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Revista de cultura Afo 1, nimero 1, marzo de 1978 600 S FIN DEL MUNDO: supersticion y milenarismo. EL LUGAR DE LA LOCURA. NOVELA LATINOAMERICANA, parodia y grotesco. DE NIST. Revista de cultura Afio 1, néimero 1, marzo de 1978) Z Director: Jorge Sevilla | Indice I Jean Franco: La parodia, lo grotesco y lo | carnavalesco. Concepciones del personaje | en la novela latinoamericana 3 Miguel Angel Palermo: Fin del mundo | enTandil 8 | Escéndalo en.la Bienal 13 | Mario Szichman: El leén es cordero asimilado 14 | Libros 16 Del 90 al 30: un capitulo de historia social 16 El lugar de Ia locura 19 Hudson: jun GUiraldes inglés? 23 La politica del ochenta 25 Chicanos y navajos: un drama de minorias 27 Vistazo sobre ediciones en el exterior 28 Exposiciones en Europa 29 Carlos Fuentes: el limpido deseo de Bufuel 30 Consagracién de la historieta 34 Punto de vista sefala 32 Punto de vista fue diagramada por Carlos Boccar- do, compuesta en Linotipia Alfa, Esteban de Luca 1354, Buenos Aires, e impresa en los talleres -gr3- ficos Litodar, Brasil 3215, Buenos Aires. Es una Publicacién bimestral que recibe toda su corres- Pondencia en: Casilla de Correo 5628, Correo Cen- tral, 1000 Buenos Aires, Argentina. 2 Suseripciones: 6 ndmeros 3.600$ {correo simple) 6 ndmeros_ 10u$s {correo aéreo} Cheques y giros a Casilla de Correo 5628, Correo Argentina Exterior ~ Central, 1000 Buenos Aires. Jean Franco _ especialista en cultura y literatura ~ latinoamericana de la Universidad de Stanford La parodia, lo grotesco y lo carnavalesco. Conceptos del personaje en la novela latinoamericana En sus’ investigaciones sobre Ja composicién de Moby Dick, Charles Olson descubre algo que lo sorprende: mientras es- cribia la novela Melville estaba obsesionado no sdlo por la caza ‘de le ballena sino también por las tragedias de Shakespeare. “Melville y Shakespeare cons- truyeron Corinto y de las. lle mas surgié el bronce de Moby Dick’, escribe, sefialando que la obra de Melville prosperaba a costa de la de otros escritores. Olson no quiere decir “influen- cia” sino algo mss importante para el creador: el modo en que destruye el pasedo para despe- Jar el lugar de una nueva for ma, En Moby Dick se trataba sobre todo de transformar la relaciOn entre el protagonista y el pueblo, representado por la tripulacién: “América del Norte entra en Moby Dick a través de la Tripulacion. La Tri- pulacién es la democracia, como nos la Imaginamos. Constituye el aporte de Melville a la tra- gedia tal como la encontré. en Shakespeare. El pueblo debi: tener una funcién mas importan- te que la de coro que grita desde bambalinas, como en Julio César, La Declaractén de la In- dependencia produjo esta dife- rencia"? Olson percibe el proceso de destruccién y de reconstruccién 1G, Olson, Coll me Ishmael, Lon- res, 1907, p. 41. 2 ibid, p. 68. en la creacién de una novela, que los formalistas rusos ha- bfan senalado como indispensa- bie a toda innovaci6n literaria. “La forma de la obra de arte esté determinada por su rela- cién con otras formas anterio- res”, escribia Shklovski. La su- cesi6n Jiteraria opind Tinldnov. es ante todo una lucha, la des truccién de un viejo conjunto y Su reconstruccién, que emplea los viejos elementos. Pero Ol- son agrega algo mas: la Decla- racion de la Independencia de los Estados Unidos, -la ideolo- gia de la democracia hace im- posible que Melville repita exactamente las Jerarquias de personajes de las obras de Sha- kespeare. La relacién entre el capitin Ahab y la Tripulacién descubre el abismo que existe entre América independiente, donde el hombre se siente due- fio de su destino, y la Inglaterra mondrquica. Ahora bien, esta concienci de las “diferencias”, que el au- tor sefiala de diversas maneras —mediante alusiones. resonan- cias, referencias directas, etc.— adquiere una significacion portante en América Latina,. donde se rompe Ia tradicién me- tropolitana que no puede o no sabe decir. Sefialemos al pasar que en la novela europea del siglo XIX, el personaje extran- ero y no europeo se limita por lo general a ser funcionalidad pura dentro de la obra, a dife- rencia de los personajes euro- peos que poseen una densidad mayor (Montes, en La prima Bette, proporciona un buen ejemplo). Al mismo tiempo, es preciso sefialar una divergencia importante, Mientras que en Africa o en Ia literatura norte- americana del siglo XIX. la con- frontacién se establece entre el escritor y la cultura de un pais colonizador (piénsese en los poetas negros de Mozambique y Portugal, por ejemplo). en América Latina, a partir de la Independencia y sobre todo a partir del modernismo, la tre dicién en cuyo interior trabajan los escritores es menos la es- pafiola 0 portuguesa que la de. un “occidente” hipostasiado, cuya cultura esté en aparente desacuerdo con la misma soc dad burguesa. Durante todo el periodo modernista, por ejem- plo, a cultura occidental tiene dos caras —la de la elegancia que llega con los productos de lujo y la de una literatura que denuncia y rechaze el materia- lismo—. Un poeta como Julian del Casal repudia el Paris ma- terialista de la sociedad bur- guesa y abraza el Paris bohemi que “ama a los poetas’: por su lado. las naciones. occiden- tales fomentan activamente la penetracién ideolégica para transformar a América Latina en un continente de consumo. Basta con leer los relatos de los viajeros ingleses. por ejem- plo. Se refieren despreciativa- mente a la austeridad de ciertos 3 ritos catélicos, dado que no parecen propicios al mercado. Basta con leer una publicacion como La Revue de Races Latines (4857), cuyo objetivo fue propa- gar la ogemonia de ta cultura ancesa. En el curso del si- glo XX, esta penetracién directa se produce a través de los me- dios de comunicacién de masas. Sin embargo, aunque la litera- tura resista su transformacién ‘en_objeto de consumo, aunque sefiale de mil maneras su con- dicién de literatura y. por esta via, su pertenencia a una zona extrafia a la lucha ideolégica, representa también una serie de valores ya dados. Es por eso, como lo sefiala Borges, que el escritor es un intruso frente a la cultura occidental, “no se slente ligado a ella por ninguna lealtad particular, y puede en- tonces Inventar, cambiar, trans- formarse en revolucionario, ser realmente importante”. Pero es necesario preguntarse por qué el escritor latinoamericano se siente un intruso: si acaso no es porque esta tradicién se le aparece como un sistema que excluye lo que él debe decir. Consideremos, por ejemplo, la tradicién de Ia novela realis- ta que un grupo importante de criticos, F. R. Leavis y Lukacs, entre otros, con puntos de par- tida tan diferentes, sefialan co- mo la “verdadera novela”. Su- Cede que una serie de normas de la novela realista europea, ;ntes sobre todo en el siglo XVIll_y_ XIX, se han transforma- do en “valores” absolutos. Tan- to Ia critica liberal inglesa (E. M. Forster, Leavis, etc.) como la de Lukacs descubren relacio- nes esenciales que vinculan a la sociedad burguesa con el desarrollo de fa novela. y se in- clinan a considerar toda estili- zacién 0 deshumanizacién como una traici6n al género. En su Importante ensayo, The Rise of the Novel, lan Watt? excluye una parte de la novela francesa de la gran tradici6n (de La prin- cesa de Cléves a Las relaciones peligrosas) porque “pese a to- des las percepciones psicolégi- cas y Ia técnica literaria, resen- timos que es demasiado estili- 3 tan Watt, The Rise of the Novel, Londres, 1966, p. 31. 4 zada pera ser euténtica”. F. R Leavis critica Ulises describién dolo como una “impasse 0. por lo menos, signo de la degene- racion del género”.* ¥ este mis- mo critico se pregunta “si existe tun gran. novelista cuya preocu- pacién por la forma no se vin- cule a ta responsabilidad que tiene respecto de lo que es pro- fundamente humano". Mas co- nocida es la critica de Lukacs, que rechaza a la novela simbo- lista y la naturalista porque no captan las relaciones humanas profundas que reflejan la reali- dad misma. No es mi intencién resumir la opiniGn de estos cri- ticos sino sefialar cémo las nor- mas extraides de la novela eu- ropea se han ido transformando en valores que se aplican uni- versalmente para evaluar nove- las escritas en otras sociedades. Desde el punto de vista de la “gran tradicién” de la novela realista definida por la critica liberal inglesa 0 por Lukacs, s6lo se puede considerar a la novela Jatinoamericana_como aberra- cidn 0 caricature. Los formalistas rusos, por el contrario, sugirieron otras nor- mas del desarrollo de la novela y una definicion que no depen- de del mimetismo. Para ellos, la novela es desde sus comien- 20s un género en crisis, puesto que nace en el momento en que la poética normativa clésica comienza a desaparecer. Una de as maneras mas constantes por las que se manifiesta la crisis es mediante la parodia det estilo y de las formes anteriores. Por esta raz6n, novelas como Don Quijote, Tristram Shandy y Almas. muertss son muy repre- sentativas, dado que ponen en evidencia el procedimiento, es decir las convenciones novelis- ticas, par medio de la “de-cons- truccion” que es la parodia. Parodiar significa hablar con dos voces: la voz del “otro”, de la autoridad, y la voz de la burla, de la destruccién. Si, junto con Tiniénov, consideramos la paro- dia como uno de los instrumen- tos més importantes de ruptura con el pasado, y por esta via de apertura hacia lo nuevo, la no- vela latinoamericana contempo- 4 FR. Leavis, The Great Tradition, Londres, 1966, p. 16. rénea deja de ser una aberra- cién 0 un monstruo nacido de la europea, y cumple fa funcién de toda novela, la de la auto-critica. La parodia es un modo de “actualizar”, es decir de llamar la atencién’ sobre las _conven- ciones literarias, imiténdolas. Existe una zona muy ambigua entre este modo de burla y la imitacién, de modo que la imi- taci6n persistente puede trans- formarse en parodia. Como la ironfa, con la que mantiene cierto parentesco, la parodia no siempre es evidente. Un poco de esta ambigiiedad aparece en el tono de Paradiso de Lezama Lima, donde la tradicién de la poesia como via esotérica del conocimiento se aferra a un género més adaptado que la poe- sia ala prosa del mundo. La disparidad entre imaginacién y realidad, entre lo histérico y lo intemporal es tan grande que ambos niveles de la novela en- tran en conflicto. La misma disparidad se transparenta tam- bién en el lenguaje, saturado de cultura, de citas literarias, de referencias miticas o épicas, do discusiones filos6ficas. Y este lenguaje cultivado, en con- traste con una realidad barbar: adquiere un tono ambiguo qu es a la vez una consagracion de la cultura y una forma de burlarse de ella. Baste un ejem- plo. Cuando Rialta encuentra a dos prisioneros cortando las flores de su jardin, donde tra- bajan como jardineros improvi- sados, se les dirige. para salvar las plantas, citando las palabras de Shakespeare sobre “la leche de la bondad humana”. Pero la situacién de Rialta, comparada con la de Porcia en'El mercader de Venecia, es trivi estamos en condiciones de apre- clar toda la distancia que hay entre el mundo isabelino y el mundo cubano, Aunque poten- cialmente tan noble como una heroina de Shakespeare, Rialta debe actuar en un contexto tri- vial, cotidiano, y esta disparidad se traduce en un lenguaje de- masiado cultivado para su audi- torio. Mientras que en Moby Dick, la diferencia se encontraba en el elemento democratico. la tripulacién, en Paradiso, la dife- rencia es el 4mbito de un pais ‘marginal que no permite el desa- rrolio de la persona y, mucho ‘menos, el herofsmo. Por eso, los personajes son personajes épicos 0 tragicos, exiliados en un lugar que (excepto en la ~ imaginacién) sdlo ofrece opcio- nes triviales, muertes antiheroi- cas, vidas prosaicas. Este des- tino trivial disminuye no s6lo Rialta sino también al Coronel que muere en un hospital y no ‘en el campo de batalla, a Alber- to que muere en un accidente a los estudiantes ficién es inittil, etc. Portuondo definié el tono de Paradiso como el del “profesor negro”. es decir, del marginal que imita a los “cultivados”. Esa descripcién pone en evi- dencia las raices populares y les categorias de amo y esclavo. Es un tono de burla y de im tacién que tiene algo de ambi- quo, exactamente como el de la novela. Sin embargo, en Para- diso, no se trata s6lo del tono sino también de una imitacion tragico-burlesca de los persona- Jes de la tragedia y de la poesia épica. Es necesario, por lo tanto, ampliar el concepto de parodia para incluir en él un. procedi- miento, ya descrito por Olson, que consiste en trasponer ele- mentos de Ia literatura tradicio- nal @ otro contexto. Este despla- zamiento abre un espacio cri- tico pues, a través de las “di- ferencias", podemos apreciar todo lo que Ia literatura europea no dijo y no puede decir. El es- critor inglés o francés del siglo XIX, por ejemplo, no podia es- ¢ribir una novela partiendo del punto de vista del marginal, del ¢onsumidor no europeo de la cultura europea. No existen no- velas europeas del siglo XIX (excepto las de Conrad) que es- tudien realmente los efectos Psicolégicos del imperialismo y ello no sucede por ausencia de escritores que tuvieran conciencia del proceso, sino porque la experiencia sobre los productos y la sociedad europea es fundamentalmente diferente en el Caso de un marginal y en el de un escritor metropolitano. El del tren es un ejemplo evi- dente: simbolo del progreso pa- ra el eurropeo del siglo XIX, sim- bolo de la expansiGn europea en América Latina, sobre todo en este siglo, En Inglaterra los Idedlogos del progreso creian que el tren podia, eventualmen- te, promover la paz internacio- nal, uniendo a los pueblos y provocando verdaderos cambios psicolégicos. Pero cuando Roa Bastos introduce el tren, en Hijo de hombre, como elemento de continuidad, como lazo entre los diferentes personajes, se ve obligado a romper violentaman- te la connotacion tren-progreso. Por esta razén, el tren es pri- mero instrumento de violencia y opresidn y luego instrumento de la lucha rebelde. El vagon de tren, destruido en el curso de una rebelidn derrotada, se transforma primero en casa mo- vil, que se desplaza por el cam- po paraguayo movida por el esfuerzo humano y luego en cuartel de un ejército liberador. Lo que sucede en el transcurso de la novela es la transforma cién del simbolo del progreso en simbolo de la lucha colec- tiva. Producto de una tecnolo- gia extranjera, la maquina pierde su funcionalidad como medio de transporte, los vagones s@_ cue bren de plentas exsticas (como el galeén de Clen afios de sole- dad} antes de convertirse en otra cosa, algo necesario al pueblo. De este modo se pre- senta como simbolo alegérico que habla de la relacién de los paises productores, cuyos pro- ductos jamas pueden ser consi- derados como puro beneficio, y los paises consumidores que deben adaptar a sus _propios usos todo lo que reciben de afuera, Pueden citarse otros muchos ejemplos de esta for ma de “conversién”. Me liml- taré a uno: la transformacién, en La casa verde de Mario Vargas Llosa, del hombre robinsoniano, simbolo de la autonomia del in- dividuo. en simbolo del parasi- tismo. En esta novela, todo el episodio de la “isla” de Fushis esta lleno de resonancias que recuerdan otras Islas literarlas —la de Prospero, la de Verne, la de Defoe—. En La casa verde la isla significa aislamiento de la sociedad; ofrece al escritor un 4mbito de laboratorio para estudiar al hombre (0 grupo de hombres) fuera de las conven ciones sociales: la historia de Robinson, como lo sefialé Marx, e8 reflejo fiel de la ideologia Revista Argentina de Psicologia A partir de este nimero, ef 22 de Ia Revista Argentina de Psicologia, Ia Asociacién de Psicélogos de Buenos Aires, toma @ su cargo la responsabilidad total de su edicién. Esta publicacién contiene articulos de desarrollo teérico y aportes técnicos referidos a las distintas éreas de la psicologia. Son de destacer los articulos de Isabel Lucioni sobre “El yo del Psico- anélisis incipiente”, y el de Vivian Loew “Recursos terapéuticos en psicoterapia para nifios”. La revista incluye ademés: “Lo sim- bélico, lo imaginario y lo real” de J. Lacan; “Aparato psiquico. Elementos para su conceptualizaciGn”, de 8. Hornstein; “Grupos, propuesta