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FEBRERO DE 2007
Ensayo sobre el dolor humano
ISBN 970-32-4260-X
Para Carla
Templanza de mi espíritu
ÍNDICE
Introducción 9
Introducción 113
3.1. Antigüedad 120
3.2. Edad Media 134
3.3. Renacimiento 139
3.4. Modernidad 152
3.4.1. Racionalidad crítica 164
CAPÍTULO 4: Una visita a la epidemiología del dolor 183
Introducción 183
4.1. El dolor en números 192
4.2. Dolores ónticos 210
4.2.1. El duelo: morirse de tristeza 239
4.2.2. Amantes en duelo 246
4.2.3. Padres en duelo 249
Bibliografía 315
Introducción
René Leriche
Nietzsche
10
Entre los principales tránsitos que estas mediacio-
nes e interpelaciones han logrado activar para construir
un lenguaje para el dolor humano, menciono las si-
guientes:
11
lacionadas con la neurofisiología, la bioquímica, la
bioingeniería genética y la bioética, entre otras.
6 De una episteme centrada en las leyes, las medi-
das, los pesos y las divisiones del cuerpo, el trata-
miento del dolor ha requerido de una mirada
unitaria, constructiva y permisiva de lo posible a
través del modo subjetivo que facilita el aprecio de
la existencia en lo intangible.
6 De los controles sobre el saber a la sociedad del
conocimiento o de la verticalidad del ejercicio del
poder a las formas horizontales de hacer valer las
propias pasiones, el dolor se inflinge o se auto in-
flinge desde y para los fines que persigue el ejerci-
cio del poder: causar efectos.
6 Del uso de recursos naturales a la sofisticación tec-
nológica nada se ha perdido para siempre. Lo mis-
mo cura o alivia el dolor la moxa japonesa, el
árnica, la piedra de cuarzo o el rezo que consagra,
que el samerio 153, la disección de un nervio o la
química del opio administrada por un hueso, un
músculo o cualquier orificio que al cuerpo pueda
penetrarse.
6 De la farmacia alquimista para combatir el dolor a la
farmacia militar para producir el dolor o de la pasión
que exacerba los sentidos para la fiesta del cuerpo
o de la sensibilidad creadora, todo tránsito del dolor
sabe a humanidad y en ella se contiene el punto de
partida y de destino.
6 De una clasificación parcial y menuda promovida
por la práctica médica hegemónica, el dolor huma-
12
no puede alzar su talla para entenderse y formar
parte de múltiples registros y discursos
6 humanos relacionados con la pena que se compar-
te cuando se viven circunstancias lacerantes o in-
dignas a la condición humana: migración, pobreza,
persecución, injusticia, abandono, discapacidad,
discriminación o cualquiera otra forma de violencia.
13
alguna vez: me consuelo a escondidas y tengo mi infi-
nito. ¿Quién como Pessoa, que al hablar con su dolor
puede consolarse y tener para sí un infinito?
Finalmente, es propósito de este libro reunir algu-
nos inventarios que conservan las preguntas abiertas y
las respuestas contingentes que los seres humanos
nos hemos planteado en la flecha del tiempo y que han
permitido, sin duda, el mayor florecimiento de sentidos
vitales para enriquecer la cultura humana.
14
CAPÍTULO 1
A. Pizarnik
15
sensación provienen del latín sensatus y significan
experiencia dotada de sentido y de juicio. De la misma
raíz etimológica proviene la palabra sensato1, que
alude a la conducta mediada por la razón una vez que
se tiene claridad sobre un asunto y sus consecuencias.
Desde una perspectiva psicosocial, dolor es sentir,
es dar y es darse cuenta de que algo de la vida en el
cuerpo de un ser humano se está experimentando, se
deja oír; late, se estira, se rompe, se mira o se palpa.
Es reconocer que se tiene la necesidad por detenerse
para pensar sobre lo que ese sentir, ese dolor motiva.
El dolor es un sentir primordial que vuelve la mirada
primitiva sobre el cuerpo y sobre lo que cada ser es
con su cuerpo; es elemento crucial en el drama de la
existencia, suceso que constriñe, acontecimiento que
examina la conciencia y la hace grito; es aguijón que
activa el pensamiento, la palabra y la acción de pade-
cer.
En una perspectiva socio antropológica, la cultura
constituye el asidero filosófico de nuestras creencias y
de nuestra forma de decidir y actuar en consecuencia.
Representa el conjunto de todos los saberes y
prácticas sobre el mundo físico y social que permite a
los grupos humanos desplegar y reproducir
costumbres, creencias, tradiciones, valores y todo
aquello que da cuenta del imaginario social y del
1
Asimismo: sensible, sensual, sentido, seso, sentencia, senti-
mental, consentir y presentir, en Gómez de Silva, Guido. Breve
diccionario etimológico de la lengua española, FCE/COLMEX,
México, 1998.
16
comportamiento que se liga a razones de
sobrevivencia. Es unidad y conjunto que en esencia
alude a la noción griega de ethos (costumbre, morada,
refugio del hombre)2.
Quien haya leído El laberinto de la soledad, publi-
cado por primera vez en 1950, podrá recordar las opi-
niones valiosas que hizo Octavio Paz acerca del
significado y alcance humanizante de la cultura, al se-
ñalar que el origen de la cultura tiene lugar cuando los
individuos somos capaces de anteponer lo social a lo
natural, cuando podemos decir no a los impulsos y las
pasiones, cuando el hombre puede reconocerse como
un ser intencionado que produce y reproduce motivos y
razones para no estar solo en el mundo, cuando se
reconoce en el otro y cuando es capaz de educar y
educarse.
En efecto, la cultura provee de identidad para que
cada uno de nosotros se encuentre en los otros como
en sí mismo. Cicerón ya lo había referido 21 siglos
atrás cuando decía: nada es tan igual, tan semejante a
otra cosa, como cada uno de nosotros a los demás; y,
a 21 siglos de distancia, dice Morin (2001): “todo de-
sarrollo verdaderamente humano significa desarrollo
conjunto de las autonomías individuales, de las partici-
paciones comunitarias y del sentido de pertenencia con
la especie humana” (p.53).
2
Es decir, la cultura en un amplio sentido, puede compren-
derse como modelo y orden del mundo construido y habitado
por el hombre y, en sentido restringido nos referimos a cultura
cuando destacamos el modo de vida particular de una sociedad
o de un grupo determinado.
17
Ciertamente, las concepciones logradas por la cul-
tura representan modelos resistentes y atractivos
(memes3) ante la vulnerabilidad, el miedo, la angustia o
cualquier emoción adversa o condición amenazante
porque han sido dotados de capacidad potencialmente
resolutiva para asegurar la existencia de las personas.
De tal modo que el hombre-naturaleza pervive en el
hombre-simbólico que crea y recrea poderes alter-
nativos que cifra en las prácticas culturales para tratar
de subsanar y superar su carácter finito y mortal.
En general, el dolor tiene connotaciones culturales
negativas, se le asocia moralmente como castigo deri-
vado de la conducta no recta o se valora como dato de
anormalidad o enfermedad, que tampoco escapa de la
estimación moral. Por otro lado, el no dolor se asocia a
la vida saludable y al orden correcto. En el fondo, es
indistinto, pues cualquier apreciación forma parte de
sistemas complejos de ideas y prácticas establecidas
con gran firmeza en los núcleos sociales, y, en tanto
formulaciones culturales, se rigen por códigos, organi-
zaciones e instituciones mucho más perdurables que
los individuos que las instituyen.
La que sí podemos considerar una apreciación ge-
neralizable, es la referida al cuidado de los seres
3
Según Dawkins, nuestra naturaleza biológica se constituye a
partir de la información genética articulada en genes, y nuestra
cultura se constituye por la información acumulada en nuestra
memoria y captada generalmente por imitación (mímesis), por
enseñanza o por asimilación que se articula en memes que
podemos entender como unidades mínimas de transmisión de
herencia cultural o replicador cultural.
www.galeon.com/filoesp/artics/hmem.htm
18
humanos entre sí; aún más, la colaboración y el cuida-
do entre semejantes se considera el fundamento de la
condición humana (matriz cultural) y crea, como sugie-
re Max Weber, el verdadero marco espiritual de la civi-
lización. Los seres humanos tenemos que cuidarnos
entre sí para afrontar la adversidad que puede repre-
sentar la experiencia del dolor, sobre todo, cuando en
ésta coinciden y coexisten sin fronteras el síntoma físi-
co y la manifestación emocional.
Desde una perspectiva socio antropológica y psico-
biológica, el dolor es una sensación o una cualidad que
tiene momentos de aparición en la mecánica del cuer-
po pero que se aprecia siempre en el campo de la inte-
ligencia como una capacidad racional, es decir, como
un juicio, como una valoración. La capacidad de sentir
responde en principio a nuestro sustrato neurofisiológi-
co y a la puesta en juego de creencias, tradiciones y
normas sociales, así como a las características indivi-
duales de la historia personal, el conocimiento que se
tiene sobre el motivo del sentir y el momento histórico
que se vive. Son estas condiciones las que determinan
que la experiencia del dolor no admita fácilmente ser
contradecida, que cada experiencia dolorosa cuente
con un registro temporal y un conjunto de registros
personales-sensoriales acerca de un juicio, una forma,
un color, una mancha, un recuerdo.
Es claro que el dolor es como la presencia contun-
dente de lo que el cuerpo es en tanto solamente pre-
sencia tangible del ser humano; pero sabemos que el
cuerpo también es encierro y a la vez morada. Presen-
19
cia compleja y misteriosa cuando lo subjetivo impide
cualquier posibilidad de reducción del sentir a la cosa;
cuando el no lugar del ser, es el único sitio desde don-
de se puede mediar la incertidumbre. Y, como sea que
la sensación se haga presente o se cultive, la única
forma de comprenderle es a partir de la individualidad
construida y asumida por y en la vida social de cada
persona, por la manera como cada uno de nosotros
habita el mundo.
Lo que cada persona tiene de sensato -juicioso,
razonable- tanto por lo que, su naturaleza biológica
registra en y a través de sus sentidos, por cuanto su
naturaleza sensible -inteligente y social- le permite o le
ayuda a comprender y a significar su cultura, se cons-
truye con el carácter moral-individual que le confiere a
sus relaciones humanas y a los acontecimientos de su
vida. Por ello, el dolor como valoración es también una
cualidad, una intensidad o una fuerza derivada de la
voluntad y de la conciencia de sí mismo.
Como cualidad natural, el dolor es una característi-
ca de la vida, forma parte y es propiedad de la existen-
cia de los seres vivos que responden de manera
aversiva a todo aquello que lastima o se constituye en
peligro real o potencial (León-Olea, 1993). Como inten-
sidad reconocida y apreciable, es fuerza que se con-
centra y se dirige a un lugar para hacerse de
presencia, pero también, para extenderse en toda di-
rección posible de penetrar. Cuánta razón tenía
Goethe al afirmar que a lo natural apenas le basta el
20
universo, mientras que lo artificial exige espacio cerra-
do.
El dolor se hace de espacios preferentes para exis-
tir y para ser atendido de cierta manera. Hay espacios,
donde el dolor recibe su dosis de analgesia mediante
una sustancia que inactiva o limita la res-puesta que el
estímulo nocivo ha producido en la fisiología corporal.
Este es el espacio del sistema nervioso central, de la
atención y de las soluciones médicas; es el lugar de
recepción para los recursos físicos: las hierbas, las
piedras, las aguas, las drogas y los medicamentos. Es
el lugar del cuerpo-objeto como una estructura sólida,
divisible, original e individual.
Otra ocupación del dolor se anida en los significa-
dos de la vida y en las historias personales que le cobi-
jan. Es el lugar de la subjetividad, de lo indivisible y
culturalmente colectivo, de la conciencia humana y de
la intimidad a donde el dolor llega como una pesadilla
“del mal”, que corta la respiración y deja a la imagina-
ción, el campo libre para explicar que las cosas suce-
dan sin arbitrio, sin necesidad de que exista un campo
físico del dolor.
Es el caso de todo dolor nacido del asombro y del
recuerdo4, de esos aparecidos que los ojos no ven pe-
ro que la conciencia atrae y el cerebro registra forman-
do parte de la integridad del ser; ese cerebro que no
4
Por ejemplo, en el caso del dolor del miembro fantasma que-
da claro que la amputación de un miembro no invalida la repre-
sentación cortical cerebral que está a cargo del centro
regulador de la existencia y funcionamiento de la integridad-
totalidad de las fibras nerviosas.
21
sólo organiza los resultados de la mirada objetiva, sino
que también se hace cargo de las relaciones intersub-
jetivas del ser social que lo habita. El dolor que pueden
producir los recuerdos que se asocian a las pérdidas
que importan: un miembro amputado que duele como
si todavía estuviera formando parte del cuerpo; seres
queridos, palabras, objetos, presencias, lugares, expe-
riencias, motivos ya irrecuperables. Añoranza.
El dolor es como otra forma de existir y pensar esa
existencia, nada menos que para sobrevivir. En su
poema titulado Desollamientos, dice Álvaro Mutis:
22
físicos, que nos aísla y excluye de lo cotidiano, de lo
que es ordinario y común, de los quehaceres que nos
reproducen como cultura compartida. “Quien sufre per-
cibe el dolor como una amenaza a su existencia, no
sólo a su vida, sino a su integridad como persona:
cuando el dolor está fuera de control, cuando el dolor
es agobiante, cuando se desconoce su causa, cuando
no tiene significado o cuando es crónico... Y cada per-
sona reacciona frente al dolor y sufre de acuerdo a sus
vínculos afectivos, su rol social, sus necesidades, sus
emociones, su intimidad y sus expectativas frente al
futuro”5.
El dolor, como todo lo que es extraordinario, pres-
cinde de cualquier regularidad, suprime o modifica las
costumbres, los modos de vivir la vida; corta anhelos,
humedece la casa con aromas desconocidos y encien-
de los gritos de la noche. Cualquier dolor está ligado a
los sentidos: dolor ciego, dolor mudo, dolor sordo, invi-
sible, que quema, arde o es vibrante. El dolor es una
potencia, un imperio o una energía con capacidades
generativas para producir efectos sensoriales insospe-
chados que van desde la curiosidad hasta la autodes-
trucción, sobre todo, cuando logra quebrar un cuerpo o
el entusiasmo por la vida y deja las raíces vulnerables
y expuestas a toda inclemencia.
Todo dolor proviene de una herida en el cuerpo o
de un evento que nos hace conscientes del ser vulne-
rable que somos cada uno, pero no es la causa que lo
5
http://escuela.med.puc.cl/publ/ArsMedica/ArsMedica3/03_Fon
negra.html
23
produce lo que lo define, sino que es, la interpretación
de él la primera razón de su existencia. Por ello, la uti-
lidad de hablar sobre el dolor radica en la significación
que de él se alcance, más allá de las definiciones o
acuerdos científicos que se produzcan sobre el origen
o lugar de su emergencia.
La intensidad del dolor se asume desde el indivi-
duo, sólo él sabe lo que sufre y lo que en un momento
determinado está dispuesto a tolerar. Decía Pessoa: si
el corazón pudiera pensar se detendría. En esta corta
frase, me parece que Pessoa nos dice al menos dos
cosas: que el pensamiento es la fuente generatriz de
los más grandes dolores y que un remedio ante el do-
lor es convertirse en texto. Virginia Woolf también dijo
alguna vez: nada es real si no lo escribo.
Escribir, eso es justamente lo que hizo Ma. Luisa
Puga en su Diario del dolor6, crear un texto en el que
logra referir paso a paso su larga y difícil relación con
el dolor hasta convertirlo en el protagonista principal de
su diálogo. Ella, fue quien decidió conceder al dolor el
nombre y el espacio para existir, y, según su testimo-
nio, cuando empezaba a escribir el dolor desaparecía.
Sentir el dolor le permitía expresar ideas y creencias
acerca de él, sentir el dolor era una razón para escribir
sobre lo que no se puede conocer pero que, sin em-
bargo, se puede remitir a un orden intelectual diferente.
Dice en la presentación de su diario:
6
Puga, Ma. Luisa. Diario del dolor. Alfaguara/Conaculta, Méxi-
co, 2004
24
La escritura siempre me ha salvado la vida y ahora no
podía ser la excepción ya que el único momento en
que no me duele nada es cuando escribo.
∗
Páginas más adelante se tratará el tema del dolor como pa-
sión y se estará en posibilidad de profundizar sobre este punto
25
Víctor Hugo reconoce que no hubiera podido ex-
tender mucho tiempo su existencia, si no hubiera escri-
to su experiencia dolorosa y si no se hubieran
multiplicado las fuerzas humanas para donarle 307
veces sangre y plaquetas, para cuidarlo día y noche,
para acompañarlo. Para entregarle, cada uno de quie-
nes allí estuvieron, le llamaron o le enviaron saludos,
una fórmula, una técnica o un procedimiento con los
cuales solventar el miedo y el dolor. En el libro-
memoria de su estancia hospitalaria, hace cuentas
pormenorizadas sobre todas las aportaciones dichosas
que el cuidado humano puede prodigar a un ser que
sufre.
Si bien la escritura le valió como eje principal de
sus tareas cotidianas, como una forma de “producir
energía vital” para la “reorganización emocional y vir-
tual” (p. 98) por medio de la cual pretender “con-vencer
a Dios” de que le permitiera seguir viviendo (p. 175),
fueron también muy importantes los otros remedios
que participaron: la compañía amorosa de familiares y
amigos, la oración compartida, la música, los libros, las
cartas, las preguntas, los masajes, los recuerdos; la
risa y el llanto; la vigilia sobre los registros del cuerpo,
el ruido de la calle, la risa de los niños, saborear los
colores, las texturas y los sabores que la memoria con-
serva en las papilas gustativas; el conocimiento sobre
la enfermedad que se padece, discutir y a veces des-
obedecer al médico; cumplir con la necesidad de parti-
cipar de la vida informándose de lo que ocurre
cotidianamente y asumir una posición política; creer y
26
confiar en los demás, vivirse y luchar con los otros;
entre los otros estar e imaginarse cada día para “olvi-
darse de esta cama, de estos sueros, de este drama”
(p.95).
Es más fácil vivir si se comparte el destino, le dice
Luis de Tavira a Víctor H. Rascón y alude a la autori-
dad intelectual de Aristóteles para explicar la idea:
27
pensar el futuro y hacer uso del habla para contárselo
todo; ensimismarse, fundirse con el pasado, alcanzar y
proponer un orden personal y distinto para contender
con la dispersión que impone el dolor hasta volverse a
encontrar con la certeza de que con él están los otros.
Dispersión, que en sentido psicofisiológico, según
Díaz Meza (2005), se constituye en una neuromatriz o
centro de diversas áreas sensoriales, cognitivas, afec-
tivas y volitivas del encéfalo que se reúnen en un pun-
to: problema y respuesta7. En esta perspectiva, Díaz
Meza sugiere que el dolor nos puede conducir a inte-
grar la conciencia en búsqueda de entendimiento, por
lo tanto, arribar a percepciones y representaciones
propias acerca del dolor. Así como podemos referir y
señalar un sitio de dolor por la percepción y localiza-
ción de estímulos nociceptivos, también podemos ima-
ginar o producir un dolor sin esos estímulos, ya que el
verdadero sitio del dolor está en las funciones del ce-
rebro que van mucho más allá de lo que se conoce
actualmente.
Es decir, el dolor siempre es, ante todo, una expe-
riencia subjetiva y Díaz Meza lo avala al afirmar: no
necesitamos una lesión para sentir un dolor, ni cuerpo
para sentir un cuerpo. Este autor encuentra y analiza
7
Para este autor existen seis componentes de la experiencia y
representación del dolor: el sensitivo (qualia de la sensación
dolorosa), el afectivo (emoción aversiva y de congoja), el cogni-
tivo (reconocimiento de la lesión), el volitivo (disposición de la
acción), el conductual (movimiento, lamento) y el cultural (mo-
dulación de la experiencia por la ideología y el aprendizaje
social).
28
estos elementos al profundizar en la lectura del Diario
del dolor de Ma. Luisa Puga y concluye diciendo:
8
Éxtasis. (Del lat. tardío ex[s]tãsis, y este del gr. êóôáóéò). m.
Estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de
admiración, alegría, etc. || 2. Rel. Estado del alma caracteriza-
do por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación
y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.
(Microsoft® Encarta® 2006 (1993-2005)
29
Ven rápido.
9
Ya no tengo boca, tampoco cara
9
Fragmento del libro ¿Esto es todo? de Marguerite Duras. Ci-
tado por Víctor H. Rascón (2006; p. 38)
30
Serna, es, sin embargo, una condición sine qua non
para apreciar la integridad del ser humano. Ya Paul
Valéry nos había puesto en alerta al respecto. En su
obra Reflexiones sencillas sobre el cuerpo, alude a la
reconocida capacidad y funcionalidad mecánica, rege-
neradora y desgastante del cuerpo, pero también men-
ciona cómo las pasiones del espíritu y la voluntad del
ser humano pueden imprimir un carácter incalculable,
indeterminado e impredecible para el sí mismo, particu-
larmente, cuando la mente se despliega como un po-
der de transformación de sus representaciones. El
problema de enfrentarse al dolor puede ser ese deto-
nante que nos torna diferentes entre sí y, especialmen-
te, nos vuelve atentos para reconocer la propia
identidad.
Valéry (1998) ensaya con su vida y nos invita a
pensar en la disgregación del cuerpo para conocer sus
ámbitos y potencias. Propone la existencia de 4 cuer-
pos: el cuerpo “acontecimiento”, el que imagina, an-
hela, se relaciona, que tiene pasiones, selecciona
valores y se impone un canon moral; el cuerpo “obje-
to”, que se identifica por sus formas, estructuras y fun-
ciones; el cuerpo para “los otros”, que se entrega a la
relación, a la inspección o al diagnóstico médico; el
cuerpo “imaginario” o “real”, por el que se piensa hasta
lo inconcebible y se construye el sentido de la vida. Y
si bien, todos esos cuerpos son o pueden ser ocupa-
dos por el dolor, es solamente el cuarto cuerpo, el
“imaginario” o “real”, el que es capaz de activar las
respuestas interiores del ser.
31
Esas respuestas ancladas en la filosofía de las pre-
guntas básicas y primitivas, forman parte de la historia
personal del dolor que generalmente tiene un origen
fundado en la experiencia, por ello, cada persona pue-
de darse cuenta de cuándo ha iniciado una fuente de
dolor, aunque sea muy difícil recorrer la ruta o precisar
los diferentes momentos por los que se cruzan los um-
brales; pero lo que sí representa una constante, es que
el ser que sufre parece dirigir su necesidad de otredad
hacia la búsqueda de lo extraordinario.
