo de ensefianza bésica que ga- rantizabe la homogensidad cultural y una lite accedfa a las expresiones mas elabo- radas y al dominio de los instrumentos ‘que permitian cierto nivel de creacidn del ‘conocimiento. La operacién fundamental ‘era Ja reproduccién del conosimiento y de los modelos para acercase a él; el ‘Maestro aparecia como le figura central del proceso de aprendizaje, ya que él re- sumia tanto los conocimientos como la ftutoridad que los legitimaba y Ia distribu- ci6n se institucionalizaba en la escuela pa- ra garantizar el cardcter homogéneo. (no individualizado ni particularista, como el que podrian ofrecer otras instituciones izadoras como Ia familia oa Iglesia). En este sentido, lo que caracterizaba al sistema educativo tradicional era el equili- brio o la congruencia en la articulacién tanto entre os diferentes componentes del sistema educativo como entre éste y la realidad social para el cual fue elaborado, En la literatura contemporinea, resulta habitual poner el énfasis en el cardcter re- productor de la accidn pedagégica escolar ejercida sobre el sistema educativo tradi- cional. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que, histéricamente, la expansion de la escuela supone siempre un cierto grado de ruptura con las pautas que rigen I socializaciin primaria familiar. Incluso puede sostenerse que, en Ia medida en que la expansin escolar es producto de procesos de cambio social, la escuela cum- ple funciones que se acercan al tipo de fe- nGmenos que la teoria de la socializacién tipifica como acciones de reconversion so- cial, Desde este punto de vista, es preciso recordar que la propuesta tradicional te- nja dos caracteristicas bdsicas: la cultura escolar reproducia el orden ideoligica- mente dominante pero, almismo tiempo, ‘este orden representaba una modificacién sustancial de las pautas y contenidos de socializaci6n uutilizados por fas institucio- nes particularistas (familiae Iglesia funda- mentalmente). Dicho en otros términcs, Ja propvesta tradicional implicaba que la escuela debia.conquistar —generalmente en forma conflictiva— un espacio de sc- cion pedagogica que antes correspondfa a oiras agencias. Este cambio implicaba ‘una modificacién importante en los con- tenidos ya que, desde este punto de vista, Ja escuela estaba Hamada a cifundir los valores seculares, principios republicanos y cierta visién cientifica de la realidad ‘que reflejaba —con un grado bastante alto de corrspondencia— el orden cultural que regia en. los Ambitos més dinimicos de i sociedad global. La articulacién entre sistema educati- vo y realidad social —si bien siempre ha sido un problema complejo y conflict vo— se establecia fundamentalmente a partir de un ee especifico: el eje cultu- ral. La educacion tenia, on este sentido, ‘una tarea social prioritaria: formar al ciu- dadano (ya sea como ditigente o como dirigido) en un marco definido por los parimetros de Ia democracia liberal. Desde este punto de vista, el derecho a Ja educacion era una expresién mis del derecho a la participaciSn politica, y como tal~ producto mis bien de tuna conquista que de una eoncesién. En el mismo sentido, también suponfa tuna modificacién importante en las for- ‘mas de accibn escolar. La propuesta peda- ‘g6gica tradicional aspiraba, explicitamen- te, al éxito en su tarea de aprendizaje en el marco de los limites que la propia pro- puesta definfa como parimetros de dis- {ribuci6n social del conocimiento, De esta forma, el objetive de difundir la lee- to-escritura y ciertos conocimientos y valores entre los sectores populares era un objetivo que debra ser cumplido. Como indicadores elocuentes de esta yoluntad politica de los sectores dominantes de la poea puede citarse —ademés de los indi- cadotes cuantitativo el hecho que los principales idedlogos de os sectores do- minantes dedicaron sus esfuerzos a la conduceién y orientacién de laenseitanas los y~*sidentes del Consejo Nacional de Educacién y los Ministros de Educaciin durante este perfodo fueron figuras de primer orden en el elenco de la clase poli- tica gobernante, de a misma forma que intelectuales y politicos de primera linea eran frecuentemente autores de Los libros de lectura de la escuela primaria. Por otra parte, los objetivos y la volun- tad politica part lograrlos, permiticron que el pensamiento y la aceién educativa generadas en el marco de la propuesta oli- ‘eérquica en los orfgenes del sistema edu- cativo lograran ser hegemnicos durante