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i = i nacionailismo y socialismo en OSCAR WAISS Oscar Waiss Oscar Waiss nacié el afio 1912 en el sur de Chile, en la ciudad de Concepcién Ingresado muy joven a la Universidad de Chile fundé el afio 1931 el grupo de universitarios e inte- lectuales de izquierda denominado Avance que fue el motor de la lucha social en un periodo de dictaduras militares; el afio 1932 fue relegado por varios meses a la inhospitalaria isla Mocha en el extremo sur del pafs. Inicia asi una vida entre- gada totalmente a la divulgacién del marxismo y a la actividad teérica y practica entre los trabajadores, El afio 1933 se recibe de abogado y se constituye en defen- sor de gremios y sindicatos. En 1936 la Izquierda Comunista, a la que pertenece, se incorpora al recién formado Partido Socialista y lucha por desplazar a la directiva reformista, lo que consigue en el XI Congreso que se verificé el afio 1946 en la ciudad de Concepcion. Por once afios forma parte del Comité Central del P.S. y dirige los semanarios “Consigna” y “La Calle”. Como secretario de Relaciones Internacionales Visita Yugoeslavia en 1955 y regresa en viaje de estudios a Europa en 1958, Relegado a Pisagua en 1956, encarcelado muchas veces, se da tiempo para publicar folletos y libros, destacandose “Esquema econémico-social de Chile” (1933), “Ensayo sobre las multitudes” (1939), “El drama socialista” (1947), “Nacionalismo y socialismo en América Latina” (1954) y “Amanacer en Belgrado” (1956). Como abogado ha asumido la defensa de periodistas y di- rigentes sindicales y actualmente representa ante los tribunales chilenos al presidente de la Central Unica de Trabajadores, Clotario Blest, a quien el gobierno intenta aplicar una dura condena por sus actividades sindicales. , Ha actuado también como dirigente sindical y ha sido pre- sidente de los empleados semi-fiscales y secretario general de la Junta Nacional de Empleados de Chile que llevé a los empleados a unificarse con los obreros y campesinos en la Central Unica. Actualmente dirige una publicacién mensual, los “Cuader- nos de Informacién Politica”, prepara una revista marxista latinoamericana con escritores y dirigentes de diversos paises y escribe un nuevo libro sobre “Los problemas del socialismo eontemporaneo”, ediciones Iguazu . macionalismo y sociali en américa latina “Parece paradojal, pero es evidente, que las con- diciones objetivas maduran en el continente, antes que las subjetivas. El proceso histérico explosiona ) y una cadena de revoluciones expresa claramente el | derrotero general, pero como no existen partidos y, ni siquiera equipos dirigentes, capaces de dirigir fir- : memente el proceso, suelen sobrevenir derrotas, como en Guatemala, o traiciones, como en Venezuela, En otras zonas la revolucién se estanca, como en Bo- livia, o corre terribles riesgos, como en Cuba. Nunca ha parecido mas urgente, casi dramaticamente nece- saria, la maduracién doctrinaria y politica, la con- frontacién de puntos de vista, la coordinacion de las fuerzas que, lentamente, van apareciendo. A ese esfuerzo pretende sumarse este libro”. Oscar Watss LITERATURA: ® James Aldridge: Oro y Arena — Cuentos. DOCUMENTOS: ; ® Oscar Waiss: Nacionalismo y Socialismo en América Latina (2% ed.). EN PRENSA: ® (sear Waiss: Los problemas del socialismo contemporaneo. DE PROXIMA APARICION: ® Gregorio Selser: Sandino, General de hombres libres (4% ed.) ® Gregorio Selser: El pequefio ejército loco (3 ed.). EN PREPARACION: TEATRO: ® Pearl S. Buck (Premio Nobel): Incidente en el desierto. ediciones iguazu Dolores 528 Bs.As. * : OSCAR. WAISS Nacionalismo y socialismo en América Latina “Estiuema econémico ‘social de Chile, 1933 Ensayo sobre las multitudes, 1939 El drama Socialist, 1947 Nacionalismo y socialismo en Amériea Letina, 1954 Amanecer en Belgrado, 1956 Coleccion DOCUMENTOS 1 x ".@ Primera edicién: Prensa Latinoamericana i Santiago - Chile, 1954 @ Segunda edicién: © Ediciones iguazi - Merayo y Cia. Dolores 528 - Buenos Aires - Argentina - junio 1961 Queda hecho el depdsito de ley. 5 7 Todos los derechos reservados. OSCAR WAISS NACIONALISHO y SOCIALISMO EN AMERICA LATINA mr i 1 - ediciones xa.) iguazt * a Buenos Aires PROLOGO DEL AUTOR (Primera edicién) Sobre América Latina se-han escrito muchas cosas. Ge- neralmente reportajes; rdépidos, agudos, brillantes, pero extrafiamente superficiales. Se ha dicho que América Latina es un continente virgen, o un continente desconocido, o una tegién misteriosa. Muy pocos han podido o querido escri- bir la verdad. Porque escribir la verdad signlifica la in- mediata prohibicién de que el libro se venda en los Esta- dos Unidos o que pueda circilar en la mayor parte de los paises situados al sur del rio Grande. Ast de absurdo es este “mundo libre” sobre el que predican con tan sos- pechosa constancia las agencias cablegrdficas norteameri- canas. . Y si uno se detiene a observar un instante lo que sucede por estas tierras, llega a conclusiones. paradojales,. Porta- estandartes de la democracia y representantes ,genuinos del Uamado “mundo libre” son los mds abyectos tiranos que sea posible imaginarse. Regimenes como los de Tru- jillo, Somoza o. Pérez Jiménez'ostentan la episcopdl bendi- cién del Departamento de Estado, aunque en esos paises se cace a los opositores por las calles, a balazo limpio, y se apliquen torturas y tormentos que espantarian| a los monarcas persas. Y, por el contrario, cuando un Gobierno mds liberal, hasta elegido en comicios mds o menos regula- res, intenta organizar el pais segiim normas progresistas y de dignidad internacional, es.acusado de comunista o de instrumento del comunismo y no tarda en observarse una _ coalicién en que participan el Embajador norteamericano, el Arzobispo, las compafitas extranjeras y dos o tres coro- neles pagados a tantos délares por hora. Decididamente, i 7 definir a América Latina como un continente virgen no pasa de ser una pamplina literaria, A veces se parece mu- cho mds a un lupanar politico, : : Lo que ha pasado en América Latina es que ha sido teatro de toda clase de rapifias y piraterias, porque sus tierras extraordinariamente ricas estdn habitadas por pue- blos, también, extraordinariamente pobres, Esos pueblos no han logrado participar en la orientacién de su existencia ni forjar su propio destino. Hablando en otros términos, la democracia ha sido acd un mito o una farsa; no es que estemos por la defensa de la democracia en general, mos- . trada como una panacea por los propagandistas mundiales _ de la burguesia capitalista, a fin de encubrir la hipocresia esencial de la democracia burguesa. Pero creemos indis- pensable incorporar las masas trabajadoras a la preocupa- cién politica a través de grandes movimientos de tendencia nacional y popular que comienzan a tener vigencia en mu- chos. de estos paises y que representan, por primera vez, una expresién auténtica de las necesidades de esas mayo- rias nacionales. Hasta ahora, habiamos conocido como par- tidos politicos a ciertas agrupaciones con ideologias- posti- zas, importadas desde la vieja Europa; liberales, conserva- dores, radicales, demécratas, no han podido arrastrar a las mutitudes ignoradas, y no han pasado de ser otra cosa que montoneras electorales, Asi hemos vivido. Inttervalos de farsa electoral entre largos pertodos de dictadura. Lapsos, de amor ocasionales en una larga vida rutinaria, Es claro, no podemos igno- rarlo, también tenemos a los comunistas. Estos partidos comunistas Tatinoamericanos no representan el fuego abra- sador de la revolucién de octubre; deberiamos agregar que ni siquiera representan la disciplina totalitaria del stali- nismo. En muchos paises, aparecen divididos, combatién- dose safiudamente. En todos, se demuestran incapaces de comprender el cardcter y la naturaleza de la revolucién latinoamericana, por lo que han caido en la repeticién fria y mecdnica de formulas estereotipadas. Para estos parti- dos comunistas, los grandes movimientos populares, histé- ricamente necesarios e inevitables, se les presentanm como competidores que les disputan la hegemonia de las masas. Y entonces' se produce un extraordinario fendmeno: los , movimientos populares son perseguidos por los tiranos de turno, que ven en ellos su principal enemigo y combati- dos por los comunistas, que encuentran en ellos su rival, y entre las dictaduras y los comunistas se observan toda clase de condescendencias y complicidades, mientras los Embajadores yanquis hacen la vista gorda, porque los ne- gocios son los negocios. / No podré decir.ahora el sefior Beaulac, por lo menos en lo que a mi respecta, que los demagogos se dedican nada mds que a atacar a los yanquis, sin decir una sola pala- bras de los comunistas. Pero el sefior Beaulac sabe per- fectamente bien que el verdadero enemigo del imperialis- mo, en los paises latincamericanos, es el propio pueblo. y no-esos partidos comunistas de existencia precavia. a ‘los cuales el interés de la propaganda yanqui rodea de una aureola de inmerecido prestigio. Este libro, pues, no es un reportaje mas a la miseria y a la desesperanza de los paises latinoameridanos. En estas paginas no se eluden los problemas, ni se hobla sobre el “mperialismo corl-un tono dulzén, como el de Arciniegas, o francamente adulén, como el de Dévila, No pretendemos ‘sorprender a nadie. Este es el punto de vista del maraismo revolucionario, del socialismo combatiente. El autor ea- cribe desde las barricadas. Cuando se vive en las trin- cheras, animado por el ardor colectivo, wno no se stente inclinado a los eufemismos y las: metéforas. Usa otro len« gquaje: mds rudo, més vulgar y mds directo. Este Ubro pretende ser un diagnéstico y alentar las favorables reac- ciones del cuerpo enfermo; tratamos de hacer aflorar a la conciencia politica las tendencias confusas, asi como el pst- coanalista extrae desde la oscura subconciencia del hombre los fraamentos mds decisivos cue iluminan su nersonalidad, Siguiendo, entonces, de una manera simbélica el mé~ “ todo freudiano, tenemos que explicarnos la resistencia de los obreros, los empleados, los individuos con inquietudes sociales, a la politica tradicional. Los que se incorporan a Ia lucha sienten una inevitable desconfianza, por mo decir una visible repugnancia, respecto de los caciques electo- rales y los partidos. politicos; este sentimiento deriva del hecho de que no encuentran en esos partidos una respuesta a sus interrogaciones y ahi estd el caldo de cultivo de las tiranias y los cuartelazos. El propio socialismo no ha esca-_ pado a esta tendencia y la verdadera razén del fracaso de los partidos rioplatenses, los mds antiguos de esta parte del mundo, esté en su incapacidad para superar el confor- mismo socialdemécrata. Hoy el problema se plantea en otros términos. La clase obrera, cuyo auge se explica por el progreso técnico y la intensiva explotacién de las riquezas naturales, comienza a tener una gravitacién social innegable. Paralelamente, la conciencia politica del pueblo se amplia. Los viejos partidos reformistas ceden el paso a grupos, primero, ya fuertes organizaciones, después, que buscan una definicién enilos objetivos perseguidos, cuya ambiciosa magnitud hace temblar a los sectores reaccionarios. Declinan los viejos partidos y surgen fuertes movimientos revolucionarios te- flidos. de socialismo que coinciden, universal e histérica- mente, con el alzamiento de los trabajadores contra el régi- men de produccién capitalista, Para muchos, lo expresado es literatura y romanticismo. Es duro para los que viajan en los camarotes de lujo del trasatldntico, despertar en los momentos en que la embar- cacién se va a pique. Santiago de Chile, 10 de julio de 1954. 10 PROLOGO DEL-AUTOR (Segunda edicién) Los afios transcurridos desde la aparicién| de este libro han confirmado en gran medida sus previsiones y creo que su influencia en diversos sectores del pensamiento de avanzada latinoamericano ha resultado pbsitivo por lo que la oportunidad que me ha ofrecido la Editorial bonae- rense I1Guazt de una reedicién me ha causado especial sa- tisfaccién, Desde la aparicién de este libro hasta la fecha hani acon- tecido diversos hechos histéricos que no pueden ignorarse; el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, las conquistas espaciales, la intensificacién de la guerra fria, las sublevaciones colonidles en Asia y Africa, las sensibles Pegresiones de algunos regimenes latinoamericanos y la revolucién cubana jalonan el proceso de la humanidad con significativa nitidez. Sin embargo, las modificaciones in- troducidas al texto han sido sdlo las indispensables para actualizar sus conceptos, ya que he preferido reafirmar la intencién politica inicial, confirmada por. estos aconteci- mientos. i Se ha producido, también, en el curso de todos estos aios, una decantacién doctrinaria que ofrece halagiiefias perspectivas. En Venezuela, un poderoso sector de Accién Democrdtica, incluyendo dos senadores y catorce diputa- dos, se ha separado de la organizacién matriz, repudiando su oportunismo entreguista y acercdéndose claramente a las concepciones del marxismo revolucionario. Un proceso si- milar ha ocurrido en Pert, donde el Apra Rebelde se ha escindido del viejo tronco aprista, adoptando wn programa muy positivo, También se ha dividido el Partido Socia- : ; 11 lista:de Argentina, cuya ala izquierda adopta répidamente posiciones revolucionarias y continiia la evolucién' favora- ble en el Partido Socialista del Uruguay. En.Chile, pode- rosas corrientes de pensamiento de izquierda se aprontan para volver al Partido Socialista a su camino de vanguar- dia, momentdneamente abandonado. Todo este proceso se acelera, sin duda alguna, por el magnifico ejemplo de la lucha del pueblo cubano contra el imperialismo, Pero todo este proceso puede frustrarse, una vez mas, Si:se deja.a la improvisacion y a las inspiraciones del -mo- mento la misién de determinar las rutas de la revolucion la- tinoamericana. Hemos bregado incansablemente por atraer a los sectores de avanzada y, muy especialmente, a la juventud, a la tarea jormativa de un pensamiento tedrico. La revolucion latinoamericana, que puede ofrecer ya va- riadas experiencias y largas luchas, necesita abandonar el practicismo iletrado y asimilar su propia version histérica, a la luz del marxismo. Porque si hay algo verdaderamente antimaraista y antidialéctico es la simple imitacién ruti- naria o el trasplante mecanico de formulas encontradas por otras revoluciones, en otras épocas y bajo distintas cir- cunstancias, Muchos parecen no darse cuenta de que han trascurrido cuarenta y tres aftos desde la revolucién rusa y que todos esos ahos.no pueden haber pasado en vano. Otros con- funden la creacién tedrica con el revisionismo trasnochado, Lo que nosotros pretendemos es ofrecer, desde un punto de vista intransigentemente tedrico, un panorama actual de las luchas sociales en América Latina, comprendiendo su origen, su riaturaleza y su trayectoria. La literatura mar- mista sobre el tema es muy reducida y el intento de siste- matizacién que contiene este libro ha significado un aporte util; ast lo he comprobado en los contactos personales que he ‘mantenido, desde entonces, con personeros' de movi- mientos de avanzada de Uruguay, Argentina, Pert, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guatemala, Cuba, Nicaragua, Haiti, Brasil, Ecuador y otros paises del continente, 1a No he querido abarcar, en esta segunda edicién, de una manera detenida, algunos problemas que estén a la orden del dia de la discusién socialista internacional, como los de la coexistencia o guerra, de la revolucién o la via pact- fica, de la desestalinizacion, de las diferencias ruso-chinas, de la posicién yugosiava y algunos otros, por dos razones: una, que este libro esté dedicado a la naturaleza de la re- volucién latinoamericana, tema especifico que excluye, en gran medida, esas digresiones y, otra, que tenemos en pre- paracién un libro sobre “Los problemas del socialismo con- tempordneo” que entregard préximamente al piblico esta misma editorial, Finalmente, no quiero terminar estas observaciones sin lamar la atencién sobre un propdsito fundamental, que es el de buscar la manera de captar la tendencia naciona- lista tras la disciplina tedrica y prdctica de un movimiento socialista. Esa es la idea central de este libro, su médula politica, su aporte tedrico. No se puede ignorar el “revan- chismo” naciondlista que se expresa, ya sea en las exalta- ciones de caudillos militares desorientados, ya sea en las explosiones revolucionarias informes. Alli estan los mate- riales del edificio econdmico y social del futuro; alli debe- mos nutrirnos de la vitalidad histérica que la revolucién necesita; alli deben buscar los partidos de la revolucién su razén de ser en la realidad latinoamericana, Si a la afir- “macién imperialista y reaccionaria responde la negacién del alzamiento nacional, la sintesis, 0 sea la negacién du “Ta negacién, debe ser el socialismo. Pero este debe ser ‘un proceso “consciente”, unica forma de que los movimien- tos politicos responsables sustituyan en definitiva a los caudillos mesidnicos y chauvinistas. Del progreso que con sigamos en este sentido dependen, en gran medida, el ritmo y el destino de la revolucién socialista latinoamericana. Pero si miramos en torno nuestro, buscando la colabo- ‘racién oportuna, o siquiera, la comprensién estimulante, el panorama es desolador. Son muchos los que creen que estén contribuyendo a la “teoria” revolucionaria porque _ Tepiten viejos textos o publican opiniones variadas de dix 7 ; 18 versos autores, sin discriminacién alguna. Si , socialismo, vale tanto una cosa-como Gn ravi soien take tas que sirven tanto para un barrido como para un fregado, y que al lado de un articulo responsable exhiben la opinion: reformista y hasta la firma traidora; es decir, atin. en los medion aparentemente: selectos, existe una horrible con- fusi i que no contribuye, por cierto, a apresurar la decan- tacid teérica que el proceso social requiere, ‘ a 'S hora ya de que. esto termine y de que los elementos e mayor conciencia.exijan a sus lideres un minimo de seriedad tesrica, compatible con sus constantes preocupa- ciones electorales. Mientras administran el socialismo estos conductores practicistas para los que la doctrina’y los pla- nes constituyen preocupaciones remotas yun poco subal- ternas, las esperanzas de una rectificacién son escasas, Pero no creo estar predicando en- el desierto. La.revolucio como necesidad histérica, no puede negarse a si misma. ; Santiago de Chile, 15 de eriero de 1961, Capiruto 1 : LA PARTE DEL LEON Diversidad de Jas naciones latinoamericanas. Aislamiento politico, — Paises monoproductores de materias primas. — Estado de las fuerzas productivas.— Efecto de las crisis mundiales del capitalisno, — Inestabilidad politica y de- rrumbes sociales. —La tiranfa, una época.— Fin de la ex- pansién pacifica del capitalismo en América Latina. —Con- cesiones ilimitadas. — El contrato Soto-Keith.