Nos comenta Ocaña (1997):
32
no había salida. Sucedió entonces el mayor de los
prodigios. Ese dolor produjo la disgregación de mi
persona. ¿Por cuánto tiempo? Ahí no había tiempo.
Ya no había voluntad contra el dolor. No tenía espe-
ranza alguna de que disminuyera. No era a mí a quien
le dolía. Fuera de mí, regado en añicos, y fuera del
tiempo, sin futuro ya que me trajera una promesa de
alivio, era un solo instante dilatado, repitiéndose una y
otra vez, y mi conciencia fija, absorta, en esa parte de
mi cuerpo de la que emanaba una sensación tan po-
derosa que las otras partes ya no existían. Todo lo
que me rodeaba enmudeció. La única presencia era
esta vorágine que me devoraba. Permanecí en un so-
fá. La imagen que conservo de mí está relacionada
con la mirada animal de mi madre. Me quedé ahí,
hecho un ovillo, en la postura de un animal acorralado,
jadeante, moribundo. No cabe duda: el dolor es el éx-
tasis (p.13).
33
otra vez, otra vez y saber de antemano lo que me es-
peraba... Terminaba los venenos, diez días en casa
para ponerme en forma –es un decir– y ¡venga, a
conquistar el mundo!, volvía al trabajo, organizaba una
exposición, me ocupaba de un ciclo de cine, grillaba
con éste o con aquél, y al cabo de dos semanas, ce-
rraba el escritorio, cerraba la puerta de la oficina, ce-
rraba mi vida y el mundo se cerraba. Era hora de
regresar a mi agonía. La repetición de este ritual ha
sido, quizá, la experiencia más fascinante que he vivi-
do. Condujo a su clímax la disgregación de mi perso-
na. Estados que no intentaré describir porque son
indescriptibles.
Desdoblamientos, doblamientos, múltiples Igna-
cios que yacían o caminaban al lado de múltiples Ig-
nacios. Vacíos, náuseas, vómitos, caídas arriba en un
cielo negro que me trituraba y me engullía. Debo a
Sealtiel haber encontrado el nombre preciso de esta
vorágine: es el desorden de Dios, un desorden que
nada ni nadie puede combatir. Incontables veces me
fundí con el cuerpo de mi padre y con el cuerpo de mi
madre.
Yo era mi padre; yo era mi madre; fui la inhumani-
dad sobrecogedora de su mirada antes de morir. En
esto, justo en esto, reside mi fascinación: haberme
acercado a mi morir pero sin llegar a fallecer. Para no
olvidarlo, para volver a vivirlo según mi capricho y mí
antojo. Ha sido igualmente fascinante esa comunión
entera con ellos, haber sido ellos más de una vez en
el paroxismo del dolor, haberlos encontrado en esa
condición sin tiempo, sin futuro, sin promesas, en la
que reina una lógica que sobrepasa la razón y la
humanidad. Otra vivencia de una comunión iniguala-
ble fue la impotencia de Aline por aliviar mi dolor du-
rante aquellos días y aquellas noches, incrementado
por ese dolor sin tregua que nos causaba su impoten-
cia y mi impotencia (p.16-17).
34
alejarnos de cualquier frontera emocional, siempre
queda la alternativa de la identidad para protegernos,
el recuento biográfico de lo que somos y la voluntad de
seguir vivos. Recuerdo haber leído en Bataille una
idea que ayuda a cerrar este círculo. Él ha dicho, que
el cuerpo es como un puente a través del cual se une
el principio y el fin del sufrimiento.
Es en la estructura de ese puente que se halla ra-
dicando la conciencia de pertenencia entre los demás,
que alimenta el modo de acercarse a la ayuda y el
consuelo, para que el dolor abandone su carácter pri-
vado y pueda comunicarse o expresarse. La persona
que padece dolor está agobiada por la fuerza del sen-
tir que le hace reconocer el sustrato fisiológico que
actúa en el mecanismo del dolor, pero a la vez, perci-
be con asombro, miedo o preocupación un estado
emocional debilitado y, este sustrato emocional o psi-
cológico, es útil para reconocer la experiencia, el co-
nocimiento o las representaciones que se tienen con
respecto del dolor.
Se advierte entonces, que el dolor es una potencia
capaz de proponer una escisión de la conciencia-
cuerpo-objeto, pero que paradójicamente integra, de
un modo complejo e impredecible, la experiencia, la
perspectiva y la conducta del sujeto que padece. El ser
que sufre dolor es, principalmente, un ser histórico que
ensaya con su biografía como si fuera un linajista ex-
perto.
A partir de estas exploraciones es que se puede
alcanzar la capacidad para actuar, hablar, contar, re-
35
presentar y asumir la responsabilidad de sí mismo. Se
puede romper el confinamiento del dolor, desmontar
los mejores recuerdos y consolarnos con ellos. Ser
uno con el dolor y descubrirse mutuamente: imbrica-
ción. Hacerlo íntimamente propio e impedirle que gane
más peso y presencia que la persona y, tal como pro-
pone Caraco10, alcanzar la certeza de que podemos
sentirnos más espíritu que carne, huesos o nervios.
De todos modos, necesitamos ayuda si sufrimos
de dolor y así, ante el ser que se duele, cada uno debe
actuar con firmeza y cuidado para impedir la neutrali-
dad afectiva y sí, en cambio, desplegar la condición
humana, la homo capax, como señala Ricoeur. Es
decir, poner en marcha el conjunto de las capacidades
e incapacidades que hacen de los humanos seres que
actúan y sufren pero que se permiten ser en uno y en
los otros, seres que se comunican, actúan y significan
su vida.11 Alteridad y síntesis de la singularidad-
individualidad como identidad personal y de la plurali-
dad-diversidad como identidad colectiva.
Para ayudar al otro se necesita imaginación, intuir
de algún modo cómo es ese dolor que yo no siento.
Se requiere la confianza entre sí para que la expresión
10
Caraco, Alberto. Post mortem. Sexto Piso, México, 2006, p.
99
11
Hannah Arendt atribuía la existencia de la condición humana
al ejercicio del poder comunicativo de las identidades en mutua
constitución (performatividad) entre las que se establecían
compromisos y responsabilidades recíprocas para la satisfac-
ción de necesidades materiales y no materiales; respeto a la
pluralidad y libertad de los individuos. La llamaba también vita
activa.
36
verbal alcance a unir la diferencia y acortar la distancia
entre los cuerpos que sólo oyen palabras o miran ges-
tos y los cuerpos que las construyen y las sienten. Es
precisamente mediante la acción del habla que se
puede conocer y comprender las variaciones del dolor
y los mundos simbólicos que le sobreviven en la cultu-
ra.
Es útil recordar que toda experiencia, pensamiento
o conducta se encuentra siempre atravesada por una
emoción, que, a su vez, se afecta por los significados
que el individuo atribuye a los eventos que están en
posibilidad de impactar su vida. Significados que inter-
fieren en sus razonamientos o decisiones, en la forma
como se despliega su sentido común o se imagina una
consecuencia, que invariablemente, se relaciona con
lo afectivo, lo sentimental, lo que representa satisfac-
ción y bienestar o con lo que preocupa y se teme.
Hablar y descubrir los elementos de este entrama-
do de juicios, significados y códigos culturales, siem-
pre puede facilitar la gestión de acciones a favor del
que sufre dolor. Juan José Millás12 dice que hay pala-
bras que nacen para fecundar y dar vida al lenguaje y
yo creo que dolor, es una de esas palabras clave para
la creación del hombre y su cultura, para cumplir con
la vital tarea de narrar las emociones, tal como acon-
seja Alberto Blanco en su texto titulado Teoría del ca-
lor:
12
Periódico Reforma, Sección El Ángel, No. 554, p. 4, México
19/12/04
37
Es un hecho bien conocido que en la naturaleza
los mejores combustibles son materiales
que son malos conductores del calor,
como –por ejemplo– la madera.
En cambio los mejores transmisores de calor
suelen ser muy malos combustibles,
como –por ejemplo– el hierro.
Sucede lo mismo con nuestras emociones:
aquellos que son capaces de transmitir sus emociones
difícilmente se consumen en ellas.
Pero los que no permiten que sus emociones fluyan
Corren el grave riesgo de estallar.
38
Las ciencias son obras de la libertad, tienen una fun-
ción humanizadora y un significado esencialmente
humanista... la grandeza del conocimiento científico
no se comprende solamente por lo que éste vale en
sí, ni por lo que puede producir, sino por lo que signifi-
ca para el hombre. La ciencia vale como realización
de la excelencia humana, por sus alcances existencia-
les y no solo epistemológicos, metodológicos y onto-
lógicos, o por sus aplicaciones en el orden
tecnológico. (p.14).
M. Yourcenar (Alexis)
39
El cuerpo humano es complejidad procedente de su
condición cósmica, física, terrestre y humana: uniduali-
dad originaria, dice Morin (2001) porque se articula la
unidad y lo múltiple en una sola condición que nos
hace seres iguales y distintos entre sí al mismo tiempo.
Ese cuerpo humano ha sido objeto de todas las pre-
guntas importantes de la filosofía y en él se anudan
para existir como razones o motivos que alientan la
continuidad de la vida.
Con respecto a estos planteamientos el poeta Vale-
ry (2003) en el relato que hace del Diario de Emma,
pregunta: “¿es mío mi cuerpo?” y contesta: “lo que lla-
mo mi cuerpo es el fruto de una gran cantidad de des-
cubrimientos… No sé nada más allá de él. Él es mi
ciencia y, según creo, el límite de toda ciencia” (p.39-
40).
Si el cuerpo es el territorio limitado del sujeto, el
dolor entonces puede llegar a convertirse en con-
ciencia del límite del cuerpo; o tal vez, y precisamente
porque el uno (cuerpo-objeto) es limitado y la otra
(conciencia-sujeto) es inagotable en posibilidades de
existir y expandirse, es que el dolor siempre podrá con-
tar con manifestaciones y revelaciones distintas para lo
que se siente. La tarea de pensar queriendo conocer y
comprender la vida no parece tener límites y el aguijón
de la experiencia del sentir resulta inconmensurable,
fuente inagotable para alimentar la racionalidad y do-
tarla de sentido, aun en los momentos de gran agobio
y desesperanza. Por ejemplo, cuando nos revelamos
ante la violencia o el miedo a morir, poniendo como
40
garantía la defensa de lo íntimo y extendemos su an-
helo por encima de las minucias del tiempo o de las
eventualidades.
En el texto denominado El templo del miedo dice
Valéry (2003) que el miedo posee efectos esenciales
para la constitución de toda sociedad porque es uno de
los principales promotores de juicios ante la
imposibilidad de tener suficientes respuestas para todo
aquello que al hombre le acontece y teme.
Lamentablemente “… todo juicio es apresurado/ habla
demasiado pronto, acaba lo que no está –ni estará
jamás– acabado” (p. 60). Leer la crónica de Primo Levi
(1988) sobre su estancia en los campos de
concentración nazi, es importante en ese mismo
sentido, pues lejos de ensombrecer el relato en medio
de juicios lastimosos o recriminatorios, Levi nos ofrece
los por-menores de una intensa lucha contra el dolor
hasta aprender a convivir con él y de él derivar el goce
de la libertad interior, para sobreponerse al castigo
corporal o a la humillación del espíritu mediante la
conservación y el cultivo de las costumbres e ideas
como sea posible y por encima de cualquier otro
sistema moral. Logro que se exigió a sí mismo, que se
impuso sobre la fatiga y el miedo y que mantuvo su
dignidad inmune a la violencia.
Levi reconoce y aprecia que la complejidad de la
existencia humana acrisola en la vida en común, que
conserva la memoria histórica de los tránsitos civiliza-
torios en los que convergen todas las explicaciones
que nos hemos dado para sobrevivir. Dice:
41
El hecho de haber sobrevivido y haber vuelto indem-
ne, se debe en mi opinión a que tuve suerte. En muy
pequeña medida jugaron los factores preexistentes,
como mi entrenamiento para la vida en la montaña y
mi oficio de químico, que me acarreó algún privilegio
durante mis últimos meses de prisión. Quizás también
me haya ayudado mi interés, que nunca flaqueó, por
el ánimo humano y la voluntad no sólo de sobrevivir
(común a todos), sino de sobrevivir con el fin preciso
de relatar las cosas a las que habíamos asistido y que
habíamos soportado. Y finalmente quizás haya des-
empeñado un papel también la voluntad, que conser-
vé tenazmente, de reconocer siempre, aun en los días
más negros, tanto en mis camaradas como en mí
mismo, a hombres y no a cosas, sustrayéndome de
esa manera a aquella total humillación y desmoraliza-
ción que condujo a muchos al naufragio espiritual (p.
211-212).
42
der el alfabeto que le es propio y leerse cada uno como
si fuera un texto que se escribe en gerundio: partici-
pando, siendo entre los otros.
Si bien el cuerpo es esa inmediatez física de la que
habla Shopenhauer, el cuerpo es una forma de inme-
diatez particular con la que cada persona se encuentra:
la propia inmediatez, y por ello, la única verdadera,
aunque -y paradójicamente- más desconocida cuando
el dolor invade. Entonces, un buen comienzo puede
ser prodigar cuidado al cuerpo mientras se puede go-
zar de una tregua íntima por cada uno de los instantes
que se duele el alma.
Decía Paul Valéry (1998): “mi cuerpo soy yo” pero
cuando me posee la enfermedad “yo soy de mi cuer-
po”. Valéry hablaba a los cirujanos de su tiempo y les
decía con firmeza: “la cirugía es una de las profesiones
más enteras que hoy exige la existencia y el gasto del
Hombre total... si con frecuencia se siente uno como
testigo de los últimos momentos de una civilización que
parece querer terminar en el más grande lujo de los
medios de destrucción, bueno es volverse a esos
hombres que sólo retienen de los descubrimientos, de
los métodos y de los progresos técnicos, aquello que
pueden aplicar al alivio y a la salud de sus semejan-
tes”. Valéry fortalece la perspectiva de estudiar el dolor
como unidad de lo físico y lo no físico.
Valéry es un contemporáneo nuestro que observa
con pesar el desapego del conocimiento científico de
las razones filosóficas más profundas y fundantes de
nuestra cultura, por ello hace las notables advertencias
43
y propone detener la investigación y la aplicación de la
ciencia que no sea pasada por el tamiz de la reflexión
ética. Y claro que tiene sentido reconsiderar esta estra-
tegia, recordar que si en verdad la vida de un ser
humano forma parte de un trozo de la vida del univer-
so, entonces su dolor, su enfermedad, su muerte, tras-
toca un orden natural que exige una reparación
inmediata y eficiente sobre el cuerpo completo.
Decía Valéry (2003):
45
unos hilos enviados por los órganos internos al cere-
bro e instituidos por la naturaleza para dar al alma la
ocasión de sentir su cuerpo? La conciencia del cuerpo
y del alma se ven así contencionadas, el cuerpo vuel-
ve a devenir esta máquina bien limpiada que la noción
ambigua del comportamiento casi nos hizo olvidar (p.
167-168).
46
pliegue de lo múltiple, lo plural y lo diverso para buscar
alivio.
Uno se pregunta ¿qué parte del ser sufre y siente
que sufre cuando es todo el ser el que se duele? No
hay una respuesta sino muchas respuestas, porque la
experiencia del dolor intenso deja al hombre en la ab-
soluta individualidad del ser contra sí mismo y contra
todo; entonces, mi corazón, el hígado, mis ojos, oídos
y cada parte de mi cuerpo-objeto tiene que ser conso-
lado con la narración de la vida personal-social-
cultural, porque solamente en esas narraciones íntimas
del sujeto se pueden encontrar respuestas verdaderas.
A comprender esta idea de que cada quien tiene un
cuerpo y cada quien tiene un ser individual que lo habi-
ta y que lo hace de pronto tan distinto a todos los otros
cuerpos, ayuda el diálogo de R. Garibay con su padre
moribundo, cuando solamente se tiene la certeza de
que se mira un cuerpo-objeto y que todo lo demás pa-
rece no existir; pero se sabe que sí existe mucho más
y uno se anticipa a suponer que debe ser lo realmente
importante porque no se ve ni se comprende, ni se
imagina siquiera lo que es.
Le pregunté:
-¿Sufres?
Me movió a preguntar tamaña estupidez ese so-
por de ausencia en que parece flotar, pero más, una
curiosidad literaria y vengativa. Me arrepiento de
haberlo hecho: ya me arrepentía cuando insistí:
-¿Sufres?
Esperaba no sé qué respuestas espectaculares.
Quería oír secretos, saber qué pasa por la memoria y
la imaginación de los agonizantes, me urgía recibir
47
confidencias misteriosas, descubrir francamente los
veneros de la tristeza, la tristeza de mi padre. Un es-
critorzuelo dentro de mí no me ha olvidado ni un ins-
tante este tiempo. Me sentí ladrón. Me comía el
remordimiento anticipado y la impaciencia: tal vez no
me había oído, alguien podría entrar, no debía esca-
párseme la oportunidad, seguramente detrás de mi
actitud había buenos propósitos, no todo tenía que ser
falaz en mí, pero aunque así fuera, sus respuestas
serían útiles, yo las escribiría, y ¿quién se atrevería a
asegurar que más tarde, al recordar, al escribir, mi do-
lor no sería verdadero? La pregunta era tonta, me
avergonzaba, lo lastimaba, pero había que hacerla
otra vez. E insistí aún, ¿gozando?, odiándome:
-¿Sufres?
Él me veía con inmensos ojos anegados, lagaño-
sos, y dijo:
-Sí.
Sentí cierto desencanto. Yo quería frases. No me
refería al sufrimiento del cuerpo.
-¿Por qué sufres?
Tuve que esperar mucho más por la respuesta:
-Por todo. Por todo. (p.62-63)
48
voluntad y que, hasta la muerte tendremos que contar
con él, concederle, transigir o luchar… he llegado a
preguntarme qué tenía yo en común con mi cuerpo
con sus placeres o sus sufrimientos, como si no le
perteneciera…
Este cuerpo que parece tan frágil es sin embargo
más duradero que mis virtuosas resoluciones, quizás
más que mi alma (…) con frecuencia, el alma no me
parece más que una simple respiración del cuerpo
(p.74-75).
49
arraigo en creencias religiosas, pero ahora, desde una
perspectiva de renovado intelectualismo y de posicio-
nes éticas laicas, algunas de las cuales, definieron al
dolor como una experiencia positiva en tanto se convir-
tió en memoria colectiva y fuerza de contención otro
intento de guerra universal
Esa experiencia de las dos guerras mundiales dio
oportunidad para probar, corregir y superar muchos de
los instrumentos, medicamentos y procedimientos mé-
dicos ante miles de seres afectados por la violencia:
poblaciones civiles o soldados, eran miles los heridos o
mutilados, los que sufrían pérdidas, los que tenían que
buscarse nuevas razones para existir.
Todo ese dolor humano sirvió también para iluminar
el ambiente con aportaciones invaluables a la meta-
física del dolor. Holan, Pavese, Trakl, Wittgenstein,
Céline, Ungaretti, Canetti, entre otros, vendrían a de-
nunciar y descubrir la lógica del poder de la destruc-
ción por la guerra (empresarial-industrial), encaminado
a producir y reglamentar los beneficios de infligir dolor
para sostener los imperios económicos. Estos poetas
son ejemplos de reflexión sobre el dolor sublimado,
dolor del hombre que se torna en mártir (testigo) y so-
bre ese redescubrimiento del dolor en el arte.
50
13
GRODEK
George Trakl
De atardecida suenan los bosques otoñales
de armas mortales, las praderas doradas
y los lagos azulados, el sol sobre todo
se ahonda en sombras: la noche abraza
a guerreros moribundos, el quejido fiero
de sus bocas destrozadas.
Pero callada en el fondo de los prados,
roja nubareda que habita un dios de ira, se congrega
la sangre derramada, frío de luna;
todos los caminos desembocan en negra podredumbre.
Bajo doradas enramadas de la noche y las estrellas
por el soto silencioso va la sombra de la hermana dando
tumbos, saluda a los espectros de los héroes,
las cabezas que aún sangran,
y quedas suenan en el juncal las flautas oscuras del oto-
ño.
¡Tristeza orgullosa! ¡Altares de acero!
Alimenta hoy la llama ardiente del espíritu un dolor vio-
lento de nietos no nacidos.
13
Traducción de José Luis Arántegui
(http://www.saltana.org/1/antg/125.html).
51
dolor y la multiplicación de organizaciones para su
atención se orientaron, esencialmente, con una visión
médica-científica, pero también abiertos a constantes
debates en diferentes perspectivas del conocimiento
en un intento por reconocer la magnitud y complejidad
del problema y buscar alternativas.
En la actualidad, se afirma que técnicamente es
posible disminuir o eliminar el dolor, pero la alternativa
resulta insuficiente porque aún no hemos podido inte-
grar una respuesta comprensiva del problema, lo que
impide incluso, que las decisiones técnicas sean senci-
llas. Los testimonios que hemos referido y otros que
citaré en el texto a modo de ejemplo, hablan en el sen-
tido de que cuando el dolor nos impone su gobierno,
no hay tecnología que alcance para dominarlo.
Su condición de misterio e invisibilidad le permite
alcanzarlo todo. Existe, apenas, un lenguaje corporal
relacionado con él: piel tensa y húmeda, cejas bajas,
ojos apretados, nariz arrugada, boca abierta o cerrada
con dientes apretados, labios tendidos en extremo,
manos frotándose como para producir el fuego primiti-
vo, voz ahogada, inaudible. Cuando el dolor logra su
imperio, el cuerpo se hace masa sin huesos, se agita,
cae como cae una plomada hacia el vertical vacío, en-
corvamiento, lasitud, vencimiento, sacrificio a prueba.
Miedo, alarma, perturbación, gemido, desespera-
ción; la subjetividad se pone a prueba en la densidad
de las cosas objetivas a las que nos aproximamos con
impaciencia de resolución: el paliativo, el masaje, la
solicitud de perdón, la promesa, el balance de la vida,
52
la súplica de auxilio porque el cuerpo o alguno de sus
fragmentos punza, corta, quema, arde… duele.
