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wg /oun/e3c/cR/0s LAS MIGRACIONES CAMPESINAS Y EL PROCESO DE URBANIZACION EN EL, PERU por Dr. José MATOS MAR Este estudio ha sido preparado. por encargo de 1a UNESCO. Las opiniones aqui expresadas son del autor y no flejan necesariamente el punto LT/91/ws/11 de vista de la organizacion LAS MIGRACIONES CAMPESINAS ¥ EL PROCESO DE URBANIZACION EN EL PERU Lima, Octubre ae 1990 pUCCTON En el Pert actual, dos procesos fundamentales afec tan su configuracién y modernizacién. #1 primero, es el ace lerado proceso de urbanizacién que esté transformando radical mente, desde hace cincuenta afios, a la sociedad nacional. B1 otro, es la propagacién de una dindmica insélita que afecta toda su estructura social, politica, econémica y cultural; es decir, eldesborde de 1a sociedad de masas frente al Estado y al Peré oficial. Ambos procesos estan estrechamente articu- lados. La movilizacién espontdnea de los sectores populares, mayoritariamente migrantes, ha cuestionado I» autoridad del Estado sometiéndolo a una de sus mayores crisis. Recurrien- do a miltiplos estrategias y acomodes a la vida moderna, las masas emergentes crean sus propios espacios fuera del orden oficial imperante. En una actitud contestataria recusan le- yes, instituciones, disposiciones y dispositivos legales, la economia oficial, el orden politico, lo instituido y, parale lamente, despliegan un nuevo orden, llamado informal, que es cada vez preponderante, decisivo y definitivo para la confi- guracién y modernizacién del Pert en el siglo XxI. En estos procesos han tenido gran influencia la gracién interna y las comunidades indigenas,.continuadoras del mundo andino y micleo bésico de los pueblos indios perua nos. La migracién, como en todo el mundo, fue consecuencia gel incremento de la poblacién y de la expansién del latifun dio o gran propiedad de la tierra. La creciente poblacién campesina expulsada de sus comunidades de origen, paséen los ltimos cincuenta afios a formar parte del conglomerado urba~ no. Carentes de recursos los migrantes invadieron 4reas 1i- bres en las ciudades y dieron paso a barrios populares o ba~ rriadas, como forma de solucionar su problema de vivienda Crearon asi un estilo informal de asentamiento humano que se ha difundido a todos los Ambitos de las ciudades del pais Actualmente casi el 60% de la poblacién urbana del Peré vive en este tipo de asentamientos carentes, en su mayoria, de los servicios bdsicos. La migracién de las Gltimas décadas esté asociada aaora al proceso de modernizacién y urbanizacién de la socie dad peruana. Ha dejado de ser un fenémeno preponderante y en su consolidacién ya no es snicamente una migracién del cam po a la ciudad, sino que es un circuito’ nacional y, en conse cuencia, es también rural-rural. La gran atraccién que po- seen las nuevas dreas de colonizacién de 1a selva, ain para los residentes en las ciudades, es el cultivo y comercializa cién de las hojas de coca y su producto derivado: la droga. esta actividad ilegal es creciente y critica. wn las ciuda~ des la invasién de 4reas libres para establecer sus vivien- das permitié a los migrantes dar paso a un fenémeno extendi- do a lo econémico, la economia contestataria que, conocida como informal, abarca hoy més del 60% de la PEA del Perd. Pero su irradiacién es més amplia y abarca lo religioso, lo educativo, lo politico y lo cultural. Mientras estos acontecimientos se suceden, la comu nidad camposina tampoco se ha quedado estdtica y marginada. Mantiene una presencia significativa y en cierto nimero se adecua a los procesos dindmicos de modernizacién. Se han con vertido en alterndtiva a la simple migracién ydesarrollan es trategias inéditas de insercién urbana, incorporéndose a la economia de mercado. Utilizan mejor sus recursos comunales y ain comienzan a ser centros de atraccién de muchos de los que migraron. Pero su gesta enfrenta las acciones del fendémeno subversivo, inédito y cruento, que en muchos casos las afecta seriamente; del narcotréfico, y de la crisis econémica del Perti Bl Peré es un pais donde la informalidad predomina a toda escala. Donde discurre un insélito proceso de cambios convulsos, prefiado de incertidumbre y de pobreza er{tica. La combinacién del intenso crecimiento demografico, la acelera~ da urbanizacién, la emergencia de los pueblos indios quechua y aimara, la crisis del mundo rural, el narcotréfico, el movi miento politico subversivo y la crisis del Estado, configuran un panorama muy singular en el Peré que lo diferencia tajan- temente del derrotero de los otros paises de América Latina, 1. LAS CAUSAS DE LA MIGRACION El inicio del siglo xX encontré al Pert en un pro- ceso de modernizacién econémica y robustecimiento del Estado que mantenia intactag las formas de produccién y los mecanis mos de dominacién interna y dependencia externa surgidos des de el régimen colonial. La Reptblica otorgé a los criollos, descendientes de espafioles, al monopolio del dominio econémi_ co y politico, mientras los indigenas quedaron en la condi~ cién de ciudadanos disminuidos, pobres, discriminados y de- primidos. La institucién econémica dominante en el agro era Ja hacienda, gran propiedad que monopolizaba las mejores tie rras. Su explotacién se realizaba mediante mano de obra ser vil, sea de campesinos sin tierras o de comuneros proceden- tes de comunidades cautivas del sistema de hacienda. Sobre este poder econémico el hacendado, blanco o criollo, sefior de bienes y servicios, se erigia en el representante politico regional y en el ‘eslabén del poder central. A este sistema se le denominé gamonalismo. La otre institucién, propia de los campesinos o indigenas marginados, era la comunidad. Sea independiente o cautiva, se regia auténomamente, reprody ciendo valores y patrones culturales heredados de la milena- ria cultura andina. sus tierras, conducidas y trabajadas fa miliarménte, en iltima instancia eran reconocidas como comu- nales. Baséndose en este reconocimiento sus relaciones de trabajo y sociales se rvalizabun mediante 1a solidaridad y re ciprocidad. En sintesis, hacendados y campesinos, blancos e indies, reproducian sus propios valores y cultura en forma contrapuesta, y la modernizacién en curso no afectaba esta di vision y asimetria entre dos mundos en pugaa. La