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«HECHO» Y¥ «DERECHO» Por EMILIO EIRANOVA ENCINAS (*) 1. TEORIA Y PRACTICA EN EL DERECHO La telacién entre chechor y «Derecho» es compleja. La necesidad de distin- ‘guir para poder comprender y explicar mejor la realidad de su relacién, con- dujo a que aquello que en principio no debfa ser mds que una diferenciacién con efectos expositives y didécticos, se convirtiese en la tinica manera de entender esta relacién en la Teorfa, y asf también sus expresiones pricticas. Es por ello que la relacién entre checho» y «Derecho» se presenta hoy enmarafia- da por ctiterios y categorias vaclas, que no hacen otra cosa sino justficar y ensanchar el abismo que ha ocasionado aquella divisién entre el «ser» y al edeber ser, y a las que los estudiosos acuden por inercia cientifica cada vez que afrontan algiin tema relacionado con la hermenéutica juridica ~ya sea ‘cuando lo tratan de forma espectfica, como cuando interpretan el sentido con- creto de una norma-. Soy de la opinién de que el formalismo alcanzado en muchas de las distinciones y categorias que se vienen utilizando al estudiar muchas de las cuestiones relacionadas con la Teoria y la Préctica del Derecho no favorece un mejor entendimiento de lo «realy, la «cosa» que sea «Derecho», y que, por este motivo, el Derecho se ve entorpecido en su desarrollo como Ciencia cuyo objeto es el de realizar el valor de la justicia de forma prictica y Es cierto que el uso de clasificaciones, distinciones, matizaciones, etc., ayu- da a comprender mejor el objero que se examina cuando éste reviste ciertos igrados de complejidad y admite el examen analtico. Pero no lo es menos que, cen disciplinas como la nuestra, en la que existe una connivencia de tantos y tan variados elementos que ayudan a conformar su objeto —l cual ademés se (0) Instituto Espafiol de Derecho Comparado, 7 nos muestra de manera contingente en el horizonte de su temporalidad-, estas distinciones nunca nos pueden hacer perder de vista cl que, si bien pueden ayudar a presentarnos el micleo conceptual fijo de a figura o institucién que se trate, ésta en sus lindes se nos ofrecerd siempre, por st misma naturaleza, de manera reververante. Por ello, en el proceso de concep- tualizacion habremos de tener siempre presente esta caracteristica que, a la vez que hace impreciso el concepto, constituye su fuerza generattiz, Teotfa y préc- tica, hecho y Derecho, seguridad y justicia, moralidad 0 no del Derecho, Verdad, Certeza y Opinién son los principios y las fuerzas que dibujan el obje- to general de nuestra Ciencia (y ésta misma) y también el de las distintas ins- tituciones y figuras que la conforman. Y es precisamente la tensién entre estos principios y fuerzas la que nos modelaré —en Ia lectura que hagamos de los mismos en las distintas instituciones y figuras en cada momento histérico— el Derecho de la época que estudiemos y los caracteres de la Ciencia que lo desarrollé. La principal caracteristica de las fuerzas con que se relacionan estos principios es que son centrifugas y desiguales las unas de las otras, de manera que, en ciertos momentos y en determinadas sociedades, podremos ver ~en la manera de dibujar las distineas instituciones del Derecho-, la premi- nencia de unas sobre otras; y as{ también, en esa tensidn, el continuo afin del Derecho por buscar en la Historia el justo medio -equilibrio inalcan- aable, pero siempre presente, para aquello que, de ninguna manera, permane- ce estable, sino que su misma contingencia y dinamicidad le arrastra por la constante y fugaz adaptacién al ahora (1)-. La temporalidad y la dinamici- dad se descubren asi como una caracteristicas {ntimas de qué sea «Derecho», Sin Ia historicidad el Derecho no es nada; no se puede aprchender el edeber ser» del «ahora», porque éste en el hecho» pasa. inmediatamente: yal; tampoco podemos pretender alcanzarlo, en su justa dimensién, en el horizonte fururo al que nos arroja, porque éte carece de «hecho», no existe, EL pasado da su contenido significativo al «deber ser» en la accién y hacia el futuro, La temporalidad une checho» y «Derecho». La significatividad del «deber ser» no condluye, ni siquiera empieza, en cudl haya de ser el futuro orden en las acciones. El edeber set» tiene sentido también en el pardimetro referencial del «ser» ahora: el que fue y el que seré. Desde esta posicidn, la pregunta de qué sea norma lleva implicita en el «es» la respuesta Sieuados as{ en plano ontolégico del Derecho ;qué clasificaciones, distin- ciones, etc, han ayudado 2 separar el checho» del «Derecho», el «ser» del «deber ser? A mi modo de ver, una de las més lamentables distinciones que (1) Ver Kaufinana, A., Derecho, Moral Hioricidad, Madi, 1999, en impresin, Edivorial Marcial Pons, trad, de Emilio Eiranova Encinas (LEDC). 28 se han podido hacer, para el «mejor estudio del Derecho, es aqueélla que sepa- ra nftidamente el Derecho sustantivo del procesal. Esta distincién ha tenido ‘como consecuencia el que en buena medida se haya abandonado ¢l estudio de las instituciones sustantivas en su realizacién concreta, esto es, desde lo que serfa —utilicemos la tertninologia que criticamos- su vertiente procesal. De esta forma, el Derecho sustantivo y el procesal ha perdido su temporalidad en favor de una aparente mayor seguridad (2). Determinado concepto de Ley y la Codificacién son stntomas de esta pérdida y del abismo profundo abierto entre Ja Teoria y la Practica. Ast las cosas, han ido desarrolkindose dos Derechos (el sustantivo y el procesal sustantivizado) autoalimentados cientificamente y un mismo ehecho» al que han de aplicarse. Por esta tazén, y en este mal enten- dido affn por la especializacién en el estudio de las materias, ni los estudiosos del Derecho sustantivo, ni tampoco los estudiosos del Derecho procesal, tie- ren entte sus cometidos principales el indagar cémo se produce esta aplicacién del «Derecho» al «hecho» y cudl es, por tanto, su relacién e importancia a la hora de determinar el mismo sentido de la norma. De esta suerte, esta mate- ria ha dejado el campo que le seria mds propicio para su estudio, emigrando a la Filosofia del Derecho, en dénde se trata de manera abstracta, formal, lagi- ‘a, totalmente de espaldas al contenido material y normativo de las institucio- nes. Esta situacién es la que ha propiciado que exista hoy un cima en el que podemos decir que en la Ciencia juridica «la teorfa no tiene nada que ver con la pricticar (3), Teorfa sustantiva, Teorfa procesal, ‘Teoria de la adquisicién del Derecho (4).. pero iqué es de la hermenéutica juridica del shecho»? zes que el hecho» acaso no habla «Derechos? La solucién ontolégica de esta cuestidn necesita de su perspectiva episte- mologica. Existe un nucleo comtin en todas las operaciones intelecruales que realizan las distintas personas que de una u otra manera se dedican al Derecho. Ya nos refiramos al estudioso, al juez, al fiscal, al abogado, al noratio, etc., todos ellos -es0 si, condicionados cada uno por su respectiva funcién en la perspectiva metodolégica~ han de confrontar el hecho» que le presenta la realidad, ora de manera préctica 0 hipotéticamente, con el «Derecho» a fin de «aplicar» éte. Desde otra perspectiva, también podemos decir que esta fancién es realizada por los poderes del Estado distincos al Judicial. El Legislativo cuando ~atendiendo a unos hechos que la realidad le presenta, refleja los ‘valores, aspiraciones, necesidades, etc. de una sociedad formu- (@) Puede verse un estudio de la diferencia de los sistemas anglossén y continental des de lov prinipios y fuerzas a las que hemos aludido como conformadorss del Derecho en Radbruch, Ga El eipiricw del Derecho Ing, Madrid, 1999, en impresin, Editorial Marcial Pons, trad. de Juan Carlos Peg Ros (LE.D.C). (3). Kant L, Borda y Petca rad, Juan M, Palacios, M. Francisco Pérez Léper y Roberto Rodriguez, Aramayo. A partic de ahora exta obra se citard emo 7: y P. (4) Ulumamente Kaufinann, A., El procedimiento de Adguiscin del Derecho, Un andliis racionah, 1998, en impresion, Editorial Marcial Pons, ted. de Susana News (LE.D.C). 