Está en la página 1de 160
Volumen 1 Eseritos Sgren Kierkegaard Editorial Trotta De los papeles de alguien que todavia vive Sobre el concepto de ironia Escritos de Seren Kierkegaard Volumen 1 De los papeles de alguien que todavia vive Sobre el concepto de ironia Edicion a cargo de Rafael Larrafieta, Dario Gonzélez y Begonya Saez Tajafuerce Traduccion del danés de Dario Gonzélez y Begonya Saez Tajafuerce Editorial Trotta quiere dedicar esta edicién de los Escritos de Soren Kierkegaard a Ja memoria de José Maria Valverde CONTENIDO COLECCION ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Filosofia Presentacién: Darfo Gonzdlez, Rafael Larrafeta, Begonya Saez TUBIEREE ete 4 wily § aa i Wom = HON SAR 5 oRph3 Bo 3 Th YT 9 © Editorial Trotta, .A., 2000 Sagasia, 33. 28004 Madrid Telelono a as a a DE LOS PAPELES DE ALGUIEN QUE TODAVIA VIVE Email: rotla@inlornel.es fips //wanoe rots. 6s Introduccién: Begonya Saez Tajafuerce ... 13 Fitules toiginles Aten endru levendes Popirer yon Begrabe toni, Prdlogo . 19 le acuer in lo “ién Seren Kier ards Skrifter, ” " Biel? Ueguel cf Soren Kictkegeord forskningscentere! Sobre Andersen como novelista . ve . 23 Kebenhavn, 1997 IIGES ve x omy ane 2 yen » aad x caw some aan + a 60 Io hraduccién de esto obra ha covtode con Is ayuda del frets Ford yjde{ Dansk Ueraheeformotonconit, fg rechzada on lo sede del Seren Kierkegaard Farskningscenter de Copenhague, 7 Hee re eee ee a beens auncloctanetord, ___SOBRE EL CONCEPTO DE IRONIA con la colaboracién de Niels Jaigen Cappelarn EN CONSTANTE REFERENCIA A SOCRATES © Dario Gonzélez, Rafael Loratieta u. | , y Begonya Saez Tajaluerce, 2000 Introduccién: Dario Gonzdlez . 67 © Begonya Soez Tojafverce, 2000, pore la roduccién de De los papeles de elguien que todavia vive, y Dario Gonzélez, 2000, Primera Parte pra la traduccion de Sobre el conceplo de ironia LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA Diseric 4, jennie Introducci6n 2.0.66. 0 0005 srs ¥ Ses 1 GPR SABE a 4 BRE 5 Hae 8 ws 8! reiceintes acl a I. La concepcién se hace posible . 85 ISBN; 84-8 164-3645 (obra. completa ISBN. 84-8164.305-3 tel, 1} Jenofonte .... 06... 6ce cess 87 Deposito Legal: VA104/00 Platon 96 — Consideraciones preliminares ........ 24+ ay OF Simancas Ediciones, S.A, Lo abstracto en k 4 énic pans Ediciones, S.A, stracto en los primeros didlogos platénicos se remata en C/ Exton, porcelo 152 Teg cose 9 ve «vas © ce ae 6 Sw 8 BY ca © Whe Hh BO 107 47612 Volladolid El Banguete . 5 ae 107 Protdgoras .. 17 CONTENIDO Fedén . La Apologia... LeuniGerde lon pits dillies Savile taneindiess de una especulacién més rica . Fl libro primero de La reptiblica Retrospeccién justificativa Jenofonte y Platén .... Arist6fanes . Jenofonte, Platén, Aristéfanes. ee Il, La concepcién se hace real . El demonio de Sécrates . La condena de Sécrates ‘ 1. Séetates-no acepta los dlases aveptados pot tl Eetado e ia twoduce nuevas divinidades ..............4 ee 2, Sdorates seduce ala juventud vo... ...0eeeeeer eee es Ill. La concepeién se hace necesaria ..... ’ Apéndice: La concepcién hegeliana de Sdcrates .. Bn qué sentido es Socrates el fundador de la moral? Segunda Parte L. CONCEPTO DE IRONIA Introduccibiese 3.0 o. Orientaciones ‘oe — : La validez, histérico-universal de la ironfa. La izonfa de S La ironia después de Fichte . Friedrich Schlegel Tieck Solger . F La ironfa como momento dominado. La vesdad de la ironia - Cuadro de concordancias .. Glosario Indice de nombres 124 138 152 162 170 176 178 198 201 201 209 210 222 235 253 258 271 274 285 295 307 319 325 337 343 357 360 363 conrggenen ronrreresi giant peigit DE LOS PAPELES DE ALGUIEN QUE TODAVIA VIVE continua en lo infiniton (p. 171}, aboga en cambio H. C. Andersen en favor de la misma y de manera explicita en «Phantasier og Skizzer» [«Fantasias y bocetosw], publicado en la misma re+ vista, vol. 6, 1831, of. p. 127, donde escribe que wla libertad mediante la cual se diria que pensa- mienco y sentimiento se alzan pata seguirse mutuamente en el entusiasma lirico debe basarse en la esponténea asociacién de idease 61. CED. F, Strauss, Das Leben Jesus, 1835, donde los evangelios son descritos en clave itiea 62. Andersen se refiere al movimiento literario «Das Junge Deutschland, surgido alrode- dor de 1830 ¢ inspirado en fa revolucién francesa de julio [Jul*Revolutionen] y en la eritica de Jas Escrituras por parte de la izquierda hegeliana; entre sus figuras destaca H. Heine, también ci- tado por Kierkegaard en PAV. 63. Véase 1 Re 3,16-27. G4. En danés Rigsbankdaler. Moneda introducida en Dinamarea en 1813 a rate de la cri- sis inflacionista del miismo afio, sustituyendo a Ia anterior moneda, el Conraztdaler, que pass a valer un sexto de Rigshankdaler. 65. Véase Gén 37,5-11. 66. H.C. Andersen era conocido por sus miiltiples y habituales desplazamientos al ex- tranjero, iniciados ya en 1831 con un viaje a Alemania al que siguieron viajes a Francia, Suiza, Italia y Austria en 1833, asf como a Suceia en 1837, 64 i i | SOBRE EL CONCEPTO DE IRONIA EN CONSTANTE REFERENCIA A SOCRATES Publicado para el grado de Magister por S. A. KIERKEGAARD, Licenciado en teologia INTRODUCCION Escrita con miras a la obtencién del grado de Magister, la tesis So- bre el concepto de ironia (Cl) constituye una pieza singular en el conjunto de la obra de Seren Kierkegaard. Al igual que el ensayo sobre Andersen y otros trabajos de juventud, la disertacién sobre la ironia no integra la totalidad a la que Kierkegaard se referiria afios después como su «obra de escritor», esto es, el periodo correspon- diente a la publicacién de sus escritos pseudénimos, por una parte, y de sus discursos de cardcter religioso, por otra. Esta circunstancia Suele ser mencionada como una de las razones por las cuales Sobre el concepto de ironia aparece solo tardfamente en el horizonte de los estudios especializados. Ya en 1877, sin embargo, Georg Bran- des sefialaba la particular importancia de esta obra, reconociendo en ella eno solo un trabajo relevante y prometedor, marcado por un desenvuelto espiritu investigador», sino también el desarrollo de alos primeros gérmenes» del pensamiento de Kierkegaard’. Por lo dems, puede decirse que las decisiones estilisticas tomadas por Kierkegaard en trabajos posteriores, referidas fundamentalmente a las relaciones entre la obra, el autor y el lector, evocan de alguna manera los problemas tematizados en la disertacién y aquello que el autor mismo intenta caracterizar en ella: la ironia. Considerado en relacién con la evolucién previa del autor, el texto de la disertacion es el fruto de una incipiente carrera intelec- tual caracterizada por multiples intereses. Kierkegaard habia ingre- sado a la Universidad en 1831, diez afios antes de la defensa de su tesis, Matriculado inicialmente en la facultad de teologia, asiste a las clases de Frederik Christian Sibbern entre 1833 y 1834, primero 1. G. Brandes, Santlede Skrifter, ed. Gyldendal, Copenhague, 1899, vol. 2, p. 279. 67 SOBRE EL CONCEPTO DE IRONIA EN CONSTANTE REFERENCIA A SOCRATES sobre cuestiones de estética y poética, y luego sobre filosoffa cristia~ na. Los diarios posteriores a este primer periodo de su formacién son una muestra de sus inquictudes literarias. A partir de 1834, publica diversos articulos en El correo volante de Copenhague. Lee, entre otros, a Hamann, Jean-Paul, Erdmann, Baur. El tema de la ironia se ya hace presente, sin llegar a constituir el centro de su atencidn, en algunas de sus anotaciones de caracter estético: la ironfa «concebida de manera humoristica» en el Farsto de Goethe’, el indeciso «limite entre la seriedad y la ironia» en la poesia de Baggesen’, etc. La inte- rrupcion de sus estudios teoldgicos, en 1836, indica un momenténeo cambio en sus planes académicos, Desde entonces frecuenta especial- mente las cétedras de filosofia, entre éstas la de Poul Martin Moller. El estrecho contacto con Maller habria sido uno de los factores deci- sivos en la elaboracién del proyecto para la disertacién. El propio Moller habia escrito, hacia 1835, un fragmento titulado «Sobre el concepto de ironia»*; Kierkegaard no hace referencia a ese escrito, pero sus diarios del mes de julio de 1837 nos hablan de «un suma- mente intetesante didlogo». con Moller acerca de la ironia y el hu- mor’. En una anotacion efectuada en septiembre del mismo ajfio, Kierkegaard declara haber hallado «un tema adecuado para una te- sis», a saber, «el concepto de sdtira entre los antiguos, la mutua rela- cidn entre los diferentes autores satiricos latinos»®. De todos modos, las primeras notas concernientes al «desarro- Ilo del concepto de ironia» parecen haber sido escritas entre marzo y mayo de 1837. La idea de una distincién entre el espfritu antiguo y la ironia romantica aparece entonces claramente indicada: «La lectura de una obra cldsica, lo mismo que el trato con un ser huma- no plenamente maduro, transmite una calma y una confianza que no se encuentran en lo romantico, donde es como si viésemos a un. hombre a quien le tiembla la mano al escribir, pues teme a cada ins- tante que la pluma se le escape y haga algun trazo grotesco. (Tal es la ironia latente)». Y al margen, en la misma pagina: «Este ha de ser el punto de partida para el desarrollo. del concepto de ironia; [alli] las grandiosas y fantdsticas ideas se bastan a si mismas, y la reflexion no ha perturbado la buena fe de esta posicién; pero cuan- do uno advierte que las cosas no son asi en el mundo, y puesto que 2. Ck. Soren Kierkegaards Papirer, ed. P.A. Heiberg, V. Kuhe y E. Torsting, Copenhagen, 1968-1978 [1909-1948] (véase, en este mismo volumen, PAY, Introduccién),1C 102, p. 275. Mis tarde se seftalazia la posibilidad de «teazar un paralelo entre Fausto y Sécrates» (Pap. IL A 53) 3. Cf, Pap. 1C 87, p. 241 4. Luego publicado en la segunda edicién de sus Ffterladie Skrifter, ed. C, Winther, F.C Olsen, C. Thaarup y L. V. Petersen, Copenhague, 1848, vol. 3, pp. 152-158. 5. Cf. DD, p. 10; Pap. IA 102 (6 de julio de 1837}, 6. Pap. TEA 166, 68 INTRODUCCION no es posible que uno renuncie a sus grandes ideales, cabe sentir que el mundo, en cierto modo, se burla de uno (ironja en sentido romantico, pues lo precedente no era roméntico, sino satisfaccion bajo la forma de la proeza); (esta ironia es la ironfa del mundo res- pecto del individuo singular, y es diferente de lo que los griegos lla- maron ironia, la cual consistia, precisamente, en la irénica suficien- cia que hacia que el individuo particular flotara por encima del mundo, y que comenzé a desarrollarse al desaparecer la idea del Estado, es decir, con Sécrates; en cambio, en la posicién romantica, donde todo es aspiracién, la ironfa no puede darse en el individuo, sino que queda fuera de él; creo que esta diferencia ha sido pasada por alto); finalmente, la tercera posicién, en la que la ironia es so- brepasada»’. La idea de una comparacién entre Sécrates y Cristo’, tema que dara lugar a la primera de las tesis latinas de la disertacion, es alu- dida también en los apuntes de este perfodo. La curiosidad de Kier- kegaard por la obra de Ferdinand Christian Baur, Das Christliche des Platonismus oder Sokrates und Christus®, cobra sentido a partir de sus propios esbozos tedricos relativos a la diferencia entre la iro- nia y el humor’: «La ironia puede seguramente producir también una cierta tranquilidad (que debe corresponder a la paz posterior, segiin el desarrollo humoristico), algo de todos modos muy diferen- te a la reconciliacion cristiana [...]. La ironfa es egoista [...]. E] hu- mor es lirico [...]. La actividad de Sécrates consiste slo en hacer despertar»!!, «El humor es la ironia Ilevada hasta el punto de su mas intensa vibracién; no obstante, y pese a que lo cristiano es el verdadero primus motor, es posible hallar en la cristiana Europa gente que no ha ido més alld de la ironia, y que por eso no ha podi- do tampoco poner en practica un humor absolutamente aislado y personalmente sostenido...»!2, La patria del humor es aqui «la cris- tiandad misma», una doctrina que, ]. En caso que deba remitirme esencialmente a la impre- sién de conjunto que es a potencia vital del ejemplo, pues, si bien he citado este didlogo sélo como ejemplo, lo he citado también como un ejemplo instar omnium [prototipico], debo traer a cola- cién una dificultad con respecto al modo en que Jenofonte introdu- ce este didlogo. Jenofonte nos da a entender que Aristipo se valio de una pregunta capciosa a fin de poner en apuros a Sécrates me- 92, LA CONCEFCION SE HACE POSIBLE diante la dialéctica infinita que radica en el bien cuando s¢ lo conci- be como lo provechoso. Y sugiere que Sécrates descubrié este ar- did. Pues bien, cabe pensar que todo el didlogo fue acogido por Je- nofonte como un ejemplo de la gimnasia socrdtica. Puede parecer incluso que una cierta ironfa dormitaba tal vez en todo el compor- tamiento de Sécrates, y que éste, cayendo en la furtiva trampa de Aristipo con aparente confianza, aniquild su artera construccion haciendo que Aristipo validara contra su propia voluntad aquello que él suponia que Sécrates sostendria. Cualquiera que conozca a Jenofonte advertira, no obstante, que esto es sumamente inverosi- mil; para mayor tranquilidad, | el propio Jenofonte ha asignado un motivo totalmente distinto al hecho de que Sdcrates se echara atrds: «para favorecer a sus interlocutores». A partir de alli se ve clara- mente que Sécrates, segiin lo concibe Jenofonte, es lo bastante serio como para retrotraer la excitante infinitud de la indagacién a la pe- recedera mala infinitud”* de la empiria. Asi, fo conmensurable es en detinitiva el campo de juego propio de Sécrates, y gran parte de su actividad consiste en rodear de un muro infranqueable todo pensar y obrar humanos, impidiendo todo trdfico con el mundo de las ideas. El estudio de las ciencias no debe tampoco desbordar ese cordén sanitario (Mem. NV, 7). La geometria* deberfa aprenderse hasta el punto en que ésta pueda ayudarle a uno a vigilar la correcta demarcacién de los propios li- mites; se desaconseja el estudio avanzado de la astronomia y se alerta contra la especulacién de Anaxdgoras: en suma, cada ciencia es reducida zum Gebrauch fiir Jedermann [ai uso de cada uno]. Esto mismo se repite en todos los dmbitos. Sus observaciones sobre la naturaleza son por entero un trabajo de telar, la teleologia finita de una variedad de modelos. Su concepcién de la amistad no serd acusada de fanatismo. Es cierto que opina que no hay caba- llo** ni asno que valga lo que un amigo, pero de ello no se sigue en absoluto que varios caballos o varios asnos no valgan lo que un amigo. Y éste es el mismo Sécrates al que Platén aplica, a fin de designar la infinitud plenamente interior de su relacién con los amigos, una expresién tan sensual-espiritual como nosdepaoteiv » Gompérese con esto el énfasis que Sécrates, en el libro VII del De republica, pone en la geometria y en la importancia que ésta tiene al hacer que el pensamiento se aparte de lo que de- viene en direccién a fo que es: «pues cuando la geometria nas exige contemplar el ser, entonces os sirve; para el devenir, empero, no nos sirve», Cf. Platén en la edicién de Ast, Libro IV, p. 404%5, Pero es evidente que el devenir (yéveic) es la multiplicidad empirica, y enseguida dice fo mismo de la astronomfa, opinando que mediante estas ciencias se purifiea y despierta un senti- do del alma que es mis valioso que mil ojos, y por eso repracba tanto a los asteénomos como a los miisicos por contentarse con la doctcina del movimiento empicico y de la armonfa empirica >> Men. Il, 4.1, 3, 14, 03: wits we VUCRAIED CONCEBIDA COMO IRONIA Here @AoGO@iag [amar a crates dice | en el Banquete los j6venes con filosofia}”; el propio $6. que él se comprende a si mismo slo en épartKe [lo erdtico}?s, Y cuando, en Mer. III, 11, oimos a Sécrates dialogar con la equivoca T eodota, jactandose de los recursos amo- rosos de los que dispone para atraer a los jévenes hacia él, nos re- Pugna tanto como una vieja coqueta que se creyese todavia en con- dictones