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FORMACIÓN DOCENTE / FILOSOFIA Y EDUCACION PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO
1 INSTITUCIONES, SUJETOS, EDUCADORES CUENTOS Y METAFORAS
PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO norojor@cablenet.com.ar 
 
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ESTACIONAMIENTO O TALLER
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A medida que la educación fue perdiendo relevancia, las instituciones educativas fueron perdiendo significado y fueron negociando su supervivencia. Como sucede en las viejas ciudades en que todo
se destruye y se recicla, lo que alguna vez fue “templo del saber”, “taller de hombres”, “fabrica de ciudadanos educados”, se fue
convirtiendo en un espacio vacío a la espera de una nueva construcción. Por eso muchas instituciones educativas se han convertido en
playas de estacionamiento
 en las que los padres depositan sus hijos en horas determinadas con el único compromiso de pasar a retirarlos al concluir el turno. Como en las playas, los responsables entregan las llaves de sus vehículos o el control de sus hijos, aunque quienes trabajan allí sólo estén para cambiarlos de sitios y asegurarse mayor cantidad de lugar. A veces ofrecen servicios adicionales, pero siempre son superficiales: la limpieza, el lavado, el cuidado. Lo que interesa no es que el auto cambie, sino que esté disponible y sin riesgos
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 bajo control y encerrado
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 para regresarlo al dueño que lo pasa a retirar. Es por eso, tal vez que los padres prefieren no pedirle mayores cosas a la escuela con tal de que sus hijos estén seguros, vigilados y controlados, algunas horas por días y cinco días de la semana. Los autos, como los alumnos, pueden pasar años en la playa de estacionamiento: nada cambiará en ellos, sino que solamente acumularán años. La seguridad, como se ve, tiene sus costos: hay que admitir que los playeros (¿los docentes?) no están para remediar, agregar o prevenir: se les paga para estar, controlar la entrada y la salida, registrar, recibir y entregar la unidad. Las playas de estacionamiento suelen ser contagiosas: siempre hay más, y en algunos casos se amplían en cantidad y se extienden a todos los niveles.
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 Existe a su vez una curiosa relación con los autos y su antigüedad: a los nuevos, los dueños los cuidan con particular empeño, no tanto porque son frágiles sino porque temen por su seguridad, por su integridad y suponen que el ojo vigilante sobre lo que hacen quienes lo tienen provisoriamente a su cargo puede representar cierta garantía. A medida que pasan los años y los modelos envejecen los propietarios tienden a desentenderse de los mismos y, casi, no hacen más que reproducir rituales automáticos desconociendo en el fondo lo que realizan en su ausencia. De la misma manera
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 Alumnos de carreras docentes que trabajaron el texto, propusieron otras metáforas: ser termómetros y termostatos; ser fábrica de muebles o carpinteria artesanal; ser guarda-ropa de lugares públicos o tintorería; saber construir sobre arena o construir sobre piedra; ser arquitectos o albañiles; ser supermercados o fábricas; ser mineros que sacan los metales precioso
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 artesanos que los trabajan; ser fast-food o restaurante.
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 Lo que
actualmente se denomina “nuevas infancias y juventudes” con caracteres sustancialmente diferentes de los de generaciones anteriores. Estas “culturas juveniles” se sientan en los bancos y pueblan las aulas de las
escuelas y de las universidades con otros códigos y necesitados de nuestros procesos de alfabetización.
 
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que las mochilas y las instrumentos de estudios tienen una desaparición progresiva y sistemática con el correr de los años, la protección y el cuidado se desvanece con el paso de los días... y los playeros hacen (o dejan de hacer) sin mayores contemplaciones. No todas las playas de estacionamientos son iguales. Coinciden en la función (todas guardan los autos) pero difieren en el trato y en las comodidades. Algunos llaman playas de estacionamientos a un espacio en la calle pública en donde los autos se acomodan guiados por algunos encargados en guiar las maniobras. Hay poca diferencia entre dejarlos en la calle
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 sin cuidado
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 y dejarlos en estos lugares que no son más que una porción de la vía publica sometida a cierta vigilancia. Otras playas tienen muros protectores, pero funcionan a cielo abierto y la protección también es relativa: simplemente se han encargado de cercar un espacio disponible sin ofrecer mayores protecciones. En otras, el espacio es mínimo y sólo la habilidad de los playeros permite encontrar un lugar en medio de una multitud de vehículos. Están las playas construidas arquitectónicamente para esa función que suman varios pisos para poder albergar la mayor cantidad de vehículos. Y finalmente están las playas de estacionamiento de lujo: cerradas, cubiertas, con cada uno de los box pre-definido y la posibilidad de ver cada una de las unidades custodiadas y cuidadas hasta en los mínimos detalles. Cada uno puede disfrutar de una playa al gusto de sus posibilidades económicas y la cercanía geográfica. Aunque hay propietarios que optan por hacer cotidianamente un esfuerzo extraordinario para lograr la mejor playa para sus autos. Lo que necesitamos
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 en esos espacios vacíos
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 son
talleres mecánicos
 para que se ocupe el tiempo libre y disponible de los autos en hacerles servicios permanentes. Talleres de hombres
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 que los atiendan para lograr un mejor rendimiento, un presente y un futuro más confiables. En algunos momentos los prepararán para situaciones especiales: un viaje prolongado, terrenos difíciles, temperaturas riesgosas, una carrera de mucha exigencia, y cotidianamente, para las demandas de circulación de una ciudad compleja. El mecánico dispone de saberes específicos y sabe qué necesita el auto. El docente tiene saberes profesionales y entiende qué tiene que hacer con los alumnos, para que el trabajo los mejore. Porque se trata de un taller integral, en el que todo se realiza, todo se acondiciona. También aquí dejamos las llaves, confiamos en el profesional, pero la seguridad tiene otro nombre, porque les exigimos mucho más, porque creemos que solamente eso le otorga sentido a nuestro gesto de confianza....
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02.
 