condicién econémica y social descrita hubiera se guido incélume si el Pert hubiese permanecido fuera del con- texto mundial, pero inevitablemente fue afectado por el ex- pansivo imperialismo inglés desde principios del presente si glo. Precisamente, el robustecimiento del Estado sucedié cuando los préstamos y capitales externos multiplicaron su ca pacidad operativa. * la vez los préstamos privados, las in- versiones inglesas y las primeras inversiones norteamericanas, permitieron desarrollar en la costa norte y central los en- claves del petréleo y el azticar, yen Ja sierra central el en- clave minero. Fue el momento del auge del algodén y de las finanzas urbaas limefias, la aparicién de bancos y de socie- dades anénimas para la explotacién minera, agricola y comer- cial. También fue.el auge de la explotacién del caucho y otras especies en la regién amazénica. Esta expansién comer cial hizo posible la emergencia de nuevos grupos de poder eco némico y politico. Si bien las inversiones extranjeras dinamizaron la economia, por el lado de los sectores marginados tuvo efectos negativos. Por el auge de la lana y otros productos los ga- monales ampliaron sus haciendas, arrebatando tierras comuna- les a los in@igenas y arrincondndolos a los peores lugares. Por el caucho, los indigenas de la selva, que hasta el momen to no habian sido afectados, fueron sometidos a explotacién y muerte, de manera semejante a lo soportado por los indios de la sierra al momento de la conquista espafiola. También la ° propiedad monopélica o de enclave se extendié abusivamente en el agro, la minerfa y la industria urbana. La mayoria de los valles costefios estaba en manos de un grupo pequefio, base de la oligarquia nacional. La empresa minera Cerro de Pasco ll g6 a concentrar 230,000 hectdreas de tierras, extendiéndose por tres depurtamentos, seis provincias y una veintena de co munidades campesinas. Adicionalmente, los centros producto- res y enclaves, urgidos de mano de obra, mediante el sistema de “enganche" arrancaron a los campesinos indigenas de sus po bres comunidades exponiéndolos a una nueva relacién social y cultural. Como resultado de esta creciente dependencia y “1 dernizacién" de 1a economia ocurrida principalmente entre 1920 y 1940, se habia establecido un Estado regularmente re- novado; la estructura social se hizo més compleja con la constitucién de capas populares e indias, y la vida poli- tica alcanzé una nueva dindmica mediante la absorcién de ideas predominantes en Europa y la emergencia de partidos radicales. El Estado adquirié mayor capacidad con la crea- cién de institucaones administrativas y financieras como el Banco de Reserva, el Banco Hipotecario, oficinas de impues- tos. Una politica de endeucamiento permitié la construccién de caminos, carreteras y edificios piblicos. En las ciuda- des los obreros y capas medias urbanas, influados por el sin @icalismo y las ideas politicas europeas, promovieron una v: ta movilizacién popular, exigiendo sus derechos laborales y politicos e influyendo, ademds, en los indigenas para que re cuperaran sus tierras o se defendieran de los gamonales. En tre otros importantes asuntos, la legislacién de este perio- do consagré la jornada de ocho horas y el respeto a las tie- rras comunales y a la “raza indigena". La politica pro-indigena, sustentada por sectores urbanos progresistas, tuvo pretensiones de tutelaje més node realizacién democratica del pais o de cambio en sus condicio nes sociales, como conguista del mismo campesinado en funcién de sus especificos intereses y programas. Este movimiento contribuyé al surgimiento y expansién de partidos politicos, de izquierda y de derecha, y al fortalecimiento de los gre- mios obreros, proyectdndose hacia un populismo que marcaria después profundas huellas en el ordenamiento agrario. El pro selitismo alcanzé niveles importantes, pero no dejé de mani- festarse como exclusivo de los medius costefios y urbanos. Ningén partido o gremio llegé a captar bases rurales indige- nas. 10 No obstante Ja diversidad y magnitud de los cambios, el poder terrateniente se mantuvo intacto, no solamente por- que el Estado no pudo adquirir la solidez necesaria ni trans formarse para erradicar este poder y orientarse a la forma: cién de una nacién moderna, sino también porque el desarrollo capitalista en el Pert y especificamente en el agro, en vez de erradicar los regimenes arcaicos de produccién y poder, se articulé a éstos. En consecuencia, los campesinos siguieron sometidos por otro tiempo més a la ley del hacendado o, en su condicién de indios, constrefidos a las comunidades libres ya reconocidas pero marginadas. A pesar de representar a ca si el 75% de la poblacién peruana, los comuneros no tenian ni voz ni voto en las instancias del Estado. La mano servil y otras formas semifeudales seguian caracterizando a las haciendas del Peré. En todos los depar tamentos, incluyendo los de la costa y la selva, se hacia uso de esta mano de obra, una de cuyas variantes era el yanacona je. El yanacona era el campesino que asumia, mediante uncon trato formal, la conduccién de una parcela de 1a hacienda a cambio de una parte, generalmente la mitad, de la produccién que se entregaba al hacendado a manera de arrendamiento. a Adn Jas haciendas de la costa con cierto grado de capitali- zucién, acudian a esta modalidad. El censo de 1961 registré més de 18,000 en todo el Pert. Los grandes latifundios -haciendas capitalistas y tradicionales- posefan mds de la mitad de la tierra hdbil pa ra Ja agricultura en el Peri. Sin embargo, sus propietarios y beneficiarios no alcanzaban ni al 10% de la poblacién to- tal. En ‘1961 habian en total 10,462 haciendas y fundos media nos. Otra parte de las tierras agricolas le correspondia aproximadamente a 807,000 unidades de explotacién familiar que, en conjunto, no alcanzaban ni al 10% del total de tie- reas hdbiles del Perd. Por su parte, las comunidades indige nas se defendian del acoso de las haciendas intentando compe tir con ellas, pero su desventaja radicaba en la pobreza de sus tierras y en la densidad de su poblacién, Hasta 1986 el gobierno habia reconocido’ 3,672 comunidades. A lo expuesto se afadia un lento pero sostenido c cimiento demogréfico, después de la hecatombe que significé e1 dominio espafiol. En la época colonial 