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“ABC de los padres separados”’ Por EDUARDO JOSE CARDENAS —juez civil-- con la colaboracién de la asistente social RENATA SPEYER DE HILB y la participacién de las demds asistentes so- ciales integrantes del Equipo del Juzgado Nacional en lo Civil N° 9: MARTA LOPEZ MIRANDA, MARTA Loza, IRENE MONTES DE FLYNN, LETICIA QUINTANA DE BARLARO, PERLA TAGLIABUE y MariA DEL CARMEN TURULL. Los padres podran dejar de vivir juntos, pero seguirdn siendo padres para siempre Cuando los esposos se separan ya han sufrido mucho, la convivencia se ha hecho insoportable y no ven pro- babilidades de que la situacién cambie en el futuro. Uno los dos generalmente est4 mas decidido que el otro a separarse, y toma la iniciativa. Pero ambos en el fondo coinciden en que esta situacién los est4 degra- dando y empequefieciendo como personas, y esta per- judicando directa o indirectamente a los hijos, a veces en forma grave. A los esposos que se encuentran en esta circuns- tancia critica, la separacién puede abrirles caminos nuevos. Muchas veces la mala relacién de pareja blo- quea energias, capacidades y aptitudes que pueden li- berarse con la ruptura marital. Aun cuando lo que més resalta a corto plazo son mayores exigencias y dificul- tades, también aparecen viejos y nuevos proyectos que pueden ser Ilevados a cabo. En cuanto a la relacién con sus hijos, si con el rompimiento se disipa el clima de tensién, de incomu- nicacién o de abierta pelea que se vivia en la familia, los dos tienen la posibilidad de ser nuevamente mejo- res padres. Pasado el inevitable y doloroso periodo en que se busca un equilibrio nuevo, podrdn volver a en- tablar con sus hijos una relacién més estrecha, intima y afectuosa, y fijarles, al mismo tiempo, limites mds cla- ros y razonables. Pero para ésto es preciso que el padre y la madre vayan superando, al menos en la medida de lo posible, los problemas més importantes que a menudo plantea la separacién. En efecto, el rompimiento de la pareja puede estar acompafiado de dificultades y de sufrimientos: angus- tia y depresién, rencor y rabia, sentimientos de haber sido traicionado, abandonado, despojado y humillado; dificultades econémicas, a veces stibitas y catastréfi- cas, que no dejan dormir; alejamiento de parientes y hasta de amigos intimos; torturadas relaciones con quien fue la pareja. Y tantas cosas mas... Todo ello crea complicaciones que repercuten en los hijos. Problemas que hoy en dia son muy comunes y que han sido estudiados. Pero muchos padres separa- dos no tienen posibilidad de ponerse en contacto con personas que hayan experimentado y superado tales dificultades 0 con profesionales idéneos que los aseso- ren. Estas paginas han sido escritas por un juez, con la participacién del equipo de asistentes sociales que tra- baja en su Juzgado. Han atendido a muchisimas pare- jas separadas, y han hablado con sus hijos. - -eeme RNER IN6 Se han basado en la experiencia y en lecturas para llegar a estas convicciones: nadie duda de que el ideal es que los padres constituyan una pareja estable y bien avenida. Pero la separacién no tiene por qué malograr el buen crecimiento de los hijos. Esto depende muchisimo de cémo evolucione la disposicién interior y la actitud de los padres hacia los hijos y entre si después de la ruptura. Porque los padres podran dejar de vivir unidos, pero seguiran sien- do padres para siempre: he aqui el principio basico. Buenos 0 malos, carifiosos 0 frios, protectores o in- diferentes, el padre y la madre ser4n los tinicos que el hijo tenga. Sus comportamientos tendrdn una estrecha relacién con el futuro del hijo. Esos comportamientos han sido sintetizados aqui en tres puntos: el A-B-C de los padres separados. E] orden elegido es arbitrario, ya que todos tienen la misma importancia. Después de la separacién, es La letra | | fundamental que los padres logren una minima relacién de A didlogo y colaboracién, centra- da en el