para una teoria” de R. Bohoslavsky; “Algunas conside- reciones sobre la pelicula El enigma de Gaspar Hauser” de Boschi, Furer, Giraudo y Sérvik; “El paclente moribundo” de L. Roose; “Isabel de R. Enigma o aporia” de Halfon, Kitz, Kova- lovsky, Nadel, Rosenberg, Torres y Wainsztein; “La pareja en espejo” de Ablin; “Propuestas tedrico técnicas para el trabajo psicoterapéutico del fenémeno de la transferencia” de Devries, Kowemski y Soriano y un comentario acerca de “EI hospital psi- quiétrico: la otra locura”, por H. Vezzetti, individualista de la sociedad mercantil. Ahora bien, Vargas Losa introduce un personaje. Fushia, que sdlo piensa en enri- quecerse y que se encuentra ‘en una isla que no es una Isla en medio del mar, sino un sitio en medio de la selva. Como Cortés, Fushia hunde su barco al llegar por rio, huyendo de la justicia, y alli, en su “isla” di- Tige un grupo, de indlos que roban Gaucho de las aldeas ve- cinas. Fushia se burla del es- fuerzo de Robinson, no quiere plantar, ni cultivar, ni construir, quiere ‘solamente hacerse rico. Entre la sociedad de Robinson. que estimaba el trabajo pro- ductivo. y la de Fushia existe una distancia tan grande como Ja que separa a Ahab del mun- do de Shakespeare. Y la dife- rencia no es, en este caso, la democracia, sino los monopo- ios que impiden el desarrollo capitalista tradicional. La libre empresa. en el contexto perus- no, puede convertirse en pira- teria En la novela latinoamericana se trata no sélo de la transfor- macién de los temas y los mo- tivos, sino también de la inver- si6n a veces conscientemente burlesca de situaciones y jerar- quias literarias. Al comienzo de las Memorias de Blas Cubas, no- vela que rompe con el estilo ro- méntico de su obra anterior, Ma- chado ‘de Assis explica por qué ‘empieze por la “muerte” del pro- tagonista, invirtiendo asi el or- den evolucionista de la novela europea: “Moisés, que también conté su muerte, no fa ubicd en el introito sino en el final: dife- reneia radical entre esto y el Pentateuco”. Machado invoca un antece- dente sagrado, insinuando de manera burlesca su propia posi- cién herética frente a la tradi- cidn. Sefala una diferencia radi- cal que hace imposible el orden consagrado. Blas Cubas se con- vierte asi en avatar de toda una serie de personajes de la novela latinoamericana. personajes sin destino para quienes la vida es algo terminado, que deben en- tonces volverse hacia el pasado para reconstruir lo que ya fue hecho. No se trata sélo de una técnica literaria sino de una ver- dadera transformacién de la evo- lucién del personaje (y, en con- secuencia, de su desarrollo) en restitucién. En La muerte de Ar temio Cruz, Pr ejemplo, todo sucede en el presente y en el pasado, mientras que el fu- turo se abre como un tiempo li- bre que ofrece a Artemio Cruz opciones diferentes, pero que no pueden realizarse en vida. Este extrafio futuro-en-el-pasado no es un caso aislado en la novela contemporénea. Se encuentra también en Conversacién en la catedral, de Vargas Llosa, en el didlogo entre dos pasados, entre dos voces que hablan desde un tiempo pasado, dirigiéndose a un futuro igualmente pasado. “Asi que vas a Lima mafana? —dice Trifulcio—. z¥ qué vas a hacer?”. En estas conversaci nes, el “mafiana” referido ha ter- minado hace ya mucho tiempo. Otro ejemplo patético de este futuro-en-el-pasado se halla en Pedro Péramo, donde el viaje de Juan Preciado se convierte en un viaje hacia atrés. En E/ Asti- Nero dé Onetti, el protagonista Larsen estudia presupuestos de barcos que han pasado por Puer- to Astillero cinco afios antes, y Jo hace como si el barco estu- viera a punto de llegar. En Ef Astillero_y Pedro Péramo, {a in- versién del viaje hacia la salva- cién adquiere una significacién importante pues no s6lo se trata de un tema literario sino tam- bién de mitos muy arraigados en {a civilizaci6n occidental. En am- bas novelas se encuentran reso- nancias del viaje de Dante hacia el Paraiso, pero en lugar de una plenitud accesible. en el futuro, por mediacién de la Gracia, se trata por el contrario, de un ale- jamiento de la plenitud, recor- dada vagamente, hacia un vacio total. En El Astillero, Larsen es un héroe salvador y al mismo. tiempo un hombre que busca la salvacién. A lo largo de fa no- vela no se entrevé ni su salva- cidn ni la del hombre en general, sino la perspectiva desoladora de un mundo sin humanidad, un mundo que se engendra y muere sin necesitar una presencia hu- mana. Desde una distancia més alla de la vida individual, Onetti da una visiOn de los grandes mi- tos de la civilizacién occidental —el mito cristiano y el mito del Progreso—, vacios ahora de sen- tido y de valor, como si fueran simples formulas semejantes que dejaron de funcionar. Apa- recen como abstracciones basa- das en el mismo engafio, el de ofrecer al hombre un fin situado més allé de la vida biolégica. Es- te vacio, como ta estéril exten- sin de Pedro Péramo, no es s6- lo producto de una situacién cu- ya causa esté fuera de alcance. Tanto Larsen como el autor de E/ Astillero se encuentran en un ya dado, que no pueden ; es un mundo creado Dor otros y también por otros destruido, de manera que la fun- cién de “autor” sélo puede ser la de quien compone un “brico- lage” con lo que ya encuentra producido por otra civilizacién. Como en el caso de Moby Dick, estamos frente a diferencias fundamentales que captamos gracias al hecho de que el texto fos remite a otros textos y a otras realidades. Algo parecido sucede en Pedro Paéramo, donde desde el vacio del presente el protagonista vuelve hacia un pa- sado ya degenerado. Durante la €poca de gloria del cacique Pe- dro Péramo, el dinero ya media- tizaba las relaciones entre los hombres, rompiendo los viejos vinculos personales, separando a los seres, pero mientras que en Europa esta situacién sefiala- ba el nacimiento de una nueva clase, la burguesia, en México conducia a la muerte del pueblo. No hay transformacién posible de la sociedad, Estas ejemplos basten para demostrar que la reminiscencia de otras obras literarias y de otros motives puede producir una distancia critica que nos permite apreciar las diferencias entre sociedades, que, ademds, no s6lo son diferencias formales. Permiten también apreciar la au- sencia, en las novelas menciona- das, de todo lo que hace la den- sidad de la novela realist euro- pea —la vida burguesa, la socia- bilidad, la causalidad—. Si la parodia. en Europa, toma una Gran importancia a medida que pierde valor la poética clésica {como lo afirman los formalis- tas rusos), en América Latina, la parodia. la burla, la inversién conducen a una transformaci6n radical de temas, motivos y sim- bolos que nos remiten a ruptu- ras en el desarrollo de estas sociedades. Pero [a burla de la tradicién toma otras muchas formas. En toda la literatura moderna hispa- noamericana, por ejemplo, sé encuentran elementos carnava- lescos que representan otra for- ma de inversiOn de las jerarquias y de las estructuras. cuya base esté en Ie vida popular. Podria- mos citar La vida breve de Onetti, E/ suefio de fos héroes de Bioy Casares, La muerte y la brijula de Borges, Cien aftos de soledad de Garcia Marquez, En todos estos relatos, el carnaval ofrece la posibilidad de un mun- do al revés. Porque, al mismo tiempo, el espiritu carnavalesco esta muy arraigado en la vida populer latinoamericana. No es casual que el carnaval conserve su vitalidad en ciudades como Rio, Puerto Espafia o Vera Cruz, donde hubo grandes concentra- ciones de esclavos. Durante el carnaval el esclavo imité al amo para burlarse de él: el desquite ritual permitia al esclavo no s6lo un alivio pasajero sino también fa afirmacién de su humanidad. Del mismo modo, en muchas aldeas Jatinoamericanas existen bailes de origen indigena en los que los bailarines imitan a los conquistadores y a los blancos. Ahora bien, cuando un esclavo © un peén se disfrazan de gran propietario, de principe o de Conquistador no creen que las diferencias sociales se hayan borrado sino que, por el contra- rio, afirman /a diferencia, abren una brecha al confirmar la se- paracién. Esta forma de imita- cién burlesca dio origen a una literatura popular que se burla de las obras literarias cultivades y tradicionales. En México, por ejemplo, el Dia de los Muertos, los teatros representan versio- nes de Don Juan Tenorio de Zo- rrilla en las que los personajes recitan versos satiricos. En Bra- sil, en las baladas populares, los cantores del Noreste no va- cilan en mezclar temas contem- poréneos y motivos tradicio- rales, Lo que caracteriza el espiritu carnavalesco es sobre todo la inversién de jerarquias que otor- ga otra dimensién a la realidad por medio de la exageracién gro- tesca de los personajes. Ahora bien, es posible considerar a los Personajes de muchas novelas contemporéneas no como indi- viduos especificos que represen- tan fuerzas “esenciales” de la sociedad (como el personaje lukacsiano) sino como persona- jes carnavalescos, exagerados, satiricos, burlescos, que no tie- nen la misma dimensién del lec- tor, porque son monstruosos, excesivos 0 grotescos, El Sefior Presidente, los Buendia, Jaguar, el marqués de E/ obsceno péjaro de Ia noche, Bustrofedon, Fara- luque, Oliveira mismo, no tienen nada que ver con el personaj verosimil. uizés el ‘ejemplo mas claro de este personaje car- navalesco sean los Buendfa, por- que en la novela de Garcia Mér- quez se pone en juego el con Gepto mismo de verosimilitud, por medio de un cambio cons- tante en el punto de vista. Los Buendia fundan una sociedad que desafia las “normas”, normas que tienen para el lector el po- der de los valores permanentes. En Macondo, los Buendia viven en el reino carnavalesco de Mo- mo, donde puede coexistir el puritanismo excesivo de Fernan- da y la sexvalidad de Pilar, un José Arcadio “cientifico” y un José Arcadio que tiene la fuerza de un Sansén. Cada personaje se desarrolla hasta el maximo de sus posibilidades, aunque no lcancen a transformar el mundo externo ni_a prevalecer sobre él. E} cuento “Los funerales de Ma- ma Grande”, también de Garcia Mérquez, es un ejemplo todavia més marcado de esta inversién carnavalesca. Representa el desquite del marginal, para quien todo lo grande le es exte- rior, distante, originado del otro lado del océano. Cuando muere la Mama Grande, Ilegan los po- derosos, el presidente, e! Papa. Pero llegan para los funerales, es decir para una celebracién de lo que ya no existe. Es posible que estos ejemplos basten para demostrar la impor- tancia de la burla, de la parodia y de las formas ‘carnavalescas en la literatura contemporinea hispanoamericana. Un estudio més detenido de estos procedi= mientos nos conduciria segura- mente a reconsiderar también la relacion de la literatura latino- americana con la europea en Su conjunto. Ello implica que le critica tome en cuenta no sélo la propia literatura nacional sino también todo otro sistema lite- rario que se haya impuesto co- mo “valor”. Lejos de parecerme una desventaja, considero a e3- ta necesidad de una doble vision sobre Europa y el mundo no europeo, Como una perspective més rica que puede ayudarnos @ corregir la miopia francesa e inglesa. Es el dnico punto de vista que nos permitiria ver Jas cumbres y los logros de la lite- ratura occidental, pero también sus limites, sus lagunas, los as- Pectos insuficientse o débiles que, en suma, posibilitan Ia auto- critica. Tr Miguel Angel Palermo El 1° de enero de 1872 supersticion, el fin del mundo en Tandi A mediados de! siglo pasado. Tandil era parte de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires: zona azarosa, vecina 2 caserios habitados por indios, ‘soldados y comerciantes. Asola- da por Calfucuré en los quince afios posteriores a la caida de Rosas, recién en 1867 se incor- poreré al movimiento general de consolidacién de fronteras y establecimiento de poblacién Inmigrante. Llegan entonces daneses, alemanes, espafoles e Italianos que aumentan fa pobla- cién urbana a la cifra de 2.200 habitantes, y la rural a la de 2.700. Algunos inmigrantes ocu- pan tierras cercanas al pueblo y las consagran a la agricultura: ‘otros se dedican al comercio, cuyas répidas jas invier- ten en la ganaderia. La compe- “tencia por las tierras con los viejos terratenientes de la zona es ardua y enconada. Sociedad _predominantemente pastoril, aislada por distancias enormes de otros centros urba- ‘nos, Tandil reproduce modos de vida, costumbres y actividades econdmicas tipicas de la cam- pafia boneerense. La estancia, el gran establecimiento rural ganadero, por su extensi6n y las. caracteristicas de su produc- cién, empleaba poco personal y aislaba —debido al ciclo de las faenas rurales— a sus hombres. Las pulperfas, ubicadas en el cruce de fos caminos, eran asf précticamente el tinico lugar de reuni6n: a ellas se acudia para mito y pobreza desencadenaron comprar “vicios” 0 ropa, para vender cueros 0 plumas, para tomar esa copa que proporcio- nabs la dnica ocasién de socia- bilidad y contacto entre hom- bres solos —el juego, las apues- tas, la bebida, algtin payador congregaban ocasionalmente a fa poblacién criolla— El que se describe es el mundo rural del Martin Fierro y la denuncia de Hernandez coincide con los rasgos generales de esta so- ciedad. La familia, por Ja inestabilidad laboral, por las levas, por las migraciones en busca de tra- bajo 0 faenando " por lo general inestable: 12 hul- da ante los reclutamientos, los prolongados periodos de servi- cio en ta frontera, la desercién, las persecuciones a causa de peleas o “vagancia” alejaban al gaucho de su mujer e hijos. Las migraciones internas 0 las dis- tancias de las fuentes de tra- bajo fijo separaban, por lo de- més, a las familias nucleares del resto de la parentela, Ca- 30s excepcionales de f poliginica 0 de aparceria (si- tuacién en que varios hombres compartian una mujer) exis- tieron también, aunque sin cons- tituirse en norma. En esta sociedad rural, carac- terizada por el aislamiento, el autoritarismo, el primitivismo de las formas de explotacion tural y del trabajo, y el tradicio- nalismo, se insertaron —no sin conflicto, como se veré— los Inmigrantes de origen europeo. Su llegada no disolvié, por cier- to, sino que parcialmente agu- dizO las causas del matrerismo, e! bandolerismo de la campaiia bonaerense y entrerriana, ni la presién del malén sobre las fronteras que se iban expan- diendo en detrimento de los te- rritorios antes ocupados por el indigena, Es precisamente en este mar- co (donde predominaban el cu- randerismo y un cristianismo difuso cuyas creencias poca in- fluencia recibian del clero orga- nizado). donde debe conside- rarse el episodio que tiene como centro a un iluminado, un mano- santa, y que se vincula —por ‘sus, formas, por el conjunto de creencias a las que se remite— con {a rica tradicién de movi- mientos milenaristas, tipicos de las sociedades campesina ‘aunque no privativos de ella Tata Dios en Tandil En 1871, aparece en Tandil Gerénimo de Solané: misterioso personaje de origen incierto, quien rodeaban los gauchos tanto para escuchar sus profe- cias como para ser curados de todas las enfermedades. Pero Solané no era un curandero co- min. Habla causado conmocién en su clientela —por lo que se ‘sabe numerosa— de Tapalqué y Azul, anunciando la aparicién San Francisco cerca de este al- timo puebla. Segin sus propias declaraciones, no sdlo poseia jeres curativos sino que tam- én conocia a ese santo, de quien habia recibido la orden de consagrarse al servicio de la Humanidad. A su llegada a Tandil, a me- diados de noviembre, se instalé —acompafiado por sus ayudan- tes Manuel Antonio Martinez, José Marfa Ullia y Benito Lize- zo, también conocido como el ‘Vasco Juan, su boticario— en la estancia de un hacendado de la zona, cuya esposa habia reque- Fido ‘sus servicios. De inmediato, con una rapi- dez notable, se concentran en su “Hospital” unas 400. perso- nas, que scampan alli en toldos, ramadas y carretas. Los veci- os, intranquilos por la presen- cla de esa muchedumbre, obtie- nen que el Juez de Paz de Tan- dil ordene disolver la concentra- cién y advierta al Tata Dios (0 Médico-Dios) como ya se lo lla- mabe, que evite ese tipo de re- unfones. Los concurrentes, re- misos, se tomaron elgunos dias para retirarse ante el anuncio de que el manosanta no aten- deria por