29 lindolos en leyes, y de esta manera ordena el comportamiento de los ci dadanos. Lo mismo podemos decir del poder Ejecutivo cuando su accién se exterioriza mediante normas, Pero en estos casos el «ahora», como momen- to esencial de la temporalidad jurfdica, no se muestra, se ha abstraidos el cahora» es un «deber ser» hacia el futuro, es un rumbo en el que ha podido intervenir 0 no la historia, y de hacerlo, es de forma abstracta, quiz4, incluso, falscada por distintos intereses. La politica no ex «Derecho», lo utiliza. El «Derecho», en puridad, ha de limitar al politico. El «Derecho» para mostrarse necesita de un sahora» real, y éste slo puede ser un checho» humano en el que se revelen todos aquellos principios que conforman el «Derecho» en la his- toria. Este es el whecho» cuyo conocimiento revela el Derecho, Este «hecho» es conflict El espacio en donde se produce la situacién mis crftica que da lugar a la realizacién del Derecho» y en donde mejor aprehendemos éste, por cuanto el conflicto, es el cjercicio de la funcién jurisdiccional. De las funciones que desempefian todos los profesionales del Derecho y poderes del Estado, la que a efectos dogméticos resulta més interesante, por trascendente y sugestiva de problemas, es la que realiza el juez. Ningin otro profesional ni poder del Estado ha de examinar el «hecho» (conilictive) segin el «Derecho» (conflicti- yo) para realizar todos aquellos principios que dibujan en su tensién el «Derecho» y, asi, hacer «éster. A los estudiosos del Derecho, éste les presenta su problemdtica desde un punto de vista puramente conceptual: el «hecho» normalmente es traido de los ejemplos que offece la Jurisprudencia, 0 es creado hipotéticamente (a fin de sustentar 0 poner en crisis una teoria). En estos casos, nunca es un checho» real el que tienen delante, esto es, presentado en toda su profundidad fictica (le falta el esers), sino que es un shechor enun- ciado ya desde ef principio: ideal. En efecto, sea porque en el cjemplo juris- prudencial existe ya una lectura de la realidad de los hechos, o porque el cjem- plo hipotético esté enunciado a medida por el propio cientifico, lo nico que tienen delante es una «expresién irreal» de qué sea «hecho», Por su parte, los abogados y fiscales parten de un checho» (conflictivo) que es interpretado de parte, y de un «Derecho» que también es interpretado segiin el interés de la posicin procesal. En todos estos casos, el «hecho» tiene més de perspectiva jurfdica que de sf mismo. Por el contrario, el Juez ha de discernir el hecho» y el «Derecho», desde la confrontacién de ambos y de uno «en» el otro, El juz- gador no debe tener una inclinacién que prejuzgue -de la forma en que lo hhacen las partes el checho» y el «Derechos; su lectura de lo acaecido preten- de la everdads —he aguf la ditectriz de toda ciencia-. Por eso, su lectura del thecho» es una lectura confrontada por la presentacién que de los hechos hhagan las partes ¢, incluso, en los casos en donde estin comprometids valo- res mds graves, él tiene una iniciativa para su definicidn. Lo mismo sucede con 30 el eDerecho»; si las partes han tomado una perspectiva sobre él segiin los inte- reses de su posicién procesal, el juzgador mira el «Derechor desde la particu- lar visién que, como hemos visto, tiene del chechor y la trascendencia que, como poder del Estado, ha de tener su sentencia en cuanto realizacién y dese- rrollo del «Derecho» mismo. La «verdad» es el principio que ha de guiar al juez cn su camino por el pasado hacia el «hecho» y en el prudente juego de sus facultades hacia el «Derecho-justo», En la averdads ~como criterio de unién racional del hecho» y el «Derechor se encuentra el juez con el «Derecho» como Derecho justo y seguro. La valoracién de ia prueba (hecho procesal) y la aplicacién del «Derecho» son, por ello, los momentos mis crticos de la realizacién del «Derecho» y en donde se nos muestra mejor la dificultad de su relacién, Es en este momento cuando el «Derecho» es aprehendido por el hombre de una manera mds inten- ‘=, cuando podemos tener una vivencia de aquello que sea Ip juridico en cuan- to dimensién humana. Por la misma razé6n, el conificto, la relacién que en él tenemos del «Derechos con el checho», es la piedra de toque para cualquier “Teorfa que se formule sobre interpretacién jusidica. El «Derecho», con todo su plano referencial de sentido (de la Justicia a la norma positiva) se aplica al hecho» en su interpretacién referencial (tal como se define en el proceso), ¥ aquél entra en dl, y éste en el «Derecho», a través de la equidad. fjindolo, desarrollindolo, excepciondndolo, transforméndolo. Este ¢s uno de esos temas que en nuestra Ciencia sirven de engarce entre el mundo de Jos universales y lo particular, entre lo contingente y lo necesario, lo estable y lo mudable, qué sea la verdad, lo cierto y la opinién etc. Es en la solucién de estas cuestiones donde podemos encontrar los criterios hermenéuticos precisos ~que no exic- tos- y su graduacién; en la respuesta se unen de forma inescindible lo que algunos se empefian en separar: Teor‘a y Prictica. 1a solucién a estas cuestiones va a venir condicionada por qué se entienda por «mundo» (en nuestro caso, «hecho» jurfdico), qué se entienda por «Derecho» y qué sca «Ciencia juridicar, Estos tres extremos de referencia mutua encuentran sentido sistematico en un valor que ha de presidir nuestra aproximacién a su comprensién, éste es, el de everdads. En efecto, es la ever- dad» de qué sea el «mundo» la que va a conformar el mécodo para delimitar Jo que en él se nos presenta como checho» y «Derecho». Ast es, en el «mun- do» encontramos multitud de elementos, cosas, cuerpos, etc. (externos) que son lefdos por principios, valores, ctc., (mundo interior del hombre). De estos dos mundos, de los que el hombre es su frontera, a nosotros nos interesa saber qué ¥ cémo conocemos el «mundo», de él, qué conforma el «Derecho», y cémo interviene y en qué medida ef mundo interior del hombre en su definicién. En este trabajo no prevendo responder a todas estas cuestiones, sino expo- net las que creo son las tesis antagénicas mds importantes que han servido y 31 sirven de sustento dogmético a cualquier construccién seria de una Teorfa de la interpretacién jusidica, Kant y Arist6reles son, a mi modo de ver, las dos claves arquitecténicas que soportan toda la construccién de los mejores y mds completos sistemas interpretativos del Derecho. Podremos acudir a un positi- vista, y él nos cnsefiard con mds 0 menos fortuna, con conceptos familiares pata los jutistas, qué es el «Derechos, el hecho» y la «Ciencia» del Derecho ‘en una concepcién ideal, Si acudimos a un iusnaturalista también, desde el rea- lismo juridico, nos responderé a esas tres preguntas. Ahora bien, es la posicién ontolégica y epistemoldgica distinta y extrema, y por ello también privilegia- da, de estos dos filésofos la que nos descubre mas matices de qué sea el mun- do y la accién que el hombre despliega en ¢. A las preguntas de si es posible la ciencia que andamos buscando, si hay juicios sintéticos a priori de Kant, res- ponde Aristétcles con la pregunta de si existe la realidad suprasensible. Eb Idealismo y Realismo eritio convierten a estos dos fildsofos en contemporincos el uno del otro. Estos dos pensadores, por haber Iegado al limite en las cade- nas de desarrollo de su pensamiento, se han quedado sin posteridad. Cualquier intento de poner en crisis nuestro pensamiento sobre el Derecho ~con la pre- tensién de avancar originalmente hacia la verdad, necesita tener en cuenta lo que nos ensefian estos dos filésofos. En este punto creemos acertadas las pala- bras de Garcfa Morente: «Sin la filosofia, sin la cxltica de Ja ciencia, de la moralidad, del arte, faltariale a la cultura humana su tiltima afirmacién y que- daria a merced de cualquier escepticismo y como flotante toda ella en un pro- fundo mar de duda e incertidumbre. Por eso, el esfuerzo filoséfico es el tlti- mo esfuerzo que hace el hombre por cobrar plena consciencia de su labor espiritual, Por eso la filosofia es tan esencial al hombre como cualquier otra manifestacién de su espfrivu; acaso hasta mds esencial, porque es la que presta unidad y 2 la par firmeza a la obra de la humanidad» (5). Il, LA PRUDENCIA COMO CRITERIO GUIA La primera dificultad que nos encontramas es la de por dénde comenzar Ja exposicidn del pensamiento de estos fildsofos sobre el tema de la reali- zacién del «Derecho» en el de su sistema de pensamiento, sino mds bien en la complejidad que ella misma reviste para ser definida. Fijémonos que resulta imposible responder a la pregunta de qué sea prudencia sin antes tener una concepcidn del mundo, una teorfa del conocimiento teérico y pric- tico, una concepcién de ciencia, etc; por lo mismo, fijémonos también que, partiendo de una definicién de prudencia cualquiera, resulta muy dificil res- ponder a las preguntas concretas qué sobre ella se planteen, sobre todo, cuan- do se intenta aplicar ese concepto para explicar un supuesto concreto, La razén, como hemos dicho, es que la respuesta de qué sea prudencia no se encuentra en la definicién que de la misma ofrezca un autor, sino en el eo interpretativo que encuentre en todos aquéllos aspectos de su filosofia a los que nos hemos referido y que, de manera directa, colaboran para dar a la pruden- ia su concteto sentido dentro del sistema de pensamiento que se trate. Por lo tanto, y a la vista de que ea la prudencia parccen entremezclarse los tres referentes que nos servirin para saber de qué manera se relacionan el «hecho» y el «Derecho», enffentaremos nuestro tema de estudio en estos dos autores desde ella, 33 WL. KANT 1. Planteamiento El que hoy leamos todavia que la funcién judicial es Kégica 0, cuanto menos, explicable desde la légica, y que, por lo tanto, el ehecho» es enunciable y a d se aplica el enunciado legal (6), tiene su raz6n en Kant. El tuvo la audacia de ser el primero en vaciar la filosofia préctica de cualquier contenido contingen- te (politica, economia, arte, etc.) para relegar éste a la filosofia teériea, dejando asi al silogismo légico como forma de explicar la manera en que se aplican las leyes de la filosofia prictica, Las consecuencias de esto son decisivas y tinicas hhasta este momento en Filosofla. Para entenderlas plenamente, no obstante, hay que tener muy presente en todo momento la busqueda que preside el pensa- miento kantiano y la metodologia cientifica de la que es heredero. Kant vive en la encrucijada del racionalismo y el empirismo, y, por otro Jado, en al se enfrenta su predileccién por la metafisica y el desdén con que en su época se miraba a ésta, A las cuestiones que desde aqui se presentan, el maestro de Kénisberg va a dar cumplida solucién desde una monumental doc- trina epistemol6gica. Esta es la tinica base desde donde puede entenderse lo que Kant diga 0 deje de decir, también de la prudencia. Kant es el responsable ultimo de haber desdefiado la prudencia como