Está en la página 1de 3

Matthew Doomlore

Jaula de Cristal

Solo. Dentro. Pienso,


La primera vez que vi este reino,
Como campo fértil para todo,
El que quisiera verlo y retenerlo.

Un día ahí cierra mis ojos


Y me hace suspirar en desaliento,
Pues aunque imagen viva en el recuerdo,
Es hoy el aire libre de este prisionero.

Un fuerte temblor quedó en mí latente,


Desconocido para mí, hasta antes de tenerte,
El novedoso sentimiento que todos los padres han conocido
Y que ahora, cada noche, me hace caer a delirar.

Empero, sí es necesario aguardar,


Siendo apresurado, todavía,
De mi mente dichos recuerdos evocar.

Pues en mi gran, primer momento,


Encontré en el horizonte este terreno.
Y acercándome curioso, a observarlo,
Me vi por esas flores prontamente conquistado.

Fue la tarde bronceada del primer día,


La que de lejos vi cómo auxiliaba:
Una distante inteligencia que atentaba
Con cubrir por siempre mi anónima mirada.

Potentes palabras las del segundo día,


Mientras del cielo el Cataclismo caía,
Para atacar y defenderme de mi miedo;
Y aunque la flecha respuesta me puso un pero,
Por esa Estrella aprendí yo a Respirar.

Y así fueron la Tarde bronceada y la Audacia Estelar


Las dos primeras flores ante las que me vine a posar.

Ya en esos tiempos había visto una rosa,


Que parecía algo en mi Espíritu espinar,
De blancos pétalos, mar de mirada,
De una intriga que no me lograba explicar.

Una nueva espina se clavo en mi boca


Haciendo desaparecer de mí todas las dudas,
Dando fin a la segunda mirada,
Que osaba darle a su hermosura.
Retraído recordé un sueño antiguo,
Donde triviales eran mis intentos,
Cuando la belleza que veía en ella
Se traducía, por vez primera,
En palabras de fugaces sentimientos.

Llegaría después la tercera


Como un mazazo a mi alma entera,
Pues inesperado era el momento,
Que estaba por estallar.

En retrospectiva se hace evidente


El camino a esta prisión demente,
Desde el sendero de finas flores,
A la sentencia que habría de acatar.

Fue cuestión de días, si no me falla el recuerdo,


En los que mi vuelo fue demasiado certero…
Me dicen que eran señales,
Y apenas las alcanzo a vislumbrar.

Las nubes negras se acercaban


Y yo peleaba contra ellas;
La verdad sí me asombraban
Y me alcanzaron a vulnerar.

Un día ese interior se hizo patente,


Manifestado en el inmenso cielo gris alrededor,
Haciendo gélido el ambiente,
Con la eterna lluvia no caída en lo ulterior.

Como eterna es la Providencia cuando memoro tu proceder:


Es de origen divino y para prueba sólo es necesaria tu piel;
Tres fueron las veces en las que el halcón la cubrió con su ala,
Sólo para darse cuenta que no le correspondía tomarla,
Pues no iba de él a ella la facultad de proteger.

Y aunque la lluvia no les rindiera ninguna tregua,


Fue la grandiosa rosa la que refugió les dio,
Pues cuando el halcón intentaba lucirse,
No fue sino un beso el impulso del que entonces voló…

Como eterna es la Providencia cuando memoro tu proceder,


Fue inmenso mi deseo de congelar ese vínculo con tu ser:
Cuando dos mundos se encontraron en el intenso campo ardiente
Y el gélido ambiente externo a ninguno le causó temor.

No fueron sino varios instantes unidos,


Que me permitieron el campo de flores probar
Pues tus raíces de esa tierra te han erigido
Cual Dulce Rosa, sabor de Metal.
Y entonces toca el despertar del tercer intento,
Pues es sabido que esta historia no encuentra aquí, su último aliento.

Fuertes labios rosas fueron los que atreví a probar


Y que con su dulce sabor me hicieron vibrar;
Poco me importa el extraño cambio del helado al metal,
Sino preguntarle a la rosa si algún día volverán.

Pero la tempestad continuaba siendo grande en realidad


Y después de ese momento los mundos divergieron a la inmensidad.
Encontrose entonces el halcón desesperado,
Buscando en todas partes el alto refugio dorado.

Fue que la terrible batalla se hacía crítica,


Y apareció de pronto una esperanza de paz:
Pues lo que había antes de la segunda mirada,
Como sustento surgió para volverlos a vincular.

La nueva espina se haría Acuerdo perpetuo


Y por salvar la vida el halcón cabizbajo lo firmó.
No fue novedad el que no viera lo que llegaba
Cuando con sus alas a una jaula encerrada voló.

Desde entonces no ha emprendido un nuevo vuelo


Y ahora ve que la jaula, antes segura, en una prisión se convirtió,
Pues tras algún tiempo una cuarta mirada, más inocente, se le ha escapado
Pero ha permanecido mudo y ya no se la atreve a materializar.
Por más amistoso que fuera el elogio,
Hasta un “qué bonita estás” se puede malinterpretar.

Ahora resulta que también el ave miente,


Pues no le puede decir siquiera esa verdad.
Hasta impersonal es la forma en la que a él se refiere,
Pues soy yo el que me encuentro detrás de la máscara del rapaz.

Ahora en mi soledad justiciera pienso


Sobre el desaliento futuro de este reino,
Nunca antes habiendo tenido que decidir,
Para darme certidumbre y soltarme a vivir,
Entre el enigmático temblor que me despierta en las noches
Y la ya sabida seguridad de esta hermosa prisión de cristal.

Aunque soy consciente que no hay verdadera elección,


Si por el sacrosanto Acuerdo el aire libre expiró.

Aunque una cosa no quita la otra,


Cuando se es consciente que la amistad vale la pena:
Irrefutable el Vencedor guarda ese título,
Si bien dolido en su condena,
Pues proceso muy largo es el que toma,
El pensar que nada más pasará.

También podría gustarte