tres meses, y solo quedaron en las inmediaciones algunos enfermos imposibles de trasiadar. A partir de la disolucién de la concentracién que rodeé 2 Solané, los hechos se vuelven oscuros, por lo menos. hasta el 31 de diciembre de 1871. En- tre el 24 y el 31 de ese mes, cinco personas convocan a unos cincuenta hombres a una re- unién que se efectuaria a fin de afio en el paraje llamado “de Pefialverde”. Existen dudas y discusiones sobre la identidad Enfermedad y curanderismo El concepto de enfermedad gireba, como. todavie hoy en ciertos medios, en gran medida alrededor de la “doctrina del cuerpo extraio”: ef mal concebido como una sustancia u objeto introducido en el cuerpo del paciente, de donde debe ser ex- traldo pera que éste recupere la salud. EI siglo XIX conocié en Ja region pampeana un gran auge de los curanderos, seres “ele gidos” 0 “llamados” a ejercer su profesién por mandato divino. Existia una variada gama de tipos: desde ef vulgar impostor hasta el hombre de campo que eplicaba conocimientos hereda- dos a las enfermedades de sus paisanos. Los que cobraban por sus servicios nunca lo hacian directamente ni fijando tarifas; el método tradicional era el de le ofrenda e la Virgen o 2 un santo. Los curanderos, hombres y mujeres, podien ser indigenas, criolios 0 negros. Los primeros aportaban [os conocimientos de. herboristeria y el shamanismo araucano; los negros, @ los que se solia llamar tatas viejos o brujos doctores, traian consigo las tradiciones de la magia y la medicine empirica africana, Circula- ban, por otra parte, elementos de /a medicina popular europea. Los curanderos eran denominados de varies maneras; con frecuencia tstadiés y manosanta. Al respecto Granada asegura: “Manosantes y tatadioses flaman en el Rio de fa Plata a cierta clase de taumaturgos populares que recorren los campos y las cludades prometiendo curas maravillosas. Asi el tatadiés como el manosanta se velen de aparatos y ceremonlas, de formulas ininteligibles, de preces y de palabras y de santiguaderas... El vulgo, al exornar a este género de curanderos con los dictados de tatadiés y de manosanta, no da a entender propiamente que reconozcan en ellos cualidades 0 atributos propios de Dios 0 de los santos. Ni con la calificacién de manosanta alude pre- cisamente al hecho de cure mediante le imposicién de las manos, como lo hacen algunos; porque esta es cosa accidental, un sim- ple pormenor de sus operaciones misteriosas...” Otras autores consideran, por ef contrario, que el manosanta cura por impo- sicién de manos y dedos, junto con movimientos rituales y pale- bras magicas 0 simplemente por la fuerza de Ie fe. dz los convocentes, su vinculo més 0 menos estrecho con So- lané (zeran 0 no sus discipulos y ayudantes?), sus posibles y registradas actividades. como curanderos. Una San Bartolomé surera La reuni6n se realiz6 efectiva- mente en la noche de fin de afio. En ella Jacinto Pérez, uno de sus organizadores, pronun- ei6 una renga: afirmé hablar ‘en nombre de Solané y anuncié las graves catdstrofes que se precipitarian sobre el Tandil: el pueblo se hundiria y sobreven- dria un diluvio acompafiado de grandes tormentes y torrentes de lava. Era el fin del mundo y el Juicio Final, que traeria el aniquilamiento de los masones y extranjeros, a los que, por otra parte, debia Ilevarse la guerra. Aquellos que no parti- ciparan en esa cruzada, se per- derian junto con sus familias. Luego, la pledra movediza se daria vuelta y apareceria alli un nuevo pueblo donde daria comienzo una era de unién y felicidad para los argentinos. Sobre “la Movediza” dada vuel- ta apareceria una bandera y el rey que los gobernaria de all ‘en més. Los extranjeros debian exterminados por mandato del Tata Dios Solané, a causa de los grandes males que ha- Bian causado. Del mismo tenor, un papel escrito y sin firma, hallado pos- teriormente en el cadéver de uno de los extranjeros, adver- tia al pueblo de Tandil para que se enmendase y prociamaba la necesidad de castigar a los ene- migos de la religin, 2 los ex- tranjeros y a los masones. En fas actas del juicio posterior a los episodios de violencia que describiremos enseguida, uno de los discipulos de Solané afir- m6 que se trataba de un-plan generalizado, con partidarios en el norte de la provincia, y que desde Tandil se extenderia has- ta Chascomiis y el Salado: que existian simpatizantes aun més al norte y que también contaban con los indios y la sublevacion de tropas_y contingentes de fronteras. Todo esto no es in- verosimil ni improbable: no se- ria la primera vez, ni tampoco la Gitima, que los’ gauchos se aliaban con los indios; por otra parte, Calfucuré habla llamado ‘4 un mal6n, que se retrasé de diciembre del 71 hasta marzo de 1872, Los alarmados diarios de la 6poca recogen la version de un plan generalizado. Asi. en la Tribune, se afirma: “De las declaraciones resulta estar la mayor parte del gauchaje com- prometido. pues inducidos por el Tata Dios, se habian prepa- rado desde tiempo atrés a una especie de San Bartolomé. La intencién ha sido reunirse en némero considerable de dos 0 trescientos, y dividirse en gru- pos: dirigirse éstos a las casas extranjeras y hacer un degiiello general”. De ese modo, fa noche del 31 de diciembre quedaron deci- didos los acontecimientos de Jos dias posteriores. Tras su arenga, Jacinto Pérez distribuyd entre los asistentes divisas punz6 como distintivos, y algu- fas armas, pocas por clerto: una que otra pistola, algtin “re- cortado”, cuchillos y lanzas im- provisadas con tacuaras y me- digs tijeras de esquilar, cuchillos obayonetas. Les prometio, ade- més, invulnerabilidad: como ac- tuaban por Dios, nada podria sucederles y Jas divisas punz6 10 los defenderian de las balas. La creencia en la invuinerabili- dad a las armas enemigas es un rasgo caracteristico de mu- chos movimientos de este tipo (ocurridos en épocas y lugares muy diversos) y tradicional también en el folklore pampea- no, que registra Ja presencia de amuletos protectores. a veces en forma de cinta. Asi, precariamente armados, los conjurados se dirigen, ya en la madrugada del 1° de enero de 1872, al pueblo, donde irrum- pen al galope con su bandera colorada y blanca, y dando vi- vas a la Confederacién Argen- tina, a la Religidn, a la Imagen (sin duda se trata de la Virgen) y mueras a los extranjeros y masones. La Tribuna anota tam- bién vivas a un estanciero (Go- mez) y al Juez de Paz de la zona, aunque tal informacién de- be ser tomada con reservas, ya que este diario, por razones Politicas, fue tendencioso en el tratamiento de la noticia, incri- minando constantemente al Juez de Paz. Y, como recuerda Nario {autor de una exhaustiva inves- tigacién sobre el episodio), Hle- 6 a afirmar que Solané’ era agente secreto de: los jesuitas. No todos los conjurados en- traron esa noche en Tandil. Una partida se sposté a la salida del pueblo, mientras que otro grupo se ocupaba de arrear una tropilla de caballos “en direc- cién a lo del Médico Dios”. Los que entraron a Tandil tomaron el Juzgado de Paz, reduciendo @ un sargento y dos vigilantes. Intentaron, sin lograrlo, apode- rarse de armas de fuego y libe- see. = tinico preso que estaba alli, fio que se sumé de inmodiato al grupo. A fa salida. se topan con la primera victi- ma, un organillero italiano, a quien rompen la cabeza, Se unen luego a la partida coman- dada por Trejo, otro de los jefes. que habia quedado en las afue- ras del pueblo, con lo que se completa un total de entre 35 y 50 hombres. Se produce en- tonces el ataque a la tropa de carretas de Vidart y Lassalle, acampada a orillas de! arroyo Tandil, Los carreteros vascos fueron ultimados; slo uno de los 8.6 9 que alli estaban logré salvarse escondiéndose entre unos cueros. De allf, el grupo se dirigié hacia el norte, por el camino de Buenos Aires. Al tle- {gar al almacén del vasco Vicente Leanes, asesinaron a su duefo y perdonaron Ja vida de su mu- fer, segin le expresaron, por ser argentina, En cambio, tam- bién alli mataron a un muchacho hijo. de italianos que trabajaba de pen para el vasco. Se Ile varon un botin de $ 200. Galoparon de inmediato ha cia el almacén de Thompson, estanciero inglés, donde dego- Maron a un dependiente de la misma nacionalidad y a su mu- jer. y apufalearon y balearon @ otro dependiente, que fue ha- Mado agonizante. Hacia las diez de la mafiana, el grupo se ave- ciné al almacén del vasco fran- és Juan Chapar, escenario de Ja principal de ‘las _matanzas. Alli murieron 17 personas de ambos sexos y de edades, incluidos un nifio de 5 meses y una nifia de 5 afos. Sucedié también aqui el Gnico ‘caso de violacién, en la persona de una muchacha de 16 afos. Hubo dos. sobrevivientes: un muchacho que logré esconderse ‘a tiempo y un anciano herido de bala en la mandibula Concluida la masacre, alinca ron fos cuerpos de dos en dos en el patio —por motivos que se Ignoran— y procedieron al ‘saqueo del negocio: se llevaron dinero, tabaco, aperos y, espe- cialmente, ropas. Rompieron, también, los libros de cuentas de la pulperia. Algunos de los investigadores del suceso te- Jieron una serie de hipdtesis sobre la desaparicién de los Iie bros como verdadero mévil ‘oculto del ataque y la matanza. Pero ya ha quedado demostrado por Nario (aunque 61 mismo se hace eco entusiasta de esta hi- pétesis) que los libros no fueron quemados por los atacantes sino rotos y abandonados en el lugar. De la pulperia de Chapar los gauchos se encaminaron a la es- tancia “Bella Vista” de Ramén ‘Santamarina, hacendado espa- fiol al que pianeaban matar. No lo encontraron alli y tomaron entonces el rumbo del puesto “La Rufina” donde funcionaba el “Hospital” de Solané. Aspi- raban a la bendicién de! Tata Dios: quien, por otra parte, se- giin habia indicado Jacinto Pé- rez, repartiria el botin obtenido, ev profecias asegura- que los gauchos se harian ricos con los bienes de los gringos. En camino se toparon con las fuerzas organizadas en Tandil para repeler el movimiento. Los gauchos no se rindieron y uno de los cabecillas se adelanté para parlamentar, explicando que estaban matando gringos y masones por orden del Tata Dios. Ante una intimacién de rendicién por parte del coman- dante de la tropa, se respondio que ellos no deseaban pelear Contra argentinos. Esta afirma- cién recibié como respuesta los disparos de un alcalde o un oficial de la partida (las ver- siones no concuerdan al respec- to). Yel cabecilla que se ha- bfa adelantado a parlamentar fue barrido por las balas: ‘'se lo sacé limpito del caballo”. Se produjo entonces un desbande general, explicable por la sor- presa de comprobar la falsedad de la inmunidad asegurada por las divisas. Existe, segiin otras fuentes, la versién de que So- lané, detenido ya y acompefian- do a las fuerzas policiales, negé piblicamente haber ordenado las matanzas. Confundidos, los gauchos hu- yen. Mueren en la persecu- cién diez de ellos y catorce ‘eaen prisioneros. Veinte nom- bres son incorporados a una Mista de profugos, Las fuerzas policiales no sufrieron bajes y. por ello, tiempo después, du- rante Ia Investigacion, el fiscal did que se esclarecieran las circunstancias de esas muertes. En los dias subsiguientes se to- maron otros catorce prisioneros. El desenlace {Qué pasé con Solané duran- te las horas cruciales de ese 42 de enero? Durante las ma- tanzes estuvo en su rancho. Conocidos los hechos de quie- nes se declan enviados por él, Ramén Gémez, hacendado en ‘cuyo campo paraba el Tata Dios, Je envia una nota relatandole la masacre y pidiéndole que fuera de inmediato al pueblo a acle- rar las cosas. Solané le envia decir a Gémez. por medio del encargado de la estancia. que €l es totalmente ajeno a los he- chos. Ratifica las mismas decla- Los cultos de crisis” Clamando contra la corrupcién del mundo, amenazando a las jerarquias o prescindiendo de elias, cuestionando los sistemas sociales vigentes o déndoles la espalda; es- candalizando, admirando, provocando temores, hilarided, extrafieza 0 indignacién pero casi nunca Indiferencia: arras- trando multitudes o fascinando a pequefios grupos; mansos co violentos, innovadores o conservadores; corriendo su fe~ ma, hechos y palabres por los carriles de la tredicién oral, las paginas de diarios o revistas o incluso las imagenes de la television, y tenfendo como escenarios de su drama tanto los medios rurales como las ciudades; frecuentemen- te perseguidos, muchas veces encarcelados 0 asesinadas, ‘en todos los continentes y en diferentes momentos hist6- ricos, han aparecido pee de mundos nuevos, mesias de Ta salvacién, conductores misticos que ofrecen la salud del cuerpo, del alma y de Ja sociedad, seguidos por hom- bres ansiosos por superar sitvaciones criticas. Desespe- racién, angustia, existencias amenazadas por la miserie, Ja opresion, la enfermedad, la incertidumbre, se han con- Jugado frecuentemente con el misticismo. Asi muchos grupos, en contextos socioculturales diversos, se han nu- cleado alrededor de una certeza: la inminencia del fin del mundo actual: 0 en torno a técnicas rituales tendientes @ tomar contacto con le divinidad 0 los muertos. Senderos que tienden a sustraer a los hombres de sus padecimientos y de los que han surgido mesianismos, milenarismos y cultos de crisis. Ellos son perfectamente posibles de englobar en la in- terpretaci6n esbozeda por Roger Bastide, que transcribimos: “Puede pensarse que lo religioso constituye la metafora de Jo social, que lo traduce, pues, en forma de imagenes que cambian’s medida que lo social cambia, fo cual permite @ los individuos ‘captar’ esto ultimo subjetivamente, aun- que en otro nivel. El hombre ‘sufre’ la presidn de lo social, pero no lo ‘capta’ en cuanto tal; el determinismo siempre es inconsciente, no puede percibir la presién sino en otro nivel, ef de la subjetividad del mundo de las imégenes. Sélo que esa subjetividad es una subjetivided actuante. Lo cual hace que fo religioso no sea sdlo metéfora, sino dialectizacién de lo social, lo sagrado se abre a Jo social y lo social se sacraliza @ través de los intercambios ince- ‘santes que se hacen —en ese nivel de las imégenes— en- tre los suenos individuales y los mitos arcaicos. [...] Pero, reciprocamente, el mito no es considerado como un ‘relato’, pertenece a la ‘praxis’, es creador de gestos y de ritos; y asi lo sagrado se transforma de simple metéfora. en suscitador de novedades sociales”. Efectivamente, en las sociedades arcaicas, tradicionales, rurales, el mito rebota y horada Io social. Por ello, fend- menos como los de milenarismo 0 mesianismo no pueden ser entendidos como simples episodios en la historia de las religiones. La especialista brasilefia Maria Isaura Pe- reira de Queiroz resume bien el punto: “No son nunca mo- vimientos religiosos ‘puros’, sino movimientos de rebeli6n, que utilizan [a religién para llegar a la solucion de un pro- blema sociopolitico 0 sociceconémico. EI punto de partida es Ja repulsa de la sociedad existente, considerada parti- cularmente execrable. El estado social de perfeccién, con que se suefe y que se desea instaurar. esté asociado igualmente a ia idea de que el fin del mundo ha de llegar un dia”. ee SS 1” raciones ante un alcalde y lue- go ante su protector, con quien, aparentemente, tuvo un “en- ‘cuentro verbal muy feo". Luego, ‘se habria unido a la retaguardia de la partida que buscaba a los gauchos. Conducido al juzgado, entré dignamente y “...tanto en el calabozo como en los interroga- torios estaba completamente ‘tranquilo y se conducia como si estuviese por encima del juicio de los hombres. No contestaba las preguntas que se le hacian en los interrogatorios diciendo que solo lo haria cuando llegara el juez recto. Se suponia que se referia al juez en lo criminal que legaria de Buenos Aires. enviado por el gobierno”. éAludia Solané realmente a un funcionario judicial 0, ence- rréndose en su postura’ profé- tica 0, més bien volviendo a ella. se referia al Juicio divino? Tata Dios, con una barra de grillos en los pies —grillos que afirmaba el verdadero juez pon- dria a otros, liberdndolo—, fue encerrado solo en un calabozo. En tanto, los extranjeros, Iégi- camente alterados por los he- hos, participaban, segin un ‘acuerdo pactado con el Juez de Paz, en su custodia y la de los demés presos. Se temia que se intentara el rescate de los im- plicados: muchos de los con- jurados