téc- nica de aplicacién de méximas morales o legales, convirtiendo la légica en su forma genuina de aplicacién, en la conviccién de la existencia de un e mundo (tanto exterior «Sinnenwelt» como interior del hombre «Verstandeswelt») per- fecto, en el que todo obedece a una razén (ey) que siempre es posible desen- ‘rafiar (7). La prudencia, lo hemos dicho ya, es propiamente «manera de apli- car méximas», por lo que nuestra aproximacién al pensamiento kantiano sobre este tema ha de pasar, necesariamente, por la exposicién de las clases y conte- nido de los distintos imperativos y méximas que podemos encontrar en éste. ‘Antes de nada, aclaremos que el estudio de la prudencia la afronta Kant, espectficamente, desde varios puntos de vista y desde distintas obras; asi, des- de una perspectiva epistemoldgica y légica, esta cuestién estd tratada en sus Lecciones de Ligica, en su introduecién a la Crbtca del juicio y en el optisculo Sobre el lugar comiin; esto puede ser bueno en Teorla pero no vale nada para la (6) HJ. Koch y H. Riffmann, sJursische Begrindungalehre: Eine Binfhrungs, in Grandprobleme des Rechnwisenschafy \9B2, pig. 63 y $ (7) El principio <> cs, consiguientementc, una ley de la naturaleea a priori. En la aturaleca no hay necesdad ciega, sino neccsidad condicionada y, por clo mismo, swept de ser enendida Las dos constiuyen principio gue nos periten somecer ej fos cambios a una naturaleza de las cosas, o fo que es lo mismo, a It uni dd dl ecient, Kan Clin de Utd Par ead Ris igs ‘parti de ahora esta obra se citard como C.RLP Esta misma idea respecto def mundo ince dal hombre en Kant, 1, Fundamentacin de la Metafisica de las Cassumbre, trad. José ‘Mardomingo. pégs. 223 y'ss: a partir de ahora esta obra se citar con las siglar EM.C. 34 prictica, Ademds, estudia esta cuestién desde un punto de vista antropolégico “cémo el hombre se determina en su compostamiento més por los imperati- vos técnicos de la habilidad y los pragmaticos de la prudencia que por los cate- ‘gbricos~ en la Pedagogla, No obstante, para nuestro estudio, -en el que, como ya he dicho, pretendemos explicar de qué manera se produce la aplicacién del Derecho en el caso concreto y la manera en que éste contribuye a conformar el Derecho habremos de utilizar toda la obra de Kant. En efecto, siendo éste nuestro propésito, tan importante es caracterizar Ia ley jurfdica en el pensa- ‘miento kantiano, como traer a la luz la manera en que los hechos son cono- cidos por el juez, asf como también descubrir el tipo de correspondencia que existe entre el enunciado legal y el Fictico, De esta manera, habremos de acer- camos a su concepcién de la Politica, en su obra Hacia la Pac Perpetua, para apreciar Ja relacién que existe entre los imperativos categérices y los hipotéticos =lo empirico y la ley préctica-, a su construccin epistemolégica, en la Crfsica de la razin pura, para entender qué es hecho fenoménico, cémo es posible su conocimiento, qué es Ciencia y Ia relacién que existe, y dénde se produce, centre los dos «mundos» de los que el hombre parece ser su frontera; ademds, el estudio de qué sea Derecho hace ineludible Ia referencia a la Critica de la razén prdctica y La Fundamentaciin de la Meafisica de las costumbres. Pues bien, para exponer los tipos de imperativos y méximas que aparecen cen el pensamiento kantiano, creo acertado comenzar por el que pienso es cl verdadero problema al que se ditige el esfuerzo filoséfico de Kant, y éste no es ‘otro que el de encontrar aquellos imperativos que de manera necesatia deter- minan la voluntad del hombre (8). EI objeto esencial al que se ditige el esfuerzo filoséfico de Kane, que ade- ‘mis, como digo, se va a convertir en el principio sobre el que periclitard toda su obra, y desde el que hay que interpretar cuanto diga a partir de entonces, lo onstituye el cardcrer categorial de la ley moral; Kant es el primer fildsofo en reconocer el cardeter categérico con que la ley moral determina al hombre. As{ como en la naturaleza existen una serie de leyes, que es posible representar des- de unos primeros postulados, asf también han de existir unos principios, impe- ratives, que determinen necesariamente al hombre. Kant estd viviendo aquello que en su momento vivieron Platén y Arist6teles con las matematicas, y esto es el triunfo de los principios y la metodologia de Ia Ciencia fisica; los éxitos de sus hallazgos hacen que nuestro filésofo quiera reconstruir la metafisca usan- do la metodologa que en esas Ciencias estaba resultando tan fructifera -una metafisica fundada en la experiencia ética al margen de la razén teérica—. En cl interior del hombre existen unas leyes que es posible escrutar y sacar a la (8) Kant incluso se plantes la Critica de le Razin Pura como un esfuerzo hacia esta meta asi en ell, por cjemplo, deja ya asentads Ia posibilidad de la iberad como fundamento de la tmoralidad; incluso, explctamente lo reconoce el autor cn la conocida carta que dirige Markus Herz el 21 de febrero de 1772. 35 uz, usando del mismo método que empleamos cuando queremos conocer la razén de un suceso fisico natural, Esta visién ordenada del mundo, interior y exterior del hombre, es una idea que preside todo su pensamiento; asf pode- ‘mos verle exclamar de manera exultante en una de sus obras: «Dos cosas llenan el dnimo de admiracién y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con més frecuencia se ocupa de ellas la reflexién: el cielo estrellado sobre mi y la ley moral en mb (9). Toda su filosofia gira en torno a este hallazgo, y asf, y con el fin de encontrar aquellos primeros principios que mueven la voluntad del hombre, depuraré los imperativos morales de cualquier tipo de contenido. Busca caracterizar la ley moral de la misma manera que lo es la fisica este es el seguro camino de la ciencia: den sicheren Gang einer Wissenschaft, al que se tefiere en el prélogo a la segunda edicién de la Critica de la razdn pura, aten- diendo a los caracteres de universalidad y necesidad. El resultado de su inves- tigacién le llevars as{ a subsumit, bajo el concepto de imperativos hipotércos, todas las percepciones morales que nos han sido legadas por filosofias anterio- res, esto es, todos aquellos preceptos morales que, de una u otra manera, mez- claban elementos del mundo exterior en sus normas, haciendo consist la moral en una determinada adecuacién o relacién de los medios a los fines; no extrafia por ello que Kant reproche a los epictireos el que confundiesen moral y prudencia (10). Esta critica, si bien con los oportunos comentarios, puede extrapolarse a toda la filosofia moral de Platén a Wolff La importancia de este hecho es decisiva. Kant, con ello, aisla y concreta la filosoffa préctica en la existencia de unos imperativos categ6ricos que, por deter- minar cualquier voluntad de manera necesaria, le sirven para explicar una orde- nacién moral del comportamiento del hombre usando de la metodologia que fen ee momento tantos éxitos daba a la Fisica. Fijémonos en que, respecto a este tltimo aspecto al que aludimos, no existe oposicién metodolégica en la for- ma que Kant tiene de conducirse en el andlisis de la razén pura teérica y la razén pura préctica, sino inversiéa en el mismo modelo légico por la particu- latidad de los objetos (11). En los dos casos Kant se esté conduciendo eémo lo haria un fisico en su época; la estructura de las dos Criticas mds importantes se ajusea perfectamente al modelo mavemético de exposicién de un Teorema, ©) Kant, Ls Critica de be Razin Pricica, rad, de Emilio Misana y Villagrasa y Manuel Garcia Morente, pég, 239: a parts de ahora exta obra se clard como CRP (10) Kant, f, CRP r, pigs. 148 y 149 entre ors (11)_ Esto no ha sido entendido por muchos autores crfticas del pensamiento Kantian ast caando Robert Paul Wolff sefala como Kant no puede responder por qué un ser humano, uc guar del ly mor auc obec, dene ger tar aig prance por dla (er The Autonomy of Reason. A Comensary on Kant s Grounduort of the ic of Moras, 1973, New York, pags. 180 y 181) parece no dase cuenta de que no le hace filta responder ys que en el modelo legico que soporta su metodologia slo ha de demosta la universlidad y nace Sidad de ls pi imeros y de abt deducic..; el objeto de estudio, y el método que 1s, zo requiewn otra jusificacion mis all de a universaidad y necsidad de esos princip 36 2. Evolucién de la clasificacién de los imperativos en Ja obra de Kant En este contexto de su System der Sittlichkeit ,qué lugar tiene la prudencia? Kant mira al mundo (12) y distingue: mientras que todo en la naturaleza obe- dece a una ley, el hombre, nico ser racional, acttia mediante la representaci6n. de la ley: principios. Por su capacidad de determinar la voluntad, la razén es prictica (13). Desde aqui distingue entre los casos en que la razén determina por s{ misma la voluntad y aquellos otros en los que aparecen ademés otros ‘maéviles, las inclinaciones sensitivas; en este caso, y s6lo en él, la voluntad es obligacién (14). A la expresién de esta obligacién ia llama imperative, que son las férmulas que expresan la relacién de las leyes objetivas del querer en gene- ral con Ia imperfeccién subjetiva de tal o cual ser razonable, asf la voluntad humana. Ni Dios ni tampoco los santos se mueven por imperativos, ya que en ellos ley y voluntad estén fundidos. Para Kane el imperativo es la forma de superar las disposiciones subjetivas de la voluntad hacia aquello que la razén ‘ye como necesario (15). Sobre esta distincién, que se mantiene a lo largo de la obra de Kane, van a ir apareciendo