El dolor también se hace oír a gritos, escandaliza y
causa perturbación. Un ser que se duele busca y des-
ea encontrar-encontrarse con alguien que le compren-
da y entienda, con quien pueda pensar entretenido,
con quien pueda sentirse entretejido. La intensidad de
un dolor puede desarticular la comunicación, desde la
naturaleza animal que grita ante la impotencia, hasta la
pérdida de cualquier atisbo de racionalidad o el más
abismal silencio.
El grito es esa primera voz llamativa de la que
habla Swadesh (1993) y que considera el sistema de
origen de la comunicación humana. No se le grita a
alguien en particular, el grito inicial es para uno mismo,
para el propio sentido de reconocimiento. Por ello, no
se grita, solamente, como si se buscara redimir o com-
partir la pena, porque como dice Cioran (1977): ...nadie
salva a nadie; no se salva uno más que a sí mis-
mo...(39). Tal vez, pero siempre que se grita es bus-
cando al otro ser que nos devuelva la idea de unidad
con la vida, porque la condición humana es eso: dar-
nos cuenta de la existencia común para entregarnos a
ella confiadamente.
Es entonces, el momento para dudar de los que se
sienten o se dicen generosos, los que proclaman otor-
gar ayuda o los que rezan por conceder el perdón. Na-
da puede ser más agresivo que aparentar el dolor que
no se siente o extender el perdón que no se ha pedido,
porque el que se dispone a “consolar” o a “perdonar”,
53
tiene en su contra el no sentir, la incapacidad de dar y
darse cuenta sobre lo que ese sentir provoca. El que
sufre siempre estará solo, es un ser esclavizado al in-
somnio, a los alimentos fríos, al escrutinio de su pen-
samiento, a la podredumbre de un futuro incierto o a la
mísera piedad de los que son felices.
No es ese tipo de ayuda la que se necesita, la que
reclama el grito del doliente, ni la compasión ni la indi-
ferencia. El grito busca la escucha atenta y abierta que
facilite la relación humana y que se satisfaga en un
principio esencial: fundar una alianza para el asegura-
miento de la persona.
S. Sontang
54
... le falta estabilidad y firmeza; no dura, es transitoria,
aparece y desaparece con vértigo, fugaz; le falta tam-
bién veracidad: es engañosa, se oculta, se manifiesta
equivocadamente; carece de legitimación ontológica,
de razón de ser: está pero no sabemos por qué está y
sabemos que podía no haber estado, puesto que
eventualmente llega a borrarse. La realidad no tiene
virtudes, diríamos que no tiene corazón: es cruel, des-
piadada, interesada en todos y cada uno de sus mo-
vimientos, carente de escrúpulos y de miramientos
con los débiles, dolorosa cuando quita y tacaña cuan-
do concede… lo peor de todo: la realidad no ofrece al-
ternativas…
55
La realidad del dolor es sumamente compleja pero
descubre, al menos, dos grandes posibilidades de ocu-
rrencia: el dolor que se padece sin aparente interven-
ción directa del hombre y el dolor que se padece por
intervención directa del hombre. En esta segunda po-
sibilidad se presenta una variedad de formas y usos:
desde el castigo o suplicio, hasta la evasión y el suici-
dio; de lo que duele la palabra que acusa y lastima o lo
que aflige el dolor encarnado, hasta la autoflagelación
dosificada. La antropología ha abordado el problema y
ha producido enormes catálogos en los que se regis-
tran con detalle las prácticas rituales y pedagógicas
que las sociedades imponen a sus miembros (Morris,
1993).
También podemos clasificar y hablar del dolor que
proviene de los actos de barbarie, de la existencia vivi-
da como derrota, de los marginados sociales, de los
presos o los refugiados; de los que son sometidos a la
tortura, al secuestro o a la mutilación, a los trabajos
forzados o a la violación; asimismo, podemos hablar
del dolor corporal autoinfligido que sacia otras necesi-
dades interiores, nos referimos a algunas prácticas
rituales antiguas que han sobrevivido y a las nuevas
prácticas que algunos jóvenes como los cutter´s, los
underground, los body fest, ejercitan.
Cada sociedad despliega ideas y estructuras para
ejercer y desafiar el dolor. Despliega, principalmente,
formas de afrontamiento y aceptación para reconocer y
vivir el dolor, para darle sentido y dirección mucho más
que para comprenderlo. Por ello, podemos asumir el
56
dolor que nos conmueve ante la creación artística o
ante la belleza y que al mismo tiempo nos permite
trascender la experiencia del dolor, porque en una obra
artística realizada se contiene: “la misteriosa infinitud
del dolor”14 que representa y que ofrece auxilio a nues-
tra humanidad doliente.
Las incógnitas sobre el dolor pueden ser irresolu-
bles para la ciencia pero está claro que no es así para
la filosofía o el arte, para las que se constituye también
en un motivo de creación o resolución de una pasión.
En todo caso, el dolor como una pasión significa fuerza
y potencia de la condición humana a la que es necesa-
rio anteponerle dirección o sentido.
Es esa fuerza la que le permite a O. Wilde no morir
de tristeza en su celda y sí en cambio, escribir desde
su corazón petrificado una de sus obras más extraordi-
narias, De profundis, probablemente el texto más ínti-
mo y revelador del escritor. Como Wilde hay dolientes
que se formulan modelos y estrategias para actuar en
consecuencia, para la confrontación de estados del ser
que se abate en la desolación porque experimenta
humillación, abandono, desprecio, muerte de un ser
querida, desamor, desesperanza, soledad, impotencia,
rechazo, incertidumbre o discriminación.
Formas que cada uno construye para aceptar el
dolor cuando nos enfrentamos al irresoluble conflicto
entre lo que se desea hacer y lo que se hace efectiva-
14
Frase expresada por Javier Sicilia en una breve reflexión
sobre el sufrimiento aparecida en Periódico La Jornada, Secc.
La Jornada Semanal, No. 418, 9-marzo-2003, p.12
57
mente, por razones que aparentemente pesan más
que nuestra voluntad o convicción. Por ejemplo, senti-
mos pesar cuando en condición de subordinación,
amenaza o cualquier tipo de presión, sacrificamos una
decisión por atender un mandato que nos resulta equi-
vocado. Ese peso de lo social influye para que el dolor
a veces nos torne irritables y a la vez sumisos.
De esta manera nos referimos a las conductas, pa-
labras, acciones y otras formas de comunicación
humana que tienen presencia significativa en un grupo
humano; que forman signos y códigos cuya producción
y desciframiento implican relaciones, vínculos o sim-
plemente encuentros casuales entre las personas, pero
que siempre son generadores de sensaciones, algunas
más dolorosas que otras, pero todas tendientes a pro-
vocar una reacción afectiva.
La producción y repercusiones en el uso y percep-
ción de estos estímulos también es diferente depen-
diendo de la edad, sexo, educación, condición étnica,
política o religiosa de los individuos que interactúan.
Podemos referirnos de manera general a las emocio-
nes como componentes esenciales de estos compor-
tamientos. En este terreno nos resultaría muy difícil
tanto precisar como valorar, cuáles son aquellos estí-
mulos o emociones nocivas capaces de desencadenar
dolor en las personas.
Los estímulos nocivos provenientes de las relacio-
nes humanas resultan del error, la omisión, impericia,
negligencia, descuido y pueden ser provocados inten-
cional o azarosamente, con ventaja, certidumbre y con-
58
trol. Son actos dolosos y su única fuente de explicación
se halla en los componentes de la lucha entre el ejerci-
cio del poder y de la defensa de la autonomía, hechos
que no siempre se nos presentan como un libro de fácil
lectura. El dolor también se conoce por el aprendizaje
que constituye a una persona, es decir, cada persona
construye una tesis sobre el dolor a partir de los refe-
rentes culturales, religiosos o morales que conoce y
aprecia.
Cuando existe intencionalidad, se deposita el deseo
de engañar, traicionar, causar daño; se actúa bajo
condiciones de simulación, falsedad o hipocresía. In-
cluso, existe la expresión de doblez como sinónimo de
dolor, es decir, que en esa actuación la rectitud de la
persona no existe o no se ha mantenido, por el contra-
rio, se ofrece ocultamiento, disimulo, complicidad o
fingimiento. Los estímulos pueden ocurrir también por
accidente, desintencionadamente, sin proposición, pe-
ro de todos modos, actuarán sobre el ánimo de las
personas creando al menos, desconcierto.
Otras dolencias vienen del sí mismo: la culpa, el re-
mordimiento o los sentimientos de minusvalía, las rela-
ciones humanas. Pero además, nos dejamos atrapar
en experiencias sobre valoradas como positivas y de-
seables aunque también inflingen dosis importantes de
dolor; en este caso podemos referirnos al amor en su
acepción pasional que lleva al individuo a vivir en si-
tuaciones de límite entre el dolor y el gozo que parecen
doler igual.
59
1.4. Desafíos del dolor
No ha pasado el tiempo, no pasa,
y tiemblo de saber –al fin a ciencia cierta–
que en la pena no pasa el tiempo
ni tampoco en la sintaxis que la guarda
R. Garibay
60
Uno sabe bien que todo lo que tiene de físico el
cuerpo es histórico y todo lo que tiene de subjetivo es
invención, por ello, el dolor solamente puede ser inteli-
gible a partir del encuentro de intensidades físicas y no
físicas, de la conexión intersticial, de la forma de coral
que toma el alma y donde se hace arrecife la confian-
za.
El dolor es como un tejido orgánico que ocupa invi-
sible todo lugar físico; se presiente por lo sensorial y se
expresa en el alarido de nuestro ser animal, pero es,
además, razón para la exaltación y superación de la
condición humana-humanizante. Cuando hay dolor hay
minusvalía, dependencia, dudas sobre la voluntad para
ceder o negar el cuerpo a los poderes de la domina-
ción tecnológica, a la mirada panóptica de la ciencia;
con el dolor, el cuerpo parece ganar peso, se vence, se
dobla, se abandona al sacrificio, al delirio de la fe por-
que algo aparezca y nos alivie o porque sea uno quien
desaparezca.
Duelen los ruidos y los silencios del cuerpo que no
habíamos escuchado antes, duele no saber ni enten-
der por qué nos sentimos infinitamente tristes y culpa-
bles por estar enfermos, sentimos el peso de la
responsabilidad por faltas o excesos cometidos con el
cuerpo. Duelen nuestros propios cálculos sobre la ren-
tabilidad de estar vivos y reconocer que nuestra exis-
tencia vulgar nos coloca lejos de constituir un
fascinoma médico.
Duele la idea de morir y todo el tiempo que tarda en
llegar ese que es, finalmente, un solo instante; sólo un
61
instante, mientras un dolor parece durar eternidades.
Cuando hay dolor se puede sentir la muerte muchas
veces. Pocas personas entienden el sentido vital del
egoísmo que acompaña a un doliente, no basta con
sufrir, uno necesita arrastrar su pena, igual que un co-
meta surca el universo y en su vuelo se despedaza y
se reparte sin rumbo y con fuego incandescente. El
que sufre ya no se reconoce en el espejo, en su retrato
de ayer, en sus costumbres; pierde ilusiones, se redu-
ce o se anula su presencia en las calles, los mercados
y los parques; se gasta la vida en soledad, porque ya
ni siquiera tiene la compañía de su sombra.
Duele cada dolor, cada una de sus apariciones.
Duelen los efectos corporales del dolor: la náusea, el
frío, el cansancio, la debilidad, y a veces, cuando los
ojos quedan ciegos de tanto dolor, también queda cie-
go el pensamiento. Cuando hay dolor parece que
nuestra percepción advierte que las cosas cambian,
aunque en realidad, lo que cambia es la persona ado-
lorida.
Llega el dolor vestido de señales con su alarde de
drama y empieza a derramarse por los ojos, a transpi-
rarse por la piel, a cortar el aire de los pulmones con-
traídos; y nos clavamos en la piel los dedos como si
con las tenazas o las pinzas o los nudos de las manos
pudiéramos atrapar por los bordes del cuerpo una sen-
sación terrible. Chupamos, mordemos, o tratamos de
atrapar con la boca el punto o el lugar de la carne
hecha bulto, que va cambiando de apariencia: colores
y texturas diferentes a las conocidas y que ahora ocu-
62
pan los nuevos registros de la preocupación. Ya la re-
gularidad de la vida cotidiana es suplantada por la vigi-
lia de uno mismo.
Hay personas que a través de sufrir dolor llegan a
reconocer una forma de estar vivos. Éste es el dolor
crónico que se ocupa de ordenar la vida cotidiana, es-
tablece los horarios y define las actividades. El otro
dolor, el agudo, es el que alerta y pasma, ejerce gran
tensión y debilita profundamente. Sin embargo, el dolor
como entidad total ataca al cuerpo y a la conciencia de
los individuos como totalidades únicas. Por un lado
está la manifestación anímica (tristeza, insomnio, ano-
rexia, adinamia, miedo intenso), por otro lado, la mani-
festación física (la punzada, el ardor, la presión, el
hundimiento, el bulto, la bola).
La presencia del dolor cuando es materialmente
perniciosa, avanza en el silencio de los órganos hasta
provocar la molestia, así, se pasa de una sensación de
dolor a una experiencia dolorosa con imposición en el
cuerpo completo. La intensidad del dolor se asume
desde el individuo, sólo él sabe lo que sufre y lo que en
un momento determinado está dispuesto a tolerar. Ca-
da quien es dueño de una cierta capacidad para sufrir
o soportar el dolor, roto el umbral, habrá más y más
dolor.
La presencia repentina o la constancia permanente
del dolor promueve revelaciones importantes. Define
límites a la movilidad del cuerpo, produce resignación,
aislamiento, contención; exalta el ánimo, trastoca el
63
sentido de la vida, pervierte el pensamiento e incluso,
nos conduce al ataque personal del cuerpo.
Cuando el tálamo reacciona y la espina del dolor se
transforma en amargura, un ser humano debe saber
que el dolor ya no es sólo un dato que alerta sobre una
lesión o daño, sino que este dolor es ya una pasión del
cuerpo y un ataque total a la totalidad de la persona.
Aún cuando podemos asegurar que el dolor es una
sensación que el cerebro puede pensar y organizar, no
hay duda que existe autonomía del cuerpo para sentir
dolor, al margen o a pesar, de la mucha experiencia
cognoscitiva que se haya logrado ganar mediante la
reflexión personal.
Que no asome ninguna duda: hay que ceder la pa-
labra al ser doliente. Ante el dolor no cuenta la disputa
por las creencias o las supuestas verdades. Es el mo-
mento de escuchar el tono de la voz, lo que se dice, y
de reconocer en el doblez del cuerpo cómo se conser-
van modos de pensar la vida y cómo cada sufriente
conoce historias parecidas. Nadie puede aislar lo que
somos de lo que sentimos, por eso el dolor, además de
sentirse, tiene presencia.
Ciertamente, cada uno de nosotros habitamos un
cuerpo, pero quién es particularmente ese morador?
¿Quién habita cada cuerpo? ¿Cómo se construye la
presencia del dolor de ese cada quién? Hoy, el lengua-
je de la ciencia exclama admiración por reconocer en
un mapa la ruta del genoma humano, mientras tanto,
seguimos a tientas los pasos del ser porque aún no
64
contamos con mapa alguno para andar por el mundo
de las almas.
El dolor, irremediablemente nos encadena a otros
seres y a otros órdenes de la vida. Necesitamos ayuda
si sufrimos de dolor. ¿El dolor entra o está adentro?
¿Podemos atajarle el paso? Atender el dolor debe
constituir para cualquier persona una obligación moral.
Incluso, su estudio debiera formar materia obligada de
cualquier profesión relacionada con la atención a las
personas.
Finalmente, todos los seres somos un solo ser, en-
cadenados unos a otros nos vamos completando como
humanidad y el que sufre dolor o muere primero, deja
las tareas al resto.
El dolor es un misterio, una fuerza, una intensidad y
una extensión que deja de proteger al hombre cuando
se ha constituido en un mal del alma. Los analgésicos
han contribuido a paliar la experiencia dolorosa, pero
también nos han alejado de la vivencia del dolor que
sufre el que está triste o enfermo o moribundo; al res-
pecto, habría que rescatar el compromiso de pensar
sobre el dolor y el acompañamiento, pues no parece la
mejor opción humana, abandonarse sin sentido a la
analgesia.
Sin resonancia el dolor sólo es una pasión sin sen-
tido. Sin hacernos preguntas sobre el dolor, éste se
apropia el cuerpo con rapidez. Sin la oferta de razones
para existir, la existencia se vacía. Para la medicina
tradicional mexicana la vida del hombre es parte de la
vida toda, por eso, se puede reunir la tierra con el
65
cosmos, lo sagrado con lo profano, el tiempo con la
eternidad. Complaciente diría Platón en el Cratilo que
“añadir un poco a otro poco, no es trabajo perdido”
(p.191).
El dolor es como otra forma de pensar y atreverse a
vivir. Como otro modo de ser acontecimiento que se
retrae de la vulgaridad cotidiana para inventarse la his-
toria antes del dolor y la historia después del dolor.
Leyendo a Tolstoi en La muerte de Iván Illich, encon-
tramos estas dos lúcidas historias: una marcada por la
mediocridad y otra interesada en perder el miedo a
sufrir y a morir, e incluso, en ayudar a los demás a no
sufrir.
En esa primera parte de su vida-enfermedad-
negación-enojo: “...su vida se había escindido en dos
estados de espíritu opuestos que se sucedían uno a
otro: ya eran la desesperación y la espera de una
muerte incomprensible y horrorosa, ya la esperanza y
la observación, rebosante de interés, de la actividad de
su cuerpo. Ya surgían ante sus ojos el riñón o el intes-
tino, que de momento se negaban a cumplir sus obli-
gaciones, ya era la muerte horrorosa e incomprensible,
a la que de ningún modo podía escapar” (p. 74). Tres
días antes de morir, Illich gritó durante todo ese tiem-
po; pero antes de su muerte, durante los minutos últi-
mos, se serenó, buscó su dolor y su miedo a la muerte,
y entonces dijo:
66
-¡Se acabó!- dijo alguien sobre él.
-El oyó estas palabras y las repitió en su alma.
“Se acabó la muerte -se dijo- la muerte no existe”.
Hizo una inspiración, se detuvo a la mitad, se estiró y
quedó muerto.
67
ante el cual, proponía Marco Aurelio resistirse y recha-
zar las representaciones del dolor, pues sostenía que
eran las representaciones, a fin de cuentas, lo que te-
nía verdadero significado para propiciar el estado de
dolor. Sin embargo, esta tesis que defendió mientras
vivía satisfecho, la refutó con gran elocuencia cuando
la privación de lo que disfrutaba se hizo presente y su
añoranza por las pequeñas cosas le hizo sufrir.
Así, el dolor no sólo es alarma o registro de enfer-
medad biológica; las personas también decimos que
nos dolemos moralmente ante el engaño, el desamor,
la frustración, la desesperanza. Este tipo de dolor se
manifiesta, asimismo, con toda la amplitud de los len-
guajes: corporal, intelectual y conductual. El rostro se
muestra tenso, la piel húmeda, los labios se extienden,
las mandíbulas se aprietan; el habla se agita, el tono
de la voz se altera, se vocifera; la mímica del cuerpo se
manifiesta con toda claridad, se hace presente la impo-
tencia. Dice Holan: “…si se te enferma el corazón/ irás
por su salud a los infiernos/ y ya no volverás”. (p.110).
Ciertamente, la tecnología moderna nos conecta
con facilidad, desde el ahora ya casi modesto teléfono
celular hasta los modernos geoposicionadores orbi-
tales; sin embargo, es la forma corpórea la que nos
hace más próximos, más íntimos amigos, más identifi-
cables entre sí. Estoy convencida de que el encuentro
entre seres humanos no sólo promete posibilidades de
relación, sino que admite sobre todo, que podemos
controlar nuestro sentido gregario, el mismo por el que
todavía, podemos descifrarnos en el presente.
68
Estar entre los semejantes es condición principalí-
sima para el encuentro humanizante, participa de la
voluntad para no hacernos ajenos a la posibilidad de
existir como un nosotros, con los efectos y riesgos que
conlleva andar repartiendo intenciones, preocupacio-
nes, sueños y cuerpo; no obstante, gastarse la vida en
compañía continúa siendo una muy buena inversión
vital.
Atender el dolor no es un asunto de género sino de
especie, de condición del ser frente a sí mismo. La civi-
lización actual está perdiendo la sensibilidad para co-
municar las formas simbólicas que elabora el
pensamiento, se ha dado prioridad a la adquisición y
uso de objetos físicos, cuya producción, variedad y
caducidad excede en mucho, nuestra capacidad de
identificación o manipulación de dichos objetos.
Ya no solamente hemos reducido el tiempo y canti-
dad de interacciones entre personas, sino que cuando
éstas ocurren, sirven para evaluar más lo que se tiene
que lo que se siente y mientras lo que se tiene se pue-
de sustituir o renovar, lo que se siente permanece en
proceso de extinción porque no se procesa en la co-
municación social. Ha dicho Fernando Savater que el
verdadero código genético de la humanidad es el len-
guaje, pues éste describe el mundo sensorial, crea
símbolos y significados sobre las emociones para ini-
ciar interacciones entre las personas que conduzcan al
diálogo, discusión, comprensión de lo que se siente
para enriquecer el entendimiento, decidir y actuar con
mayor autonomía.
69
CAPÍTULO 2
Esther Seligson
J. L. Borges (paráfrasis)
71
bras, siempre de palabras. De palabras que describen
imágenes, sonidos, movimientos, colores, ecos, sen-
saciones, sentimientos. Así es, de metáforas y meto-
nimias se construye el lenguaje del dolor, porque es el
universo de las palabras, el único universo con sentido
humano.
Se necesita comunicar lo que se siente, y si es po-
sible, comunicar también la interpretación que de ese
sentir produce la razón. Intuir lo que se desconoce o
se conoce a medias, pero además, darle un código
de signos a lo que se siente y otro distinto para lo que
se mira. Hacer de la palabra una bisagra, un puente
que une lo que se siente inteligiblemente con las mani-
festaciones de ese sentir. Reconocer que el dolor no
es un indicador o un signo, sino un fenómeno complejo
e invasivo; no una aparición repentina, sino un proceso
que tuvo que gestarse con nosotros y en la cultura a la
que pertenecemos; sí, un fenómeno naturalmente físi-
co, pero también, un acontecimiento social (artificial) y
significativo.
