tu mirada y la poesa con que gestaste milagros durante toda tu vida. Madre, no porque fueras nominada por la Iglesia, sino por los moribundos de Calcuta, en la miseria. Hermosa, por fin, que eras con tu blanca cabellera, tu joroba de trabajo y tus manos siempre abiertas. Madre Teresa, pequea, inmaculada y eterna, con amor has convertido la caridad en belleza.