diferencias. Dada la cronologia de los textos, asf como la unidad coherente del pensamiento que soporta las obras en las que se aprecian las dife- rencias, creo que el cambio en la terminologla puede explicarse desde una rea firmacién del filésofo en su pensamiento, por lo que expondremos éste siguien- do el orden cronolégico de las obras en donde vamos a poder ver la diferencia. En la Fundamentacién de la Metafica de las Costumbres (1786) distingue entre imperativos hipotévcas y casegdricos: segin la representacién de la accién ordena- da es buena en sf 0, en el segundo caso, es representada como medio para otra cosa. En esta diferenciacién el criterio escogido es el de la condicién; pero segui- 14 distinguiendo, ahora conforme al modo, y diré: el imperativo hipotético pue- de sex posible o real; en el primer caso serd, un principio problemdticamente pric- sco, en el segundo caso, un principio asertéricamente prdctico. De esta manera nos encontramos, al final, una criparticién de los imperativos: los morales (apodicti- 0s), los de habilidad (problematicos) y los prudentes (asertéricos) (16). ‘Antes de seguir estudiando la evolucién de la terminologia y los conceptos con que Kant caracteriza la prudencia, es conveniente que veamos qué entien- de Kant cuando se refiere a cada uno de estos imperatives. La habilidad orde- (12) Los dos mundos, el de las leyes naturales y el de las leyes de la libertad, no son dos ‘mundos separados, sino que en ellos & posible ciera armonta en orden a la posiblidad del Supremo bien a cuya conseeueién el hombre ha de elegir la mancra de realizarse esta attmonia (ver Kane, Ls CAPr, pégs. 218 y 219), (13) Kant, L, CRD: pig. 7 (18) Kant, L; CRP, plg. 142. Ver eambién FMC, pigs. 156 y ss (15) Kane. 1, EMG pigs. 156 y 195 ambiéa en CRPry pigs 141 y 142, (16) Kane, 1, FMC, pigs. 159 ys. 37 nna con miras a un fin «posibles: «la cuestién no es en modo alguno si el fin es racional y bueno, sino sélo qué se tiene que hacer para alcanzarlo» (17). Aqui nos movemos en el terreno de lo que necesatiamente no tiene que suceder pero es susceptible de realizase; la relacién de la voluntad con el mandato es préc- tica, en efecto: «es prdctico todo lo que es posible mediante libertad» (18). Los ‘enunciados de la prudencia son asert6ricos, esto es, apuntan hacia un fin, pero que es el comtin’a todos los hombres: la felicidad (19). La felicidad, no obs- tante, no se identifica con nada concreto; en la filosofia kantiana resulta muy diffeil hacer un esbozo material de «eso» que haga feliz al hombre, Kant tnica- ‘mente es capaz de hacer una descripeién formal de la misma, apareciéndo ast ‘como la unidad requerida por la rz6n y la sensibilidad: «S6lo que «s una desdicha que el concepto de Ia felicidad sea un concepto tan indeterminado que, aunque todo hombre desea llegar a ella, sin embargo nunca puede decir de modo deter- minado y acorde consigo mismo qué quiere y desea propiamente» (20). Ast la felicidad aparece en la filosofia Kantiana como un objeto inaprensible para la inteligencia del hombre: son tantos y tan distintos los elementos que le pro- porcionan al hombre la felicidad, que a la razén le resulta imposible extracr una uunidad conceptual de ellos (21). Vemos, por tanto, como la diferencia entze los imperatives de la habilidad y la prudencia no parece que vaya a tener conse- cuencias importantes. Siendo la felicidad la nota que los distingue, y no pudien- do concretar qué sea ésta, la distincién parece no justficarse; de hecho, la tincién no afecta a lo que realmente preocupa a Kant encontrar los primeros principios por los que la voluntad se determina-, ni campoco al grado de vera- Cidad: los imperativos de la prudencia no tienen la precisién analitica de los de la habilidad, ni tampoco la claridad apodictica de los imperatives categéricas; son «consejos» (22), pero esta distincién, como digo, tampoco parece im- portarle a Kant, de hecho, cuando enfrenta el tema directamente, equipara el nivel de verdad entre los imperatives de la habilidad y la prudencia (23). De (17) Kant, L, EMC, pég 161. (18). Kant £2 CR2, pig: 827. (19) Kant L, ZAG, e161. (2) Kio EAB 165. 1) Kant, Ly CAP. peg 120: «Pero hay tambien conceptos ussrpados, como, por eem- plo, felicidad. » 7 id rt ee (22) Kant, 1, ANC, pig. 167. (23) Para vr la gration (pin, cencay saber) de verdad de un jucio seg la cone vieeén dl mito vet Kan, L, CRP, pp” G40, gu se scala también como el ged de ver chad que pude eaperarte de un jucio desde el punto de visa expeclaivo y por tinea, a com ‘icin que saquemos deer inufconte en ef teeno dela opinion y exccteamente exignte le pedimor a verdad, por ello «Cuando cl tener por verdad es tebvcamenteinsufeiente slo puede lamare crenca desde cl punto de vita peicticn. Este aspeco prictico es, 0 ben el sla habidad,o Bien al dela moralidad. La prznera se sefcc fins opconaesy aclden- tales a segunda, a fines absolucamente necesarioe (Kant, Iu CRP. pig 64). Al tipo de cono- tlmleno prudent. accident, pero que sive de uso rel ca cuanto © poner los medio para deron actos tiene el nombre de ena pragmaion 38 Ja misma manera equipara su nivel de constriccién respecto a la voluntad del hombre (24). Kant ha logrado su propésito. Ha encontrado aquellos primeros imperati- ‘vos por los que se determina la voluntad de cualquier hombre; a ellos accede desde el uso de un método, el de la Fisica, que para él no puede por menos ue darle ia seguridad de que estos imperativos existen ~mdximo rango de ver- dad-. De esta manera su filosoffa prictica queda perfectamente dibujada en los tues extremos referenciales de mundo, verdad y ciencia. Descubierto el secreto del «deber», destapados en la razén los imperativos necesarios y universales, el resto de imperativos y méximas han de estudiarse dentro de la filosofia en la que ¢s posible lo mudable y contingente: la filosofta teérica. El sistema estd cerrado, es coherente y se justifica desde cualquiera de los extremos verdad, mundo y ciencia~ desde el que lo queramos estudiar. En 1788 aparece La Critica de la Razin Préctica, en ella es posible adivinar ‘como la prudencia se acerca més claramente al campo propio de la técni efecto, leemos: «Asi pues, los imperativos valen objetivamente y son distintos de las méximas, puesto que éstas son principios subjetivos. Pero aquéllos deter- minan, o bien las condiciones de la causalidad del ser racional como causa efi- ciente, sélo en consideracién del efecto y suficiencia para él mismo, o bien determinan sélo la voluntad, sea ella 0 no suficiente para el efecto. Los pri- ‘meros serfan imperativos hipotéticos y encerrarfan meros preceptos de habili- dad; los segundos, en cambio, serian categéricos y sélo ellos serfan leyes préc- ticas» (25). Y un poco més adelante se nos presenta la prudencia ~después de cjemplificar exponiendo unas situaciones en las que una persona obtiene ven- tajas con el uso de medios reprobables~ como una técnica por la que cada cual, en un mundo complejo, obtiene su felicidad: «La méxima de amor a s{ mis- ‘mo (prudencia) sélo aconseja; la ley de la moralidad manda. Pero hay una gran diferencia entre aquello que se nos aconscja y aquello a que somos obliga dos, Lo que haya que hacer segin el principio de la autonomfa del albedrio, ¢ facilfsimo de conocer sin vacilacién para el entendimiento més vulgar; lo que haya que hacer bajo la presuposicién de heteronomfa del mismo es dificil y exige conocimiento del mundo; es decir, lo que sea deber se oftece a todo el ‘mundo por sf mismo; pero lo que produzca verdadera y duradera ventaja estd siempre, si esta ventaja ha de ser extendida a toda la existencia, rodeado de coscuridad impenetrable, y exige mucha prudencia para acomodat, aunque s6lo sea de un modo soportable, Ia regla préctica regida por la ventaja, con los fines de la vida, mediante habiles excepciones» (26). La prudencia de esta forma que- da incardinada como técnica encaminada a la consecucién de la propia felici- dad y obmo catalizadora de aquellos principios préctico materiales que sirven (24) Kane Ly EMG, pigs. 163 y ss 5). Kane £, CRP. pig. 64 G6) Kane) U, CRP, ps. 86 y 87 39 para su consecucién, Est, por tanto, dentro de los principios préctico mate- Fiales, los cuales comprenden también los de la habilidad: «Los principios préc- {ico materiales son, como tales, sin excepcién, de una y la misma clase, y per- tenecen al principio universal del amor a s{ mismo o felicidad propia» (27). De la misma manera, si en los Fundamentas de la Metafisia de las Costumbres no podiamos decir qué era fa felicidad para la prudencia, ahora, en la Critica de la Razin Practica, ¢ incluso antes en la Critica de la Razin Pura (28), si, ya que no Ia identifica con un elemento del Supremo bien subordinado a la moralidad segundo elemento conformador del Sumo bien (29), sino que la felicidad» a la que ayuda la prudencia es el mero goce y_satisfaccién. sFelicidad», por lo tanto, en un sentido moral, tiene una acepcién distinta a 1a corriente: contento de sf mismo. Aqut la felicidad, unida inme: Jz moralidad, no se identifica con nada que tenga que ver con el disfrute o el ¢goce (30); en este sentido, la felicidad recibe un tratamiento distinto al que has- ta entonces se habla hecho de ella: por un lado, es distinta de la felicidad epi- crea, en cuanto que la kantiana no es motor de la vireud, y, por otro, se dis- tingue de la estoica por su restriccién semdntica, ya que en Kant es posible apreciar una felicidad prudente en tanto que el hombre escoge los medios nccesarios para procurarse la