Hablar para comprenderse y ser comprendido re-
sulta ser un principio ineludible para enunciar y dar
aviso sobre el ser que se encuentra en lo que dice y
cómo lo dice. Es una propuesta de comunicación de
signos o señales en la que los seres humanos fundan,
defienden y preservan su existencia común. El habla
puede alcanzarlo todo, el lenguaje puede despedazar-
se en palabras como cosas ante los ojos, dice Heideg-
ger (1993) y agrega:
72
Hablar es articular “significativamente” la comprensibi-
lidad del “ser en el mundo” al que es inherente el “ser
con” y que se mantiene en cada caso en un modo de-
terminado del “ser uno con otro” “curándose de”... tie-
ne que comprenderse el fenómeno de la
comunicación en un amplio sentido ontológico. En la
comunicación se constituye la articulación del “ser uno
con otro” comprensor... es “coencontrarse” y es “com-
prender”.
73
Hablar para escucharnos y para dejarnos oír, para
hacer visible lo que se siente, para reconocernos en
las percepciones, el tiempo y la forma de sentir. Hablar
del dolor porque de otro modo su existencia se conser-
va en estado de invisibilidad. Dice Foucault (1983):
74
Después de ese viaje sucedieron otros más y en cada
uno de ellos se fue multiplicando la desolación, en-
grandeciendo su nostalgia y complicando su relación
con el mundo, hasta que se constituyó una identidad
adolorida.
Amélie muestra su profunda desesperanza cuando
dice:
75
mortificaba experimentar el desarraigo de la tierra en la
que se nace, la lejanía de los seres que la alimentaron
y la ausencia de los paisajes que se quedaron en sus
ojos de niña.
En su novela autobiográfica nos cuenta de su cuar-
to viaje:
76
indiferente y hostil frente a su tarea de conexión con la
realidad.
Se dirigió contra ella misma hasta la superposición
de linderos entre la percepción del cuerpo y la perso-
na, hasta perder la intencionalidad de vivir en unidad.
Ya en el límite de la existencia, Nothomb empezó a
escribir, y fue entonces, que empezó a satisfacerse
con la idea de gozo que puede representar reconocer-
se con la vida que ofrece el habla. Sin duda, la escritu-
ra acerca de sí misma le permitió liberar y significar el
cuerpo como fuente de conocimiento sobre la concien-
cia.
Y es que el dolor no posee densidad, por más que
se haya hecho lugar o tránsito en la carne, el hueso,
los nervios o la sangre. Es intensidad solamente, expe-
riencia y registro de la conciencia individual, por lo tan-
to, cada uno es la medida de su propio dolor y de allí
deviene la dificultad para descifrar entre los demás los
códigos personales. Por ello, se puede hablar del dolor
pero no se le puede compartir, aislar o quitar para
siempre porque en realidad no se le tiene nunca. El
dolor es y se vive desde cada ser humano, desde la
experiencia particular, desde la narración en primera
persona: la identidad, porque inexorablemente, cada
individuo es y se tiene para salvarse solamente a sí
mismo y a partir de sí mismo.
El dolor como experiencia universal es de carácter
unívoco ya que se conoce y reconoce como propio de
todos los seres humanos, pero el dolor que posee a
una persona, sólo posee la identidad de la persona; y
77
es, al mismo tiempo, estrictamente personal. Bien sa-
bemos que las mediaciones sociales atraídas por la
cultura entran a disputarse las explicaciones y las res-
puestas frente al dolor, pero en esencia, el dolor de
alguien que se duele, es identidad, discernimiento so-
bre lo que se entiende por doloroso, encuentro con la
auto-referencia, que es sin lugar a dudas, lo menos
absurdo de la experiencia del dolor.
La identidad es asumida como auto referencia, co-
mo el único lugar que cada uno tiene para tenerse y
para dárselo todo, para encontrarse con la biografía
personal y sus ataduras emocionales, con lo que se
aprendió de la convivencia familiar en términos de lo
que ahora es y desea cada persona. Identidad como
“entidad intencional” (Mohanty,1994), como fuente de
conocimientos, creencias y valores, pero también, co-
mo presencia corporal que se reconoce, se distingue y
hace individual e irrepetible a cada persona.
La identidad puesta en juego a través de interac-
tuar, percibir, interpretar, resolver, actuar. La identidad
en cuanto mirada y medida sobre cada acontecimiento
de la persona y por la que se estima al dolor como ex-
periencia interior. La identidad como proceso histórico
que deviene siempre, y, en consecuencia, difícil de
comprender, imprecisa o inexacta para sí mismo y para
los demás.
El dolor nos interroga siempre, nos abre a la intimi-
dad y hace preguntas arcaicas acerca de lo que senti-
mos y acerca de lo que hemos vivido; nos lleva y
regresa de lo sensorio a la experiencia social y nos
78
hace girar el cuerpo hacia el sí mismo. Nadie puede
llegar a saber más de uno mismo que cuando hemos
sido remitidos al interrogatorio personal del dolor. Es el
momento de reconstruir lo andado, evaluar la conducta
y reflexionar acerca de lo que pensamos está ocurrien-
do con el cuerpo y más allá de él.
El lenguaje del doliente puede aludir a las sensa-
ciones: espasmo, contracción, rigidez o flacidez, lo que
se siente en la superficie de la piel o en la profundidad
de los órganos; puede hablar para nombrar la tirantez,
la contractura; dar cuenta del vértigo, la náusea y la
pesadez asociadas al dolor, lo que quema, punza, irri-
ta, arde; puede referir el dolor pulsátil, pungitivo o sor-
do, el calambre, la sensación de presión o de tener un
“cuerpo extraño”; proyectar la escena que localiza un
dolor o reflejar la angustia de un dolor errático. Cual-
quier descripción del padeciente15, incluido el grito o el
silencio abrumador, es una aproximación al conoci-
miento de lo que el dolor es desde el sentido común, la
auto-referencia, la intimidad.
La convivencia con el dolor crea familiaridad con él.
Dice la escritora mexicana Ma. Luisa Puga (1944-
2004) en su libro Diario del dolor (2004), que al Dolor
hay que obligarlo a que forme parte de lo cotidiano,
hablar con él y de él, asegurarnos de que podemos
domesticarlo como a un animal, tratarlo como a un
15
Algunas de estas expresiones se pueden consultar en la
Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Disca-
pacidad y de la Salud (CIE) aprobada por la resolución 54.21
de la Asamblea Mundial de la Salud en el año 2001.
79
amigo o como al protagonista principal de una historia
aparentemente ajena.
Ma. Luisa lo intentó de todas estas maneras y lo
hizo durante los 20 años que convivió con el dolor pro-
ducido por una enfermedad reumática. Como Amélie
Nothomb, Ma. Luisa Puga tuvo que fabricarse una
nueva identidad a partir del dolor, migrar de su condi-
ción “saludable” hacia una condición físicamente limi-
tada y regulada por la sensación dolorosa. Finalmente,
se tiene la ventaja de que la persona es un cada quien
con su modo de ser.
Hablar también puede ayudar a representar el dolor
y puede darle una cierta presencia, un carácter objetivo
que traduzca la sensación y que, además, pueda vin-
cular a las personas como interlocutores. Hablar para
propiciar la curiosidad, el acercamiento y la confianza
en la escucha; para indagar y darle voz a la experien-
cia que en sentido estricto significa conocimiento que
se obtiene de las pruebas o de lo que se explora. Re-
presentar para establecer imágenes y significados so-
bre lo que se está viviendo. Eso es lo que
precisamente hace Ma. Luisa cuando le concede al
dolor la voz interlocutora con la que fabrica los diálogos
poéticos que exhibe en esa obra.
Sin embargo, el ser de Puga se superpone al sacri-
ficio y decide resueltamente, confrontarse con la “mate-
rialidad” del cuerpo subordinado al dolor y le asigna un
crédito literario menor, cuando le aclara que él, a lo
sumo, solamente representa una anécdota de la en-
fermedad sin otra posibilidad que doler lo que tiene que
80
doler, mientras que ella, más dueña de su ser que de
su cuerpo, puede incluirlo en la intimidad y en los mo-
vimientos de ese cuerpo mientras lo siente y escribe,
pero también, puede reservar el alma solamente para
ella misma y negarle cualquier espacio o crédito en
ella.
Al respecto de escudriñar el cuerpo para reconocer
a la persona, Leonardo Da Vinci (1452-1519), uno de
los más grandes intelectuales y artistas de su época,
insistía en la importancia de observar el cuerpo huma-
no con detenimiento a fin de poder representar el sentir
de su alma, que es lo que ofrece identidad a la perso-
na. Aconsejaba poner atención en los movimientos y
cambios del cuerpo para poder atender la expresión
del espíritu, pues una obra estética que no considerara
o fracasara en la representación de lo que el espíritu
vive y siente, resultaba para él en una obra muerta.
En su trabajo sobre literatura y en el Tratado de la
Pintura ofrece las siguientes recomendaciones:
81
Para el pintor renacentista era fundamental la ob-
servación cuidadosa para darse cuenta que en la vida
todo está más cerca de la convergencia que de la pola-
ridad y que amor-odio, salud-enfermedad, placer-dolor,
comparten en común la experiencia sensorial que dia-
loga con ella misma, que más que contrarios son com-
plemento indivisible.
En Fausto, la novela más reconocida de Goethe,
alude precisamente a esta lucha interior del hombre
siempre insatisfecho entre lo que se desea y se tiene,
y, cómo esta necesidad y este lenguaje del cuerpo se
encarna y se hace dolor total. A lo largo de la novela
uno se da cuenta de que no hay forma de transigir con
la realidad; que se puede “vender” el alma al diablo
para gozar una nueva ilusión, pero apenas logrado el
objetivo, se empieza a vivir la derrota por insatisfac-
ción. Dice Goethe: “...y heme aquí tambaleante entre el
deseo y el placer, y en el placer me muero de deseos”.
Esa tensión que se padece entre deseoplacer
siempre ejerce dolor sobre el cuerpo y es eso lo que
Da Vinci se propone demostrar al pintar a un ser
humano común y corriente. Ese lenguaje del cuerpo
adolorido que es tan real y evidente que asombra y
enmudece. Ese lenguaje que no se parece a sí mismo
y que se torna en metáforas para intentar escudriñar
algo de lo que se presiente al sostener una mirada con
los ojos. Eso es lo que R. Garibay (2002) logra descri-
bir en la mirada sobre el cuerpo de su padre enfermo:
82
lamentos incesante. Su camisa limpia se ha rasgado
en los hombros. Bajo la sábana su vientre, sus cade-
ras, sus muslos, sus piernas y sus pies ocupan ape-
nas espacio. Su cuerpo no es ya de una sola palabra;
para señalarlo hay que enumerar sus partes: cada una
ha cobrado importancia y ferocidad exclusivas; es ca-
da uno de sus huesos y lo que queda de cada uno de
sus músculos; es cada uno de sus dedos y el temblor-
cillo repentino de cada uno de sus dedos, la quietud
horrorosa de sus pómulos, la de su nuca, los pliegues
de la almohada, el sudor espesado en la almohada y
el cuenco que su cabeza ha clavado en la almohada;
es este olor pardo y quieto y la mezcla de olores dul-
zones de la pieza, el olor agrio de sus cabellos, el olor
que viene de la cocina, grasoso, el que despide el
miedo y un negro olor insoportable que por momentos
aparece (p.65).
16
Sensorio, (de sensorium, palabra derivada del latín) término
antiguo con el que se ha puesto en juego la discusión acerca
de la percepción, la representación y el conocimiento de la
realidad.
83
las emociones se experimentan y expresan por apren-
dizaje social.
Serres (2002), que ha estudiado los cinco sentidos
y su organización estructural en el cuerpo, ha elegido
la piel como el lugar de la singularidad sensorial, como
el territorio donde se despliegan mezclados todos los
sentidos y se expresan en la intimidad.
Reflexiona:
Las manos, los pies, los ojos, la nariz, las piernas, los
tobillos, la caja pectoral, todo eso, no somos nosotros,
sino el terreno en el que habrá de transcurrir nuestra
vida. Antes del cuerpo no existíamos; después proba-
blemente, tampoco, y sin embargo él no somos noso-
tros, al menos no exactamente. El cuerpo (...) es la
17
primera patria.
17
Periódico Reforma, Sección El Angel, No. 615, p. 2,
México 26/03/06
84
Serres hace referencia también a la importancia
que tiene el sentido común para hablar con uno mismo
y con los demás. Lo entiende como el sexto sentido o
sentido interior, experiencia, representación y significa-
do del cuerpo y del ser que lo habita: intimidad, perte-
nencia solitaria entregada a sí misma. Propone que el
lenguaje humano tuvo que haberse originado en el
sentido común que gobierna la intimidad y la vida coti-
diana del ser. Como hipótesis hermenéutica parece
fiable, sobre todo, cuando observamos que en unos
casos el dolor se resiste a la descripción y en otros
parece que estalla en el exceso de palabras.
Coincido con Serres cuando sostiene que cuando
se habla del dolor, se necesitan los acuerdos para que
fluya la comunicación con uno mismo y entre los que
somos semejantes, porque sólo podemos hablar del
dolor haciendo referencia a expedientes culturales
equivalentes, conocimientos, opiniones o sugerencias
con arraigo moral entre quienes compartimos esos sa-
beres. Es de sentido común reconocer la importancia
de lo que Wittgenstein escribe como sentencia: De lo
que no se puede hablar, mejor es callarse.
No hay forma de cuantificar el dolor18, si reconoce-
mos que la medición sólo puede existir cuando se tie-
nen las condiciones para establecer valores o rangos y
comparaciones entre unidades semejantes. Entonces,
18
Si bien existe un aparato llamado dolorímetro, algómetro o
palpómetro electrónico, se reconoce su capacidad extremada-
mente limitada para hacer registros amplios y comparables.
85
nos damos cuenta que los únicos dolores que se pare-
cen entre sí son los que tienen que ver con las expe-
riencias comunes de un grupo afín19; que, por otro
lado, dan la impresión de que no es el dolor de cada
uno lo que determina la unidad, sino que la unidad de-
pende de las formas y los códigos que sobre la particu-
laridad de un dolor se deciden en el grupo para
hacerse semejantes entre sí20.
Es decir, no creo que podamos afirmar que existan
dolores semejantes, porque en realidad, de lo único
que podemos dar cuenta, es de la similitud de ciertas
experiencias semejantes y referidas como dolorosas,
pero no podemos tener medidas para evaluar inequí-
vocamente el dolor. Ya lo he dicho, no existe ni puede
existir inventario definitivo sobre la jerarquía o natura-
leza de los estímulos dolorosos, aunque sí puedan co-
existir grupos de individuos que a partir de
experiencias dolorosas comunes se constituyan en una
identidad de grupo.
19
Los que comparten un dolor aparentemente semejante por-
que cursan con la misma enfermedad o padecimiento. Así por
ejemplo, se puede hablar del dolor fantasma cuando se alude
al dolor que experimenta una persona a la que se le ha ampu-
tado un miembro; dolor de viuda cuando los dolores hablan de
la pérdida, de la soledad o el desamparo; dolor exquisito cuan-
do la intensidad de éste resulta intolerable a quien lo padece; el
dolor de los migrantes, de los refugiados o los que están en-
carcelados u hospitalizados son otros ejemplos, pero lo que no
se puede reconocer como “igual”, es el dolor que padece cada
individuo.
20
En mi opinión, los grupos de auto ayuda, las fraternidades o
las redes de apoyo parece que se conforman y se hacen sóli-
dos a partir de este principio.
86
En ocasiones, el dolor nos atrapa y se contiene
dentro del cuerpo como un tumor que crece en el si-
lencio, en el rescoldo, en la oscuridad cavernosa del
pensamiento que guarda el mecanismo de la identidad,
donde solamente cada uno, desde el sí mismo, puede
reconocerse. Y en ese dolor íntimo no pueden habitar
dos intimidades a la vez, porque es la intimidad, espa-
cio de la individualidad. Es decir, cada ser humano es-
tá en posibilidades de conocerse mejor en la medida
que conoce lo que le hace sufrir.
En este sentido es interesante la experiencia de
Clarice Lispector (2003). Nos comparte que ella, preci-
samente, se ha inventado una vida alternativa en los
sueños y que ser en el sueño es tan posible como real
y necesario, pues de otro modo, aquel que no sueña,
podría padecer el desarraigo y quedarse “con la raíz
expuesta al viento y a la lluvia” (p.25). Su propuesta
consiste en soñar para guardar en el sueño lo que es
íntimo durante la vigilia. Incluso, sugiere la posibilidad
de hablar con uno mismo durante el sueño hasta poder
lograr monólogos perturbadores que acrecienten la
intensidad y la profundidad de la soledad y de los dolo-
res para ahondar en el refugio de la intimidad que pro-
tege.
Ciertamente cuando el dolor es, se tiene, se vive,
se llora y se padece de día y de noche, aunque no
siempre se piensa igual si es de día o si es de noche.
La sola idea de noche convoca a la soledad en reposo,
al descanso, al silencio; de modo que toda alteración al
orden se traduce como potencialmente peligrosa: y
87
todo dolor es una alteración al orden. El dolor nocturno
es como una autoridad mayor que se impone a la vo-
luntad individual, es como un gobierno venido desde
una exterioridad que resulta ajena y desconocida; sue-
le agudizarse y hacerse manifiesto como una emoción
incontrolable.
Dolerse en medio de la noche es una forma adicio-
nal de sufrir y de perder la solidez o la templanza, es la
posibilidad más real de poseerse en la totalidad de lo
que cada quien es. Es decir, sentir un dolor en la oscu-
ridad, es tener un encuentro con la propia soledad.
Alejandra Pizarnik nos ha dicho suficiente al respecto.
Pizarnik (2000) en el poema Extracción de la piedra
de la locura, nos habla de los sueños, del dolor y de la
muerte que conviven con ella de noche. En algunos
fragmentos del poema nos dice:
88
sibilizarme. Ebria de mí, de la música, de los poemas,
por qué no dije del agujero de ausencia? En un himno
harapiento rodaba el llanto por mi cara. ¿Y por qué no
dicen algo? ¿Y para qué este gran silencio? (p.253).
2.2. Lágrimas
Liberman
...Agua dolorosa
Pizarnik
21
En su libro, Lutz hace un amplio recuento de las culturas en
las que el llanto también forma parte de convenciones y cos-
tumbres sociales no relacionadas con el dolor, y, al mismo
tiempo, menciona las culturas en las que el dolor se expresa
sin llanto.
90
do de ánimo y en la fisiología corporal; al mismo tiem-
po, llanto que se relaciona con la sensación de soledad
y pérdida, con el egoísmo y el temor y con la exaltación
de los sentidos.
Para Lutz:
91
deciden intervenciones quirúrgicas para interrumpir la
ruta fisiológica del dolor22 y ensayan las mejores dro-
gas contra el dolor; no obstante, ningún argumento,
decisión o intervención es definitiva para la disolución
del dolor.
Los neurofisiólogos modernos admiten que no exis-
te certidumbre sobre el funcionamiento y alcances de-
finitivos del cerebro ni sobre procedimientos o
sustancias para aliviar o desparecer el dolor, para ce-
rrar o abrir compuertas por si es ataque, defensa o se-
ñal de alarma23, para delimitar o hacer diferencias
entre una emoción y otra, en fin, para descifrar el códi-
go de información completa que podría representar
una reacción humana. Ni la neurofisiología, como tam-
poco otra ciencia, pueden arrojarse argumentos con-
cluyentes para explicar por qué algunos seres
humanos lloramos cuando sufrimos. Pregunta Serres
(2002) a los hombres de ciencia: “Ustedes que miran
todo con los ojos siempre abiertos, ¿no se baña alguna
vez su lucidez en lágrimas?” (p.55).
22
Ya sea que se decida la radicotomía (cortar la raíces sensiti-
vas), la cordotomía (seccionar las fibras nerviosas que suben
por la médula al tálamo) o la talamotomía (seccionar el tálamo).
Ya en la década de los años 70 las investigaciones del doctor
J. Bonica apuntaban en esa dirección después de haber reali-
zado 42 intervenciones quirúrgicas en pacientes con dolor lum-
bar. Bonica había cortado nervios y fusionado vértebras pero el
dolor persistió o reapareció poco tiempo después.
23
Se ha documentado que los infartos que no se acompañan
de dolor provocan que aproximadamente el 25% de los afecta-
dos mueran.
92
No se conoce ley alguna que explique las causas
del llanto, pero si podemos suponer que toda lágrima
tiene amo y destino. Destino como lo entendió Plutar-
co, como totalidad de posibilidades en un mundo ce-
rrado y finito que se enfrenta cotidianamente a la
infinita posibilidad de que ocurran acontecimientos y
que éstos, se presenten y repercutan de manera distin-
ta en la vida de los seres humanos.
Somos destino –dice Plutarco– pero no somos se-
gún el destino porque contamos con el libre albedrío
para interponer un orden personal frente a los aconte-
cimientos. Es como si todo estuviera allí o allá, da lo
mismo, porque la localización verdadera del tiempo no
existe, pero sí existen los seres humanos que le dan
cuerda a sus relojes para no perderse, para tener un
tiempo lineal comprensible (manejable) en el que se
pueda relativamente saber qué se vive o qué se elige
como una posibilidad de ser y de estar en el mundo.
Esa noción de destino nos permite estar en la vida
como posibilidad de existir en un encuentro "destinado
a ser" –en tanto que es posible– pero al mismo tiempo,
nos ha sido otorgada la voluntad para intervenir y sellar
ese destino como propio aceptando o transformando
en real lo posible y viceversa. Tal vez, incluso, nos sea
posible de vez en vez traicionar el destino.
Otra vez la misma pregunta: ¿Por qué sentimos
que el dolor nos interroga siempre en el momento me-
nos oportuno? ¿Cómo referir la interioridad en cues-
tión? ¿Con qué unidades de medida construir o
comparar un dolor, una intimidad? ¿La interioridad
93
permanece en vigilia y el dolor que soñamos es tam-
bién dolor? ¿Por qué y para qué lloramos?
Desde una perspectiva antropológica, Lutz sugiere
considerar como causas comunes que provocan dolor
y llanto: la muerte, el abandono, la pérdida o la priva-
ción de un bien estimado, la culpa, la vergüenza, la
humillación, la enfermedad, entre otras. En cuanto a
las formas sociales que se constituyen en fuentes de
dolor o llanto, refiere los rituales y las ceremonias co-
lectivas que estimulan conductas de aceptación, soli-
daridad y empatía, los accidentes y la autoflagelación.