de seduciz, y nos repugna aun mas, pues no alcanzamos a ver la posibilidad de que Sécrates fuera capaz de ello. Nos encon- tramos con el mismo limitado Prosaismo en lo que respecta a los numerosos goces de la vidas Platon, por su parte, atribuye tan mag: nificamente a Sdcrates una suerte de divina salubridad, que hace que el exceso se le vuelva imposible, y aun asf no le quita sino que precisamente le brinda la mas plena medida del goce*. Cuando Al, cibiades, en el Banquete, nos 8 hace saber que jamas ha visto a Sécra- His Pottacho, con ello indica también que a Sécrates le era impos ble llegar a estarlo, y asi es que le vemos beber en el banguete hoon dejar a todos los demas debajo de la mesa”: Jenofonte habria ex, plicado esto, naturalmente, por el hecho de que Sécrates no se ex. Gedis jamas de una dosis quantiom satis [convenientemente] proba, da en la experiencia. Lo que Jenofonte describe en Sdctates no oo tampoco, por tanto, esa bell ‘a y armoniosa unidad de determinacién natural y de libertad que se designa con la expresion sw@dpoatvn, (prudencia], sino una desafortunada mezcla de cinismo y filisteis- mo. Su concepcién de la mu ecte es igual de pobre, igual de mezqui- na. Esto'se muestra, en Jenofonte, cuando Sécrates observa que lo bueno de tener que morir es de las cargas de la vejex (Me el hecho de librarse de las debilidades y m. IV, 8, 8). Es cierto que en la Apolo- gia hay rasgos particulares de mayor poeticidad, como cuando So. crates sugiere que ha estado preparndose para la defensa durante toda su vida (§3); pero alli hay que observar que Jenofonte, aun on el momento en que Sécrates declara que no se defendera, no lo con. templa en su dimensién sobrenatural (tal como, por ejemplo, el di. Vino silencio de Cristo frente a sus acusadores*!) sino como mers, mente gitiado por un demonio al que le preocupan sus memorias, Preocupacién acaso inexplic de Jenofonte (Mem. I, 2, 24 un hombre de lo mas correc able para Sécrates. Y cuando a través ) nos enteramos de que Alcibiades fue to | mientras duré su trato con Sécra- tes, ¥ que después se volvi6 un libertino, el hecho de que haya per. manecido tanto tiempo en co que el que se haya yuelto des; " Banguete {tzaduecién de Heise, p él; para comenzat, superaba a todos en la bieras pero lo mas curioso de todo es que mpaiiia de Sécrates nos sorprende mas pués un libertino, pues salido de seme- 97): «Aun en las fiestas, nadie disfrutaba tanto como bebida, si bien primero habéa que insistir para que be- hasta ahora nadie ha visto a Socrates borracho». 94 j | LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE pristiansfeldt™ espiritual, de una tan asteangents y forse de modioeridad, pudo Fciimente ser devorado por el pl Fe epeion jenolbntica de Sécrates.nos brinda, por tanto a Fe ee clea vorsespondiente’a la idea.en Su ratiltiple manifes- Seen nos la provechoso en logan del bien, lo Gil en Ingande See eee Mecidloredt lugar‘ la verdiadeco: 1a lucrative en lu- eee: a Spatéticn prosaismo en lugar de unidad arménica. Pe bicesperta ia HONE aVelineat, Te encontramos en re a a eariealetne de ésta. En su lugar aparece la sofistica. ple iaied ea brecasinentes! eemo dudlomque eLeonocimien- Efe een el fenGeend en beneficio-del egolemo, elgo qe'no i De caine jamds a un triunfo decisivo, en efecto, pues? gue oy. en. gie kon la milena tapider son een am Comrie ioyraieeies emads Sino un éngel liberador, rescata de la muerte al fenémeno ¥ lo se vis de lecaiuerts ala vida’, se vectindlmenee axediads pot vas intinita legion de fendmenos. La figura acistica’? cotrespon- are nts cantesco poligone, la clentiosa ininited interior ala aa 5 terno ruido y a ese eterno bullicio, es, Se a ton latices co ruil Weed sca Gaeeri Sided, stsclita.e infinitas®® con la diferencia, naturalmente, de qiudiel sitera ts inFinkamenté elocuente yf soni ieee silenciosa. Vemos entonces que, con total c ! ‘ pfoniall é bién la contrafigura de la concepcién p. ae. | Hay Oe aor won mats chostioutle de sofismas"**, 5 bin éstos carecen tanto de Hops ee fai Wise] (os inl s bre sentencias de Mem. III, como ¢ jante CI “lacus dicen Iola tanto nonpoint i io de adiestramiento que a veces estimula a aquellos osado flotar de Ia itonia sino un medio ess esl ag queues Shores ea realuente de, Gis it eminent Pde I 6) ** De ah que todo conocimiento implique coraje, qui el g Frets asta id los alate lagu Ook, ate go sla bs ihesnowyars orca apd crema is [oeciae Venh xl aldose ang Sar ate sea ego lured gd ayer csc agen pecs que no tenia coraje de sacrific _ c cularmente el § 22. Se Mem. IV, 2, un coral embrollo de sofismas, particular . ss Ua honors exepeisn ena de heme eA 8 ipa ba, tamara, tra rgd by é 1.0 Zaxpeemg, 6 SE ye tosrOV SeLvSepOv, Een, és cin rote goo oc; wa Lawpare, 6 Tdr00 Be om, tami, oo voy os thabe Aes Multa platy ona 288 ou tt eotre vou nepi téw extndwy obBEnote ti cxvtie Levers [«—zTodavia sigues endo, Stats, ns mismas Teal tos inal deri nce uiclg Genel Tstgueele efpoedite tithes we ested ote es erntes outes tel aes bebe aoe as), Coad Feats snd merase de olay Won phe Se Sates spe nl Gor iio bei fanega Mique dlagengiteide'lendtanticnreanaupnehg vent oemcrere Broa ‘no profundiza la iconfa, sino que ia vuelve mas juguetona. 95 88 89 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA no en una profundidad de mil brazos, como el maestro de escuela de los Elfos*’, sino en la infinita nada de la ironfa. Sus sofismas, por lo demas, ni se aproximan a la intwicién. Citaré como ejemplo el didlogo con Hipias, Mem. IV, 4. Allf también vemos a Sécrates llevar adelante la interrogacién sélo hasta un cierto punto, sin dejar que ésta se dé respuesta a si misma en una intuicién. Asi, una vez que la justicia ha sido definida como idéntica a la legalidad y que la duda concerniente a la legalidad (en el sentido de que las leyes cam- bian, cf. §14) parece tener que disiparse al considerar la legalidad que todos y en todas las épocas reconocen (la ley de Dios), se con- tenta sin embargo con ejemplos particulares en los que salta a la vista la coherencia propia del pecado. Asi también en el ejemplo de la ingratitud,-citado en el §24, que deberia haber remitido el pensar hacia la barmonia praestabilita que penetra toda la existencia, la consideracion se ve restringida a lo externo, al hecho de que el in- grato pierde sus amigos, etc., en lugar de tornarse hacia el orden de las cosas mas perfectas, donde no se da mudanza ni sombra de alte- racion*”, donde la venganza da en’el blanco sin que nada finito se le interponga; pues mientras nos contentemos con la mera observa- cién externa, cabria pensar atin.que’el ingrato, por ejemplo, no se- ria alcanzado por la cojeante justicia. | Termino aqui con mi concepcién de Sécrates tal como esta y tal como marcha en el mundonuevo** de Jenofonte; para concluir, s6lo querria solicitar que los lectores no me culpen exclusivamente a mien caso de haberse aburrido. PLATON® Los lectores habran interceptado en lo que precede mas de una mi- rada furtiva dirigida hacia el universo que serd ahora objeto de nuestra indagacion. No lo negamos; pero eso se debe en parte a que la vista, habiéndose detenido largamente en un color, desarrolla su opuesto de manera involuntaria, en parte a mi propio y acaso un tanto juvenil enamoramiento por Platén, y aun en parte a Jenofon- te mismo, quien habria sido un mal sirviente si su exposicién no tu- viera los huecos que Platén Ilena y en los que encaja, de modo que Jenofonte deja ver a Platén eminus et quasi per transennas [a lo le- jos y como a través de un enrejado]. En realidad este anhelo estaba ya en mi alma, y por cierto no disminuyé tras la lectura de Jenofon- te. A ti, mi recensionista, te pido una sola cosa, un inocente parén- tesis en el cual dar lugar a mi agradecimiento, mi agradecimiento por el consuelo que hallé al leer a Platén. Pues donde podria uno hallar reposo si no alli, en la infinita calma con que la idea, aunque 96 i i 1 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE dicha en el silencio y en la santidad de una nocturna quietud, se despliega en el ritmo del didlogo tan poderosamente que es como si ninguna otra cosa existiese en el mundo, donde cada paso es medi- tado y retomado con lentitud y solemnidad, pues de algtin modo Jas ideas mismas saben también que hay alli un tiempo y un espacio de juego para todas ellas, Y cudndo podria uno necesitar reposo sino en nuestra época, cuando las ideas se apremian unas a otras con loco ardor, cuando anuncian su existencia en las profundida- des del alma sdlo a la manera de las burbujas en la superficie del agua, cuando se consumen en su delgado retofio sin aflorar jamas, hundiendo [a cabeza en la existencia para enseguida morirse de pena, como el nifio del que habla Abraham de Santa Clara, que en el momento mismo de nacer tuvo tanto miedo del mundo que huyd de vuelta al vientre materno*’. | Consideraciones preliminares Asi como el sistema parece contar con la posibilidad de tomar como punto de partida un momento cualquiera, y sin embargo esa posibilidad no se hace realidad jams, puesto que cada momento esta esencialmente definido ad intra [de manera internal, sujetado y sostenido por los propios escrtipulos del sistema”, asf también toda intuicion, en particular cuando se trata de una intuicién religiosa, tiene en realidad un determinado punto de partida externo, algo positivo que aparece como la causa superior frente a lo particular y como lo urspriingliche [lo originario] frente a lo derivado, De he- cho, el individuo aspira siempre a recuperar, a partir de la informa- cién dada y a través de ésta, el reposo contemplativo que sélo brin- da la personalidad, el confiado abandono que es la misteriosa reciprocidad de la personalidad y de la simpatia. Apenas si necesito recordar que una tal personalidad primitiva, un tal status absolutus [cardcter absoluto]* de la personalidad frente al status constructus [caracter compuesto] de la especie, se da y puede darse sdlo una vez. Pero no debemos olvidar que hay también algo de verdad en la analogia entre el uno y el otro, en el renovado impulso de la histo- ria en pos de ese salto infinito. Pues bien, Platén vio en Sécrates una personalidad semejante, un tal depositario inmediato de lo di- vino, Ese efecto y esa relacién de la personalidad originaria con res- pecto a la especie se cumple, por una parte, en una comunicacién * Por eso cada momento particular alcanza en ef sistema una significacion diferente de la que tiene fuera del sistema; éste tiene, por asi decirlo, aliud in lingua promtunt, aliud pectore clauswon ((un pensamiento) a flor de boca y otro encezrado en el corazén}"!. 97 90 1 LA FOSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA de vida y de espiritu (cuando Cristo sopla sobre los discipulos y dice: «Recibid el Espiritu Santo»**) y, por otra, en la liberacién de los poderes inmovilizados del individuo (cuando Cristo le dice al paralitico: «Levantate y anda»*), o més bien, se cumple de ambas maneras a la vez. A este respecto, por tanto, la analogia puede ser de dos tipos: 0 bien es positiva, i.e., fecundatiya; o bienes negativa, ie., capaz de hacer que el paralitico, el individuo que se ha desva- necido en si mismo, recupere su flexibilidad originaria, sin hacer otra cosa que protegerlo y observarlo para que, una vez robusteci- do, recobre el sentido de s{*..| En ambas analogfas, sin embargo, la relacion con esa personalidad no da un mero impulso a la persona- fidad secundaria, sino que marca el momento del inexplicable salto del individuo hacia una vida eterna‘’, Por un lado, podriamos decir que es la palabra la que crea; por el otro, que es el silencio el que da a luz y cria al individuo. Tal vez el lector no alcance a vislumbrar todavia el motivo por el cual he traido a colacién estas dos analo- gias, pero confio en que llegara a hacerlo més adelante. No puede negarse que Platén vio en Sdcrates la unidad de esos dos momentos 0, mas bien, que Plat6n visualizé en Sécrates la unidad de los mis- mos; es bién sabido que una concepéién diferente ha hecho que se destaque el otro aspecto de la analogia, tomando como una carac- terizaci6n figurativa de la actividad liberadora de Sécrates el hecho de que su madre, Fenareta, fuese una comadrona*®. {Qué relacion hay, sin embargo, entre el Sécrates platénico yel Sécrates real? Esta pregunta es inevitable. Sécrates recorre por en- tero el fértil territorio de la filosofia platonica, es omnipresente en Platén. No me pondré aqui a analizar hasta qué punto el agradeci- do discipulo creyé, y no sdlo eso, sino que desed serle deudor con la juvenil exaltacién de un mancebo enamorado, puesto que nada le era amado si no provenia de Sécrates; o si fue él mismo, cuanto menos, copropietario y confidente de esos amorosos secretos del conocimiento, porque hay quien consiente en un acuerdo sin cefiir- se a la limitacién del otro, sino que mediante la percepcidn del otro se ensancha y alcanza una dimensién sobrenatural, pues el pensa- miento sdlo se comprende a si mismo, s6lo se ama a si mismo cuan- do se halla incorporado a la esencia del otro, de manera que | lo * Me tendesn que dar la cazén en cuanto a que esta relacién de la personalidad es también tuna relacién amorosa, algo que con toda propiedad evoca la especie que siempre se le atribuye a Sécrates en Platén: «pederastia, refetida desde luego al despertar del suefio infantil al sentido dle sien la temprana juventud, y que peoporciona una sefial nada desafortunada de la aficidn con la que SGerates percibié las pequefias debilidades de sus discipulos y hasta se regocijé en ellas Por eso se dice en el Banguete (Heise, p. 21)": Estos no aman de entre los muchachos sino a aquellos en Jos que el espfstu ha comencado a desarollarse, lo que selesucedes en la emprana 98 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE que cada uno posee como propio no sélo viene a ser indiferenciable en los seres a tal punto armonizados, sino que es imposible separar- Jo, puesto que cada uno sigue sin poseer nada, mas lo posee todo en el otro. Asi como Sécrates tan bellamente enlaza lo humano a lo di- vino al mostrar que todo conocimiento es reminiscencia, asi tam- bién se siente Platon indisolublemente fusionado a Sécrates en uni- dad de espfritu, de modo que todo saber es para él un saber compartido con Sécrates. Lo que sf es evidente es que esta necesi- dad de oir sus propias confesiones por boca de Sécrates debié de volvérsele a Platén aun mds profunda tras la muerte de aquél, que Sécrates debié de surgir transfigurado de su tumba para una coe- xistencia aun més intima, que la confusion entre lo del uno y lo del otro debié de hacerse entonces mas intensa, pues por mucha que fuese su modestia y por mas humilde que se sintiera al agregar algo a la imagen de Sécrates, a Platon le habria sido imposible no con- fundir la imagen poética con la realidad histérica. — Hecha esta ob- servacién general, creo oportuno recordar que ya en la antigiiedad se presté atencién a este interrogante sobre la relacién entre el S6- crates real y el poético segiin la exposicion platénica, y que la clasifi- cacién de los didlogos que encontramos en Didgenes Laercio*, en Spoyottkot [dramaticos] y SuyynuatiKot [narrativos], contiene ya una suerte de respuesta. Asf pues, los didlogos diegemdaticos serfan los mas estrechamente relacionados con la concepcién histérica de Sécrates. Entre éstos se encuentran el Bamquete y el Feddn; ya su forma exterior, como correctamente observa Baur (ob. cit., p. 122 n.), indica su importancia a este respecto: Eben deBwegen scheinen die Dialogen der andern Art, die diegematischen, bei welchen der eigentliche Dialog nur in einer Erzablung gegeben wird, wie Plato im Gastmahl alles dem Apollodor in den Mund legt, in Phadon den Pheedon, den Echekrates uneinige andere, was Socrates an sei- nem letzten Tage zu seinen Freunden gesprochen, und was sich mit ihm zugetragen, erziiblen lat, durch ibre Form von selbst zu vers- tehen zu geben, daf. sie einen mebr historischen Charakter an sich tragen [«Precisamente por eso los diélogos del segundo género, los diegematicos, en los que el didlogo propiamente dicho se da sdlo en un relato, como cuando Platén hace hablar a Apolodoro en el Ban- quete, o cuando hace que Fed6én, Equécrates y algunos otros, en el Fed6n, relaten lo que Sécrates habfa vivenciado y dicho a sus ami- gos en sus tiltimas horas, dan a entender, en virtud de su forma misma, que su cardcter es mas bien histérico»]. Si lo histérico en la forma esta aqui solamente en funcién del aparato escénico, y si la contraposicién con los didlogos dramaticos reside en que, en éstos, lo dramatico (lo que Baur llama die duere Handlung (la trama exterior}} es libre creacién de Platon, o si resi- 99 94 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA de en que el contenido de los didlogos diegemdticos es esencialmen- te el propio pensamiento de Sécrates, y el de los dramiticos | las opiniones que Platén atribuye a Sécrates, es algo que no puedo de- cidir, En cambio, debo una vez mas no sélo suscribir la correcta observacién de Baur, sino también transcribirla: Wenn aur aber auch Plato mit Riicksicht auf diesen historischen Grund, diesen Dialogen gerade diese Form gab, so kan doch hieraus auf den bis- iorischen Charakter des Ganzen nicht geschlossen werden [« Asi como la varilla del zahor’, respondiendo misteriosamente al agua oculta bajo la tierra, la busca sdlo en el lugac en el que est. | “© CE Gorgias, p. 38: Sdcrates... Te ruego, Polos, que nos dispenses de discursos prolon- gados como los que aquella vez intentaste utilizar. Polos: ¢C6mo? Por lo que parece, no podré hablar tanto como quiero. Sécrates: Por cierto que serfa duro, mi querido amigo, que hayas teni- do gue llegarte hasta Atenas, donde reina le mayor libertad de palabra de toda la Hélade, y no tengas siquiera el derecho de aprovecharlo™. 