— La inter- vencién imperialista. —Gran Bretafia y Estados Unidos. — Los tratados Clayton-Bulwer y Hay-Pauncefote. — Los mé- todos de la intervencién. — Defensa econbmica y controles de seguridad. —Las palabras y los hechos. —Explotacién intensiva de las riquezas naturales. — Los procesos de Mosca y las conferencias panamericanas. —Algunas leyes sobre la penetracién imperialista en América Latina, —Hacia el des- enlace del drama. i Es un error comin pensar que las veinte naciones lati- noamericanas son, substancialmente, idénticas, tanto en su composicién racial, como en su forma de producir y de organizarse. Aun entre paises vecinos, las diferencias son considerables. Mientras en Guatemala la mayoria indigena es indudable, en Costa Rica representa menos del uno por ciento. Lo mismo puede decirse de Chile, Argentina y Uruguay, con un volumen indigena practicamente nulo, res- pecto de Brasil, Bolivia, Paraguay y Pert, paises en los que Ya masa aborigen gravita pesadamente. a Cuadros desarrollados por la CEPAL nos sefalan que, “mientras en México el 65% de la poblacién activa esté avin ocupada en la agricultura, de la cual proviene apenas 15 el 30 % del valor de las exportaciones mexicanas, en Ar-, gentina solamente trabaja la tierra un 36 % de la poblacién activa, a pesar de que la casi totalidad de sus exportaciones . son agropecuarias. Sobrepasan, todavia, a México, paises como Colombia, con un 74%, Nicaragua, con un 73% y Brasil, con un 67 %, mientras Chile, debido a su industria- lizacién reciente, se mantiene en un nivel paralelo al de su vecina de allende los Andes. Estos frios guarismos, traducidos al lenguaje de la vida social, significan profundas diferencias en el orden de la manera de producir y de vivir. La forma en que se distri- buye la poblacién ocupada es un indice muy seguro del progreso técnico. En Estados Unidos, la gente ocupada-en la produccién de materias primas, que requiere procedi- mientos sencillos, era hace un siglo una parte que equivalia al 67 % de la poblacién, y hoy esa proporcién alcanza diff- cilmente aun 27%. Cuando se produce poco, los hombres se concentran en la produccién de alimentos y materias primas, que se obtienen con mayor facilidad. Pero. a me- dida que la técnica progresa, Jos sobrantes de poblacién se orientan hacia la industria,‘los transportes. el comercio y los servicios personales y del Estado. El nacimiento de Ja industria moderna implica, con absoluta regularidad, en cualguier pafs donde el fenémeno acontezca, la formacién de una noblacién excedente industrial, atrafda por los me- jores salarios o las regulares exnectativas. Esta poblacidn, que se ausenta de los campos, donde los salarios son baios y las condiciones de vida mezquinas, es la que les permite a los industriales, criollos 0 fordneos, disponer en todo momento de Ia mano de obra que recuieran sus nuevas empresas. En Ja América Latina’ que adopta Ja forma ca- pitalista de producir, el eiército industrial de reserva 0 exceso relativo de noblacién, de que habl6 Marx, también hace su aparicién potencialmente revolucionaria. Pero no es posible deducir. de las Mneas anteriores. 1a conclusién de que estos nueblos estén sometidos a leyes generales diferentes dentro de la dindmica econémica mun- dial. Un mismo origen, una evolucién casi paralela y fac- 16 tores externos similares, terminan por primar sobre el ais- Jamiento politico. Porque es preciso sefialar que desde el periodo colonial, los paises latinoamericanos vivieron cu- riosamente aislados, unos de otros. A las dificultades de orden geografico y al escaso desarrollo de los medios de transporte, habria que agregar cierta tradicién individua- lista hispana, derivada de la aplicacién de los viejos fueros medievales, Ello es bastante claro si se analiza el caracter de los movimientos revolucionarios en las colonias latino- americanas, Siempre se trata de alzamientos locales, deri- vados de resentimientos inmediatos, y no de rebeliones ge- neralizadas que provengan de acuerdos previos o de pro- pagandas colectivas. Ni siquiera escapan a esta definicién Jos movimientos de més envergadura, como la sublevacién de Tupac Amaru, en el Peri, el levantamiento de los co- muneros del Socorro, en Nueva Granada o las tentativas de Francisco Miranda, en 1806, La misma revolucién de la Independencia es el reflejo multiple de Jas mismas causas y no la accién concertada y coordinada de los diversos caudillos nacionales. Baste sefialar que los dos capitanes mAs destacados de Ja gesta liberadora, Bolivar y San Mar- tin, slo vinieron a conocerse el afio 1822, en la histérica conferencia de Guayaquil. Tenemos, entonces, que el desarrollo cantonal de los paises latinoamericanos es un hecho histérico, lamentable, si se quiere, pero un hecho, después de todo. Es claro que hubo, durante el perfodo de la organizacién nacional, re- giones que fluctuaron entre un pais y otro y atin paises . enteros que se unieron y se separaron, al compas de los incidentes de la guerra. No han dejado de haber, tampoco, anexiones posteriores, fruto de pequefias guerras de rapifa, generalmente alentadas por intereses extrafios, en que el capitalismo financiero internacional movia los hilos en cuyo extremo saltaban como marionetas caudillitos o generales de poca cuantia. Pero Ia sintesis del proceso han sido las veinte reptiblicas del sur del rio Grande, diferentes, extra- fias, pero con ese inconfundible aire familiar que permite distinguir la consanguinidad historica, \ : ; | 17 Un estudio porcentual del comercio exterior latinoame- ricano realizado en el afio 1938, y que estudia el uruguayo’ Rodney Arismendi en su libro “Para un Prontuario del délar” indicaba que 11 de las 20 Repiblicas dependian de- las exportaciones de un solo producto que cubria mds del 50 % del volumen total de las exportaciones. “En tres casos, €l 75 % o mas del valor de la exportacién correspon- dia a un solo producto. Todos los paises, sin excepcién, cubrian més del 20 % de su exportacién con un solo articu- lo, En.19 paises, tres productos aleanzaron el 50 % o mas de Ja exportacién. Unicamente México alcanzaba con tres articulos un 37 % de su produccién exportada”, Y no se trata de toda clase de. productos. Los paises Jatinoamericanos viven'de Ja venta de materias primas, ya sea de las minas o de los campos. Mientras Venezuela, Bolivia, Chile y Pera viven del producto de sus exporta- ciones mineras, que pasan en los dos primeros paises del 90 % y en Chile del 80 %, Argentina, Uruguay, Brasil, Gua- temala y Cuba viven de la carne, el café, los platanos y el azucar. Pero todos se encuentran en la etapa precapitalista, y en gran medida, en un perfodo de produccién de tipo feudal, que llega en algunos casos al extremo de no diferen- eiarse fundamentalmente de la manera como se trabajaba y se producia en la época colonial. Es asi como en los mo- mentos de crisis del sistema mundial del capitalismo, los pueblos de estos paises semicoloniales son los que pagan los platos que rompen las grandes potencias industriales. Estas potencias erizan sus aduanas, defienden a toda costa sus propios niveles de vida, en un esfuerzo por impedir los alzamientos revolucionarios dentro de sus fronteras,-y dejan de adquirir las materias primas superfluas o las pagan a precios miserables, que no cubren ni siquiera los costos de produccién. En cambio en los perfodos en que necesitan esas materias, las permutan por créditos o divisas que sélo ellas pueden absorber. Bien pudo decir el senador nor- teamericano Kenneth McKellar, a pesar de su reconocida filiacion reaccionaria, en diciembre de 1943: “En resumen, a cambio de materiales bélicos vitalmente necesarios, Esta- 18 dos Unidos ha provisto a estos paises de documentos de crédito, de délares fabricados por sus sistemas bancarios y de oro que Norteamérica no sabia en qué emplear, .Es de esperar que en el periodo de la postguerra obtengan la compensacién apropiada a sus riquezas naturales, a su tra- bajo adicional y al reducido nivel de vida que han sopor- toda durante la presente guerra. En suma, América Latina ha suministrado mercancias cuando escaseaban y. parece como si EE.UU. se Jas hubiera de devolver cuando son mas abundantes. Parece que, en conjunto, EE.UU. se ha Ievado Ja parte del leon en el negocio. Este proceso no ha transcurrido sin producir lagas. A los primeros intentos de integracién econémica y politica, si- guieron profundos derrumbes sociales. En 1839 sé separaban los estados unitarios que constituyeron la Gran Colombia; después vino la divisién de las provincias de la América Central; luego la del Virreinato del Plata que sé segmenté en tres nuevos estados, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Brasil consiguié dividir definitivamente el Virreinato del Plata, culminando su victoria con la creacién del Uruguay, como estado tapén en el estuario del Plata. La tragedia de las conflagraciones europeas se repetia, como remota parodia, en los confines virgenes de América. Estados Unidos des- membraba México, en una guerra de rapifia sin preceden- tes en estas latitudes, y después desembarcaba sus. “mari- nes” en las desguarnecidas costas de Centroamérica: una vez en Costa Rica, una en Guatemala, seis en Nicaragua, cin- co en Honduras y siete en Panama. Mientras tanto, Chile guerreaba con Pert y Bolivia, Bolivia con Paraguay, Pera con Ecuador, Ecuador, a su vez, con sus vecinos del norte y todo el continente ha visto levantarse fronteras hostiles y limites erizados, que han sabido explotar politicamente je- fecillos o dictadores de ocasién, para hacer su propio nego- cio, en el mas estricto sentido de la palabra. Si nos empinamos sobre esas fronteras y tratamos de echar un vistazo a la casa por dentro, nos encontramos con situaciones que superan, con creces, a la mas tropical ima- ginacién. En Colombia se produjeron, sélo hasta comienzos 19 de este siglo, unas setenta revoluciones o conatos que pro- vocaron 80.000 muertos en 1879 y 100.000 en 1899. Bolivia ha sufrido entre 1820 y 1890 no menos de sesenta revolucio- nes, fueron asesinados seis presidentes y diez constituciones fueron promulgadas. La anarquia politica de Argentina, en 1820, creé las condiciones para la sangrienta tirania de Juan Manuel de Rosas, que se extiende hasta mediados del siglo, Y todavia tiene vigencia la frase del Dr. Tejedor, que dijo en una sesién de la Camara de Diputados de la provin- cia de Buenos Aires, en 1857, que “la tiranfa de Rosay es mas que un hecho, es una época”, La épeca, por desgracia, es todavia nuestra época, y otros cien afios de vida independiente no han sido'bastantes para hacer desaparecer la sombra fatidica de Rosas, ni siquiera, en su propia patria. En nuestros dias, en el siempre con- vulsionado Altiplano, un presidente terminé su vida colgado de un farol y un Mamerto Urriolagoytfa, hurgaéndose des- preocupadamente las narices, fue capaz de borrar con el co- do un resultado electoral producto de un comicio ordenado por su propia mano, Exactamente lo mismo se hizo en Ve- nezuela, donde la feroz tirania de Pérez Jiménez protagoni- * 26 los erimenes mas escalofriantes de una historia ya de por si bastante tragica. Cuatrocientos mil paraguayos viven en el exilio, en Argentina y Brasil, en circunstancias de que la poblacién total de-esa pequefia nacién se empina, apenas, al millén y medio de habitantes. Durante cinco afios, la jau- ria militarista del Pera, que encabezaba el general Odria, aullé en torno a la casa donde vivia bajo el amparo diplo- matico de Colombia el dirigente aprista Victor Ratl Haya de la Torre. Y todos estos hechos palidecen, todavia, ante los episodios monstruosos que vive la infortunada Republi- ca Dominicana bajo la dictadura de Rafael Leonidas Tru- jillo, cuyos alabarderos suelen gritar, con impudicia primi- tiva, la consigna de. “Dios y Trujillo” mientras asesinan 0 torturan a sus victimas. Por otra parte, en Nicaragua, un sujeto Ilamado Anastasio Somoza, asesino confeso del héroe Sandino, fue el tirano de turno, como Jo fue “un sargento llamado Batista” en Cuba. La débil estructura econémica de 20 estos paises no ha podido expresarse politicamente, por lo general, sino en caricaturas de la democracia burguesa. Un ‘ poco por aqui, y otro poco por all4, se suele respirar aires mas agradables. Incluso suele romperse la cadena por algu- nos de sus eslabones mas débiles y aparecer regimenes au- dazmente renovadores y auténticamente democraticos. A veces se derrumban luego, o degeneran velozmente, como suele suceder en Venezuela; otras se yerguen con heroismo, como sucedié fugazmente en Bolivia y como se vive hoy, dram&ticamente, en Cuba. En todo caso son un sintoma de ; © que el organismo se defiende y constituyen experiencias que serviran de verdaderos ensayos preliminares a la in- evitable revolucién. latinoamericana, El capital financiero ha despertado a Ja historia a millo- nes de seres en estos confines, que abandonan lentamente las formas precapitalistas a través de-las cuales se vincula- ban a la sociedad contemporanea, y se incorporan a formas mas avanzadas de produccién, en que existe una mayor con- centracién masiva y un nivel politico ms elevado. En la retorta de las luchas sociales bullen nuevas formulas que buscan su cauce natural. La valvula colonial les permitié a las grandes potencias industriales atenuar los antagonis- _ mos internos, pero al precio de exponerse, con el tiempo, @ una explosién mucho mayor. “El capitalismo, dice Bujarin en su obra “La economia mundial y el imperialismo”, ha tratado de adaptar el desarrollo de Jas fuerzas productivas a los limites nacionales de su explotacién por medio de las conquistas imperialistas. Pero se ha mostrado incapaz de resolver este problema, aun por sus‘propios métodos”. Por eso despiertan a la vida polftica, no s6lo las masas populares de los paises industriales, sino que también las sumisns . multitudes de los paises coloniales y semicoloniales, El ca- -pitalismo consigue retardar la crisis final, pero sus proble- mas fundamentales retornan siempre agigantados por ¢) curso de los afios. Los Imites de Ja expansién pacffica del capitalismo en América Latina, que rompe los modos de produccién precapitalistas, parecen estar llegando a su fin. Este es, por lo demas, un fenémeno mundial. Los japo- 2 neses intentaron disimular el proceso recurriendo al eufe- mismo de la “esfera de coprosperidad en el Asia”, e Hitler, al “nuevo orden o economia de gran espacio”. Con mas delicadeza los yanquis hablan de las “zonas de influencia” y hasta elucubraron, en su tiempo, la doctrina Monroe. Tra- ducido al lenguaje de los hechos el monroismo ha significa- do, en Puerto Rico, que el 80% de la tierra cultivable per- tenece a cuatro sociedades imperialistas: la “Fajardo Su- gar Co.” , la “South Porto Rico Co.”, la “Eastern Sugar” y ja “Aguirre Sugar Co.”, todas norteamericanas, Las gran- des potencias toman, sencillamente, las tierras y las minas, Jas hacen producir con gran beneficio, pagando a los nati- vos los mas inverosimiles salarios y celebrando' contratos ‘con los gobiernos locales de una increible audacia, aseguran- dose, de paso, los mercados para Ja colocacién de sus pro- ductos manufacturados y hasta de sus excedentes inmovili- zados de capital, que prestan con alto interés sin tener ne- cesidad, siquiera, de moverlos de sus depésitos bancarios. Como ejemplo tipico de las concesiones que se hicieron, y todavia se hacen, a los capitalistas extranjeros, podemos citar el contrato Soto-Keith, del 21 de abril de 1884, entre el gobierno de Costa Rica y la United Fruit, que financié el alzamiento contra el poder legitimo del Presidente Jacobo Arbenz, de Guatemala. En ese contrato inicial, el gobierno concedié a la Compafifa ochocientos mil acres de tierras na- cionales no explotadas “que elegira la Compafifa con todas las riquezas naturales que contengan dichas tierras y la fa- ja de territorio inherente al derecho de paso para la cons- truccién del ferrocarril y los edificios necesarios; y el ma- terial de todas clases que pueda encontrarse en las tierras nacionales no explotadas a lo largo del ferrocarril; y dos de los lotes de propiedades nacionales actualmente medidos en el puerto Limé6n, para la construccién de muelles, almacenes y estaciones, todo ello sin reembolso de ninguna clase...”. Todo en América se repartié y se regalé con idéntica des- preocupacion, sin tasa ni medida. En el perfodo colonial, jas encomiendas se entregaban con ilimitadas extensiones: “parandose en la loma tal, por el oriente, hasta donde se 22 pierde la vista”; as{ se solian fijar los deslindes. Cada enco- mienda involucraba los caciques que vivian en ellas y to- dos sus indios. Repartida la tierra laborable entre un peque- fio namero de privilegiados, que terminé asegurandose la continuacién hereditaria a través de los mayoxazgos y los censos perpetuos, prosiguié el reparto de las riquezas natu- rales, esta vez a cargo de los gobiernos “independientes”. El indio, el criollo, el mestizo, la masa campesina unida histéricamente al suelo patrio, fueron siempre el personaje olvidado del drama americano. Solamente hoy el personaje comienza a protagonizar su rol, para muchos fuera del li- preto y pide cuentas a los dilapidadores de la herencia na- cional. Esa peticién de cuentas se suele llamar reforma agraria o nacionalizacién de las minas. Durante mas de cien afios de vida independiente —por edecirlo de algun modo— las naciones latinoamericanas no han conseguido estabilidad politica. La excepcién puede ser Chile, a pesar de que, por lo menos en dos oportunidades, 1891 y 1924, el régimen juridico normal descarrilé por al- gan tiempo, La inestabilidad proviene de dos causes prin- cipales: pobreza e intervencién. La pobreza es el resultado inevitable de un intercambio en que obtienen cada vez me- nos por las materias primas exportadas y deben pagar cada vez mas, por las mercaderias que se traen. Sobre esta ma- teria deberemos extendernos m4s adelante. La interven- cién es también el resultado inevitable de los intereses del capital financiero que utiliza, como dijo Lenin, a su buena amiga, la diplomacia. A raiz de los agregados que, unilateralmente, por supues- to, hizo Teodoro Roosevelt ala doctrina Monroe, los Estados Unidos se convirtieron en un gendarme que, segiin la pro- pia expresién de Nicholas John Spykman, representante del pensamiento universitario yanqui, “en virtud de esta doc- trina hiciéronse desembarcos de marinos, se vigilaron laa elecciones, se controlaron las aduanas, se administraron low bancos centrales, se establecieron de hecho protectoradon sobre diversos estados del Caribe...” El propio Wilson qua. traté de dar marcha atras, intervino, sin embargo, en Méxl+ coy en Haiti. Dice francamente-el mismo Spykman que “la mayor parte del engrandecimiento territorial de Estados Unidos se hizo a costa de la América Latina: Luisiana, Flori- da, Texas, California, Puerto Rico y Panama, El llamado imperialismo sin dolor de los norteamericanos, sélo a noso- tros mismos nos ha parecido exento de dolor. Las Repibli- . cas de Centroamérica que alojaban a nuestros marinos, di- rectores de aduana, inspectores de bancos, encontraban sin duda harto dolorosas las lecciones de moderna contabilidad apoyadas sobre las bayonetas. Parecia en aquel momento como si nuestro respeto a las fronteras y a las integridades territoriales fuera tan sdlo el resultado de nuestra preferen- cia por las aduanas y los bancos centrales,..” En un comienzo, la potencia que intervino principalmen- te en la politica latinoamericana fue Gran Bretafia. Elimi- nada Francia, en 1803 y Espafia en 1822, sélo Gran Bretafia permanecié como -pais tutelar, merced a su habil actitud durante las rebeliones emancipadoras. Walter Lippmann, frio expositor de las conveniencias norteamericanas, en su libro “La politica exterior de los EE. UU.”, reconoce esta si- tuacién y dice: “Esto era cierto en Bolivar, el Libertador, que escribfa en enero de 1824 que solamente Inglaterra po- dia cambiar la politica de los aliados, Era cierto en Santan- der, el Vicepresidente de Colombia. Era cierto en Aleman, el Ministro de Relaciones Exteriores de México. Era cier- to, también, en Rivadavia, el Ministro de Relaciones Exte- riores de la Argentina. Cuando el peligro hubo pasado de- tinitivamente, todos estos hombres reconocieron que la acti- _ tud britanica habfa sido la verdaderamente decisiva, aunque no desconocian el papel delos Estados Unidos. Es, en efecto, absurdo atribuir mayor peso a la neéfita democracia ameri- cana de 1823 que a la potencia cuyo prestigio nunca habia sido mayor, y cuya fuerza jams habia sido tan impresio- nante, como ocho afios después de la derrota de Napoleon en Waterloo”. I Sin embargo, no tarda en irrumpir el capital norteameri- eano que ya, en la primera mitad del siglo pasado, obligé a log ingleseg a reconocer su importancia en el tratado Clay- 24 ton-Bulwer, firmado en 1850. Mediante este tratado, las dos potencias imperialistas resolvieron tolerarse mutuamente en esta parte del mundo. Medio siglo después los ingleses reconocian la preeminencia yanqui en el tratado Hay-Paun- cefote, firmado en 1901. Desde entonces, con escasas excep- ciones, el imperialismo yanqui pasé a ser el decisivo. ‘Ya sea una u otra potencia, la verdad es que el capital financiero internacional irrumpe violentamente en el pro- ceso de consolidacién politica latinoamericana. En la caida de Gallegos, Presidente Constitucional de Venezuela, inter- vino el Departamento de Estado, en el cual Nelson Rockefe- Yer, se desempefiaba como Secretario Auxiliar para. los asuntos de Latinoamérica. Entre Nelson Rockefeller y el grupo Morgan monoplizan Ja Standard Oil, la G.M.C., la Ge- neral Electric, la U. S. Steel Co., la American Telephone and Telegraph, la International Harvester, la Montgomery Ward, la Western Electric, la Phelps Dodge, la Armour Co. y mas de seiscientas compaiiias, sin contar con que disponen de la mayor parte de las acciones de los 16 bancos billonarios de los Estados Unidos. Las medidas legislativas adoptadas por el gobierno legitimo de Venezuela sobre el petréleo reper- cutian sobre las utilidades de los monopolios y, a través de esa “buena amiga” que es la diplomacia, manejada por el propio Nelson Rockefeller en persona, los monopolios pa- vimentaron el camino a la dictadura sangrienta de Pérez Ji- ménez, gobierno que, por supuesto, no aplicé las medidas legislativas validamente aprobadas por el Parlamento de esa nacién. 