hijo. Las miiltiples alternativas después de la separacion La unién entre los padres da a los hijos seguridad y confianza. Por eso muchas veces rechazan la ruptura y les causa un hondo y prolongado sufrimiento. Casi siempre guardan alguna esperanza de reconciliacién. A veces se sienten, sin motivo, culpables del rompi- miento. En ocasiones buscan restablecer artificialmen- te la unidad. Algunos chicos, por ejemplo, se obstinan en ver al padre tinicamente en casa de la madre, por- que alimentan asi la fantasia de que atin permanecen juntos. Otros, los hacen pelear porque de ese modo pueden verlos relacionados, aunque sea por una dispu- ta. La vida de los hijos contintia después de la separa- cién, y su crecimiento arménico depende de multiples decisiones y actos de los padres. Decisiones y actos que deben ser motivo de didlogo y de acuerdo. Los hijos slo pueden crecer arménicamente e ir aceptando, con el tiempo, la separacién de sus padres, si éstos mantienen una minima relacién de didlogo y colaboracién centrada en ellos. Cada vez mas, los padres que se separan hacen un esfuerzo real por cooperar amistosamente en Ja crianza y educacién de sus hijos, y lo logran. Para esto es necesario que se cumplan dos requisi- tos: El primero es que los padres, dentro de lo posible, Heven la separacion fisica al 4ambito de sus emociones. Y, sobre todo, que su conducta en todos los terrenos sea coherente con esa separaci6n. Que aprendan a res- petar la privacidad del otro y a no usar a los hijos en un afén de permanecer de algtin modo juntos. Erréneamente, algunos padres intentan seguir go- bernando las finanzas de la casa en la que ya no viven, y —basdndose en la supuesta incapacidad de la magre— entregan el dinero con cuentagotas. De esta manera seguramente mantendrén una dependencia mutua. Esa misma dependencia es la que algunas madres, a su vez, buscan cuando aparentan no tener autoridad para controlar a sus hijos y requieren una y otra vez la intervencién directa del padre, que entonces se hace presente en el antiguo hogar conyugal. En otros casos, la visita del padre a los hijos cuan- do se desarrolla dentro de la casa en que ahora viven tinicamente con la madre, también fomenta en ellos fantasias de unién... de que nada ha cambiado. Estos y muchos otros son recursos utilizados fre- cuentemente por aquellos esposos que temen la separa- cién y pretenden mantener el antiguo vinculo con el otro, aunque produzca confusién. En estas condi- ciones, a los hijos se les hace mAs dificil comprender y aceptar la separacién de sus padres, porque la conducta de éstos les permite mantener esperanzas infundadas. El segundo requisito que deben cumplir los padres separados para proteger a sus hijos es mantener un didlogo, aunque sea minimo, centrado en ellos. A ve- ces, es este requisito el que mas cuesta lograr: los padres se agreden, desconfian uno del otro, se descali- fican mutuamente y pueden llegar hasta la extorsi6n. La separacién provoca a menudo un reparto de “papeles’’: uno resulta el victimario y el otro la victi- ma. Para esta ultima, vengarse y despojar al otro de di- nero, de bienes, de amigos y hasta del carifio de sus hi- jos, aparece como licito. Ademas, una vez divididos los bienes —si los hay— el tinico bien que puede motivar la pelea son... jlos hijos! Y todo lo que se refiere a ellos (los alimen- tos, el régimen de visitas, etc.) aumenta la discordia. Lo mas grave es que cada padre descubre que los hijos son instrumentos eficacisimos para torturar y castigar al otro. La experiencia indica que los medios mas bajos son usados. A veces se convierte a los chicos en mensajeros conscientes 0 inconscientes de mensa- jes, verbales o no. Cualquier recurso es valido: desde la vestimenta con que la madre los envia a ver al padre, hasta el interrogatorio a que éste somete a los hijos sobre las relaciones afectivas o sexuales de la madre. Los ejemplos son infinitos. Este tipo de relacién entre los padres separados