1a considerable re 12 duccién de la poblacién indigena se debié a las guerras, epi demias, explotacién y desprecio por la vida de los indige- nas. Entre 1800 y 1890 el Peri vivid una relativa calma de- nogréfica durante 1a cual la recuperacién no ocurrié a saltos sino a una tasa constante. Desde comienzos de siglo dicho crecimiento tomé impulso hasta alcanzar los 6'440,000 habitan tes en 1940. Sin embargo, en esta primera mitad del siglo xX, el Perd presentaba todavia Ja imagen de un pais rural, atrasado y pobre. El peso mayor de la poblacién rural erain discutible. De acuerdo al censo de ese afio, sélo el 178 ‘de la poblacién peruana vivia en ciudades de mds de 20,000 habi tantes, y, atin en 1961, segtin el censo de ese mismo afio, ese porcentaje se elevé al 23%. Es decir, mds de las tres cuar- tas partes de la poblacién vivia en el campo o en pequefos centros poblados de muy estrecha relacién con el mundo rural. En cuanto a su distribucién segin regiones naturales (costa, sierra y selva), la sierra albergaba en 1940 a1 65% de la po blacién y en 1961 al 534. Las elevadas tasas de natalidad peruana sobrepobla ban a las comunidades y Areas libres del sistema de hacienda, 13 alcanzando el 1.6% anual (desde 1876 a 1940). Desde la déca da del 40 a 1965 esta tasa se incrementé en un 70% llegando al 3% anual. Este crecimiento estuvo asociado a un cambio notorio de las estructuras sociales, econémicas y politicas del pais, ya que entre 1940 y 1966 1a econom{a logré dupli- car su ritmo anual de crecimiento alcanzando el 5.5 anual. Entretanto, las largamente reprimidas tensiones in ternas derivadas de la concentracién monopélica de la tierra; el incremento de la poblacién en las reducidas y pobres comy nidades; 1a marginacién politica y social, y el mantenimien~ to de las tradicionales sistemas de poder, no podian conte- nerse més y ponian al sistema ante dos alternativas: un reor denamiento profundo de la tenencia de la tierra y las rela~ ciones econémicas y sociales del agro, sea por accién del Es tado 0 auténomamente por accién de los sectores marginados, © una masiva migracién que aliviara dichas tensiones sin mo- dificar las estructuras imperantes. £1 reordenamiento es~ tructural fue diferide y la segunda opcién encontré mayor via bilidad por sus menores costus sociales y su facilidad. 14 La gran migracién provinciana masiva a la costa y principalmente a Lima, se inicié en la década de 1940, favo- recida por la ampliacién de la red vial y las transformacio- nes econémicas que ensancharon al mercado interno. La bonan za de las exportaciones, favorecidas primero por la segunda guerra mundial en la década de 1940 y luego por la guerra de Corea, en la década de 1950, produjo el auge més importante de este siglo en la economia peruana. La expansién indus- trial internacional y la politica modernizadora promovida por el gobierno militar de Odria, permitieron 1a modernizacién del pais y el incremento de las inversiones gubernamentales en obras piblicas. La mayor parte de estas inversiones se aplicé a planes de vivienda popular urbana, a la mejora de la infraestructura educativa y de salud y al desarrollo de la red de carreteras. Hacia 1950, ésta habia sustituido ya, en lo principal, con carreteras asfaltadas y afirmadas, al arcaico sistema de caminos de herradura y sendas peatonales. Nuevas rutas de penetracién unian a la sierra y ceja de selva, faci Lit&ndose grandemente la comunicacién entre regiones y ciuda des. La radio se difunde y se acelera la intercomunicacién de pueblos, caserios y comunidades, con las ciudades provin- cianas y las capitales de departamento. 15 El auge de las exportaciones y el crecimiento de las importaciones, multiplicaron 1a demanda de manufacturas y renovaron el impulso de la industrializacién, creando nue- vas fuentes de trabajo en la capital y principales ciudades costefias, reforzando las tendencias migratorias promovidas una década atrés. La miseria campesina y la difusién en el medio rural de informacién sobre los relativamente elevados niveles de vida de la capital y demas ciudades, consolidaron una poderosa corriente migratoria del campo hacia la ciudad, corriente que ni la reforma agraria de 1969 ni la crisis aoe némica actual, de fuerte repercusién en las ciudades, han con seguide modificar. Fue en la década de 1950 cuando se consolidaron los elementos centrales que caracterizan a la sociedad actual La concentracién de grandes contingentes de migrantes en Li- ma y demds ciudades; la expansién industrial; 1a, ampliacién de la presencia del Estado en todo el territorio, y la mayor participacién de las regiones y sus pueblos en la vida nacig nal ayudan a configurar esta nueva realidad y a debilitar al anterior sistema de poder. Sin embargo, estos cambios se pro 16 ducian sin reestructurar el sistema de propiedad en el campo A 1a economfa y la sociedad andinas, preferentemente serra nas, se sobreponen la economia y la sociedad urbanas y coste fias, m4s desarrolladas, en una suerte de articulacién en la que, si bien los procesos anteriores debilitaban y ponian en crisis al agro serrano, la sociedad rural seguia desenvolvién dose con los patrones coloniales hispanos y las costumbres an dinas tradicionales. Las comunidades reproducian su lengua, cultura y formas de vida sin grandes interferencias, en tanto que las clases dominantes, principalmente costefias, impontan un estilo occidentalizado moderno. Desde la ciudad los sec- tores dominantes seguian viendo al campesino como “serrano" © como "indio" al que habia que “culturizar". Segtin el censo de 1940 al analfabetismo afectaba al 57% de los adultos perua nos y un 35% no hablaba ni entendia castellano. En 1961, 1972 y 1981 el analfabetismo alcanzaba respectivamente al 38.9%, al 27.5% y al 16.2% de la poblacién de 15 aiios o, mas. Esta situacién de coexistencia temporal de fenéme- nos arcaicos y modernos entré en crisis en la década de 1960, y el Estado criollo mostré su inadecuacién a las cam- a7 biantes fuerzas de la sociedad y la cultura nacional. La apa ricién de nuevos enclaves, el acelerado movimiento indus- trial, el apogeo y la modernizacién de los latifundios coste fios, el auge sin precedentes de las exportaciones primarias (agricultura, mineria, pesca), acrecentaron las diferencias regionales en beneficio de la costa y las ciudades, despla- zando a la actividad agropecuaria tradicional a un segundo plano en e). producto bruto interno. Como no podia ser de otra manera el agro serrano entré en descomposicién arrastrando en su crisis a la clase terrateniente y quitdéndole protago- nismo politico. Estos empobrecidos propietarios se sumaron al inagotable caudal de campesinos migrantes, pasando a en- grosar las nuevas clases urbanas. Se produjo asi un incremento notable en los proce- sos migratorios hacia las ciudades, concentrdndose, al mismo ritmo que la explosién demogréfica*, en un nuevo’ tipo de asen tamiento urbano denominado barriada, que se constituirdé en el estilo dominante de crecimiento de todas las ciudades del Pe * segin el censo de 1961 las mujeres campesinas y de estratos pobres de las ciudades tenian respectivamente un promedio de 5.5 y 4.7 hijos, re duciéndose a 3 en los sactores de mejor nivel econémico o instruccién. 