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Convcame a aquella de tus horas

que inacabablemente te resiste:


como rostro de perro, prxima y suplicante,
pero reiterada siempre en el desvo

cuando juzgas por fin que est a la mano.


En mayor grado lo que escapa es tuyo.
Libres somos. Y en aquel mismo punto abandonados
donde esperamos ser bien recibidos.

Por un sostn clamamos con angustia,


para la antiguo demasiado jvenes
y viejos para aquello que an no ha sido.

Somos justos tan solo si celebramos,


porque somos, ay!, la rama y el acero,
y la dulzura del riesgo prematuro.

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