afecta muchisimo a los hijos. Genera en ellos sensa- ciones de desamparo y angustia que les dificulta crecer bien. Esta postura de los padres separados es frecuente, pero puede ser evitada. Sorprende comprobar que no existe necesariamente continuidad en el comporta- miento de los padres entre si antes y después de la rup- tura. La gente cambia, y la separacién suele ser un mo- mento de transformaciones profundas. Algunas pare- jas no pueden salir de la trampa en que estén metidas, que les impide todo didlogo auténtico. Otras, en cam- bio, pueden comunicarse y actuar de comtin acuerdo en todo lo referente a sus hijos. A menudo tanto el padre como la madre arrastran sentimientos muy normales en la crisis de separacién que estan viviendo, de los cuales ni siquiera son cons- cientes, y que son muy dificiles de cambiar: el deseo de vengarse o de repeler la agresién, por ejemplo. Sin embargo, los padres, con el buen consejo de un familiar o de un amigo experimentado que esté dis- puesto a escucharlos, o con la orientacién y el apoyo de un profesional, pueden llegar a aclarar sus propios sen- timientos, a comprender la situacién por la que estén atravesando, a prever las conductas nocivas que pro- bablemente adoptardn involucrando a sus hijos, y a sustituirlas por otras mds sanas. Y —si en un momento dado todavia no pueden co- municarse directamente— pueden hacerlo por inter- mediarios (parientes, amigos, abogados, etc.). Asi evi- tardn que los hijos cumplan esa funcién, tan nociva pa- ra ellos. Con el tiempo, si tienen la voluntad firme y per- manente de no perjudicar a los chicos y buscan la ayu- da necesaria, encontrarén medios sencillos para ha- cerles la vida mas llevadera. Los acuerdos bdsicos El primero de los acuerdos ser4 la forma en que pre- sentan a los hijos la separacién: cuando les hablardn, quién y cémo. Para hacerlo, quizd necesiten un consejo de alguien mds experimentado. Es conveniente también que convengan en cémo informar sobre la separacién en los colegios de sus hijos. Y el modo de ayudarlos a co- mentar ellos mismos la noticia a los amigos y demas per- sonas con quienes se relacionan habitualmente. El acuerdo fundamental gira en torno de la tenen- cia de los hijos. En nuestro medio lo comin es que vi- van con la madre y —sobre todo cuando se trata de ni- fios de corta edad— por lo general también es lo mds adecuado. Cuando van creciendo, otros factores entran en juego y la decisién se hace mas compleja. De todos modos, siempre la eleccién debe ser pensada, discutida y convenida expresamente por los padres. El progenitor que tenga la tenencia de los hijos asumird la responsabilidad de la organizaci6n de la vi- da en el hogar en sus multiples aspectos. Asi, correra por su cuenta la administracién del dinero y la elabora- cién de un presupuesto, para mantener el delicado equilibrio econémico de la familia. El otro padre —so- bre todo si los nifios han quedado con la madre— tiene la responsabilidad moral y legal de pagar la cuota ali- mentaria. En otro orden de cosas, el progenitor que tenga la tenencia aprenderé a ser competente —si todavia no lo es— en el ejercicio de la autoridad, ya que sus hijos ne- cesitan limites claros. El padre que no convive tendra la dificil mision de no contradecir delante de sus hijos las decisiones del otro, por més que las considere equivocadas. Por supuesto que si la cuestion reviste importancia, podra discutir luego las medidas con quién las toms. ; Es fundamental también que el progenitor que tiene la tenencia sea capaz de permitir y alentar que sus hijos tengan un buen contacto con el padre que no convive con ellos. Todas las circunstancias aqui sefialadas, més muchas otras, serén valoradas por los padres cuando se dispongan a elegir cual de ellos tendré la tenencia, 0 a pensar sobre un cambio de la misma. . El régimen de visitas es quizds el acuerdo mis difi- cil de lograr, pero es esencial. Y los hijos mismos debe- rian estar en condiciones de expresarse