103 98 99 LA POSICION DE SOCRATES CONCESIDA COMO IRONIA la modestia posibles, una suave corriente de aire* que al poco rato ahuyentaba todos esos vahos poéticos. Estos dos métodos tienen una gran similitud entre si, muy especialmente en una considera- cién que se atenga a lo momentaneo; y esta similitud resulta aun mayor por el hecho de que la interrogacién socratica estaba dirigi- da esencialmente al sujeto cognoscente, tendiendo a mostrar que a fin de cuentas aquéllos no sabian nada en absoluto. Cuando una fi- losofia comienza con una presuposicién, como es natural, concluye con la misma presuposicién, y puesto que la filosofia de Sécrates comenzaba con la presuposicién de que él mismo no sabia nada, su conclusién era también que los hombres no sabian nada en absolu- to. La filosofia platénica comenzaba con la unidad inmediata del pensar y del ser, y ahi se quedaba. La orientacién que se impuso en el idealismo en tanto que reflexién sobre la reflexién se impuso | también en la interrogacién socratica. La interrogaci6n, i.e., la relacién abstracta entre lo subjetivo y lo objetivo, era, ev siltima instancia, el asunto capital para Sécrates. Intentaré aclarar lo que quiero decir examinando més de cerca una declaracién de Sécrates en la Apologia de Platén. De manera gene- ral, la Apologia entera se presta, magnificamente a la consecucién de un claro concepto de esta actividad irénica de Sécrates**. Asi, con ocasién del primer cargo, el de blasfemia, levantado por Mele- tos, Sécrates mismo trae a colacién la conocida sentencia del ordcu- lo de Delfos segtin la cual él era el mas sabio de los hombres”, © CE, Protigoras, pp. 145 y 146 en el centeo, #.. Pues bien, Protdgoras, poco me faltard para tenerlo todo si me respondes esf0..n, Pero ese «esto» ¢s precisamente aquello de lo que todo depende™. 0 bien, pata tomar otro ejemplo, la Apologia de Séerates (Ast, 8 B, p. 98): Hey Gueic, ob tivipec ADnvoiol, nenévoate tind thy audy Kotnypav, obk olda- bys’ oby xo axbths on’ adtdy OM you tuavtod Exchadouny. vita mBavids EAEYOY [«No sé, atenienses, ta sensacién que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente habla- bane]. También en el Banguete, ditigiéndose a Agatén, p. 54 (Heise): «De qué manera, oh afortunado, podria yo 0 cualquier otro ponerse en el aprieto de presentarse después de un dis curso tan bello y tan rico? Todo en él era igualmente digno de admiraci6n, pero zquién podiia, sin embelesatse, escuchar in mulkitud de bellas palabras y dichos de Ja conclusién...20; p. 55: «En mi ingenuidad, cref que habia que decir la verdad acerca del objeto que uno trata de clo- Biar... Pero no era se, segtin observo, el modo correct de hacer alabanzas, el cual consiste en asignarle tantas y tan bellas propiedades como sea posible, le sean éstas pertinentes o non", CE, Protigoras, pp. 170 al final y 171 al camienzo™. ** Esti claro que toda la Apologia es en su. conjunto una construccidn irénica, pues la gean masa de acusaciones se reduce a nada, no ea el sentido corriente, sino a una nada tal coma 4a que Séerates hace pasar por contenide de su vida, la cual a st vez es ironia, como lo es tam. bién sur propuesta de ser arrestado en Pritaneo, o la del pago de una multa, y ante todo el hecho de que la Apologia, en realidad, no contiene defensa alguna, sino que por un lado Siscrates se burla de sus acusadores y por el oto mantiene una animada chazla con sus jueves. Con esto con- cuerda también la conocide historia segiin la cual Sdcrates recibi6 y revisé un discurso de Lisias para Ia defensa, declaranclo sin embargo que ao se encontraba en condiciones de utilizarlo pese a que eta ciertamente on diseutso magnifico”, 104 LA CONCEPCION SE HACE POsiBLE Cuenta que esa sentencia lo dejé perplejo por un instante, ya para probar si el ordculo habia dicho la verdad, acudi6 a a clos sabios de mayor renombre. Este sabio era un estadista,, pero Socra: tes noté enseguida que era un ignorante. Acudié baitonees a a pots ta, pero al despacharse éste con una detallada exp icacion d Ea propia poesia, Sécrates advirtio que no tenia tampoco ae a nocimiento al respecto. (A propésito de esto sugiere también que la poesia debfa ser vista como un impulso divino que el poeta com- prenderia tan mal como los profetas y adivinos el dictamen que pronuncian.) Finalmente acudié a los artistas y, i bien éstos sabian alguna cosa, los contaminaba sin embargo la presunciéa ea prender también otras, de manera que caian bajo la misma determi nacién que los demés’*. Sécrates explica, en suma, que él mismo habia circunnavegado el reino entero del intelecto y descubierto que todo estaba rodeado por un océano de saber ilusorio. Vemos la profundidad con la que concibié su tarea y el modo en que llevd s cabo el experimento frente a cada uno de los poderes del intelecto; Sécrates mismo ve corroborado esto en el hecho de que sus acusa- dores representaran los tres grandes poderes que, segin él ‘nisin habia puesto al descubierto, aparecian como irrelevantes para la personalidad. Asi, Meletos venia en nombre de los poetas, sie nombre de los artistas y estadistas, Licon en nombre de los orado- res. Este ir de aqui para alla entre paisanos y extranjeros, acudiendo en auxilio de la divinidad al mostrar que quien dice ser un sabio no lo es si no se le presenta como tal*, es algo que coneibe como un de- signio divino, como su misién. Por eso no tuvo tiempo de llevar a los abarca a todos, y en especial a sus paisanos: ‘ornare veurép we mpsaBvéng, 6c dv eveuyiven, novo, wc vp ea Gest ne.ADy B= tog Hor0ig, Gay Hor fymeepa tae ven vat yup meer O Doss, ef Tove [Har esto con et que me ene, joven 0 vii, Zrutto 9 cndadan,y as a es cindadanes po cian me primes ela morgen, Paso fo manda eon eabeilo Men]. CE As, 28, § 30a. Dice que muchos se le acercaban por el interés de ver a personas que, imagi ae re Gigind Coe, Uemvictcaban a osabet nad oi Se rob, os 6 gr pootésanta tro rob 0d parte wel Ax avo wal bys Ko eave pep EP 1ig nose xe d2An teia uoira Opa rot Grid RpOdETBEE Mpacrey [+Porque [es AINE cizme examinara os que cren ser sabios yno lo son, En verdad, es npradabie, Como digo, x= alzar ese trabajo me ha sido encomendado pore dios por meio de orfculo, de sueosy de todos los demas medios con los que alguna vez alguien, de condicién divina, ordené a un hom: re haver algow]. As, 8 B, p. 136 § 3c” _ . a ee Fh eine wort eipearibis Anistareado quteaiearsenta, sxpoicion de Jenofone, insrnende asus ciples are que sean bueneseindadanos, De st que Seats subrayetnbin ex bs Apotogé de Patén ls impatancin de ser un home pivado" algo gue armoniza totalmente con eas actives negateas de Socraus hacia la vida; de besho, see wa hombxe prvado en Gusia ded de sigifieae algo toaimente diferente de Jo qu en nestos dias es vvir paras ps ene los giegos ada navi singla vet su va como abarcada y sostenida por a vida def Estado, enn sentido ocho mis profundo que en nusto empo. Pot eso también Calicles (en el Gorgias) ceprocha a Socrates seguir dedicindose a | Ia filo- * Esta actividad suya de refutacié 105 100 101 101 102 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA cabo ninguna cosa importante, ni en los negocios publicos ni en los privados, sino que a causa de ese servicio al dios es indigente en to- dos los aspectos. Pero yuelvo al mencionado pasaje de la Apologia, Sécrates se refiere a la dicha de llegar a estar, tras la muerte, en con- tacto con los grandes hombres que vivieron antes que él y que corrie- ron su misma suerte, y entonces afiade: Koi 6) Koi TO {éyLOTOV, TOUS éxei &erdlovie. Koi épevvavto, Honep todg évtocdda, Sidyew, tic aartdy copes £oTt Kai tis 0 tetor HEV, ott & Od [<¥ lo mas impor- tante, pasar el tiempo examinando ¢ investigando a los de alli, como ahora a los de aqui, para ver quién de ellos es sabio, y quiéa cree serlo y no lo es»] (41b; Ast, 8 B, p. 156). Henos aqui | ante un punto decisive. No puede negarse que Sécrates est a un paso de caer en el ridiculo con este afan de andar husmeando que no lo deja en paz ni siquiera después de la muerte. ;¥ quién podria contener la risa al imaginarse los severos espectros de los infiernos, y en medio de ellos Sécrates, que no se cansa de interrogarlos y mostrarles que nada saben! Podria parecer, sin embargo, que lo que Sdcrates mis- mo quiso decir es més bien que acaso algunos de ellos hayan sido sabios, pues dice que querzia probar quién de entre ellos es sabio y quién crée serlo y no lo es, Peto hay que recordar que, por un lado, ese saber no es mas ni menos que la referida ignorancia”, y que, por el otro, él dice querer ponerlos a prueba en el otro mundo al igual que en éste, con lo cual parece suponer que a esos grandes hombres tal vez no les vaya mejor en ese tentamen rigurosum [exa- men riguroso]”* de lo que les fue en esta vida a los grandes hom- bres. Vemos aqui, pues, la ironia en toda su divina infinitud, la cual no deja absolutamente nada en pie. Como Sans6n”, Sécrates abra- za las | columnas que sostienen el saber y hace que todo se derrum- be en la nada de la ignorancia. Cualquiera reconocera que esto es auténticamente socrdtico; en cambio, no llega nunca a ser platoni- co. Me encuentro aqui, por tanto, ante una de aquellas duplicida- sofia, puesto que en su opinién al filosofar, lo mismo que el balbuceo, es algo que solo se les per: ite a los nifios, y un adulto que sigue filosofando merece que se lo reprenda (cf. Heise, p. 99°), Pues, como dije antes, por més grandioso que sea su talento, na hace otra cosa que volverse poco viril cuando se aleja del niicleo del Estado y evita las reuniones publicas en las que, como dice el oeta, el hombre puede sin embargo destacarse la primera vez y pasarse el resto de la vida en un escondrijo, susurrandoles algo al oido a tres 0 cuatro muchachas, sin pronunciarse jamais de ma- neta libre, noble y poderosa. — No necesito recordar al atento lector can semejantes son esta sertacién de Calicles y la cientifica moderacién que Jenofonte le hace recomendar a Sécrates?*, * Por lo gue respecta a la posibilicdad de que hubiese todavia un saber acerca de algo que no fuese esta ignorancia misma, un débil trazo 0 una fugaz alusién a un saber positivo, Socrates mismo dice en el Banquete (Heise, p. 10}: mi sabiduria es pobre y de naturaleza ambigua, igual a tun sueiio7”s y en la Apologia interpreta de este modo la sentencia det oréculo délfico: 6t: tvOpunivn cobia: tAtyou twos bic. Sati Kei oDBevds [«que la sabiduria humana es digna de poco o de nada»). Cf. Ast, 8 B, p. 112, § 23a. 106 I i LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE des que se dan en Platon, y ésta es precisamente la huella que habré de seguir a fin de descubrir lo verdaderamente sate . ic La mencionada diferencia entre preguntar para obtener una pl nitud y preguntar para avergonzar se muestra iaenl eae ue zi hera mas precisa, como la relacién entre lo abstracto y lo mitic s didlogos de Platén. . bs SE ete mejor, examinaré con mas detalle un par de dié- logos a fin de mostrar cémo puede lo abstracto rematarse en ironia, y lo mitico presagiar una especulacion mas rica. Lo abstracto en los primeros didlogos platénicos se remata en ironia El Banguete El Banquete y el Fedén marcan el punto de torsién en la ae cién de Sécrates, puesto que, como tan a menudo se ha sepet i s primero presenta al filésofo en vida y el segundo en la ine En el Banquete estan presentes las dos formas de exposicién sefialadas, dialéctica y la mitica. La mitica comienza cuando Sécrates eae se hace a un lado e introduce el discurso de Diotima de phere : Es cierto que Sécrates observa, al final, que él mismo fue coach do por el discurso de Distima, y que ahora busca convencer igual mente a otros, dej4ndonos con la duda de si aquél, en otras vale. bras, no le pertenece en realidad a él mismo aunque sea de segun 4 mano; pero de ahi no puede hacerse ninguna inferencia a ietong acerca de la relacion histérica entre lo mitico y Sdcrates. Este Ht, go aspira a dar realidad al conocimiento pleno aun en ores senti es cuando el Eros concebido de manera abstracta se visualiza a da persona de Sécrates gracias a la ebria intervencin de Alcibiades*'; pero esa intervencién, como es natural, no puede darnos mayor in- formacién en lo que respecta a la cuestin de la dialéctica ee Habra que investigar mejor cuél es el estatuto del desarrollo dial fc: tico en este didlogo. Quien haya leido el didlogo con un minimo de atencién, sin embargo, nos habra | dado ya la razén cuando eo riormente observabamos que el método consiste en og jas miiltiples combinaciones de la vida, reconduciéndolas a una abre: viatura mds y més abstracta». La exposicién definitiva de la esencia de Eros, en efecto, no inhala en modo alguno el aliento que el desa- rrollo previo habria exhalado, sino que sus meditaciones se ea en escala siempre creciente por encima del aire de la atmés| ie oS ta hacer casi que la respiracién se detenga en el puro éter de la abs- traccién. De ahi que los discursos precedentes no sean vistos como 107 103 104 LA FOSICION OE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONTA momentos de la concepcién final, sino més bien como la gravedad terrestre de la que el pensar debe paulatinamente liberarse. Pero si las diferentes exposiciones no se relacionan de manera necesaria con la exposicion final, si se relacionan, en cambio, de manera teci- Proca unas con otras, puesto que son discursos sobre el amor surgi- dos de los diferentes puntos de vista que se dan en la vida y desde los cuales los oradores, como si fuesen aliados venidos de todas partes, extienden el territorio que conforma la esencia propia del amor, que en la concepcién socrdtica resulta tan invisible como un punto matematico, pues es abstracta, sin que a partir de ese punto brillen sesgadamente, a su vez, las diferentes concepciones relativas, Todas estas disertaciones son, pues, como la extensién de un ca- talejo, tal la ingeniosidad con la que cada exposicion se pliega a la siguiente; y es tal su chispa lirica que sucede incluso con ella lo que con el vino en copas de cristal artisticamente tallado, que lo que embriaga no es sélo el espumoso vino contenido en