Los demonios
a maquina de didlisis y el tanque de oxigeno me recibieron
LS tuna bofetada. En cuanto entré, el hombre postrado
me dijo con un hilo de voz:
No quiero fotografias. No quiero que me vean asi.
Vengo sin fotdgrafo.
¢Cémo van a conseguir las imagenes?
No te preocupes, lo arreglamos con la editorial. Pedimos una
de archivo.
Trataba de mirarlo, pero al principio no sabia cémo. No
sabia si sentarme, inclinarme para estar a su altura, permanecer
de pie. Mi encuadre visual no queria reducirlo a Ia fragilidad
de un hombre tendido. Aquel hombre que habia jugado y
experimentado con la lengua de manera magistral, el tipo
al que llamaban un gigante de las letras y que habia escrito
novelas donde apostaba a desafiar el lenguaje rompiendo con
la sintaxis tradicional y desempolvando vocablos aatiguos y
llcnos de musica, era en realidad pequefio. Tenia poco més de
cincuenta aiios y la piel ceniza. En esa cama, contrafdo en si
mismo, con dos mangueritas en la nariz, me hizo pensar en un
bebé prematuro dentro de una incubadora. Estaba envuelto
0hasta la cintura en sdbanas blancas. Sus ojos eran dos rendijas
con legatias blanca, cristalizadas,
No, no veia a mi tio Julién en el escritor. No se parecian
fisicamente. Mi tio era més alto, més moreno, mis ancho. Tba a
poder hacer esto del modo mas profesional, sin involucrarme ni
ponerme en peligro con emotividades que no venian al caso. Mi
jefe me habia puesto en una trampa, pero no le daria la raz6n, no
seria un jugador mas en aquel morbo de tragedias y enfermedades
compartidas, Repito que no veia a mi tio Julién en aquel escritor
cuando estreché su mano helada y senti que atin apretaba con
fuerza. Como si el hombre hubiera concentrado toda su energia
en un gesto que me convenciera de que atin estaba plenamente
vivo, Pero algo hubo del tio cuando comenzamos la chatla y el
hombre me dijo que jalara la sillay la maquina anuncié su presencia
pot primera vez con un chillido que lené todo el cuarto. Aquel
ruido agudo, como un martilleo, me sobresalté un instante.
Aunque el escritor, acostado, no parecié inmutarse. Debia estar
acostumbrado, Como mi tio, recordé.
Mis primos nos narraban que el tio Julién despertaba de
madrugada en su casa, luego de horas de narcéticos que
procuraban hacetle olvidar el dolor o la extrema debilidad que
Je provocaba el problema con los tifiones, y con una racha de
energia sorpresiva, emprendia una citedra del tema que lo habia
obsesionado en el tiempo mis reciente: el caos. No le bastaba
recitar sus mondlogos al pie de la cama. Iba.a sacar a la gente de las
cobijs, los pellizcaba, los obligaba a estar en la sala, prendia todas
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las luces, exigia atencién total, se ponia violento 0 melancélico si
‘no lo segaian. Convertia a su familia en un auditorio forz
que
lo escuchaba entre la fatiga y el hartazgo, pero debia sopo:
por una raz6n que se parecia oscuramente al amor o la lealta
Elcaos, empezaba el tio con el tonito pedante con que le gustaba
molestarnos, es una palabra que viene de los griegos y ex
un estado amorfo de confusion y desorden, por si no lo
Pero la fisica moderna ha desartollado una teorfa interesante
que lo explica no como el desorden que todos conocemos,
como una secreta armonfa de variables que puede set explicada a
pattir de ccuaciones. Antes se creia que el mundo tendia a cierto
orden, pero hace afios se descubrié que es justo lo opuesto: el
mundo, desde las estrellas y los diferentes sistemas solares, hasta
los atboles y las plantas, los microbios y las moléculas, tien
a cierto caos. Ahora van a ver, lo tengo en este cuaderno;
tuna de estas letras sirve para explicar estos conceptos. A ver si
‘empiczan a abrit esa mente chiquita que tienen...