con libertad sobre este punto. De lo contrario, muchos chicos sufren a veces durante afios, en silencio, regimenes de visitas angustiantes, ante el temor de volver a provocar oleadas de ira entre los padres. Con todo, si bien a los hijos se los debe escuchar, las decisiones quedan en. manos de los adultos. Otro acuerdo importantisimo es el referido a los alimentos. Es comtin que el nivel de vida de la familia baje después de la separacion. Esto hasta cierto punto es inevitable. Pero si los padres pueden celebrar acuer- dos de buena fe, al menos evitardn que sus hijos sufran la angustia de la inseguridad econémica. Se ha visto, por ejemplo, a nifios pequefios que temen no tener co- mida para el dia siguiente. Otros preguntan a su madre si podran seguir yendo a la escuela donde estén sus amigos, o si también los perderdn. Sobre este punto, no debe olvidarse que los gastos que generen los hijos deben ser soportados tanto por el padre como por la madre, en proporcién a la fortuna, capacidad laboral y demés circunstancias de la vida de cada uno de ellos. Si la comunicacién es fluida, el régimen de visitas y los alimentos no permanecerdn rigidos. Los dias y horarios de la visita se iran adaptando a medida que cambien las necesidades de los hijos y las posibilidades del padre. Y la cuota alimentaria aumentard con la edad de los chicos, si es factible, o disminuir si los ingre- sos del padre se reducen. Los acuerdos de buena fe sobre estos puntos crean en la familia un clima de estabilidad y una flexibilidad que permite acompafiar el crecimiento de los hijos y los cambios en la vida de los padres. Si es posible, las zonas de didlogo sobre los hijos no han de limitarse al régimen de visitas y a los alimen- tos, sino que se extendern a los colegios, los deportes, los amigos, etc. Sobre todo, es importante que los padres se comuniquen mutuamente los cambios que observan en sus hijos. No siempre los dos perciben lo mismo, ya que muchas veces los hijos muestran aspec- tos distintos a cada uno. Un acuerdo sobre cémo enfrentar esos cambios les ahorraré dolorosisimas sorpresas y stibitos distanciamientos de los hijos, en es- pecial, cuando Ileguen a la adolescencia. Frecuentemente, los hijos de padres separados es- tan muy unidos entre si. Este espiritu de ayuda y pro- teccién mutua‘entre los hermanos es muy importante para la evolucién de cada uno de ellos y para la familia como un todo. Pero los cambios que trae toda separa- cién hacen surgir también conflictos por una nueva distribucién de las funciones y de la autoridad, y se producen situaciones de celos y enfrentamientos. Los padres tienen que estar atentos: estos problemas, dentro de lo posible, han de ser hablados por los padres entre si y con sus hijos, para que no se pierda el impulso positivo que se menciond. En resumen: de la calidad del didlogo y de los acuerdos que se logren dependeré la calidad de la vida de los hijos y de cada uno de los padres. La letra Después de la separacién es im- B portante que el padre esté muy presente en la vida de sus hijos. Los hijos necesitan del padre. Qué pasa si esta ausente? Es comtin que se piense que los hijos precisan de la madre. Pero a veces se olvida que la figura del padre es igualmente importante. La separacién —después de una dificil etapa en que se busca un nuevo equilibrio— puede ayudar a su- perar los graves sufrimientos y desgastantes tensiones que se vivian en la casa. Esto facilita que el padre —quien por lo comin es el que no habita con sus hijos después del rompimiento— pueda conectarse mejor con ellos. Sin embargo, lamentablemente, en nuestro medio cultural existe la creencia de que si el hombre se aleja de su esposa, es inevitable que haga lo mismo con sus hijos. Por eso a los hijos de padres separados a menudo les falta la presencia paterna, y un gran porcentaje pierde todo contacto con el padre. Un padre cuya figura resulta borrosa para el hijo, retrasa su evolucién, lo lleva a imaginar