7 En el caso de Bolivia, la intervencién yanqui ha sido siempre descarada. Cuando triunfé en las elecciones presi- denciales el sefior Victor Paz Estenssoro, y alentando al usurpador Mamerto Urriolagoytia, el diario New York Ti- mes escribié con toda impudicia: “Bolivia es importante para el Occidente democratico como el tinico gran productor de estafio en el hemisferio, Una tregua de paz y de orden serfa ventajosa para todos los interesados”. Es decir, el he- cho de desconocerse una eleccién en que vencié el candida- to que no pudo hacer campafia alguna y ni Siquiera entrar 25 al pais, era considerado “ventajoso” por el diario que Ilena sus columnas con alabanzas a la democracia y con imprope- rios contra los regimenes totalitarios del “oriente”.. La tre- gua de paz y orden convenfa a todos los “interesados”, es decir, a los inversionistas extranjeros. En esta oportunidad no podemos quejarnos de la falta de franqueza del vocero periodistico del capital financiero. Conocimos, en el pasado, los métodos expeditos que usa~ - ron en Guatemala, ante la consternacién e indignacién de los pueblos del continente. Los tres imperios periodisticos norteamericanos y sus tres consorcios cablegraficos deriva- dos, invadieron la prensa mundial. con estipidas versiones, distinguiéndose la International News Service, o sea, el grupo Hearts, cuya groseria y falsedad lograron superar a sus compinches. La lucha entre el pequefio pais y la podero- sa United Fruit culminé con un zarpazo tan indigno, que hasta los elementos reaccionarios de América Latina se sin- tieron conmovidos. El caso de Cuba, que Iega a una peligrosa tensin en el momento de escribirse estas lineas, y cuyo desenlace no nos atrevemos a prever, es otro ejemplo dramatico de la misma politica. Durante el periodo de Perén, enla Argentina, estos mé- todos se evidenciaron casi groseramente, Mientras Peron procuré actuar por su propia cuenta, el Departamento de Estado conspiré abiertamente contra él y el Embajador Braden, del consorcio cuprifero que explota los minerales chilenos, intervino vigorosamente en la politica argentina. Pero cuando Perén lIlegé a acuerdos satisfactorios con el s@fior Milton Eisenhower, la prensa yanqui y los noticia- rios cinematogréficos se olvidaron de inmediato del carac- ter dictatorial de su gobierno y los piblicos latinoamerica- nos debieron acostumbrarse a ver en la pantalla al “sefior presidente” mostrando generosamente toda su dentadura. Sin perjuicio de abandonarlo a su suerte, cuando ya no les prestaba mas servicios. Naturalmente que, si en el terreno de las intervenciones puramente politicas, es necesario guardar —a veces— cier- 26 tas formas, en el terreno de las sanciones econémicas existe mucha mayor liberalidad. Cuando el Senado Norteameri- eano quiso ayudar alas compajiias petroleras expropiadas en México resolvié enmendar Ja National Stolen Property Act en el sentido de colocar fuera del comercio mundial los productos provenientes de “cualquier propiedad adquirida violando la ley 0 que haya sido confiscada”. Solamente al considerar el riesgo politico de una ley semejante, el Comité de Cambios Judiciales de la Camara Norteamericana, a peticién de] Departamento de Estado, redujo el aleance de la disposicién dando facultades al Presidente para prohibir, cuando lo estimara conveniente, las importaciones de “pro- piedad robada”, Los Estados Unidos no han abandonado nunca su propé- sito de asegurar las materias primas de todo el continente para la industria yanqui. Asi en la IV reunion consultiva de Cancilleres americanos, en la resolucién sobre defensa eco- nomica y controles de seguridad, se restringe la libertad de comercio para “aumentar la disponibilidad de productos es- casos en los paises del mundo libre”, resolucion que se hace jugar en relacién con la ley Bartley lo que obliga, en la practica, a los paises latinoamericanos, a consultar a las Embajadas norteamericanas acerca de si pueden 0 no expor- tar determinados productos. Cuando Ja consulta no se hace, las consecuencias suelen ser funestas. Por ejemplo, Chile vendié dos mil quinientas toneladas de cobre que se encontraban en una refineria de Hamburgo, en transito por Alemania Occidental para. el solo efecto del proceso de refinacién. Se embarcé, en no- viembre de 1953, una partida de 1.045 toneladas con destino al puerto de Amberes; pero cuando se quiso embarcar la segunda partida, para completar las dos mil quinientas del convenio, intervinieron las autoridades de ocupacién que se apropiaron de las barras de cobre y se inicié un proceso por contrabando contra el agente comercial de la Caja de Crédito y Fomento Minero de Chile, duefia del mineral con- fiscado. Un pais que trata de vender su propio mineral, que se encuentra en transito por otro pais para ser refina- 27 do, termina acusado, nada menos que de contrabandista. Podemos, entonces, decir, que en el plano de las sanciones econémicas no se suelen guardar las buenas maneras di- plomaticas, : Lo que irrita particularmente a los pueblos latinoameri- canos es la falsia de los personeros imperialistas. Prohiben a estas naciones colocar sus productos primarios en otros mercados, con el pretexto de que hay que estar del lado del “mundo libre” contra las dictaduras, y acarrean asi cada vez mayor miseria a los habitantes de estos confines. Pero, paralelamente, sostienen en la propia América latina a to- , dos los dictadores, algunos de los cuales aventajan en mu- cho a los peores tiranos de otras latitudes. Los pueblos latinoamericanos no pueden explicarse cémo puede ser bue- no para ellos lo que es condenable para otros. Y llegan a la conclusién de que los agentes del imperialismo velan sdlo por sus intereses, ocultando sus negras intenciones tras una cortina de palabras huecas y de burda demagogia, en que se hermanan con las bandas de militarotes alzados que han pisoteado los mas elementales principios de justicia, de humanidad y de decencia. Esto se ha observado con mucha claridad después de la Conferencia de Cancilleres de Costa Rica, en que adop- taron sanciones econémicas contra la dictadura de Truji- Ilo. EE, UU. ha aplicado con mucho rigor las sanciones contra Cuba, pero gran parte del azticar que ya no compra a ese pais, lo adquiere en la Republica Dominicana, ayu- dando asi en los hechos lo que condena con las palabras. Es decir, practicando la formula de “a dios rogando y con e] mazo dando”. “ Mientras tanto, no es diffcil constatar la afluencia de capitales que explotan con intensidad las riquezas natura- les de estos paises, obteniendo utilidades que serian impo- sibles en su pais de origen. Seguin datos oficiales del Con- sejo Econémico Social de las Naciones Unidas, el movi- miento neto de capitales a largo plazo de los Estados Uni- dos hacia la América Latina, durante el perfodo 1946-1950, totalizé alrededor de 1.500.000.000 de délares, en su mayor 28 ' parte constitufdos por inversiones privadas. En cuanto a Jas inversiones ptblicas, corresponden en su casi totalidad a préstamos del Eximbank. cuyo monto oscila entre 160 y 180 millones de ddlares al afio. Pero mas importante es sefialar que el valor total de las inversiones privadas direc- tas estadounidenses en la América Latina ascendié de 3.000.000.000 de ddlares al 31 de diciembre de 1945 a 5.100.000.000 a fines de 1950, lo que representa un aumento medio anual para los cinco afios de postguerra del orden de los 420.000.000 de délares. “El aumento de 2.100.000.000 de délares, dice la CEPAL, habido desde la Ultima guerra ha sido debido tanto a la inversién de. nuevos capitales como la reinversién de utilidades”. No hay que olvidar, si, que estas cifras no pueden consi- derarse aportes netos al desarrollo industrial. y econémico, ya que existe el factor de la salida de estos capitales en forma de remesas de utilidades e intereses. Tomando cifras globales entre los afios 1945-1952, el delegado chileno a la Conferencia de Caracas, sefior Jorge Prat, pudo hacer afir- maciones de indudable interés: “Desde 1945 a 1952, dijo, esta salida de recursos ha alcanzado a 5.773 millones de délares; en cambio la afluencia de capitales ha sido de 3.992 millones de délares de los cuales corresponden 2.598 ‘millones a readquisiciones de inversiones extranjeras, que- dando sélo como afluencia neta la cantidad de 1.394 millones de ddlares, En consecuencia, la diferencia desfavorable a la América Latina ha aleanzado a 4.379 millones Ue ddlares, lo que significa que toda esta regién no ha dispuesto de una afluencia neta favorable de capital extranjero y que, por el contrario, parte importante de. su esfuerzo nacional ha tenido que distraerse en el cumplimiento de compromi- sos 0 en el servicio de inversiones”. No debe pensarse en que la defensa de estas inversiones queda entregada al simple azar o al juego de las relaciones diplomaticas normales, Una intrincada red que abarca des- de los Pactos Militares hasta toda especie de presiones eco- némicas aprisiona a los gobiernos latinoamericanos y los priva de toda autonomia resolutiva en los asuntos de ma- \ 20 yor trascendencia. Con la misma meticulosidad con que se prepara en las democracias populares la trama de un pro- ceso publico de purga, la gran democracia del Norte prepa- ra el escenario para las conferencias panamericanas 0 ‘las reuniones de cancilleres, También aqui hay hombres que recitan un papel aprendido previamente y mds de un dicta- dor hace el rol de los agentes provocadores que arrastran a los demas en su caida. Y como reflejo directo de los inte- reses econémicos comprometidos puede observarse que, mientras mas degradante es la dictadura en un pais lati- noamericano, mayor respaldo cuenta ese gobierno en los circulos financieros internacionales, es decir, en la Casa Blanca, y que mientras mas decidido es un gobierno popular en la prosecucién de una politica de defensa de los intereses nacionales, mas resistencia encuentra en esos mismos circu-. Jos, Ahondando en el andlisis del proceso descubrirfamos también que, dentro de cada pais, los sectores mds retarda- tarios sirven siempre de base de sustentacién politica a la intervencién fordnea, en la medida en que esa intervencién rompe la fuerza combativa de las masas y favorece su pro- pia supervivencia econémica. Se lega asi a la formulacién de una ley sobre la penetra- cién imperialista en los paises semicoloniales. Mientras ma- yor es la potencia financiera y el avance técnico de los grupos colonizadores ms estrechos son, también, los lazos que los unen a los grupos que representan formas preca- pitalistas 0 semifeudales de producir’ en los paises depen- dientes.. Los representantes de las formas mds modernas del capitalismo se alfan con los sobrevivientes de etapas econémicas superadas histéricamente; para unos se trata de asegurar mercados en que surtirse a bajo precio de ma- terias primas y en qué colocar productos manufacturados sin competencia; para los otros se trata de mantener privi- legios que les permiten vivir parasitariamente a costa de la miseria de las mayorias nacionales. Unos y otros tienen los mismos enemigos y la necesidad los hace unirse. Como corolario del principio anterior puede afirmarse 30 que mientras mds poderoso sea el agente del capital finan- ciero que interviene en la politica interna de los paises se- micoloniales, mayor seré su preocupacién por impedir el progreso industrial de ellos. Toda clase de-maniobras se pondrén en juego para impedir que los metales se refinen y manufacturen en el pais de origen o que se desarrollen industrias derivadas de las materias primas nacionales, porque medidas de ese orden independizan a tales paises respecto de la potencia industrial colonizadora.. No es, en ninguna forma, una casualidad, que al estudiarse porcen- tualmente la calidad de las importaciones de las naciones latinoamericanas se constate en la casi totalidad de ellas, tal vez con la sola excepcién de Venezuela, una paulatina y progresiva disminucién de los bienes de capital en favor de los bienes de consumo. Muchas razones se dan para ello; que la refinacién resulta més cara en el pais de origen que en el pafs comprador, que las nuevas industrias no tendrian mercados suficientes, etc. Pero en el lenguaje de la fria rea- lidad econémica ello significa, simplemente, empobreci- miento por un lado y mayores utilidades por el otro. Finalmente, mientras mayor es la concentracién del capital financiero, mayor es también su audacia en los procedimientos. Ya Lenin, en su obra clasica sobre el im- perialismo, sefialaba que el aumento del riesgo es una con- seeuencia, al fin y al cabo, del aumento gigantesco del capital, el cual, por decirlo asi, desborda el vaso y se vierte hacia el extranjero... Pensemos que-Lenin, sobre la base de cifras del afio 1912, atribufa a los grupos Morgan y Rockefeller juntos, el dominio sobre un capital de once mil millones de marcos y que actualmente entre ambos contro- lan aproximadamente 150.000.000.000 de ddlares, distribuf- dos entre 444 compafifas del grupo Morgan y 222 del Roc- kefeller. Agreguemos a lo anterior que ocho grupos de banqueros controlan mds de un centenar de las doscientas cincuenta grandes corporaciones que dominan el 67% de la produccién norteamericana. ,Podrd existir alguna duda sobre las inclinaciones de estos potentados cuando se trata de defender sus inversiones o aumentar sus ganancias? Si 1 81 ellos no trepidan en montar gigantescas empresas para con- quistar nuevos territorios, extrayendo desde el corazén de Jas montafias o desde la entrafia de la selva la materia prima que necesitan, tampoco pueden vacilar en sobornar funcio- narios o derribar gobernantes. Los paises del sur del rio Grande han aprendido, en Ja dura escuela de la experiencia, el valor de las declaraciones liricas sobre Ja buena vecindad, la democracia y el mundo libre. > Es conveniente advertir, para quienes estan acostumbra- dos a Ja aplicacién literal de viejas f6rmulas doctrinarias, que cuando Marx expuso su téoria sobre la colonizacién, en el capitulo XXV del tomo 1° de El Capital, se referia a tierras realmente virgenes colonizadas por inmigrantes libres, situacién que no corresponde a la época actual en el continente americano, donde las tierras vacantes que ab- sorben al trabajador y lo hacen econdmicamente auténomo, practicamente no existen. Hoy dia, gran parte de la po- blacién latinoamericana es exclusivamente agricola, la industria familiar casi no existe y el exceso relativo de | poblacién constituye una innegable realidad, En estas con- diciones, las leyes generales enunciadas tienen una absoluta validez, sin que ahora puedan los duefios de la tierra si- mular tendencias progresivas, como lo hicieron durante el curso de Ja revolucién de Ia Independencia. El drama his- térico de las multitudes latinoamericanas, que es una. parte del drama mundial de los trabajadores, se aproxima a su desenlace LA RAIZ AGRARIA . Capiruto II Cémo se divide la poblacién activa. —Los métodos de la conquista. — Las Casas y Ia esclavitud negra. — Las “Noti- cias Secretas” de Ulloa y Juan. — Encomiendas y herencia. —Génesis de la oligarquia.—La produccién agraria. — La independencia carece de contenido social. — La resisten- cia indigena,—Tupac Amari y el capitin José Antonio Galan, — Dos sentimientos paralelos. — El caso de Hait! — La insurreccién agraria en México. —Experiencias de la revolucién mexicana, —La reforma agraria en Guatemala y en Bolivia.—-La situacién en Cuba. Dijimos al comenzar el capitulo anterior que existen notables diferencias en la estructura social de los pafses latinoamericanos: Para demostrarlo, nada mejor que re- producir el siguiente cuadro contenido en el Estudio Kuo+ némico para la América Latina, 1949, de la CEPAL: Cr) CRECIMIENTO DE LA POBLACION Poblacién activa por ocupaciones y exportaciones en délares “per capita” en la América, latina Be sage 3s 2 2323 reer’, a8 Exportaciones PAIS gave BS °e8| 8h. “per cdpita” Begs g2e358 aa | valoradas en délares Eee |ESs 982) 44g |” sssse - 100545 6" aks | 882 154 36 _ 38,5, 79,1 18,8 — | 10.3 18,7 23,3 7 70,2 1,9 16,7 23,0 4 75,6 9,1 213 31,8 _ —_ 14,8 26,1 11,7 41 41,8 34,5 118,8 20,7 36. 41,0 29,8 47,0 18,5 —_ _ 44 11,3 241 a ae 10,7 16/1 30,6 _ — 6,0 11,7 25,9 _ - 2,7 73 21,2 _ — 8,6 145 25,4 65 67,2 9,5 15,6 23,2 73 74,2 56 111 25,9 52 52,4 6.6 10,4 30,6 _ — 14 19,6 ert... 21,4 62 64,2 13,5 20,3 Rep. Dominicana . 36,3 _ _ 10,2 32,3 Uruguay ... 10,8 _ _— 25,9 66,4 ‘Venezuela 27,4 51 53,1 69,7 155,4 Total . 