Asimismo, estima que el dolor o llanto no siempre
puede ser expresado y que en ocasiones puede expre-
sarse sin padecerse o por exceso de sentimentalismo.
En el primer caso se puede tratar del trastorno llamado
alexitimia24 y en el segundo, se puede mencionar la
experiencia de las plañideras que cobran por llorar y
mostrar consternación en un funeral al margen de su-
frir, o bien, las respuestas fisiológicas que se llegan a
ocasionar por causas físicas o por la exposición a
mensajes de los medios de comunicación.
Apenas con palabras y lágrimas es posible hacer-
nos de lenguajes visibles para narrar la experiencia del
dolor y poder aproximarnos a describir las cualidades
del sentir o del sentido de cada dolor. Cada dolor nos
pone a prueba y nos torna en centinelas de la propia
vida, se pasa uno y otro examen hasta alcanzar la for-
24
El término alexitimia puede definirse como la incapacidad de
identificar y describir los sentimientos y dificultad para discrimi-
nar entre estados emocionales y sensaciones corpóreas.
94
taleza o para reconocer que la objetividad de la vida
cotidiana no es el único refugio humano, por ello, el
dolor que soñamos o imaginamos es también dolor.
Efectivamente, una forma de responder al dolor es
llorar hasta perder cualquier horizonte racional, des-
ahogar para aligerar o aliviar una carga, para disminuir
la fuerza intensa que se sufre y que amenaza con la
desorganización de los precarios equilibrios fisiológicos
y emocionales. Llorar es buscar ayuda, es reconocer-
nos en la condición de indefensión o desamparo que
exhibe al ser que sufre y teme que su dolor dure de-
masiado (aunque parece ser que ¡todo dolor dura
siempre demasiado tiempo!).
Sin duda alguna, el estar-bien con el semejante
que sufre es la primera acción restauradora para el
bien-estar común. Mirar los ojos de un ser que sufre es
como poder penetrar la invisibilidad de la presencia
dolorosa, es una forma de compartir una primitiva y
común tristeza. Es tarea para aprender a roer los hue-
sos que duelen hasta que se vuelvan alimento.
Goethe (Fausto)
96
que puede provocar el despertarnos cada día y con-
movernos por nuestra inclusión en el orden general de
lo que existe. Así, bajo la consideración de formar par-
te de otras unidades, es posible reducir el miedo y es
posible vivir cada día la novedad del dolor como un
nuevo dolor, teniendo la ventaja de contar con la fres-
cura de preguntas diferentes para intentar reestructurar
la concepción del mundo que nos llevó a tanta deses-
peración.
Pero cuando la intensidad del dolor paraliza la de-
fensa que interroga, cuando la persistencia del dolor
nos deja permanentemente en el asombro y cuando la
razón no encuentra el alimento para movilizar cada día
el sentido de la vida, lo que llega a provocar la sensa-
ción dolorosa es que sea el dolor lo único que importe
y tome el lugar inteligible de la persona para abando-
narla a la condición pasional del dolor; es decir, cuando
el origen, la intensidad y la persistencia del dolor se
pueden mantener inalterables por tiempo indefinido,
cuando el dolor ya no pregunta, cuando ya nada se
oye y nada se comprende, el dolor logra constituirse
entonces, en la única energía vital para el sujeto.
Es como vivir a costa y en contra de uno mismo o
dejar que la violencia, la ruptura, la arbitrariedad o el
egoísmo justifique la inanición del pensamiento y de la
no acción renovadora. El estado persistente de pasión
consume el cuerpo y no produce salidas inteligentes.
Es en el estado de auto contemplación en el que se
repiten incesantemente todo tipo de lamentaciones y
en las que se pueden anidar dolores encarnados (so-
97
matización), que Amara Giuseppe (2003) llama dolor
psíquico, definido como el resultado de trastornos afec-
tivos y ansiosos que enceguece, escinde conciencia y
cuerpo, destina a sufrimientos ansiosos-depresivos y a
ineptitudes tan inexplicables como insuperables.
En este sentido, dolor y asombro pueden hacer
sinergia de pasión hasta llegar a alcanzar un estado de
sufrimiento crónico y grave denominado alexitimia, el
cual se caracteriza por la incapacidad de la persona
para conectar la experiencia emocional perturbadora
con el sistema cognitivo-verbal, desconexión que le
impide canalizar la angustia a través de la activación
intelectual y el despliegue del lenguaje.
Giuseppe aclara que la alexitimia proviene de eta-
pas primitivas del crecimiento en las que las experien-
cias sensoriales y emocionales no pudieron ser
representadas en la mente, en consecuencia, el yo las
experimenta como estados primordialmente corpóreos,
es decir, lenguajes orgánicos.
98
del terror arcaico que avizora consecuencias catastró-
ficas...
Agrega: Algunos sufrimientos psicosomáticos,
ciertos síndromes dolorosos crónicos y tal vez hasta el
masoquismo –no aquel de las experiencias parafílicas,
sino como sistema humillante de la vida- posiblemente
sean modos de adaptación ante graves dificultades de
la vida, derivadas de las experiencias traumáticas que
han dañado la necesaria armonía evolutiva entre la
codificación simbólica de las emociones y el sistema
sensorial-afectivo primario... Podemos entrever que el
dolor crónico, incluido en un padecimiento psicoso-
mático o en una depresión enmascarada, se torna un
proceso complejo en el que interactúan diversas emo-
ciones negativas: culpa, vergüenza, vulnerabili-dad,
sentimiento de indefensión e insignificancia y una gra-
ve desconfianza que se extiende hasta cubrir el hori-
zonte humano y del que nadie escapa (p. 9-12).
25
Pasión, palabra proveniente de la raíz latina passio-
passionnis significa padecer, sufrir. Proveniente del griego pat-
hos significa sentimiento, emoción afecto, afección, tensión. Yo
entiendo la pasión como energía vital constitutiva de identidad
y constituyente de vínculos diferenciadores (vindíferes).
99
acompaña de la ausencia de un método para pensar y
actuar frente a lo que le sucede. Al respecto afirma
Ayús Reyes (2001): “toda realidad vivenciada sólo se
convierte en experiencia cuando es capaz de ser ex-
presada, es decir, narrada, conteniendo un sentido
para la acción” (p. 55).
Si se carece de esta posibilidad, dice A. Heller, la
persona puede mantenerse en auto-ignición, es decir,
estar constantemente ardiendo y “desencadenando
diversos acontecimientos y tipos de conducta senti-
mentales, simultáneos y sucesivos, los cuales son
condiciones características de las disposiciones emo-
cionales”26 conocidas como estados apasionados.
En la antigüedad clásica, los griegos asignaban a la
pasión un carácter de accidente, al considerar que el
sufrimiento, la pena, el dolor, no eran inherentes a
nuestra naturaleza y, por lo tanto, la pasión como acci-
dente o acontecer era objeto de estudio de la filosofía y
componente esencial de la mitología. Otros lugares de
existencia de la pasión fueron reservados a la poesía y
en general a las artes. Galeno, médico-fisiólogo de
profesión, en su obra Tratado de las pasiones del alma
y de sus errores, señalaba que las pasiones eran temi-
bles pues impedían el libre juicio y el pleno ejercicio de
la voluntad, representando una especie de falsa natu-
raleza del hombre; por lo tanto, las pasiones podían
producir movimientos del alma que enfermaban y limi-
26
Heller, Agnes, citada por Ayús Reyes; op. cit., p. 57
100
taban la voluntad. Para este tipo de enfermedades,
Galeno propuso el ejercicio de la medicina moral 27.
La pasión también ha sido estudiada en su relación
con lo femenino y las enfermedades del alma, conside-
rándola pasiva y a la vez caótica. Es Descartes (1596-
1650) quien confronta decididamente el significado de
pasión como accidente y señala que la pasión es un
estado del alma y no un accidente, en todo caso, una
condición del ser humano pero no necesariamente una
condena o algo venido de afuera.
Posteriormente en el siglo XVII, John Locke (1632-
1704), en su obra Ensayo sobre el entendimiento
humano, habla de tres pasiones principales: deseo,
alegría y tristeza. El resto de pasiones se combinan a
partir de estas tres. La más necesaria a la vida es la
alegría que es productiva y nos mueve a la acción y el
conocimiento, en tanto que la tristeza nos debilita y
enajena e impide nuestra acción. Para Locke (1998), el
dolor proviene de las ideas que se conforman por la
sensación y por la reflexión y prácticamente se asocian
a cualquier conjunto de ideas pues un pensamiento o
una experiencia exterior tienden a la afectación de
nuestros sentidos y a manifestarse como placer o ma-
lestar (dolor), que son a fin de cuentas, “grados dife-
rentes de la misma cosa” (p. 177), por ejemplo,
aquellos placeres o dolores provenientes del equilibrio
o exceso de frío o calor.
Fue hasta el siglo XVIII que se consideró “lo pasio-
nal como la única posibilidad de toda realización inter-
27
Ibidem. p. 24
101
subjetivamente eficaz”28 y se abrió el campo de sus
múltiples significaciones; por ejemplo, entre los román-
ticos, el amor-pasión constituyó un punto de partida
para hablar de lo humano. Puede considerarse que es
a través de la narrativa literaria del romanticismo que la
pasión fue uno de los motivos más atendidos.
Entre el último cuarto del siglo XVIII y el primero del
siglo XIX, se produjo una notable revaloración con res-
pecto a la condición del hombre desde la perspectiva
de un nuevo humanismo que concedía el mayor privi-
legio al uso de la razón. Así, surgió el concepto de su-
jeto que es propio de la modernidad y el inmediato
replanteamiento de su naturaleza social por encima de
cualquiera otra determinación. No obstante, que el es-
tudio del sujeto moderno apenas se había iniciado,
antes de concluir el siglo XVIII, ya se hablaba de la
crisis del sujeto, y por lo tanto, de la crisis de la moder-
nidad.
Problemas que se dilucidaron principalmente en el
Romanticismo, período del cual son precursores impor-
tantes E. Kant (1724-1804), A. Shopenhauer (1788-
1860) y Goethe (1749-1832). La tendencia del pensa-
miento de los románticos se orientó a considerar el
dolor y la miseria existencial como signos característi-
cos de su época en la que se observaba aumento sig-
nificativo de las discusiones éticas. Fue en este
contexto, que los albores de la modernidad se cimenta-
ron en la re-definición de lo humano.
28
Op. Cit., Parret, p.11.
102
Mientras que en el Siglo XVI la visión antropocén-
trica de la Biblia colocaba al hombre en calidad de po-
seedor de todos los bienes de la Naturaleza para su
explotación y provecho, ahora se producía una separa-
ción crucial entre hombre-naturaleza por la ambición
de conocerla, dominar sus secretos o transformarla y
ya no solamente por explotar sus recursos. A partir de
la modernidad, el estudio del dolor humano como pa-
sión, fuerza o elementos en conflicto que se producen
y que se sienten corporalmente y dolor-pasión como
unidad de sentidos, de elementos que se viven y re-
crean en la subjetividad, pasó a ser objeto de estudio
tanto de las ciencias químico-biológicas como de las
ciencias sociales y humanas.
Existe una marcada tendencia a definir la pasión
como algo opuesto a la razón, como fuerza que alienta
las acciones de los hombres o que suprime la voluntad
de la acción o bien, como inspiración para hacer flore-
cer la razón e incrementar el conocimiento de la reali-
dad y el arte. En este sentido, el deseo puede
entenderse como la primera manifestación de cualquier
pasión. Pero en este trabajo, entiendo la pasión como
aquella emoción que prevalece o domina las caracte-
rísticas del quehacer y del desear del individuo. La pa-
sión como esencia constitutiva del hombre que es
esencialmente subjetividad, es decir, lo que le da ca-
rácter de sujeto a un ser es lo que le mueve a la ac-
ción.
Asimismo, se puede entender que los seres huma-
nos sean blanco, víctimas de la pasión de otro ser que
103
toma ventaja, planea y ejecuta acciones que convierten
la relación en un campo de fuerzas con predominio de
unas sobre otras. En esta perspectiva, el concepto pa-
sión se puede analizar de dos formas: ontológicamente
como estructura pasional (el hombre lucha y se consti-
tuye en sujeto pasional), y fenomenológicamente como
padecimiento, sufrimiento (el hombre está expuesto, es
pasivo y se constituye en sujeto-objeto de la pasión de
otro ser).
En opinión de Parret (1986), una forma equivocada
de entender las pasiones es a partir de lo que el len-
guaje ha definido como lo contrario a pasión, a saber:
“lo razonable, lo racional, lo lógico”, toda vez que el
estudio de la pasión muestra que ésta no está al mar-
gen de estos atributos ya que no sólo los contiene,
pues ella misma forma parte sustantiva en el surgi-
miento de acontecimientos tales como la medicaliza-
ción, la moralización y la lógica científica de la
sociedad occidental. Aún más, el autor sugiere que lo
pasional no siempre se manifiesta en hechos objetivos
que puedan ser juzgados, y que sin embargo, eso no
excluye la posibilidad de que lo pático se comporte
“como un centro que proyecte lo razonable, lo lógico,
dentro del margen” (p.15).
El desarrollo de la ciencia, el crecimiento de las
ciudades y el proceso de industrialización del Siglo XX
produjo cambios radicales en lo que podemos denomi-
nar la “sensibilidad” colectiva paradójica. Por un lado,
los avances científico-técnicos iban resolviendo pro-
blemas y permitían suponer un futuro promisorio, y por
104
otro lado, al reducirse la interacción hombre-
naturaleza, se propició un profundo sentimiento de
abandono y nostalgia con el mundo anterior en el que
los mitos o leyendas, las historias fantásticas o la posi-
bilidad de redención del hombre por intermediación de
la religión se fueron desdibujando paulatinamente, has-
ta mostrar un mundo crudo y laico.
Macfarlane (1993) sugiere que en este proceso de
transición hubo la imperiosa necesidad de crearse la
certeza de que la domesticación, control o ajuste sobre
lo que los individuos sentían o creían era fundamental
para la sobreviviencia de la nueva sociedad. La con-
cepción mágico religiosa del universo sustituida por
una cosmología incuestionable, precisa y mecánica,
derrumbaba las ideas anteriores del bien y del mal, y
mientras que la nueva racionalidad científica parecía
tenerlas bajo control, las poblaciones se debatían entre
la duda o la confusión.
Por lo anterior, los problemas sustantivos del deba-
te sobre conocimiento y voluntad, se levantaron como
temas centrales de la filosofía existencial donde el te-
ma del dolor se constituyó en un eje principal de análi-
sis. Por su importancia para los fines de este trabajo,
abriré un breve paréntesis para hablar de las ideas
generales planteadas por Arturo Schopenhauer (1788-
1860), pensador emblemático de su tiempo.
Arturo Schopenhauer es ampliamente conocido
por su obra El mundo como voluntad y representación
(2000). En dicho texto hace centro de su discusión
epistémica ciertos temas como: conciencia, sujeto
105
cognoscente, razón y conocimiento; mientras que en
sus propuestas de reflexión filosófica ahonda sobre el
problema de la voluntad humana y su relación con el
deseo y la decisión de vivir, así como la importancia
del egoísmo en tanto expresión humana que afirma la
existencia del sujeto volente.
Según Schopenhauer, se entiende al conocimiento
racional como un saber forjado, construido y mediado
por la razón (abstracto) y delimitado en y por la expe-
riencia como representación del mundo (imagen), por
lo tanto, como conocimiento derivado, secundario. Es
diferente al acto de sólo conocer, que siendo propiedad
de los animales es también propiedad del hombre (Rá-
bade,1995, p. 204). Pero como el hombre es sujeto
cognoscente, práctico y dueño de voluntad, logra inte-
grar a su vida el conocimiento, otorgándole “utilidad” y
“sentido” de los cuales carecen otros animales.
Significa que los seres humanos poseemos actos
de voluntad: razones que conducen a decidir ciertas
acciones del cuerpo; pero el cuerpo también se puede
manifestar por acciones no conscientes (movimientos
autónomos del cuerpo). Por la concurrencia de ambas
acciones es que se da lugar a la “objetivación” de la
voluntad (manifestación y conciencia) que ofrece la
“identidad” del cuerpo para saber que este cuerpo es
mi cuerpo29.
29
La voluntad, entendida en el ámbito de los sentimientos,
deseos, pasiones y afectos que tienen un papel preponderante
para la conducta egoísta de los individuos y que puede trans-
formar su relación con el mundo.
106
De este modo se entiende que voluntad y conoci-
miento tienen residencia en el cuerpo que se constitu-
ye en “campo de sensaciones”, en el “objeto inmediato”
por el cual se conoce, pero además, se torna en “re-
presentación del sujeto” como un objeto por conocer.
Entonces, el cuerpo es a la vez: condición para el co-
nocimiento y presencia que individualiza al sujeto que
se conoce.
La materialidad del cuerpo nos permite ser parte
física del mundo y en ese sentido naturaleza y huma-
nidad somos lo mismo. Esta afirmación es, sin lugar a
dudas, una de las concepciones bioéticas de más larga
data que permite pensarnos en continuidad y compleji-
dad, o como le ha llamado recientemente Edgar Morin
(2001), unidualidad originaria para referirse a que el
hombre es portador y generador de un doble principio:
biofísico y psicosociocultural.
En interpretación de Rábade (1995) sobre la obra
de Schopenhauer, dice: “es en virtud de la corporalidad
que el cognoscente es individuo, ahora se pone de
manifiesto que sólo el cuerpo hace posible, además,
que el sujeto sea, en absoluto, cognoscente” (p. 202).
En este sentido, la subjetividad, entendida como la ins-
tancia que ordena y expresa la identidad, puede con-
cebirse como insubstancial y por lo tanto ilimitada.
Schopenhauer logra integrar un discurso que articu-
la al sujeto como un ser que conoce y siente a través
del cuerpo y desde la experiencia del cuerpo. La sen-
sación es lo que el cuerpo siente, por lo tanto es con-
ciencia de que se posee un cuerpo pero también es
107
reconocimiento (subjetividad) de que el cuerpo es un
cuerpo vivido porque experimenta no sólo como un
organismo (proceso biológico), sino porque sabe que
está sintiendo, viviendo (proceso congnoscitivo), en un
tiempo que transcurre particularmente para cada indi-
viduo pero en el contexto general y universal de lo
humano.
Siguiendo a Schopenhauer, podemos atestiguar
que la sensación puede considerarse como un dato
para informar y activar el conocimiento sobre el sentir,
pero también, como experiencia que se encarga de
formular explicaciones. De este modo, la explicación se
constituye como un intento por hacer objetivo el mundo
de las sensaciones, que esencialmente pertenecen a la
subjetividad. Con el desarrollo de estos postulados se
debilita el dualismo cartesiano y se erige una nueva
posibilidad de entender la subjetividad en la trayectoria
ética del más clásico humanismo.
Schopenhauer (2000) dice que el dolor o el placer
son cualidades de la sensación que relacionamos con
la voluntad (subjetividad) porque en mayor o menor
intensidad tienen significado en la conciencia volitiva
subjetiva; en cambio, los datos registrados por los sen-
tidos (oído, vista, olfato) que no trascienden esa cuali-
dad, la del dato, pertenecen a la tarea cognoscitiva de
la representación, es decir, a la conciencia cognosciti-
va objetiva (p.197).
En la obra de referencia, El mundo como voluntad y
representación, Schopenhauer (2000) realiza un traba-
jo de interpretación que pretende explicar, comprender,
108
lograr un saber que proporcione sentido vital, sobre
todo ante la naturaleza egoísta de los seres humanos.
De ello, Rábade (1995) interpreta que aquello que se
conoce, parte de los intereses del sujeto y que ese co-
nocimiento se subordina a “los fines egoístas de la vo-
luntad, que es Voluntad de vivir” (Rábade, 1995, p.20).
En este sentido, el conocimiento es útil e instru-
mental y el vivir implica entonces una pedagogía indi-
vidual, un orden particular del mundo. El problema
ético salta a la vista y Schopenhauer propone la exis-
tencia de una ética que actúe como mecanismo regu-
lador entre conocimiento y voluntad, es decir, entre
saber y deseo, pues es justamente la práctica de la
ética un límite al desbordamiento de las pasiones, en
otros términos, de la intimidad.
En las reflexiones de Schopenhauer, el dolor y la
alegría son abordadas como experiencias internas que
forman parte de cada persona en razón de que son
constitutivas de ella, y por lo tanto, dolor y alegría tie-
nen que ver con la satisfacción e insatisfacción de de-
seos. A su vez, los deseos se arraigan en la voluntad
de vivir, que puede entenderse como razón, con-
ciencia, anhelo, necesidad o aspiración por manifestar-
se. En consecuencia, si el dolor proviene de nuestros
deseos insatisfechos, es incorrecto decir que existen
causas que provocan dolor o alegría, en todo caso, las
causas o circunstancias son sólo pretextos para expli-
car el dolor o la alegría. Además, si partimos de consi-
derar que jamás se logra la satisfacción definitiva
(última), porque para vivir necesitamos desear, enton-
109
ces asentiríamos con Shopenhauer cuan-do sostiene
que “toda vida es dolor”, es pura intimidad (p.243).
Dirá Shopenhauer que el dolor es un sentimiento
positivo en tanto mantiene alerta el deseo de vivir y
que la dicha o satisfacción es un sentimiento negativo
que se manifiesta en el egoísmo que representa cual-
quier estado de bienestar, y como dice también Your-
cenar (2000): “…nada prueba mejor nuestra miseria
que la importancia concedida a la felicidad” (p.72). En
este orden de ideas, puede suponerse que la máxima
satisfacción, el mayor placer, es también conductor de
dolor, de sufrimiento porque sólo representa un estado
limitado.
Es decir, placer y dolor pueden llegar a manifestar-
se como emociones o sensaciones muy parecidas en-
tre sí, pero ni una ni otra se repetirán idénticas en
nuestras vidas, porque aunque el sufrimiento sea uno
sólo, las formas de sufrir o ser felices cambian como
cambiamos cada uno de nosotros con el tiempo.
Si como propone Schopenhauer (2000), vemos al
cuerpo como “una representación del sujeto, un objeto”
(p.181), tenemos que agregar que el cuerpo es el obje-
to más inmediato para el sujeto cognoscente. No sólo
es el punto de partida para el conocimiento del resto de
objetos del mundo que le permitirá individualizarse,
sino es además integrante de ese mismo mundo. El
hombre conoce por necesidad imperiosa de recono-
cerse y reconocer la pluralidad de otros existentes,
requiere saber quién es él en el mundo y quiénes son
los otros que con él comparten el mundo.