al padre ya co- mo un “héroe”’, ya como un “‘villano”’, y le impide ad- quirir una adecuada confianza en si mismo y una buena integracién de su identidad. Esto tiene graves repercusiones que se podran poner de manifiesto cuan- do el hijo atraviese los inevitables momentos dificiles que la vida presenta, en especial durante la adolescen- cia. . El padre es sustituido a veces en su funcién por un abuelo, un tio, o la nueva pareja de la madre. Pero si- gue siendo el padre. Aun aquel que se ha ido del hogar cuando el hijo tenia solamente dias o meses de vida, y no lo ha vuelto a ver nunca més, tendrd un peso muy especial en la evolucién del hijo. Es mas: le dejard el modelo de un padre ausente y le dificultard llegar a ser, en su momento, un buen padre, El régimen de visitas: satisfacciones y riesgos El régimen de visitas requiere dedicacién y pacien- cia, pero vale la pena tenerlas porque es el nucleo de la comunicacién entre padres separados ¢ hijos. Puede ser una fuente insustituible de satisfacciones. Muchos chicos comentan con entusiasmo las interesantes acti- vidades y conversaciones que mantienen con su padre los dias de visita. Y para muchos padres, que antes de la separacin eran indiferentes hacia sus hijos, esos en- cuentros constituyen el mejor momento de la semana. Con todo, el régimen de visitas es una experiencia dificil y nueva dentro del marco de la vida familiar. Se acostumbra “‘visitar” a los abuelos, a los tfos, a un ami- go, pero no al padre, ni el padre al hijo. Hasta cierta edad, muchas veces hace falta fijar dias y horas para que los hijos estén con el padre, ya que de otro modo se hace imposible organizar la vida en el hogar. Depen- de de los padres, del didlogo que exista entre ellos y de la comunicacién que mantengan con el hijo, la mayor o menor amplitud y elasticidad del régimen que logren establecer. Si no Ilegan a un acuerdo, otros deben ha- cerlo por ellos: los parientes, abogados, amigos o el juez. Muchos padres rehyen ver a sus hijos porque esos momentos estan acompafiados de dolor y frustra- ciones: les cuesta acercarse a la casa donde han vivido y donde ahora tienen que ir a buscar a sus hijos; el en- cuentro con la ex mujer (y a veces con los ex suegros) puede dar lugar a una situacién de tirantez, provocan- do también discusiones y enfrentamientos, y hasta la misma presencia de los hijos revive situaciones y re- cuerdos penosos. Sus dificultades son comprensibles, pero por el bien de sus hijos tratarén de superarlas y enfrentaran las situaciones de conflicto. Para ello, si es necesario, podrén buscar ayuda en quienes hayan hecho la experiencia con éxito, o en el consejo de un profesional. Otros padres, que no renuncian al contacto con sus hijos, tienen sin embargo la dificultad de retirarlos de la casa en que viven junto a la madre, y prefieren permanecer alli durante las horas de visita. Esta acti- tud demora una sana aceptacién de la ruptura por par- te tanto de los padres como de los hijos, y alimenta en todos fantasias de reconciliacién que no estan de acuer- do con la realidad que la familia est4 viviendo. A veces al padre también le resulta dificil organi- zar “programas” adecuados para sus hijos. En oca- siones atribuye el problema a la falta de dinero. Pero casi siempre se origina en la falta de practica y de una imaginacién entrenada en ese sentido. Con el tiempo, aprender4 a programar el dia conjuntamente con sus hijos. Y otros padres experimentados —o tal vez un rofesional— podr4n orientarlo. . P Otro riesgo es que a pesar de sus buenas inten- ciones, el padre —por la situacién que atraviesa— se convierta en: . — el deprimido, que deprime a sus hijos; . — el que se siente abandonado ¢ implora tacitamente que sus hijos lo protejan; — el furioso, que habla mal de la madre cada vez que se presenta la ocasién; . ; — el inquisidor, que pregunta a sus hijos sobre la vida de la madre; . — el que malcria —o “padre de fin de semana””—, que no pone limites a sus