Recordé el par de noches en que fai a quedarme co:
tio y presencié sus insomnios. Me acostaba con una ¢!
seereta porque me gustaba escucharlo cuando el caos encend
sus ideas. Me levantaba poco antes de medianoche, cuando
y relevaba a mis
Ie legaba el tiempo de exponer sus teort
primos escuchando. Yo no estaba harto, ansioso de un milag
ni desespetado como ellos todavia. Lo acompafiaba con un ca
cn la sala del departamento y le preguntaba cosas que a él qui
le parecian tonterias, Le pedia que me explicara todo desde elprincipio, sin terminos especializados, como lo haria con un nfo
tio recordaba su interés de juventud en a astronomia, sacaba
1 ibrito de Aristarco con el dibujo del planeta Saturno y
anillos brillantes en la portada verdosa, trazaba simetrias con
‘eros, las flores, los agujeros negros o los ntimeros. Decia
bre, en una libreria, incluso le habia contado que los
los masicos habian explorado el ca0s. Que la literatura
visica eran ante todo una combinatoria, pero que varios
se habian dedicado a romper aquel orden asignado y
cscalas que reproducfan el caos en ebullicién de la vida.
\ veces el tio se detenia, pensaba un poco, y empezaba a trazar
abreviaruras en su cuaderno. Era como mirar que sus
aban por fin, Hablaba con un ritmo delirante, daba
es en la mesa, dibujaba pétalos, el tiro de una mina,
a, un ojo, un monton de cifras en paréntesis y matrices.
ces el tio Juliin, ese remedo que parecia haber usurpado
«cuerpo tras la enfermedad, aquel mufieco delgado, ceniciento
mbros flacos, manchado de lunares recientes, le daba
{in original. Ya no habia modo de pararlo, El caos lo
sus viajes por Italia, a un pueblo idilico en la Toscana al
por tren durante su temporada como becario de una
nal. Recordaba su trabajo en las plataformas petroleras,
sus trabajos de ingenieria, Era un
jo sacerdote en plena
inuaba hablando hasta dejar enfriar la taza de té que
dlidlsis, A veces, simplemente, se interrumpia en un punto, bajaba
la cabeza, cerraba los ojos y empezaba a roncar. Entonces, mis
primos y yo lo conduciamos como un nifio adormilado hasta
su cama y él continuaba con algunos gemidos 0 interjecciones
hasta que todo se disolvia en un giro violento para acomodarse
y reiniciar con su ensamble de ronquidos.
‘Aunque yo a veces perdia el hilo de sus conceptos, aquellas
veladas me habian ensefiado mucho sobre las secretas telaciones
de la poesia con las cosas. Sus palabras me seguian. Salia de su
casa mis fuerte a pesar del desvelo, con un cansancio de realidad
y conocimiento que sentia en los miisculos y me lenaba de vida.
Recozdé todo esto mirando al escritor tendido, mientras nos
presentibamos y yo acomodaba la grabadora y apoyaba mi mano
en su libro, como si de esa forma le tomara un dictado secreto.
Supe que yo regresaba a ciertos dias vividos cuando escuché el
chillido de aquella maquina que nos pasaba lista al hombre de
letras, ami to Julién y a mi. Una méquina similar habia sonado en
llecho de mi tio. Aquella mano ceniza habia trazado las mismas
letras, pero en una combinatoria distinta. Me di cuenta de dénde
estaba y entonces dejé de dudar. Aquela era una oportunidad que
el azar me tendia por sorpresa: volvia a colocarme en una charla
aque ls imitantes de la vida y de la muerte habian interrumpido
hace afios. Eso me dio valor y la plitica, después de algunos
titubeos, empez6 a avanzat.
Elescritor me hablo del desierto en que habia desarrollado sus
novelas y me dijo que ese espacio no era el Cielo cristiano que
B-habia visto otro poeta reflejado en la atidez de algunas playas. No
era un lugar de revelaciones o tormentos, ni un espacio sagrado,
sino un sitio que le habia hablado desde nifio y empezaba a
cambiar para albergar pueblos cada vez mas grandes y menos
tradicionales. Porque él habia nacido cuando el desierto era sdlo
0, cuando no tenia grandes urbes ni centros industriales ni
compaiifas multinacionales ni aeropuertos ni crimenes.
Mi desierto existe, es teal, dijo el escritor con su voz temblorosa,
resonada y entrecortada. Hay cactus y casas y pueblos yandamios y
brechas, Pero yo también lo inventé en gran medida, con recuerdos
de infancia. Hay ciudades pequefias, la luz y el aire te rompen la
cara, los certos estén distantes, parecen fantasmas, todo es una
planicie polvosa con un calor que te ahoga.