110
En síntesis, para Schopenhauer, todos los seres
humanos habrán de sufrir porque “no hay cuerpo sin
afinidades, es decir, sin aspiraciones, sin pasiones y
sin apetitos” (p. 242), no obstante, a mayor lucidez o
inteligencia o conocimiento (reflexión) se producirán los
mayores sufrimientos. En otras palabras, el filósofo
alemán considera que no existe salvación verdadera
para el hombre.
Coincidiendo en lo general con Schopenhauer,
pienso que cuando el sujeto padece dolor, intenta uni-
ficar o disolver todo lo existente fuera de él como para
poder apropiarse de los controles internos que también
se desvanecen frente al dolor. Es la autoconciencia de
que se está sufriendo, un proceso introspectivo que
trata de resolver el dolor en el lugar de la intimidad
donde cada persona guarda entre sus nociones del
bien y del mal, una extendida gama de sentimientos y
pasiones que se relacionan primariamente con el cuer-
po y que le proporcionan información sobre su ser
mismo.
111
CAPÍTULO 3
E. Ocaña
Introducción
113
con pasiones que podía albergar la grandeza de los
dioses o la mezquindad abyecta.
114
la moral, la razón y el derecho con el fin de conferirles
límites comprensibles y la mayor cercanía. La diferen-
cia radica en la importancia que se concede a la capa-
cidad de intervención humana. Mientras los filósofos
griegos se mantienen atentos a la comprensión del sí
mismo tratando de comprender a la naturaleza en su
conjunto, los filósofos modernos intentan descifrar lo
que no es natural de lo humano e intervenir o modificar
lo natural por el conocimiento y sus técnicas.
Así, el dolor, la enfermedad o la muerte como su-
cesos trágicos: ejemplares, inesperados e inevitables,
son problemas que han estado vigentes en el curso de
la historia de occidente. Son experiencias trágicas en
cuanto suscitan piedad o intenso temor, porque la vida
se piensa o se encuentra amenazada; cercada por al-
gún peligro que implica un sacrificio, una redención,
una liberación, una pasión.
En la tragedia siempre hay algo que superar, y en
consecuencia, se supone, la superación permanente
de la condición del hombre. Afectan el estado de ánimo
y resulta difícil comprenderlos en el momento mismo
de vivirlos, pero con frecuencia, nos conducen a situa-
ciones extremas y pasamos de la desesperación o tris-
teza a la sublimación de la experiencia, al aprendizaje
e incluso, se llega a descubrir una respuesta creativa o
estética frente al horror o la incertidumbre.
El tránsito hacia la modernidad tuvo que implicar
una nueva racionalidad para hacer referencia de la
condición humana. La teodicea antigua se suplantó por
una arquitectura institucional, ahora profundamente
115
jerárquica, laica e inmersa en una estrategia política de
dominación técnica. Nuevos pensamientos y nuevas
pedagogías morales para enfrentar la vida; para libe-
rarse del misticismo religioso y de la visión propiamen-
te pasional y erótica del sufrimiento que redimía
creyentes y glorificaba mártires. Nueva lógica del poder
para producir ciudadanos libres y responsables, para
ceder el espacio a las organizaciones colectivas y a las
formas seculares de control pero bajo nuevos princi-
pios y promesas. Una racionalidad científica que se
arrogaba la posibilidad de descubrir los misterios de la
naturaleza, para su dominio y usufructo.
En fin, la ideología de la modernidad ha estado
provista de elementos de crítica sobre los valores mís-
tico-religiosos y de apertura a todo conocimiento que
ofrezca o renueve el saber y la técnica utilizando con-
ceptos de cálculo, fuerza y dominio. En síntesis, la mo-
dernidad no sólo ha creado nuevos lenguajes, sino
también ha contribuido a crear nuevas realidades para
el conocimiento y nuevas prácticas sociales para la
convivencia entre los hombres: reivindicación de los
derechos del hombre (libertad, igualdad, fraternidad,
justicia); construcción de los gobiernos democráticos y
liberales (desarrollo de la política del estado nacional y
soberano); respeto a la condición humana a partir del
respeto a la persona y del reconocimiento de su auto-
nomía realizada en valores; conformación de las lla-
madas identidades culturales y el desarrollo de la
ciencia y de la técnica como procesos liberadores del
hombre.
116
También la mirada sobre el dolor se modificó radi-
calmente y se le ha expuesto como condición inherente
a la existencia humana que contribuye a la acción e
impide la pereza, la indolencia, el abandono de inter-
eses en la vida, pero también, se ha interpretado al
dolor como una señal de alerta ante el peligro y como
un correctivo “saludable” (como un poder) ante el peli-
gro que representa la vida solamente entregada a los
placeres. Infligir dolor ha sido parte consustancial de
las relaciones sociales, pero en la modernidad, se
constituyó en un mecanismo de control de la actividad
orgánica, psicológica, económica y política.
Michel Foucault (1980) en su libro Vigilar y Castigar
describe, magistralmente, cómo florece con las institu-
ciones modernas la pedagogía del dolor y narra cómo
la institución escolar del siglo XIX nace y se forja en la
disciplina sobre el cuerpo que acentúa el castigo y el
dolor, mediante la utilización de instrumentos físicos
para golpear o marcar el cuerpo, el encierro, la exclu-
sión y el rechazo. Asimismo, las estrategias disciplina-
rias procuraban enaltecer sus beneficios justificando la
existencia de valores y criterios científicos que suponí-
an la normalización y desarrollo de la sociedad.
La sofisticación en la disciplina y el aumento en las
instancias de vigilancia y control (incluyendo autovigi-
lancia y autocontrol) fueron acaparando todos los ór-
denes de la vida social hasta alcanzar las más
insignificantes minucias o tareas cotidianas, como el
aseo personal, la alimentación o el vestido.
117
Entonces, el sufrimiento se configuró en uno de los
principales mecanismos y sustentos sobre los que flo-
reció la modernidad: hacer productivo el dolor bajo la
obediencia, la disciplina o la tortura, por sometimiento
a los saberes de la ciencia, la normalización en tanto
valores y criterios ideales y sus prácticas reguladoras;
a través de las disposiciones arquitectónicas, los dis-
cursos o el silencio; mediante el trabajo, la reclusión, la
privación o la exclusión, o en cualquier otro sentido en
el que se aprecie control sobre la autonomía y la volun-
tad individual.
Ocaña (1997) resume estos planteamientos en la
siguiente nota:
118
o los códigos sobre los que funcionaba la vida en ge-
neral y el cuerpo del hombre en particular. En ese te-
nor, la biología se orientó en una perspectiva
epistemológica distinta, ya no se trataría de escuchar,
aprender y gobernar la naturaleza obedeciéndola, la
modernidad intentaría desde el principio, que la natura-
leza obedeciera el gobierno del hombre. Canguilhem
(1981) señala:
119
3.1. Antigüedad
Quitar el dolor es obra divina
Hipócrates
30
Citada por León-Olea, Martha. “Los péptidos opioides y la
filogenia de la nocicepción”, en Rev. Ciencias, No. 31, Julio
1993. Facultad de Ciencias, UNAM, México. Este trabajo es
fundamental para aclarar que la respuesta nociceptiva es una
característica básica que presentan los animales de toda la
escala filogenética. Para la autora, tanto las conductas de es-
cape, inhibición de la locomoción, contracción del cuerpo, así
como respuestas hormonales o alteraciones en la frecuencia
cardiaca, deben considerarse respuestas al dolor.
120
jido, que incluye una serie de conductas relacionadas
al dolor, visibles o audibles que pueden estar modifi-
cadas por el aprendizaje. En contraste con la definición
de dolor en los animales no humanos que se define
como: una experiencia sensorial aversiva, causada por
un daño que provoca una reacción motora y vegetativa
para evitarlo (p.34)
121
Anaxágoras, Demócrito y Heráclito, Hipócrates elaboró
las primeras hipótesis de la medicina antigua que con-
tribuyeron al desarrollo del conocimiento y de la prácti-
ca médica en occidente.
Los humores descritos por Hipócrates se conside-
raban los principales elementos constitutivos del ser
humano y éstos eran: sangre, flema, bilis negra y bilis
amarilla31. La pérdida de equilibrio (discrasia) entre
algunos de los componentes del cuerpo humano, la
fuerza o la presión ejercida por lo frío, lo seco, lo
húmedo o lo caliente y su tipo de relación con las cua-
lidades y componentes del mundo físico (aire, agua,
tierra y fuego), eran los elementos causales para expli-
car lo mismo la condición de vida del ser humano que
la enfermedad, el dolor o la muerte32.
En la Teoría Humoral hipocrática, el decaimiento y
el dolor en el individuo guardaban una estrecha rela-
ción de afectación con la secreción de la bilis negra
llamada también melancolía. Cuando ésta se producía
en exceso, el individuo se postraba en estado de debi-
lidad más o menos prolongado caracterizado por mie-
31
Esta propuesta era coincidente con los discursos filosóficos
de la Grecia presocrática: cuatro potencias, cuatro fuerzas,
cuatro raíces o cuatro elementos eran los principios o compo-
nentes en que se dividían todos los cuerpos u objetos.
32
Para los chinos el dolor es producto del desequilibrio de la
energía vital (Chi), que circula por meridianos corporales ya sea
por deficiencia o exceso, causando las enfermedades y el do-
lor. Desde hace 3000 años los chinos aprendieron a tratar el
dolor mediante la acupuntura siguiendo los meridianos com-
prometidos.
(http://ehasalis.ehas.org/subproyectos/servicinfo/Cursos/)
122
do, tristeza, insomnio, inapetencia a los alimentos, irri-
tabilidad, inmovilidad y desesperanza. Puso el acento
de distinción entre la dimensión sensorial y sus efectos
emocionales para referirse no sólo a la compleja expli-
cación que ofrece al asociar el problema del dolor con
la enfermedad, sino porque además se extendió a con-
siderar el problema del sufrimiento o la tristeza como
una forma de padecer un tipo de dolor que denominó
como melancolía o bilis negra.
Los melancólicos –decían los hipocráticos– sacu-
den las manos, huyen del agua y cantan como gallos;
sienten temor, tristeza, disgusto de vivir, odio por sí
mismos y por los demás, se agitan, cambian de estado
de ánimo con facilidad, vomitan bilis negra; comen po-
co, son inteligentes y de temperamento sombrío, tienen
un espíritu sutil, padecen de insomnio, son apáticos y
desalentados.
Explicaban que la producción abundante de bilis
negra secretada por el hígado o bazo, estaba asociada
tanto a las fuerzas y movimientos del planeta Saturno y
efectos del fuego, como a la dieta, la edad, el sexo, la
estación del año o la hora del día. Si la causa de la
melancolía era el frío, entonces la memoria y las facul-
tades creativas podían expresarse mejor. Si la causa
era el calor, disminuían las funciones racionales y au-
mentaba la depravación. De este modo, la tristeza era
un mensaje por decodificar a partir de lo que se obser-
vaba del otro y de cómo se expresaba el cuerpo eso
que sentía. De lo que podemos inferir, que para enten-
der la enfermedad y el dolor el médico tuvo la necesi-
123
dad de ser tolerante y apacible para poder mirar, escu-
char y dejar hablar al ser doliente.
En el corpus hipocrático (Eggers Lan, 1987), el ser
humano y la naturaleza se concebían como unidad de
componentes en relación y correspondencia, por tanto,
el dolor se constituía como una experiencia íntima per-
sonal y al mismo tiempo universal y humana que no
admitía escisión entre lo corpóreo objetivo y la subjeti-
vidad; más aún, el dolor desde entonces, formó parte
de un juicio, una interpretación, un signo del lenguaje
corporal que podía responder a diversas causas.
33
http://www.herreros.com.ar/melanco/historia.htm
124
consolar a veces y curar cuando sea posible” (postula-
do del Juramento Hipocrático).
Para Platón (427-347 a.C.) el corazón y el hígado
son los centros de toda sensación. Creía, asimismo,
que el dolor no se producía únicamente por estimula-
ción periférica, sino también como una experiencia
emocional en el alma que residía en el corazón. Tam-
bién, señaló que un dolor puede suprimir a otro y que
dolor y placer en apariencia son sensaciones opuestas
pero siempre vinculadas, pudiéndose originar el placer
por la desaparición del dolor o viceversa. Menciona
que los dioses intentaron en vano hermanar al dolor y
al placer, pero al no conseguirlo, decidieron colocarlos
uno cerca del otro, de modo que fueran inseparables y
teniendo uno se arrastrara, inevitablemente, al otro.
Platón buscaba explicaciones extraterritoriales a las
funciones sensitivas del cuerpo-territorio. Decía que el
ojo y el oído son los órganos de la inteligencia y que el
dolor es una experiencia emocional del alma, una sen-
sación relacionada con esos órganos principales. Por
ejemplo, en el diálogo del Banquete reflexionó sobre el
sentimiento del amor como experiencia sublime del
dolor-placer por la que puede llegar a definirse lo que
es moral, honesto y justo (lo que da el ser a una cosa).
Nos dirá que los muy jóvenes no tienen posibilidad
verdadera de amar porque no tienen la posibilidad de
sufrir verdaderamente.
Dice:
125
estar en condiciones de suplicar, llorar, prometer o
caer en las bajezas que ni un esclavo aceptaría” (Pla-
tón, 1968, p. 320).
126
palabras de Ali Ismael Abbas34, cuando decía: “ni una
montaña podría soportar el dolor que yo tengo… no sé
cómo voy a vivir con este dolor”. Algunos días des-
pués, el joven aparecía besando los muñones y decla-
raba a la prensa: “no estoy vencido, me levantaré…”. A
pesar de su corta edad, Ali expresa el carácter perso-
nal y absolutamente íntimo del dolor que alcanza la
dimensión heroica y trágica de la mitología griega. Nos
permite pensar incluso, que un cuerpo es mucho más
que una presencia física, así como un pulmón o el co-
razón es mucho más que un suspiro o mucho más que
un latido.
En el diálogo Fedón, Platón confirma que las expe-
riencias del alma constituyen lo que el alma es: armo-
nía de lo que estamos compuestos. En esta exposición
se ofrece particular importancia, a la diferencia entre el
sufrimiento de los que acompañan a morir a un seme-
jante que se le ama y la necesidad de dejar de sufrir a
la hora de morir, bajo la certeza de que el alma tras-
ciende al cuerpo y éste nunca puede ni siquiera
aproximarse a padecer lo que el alma es capaz de tole-
rar. El filósofo de Atenas entendía al dolor como una
cualidad de la vida que siempre se acompaña de mie-
do.
Deja ver que cuando el temor a enfermar o morir se
hace presente, es momento para reconocer que mien-
34
Niño iraquí de 12 años de edad que durante un bombardeo
estadounidense, en abril de 2003, perdió a la mayoría de sus
familiares y tuvieron que amputarle sus dos brazos y atender
quemaduras en el 20% de su cuerpo.
127
tras que la realidad visible permanece fuera de noso-
tros, existe una realidad interior susceptible de magnifi-
carse y convertirse en la única realidad que
verdaderamente importa, porque, finalmente, la vida no
puede existir más allá de cada uno de nosotros.
Ciertamente, cuando el dolor o la enfermedad lo
envuelve todo, se hace posible el momento de plan-
tearse con la lucidez que nos impone el miedo, la inte-
gración de la unidad entre el ser y el estar. Dice Martín
Garzo (2001): “sólo el miedo nos vuelve humanos”
(p.125) y es así, porque el hombre no se define por
aquello que lo niega, sino por lo que lo afirma, y el do-
lor es la experiencia de un ser para sí, toda vez que
ese hombre que teme es más que un cuerpo, él es su
cuerpo.
Aristóteles (384-322 a.C.), discípulo de Platón, con-
sideró al corazón el centro de todas las funciones vita-
les (sensorium communis) pues en él ubicaba la
residencia del alma, de las sensaciones y del pensa-
miento; mientras que menospreciaba las funciones del
cerebro porque lo consideraba una glándula secretora
de humores fríos cuya única función consistía en ayu-
dar a los pulmones a enfriar el calor innato del corazón.
Pensaba que el dolor se producía como consecuencia
del aumento de la sensibilidad ante cualquier sensa-
ción, especialmente del tacto. Aunque aprecia un valor
positivo en el dolor, también advierte que cuando es
excesivamente intenso tiene efectos deletéreos y ver-
daderamente destructivos; pues podría llegar a dañar
seriamente o destruir la naturaleza de la persona que
128
lo padece, llevándolo a realizar actos irracionales como
resultado de la desesperación a que puede conducir el
dolor.
Para Aristóteles, el corazón constituía sede del
pensamiento, de la voluntad y los afectos, por lo tanto,
representaba el asiento del dolor y el órgano central
del sistema vascular responsable de las sensaciones.
Sostenía que el dolor podía interpretarse como una
pasión humana susceptible de ser vivida con modera-
ción o sin control. En el primer caso, la experiencia
dolorosa conduciría al conocimiento, la creatividad y el
genio y, en el segundo caso, la pasión podría ser cau-
sa de enfermedad, de adormecimiento de la razón y de
pasividad en el hombre. Aristóteles utilizó el concepto
de catharsis como el procedimiento por el cual se pue-
de llevar al intelecto lo irracional de las pasiones y
hacer de ellas objeto de conocimiento para precisar su
esencia y conocer su utilidad. Su concepto del dolor
como una "pasión del alma" sentida en el corazón pre-
valeció durante varios siglos.
En este mismo orden de ideas, los epicúreos con-
sideraban ser felices si lograban alcanzar la ataraxia
(tranquilidad del alma mediante la exclusión de las pa-
siones) y los estoicos definían la felicidad con la pala-
bra apatheía (ausencia de afectos o pasiones a favor
del privilegio de la razón). En este modelo de pensa-
miento se proponía la significación frente a lo sensorial
para establecer el valor pedagógico y utilitario del do-
lor.
129
Herófilo (335-280 a.C.) y Erasístrato (310-250 a.C.),
médicos de Alejandría realizaron varias autopsias y
contrariando las tesis de Aristóteles coincidieron con
Alcmeón de que el cerebro era el centro de las sensa-
ciones, lugar del intelecto y origen de la médula espinal
y de los nervios. Señalaron que los nervios eran es-
tructuras huecas por las que circulaba el pneuma, ma-
teria invisible encargada de varias funciones
corporales, entre las que se encontraban la asimilación
sensorial y la actividad motora. Herófilo concedió al
cerebro el lugar central del sistema nervioso y sede de
los sentimientos y de la inteligencia.
Celso (25 a.C.-?) siendo seguidor de Hipócrates
asoció el dolor a otras manifestaciones corporales co-
mo la inflamación y enunció los cuatro signos clásicos
de ésta: rubor, dolor, calor y tumor. Era evidente que,
para entonces, el dolor se interpretaba como sensación
o signo de enfermedad. Asimismo, Areteo de Capado-
cia (siglo I d.C.) describió a detalle la migraña y la me-
lancolía como dos padecimientos en los que prima el
sufrimiento. El detalle de sus descripciones es asom-
broso, sobre todo para el caso de la melancolía, a la
que se refiere como un complejo de síntomas que
atormentan al hombre y que le hacen desear la muerte.
Pero Galeno (129-200 d.C.) junto con Hipócrates
fueron los médicos que sin lugar a dudas ejercieron
mayor influencia en la historia antigua de la medicina
occidental. Fortaleciendo los planteamientos hipocráti-
cos Galeno aseguró la tesis de que los cuatro humores
del hombre guardaban estrecha relación con la edad y
130
las estaciones del año, así, asoció la unidad sangre-
aire con primavera y enfermedades o dolencias propias
de la infancia. La bilis amarilla-fuego, al verano y la
adolescencia. La melancolía o bilis negra-tierra, al oto-
ño y la madurez; y la flema-agua, al invierno y la se-
nectud.
Galeno, educado y fuertemente influido también por
la escuela de Alejandría, argumentó que en el dolor
existe tanto una alteración fisiológica como una per-
cepción sensorial. La percepción dependía del alma
psíquica y necesitaba tres condiciones: un órgano para
recibir impresiones exteriores, una vía de comunica-
ción y un centro para transformar la sensación en per-
cepción consciente. Con estas bases elaboró una
compleja teoría de la sensación en la cual el centro de
la sensibilidad era el cerebro.
Dedicó gran parte de su vida a la investigación so-
bre anatomía humana y sobre el funcionamiento del
sistema nervioso para describir el mecanismo del do-
lor, toda vez que consideraba al dolor como un asunto
nervioso. Estudió las influencias orgánicas del dolor, se
refirió a las contracciones cardíacas y a los trastornos
del funcionamiento del sistema nervioso central y dijo
que las imágenes y sensaciones producidas por el
humor negro o la melancolía, dejaban su huella indele-
ble en el cerebro, es decir, que se podía hablar del do-
lor desde la memoria, desde el recuerdo.
En consecuencia, Galeno recomendaba que este
padecimiento se atendiera mediante masajes, ejercicio,
131
calor, opio, corteza de sauce, cáñamo y otras drogas
que permitieran tranquilizar y relajar al paciente.
Adoptó la distinción de Erasístrato entre nervios
sensitivos y motores, y denominó a los duros nervios
motores, y a los blandos nervios sensitivos. Afirmando
que los nervios no se originaban en las mismas partes
del encéfalo y que no seguían las mismas vías; esta-
bleció un tercer tipo de nervios, específicamente rela-
cionados con el dolor y que servían para reconocer las
lesiones. Explicaba que la sangre arterial se filtraba en
el cerebro y se convertía en pneuma psíquico, que a
través del tercer ventrículo y la médula espinal, llegaba
a los nervios periféricos y se producía el dolor.
Definió el dolor como: sensación molesta que es
captada por todos los sentidos, fundamentalmente por
el tacto, cuya intensidad es inversamente proporcional
a la intensidad de la respiración y que, aunque puede
llevar a la extenuación física y moral, tiene la finalidad
inmediata de advertir y proteger, pero también tiene
utilidad como elemento diagnóstico y pronóstico y co-
mo un indicador de que un órgano afectado por una
enfermedad no está muerto; considera a la persona
insensible al dolor como un cadáver viviente, un indivi-
duo enfermo y tocado de la mente. Para que se pro-
duzca dolor –decía Galeno- las impresiones recibidas
deben tener una gran intensidad, con un elemento de
violencia suficiente como para producir un cambio
brusco en la constitución del temperamento (Fernán-
dez, 1999).