18 xi. Al mismo tiempo, el proceso de urbanizacién determinard e1 mayor peso de la poblacién urbana sobre la rural. Las barriadas, surgidas de grandes invasiones de predios urbanos en la capital de la Repiblica y ciudades prin cipales, fueron el punto de partida del fenémeno de la "in- formalidad", que luego se har extensivo a todos los dmbitos de la sociedad. Se trata de una modalidad de acomodo de los sectores populares, carentes de medios para solucionar sus apremiantes necesidades, que, sin atacar frontalmente al or~ den establecido -el Estado, las leyes, reglamentos y dem4s exigencias formales- terminan superdéndolo y dando paso a un nuevo orden de perfil atin no preciso, pero de cardcter indu- dablemente popular e inédito Los migrantes, portadores de distintas tradiciones regionales del. Pert, inician en las ciudades un contacto y una interaccién de las que resultan nuevas propuestas de or- denamiento, En las barriadas se reproducen formas de organi zacién comunales, afadiéndoles caracteristicas reivindicati- vas sindicales, dando lugar a las asociaciones vecinales. 19 Al mismo tiempo, coincidiendo con la organizacién de un nue- vo movimiento obrero, el campesinado se incorpora masivamen- te en el agro a este proceso popular. Es el momento de las huelgas en las haciendas algodoneras y azucareras de la cos- ta, y de los intentos de recuperacién de tierras en la sie- rra. Esta movilizacién obligé a renovar al Estado, creando temor entre los terratenientes y obligando a las propias fuer zas armadas a experimentar, en 1961, una suerte de reforma agraria en el departamento del Cusco. Las acciones guerrilleras de 1962, 1963 y 1965 con mocionaron mucho més la institucionalidad politica, al pro- pugnar las transformaciones que hacia tiempo los sectores po pulares reclamaban. Desde 1968 a 1975, e1 gobierno del gene ral Velasco Alvarado y las Fuerzas Armadas, se esforzaron en corregir estas incongruencias mediante la aplicacién de una radical reforma agraria, la estatizacién del petréleo y de las m4s importantes empresas mineras, la reforma de la empre sa y el reconocimiento de la diversidad cultural del pais al proceder'a la oficializacidén del idioma Quechua. 20 Desde 1a aplicacién de 1a ambiciosa reforma agra- ria de 1969 hasta 1a década del 70, las extensiones afecta- das de latifundios, haciendas y fundos sumaban los 8'599,253 has. y més de 2 millones de cabezas de ganado. Estos bienes fueron entregados’ a 375,246 campesinos y trabajadores agrico las. Hacia 1980 1a reforma agraria habia afectado 12'537,210 has., extensién superior a las metas programadas a su inicio. A pesar de 1a profundidad de 1a reestructuracién de la tenen cia de la tierra, o quizé debido a ella, veinte afios después el campo no se desarrolla; al contrario, se habla de una cri- sis del agro. Mientras 1a economia peruana crecié durante el periodo 1970-76 a una tasa promedio de St, el sector agrope- cuario sélo lo hizo al 0.98. La produccién per cépita igual mente se redujo prdcticamente en casi todos los rubros, a -2%. La causa del fracaso productivo del agro renovado no se ha- lla tanto en la reforma misma, sino en las condiciones en que operé. Una de ellas fue la crisis mundial y la disminucién de los precios de los productos primarios. Otra fue el extre mo atraso en la que se hallaban los grandes latifundios se~ rranos. Finalmente, el modelo de conduccién de la tierra no correspondié a las necesidades del desarrollo agrario ya las 2. expectativas de los campesinos. Del total de tierras adjudi cadas, las grandes empresas asociativas creadas por el Esta- do controlaban e] 62.3%. Asi 593 cooperativas y complejos agroindustriales de la costa conducian 2'324,713 has. y 7150 ciedades Agricolas de Interés Social (SAIS) o Empresas de Pro piedad Social (EPS), tenian 3'037,701 has. En cambio de las m&s de 4,000 comunidades, sélo se habia beneficiado a 448 con apenas 889,364 has., en tanto que “grupos campesinos" (448) y campesinos independientes, habfan recibido 2'347,475 has. Este proceso, que beneficié sélo a un 40% de la PEA rural y principalmente a los trabajadores asalariados, sumado a las crisis en que estaban sumidas las empresas asociativas debi- do a mala gestién, escasos créditos, endeudamiento y descapi talizacién al punto de no poder aportar beneficios ui nuevas fuentes de trabajo, indujo a las deprimidas comunidades cam- pesinas, en la sierra, a invadir las tierras de las empresas asociativas y,’en la costa, a desmantelarlas y generalizar su parcelacién. Estas son las causas principales que inducian e in ducen hoy a la masiva migracién campesina que desborda no 22 Jo a la Gran Lima sino a todas las ciudades del Peri. Es re cién en la década de 1980, como consecuencia del auge del cul tivo de la coca, cuando se reorienta esta migracién hacia la selva alta. Antes la migracién.a la selva y ceja de selvano ocurria con igual intensidad, a pesar de las ventajas compa- rativas que representaban respecto a la sierra en crisis. Los fluctyantes y bajos precios de los productos agricolas tradicionales limitaban una mayor atraccién. Pero de pronto, la alta cotizacién y la creciente demanda de la hoja de coca atrajeron oleadas de colonizadores, comerciantes, asalaria~ dos y peones, ante la esperanza de un répido enriquecimiento. En esta misma década se manifesté la inusitada violencia de Sendero Luminoso que