satisfaccién de lo que necesita y otra moral, con- tento de si mismo, que sf guarda un estrecho parecido con Ia estoica (31), sélo (27) Kant 1, CRPr, pg 67, Antes Kane habia cto: Por consiguint eas Us pro ppsicions carnal (er efreca al bead del volta, finer lala yf re ‘Enis de Dies) no os hacen ningina fila para bey 1 per deal, pan no omen cen inienca, su imporanca slo secre alias dlp prictea,< @ tos fo gue cy pole medane ls Hoag, Feo a candies da gercco se mace ber He {in emp, ranén o puede tener sexe papacto mis que ano regula See is {ue pas leva a cabo le sodad de lees empl a, por empl a doin ee prod, She pe sear ods fen es gue mos propoen mss ndinaciones en tno sl, la flick dat: cooniacén de lov mois pars conga constiaye toa I are de ea De ht fuels lees que Gta puede muminsemos stn, no Is pas 7 entramente decrminaa 4 or, sina les rags: dela conduc bes encainalas 2 & coseuctn dels fins ‘ends reconidan, 5 fasen, en eambiy lye picts prs, con nes dado excumente mayor verdad —> mayor persuasién (112). La Retdrica asl, para al juez, en el espacio en el que se hace posible el conocimiento de esa verdad aque es la justicia del caso. El fin dirige el actuar del juez en la eleccién de los medios para lograrlo. A esta eleccién, al discernimiento de aquello que puede ser de dos o més maneras (113), y més concretamente a la facultad con la que se hace y que ayuda a que este discernimiento sea el apropiado, se le lama prudencia. Por ella ka deliberacién logra ser recta (114) y se aumenta la sabi- ddurfa (115), ya que se pasa del terreno de lo posible al de lo agible (116). Eseudiémosla 2. La prudencia El recorrido por las obras de Aristételes a fin de delimitar su pensamiento fen este punto no ¢s fécil. En una primera aproximacién a los textos observa- mos como {a palabra phrénesis parece utilizarse con dos sentidos distintos. (109) Avisételes,Rerdria, La 1 1.5: Tépicor, VIM, 2. (110) Aristétles,Rerrca, I, 1 (111) Vuelve a slienos al paso el caricer cientfico del Derecho con el nivel de verdad aque podemos exigi en d s..cridentemente, tan absurdo seria aceptar que un matemdtico em- Pleara a persuasién como exigit que un retrico demortacioness (Aristteles, Etca ‘Nicemiguee, 1094, 19-27) porque e objeto de exudio nos condiciona el nivel de verdad que de dl podemos obtener, por cto no hay que «buscar del mismo modo el rigor en todas las cuts tiones, sino, ea cade una, seg la materia que subysaca a ella» (Aistérles, Ence Nicomdgues, 1038s 272). | 112) «Si alguien leva a los demas a admitic su punto de vista pariendo de opiniones ‘que son tan gencralmente admitdas como el caso en cuestién requier, éste ha argumentado OnGID) ites Mere Anal 1 25% 37; De Ierpretin 113) _Arisétles, Primers 2 25% 375 fone, 9, 198 Metafice, L. Vil, 1032 ia (114) "Arisstles, Hee Nicoméquee, LV. 9: eusi ol deiberarrecramente es propio de los pradentss, la buena delibercién seri una rectitud conforme a lo conveniente, con tlacién & lun fin, cuya prudenci ex verdadero jucio. (115). Aristees, Bice Nicomdguea. L. V. 13: «Sin embargo la peudencia no ex soberana de la sabiduria ni de la parte mejor, como tampoco la medicina lo ee de Ia salud, en efecto, no se sirve de ell, sino que ve como producirlay (116) Aviseces, Eien Nicomdgues, 1113* 30-31. 2 Podemos verla utilizada en un sentido platénico de saber inmutable en De Coelo (117), Tépicos (118), Metafisica (119), y como vircud en la Erica Nicomdquea (120) y la Etica Eudemia (121). Ademés, aparecen variaciones sor- prendentes; sien la Metaflsica la prudencia apatecta como saber desinteresado y libre, con una clara analogia respecto de la sophia, en la Ftica Nicomdquea aparece asociada al saber ordenado a la busqueda de los bienes humanos. La ccuestién surge inmediatamente: zexiste contradiccién en el uso de este térmi- no? La cuestién no es baladf y afeera a nuestro tema de estudio en cuanto a su relacién con cudl sea la naturaleza del saber humano y la relacién de teoria y prdctica. 'W, Jaeger ofrecié una primera explicacidn, bastante plausible, a esta aparen- te contradiccién. Aristételes habria partido de la nocién platénica de phronésis y asf la entenderia como contemplacién y fundamento de una vida or denada y de una accién recta. Esta etapa se cortesponderfa con una fase teolégica de Aristételes que evolucionarfa hacta una moral teénoma, en la que Dios, objeto de la contemplacién, valdrfa como norma moral absoluta. Pero el abandono por parte de Aristételes de la Teorfa de las Ideas provocarla una sacudida en el universo moral platénico: «La unidad del ser y del valor se hhunde, Merafisica y ética se separan... Entonces se consuma el divorcio, leno de ‘consecuencias, entre razén tebrica y préctica, que no estaban todavia disociadas en Ja phrénesis» (122), Jaeger sittia esta crisis entre el Protréptico y la Etica Eudemia; no obstante, Aristételes no renuncia a la trascendencia de lo divino, pero s{ que Dios, a partir de ahora, se va a alejar mds del hombre. Aristételes irfa eliminando progresivamente cualquier significado teérico de la phrénesis ppara ver en ella tinicamente una especie de sentido moral capaz de orientar la accidn hacfa aquello que cs util y bueno para el hombre, pero sin referencia a la norma trascendente. La ordenacién de la conducta del hombre en el mun- do tinicamente tendria como referencia a él mismo, En este sentido, el térmi- no de phrénesis en Aristteles habria que entenderlo evolutivamente en los textos. De esta manera, pasaria de una concepcién teolégica moral de la prudencia que encontrariamos en el Propréptico y la Etica Eudemia~ a una ‘concepcién en la que fa teorfa caerfa totalmente fuera de la prudencia en la Erica Nicomdquea. La tesis de Jaeger tiene el enorme mérito de ordenar el pensamiento de Aristételes respecto de la prudencia en la continuidad de unos textos dispersos, (117) Aristueles, De Coco, Wl, L (118) Ariseeces, Tépicos, VILL, 14 (119) Ariseeces, Metafhic, LXUI, pigs. 664 3; también comicnzo L. I. (120) Aviseeeles, Exe Nicomaguca, 1140%1 140b, (121) Atiseeees, Bios Fudenia, L. VI 1. (122) Jaeger, We Arable, Granda einer Geschichte seiner Entwicklung, 1955, pig, 85. 63 pero también es cierto que el sentido evolutivo de qué sea prudencia se hace desde una lectura de la filosoffa de Aristételes en la que estd presente el deba- te filosdfico del momento respecto a la referencia que han de tener las normas morales, entre el intelectualismo y el empitismo etc. En primer lugat, en la Etica Nicomdquea la separacién de la que habla Jaeger no es tan evidente; ni hay divergencia en qué entiende por prudencia entre la Metafisica y las Eticas, En efecto, Aristételes no distingue entre «Bien» y «biem», entre una moral poli- tica y otra teolégica, oponiendo la una a la otra, sino que mantiene las dos. La vocacién contemplativa y la exigencia préctica que vive en la ética aristoré- lica hace que los grandes conceptos de «Bien», «Justicia», «Ser», etc., no que- den como reductos en donde explicar el comportamiento social de una forma totalmente mitica y alejada de lo concreto. El hombre no ¢s un dios, pero aspi- 12 a tal; tampoco es un animal porque tiene Miges, por esto mismo no se con- forma con vivit, sino con vivir bien. La naturaleza del hombre le convierte en un animal situado en frontera consigo mismo, su /égos, caracteristica intima suya, lo sitda en una zona ambigua en la que ha de dar significado a su vida (123), a cada acto. Es esta vinculacién a lo real —que se muestra incluso en la defensa de la vida tedrica e ideal del sabio (124)-, la que propicia que su éti- a sea una ética de la accién, de cémo ha de ser el comportamiento: porque el conocimiento de la politica y de la ética, que es parte de ella, «no es el cono- cimiento sino la acciénx (125). Es la préctica la que da su concreta dimensién a nuestras ideas, y es el lenguaje en donde descubrimos todo esto. En él inves- tiga Arist6teles para extraer la solucién al problema («Como el set, el bien se dice de muchas maneras» [126]). En ningin caso Aristételes es el precursor de la moral cfvica de los Romanos, como tampoco de las morales encerradas en sf mismas. Se ha dicho que «La prudencia representa menos una disociacién entre ‘Teoria y préctica y la tevancha de la préctica sobre la Teorfa que una rupeura en el interior de la ‘Teoria misma» (127), pero esto tampoco es ajustado, la teorla se entremezcla con la préctica: la préctica ayuda a la teor‘a y ésta a la précti- ca. Desde aqui podemos entender la unidad que existe en este punto entre la Metafisica y la Frica Nicomdguea. El ejemplo del médico, que encontramos al (123) Por eso, en cuanto al mérodo con el que estudiamos los principios morales, dice “Asistételes: «Todo hombre, pues, tiene algo propio en relacién con Ia verdad, y partiendo de Geo, debcnossportar alte epee de procs ebie cas mai, Parcenda, pus, deja os verdaderos, pero obscutos, yavanzando, llegaremos a otros elaros, si reemplazamos las afir- ‘maciones confusas habituales por otras més conocidase. (AristStcles, Esica Eudemia, 1216630). (12%) “Sin enbarg, sendo humano, el hombre contemplative necsta del bien ear exe yo ens tan as a map consi Ge ea Sex dea salud corporal, del aimenco y los demis culdadoss (Anistétcls, Evia Nicodguen 1178b). (125) Ariseételes, Esica Nicomdquea, 1095a. (026) Auten Bice Noman, L056 (127) Aubenque, P, La prudencia en Ariteles, Barcelona, 1999, pdg, 28 4 comienzo de la Metaftica (128) y en la Erica Nicomdquea (129) y en el que se sefiala la idea de la praxis como clave epistemolégica, y las distintas remi- siones que a la