132
Avicena (980-1036), uno de los principales expo-
nentes de la medicina islámica, analizó las aportacio-
nes de los griegos y realizó numerosos trabajos sobre
medicina concediendo particular importancia al estudio
del dolor. Para Avicena, el ser humano poseía “senti-
dos internos” y “sentidos “externos” que hallaban su
centro de regulación en los ventrículos cerebrales y el
cuerpo estaba compuesto de cuatro temperamentos
con una proporción especial para cada órgano o
miembro. El dolor aparecía cuando existía una pertur-
bación en el temperamento ideal de una parte del
cuerpo y cada tipo de dolor se explicaba como resulta-
do de cambios específicos en los temperamentos. El
uso del cáñamo fue uno de los más frecuentados por
Avicena para atender el dolor.
Propuso una clasificación de 15 diferentes tipos de
dolor, pero su tipología más general consideraba sólo
una doble división: dolor como sensación proveniente
del sistema nervioso central que tiene tres característi-
cas: energía, fuerza, calor, y, dolor como sufrimiento
de un corazón pesaroso cuyas características eran la
disminución de la fuerza, el abatimiento y la tristeza.
Decía Avicena: “el corazón siente y el cerebro manda”
en una clara alusión a las diferentes reacciones y emo-
ciones que experimentamos ante el dolor como expe-
riencia de fuerza, voluntad y lucha.
Cerebro y estómago fueron los órganos más estu-
diados por Avicena, aunque el cerebro era considerado
punto de partida de las enfermedades y centro de re-
cepción de ellas, mientras que el estómago solamente
133
era lugar de gestación de algunas enfermedades. Asi-
mismo, consideraba que es en el cerebro donde se
desarrollan los sentidos internos: el sentido común, la
memoria y las virtudes de conocer, imaginar o estimar.
Seguidor de Hipócrates, Avicena insistirá en que la
causa de toda dolencia en el hombre proviene del des-
equilibrio humoral, aunque dejaba en claro que el ce-
rebro era un órgano regulador de la vida somática y
afectiva.
E. Ocaña
134
Por lo tanto, era menester declarar y aprender a
vivir con el mayor desprecio por la naturaleza mundana
del cuerpo como materia finita, a cambio de sublimar la
existencia del alma que, por su carácter de eternidad,
ofrecía mejores rendimientos para recibir la gracia de
Dios. Crear una pedagogía para aceptar y dar sentido
al dolor propio y ajeno, es, posiblemente, una de las
más importantes aportaciones éticas de la edad media.
Otra sería el intento por unificar lo divino, infinito e in-
accesible con lo terrenal y finito.
Entre algunas de las consignas o metáforas triunfa-
listas que cita Vedel en su estudio sobre la época,
menciona:
135
... Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bien-
aventurados los misericordiosos, porque ellos alcan-
zarán misericordia. Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llama-
dos hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos
por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien,
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos;
pues de la misma manera persiguieron a los profetas
35
anteriores a vosotros ...
35
Evangelio según San Mateo, L6 20-23.
36
Evangelio según San Lucas, Lc 14 27 y Lc 17 33
136
hombre de sus culpas. La Iglesia hizo un explícito re-
chazo al uso de cualquier sustancia que produjera nar-
cosis, aturdimiento o sugestión, y comparó estas
reacciones con las que resultaban por intermediación
de la brujería, la herejía y el satanismo.
El uso de la corteza del sauce para elaborar un ju-
go o para utilizarlo como compresa ante la fiebre o la
inflamación, que se venían utilizando desde el siglo XV
a.C., dejó de ser mencionado en los libros médicos de
la Edad Media, y, en algunos lugares de Europa, se
asoció el uso de la herbolaria con las prácticas de bru-
jería o hechicería. Fueron las mujeres quienes siguie-
ron encargándose de su administración para el
enfermo o el ser doliente y fueron ellas las que tuvieron
que enfrentarse a los castigos de la Santa Inquisición
(Bayer, 2004). No obstante la persecución religiosa, se
continuó con el uso de algunas plantas como la ama-
pola, la mandrágora, el cáñamo y el beleño para paliar
el dolor y los tratamientos se acompañaban con masa-
jes, oraciones, ejercicios y dietas.
Padecer el dolor, entonces, se convirtió en una ex-
periencia de salvación, en una exigencia religiosa aso-
ciada al pago de culpas y como una posibilidad de
adelantar indulgencias para hacerse acreedor a una
“mejor vida” después de la muerte. Esta particular idea
de justicia divina admite que el dolor que se sufre
mientras se vive entre los mortales es temporal e in-
comparable al que puede sufrirse en la eternidad de
los infiernos. En ese tenor, a finales de la Edad Media,
Dante Alighieri expresa la visión teológica y dogmática
137
de la época mediante el poema alegórico La Divina
Comedia escrito entre 1300 y 1318.
En el capítulo tercero del Infierno, Dante nos deja
adivinar la suerte del cuerpo que en vida se ha co-
rrompido por el pecado y seguirá el destino del infierno;
lugar de tormento, de castigo, terror y sacrificio. Lugar
de eternidad para sufrir la condición humana, ámbito
de dolor; por lo tanto, inframundo que habitan los seres
solitarios que sufren. Es el infierno una sólida “conjetu-
ra imaginativa” (Elizondo,1992) en la que se prescribe
la desolación eterna, la exclusión, la falta total de liber-
tad. En el infierno, el dolor todo lo domina y lo somete;
es un poder omnisciente, omnipotente y omnipresente,
y, por lo tanto, es un poder que se dirige a causar efec-
tos a perpetuidad.
Según el poema inscrito en la puerta del Infierno se
lee la sentencia:
138
En el siglo XII (Fernández,1999)se acudía al llama-
do Antidotarium Nicolai que recomendaba el uso de la
"esponja soporífera" como anestésico. Fue Nicolás de
Salerno el primero que se atrevió a publicar la receta
de la "esponja" que consistía en: partes iguales de
opio, beleño y mandrágora molidos y macerados en
agua y especificaba: "cuando quieras serrar o cortar a
un hombre empapa un trapo en esto y aplícalo a las
narices durante algún tiempo". A finales del siglo XIV el
uso del opio se encontraba bastante difundido, aunque
las frecuentes sobredosificaciones hacían reaparecer
el criterio teológico-moral de siglos anteriores.
3.3. Renacimiento
E. Becker
139
a los herejes y alquimistas que buscaban fórmulas dife-
rentes para comprender y explorar el mundo.
Ya en el florecimiento del Renacimiento, el médico
y químico suizo Paracelso (1493-1541), entre otras
tareas, se encargó de estudiar el dolor y las obligacio-
nes del médico para con los enfermos que sufren do-
lor. Para él, era más importante la ayuda moral que un
médico pudiera proporcionarle al paciente, que el ejer-
cicio de su arte médico, pues mientras la primera acti-
tud se constituía por sí misma en mandamiento (orden,
precepto); la segunda, sólo debía entenderse como un
quehacer o actividad de menor importancia.
Es de gran relevancia su pensamiento porque su-
giere que el dolor es auto implicación, experiencia que
se nutre a sí misma pero que requiere de un semejante
que escuche y atienda la dolencia.
Discutiendo los postulados básicos del modelo de
la Teoría Humoral, puede considerarse a Paracelso
como uno de los precursores de la investigación quími-
co farmacológica y de la homeopatía. Una de sus tesis
fundamentales consistía en asegurar que el cuerpo del
hombre se constituía de los mismos elementos físicos
y químicos de los que estaba constituida la naturaleza.
Paracelso agregó a los elementos y combinaciones
hasta entonces propuestos por la Teoría Humoral, la
llamada Tria Prima que estaba constituida por azufre,
mercurio y sal, sustancias que mezcladas con otras,
constituyeron su farmacopea básica.
Paracelso se rebelaba ante al dogmatismo galénico
y se aventuró a proponer nuevas teorías sobre la cau-
140
salidad de la enfermedad y sobre la acción terapéutica
de los medicamentos. Para enfrentar el dolor prescribió
el uso de opio y de otras hierbas naturales (eléboro y
adormidera, por ejemplo) así como métodos terapéuti-
cos físicos: electroterapia, masaje, ejercicio y aguas
minerales. Asimismo, investigó la acción anestésica del
éter sobre los pollos y la describió como una sustancia
que elimina todos los sufrimientos y alivia todo dolor.
(Fernández, 1999).
Encontró que existían similitudes entre las enfer-
medades y los recursos empleados para su cura, y
logró la prescripción de dosis exactas de medicamento
dependiendo del padecimiento y la persona. A pesar
de sus esfuerzos por atender la melancolía, que atri-
buía a un exceso del principio mercurio y un daño al
archeus (fuerza vital) del enfermo, Paracelso se refirió
a la limitada acción que tiene la medicina para aliviar la
melancolía y el dolor, padecimientos cuya persistencia
impedían, según él, la curación verdadera de las en-
fermedades.
En vez de referirse al alma, como sus antecesores,
argumentó que todos los seres humanos poseemos un
“cuerpo invisible” que es propenso a dañar o restaurar
el cuerpo físico y que su ayuda es mayor que la que
puede proporcionar un médico. Aseguraba:
141
Para sentir el dolor, decía, sólo se necesita de un
cuerpo físico dotado de los órganos de los sentidos,
para conocer el dolor, se necesita del cuerpo invisible
que es lo que cada persona es. Con cierto sentido poé-
tico decía:
37
Otras palabras como soleen, acedia, alienación, duelo, fue-
ron también términos que se emplearon para definir la melan-
colía. Así como se llamó lipemanía o locura circular a la tristeza
extrema.
38
Estimaciones del 2005 calculan que existen aproximadamen-
te 340 millones de personas en todo el mundo que sufren de-
142
lía se comprometió con los estados románticos y de
producción artística o se reservó para referirse a la
añoranza, al recuerdo o la nostalgia, perdiendo de este
modo, el carácter patológico y trágico que le dio su
origen.
Otro de los grandes renacentistas, Leonardo da
Vinci (1452-1519), relacionó la sensación dolorosa con
la sensibilidad táctil y consideró que el dolor era trans-
mitido por los nervios (estructuras tubulares) y por la
médula espinal hasta el centro de la sensación locali-
zado en el tercer ventrículo cerebral. Esta concepción
anatómica y fisiológica fue seguida por otros autores
del siglo XVI como Andrés Vesalio (1514-1564) que
publicaría en 1543 el texto De humani corporis fabrica
que constituyó el primer tratado de anatomía39. En él,
se dedicaba una sección a explicar la estructura de los
nervios, del cerebro y de los órganos sensoriales que
hacían más comprensibles las opiniones de Leonardo.
143
Da Vinci estudió el cuerpo del hombre como una
estructura que sigue las mismas leyes de constitución
que cualquier otro organismo de la naturaleza, pero
distinguió, para el ser humano, la existencia del espíritu
que engendra las pasiones y que provee a la arquitec-
tura corporal del ánimo por existir. En los Cuadernos
de notas (1999) escribió numerosas recomendaciones
acerca de lo que los pintores deben considerar cuando
tratan de interpretar en un lienzo la figura humana.
Dice, por ejemplo, que un cuerpo humano que no
sea capaz de experimentar o de expresar una emo-
ción, equivale a un cuerpo muerto y que esto dificulta
el trabajo del artista, por lo que debe obligarse a cono-
cer los mecanismos internos por los que se gobierna la
anatomía corporal para estar en condiciones de poder
representar, en el dibujo, un sentimiento.
Añade que el cuerpo dispone naturalmente de las
estructuras físicas para comunicar lo que el alma sien-
te; y que, lo que el alma siente se corresponde con lo
que el individuo es y vive cotidianamente. Menciona
que las pasiones más importantes son frecuentemente
reconocibles por sus efectos o cambios en la presencia
corporal.
144
Por aquellos años Jean Fernel (1497-1588) consi-
deró al dolor como una sensación relacionada con el
tacto, pero con capacidad de dañar al organismo y de-
jar evidencias. En sus disecciones, describe y analiza
las transformaciones patológicas que pudieron estar
asociadas a la vivencia del dolor.
Ambroise Paré (1507-1591), por su parte, se en-
contró con el dolor en condiciones desoladoras. Siendo
barbero se incorporó al ejército y viendo el sufrimiento
de los soldados heridos, echó mano de los recursos
que tenía a su alrededor para intentar aminorar el do-
lor. Aplicó en las heridas un “digestivo”, cuyos compo-
nentes no sólo aliviaron el dolor sino que además
favorecieron la cauterización de las heridas. Ya como
cirujano reconocido por sus logros, afirmó: "el dolor es
como un sentimiento triste y adverso, como resultado
de un cambio súbito o por una interrupción de la conti-
nuidad" (Fernández,1999).
Montaigne (1533-1592), se propuso la revisión de
textos clásicos en un intento por descubrir las constan-
tes que han prevalecido en los intereses y la confor-
mación de la cultura humana. Encontró que el dolor
forma parte de la condición humana que hace palide-
cer cualquier otra sensación y que su afectación al es-
píritu es suprema e inevitable.
En el ensayo De la crueldad, refiere que es la
crueldad entre los seres humanos el dispositivo más
efectivo para ocasionar dolor, porque se afecta el sen-
tido moral de la organización humana y amenaza con
desintegrar cualquier vínculo entre los seres (Montaig-
145
ne, 1997, p. 203-210). En esta apreciación se destaca
que el hombre puede sufrir por los demás, pero tam-
bién a causa de ellos porque la existencia de la socie-
dad exige la disposición de los seres humanos a no
dejarse gobernar sólo por lo que sienten.
Otros protagonistas importantes que tienen gran
influencia ideológica fueron los poetas místicos, entre
los que destacan San Ignacio de Loyola (1491-1556),
San Juan de la Cruz (1542-1591) y Santa Teresa de
Jesús (1515-1582), para quienes la aceptación del do-
lor y el dolor auto infligido tenía la función primordial de
purificar el alma y permitir un acercamiento a Dios. El
principal motivo de su obra es el ofrecimiento de la vida
y del dolor a Dios con el propósito de clamar su miseri-
cordia y perdón. Vivir para lamentarse y reconocer en
la muerte una forma de liberación ante la debilidad
humana que conduce al hombre a satisfacer sus apeti-
tos.
La auto represión que se exigía alcanzó diversas
las esferas de la vida social y a sectores de la pobla-
ción que estaban convencidos del beneficio de sufrir.
Por su parte, la Iglesia censuraba la falta de templanza
en el carácter de los hombres que los inclina a vivir
pasiones que los dominan y los ciegan de razón; por lo
tanto, el dolor se ha impuesto como penitencia moral
para disminuir la ira de Dios, que en ese momento pa-
recía manifestarse por la presencia de las grandes epi-
demias de peste40.
40
Las terribles epidemias como fuente de temor, pronto empe-
zarían a desdibujarse gracias a las aportaciones de Girolamo
146
De esta etapa recojo tres textos muy conocidos41 y
que manifiestan esa visión atormentada de la vida:
SONETO XV
(Garcilaso de la Vega)
(1501-1536)
Si quejas y lamentos pueden tanto,
que el curso refrenaron de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;
Si convirtieron a escuchar su llanto
las fieras tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,
¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasadas,
un corazón conmigo endurecido?
Con más piedad debería ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.
GLOSA
Santa Teresa de Jesús
(fragmento)
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
147
San Juan de la Cruz
(fragmento)
Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor,
y esperando como espero,
muérome porque no muero.
148
Además, entre la anatomía detallada con rigor por
Vesalio en 1593 y la propuesta de Galileo sobre una
nueva visión del universo, ya se venía gestando una
propuesta metodológica que revolucionaría la forma de
reflexionar, exponer y resolver problemas: el llamado
método científico fundado en la experimentación y la
demostración clara y abierta de sus resultados que
puso en entredicho las creencias inamovibles del dog-
ma religioso.
Describir cómo eran las cosas o los fenómenos que
se observaban, medir cuánto duraban, pesaban o al-
canzaban, cuál era su mecanismo de funcionamiento y
sus relaciones, qué fuerzas intervenían; o descompo-
ner y conocer cada uno de los elementos que le con-
formaban; fueron a partir de entonces, actividades
sustantivas que abandonaron, para un segundo plano,
las preguntas o respuestas relacionadas solamente
con la especulación filosófica.
Así, mientras la decisión y destreza de Vesalio le
permitió diseccionar y conocer el funcionamiento del
cuerpo humano que describía como una máquina; Ga-
lileo demostró las tesis copernicanas y daba cuenta de
un universo totalmente físico, abierto y lleno de posibi-
lidades, sometido a movimiento y magnitudes que po-
dían conocerse matemáticamente y que podían
representarse en modelos de simulación. Asimismo,
aquel humor negro característico de los melancólicos,
el acendrado misticismo y aquella tendencia a sufrir
dolor como parte de los reclamos de la iglesia para ser
merecedor de indulgencias, empezaron a registrar un
149
proceso de cuestionamiento y abandono concomitan-
tes a la decadencia de la Iglesia.
Esa voluntad de sufrir como acto de purificación
comenzó a transformarse en voluntad de libertad, en la
instauración dominante del principio de libre albedrío
para la construcción del sujeto moderno. La melancolía
tomó un carácter creativo y estético y las universidades
iniciaron un cambio radical en las formas de organiza-
ción del trabajo intelectual y científico. Los tratamientos
morales para redimir al hombre del dolor, fueron susti-
tuidos por tratamientos médicos fundados en las nue-
vas ciencias bioquímicas. Asimismo, los trastornos de
juicio o de humor se sustituyeron, tiempo después, por
los trastornos mentales y del ánimo.
En el siglo XVII empezaron a desarrollarse las so-
ciedades científicas y aparecieron las primeras publi-
caciones periódicas que permitieron la difusión de los
importantes avances que se produjeron en anatomía,
biología, fisiología, física y química. El predominio de la
razón científica, el desarrollo del individualismo y de la
visión mecanicista caracterizaron el surgimiento de la
Modernidad y las revoluciones científico-técnicas ilumi-
naron los escenarios del escepticismo para hacer flo-
recer el pragmatismo en todas las actividades
humanas.
El pensamiento humanista, que caracterizara al
Renacimiento, lejos de alcanzar la liberación y amplitud
de miras para desarrollar el bien común y garantizar la
salvaguarda de la dignidad humana se vio estancado.
En palabras de Becker, durante el Renacimiento se
150
exaltó el individualismo, se produjo la completa des-
trucción de toda posibilidad de altruismo y comunita-
rismo y el carácter social del arte adquirió el estatus
personal de los creadores y adquirió su valor en el
mercado privado. En una fuerte crítica a los resultados
del Renacimiento, dice Becker (1993):
151
3.4. Modernidad
Ustedes que miran todo con los ojos
siempre abiertos, ¿no se baña alguna
vez su lucidez en lágrimas?
M. Serres
E. Ocaña
152
nos al servicio de una nueva clase social y al desarrollo
de una nueva filosofía acerca de la vida, del conoci-
miento y de sus aplicaciones técnicas.
El estudio sobre el dolor también reportó cambios
notables y el primero de ellos fue de carácter topológi-
co y físico42. La investigación en cadáveres alentó el
estudio de la anatomía y de la patología y en tanto que
era localizable y visible el órgano, el tejido o el interior
de un hueso, se pudo imaginar y asegurar que era po-
sible establecer el sitio exacto donde el dolor se anida-
ba. Asimismo, en tanto que era visible el desequilibrio
del cuerpo, medible su calor y apreciable el color
cuando la “normalidad” se alteraba, era posible compa-
rar valores y regirse por la estabilidad o alteración de
éstos para emitir un diagnóstico. Y en la medida que se
podía observar, extraer y hasta eliminar microorganis-
mos "patógenos"; se podía crear la farmacia como una
profesión calificada y diseñar los instrumentos para
alargar la mano y la mirada del que cura.
Es decir, cuando la logística del poder médico se
hizo diáspora e inundó de criterios oficiales el orden de
42
La responsabilidad del conocimiento se centró en la dimen-
sión objetiva y la materialidad tangible logró ser representada
en el lenguaje unificado de la ciencia. La anatomía humana de
G. B. Morgagni (Italia, 1682-1771), que se desarrolló con cadá-
veres, pronto ofreció la desintegración detallada del cuerpo y la
ubicación topográfica de las lesiones, proporcionando otro tipo
de certeza sobre la naturaleza física, finita y divisible del cuer-
po. Visión que para el siglo XIX alimentó el desarrollo de las
prácticas quirúrgicas de carácter funcional y restaurador en
seres vivos, escenario que contribuyó decididamente en la
búsqueda de recursos anestésicos y analgésicos.
153
la vida; fue entonces que las prácticas médicas ofician-
tes y oficiales se divorciaron y dejaron de alumbrar los
mismos caminos recorridos hasta entonces. La legiti-
mación de las profesiones contó con un cuidadoso me-
canismo de organización y legitimación de los saberes
y prácticas profesionales, de modo que el ejercicio de
la medicina abandonó la imagen de práctica popular y
doméstica de carácter empírico.
Concederle al dolor el estatus subordinado del cri-
terio médico naturalmente redujo su importancia en
otros órdenes de la vida. Para los modernos era de-
seable y posible lograr conocimientos a partir de des-
cripciones exhaustivas acerca de los fenómenos
observados. Este hecho trajo consecuentemente, una
nueva exigencia para la ciencia: la creación de lengua-
jes especializados.
Por otra parte, el principio de causalidad dominante
hacía suponer la existencia de factores determinantes
para producir, disminuir o evitar el dolor. Desafortuna-
damente, la sola descripción y clasificación de signos y
síntomas por enfermedades o trastornos, proveyó de
esquemas poco analíticos y respuestas médicas poco
efectivas en muchos casos.
En el siglo XVIII los valores radicaban en la certeza
de que el avance del conocimiento conducía al perfec-
cionamiento estético y civilizatorio, que era lo verdade-
ramente incuestionable e incorruptible y, por lo tanto,
un individuo moderno era quien participaba del desa-
rrollo del conocimiento y del arte. Esa idea se modificó
en el siglo XIX cuando se asumió que los cimientos de
154
la modernidad deberían reposar sobre las aportaciones
de la ciencia al desarrollo socioeconómico. Por lo tan-
to, los nuevos objetivos de la ciencia deberían ser: veri-
ficar, reproducir, predecir y crear en modelos
experimentales el saber que tuviera usos prácticos in-
mediatos. Entender cada problema como un mecanis-
mo que se puede armar o desarmar y ser resuelto a
través de producir otro mecanismo semejante que repi-
ta el diseño o lo reemplace.