todavia estaban sueltos y era fresco el recuerdo de la popularidad que rodeaba a So- lané en su “Hospital”. Pensa- ban también algunos extranje- ros, enfrentados por motivos econémicos y politicos con el Juez de Paz y varios estancie- ros de la zona, que habian sido €stos los instigadores de la masacre. No los consideraban, Por tanto, carceleros seguros. En Ja noche del 5 de enero se oy6 una detonacién prove- niente del calabozo donde dor- mia Solané. Su centinela, un vasco, lo encontré herido de muerte. Las observaciones de los médicos sobre el cadaver determinaron que habfa recibido trece heridas y que la o las armas asesinas fueron dispara- das desde {a ventana del cala- bozo. El 7 de febrero, el resto de los implicados sobrevivientes recibid sentencia: tres fueron condenados a muerte, sicte a 12 quince afios de prisién, dos a tres afios, otros dos a un afo y dieciséis fueron declarados inocentes. Les ejecuciones de dos de fos reos condenados —el tercero muri6 antes— tuvieron lugar el 13 de setiembre del mismo afio de 1872. Pero antes, Junto con la dispersion de la noticia, habia cundido el panico en la’ campafia, En Ranchos, cuenta La Prensa del 16 de ene- Fo que “Un gaucho sélo, armado y 2 caballo, se present6 dando voces de jMuera! y preten do atropellar la estacién Ville- nueva. Se dice que le hicieron disparos y lo mataron. Este s6lo hecho dio origen a comentarios més 0 menos alarmantes, Unos creian ver ya encima una turba de paisanos haciendo una se- gunda edicién de los sucesos del Tandil. Otros sentian ya que el alma del Brujo de! Tandil les tiraba de la vestimenta, y que encarnada en algiin nuevo mons- truo venia a asolar la comarca”. Una sociedad en crisis Hasta aqui los hechos que in- teresan 2 un punto de vista antropolégico y sociolégico. Los motivos para que una cincuen- tena de hombres abrazara la causa de una cruzada extermi- nadora de extranjeros, que pre- ludiaba un supuesto fin dol mundo y el comienzo de una especie de Milenio feliz, se ori- ginan en la crisis de una socie- dad y una cultura, cuyos facto- res, largamente arrastrados, se agravan en la década de 1860- 1870. Resumémoslos: precarie- dad laboral, ocupacién masiva s6lo estacional 2 causa del tipo y ciclo de fa tarea genadera, imposibilidad de acceso legal a la_tierra, desplazamiento del criollo por parte del inmigrante introductor de nuevas formas econémicas, decadencia de la tropa de carretas por el avance del ferrocarril. La proyeccién de este conjunto de factores econémicos sobre la sociedad resultaba en la quiebra de la instituci6n familiar como conse- cuencia de las migraciones in- ternas y las levas, ademés del riesgo constante que asediaba al gaucho de quedar al margen de la ley si transgredia las dis- nes de las “leyes de va- gos” y los Cédigos rurales. Esta sociedad rural se cohesio- naba en torno de algunas creen- cias e ideas que también con fluyeron en la produccién de las matanzas tandilenses. Nos re- ferimos a un cristianismo poco vinculado a las instituciones eclesidsticas, a la prédica anti masénica de la Iglesia, al pres- tigio de Jos curanderos y la creencia popular en -curas y. otras intervenciones milagrosas. A ello agréguese una creciente xenofobia exasperada por el au- mento de {a inmigracion que se beneficiaba con algunas ven- tajas relativas respecto de la poblacién criolla. Este conjunto de factores pa- rece suficiente para oscurecer las hipdtesis que se han esbo- zado acerca de que fueron los estancieros de la zona los que encendieron, secretamente, la hoguera del 1° de enero’ en Tandil, para resolver con Ia ma tanza ‘rencillas politicas y eco- némicas con la colonia extran- jera. Menos probable atin pa- rece la hipétesis de que el grupo de seguidores de Tata Dios, guiados por una oculta direc: cién estanciera, tuviera como Gnico objetivo la destruccién de los libros de la pulperia de Chepar, con quien pudieron ha- ber estado endeudados e! Juez de Paz y el estanciero Ramén Gémez. La destruccién de esos libros, que, rotos, quedaron abandonados en la misma pul- peria, se explica por si misma, en cuanto se piense el simbolo de opresién que los libros del pulpero representaban para la poblacién criolla. Aunque se carece de prue- bas definitivas en sentido con- trarlo, afirmar que el episodio del de enero pudo haber sido instigado por los estancie- ros parece, por lo menos, aven- turado. Si asf fue, se traté solamente de un "dejar hacer”, vigilado de lejos: recordemos el precario armamento de los conjurados y que, en su biis- queda de armas de fuego en el Juzgado de Paz, fueron enga- fiados facilmente por los poll- cfas alli reducidos. Ademés, el hecho de que ninguno de los extranjeros muertos fuera un personaje importante por su po- sicién politica o su riqueza, indica que no existieron direc: tivas precisas exteriores al grupo, puesto que de haberlas habido, hubleran debido sefalar ‘como victimas a los fideres po- Ifticos de la colonia extranjera. Queda en pie una pregunta acerca del grado de sigilo y secreto con que se movieron los conjurados. Al parecer, al- gunas de sus victimas poten- ciales, habian oido sobre aus aprestos, aunque es probable que descartaran acciones como fas que se produjeron luego. Subsisten, pues, algunas zonas de misterio en torno del episo- dio. Para cerrar, provisional- Mente, el caso, serfa preciso re- solver una Gltima incégnita: ast como no se sabe de donde vino Solané. también se ignora hoy dénde descansan sus restos: su cuerpo, que la tradicién local decia énterrado en un pozo, de & y con los grillos puestos, jo la entrada de! cementerio de Tandil, no fue hallado en ex- cavaciones allf practicadas. Una versin no consignada sino en una sola fuente afirma: “Los gauchos esperaron mucho tiem- Po su resurreccién y cada dia, para recibirlo, ensiliaban un caballo". Solané volvi6 a ser un misterio. Esta nota esté extractada de uno ‘obra del mismo autor que publicaré fen breve Editorial Huemul con el th tulo de Mesianismos y_ milensrismos en Pompa y Patagonia, donde se co- frelacionan los hechcs del Tandil con Jos oourridos en Kskelhuinkul en 1820 ¥_con otros propios del_ mundo. arau- ano:, el mosianismo de Calfucurd, el Rey de Araucania y Patagonia, el mo- vimiento de la tribu Coliqueo en 1900 y las tradiciones cataclisméticas y profecfas Indigenas, Sobre el tema de Tata Dios Solané, ver especialmente los trabajos de Hugo Nario: Tata Dios. £/ mesias do Ja ltima_montonere (Bs. As. Plus Ultra, 1976) y de Antonio. del Valle: Recordando al pasado (2 t, Bs. As. 1926}. También ver: Baudizzone, Lule: ssinatos de Tandil” {en Imago Altamira, 1959); Gorraiz Beloqui, B. Tendil a wravés de un siglo (Bs. As., Talleres Graficos Mater. 1958): Hal: perin, Jorge: “El “Tata Dios’, gauchos Cronista Comercial, Bs, As.. 17-7-75); Métraux, Alfred: “Mesias Indios” (eh Religion'y magias Indigenas de Amé- lea del Sur, pp. 334, Bs. As., Aguilar, 1973); Hlodriguez Molss, Ricardo Ez Historie social del gaucho (Bs. As.,- Ediciones Mard, 1968); Torre, Juan Carlos: “Los crimenes ‘de Tata Dios, el mesias gaucho” (en Todo ex hlsto- Hla n° 4. pp. 405, 9. As., 1967) y los disrios ia Nacién, La Prensa y Le Tek ‘buna de Buenos Alres ie tes al periodo 2-20/1/1872. Escandalo en la Bienal Fue inaugurada el 1* de octubre de 1977 la XIV Bienal In- ternacional de San Pablo (Brasil), en la que participaron repre- sententes de mas de clento cincuenta paises. La misma fue clausurada el 18 de diciembre proximo pasado. EI jurado de Ja muestra otorgé por unanimidad el Gran Premio Itamaraty, de 12.500 ddlares, al Grupo de los trece —argentinos—, del Centro de Arte y Comunicacion (CAYC), de Buenos Aires. El Grupo de los Trece, que presenté un conjunto de obras titulado “Sig- nos en ecosistemas artificiales”, esté integrado por Jacques Bedel, Luis Benedit, Jorge Glusberg, Jorge Gonzélez Mir, Vic- tor Grippo, Leopoldo Maler, Vicente Marotta, Luis Pazos, Alfredo Portillos y Clorindo Testa. Exhibleron su creacién en un espe- cio de 600 metros cuadrados. Del segundo premio, dividido, le correspondieron 1.200 d6- lares @ Franz Krajcberg, brasilefio. Un tercer pemio, de 500 déla- res, fue adjudicado al suizo Cherif Defraoul. Las obras de los artistas mencionados y las de los pintores bahianos del Grupo Etsedron fueron las mas elogiadas por los organizadores de la muestra. Sin embargo, la opiniOn de 1a critica coincidi6, en parte, con la decisién del jurado. Pero hubo voces que apoyaron las vehementes protestas del brasilefo Frenz Krajcberg, qulen pocos dias después de conocerse el fallo, desmont6 sus obras ame nazande quemarlas y yociferé su indignacion afirmando. segun la Agencia Latin, que “el fallo constitula una tnjusticla contra el artista nacional”. Y agreg6: “Fuimos tratados como imbéciles. Trabajamos seriamente para traer una propuesta legitima, con nuestros propios esfuerzos y recursos, y zqué nos ofrecen?”. Segin el artista brasilefo, el jurado premié Ia obra de claro sentido ecolégico de los argentinos, para no comprometerse en premiar la obra —o parte de ella— del Grupo Etsedron, de Bahi que “muestra al mundo toda fa visiGn de la miseria brasilefia". Krajcberg renunci6, ademas, a su premio dividido de 20.000 cruzeiros (poco mds de 1.200 délares), en favor del grupo ba hiano, que rechaz6 el ofrecimiento. A’ ese escéndalo sin pre- cedentes en las trece anteriores blenales artisticas de San Pablo, se sumé la actitud del representante del suizo Defraoul, quien expres6 sus sospechas sobre Ja integridad del jurado, lo que motivé que su premio de 500 délares quedara en suspenso. En cuanto al grupo bahiano, pretirié no manifestar pablicamente ninguna opinién adversa al fallo del jurado. Sdlo se limité 3 ex- presar que ellos mantendrian expuestas sus obras en la muestra Internacional, porque su Gnico interés era que se conocieran y se divulgara asi una imagen més fiel del verdadero Bresil. 13 ; i Mario Szichman EI leén es cordero asimilado “Crénica falsa” y “Los judfos del mar dulce” constituyen las dos primeras novelas de una trilogia que se clausura con “El le6n es cordero asimilado”, atin inédito, uno de cuyos fragmentos fue entregado por Mai Szichman a Punto de vista. Se trata, nuevamente, de la (a veces melancélica, casi siempre 4cida) historia de los Pechof, inmigrantes judios en la Argentina. Sus peripecias configuran la materia de las tres novelas de Szichman, sobre el fondo de una toria local habilmente tramada con la ficci6n. En sus momentos de decepcién, Jaime detectsba la imposibilidad de ir desde cualquier pasado ju- dio a un presente catdlico. El problema mayor de fos Pechof residia en la falsificacién. Mientras se mantuviesen judios, todo les saldria de adentro y cada cuerpo ensamblaria con los gestos de los demés, como en esas fotogratias que detallan los movimientos de un balet. Pero el dia en que pasa- ran a ser Gutiérrez Anselmi, perdetian la espor- taneidad. Habria que repasar cada actitud y cada dialogo posible y sus cuerpos calcarian una parti- tura escr por otros. Claro que no tendrian mu- chas dificultades con el pasado reciente. Bastaba con echar una ojeada a fa casa del Negro para ‘saber cémo actuar. Pero los pasados lejanos eran muy peligrosos. Mientras sus hermanos estaban enarbolando a cada rato recuerdos de los polacos sisvofn fin da natur', de casamientos donde se cantaba Shiker is a goi?, de tipos de caras blandas que usaban en publico un idioma desprestigiado; Jaime s6lo podia ubicar antepasados en litografias, cuadros y grabados y hacerlos hablar de acuerdo Abortos de fa naturaleza. 2 Borrachos son los. gentiles al Cédigo Social de Buitrago, saturado de magders, espejuelos. dsculos y cannotiers, Los paisajes catélicos de Jaime eran al dleo, con nubes barrocas, cielos pastosos. trigales hechos con asteriscos y soles emitiendo rayitos de fuego y rodeados de circulos concéntricos. De ahi sal- taba a los daguerrotipos, Ilenos de proceres de galera y de fotos de primera comunién fraguadas en Rodin, En cambio, cuando se ponta a recordar en idisch, se bajaba de los cuadros al suelo, de las grandes pinceladas a los detalles. Un dia en el campo es- taba lleno de jejenes, la sed superaba a la provision de Pomona y habia que terminar tomando el agua tibia de los termos. En su pasado ju habia caminado por campos de golf, sino en me- dio de una tierra cuarteada, con mechones de pasto. Los 4rboles no servian de respaldo. Siempre ha- bia a su alrededor un circulo de tierra seca repleto de raices, semillas redondas y duras o charcos con agua estancada. Los recuerdos estilo Pechof mostraban alteraciones imperceptibles, como la propagacién del cdncer en un dibujo animado y se median por un tiempo de hojas caidas y acumu- 4 ladas que viraban del verde intenso al amarillo, de la flexibilidad al envaramiento y la crepitacién. Las vidas de los familiares judios —a diferencia de los Gutiérrez Anseimi— habian transcurrido en escenarios reales. Todos ellos habian acoplado resfrios a sus manos entumecidas. El olor del ve- rano podian sentirlo con sélo morder una naranja caliente y el tiempo seco lo sentian.en la garganta rasposa. Los Pechof existian hasta por omisién. como las siluetas bosquejadas por dos personas al caminar juntas. Salmen hacia necesario a Ror Dora convocaba a Salmen. Habia voces que eran imprescindibles en una cara, y basteba recordar un yarcoie? cocinado un dia entero para recordar el pasado esplendor, el ejército de sirvientes puesto al servicio de la babe* en Volinin, o seguir la pista a las lémparas quemadas en la casa de Salmen para rebobinar algunas muertes. En cada momento de su labor de renegado, Jaime ‘tuvo presente el desconocimiento y la decepcién. ignoraba cotidianamente la casa judia en que vivia, y la reconstrufa en su memoria como si hubiera sido catdlica y el polvo de los huesos de los ante- pasados Gutiérrez Anselmi se hubiera depositado sobre los muebles y sus muros estuvieran impreg- nados del olor de la carne de los saladeros y el cielo atin conservara trazos del lento vuelo de las aves de rapifia, ya identificadas en un manual de Zoologia como péjaros con las patas y el pico ama- rillos, el lomo azul y el resto del cuerpo blanco; y el miedo fuera otro, el de gente acostumbrada a enterrar sus muertos en la misma tierra en que vivia. Jaime recorria la casa con mirada ingenua, No es suficiente con tener casa, le habia advertido el manager, hay que acordarse de otras casas porque eso da mas linaje. Sobre todo, scuérdese de le casa solariega. Le dice al médico que quedaba en la calle Potosi, ef rolls royce de las calles antiguas, calle para gente de alta prosapia, que tenie el riftén bien cubierto. Qué mezcla aqui la nefritig? Le estoy hablando de gente de plata. “Casa con aljibe, que en esa época no era cosa baladi”, le dice’ al médico bajando el tono. “Gran alberca con plan- tes diversas, parral de uvas blancas y negras, de riquisima cepa, porque padre”, dice usted, “no to- leraba que nadie preparara el mosto aparte de él." le cocina grande, con fog6n de campatia. En el patio dos grandes lebrillos de barro vidriado, sobre asiento de material y desagie al albafial por medio de un bitoque. En el cuarto contiguo. ;Contiguo 2 dénde?, habia preguntado Jaime. No se preocupe, 2 Guiso, 4 Abuela. siempre que hay un cuarto, al lado hay un cuarto contiguo. Ahi estaba dofa Petrona, fa planchadora. Pardo gruesa, buenaze, siempre abi, dale que dale, entre montones de ropa y planchas hechas ascuas, que guarnecian un gran brasero. Por ditimo, la cochera. En la susodiche cochera, larga y angosta, habia espacio para cuatro carrusjes, dos de padre, coche y volanta, y dos sopandas de la gran mer. Gran mer, abuela, en francés, y por ultimo las caba- Nerizas, ef pesebre y el cuarto del cochero. Si. también contiguo, pero contiguo para el otro lado. ‘Cada cuarto, que en el recuerdo conocia de atrés para adelante, ahora lo empezaba a ver a partir de la salita de recibo, Jaime imaginaba puertes clausuradas —las destinadas a esconder vasos de té con guardas griegas, samovares, masitas endu- recidas de gustos mezclados porque las hornea- ban en la panaderfa, caramelos media hora, revistas Davar y Eretz Israel, libros en hebreo con grabe- dos de Doré, fotos de Herzl al lado de un mapa de Israel, mezizes*, tfiln’, pelucas heredadas de una tia casada con un tipo muy religioso, camisones con agujeros para casadas pudorosas— y automética- mente reducia la geografia de la casa pensando: Son las habitaciones clausuradas de antepasados ilastres. Pero, al revisarlas otra vez con mirada catélica, se descubria el engafio. Bastaba ver las fotos fa- miliares para darse cuenta. Alli los cuerpos pare- cian tridimensionales y las paredes servian natu- ralmente como decorado de fondo. Las nuevas pa- redes, en cambio, empapeladas con escenas de caza, no iban con el cuerpo de ninguno de los Pechof, los obligaban a caminar agazapados. Impe- ian desabrocharse el cuello o ponerse pantuflas. Dora debia desplazarse por la casa con un traje gris oscuro y peinada con rodete. Natalio solamen- te tenia un saco fumuar que hacia juego con el ambiente y Jaime y Salmen optaban por la cocina Porque era el Ginico lugar en que podian tirarse un sordomudo sin sentirse culpables. Los Pechof no podian correr los muebles ni un centimetro sin delatarse. Como los autos de ca- frera, que“ consumen en sesenta vueltas la vida Gtil de un motor, tenfan que acelerar fos afios de posesién de los muebles para que en ellos entra- ran tres 0 cuatro generaciones de antepasados, y a veces, con la ansiedad, causaban deterioros que rejuvenecian la madera y, al emparchar los des- ‘trozos pintura y capas de mugre, instalaban nuevos signos de delacién. 