Era un desierto que el escritor habia vivido, amado, recorrido;
un sitio donde habia percibido los giros que la gente le da a la
lengua viva. Me conté que no ctefa en los Apocalipsis que las
personas ahora vefan en cada profecia. El habia ofdo a muchos
de esos predicadores en el desierto, iban de un pueblo a otro,
muy serios, siempre decian cuentos que atertorizaban a la gente
y hacfan que la iglesia se llenara una o dos semanas. Las madres
obligaban a los nifios a rezar en las noches, hasta que el espanto
pasaba. Dijo que siempre le parecieron falacias para preocupar 2
las personas. ¥ sillegaba a concretarse alguna de esas profecias,
1ni modo. Que el mundo se acabara de una ve2 y para siempre.
Cuando él tomé un descanso y tosié un poco, miré la foto de
dos nifas, al parecer, sus nietas. Supe que su mundo estaba en
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1 desierto, peto también aqui. Contratio a otros, su vida no se
limitaba ala literatura. Habia més fotos de familia, que el escritor
no podia ver porque le quedaban de espaldas, pero en ninguna
de ellas aparecfa él. Los suyos estaban ahi, alrededor, al pie de
a
su cama, peto era como si aquel hombre enfermo se hi
proyectado més alli, saltado de ese abrazo familiar para cact en
el abrazo de Ja cama que ahora lo sostenia, Aun asi el escritor
sabia dénde estaba, no se evadia, no parecfa tener miedo, No
quiso que llamara a la enfermera cuando un nuevo ataque de
mas violento y de mayor duracién, lo interrumpié durante casi
uun minuto y me hizo quedarme expectante, angustiado por la
posibilidad de que la tragedia me sorprendiera a su lado,
aNecesitas algo?, me aventuré a decitle.
No, no, susurré, pero esperamos todavia unos segundos para
continuar.
No me identifico con los fuerefios y los hombres que vienen
de lejos en mis relatos, respondié a mi pregunta, Todo eso es un
arranque de imaginacién,
Medi cuenta de que el escritor sentia el arraigo de su escritura,
de aquella familia que asomaba detris, No era un vagabundo
ni un exiliado del mundo, sino uno de esos hombres que
encuentran a los andatiegos en distintos tramos de su
torio,
son capaces de traducir, desde una redaccidn 0 un es
el lenguaje de las fugas, las puertas abiertas que una ma
no cerrara, la ropa amontonada en maletas y las recdmaras que
han dejado de ocuparse.De repente en mi narrativa hay personajes que huyen, otros
personajes que no se mueven a ninguna parte, De repente hay
seres que no quieren cambiar, y si cambian no saben cémo hacerle.
és0s son mis personajes: gente ordinaria. Para mila gente
cdinaria no sabe ni le gusta lo que tiene, dijo.
zla maquina, Haria lo mismo cada cinco minutos.
squico al que debiamos aguardaren silencio o hasta
ermera acudiera, Y pensé que yo era un tipo ordinario,
» habia dicho el escritor. No sabia muy bien qué hacer con
vida, a veces vivia los dias y las noches sin rumbo, deseando
salir o entraren
a espiral de experiencias que aparecian dia con
desamando, alejindome o acercindome a algunos,
tasiados planes. Pero era aforcunado y ahora estaba ahi.
con el escritor como antes lo hacfa con otro. Como
a es clave para entendernos como humanos, me
rritor. Nuestra mitomania nos distingue. Ti, yo, todos
as y nos creemos mentiras. Hacemos catedrales
de mentiras. El problema de la verdad es que es demasiado corta,
dijo cl hombre citando a Nietzsche, el problema de la verdad es,
‘que se resume en una frase pequefia, a veces hasta en una palabra;
mentira puede dar vueltas y vueltas.
Mentiras que se tramaban formando un rodeo. Mi mentira, la
de al, la mentira del tiempo que no es uno solo ni corte
igual para los sanos y los dolientes, que los exprime y los devora
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de maneras distintas. La mentira del lenguaje de los sanos que
lucha por imponerse al lenguaje del enfermo, por reducitlo a
repeticiones y preguntas, a pabellones blancos y sibanas que
huclen adoro, a un ritual de enfermeros, tomas de presin,
anotaciones, alimentos insfpidos, horas de visita. La sensacién de
la vida que se filtra, se agota, se marcha de nosotros.
Pero no todo era mentira. Habia algo real. El escritor habia
tenido una vida antes, més allé de la enfermedad. Habia sido
periodista en su ciudad natal, al noroeste del pais. Habia cubierto
todas las fuentes para un diario de provincia. Partidos de béisbol,
ruedas de prensa, un asesinato, Todo al mismo tempo, quizés
| mismo dia. Fueron dias intensos. Esa plenitud desordenada
le ensefié, Abrazé la vida y ast aprendié a soltarse y empez6
su primera novela en la redaccién de un periédico. Le gustaba
mucho el periodismo, pero eran veinticuatro horas de noticias y
le exigian demasiado.