hijos y les satisface cualquier capricho; , ; — el que se siente culpable de la separacién y pide a sus hijos el perdén por un abandono que ellos no le pueden dar; ; — el de la conducta regresiva y adolescente, que prue- ba una mujer distinta cada tantas semanas € involu- cra a sus hijos en la relaci6n... Asi como la mujer separada asume en el hogar ciertas tareas que habian estado previamente a cargo del padre, a éste se le abre después de la ruptura, un campo nuevo en la relacién con sus hijos. Su comuni- cacién con ellos, habitualmente dirigida a las activida- des exteriores (estudios, deportes, etc.), se hard mds in- tima, hasta llegar a compartir sentimientos, afectos y emociones. El padre aprenderd a cambiar los pafiales del bebé; hablar4 a solas con su hija; tendrd con el ado- lescente un didlogo especial y privado; estard con todos sus hijos juntos y, cada tanto, con cada uno por separa- do; tomard contacto con el colegio y los estudios de los hijos y, de serle posible, los levard a dormir a su casa y pasardn con él un fin de semana entero. John Huston, el famoso director de cine norteame- ricano, con casi cien filmes y una vida lena de intensas amistades y sensaciones, escribié sus memorias cerca ya de los ochenta afios y las terminé asi: “Qué haria y qué no haria si volviera a empezar de nuevo? ‘Pasaria més tiempo con mis hijos!”’. ¢Qué significan los “alimentos” para el hijo? Tan importante como el tiempo que el padre sepa- rado pasa con sus hijos, es el dinero con que ayuda a mantenerlos. Ya se ha hablado del valor que tiene este aporte econémico para conservar en lo posible el nivel de vida después de la ruptura. Al padre, que generalmente no convive con sus hi- jos, le cuesta asumir plenamente esta responsabilidad. La separacié6n aumenta mucho sus propios gastos (vi- vienda, alimentos, etc.). Ademés, como no estd presen- te en el hogar, no nota tanto las privaciones por las que estén atravesando sus hijos. Por este motivo, al cual se afiade en ocasiones el deseo de castigar a su ex pareja, el padre no pone todo el esfuerzo para mejorar la si- tuacién, como lo haria si viviera junto con sus hijos. El aporte econémico es muy importante para que la madre pueda cumplir bien su funcion. En otro lugar se hablard de este aspecto. Pero lo que interesa recalcar aqui, porque es mds importante todavia, es que este factor tiene profundas y directas implicancias psicolé- gicas en el crecimiento del hijo. Este debe sentir que el padre lo quiere, y ello se evidencia tanto en el tiempo que pasa con el hijo (régimen de visitas) como en el compromiso de asegurar su existencia fisica y su de- sarrollo y educacién (alimentos). Si las dos cosas faltan, el hijo se siente abandona- do. Pero aun aquel hijo que habitualmente ve al padre, se resiente psicolégicamente si éste no ayuda a mante- nerlo. Por eso, también el padre que atraviesa un mo- mento critico en el drea laboral, debe colaborar todo lo que pueda, aun si la madre estd en buena posicién 0 tiene un trabajo mejor remunerado. La madre, por su parte, debe hacer saber siempre a sus hijos el aporte del padre y el esfuerzo que significa para él. Nunca de- be renunciar, ni expresa ni tacitamente, al cobro de los alimentos. En caso de que quisiera hacerlo, el padre no debe aceptar esa renuncia. Estaria perjudicando a sus hijos en un aspecto importante. Resumiendo: el modelo de un padre que, a pesar del esfuerzo que implica, cumple con el régimen de visitas y el pago de los alimentos, servird a los hijos co- mo modelo, a pesar de la separaci6n, para construir en el futuro su propia familia sobre una base de amor y responsabilidad. Después de la separacién, es importante que la madre acepte el desafio que se le plantea y en- cuentre un nuevo punto de equilibrio. La letra C La relacion entre la madre y sus hijos: ¢qué riesgos afronta ahora? La ruptura trae problemas especiales, que exigen de la madre una mayor lucidez y espiritu de lucha para cumplir dos