Erica Nicomdquea encontramos en la Metafisica, son suficiente- mente elocuentes en cuanto a Ja unidad de pensamiento que, al menos en este punto, soporta estas obras. : Por tanto, creemos que existe comunién en la relacién entre Teor‘a y Préctica en dl pensamiento de Aristételes desde la accién del hombre; asf escribe: «En cambio adquirimos las virtudes como resultado de actividades anteriores. Y este ts el caso de las demas artes, pues lo que hay que hacer después de haber apren- dido, lo aprendemos haciéndolo. As{ nos hacemos constructores conscruyendo casas y citarstas tocando la cftara. De un modo semejante, practicando la jus- ticia nos hacemos justos, practicando la moderacién, moderados, y practicando la virlidad, viriles. Esto viene confirmado por lo que ocurte en las ciudades: los legisladores hacen buenos a los ciudadanos haciéndoles adquirie ciertos habitos, y éta es la voluntad de todo legislador; pero los legisladores que no lo hacen bien yerran, y con esto se distingue el buen régimen del malo» (130). Ciertamente esta relacién puede mostrarse més explicitamente en unos textos que en otros; en muchas ocasiones la vaguedad que puede aparecer se debe al mismo cardeter del escrito, que hace que el fildsofo afronte el tema de manera tangencial, pero, como hemos visto, si sacamos a la luz la idea principal de los diferentes textos, todos se armonizan con ella. Hasta ahora lo dinico que hemos visto es la relaciin que existe entre ‘Teoria y Préctica en el pensamiento de Aristételes tomado en su conjunto y dénde se produce esta relacién, nos que- da por concretar qué funcién cumple la prudencia en esta relacién. 3. La prudencia aristotélica Aristételes define la prudencia como: «lisposicién prictica acompafiada de regla verdadera concerniente a lo que es bueno y malo para el hombre» (131). (128) «No es al hombre, cfctivamente, a quien sana el médico, 2 no ser accidentalmen- te, sino 2 Calias 0 4 Sdcrates, 0 4 oto de los ast llamados, que, ademas, cs hombre. Por con- Sipuienee, sin la experiencia, el conocimiento tebrco, y sabe fo universal pero ignota su conte- inllo pariculay erard muchas veces en la curici6n, pues es lo singular lo que pucde ser cauradon, Avistétles, Metafics, 981% (129). e¥cieramente, no es razonable que todos los técnicos desconozcan wna ayuda can importance y ni siguiera la busquen, Ademés, no es fill ver que provecho sacarén para su arte df tejedor 0 el capintero de conocer el Bien en si, 0 cSmo podria ser mejor médico o mejor tl que ya ba contemplado eta idea. Es evidente que ef médico no considera ala salud, cae Said dl hombre, o mes bien atin la de este hombre, ya que cura a cada individu. ‘ile, Bie Meondgus, 107. (130) "Arséeles, Eee Nicomguea, 110330-110356. (131) Aristbteles, Erica Nicomdguea, 1140b, 20. 65 A esta conclusién llega Aristételes de la siguiente manera: se constata, en pri- ‘met lugar que el nombre de phrénimas se aplica al hombre capaz. de deliberar, se recuerda que concierne a fo contingente, mientras que la ciencia atafie a lo necesatio: ast la prudencia no es ciencia, ;serd un arte? No, pues la prudencia tiende a la accién y el arte a la produccidn; ;serd entonces una disposicién préctica? En principio asi es, siendo una disposicién queda deslindada de la ciencia y siendo préctica del arte, pero lo dnico que se afirma de esta manera es que es una virtud, la nota que la va a distinguir del resto de las vireudes es que mientras las virmdes morales son disposiciones practicas de eleccién, la prudencia se refiere a la regla de cleccién. De esta manera la prudencia puede tener ciertas semejanzas con la virtud incelectual de la sabiduria: que permite al hombre distinguir el bien y el mal en general, pero es més specifica, la pru- dencia se refiere a la regla de eleccién de aquello que sea bueno 0 malo para el hombre. 4, El hombre prudente Aristéveles delimita de esta manera aquello que le es entregado por el uuso popular del lenguaje. Por ello, la prudencia en Aristéreles tiene sentido en tanto el hombre prudente: «La mejor manera de captar qué es la prudencia con- siste en considerar cudles son los hombres prudentes» (132). El prudente, en sen- tido aristorélico, se convierte en fa misma esencia de qué sea prudencia, la regla de eleccién dicha por él se mueve en lo particular, pero es tegla y, por tanto, - hha necesitado de un referente para concretarse. Aristételes no cree que de la par. ticularidad misma pueda extracrse una regla: no 3 prudente, sino ignorante, quien sélo hace algo de manera mecénica (133). La prudencia, recordemos, es disposicién prictica de Jo bueno y lo malo para... pero hay que saber qué ¢s Jo bueno y fo malo 4a memoria, depésito de lo que se sabe, hace a unos ani- males més prudentes que a otros~ (134). En este sentido, el prudence sabe lo que es bueno para nosotros, pero lo sabe de una manera particular, no gené- rica: aunque necesita de este conocimiento. De la misma manera que la cien- cia médica en si le puede servir al médico para curar a Calias, la prudencia hard que la medicina sea correctamente aplicada y asf origine salud. Formulemos de nuevo la pregunta zpuede existir prudencia sin sabiduria? zpuede haber un comportamiento prudente sin conocimiento de lo bueno o lo malo en gene- sal? Sabemos que Aristételes distingue entre quién tiene el conocimiento teéri- co y quin tiene experiencia, del que sabe el «quér y del que sabe el apor qués; (132) Arisctcles, Khia Nicomdguea, 11404 24, (133) Aristueles, Menace, 980b, (134) Arisereles, Menge, 9818S 66 asf también distingue entre el conocimiento de la salud y aquello que sea salu- dable pata Callas, de Ia Justicia y lo justo, etc., pero si nos fijamos, esta dis- tincién es usilizada principalmente para poner de manifiesto la superioridad del conocimiento del sabio al del resto, para mostrar que la sabidurfa es el més perfecto de los conocimientos posibles (135). Pero en ningéin momento exclu- ye la posibilidad de la concurrencia de experiencia y préctica en la accién pru- dente, al contrario, solamente cree posible, por casualidad, el que de la igno- rancia salga un comportamiento prudente (136), dice explicitamente: «Sin embargo, la prudencia no es soberana de la sabidurfa ni de la parte mejor, ‘como tampoco la medicina lo es de la salud; en efecto no se sirve de ella, si que ve oémo producisla. Asi da ordenes a causa de la sabiduria, pero no a lla» (137) y antes leemos: «La prudencia es préctica, de modo que se deben poseer ambos conocimientos o preferentemente el de las cosas particulares, Sin embargo, también en este caso deberfa haber una fundamentacion» (138). Se nos presenta asf la confluencia del sabio y el prudente: no puede existir el sabio imprudence. En las ciencias que han de examinar objetos en cuya definicién patticipa la contingencia —como hemos visto que sucede en el Derecho- el sabio aparece como el hombre capaz de discernir lo mas apropiado, la verdad de esa realidad. Por lo tanto la prudencia, de cara a la accién (que es en donde se nos mues- tra), aparece unida a la sabidurfa y, por tanto, a fa verdad (139), también a las virvudes, tanto intelectuales como éticas (140). La prudencia sirve ast de nudo centre las distintas virtudes y entre lo general y lo particular; todo ello se tras- luce en Ia accién recca, y la prudencia es la que serviré de catalitico. Los pasajes en donde encontramos esta idea de manera més clara son aqué- llos en los que se denuncia la generalidad inhumana de la Ley. En Platén pode- mos observar esta idea cuando se refiere al Rey (141) como petsonificacién iva de la Leys en Arist6teles aparece cuando se refiere al hombre justo (142). bien el sentido en ambos textos parece el mismo, no lo es. Mientras que Platén asimila la Ley a la Ciencia, de manera que fa Ley, al participar del mun- do perfecto de las Ideas, ordena la realidad, en Aristételes la Ley tiene la carac- teristica de la Ciencia de ocuparse de lo general y, de esta manera, también tie- ne todos los inconvenientes derivados de esta generalidad. La Generalidad, para Aristételes, nunca puede ser un camino para el descubrimiento de la verdad de (135) Arissceles, Hrce Nicomdgues, 1141*10; Mesafiica, 982+. (136) Ariststeles, Brice Eudemia, 124Gb 15-25. (137) Arisbteles, Exice Nicomques, 1145810. (138) Arissteles, Erice Nicomdgues, 1141620 (139) Aristteles, Brice Nicomdguea, 1143420, (140) Ariswteles, Brice Nicomdguea, 1143" Ui y 13. (141) Plat6n, Police, 2946, (142). Arisebteles, Brice Nicomguea, 1137b 30. 