22,2 _ = ‘15,9 34,9 Nota: Los datos bésicos corresponden a: fuentes oficiales de los paises respectivos; The Foreign Trade of Latin Ame- rica, Comisién de Tarifas de los Estados Unidos; Estudio Econémico de América Latina, 1948, Comisién Economica para América Latina, de las Naciones Unidas; Statistical Yearbook y Demographic Yearbook, Naciones’ Unidas y Foreign Commerce Weekly, Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Las cifras de porcentaje de poblacién ocupada en la agricultura y en la produccién primaria corresponden: a 1938, para Colombia; a 1940, para Brasil, Chile, México, 34 - Nicaragua y Peri, a 1941, para Venezuela; a 1943, Cuba; a 1945 para Panama y a 1947 para Argentina Un anélisis desapasionado de este cuadro demuestra que las diferencias no sélo son notables, sitio que en muchos casos tienden a aumentar por el desarrollo diferente de las economjas respectivas. Pero si se exceptiia el caso de Vene- zuela, que ya se esta aproximando a los indices medios de los otros paises, puede afirmarse que el aumento en el vo- lumen fisico de Jas exportaciones no alcanza a cubrir las necesidades de importacién que el desarrollo econémico impone inexorablemente Mas adelante nos referiremos al desequilibrio perma- nente en la balanza de pagos y a las relaciones entre el comercio de exportacién y sus precios relativos con el co- mercio de importacién y sus correspondientes precios. Lo que nos interesa, por el momento, es analizar el desarrollo de estos paises desde la época de la conquista, en que se ini- cia su progresiva vinculacién a otras economias mas avan- zadas, ‘ : Los conquistadores irrumpen violentamente en los te- rritorios habitados por una masa aborigen que no estaba en condiciones de oponerles una resistencia efectiva y se apo- deran de las tierras, reduciendo a la esclavitud a los indios. No hay que hacerse ilusiones sobre los métodos empleados ni tomar al pie de la letra la legislacién de ese tiempo, en parte de la cual se encuentran buenas intenciones, que jamas pasaron de tales. Cuando Valdivia Mega a Chile comienza, segiin narra el mismo, por informarse de los indios atormentandolos, por lo que al poco tiempo se ven constrefiidos a abandonar sus tierras y “andar por las nie- ves e bosques, como alimafias brutas”. El padre Diego de Rosales, en su “Historia General de el Reyno de Chile” dice: “Porque los soldados, pareciéndole que hacen obse- quio a Dios y al Rey, y lo més cierto por el interés de los esclabos y tener que vender, los maloquean sin ser enemi- gos, los queman las cassas y quitan la libertad, diciendo que es mejor que sean esclabos que no que vivan en sus © yicios”. Y para no referirnos a “La Araucana”, tan cono- 35 cida, repitamos una estrofa del canto IIT del Arauco Do- mado de Pedro de Ofia: “O qué desaforado desafuero usado con los pobres naturales! O qué de imposiciones desiguales con gente que era al fin de carne y cuero!” En Jas minas de Potosi, de cada doce mil indios que salian a trabajar obligados por el régimen de la mita cada afio, slo regresaba un tercio. En Jas provincias del Rio de la Plata, Tucuman y Paraguay, donde no existian miras, jos indios disminufan con la misma rapidez, debido a los malos tratos. En el Brasil la crueldad Iegé a su cuspide con los bandeirantes paulistas que salian a cazar indios para hacerlos trabajar en jas plantaciones de yerba y de cafia de azticar. Los prisioneros eran conducidos en largas hileras, con una cadena que los ataba por el cuello; si algu- no desfallecia, para no perder tiempo le cortaban la cabeza en Ja misma fila. En pocos afios los portugueses asesinaron en la provincia de Guair4 m4s de un millén de indios. Die- go de Torres, provincial de la Compafifa de Jesus, escribia en 1610 que algunos indios mataban a sus hijos para que no cayeran en manos de los bandeirantes, Las fantasticas informaciones de fray Bartolomé de Las Casas no produjeron otro efecto que el de suavizar en e! Papel los procedimientos de la conquista, a través de algu- nas Reales Cédulas que jamds se aplicaron. En cambio die- ton magnifico pretexto a los colonizadores para traer negros esclavos desde el Africa, introduciendo una nueva clase explotada que hasta hoy perdura en las zonas tropicales de América. Largo tiempo después, cuando en tiempos de Fernando VI visitaron las colonias los oficiales de Ja Armada Espafiola, Antonio Ulloa y Jorge Juan, pudieron constatar una situacién totalmente idéntica a la denunciada por Las Casas, de la que dejaron testimonio en sus “Noti- cias Secretas”, algunos de cuyos parrafos transcribimos: “Tal es el asunto que empezamos a tratar en este capi- tulo, que no pueden entrar,en él el discurso, sin quedar 36 el 4nimo movido a compasién, ni es posible detenerse a pensar en él, sin dejar de Horar con lastima la miserable, jnfeliz y desventurada suerte de una nacién que sin otro delito que el de la simplicidad, ni més motivo que el de una ignorancia natural han venido a ser esclavos, y de una esclavitud tan opresiva, que comparadamente pueden Ila- marse dichosos a aquellos africanos a quienes la fuerza y ra- z6n de colonias han condenado a la opresién servil... “La tirania que padecen los indios nace de la insaciable hhambre de riquezas que llevan a las Indias los que van a gobernarlos, y como éstos no tienen otro arbitrio para conseguirlo que el de oprimir a los indios de. cuantos mo- dos puede suministrarles la malicia, no dejan de practicar ninguno y combatiéndclos por todas partes con crueldad, exigen de ellos mas de lo que pudieran sacar de verdaderos esclavos suyos... 7 “Segiin estas reglas (las. disposiciones legislativas que protegen a los indios) parece que el tributo de los indios no puede ser benigno, a menos que se les exceptie de toda suerte de gabelas: pero que importa que parezca asi a quien lo viere de lejos, si no observandose nada de lo dis- puesto con tanta suavidad, se transforma todo en pesado y cruel...” | En cuanto al papel de los frailes durante la conquista y el periodo colonial, los mismos Ulloa y Juan aconsejan francamente al rey que “no se haga tanta cargazon de ellos” y le explican como engafian a los naturales con el pretexto de fiestas religiosas, esquilmandolos sin la menor misericordia cristiana. O sea que, como bien pudo decir José Carlos Mariategui en sus “7 ensayos de interpretacién de la realidad peruana”, “los conquistadores no se ocu- paron casi si no de distribuirse y disputarse el pingite bo- tin de guerra”. Repartidas las tierras, con sus indios, en la forma que prescribfa claramente el Titulo VIII de la Recopilacién de las leyes de las Indias, estas no podian subdividirse. Si bien es cierto que las encomiendas no eran, al comienzo, hereditarias, los conquistadores bregaron incansablemente por asegurarse este derecho. Entre las instrucciones dadas 37 “ss por el cabildo de La Serena, em 1550, a Alonso de Aguilera, que se dirigia a la metropoli, estaba la de solicitar sucesién hereditaria, a perpetuidad, en el goce de las encomiendas, _ pudiendo recaer éstas en los hijos naturales, a falta de los legitimos. Ya en el siglo XVIII quedaron las encomiendas vinculadas, con prohibicién de enajenar, en forma de mayorazgos 0 de censos perpetuos. De alli deriva el pre- dominio de la oligarquia latifundista en los diversos paises latinoamericanos, predominio que nunca fue seriamente amenazado, ni siquiera durante la revolucién de la Inde- pendencia en que esa oligarquia jugé un papel secundario sin empefiarse ia fondo en la defensa del régimen colonial, que le imponia mas gabelas que beneficios, El mismo Mariategui, refiriéndose al problema agrario en América, escribid: “La antigua clase feudal —camou- flada o disfrazada de burguesia republicana— ha conser- vado sus posiciones. La politica de desamortizacién de ja propiedad agraria iniciada por la revolucién de la Inde- pendencia —como una consecuencia légica de su ideolo- gia—, no condujo al desenvolvimiento de la pequefia propiedad. La vieja clase terrateniente no habia perdido su predominio, La supervivencia de un régimen de lati- fundistas produjo, en la practica, el mantenimiento del latifundio”, Durante todo el periodo colonial el sistema de la pro- duccion agraria no varia fundamentalmente y, puede de- cirse,. que perdura hasta nuestros dias. Los factores histéricamente activos los encontramos en los centros ur- banos, en la manufactura naciente, en las relaciones comer- ciales y en la burguesia en gestacién, pero no logran expresarse plenamente y la lucha por la Independencia no es, propiamente, una insurreccién de las masas esclavizadas ni contempla sus anhelos, Para comprender el verdadero sentimiento de los terra- tenientes, conviene recordar una presentacién hecha por los hacendados peruanos del litoral en el afio 1826, con motivo de las resoluciones del general San Martin que otorgaban Ja libertad a los hijos de esclavos nacidos des- pués de la proclamacién de la Independencia y a aquellos 38 que arribaren al Pert desde el extranjero. Dicen los ha- cendados: “No es posible prescindir de marcar con el sello de la més severa reprobacién esa gratuita ingerencia, esa usurpacién manifiesta, ese prurito de legislar que se apo- deraron de un caudillo extranjero y que, impeliéndole a salvar todas las barreras, como a hollar todos los derechos, plagé de perdurables desastres al pueblo confiado y reco- nocido al cual obcecaron su misma confianza, su mismo agradecimiento, no sin grave mengua de su decoro y con harta ruina de sus intereses”. El escritor socialista peruano Hildebrando Castro Pozo, expresa en su libro “Del ayllu al cooperativismo socialista” que la revolucién de la Independencia no tuvo contenido social sino que fue un movimiento eminentemente politico y que, destrozado el poder peninsular en Ayacucho, “el Estado queda en manos de las clases adineradas, terrate- nientes, encomenderos, ennoblecidos o plebeyos, comer- ciantes 0 mineros, togados y, especialmente, militares...” Y asi fue, en efecto, Nada cambié en el plano social, salvo algunas concesiones formales a la democracia. Perc por muchas que fueran estas concesiones, las Cartas Cons- titucionales de los diversos paises en formacion excluye- tron sistematicamente a los criados y a las clases inferiores del ejercicio de la democracia, Los indios, y toda la gama de mestizos, mulatos, criollos pobres y negros esclavos no encontraron en el nuevo régimen diferencias sustanciales y pelearon con igual indiferencia por uno u otro bando, segin se lo impusieran los azares de la lucha. La desigualdad impuesta por los conquistadores sobre los antiguos regi- menes igualitarios de los indios, no desaparecié al Ilegar a su ocaso la dominacién peninsular, Por el contrario, gene- ralmente se acentué el régimen de privilegios de los duefios de la tierra y se aceleré el proceso de despojo de los abori- genes. Los desposefdos sélo vieron un cambio superficial o un reajuste privado entre los duefios del botin y su odio ancestral siguié acumuldndose en la espera del momento de la revancha. : En vastas regiones de América las viejas formas comu- nales en los campos se mantuvieron parcialmente hasta 30 nuestros dias, muchas veces por la imposibilidad en que los conquistadores se encontraron para hacerlas desapare- cer radicalmente, Instituciones indigenas como la mita fueron adoptadas por los encomenderos, deformandolas y convirtiéndolas en un terrible flagelo contra los nativos. Pero, en general, Ja conquista y su secuencia la colonia barrieron con la realidad primitiva, aniquilaron a las poblaciones aborigenes y dieron vida a sociedades profun- damente escindidas entre una minoria egoista y expoliadora y una mayoria miserable y esclavizada, reducida a los mas extremos limites de pobreza y con niveles de vida que se parangonan con los mas bajos del planeta. Esa realidad colonial perdura en la realidad contempordnea y grandes masas de habitantes de estas naciones apenas representan mas que cero en las estad{sticas de consumo individual, por carecer totalmente de medios para adquirir mercaderias o alimentos, Mucho mayor contenido social que la propia revolucién de Ja Independencia tiene la resistencia indigena y su descontento latente. Los tabascos, los traxcaltecas, los oto- mies, los mexicas, los mayas, los incas, los guaran{s o los araucanos procuraron mantener su integridad tribal ante Ja ofensiva irresistible. Y hubo episodios de la resistencia que constituyen un antecedente preciso de los movimientos sociales de hoy, con mejores titulos que la propia emanci- pacién americana. La insurreccién de Tupac Amaru, en el afio 1780, fue preparada durante mas de diez afios y la cadena de sublevaciones que inicia demuestra un poderoso sentimiento colectivo potencialmente revolucionario. Y es notable el hecho de que Tupac Amaru buscara un acerca- miento con los elementos criollos, pasando por encima de las diferencias raciales para aglutinar fuerzas convergentes; hasta en su directiva superior, Hamada Junta Privada, fi- guraba el criollo cuzquefio Felipe Miguel Bermiidez. Muer- to el Inca, los jefes superiores de la rebelién siguieron la misma politica. Mas o menos en Ja misma época se produjeron las suble- vaciones de los indios de la Audiencia de Quito y, sobre todo, la revolucién de los comuneros del Socorro, en el 40 Virreinato de Nueva Granada, en Ia cual, si bien predo- minan los elementos criollos, la inmediata repercusién que alcanz6 el movimiento entre los indios y los esclavos movié a los timoratos caudillos blancos a la capitulacién sin condiciones. El unico caudillo revolucionario que se negé a capitular fue el heroico capitan José Antonio Galan, horriblemente vilipendiado por los espaficles debido a la audacia precursora de sus pensamientos. Cuando un trai- dor Mamado Salvador Plata procedié. a hacer entrega del dirigente prisionero, dijo textualmente: “...presento a los pies de V. A. el Tupac Ameru de nuestro Reino...” © La resistencia de los araucanos, en Chile, tiene induda- blemente otro caracter, Los araucanos estaban mucho mas retrasados, desde el punto de vista social, que los indios de otras regiones, y su lucha no tuvo otra significacién que laedefensa vigorosa del territcrio en que habitaban, No podian ellos empinarse sobre Ja realidad inmediata y sos- tener principios de independencia americana, completa- mente extrafios a su mentalidad y a su estadio evolutivo, Las acciones, en cambio, de Tupac Amaru y de los comu- neros de Nueva Granada, constituyen un indudable pre- cedente histérico de los acontecimientos con que se inicia el Siglo xrx y, si no aleanzan mayor volumen, es debido al aislamiento regional que caracteriza el periodo de la Colonia y que determina el posterior cantonalismo de los paises latinoamericanos. Los métodos violentos de los je- fes peninsulares. sin embargo, en uno y otro caso, dejan una secuela de odios y pasiones que es preciso cargar a la cuenta del perfodo colonial. Durante la dominacién peninsular coexisten dos senti- mientos paralelos de descontento. uno de los cuales queda inexpresado en la Independencia, pese a sus potentes ma- nifestaciones anteriores. Por un lado bulle la rebeldia de los duefios de los obrajes, de los toscos artesanos y de los comerciantes que se ven limitados en su expansién por las trabas que les impone Ja Corona; por el otro existe el resen- timiento de los indios, de los negros, de los mestizos y de los criollos pobres, sometidos a la permanente explotacién del trabajo esclavizado o servil en los campos y en las 41 minas. Cuando los vastagos de los encomenderos, poseedo- res de la tierra y de las minas, adoptan una actitud condes- cendiente con los revolucionarios, para resguardar sus privilegios de la marejada emancipadora, las masas expo- liadas recaen en una indiferencia casi absoluta. Para ellas s6lo se trataba de cambiar a unos por otros y no de remover fundamentalmente las condiciones econédmicas y sociales del coloniaje. Es por eso que los realistas pudieron reclutar soldados en las diversas regiones de América, ya que para la poblacién campesina no existfan diferencias apreciables entre los ejércitos de la Republica o los ejércitos del Rey. Un Tupac Amaru, un José Antonio Galan, hubieran podido despertar el furor combativo que nace del encuentro de las masas con su destino, Pero ese encuentro no debia producirse hasta muchos afios después, y tal vez en nues- tra época nos estemos aproximando recién a un evento tan fecundo. No resulta casual, entonces, ni constituye una afirmacién demagogica, el sostener que los primeros movimientos se- rios de caracter social en nuestro continente tienen una indiscutible raigambre agrarista y que no puede hablarse de ‘un reajuste serio en las formas econémicas de estos paises sin plantear la reforma total de Ja situacién en los campos. Tal vez sea Haiti la nacién latinoamericana donde pri- mero la insurgencia nacional cobré definidos caracteres de redistribucién agraria. La verdad es que alli la revolu- cién de la Independencia se concreté en la expulsién total de los colonos franceses y el reparto de sus tierras y plan- taciones entre los arftiguos libertos y los antiguos esclavos. Pero ni Christophe, ni Dessalines, ni Petion, lideres de los insurrectos, fueron més alla de timidas medidas y febles reformas legales, sienda mds de uno de ellos parti- dario francamente de la sociedad jerarquizada sobre la base de la gran propiedad territorial. Es entonces cuando, en 1844, surge el “piquetismo”, debido a que los rebeldes usaban picas en vez de otras armas, y un militar oscuro y sin cultura, que apenas sabia leer y escribir, negro de pura raza, Hamado Acaau, se alzé a la- cabeza del que 42, : denomin6 Ejército Doliente y se dio a si mismo el titulo de “Jefe de las Reclamaciones de sus Conciudadanos”, El movimiento de Acaau, transitoria expresién del desaliento de los antiguos esclavos por la postergacion de sus anhe- Jos, demuestra la vigencia de un problema que no ha podido ser solucionado hasta el dia de hoy. Pero el pais latinoamericano en el cual la insurgencia agraria ha tenido demostraciones mds vigorosas de orden. colectivo, ha sido México. Ya vimos la enorme proporcién de habitantes que se dedican alli a las labores de la tierra. Si tomamos en cuenta que el suelo cultivable asciende a 1.320.000 kilometros cuadrados en una superficie total. de 1.969.365, podremos comprender por qué las dos terceras partes de los mexicanos estan atados a las faenas agrope- cuarias. Y si agregamos que 834 grandes terratenientes eran duefios de 1.300.000 kilomeros cuadrados, 0 sea, casi los dos tercios del territorio nacional, podremos afirmar que el caso mexicano es tinico en la economia mundial. El promedio de cada hacienda mexicana era de ochenta kilémetros cuadrados, pero hubo casos como el del General Luis Terrazas, que tenia en Chihuahua seis millones de hectareas, es decir, una extensidn igual a la de toda Costa Rica. En el Estado de Hidalgo, el ferrocarril’ avanzaba durante 135 kilémetros a través de la hacienda de José Escandén. Todo el Estado de Morelos pertenecia a 32 terratenientes, Y hasta el rabioso enemigo de México y de toda tendencia nacionalista latinoamericana, el magnate de la prensa yanqui, William R. Hearst, posefa la hacienda Babicora con 507.000 hectareas, La tradicién agricola mexicana era, igual que entre los Incas, esencialmente colectivista. En el Imperio Azteca la institution bdsica era el “calpulli”, extensidn de ‘tierra entregada en usufructo a una tribu, cuyo jefe repartia los lotes entre sus miembros. Cuando un grupo abandonaba la faena, la hijuela volvia al “calpulli”. Los pueblos, ade- mas, gozaban de cierta extensién de terreno considerada como propiedad comunal. La conquista significéd la destruc- cién brutal de este sistema, que fue sustituido por la entrega de la tierra a los vencedores en extensiones inmensas, con 43 Ja consiguiente esclavizacién de los aborigenes, que fueron reducidos a niveles de vida muy inferiores a los que tenian hasta ese momento. Aun en los casos en que los conquis- tadores procuran conservar las costumbres comunales de los indigenas (ejidos, comunidades) lo hacen destruyendo la base social de la vida colectiva, porque hacen entrega de tierras a las familias, pasando por encima de la tribu, y esa entrega se hace con reparto de parcelas para cultivos indi- viduales, contrariando el verdadero sentido de las comuni- dades indfgenas. Son las condiciones excepcionales del latifundismo me- xicano las que provocan la natural.reaccién de las masas desposefdas, que se evidencian en intentos reformistas des- de el afio 1833.y que se comienzan a concretar en la ley Trejo, de 1856 y en la violenta nacionalizacién de los bienes raices de la Iglesia, decretada por Benito Juarez en Vera- cruz. Los grandes hacendados responden con la dictadura de Porfirio Diaz durante la cual los suelos adquieren un enorme valor mediante el procedimiento de hacerlos pro- ducir poco para aumentar desmesuradamente el precio de los productos, con un beneficio tanto mayor cuanto més pajos son los salarios que se pagan a los miserables peones. El porfirismo acrecienta logs males del latifundismo entregando a las compafifas que se encargan de deslindar los terrenos vacantes, extensiones casi ilimitadas, como pago por sus trabajos. Hasta 1899, y en un plazo de 16 afos, 28 particulares deslindan para s{ mismos 38.249.375 hecta- reas, Una sola Compafiia, la Mexicana de Terrenos y Colo- nizacién, obtiene una adjudicacién de 5.387.158 hectaéreas que traspasa a la Compania Mexicana Internacional Colo- nizadora de Hartford (Connectitcut, EE.UU.). Gran parte de los deslindadores trabajan para el capital extranjero y a manos de inversionistas yanquis van a dar territorios enteros de la convulsionada nacién mexicana. .E1 latifun- dista agrava la situacién de los campesinos con la “tienda a rayas”, pulperfas en que vende'a precios exorbitantes las mercaderias que trae de la lejana ciudad. Los peones quedan empefiados de por vida para pagar sus cuentas, eada vez mas abultadas, y terminan por empefiarse ellos’ 44 mismos. y por empefiar a sus hijos y a sus nietos, La con- dicién social del campesino mexicano no se diferencia de Ja de los indios en tiempo de la Colonia, y muchas veces es bastante peor que en aquella época. La politica irrefiexiva frente a vecinos poderosos obligé a México a ceder, en 1835, la provincia de Texas y a entre- gar, doce afios después, tres provincias con 2.455.364 kilé- metros cuadrados de ierritoro, que representaban el 60% de su terrtorio de entonces. 