ellas, sino tam- bién la infinita refraccién, el mar de luz que se abre cuando uno mira en su interior. Si bien la relacién entre lo dialéctico y lo mitico no se presenta con tanta fuerza en.el Banquete como lo hace, por ejemplo, en el Fedén, y sin contar ton’el hecho de que este didlogo es menos iitil a mis propdsitos, la ventaja de aquél consiste en des- tacar de manera muy precisa los dichos de Sécrates mismo respecto de lo que éste ha ofdo de Didtima. Fedro comienza**. Describe la eternidad de Eros. Eros triunfa sobre el tiempo, como lo indica el hecho de que no tenga padres; triunfa no sélo sobre la mezquindad en el hombre, gracias a ese ex- citante sonrojo de timidez, sino también sobre la muerte, y es asi como rescata de los infiernos al objeto amado y que los dioses, intimamente conmovidos, lo recompensan. Pausanias detiene su mirada en la doble naturaleza de Eros, si bien no para abarcar esa duplicidad en una unidad negativa, como en la exposicién de Did- tima, en la que Eros es hijo de | Poros y Penia®®. Una es hija de Ura- no, el celeste, y huérfana de madre. El otro es mucho més joven, tiene por condicién la diferencia de sexos y es de naturaleza vulgar. A partir de alli explica el significado de la pederastia celestial, que ama lo que hay de espiritual en el hombre, y ésta es la raz6n por la que lo sexual no lo mancha ni lo envilece. Puesto que a Aristofanes resulta haberle dado hipo, declara que el médico Eriximaco deberia eucargarse de sacarle el hipo o bien hablar en lugar suyo. Comien- za entonces Eriximaco™, Este prolonga la observacién hecha por Pausanias, que él mismo sostiene, aunque en realidad concibe la duplicidad del amor desde un dngulo completamente diferente al de Pausanias. Mientras que Pausanias se habia circunscrito a dos tipos de amor y habja intentado exponer su distincién, Eriximaco, 3 108 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE 41 parte, concibe el asunto teniendo presente que a cada mo- er go del amor le corresponden dos factores, y esto lo encuentra men porado mas que nada en la naturaleza, considerada ésta desde coerepectiva de la ciencia médica. Asi, el amor es unidad en lo dis- e Ente y si Asclepio fue el creador del arte médico, fue pore coro infundir amor a los opuestos mas extremos (lo caliente y lo sae ig amargo y lo dulce, lo seco y lo hiimedo). Lo mismo se repite por todas partes en la naturaleza; las estaciones, climas, ete, depen den también de manifestaciones de amor; lo ra suce! oe sactificios y con todo lo que es propio del arte a Annee mane ie que alse constitye la asocincion entre dioses y hombres. Toda su disertacion es una suerte de fantasia filoséfico-naturalista at vez que AristOfanes se hubo recuperado de su bipo (a propésito de lo cual trae a colacién una relacién de opuestos di erents es antes descsbiers el médico: gue el hipo s¢ le cura esromudando), toma la palabra y fundamenta la supuesta relacién de opoes ae el amor mas profundamente que cualquiera de los ora a ee vores, ilustrandola seein la contraposicién de los sexos y la disse cidn de Tos hombres llevada a cabo por los diosest. Menciona incluso Ja posibilidad de que a los dioses se les ocurtiera ulterior mente fraccionar a los hombres en caso de no estar éstos ne ie chos con ser lo que son: mitades de hombre, «pues de tno hemes legado a ser dos, cortados al medio como besugos». ¥ entonces da rienda sucka a sa jovialidad, tanto al describir la originaria inéife renciacién de los sexos y Ta consiguiente condicion del hombre como al concebir, también con profunda ironia, lo negativo d amor, su necesidad de reunificacién; a lo largo de esta exposicién de Aristofanes, sin quererlo, nos acordamos de los dioses, que sin duda se divirieron a lo grande al ver e6mo estas mitades de hom- bres, entreverindose ea infinite confusiOn, buseaban llegar a ser hombres completos. Después de Anstofanes habla, entonces, el poeta tragico Agatén’’; su disertacion es mas ordenada. ue me atencién sobre el hecho de que los otros, mas que haber alabaco al dios, han elogiado la suerte de los hombres por los bienes que = Hay, poo demi, cia fala de claridad en ln sets de Erxinacoy pos wa ad, pasa por aio la nessa del momenta de a und ined, del azo de widae que eI Uapleda,y ello pee a sitar Ia fase de Hericto sin In eal fo Uno exando en don consigo mismo, esti en consonancia consigo mismo, como la cuerda de una lita o den ars oir otro lade, el doble Eros sigue siendo para @l, tanto como para Paasanias, algo necaente Eyrerno, una dlvsién externa, y no el reflejo de una duplicidad subyacente al amor y nece ca nente proveniente de él El amor es entonces la relacién iisma de los opuestos, 0 wna suerte le felscién personal con los opaestos,o un pins sin contnide fuera de as lain de open 0 algo enfrentado a los opuestos. En stma, au exposicién es una mezcla de ttadic natuzalista. 109 105 i q i i 106 1A POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA dios les concede, sin que nadie haya mencionado cémo es el dios mismo que administra todos esos bienes. Agatén intenta mostrar por tanto cémo es el dios mismo, y cudles son los bienes que admi- nistra a los demas. Toda la disertacién es, pues, una oda a Eros, que es el mAs joven de los dioses (pues es siempre joven y estd siem- pre acompaiiado de jévenes), el mas delicado (pues habita en lo més tierno, en los corazones y en las almas de dioses y hombres, y se aleja de todo temperamento 4spero), el de mas bello colorido (pues vive constantemente redeado de flores), etc., etc. A los hom- bres les ha concedido el respectivo dominio del arte, pues sdlo al- canzan la fama aquellos a quienes Eros ha inspirado. Puesto que me llevaria demasiado lejos ponerme a analizar en detalle la relacién entre los diversos discursos, me remitiré al wlti- mo, es decir, al de Sécrates. Sécrates tuvo la ingenuidad de creer que debfa decirse en cada caso la verdad acerca del objeto que uno intenta elogiar, y que a partir de alli, siendo esto lo esencial, debia uno seleccionar lo de mayor belleza y exponerlo del modo mas dig- no posible... |; «pero no era ése, segtin veo, el modo correcto de ha- cer alabanzas, el cual consiste en asignar al objeto tantos y tan be- llos atributos como sea posible};sean éstos pertinentes 0 no. No importa que sean falsos, pues la tarea seria, al parecer, que cada uno de nosotros haga de Eros un elogio aparente, y no uno real», Sécrates procede entonces como de costumbre, de manera interro- gativa, Comienza con una de aquellas inquisitivas preguntas genui- namente socraticas: si Eros es, segtin su naturaleza, amor hacia al- guna cosa o hacia ninguna; pero si el amor, ademas, desea aquello que es su objeto, entonces no lo tiene sino que lo necesita, y esta misma necesidad se concihe como idéntica al anhelo de una perdu- rable posesion futura; pues uno desea lo que no tiene incluso cuan- do anhela conservar en el futuro lo que tiene ya. El amor es enton- ces necesidad de algo, deseo de algo que no se tiene, y puesto que el amor es amor por lo bello, Eros necesita la belleza, no fa tiene. Y puesto que lo bueno es ademés lo bello, Eros necesita también lo bueno. Del mismo modo cabe proceder con respecto a todas las ideas, y vemos que Sécrates no quita el pellejo para alcanzar el hue- so, sino que excava el bueso, Aqui culmina el desarrollo socratico, pues la exposicién subsigniente no es otra cosa que narracién. Y en caso que el lector no haya visto todavia lo que quiero que yea, espe- ro que tanto yo como él lo consigamos cuando en lo sucesivo me conceda su atencién. Socrates inicia su disertacién con una ironia. Pero ésta, si cabe decirlo asi, era sélo una figura irénica, y él no mereceria en verdad el titulo de ironista si aquello por lo que se destaca fuese sdlo la destreza de hablar irénicamente tanto como otros hablan en jeri- 110 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE gonza. Si bien los oradores anteriores habian dicho muchisimas co- sas acerca del amor, muchas de las cuales no eran relevantes en re- lacin con ese objeto, quedaba atin la presuposicién de que habia mucho por decir sobre el amor, y Sécrates lo desarrolla ante ellos. Y he aqui que el amor es deseo, necesidad, etc. Pero el deseo, la ne- cesidad, etc., no son nada. He ahi el método. El amor es paulatina- mente liberado de la concrecién accidental en la que se encontraba segiin los oradores anteriores y reconducido a su determinacion mas abstracta, alli donde se muestra no como amor de esto o de aquello, de esto otro o de aquello otro, sino como amor hacia algo que | no tiene, i.., como deseo, como ansia. Esto es muy cierto, en algtin sentido; pero es que el amor es alli el amor infinito. Cuando decimos que Dios es amor*, lo que decimos con ello es que él es aquello que se comunica infinitamente; cuando hablamos de per- manecer en el amor, de lo que hablamos es de participar de una plenitud. Eso es lo sustancial en el amor. El deseo, el ansia, es lo ne- gativo en el amor, es decir, la negatividad inmanente. Deseo, nece- sidad, ansia, etc., son, para emplear una de las expresiones de He- gel que trae a colaci6n precisamente lo que se trata de traer a colacién aqui, la infinita subjetivizacién del amor?!. Esta determi- nacién es ya la mas abstracta 0, para ser més precisos, es ella mis- ma lo abstracto, no en sentido ontoldgico, sino en el sentido de aquello a lo que le falta su contenido. Claro que uno puede conce- bir lo abstracto como lo omniconstitutivo, seguirlo en sus propios movimientos silenciosos y dejar que se determine en direcci6n a lo concreto y se despliegue en lo concreto. O bien, puede partir de lo concreto y, teniendo lo abstracto in mente, hallarlo en lo concreto y sacarlo de alli. Pero ninguno de los dos es el caso de Sécrates. S6- crates no remite el estado de cosas a las categorias. Para él, lo abs- tracto es una designacién completamente desprovista de contenido, Parte de lo concreto y llega a lo més abstracto, y allf donde la inves- tigacién deberia comenzar, alli se detiene. Fl resultado al que llega es propiamente la determinacién indeterminada del ser puro: el amor es; pues el afiadido segiin el cual es ansia, deseo, no es de- terminacién alguna, ya que es meramente una relacién con algo que no esté dado. Del mismo modo, podriamos referir el conoci- miento a un concepto completamente negativo, determindndolo como apropiacién, como adquisicién, pues es obvio que ésa es la tinica relacién del conocimiento con lo conocido, si bien por otra parte es también posesién, Pero asi como lo abstracto en sentido ontoldégico tiene su vigencia en la especulacién, lo abstracto en tan- to que negativo tiene su verdad en lo irénico. Una vez mds nos topamos aqui con una duplicidad en Platén: el desarrollo dialéctico es llevado adelante hasta que desaparece en lo 111 108 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA puraimente abstracto; alli quiere aportar la idea, p manera necesaria con lo cién total le corresponda es posible asignarle arbit solo para que cada cual comienza un desarrollo de otra indole que ero puesto que ésta no se relaciona ya de dialéctico, es improbable que a la evolu. alguna idea. Pero, Por otro lado, tampoco Tarlamente esto a uno | y aquello al otro tenga lo suyo. Sécrates y Platon debieron tener cada uno una perspectiva en la que debe haber habido, por mas diferentes que fuesen entre si, puntos esenciales de coinciden- Gia, a saber, la irénica (pues lo dial una perspectiva que se rel, acione de manera esencia lidad) y la especulativa. En cuanto a si la explicaci presenta tras la exposicié qué importancia ha de atribuirse a én de Did bello (en la que el momento negative queda fiters un flojo e indolente quietismo, mientras que una tricot de inmediato el uno en virtud el otro, ta.a lo que le sucede a Distima: que lo bello resulta lo bello en sf, algo puramente abstracto que, luego, debe mostrar- se), todo esto lo examinaré con mayor detall en los didtogos. He alucido antetiormente a ia “observacién general septin | cual en el Bang : ica Sécrates, de manera que | clogio de Sécrates. Si bien éctico como tal no constituye Icon la persona- i6n que Sdcrates tima constituye un Progreso, y la dicotomia del amor y de lo y el positivo es ‘omfa veria » Y entonces no estaria expues- ser nuevamente le al explicar lo mitico a ete se busca suplir aquello que falta en la concep- aciendo que el amor se visualice @ n la persona de los elogios del amor terminan siendo un la visualizacion de la ide: ‘a en una perso- ia en el desarrollo. El movimiento dialéc- todo, extrafio a la idea m isma, justamen- s Pordue, por més ingeniosos que sean los pas [pasos] con los que se mueve, no es la dialéctica propia de la idea, Ast tras la idea, el ebrio Alcibi. junto a esto hay que notar, ebriedad de Alcibiades par lacién amorosa s6lo en un sobrio, aquélla le habria acatreado | certidumbre de la plena ins la indole de la relacin amorosa que cibjades, seguramente tendremos q Pues, mientras » sin embargo, que la circunstancia de In ece indik 4 potenciada inmediatez, seguridad. Ks decir, que, si cuando menciona que Sdcrates se burld de él a cau agregando entonces: «Y no sélo a1 sino también a Catmides, ¢ Diocles, y a muchos otros hasta el punto de resultar s, | hijo de Glaucén, a Eutid: car que éste estd seguro de la re- ¥ que, estando a angustiante aunque dulce in- i consideramos tuvo lugar entre Sécrates y Al- ue darle la razén a Alcibiades isa le su amor, mi me ha tratado de ese modo, lemo, el hijo de a quienes defraud como falso amante, er el amado en lugar del 112 amante»®, De LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE ciar a él, Se apega a S6- 109 que Alcibiades no sea capar de | renunciar a él, Se apegn'a $5- aaron total apasionamichis slescuctanla, ri corazon lat 0 ae las Coribantes, y Iloro a lo largo su discur- ss impetu que el de las Cor S, Y ea a ae hayrningdn'oiro oradox aueld afecte de ents te oa cion servil y aun la vida le parece in: servil y aun , aborrece su condicioa servil y = insopomtable (cena dieiones, Playa de Serates tomorde ls sens, 8 po Bae ' seguir estando a su lado y envejecer, idos para no tener que seg 1 ; fae! soe id Sécrates no estuyiese vivo, aundl enudo que Sdcrates : a asta desea a menu 6 ‘ i mau z ' ¢ que si asf fuera su dolor seria mucho mayor. i essa [ E bi ee nordid una serpiente, o incluso algo mas doloros td avi nel sitio en que més duele, a saber, en el ceva.» ep:el alm, ke i gt ie la relacion a rdar, desde luego, que man ‘ nas si necesito recordar, I 3 on ae tuvo Ingar entre Socrates y Alcibiades fue se peiton ipl s : embargo, qué cosa habé c al. Si nos preguntamos, sin cosa hal ate oe que esa relacién fuese no ya meramente posible sino Siena ane bien observa Alcibiades que él no a3 BY tinico aie ct wie : di también casi tode con $6 le esa manera, sino ta naba con Sécrates eae i 2 é ese caso no tengo of q tenian trato con él), en , 50 mueste ie Fea: fue la Hore de'SOoraies,,Pucs si-su relaci6h anibross habit “oi i en una iti tercambio de ideas, 0 2b nsistido en un rico in a pbamucants fiance por una de las partes y una agradecida peeepeién por la ‘i habrian tenido entonces algo tercero en lo cual amarse, a ber id relacién semejante no habria engendrado jen er, la idea, y una n eat a desasosiego pasional. Pero precisamente porque Bs beencielb lt i A or otr ironf scararse jamds, y porque p ironia no desenmascarars > fee ls igualmente esencial cambiar de mascara a la manera dee 20) POF eso debfa necesariamente acarrear tanto dolor al mancebo enamo- OSO. , Bt é to, tiene algo de horroroso, rado*. Si aquélla, por tanto, ne fer ena 3 inariamente seductor y encant , algo de extraordinariamer ctor y oc, 8 que Hs de saplaclon y de misterio, la telegeéfiea comune fe cue aa i eS] en 5 e einoatly que pranpene, dLiniiicaa bras gli moter dl ii Ss ULC Z4 S a simpatia que presupone, el : dey arene lle que suplanta instantaneamente a i aS malentendido, todo esto cautiva de manera arresieth if ie. ra . ironi: individuo, ando el ironista se abre