VIAJE Y AUTOPISTAS
 
Hay otra metáfora que es muy gráfica y que ya ha sido utilizada (aunque con otros criterios de interpretación y aplicación) por algunos autores: el camino, las autopistas y las vías alternativas. (CULLEN C., 1997: 145) De alguna manera las escuelas constituyen un vínculo necesario y obligado con el mundo de la cultura, del saber, del conocimiento, en definitiva, con el mundo de la vida. Quienes consiguen acceder a la escuela y logran permanecer dignamente en ella para egresar con alguna acreditación pagan el peaje que les impone la sociedad del conocimiento. Quienes no ingresan o no logran mantenerse o definitivamente nunca, egresan y tienen serias dificultades para poder reconocer algún camino por el que puedan transitar. Como en las autopistas, los caminos alternativos están deliberadamente en mal estado, es una aventura imposible transitar por ellos y
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 La expresión originalmente pertenece a COMENIO en sus escritos de 1630.
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 Los medios nos entregaron dos noticias curiosas asociadas con la analogía: en Japón la adquisición de un chips personal le permite a los padres, en algunas escuelas, monitorear directamente la presencia y la seguridad de sus hijos en las escuelas. Y en España la innovación de un taller mecánico consistía en que colocar cámaras estratégicamente distribuidas para que los clientes pudieran ingresar al sitio virtual y observar desde sus domicilios las tareas que los especialistas le realizaban a sus vehículos.
 
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ponen en riesgo a los vehículos. Las autopistas y los peajes se convierten en una opción forzada, que incluye y excluye, que otorga comunicación y destino, o niega todas las posibilidades. 01. Sin embargo, no se trata solamente del peaje y de la presencia física de las autopistas. Porque el pago obligatorio no garantiza el estado perfecto y adecuado de la autovía: en las casillas del peaje poco o nada saben de lo que puede depararnos el camino en cuanto a los detalles de seguridad: sólo algunos carteles ofrecen frías referencias acerca de sectores riesgosos y zonas en reparación. Igualmente nada nos garantiza que el vehículo que conducimos tenga la resistencia y la habilitación técnica para trasladarnos a la meta: eso no depende de la autopista y no está incluido en el precio del peaje. Cuanto más
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 si por algún motivo nos detenemos o tenemos algún accidente menor
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 vendrán solícitos a auxiliarnos para sacarnos de la coyuntura (y, sobre todo, para liberar la autopista de eventuales obstáculos) pero nunca se harán cargo de las deficiencias del vehículo: somos nosotros los que respondemos por él. De poco o nada nos servirá tener a nuestra disposición la autopista y pagar los peajes, si finalmente no disponemos de un vehículo seguro para conducir y alcanzar nuestro destino. 02. Aunque las analogías siempre son limitadas, de alguna manera nuestras escuelas son las diversas autopistas que el sistema educativo ha construido para que los alumnos puedan arribar al mundo del saber, de la cultura y del conocimiento. (1º) No todos pueden acceder a ellas, porque no pueden o no quieren. En primer lugar por siempre hay que pagar algún tipo de peaje, y también, porque el valor de las autopistas no es un conocimiento natural, sino cultural, sino que exige su descubrimiento y la posibilidad de utilizarlas. Pero, a su vez, (2º) frecuentemente se puede observar a muchos que han intentado circular por las autovías pero las dificultades del camino, la velocidad impuesta, las normas de transito, el tipo de vehículo los obligan a abandonarlas. (3º) Para muchos de ellos, la única opción es utilizar el deteriorado camino alternativo, arriesgando más el estado del vehículo con escasa posibilidad de llegar a destino alguno: en los caminos alternativos no hay auxilio, nadie se hace cargo de los accidentes y no hay propietario o responsable a quien efectuar reclamos. Y finalmente (4º) están también los que logran pagar el peaje, sobrevivir al viaje y llegar a destino, pero la circulación por la escuela no les representa ningún tipo de beneficio o cambio: ingresan y egresan de ellas sin ninguna transformación. 03. De nosotros y de nuestras funciones específicas, desde responsabilidades diversas y complementarias, depende determinar qué escuela tenemos y qué tipo de escuela queremos construir, qué tipo de autopista queremos cimentar, qué tipo de peaje vamos a imponer o subsidiar, qué servicios pretendemos brindar y cuánto nos interesa que cada uno de los usuarios-alumnos
llegue sano y salvo a destino… y, sobre todo, e
nriquecido realmente por el tránsito por las escuelas. Porque hay varios tipos de inclusiones y exclusiones. (1º) La más común
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 y no por eso menos ardua
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 es la exclusión de tipo social y económica. Muchos de ellos no podrían ingresar a nuestras instituciones, y si lograran hacerlo tendrían serias dificultades para mantenerse vivos en ella: con un vehículo deteriorado, con patente antigua y con un modelo casi inexistente, con una carrocería baqueteada y un motor en evidente decadencia exhiben sus imposibilidades. ¿Qué pueden hacer frente a los confortables, brillosos, arrogantes, briosos y velocísimos 0 kilómetros? Convencerse progresivamente de sus impedimentos o de las limitaciones de sus logros.

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