67 lo particular, y no por la deficiencia de la que pudiese adolecer quien la inves- tiga, sino por la misma naturaleza de la cosa» (143). Si Platén entendfa la Ciencia como perfecta en cuanto al conocimiento que con ella podia obtener- se, Aristételes entiende que ademas de la Ciencia, como conocimiento necesa- rio y universal, existen otras formas de acceso a la verdad de las cosas que no se ajustan a los parimecros del conocimiento ucientifico» (144); es mds, para Aristételes éste tampoco es el mejor de los conocimientas (145). Los distintos elementos de la realidad exigen del hombre que acceda a su conocimiento con juicio, En él ha de ajustar su conocimicnto a las cosas tal y cémo se le ofre- con, Ast habrd veces que ese conocimiento pueda ser universal y necesatio: res ‘pecto de las cosas que no cambian, pero otras no; por ello, a las vircudes inte- lectuales también les acompatia la prudencia (146). Pot tanto, el conocimiento de lo contingente requiere de una ciencia distintas aqu no es que la Ciencia tenga en su deficiencia su éxito tal y como piensan los modernos fildsofos de la ciencia capitaneados por K. Popper sino que cada zona de Ja realidad requiere que se acceda a ella de una determinada manera y, asf, no es lo mis- mo lo contingente a lo necesario, ni aquello en dénde no aflora la interiori- dad del hombre que aquello otro en donde si es relevante como elemento con- formador de la realidad. El jefe plarénico no se dispensaba de la ley més que porque llevaba en él mismo la ciencia de un orden mas alto que toda ley: iba distribuyendo en torno a él una eustica perfecta penetrada de razén y de cien- cia» (147); la ciencia se presenta asi como orden arménico de la realidad. En Ariscéceles la justicia abstracta, cientifica, corre el mismo destino que la ley: la incomprensién, a veces, de lo concreto. La Justicia, en Aristételes, aparece ast como un referente y, a la vez, como otro referente que la envuelve, el del ehecho», Ha de ser el didlogo entre estas dos referencias las que den el sent do de lo justo, lo que propiamente es «Derecho». Por este camino, si en Platén el Jefe debla tener la vista puesta en la idea de Bien para con sus decisiones no desarmonizar el sistema, esto es, para resol- ver justamente, en Aristételes la referencia del hombre prudente es tanto la ley como el hecho. La cuestién es entonces: zes el hombre la medida de la pru- dencia?; Aristételes est4 muy lejos de pensar como Protégoras que el hombre sea Ja medida de todas las cosas, tampoco ve, como hace Platén, exclusivamente en la idea de Bien ef reference tinico de una accién prudente; Aristteles habla de la superioridad de cierto hombre, el libre. EI analizar las particularidades de este hombre en Aristételes es muy com- plejo. Si bien hay autores que han dicho que éste no era otra cosa sino el hom- (143) Aristéceles, Politica, 113796 17. (144) Arseeces, Lice Nicomdguea, 1138b 15. (145) Aiseteles, Exice Nicomdgued, 11418 10. (146) Avistteles, Erica Nicomdguea, 1143* U1. (147) Platén, Politica, 297ab. 68 bre griego frente a lo que serfa el bérbaro, etc.; nosotros creemos que Aristéceles, atin rompiendo en la Erica Nicomdguea con la Teoria de las ideas de Platén, no abandona inteleccualismo en el prudente, ya que éste para serlo necesita conocer; hablando de la sabidusia nos dice el Estagitita: «La pruden- cia es prictica, de modo que se deben poser ambos conocimientos 0 pre- ferentemente el de las cosas particulares. Sin embargo, también en este caso deberla haber una fundamensacién» (148). Fl sabio, por tanto, siempre ¢5 pru- dente, pero lo contrario no es necesario que suceda, aunque seria lo deseable. En Aristételes el prudente es alguien privilegiado. En él confluyen la inte- lectualidad y la virtud; la prudencia precipita en cada accién lo mejor de este hombre; es en la accién del hombre prudente en donde se redinen Teorla y Practica. 5. Contingencias La prudencia, lo hemos dicho ya, sitia al hombre frente al horizonte de la contingencia; zpero no hay nada en esa contingencia, en el hecho, que le sirva de referente inmutable? No se puede dudar que el tema de un Dios teoldgicamente Iejano, cuyo poder decrece en la misma medida en que se ale- ja de las cosas, es el origen aristorélico de la concepcién de la contingencia. Esta contingencia es residual, no es ausencia de ley, sino la distancia que sepa- ra lo general y universal de la ley de aquello que es particular. La distancia de lo particular se muestra asf inaccesible 2 la ley, ya que concernicndo lo parti- cular a la materia, es porencia indeterminada de contratios, con lo que poten- Gialmente siempre puede ser otra cosa (149). De esta manera se comprende al ‘que la contingencia y el desorden crezcan con la complejidad, y que esta com- plejidad misma se manifieste «cuando se pasa de las esferas superiores de la regién sublunar y de los elementos simples a los elementos complejos» (150). Esta concepcién del mundo afecta fundamentalmence a la accidn moral que el hombre esta destinado a realizar en él. Asf, fa contingencia es fruco del desor- den y del mal en cl mundo y la accién moral es aquélla que ordena en vistas al bien la accién, Por lo tanto, el hombre esta destinado, en Aristételes, a cam- biar aquello que esta desordenado en el mundo. En un mundo contingente la accién del hombre, en su moralidad, es diic- til, Aristreles absuelve a aquéllos que cometen acciones vergonzosas para evitar males mayores. No existe una moral intangible, no hay un acto intrinseca- mente malo; 5 el juez quien ha de ponderas, cada vez, la intencidn del acto (148) Aviswtcles, Btica Nicomdques, 1141b 20, (149) Arisdteles, Metaflsica, 1039b 29. (150) Arisételes, Meraflsia, 1010* 3. 9 y los inconvenientes que implica su realizacién. Ast el problema moral de la accién Aristételes lo transforma en un problema téenico. La séchnd, aparece asf como la manera en que el hombre trae as{ aquel espacio de la realidad en don- de ha de ejecutar una accién prudentemente. Ahora bien, el problema que el hombre ha de resolver, prudentemente, aunando teorla y prictica, viene una solucién implicica de la que le hablan las cosas. Si en la filosoffa de Aristételes Dios parece irse alejando mds y mds del hombre, no por ello el mundo, y en 4 el hombre, abandonan su natural tendencia hacfa El. Nos dice asi el fléso- fo que la relacién que mundo y Dios mantienen es la del amante y el amado: éte puede permanecer impasible ¢ inmutable frente a quién le ama, pero el amante vive para El. 6. Técnica y Politica. Conclusién Hasta ahora hemos visto que la prudencia es propia del hombre que delibera y que, ademds, delibera bien, También hemos visto cémo ello s6lo es posible en la concepcién de un mundo contingence. Ahora nos fjaremos en el hecho de que la prudencia tiene su espacio reservado de manera especial en el Ambito de la técnica y la politica. El andlisis de la deliberacién y de la cleccién, principalmente en el L. Ul de la Ftica Nicomdquea, se centra en la relacién de fines y medics. Se duda que Este sea el punto clave de la filosoffa de Aristételes, y se sefiala también cémo ha de entenderse la relacién entre Jo universal y lo particular. En muchas oca- siones se trata de una lectura de los textos aristotélicos hecha en la Edad Media desde el silogismo préctico: la premisa mayor expresa un principio general, la menor subsume el concepto de tal acto particular bajo el sujeto de la mayor, la conclusién expresa la decisién de llevar a cabo ese acto. Aqul se reconoce uno de los rasgos que caracterizan la eleccién: cl encuentro entre un imperati- vo mayor y un juicio menor, en donde cl imperativo proporciona la mocién y el juicio la aplicacién. Pero también se observan Ja diferencia entre las dos doc- trinas. En ef silogismo préctico una vez establecidas las premisas la conclusién ¢s répidas por el contratio, la eleccién va precedida de una larga deliberacién, tun minucioso andlisis, cuya conclusin vinicamente viene representada por la premisa menor del silogismo préctico. Desde este punto de vista, el silogismo prictico es sélo la reconstruccién del acto terminal de la decisién; pero deja de ado el momento esencial que es la deliberacién. Con estas estructuras, la expresién silogistica del proceso de la accién podria hacer creer que éta es cientificamente determinable, mientras que todos los anilisis de la accién deli- berativa insisten en el parentesco de la deliberacién con la opinién Boot y que Ja virtud del deliberativo, la prudencia, es presentada como virtud de la parte ‘opinativa y no cientifica del alma racional. Otra importante diferencia es que 70 el silogismo presenta de manera causal-formal lo que el andlisis deliberative y de la eleccién describe como eficiencia de medios: diferencia que no solo es de expresién, sino de fondo; pues la causalidad formal se conoce, miencras que la causalidad eficiente se ejerce. Ta austin es la de saber cudl de las dos doctrinas es més aristotélica. La critica textual y la propiamente filoséfica parecen. conclu, en los mejores estu- dios, que la phrénesis es descrita a veces como capacidad para aplicar lo uni- versal lo particular, y a veces como capacidad para escoger los medios ade- ‘cuados a los fines (151). Pierre Aubenque explica que no existe contradicci ‘entre ambas posiciones en Aristételes: eIncluso si la tradicién ha insistido més, conscientemente, en el esquema universal-particular, que permitia interpretar mds ficilmente la moral de Aristételes en un sentido intelectualista, creemos que la originalidad de Aristételes se situa més bien en la intuicién, tan extra- fia a Platén, de una disonancia posible entre el fin y los medios, y en la exi- gencia correlativa de una deliberacién seguida de una eleccidn, que es una cosa totalmente distinta de un razonamiento seguido de una condlusién. La pre- sentacién silogistica del proceso de la accién, aun cuando hubiera podido ten- tar a Aristéceles, dejaba fuera de ésta el momento esencial: el establecimiento de la menor, es decit, el discernimiento de lo particular. No hay pues ningu- na contradiccién entre las dos descripciones de la accién por Aristételes. Pues aunque, una vez reconocido lo particular, lo universal se aplique necesaria- mente a, es necesario reconocer primero lo particular: lo que se deduce silo- gisticamente es la propiedad de lo particular de ser deseable, pero no la exi- gencia de lo particular ... La distancia es infinita entre los principios demasiado generales, una diversidad inaccesible al pensamiento racional. La distancia es igualmente infinita entre la eficacia real del medio y la realizacién