al un primer momento, cual a i nee secteate iberad® y asus anchas al SaaS él, en dane iat i stara der, y esto es sin duda lo qui ¢ sssibjadee euundd meneiong gue Sberates los defrandé al resultat Alcibiades cuando menciona que Sécre cao al ceslige ser el amado en lugar de ser el amante. Puesto q fs sibies esencial al ironista no expresar jamas la idea como tal, * Bl ironista sor enci su existencia inmediata, eso es lo iberadors or eleva al individuo por encios de su exi | ‘i pero luego le ‘ela suspendido, como el sare6fago de Mahoma segin In leyenda, entte dos ima : nes: lo atcactivo y lo repulsive" 113 410 1 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA indicarla de pasada, recoger con una mano lo que es dado con la otra, poseer la idea como propiedad personal, la relacidn resulta naturalmente aun mds tensa. Asi, pues, de manera totalmente si- lenciosa se ha desarrollado en el individuo una enfermedad que es tan irénica como cualquier otra atrofia, y que hace que el indivi- duo se sienta mejor cuando més cerca esta su descomposicion. El ironista es el vampiro que ha chupado la sangre del amante y que, tras insuflarle su frialdad, lo ha adormecido y afligido con agita- dos suefios. Cabe preguntarse entonces: a qué apunta todo este desarro- Ilo? Yo responderia: a un doble propésito. Por un lado, el de mos- trar que incluso en el modo en que Alcibiades concibe a Sécrates la ironia es en él lo esencial, y el de indicar, ademas, que la rela- ci6n amorosa que tuvo lugar entre Sécrates y Alcibiades tanto como la dilucidacién de la esencia del amor que podemos extraer de ella son negativas. Por lo que respecta al primer punto, debe- mos recordar que se ha creido poder demostrar la necesidad de que hubiera en Sécrates una gran plenitud positiva, invocando la exaltacién con que Alcibiades narra su relacién con él", Parece importarite, sin embargo, examinar primero un poco mas de cerca el caracter de esa exaltacién. Este parece ser, en el ambito de los sentimientos, paralelo a aquello que La Rochefoucauld denomina, en el dominio del entendimiento, la fiévre de la raison [fiebre de la raz6n]°*. Suponiendo que hubiera alguna otra cosa que pudiera haber despertado esa exaltacién en Alcibiades (pues ya he intenta- do mostrar anteriormente que la ironfa lo consigue), ello deberia estar indicado en el encomio de Alcibiades. | Pues veamos. Alcibia- des destaca el cardcter silénico de Sécrates: «Sdcrates dice ser del todo inepto y no saber nada. ;No es ésta una figura comparable a la de los silenos? Claro que si, pues no es mas que una vestidura exterior que se ha puesto, como la figura tallada de un sileno; pero al abrirlo, queridos hermanos de copas, {no os imagindis cudnta sabiduria veriais en él!... Ante los dem4s disimula y los toma en broma; pero las veces que se ha puesto serio y ha abierto su inte- rior, no sé si alguien ha contemplado en su alma imagenes de lo divino. Yo las contemplé una vez, y se me presentaron tan divinas y dureas, en todo sentido tan bellas y admirables, que instanténea- mente resolvi que deberfa hacer todo lo que Sécrates me ordena- ra»°S, Aqui hay que notar lo siguiente, Por un lado, que no es facil * Anticipanda, habré de recordar al lector que el mismo problema se repetirs, bajo otra forma, cuando tenga que explicar hasta qué punto es necesario admitir que hubo en Sécrates una plenitud positiva, para dilucidar a partir de alli el hecho de que hayan surgido de él tantas escuelas filoséfieas 114 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE hacerse una idea de lo que Alcibiades propiamente quiere decir, y que en cierto modo no es del todo injusto conjeturar que tampoco ‘Alcibiades tenfa una idea clara al respecto. Por otro lado, que Al- cibiades mismo sefiala que sélo en una muy rara ocasién Socrates se abrié de ese modo. Y si seguimos atendiendo a la propia indica- cién de Alcibiades, vernos que emplea la expresion: «las contemplé una vez». Contempld esas imagenes de lo divino. La tnica idea que podemos asociar a esto es la de la presencia de una personali- dad divina portadora de la ironia, si bien con ello no se enuncia acerca de Socrates nada mds que lo que cabe decir de él en tanto que ironista. Pero tales instantes de transfiguracion demuestran a Jo sumo la condicién de una plenitud divina Kot. ypu [en esta- do latente], de manera que no puede decirse que lo exaltante haya sido una plenitud positiva. Si tenemos en cuenta, ademas, que el elemento propio de Sécrates era el habla, la conversacién, parece que Alcibiades utiliza realmente la expresién «contemplar» con un cierto énfasis; como 110 menos sorprendente es oir a Alcibiades de- cir: «pues he olvidado mencionar que también su discurso se ase~ meja a aquellos silenos abiertos». Esto parece indicar también que aquello de lo que Alcibiades estaba enamorado era esencialmente de la personalidad de Sécrates, la armoniosa determinacién natu- ral que, sin embargo, se consumaba en una relacién negativa de sf mismo con la idea y en una ompfalopsfquica®” fijacién de la mira- da sobre si mismo. Es cierto que Alcibiades dice que esos discur- sos, cuando se los vefa abiertos, eran en primer lugar los mds razo- nables, y luego los més divinos, y que en su mayor parte contenian imagenes de virtud y eran de vastisimas proporciones. Pero por més que esto fuera lo manifiesto, o incluso lo primero que saltaba a la vista | en los discursos de Sécrates, queda sin aclarar de dénde procedian la ardiente inquietud y todo lo que habia de demoniaco en su amor, pues cabrfa mas bien esperar que el trato con Sécrates hubiera ayudado a Alcibiades a desarrollar Ja incorrupcién de un espirita manso y tranquilo”’, Por eso nos encontramos también con que, al final, la ironia de Sécrates vuclve a arrojar a Alcibiades al embravecido mar, y que pese a su embriaguez, su exaltacién y sus grandes palabras, aquélla estd igualmente presente en su rela~ cién con Sécrates. Pues asi como Alcibiades debié de contentarse cuando, «con sensual deseo se eché bajo la manta de Sécrates y es- treché en sus brazos a ese hombre divino y en verdad admirable, y asi estuvo la noche entera sdlo para levantarse del lecho de Sécra- tes menospreciado, burlado, desdefiado en su belleza, como si hu- biese estado recostado junto a un padre o a un hermano», asi también debe contentarse cuando Sécrates lo aparta de si hacién- dole notar que habia llevado a cabo toda su disertacién por celos 11s 113 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA hacia Agatén: «todo lo que dijiste fue para que Agatén y yo nos distancidsemos, y eso es porque crees que yo deberia amarte a ti y a nadie mas, y que ti eres el tinico que deberia amar a Agatén» 1, En segundo lugar, por lo que concierne a la dilucidacion que esta exposicién nos brinda en relacién con la esencia del amor tal como ésta se dio en Sdcrates, comprobaremos que la teoria y la prdctica estan en armonia. El amor que aqui se describe es el de la ironfa; pero la ironia es lo negativo del amor, es la incitacin al amor, es en el ambito del intelecto lo que las travesuras y las que- rellas amorosas son en la regi6n inferior del amor. Es indiscutible que hay en el ironista, recordémoslo una vez ms, un fondo, un valor monetario, si bien la moneda que él expide carece de valor nominal, no es nada, lo mismo que los billetes; y, sin embargo, to- das sus transacciones con el mundo se efectrian en esa unidad mo- netaria. La plenitud es en él una determinacién natural, por eso no estd en su inmediatez como tal ni.se la obtiene a través de la refle- xién. Asi como se necesita un alto grado de salud para estar enfer- mo, pero de manera tal que la salud no se nota en la plenitud posi- tiva, sing en la potencia-de vida de la que la enfermedad sigue nutriéndose, asi también sucede con el ironista y su plenitud posi- tiva, Esta no se despliega en la plenitud de la belleza, y el ironista busca incluso disimular el conducto subacuatico con el aire atmos- férico que lo alimenta. | Una observacién més, antes de retirarme del Banquete. Baur observa bellamente que el Banquete se acaba cuando Agaton y Aristéfanes (los momentos discursivos) terminan emborrachando- se y Sécrates es el nico que se mantiene sobrio como unidad de lo comico y lo tragico; también trae a colacién la analogia, poco ele- gante a mis ojos, que Strauss ha querido establecer entre la con- clusién del Banquete y la transfiguracién de Cristo en la monta- fia, Si puede decirse que Sécrates proporciona aqui la unidad de lo cémico y de lo trdgico, es, obviamente, sdlo en la medida en que la ironia misma es esa unidad. Asi que si alguien quiere hacer- se la idea de que Sécrates, segiin la inveterada costumbre, esta ab- sorto en si mismo cuando todos los demas se han embriagado, puede que ese mirarse fijamente a si mismo, tan frecuente en él, nos proporcione una imagen plastica de la abstracta unidad de lo cémico y lo trégico de la que aqui puede tratarse. La mirada fija, en efecto, puede designar tanto el ensimismamiento contemplativo (ésta seria mas bien la mirada fija platénica) como aquello que lla- mamos pensar en nada, cuando, por asi decirlo, «nada» se nos hace visible. Es cierto que Sécrates pudo proporcionar una tal uni- dad superior, pero esta unidad es la unidad abstracta y negativa en la nada. 116 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE Protdgoras Pasaré ahora a tratar el Protdgoras de un modo semejante, a fin de mostrar como el movimiento dialéctico en su totalidad, que aqui es el que predomina, acaba en lo puramente negativo. Antes de esto habr4 que dar lugar, sin embargo, a una observacion general acerca de los didlogos de Platén, un lugar adecuado, me parece, puesto que el Protdgoras es el primer didlogo que permite hacerlo. En efec- to. cuando se trata de clasificar los didlogos de Platén, creo que lo mas adecuado es seguir la divisién hecha por Schleiermacher entre Jos didlogos en los que lo dialdgico es un momento esencial, y en jos que una incansable ironia a veces libera y a veces enlaza la dispu- ta y los disputantes, y los diélogos constructivos, caracterizados por una exposicion cientifica objetiva. Estos tiltimos son La reptiblica, el Timeo y el Critias. En cuanto a estos didlogos, tanto la tradi- cién como su propio cardcter interno permiten que se los sitie en | el punto culminante del desarrollo. La forma interrogativa es en es- tos didlogos un momento superado; el que responde aparece en todo caso como un testigo presencial, alguien que representa a la feligresfa con su sf y con su amén; o sea, que ya no se conversa. Por eso también la ironia ha desaparecido parcialmente. Pero si tene- mos en cuenta cudn necesario era para Sécrates conversar, de modo que la tnica alternativa planteada fuese siempre preguntar él mis- mo para que el otro responda, o que el otro pregunte para respon- der él*, nos encontramos entonces con una diferencia esencial entre Platon y Socrates, por mas que Platén la haya percibido consciente- mente y reproducido con inmediata fidelidad. Me ocuparé poco de estos didlogos constructivos, puesto que no pueden contribuir a * Con esto hay que observar también que el preguntar llegé a ser tan nevesario para Sécrates que, incluso cuando permite que otro pregunte, la fuerza de la costumbre hace que al cabo de dos ‘9 tres movimientos utilice [a forma interrogativa en su respuesta y vuelva a preguntar, Se encarga de hacer respetac debidamente la forma interrogativa y de que no se haga concesién algana a la in- terrogacién retérica. Asi, en el Gorgias (Heise, p. 48): Polo: ¢Crees que los buenos oradores son tuatados en la ciudad como aduladores y desdefiados como personas valgares? Sécrates: Es una pregunta la que planteas, 0 es el comienzo de un discurso? Polo: Cémo? ¢No podrian aquellos, al ‘gual que los tiranos, matar a quien quieran, despojar de su fortuna a todo el mundo y expulsar de lo ciudad a quien les parezca? Sécrates: {Por el perro, Polos, todo Jo que has dicho, y todavia no sé si estds exponiendo tu propia opinién interrogindome!"”. Cuando al final del Gorgias, tras ha ber hecho callar a los sofistas, Sécrates prosigue él solo Ia indagacién, lo hace sin embargo en la forma de una conversacién consigo mismo!'. En ef Critéy, cuando las Leyes en persona y el Esta~ do toman la palabra, éstas dicen: No dejes que nuestras preguntas te sorprendan, Sécrates, sino respéndelas, pues bien habituado ests a hablar mediante preguntas y respuestas!"®. También en la Apologia conduce su respuesta en forma de preguntas y respuestas, y 6 mismo llama la atencién sobre ello. Cf. Ast, 8 B, p. 122 § 27: ov 88 flv endxprven, & MEAT. Speig BE, Snep Kart’ prc ees nepy SEN, ELBE lot [i Hopupeiy, sy Ev Th cladon. tpn tos AdyoDs noLdxLaL (Ti, Meletos, contéstame. Vosotros, como os rogué al empezar, tened presente no protestar si constrnyo las frases en mi modo habitual]. 117 Lit LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA una percepcién de la personalidad de Sécrates ni tal como fue en realidad, ni tal como Platén la pens6; de hecho, quien conozca un poco estos | didlogos se dar4 cuenta de que la relacién en la que la personalidad del hablante se encuentra con respecto al objeto es tan enteramente extrinseca, que el nombre de Sécrates llega a ser casi un nomen appellativum [un apelativo] que sdlo designa al hablante, al disertante. A esto se suma que, habiendo sido cortado el cord6n umbilical que liga el discurso al hablante, el hecho de que se utilice todavia la forma del diélogo aparece como algo completamente ac- cidental, y es casi sorprendente que Platon, que en La repiiblica me- nosprecia la exposicién poética en oposicién al simple relato**, no haya hecho que la exposicion dialégica ceda el paso a una forma mas marcadamente cientifica. Muchos de estos primeros didlogos acaban sin resultado; 0, como observa Schleiermacher, de entre los didlogos anteriores a La repiblica referidos a alguna de las virtudes, ninguno llega a la ex- plicacién correcta; cf. Platons Werke por F. Schleiermacher, Terce- ra Parte, tomo I, p. 8: So behandelte Protagoras die Frage von der Einheit und von der Lebrbarkeit der Tugend, aber ohne den Begriff derselben aufzustellen, so ist im Laches von der Tapferkeit die Rede und im Charmides von der Besonnenheit. Ja da auch in der Frage von der Gerechtigkeit der Gegensatz zwischen Freund und Feind ein bedeutendes Moment bildet, mégen wir auch des Lysis hier ge- denken» [«Asi como el Protdgoras trataba la cuestion de la unidad y de la ensefiabilidad de la virtud, pero sin presentar el concepto mismo, as{ también se trata de la valentia en el Laques y de la pru- dencia en el Carmides. También podemos recordar aqui al Lisis, puesto que constituye un momento de importancia en lo que hace a la cuestién de si es correcta la oposicién entre amigo y enemigo». Claro que el hecho de que acaben sin resultado puede definirse to- davia mejor diciendo que acaban en un resultado negativo. El Pro- tagoras habré de servir de ejemplo, asi como el libro primero de La reptiblica, que segin la observacién de Schleiermacher acaba tam- bién sin resultado. Esto es, ademas, de gran importancia para nues- tro andlisis dado que, si se trata de dar con lo socratico, lo mas acertado es buscarlo en los primeros didlogos. Por lo que respecta a la intencién del Protdgoras, no decidiré si ésta es la de tomar impulso para una respuesta definitiva a los pro- blemas que el didlogo contiene (acerca de la unidad de la virtud y la posibilidad de ensefiarla), o bien si, como supone Schleiermacher, dicha intencién no se encuentra en ningiin punto particular, siendo por tanto inconmensurable con los problemas abordados en el dia- logo, y si, suspendida sobre el conjunto, se cumple solamente en la ilustracién del método socratico, que afloraria depurada y reju- 118 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE venecida tras la sucesiva supresién de cada punto particular; sélo observaré que puedo estar muy de acuerdo con Schleiermacher siempre y cuando el lector recuerde que el método, segtin mi pers- pectiva, no consiste en lo dialéctico de la forma interrogativa como tal, sino | en la dialéctica sostenida por la ironia, que procede de la ironfa y retorna a la ironia. Por eso, hacia el final del didlogo, $6- crates y el sofista est4n, como los franceses pueden decir propia- mente s6lo respecto de uno, vis 4 vis au rien [frente a la nada]®’; estan uno frente al otro como aquellos dos calvos que, tras una lar- ga contienda, terminaron gandndose un peine‘®®. Lo que resulta para mf esencial en este didlogo es, naturalmente, su total configu- raci6n irénica, Es cierto que el hecho de que no se haya llegado a ninguna respuesta decisiva para los problemas planteados significa, como dice Schleiermacher, que el didlogo acaba sin resultado; pero esto no tendrfa nada de irénico, dado que la interrupcién de la in- dagacién podria deberse a algo puramente accidental, pudiendo construirse a partir de allf una total infinitud, o bien estar asociada al profundo deseo de que un logrado alumbramiento Ia libere de esos estériles dolores de parto; podria demostrarse que el didlogo, en otras palabras, es un momento en el todo de la indagacién, Es cierto que, de esa manera, el didlogo habria acabado sin resultado, pero este «sin resultado» no es en modo alguno lo mismo que un resultado negativo. Que haya un resultado negativo implica siem- pre que hay un resultado, y sdlo la ironia puede proporcionar un resultado negativo en su estado més puro e impoluto. Pues mien- tras que hasta el escepticismo postula siempre alguna cosa, la ironia esta siempre haciendo el tantdlico esfuerzo, semejante al de aque- lla vieja bruja, de devorar todo primeramente para después devo- rarse a si misma 0, como se dice de la bruja, para devorar su propio vientre!