Me cansé y dije: mejor la literatura, resumi6.
Y se entregé a las letras. Aunque todavia conservaba su pasién
porel béisbol ylos Yankees de Nueva York, pero no tanto como
jugador, porque una vez habia pichado un partido y le habjan
pegado muckisimo.
Soy mis bien un observador apasionado del juego, acot6.
“Amabs el béisbol, Jenta narrativa de la estrategia. Sincopada,
silenciosa, en sefias, Narrativa de tensi6n y estudios de tendencias
y patrones de un ser puesto frente a otro, Narrativa de robos,
segundos de reaccién, un swing milimétrico y safe en bome.
aeSe parece al amor si contamos estos elementos, soltd.
Porque el escrtor, contrasio al anon de tantos artistas, habia sido
hombre de una sola mujer. Le fascinaban los problemas de pareja,
peto particularmente, emo duraban los hombres y mujeres juntos
durante tantos afios. Cémo se hacia posible esa unin,
Es muy dificil embonar a un hombre y una mujer: Las relaciones
son efimeras. Pero yo me fijo en las parejas que duran para
siempre, que no renuncian a pesar de todo y siguen adelante. Esa
cs la pareja que me interesa escribir en mis libros
Elescttor, tan clisico y barroco, tan deslenguado en la sintaxis,
tan amante de la poesfa y de la oralidad combinada con los mis
altos registros, coqueteando con la melodia del Siglo de Oro y la
rasposa misica del desierto, ese hombre de variantes y mudanzas
estaba enamorado de una sola constante: él y su esposa, una sola
carne durante tantos afios.
Pensé que un sentimiento de unidad como ése necesitaba un
contrapeso, Noes ficil conservarse uno y uniforme, mucho menos
al escribir. Los escritores como él no podian limitarse, eran largos
desiertos y cada particula de arena representaba la posibilidad de
tuna voz. Entonces pregunté por egoismo, porque lo necesitaba para
‘mi solamente, porque debia cruzar esa frontera para encontrarme
con el alma que intentaba conectat. Era yo dando un brinco hacia
otra tierra, donde otra vor del pasado me aguardaba.
Los demonios existen?
Y el escritor respondid: si, si. Los demonios existen, los
fantasmas también. Yo les hago caso, los sigo.
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Sus ojos volvian a la vida, él estaba convencido de que los
demonios le hablaban.
Mis que presencias, son voces, y eso me llena de puntos de
vista en la narrativa, continud. No obedezco a un sélo punto de
vista, sino que hay vatios estados de animo, varios éngulos desde
donde pattt. Por eso los demonios aparecen y desaparecen, igual
que los fantasmas. Su voz aparece de pronto y debes seguirla
Entendi que el escritor estaba secretamente obsesionado con
Jos demonios, los fantasmas y los aparecidos. Lo senti
miratlo de frente, en su piel vulnerable, esa tinica vez que nos
encontramos. Y no miento al decir que entonces él pareci
erguirse mas. Liberarse, salir de esas sabanas blancas c
1¢ su cuerpo
blancas correas y ese conducto plistico desde
maltrecho se aferraba a la vida. Hablé con dificultad, pe
una contundencia que borraba el tono frégil que le hal
durante todos aquellos minutos.
Unas veces los demonios son compatieros, otras veces son
tivales. A veces son dictados directos. Cuando me hablan, a veces
los escucho, y parece que se dirigen a mi directamente. Yo no
tengo que interpretar nada, ni deformar nada, ni transformar nada
Esctitor y médium al mismo tiempo, él deefa que cn esos
instantes necesitaba expresarse, escribir con urgencia. No era
duefio de si, no podia detenerlo, Aquello era un rio, necesitaba
darle cauce. Y yo pensé en un hombre que se levantaba en
madrugade y necesitaba convocar a un auditorio de hijos para su
insomnio, Pensé en el hombre que s¢ levantaba de noche aprender
-79-pputadora 0 a tevzar palabras en una libreta en un burd
puesto a un lado de su cama, para que las voces que lo lamaban
no pudieran fugarse. Aquel hombre tendido era el médium de
cargaba un conjunto de dnimas ¢ historias, pensé, pero
nonios no lo Hevaban a la destrucciéa, porque en ellos,
cescrituras nacidas de esas voces, no discurria el odio en
‘ma, como él afirmé, Aunque hablara mal contra una
nunca era con odio, sino porque era lo que habia que
incluso creaba simpatia.