1 sordo rencor de la masa es- clavizada sigue acumuléndose y estalla, cada cierto tiempo, al grito de “Libertad y tierras”, que Madero recoge y extien- de. Nuevas leyes, como la del 6 de enero de 1915, pretenden hacer variar la injusta situacion agraria y son episodios de una larga revolucion dirigida por elementos avanzados de Jas ciudades 0 por pequefios propietarios agricolas, En su genesis, no es dificil descubrir 1a mano del imperialismo yanqui, interesado en destruir la aristocracia portirista, de inclinacién britanica. Sobre esta revolucién se ha hablado mucho y se ha escrito mucho; nos tememos, sin embargo, que el balance no resulte demasiado optimista, después de mas de cuarenta afios de anunciados repartos de tierras. En efecto, hoy en dia, el 81% de Ja poblacion rural no posee un solo metro de tierra y solamente 1.422.713 campesinos han recibido terrenos con una superficie total de 19.316.505 hec- tareas, de las cuales no llegan a 7.000.000 las tierras labo- rables. De paso observamos que las medidas tomadas en La Laguna y Yucatan han favorecido a los norteamericanos, pues alli se produce el algodén y el henequén que tanto ne- cesitan las industrias yanquis La revolucién mexicana deja como experiencia el hecho de que los campesinos y la masa indigena explotada en las ‘faenas de la agricultura constituyen una fuerza revoluciona- ria, pero que se demuestra incapaz de un destino propio y una politica independiente, Bajo la direccién de elementos pequefio burgueses y de polfticos profesionales, las masas campesinas no logran resolver sus problemas; para que ese eonglomerado social se oriente hacia formas de vida més elevadas necesita marchar unido a clases verdaderamente revolucionarias, que no tengan conexiones con el orden exis- tente. Sdlo Ja alianza de los campesinos con la clase obrera permitira a los trabajadores agrarios modificar los métodos de produccién en los campos, arrebatando las tierras impro- - ductivas o con siembras mal orientadas, de manos de las minorfas privilegiadas o parasitarias. Mientras mayor es la gravitacién de la clase obrera, tanto mas profunda es la reforma agraria que se emprende. Mu- cho de esto nos han ensefiado Guatemala, Cuba y Bolivia. Unos pocos meses de aplicacién del Decreto 900, que es la Ley de Reforma Agraria en Guatemala, significaron una ta- rea mas importante que los cuarenta afios de revolucién agraria en México. Veamos el siguiente cuadro: DATOS ESTADISTICOS DEL DESARROLLO DE LA APLICACION DEL DECRETO 900 (Ley de Reforma Agraria) 1. —Fincas particulares expropiadas hasta el 31 de agosto de 1953. 7 ‘Valor Departa- Numero Extensién expropiada Z mento | de fincas | Mzas. Ha aca, | emp Guatemala 61 19.770 13.814 18 44.36 333.606.51 El Progreso 4 2.452 1.713 32 16.20 24,070.86 Sacatepequez 8 1.544 1.079. 17 52.44 26.699.67 Chimaltenango 38 16.991 11.872 55 95,14 242.052.05 Escuintla 49 162.562 113.588 19 60.69 1.105.425.32 Santa Rosa 21 11,597 8.103 17 76.64 176.005,11 Solola 1 194 135 37 (70.43 6.497.883 Quezaltenango 2 471 329 30 = 19.76 14.870,31 Suchitepequez 19 9,526 6.655 86 22,43 203.639.61 San Marcos 19 4.046 2.826 81 21,57 106.084.80 Quiche 3 9.263 6472 70 83.57 16.134.26 Baja Verapaz 9 1.213 5.082 30 33.42 11.699,22 Alta Verapaz 17 25,806 18.031 61 90.14 112.045.21 Izabal 4 7.584 5.299 53 6.80 36.871.41 Zacapa 1 65 45 12 56.81 81.22 Chiquimula 1 323 225 «62 © 84.05 1,138.92 Jalapa 2 933 651 61 65.65 7.598,99 Jutiapa 10 6.084 4.261 27 81,53 18,053.79 50 _— 6 TOTAL 269 «286.484 «200.177 77 «81.63 2.442.575.13 46 7 2,—Cémo afecté la reforma agraria a nacionales y extranjeros que posetan tierras incultas que no significan ningiin prove- cho para la economia, EXTENSION DE TIERRA ADJUDICADA ‘A LOS CAMPESINOS. EN LA REPUBLICA, DE ACUERDO CON EL Decreto-Ley 900 399.061.00 manzanas 286,484.00 manzanas 51,663.00 manzanas 1) Fincas nacionales ... 2) Fincas expropiadas 3) Terrenos municipales Total...... 737.208,00 manzanas 3.—Extensién de tierras adjudicadas a los campesinos guate- maltecos, Extensién Cantidad Indemnizado Nacionalidad expropiada Fincas | oo anvanas | Quetzales % 19) Guatemaltecos 252 93,7 141.726 1,739.508.29 71.2 2°) Norteamericanos 3 11 138.992 632.483.67 25,9 39) Otros 14 5.2 5.766 70.583.17 2,9 TOTAL ~ 269 100,0 286.484 2,442.575.13 100.0 En cuanto a Bolivia, la sola lectura del Decreto-Ley de Ja Reforma Agraria, que lleva el N° 03464, basta para dar una idea muy precisa de su clara orientacién reivindicado- xa. Después de analizar en su primer considerando la politi- ca de despojo de los conquistadores a través de los reparti- " mientos y encomiendas y referirse a las sublevaciones de Tupac Amaru y otros caudillos indigenas expresa: “Que en 1825, al proclamarse la Reptblica, los criollos feudales desvirtuaron las aspiraciones politico-econémicas que impulsaron la Guerra de la Independencia, y en lugar de destruir la herencia colonial, realizando una efectiva re- volucién nacional y democratica, consolidaron el proceso de concentracién de Ja tierra en favor de algunos latifundistas, y mantuvieron la condicién servil, el atraso cultural y la opresién politica de la mayorfa nacional, malogrando asi las posibilidadés de un desarrollo ulterior sobre bases econémi- cas capitalistas; “Que, finalmente, la penetracién financiera del imperia- 47 lismo, iniciada a partir de la Ultima década del siglo pasado, tampoco modificé la estructura feudal-colonialista del siste- ma y la propiedad agraria y, por el contrario, la minerfa su- pedit los intereses nacionales a los suyos propios, convir- tiendo al pafs en una semi-colonia monoproductora de sus- tancias extractivas, en términos tales, que los ingentes re- cursos provenientes de ella, en lugar de promover Ja indus- trializacién del campo, estrangularon casi por completo la tradicional economia de autoabastecimiento agropecuario: “Que los poseedores feudales de la tierra, en estrecha alianza con el consorcio minero existente hasta el 31 de oc- tubre de 1952, al constituirse en un freno para el desarrollo capitalista de la agricultura, al no superar los procedimien- tos primitivos de produccién y, en fin, al complicarse directa o indirectamente con las masacres periddicas de obreros y campesinos, han demostrado su incapacidad para evolucio- nar de acuerdo a las necesidades histéricas del pais; “Que, en razon del desigual desarrollo de las fuerzas pro- ductivas necicnales, la constitucién actual de una parte apreciable de la propiedad rural en Bolivia, establecida a pase del desnojo indigena, el fraude legal y la exaccién por medios administrativos, es injusta, defectuosa, contradicto- ria eirracional...” El lenguaje de la revolucién boliviana es diferente al de los agraristas mexicanos. Existe ya una concepcién global del problema, y mientras en México la masa se deja orientar pasivamente por los caudillos de la burguesia, en Bolivia Ja revolucién la deciden los mineros de Lechin, que termi- nan siendo la unica fuerza armada de la Reptblica. Por desgracia, esta orientacién inicial esta siendo desvir- tuada por la presién despiadada del imperialismo. vresién que tiende a desnaturalizar el verdadero sentido historico de la revoluci6n. Por su parte, la revolucién cubana siguié vigorosamente el impulso general y el 17 de Mayo de 1959 promulgé en plena Sierra Maestra, su ley de reforma agraria. Esta ley fue redactada teniendo en cuenta la necesidad de terminar el monocultivo agricola caracterfstico de la 48 isla, proscribe el latifundio y reduce a treinta “caballerias” (13 1/3 hectareas) la extensién de tierra que puede poseer una persona natural o juridica, Debe tenerse en cuenta que, antes de la revolucién, el 1,5% de los agricultores detenta- pan la tenencia del 46% de toda la tierra cultivable y no mas de 100 propietarios eran duefios de mas de un 20% de ella. En Cuba, como en todos los demas paises del continente, la condicién de los trabajadores agricolas era miserable. Las viviendas campesinas, en su mayoria, eran de techo de guano, sin letrina sanitaria, sin bafio, sin agua potable y sin electricidad. Una revolucién que no hubiera atacado direc- ‘tamente Ja estructura agraria del pais se habria negado a si misma. La revolucién cubana tiene’el mérito de haber repetido las experiencias anteriores pero en un plano més elevado, es decir, mas definitivo, Desafiando al imperialismo en su propia entrafia, 0 sea en la zona geografica mas préxima a su poderfo, ha roto todo un mito acerca de la imposibilidad de construir un régimen socialista ‘en esas condiciones. Si consigue eludir el cerco y vencer la intervencién se conver- tira en un factor de aceleracién inapreciable. No podemos - descartar los peligros de una posible invasion preparada por los yanquis, pero esta vez no sera tan facil como en Guate- mala ni las consecuencias tan inofensivas. Capituno II EL ANTAGONISMO FUNDAMENTAL: TERRATENIENTES Y CAMPESINOS Las condiciones de la servidumbre. — Odio de clase y odio de raza.— Las tiranfas latinoamericanas y el “mundo li- 7 bre”.— El rol de las religiones.— Contenido del antico- munismo de los dictadores. — La expansién agricola, — Ham- breamiento paulatino.—Desequilibrio interno entre 1a evo- lucién industrial y 1a produccién agraria, —Cardcter reac- cionario de la clase feudal terrateniente.— Mar y la renta del suelo.— Aumento del valor de la propiedad. —~ La represién estatal.—Complicidad de las tiranias y el comunismo, — Revolucién y democracia. — El papel de los campesinos, — Confusién de Haya de la Torre. — ‘Quiénes Hlevarin a su término Ia reforma agraria. Nadie podré comprender los problemas latinoamericanos sino se detiene a considerar los tragicos caracteres de la in- justicia distributiva en los campos. Porque no se trata, so- lamente, de que grandes extensiones de la mejor tierra la- borable se encuentren en manos de unas pocas familias. Se puede constatar, ademas, que las relaciones sociales que constituyen la servidumbre se mantienen en toda su inten- sidad a pesar de que los textos legales ocultan esta situacién. Tedricamente el siervo toma el nombre de mediero, de in- quilino, de arrendatario, de pe6n o cualquier otro; pero en los hechos recibe del propietario de la tierra los instrumen- tos de trabajo, como bueyes, apero y arado, obtiene de él las semillas, fia en sus tiendas o pulperias los alimentos para subsistir hasta las cosechas y, en consecuencia, se endeuda 51 en tal forma, que con lo que obtiene en la época de la reco- lecci6n no alcanza a pagar lo que le debe al patron, con quien queda ligado, practicamente, para toda su propia vida y la de sus descendientes. En muchas oportunidades et campesino debe trabajar sin remuneraci6n. para el patron, o poner un “obligado” que lo reemplace. Bajo las mds di- versas formas, la servidumbre se mantiene desde el pe- iodo colonial, y sus caracteristicas definen el proceso pro- ductivo feudal o semifeudal que caracteriza el retraso agra- rio de estos paises, t La realidad econémica se expresa, inevitablemente, en un oprobioso sistema politico. Los modestos campesinos, generalmente analfabetos, no se pueden organizar para de- fenderse de las exacciones patronales. Si tratan de litigar, se estrellan contra la formidable maquina judicial-policiaca, y terminan con sus huesos en las mazmorras de las carce- Jes. Lo mismo en Chihuahua que en Curicé, en el Cuzco como en-la Patagonia, la masa campesina es un conjunto miserable y desesperanzado, cuyas condiciones de vida es- tan entre las mds bajas del mundo. Agreguemos que, en numerosos paises al odio de la clase se afiade el odio de raza, y que al indio esclavizado se le trata como a un simple ani- mal, para llegar a la conclusién de que no pueden ser sufi- cientes formales medidas legislativas cuando lo que se re- quiere es una firme e intransigente voluntad de hacer jus- ticia. Es facil deducir las razones que mueven a los latifundis- tas para apoyar sin restricciones las tiranias reaccionarias que en nombre de Dios y de la guerra contra el “comunis- mo” se presentan como las abanderadas del “mundo libre” en este recoveco del planeta. Ya dimos, en el capitulo an- terior, algunos antecedentes sobre México; en Argentina, la provincia de Buenos Aires, con una poblacién que supera los cuatro millones de habitantes, tiene 230 personas pose- yendo el 38,63% de la tierra; en Brasil, menos del 1% de la voblacion, es duefia de una sexta parte de todo el pais; en Chile, 626 latifundios sumal el 52,4 % de la tierra til; en toda América Latina perduran las caracteristicas del colo- 52 niaje en la divisién de las tierras y los progresos técnicos en la explotacién son lentos y limitados. Desde el punto de vista social, la masa campesina no pasa de ser una reserva de los proletarios que se agrupan en las ciudades y en los grandes centros mineros. Aunque mantiene latente el ren- cor contra los duefios de la tierra, carece de la unidad y de la conciencia necesarias para convertirse en un factor re- volucionario activo.. Solamente ahora, con motivo de las agitaciones profundas que remueven los mas hondos estra- tos de la vida colectiva en algunos paises, los campesinos comienzan a alinearse en el ejército liberador. Para los sectores reaccionarios la religién es una aliada muy ttil, considerada la ignorancia de las masas campesi- nas. El ejemplo de la Espafia de Franco inspira a muchos tiranuelos de estos lados. Cuando el siniestro dictador Lau- reano Gémez se hizo cargo del poder en Colombia, pronun- cié las siguientes palabras: “Yo bendigo a Dios mil y mil veces porque infundié en mi pecho este ardiente amor'a la patria y permitid que mi mente se impregnara de una doctrina sublime cuyos altos principios apartan el espiritu de toda mira egoista o apasio- nada, Alabo a Dios porque ha permitido que atraviese por entre las hogueras del rencor sin que mi corazén se contagie y porque se halla alegre sin sombras de venganza, limpio, sin heces de amargura. Le ensalzo porque mi mente esta serena y sabe cual es el bien ptblico que debe servir y el mal que debe ser conjurado, Necesitamos paz, felicidad del pueblo, prosperidad de los hogares y. de los individuos, liber- tad generosa y magnifica, seguridad inviolable, facil acceso a las riquezas de la tierra y a la conquista del bienestar y, como suma de todas estas bienandanzas, la grandeza cre- ciente de nuestra madre Colombia”. Para conseguirlo, y con la ayuda de Dios, dejé cincuenta mil muertos en los Nanos. También Trujillo, en Santo Domingo, moviliza a sus hampones tras la consigna de “Dios y Trujillo”, y Perén, en la Argentina, hizo ostentacién de una religiosidad extrema, Odria, en el Pera, ha combatido al Apra como enemiga de Cristo, y Pérez Jiménez, en Venezuela, se levanté como el 53 i i \ | re sos esse noe ne MSN ReNNicaeanE { : i defensor de la fe. En la misma forma que en tiempos de la Colonia, las érdenes religiosas poseen inmensas extensiones de tierras y valores inmobiliarios incalculables, y junto a los partidos conservadores y tradicionales dirigen la lucha contra todo intento de desamortizar la propiedad o liberali- zar la politica. El capital financiero internacional conoce muy bien estas condiciones y las utiliza para sostener las dictaduras que les faciliten los negocios. El trabajador ti- ranizado es facil presa en la faena servil de los campos y plantaciones y la mano de obra mas barata del mundo en los piques y socavones mineros. El colonizador que invierte délares o libras esterlinas se entiende bien con los vastagos de los encomenderos coloniales. Son dos épocas de un mis- mo proceso que, por encima de todo un periodo histérico, se perpetian armonicamente, Los nuevos colonizadores ni siquiera guardan el recato, y hay oportunidades, en especial en Centroamérica y el Caribe, en que desembarcan tropas, se apoderan de las aduanas y dictan la ley del saqueo. Los episodios de Guatemala han servido, siquiera, para refres- car la memoria, Para atraerse la apostélica bendicién de los yanquis, los dictadores se declaran cruzados anticomunistas, Colombia dlega, incluso, a enviar tropas a'la guerra de Corea. No es que tengan gran interés en combatir a los comunistas; en Jo que tienen interés es en obtener emprésitos norteameri- anos, Muchas veces, como en Jos casos de Brasil, Peri, Ar- gentina y Colombia, los partidos comunistas son alentados por el Gobierno, bajo cuerda, contra los poderosos movi- mientos populares antiimperialistas 0 contra los grupos po- tencialmente peligrosos. Mientras los dirigentes sindicales de esos movimientos son apresados, se permite a los comu- nistas dirigir impunemente a muchos sindicatos. Los ver- daderos enemigos de las tiranias son la libertad y el senti- miento nacional. Si el Partido Liberal de Colombia exige libertades democraticas, se le combate por comunista; si el Apra, partido de ideologia confusa y de limitadas aspira- ciones, concita la confianza esponténea del pueblo peruano, se le califica de secta internacional comunista. 