™, Es decir, que el didlogo es plenamente consciente de esta falta de resultado, y es como si, mas que regocijarse en la aniquilacion de los sofistas, saboreara con cierto beneplacito el completo encan- to de la destruccién. Sécrates mismo dice: «...el inminente final de nuestra conversacién es como alguien que nos censura y que se bur- la de nosotros, y que nos diria, si pudiese hablar: {Qué extrafias personas sois, Sécrates y Protdgoras!»"°, Pues una vez que los con- tendientes, habiendo Protdégoras renunciado a la disertacién epi- deictica, han ensayado todas las formas de combate, de modo que primero Sdcrates pregunta y Protdgoras responde, y después éste pregunta y aquél responde, y finalmente de nuevo Sécrates pregun- ta y Protagoras responde, una vez que, para decirlo lo mas grafica- mente posible, han jugado repetidamente a la campana"!, se da el curioso fenémeno de que Sécrates defienda lo que habria querido 119 116 118 ay LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA CONG IRON! i lo atacar, y Protagoras ataque lo que hbo asin sess hy alc cida contienda del catolico y el didlogo recuerda la conocic atoll qi tante que acabaron convenciéndose el uno al one, Hs i 0 ¢a 4 6li te y el protestante se Miz a catélico se hizo protestant 5 ; ac 6 s idiculo es asumido por la conch solo que en este caso lo ridicul ic i ca “remaré en consideracién una objecién que sal vez pueda i ’ i 6 tor al rf, 4 la medida,en que solo un lec te se aqui, tanto mas en | pend Bee fecto, que fue Platon quien prep: hacerla. Puede parecer, en ¢ 5 io en ae cudi oa Protagoras sin ir6 ‘ara sacudir por los aires no sdlo a Pi He iena sherat te i wialidad; pero por é é tandolos con viva jo" E también a Sécrates, catapul A a i | aspecto de ambos en medio més gracioso que sea ee aE i jombre por lo que debo pi barullo, es precisamente en su iy P EE Te id ésta. Pues es Socrates quien ha‘ 0 una interpretacién como €sta. s nee 16 a edianamente simpatético po at yacion, y ningtin lector m! Y Se Gy por i ironi isa, contraria a la seriedad ironica y figurarse la irénica sonrisa, ¢ j aca: 7 BOF toto ambiguamente refiida consigo mismay ye acompafio i Oct r que todo el juego ac co asombro de Séctates al: ver que t geisi BE bos » Protagoras encontraba aquello q modo, su sorpresa al ver que Prot: : que por necesidad sabia que encontraria, puesto que él mismo lo hi escondido. . . ; | Esto en lo que concierne a la configuracion general gel dilogs oa la forma del didlogo. Si atendemos ahora al tena eee en el mismo que, como la a los problemas intercalados igien He i 5 tos fijos sobre los que ista de carreras, marcan. los punt s e ven tos contendientes, buscando acercarse mas y mas \aellos y ageesat tandose mas y mds por alcanzarse unos a otros, creo que en junto podria uno hallar una similar ironia negativa. ee Este es particularmente el caso de la primera pregunta, se de si la virtud es tinica. Sécrates plantea entonces la pregants Es la justicia, la prudencia, la mansedumbre, etc., son partes A 2 We tud o sélo nombres para una y la misma cons Juego ee in i rostro, a 14 misma manera que las partes de! > partes Oe iz i As bi 0 las partes del i jas, o mas bien com P boca, la nariz, los ojos y las orejas, us oro, que 90 son en nada diferentes las unas con respecto a las otras > « La anéedota a la que aqui aludo proporciona una segunda forma de resultado negativo aebnico de Wekes lo Gnico en este caso es qu se legs a un resultado real, pero pusst> iran ase completamente personal , como ta ndifeente con repests a fa ens 2 Ta ee ee amin que el nei catélic tend as ex sobre lama promi aq cabe suport ce que éste tenfa sobre él en el exealOn anteios, ast aucsin SSA sg posiblidad de una dispetainfinita que ssn cal insane conncente past conse s . Hoe i algano de ellos arribe jamds a una conviccion: $6 Le sant soi la la Ase acs prostate ene isan

Oo aaa debiendo reconducirlas a A irtud concreta y que, debien a Protagoras cada vir ; Fries i i ompleto; [o sofistico es aq la unidad, las volatiliza por c fi Se 16 erlo; y es asi como tene ién de lo cual es capaz de hacerlo; asi ; pia Ja Vez a jronia sostenida por la dialéctica soffstica, y una dialéctica so fistica que reposa sobre la ironis ; . iis Por lo que respecta a la segunda proposicion, si yan puede ii ct a Protagoras, 0 sino pus ser ensefiada, tal como opin: A ae écre él retiene desde luego el m da, como apina Sécrates, aque ego <1 i : y esarrolle po e hacer que wna virtua se 7 creto, puesto que quier je una he ee ied el la otra, y | permitir, sin embargo, que ” completo a costa de RN gan oo Se i é presente en. el individuo en is en tanto que unidad esté presen {uc Be f i fa esta en carrera. Sdcrates, Pp’ nando asi a quien todavia es x ee it idad, que él mismo, pese 4 disp retiene hasta tal punto la uni , que él a i i bargo indigente puesto qu un inmenso capital, es sin em! digente puesto que 90 Puen 5. La proposicion socratica s! g hacer que produzca frutos. Soe de fiada parece contener un alto 8) la virtud no puede ser ensefa‘ : rey oe i virtud o bien en w ivi Ja medida en que reconvierte 18 0 ieee | bi Igo fatalista. En otro cid jeza, o bien en alg determinacién de la naturaleza, 0 © oe eae i ja conciba como armonia sentido, sin embargo, ya se 1a | a eee en su fatal iaonopa [dispersion], ie es por ae on inaci6' it Jamente, el hecho de que la : minacion negativa. Parale 5 e que’ feed ser ensefiada debe entenderse 0 bien en el sentido cee ee ae qaje lena poco a poco un vacfo originario en el hom| om ata i e algo absolutamente ext es contradictorio, puesto qu orn ee ee i A introducido en él; 0 bien cor bre no podria jamds ser inl > Be ae aoeeén interior a Ja virtud que se despliega g) de una determinaci6n interior a ! : pace mente en un proceso de speendizg pesupan ones Pesce a i i ofista os 1 origen. El malentendido del s te Preteen de i i el hombre; el socratico, on suncién de querer introducir algo en € 4 DE Bekins irtud pueda ser ensenada. i ¢ damente que la virtud p' 1 cambio, es negar rotun' e | id Lelie ocd i vi la concepcién socratica es Neg > pe Aqui resulta obvio que nt sors : bp 16 toria en su sen i cién y, en definitiva, la historia ef s niega la vida, la evolucié: i a ai A lio. El sofista niega lo orig) 2 a més general y mas amplic igang Boat istori. jor. — eguntamos, a par 5 la historia posterior. — Si nos pr 5 y ae el planteamiento més general al que esta perspectiva socratica LA CONCEPCION SE HACE FOSIBLE remitirse, cual es la totalidad en la que se apoya, es evidente que ésta reside en la importancia asignada a la reminiscencia; pero la re- miniscencia no es sino la evolucién retrograda y, por tanto, la con- trafigura de lo que se llama evolucién en sentido estricto. Asi, la proposici6n segiin la cual la virtud no puede ser ensefiada no sélo nos da una definicién negativa, sino también una definicién iréni- camente negativa que se mueye en una direccién diametralmente opuesta. La virtud esta tan lejos de poder ser ensefiada, tan Iejos por detras del individuo, que uno temeria que haya sido olvidada. Lo platénico seria reconfortar la existencia con el edificante pensa- miento de que el hombre, al recapacitar sobre sus ricas dotes me- diante la reminiscencia, no es expulsado al mundo con las manos vacias; lo socratico es hacer que la realidad entera sea cancelada y remitir al hombre a una reminiscencia que retrocede més y mas ha- cia el pasado, un pasado que retrocede a su vez tan lejos en el tiem- po que, al igual que el origen de ciertas familias de nobles, ya nadie podria recordarlo. Aun cuando Sdcrates no sostiene | esta proposi- cin, veremos en seguida que la que pone en su lugar no es menos irénica. Hasta aqui he hablado de la ensefiabilidad 0 no ensefiabili- dad de la virtud en el sentido de acumular experiencia, entendiendo esto con respecto a la escuela de experiencia en la que se aprende Ja virtud. Mientras que el sofista, como hemos visto, hacia que el hombre siguiese yendo a la escuela reteniendo sdlo lo disperso de la experiencia, o més bien aflojandolo y distendiéndolo para que el hombre, a la manera del tonto Gottlieb!!’, no aprendiera nada de ella, Sécrates hacia de la virtud algo tan santurrén y pudibundo gue, por esa misma causa, nunca llegé a acumular experiencia. S6- crates hace, sin embargo, un més profundo esfuerzo por mostrar que la virtud es una, esto es, intenta descubrir aquello en lo que to- das las virtudes, por asi decirlo, se aman las unas a las otras, y eso resulta ser el conocimiento. Pero este pensamiento no es llevado hasta Jas profundidades de un despreocupado pelagianismo'™, lo que seria caracteristico del helenismo, de modo que el pecado resul- tara ser ignorancia, malentendido, obcecacion, perdiendo de vista Jo que en él hay de voluntad, de soberbia y de obstinacién; pero en la medida en que discute e concessis [a partir de lo admitido] a fin de darse un suelo donde pisar, postula el bien como lo placentero, y el conocimiento que de este modo reivindica resulta ser un arte de la mesura, una discreta sensatez en el ambito del goce. Claro es que, en el fondo, un tal conocimiento se suprime a si mismo en cuanto est4 siempre presuponiéndose a sf mismo. Asi, si la ironfa que antes sefialébamos en todo el didlogo se muestra en el hecho de que Sécrates, declarando que la virtud no puede ensefiarse, la redu- ce sin embargo al conocimiento y prueba de esa manera lo contra- 123 121 122 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA rio, y lo mismo vale para Protagoras, lo irénico se hace notar tam- bién en su postulacién de un conocimiento que, como deciamos, termina suprimiéndose a si mismo, puesto que el cdlculo infinito de la proporcién del goce impide y sofoca el mismo goce. Vemos en- tonces: el bien es lo placentero, lo placentero descansa sobre el goce, el goce descansa sobre el conocimiento, y el conocimiento so- Ere un infinito medir y descartar, es decir, que lo negativo consiste en la desventurada insatisfaccién siempre necesaria € inherente a una empiria infinita, mientras que lo irénico consiste en el sues provecho!» que Sécrates, por asi decir, le desea a Protagoras. De este modo, en cierto sentido, Socrates ha vuelto nuevamente a su primera proposicién segiin la cual la virtud no puede ensefiarse, dado que la infinita suma de la experiencia, Jo mismo que un mon- ton de letras mudas, es tanto menos pronunciable cuando mas se acrecienta. Asi, lo irénico en primera potencia consiste en postular una doctrina del conocimiento tal que se aniquila a si misma, mien- tras que lo irénico en segunda potencia consiste en hacer | que su defensa de la proposicién de Protagoras parezca accidental, pese a que con la defensa misma la anula, ‘Pues seria completamente ab- surdo suponer que el Sécrates platonico habria postulado la propo- sicidn que hace de lo bueno lo placentero y de lo malo lo no placen- tero con otro fin que el de anularla. Fedén Pasaré a considerar ahora el Fed, un didlogo en el que lo mitico se hace més patente, asf como en el Protdgoras encontrabamos lo dialéctico en estado puro. En este didlogo se presentan las pruebas de la inmortalidad del alma, y a tal respecto citaré previamente una observacion de Baur (ob. cit., p. 112): Dieser Glaube (an die Fort- dauer der Seele nach dem Tode) griindet sich auf die Beweise, wel- che Plato den Socrates entwickeln ldift, diese Beweise selbst aber, wenn wir sie naber betrachten, fuhren uns wieder auf etwas ande- res zuriick, was in der unmittelbarsten Beziehung zu der Persort So- hrates steht [«Esta creencia (en la perduracién del alma tras la muerte) se funda en las pruebas que Platén le hace desarrollar a S6- crates; cuando las observamos con mayor detenimiento, sin embar- go, estas pruebas nos remiten a otra cosa, a algo que se encuentra en inmediata relacién con la persona de Sécrates»}. Pero antes de pasar a examinar la naturaleza de tales pruebas debo hacer una humilde aportacién en respuesta a la cuestion del parentesco entre el Banquete y el Fedén. Como se sabe, Schleierma- cher y més tarde, entre nosotros, Heise pusieron estos dos didlogos en estrechisima relacién, suponiendo que ambos didlogos abarca- 124 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE ban la existencia total de Socrates, tanto mundana como extramun- dana, y creyendo, al clasificarlos dentro de! mismo ciclo de didlo- gos platénicos, que tales didlogos concedian al sofista y al estadista el clemento positivo (dado que en su opinién estos didlogos no lo- graban lo que buscaban, a saber, exponer la naturaleza y la esencia del filésofo), y esto valdria particularmente en lo que concierne a la relacién del sofista con estos didlogos, pues el sofista tenfa que ser justamente la negacién del filésofo. No asf Ast*. En su escrito Pla- tons Leben und Schriften (Leipzig, 1816), Ast remite | el Feddn a la primera serie de didlogos platénicos, los asi llamados socriticos, entre los cuales cuenta cuatro: Protdgoras, Fedro, Gorgias y Fedin (cf. p. 93). Y observa acerca de la relacidn entre estos cuatro didlo- gos: und zwar ist der Phaidon, wenn der Protagoras und Phadros wegen der Vorherrschaft des Mimischen und Ironischen zur Kom6- die sich hinneigen, entschieden tragisch: Erbabenheit und Ribrung sein Charakter [«mientras que el Protdgoras y el Fedro se inclinan hacia la comedia por el predominio de lo mimico y de lo irénico, el Fedén es, por cierto, tragico: se caracteriza por la sublimidad y la emotividad»] (p. 157). Después observa que Schleiermacher desco- nocio por completo el espiritu de la composicién platénica al poner el Fedén en telacién con el Banquete: Im Symposion wird der helle- nische Weise als vollendeter Erotiker dargestellt, im Phaidon dage- gen verschwindet der heitere, himmlisch-schéne Hellenismus, und der griechische Socrates wird zum indischeit Brahminen idealisirt, der einzig in der Sehnsucht nach Wiedervereinigung mit Goit lebt, dessen Philosophie also Betrachtung des Todes ist... Er (der Geist) fliebt die den Geist triibende und stérende Sinnlichkeit, und schmachtet nach Erlésung aus den Fesseln des ihn einkerkernden Kérpers [«El elemento helénico es presentado en el Bariquete como erotismo consumado; en el Feddn, en cambio, el sereno