un periodo significativaments largo de tiempo, Los sectores populares, en todo caso, cuestionaron las limitaciones en su cumplimiento pero no Ia validez de su postulacion, presionando sistemdticamen- te para obtener una cuota cada vez mayor de participacin en el acceso. ‘Los estudios histéricos han_privilegia- do generalmente el nivel de aniliss socio- politico estructural. Es muy poco, en cambio, lo que se conoce acerca de las prdeticas pedagégicas especificas vigentes en las escuelas, que mediatizaron los obje- tivos politicos en el Ambito de las institu- ciones escolares. Las dificultades para un Punto de vista Edueacion/19 andlisis de este tipo son obvias. En este ‘trabajo se pretende iniciar un estudio que, or supucsto, deberia scr objeto de am- pliaciones y profundizaciones posteriores. 3, La didéctica positivista Como se recordar, la base teérica mis general de la metodologia de la ensefianza aceptada y difundida por los positivistas radicé en los principios herbartianos y pestalozzianos. Desie José Marie Torres ‘que los sintetiz6 y divuig6 a través de la Escuela Normal de Parand, pricticamente a casi totalidad de ellos ofrecié una ver- sion de dichos principios en algunas de sus obras, Pero sobre esa base, e) interés de los educadores positivistas radicé en fundamentar Ia ensefianza sobre un cono- cimiento basado cientificamente en los sales aspectos de la psicologia in- ‘Al respecto, vale la pena recordar Jog trabajos tan importantes para la época de Victor Mercante, Rodolfo Senet y ottos educadores del momento. El andlisis de estos textos permite apreciar que la di- déctice postivista estuvo estructurada so- bre Ia base de un doble reduccionismo. El prishero, que mantitne todavia su vigen- cit, ¢5 el que leva a In metodologia de a ensefianza a apoyarse en la psicologi principalmente en lz psicologia evolutiva yen la teorfa del aprendizaje; el segundo, ‘en cambio, es especifico del positivismo y es el que le brinda la posbilidad de elabo- far una argumentacién chramente conser- vadora sobre bases supuestamente cienti- ficas: ln psicologia quedaba, a su vez, re- ducida a la biologia. A través de este paso por la psicologia, se abria la posbilidad de quela didactica quedara sujeta a las re- shas mecanicistas,fije y lineales de Ia bio- logfa de la época, Ademée, esta rigidez iba acompafiada por toda la cargn ideol6gica que rodeabs a los andlisis sociales hechos en funcién de postulados bioldgicos que concebjan 2 Ia sociedad bajo el modelo {el organismo. En el marco de It subordinacién a la psicologia y a la biologia, es posible apre- iar tanto los rasgos cientificos como los ragos ideolbgicos de la diddctica positi- vista. Con respecto al primer aspecto, no corresponde discutir la validez del conte- rnido. de las proposiciones psicolégicas y sus consecuencias didfcticas. Los pedago- £03 positivistas no fueron, en todo caso, ifs allé de lo que el desarrollo de la cien- ‘ia en ese momento les permitia;en todo ‘ets0, Ia validez de su trabajo radie6 en ‘que se movieron muy cerea de la frontera {internacional del conocimiento, El aspecto central, en este punto, con- siste en advertir que la preocupacion por el método fue una constante del periodo Y que esa preocupaeion estuvo fuertemen- te asociads a la formacion docente. El niicleo central de pedagogos positivista de esta época se movi6 en estrecha arti- culacién con los establecimientos de for- macién de maestros por un lado y con las instancias de supervisi6n escolar por el otto. De esta forma, se pudo establecer un grado de correspondencia relativamen- te fuerte entre teoria educativa, forma- cion docente y pricticas pedagégicas apli cadas en el aula, que permitieron obtener un nivel de eficiencia relativamente satis- factorio. Pero la preocupacidn por el método es- taba, también, vinculada a las circunstan- ciss sociales concretas en las cuales se pro- uefa la expansién escolar. La reduecién del nivel de anilisis psicoldgico y social al biol6gico implicabs explicar las diferen- cias sociales a través de variables tales co- ‘mao la herencia y la raza. Al respecto, son bien conocidas las versiones positivisias acerca de América Eatina y las causas de su estancamiento y atraso, Carlos 0. Bun- ¥e, por ejemplo, oftece un buen modelo de esta forma de enfocar el problema en su obra Nuestra América®. Pero esta ca- racterizacién implicaba, desde el punto de vista pedagégico, uns serie de consecuen- cias importantes. En primer lugar, los pe~ dagogos positivistas desarrollaron una concepsion muy precisa de los rasgos que definian a la capacidad de aprendizaje de Ja poblacién escolar en virtud de su heren- cia genética y racial. Al respecto, vale la pena citar extensamente a Victor Mercen- te, quien comienza el segundo tomo de su libro sobre Enseflanza de la aritmética* con Ia siguiente caracterizacion de los alumnos: “Es injusto atribuir ya a los programes, yaa los maestros, yaa los gobiernos, ys las modificaciones introducidas por un decreto de efimera duricién, defectos que Mluyen de una juventud e:colar hete- rogénea, porque es el producto natural de sels, siete u ocho razas que ls evolucion EsTubios DEBATES DOCUMENTOS Consejo de Redaccién: Laura Rossi Gabriel Rot Horacio Tarcus ‘Sumario Las tareas del marxismo La intelectuatidad y la critica del balazo, por C. A. Brocato Los intelectuales argentinos frente a la dictadura, por Laura Rees 23 tesis por un frente democratico antimperialista 2Existe un verdadero Gramsci? por Jorge Sempriin Gramsci y el consepto de erisis orgénica, por A, Conti El concepto de partido en Mars, por G. Rot LQUE Marx se leerd en el siglo XXI? por M. Sacristin 20/Edueacion Punto de vista Tezagada y tardia arrojaron a estas playas después de sentir en los flancos el acicate de lt miseria; no nos puede asombrar la intriga en unos, Ix hipocresia en otros, el rencor en éste, Ia envidia en aquél, exte- rorizados por la maledicencia, el ch ln soberbia mal disimulads y ‘una sed de aplastar y reducir a nada al semejante, un eterno eontendor ereado por una ima- ginacién enviciada con las pequerieces de tuna vida primaria todavia. Ble (ondoso tbo, queen ead Nod esconde una vanidad, arraiga en un cere- bro duro y perezoso, indécil y arrogante a veces. Hay hogares para quienes el maes- tro ¢s un enemigo y otros que se permiten el papel de patrones amonestindolos en esquelas de estraza con frases como éstas: “Ayer le he preguniado a mi hijo el alfabe- to salteado y no Io ha sabido; digale al maestro que le ensefe a leer, que para eso lo mando a la escuel’, En un ambiente republicano, sin opresiones, la tosea per- sonillidad recobra su vigja robustez. ‘AL tender, cada ano, mis ojos sobre el libro de matricula, no dejo de sentir esca- lofrin. viiando descubro las imperfeccio- nies de un hogar Heno de exigencias, si el hogar vciste. Aqui, una columna de j5- venes sin padre; alld, otra de huérfanos, allé, otra donde la madre, nico sostén de sis pequerios, hace estuerzos sobre- humanos para ganar, cosiendo 0 plan- chando, los dos o tres pesos diarios con que alquila dos cuartos, viste y al su prole; aculld, otra donde -o la hermana mayor, 6 el tutor, o un presunto pariente, reni¢ga de un fardo que desea abandonat cuanto antes; por fin, otra, donde el pa dre es pudiente, pero los hijos levan en el bolsillo lave de la puerta de calle. Po- ‘60s son aquellos que dentro de una fami- comodada, buena, sin miserias, ni an- gustias, ni sufrimientos, vin a la escuela llevacios por el s6b afin de perfeccionarse ¥ pocos aquellos que alcanzan la cima de sus descos.” En otra de sus obras, Mercante resi- ‘me su diagnéstico més claramente: "... a mayor parte de los alumnos pertenecen al tipo pasivo (Indolente) que se mueve bajo Ja accién de estimulos enérgicos, obliga- dos por algo que, contrariando sus hab tos de inercia, los vuelva activos. ‘Tal como puede apreciarse, aqui estin contenido los elementos que explican los nenia raggos mils salientes de la didctica posit vista: el centro del proceso de aprendizaje debe estar en el maestro ya que, espontd- neamente, los alumnos tienden a la pasivi- dad: la accién del maestro debe estar 1e- ‘gulada hasta los minimos detalles y la es- timulacion debe apelar a todos los sent dos posibles. EI autoritarismo docente aparece, de esta forma, fundamentado en el reeonocimiento de que la acciin del maestro constituye Io dnica garantia pa- ra que el proceso de aprendizaje se cum- pla adecuadamente. Pero este detallismo metodolSgico se apoya no slo en la des confianza hacia el alumno sino tembién en la desconfianza en el maestro, Entre Jos docentes predominaban, segtin Mer- cante, los indiferentes. {A qué s0 debe se pregunta— Is falta de entusiasmio que earacteriza a los docentes? “En pane contesia~ a una preparacidn limitada, sin disposiciones para mejorarla, que 20 fomenta el amor a las cos, al libro, 2 verdad, a las investigaciones; en parte, a los resabios de viejas esclavitudes que © gen el chicote para movemos; en parte, a a masa de elementos amorfos que exige eestimulos. que acardenalen su. amor pr pio para cumiplir sus deberes.”"