54 Llega a ser método cientifico para conocer el grado de regresién social de un gobierno latinoamericano, constatar Ja frecuencia de sus explosiones anticomunistas. En parte, Ja misma regla puede aplicarse, a la inversa, observando Jas acusaciones de procomunismo que el Departamento de Estado hace alos gobiernos latinoamericanos. Cuando se escucha una acusaccién semejante, se puede tener la segu- ridad de que algin presidente ha tenido el extraordinario valor de defender los bienes nacionales de la insaciable vo- racidad del buen vecino. Pese a todo, la necesidad de modificar los anacrénicos sistemas de trabajo agricola se va imponiendo a medida que Ja poblaci6n aumenta y los alimentos se hacen mas escasos. Ni siquiera los dictadores latinoamericanos son capaces de paralizar el desarrollo de la economia. La excesiva indus- trializacion no ha servido para alimentar a los trabajadores y ha creado desequilibrios notories. Los gobiernos se han visto obligados a estimular las actividades agropecuarias y a desviar hacia esos trabajos el exceso de mano de obra que Ja industria no puede absorber. Y ello implica mejoramien- tos técnicos que ponen fin a las relaciones tradicionales en- tre el campesino y el patrén, dando vida a formas mas mo- dernas, capitalistas, de produccién. También en los campos, en el seno del feudalismo, se gestan nuevos sistemas que so- cavan la sociedad tradicional. Conviene sefialar que la orientacién general es la de me- jorar las técnicas de produccién y no la de buscar nuevas areas de cultivo. En México, el Estado sigue un ambicioso programa de inversiones en riego y en Brasil se conquistan continuamente nuevas tierras, pero en el resto de los pai- ses, se procura ampliar la capacidad productiva de Jas tie- rras en explotacién. Pero esos planes reauieren inversiones y en América Latina faltan capitales y la inflacién impide competir en los mercados internacionales; tal es el caso de los cereales de Argentina y del café del Brasil, aue podrian ‘aumentar considerablemente sus rubros exportables si dis- -pusieran de los medios adecuados. Por otra parte, y confir- mando lo que hemos sostenido reiteradamente, esta el inso- 55 luble pro One A bdarins ae la estructura econémica en los campos. ee mn {nsospechable como la CEPAL, en su “Esta. 4 'g! opie ‘0 ce America Latina 1951-1952”, di 4 E/FSSREERSRSSSES Beonémieo de Amie -1952”, dice a la letra: ; BESS SSR ASS SSSSaRsasea tenencia de la tierra, Saitek la expansion, las estructuras de . -a¢ Pee aaa H > 2 7 " l|aciones ici EE dade cién y la actitud hacia esto: tee eet ioe on ake a 4 EF 7 BARE SRSREESSSSE a gunas esferas”. s problemas que prevalect EF SRR SSASSaASSSSSSSEESESA gg as esferas”. No pueden existir duda: aus 4 : a nee aero dese s sobre lo que se ha o eRleseecegggses a ze a most g ae SSA SSRERSRSSSSSSLSSSISS a8 dards de vida de las masas Ber eontine de levantar los stan- a 8 le lalla alai sis be : Saiaaial s inente, sino si ifi z SSe8382 ncialmente todo el sistema, es la te od ae ioe alt aie Pa 4 siseneiament odo else ; cere sana arg SSeSesssaie aitmantise oe na baja constante de la produccién de g g : 28s ide e s por persona, sin contar con los perjuici HgPSSSerennests - xportacién cada vez menor. Reeurr Cee ast g 7 srersusasrenagsresea| 4 aioe eae prea amos de nuevo al estu- B eg fiz cg io ee a as tendencias al decaim: 1 d p/PaE SSE SRADESSES F observan en las cifras ea ae la producci6n que se ef, HES SHA RTS SSRSSAFaSSlSAassS 3? terminadas princi mérica Latina est&: a eee ncipalmente por la infh i ne 2258 7 8 Szis Ooo a8 ra cerealera de la Argentina y cafet hee get Beat eee 4 et eee eee i lumen fisico total producido bh A néries eat enitna tee : seaeedadae oe i 5 2 por ci mérica Latina en peg S25 naenll por ciento menor que el de 1951, s6lo cuatr eal oe Ane ; PRRSRRESRSERSESESESS 4 mayor que el de 1948 —afi ¢ 7 Teeasleh tes : da TEREETSSTSSERESEL calculos hechos— y sélo 22% a se usd como base en los Sil. BSsess ag % ma} 7 4 representada por el periodo 1934- Rr net eet ea Bes” eee eee u dros correspondientes). Dado 1938. (Publicamos los cua- Ba aa Eee pe a 26) . : que la poblaci “ER RaSeae : Ge 2% anual, la produccién oe fi mn iileswatun aE PAS RESRESSSESRPREESRES lescenso casi continuo. En 195: i free aunoendt r Bee is cana produjo 4% ment ‘ali 2 la agricultura latinoameri- Boof |r biiias a es capita que en el af 10S alimentos y materias primas Bm | |EfEL:LEii:iiiiih:: 2 a2 comparacién e a anterior y que en el afio 1948 Sti s : Ms se hace con el fe a baja ee 7 te ee eons perfodo de preguerra, la baja 4 fe 28 So xplicado atin ma : E a fal sico de las ec iortieiohta oie 7 observando el volumen fi- & ig a ; ji as Fant ., sig g 3 tatamos que en 1952 rata peg América Latina, cons- 4 e583 ga8 a y al 62% de lo exportado en 1. peel oteeakinwien 8 aia : . a a igje Ine posibilidades d nla preguerra. Esta disminucién g 23 g 5 s 2 4 By gue sls nica de produccién, ya imue's etn progreso en la téc- z 3 a 38 : k #8 i a a 7 6 ea ; Ja ee o = ime . > a: 4 maquinari; 2 a cil la impo! 7 ‘& 4 2 7 ey utiles indigpersables para ello portacién de 3 bn 8g 7 age if es See iis 33 ead . (IS hBEP: OSS Bes 1888 ga sssle 3 ga peeseigaea: oe goo gs aX eee Sasser sqkyeessSaky gs Aa 8SS/8 8S Ps ais S558 FSSRESSEEES HEE SE ae SAGESOOSEAOLSS, ASSp a RE OnsdOnodjEsEad! Sa 56 4 t 1, ‘Cuando el afio agricola y el afio calendario no coinciden, la produccién se asigna al afio de cosecha ‘a causa de la mayor impor- tancia que en los informes de la CEPAL adquiere la produccién del hemisferio sur; en otras palabras, e] afio agricola 1951/52 se considera como 1952. Conviene apuntar que la practica seguida en este informe es la misma que se utiliza en las publicaciones de Brasil, Uruguay y otros paises; 2. Los datos incluyen los 20 paises latinoamericanos excep> tuando Bolivia y Haiti (que sélo se consideré en el caso del café y el azutcar) por carecerse de series completas, y excluyen los territorios dependientes de paises fuera de la region; 3. En este informe se ha tratado de usar siempre las series que contienen las tiltimas revisiones a datos previamente publicados por los gobiernos; este es el caso en especial de Brasil; Argentina, Chile y México, A continuacién se dan los nombres de las princi- pales publicaciones y organismos de donde se toman los datos; Brasil Produgao agricola Ministerio de Agricultura, Servicio de Estadistica de Produgao (Orgao do Insituto Brasileiro de Geogra- fia e Estadistica), septiembre de 1952; Argentina, Sintesis Estadis- tica Mensual de la Reptblica Argentina, Ministerio de Asuntos Técnicos, Presidencia de la Nacién, 1947/1953; Chile, Estadistica Chilena, Direccién General de Estadistica y Boletin de Informacio- nes Agropecuarias, Direccién General de Agricultura; Uruguay, Recopilacién de la Estadistica Agropecuaria 1950, y Boletines del : sterio de Ganaderia y Agricutlura, Direccién de Agronomfa, Seccién Economia y Estadistica Agraria; Pert. Renta Nacional del Pert, 1951, Banco Central de Reserva del Perd e informes del SCIPA; Paraguay, Boletin Estadistico del. Banco del Paraguay e informes del STICA; Venezuela, Cuadernos de Informacién Eco- némica de la Corporacién Venezolana de Fomento y Boletin del Banco Central de Venezuela; Ecuador, Direccion Técnica de Agri- cultura, el Ecuador en Cifras y Banco Central; Colombia, Econo- mia Agricola de Colombia, Apéndice Estadistico del Informe de la Mision Currie y Boletines del Ministerio de Agricultura; Cuba, Anuario Azucarero, Comision de. Propaganda y Defensa del Taba- ¢o Habano, e Instituto Cubano de Estabilizacion del Café; México, Direccién de Economia Rural de la Secretaria de Agricultura y ‘Ganaderfa e Informes de la Comision Mixta del Gobierno de Méxi- co y el Banco Internacional de Reconstruccién y Fomento, 1952. Cuando faltaban cifras en las series histéricas o en el caso de INDICES DE LA PRODUCCION AGRICOLA EN AMERICA Lat “194.38 y 1928-52” SSD nCLUIOA La anctatinn , oe ECLUIDG La aneenTNA ee aor sone PRODUCCION AGRICOLA TOTAL PRODUCCION AGRICOLA PER CAPrTA datos muy iecientes se usaron estimaciones privadas aparecidas en publicaciones no oficiales. a) El indice total del Cuadro difiere del publicado antes por la FAO, tanto en la amplitud, pues abarca 40 productos en vez de 30, como en la ponderacién, que se hizo a base de precios de 1948; b) Avena, cebada y centeno; c) Papa, mandioca (yuca), camote (batata, boniato); d) Frijol (poroto), arveja, lenteja, garbanzo y haba; e) Semilla de algodén, girasol, mani y ajonjoli; f) Extraccién (sacrificio + exportacién — importacién) a las existencias de ganado bovino, ovino y porcino; g) Tabaco, vino, yerba mate y té; h) Ricino, babassu y oiticica; i) Henequén, sisal, formio y fique. El desequilibrio interno de paises que evolucionan indus- trialmente y mantienen sistemas de produccién anticuados en los campos, crece paulatinamente. En Argentina, el con- sumo de carne aumenté entre la preguerra y el afio 1951 en 400.000 toneladas métricas y el de trigo en 560.000, en tanto que la produccién de la primera crecié sdlo 166,000 tonela- das y la del segundo disminuyé en mas de un millén. En Brasil, a pesar de que la produccién de trigo aumenté de 144.000 a 423.000 toneladas, el consumo subié de 1.140.000 a 1.700.000 toneladas. En Pert la produccién de azticar crecié en 80.000 toneladas y la de algodén en 1.400, pero el consu- mo de aziicar subié en 106.000 y el de algodén en 5.400. De- ido a ello el volumen de las importaciones de alimentos ha crecido raépidamente y Ilegé en 1951 a ser un 36% mayor que en 1948 y mas del doble que en 1937. Tres pafses, Brasil, Cuba y Venezuela, registraron el 59% del volumen de las importaciones latinoamericanas de alimentos en 1948 y el 67% en 1951. ; Ilustra bastante lo expuesto el siguiente cuadro del estu- dio dela CEPAL: 60 AMERICA LATINA Volumen fisico de las importaci : , Portaciones de alimentos, bebi y estimulantes de algunos paises.” bebides (Indices: 1948 = 100) PREGUERRA (1937) 19471949 1950 1951 Argentina gentina . — 8 60 Bolivia 3 9 60g Chile nm it's toe Ab ; 4 Solombia stds Cuba 7% iT 427184 Ecuador « 70 112 = 108 = 109153 Peri — (98 124 155 184 México - 29 Il Oe 135 a : = 94 Venezuela 7 “elo 138 aa Total de estos paises “a 107 103 125 136 See Los indices de este cuadro, cuyo princi ‘ el trigo, incluyen también las Heorentieiines de cee Pemns bebidas y estimulantes. “ retraso agrario en el continente es de tal el caso Argentina, el pais de técnica mas toate tderieechta impresionante. Entre 1948 y 1952 las existencias de ‘vacunos bajaron de 43.000.000 de cabezas a 37.500.000. De los 27.500 tractores necesarios para mantener un volumen de produc- cién de cereales similar al de antes de la guerra, sdlo se pudo importar, en 1951, unos 6.600. La mayorfa de los tractores cosechadoras y trilladoras es antigua o est& muy usada 10 que hace muy diffciles y costosas las reparaciones. Si esto eee i la poderosa y progresista Argentina, es facil ima- iis cuadro en otros paises mds pobres y con menos Ya dijimos que diversos gobiernos esta i Marcha planes. para aumentar la producian dgtopdetalas y mejorar asi Jos niveles de vida de las masas. Pero esos planes chocaran, fatalmente, con Ja inercia propia de los 61 i istas, ondran a los gobernantes en la disyuntiva See eadoaeroe o enfrentarse a la airada resistencia i los gamonales, Una verdadera reforma agraria no pue! 7 ser impulsada sino por gobiernos dispuestos a modificar cl pa norama en los campos, lo que implica el apoyo incond vA nal de los sectores mayoritarios, privados de la tenencia ae la tierra cultivable. Un gobierno semejante no puede ad- venir pacificamente al poder; tiene que derivar de una re- ion victoriosa, an bi es posible desdefiar una relacién economica que permite a los duefios de la tierra obtener erecidas ganancias a pesar del atraso técnico que disminuye la productividas de las tierras. Como bien lo observo Marx en el tomo II de “Historia critica de la teoria de la plusvalja”, (La renta del suelo), ello se debe a que las necesidades del trabajador son absolutamente minimas, “y atin se le obliga a vivir por de- bajo de este nivel infimo de necesidades”, a que se prolonga extraordinariamente el tiempo de trabajo o bien, en parte, “a que la poca productividad del trabajo corre pareja con Ja pequefiez del capital fijo en proporcion a la parte de ca- pital invertida en salarios, lo que supone una gran extension del capital empleado en trabajo en comparacion con el ca- pital total”. Las condiciones de vida en los campos del con- tinente, que pueden calificarse sin exageracion de subhuma nas, las agotadoras jornadas de sola sol, y los salarios irriso- rios, permiten a los grandes propietarios aumentar Ja ren- ta del suelo y. sustentar una vida opulenta, sin necesidad de mejorar las técnicas de produccién. : Marx sefiala, ademas, un hecho que explica el ol reaccionario y retardatario de la’ clase feudal terrateniente. “Por lo demas, cualquiera que sea el modo como se explique la renta del suelo, quedaré siempre en pie una diferencia importante respecto a la industria, y es que mientras ae ésta la plusavalia extraordinaria se consigue ee os productos, en la agricultura se consigue encareciéndo! - Y¥, en efecto, los sectores del latifundio han presiona constantemente para obtener precios mas altos para sus productos, generando la reaccién en cadena que se expresa en terribles procesos inflacionarios y en un empobrecimien- to paulatino de Jas masas. Para intensificar la productivi- dad del trabajo’ agricola y abaratar los alimentos no hay otro camino que la eliminacién de un sector cuya existen- cia parasitaria esté indisolublemente ligada a la miseria nacional, Como una curiosidad que sirve, en todo caso, para . subrayar la extrema miseria de las masas campesinas, es util recordar un comentario del Dr. Pedro Baez Acosta, en su libro “Paraguay... Un pafs que muere?”, quien afirma que la pobreza del campesino paraguayo es tan te- rrible que nunca es afectado por las oscilaciones mone- tarias, dada la situacién de que el dinero no le es accesible, porque no lo posee casi nunca. .. Una consecuencia inevitable de la importancia que ad- quiere el suelo, como fuente cada dia mas valiosa de articulos alimenticios indisnensables. es su aumento verti- ginoso de valor. Un ejemplo de Chile nos puede dar una idea del proceso y de su ritmo: en 1736, las haciendas de la Compafiia Lonauimay y San Vicente fueron vendidas en conjunto en $18.000; en 1782 se vendieron en $ 100.700, $ 60.700 y $ 40.000 resvectivamente—; en 1823, la de San Vi- cente fue tasada en $112.384 y en tiempos de ‘Amunétegui algunas hijuelas de esa misma hacienda se vendieron “a xaz6n de mil pesos por cuadra”. Mientras la tierra se con- centra cada vez en menos manos, otros pierden la suya que pasa, dice Manuel de Salas en su “Representacién ave como sindico hace al Consulado”, ‘a manos muertas: v ellos con sus hijos a la clase infeliz del pueblo, cuedando a algunos, para mayor tormento, un nombre ilustre, que resalta sobre el fondo de su miseria”. La injusticia social es, en los paises de América Latina, tan ostensible y tan odiosa, que explica, en gran parte, la necesidad de las dictaduras. Para mantener en la inercia a las capas oprimidas y explotadas, las minorias privile- giadas recurren al terror y al reforzamiento brutal de la maquinaria del Estado, ostentando Ja paternal absolucién imperialista, que les otorga el infaltable certificado “dee 63 mocrético”. Aqui, m4s que en ninguna otra parte, se com- prende la afirmacién de Engels en “Los Origenes de la familia, de la propiedad privada y del Estado” de que el Estado “es la confesién de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradiccién insoluble: se ha divi- dido en antagonismos irreconciliables, que ella es impo- tente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses econédmicos en pugna, no se devoren _ a s{ mismas y a la sociedad en una lucha estéril, para eso hizose necesario un poder, situado, aparentemente, por en- cima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los limites del “orden”. Y este po- der, que broto de la sociedad, pero que se colocé por en- cima de ella’ y que se fue divorciando cada vez mas de ella, es el Estado”. ‘La expresién del terrorismo feudal en estos paises ad- quiere, generalmente, la forma del militarismo. Las dic- taduras se erigen sobre una armazén integrada por los ejércitos, las policias, las cérceles y todos los demas. ins- trumentos clasicos de la opresién de una minoria sobre Jas mayorfas. En la misma medida en que los intereses de.la minorfa se apartan de los de la mavoria. crece el terror policfaco v los militares con su poderio fisico, son empleados para dominar la rebelién constante del pueblo. Por eso las insurrecciones verdaderamente revolucionarias en estos paises han sido posibles en la medida en que el Ejército mismo se desintegra, como efecto de su propia composicién masiva y hay casos como el de Bolivia en que se llega naturalmente a “la organizacién armada es- pontanea de la poblacién”, indice seguro de la coinciden-. cia entre los obietivos histéricos del movimiento insurgen- te y los verdaderos intereses de los trabajadores. Mientras mas poderosa es la resistencia de Jas masas exnoliadas y,.en consecuencia, el antagonismo de clases, mayor es la tendencia de Ia clase econdmicamente dirigente a mantener el control politico de la situacién. Los terrate- nientes miraran, a veces, con indiferencia los arrestos demo- craticos de la burguesia industrial urbana y ello explica los 64 paréntesis de libertad en algunos pafses, Pero cuando el proceso econémico amenaza con desintegrar su periodo y- pone en peligro su propia existencia, la reaccién feudal se alfa con todos los grupos reaccionarios y, principalmente, .con la red de intereses del capitalismo extranjero, para fre- nar Ja agitacién creciente, En esta accién represiva los lati- fundistas prescinden de todo escripulo y aceptan unirse con el diablo y con la abuela del diablo. Si, en un mo- mento dado, les conviene actuar junto a los comunistas para resistir el avance de poderosos movimientos sociales de raigambre nacionalista o de contenido antifeudal, no vacilan en sellar tan extrafia alianza. Ejemplos hemos visto en Colombia, en Venezuela, en Peri, en Chile, en Argentina y en otros paises, Ya habia observado Lenin el afio 1917, en “El Estado y la revolucién”, que “en la actualidad, el imperialismo y Ja dominacién de los bancos han desarrollado, hasta con- vertirlos en un arte extraordinario, métodos adecuados para defender y Mevar a la pr&ctica Ja omnipotencia de los ricos en las reptiblicas democraticas, sean cuales fue- ren”. La alianza del capital corruptor imperialista con toda la gama de generales y funcionarios de las democré- ticas reptblicas latinoamericanas, redunda en directo be- neficio de los terratenientes, que son los que le dan fiso- nomfia politica a una entente cuyo verdadero fundamento es el latrocinio. Mientras sigue la desvalorizacién mone- taria y el flagelo de la inflacién y se agudizan los desnive- les econémicos, Ja omnipotencia de los ricos les permite aumentar sus riquezas sin mas trabajo que el de mantener esclavizadas a las multitudes que producen. Forman legién los eseritores y politicos de avanzada latinoamericanos que.no han podido comprender. en toda su mapnitud, el verdadero problema de estos puehles, El Jatifundista criollo pernetGa la ignominia colonial y. en muchas partes, ahoga las primitivas formas colectivistas de la masa aborigen, cuya interpretacién ha escapado atin a la exégesis marxista. El duefio de la tierra lucra con la escasez de los alimentos, ya que mientras mds encarecen, 65 mayor es su propia utilidad, por lo que no tiene interés alguno en que se produzca mejor y se eleve la cuota alimen- ticia per cépita. Existe, en consecuencia, una oposicién fun- damental entre las conveniencias del duefio de la tierra y las necesidades reales de la nacién. La destruccién del latifundio, la reforma agraria y la eliminacién de la clase terrateniente, son condiciones histéricas ineludibles para el progreso y el bienestar de los pafses del nuevo mundo. Esto no significa, sin embargo, que la clave de Ja situa- cién la encontremos en la masa campesina, que es la mas directamente afectada por las condiciones de trabajo en los campos. Haya de la Torre, cuya ideologia no logra sobre- pasar las fronteras de un romanticismo demo-liberal, ha sostenido que en. el proceso revolucionario debe tener nreeminencia la clase campesina, porque “nuestro proleta- riado es incipiente. como incipiente es nuestra industria”. Pero el campesinado, vor si mismo, no podra tener jam4s conciencia de su misién ni capacidad politica para diricir Ja lucha. Extendido a través de grandes zonas, con una gran proporcién de analfabetos, con enormes diferencias entre ellos mismos, seein las condiciones de trabaio, con dificu- tades para comunicarse, su visién del movimiento insurrec- cional serA siempre limitada, aunque sean, numéricamente. Ja mavoria. Si la masa campesina cae baio la direccién de los sectores mas “avanzados” de la burguesfa. e] movimiento no sobrepasara jamas el programa de Jas timidas reformas y de una libertad nominal v ficticia. Solamente la alianza de los campesinos con la clase obrera puede ser fecundn, Solamente esta unién puede sefialarse como meta una ver- dadera reforma agraria y una auténtica democracia. Aunque parezca una naradoja, los tmicos canaces de Vevar a su término la reforma agraria y de destruir la clase terrate- niente, son los obreros de las ciudades y las minas. CarituLo IV LA AURORA DEL DESTINO MANIFIESTO Nuevos tiempos, nuevos amos.