y celestial helenismo desaparece, y el Sécrates griego es idealizado como un Brahman hindd que vive solitario en a afioranza de una reconcilia- cién con Dios, y cuya filosofia misma es una meditacion sobre la muerte... (El espiritu) huye de la sensibilidad que lo confunde y lo perturba, suspirando por que se le libere de las ataduras del cuerpo que lo aprisiona»] (pp. 157-58). — Es obvio que, ya en una prime- ra observacién, la diferencia entre el Fedén y el Banquete es por de- mas significativa; pero, por otro lado, es innegable que Ast aisla al Fedén por completo, y que su intento de ponerlo en relacién con el Fedro, el Protdgoras y el Gorgias calificandolo de tragico, con lo » También Srallbaum desprecia esta vinculaeiéa y opina que el Fedén ha de ser puesto en debida celacidn con el Fedro, el Gorgias y La repribtica, si bien no penetra mas alld, y cemice en cambio a Ast. Cf, Praefatio ad Phasdonem, p. 19", 125: 123 124 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA cual lo emotivo pasa a un primer plano, no concuerda propiamente con lo que él mismo dice acerca del oscuro misticismo siete con trapuesto al Iuminoso y celeste helenismo que se aboveda zobree Banguete; aun admitiendo que el Fedon es tragico, de hecho, en podria el cielo griego iluminarlo con igual belleza, igual quietud € igual diafanidad, pues ese mismo cielo habia sido testigo de mnucl as tragedias sin por ello cubrirse ni nublarse, y sin que cl aire se vol- viese opresivo y sofocante como el de los orientales. Si no es griego, sin embargo, es inutil el interito de incorporarlo en Platon, y a0 mas el de ponerlo en hilera con otros. En cuanto a la concepeién de Schleiermacher, en cambio, es innegable que la perspectiva sobre la vida proclamada en el Banguete y la perspectiva sobre la nye te presentada en el Feddn no armonizan totalmente; esto puede ol ee varse ya enel hecho de que el Fedén tome la muerte como punto i partida para una cierta perspectiva s ybre la vida, mientras que i Banquete sostiene una perspectiva obre la vida que no acoge a la muerte como uno de sus momentos. Estas dos concepciones no pueden | ser pensadas como si cada una estuviese favorablemente dispuesta‘a compenetrarse con la otra sin que se dé una tercera concepcién. Bsa tercera concepcién ha de corresponder, pues, a un planteamiento especulativo capaz de sobreponerse a la muerte, o bien a la ironfa, que en el Banguete hacia del amor lo sustancial en la vida, pero lo retiraba con Ja otra mano al concebirlo negativa- mente como ansia, del mismo modo que en este caso, al concebir la vida de modo retrégrado, cada instante busca retornar a la os- curidad de la que procede el alma, 0, mas bien, a la infinita diafa- nidad sin forma. Es obvio que, en el Fed6n, la muerte se concibe de manera totalmente negativa. Asi como la muerte es y sigue sien- do siempre un momento negativo, y es por eso por Jo que se la concibe como un mero momento, asi también lo que hay en ella de positive, la liberadora metamorfosis, habra de sobrevivir victorio- gamente a lo negativo. Bl hecho de que me pronuncie aqui en favor de la ironia (incluso a pesar de expresiones tales como las de p. 27: “AL menos a mi no me parece, dijo Sécrates, que quien escucha nuestra conversacién, aun cuando fuese un escritor comico, se atreviese a decir que doy mala charla o que hablo de cosas que no me conciernen»"2°) podré tal vez parecerle a algunos muy absurdo a primera vista, y muy aceptable tal vez cuando se lo contempla con mayor detenimiento. La unidad especulativa, en eet 29 puede estar presente sin que se la vea o se la note, pero la unida 5 a : aacrern digo que la ironfa es un elemento esencial en el Fedén, esta claro que no me refiero a los ornamentos ironicos que se ene cuentran diseminados en este didlogo, ya que éstos, por mas signifi- 126 UA CONCEPCION SE HACE POSIBLE cativos que puedan ser y aunque se extiendan mds y mas cuando se observa con mayor profundidad, pueden a lo sumo ser sdlo alusio- nes a la perspectiva final que atraviesa la totalidad del didlogo. Ci- taré un par de ejemplos: p. 42: «un asi, tanto ti como Simnias pa- recen estar dispuestos a sostener este principio, en el pueril temor de que el viento realmente se lleve al alma y la disperse al salir ésta del cuerpo, en particular si alguien viene a morirse durante una fuerte tormenta y no en un dia calmo»'4; p. 119: Sécrates reprende a Critén cuando éste le pregunta cémo quiere ser sepultado; y afia- de que Critén, por lo visto, cree que todo cuanto él ha dicho acerca de partir hacia la gloria de los elegidos, «quienesquiera que éstos sean», fue dicho sélo para tranquilizar a los discfpulos y tranquili- zarse é] mismo...: «asf que dadme frente a Critén una garantia opuesta a la que éste me diera ante los jueces. Y asi como él garan- tizé que con toda seguridad me quedaria, garantizad vosotros que con toda seguridad no me quedaré una vez muera, | sino que parti- ré»'?, Claro que estas irénicas expresiones podrian conciliarse bas- tante bien con la presunta seriedad y la honda emotividad que han de recorrer todo el didlogo; pero tampoco puede negarse que tienen mejor aspecto, seguramente, cuando se advierte en ellas el silencio- so y secreto brote de la ironfa. A fin de dar respaldo a mi afirmacion, mi primera aportacién consistird, sin embargo, en defender el caracter auténticamente grie- go y no oriental del espiritu de este didlogo. De acuerdo con la idea de la mistica oriental que puedo llegar a formarme, la extincién de la que aqui parece tratarse consiste en un relajamiento de la fuerza muscular del alma, de la tensién que constituye la conciencia, una disolucién y un debilitamiento nostalgicamente ensimismante, un ablandamiento en virtud del cual uno se vuelve no ya mis ligero, sino més pesado, ni se volatiliza, sino que se mezcla caéticamente y se agita con indefinidos movimientos dentro de una nebulosa. Asi, pues, si bien el oriental puede desear liberarse del cuerpo y sentirlo como algo opresivo, en realidad no es para volverse mas libre sino para atarse mas, como si en lugar de la locomocién desease alcan- zar la quietud vegetatival’ de la planta. Es desear la brumosa y somnolienta voluptuosidad que el opio puede brindar en lugar del ciclo del pensamiento, desear el ilusorio reposo de la consumacién, ligado a un dolce far niente (dulce ocio], en lugar de la energia del obrar. Pero el cielo de Grecia no es plano y opresivo, sino elevado y abierto, no se abate de manera angustiante, sino que se eleva siem- pre mas y més; su aire no es brumoso y sofocante, sino didfano y etéreo. Los anhelos de los que cabe hablar en este caso, por tanto, no hacen que se evapore en un torpe debilitamiento, sino que hacen que uno se aligere mas y mds, que uno se concentre en un sublima- 127 126 127 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA do mas y mas volatil. La conciencia no busca macerarse en lfquidas determinaciones, sino endurecerse cada vez mas. Por eso, mientras que el oriental quiere retroceder por detrds de la conciencia, el grie- go quiere avanzar en el proceso de la conciencia. Pero ese algo to- talmente abstracto hacia el que tiende resulta ser, finalmente, lo més abstracto, lo mas ligero, a saber, la nada, Henos aqui ante el punto de coincidencia de ambas concepciones, ya sea que partamos de la mistica subjetiva o de la ironia. Quienquiera que haya leido el didlogo podra vislumbrar que Ja existencia resultante del proceso de la muerte se concibe, en el Fedén, de una manera completamen- te abstracta. Pero no estaria de mas demostrarlo de un modo un poco més preciso. Esto puede hacerse sefialando, por un lado, como Sécrates concibe la naturaleza del alma, dado que la correcta concepcién del alma debe propiamente | contener y estar penetrada por una prueba correcta de su inmortalidad, y analizando con ma- yor detalle, por otro lado, las diferentes expresiones que se refieren al «cémo» futuro del alma. En la indagacién de este ultimo punto tomaré en consideracion, swbsidialiter, la Apologia, que habra de servirnos de guia en tanto que documento histérico. Antes de proceder a estas indagaciones, debo tan sélo observar cudn inquietante es, dada la importancia que una cuestion tal como la de la inmortalidad del alma debe tener siempre, el hecho de que en el platonismo se la considere de manera incidental, a saber, con ocasién de la muerte de Sécrates. Procedo entonces a indagar el pri- mer punto, es.decir, la cuestion de cémo Sécrates concibe la esencia del alma, y esto habra de llevarnos a un debate mas especifico so- bre las pruebas que él postula acerca de su inmortalidad*. * Me ceferiré brevemente a otras dos pruebas mas bien indirectas contenidas en el Fedén. La primera esta casi al comienzo del diglogo, donde Sécrates alecta contra el suividio y recuerda la sentencia mistérica: que los hombres estemos como en guardia, y que no debe uno abandonar su puesto ni huir!. Si esta consideracién hubiese contado con la posibilidad de reflexionar so- bre su rico contenido, si bubiese sido ampliada en pos de una representacién capaz de dar al hombre existencia real ante Dios en tanto que colaborador de la divinidad, la perspectiva conte- nida en ella podefa baberse erigida con vigor especulativo en el renacer del pensamiento, aunque s6lo fuese bajo una forma popula- y mas edificante que demostrativa, Pero esto no sucede, A la observacién genuinamente griega efectuada por Cebes, que, de atenerse a ello, uno deberia mas bien afercarse a la vida y no, como harian los fildsofos segiin la opinién de Sécrates, desear la muerte, aferrarse a a vida a fin de no evadirse del poder de los dioses, Séccates responde, de ma- nhera por cierto bastante oscura, que tambisn él tendrfa miedo de morir sino creyese que acced ria @ otros dioses tan buenos como aquellos"; de esa manera, en efecto, establece un abismo t= jante entre esta vida y otra vida, y la relacién con los dioses de esta vida sigue siendo ambigua en tanto que condicionada por la muerte, pues la muerte resulta ser siempre ua rehusarse al poder de aquéllos. Slo cuando se reconoce que es ef mismo Dios el que fo ha llevado @ uno de la mano a Jo largo de la vida y el que en cierto modo lo abandona, ex el instance de la muerte, para abrir sus brazos y recibir en ellos ef alma llena de afiozanzas, sélo entonees la demostracién madara bajo la forma de la representacién. | — La segunda prueba indirecta!* es puramente personal. La alegria, [a desenvoltura, la intrepidez con la que Socrates se enfrenta a su muerte, Ia indi- 128 | | | | | | | | | LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE | Como introduccién a la argumentacién propiamente dicha, Socrates explica primero cémo es eso de que los fildsofos tengan ganas de morirse. Si la muerte, segtin se admite, es una separacién del alma y el cuerpo, se sigue de ello que el conocimiento propia- mente dicho depende de un abstraerse de los sentidos inferiores, pues a través de la observaci6n sensible no se llega jamés a lo que constituye la esencia de una cosa, aquello segiin lo cual ésta es lo que es, tal como el tamaiio, la salud, la fuerza, etc. (cf. p. 17"), de modo que se ve facilmente que la aspiracidn de los filésofos (cf. p. 20°) debe ser la de ocuparse del cuerpo lo menos posible, ¢ inclu- so la de purgarse y liberarse de la estulticia del cuerpo al morir, a fin de alcanzar lo que ya en vida habian buscado (cf. p. 182%), y la de captar el ser puro mediante el puro pensamiento. Aqui es evi- dente que el alma, sin embargo, es concebida de manera tan | abs- tracta como el puro ser de las cosas que es objeto de su actividad. Y por mucho que la filosoffa busque con igual empeiio hacer que ese puro ser de las cosas salga espantado fuera de todos sus escon- drijos, queda la inquietante duda de si realmente se asomar4 alguna otra cosa que la pura abstraccién (la salud, el tamajio, etc.) que, en cuanto tal, en su oposicién a lo concreto, es nada. De esto se sigue que el alma en su actividad cognoscente, a su vez, debe convertirse también en nada a fin de adecuarse a su objeto. El alma debe alige- rarse mas y mas, y asj sdlo las almas que hayan tenido demasiado trato con él cuerpo seran, por su causa (cf. p. 50!4), atormentadas y arrastradas de nuevo al reino de lo visible por el temor a lo infor- me y al mundo de los espiritus, y se moveran entre Iépidas y tum- bas cual figuras espectrales. Espectros como éstos son los que nos muestran las almas que no se han liberado del todo sino que parti- cipan todavia de lo visible, y es por lo que se las ve. Es cierto que nada impedirfa concebir esos fantasmas como una forma imperfec- ta de existencia, pero dado que lo «informe» es puesto como lo Jerencia que hace que,casi la pierda de vista, fue algo sumamente inspirador para los testigos de su tiempo asi como para los que, gracias a aquellos, [legaron a ser testigos siglos después. Hace ‘que Jantipa se aleje para no tener que escuchar gritos y quejas; bromea acerca del rapido pasaje del displacer al placer: «dado que las cadenas me han becho doler la pierna, la sensacién placen- tera parece ser Ja que sigues; le resulta cémico que el placer y el displacer se toquen por los éx- tremos, y agcega que éste habria sito un toma paca Bsopo, squien, de haber reparaco en ello, habria creado una fébula segtin Ta cual, estando en pugna el uno contra el otro, Dios quiso ce- conciliarlos, pero dado que no pudo hacerlo los unié por los cabos; empufa la copa de veneno con la misma compostura, con las mismas ganas de vivir von que en el Banquete habria empuiia- do el espumoso caliz; le pregunta al carcelero: «Qué opinas tS? gPadria uno verter un poco de esta bebida a manera de sacrificio? ZEst eso permitido, 0 no?»!?”. Todo esto est muy bien. Pero cuando tenemos en cuenta que él mismo no sabe propiamente qué sucederd en el futuro, 0 si babré un fururo, cuando en medio de esta poesia oimos prosaicas especulaciones acerca de que, después de todo, nunca estaria de mss admitir que hay otra vida y otras cosas que s¢ expli- carn en su momento, vemos que la fuerza persuasiva de aquel argumento se reduce bastante. 12g 128 129 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONTA ideal, vemos que todo se concibe de manera negativa y que el alma se convierte en nada. Por eso, pot mas que quisiésemos darle la ra. z6n a Sécrates en el dilema que plantea (cf. p, 201%) al decir que. una de dos, o bien debe admititse que no se llega nunca al conocimiento, o bien que se llega a él slo después de la muerte, es indudable que nos quedariamos bastante perplejos ante la salida socrdtica, Me he demorado un poco en estas indagaciones prelimi- nares puesto que dan una idea de aquello que cabe esperar de las consideraciones siguientes. Seria demasiado extenso plantear aqui y luego revisar los argumentos particulares; para los lectores que quieran no ya seguir su génesis a lo largo de la conversaci6n, sino, en la medida de lo posible, contemplarlos en una presentacion cn. balmente cientifica, me remitiré a Baur y a Ast. Parece més importante sin embargo, observar que los argumen- tos particulares que se aducen no siempre armonizan unos con otros. Asi, pues, si el argumento que resulta de considerar que cada cosa procede de su opuesto, y que hay dos corrientes que cruzan las barreras de la contraposicion, procediendo de lo primero a lo se- gundo y retrocediendo de lo segundo a lo primero, si este argumen- to es puesto en relacién con el que, considerando la preexistencia del alma tal como ésta se manifiesta | en la naturaleza y esencia de fa reminiscencia, intenta garantizar de ese modo la continuidad*??, no me queda entonces otra cosa que pensar: o bien el concepto de la preexistencia del alma impide pensar su génesis, o bien debe ad- mitirse, a fin de mantener la preexistencia en armonfa con la pers- pectiva concerniente al devenir, que Sécrates ha demostrado la re- surreccién de la carne. Pero esto esta en total contradicci6n con el resto de su teoria. Entre estos dos argumentos, ciertamente, sigue habiendo un desacuerdo que no se soluciona ni con la imprecision acerca de qué sea propiamente la muerte, tal como se la encuentra en el primero, ni con la subrepticia presuposicién a la que con ta- zon se atiene Baur, segtin la cual a muerte no es la cesacién de la vida sino otro tipo de existencia (cf. ob. cit., p. 114). Es cierto que se puede estar de acuerdo con Baur cuando éste resta fuerza demos. trativa a esos argumentos, opinando que no son sino una exposi- cién analitica del concepto de alma Y que, entonces, la inmortali- dad se deduce de ellos sélo en la medida en que ya esta presupuesta en el concepto de alma; pero no debe perderse de vista que el punto firme que en este caso es el alma, como en otros casos lo bueno, lo bello, etc., no se da aqui como punto de partida sino como un re. sultado, y que no es en virtud de la impenetrabilidad del alma como se llega a la variedad de los argumentos, sino que aquélla se muestra como impenetrable justamente en la medida en que la ob- servacién busca captar su esencia. Debo hacer notar, una vez mas, 130 | | | | | | | LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE que éste es un resultado negativo, mientras que aquello seria presu- poner algo positive. Si examinamos ahora cual es el estatuto del alma, qué existen- cia especifica debe tener, y dado que la respuesta a estas preguntas debe derivarse de la idea de la misma sustentada por el argumento acerca de su inmortalidad, que deriva de la esencia y naturaleza de la reminiscencia, obtenemos también la mas abstracta de las deter- minaciones, Asi, pues, cuando el hombre es afectado de manera sensible, esas impresiones sensibles se refieren a ciertas representa- ciones generales, por ejemplo: lo semejante (pp. 33 ss.!