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UNIVERSIDAD CAPITÁN GENERAL GERARDO BARRIOS

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y ECONÓMICAS


DEPARTAMENTO DE CIENCIAS JURÍDICAS
CENTRO REGIONAL DE USULUTÁN

LA NACIONALIDAD DE LAS PERSONAS MORALES

TRABAJO PRESENTADO EN LA CATEDRA DE DERECHO INTERNACIONAL


PRIVADO. COMPUTO II CICLO VII-2008

PRESENTADO POR:

BR. GLORIA EUGENIA PARADA HERNÁNDEZ COD USCJ017905

CATEDRÁTICO:

LIC. JOSE MARVIN MAGAÑA AVILES

USULUTÁN 24 DE ABRIL DE 2008


“NACIONALIDAD DE LAS PERSONAS MORALES”

Persona Moral:

Se entiende por persona moral (o persona jurídica) a los entes que, para la realización de
determinados fines colectivos, las normas jurídicas les reconocen capacidad para ser titular de
derechos y contraer obligaciones.

También se les llaman Personas morales a la agrupación de personas que se unen con un fin
determinado, por ejemplo, una sociedad mercantil, una asociación civil.

Nacionalidad de las Personas Morales

Las personas morales, han adquirido personalidad jurídica en virtud de un mandato legal,
existen diferentes teorías acerca de la naturaleza jurídica de estos entes, pero en concreto
podemos afirmar que jurídicamente son personas.

La nacionalidad es uno de los atributos de la personalidad. Es lo que se conoce como el


estado político, la expresión de la soberanía se entiende y comprende atendiendo a que tiene
una población, en la que, todos los que forman su pueblo serían considerados como
nacionales. Al respecto se han elaborado tres posturas:

 las que niegan expresamente que una persona moral pueda tener nacionalidad,
 los que la aceptan que una persona moral tenga nacionalidad,

 y los eclécticos que han dicho que sí, pero que es completamente distinta a la de una
persona física, ya que se rige por reglas distintas.
Posturas sobre la Nacionalidad

“Los que niegan que una Persona Moral pueda tener Nacionalidad”

Se limitan a decir que las personas morales al ser una ficción jurídica, no tienen los elementos
necesarios para poseer un estado, es decir, no tienen ni estado civil, ni político. En el derecho
norteamericano esta postura ha quedado muy arraigada. En la opinión de estos tratadistas, se
dice que al atribuir nacionalidad a las personas morales, se han confundido las nociones de
nacionalidad y domicilio. El domicilio de la sociedad es fijado por el estatuto, el cual esta
conforme a la ley aplicable y resuelve los problemas de su funcionamiento extraterritorial, sin
necesidad de recurrir a la noción de nacionalidad.

Siendo la nacionalidad un vínculo con un Estado, no es posible que dicho vínculo pueda
existir entre una persona moral y un Estado. Cuando el Estado determina quienes son sus
nacionales, lo que realmente hace es un inventario. Para esta posición, la verdadera
nacionalidad, la única que existe, crea una relación de orden político entre un individuo y un
Estado.

“Los que aceptan que las personas morales tienen nacionalidad llanamente”

En realidad quizás muchos de las personas con estos criterios ven a las personas morales
como un ente jurídico, con una verdadera personalidad y que sus decisiones se expresan a
través de sus órganos. Generalmente argumentan su posición al reproducir las normas legales
que le atribuyen una nacionalidad a las personas morales. Unos identifican la nacionalidad de
las sociedades a los individuos, y así aplican analógicamente el concepto de nacionalidad de
la persona física aunque adaptándolo a la naturaleza diferente de las personas morales.

Los que aceptan que las personas morales tienen una nacionalidad

Al respecto no se ha elaborado una teoría única, y podemos decir que muchos de estos
criterios han perneado en la legislación, no siendo la nuestra una excepción.

Los principales criterios son los siguientes:


Nacionalidad de los Socios: Se ha tomado como criterio el que el Estado conozca la
nacionalidad de los principales socios y deje abiertamente que sus relaciones privadas se
lleven a cabo con las reglas de carácter privado de su país de origen. Representa el grave
problema, de que en las grandes sociedades la nacionalidad de los dueños de las partes
sociales esta llamada a cambiar. Podemos añadir de que este criterio no esta completamente
abandonado en nuestra legislación, y que si produce efectos jurídicos el hecho de que los
accionistas, socios, o dueños sean de una nacionalidad o de otra.

Conforme al País en que se constituyó la sociedad: Según el país en que fue constituida la
sociedad, va a regirse conforme a las normas de derecho privado de sus estatutos y de su país
de origen. Este caso se da muy frecuentemente en los piases en los que se regula la
transferencia de sede.

La del Domicilio Social: El lugar en donde se tomen las decisiones puede servir para darle la
nacionalidad a una sociedad, aunque existe el problema de que este puede variar, o incluso
que estas decisiones se tomen en un lugar diferente cada vez, además de que no esta claro, si
en muchos casos es el domicilio de la Asamblea General o el de la Administración de una
sociedad.