afecté inicialmente al departamento de Ayacucho, érea serrana de mayor pobreza campesina, y luego se extendié a més de la mitad del territorio peruano. Sendero se impone a los cultivadores de coca y les ofrece proteccién y apoyo frente a las fuerzas gubernamentales que, con el res paldo de los paises consumidores de cocaina, los reprimen y arrasan sus cultivos. Se incrementan asi los indices de vio lencia y mortandad en la zona de selva. A una década de ini ciada esta violencia politica, salida de los campesincs de 23 las comunidades y zonas de colonizacién, se ha intensificado, al extremo de desaparecer comunidades enteras de las cuales no se tienen estadisticas. Como consecuencia de los procesos descritos, al Pe r6 de hoy se encuentra frente a‘una realidad cambiada y bu- llente. £1 campo no ha tenido 1a tranquilidad necesaria pa~ ra desarrollarse adecuadamente -salvo algunas comunidades de punta~ y transformarse en alternativa a la migracién. Lageo gratia humana del pais ha sufrido alteraciones sustantivds: la poblacién nacional se ha més que triplicado en sélo cua- tro décadas, mientras un activo proceso de urbanizacién tien de a concentrar en las ciudades a casi el 70% de la pobla~ cién total del pais. Este es el escenario en el que se defi ne el futuro del Pers. 24 2. LAS DIM2NSIONES DE LA MIGRACION RURAL-URBANA Como hemos sefialado, desde poco antes del comienzo del proceso migratorio en la década de 1940, la poblacién del Peru experimenté un.gran vuelco demogrdéfico, en forma coinci, dente con la intensificacién de los procesos sociales. si bien durante la conquista y el coloniaje la mortalidad de la poblacién aborigen alcanzé dimensiones de hecatombe, se recu peré lentamente hasta alcanzar los dos millones hacia fines del siglo XVIII; cerca de cinco millones al terminar el si- glo XIX y, llevado por esta tendencia, ha experimentado un in eremento espectacular en el siglo Xx. En 1940 el Pert tenia seis millones de habitantes, mayoritariamente distribuidos en las zonas rurales. Entre 1940 y 1981 su poblacién se triplicé, y en 1990 sobrepasa los 22 millones. Pero, ademds, esta poblacién es ahora eminen- temente urbana. De acuerdo a los resultados censales de 1981 ° més del 65% de su poblacién habita dreas definidas como urba nas, lo cual contrasta con e1 47% de 1961 0 30% de 1940, a consecuencia principalmente de la migracién rural-urbana. 25 En 1940, los migrantes peruanos, segiin el censo de ese afio, eran sélo 439,662 personas; es decir, inicamenté el 6.8% de 1a poblacién nacional de entonces.que ascendia a 6'440,000 habitantes. E1 50.4% de estos migrantes se diri-~ gié a la capital; el 34.9% a otros lugares de la costa, y el resto a otros lugares de la sierra y la selva. Hacia 1961, segiin el censo de ese afio, 1a poblacién migrante se habia in crementado a 1'237,000 personas y al 13% de 1a poblacién to- tal peruana que entonces ascendia a 9'833,800 habitantes. Si guiendo 1a ruta de los pioneros, estos migrantes se dirigie- ron principalmente a los centros fabriles de Lima (64.68); otros escogieron distintos lugares de la costa (20.7%) y el resto, la sierra y la selva, El Instituto Nacional de Esta- distica ha establecido, para el perfodo 1967-72, la existen- cia de 888,178 migrantes en todo el Perd. De este total, Li ma Metropolitana fue el polo de atraccién para el 45.1¢ de los migrantes, no obstante haberse observado una disminucién en las cifras absolutas y relativas respecto de 1961. Para el periodo 1976-81, el peso de la migracién interna respecto a la poblacién total peruana no varié. Asi, de los 16'835,000 habitantes que habia en 1981, el 6.6% estaba constituido por 26 migrantes. Durante este tltimo quinquenio, en el que hubo 1'097,839 migrantes, e1 35.8% fue a Lima. A pesar de haber experimentado una importante reduccién desde el quinquenio anterior, en beneficio de las més atrayentes zonas de la sel va, la migracién sigue sobredimensionando a la gran Lima. Otros departamentos de la costa, como Ica, La.Liber tad y Lambayeque, que se han caracterizado por captar un im- portante nimero de migrantes, en el éltimo quinquenio también han visto disminuir su importancia relativa. Esto sedeberia a que algunos departamentos de la sierra como Arequipa y Ju- nin, cuyas capitales son también polos regionales de desarro 1lo econémico, han disminuido su tasa de emigracién. Pero la causa principal est4 en las mejores oportunidades de vida que ofrece la zona de selva, lo cual produce un inesperado in cremento de los migrantes, como ocurre en el departamento de San Martin que pasé de una poblacién migrante de 1.3% al. 5.18. Estos resultados del Ultimo quinquenio indican una indiscuti ble reorientacién de los flujos migratorios. Lima Metropoli tana experimenta un significativo descenso en su captacién de migrantes, en la misma medida en que éstos se reorientan ha- 27 cia la zona de selva. Del total de migrantes registrados en el Wltimo quinquenio para la ciudad capital, mientras el 24% lo constituian personas que venian a asentarse en ella, el 56% lo formaban personas que salian de Lima para asentarse en otro lugar del pais, presumiblemente la selva. El desplazamiento desde el campo.hacia las ciuda des ha venido acompafiado de la expansién desmesurada y desor, denada de las dreas urbanas. Lima, en este contexto, se con vierte en el modelo de crecimiento compulsivo de las cinda- des del Perti, por ser la primera en manifestar el fendémeno, por tener las mismas caracteristicas y por concentrar a més del 30% de la poblacién nacional. En 1990 tiene 6'414,500 ha bitantes que se distribuyen en 49 distritos y dos provincias. Desde antes de la migracién de la década de 1940 y siguientes, Lima ya se expandia hacia sus balnearios vecinos y el puerto del Callao; sin embargo, la poblacién campesina errr—C—C rrr ria tuvo que apifiarse en el Cercado y el Rimac, tugurizéndo~ los hasta extremos insostenibles. Estos y otros sectcres des 28 favorecidos acudieron entonces a la invasién, primero, de te rxenos marginales (faldas de cerros, orillas de rio y arena- les) y, luego, de otros predios, a manera de vdlvulas de es- cape. A pesar de ello, las sucesivas y mayores oleadas mi- gratorias mentuvieron la tugurizacién, reproduciéndola en otras dreas a medida que la ciudad se expandia. En 1967, segin el Plan de Lima, existian 7,262 dreas de tugurios con 96,644-viviendas tugurizadas y ocupadas por 488,648 personas. La tugurizacién se habia diversificado’ de las casas subdivididas hasta los edificios, quintas deterio- radas, callejones, corralones, edificios y azoteas, afectan- do a 16 distritos de la Gran Lima, incluso reas reconocidas como residencia de sectores medios y’acomodados. La construc cién de viviendas estaba rezagada respecto al crecimiento de la poblacién; por eso, de 11,537 viviendas limefias, registra das por el censo de 1940, ‘el 84% se hallaban alquiladas. En 1961 habian aumentado a 228,254, pero habia una notoria dis- minucién de la tasa de alquiler hasta un 69.18. En 1972 es- ta tasa disminuyé hasta el 39.1% de un total de 545,450 vi- viendas; en 1981 bajé hasta el 368 de las 792,185 viviendas entonces existentes. 