—Idealizacién del imperia- lismo.— El destino manifiesto.—La doctrina Monroe. — La galera del prestidigitador. — La interpretacién de Polk. La versién policiaca de Teodoro Roosevelt.—El lenguaje de los he —La desunién latinoamericana. — Panama, Cuba, Filipinas, Puerto Rico, Santo Domingo, Haiti y Centroamérica. — Un protectorado por cien afios prorroga- bles. —El resentimiento de los paises del sur. — Génesis del nacionalismo latinoamericano.— El ocaso de las dicta- duras. — Primeras manifestaciones politicas auténticas. — Presidentes y dictadores.— La direccién de la insurgencia, América Latina no ha podido sacudirse jamas el peso del coloniaje, Cuando desaparecen los peninsulares llegan los nuevos amos, provistos de libras y de délares, Las inmensas llanuras vegetales, las selvas virgenes, las entra- fias minerales de la tierra, son escenario de un nuevo saqueo, mas cientifico, pero muchas veces también mas brutal. Los humildes labriegos asisten como espectadores pasivos al desarrollo del nuevo drama y solamente en algu- nos sectores mas avanzados existe conciencia de la gigan- tesca exaccién. Las capas dirigentes, cuya base social mas importante esta constituida por los terratenientes, cooperan con los nuevos conquistadores y les entregan, pedazo a pedazo, el patrimonio nacional, a cambio de algunas migajas con las cuales entonar los siempre anémicos presupuestos fiscales, Cuando algén caudillo liberal, expresién de las 67 incipientes burguesias criollas, trata de derribar al partido de la oligarquia latifundista, comienza por ofrecer sus servicios a alguna pandilla imperialista. Para las masas del continente, las riquezas naturales del suelo y del subsuelo han sido cosas extrafias, que el destino les ha vedado y que pertenecen, tal vez por designios de la Suprema Provi- dencia, a un pequefio grupo de privilegiados nacionales y extranjeros. Los grandes procesos econémicos no pueden disimularse, como los defectos fisicos de algunas personas. Cuando ellos se desarrollan a través de mas de un siglo, sdlo los ciegos podrian dejar de ver sus efectos. Y, cuando se trata de apo- derarse de nuevas tierras y nuevas riquezas, los pioneros de la conquista emplean inevitablemente medios rudos y crueles, para aplastar la oposicién y ganarle tiempo a los posibles competidores, Si analizamos los resultados de la penetracidn del capital financiero internacional en las jéve- nés naciones del nuevo mundo, no podemos excluir la re- flexion de que se han necesitado muchos fraudes, muchas violencias y mucha fuerza bruta para sistematizar seme- jante despojo en tan poco numero de afios. Y no podemos, tampoco, extrafiarnos de que se extienda cada vez mas un hondo resentimiento entre los desposeidos que hace del na- cionalismo latinoamericano una fuerza social explosiva. Deslumbrados por el poderfo material de las grandes naciones industriales, especialmente los Estados Unidos, no faltan los politicos y los escritores de estos lados que pro- curan justificar moralmente la sangria econdmica. Carlos Davila, en su libro “Nosotros los de las Américas”, ha le- gado a decir que no sabe “de ninguna otra nacién en la historia, en Ia que la economia y la moral se hayan acer- cado tanto a la armonia como en los Estados Unidos”. Por nuestra parte, sin caer en la tentacién de recordar las andanzas politicas del sefior Davila, trataremos de subrayar los aspectos siniestros de la penetracién imperialista, cuya huella esta jalonada de atropellos y de crimenes. - Los acontecimientos mundiales a la época de la inde- pendencia norteamericana favorecieron y aceleraron el 63 progteso y la industrializacién. La gran riqueza fis el estimulo ofrecido a Ja industria en oad por la arene de tarifas protectoras, la disminucién de las importaciones por las guerras europeas de aquel tiempo, el crecimiento de ta poblacién y Ja introduccién de maquinaria europea que fue rapidamente mejorada, provocaron un desarrollo que sd- Jo ha tenido paralelo historico en el notable desenvolvi- miento actual de las economias de los paises socialistas, Especialmente Ja industria textil y 1a algodonera pro- gresaron rapidamente. En 1807 habia 8000 husos, en 1816 unos 87.000 y en 1820, 250.000. En 1840 los husos en explo- tacion llegaban a la increible cifra de 2.284.631, nimero que en 1860 subig a 5.000.000. Esto da una idea del ritmo de crecimiento, Una gran parte del éxito se debié a la proteccién de jas manutacturas caseras por las leyes de Kimbargo and Non-Intercourse aprobadas después de la guerra de 1812 que cortaron los suministros de Inglaterra. : ia dindmica historica derivada de su creciente poderio econdmico impulsa a los dirigentes del pueblo norteameri- cano a la permanente expansion territorial. No encontrando tivales poderosos en una gran parte del planeta colocada en “una auspiciosa vecindad, los forjadores de la nacion ‘del Norte se creyeron ejecutores de un “destino manifiesto”, y ocultando sus utilitarias intenciones tras el hipécrita for- mulismo de su formacidn espiritual puritana comenzaron a extender su gran sombra tutelar mas alla de sus reducidas fronteras de la época. En los comienzos de esta etapa, Alejandro Hamilton ya sofiaba en un gran imperio americano: “Podemos esperar —decia— que dentro de poco tiernpo nos convirtamos en los arbitros de Europa en América, pudiendo inclinar la balanza de las luchas europeas, en, esta parte del mundo, de acuerdo con lo que nuestros intereses dicten... Dejad a los _Trece Estados, ligados por una firme e indisoluble union, tomar parte en la creacién de un Gran Sistema Ame- Ticano, superior a todas las fuerzas o influencias transatlan- ticas y capaz de dictar los términos de las relaciones que | 6 se establezcan entre el viejo y.el nuevo mundo”. Por su parte Jefferson sostuvo; “Nuestra Confederacién debe con- siderarse como una red desde donde toda América, norte y sur, ha de poblarse. Debemos preocuparnos por no ejercer demasiado pronto una presién sobre los espafioles, pues esos paises no pueden estar en mejores manos, Mi miedo- es sdlo que los espafioles sean demasiado débiles para con- servar’esas posesiones, hasta el momento en que nuestra poblacién sea lo suficientemente progresiva, para irselas quitando pedazo a pedazo...” - Asi se explica que el presidente Madison impuso una politica de celosa neutralidad en 1815, frente a la insurrec- cién general de los paises latinoamericanos, prohibiendo a Jos ciudadanos norteamericanos intervenir en la lucha con- tra Espafia “con quien, felizmente, Estados Unidos estaba en paz”. Se llegé a considerar delincuentes a los que apo- yaron a los insurgentes sudamericanos y hasta se encarcel6 a un plenipotenciario rioplatense, don Manuel Hermenegil- do de Aguirre. La verdad histérica es que los Estados Unidos estuvieron lejos de apoyar la revolucién de la Inde- pendencia y cuando en el Parlamento se levanté alguna voz para sostener la causa de los revolucionarios, el eco del utilitarismo le restaba desinterés y nobleza. Henry Clay fue el campeén de la ayuda a los insurgentes del sur, y sus palabras vale la pena recordarlas: “Debemos recono- cer su independencia sin temor a una guerra con Espafia, con aliados, o-con Inglaterra”. Pero no olvidaba de agregar: “Seamos real y verdaderamente americanos; coloquémonos a la cabeza de un nuevo Sistema Americano... Esta en nuestra mano la creacién de un Sistema de que seriamos centro, Toda América obraria de acuerdo con nosotros. Podemos con toda seguridad confiar en el espfritu de nu tros comerciantes, Los metales preciosos estan en la Améri- ca del Sur, y dominaran los articulos necesitados por la América del Sur, que los comprara. Nuestra navegacién reportaré los beneficios del transporte y nuestro pais reali- zara los beneficios mercantiles. Ya es respetable el renglén de productos industriales en nuestras exportaciones. Se di- 70 rigen, principalmente, a las Antillas y a la América espa- fiola. Este renglén aumenta constantemente...” Se explica, entonces, la inquietud que embargé los ani- mos de los gobernantes norteamericanos, cuando supusieron que las potencias europeas, encabezadas por Francia. desea- ban devolver al trono de los Borbones las colonias espafio- las. En un Mensaje Presidencial al Congreso, el 2 de diciembre de 1823, el Presidente Monroe decidié asumir el papel de protector del hemisferio occidental: “No podriamos contemplar sino como manifestacién inamistosa para los Es tados Unidos, que cualquier potencia europea interviniese en ellos (los paises del continente) para oprimirlos 0 domi- nar sus destinos. Nuestra politica con respecto a Europa consiste en no intervenir en sus asuntos internos... pero con respecto a estos continentes, Jas circunstancias son emi- nentemente distintas. Es imposible que las potencias ex- tiendan su sistema sin poner en peligro nuestra paz y nuestra felicidad, no pudiendo creer nadie que nuestras hermanas rheridionales, si se las dejara por su cuenta, lo aceptarian por su propio acuerdo...” El Presidente Monroe consider6é que la ocasién era propicia “para establecer como principio, en el cual los derechos e intereses de los Estados Unidos se encuentran envueltos, que los Continentes Ame- ricanos, por la libre e independiente condicién gue ellos han asumido y mantenido, no.deben ser considerados de aqui en adelante como materia de futura colonizacién por parte de ninguna potencia europea”. ; Es un hecho conocido que Jos Estados Unidos hicieron bien poco por sostener en Ja practica la romantica y unila- teral declaracién de Monroe, elevada a la jeraraufa de “doctrina” por obra de los mitos histéricos. Carlos Thargu- ren .en su libro “De Monroe a Ja Buena Vecindad”, dice cue “la politica internacional norteamericana adquiere por esos afios un ritmo terrible. Su diplomacia, si asi podemos Hamarla, parece imbufda de la misma falta de esertiwnulos del “pioneer” que despoja al aborigen de su terrufio”. Ya Jefferson habfa pronosticado que “aunque nuestros intere- ses actuales puedan mantenernos dentro de nuestras propias (oom fronteras, no es posible dejar de mirar hacia el porvenir para cuando nuestro rapido crecimiento se extienda mas all& de esas mismas fronteras”. M4s tarde John Quincy Adams sostenfa: “El mundo debe familiarizarse con Ja idea de considerar al continente americano como nuestro domi- nio natural”. Y como los nifios erecen, hace pocos afios que Mr: Rayburn, presidente de la Camara de Representantes, podia agregar: “Hoy se nos ofrece la direccién del mundo, Diversas voces exigen en todo el planeta que la democracia americana tome una posicién dirigente”. Para los Estados Unidos, la doctrina Monroé no pesd nunca mucho en la conciencia. Desde la misma fecha de su enunciacién, gobernantes sudamericanos consultaron s0- bre posibles alianzas para repeler peligros fordneos reci- ‘biendo evasivas diplomaticas. En 1828, Inglaterra intervino en la guerra argentino-brasilefia y modificé el mapa emeri- cano, sin que los Estados Unidos reclamaran. En 1829 los espafioles desembarcaron en México sin que los Estados Unidos se inquietaran. En diversas oportunidades, naciones euroveas intervinieron en Argentina. México, Guatemala, Pert y otras naciones, sin que los norteamericanos creveran el caso anlicar los principios de la no ingerencia europea. Era tan evidente Ja situacién aue el Presidente Polk. en su mensaje de 1845, restringié Ios sleances de Ja doctrina con manifiesta prudencia. iniciando la etapa de Jas eramo- daciones nosteriores, ave hicieron decir a Ibarruren en su libro ya citado: “Del fondo de ese mensaie famoso. eamo de la galeta de un prestidisitador. iran saliendo, una tras otra, hasta nuestros dies. las solidaridades idesligieas wv noliticas del continente. el panamericanismo. la huena ve- cindad. la asistencia nacifiea v la cooperacién de guerra ode postsuerra, maneiadas, siempre, desde les oficinss del Derartamerto de Estado”. Buscando siempre el fondo moral a la politica de ravifia. el Presidente Teodoro Roosevelt, en su mensate de 1905, convirtié la doctrina Monroe en la base iurfdica de 19 inter- vencién yanaui, autodesignandose gendarme de esta narte del mundo. Dijo Teodoro Rocsevelt: “Queda entendido que 72 bajo ninguna circunstancia los Estados Unidos har4n uso. de Ja doctrina Monroe para encubrir agresiones territoria- Jes... Existen, naturalmente, limites para los errores que cualquier nacién respetuosa de si misma puede soportar. Es siempre posible que acciones equivocas hacia esa nacién, o hacia ciudadanos de esa nacion, en algtin estado impo- tente para mantener el orden entre sus propios habitantes, incapaz de asegurarse justicia por parte de los otros pueblos, y con falta de voluntad para hacer justicia con sus vecinos respetuosos, nos obligue a entrar en accién para proteger nuestros derechos...” La politica exterior norteamericana lleva impreso el sello indeleble del purita- nismo, es decir, una mezcla de nobles palabras y detestables intenciones. Para los trabajadores latinoamericanos, las palabras libertad y democracia, en boca de los yanaquis, suenan siempre a sarcasmo. Mientras los lideres del pujante pais trataban de engafiar al mundo con frases, los descarnados hechos hablaban otro lenguaje diferente. En 1803, Jefferson compra la Louisiana, tomando posesién de Nueva Orleans y 1a desembocadura del Mississippi, Nevando la frontera a través de lo que hoy es Montana, Wyoming, Colorado, Texas, hasta Louisiana. Posteriormente, la compra de Florida creé una costa conti- nua en el Ailantico y mejoré la situacién estratégica de Estados Unidos en el golfo de México. En 1846 se reajus- taron las fronteras en Oregén y comenzé el pillaje de México que agregé 580.000 millas cuadradas de superficie al territorio yanqui, que constituyen practicamente seis nuevos Estados de Ja Unién. En 1853, todavia, se compra el valle del rio Gila en Arizona del Sur y Nueva México. Francia y Esnafia desaparecieron de América del Norte y s6lo la Gran Bretafia quedaba como potencia con fronteras comunes con el inmenso pais en desarrollo. Las condiciones para iniciar las conquistas mas all4 del territorio natural estaban dadas y el “destino manifiesto” podfa comenzar a verificarse. Porque, mientras tanto, en los paises del sur el panora- ma era muy distinto. Solamente Bolivar procuré gestar la i 8B unidad o la federacién, pero el Congreso de Panam, inau- gurado el 22 de junio de 1826, no conté con la presencia de todos los paises interesados y se extinguié entre el rumor de los discursos. El camino queda asi despejado para los vecinos del Norte. El tratadista norteamericano, Nicholas John Spykman, en su libro “Estados Unidos frente al mun- do”, dice que cuando “Colombia se negé a firmar con Esta- dos Unidos un tratado de cesién de la zona del canal, la dificultad fue facilmente resuelta merced al “esponténeo” nacimiento de un nuevo estado. La joven Reptiblica de Panama se mostré anhelosa por otorgar a Estados Unidos la ecdiciada zona de transito, y el gobierno de Washington se apresur6é a reconocerla con una precipitacién indecorosa”. Pero el dominio del canal impulsé a los circulos navales yanquis a preocuparse de las islas que sirvieran de bases para su defensa. De nuevo es preciso asistir al ritual de las grandes palabras, que preceden al asalto militar, y que constituyen una segunda naturaleza de los politicos norte- americanos. Cuando deciden arrebatar Cuba a los espafioles, Mac Kinley Jo sintetiza magnificamente: “La unica espe- ranza de remediar y aquietar una situacién ya insoportable es una pacificacién impuesta por nosotros. En nombre de la Humanidad, en nombre de la Civilizacién, en obsequio también de intereses americanos en peligro, que nos dan el derecho de alzar la voz, la guerra de Cuba tiene que acabarse”. Y la guerra termina, y Estrada Palma, presi- dente de la nueva Republica, solicita un préstamo de 35 millones de pesos oro, entrega en garantia las aduanas cubanas, cede las bases navales de Bahia Honda y Guanta- namo —que aseguran el dominio del Caribe, del golfo de México y del Canal— y. finalmente, incorpora a la flamante Constitucién la llamada enmienda Platt, impuesta por el Congreso yanqui y que demuestra, una vez mas, cémo “agrmonizan la economfa y la moral en la politica vanqui”, segtin Ja cinica o candorosa expresién del sefior Davila, A Ja sombra de este codicilo. que daba a los yanquis amplio derecho a intervenir en 1a isla, se levantaron y se derribaron gobernantes y. hasta hubo un general norteamericano, Me- 74 i - goon, que con el cardcter de presidente o de virre é durante tres afios despilfarrando mas de 25 eee dé pesos, En Filipinas no se guardaron ni siquiera las formas y alli no hubo Republica, sino, simplemente, dominio, Tampoco faltaron las oraciones idealistas; Mac Kinley ordené “man- tener con toda diligencia el brazo fuerte de la autoridad, para reprimir disturbios y vencer todos los obstaculos con el objeto de proporcionar las bendiciones de un gobierno bueno y estable, al pueblo de las islas Filipinas, bajo la bandera de los Estados Unidos”. En cuanto a Puerto Rico, ie aoe como botin de guerra, y toda América Latina a sido testigo consternado de su i Secietcaa tenaz y sangrienta También Santo Domingo, a comienzos de este siglo, cae entre los tentaculos del gran pulpo imperialista. Apremiado por acreedores extranjeros, el presidente Morales recordé a Teodoro Roosevelt que la Providencia habia encargado a los Estados Unidos “amparar y proteger a las pequefias nacionalidades de este continente”. Para cumplir esta alti- sima misién los yanquis tomaron a su cargo la recaudacion aduanera en Puerto Plata, Sanchez, Samana y Montecristi y actuaron de hecho como sindicos del pais, bajo la protec- eion de los barcos de guerra norteamericanos. Desde esa época la politica de empréstitos, entre