*), lo que es cn si y para sf bello, bueno, justo, santo, etc., y, en general, a todo aquello «que tanto en nuestras preguntas como en nuestras res- puestas designamos como lo que es» (cf. p. 375), Estas representa- ciones generales no se obtienen mediante atomisticas observaciones empiricas 0 por usurpaciones inductivas, sino que, por el contrario, se presuponen constantemente a si mismas. «© bien hemos nacido con estos conocimientos y los poseemos a lo largo de toda nuestra vida, | 0 bien aquellos de quienes decimos que aprenden algo, en realidad solo lo recuerdan, y el aprender es entonces un recordar» (p. 38, hacia el final"), La sintesis de lo temporal y de lo eterno, no explicada de manera especulativa y, como todo lo especulativo, aparentemente paraddjica a primera vista, se cumple aqui de mane- ra poética y religiosa. No es el eterno auto-presuponerse de la auto- conciencia el que hace que lo universal se adhiera de manera estric- ta.a lo particular, a lo individual que nos sale al encuentro, sino al contrario: lo universal revolotea libre a su alrededor. El punctum saliens [punto culminante] de la argumentacién es. precisamente que, asf como las ideas existen con anterioridad a las cosas sensi- bles, asi también el alma existe con anterioridad al cuerpo. Esto suena bastante aceptable en si y para sf, pero mientras no se expli- que cémo y en qué sentido las ideas existen con anterioridad a las cosas, vemos que ese «asi también» en torno al cual todo gira sigue siendo un abstracto signo de igualdad entre dos magnitudes desco- nocidas. Tal vez alguien crea que se puede obtener una mejor expli- cacién analizando en detalle las magnitudes dadas a uno de los la- dos del signo de igualdad, y esta creencia se refuerza cuando se piensa que se esté hablando de lo bueno, lo bello, lo justo, lo santo en sf y para sf; pero tal creencia se desvanece cuando se tiene en cuenta que lo igual, etc., es también aquello de lo que depende la preexistencia del alma. Pues si la preexistencia del alma no cuenta con mejor sustento que tales representaciones generales, es facil advertir que, al igual que ellas, se pierde en esa infinita abstraccién. A partir de este punto, al parecer, podria establecerse una concep- cion positiva, ya sea bajo la forma de una victoria en la especula- 131 130 131 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONIA cin o de una derrota en la fe; pero esto no sucede, y el lector que efectée la mas minima valoracion de este andlisis deberé aceptar, a la manera de un eterno in Mente, que dicho punto no es la nada de la que se procede, sino la nada a la que se llega con el esfuerzo de la meditacion. Y se puede ir atin més lejos. Suponiendo que esta exis- tencia de la idea mas alld de toda concrecién admitiese alguna re- presentacién, deberiamos preguntarnos cémo se relacionarfa con ella el alma preexistente. En la vida terrenal, su actividad consistia en retrotraer lo particular a lo general, pero es obvio que no se tra- taba de la relacién de lo particular con lo universal tal como se da en y con la individualidad. El vinculo que el alma tend{fa entre estos dos poderes era enteramente transitorio, no permanente. De mane- ra que, en su existencia anterior, el alma debié estar | volatilizada por completo en el mundo de las ideas, y en este sentido es acertada la expresién de Plat6n segtin la cual el alma olvida esas ideas al pa- sar a la vida sensible'9’, pues ese olvido no es sino la noche que pre- cede al dia de la conciencia, el punto de reposo que, naturalmente, se pierde en el infinito, y que es la nada a partir de la cual lo univer. sal se determina ‘en direccién alo particular. El olvido es, entonces, la presuposicién eternamente limitativa, infinitamente negada por la eterna presuposi¢ién vinculante de la reminiscencia. Pero el he- cho de que la doctrina platonica requiera dos extremos de abstrac- cidn, la pre-existencia totalmente abstracta y una no menos abs- tracta post-existencia, i.¢., la inmortalidad, muestra ya que el alma debe ser concebida de manera totalmente abstracta y negativa tam- bién en su existencia temporal. El hecho de que la vida terrenal deba, segiin Platén, ir atenudndose (palabra ésta tomada en su sen- tido tanto pictorico como musical) hacia un lado y hacia el otro conduciria, al parecer, a la perspectiva segtin la cual la vida terrenal seria un medio perfecto; pero de ningtin modo es asi en el Fedén. Por el contrario, esta vida es lo imperfecto, y lo informe es aquello a lo que el anhelo se dirige*. Cuando examinamos las pruebas restantes a fin de acceder a la perspectiva acerca de la esencia del alma que a ellas subyace, los re- sultados a los que llegamos son igualmente abstractos. Lo no-com- puesto no puede disolverse ni perecer. A lo compuesto, en cambio, le corresponde disolverse del mismo modo en que ha sido compues- to, Dado que el alma corresponde a lo no-compuesto, se sigue de ello que no puede disolverse'*, Pero esta inferencia es por comple- * Bl caso es aqui el mismo que en el Banguete: es el anhelo el que constituye lo substancial. En el Banquete, sin embargo, anhelat es querer poseer, mientras que en el Fedén es querer per der, si bien ambas determinaciones son igualmente negativas, pues ambos anhelos igngran «qué» es aquello en cuyo seno el primero quiere arrojarse y el segundo esfumarse al morir. 132 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE to aparente, pues en tealidad se mueve sobre el inconsistente funda- mento de la tautologia. De ahi que debamos seguir a Sécrates cuan- do aclara las analogias. Lo no-compuesto es lo que siempre se da de la misma manera. Aquella misma esencia, dice Sdcrates (p. 4489), a la que atribuimos propiamente el ser en nuestras pregun- tas y en nuestras respuestas, ;se da siempre de la misma manera, 0 a veces de una manera y a veces de otra? Lo igual, lo bello en si y para si y todo lo que propiamente es, gpuede | acaso sufrit algtin tipo de transformacién? «Estas cosas son siempre iguales a si mis- mas, carecen de forma y no pueden verse»!**. Ahora bien, el alma es la que més se parece a lo divino, inmortal, racional, homogéneo, indisoluble, lo que siempre se da de una y a misma manera, mien- tras que el cuerpo, en cambio, es el que mas se parece a lo humano, mortal, irracional, heterogéneo, disoluble, lo que nunca se da de la misma manera (p. 47'*). Pero asi llegamos a una concepcién igual- mente abstracta de la existencia del alma y de su relacion con el cuerpo. Este planteamiento no incurre jamés en el error de asignar al alma un lugar determinado en el cuerpo en sentido material, pero, por otra parte, pasa totalmente por alto la relacién del alma con el cnerpo, y, en vez de contar con la libertad de moverse en el cuerpo que ella misma ha producido, el alma estd siempre escapan- do del cuerpo a hurtadillas. La imagen que mds tarde utiliza Cebes como objecién contra la inmortalidad del alma —inferir que tam- bién el alma deberfa subsistir, por ser la mas fuerte, a partir de la observacién segtin la cual el cuerpo subsiste pese a ser el mas debil, seria como si alguien siguiese el relato del viejo tejedor que habia muerto: que el hombre no ha mverto, sino que debe estar en alguna parte, y presentara como prueba el hecho de que la ropa que aquél traia puesta y que él mismo habja tejido estaba intacta y no des- truida (p. 61!*#)—, esta imagen, deciamos, correctamente utilizada al enfatizar el ingenio de comparar el alma con un tejedor, nos conduciria ya a representaciones mucho més concretas. Bien puede admitirse que el alma no es un compuesto, pero hasta tanto no se dé una respuesta mas exacta a la cuestién de en qué sentido no lo es, y de si en otro sentido es sin embargo un conjunto de determi- naciones, la determinacién sigue siendo, desde luego, completa- mente negativa, y su inmortalidad tan langweilig [aburrida] como el Uno eterno. Las cosas no mejoran en lo que respecta al tiltimo argumento, basado en el principio de que lo subsistente subsiste en virtud de su participacién en la idea, y que cada idea excluye de si lo opuesto (p. 97: «ZNo ditiamos que el ntimero tres moriria y sufriria lo que fuere con tal de no aceptar seguir siendo tres y, ademés, hacerse par?»'), asf como que esta exclusién vale no sdlo para la idea, 133 132 i 133 134 LA POSICION DE SOCRATES CONCEBIDA COMO IRONTA sino para todo lo que depende de ella. El alma es el principio de la vida, pero la vida es lo opuesto a la muerte, y por tanto el alma no puede jamés asimilar aquello a lo cual la idea (ie., la vida) se con- irapone | (i.e., la muerte), y entonces es inmortal. Pero aqui la repre- sentacién se encamina mas y mas gerade ins Blaue hinein (en direc- cin al puro azul] de la abstraccién. Pues hasta tanto no se aclare qué clase de relacién de oposicién es la que tiene lugar entre la vida y la muerte, también la relacién del alma con el cuerpo se concibe de manera totalmente #egativa, y la vida del alma fuera del cuerpo resulta, en cualquier caso, totalmente impredicable e indefinible. Pero si la esencia del alma se concibe de manera tan abstracta, cabe prever qué tipo de dilucidacién puede uno esperar con respec- to a la cuestién del «cdmo» de la existencia futura del alma. Con esto no me refiero a un estudio topografico o estadistico del otro mundo, ni a un fantastico poner las cosas patas arriba, sino a la transparencia especulativa en relacién con esta cuestion. También el apéstol Juan dice que no sabemos cémo habremos de ser, pero es claro que esto se refiere a una empiria del mas alla. En cambio, le fue facil dilucidar de manera especulativa que los cuerpos serian re- sucitados} no para eludir una dificultad, sino porque él mismo en- contraba reposo en ello, Incluso en la parte mitica de este didlogo se proclama, sin embargo, que la perduraci6n o resurreccion de los cuerpos es algo que s6lo los impios deberian temer, mientras que aquellos que fueron suficientemente purificados pot la filosofia vi- virian en el tiempo futuro totalmente desprovistos de cuerpo (p. 117'5). El tinico intento de resistir este desenfrenado salto de la abstraccién hacia «el yasto mundo» y de procurar una existencia real capaz de evitar la zozobra del pensar y la volatilizacion de la vida, es la armonia ética, la melodia moral que seria la ley natural y constitutiva de todo en el nuevo orden de Las cosas, el justo equili- brio, si se me permite decirlo en una palabra, que es el principio que se agita en todas las cosas. Y, en verdad, si esta observacién es tomada con el debido respeto, la inmortalidad no resulta ser una existencia espectral ni la vida eterna un Schattenspiel an der Wand [un juego de sombras sobre la pared]. Pero tal cosa no ocurre en medida plena, ni siquiera en la parte mitica del didlogo. Mas tarde se analizara hasta qué punto ocurre, pero recordemos que eso se in- tenta sélo en la parte mitica del didlogo. El pensamiento puede, en- tonces, retornar una vez més al punto gue por un instante perdiera de vista, el «qué» negativo y el no menos negativo «cémo» procla- mados en el desarrollo dialéctico del Fedén como respuesta positiva ala pregunta sobre la esencia del alma, en la medida en que ésta implica de suyo | la prueba de su inmortalidad. El hecho de que todo este planteamiento acabe de manera negativa, que la vida se 134 LA CONCEPCION SE HACE POSIBLE esfume en un lejano y agénico eco (Nachhail [resonancia], diriamos mejor), podria estar fundado en la posicin subjetiva del platonis- mo que, descontenta con el cardcter inmediato de la idea en la exis- tencia tal como se daba en la feliz suficiencia de lo clasico, buscé captarla en su cardcter reflejo, y asi abrazé una nube en lugar de abrazar a Juno'**, Esa posicién subjetiva no proveia otra cosa que lo que ya posefa la precedente, ¢ incluso la despojaba de algo, a sa- ber, de la realidad. Rosenkrantz ha observado correctamente en una oportunidad que cuanto més plena es la vida, cuanto més es- pléndido es su desbordamiento, tanto mas descolorida y vaporosa es la inmortalidad'4”. Los héroes homéricos suspiran hasta por la més humilde de las posiciones de la vida real, y estan dispuestos a dar a cambio de ello el reino espectral de los infiernos'**, En Pla~ ton, donde la inmortalidad se aligera todavia més y més hasta casi esfumarse, el filésofo quiere abandonar lo real y, si fuese posible, estar ya muerto en vida. Asjf, la posicién subjetiva esta en fatal con- tradiccién consigo misma. Pero con ello no hemos llegado todavia a ver lo irdnico, y esto es lo que intentaré mostrar en la medida de lo posible. Quien sepa qué clase de invisible personilla es la ironia admitiré que, en una observacién pasajera, se la podrfa llegar a confundir con eso, pues- to que se le parece como una gota de agua a otra. Este es, pues, otro de los puntos de coincidencia entre Platén y Sécrates. Por eso puede que alguien, colocando especial énfasis en el pathos que pre- domina en este didlogo, considere que todo corre por cuenta de Platén y de un entusiasmo que, en atencién al resultado, parece sa- lir mal recompensado. Pero, por otro lado, es innegable que en el didlogo reina una cierta inseguridad, lo cual indica que la ironia participa del juego de un modo u otro, Pues por més insignificante que sea el resultado, bien podria éste estar expresado con la total conviccién del entusiasmo. Esa inseguridad se nota en varios pasa- jes del Feddn, y éstos cobran importancia tan pronto como se los pone en relacién con la Apologia, a la que debe concederse un lu- gar de privilegio en tanto que documento histérico cuando se esta en busca de lo puramente socratico. Antes de pasar a este trabajo de documentacion, sin embargo, debo detenerme a considerar un poco més de cerca el ansia de mo- rir que se atribuye al fildsofo en el Fedén. En efecto, la perspectiva segin la cual la vida consiste propiamente en morir puede ser con- cebida de manera moral, por un lado, y de manera intelectual, por el otro. | Moralmente la concibié el cristianismo, que por cierto no se contenté con lo meramente negativo; pues en la misma medida en que el hombre muere a lo uno, lo otro echa un brote divino, y una vez que esto otro, por asf decirlo, ha absorbido, apropiéndose- 135

También podría gustarte