29 Las reducciones en las tasas de alquiler y el aumen to del ntimero de viviendas se deben fundamentalmente ala for macién de nuevas barriadas y urbanizaciones asociativas que los sectores populares, especialmente migrantes, crean y or- ganizan en su propio espacio, ocupando miltiples dreas libres, pero a la vez violentando la norma y el orden oficial. Si- guiendo esta estrategia, los migrantes desbordaron el perime tro urbano limefio tradicional. A partir de 1945 y la década de 1950 realizaron 119 invasiones en terrenos ganados al le- cho del rio Rimac y en los cerros préximos a la ciudad. ‘En la década de 1960, 168 invasiones dieron lugar a la forma~ cién del cono norte, y en la década de 1980 el cono sur, al mismo tiempo que el de la zona este, alcanzando més de 144 grandes invasiones hasta 1989. En los Gltimos 34 afios, periodo que va de 1956 a 1990 e2 crecimiento de las barriadas y su poblacién ha sido sorprendente. Asi, en 1956 se registraron 56 barriadas que concentraban a 119,886 habitantes, apenas el ¥.5% de la po~ blacién de Lima Metropolitana, estimada en ese entonces on 1'260,729 habitantes. &n 1961 prdécticamente se duplicé al 30 llegar a 316'829 habitantes (17.2%). En 1972 fueron 805,117 habitantes (24.4%). El Ultimo censo de 1981 dié un total de 408 barriadas que albergaban a 1'460,471 habitantes, equiva- lentes al 32.5% de la poblacién total de Lima. A fines de 1983 e1 mimero de barriadas o “pueblos jévenes" habia llega- do a 598, con 2'184,000 habitantes (36.48). En 1990, de acuer do a estudios nuestros, las barriadas sobrepasan el millar con una poblacién de 3,300,000 habitantes, aproximadamente; es decir, el 51.4% de la poblacién total de la Gran Lima. Si a ellos sumamos a los pobladores de tugurios y ciertos ba- rrios tradicionales, de igual o parecido origen migrante, se concluye que el 85% de la poblacién de Lima Metropolitana es t& formada por sectores populares y sélo el 15% se congrega en barrios residenciales de clase media y alta. Al mismo tiempo que la expansién de las barriadas aumenté e1 numero de sus viviendas, de 15,000, en la década de 1950, a 60,000, en la década de 1960; luego, a 161,000, en la década de 1970, es decir, el 26.3% del total de viviendas de Lima Metropolitana de entonces. Hacia 1981 las viviendas de las barriadas eran 243,411 (30), y en 1986 se registra- 31 ron 256,577 viviendas, ocupadas por 269,631 familias. En pro medio, la cantidad de ocupantes por vivienda en Lima Metropo litana varié muy poco con el aumento de las viviendas, calcu ldndose en 5 para.1972 y afios posteriores, y en 5.2 para 1981, cuando se censé 4'036,603 habitantes en 792,185 vivien las. Si se consideranel alto porcentaje de las viviendas de las barriadas que consta de una sola habitacién; el promedio de la tasa vegetativa, y la reciente ola migratoria producida por la violencia, es fAcil prever que pronto se reiniciaré el ciclo de invasién y formacién de mds barriadas. Al igual que Lima Metropolitana las demds ciudades del Peri han visto crecer el niimero de barriadas. Nueve principales ciudades que en la década de 1970 casi no ty vieron barriadas, vieron el surgimiento y la expansién de és tas en la década de 1980. Asi, en 1986, Arequipa tenia 93 ‘barriadas, con 42,845 habitantes; Chiclayo 54 y 27,866 habi- Cusco 32, con tantes; Chimbote 50, con 27,476 habitante: 6,095 pobladores; Huancayo 13 y 2,242 habitantes; ica 17, con 5,175 pobladores; 1quitos 79 y 27,876 personas; Piura 44, con 26,534 habitantes, y finalmente Trujillo con 33 barriadas que reunian a 38,394 pobladores. 32 Lima crece actualmente a partir de distritos surgi. @os de barriadas y urbanizaciones populares, mientras los sec tores medios y ricos han sido reducidos a una situacién de in sularidad en sus barrios residenciales. Del mismo modo, es tos sectores han visto disminuir su hegemonia para desarro- llar o proponer los valores nacionales. £1 gran desplaza- miento de las masas provincianas y rurales a 1a capital have nido convirtiéndola en crisol y muestra de todos los proce~ sos sociales y culturales en marcha en el Pert. Esta mayori taria concentracién migrante en barriadas y urbanizaciones populares, ha terminado por convertir a estos asentamientos en factor determinante de la nucva dindmica socia) metropoli tana, y a Lima en escenario de una masivo desborde popular que lleve cl sello de la composicién dominante de su nueva poblacién y proyecta estilos de vida propios y una nueva iden tidad. 33 3. SUS CONSECUENCIAS En los tltimos $0 afios la sociedad peruana, tradi- cionalmente rural, pasé a ser predominantemente urbana, sin que este cambio se correspondiera con un paralelo y sustenta rio crecimiento industrial ni con una apropiada moderniza- cién de sus instituciones, su tecnologia y su cultura bdsica. Esta urbanizacidn, que se caracteriza principalmente por el crecimiento desmesurado de las ciudades, ha dado lugar a la emergencia y agudizacién de problemas ocupacionales, de vi-~ vienda, de servicios, de equipamiento bdsico, de infraestruc tura y otros, de gran envergadura. Con la ruptura de la legalivad, a partir de la in- Getenible ola de invasiones ocasionadas por la rigidez del régimen de propicdad urbano y Ja falta de fuentes de trabajo, los sectores populares migrantes inauguraron una modalidad de solucién de sus problemas fuera de} sistema legal imperan te, creando en la praéctica un orden nucve, propio, internal contestataric, con capacidad para atoider, de mancra diree ta y répida, sus