3 Estuche que se coloca en el marco derecho de las puer- tas. y que contlene un texto biblico. Filacterlas. 15. LIBROS Del 90 al 30: un capitulo de historia social David Rock, £/ radicalismo ar- gentino, 1890-1930, Buenos Ai- res, Amorrortu, 1977. Entre 1890 y 1930, la Argenti- na asiste al proceso de surgi- miento, ascenso y caida —derro- cado por un golpe militar— del tadicalismo, el primer partido de masas de nuestra historia politica. Ese ciclo pon- dr4 de manifiesto varios hechos de significacién socio-politica, y fundamentalmente dos: el dete- rioro del régimen conservador que habia cristalizado en la Ar- gentina alrededor de 1880 y la carencia, por parte de la fuerza politica que habfa sido uno de los agentes de ese deterioro y la que mejor supo capitalizarlo, de un proyecto de desarrollo econémico-social alternativo. Sobre este eje hist6rico, pero articuléndolo en funcién de las relaciones politicas entre Ia élite terrateniente. el capital extran- jero, los sectores medios urba- nos y la clase obrera, esté cen- trada la investigacion de David Rock, Y aunque muchas de sus tesis no resulten nuevas, el tra- bajo constituye una valiosa con- tribucién a 1a historia politica de la Argentina moderna. En efecto, es una idea ya admitida que los sectores medios inser- tos en el escenario politico a través del radicalismo no repre- sentaron —ni podian hacerlo— 16 el mismo papel de aquellos que en Europa y en Estados Unidos promovieron el proceso de in- dustrializacin de sus respecti- vos paises. Lo mismo ocurre con el juicio acerca del lugar prominente que fracciones des- plazadas de la élite rural tuvie- ron en la constitucion del radi- calismo; 0 con la opinién de que en la vision de este partido, y de los grupos sociales coaliga- dos en su seno, nunca estuviera en cuestién el eje agroexporta- dor del desarrollo econémico del pais, tal como habia sido definido por las clases. dirigen- tes en las tltimes décadas del siglo XIX. Pero Rock no se ha limitado a retomar estas ideas. El libro comporta el esfuerzo por corroborarlas a través de una investigacién amplia, dirigi- da a proporcionar una interpre- tacién global del periodo men- cionado. EI radicalismo argentino ofre- ce varias dimensiones intere- santes de anélisis. Nosotros ‘s6lo comentaremos una de ellas, la que concierne al movimiento de constitucin de la relacién radicalismo-clase media urbana, previo al triunfo de Irigoyen en 1916. El punto de partida inevitable es el orden surgido en el pais después de 1880, esa particular amalgama de instituciones eco- némicas y politicas liberales y funcionamiento oligérquico que unific6 al pais en torno a la di- reccién de una élite terratenien- te. La hegemonia no fue sdlo social sino también regional, ya que el centro de gravedad del poder econémico y politico se hallaba radicado en jos grandes propietarios de la “pampa hi- ‘meda", aunque no en todos ellos por igual, Bajo esta guia la Ar- gentina completé su integracién al mercado mundial, asumiendo el papel de abastecedor de ma- terias primas agropeouarias y de mercado para las manufac- turas provenientes de los cen- tros industrializados, en el mar- co de la division internacional del trabajo. Alojado en sectores claves —empréstitos al estado, servicios puiblicos, ferrocarriles, actividades financieras, frigorifi- cos, etc— el capital extranjero, predominantemente britanico, fue una pieza fundamental y constituyente de este esquema econémico. al punto que nues- tro pais funcioné como una suerte de honorary dominion del vasto imperio de Gran Bretana. Dentro de este cuadro, la eco- nomia, centrada en la produc- cién agropecuarla, experimentd un. crecimiento notable, acom- pafiado de un vertiginoso proce- 80 de urbanizacién, todo lo cual torné mas compleja y articulada la sociedad. El régimen politico edificado sobre estas premisas ha sido descrito muchas veces: gobier- nos de “notables” que regula- ban su propia sucesidn en acuer- dos de “notables”. participacién politica restringida, institucién puramente formal del sufragio. De esta esfera estaban margi- nadas ciertas fracciones terra- tenientes, y sobre todo la clase media urbana y la clase obrera, dos fuerzas cuyo niémero habia crecido en correlacién con la expansi6n de la economia, la In- migracién europea y la urbani- zacién. He aqui, entonces, los actores del proceso analizado por Rock, y su escenario: la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores urbanos. Las referencias a la campana y, en general, al inte- rior, s6lo son complementarias del andlisis del espacio socio- politico mencionado, lo cual —digdmoslo de paso— no deja- ré de afectar a algunas de las conclusiones generales acerca de las bases sociales del radi- calismo. Pues bien, el radicalis- mo se desarrollaré como fuerza politica conjugando las aspira- ciones de sectores agrarios tra- dicionales y la clase media ur- bana en torno a la bandera de la democratizacién del sistema politico a través de la practica efectiva del sufragio. Pero el radicalismo no naceré como un partido de clase media, ni ésta adheriré desde el comienzo a Jos primeros nécleos radicales. Ello fue el resultado de un pro- ‘seso-que tuvo como premisa la movilizacién politica de los sec- tores medios urbanos y la habi- lidad de los grupos dirigentes del radicalismo para canalizarla. Tal es una de las tesis del tra- bajo de Rock. Veémosla un poco més detenidamente. Nacido después de la revolu- cién del 90 (un acontecimiento cuyas determinaciones el autor analiza demasiado sumariamen- te) y bajo su impulso, el nuevo partido se “hallaba integrado basicamente por grupos escin- didos del patriciado y que por una u otra raz6n estaban desca- lificados, a causa de sus vincu- log anteriores, para unirse e Mi- tre, Pellegrini o Roca. En tér- minos regionales o de posicién social, poco habia en ellos que los diferenciase dé sus rivales”. Y_agrega Rock més adelante: “El apoyo urbano obtenido por Alem provino fundamentalmente de los: antiguos grupos. criollos més que de la nueva clase me- dia formada por los inmigrantes y sus descendientes”. Sélo a partir de la primera década del nuevo siglo, y sobre todo des- pués de la revuelta frustrada de 1905 la clase media urbana se incorporé como un componente fundamental del _radicalismo. Hasta entonces, éste habia com- binado la tactica de la absten- cidn electoral con tentativas in- surreccionales dirigidas a lograr por esta via la realizacién del programa de democratizacién del régimen politico. ZY cudles eran Ios rasgos de esos sectores medios urbanos que adherirfan al radicalismo contribuyendo a dotarle de una amplia base de masas en las ciudades? Estos grupos habian crecido en relacién directa con el desarrollo de la economia ‘agroexportadora. En efecto, fue la expansi6n de ésta la que obli- g6 al incremento de una serie de actividades urbanas, —de servicios, administrativos’ y edu- cacionales— que tuvieron una influencia decisiva en la forma cin de la clase media urbana. Por otra parte, la ausencia, en general, de condiciones favora- bles para el ejercicio de activi- dades productivas auténomas Nevaré a que los hijos de inml- grantes busquen en el acceso a las profesiones liberales o en la carrera administrativa los cami nos del ascenso social. De mo- do que si no se puede dejar de registrar la presencia de nticleos artesanales y empresarios den- tro de la estructura social de la Argentina de las primeras déca- das de este siglo, su peso ten- dra demasiado escaso relieve Para Influir sobre el comporta- miento de los sectores medios considerados en su conjunto, Si los datos sefialados car terizan la extrema dependencia de la clase media urbana res- pecto de las vicisitudes de la ‘economia agroexportadora basa- da en la gran propiedad, :qué factores explicarn, segin Rock. la movilizacién politica de esa clase y su impugnacién de la le- gitimidad del régimen controla- do por la élite conservadora? Pues las crecientes dificultades para insertarse en los canales del ascenso social a través de la universidad o de la adminis- tracién pdblica, lo que tornaré cada’vez més conflictivas las relaciones con la elite y con- vertiré a la politica en el medio imprescindible para ampliar esos accesos. Los grupos dirigentes del radicalismo supieron captar esas aspiraciones e incluirlas en el interior de un movimiento interclasista cuya bandera —go- biernos representativos sobre la base de la practica genuina del sufragio— comenz6 a traducir desde entonces también los re- clamos de ciudadanfa politica real por parte de los sectores medios. En los afios que trans- curren entre 1905 y 1912, en que se aprueba la reforma del sistema electoral, el radicalismo se expande y de las filas de la clase media urbana recluta no s6l0 adherentes, sino también cuadros dirigentes intermedios: “el grueso de los lideres de cla- se media del partido, que ten- drian tanta importancia después de 1916, se afiliaron entre 1906 y 1912. La mayor parte de ellos eran profesionales urbanos con titulo universitario”. El cardcter vago de las for- mulas programaticas del radica- lismo, cuyos tnicos enunciados claros no iban ms allé de un reclamo de moralizacién de las costumbres politicas, fue fun- cional a Ja realizacién de esta politica interclasiste. Por otra parte, ninguna de las fuerzas cor en el interior del partido, ni los sectores: tradicio- nales ni los nuevos contingen- tes de clase media, aspiraban 2 modificar las premisas de la economia agroexportadora. Sin embargo, no todo serd tan ar- ménico. La insercién de la clase media y el surgimiento de cua- dros dirigentes de esa filiacin abriré una disputa por la con- duccién del partido. Los recién Negados, cuyo peso electoral se vuelve clave una vez que el radicalismo abandona la téctica de la abstencién, no se resigna- ran a desempefiar un papel sub- alterno y presionaran cada vez més por arribar a las posiciones de direccién a expensas de los viejos ndcleos terratenientes alojados en la cdspide del par- tido. La primera manifestacion importante de este proceso ten- dré lugar en ocasién de la dis- cusién de la candidatura presi- dencial para las elecciones de 1916, y el triunfo de Irigoyen con el apoyo de los represen- tantes de clase media indicaré cémo se ha modificado Ia rela- cin de fuerzas dentro del radi- calismo. El conflicto se haré més agudo durante el ciclo de los gobiernos radicales y, sobre todo, en la década de! 20 con consecuencias politicas signifi- cativas. Pero seguir estas vicisi- tudes en el libro de Rock (cuyos andlisis aparecen a veces estre- chamente economicistas) exce- deria los limites que nos hemos Propuesto. Carlos Molinari El lugar de Ia locura ‘Maud Mannoni, EI psiquiatra, su “loco” y el psicoandlisis, Bue- nos Aires, Siglo XI, 1976. Una _consideracién de la lo- cura, que pretende abarcar con- juntamente al loco, al psiquia- tra, ala institucién y al “saber” correspondientes _constituye una empresa mas que dificil. Si alla vez el discurso sobre la Ins- tituciOn psiquidtrica se desl sin mayores dificultades hacia la realidad de la institucion psi- coanalitica, el resultado puede bordear el escéndalo. M. Mannoni aborda esta em- presa riesgosa, y el resultado es una obra excelente, pese a cierto exceso abarcativo. Dis- cfpula de Jacques Lacan, su te Tento adna la solidez tedrica con la agudeza clinica, en una ‘perspectiva de cuestionamiento. Entre las obras de esta autora, ya conocidas en nuestro medio, su Primera entrevista con el psi- coanalista (Granica. 1973) es indudablemente uno de los li- bros de psicoandlisis mas leidos iltimamente. E/ nifio, su “en- fermedad” y los otros (Nueva Visién, 1976) es una reflexion sobre el anélisis de nifios que, partiendo de la clinica, muestra c6mo el sintoma aparece soste- nido por un discurso colectivo que abarca a la ver al nino, a Sus ‘padres y al terapeuta. En Psicosis infantil (Nueva Visién. 1971) se anticiparon temas y enfoques del texto que nos ocu- pa, En esa obra M, M. recopilé y comento una serie de trabajos presentados en las “Jornadas de estudio sobre psicosis-en el nifio” (Paris, 1967), promovidas y organizadas por ‘ella misma, en las que, junto a psiconalis- tas de orientacién lacaniana, par- ticiparon representantes ingle- ses del grupo fenomenolégico {Laing) y antipsiquidtrico (Coo- per) y el psicoanalista inglés Winnicott. Ya alli, resalta una virtud que contintia presente en su dltimo la capacidad para producir un discurso abier- to —y ademas claro, fo cual no deja de ser importante— donde los conceptos lacanianos se po- en en juego y se confrontan, vale decir, viven. Seria deseable que también este “estilo” ins- pire a los epigonos locales del Pensamiento lacaniano. La primera parte es el resul- tado directo de una investiga- cién realizada en un hospital psiquidtrico francés _y comple- tada con el conocimiento y el contacto con otras experiencias, particularmente inglesas. Ya la investigacién sociolégi- ca (Goffman, por ejemplo) ha destacado cémo la “carrera de loco” debe ser entendida mas allé —o més acé— de toda con- sideracién psicopatolégica como una contingencia relativa al con- texto interpersonal y soclal. Lo que se destaca frente al loco, suele ser la segregacin defen- siva, de modo tal que la queja y la demanda —puntos posibles para una forma de encuentro que rescate al loco a su lugar de sujeto— choca con una fun cién psiquidtrica asumida, ante todo, como moral y custodial, que hace desaparecer al sujeto en el seno de una clasificacion nosografica. “Desde que se emite un diag néstico de psicosis, la presién de la familia y la sociedad im- pulsan al médico a adoptar cler- tas medidas, en el punto preciso en que quizas el Unico acto mé- dico vélido seria oponer un re- chazo a la queja familiar y pres- tar oidos a lo que dice un paciente que corre el peligro de desaparecer como sujeto bajo el ropaje de la locura, para conver- tirse para siempre en ei objeto del cual se habla, del cual se goza. y del que se dispone” (p. 50). Frente a la concepcién psi- quidtrica clésica de la locura, que la definfa —con criterio mé- dico— como existente en el in- terior del paciente, el enfoque estructural —coincidente en ese sentido con la fenomenologia de Laing— pondra énfasis en mostrar a través del andlisis como cada paciente en su locu- 19 ra “nos remite a una aberra- cién que se sitda en otra parte y no en ellos mismos™ (p. 24). Por otra parte, si la locura es objeto de un tabi, es precisa- mente porque nos interpela en aquello que tenemos de mas propio. “El problema de la lo cura es inseparable de la pre- gunta que el hombre formula sobre su identidad (p. 27). En ese sentido, una verdadera actitud analitica contrasta con la omnipotencia nosogréfica de cierta psiquiatria que pretende saberlo todo de antemano sobre el paciente. Para aquella acti- tud, el saber no serd un mono- polio del analista, quien, para ser tal, debe prestar atencion a la verdad que se desprende del discurso del psicstico. “Recibir la locura” aceptar el desgarra- miento