La de la Nacionalidad de los Administradores: En otras legislaciones se ha tomado como


criterio la nacionalidad del socio administrador o del consejo de administración, con el grave
problema de que es este o estos pueden cambiar fácilmente.

Conforme a la Regulación en sus Relaciones Privadas: En muchos casos se puede dar la


posibilidad de que con el cambio de nacionalidad, o regulándose con una legislación
extranjera una sociedad, se considere que ese es un elemento suficiente para darle una
nacionalidad a la sociedad.

Criterios de Control: Se ha dado el caso sobre todo con la posibilidad de la develación de la


personalidad y con los casos en donde se busca saber quienes con los verdaderos socios,
debido a que en muchos casos no se conoce con claridad quienes son los dueños de las partes
sociales, se tome como criterio que la nacionalidad de una sociedad es aquella de los que
ejercen el control. En la legislación alemana se usó este criterio, en concreto se distingue entre
nacionalidad de una persona, y pertenencia al Estado, siendo la pertenencia el criterio para
saber si forma parte de los intereses de la nación alemana.
De la autorización que hace el Estado: Se parte de la base de que la personalidad jurídica de
una persona moral no se integra cabalmente hasta que recibe un permiso o autorización del
Estado para constituirse.

Ziulu relata que un sector de la doctrina considera que se debe negar la nacionalidad a las
personas jurídicas, otros autores sostienen que las personas jurídicas extranjeras traen
aparejadas el reconocimiento de su nacionalidad, esta doctrina ha llegado a distinguir entre
sociedades nacionales y extranjeras.

En el derecho comparado, predomina la atribución de nacionalidad. Por su aplicación han sido


esbozados 4 criterios: a) el de la autonomía de la voluntad, según la cual deciden la
nacionalidad los socios fundadores -postura con antecedentes en el derecho inglés-, b) en el
lugar de la Constitución -aplicado en Inglaterra y los Estados Unidos-; c) en el lugar de la
sede social -predomina en Francia- y d) el de la nacionalidad de las personas que aportan su
capital a la sociedad, o la dirigen o ejercen su control.

No se exige, para la nacionalidad, ni que exista determinado capital salvadoreño, ni cierta


cantidad de socios salvadoreños. Si la ley salvadoreña preside la formación de las personas
jurídicas, se le otorga la nacionalidad, siempre que tenga domicilio legal en el país. Se da así
pues, gran oportunidad a las sociedades formadas por extranjeros y se trata de estimular las
inversiones extranjeras, concediéndoles la nacionalidad sin atender la calidad de socios. Este
es un precepto que merece figurar en la Constitución, desde luego que significa una garantía
para las personas jurídicas que, en adelante, gozarán permanentemente de las ventajas de la
nacionalidad, sin riesgo de que una ley secundaria aumente o modifique las exigencias
correspondientes.

La nacionalidad como cualidad o estado de la persona.

En la sentencia de inconstitucionalidad 15-95 del 23-IV-2001 la Sala de lo Constitucional


determinó en la ratio decidendi que en términos generales, puede decirse que los derechos
fundamentales son categorías jurídicas que constituyen el núcleo central de la esfera jurídica
del individuo, exigibles frente a otros sujetos de derecho –Estado y particulares–, que
engendran en estos últimos deberes y obligaciones; es decir, se trata de verdaderos derechos
generadores de una situación activa de poder concreto, que se traduce en exigencias
deducibles al Estado y a los otros particulares. Desde esta perspectiva, no es posible concebir
la nacionalidad como un derecho fundamental, sencillamente porque ésta no es una situación
activa de poder concreto oponible al Estado o a otros particulares, sino una cualidad o estado
de la persona.

Y es que, decir que se tiene cierta nacionalidad supone la posesión por parte de un sujeto –
persona natural o jurídica– de un objeto sobre el que pueda, de un modo singular, exteriorizar
una actividad o ejercicio; tener nacionalidad equivale a "ser nacional de un Estado".

En virtud de ello, -se dijo- se pone de manifiesto la verdadera esencia de la nacionalidad cual
es la de ser un presupuesto subjetivo necesario para ejercitar algunos derechos; aunque no
puede ignorarse que el desconocimiento ilegítimo de la nacionalidad no es un puro
desconocimiento de la cualidad de nacional en sí, sino un desconocimiento funcionalmente
encaminado a privar a una persona del ejercicio de derechos En este punto y con estas
premisas, cabe cuestionarse si la negación indebida de la nacionalidad es susceptible de
protección constitucional. En una interpretación puramente literal, y dado que la nacionalidad
no es un derecho fundamental, la respuesta sería negativa; sin embargo, desde un punto de
vista técnico, es absurdo negar protección a lo que es presupuesto necesario del ejercicio de
derechos fundamentales.

En conclusión, -se dijo- puede afirmarse que aunque no existe un derecho fundamental a la
nacionalidad protegible en el ámbito constitucional de un modo expreso y autónomo, como
situación jurídica fundamental que es siempre puede ser protegible de un modo directo
cuando su afectación acarrea como consecuencia la imposibilidad de ejercer determinados
derechos fundamentales.

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