esperada del fin, Es este infinito ef que Aristételes pide a la prudencia que llcne por media- ciones laboriosas y azarosas. Pero este infinito, este Goptotov, que afecta a tuna matetia siempre més o menos reticente a la determinacién y, en general, aun mundo que nunca acoge de modo fécil el orden, conocemas ya el nom- bre: contingencia» (152). Nosotros vamos mds alld. No hay contraposiciéa no sélo porque la prudencia aparerca a la hora de definir la premisa menor del silogismo, sino porque también aparece a la hora de concretar y saber cudl es la premisa mayor, La ldgica de un juicio en el que participa tanto lo necesa- rio e inmutable como lo contingente es una légica de lo probable y, en el «Derecho», en donde tanto la razén de Justicia como el caso mismo han de descubrirse a la ver y el uno en el otro. Sélo es posible una formalizacién légi- ca desde una légica de lo verosimil, desde una légica que permita al hombre su movimiento natural hacia el Primer Motor (la Justicia), como también la (051) Aubengus, Py op. cts pgs 160 y ss. (152) Aubenque, P, ap. cit, pag. 162. a aprehensién, en toda su particularidad, del checho». Esta légica en Aristételes « la Tépica, recteada en los pardmetros de la realidad juridica en la Retérica, Ja Evica Nicomdquea y, c6mo 0, la Metafiica. La originalidad de Aristételes no consiste, como se cree a veces en la afirma- cidn del cardcter prictico de la prudencia, ni: por lo demds en su cardcter lectual, pues Platén nunca dijo otra cosa de la sabidurfa, en la cual, denomina- da sophia o phrinesis, era ya indisoluble teoria y préctica ~y tal era ya el sentido de la doctrina socritica de la virtud-ciencia~. La originalidad de Aristételes con- siste en una nueva concepcién de las relaciones entre teorla y prictica. Aristételes al hablar de la prudencia la examina desde el juicio. El hombre de buen juicio no se confunde con el hombre de ciencia. El juicio para Aristételes es la determinacién correcta de lo que es equitativo. ‘Tener juicio no ¢s subsumir lo particular en lo universal, lo sensible bajo lo inteligible; es, sien- do sensible e inteligible uno mismo, penetrar con una 1226n més razonable que racional lo sensible y lo singular; es, a la vista de un mundo (el del Derecho) en el que lo impreciso y mudable convive con lo inmutable y necesario, no imponerle la justicia radical de los aimeros, sino el orden (justo) que el mis- mo «dice» tener en cada momento, V. CONCLUSION. HACIA LA «FUZZY LOGIC» A modo de conclusién, habré observado el lector que he empezado esta ‘exposicién por el autor cronolégicamente més cercano y la he terminado con el que nos resulta mas lejano en el tiempo. La razén estriba en que, a mi modo de ver, la diferencia cronolégica no se corresponde con la modernidad de cada uno. Hoy en dia el procedimiento légico de adquisicién del «Derecho» basa- do en lo que se crela la légica clisica (Iégica de proposiciones), ha demostra- do no ser viable ni para la ciencia aparentemente mas exacta (las matemiticas), ni para aquéllas que, como el Derecho, una vez sintieron complejo de la rique- za de su contenido, y acabaron despojindase de su misma esencia para imitar a las ciencias de la exactitud. Para el caso del Derecho, el matrimonio, entre la exactitud y el deber ser, pronto comenzé a producir hijos monstruosos cuyos propios padres intelectuales repudiaron (153). Para el caso de la ciencia mate- mitica serd 1931 la fecha de defuncién de su hasta entonces impecable siste- ma axiomdtico deductive de conocimiento (154). En este punto, la cuestién para nosotros podriamos enunciarla asf: existe ‘un modelo légico que nos ayude a entender el Derecho, que nos acerque a la (153), Sin salinos de la obra de thering ~uno de los més de tedos los tiempos podemos ver exe cal (154) En 1931 Kure Gedel publics un eabsjo, rlativamente corto, con el tile Ober formal unentschesdbare Satce der Principia Mathematica und verwandker Syteme. La impor tes influyences juristas 2 verdad del mismo, sin renunciar a todas sus dimensiones, toda ldgica zes exac- titud, formalidad rigurosa?, zqué es més exacto: decir a alguien dénde estd situada una calle por manzanas o por metros? Necesitamos, por tanto, un modelo I6gico distinto del tradicional. Un modelo que, recogiendo lo que nos ha ensefiado Aristételes en su Retdrica, exprese cualquier tipo de proposicién juridica que pensemos, un modelo que, en este sentido, admita la impre- cisién del lenguaje dentro de s{ como reflejo mismo de la contingencia del hecho, que admita ademés la posibilidad de la exactitud de la proposicién, y que, por dltimo, la probabilidad aparezca en él como criterio de verdad. En este sentido nuestro modelo se separard del tradicional al menos en estos puntos: Le En el grado de verdad. Nuestro modelo légico, a la vista de que ha de extraer sus proposiciones de tantas y tan distintas referencias (art. 3 Codigo Civil), ha de permitisnos un margen de verdad mds alld de la logica bi- valente, verdadero 0 falso (1 6 0), pero que no la excluya; el grado de verdad de la proposicién, por tanto, puede mostrarse por el intervalo [0, 1], a modo de légica polivalente de Lukasiewice, pero ademds ha de mostrar el nivel de tensién de pertenencia, ya que el grado de proximidad a la verdad de propo- siciones semejantes puede ser distinto, esto es: «cierton, «muy ciertor, ofalior, emuy falsor, ete. ‘28 By el nivel de exactioud, En la \égica tradicional el predicado de la pro- posicién debfa tener un sentido exacto, por cjemplo: «par», «mayor de 18 ziios», nuestro sistema ha de permitimnos conjugar predicados difusos en su sentido: «barato», «titulo». 3.° En los cuantificadores, La \égica polivalente (la bivalente como caso pat- ticular) admite s6lo dos cuantificadores, el universal «para todos y el existen- ial eexiste un ... tal guev, Nuestro modelo ha de admitir cualquier tipo de cuantificador: «muchos», epocoss, ula mayoria de.» ‘42 Posibilidad de modficar los predicados. A diferencia de la légica de pri- mer orden, nuestro modelo ha de permitimos modificar el predicado: «no», cerugys, ads 0 MNOS. tanca de este trabajo es capital tanto para la Idgica como para ls matemiticas. En efecto, des de que la geometta consigue defender como cenca purtiendo de unos pocot prncipos y ‘lesaolando éstos deductivamente { Aniomas + Teoremas), logré que su exacttud y precision tn convirtesen en modelo 1 seguir por cl reso de ls ramas que forman las emstemdtias y dl feat de Genes, Hl méodo stomaco cats al impretin que se qu por los inves dlores ccdcis los distintos epacios de a realidad a sus primeros prindpios par, desde ellos, Seana la verdad de ea zona de la realidad de manera sistemdtica. Fl trabajo de Gedel puso enffenee de los matemaicas que cl método axiométco tiene una serie de imitaciones inrinse- Sar gue le hacen inaplicabl incluso la atiemédea ms lemental de los niimeroe enteos. Pero sn ny deo yu none eb omc i tery fe pe ai gama de sistemas deluctivos, 4 menot que se adoptasen principios tan compljos de razona- Ffenro que su consstenca inceroa queda tan syjeta a dug como la de los propios sistemas. 7B FI modelo que retine estas particularidades se llama Légica borrose 0 difusa (155). Este modelo aplicado al estudio de las instituciones y figuras del «Derecho» pucde ayudar mucho a su estudio, ya que nos dibuja el estado de desenvolvimiento de étas en todo su contexto natural de referencias. Con él ade- ‘mas conseguimos ver los lugares de confluencia entre figuras ¢ instituciones y la fensién con que éta se produce. Ffectivamente, no logramos saber qué «Derecho» es el aplicable al checho» nuevo que se nos presenta, pero sf logramos situar éste dentro de un conjunto de hechos (borrosos) del que ya sabemos qué «Derecho» les corresponde. En la légica borrosa no se pietde, por tanto, la pers- pectiva de la precisidn (y asf la seguridad jurfdica) ni tampoco se coarta la egui- dad. Con la logica borrosa logramos expresar formalmente un pensaniiento jusl- ico en el que convivan en cada institucién, figura y decisién, [a justicia y la seguridad, ademds logramos un sistema de estudio evolutivo (historiogréfico) de las instituciones, segin los pardmetros interpretativos que utilicemos, y, por ulti- ‘mo, un sistema de control de la decisi6n judicial, en cuanto que ésta, si se sepa ta del conjunto bortoso al que pertencce el «hecho» y aplica a éte otro «Derecho» distinto al de aquel conjunto, deberé justificarse suficientemente. Con la Idgica borrosa no predecimos con exactitud el futuro de las deci- siones judiciales, pero esto tampoco se consiguié desde la Iégica deductiva clé- sica. Hl fracaso de ésta era evidente que se producicfa al no ajustarse al hoi zonte de contingencia que para el «Derecho» siempre es el futuro. En cambio el éxito de la Logica borrosa esté precisamente en que se ajusta a ese horizoi te. Con ella podemos expresar formalmente el pensamiento juridico y, an zando éste en la historia, responder a su evolucién a la vista del nuevo «hecho». Logramos asf unir en la ciencia juridica lo que nunca debié separarse: Teorla y Préctica. El ehecho» habla su «Derecho», (155) Fue presentada por Loft Zadhe en su ardculo «Fury Sew» en Information and Control vol. 8, 1965, pig. 338 y ss, Pueden consultarse de est autor los siguientes aricuos Quantitative fizzy semantics, Ea. Information Scence, vol, 1973, page 159 y ssi sThe cence of ling vale and application > aprxinate ron, en bration Sciences, vol. 8, 1975, pigs. 199 y 18. y vol. 9, 1975, pags. 43 y 74

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