posible de tal interpela- cién, seré entonces posible. Y el delirio, lejos de ser una ex- presién aberrante que debe ser aniguilada —vana _pretensién gue generaimente sdlo consigue fijarlo— aparece para quien pue- de recibirlo como un “intento restitutivo de curacién” (Freud). En las referencias tedricas, destaca la autora que “el fend- meno de la locura no puede ser separado del problema del lev ‘guaje, de un lenguaje atravesado por los efectos de la verdad” {p. 26). No sélo porque desde la infancia se encuentra el indi- viduo atrapado por una clerta palabra relativa.a la “locura’ —a la vez amenaza y manda- to— significante de lo absolu- tamente extrafio. Mas. todavia, porque esa conducta “loca” se constituye “como un eco a una palabra siempre ‘lateral’ emitida por la familia o los miembros del hospital” {p, 39). A la vez, “pasar por loco” ante otro, asumir la “méscara de Ia locura” y jugar en ese lu- gar paraddjico esta asociado a un cierto placer. El tema es persistente en Ie literatura y los mitos. Véase este ejemplo que M. M. extras de Pirandello: “iAh!, jsi yo pudiera, si yo pudieral... jAh!, encajarme hasta las orejas un bonete de loco y correr por las calles y las casas lanzdndoles al rostro a to- dos sus verdades” (p. 43) Sila locura puede adoptar “el aspecto de un distraz 0 de una artimana” (p. 43). lo que atrae en ella es ia busqueda —imaginaria— de un cierto lu gar de acceso a una verdad. Pero cuando la locura “habla”, se enfrenta con la institucion psiquiétrica, que es confina- miento y pretende ser ciencia. Y como el modo en que la lo- cura se despliega es funcién del marco en que se la recibe, la figura del internado se asi mila a una suerte de monumen- to erigido para el psiquiatra. “La ambigiedad de {a practl- ca psiquidtrica es un hecho his- torico que merece ser recor- dado. Ei status moderno de la locura, como lo ha sefalado Foucault, no es el resultado de un progreso de los conocimien- tos, sino el resultado de una sitdacién que el hombre comén de fines de la Edad Media creé Para reconocer mejor al loco y separarse de él" (p. 59). La segunda parte aborda la relacién del psicoanélisis con la instituci6n psiquidtrica y con el campo de la locura. M. M. insiste en la necesidad de revisar los conceptos acerca de la situacién analitica y las caracteristicas del encuadre y el proceso analiticos. En ese sentido. la relacién con el psi- cético entendida en términos de “regresién” y “simbiosis”, no resulta adecuadamente abar- en cuanto descuida lo esencial: “Ia articulacién de los significantes”. Apelando a su experiencia Institucional busca responder a la siguiente pregunta: es posi- ble introducir en la institucién asilar a la institucién psico- analitica? La conclusién es que no hay lugar, en tanto las estructuras rigidas del asilo presentan un encuadre aun més inerte que el propio encuadre analitico. “Las transgresiones del en- cuadre analitico (asimilado por el paciente al encuadre asilar) corren entonces el riesgo de producirse en el asilo, que se convierte de este modo en el lugar del acting out. E! trabajo analitico se torna entonces im- posible en una situacién en la cual Ia constante se revela co- mo. una constante punitiva” (p. 84). Todo Io que se dice esté mo- delado ya por el asilo. No hay lugar para que surja una verdad, en la medida en que no hay lu- gar para lo imprevisto. A partir de alli, la ambigua posicién del snalista en la institucién asilar no puede provocar otra cosa que rechazo. “En un lugar de tipo carcelario, nada tiene que hacer una institucién que se proponga liberar una palabra” (p. 87). Esto no significa que para la consideracién estructural que la autora encarna, esté excluido el abordaje de la psicosis en una Perspectiva de cura. En cuanto el problema para el psicético se situa en el acceso imposible al deseo, la eleccion que se le ofrece al analista sera: 0 bien desemperiar el papel de “madre buena” sofocando mediante cri- ferios normativos 0 caritativos todo lo que en el otro ha que- dado fijado en una impasse, o bien sustraerse a Ia fascinacion Imaginaria que ejerce en él la locura del otro, y llegar por me- dio de la palabra (situdndose en un clerto lugar del discurso sintomético) a aquello que los efectos de sentido puedan repre- sentar como marca significante, en un recuestionamiento de la posicién: del sujeto. Pero en todo caso el encua dre de {a institucién (psicoana- litica 0 social), en cuanto es “depositario dei mundo fantés- tico del paciente” debe conver- tirse en objeto de andlisis, “pa- ra permitir que se desaten los vinculos. ‘psicéticos’ estableci- dos por el paciente con Ia Insti- tucion” (p. 129). En Ia tercera parte se abor- dan inicialmente los problemas que intenta responder a anti- psiquiatria y el modo en que el psicoandlisis puede responder a las mismas cuestiones. Una cuidadosa confrontacién tedrica permite acotar las contribucio- nes de Jacques Lacan en rela- cién a las concepciones institu- Gionalistas (Oury), fenomenolé- gicas (Laing, Esterson), antipsi- quidtricas (Cooper) ¢ interac cionales: (Bateson y Wynne). ¥ si algo debe ser indicado en la “clinica” de las psicosis, es que antes que nada lo que de- manda es “ser recibid: “Porque nunca lo repetire- mos suficientemente: en el mo- mento en que el psicético se ve llamado a tener que concor- dar con sus significantes, en ese ‘momento hace, en condiciones determinadas, un esfuerzo que desemboca en el desarrollo de tuna psicosi Esta psicosis no tiene tanta necesidad de ser ‘curada’ (en el sentido de una detencién) como de ser recibida, Lo que el paciente busca es un testigo y un soporte de esa palabra aje- fa que se le impone” (p. 183). Finalmente, la instituci6n psi- coandlitica, particularmente en relacién a los problemas derl- vados de la formacion y la en- 2 sefianza del psicoanélisis. mere- ce una importante consideracién critica, Lo hace partiendo de Ia his- toria del psicoandlisis y de la particular relacion de Freud con un “saber” doble: basado por un lado en la observacién cli- nica (Charcot, Breuer) pero a la vez en esa relacién imaginaria —transferencia mediante— con Fliess que se convierte en el soporte de otra forma de “sa ber" ligada a los avatares del deseo inconsciente. Y ese “'sa- ber” supone, ante todo, poder ‘ocupar !a posici6n de ‘'enfermo”. “En su fascinacién por las formalidades institucionales, los analistas han perdido de vista el origen de la experiencia freu- diana, experiencia en cuyo cur- so Freud habia ocupado en un principio y ante todo la posicién de ‘enfermo’ (repitamoslo: Freud mantuvo con Fliess un discurso sintoméatico, y el se- gundo ocupé en esa relacién el jugar de un médico idealizado). A través de esa relacién y de la queja de {a transferencia se te- ji6 el saber de Freud sobre el psicoandllisis...”. “Los analistas han perdido de vista toda esta verdad. La for- macién analitica ha tenido como eje no tanto la identificacion del candidato con el ‘paciente’, ‘como los desempefios que debe realizar en relacién con el obje- tivo fantaseado de ‘convertirse ‘en psicoanalista’. Han olvidado hasta qué punto es el analizan- do el que hace su andlisis: han puesto el acento en la dnica vertiente de-analista que se su- pone ‘hace’ un analista, en una tradicién de tipo totalmente ‘clerical’. Segun esta perspec- tiva, el analista ya no es el ‘su- Jeto que se supone sabe’, sino aquel que sabe para el ‘bien’ de su paciente, de un paciente que tiene el status de alumno” (p. 187-188). 22 Tembién la cuestién det le mado andlisis didéctico, ligado a los “ritos de iniciacién” en el andlisis, merece una indagacién que retoma la experiencia sur- gida de la historie del movi- miento psicoanalitico, para de- nunciar una desviacién “tecno- crdtica”. Ya Freud reconocié en 1914 que son las dificultades surgidas a propésito de la ense- fianza del psiconalisis las res- ponsables de las disensiones y las escisiones, y esto parece tener validez todavia. Las es- cuelas de psicondlisis han ido asemejéndose a un modelo de ensenanza médica universi en su interior proliferan los en- frentamientos, las intrigas y las luchas de prestigio, El candi dato a analista no puede menos que quedar “marcado por los efectos de rebote de estas que- rellas de cofradies, sobre todo si su analista no soporta que cuestione 0 agreda el marco institucional al que pertenece” (p. 191). La consecuencia de un “ tico” asi institucionalizado es. que en él, el lugar que realmen- te importa es el de alumno, a menudo ya totalmente fascino do por la imagen del analista “jefe”, que algin dia, cuando le Megue su turno estaré llamado 2 encarnar. El texto incluye también una confrontacién tedrica de la con- cepcién estadounidense y la en- sefianza lacaniana acerca del proceso analitico, en uno de los pasajes més esclarecedores, imposible, por otra parte, de resefiar. En conclusién, esta obra se abre sobre un conjunto de te- mas: {a institucién y el saber psiquidtricos, el lugar y la fun- cién del “loco”, las vias posi- bles de abordaje de las psicosis, la institucién psicoanalitica _y sus conflictos y fracturas. En un discurso fluido, M. M. reco- rre este extenso itinerario de- jando innumerables hallazgos, que son ante todo un estimulo permanente para Ia reflexidn del lector. Un eje constante recorre este libro jirable: la inten- clon desmitificadora y critica de la oclusién que en las institu- ciones asistenciales y formati- vas deriva de la cerrada asimi- lacién a un modelo médico, que en tltimo término se sustenta en un ideal moral represivo. Hugo Vezzett! Hudson: ~Un Giiraldes inglés? G. E. Hudson, Allé lejos y hace tiempo, traduccion de J. A. Brusa, prélogo de Jaime Rest, Buenos Aires, Ediciones Li brerias Fausto, 1877. Hay una larga historia de inte- lectusles europeos asimilados por Ja cultura argentina, Pedro de Angelis, Paul Groussac, Ama- deo Jacques, Charles de Sous- sens, son algunos de los nom- bres de una compleja tradicién de intelectuales extranjeros que se integran y llegan a cumplir funciones a menudo decisivas en distintos momentos de nues- tra historia. Preguntarse por esa funcién, preguntarse cémo fueron integrados, qué lugar ‘ocuparon, cémo influyeron en la literatura’ argentina es un modo de entender los mecanismos de una cultura que —definida des- de el principio por la oposicién entre civilizaci6n y barbarie— tuvo en el europeismo, en el eosmopolitismo, una de sus co- rrientes principales. Corriente que ‘se superpone en nuestro pals con Ia historia de los inte- lectuales y a la que Sarmiento sintetizaba en 1848 al definir asi al que consideraba el mayor intelectual argentino de la épo- Es Florencia Varela en efec- to no el hombre més instruido que tiene hoy la Republica Ar- gentina, sino la r.turaleza més culta, el alma mas depurada de todos los resabios americanos, es el europeo aclimatado en el Plata”. Y si los escritores argen- tinos (Echeverria, Sarmiento, Cané pero también Borges) se han definido por su relacién con Europa y en més de un sentido han definido su funcién como la de “aclimatar” en el Plata las ideas europeas, estos “'verdade- ros” europeos encarnaban y condensaban a menudo Ia figura del intelectual por excelen No es casual que el italiano Pe- dro de Angelis, experto en Vico, colaborador de la Revue Enci- clopedique, amigo de Michelet y de Desttut de Tracy fuera el intelectual orgénico del rosismo, el encargado de sistematizar el aspecto europeo, ilustrado y li- beral de la contradictoria poli- tica ideoldgica de Rosas; del mismo modo que no es casual que fuera un europeo, Charles de Soussens, versién acriollada y un poco parddica de Paul Ver- laine, el que encarnara de un modo ejemplar y hasta sus dlti- “mas consecuencias la ideologia de la bohemia literaria en la Ar- gentina modernista de comien- zos de siglo. En cada caso ve- ‘nian como a cristalizar y a sinte- tizar, en tanto europeos, la figu- ra modelo del intelectual ergen- tino. En este sentido no hay caso més representativo que el de Paul Groussac: porque sin duda el intelectual de! 80 por excelencia es Groussac y no Cané, ni Mansilla, ni Wilde. Ahora bien ,qué lugar tiene Hudson en esa tradicion? ¢Ha- bra que considerarlo, también a 41, un escritor europeo “aclima- tado en el Plata”? Esa no es la opinién de fa critica argentina que més bien (Hudson nacié en Quilmes, en una familia de ori- gen inglés y vivié treinta y tres afios en Argentina) lo considera un escritor argentino que desa: rrolla su obra en Europa. Esta asimilacién parece un poco abu- siva. Escritor de lengua inglesa, Hudson es un europeo que es- cribe para europeos. Por su- puesto la tematica de alguna de sus obras es argentina pero basta analizar en Allé lejos y hace tiempo el sistema de ana- logias y comparaciones para encontrar un procedimiento te pico. por ejemplo. en los viaje- ros ingleses. (“Esos renegridos pajaros, como el cuclillo euro- peo”. “Florecia en noviembre, un mes tan caluroso como el de julio en Inglaterra”. "Yo solfa ver, hace muchos afios, a un in- menso sujeto peludo que sé pa- seaba por el parque St. James. Puede ser que algunos de los jectores recuerde a tan excén- trico personaje; les aseguro que era realmente un elegante com- parado con mi ermitano”.) Hud- son utiliza siempre como tér- 10 de la comparacién un ele- mento familiar al lector europeo. Pero no sélo escribe en inglés para lectores ingleses: de he- cho Hudson Se define como es- sritor inglés (“Nuestra literatu- ra postica. particularmente des- de la primera apari Lyrical Ballads” de Words worth). En este sentido habria que emparentarlo, antes que con Conrad, con Rudyard Kipling. Como Kipling (0 para tomar un ejemplo contempordneo, como Doris Lessing) Hudson es un es- critor nacido en “les colonias” {y como ha sido sefalado en un anélisis clésico de la economia europea no habia mucha dife- rencia entre Argentina y la India en sus relaciones con Gran Bre- tafia 2 fines de siglo) que se educa y vive en una cerrada co- munidad inglesa. Por de pronto lo mejor de Allé lejos es justa- Mente la reconstruceién de la vida y las costumbres de esos colonos ingleses que tratan de Preservar su cultura, su lengua y sus tradiciones en medio de la agresiva realidad de la cam- pafia bonaerense durante la épo- a de Rosas, ("Las familias mas présperas enviaban a sus hijos Para seguir estudios a Inglaterra Pero era muy costoso y nuestra situacién econémica no fo per- mitia”; se recurria en esos ca- $08, para garentizar una educa- cién inglesa, a preceptores que, como el memorable Mr. Trigg “erraban a caballo por las pam- a8, visitando a’ los colonos in- gleses, escoceses ¢ irlandeses, criadores de ovejas en su gran mayoria, pero evitando todo con- tacto con los criollos"). La vi- da de esos colonos no se dife- renciaba demasiado de la de otros subditos ingleses asenta- dos en las distintas regiones del mundo hasta las que Ilega- ba el comercio britdnico y sus “avanzadas del progreso” al de- cir de Conrad. ‘Como Kipling, Hudson utili- zara su experiencia en esos iu. Qares “exéticos” para elaborar una literatura a tono del lector europeo de la époce. Esas re- giones de Africa, Asia 0 Amé- rica Latina, todavia libres del efecto “destructor” de la civili- zacién industrial, donde la so- ciedad parecia mantenerse en estado de naturaleza conserva- ban para la mirada europea, toda la atraccién del misterio y de la inocencia. Pero esta nostal- gia del estado de naturaleza 24 (que no casualmente en Hudson se identifica con la nifez, con la libertad, con el paraiso perdido y con la memoria magica del “pais natal"), este culto a la simplicidad primitiva del mundo natural opuesto 2 los. artificios y 2 la corrupeién de la vida urbana, también se habla con- vartido en esos afios (por otras razones} en una de las ideolo- gias bésicas de la cultura argen- tina. Momento clave en nues- tra historia intelectual, se pro- duce una inversion en {a tradi- cional dicotomia entre civilize- cién y barbarie. Porque si desde Sarmiento, Echeverria y Alberdi a barbarie habia sido el de- sierto, fa pampa, el primitivo mundo rural en guerra con la ciudad y con fa civilizacién, ha- cia fines de siglo la ciudad, in- vadida por los inmigrantes, aso- lada por “los bajos intereses materiales” y por las luchas s0- ciales pasara a ser la metafora negativa y hostil de una socie- dad en transformacién en la