* En sintesis, la desconfianza_ general acerca de las respuestas espontineas orien- ta toda la postura diddctica positivista. Esto no conduce a una propuesta total- ‘mente pasiva sino a la regulacién detalla- da de los estimulos para la actividad. Di- cha regulacién se asentaba —como ya ‘mos— en los elésicos principios de Her- bart y Pestalozzi e inclua un fuerte acen- to en el manejo de instrumentos, el con- trol de experiencias cientificas, la obser vaci6n, etc. En este sentido, la propuesta positivista estd Iejos del formalismo vacfo de las précticas pedagdsicas habituales. En realidad, la deseripei6n eritica que los positivistas hacfan de las pricticas docen- tes vigentes en las escuelas 0 diferian mucho de las actuales caracterizaciones que se obtienen a partir de estudios etno- [Etificos sobre interaccién en el aula. La peculiaridad de la alternativa positivista consistia, por lo tanto, en proponer una estructuraciin de la accion pedagégica destinada a superar las caracteristicas originales de los actores del proceso. En este sentido y ms allé del pesimismo y el fatalismo bicl6gico, reconocidos. co- ‘mo punto de partida, Ia propuesta di dgctica del positivismo tendfa a garantizar el progreso individual a través de estrat gias que movilizaran, externamente, las ‘capacidades naturales individuales, 4, El espontaneismo anti-autoritario de Carlos Vergara El pensamiento de Carlos Vergara (1859-1929) —notoriamente desconoci- do a pesar de la vastedsd de su obra ‘ocupe un lugar importante en el desarro- lo historico de Ia pedagogia argentina, Esta importancia_proviene fundamental- mente del hecho de haber postulado una seria critica a los esquemas positivistas de anilisis pedagégico, en los momentos en que dichos exjvemas posefan un grado muy alto de hegemonia dentro de los mbitos intelectuales argentines. Desde el punto de vista floséfico, la ca de Vergara al positivismo puede definirse como una critica krausisia, con: cepzién que —como se sabe— tuvo cierta vigeneia hacia fines del siglo pasado y principios de éste”. En el plano politico, en cambio, Vergara se ubica claramente en una posicién anti-oligérquica que si bien lo acercé en diversos momentos al radicalismo, no se concreto en su incorpo- racibn orgénica a ningiin movimiento po- Titico determinado.. Desde el punto de vista filosifico y cientifieo, en cambio, el andlisis del pen- samiento de Vergara no resistiria. un exa- ‘men riguroso. Las imprecisiones, las am- bigtedades, las generalizaciones rapidas y sin base abundan en buena parte de sus textos; su obra, por otra parte, abarca ex: plicaciones que intentan cubrir la total dad del saber y en ellas las repeticiones son frecuentes y los exquemas de andlisis se extrapolan de un nivel a otro sin dema- siado rigor. En sa conjunto, estas caracte- risticas han permitido que se calificara este momento del pensamiento krausista ‘como un momento de “empodreci tedrico”® lo cual, sin duda, es estricta- ‘mente vilido. Sin embargo, y a pesar de su simplicidad, vale la pena esquematizar las ideas centrales de la propuesta tebrica que expone Vergara para —desde alli abordar las cuestiones especificamente Pedagdsicas. El concepto que puede servimos de punto de partida en esta breve resefia de Punto de vista Eawescion/21 ‘sus ideas filos6ficas es el concepto de ac- cin. Vergara es, al respecto, muy categs- rico: “... eada organismo y cada organo (..) es una resultante de la accin que ese ‘Grgano o ese organismo hia realizado a tra- vés de innumerables generaciones”®, To- do el desarrollo —sea cual sea el organis- wo del cual nos ocupemos- depende de la actividad que desarrolle; pero el signifi- ado de esa actividad tiene connotaciones importagtes para nuestro anilisis: en pri- ‘mer término, Vergara concibe la actividad ‘como expresi6n de un plan predetermina- do en cada organismo, plan que resulta de la accidn de todas las generaciones ante- riores. Este determinismo natural absolu- to es, sin embargo, la base de su postula- do central sobre Ia libertad, porque en la ‘medida en que dicho plan esti preforma- do, lo importante seri garantizar su ex- presién evitando cualquier traba que im- pida su desarrollo libre y espontdneo Estos dos rasgos —libertad y esponta- neidad— son centrales en la definicion del

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