problemas y necesidades principales. Ss» pre nto antre el Estado y Ja so- {a asiiovn clare distanciami 34 ciedad. Este orden paralelo, popular, vigoroso e inédito, ha sentado las bases de un proceso de modernizacién de la so ciedad peruana desde el pueblo mismo. ‘A pesar de la reforma agraria, el agro sigue vivien do una crisis inacabable y expulsando mano de obra. En las ciudades un desarrollo industrial trabado y débil no ha podi do absorber el trasvase poblacional rural-urbano. £1 resul- tado es una realidad urbana también en crisis, en la que los sectores populares tienen que inventar, al igual que en lavi vienda, un espacio econémico propio. Surge asi la “economia informal" o subterrénea que no es, otra cosa, en realidad, que la nueva economia peruane abriéndose paso, al margen de modelos y recetas, y sefalando rumbos inéditos pero apropia- dos a la realidad en Ja misra medida en que brota de ella de manera esponténea. Hasta ahora, o] desarrollo del mercado’ nacional se o de la cunt raligacién administrativa, ph haze sobre Ja ba: duetiva © industrial av la capital de la Repéblice. la tadisticas demuestxan que, en 1975, el 71% de Jas inauser ian 35 se concentraba en Lima. Mads atin, cerca del 75% del valor bruto de la produccién y el 70% de los puestos de trabajo in dustrial se concentraban ahi, Este desenvolvimiento indus- trial centralista no absorbié mano de obra al ritmo que exi- gia el crecimiento urbano. £n 1972 la industria empleaba 210,000 trabajadores, equivalentes al 18.8% del total de la PEA limefia; en 1981 esa proporcién bajé a sélo 17.4%, lo que en cifras absolutas significaba 255,000 trabajadores. como consecuencia de 1a crisis econémica de la aé- cada de 1970, del descenso en el crecimiento industrial y la falta de nuevas fuentes de trabajo, la PEA no debidamente ocupada o desocupada se orienté hacia el sector de los servi cies. De aqui que los resultados cenzales revelen que Ja PEA en las ramas de comercio, transporte y servicio, que or 1940 representaren sélo el 26% de la PHA limefia, pare iyt! habia ascendido al 58. Por otro ladc, también ha cambiade la conformacign de Ja PEA. La proporcién de trdbajadores eventualos +» indupendrentes se ha incrementado, en tare tn ge comprime Ja parte referida a los asalariados on general a los obreres on particular. 36 Los comerciantes ambulantes, una gran proporcién de los trabajadores independientes, protagonizaron entonces otro desborde. £1 centro de Lima, la llamada Lima virreynal, y sus principales jirones adquirieron el aspecto de ferias pro vincianas por el atiborramiento de estos comerciantes. Ini- cial y esporddicamente perseguidos, han sido luego consenti- dos por su excesivo ntimero y por la constancia con que vuel~ ven a ocupar las calles después de cada operativo de desalo- jo; pero, sobre todo, por su creciente importancia demogréfi ca y politica. La municipalidad provincial trata insistente mente de “formalizarlos", pero el fenémeno adquiere, cada vez, nuevos brios. Surgen asi centros de comercio informa- les o semi-legalizados, que son grandes bazares callejeros como Polvos Azules y Amazonas, Emancipacién-Abancay, la Ave- nida Grau, e) mercado central y otros muchos distribuidos por doquier, incluso en los distritos tradicionales y scgmen tariamente en distritos opulentos como San Borja, San Isidro y Miraflores. Por su similitud con la capita]; en las aemés ciudades del Pert se reproduce el modelo hasta oJ cansancic. 37 Este comercio callejero, que representa el predominio del seg ‘tor terciario en la economia y una estrategia contestataria de supervivencia, también se extiende a la actividad produc- tiva. Se manifiesta en infinidad de talleres familiares, pe quefias y medianas industrias distribuidas sin orden en todos los barrios populares de Lima. Sus actividades abarcan los diversos bienes y servicios de bajo precio que consume y uti liza la poblacién de escasos recursos, pero todos operan sub terrdneamente, lejos de los registros oficiales. Al desarrollo hipertrofiado de la burocracia esta- tal, de contradictoria reglamentacién y sofocante maquinaria administrativa, la crisis econémica hizo aumentar el peso del sistema tributario derivado hacia la industria. Por le mis~ mo, las pequefias empresas han seguido creciendo fuera d=] 41 bito legal. Més atin: sectores de la gran industria cemien- zan a evadir los controles, a alimentar con sus productos a las pequefias industrias 0, en caso contrario, a servi la capacidad de produccién y comercializacién de la pequena empresa informal, por ejemplo, para fabricar productos ave continuados. 38 De esta manera se ha ido formando un circuito pro- ductivo y de comercio que los instrumentos de politica econg mica del Estado no han sabido prever ni controlar, eviden- ciando las limitaciones de ese Estado, por un lado, y, por otro, la enorme creatividad y laboriosidad de los sectores po pulares que van desarrollando sus propias alternativas y re~ glas de juego basadas en las costumbres inmemoriables y patro nes culturales que los migrantes llevan consigo. La inmensa gravitacién adquirida en Lima por lo an dino a causa de la migracién, modifica no solamente el aspec to fisico de la capital, sino también sus formas de cultura y su sociedad. Por primera vez en nuestro proceso historico, la Gran Lima se ha hecho ajena a los sectores opulentes y me: dios. La ciudad acepta y difunde los valores andinos tales como su organizacién colectiva, su artesania, sus hab: ali mentarios y domésticos. Las asociaciones y clubes puebleri- nos y las fiestas patronales adquieren en la ciudad nuevo ce lorido. La misica andina, en sus méltiples géneres y 2sti- irate los regionales, se impone hoy con fuerza en 1a ca: popularizacién de la misica andina premueve una iusid: te cul 39 turas que opera en dos direcciones opuestas. Por una, intro duce en la juventud de todos los sectores, en diverso grado, un nuevo interés por estilos e instrumentos que en otros tiem pos aparecian exéticos o despreciados. Por 1a otra, surgen géneros nuevos que hibridan culturas. De ellos, la chicha o cumbia peruana, ha llegado a ser el segundo ritmo musical po pular, después de 1a salsa, desde su nacimiento en los albo- res de 1a década del 70. Los “chichédromos" y "salsédromos", locales donde se baila y consume cervezas y otros estimulan- tes, han terminado por ocupar, para la segunda generacién de los nuevos limefios, el mismo nivel de importancia que tuvo, para la primera generacién de migrantes, el coliseo folkléri co de la década de 1960. 