que estén en peligro las pautas tra- dicionales. Correlativamente la pampa, el gaucho, el pasado rural, se transformardn en el pa- raiso perdido donde se conser- van los valores de una Argen- tina secreta y esencial. En ese marco se producen las. primeras traducciones de Hudson y su asimilacién a una tradicion de fa literatura argentina, en el i terior de Ia cual es leido y co- mentado. Es significative, en este sentido que Borges haya sido el primer escritor argentino que escribié un ensayo sobre Hudson. En £/ tamafo de mi esperanza, libro de 1926, diré que en Hudson “esté claro y terminante el dilema que exa- cerbé Sarmiento con su. gritona civilizacién 0 barbarie y que Hudson resuelve sin melindres, tirando derechamente por la se- gunda. Esto es, opta por ta lla- neza, por el impulso, por la vida suelta y arisca. sin estiramien- tos ni formulas, que no otra cosa es la mentada barbarie”. Se trata, por supuesto. de otro Bor- ges: el Borges de la década del 20. populista, irigoyenista, de- fensor de “'la criolleda”: ef Bor- ges que resume el clima inte- lectual que dar como resultado mayor el Don Segundo Sombra de Giiraldes. Don Segundo Sombra (novela a la que, por otro lado, Borges emparenta con Kim de la India de Kipling) donde aparece, como en Hud- son, la exaltacién de la vida natural asimilada con el relato de iniciacion, ta nostalgia de una mitica Edad de Oro identi- ficada con el fin de la infancia y también una mirada fascinada, un poco turistica, de las costum- bres rurales. Si De Angelis es el reverso, pero también la figura comple- mentaria de Echeverria durante fa 6poca de Rosas; si Groussac es una especie de doble perfec- cionado de Miguel Cané; si Soussens es la contracara de Lugones {y en este caso habria que tener en cuenta la presen- cia y el papel mediador que en- tre los dos cumple Rubén Da- rio); si Gombrowicz (ese pola- co vagamente apécrifo también aclimatado durante largos ahos en el Plata) es el reverso de Borges, o mejor, se define en el Dierio argentino como el rever- so de Borges, ghabré que decir que Hudson es un Giiraldes in- glés? No seria indtil releerlo desde esa perspectiva, esto €3, pensar sobre todo en el con- texto en que su obra comenzé a ser traducida entre nosotros y sus libros asimilados e inte- grados en la literatura argen- tina. Emilio Renzi La politica del ochenta Natalio R. Botana, El orden con- servador. La politica argent na entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977. La legitimidad del poder, la organizacidn del consenso, ta re- solucién juridico-institucional de los conflictos, tipicas cuestio- nes de la sociologia politica, son ef andamiaje que organiza la densa materia histérica del pre- sente ensayo de Natalio Botana. Ei Estado argentino moderno habia surgido del término de las disputas que —desde Caseros a la federalizacién de Suenos Ai- res— enfrentaron a diferentes fracciones del patriciado. Por entonces, un conjunto de insti- tuciones y sus reglas, que res- pondian al modelo republican, aseguraron la permanencia en el poder de los sectores cuya he- gemonia habia cristalizado en torno a la figura de Roca. Botana se propone describir estas leyes de funcionamiento y comparar su modelo formal con el movimiento social efec- tivo. La pregunta seria: ¢qué ti- p0 de sociedad, de costumbres politicas, de ideologia, se cobi- jaba tras la formula alberdiana que resume el proyecto del 807 Veamos primero la formula: “"Repito que estoy libre del fana- tismo inexperto, cuando no pocrita, que pide libertades po- liticas a manos flenas, para pueblos que sélo saben emplear- las en crear sus tiranos. Pero deseo abundantisimas las liber- tades civiles 0 econémicas de adquirir, enajenar, trabajar, na- vegar, comerciar...", cita Bota- na. Tras haber procedido a la unificacién geografica y politica de la nacién, la oligarquia —con- cepto que Botana analiza en su ensayo— abordé la tarea de definir, en la practica politica, la aplicacin de los principios constitucionales. En primer lugar, los medios para implementar el control de Ja sucesion presidencial (y de los gobernadores provinciales); luego, la unificacién del sistema electoral, que es el instrumento para el cumplimiento del primer objetivo, Segtin los preceptos constitucionales, de la voluntad del pueblo elector, expresada en el comicio, surgen —sin me- diacién— el gobernador y la le- gislatura provincial asi como los _diputados nacionales: y —por la mediacién del colegio electoral— el presidente, y de las legislaturas provinciales, los senadores. Sin embargo, la élite Gre6 un dispositivo electoral que ‘sélo en la forma conservaba es- te movimiento, ya que el conte- nido ‘efectivo del sistema era el de una “repiblica electiva”, en la que un bloque de notables 7 25 {eobre quienes pesaba la volun- tad del Presidente) definia los candidatos a la sucesién. En los hechos, explica pormenoriza- damente Botana, el Presidente Se convertia en Gran Elector de ‘Su suicesor y supervisaba estric- tamente las sucesiones provin- clales y la integracién de .los cuerpos legislativos. Esta rept- blica electiva es la expresin politica de las elites de poder y, al mismo tiempo, la fuente de la “crisis de legitimidad™ que haré tambalear su escenario desde los albores del siglo XX. Una anécdota registrada por Botana, quien le adjudica el ca- racter emblematico que efecti- vamente tiene, describe los por- menores del funcionamiento y composicign de la clase politica. Dice Botana: “La designacién oculta no parece ser, sin embar- go, un acto perteneciente a una Suerte de ambito reservado del Presidente: exige por el contre- io la intervencién de otros ac- tores. El mismo Rivarola [Ro- dolfo Rivarola] describe las co- sas afios después: .. «de pronto ‘of que nuestro politico decia: ‘Pero si a ese X (el gobernador) nadie lo conocia. El goberna- dor cesante Y no podia enten- derse con el senador Z sobre la eleccién del sucesor. Enton- ces yo los reuni una noche en que el Presidente debia venir para verse con ellos. Aqui, en esta misma sala los arreglamos y decidimos que X fuera gober- nador’. El politico era el doctor Pollegrini, a provincia era Santa Fe y el Presidente el General Asi, no sin conflictos internos {el de Ia rivalidad de jurisdi cidn y poder entre el gobernador de Buenos Aires y ef Presidente fue el ms grave), un conjunto de notables asumia el gobierno, el control de la sucesion y ase- guraba el orden politico y la 26 continuidad juridica de la repi- blica conservadora. En el en- sayo de Botana se describe la Integracién de esta élite, extre- madamente reducida, y de su cipula constituida por ex Presi- dentes, gobernadores, ex vice- presidentes y legisladores na- cionales. Por otra parte, al se- fialar la circulacién de los nota- bles entre uno y otro peldafio de los oficios republicanos, Bo- tana corrobora el carécter cerra- do de la clase politica, sus vinculos familiares y Ja extensa permanencia de sus miembros en el cargo publico, La intervencién del gobierno nacional en las provincias y el fraude electoral son —siguien- do el ensayo de Botana— los dos rasgos caracteristicos de la etapa. No son sdlo los radicales los que denuncian el fraude co- mo principal cualidad del meca- nismo electoral. Hacia el 900; los notables reformadores, como Joaquin V. Gonzélez ¢ Indalecio Gomez, dejaron en sus interven- ciones parlamentarias testimo- nio_de los métodos_aplicados en toda la repdblica. En el largo debate que precedié a la san- cién de la nueva ley electoral de 1912 no todo versé sobre circunscripciones electorales 0 tipo de representacién. Muchos de fos notables no compartian el juicio optimista que adjudica- ba al radiéalismo el lugar de una primera minoria, El ensayo de Botana se cierra con el ané- sis de lo que hoy, llamariamos un “error de calculo”, El ciclo de las reformas no podia dejar intacta la presidencia. En sintesis: el libro de Botana demuestra que la interrogacién sobre la legitimidad, no en tér- minos éticos sino sociolégicos, puede proporcionar una pers- pectiva stil a la historiografia politica. Silvia Niccolint Chicanos y navajos: un drama de minorias “Los lugares a los que nos mudamos son lindos y tranqui- fos: barrios judios, irlandeses 0 italianos. Pero después de dos © tres afios, éstos se van y em pieza a llegar la gente que vive del Seguro Social. Soy un hom- bre decente. Por qué los ju- dios 0 los italianos se mudan cuando yo Ilego? Por qué hu yen?" José Vega es un porto- rriquefio en Nueva York. tiene trabajo estable, una familia con hijos en la secundaria, es té¢- nico y trabaja en un hospital privado. Sin embargo, la socie- dad a la que procura integrarse, cuyos valores ha adoptado re- nunciande incluso @ una porcion de sus propias tradiciones cul- turales, cumple con él el mismo ¢ircuito de rechazo que hace décadas soportaron también los Irlandeses, los italianos a su Wegada a Nueva York, La his- toria pone su toque de ironia en el 6xodo de barrio a barrio de los Vega: son precisamente los segregados de ayer los que tmiran con malos ojos la Hlegada de portorriquefios a sus distri- tos residenciales. Los blancos de origen no hispanico con quie- nes trabaja Vega y en cuyos barrios desearia vivir, no lo con- sideran simplemente como a un trabajador portorriquefio sino como representante de un grupo indeseable. En la actualidad, una buena cantidad de datos sugiere que, quizés més que los negros, los Portorriquefios sufren la caren- cia de una “imagen social posi- tiva”: representan el Seguro Social, les drogas, la marginali- dad para comunidades que hace s6lo treinta afios el norteamerl- cano de origen anglosajén des- preciaba y, en ocasiones, temia. El tipo de rechazo que persigue hoy a los portorriquefios tiene una larga historia en Nueva York, ciudad que tuvo varios otros objetivos de marginamien- to. Los “patanes irlandeses”, arribados hacia fines del siglo pasado, de los que se descon- ba por celtas y papistas y a Jos que se obsteculizaba el in- greso al trabajo més calificado y la participacién politica. Y de los judios, el New York Times escribia en 1893: “Este barrio esté casi totalmente ocupado por gente que alega haber sido perseguida en Polonia o Rusia. Lo cierto es que sus residencias molestan la vista en Nueva York y constituyen el lugar més su- cio de! mundo”. En una dramética descripcién de la ciudad norteamericana, Muerte y vida de las grandes Giudades, Jane Jacobs detalla el obsesionado camino que reco- rren los ricos desde el centro de la ciudad, la isla de Manhat- tan (hoy invadida por la basura y el deterioro} hacie las afueras, Sseguidos por negros, chicanos y otras minorias que van ocupan- do sus barrios y sus casas, Co mo la historia parece tender a convertirse en un circulo, la pro- fecia de otro de los portorri- quefios entrevistados por el New York Times —publicacién que ha recopilado un extenso material sobre el tema— desa- fortunadamente no parece impo- sible: “Somos una raza grande y orgullasa, Nuestros hijos s ran mejores que nosotros y qui- zis, algin dia, legue otra raza que los portorriquefios discrimi- narén. Espero que no suceda, pero fijese lo que ha pasado hasta ahora”. El estado de Arizona es, tam- bién de acuerdo con el New York Times, escenario de otro drama de minorias. Lo que segin al- gunos testigos es la mayor re- Ubicacién de una tribu indigena desde el final de las guerras que los tuvieron como prota- gonistas y derrotados, se est realizando en nombre de la jus- ticia, El gobierno de los Esta- dos Unidos intenta rectificar la demarcacién de tierras de las reservas navaja y hopi. De acuerdo con los técnicos fede- rales y los reclamos de los hopi, tos navajos ocupan actualmente amplias extensiones que no les pertenecen. Y el estado ha re- suelto que esas tlerras sean de- vueltas a sus legitimos duefios: las reservas hopi, Pero para ello es preciso expuisar y reubicar 3.500 navajos, que. por supuesto, resisten la medida. El programa de reubicacién con- templa una asignacién de 5.000 délares por familia, en bonos del gobierno, ademas de la construccién de la nueva casa. Si los navajos mds jévenes y menos tradicionalistas_—una minoria dentro de los 3.500— estarian dispuestos a aceptar los términos de la oferta, la ma- yoria de los més viejos y me- nos Inclinados a la innovacién alegan haber vivido por espacio de generaciones en esas tlerras y se muestran renuentes a abandonarlas por la fuerza o el imperio de la decisin federal. En realidad, més que renuentes. “Voy a matar a alguien antes. Me quedaré y pelearé. Si algin agente federal llega aqui, lo haré trizas al desaraciado. No me importa que venga el mis- misimo presidente”. Quien pro- nuncia la amenaza ya conocié antes un proceso de reubica- ion, por motivos similares. En la localidad de Big Mountain, una pastora, cuyos abuelos y bisabuclos pacieron sus ovejas en el mismo sitio, resistié con violencia la llegada de la co- misién federal: atacé al jefe con su cayado y le tiré un pufnado de arena a los ojos; luché luego con otro de los hombres, que Ja habfa Insultado, lo vencié y tiré al suelo. Es impredecible lo que sucederé en Big Moun- tain y en cientos de otras casas navajas cuando las comisiones vuelvan decididamente. a forzar el cumplimiento del plan. El problema cultural e ideol6- gico, que el gobierno norteame- ricano deberé resolver si desea avanzar en su programa de jus- ticia para con los hopi, es arduo. Para los navajos tradicionalis- tas el dinero carece de valor, y tampoco quieren nuevas casas. Pretenden sdlo conservar las ovejas y las pasturas de sus antepasados. Y, sin duda_ toda reubicacién reaviva historias y recuerdos de marchas, desalo- Jos y. éxodos sobre tierras que, por centurias, habian sido sus dominios. 2 Vistazo sobre ed en el exterior La génesis de la palabra re- produce un simposio de la Aso- ciacién de Psicologia cientifica de Lengua Francesa, realizado en 1975. El volumen plantea y elabora respuestas en torno a Preguntas sobre la adquisicién del lenguaje en los. nifos, el desarrollo de las actividades de Tenguaje. la comunicacién pre- lingGistica, el desarrollo cognl: tivo y la adquisicién del lenguaje y el bilingismo, con la partici- pacién de J. P. Bronckart, P. Mal- tleu, M. Siguan Soler, H. Clair de Zwart y otros especia- listas. Edits PUF con el titulo La genése de Ia parole. Dialogues, la coleccién de Flammarion, publica precisamen- te el volumen con Jos didlogos entre Gilles Deleuze y Claire Parnet. En ellos, Deleuze am- plia su critica del “imperialis- mo psicoanalitico” y avanza Propuestas para lo que é! deno- mina una nueva ciencia: 1a “eco- nomia libidinal”, cuyo objeto es Ig articulacién y el mecanismo del deseo. También en Dialogues, Flam- marion ha publicado reciente- mente los del lingiiista norte- americano Noam Chomsky con la Investigadora francesa Mit- sou Ronat. Con claridad, se ex- ponen las lineas que condujeron @ vincular el estudio de! len- guaje con Ia psicologia y la sociologia. Pero Chomsky ex- pone también sus ideas politi- as y su concepcién del “deber de los Intelectuales”. Imagen y pedagogia. Anélisis semiolégico del film didéctico, de Genevieve Jacquinot, encara el andlisis de los documentos audiovisuales ¢ interroga su es- tructura a fin de conocer los mecanismos de su _ funciona miento, Se plantea, luego, o6- ‘mo construir un film o una emi- 28 jones sién televisiva con objetivo di- déctico. Edité PUF. El _espectéculo, enciclopedia de cine, circo, teatro, tv, ballet, aparecié el afio pasado en Milan. Incluye voces generales de ca- récter teérico-critico y una gran acumulacién de datos en las en- tradas correspondientes a auto- res, actores, directores, etc., desde la antigtiedad hasta hoy. ‘Con mas de 700 paginas, edit6 Garzanti. Teatro inglés, sus formas y desarrollo es el titulo de un con- junto de ensayos reunidos por Marie Axton y Raymond Wi- Mliams, uno de los més brillantes criticos ingleses. El volumen incluye ensayos sobre el uso de la méscara en el teatro isabe- lino, la forma cémica en Ben Jonson, ef drama histérico, la relacién entre las concepciones de psicopatologia en el siglo XVII y su reflejo en el teatro y un trabajo, precisamente de Ray- mond Williams, sobre el medio social y el medio teatral. Edité Cambridge University Press, con el titulo de English Drama. Los grandes folletines es el nombre de una coleccién de Flammarion aparecida en 1977. Tanto en Paris como en Buenos Aires parece ponerse al orden del dia Ja literatura de aventu- ras, sentimental, roméntica, que coloca la accién en primer plano y la simplicidad y convencions- lidad de conflictos muchas ve- ces rebuscados hasta la exage- racién como principal atractivo. Flammarion ha editado: El oro de le Berezina, un drama de la poca napolesnica, y Ebano, la historia contempordénea de una hegre, campeona olimpica y gra- duada en ciencias politicas que descubre un horrible contraban- do humano en pleno desierto. Mientras tanto, en Nueva’ York se reeditan los folletones de Ce- sare Zavattini, EI siglo de las luces, monu- mental obra colectiva de Albert Soboul, Guy Lemarchand y Mi- chéle Fogel, ha visto aparecer el segundo volumen de su pri- mer tomo. que abarca desde la muerte de Luis XIV hasta 1750. Demosrafia, economia, historia cultural y filoséfica explican las guerras tradicionales y los nue- Vos conflictos que preparan la plenitud del siglo y el ciclo de Grandes transformaciones que se avécina. Edité PUF, con el titulo Le siécle des Lumiéres, tomo |, L’Essor. Exposiciones en Europa En 1977 se cumplieron cuatro- cientos afios de! nacimiento de Rubens. Como no podia ser me- nos, sus obras fueron expuestas en varios museos europeos, en muestras, algunas de ellas, me- morables. Mas de 200 dibujos del pintor flamenco pudieron verse en el British Museum de Londres: en Anvers, una mues- tra estuvo consagrada al funda- mental periodo italiano y en Paris otra exposicién del pintor, organizada por el profesor Ma- ler Hofstede, evocaba el mismo periodo. En Colonia, en 1972, pudo comprobarse, a través de las piezas de un conjunto ex: cepcional, la profunda influencia que la pintura italiana ejercié sobre los alemanes del siglo Xvil. Asimismo en Mantua, otra exposicién Rubens, realizada en noviembre de 1977, justifiod am- pliamente la afirmacién de una Impronta profunda: en Rubens, como en Goethe, el deslumbra- miento ante la antigiedad y el arte renacentista se tradujeron en la “forja italiana”, Una vasta coleccién de obras del expresionismo aleman fue expuesta en !a Galeria Nazionale di Arte Moderna, de Roma. La muestra incluye un centenar de ‘obras de gréfica y cuadros de Heckel, Kirchner, Mueller, No!