tareas importantes. Una, ir creando paula- tinamente un clima propicio de comprensién, amor distension donde los hijos puedan crecer con ‘confian, ads eras no interferir en el contacto entre los hijos y el Comencemos por la primera. Cuando los padres se separan, los hijos necesitan més que nunca una madre fuerte, que disipe en todo lo posible la angustia la inseguridad y la tristeza. , Pero la madre en la realidad muchas veces no puede responder a tanta exigencia. Es comtin que se deprima, ya que toda separacién implica una profunda pérdida. A esta herida en la autoestima puede sumarse una sensacién de soledad, de desubicacién social y de desemparo econémico. Su tristeza afectard la relacién con sus hijos. Puede ocurrir que uno o mas de ellos se transforme entonces en el protector de la madre. Si ella se siente abandonada y sola, alguno de los hijos querr4 ocupar el lugar del padre ausente; dormir con ella, la suplird en la conduccién de las tareas hoga- refias y en la educacién de sus hermanos, la aconsejara en las decisiones a tomar. © quizé la madre vuelva a ser hija antes que madre, y se refugie y delegue sus funciones en sus propios padres. A veces, esta soledad puede transformarla en una madre sobreprotectora, en especial si tiene un solo hi- jo. Se llena de miedos exagerados, los racionaliza y ar- ma sobre ellos la vida del hogar. El chico se malcria, se transforma en un pequefio déspota y es incapaz de al- canzar una progresiva independencia. En otras palabras, la madre puede convertirse en la hermana, la hija, la novia o la socia de sus hijos. Si esta situacién se hace crénica, inhibira la evolucién normal de ellos, porque llevardn una carga despropor- cionada a su capacidad. Cuando la madre advierte alguna de estas distor- siones, seguramente sabré recurrir al consejo 0 apoyo profesional. Si el padre de sus hijos en ese momento cumple plenamente con sus propias obligaciones, contribuird también a que ellos atraviesen la situacién con menores riesgos. Por ultimo, para ayudar a la madre, es a veces de- cisiva la actitud de los abuelos maternos. En vez de in- tentar tenerla nuevamente como hija y suplirla en su funcién de madre, la apoyardn para que pueda desem- pefiarla adecuadamente. Es asimismo importante el papel que en estos casos juegan los otros parientes y las amistades. Nuevamente el régimen de visitas: la madre no debe ser un obstaculo entre los hijos y el padre La separacién puede dejar tanto en la madre como en el padre un odio y un resentimiento muy acen- tuados —tal vez la otra cara de lo que fue un amor—. O un deseo de venganza por la infidelidad sufrida. O un sentimiento de haber sido traicionado en la confianza y despojado del afecto. Estos estados de animo a veces son una reaccioén légica ante una situacién real, y en ocasiones son el re- sultado de una fantasia. En el caso de que sea la madre quien los sufre, de- be tener presente que este padre es el tinico que sus hi- jos tienen; que su presencia les es tan necesaria como la de ella, y que en gran parte estd en sus manos permi- tir la comunicacién entre sus hijos y el padre. Esto implica un gesto de gran generosidad de la madre, que muchas veces no puede hacer en un primer momento, ya que supone todo un proceso de supera- cién. Es comtin ver a hijos que odian o desprecian a su padre, como reflejo de la actitud de la madre. No logran acercarse a él. Otros sienten que al relacionarse con el padre, traicionan a la madre. Perciben que ésta en el fondo no les esté dando permiso para fortificar ese vinculo y permanecen aliados a ella. Los sentimientos que sufre la madre son normales pero sus efectos son nocivos para sus hijos. Ante todo, debe estar alerta a las palabras y ala conducta de vodos los dias: tratard en lo posible de ir eliminando c me nosprecio y el resentimiento para no desfigurar a ; ie gen del padre. Poco a poco, procurara reencontra! s cualidades que alguna vez aprecié en ély se las comu nicar4 a sus