‘ez escribi una historia de un hombre que se obsesionaba
it el orden del mundo cuando ya esti moribundo y
snes y cifras y terminaba hablando con el caos que
suye a todas las cosas, el caos metido en él mismo, el caos
pero no pude terminarla, me dijo el escritor en
Y sé que entonces podrfamos haber hablado de poetas y
. de la revelaci6n de la poesia cuando toca una vida
ada por el dolor. Dela realidad cuando se descubre
e que termina conectando los
destinos totalmente ajenos, Pero todo lo que tocaba al
‘a mafiana era terrenal. El escritor era sélo un hombre
¢ inquieto, estir6 el brazo, cambié el Angulo de sus
as para relajarse. La imagen de sus nietas, cuando quise
me limité a rozarle el hombro, estaba otra vez
rds, en su cabecera.
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Esperé hasta que su respiracién se estabiliz6 y segui para pedicle
Jo tiltimo. Sabia que la entrevista se habia extendido mucho, pero
debia escuchar lo que él hacfa cuando estaba arrebatado por las,
voces.
Cuando escribo, me gusta jugar, descubro muchas cosas,
muchos procedimientos. Y conforme mis cosas descubro, voy
mis allé, escucho mis voces, mis tonos que deben ser dichos,
‘tomo mis riesgos en vez de seguir una linea segura.
Y aunque la méquina bramaba en ese momento, su voz éra
fuerte, llena de vida.
Siempre hay esa sinuosidad, estin esos vericuetos que encuentro
atractivos. Y entre més los transito, mis vericuetos encuentro;
aunque siempre, cuando escribo, hay algo que me ayuda a seguir,
tuna linea directriz. Algo me guia.
El escritor era entonces mi tio Julién hablando de la secreta
mecinica de los hombres que se guiaban mirando las estrellas
cambiantes, os navegantes que se guiaban por el cadtico mapa de
losastros a través de océanos furiosos. Mirarel ciclo como mirar una
pigina en blanco, Saber ad6nde ir. Ello sabia en aquel momento, lo
sentia, El escritor era ala vez un nifio, alegre, fascinado por lo que
nacia de sus manos. Hacfa trazos que creaban ciudades y personas
cena arena del desierto, obreros que mataban a sus jefes y cruzaban
él pais cambiando identidades, gozando de su nueva libertad,
sumergiéndose en el caos de los sonidos y los simbolos. E amaba
«se dictado que con toda su magia siempre terminaba llegando a un
sitio y le descubria la solucién de una trama y sus enredos. Como
-81-cl aprendiz de algin brujo, ain lo impresionaba ese poder.
Pero llegé el tiempo en que ese goz0 quedé interrumpido.
Queria decirselo, decile tfo, hubo un dia en que no pudiste
despertarnos para explicar el caos en que nos moviamos y al que
tt Je habias vislumbrado un orden, hubo una noche en que no
pudiste levantar a tus hijos, te quedaste callado.
Le dije entonces: gEscribias de noche, sientes ansiedad de
contat lo que ves, cémo ha cambiado con la enfermedad?
Y dl me contesté: en este momento no estoy esctibiendo.
Y cayé de golpe en su naturaleza de hombre, atado a un cuerpo
frigil que se desvanecta en la proximidad de la muerte. El vuelo
de su palabra se detuvo.
Hehecho un alto en el camino, porque no se me ocurre nada, me
‘Tengo muchas historias truncas pero no las he materializado.
Estoy avocado casi al cien por ciento a mi enfermedad. Quiero
salir ripido, pero es lento. Tengo insomnio, no duetmo bien, todo
es atrancos, duetmo y despierto. Suefio a veces con esas historias,
suefio con el hombre del caos y con muchos otros personajes,
peto e508 relatos no se completan. Necesito estar sano pata pensar
bien mis historias, dijo.
YY me atrevi a preguntatle, tio, esctitor enfermo, sé lo que es
ese insomnio tan distinto, sé que no tiene que ver con una fiesta
0 elalcohol o el cuerpo de una mujer en tu cama que no te ha
dejado dormit porque se mueve demasiado después de haberse
entregado y tity ella son extrafiamente felices en una unién que
puede terminar al dia siguiente. Tio, escritor doliente, sé cémo
-82-
* te llamas aunque ése no sea tu nombre, pero ése es ta
nombre, dime cémo es esta quietud, este alto en el camino, cuiindo
te levantaris a explicarnos tu caos.