1a misica chicha, como todo lo de~ més, se difunde en todas las ciudades del Pert hasts introdu cirse en las 4reas rurales y comunidades serran Frente a la crisis econémica que afwcta con.fverza a los medios urbanos, y al agotamiento de las ojcrtunidades f, 1a min de trabajo y mejores niveles dv vida en las gracién campesina toma otros rumbos. Se produes inelese una migtacién de retorne 4 Jos lugares de origen, pore dentro de 40 ciertas condiciones que el deprimido medio rural permite. Dentro de este contexto 1a mayoria de las comunidades campe- sinas, aprovechando los conocimientos y experiencias adquiri dos por sus miembros migrantes gestionan su reconocimiento y amparo por la ley, la solucién de sus viejos problemas, y la canalizacién de ayudas y recursos para propiciar su desarro- llo y su*bienestar. Hasta junio de 1986 se habian inscrito oficialmente 3,672 comunidades, habiendo otras 2,000 no re- gistradas. Estos niimeros superan los de cualquier otra orga nizacién oxistente en el rea rural, sea CAP, SAIS, EPS, GC etc. Estas comunidades conducian més de 19 millones de hec- téreas de tierras y pastos, y contaban con una poblacién de més de 8 millones. Esta r/lacién entre las comunidades y sus migrantes esté permitiendo e] desarrollo de procesos espontd neos de modernizacién.y crecimiento sconémico que contrastan con la pasividad, la pobreza y e) arcaismo tradicioneimente atribuidos al campesino peruano. Un resultado concreto de este proceso son las comunidades de punta, que se distinguen la por su integracién a los circuitos comerciales media vigorizacién de su estructura comunitaria, la recuperacién del control comunal de sus recursos, y la explotacién de los 41 mismos en forma directa 0 con nuevos mecanismos organizati- vos creados por los propios campesinos, como la empresa comu nal. Estas comunidades han incursionado en distintas activi dades productivas como la organizacién de una activa horti- cultura (Pucaré en el Valle de Mantaro), fruticultura de man zanos y duraznos (Huayopampa en la cuenca del rio Chancay), una intensiva produccién de papas hibridas (Comas y Huasawasi en Concepcién), una floreciente industria de tapas de cajén y flores (Tarma), la explotacién del silice (Llocllapampa en la cuenca del rio Mantaro), la mayoria en actividades artesa nales (tejidos, cerdémicas, plateria, etc.) y adn el turismo (Taquile en Puno). Con la realizacién de la reforma agraria y la afec tacién de 12'537,210 has. de tierras, las comunidades queda~ ron decepcionadas. Solamente fue beneficiado el 224 de las reconocidas oficialmente, y esta minorfa tan solo recibié el 19% (1'686,826 has.) de] total de tierras afectadas, es de- cir un Area menor 41 104 de sus ticrras originales. La re- forma privilegié su propio modelo aseciativo y tan séloa las comunidades indigenos que participaban como socias dv alguna 42 de las varias empresas asociativas creadas por la reforma agraria: CAT, SAIS, EPS, GC.. Por lo mismo, enestas empresas trabajaba Wnicamente el 5% de la fuerza laboral agricola. El fracaso de los nuevos modelos asociativos como factores de cambio de las regiones donde se ubicaban y la presién co- munera para recuperar sus tierras, llevaron al Estado a la reestructuracién de estas empresas y a la distribucién de sus tierras entre las comunidades, a manera de neoreforma, a fi nes de la década de 1980. Sin embargo todas estas acciones no han mejorado la deprimida situacién econémica del agro. Mientras persiste la crisis del agro que ogliga a la importacién de alimentos por més de 2,000 millones de dé- lares anuales, el campo sigue expulsando a su poblacién eco- némicamente activa, ahora mayoriteriamente hacia la selva. Desde fines de la década dv 1¥70 se produce en esa regién un notable auge del cultivo de la hoja de coca en forma concomi tante con el incremento de} narcotréfico hacia’ norteanérica. Inicialmente circunserito al area de ‘Ningo Maria, en 1s sel- va del dopartamenze de Huanuey, en 61 curso alto de} rio ug Llaga, luego extendide hacia e¢} Huallaga central y ¢} Bajo 43 Mayo, este fenémeno abarca actualmente todo el departamento de San Martin, y se amplia al valle del Perené y el rio Tam- bo, en los departamentos de Junin y Ayacucho respectivamente. Para el afio 1989 se estimaba que existian 150 hec- tdxeas sembradas de coca en todo el Peri, de las cuales 60 mil se distribuian entre el Alto Huallaga y el Huallaga cen- tral. Del total de hectéreas sembradas se calcula que se co secharon 250,000 toneladas de hojas de coca las que, comercia Lizadas en bruto @ 2,600 délares la tonelada, sunan un to- tal de 700 millones de délares que fueron distribuidos en- tre los campesinos, comerciantes de alimentos y bienes indus triales, e industrias productoras de insumos para el cultivo de la hoja de coca; un ingreso neto, en suma, para la écono- mia peruana. De Ja comercializacién de 2,700 Ton. de pasta basica de cocaine (PBC), a 7,800 délaves el kilo, ingresé al Pert 1,890 millones de délares, equivalentes al 11% del PBI que fue ae 16 mi1 millones. Dadas 1as dimensiones de este negocio ilegal, sv calcula que por lo menos 600 mid peruanos dependen directa o indirectamente del cultive de la hoje de coca. 44 Debido a estas grandes ganancias, los pueblos de la selva, principalmente los del Alto Huallaga, son grandes polos de atraccién de la poblacién migrante. El promedio de crecimiento poblacional de estas dreas es de 4.2% mientras que el de el Peri entero es de sélo 2.68. Los colonos de es ta zona son de reciente estadia y casi la mitad procede de la costa: Esta es la explicacién de la tasa de emigracién de la’ poblacién de Lima Metropolitana. Este nuevo estilo de desarrollo y modo de vida, que aparece en un contexto de crisis, configura un proceso de gran envergadura, cuyos factores desencadenantes deben ser identificados en los cambios demogréficos y en el peso de la migracién provinciana, cuya vitalidad permite superar las li mitaciones que el momento impone y forjar un nuevo estino para tode el pais en el préximo milenio.

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