- de, Pechstein y Schmidt-Rottluff. También en Roma, en este mo- ‘mento, puede verse una colec- tiva titulada: “Alemania: princl- plo de siglo”. Ambas exposicio- nes resaltan la importancia, no ‘s6lo para la pintura sino también para la gréfica, la escenografia, la caricatura politica, de los artistas que hacia 1905 se agru- paron en Die Brucke_ £] Grand-Palais, en Paris, ofre- 6 sede durante enero de 1978, @ una exposicién de piezas de orcelana de Vincennes, origen de la de Sevres, que fueron pro- ducidas en el decenio que corre entre 1745 y 1756. Sobre la muestra y el cardcter de las plezas, la critica de Paule-Marie Grand’ aseveraba: “No era facil ordenar tantos bellos objetos que nacieron sin orden, ya que Vincennes. fue un nudo de expe- tiencias donde se utilizé con una suerte de voracidad un re- pertorio decorativo inmenso. Al comienzo, era inevitable un es- tilo recargado. Luego, muy r& pidamente, incluso antes de la depuracion de Sevres, la porce~ lana debi6 elegir. Y no solo en su propio dominio, entre los efectos del estilo japonés Imari y los de Meissen o Chantilly: escuché solicitaciones de mu- chas fuentes, de la orfebreria, de la escultura, de la _marque- teria en maderas preciosas. Y Jos Gobelinos muestran con evi- dencia fa circulacién de temas, en una época en que un cande- labro se disefiaba como un jar- din o una columnata”. Brillante. contaminada de influencias no depuradas ain, y heterogénea, Ja muestra de porcelanas testl- monia un momento del arte del siglo XVIII en que la sofistica- cién se ha convertido en una segunda naturaleza. Sobre la practica psicolégica En su Boletin ndmero 49, de diciembre de 1977 que acaba de llegar @ nuestro pals, le Sociedad Interamericana de Psico- logia, que agrupa como ssociacién cientifice y profesional a psicélogos de toda América, comunica que. por decisién de su Junta Directiva, la Sociedad ha adherido a la Resolucién sobre Etica Profesional en Psicologia, eprobade, en junio de 1966, por Ja Asamblea de la Uni6n internacional de Psicologia Cientifica. Junto con la “condena al vejamen y persecucién de los psicé- logos y profesionales afines”, su destitucién de los cargos que ocupaben y su exclusién del trabajo profesional, la Sociedad afirma: “La utilizacién de los conocimientos y técnicas psicolé- gicas para la violacién de los derechos humanos... deben ser violentamente rechazados”. Y, més adelante, la misma declara- cién agrega: “le colaboracién por parte de psicélogos en actos de represi6n y tortura dirigide @ prisioneros politicos 0 a otras personas [debe considerarse] como una violacién al cédigo ético de la profesién”. Al respecto conviene recordar que este tramo de la declaracién pone sobre el tapete las denuncias reiterada- mente realizadas por intelectuales soviéticos sobre internacién de prisioneros politicos en manicomios y otros usos represivos de técnicas psiquidtricas. Tales denuncias, debidemente com- probadas por las organizaciones internacionales que abordan la cuestién de los derechos humanos, estén en la base de ese punto de le DeclaraciOn suscrita por la instituclén mencionada, cuya sede es la Paul University, de Chicago, Carlos Fuentes: el limpido deseo de Bunuel En el ndmero 14 de Ia revista “Vuelta”, publicada en México con la direccién de Octavio Paz, se publica un texto de Carlos Fuentes, “Dia- tio de ayer y de hoy”, del que extraemos un sobre el film “Ese oscuro objeto del deseo”, de Luis Bufuel. Dice asi: Es la tercera versién cinema- togréfica de la novela de Plerre Louys, La Femme et le Pantin; las dos anteriores fueron diri- gidas por Sternberg y Duvivier; primero Marlene y luego Brie gitte encarnaron a la bailarina Conchita, éngel y demonio en una sola came. La unién de Conchita-Jekyll y Conchita-Hyde en la misma persona, parad6- jicamente las separaron; Stern- rg_y Duvivier, siguiendo las Indicaciones de’ Pierre Louys, establecieron una simple antino- mia. Bufiuel hace exactamente lo contrario: emplea a dos ac- trices diferentes y resuelve la contradiccién: el éngel y el de- monio son la misma mujer, aun- que fisicamente don Mateo, el hombre que la (las) desea las (la) perciba a’ veces con los rasgos friamente clisicos de una ‘© con la apariencia vulgarmente sensual de la otra. Don Mateo ‘ve a una Conchita entrar al ba- fio @ cambiarse de ropa; sale la otra armada con un corset de cien nudos gordianos, Conchita deja de ser dos, deja de ser una dividida en dos, deja de ser con- tradicci6n: es ‘una porque es otra. El deseo ha encontrado Su oscuro objeto: la mujer se ‘ofrece como una y otra y Don Mateo, prisionero de la légica formal que todo fo concibe se- parado, dual, en oposicién, no uede cortar con su espada fé- lica los nudos del corset, Le hace falta aceptar que la mujer, para ser suya. exige que Don Mateo también sea otro y él no puede: no es capaz de transfi- guracién, debe poseer 2 la mu- jer como su objeto y debe po- ‘seerla como don Mateo, hombre decente, ordenado, rico y cin- cuenton. Don Juan siempre vio a la mujer como un espejo: la mujer se veng6 devolviéndole la ima- gen del cielo y del infierno a fin de despojar ai libertino de su libertad pagana. E! Don Juan sin cielo ni infierno se llama Case- nova, el espantoso Casanova de Fellini: lejos del mundo paga- no, pero también lejos del mun- do religioso, Casanova es Don Juan desmentido por el Siglo de las Luces. Capturado en la ra- clonalidad dieciochesca, Casa- nova es una méquina légica de fornicacién mecdnica. Don Ma- teo es el Don Juan y el Casa- nova de nuestro tiempo, sin mi- to pagano, sin mito religioso, sin mito filoséfico: simplemen- te, un caballero decente que se ha culdado de la pasién pero que al sentirla por primera vez consiente en apropiérsela: la pasién debe ser propiedad a fin de ser aceptable. Conchita se niega a ser parte del patrimonio de don Mateo, junto con las ca- sas en Sevilla, los apartamen- tos en Paris, los automéviles y las cuentas ‘de banco. La per- versidad de la mujer que no es dos sino otra consiste en exli- girle a don Mateo una transfi- guracién similar que los retina. Incapaz de este salto mortal, Don Mateo, el viejo Don Juan, paga el precio de la impotencia: el sexo, “more bestiarum™ se- gun San Agustin, no consiente mas pecado que el de la propie- dad. Y la propiedad es a sole- dad. “More bestlarum” en el siglo veinte: el animal enjaula- do. solitario, duefio de uns calda, habitante ciego de la pledra y el barrote que Blake vaticind como los materiales de cons- truccién de la sociedad moderna. La puta, la coqueta, Conchita, exige el amor a don Mateo, el hombre de propiedad que se quiere comprar el Iujo de la pa- sién, Los papeles se invierten: no es Conchita quien le niega el amor a don Mateo, sino éste quien se lo nlega a la mujer. El objeto del deseo de don Mateo es ser duefio de Conchita: el objeto def deseo de Conchita es ser otra para ser ella misma. Yo soy yo, dice el viejo; yo soy otra, dice Conchita, y ti debes ser otro para ser yo. Préxima a Tristana en su Inti- midad biogréfica y al Discreto encanto de la burguesio en su ironia cémica, la tiltima pelicu- la de Luis Bufuel trasciende las comparaciones con su prop filmograffa_a fin de reafirmar, una vez més, la continuidad de un movimiento del espiritu que gracias a Bufiuel difiere su ex- tincién histérica y se ofrece como una actividad permanente del ser poético. Ese oscuro objeto del deseo es una obra surrealista. Acaso Ja més surrealista de las pelt- culas de Bufuel, junto con La Edad de Oro a la cual la liga una visién comin de la supere- cién de las contradicciones y el deseo como motivacién supre- ma asi como la nitidez de la descripcién de los obstéculos sociales, econémicos y siquicos que se interponen entre le de- seo y el objeto. Consagracién de la historieta Mujer maravilla, éxito de la television, sobre el que seria dificil discernir si proviene de la masiva audiencia infantil 0 del revivalismo camp de adultos mayores de treinta afios, y La guerra de las galaxias, uno de cuyos encantos mayores =si no el Gnico— es que recuerda a las historietas, se han escapado precisamente de ellas y vienen a testimoniar su persistencia. Esto no es nuevo, pese al relativo ocaso que la especie atravesé en la Argentina en la década del sesenta, cuando qued6 en las manos de Bienales cultas, lecturas de vanguardia y ensayos sobre comunicacién de masas. De Italfa Mega una nueva consagracién: nada menos que na Enciclopedia. Etectivamente, las Edizion! Oftaviono de Milén han publicado el primer tomo de la Enciclopedia del Fumetto, de Graziano Origa, consagrado al género fantés- tico y al thrilling. Las 222 entradas breves incluyen Ia pro- duccién nortearnericana y europes, indican los sucesivos autores (es sabido que una misma historieta puede pasar de mano de en mano, por muerte de su autor original 0 disposicion de Jos todopoderosos sindicatos que son due- fos del personaje, ef titulo, las caracteristicas etc.). defl- nen someramente el tipo de héroe, su relacién con le violencia, ef sexo, los débiles, les minorias raciales, el patriotismo, a guerra, y caracterizan la funcién que se asigné explicitamente a algunas de las historletas tanto en Ia lucha contra el nazismo como en los posteriores afios de la guerra fria. Cada entrada, como es previsible, esté ilustrada por el cuadro que representa al personaje cental, quien generelmente presta su nombre a fa tira. EI lector podré enterarse, asi, de que el creador de Mujer Maravilla fue un psicélogo que convencié a sus edi- tores que infringieran fa regia de oro de los héroes mascu- linos. Podré seguir las lineas de préstamos de personajes que llevan al Dr. Kildare def cine a Ie historleta y de ella 2 Ia television, 0 el inverso camino de otro médico, Ben Casey. Junto a Mandrake, Little Nemo, Flesh Gordon, Steve Canyon o el Sargento Kirk, encontraré algunos personajes de Breccia y un buen nimero de tiras italianes y frencesas ‘menos populares 0 desconocidas en Is Argentina. EI comic-lexikon de Origa esté precedido de slgunas consideraciones brevisimas que no abordan la metodologia con que se construyé su enciclopedia —datos que hubie- ran sido deseables— pero que contribuyen a delimitar la funcion sociocultural y politica de la historieta en el marco de la socieded norteamericana de la déceda del veinte, lugar y' momento en que fueron catapultadas a su fama mas universal. Se apuntan Jos mecanismos de identifica- ci6n con el héroe que, previsiblemente, pone en accién la aventura y se subraya la vasta funcién propagandistica que cupo a la historieta una vez que los Estados Unidos entra- ron ena segunda querrs. Entonces. y desde entonces hasta ahora, sefiala Origa, contenidos racistas se acoplaron Ja moral del género. Estos héroes casi politicos fueron cla- sificados en la Enciclopedia junto con los de las guerras fantasticas. Deberd esperarse la publicacién de un segun- do tome para rememorar a los de la aventura y el humor. 34 QUE NSIASENNIA = Una excelente antologia sobre La comunicacién de masas. Los textos, en su mayoria Inéditos en castellano, de Lazarsfeld y Merton, Lowenthal, Hallorat Wiebe, Morin y Block de Behar, fueron elegidos por Heriberto Muraro, quien escribié también fa introduccin al volumen. En ella, se abordan algunas cues- tiones centrales de la teoria de la comunicacién: el vinculo en- tre la significacién del mensaje de los medios y la organizacion institucional de la sociedad (a juicio de Muraro, inescindibles) ; el control de los medios y su instrumentalizaci6n por parte de organizaciones estatales y co- merciales. Dos puntos polémicos de la introduccién serén retomados por algunos de los textos inclul- dos en el volumen: “no hay sig- nificacién sino en la expresion de lo histérico”, aseveracién que plantea su disidencia con la ortodoxia estructuralista; y, re- laclonado con esto, una critica a la concepcién que hace de los los més poderosos (e Imbatibles) agentes de confor- macién ideolégica. El inteligente trabajo de Ger- hart D. Wiebe desarrolla preocu- paciones similares. Se pregun- ta (y Lowenthal responde en otro de los textos) sobre la re- lacién inversa que se da entre “la magnitud del publico y el mérito cultural del programa”. Para decirlo con palabras de otros de los autores del volu- men: porqué, una vez que siglos de lucha conquistaron més ho- ras de descanso pare los hom- bres, éstos las entregan a la Columbia Broadcasting System y no a la Columbia University. Wiebe recurre al arsenal de nociones de la psicologia social y Ia psicologia genética piage- tiana para esbozar algunas res- puestas, Analiza el tipo de men- Saje de los medios y la traduc- cién de que son objeto por parte de su publico. La conclusién es que los medios sélo refuerzan aquellas ideas, nociones y valo- res que el pdblico ha recibido 0 se le han impuesto por otras vias, mas directas y coercitivas. Pero quizé el tramo més éci- do de Ja antologia sea el “Co- lage” sobre medios masivos que preparé la revista neoyor- quina Performance: collage por- que junto con la grabacién de una mesa redonda entre espe- cialistas, periodistas y socidlo- 90s, Se transcriben didlogos ima- ginarios (un desopilante paseo por Nueva Rork en cuyo tras- curso una mujer-mass media ex- hibe ante un hombre-audiencia el enorme poderio econémico de las cadenas radiales y tele- visivas) y fragmentos de dis- cursos presidenciales y vicepre- sidenciales. EI efecto global es ‘corrosivo y critico: son més que anécdotas las desventuras de un periodista vapuleado en los predios de la Coca Cola, o el registro de la variaclon, en mi- Hones de délares, de la publi: cidad segtin el estado de la relacién entre empresas y ca denas. i En suma, apocalipticos e Inte- grados encontrarén en La comu- nicacién de masas argumentos y discusiones que ponen a foco una problematica sobre la que, ‘en los ultimos diez afios, se construyeron buenas denuncias, cuestionables teorias y poco compartibles defensas. Edité: en Biblioteca Total, N* 52, el Centro Editor de América Latina.

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