otros del National City Bank of New York y de Kuhn Loeb and Company, y la ocupacién militar redujeron gradualmente la soberanfa dominicana a una triste caricatura de nacién independiente, lo que se ha consolidado con la feroz dictadura del general Rafael Leénidas Trujillo, que data ya del afio 1930, Este tirano sin escripulos fue, sin embargo, uno de los favoritos del Departamento de Estado, que considera posible lanzar andanadas contra las “tiranias orientales” mientras coopera con entusiasmo a la consolidacién de estos tristes regimenes criollos La Republica negra de Haiti fue, a su vez, teatro de acontecimientos inverosimiles. En diciembre de 1914 llega a la rada de Puerto Principe el crucero “Machias”, desem- 75 barcan sus marinos, asaltan el Banco de Haiti y se evan a las bovedas del National City Bank 500.000 dolares, Los yanquis fomentan revueltas y encuentran, al fin, un negro sumiso dlamado Sudre Dartiguenave, que acepta el rol de sirviente del amo extranjero siempre “que, hasta donde sea posible, se le evitaran humillaciaves”. Naturalmente que ello no fue del todo posible y Dartiguenave tuvo que firmar el tratado mas humillante de que hay recuerdo en la histo- ria americana. Posteriormente los yanquis aplicaron meto- dos de dominacién que parecian incompatibles con Ja época, asesinando a miles de patriotas haitianos y condenando a trabajos forzados a los mas valiosos intelectuales del desgraciado pais. Haiti se convirtio en una miserable fac- tora y un nuevo episodio imperialista podia agregarse a los ya nutridos anales, que, como dijo un escritor revolucio- nario uruguayo, servirian para un prontuario del dolar. En Centroamérica, expresion mAxima de la debilidad organica de los paises del sur del rio Grande, los LM, UU. han dominado, hasta hace poco, sin contrapeso. Alli se han opservado extremos como los del presidente conservador - de Nicaragua, Adolfo Diaz, que en 1927 solicit que se cons- tituyera en su pais un protectorado yanqui, “pero por un término no menor de cien afios prorrogables”. Pues bien, para apreciar el criterio norteamericano, recordemos que a este sujeto el sefor Henry L. Stimson, en, una serie de articulos publicados en el “Saturday. Evening Post”, en octubre y noviembre de 1927, lo calitico como el mas grande patriota de que puede vanagloriarse Centroamérica y abogé por que se pusiera fuera de la ley a los “salteadores y bandoleros” que no aceptasen la mediacion de Washington para deponer las armas. Esos salteadores y bandoleros eran tos rebeldes de Sandino, que defendian con extraordinario heroismo la independencia y la dignidad.de su patria. No es el momento de reierirse con detalles a la variada y contradictoria politica centroamericana, Pero es conve- niente, en todo caso, sefialar que el Departamento de Estado se ha manejado en forma de frustrar los diversos intentos de unidad de esos paises, sosteniendo con especial predilec- 1% | cién a los mas viles personeros del oscurantismo y la tirania, como Anastasio Somoza, el asesino de Sandino, Tiburcio Carias, Jorge Ubico, Maximiliano Hernandez y los corone- les traidores de Guatemala. La prepotencia norteamericana ha servido de acicate a los patriotas del istmo y ello explica la gesta de Guatemala y las reacciones nacionalistas que se observan en Costa Rica y otros paises. Cuando se piensa que el presupuesto fiscal de los cinco Estados Centroamericanos, en corjunto, alcanza apenas a la suma de 130.000.000 de délares anuales, © sea la tercera parte de lo que EEUU. ha gastado al dia solamente en armamentos, se llega a la conclusion de que esos pueblos sufren una humillacién constante y odiosa. Porque es un hecho indudable que, para los Estados Unidos, la ayuda a dos paises latinoamericanos debe dosificarse en forma de que la mano de obra no se extinga por inanicién. El propio Carlos Davila, en su libro ya citado, debe reco- nocer que “como resultado de su politica anterior a la guerra, los Estados Unidos estaban concediendo una balanza favorable de comercio de m4s de 350 millones de délares. anuales al Extremo Oriente, a tiempo que multaban a la América Latina con otra balanza desfavorable de 350 mi- Mones de délares. En cambio, tenfan inversiones siete ve- res mayores, y desde luego intereses politicos infinitamente mas importantes, en los paises del sur’. Esa balanza des- favorable aumenta considerablemente en los afios poste- riores, lo que resulta mucho mas evidente si se considera que a los datos oficiales hay que agregar la balanza invisible que encuentra expresion indiscutible en la bolsa negra. La permanente accién del imperialismo, especialmente yanqui, en el resto del continente, cuya sintesis estadistica tendremos oportunidad de analizar més adelante, paralela- mente a la deformacién de las economias, provoca reajustes sociales derivados de las modificaciones en la composicién clasista de estos pueblos. Las grandes explotaciones, agri- colas o mineras, con la necesaria mecanizaci6n de las faenas y concentracion de trabajadores, intensifican la formacién de un proletariado que impulsa una politica de contenido % revolucionario. La masa campesina, mientras tanto, atada a formas precapitalistas de produccion, se va empapando, lentamente, de un sentimiento hostil hacia los grupos privi- legiados y, aqui y alld, estallan rebeliones y huelgas cuyo contenido potencial no puede despreciarse. Los sectores de empleados, de profesionales, de técnicos, de pequenos comerciantes e industriales, comparan constantemente su forma de vida con la de las clases similares en los EE. UU., que tienen ocasién de observar continuamente en los cines que exhiben peliculas norteamericanas. Estos grupos inter- medios: suelen encontrarse dispuestos a participar en la cruzada de defensa de los intereses nacionales, aunque sus personeros no sean de fiar, por su propensién a venderse y evadir individualmente el triste destino de la colectividad. Los partidos politicos de estos grupos —radicales, demécra- tas, liberales en ciertos paises—, constituyen una manifes- tacién muy clara de su falta de destino y deben desaparecer en aras de una mayor definicién de los bandos. Pero, en general, las distintas gamas de lo que se puede llamar el pueblo, han ido acumulando sedimentos profundos de ren- cor y el odio al capitalista extranjero es un sentimiento arraigado en las veinte repiblicas latinoamericanas. El que prescinda de una justa apreciacién de este factor naciona- lista no podra jamas comprender el sentido de la politica continental; su estudio, en cambio, permite explicar la razon por la cual, muchas veces, gobernantes que recurrie- ron a medidas dictatoriales, obtienen, posteriormente, aplas- tantes victorias en las urnas. El Secretario de Estado Adjunto de Asuntos Interame- ricanos, sefior John Moors Cabot, en un discurso pronuncia- do en la Federacion de Clubes Femeninos de Massachusetts, el 17 de febrero de 1954, se Jamentaba de que'los paises latinoamericanos no tenian sentimientos tan extremados con respecto a los dictadores, como los que existian en su patria, y hacia referencia al hecho de que tres ex-dictadores sudamericanos habian sido elegidos democraticamente, en elecciones presididas por sus adversarios politicos, a pesar de su actitud en anteriores gobiernos. Si el sefior Vargas 78 \ sanere de Sandino, en Nicaragua: Ia de Peralte, en Hai triunfé en el Brasil, 0 el sefior Perén, en la Argentina o el sefior Ibafiez, en Chile, la razén hay que buscarla en el ferviente deseo popular de encontrar hombres enérgicos ~ capaces de oponerse a la prepotencia imperialista! En los tres casos, las Embajadas Norteamericanas recurrieron a diversos expedientes para impedir el triunfo de estos can- didatos, tefiidos de un nacionalismo vociferante. La con- clusién que podria obtenerse es la de que para los pueblos latinoamericanos, el odio a los explotadores extranjeros prima sobre toda otra consideracién circunstancial. Naturalmente que, poco a poco, estos pueblos asimilan las reiteradas experiencias de lo que puede esperarse de la accién antiimperialista de tales hombres fuertes, extrafdos del seno de los sectores intermedios vacilantes o educados en los cuerpos militares que sirven de soporte esencial al Estado burgués. Después de los diversos nerfodos de la revolucién venezolana, o.de la frustracién agrarista de México, o del inconsistente teatro peronista .o de la estéril “revolucién pacifica” ibafiista chilena, 0 del cinismo trovical de Batista, las masas evolucionan fatalmente hacia concen- ciones definidas. Llega. también, fatalmente, Ia hora de los partidos revolucionarios de raigambre nacionel disoves- tos a modificar radicalmente Jas condiciones de vida de Jas masas. a costa de una redistribucién de la-tierra y de wn adecuado aprovechamiento de las riquezas naturales. Contra Jo que suele pensarse por una especie de holgazanerfa men- tal, que caracteriza a los reporteros de la burguesfa ane hov ofician de ideélogos continentales, se esté aproximando el fin de la epidemia de tiranuelos con sable y de nersona- jes de opereta que se “sacrifican” dirigiendo los gobiernns Jatinoamericanos. En la medida misma en que ha crecido la conciencia politica de los trabaiadores, ha disminufdo ta base de sustentacién de los dictadores. Ningun episodio de la lucha ha oeurrido en vano. Ja de Carnevali, en Venezuela; la de Sati Gaiardo, en Colombia y la de tantos y tantos luchadores nor la causa Je 4a libertad de los pueblos del sur del continente, fructi- 9 ‘ca hoy en los cuadros y tifie las banderas de poderosos 1ovimientos socialistas o nacionalistas Ilamados a ejercer itoria politica y a definir esta etapa de la politica conti- ental. Algunos de estos partidos ostentan ya.una trayec- oria de sacrificios y de heroismo; otros nacen recién, yguedndose en acciones que sirven para templar a sus svenes conductores. Son organizaciones y movimientos ue responden a una necesidad histérica y brotan esponta- eamente del corazén de las multitudes; tal vez por primera ez en América Latina se observa una expresién politica utéctona y positiva. Esto permite comprender hasta qué unto los viejos partidos, esos que en algunos paises se laman “histéricos”, no eran otra cosa que elementos posti- os, construidos con los retazos ideolégicos de algunos inmi- rantes, cuyos principios y programas resultaban extrafios ata los pueblos en que se enarbolaron. Examinada a la luz de estos antecedentes, toda la poli- ica continental, en una centuria, no fue otra cosa que sim- le rivalidad entre grupos de terratenientes y de burgueses ie la ciudad, o entre fragmentos de esos grupos. En esa ctividad politica la democracia estaba excluida porque las nayorias productoras no podian interesarse en una disputa le castas privilegiadas que, a lo sumo, ‘es ofrecian la opor- unidad de recibir unos pocos pesos para emitir un sufragio ntrascendente en elecciones viciadas. De ahf la indiferen- ia de las masas por las lides democraticas, demasiado com- Jejas y demasiado distantes de sus reales intereses y de 3 posibilidad de encontrar soluciones para sus apremiantes roblemas. Para esas masas, la diferencia entre un presi- lente constitucional y un simple dictador, ha sido una mera iferencia de tonalidad o de grado; si el dictador ofrece la neranza de una politica mas firme, ya sea contra los te- ratenientes o los extranjeros, tanto mejor. Esos millones lo ciudadanos potenciales de democracias inexistentes, no e habfan sentido nunca interpretados en sus verdaderos entimientos, Los comunistas, poseedores de una técnica olitiea standarizada, no podfan, tampoco, ser canaces de lar a esos trabajadores la sensacién de que coincidian, his- 0 ' téricamente, con sus aspiraciones de independencia. En cambio esos hombres que encabezan insurgencias que na- cen del fondo mismo de la explotacién secular y que inter- pretan, muchas veces espontaneamente, las formas propias de lucha en cada regién y en cada pueblo, encuentran ecos inesperados. El problema no es sencillo ni significa lo anteriormente expuesto que propiciemos un retorno a formas primarias y_elementales de accién nolitica. Hav que saber conjugar el verdadero sentido de la insurgencia nacionalista con la renovada experiencia de las traiciones de esos Ideres in- capaces de madurar politicamente. Los partidos de raigam- bre marxista revolucionaria son los tinicos que pueden di- rigir conscientemente estas acciones conduciendo Ja lucha hasta sus tiltimas consecuencias, organizando gobiernos de contenido revolucionario e impulsando medidas aue asegu- ren el ascenso al poder de las clases auténticamente pro- gresivas. Pero,-por un perfodo indeterminado, tendrén que alliarse con los sectores nacionalistas y antiimperialistas para afianzarse en la conduccién de las masas y, eventualmente, en el gobierno. En muchas partes los elementos marxistas tendrén que actuar, avizds por aletn tiemvo, en el seno de organizaciones indefinidas ideolégicamente, por no exis- tir condiciones nasitivas para el desarrollo de partidos in- dependientes. En todo caso, lo que resulta indudable, es aue se inicia en estos paises un perfodo en ane cada accién aislada, cada huelga, cada conflicto, adauiriran extraordi- narias resonancias v tenderén a convertirse en luchas pol{-- ticas violentas. diriridas sistematicamente contra Jos gru- nos reaccionarios y las emnresas extranjeras. La etana de Jos tiranuelos a sueldo del imverialismo esté declinando, como varece haber terminado, igualmente. 61 cimulacro de mocratico deformado por el cohéecho v el fraude. Ha co- menzado, en cambio, e] periodo de la lucha a muerte nor Ta emancinacién econémica y por la conquista de un des- tino propio. as : pa . Sp sy : Caprituno V EL CENIT DEL DESTINO MANIFIESTO : Répida industrializacién de los EE. UU.—Aumento de ! : la riqueza nacional.—La guerra.de 1914 y sus efectos : 7 en la economia norteamericana. — Los monopolios y el des- i arrollo econémico latinoamericano.— Importaciones y ex- portaciones en el continente. — Imperialismo avasallador. — Garacter del intercambio, —Empobrecimiento colectivo en 4 los paises dependientes.— La oligarquia financiera yan- ; qui.—La ley Sherman y los monopolios.— Palabras de Juan José Arévalo.— Métodos de usurpacién: el cobre chi- : ieno.— La historia del petréleo, — Produccién industrial : después de la primera guerra mundial. —Raquitismo indus- ‘a trial latinoamericano. — Relaciones del sindicalismo yanqui y latinoamericano: rol de la CIOSL.—Hacia un frente comin de los trabajadores del continente. Mientras los Estados Unidos aplicaban la formula de i : Teodoro Roosevelt, que declaré que en las relaciones inter- : : nacionales debia hablarse suavemente pero no abandonar 4 un grueso garrote, la economia yanqui evolucionaba con 4 impresionante rapidez. Monroe sabia perfectamente que no estaba en condiciones de responder practicamente a un re- querimiento efectivo, con los doce millones de habitantes de ese tiempo y sus débiles formaciones navales y milita- res; pero contaba con el tiempo como su mejor aliado, fren- te a una Europa desangrada por continuas conflagraciones 4 y junto a las débiles naciones latinoamericanas atiborradas 3 de materias primas. ‘ El comercio internacional sirve de indice de la rapida in- 83 dustrializacién del pais. A mediados del siglo xxx, mas del 80 % de las exportaciones correspondian a productos agri colas, especialmente maiz, trigo y carne. Ya en a pajan al 65,9 % mientras los productos manufacturados alcanza- ban al 31,65 % del total. Y, como es ldgico, existiendo en Jos mercados europeos competidores que poseian una gran técnica de produccién y una vasta experiencia, ja produc- cién norteamericana, intensificada después del triunfo de Jos Estados industriales del norte sobre los agricolas del sur, se canaliza hacia el Canada, el Lejano Oriente y Amé- rica Latina. 7 | Corresponde este perfodo a la transformacion det anti- guo capitalismo en moderno imperialismo y a la época en que se organizan y prosperan los grandes trusts monopo- listas. “En los Estados Unidos de América dice Lenin en su obra clasica sobre el imperialismo—, el nimero de trusts era en 1900, de 185; en 1907, de 250”. La riqueza total del pais sube de siete mil millones de délares en 1850 a 361. mil millones, en 1929. Llega la dinastia de los mas diversos “eyes”: Vanderbilt, “rey de dos ferrocarriles”; Armour, “rey de las conservas”; Carnegie, “rey del acero”; Rock- efeller, “rey del petréleo”; Morgan, “rey de la banca y de las. finanzas”. Todavia el mercado interior parece capaz de absorber la produecién creciente, cuyos indices crecen con vertiginosa rapidez. Los inventos y perfeccionamientos contribuyen a mejorar y aumentar la produccion; en 1935, la industria yanqui-gasté 150 millones de dolares en labo- ratorios e institutos de investigacion. En 1944 se entrego a la investigacién cientifica orientada hacia las necesidades de a industria de guerra, la fabulosa suma de 750.000.000 ‘de dolares. Es corriente que el 2 % de los gastos de una in- dustria se destinen a investigaciones tecnolégicas y cien- tificas, : ; Naturalmente que todo esto persigue abaratar los costos y aumentar la produccién por hombre ocupado; de 1899 a 1925 la producci6n por obrero mejora en un 50 %. En estas circunstancias es facil barrer con los competidores y apo- derarse de afio en afio de nuevos y mas amplios mercades. 8 Las ganancias de los grandes monopolios se amontonan eh los depésitos bancarios, se invierten y reinvierten en nue- vas empresas, tanto horizontales como verticales, y los mé- todos que utilizan se hacen cada vez més despiadados y duros. Hay una perfecta coincidencia entre la expansién financiera y Ja conquista geografica, derivada de las nece- sidades inherentes a su desarrollo. La guerra de 1914 da un enorme impulso a la economia norteamericana y un extraordinario desarrollo a la indus- tria pesada. Los Estados Unidos se convierten en los acree- dores de todo el mundo y la riqueza de todos los continen- tes afluye a las arcas insaciables de sus grandes bancos. A ja vez, pasan, a ser los mas grandes consumidores de mate- rias primas, necesarias para_su industria fabril. En lo que respecta a América Latina, el fenémeno puede apreciarse en el curso de las dos guerras mundiales, que sefialan una ex- traordinaria demanda de productos primarios o semi ela- borados, que mantienen en marcha la maquinaria produc- tiva yanqui. Sin embargo, los monopolios norteamericanos sélo tie- nen en cuenta sus propias necesidades y consideran como subsidiarias a las materias primas del resto del continente, por lo que no se preocupan de la suerte de estos paises cuando decae la demanda. Es asi como, cuando pasa la emergencia bélica, desarrollan la propia produccién de ma- terias primas similares a las de América Latina, como ser: cobre, plomo, zinc, lana, abonos y petrdleo, las que suelen bastar para las necesidades del consumo. Si algiin producto puede obtenerse a menor precio en otras latitudes, los in- dustriales yanquis no vacilan en traerlo de all4, aun a ries- go de verse privados de él en caso de guerra, porque la ganancia prima sobre toda otra consideracién. Asi se arrui- naron las plantaciones de caucho, de cacao, de chinchona .(quinina) y de otras especies en la zona tropical del conti- nente, Ya en la segunda mitad del decenio 1920-29 se cb- serva una disminucién en el volumen de las importaciones latinoamericanas, sobre lo cual es util conocer el siguiente cuadro insertado por la CEPAL en su estudio sobre la “Ca- 85

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