hijos. Asi, algunas madres han podido Te- cordar los momentos en que la pareja fue feliz, en que desearon tener esos hijos y se alegraron con sus naci- mest te esfuerza, la madre podrd dar a sus hijos la imagen del padre real que tienen, con sus stanaiet F sus defectos. A la vez, iré descubriendo los matices ‘ . su propia historia personal y la parte de dic secre lidad que le cupo en la ruptura. Este hallazgo le se: para conocerse y madurar como persona. Epilogo| | Perdonarse y perdonar Ahora, volvamos al’ principio. Alli se dijo: “La unién entre los padres da a los hijos seguridad y con- fianza’’. En la pareja malavenida esta unidad se rompe. Cada uno se encierra sobre si mismo y deja de ver al otro. He aqui la dificultad mayor para poder guiar al hijo en su desarrollo. Digaémoslo de una vez: los padres separados pueden construir otro tipo de unidad que sirva a sus hijos. Esto no implica una reanudacién de Ja vida en comin, sino la busqueda de una separacién sana. La lograrén si son capaces de perdonarse cada uno a si mismo y perdonarse mutuamente. Ser4 dificil, pero con el tiempo podrén hacerlo. Es la unica garantia de que la experiencia vivida, tan dolorosa, les permita un enriquecimiento personal. Y de que sus hijos presen- cien un buen modelo, a pesar del sufrimiento. .. Y postepilogo Si alguno de los miembros de la pareja separada forma una nueva unién, todo lo tan dificilmente logra- do se tambalea. Cuando la situacién se oficializa, la estructura de la familia separada se modifica y se hace mas compleja, sobre todo si el tercero 0 la tercera tiene ya hijos, 0 és- tos nacen de la nueva unién. Esta mayor complejidad puede traer consigo un enriquecimiento vital, tanto para los grandes como pa- ra los chicos. Pero para que esto sea posible, hay que realizar una tarea de adaptacién que exige por parte de todos mucho respeto, prudencia y auténtico afecto. A tal punto es asi, que hoy en dia se recomienda obtener un asesoramiento psicolégico preventivo para todo el grupo familiar, antes de que se contraigan nuevas nup- cias. Habr4 que recurrir entonces a toda la madurez de que se es capaz para solucionar las dificultades que afectaran de nuevo todo lo logrado, y que hemos ex- puesto en este “ABC”: la comunicacién entre los padres, entre cada uno de ellos y sus hijos, el régimen de visitas y el de alimentos. . —¢A qué puede aspirarse, aunque parezca utopl- co? —A que la parte que se siente afectada por la nueva unién pueda controlar en cierta forma sus impulsos, cuidando la propia imagen delante de sus hijos y respe- tando al mismo tiempo la que ellos tienen del otro padre. —A que los afectos de los hijos sean respetados. La nueva unién no debe perturbar el vinculo que tienen con el otro progenitor. Debe permitirseles seguir su propio ritmo en el acercamiento a la nueva pareja: ni seducciones ni imposiciones. Tampoco debe impedir- se, destruir ni obstaculizar tal acercamiento. —A que los hijos, que sin duda han percibido la apari- cién del tercero, puedan hablar sobre esta situacién tanto con un padre como con el otro, y no queden entrampados por una doble lealtad: no deben traicionar a uno, pero tampoco deben ocultar los hechos al otro. —A que en medio del recrudecimiento del dolor y de los celos, persista entre los padres un minimo didlogo centrado en los hijos. Esta comunicacién permitird llegar a nuevos acuerdos muy dificiles: cémo y cuando los hijos se re- lacionaraén con el tercero que ha aparecido; cémo se modificara el régimen de visitas para adaptarlo a las nuevas circunstancias; cémo se desligardn las rela- ciones econémicas entre los padres separados de las nuevas cuestiones afectivas en juego, con las que inevi- tablemente se mezclan. Muchas veces una consulta profesional sera til frente a la complejidad de los problemas por resolver. Y ahora es recomendable —a modo de despedida— releer todo desde la letra ‘‘A’’... 0, al menos, el epilo- go.

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