La Modernidad se preocupó por ordenar, represen-
tar, interpretar y narrar lo ya dicho en un lenguaje an-
tropocéntrico, sustituyendo la metafísica aristotélica por
la física newtoniana y dejando espacios abiertos a to-
das las ciencias y las humanidades. Esta antropodicea
se propuso una nueva relación de los hombres con la
naturaleza y de los hombres con su sociedad, asu-
miendo que el uso de la razón y la reflexión sistemáti-
ca, ofrecería al hombre la mayoría de edad para
ejercer su gobierno sobre el mundo (Bozal, 1987). El
surgimiento de las instituciones sirvieron a esos fines y
su carácter permanente, exigió el establecimiento de
controles disciplinarios para legitimar, profesionalizar y
reproducir el conocimiento (Comisión Gulbenkian,
1996).
A este contexto sociohistórico, contribuyó, sustan-
cialmente, René Descartes (1596-1650) quien planteó
por primera vez de forma estrictamente racional, el
problema de cómo se produce el dolor. Concebía al
cuerpo humano como una máquina física que posee
un alma inmaterial e intentó una explicación mecánica
155
de todas las funciones del cuerpo y una explicación
metafísica de las funciones del alma. Consideró que
tanto las funciones sensitivas como las motoras radi-
caban en el cerebro y situó el sensorium commune (el
punto convergente de todas las sensaciones) en la
glándula pineal (por su situación central y por ser el
único órgano no duplicado del cerebro). La glándula
pineal también era, para Descartes, el lugar del alma
cuya naturaleza era espiritual y razonadora;43 mientras
que los nervios periféricos contenían “hebras finas” que
conectaban el cerebro con las terminaciones nerviosas
de la piel y otros tejidos.
Descartes consideraba que la percepción del dolor
ocurría en el alma como una sensación imprecisa que
podía ser producida por la acción de objetos externos o
por el mismo cuerpo. Vinculando la sensación del dolor
al tacto, concluía que cualquier sensación se torna do-
lorosa cuando su intensidad supera un cierto nivel.
Su teoría del dolor, conocida en el campo de la es-
pecificidad sensorial o nerviosa, planteaba que los ner-
vios eran estructuras tubulares que contenían un gran
número de filamentos que conectaban las terminacio-
nes nerviosas de la piel y otros tejidos con la sustancia
cerebral, transmitiendo los estímulos sensoriales, me-
diante espíritus naturales que concebía como una es-
pecie de viento o llama sutil proveniente de la sangre.
Señaló, que el dolor tenía cercanía con la tristeza y
que ésta se llegaba a constituir en una pasión o un
43
Y no de rango inferior como el alma sensitiva de la escuela
aristotélica.
156
estado del alma y no un accidente, pero en todo caso,
era una condición del ser humano y no necesariamente
una condena, algo venido de afuera o un estado ingo-
bernable. Mientras que el dolor dependía estrictamente
de la mecánica del cuerpo, podía tener origen externo
y podía constituirse en un estado ingobernable.
Recordemos que en la antigüedad clásica los grie-
gos asignaban a la pasión un carácter de accidente al
considerar que el sufrimiento, la pena, el dolor, no eran
inherentes a nuestra naturaleza y, por lo tanto, la pa-
sión como accidente o acontecer era objeto de estudio
de la filosofía y componente esencial de la mitología.
Otros espacios de existencia de la pasión fueron reser-
vados a la poesía y en general a las artes. Galeno, en
su obra Tratado de las pasiones del alma y de sus
errores, señaló que las pasiones son temibles pues
impiden el libre juicio y el pleno ejercicio de la voluntad
y representan una especie de falsa naturaleza del
hombre.
Por lo tanto, las pasiones producirían movimientos
del alma que enferman y limitan la voluntad. Para este
tipo de enfermedades, Galeno había propuesto el ejer-
cicio de la medicina moral (Parret,1986). La pasión
también había sido estudiada en su relación con lo fe-
menino y con las enfermedades del alma, considerán-
dola pasiva y a la vez caótica44.
44
Aquí utilizo la palabra pasión proveniente del griego pathos
que significa sentimiento, emoción afecto, afección, tensión. En
medicina pathos, como se sabe, significa enfermedad. La pa-
sión se ha comprendido generalmente como algo opuesto a la
razón, como fuerza que alienta las acciones de los hombres o
157
Estos planteamientos fueron estudiados por Des-
cartes quien además aventuró otra hipótesis al afirmar
que también existía autonomía del cuerpo para sentir
dolor y que este dolor era el causante de nuestra tris-
teza. El dolor, decía: “proviene siempre de alguna ac-
ción tan violenta que hiere los nervios” y daña el
cuerpo (Descartes,1999). La tristeza y el dolor las rela-
cionó con tener un mal o con carecer de algo, y para
explicar el mecanismo fisiológico de la tristeza asocia-
do al dolor, señaló:
158
Cuando la sangre requerida por el corazón no era
suficiente, los mismos espíritus y nervios que sirven
para contraer el corazón, actúan sobre el bazo, que
siendo un depósito de sangre, lo obligan a enviar más
sangre al corazón para proveer de cierto alivio. 45
Los planteamientos que hace Descartes sobre las
pasiones del alma, hablan finalmente de su preocupa-
ción por comprender al ser humano como unidad indi-
visible, cuerpo-alma y no cuerpo y alma como
entidades opuestas. Decía que las pasiones tienden a
fortalecer el pensamiento y la razón de un hombre,
que, naturalmente, es mucho más intelectual que emo-
cional. Intelectualidad que unida a la capacidad volitiva
determinaban la durabilidad, la intensidad y los efectos
de las pasiones en las que el alma participaba sintien-
do y razonando sobre lo que siente, sobre lo que se
valora, y sobre lo que el ser humano se conmueve y se
constituye en centro de decisiones.
Bajo estos supuestos, percibir el dolor respondía a
mecanismos de acción que emprendía el organismo,
siempre en relación a la conexión, las funciones, los
estímulos o sensaciones que recibía o producía el al-
ma. Abordó el problema del miembro fantasma asegu-
rando que la vivencia del dolor era real y no imaginaria,
45
Las seis pasiones primarias del alma que Descartes recono-
ció en comunión con el cuerpo son: admiración, amor, odio,
deseo, gozo y tristeza. Según él, lo que puede llegar a producir
el mayor dolor al hombre, es el amor unido a la tristeza porque
al encontrarse dos pasiones, los efectos corporales se multipli-
can.
159
porque los nervios siempre estaban en agitación pro-
vocando sensaciones que el alma reconocía como si el
miembro todavía estuviera allí.
Explicó que el opio permitía aumentar la resistencia
de esos filamentos elevando así el umbral del dolor.
Por último, consideró que la función del dolor era señal
de que algo peligroso ocurría en el cuerpo, por lo que
primero era necesario conocer el origen del dolor antes
de su tratamiento.
El mecanicismo intentó contemplar el cuerpo
humano como una máquina compleja, como una es-
tructura comprensible y como un espacio de interven-
ción humana para modificar procesos. En este
contexto, los estudios de Willis (1622-1675) acerca del
funcionamiento del sistema nervioso central y del neu-
rovegetativo, y la teoría de William Harvey (1628) que
expuso el mecanismo de la circulación de la sangre,
constituyeron una prueba contundente de que el para-
digma cartesiano era el camino a seguir en la búsque-
da de respuestas nuevas a viejos problemas. Boreli y
Malpighi, también formaron parte de los anatomistas y
fisiólogos que se interesaron particularmente en el es-
tudio del sistema nervioso central y su relación con el
dolor.
Willis distinguió las distintas partes del cerebro y del
cerebelo a partir de la especialización de sus funciones
y aseguró que cuando el cerebro está en calma existe
un flujo continuo y regular de espíritus animales hacia
los órganos periféricos, pero que un estímulo nocivo
provoca una alteración en este flujo determinando la
160
aparición del dolor y del movimiento de respuesta refle-
ja.
Sydenham (1624-1689), por su parte, reveló que la
sensación dolorosa se producía como consecuencia de
un flujo desorganizado de espíritus animales que se
acumulan en alguna parte inervada del organismo. En
realidad, su verdadera aportación estuvo al lado de la
terapéutica del dolor utilizando con éxito la tintura de
láudano. Asimismo, Joseph Priestley y Davy descubrie-
ron las propiedades analgésicas del óxido nitroso dan-
do inicio a nuevos derroteros en la investigación
analgésica.
Por otro lado, Charles Bell (1774-1842) realizó in-
vestigaciones experimentales en cadáveres de anima-
les tratando de explicar el mecanismo de la
sensibilidad en relación con el movimiento de las raí-
ces de los nervios espinales. Evidentemente, al utilizar
animales muertos, sus experimentos no lograban satis-
facer las hipótesis planteadas. Magendie (1783-1855)
continuó en esta línea y logró explicar en diez leyes el
mecanismo sensorial de las raíces posteriores que se
comunican e informan al cerebro. Definió al dolor como
una función del sentido del tacto al estar la piel en con-
tacto con estímulos exteriores.
A finales del siglo XIX, se redujo considerablemen-
te, la hegemonía de la Teoría Humoral pues sus fun-
damentos perdían consistencia en el campo de las
nuevas ciencias químico-biológicas, la anatomía y la
fisiología. Con respecto a la explicación y tratamiento
del dolor, el nuevo razonamiento condujo hacia la se-
161
paración, de un lado se atribuyó a la sensación doloro-
sa una causalidad de carácter físico y, por otro lado, se
produjo una transformación del término melancolía al
reducir sus efectos a una causalidad de carácter neta-
mente emocional o psicológico, perdiendo de esta ma-
nera, su representación patológica, pasional y trágica
que se le dio en su origen.
No obstante, todavía a principios del siglo XIX la
idea religiosa de que el dolor era un castigo merecido
por incumplir con los principios de la Iglesia, seguía
teniendo gran influencia en el contexto social. De esa
época recordamos el Edicto del Papa Pío VII sobre la
excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla leído públi-
camente el 29 de Julio de 1811, antes de que el cura
Hidalgo fuera pasado por las armas46. Documento es-
pecialmente interesante porque no deja lugar a dudas
sobre la visión pasional y trágica del dolor.
46
http://jherrerapena.tripod.com/maestro3.html
162
y a Abirón, y con todos aquéllos que dicen al Señor,
apártate de nosotros, no deseando tus caminos; como
el fuego se apaga con el agua, así se apague la luz
para siempre, a menos que se arrepienta y haga peni-
tencia.
Que el Padre que creó al Hombre, lo maldiga; que
el Hijo que sufrió por nosotros, le maldiga; que el Espí-
ritu Santo que se derrama en el bautismo, le maldiga;
que María Santísima, virgen siempre y madre de Dios,
le maldiga; que todos los ángeles, príncipes y podero-
sos y todas las huestes celestiales, le maldigan; que
San Juan el precursor, San Pedro, San Pablo, San
Andrés y todos los otros apóstoles de Cristo juntos, le
maldigan; que el santo coro de las benditas vírgenes,
quienes por amor a Cristo han despreciado las cosas
del mundo, le condenen; que todos los santos que
desde el principio del mundo hasta las edades más
remotas sean amados por Dios, le condenen. Sea
condenado Miguel Hidalgo y Costilla en dondequiera
que esté, ya sea en la casa, en el campo, en el bos-
que, en el agua o en la iglesia.
Sea maldito en vida y muerte. Sea maldito en to-
das las facultades de su cuerpo. Sea maldito comien-
do y bebiendo, hambriento, sediento, ayunando,
durmiendo, sentado, parado, trabajando o descan-
sando. Sea maldito interior y exteriormente. Sea mal-
dito en su pelo. Sea maldito en su cerebro y en sus
vértebras, en sus sienes, en sus mejillas, en sus man-
díbulas, en su nariz, en sus dientes, en sus muelas,
en sus hombros, en su boca, en su pecho, en su cora-
zón, en sus manos y en sus dedos.
Sea condenado en su boca, en su pecho, en su
corazón, en sus entrañas y hasta en su mismo estó-
mago. Sea maldito en sus riñones, en sus ingles, en
sus muslos, en sus genitales, en sus caderas, en sus
piernas, en sus pies y uñas. Sea maldito en todas sus
coyunturas y articulaciones de todos sus miembros;
desde la corona de la cabeza hasta la planta de los
pies, no tenga un punto bueno. Que el Hijo de Dios vi-
viente, con toda su majestad, lo maldiga, y que los cie-
los en todos sus poderes que los mueven, se levanten
163
contra él, le maldigan y le condenen, a menos que se
arrepienta y haga penitencia.
Así sea, amén.
164
el cerebro tiene la capacidad de traducir esas sensa-
ciones en datos o códigos simbólicos. Bajo este enfo-
que el dolor respondía a tres aspectos: fisiológico,
anatómico y psicológico que culminaba con la idea de
que la percepción del dolor obedecía a ciertos patrones
de reconocimiento. Para Müller: “el dolor, el calor, el
frío y la comezón, son cualidades de la misma expe-
riencia”. (Cabral, 1993, p.23).
Posteriormente, comenta Pellicer (1997), ganó te-
rreno la Teoría de la interacción sensorial que proponía
la existencia de un sistema de fibras de conducción
rápida “que inhibe la transmisión sináptica de las seña-
les dolorosas por medio de otro sistema de conducción
lenta, llamados por Head, epicrítico y protopático, tam-
bién denominados por Bishop como rápido y lento o
filogenéticamente connotado como nuevo o viejo” (p.
58).
A mediados del siglo XIX se produjeron nuevos
hallazgos. Muller y J.H.S. Beau demostraron que la
médula espinal no era un simple punto de convergen-
cia de los diferentes nervios, sino por el contrario, era
un centro nervioso completo con funciones reguladoras
en la transmisión de sensaciones. Octave Landry, en
1852, confirmó la diferencia entre el sentido del tacto y
la fisiología del dolor y aseveró que las fibras nerviosas
podían reaccionar de diferente manera y simultánea-
mente.
En 1847 Simpson aplicó por primera vez la aneste-
sia inhalatoria en el parto y pronto se extendió el uso
del cloroformo para aliviar los dolores del parto. En
165
1858 los estudios de Schiff confirmaron nuevamente,
mediante experimentos con animales a los que lesio-
naba la médula espinal, que tacto y dolor eran inde-
pendientes y que el dolor poseía su propio aparato
sensorial.
Von Frey, por su parte, estudió el desplazamiento
del fluido intercelular inducido por el estímulo doloroso
y con ello sentaba las bases de las transformaciones
químicas a consecuencia del dolor. En 1852 Charles
Pravaz, cirujano francés, inventó y utilizó la jeringa hi-
podérmica para suministrar morfina con fines analgési-
cos.
En 1874 Erb señaló que cada receptor sensitivo era
capaz de producir dolor si era suficientemente estimu-
lado, y Goldsheider, entre 1881 y 1884, aseguró que
los estímulos viajaban por receptores específicos y que
el dolor era el resultado de estímulos sumativos. Estas
hipótesis sobre intensidad, especificidad y sumación,
ganaron fama, y, la consideración aristotélica sobre la
cualidad afectiva del dolor, que hasta entonces se
mantenía vigente, quedó marginada de las discusiones
contemporáneas.
El trabajo metodológico y los resultados teórico ex-
perimentales de Claude Bernard (1813-1878) sobre las
relaciones e imbricaciones de la fisiología con la pato-
logía, se constituyeron en uno de los aportes científicos
más notables del siglo XIX e influyeron sobre la selec-
ción de temas a investigar. Aun cuando Bernard no se
interesó suficientemente en indagar aspectos cualitati-
vos de la sensación, sí estableció observaciones im-
166
portantes sobre la conciencia y la condición social del
enfermo asegurando que la vida depende de las rela-
ciones externas e internas del organismo que se man-
tienen en continuidad y se expresan en salud
enfermedad como modos de ser y estar en el mundo y
no como estados antagónicos entre sí.
Esa vida interior de los órganos y de las sustancias
en su relación fisiológica con la salud-enfermedad, fue
una de las tesis más sugerentes para que René Leri-
che (1879-1955) se hiciera preguntas acerca de la
conciencia que en los enfermos se despierta cuando
se interrumpe el silencio de los órganos y se hace pre-
sente el dolor, que si bien se produce o repercute so-
bre las estructuras del cuerpo y transforma la fisiología,
no es el dolor “que se siente” un asunto de la fisiología
en primer término, porque “el dolor no está en el plano
de la naturaleza” (Canguilhem, 1981, p. 67).
En sus postulados sobre el dolor como una enfer-
medad, Leriche apunta en dirección del sujeto y su
percepción del dolor y hace resaltar que no puede exis-
tir indiferencia ante la vida y que todo aquello que aten-
ta contra la integridad del ser humano es susceptible
de experimentarse como dolor. Anota:
167
reacción de defensa saludable que el médico tendría
que respetar e incluso reforzar.
El dolor es un fenómeno individual monstruoso y
no una ley de la especie. Un hecho de enfermedad...
El dolor-enfermedad existe en nosotros como un acci-
dente que evoluciona a contrapelo de las leyes de la
sensación normal... Todo en él es anormal, rebelde a
la ley... Es un fenómeno de reacción total, que sólo
tiene sentido –que sólo es un sentido– en el nivel de
la individualidad concreta...
Nos parece importantísimo que un médico pro-
clame que el hombre es quien hace su dolor –así co-
mo hace una enfermedad o como hace su duelo– y no
se limita a recibirlo y sufrirlo... Considerar, en cambio,
al dolor como una impresión recogida en un punto del
cuerpo y transmitida al cerebro significa suponer que
está totalmente constituido como tal, fuera de cual-
quier relación con la actividad del sujeto que lo expe-
rimenta. (Canguilhem, 1981, p. 67-68).
168
fisiológicos y las características de las sustancias quí-
micas susceptibles de participar en el control o supre-
sión del dolor. Se determinó que entre las sustancias
químicas que el cuerpo libera ante la presencia del
dolor, las más importantes eran: bradicinina, prosta-
glandinas, serotonina y citocinas. En un esfuerzo por
suprimir el dolor se aplicaron las primeras inyecciones
de agentes neurotóxicos o neurolíticos, como alcohol,
fenol, sales de amonio, nitrato de plata y clorocresol,
con el propósito de destruir o provocar lisis en las fi-
bras nerviosas y evitar el dolor. Los resultados no fue-
ron del todo exitosos en la mayoría de los casos.
El desarrollo de la anatomía, la fisiología, la bio-
química y la microbiología, así como el uso de analgé-
sicos, anestésicos y antibióticos cada vez más seguros
y potentes; el perfeccionamiento de la imagen radio-
gráfica y de los beneficios de la radiactividad, favore-
cieron en gran medida el crecimiento de la práctica
médica en todas sus especialidades, aunque, particu-
larmente, se reconoce el despliegue sin precedentes
de la cirugía, que se vio favorecido con nuevas técni-
cas de anestesia: extradural caudal y lumbar, regional
intravenosa e intraarterial.
A pesar de que se avanzaba en la demostración de
hipótesis sobre las zonas sensoriales del cerebro (tá-
lamo y corteza cerebral) como centros del dolor, lo
cierto es que nuevas preguntas se agregaban a las
investigaciones y se empezó a trabajar en las conexio-
nes entre las distintas estructuras nerviosas. El reco-
nocimiento de que la sensación del dolor no procedía
169
directamente de la simple transmisión sino de un con-
junto de mecanismos de reorganización y modificación
de la sensación a través de varios reflejos coordinados.
En 1932, E. Douglas Adrian y C. Scott Sherrington
obtuvieron el Premio Nobel en medicina por sus inves-
tigaciones neurofisiológicas que les llevaron a clasificar
los impulsos nerviosos en tres tipos de estímulos: pro-
pioceptivos (que dependen de músculos, tendones,
articulaciones y vasos sanguíneos); exteroceptivos
(esencialmente los receptores cutáneos) e interocepti-
vos (de origen visceral). La tesis central de su trabajo
permite comprender que los estímulos no siguen una
trayectoria directa entre el punto de partida y su térmi-
no, sino que se suceden cambios dinámicos e interre-
lacionados con efectos diversos e impredecibles sobre
la sensibilidad, intensidad y constancia del dolor. Expli-
cación contenida en el concepto de nocicepción.
Por último, consideró al dolor como parte de los
progresos evolutivos de la especie que aseguran la
supervivencia; describió al cerebro como un centro de
control que posee capacidad para intervenir, dentro de
ciertos límites, en la supresión, modificación o genera-
ción de reflejos. Esto es considerar al dolor como un
medio de defensa, y poco tiempo después, se estable-
ció que el dolor desencadena una respuesta endocrina
que aumenta la secreción adrenal disponiendo al suje-
to a experimentar conductas de huída y lucha.
A partir de la II Guerra Mundial, J. Bonica impulsa
la tesis de que el dolor solamente es comprensible y
atendible si se estudia y resuelve desde una perspecti-
170
va multidisciplinaria e interdisciplinaria; propuesta que
abriría el tema del dolor a la diversidad de miradas y
posibilidades de comprensión. Esta nueva organiza-
ción para el trabajo científico tenía como propósito fun-
damental: la integración de conocimientos, métodos y
procedimientos para estudiar y resolver problemas
desde una perspectiva multicausal, dinámica y comple-
ja. Este modelo de trabajo no logró penetrar todos los
campos del conocimiento o no lo hizo con la misma
intensidad sino hasta la década de los años 1980 y
siguientes47.
La investigación en fisiología obtuvo las mejores
recompensas hasta la década de los años 60, período
en el que se pudo reconocer la función específica de
los receptores sensoriales y de la médula espinal. Fue
entonces cuando Melzack, Wall y Casey dieron a co-
nocer, en 1965, un modelo para explicar el circuito en
el asta dorsal de la médula espinal responsable de la
transmisión dolorosa. A esta teoría se le llamó Teoría
de control de compuerta, que en esencia daba cuenta
de la información específica de los órganos sensoriales
que generan patrones de actividad central, susceptible
de ser modulada.
47
En México se empezó a desarrollar la Clínica del Dolor en el
Hospital General de México (HGM) y en 1976 el HGM habilita-
ba la primera clínica de su tipo en México, que a partir de 1992
albergó también al Centro Nacional de Capacitación en Clínica
y Terapia del Dolor bajo el auspicio y responsabilidad de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
171
Dice Cabral (1993) que, según esta teoría, “la esti-
mulación periférica se transmite a tres sistemas: las
células en la sustancia gelatinosa, las columnas dorsa-
les que se proyectan al cerebro y las células de la mé-
dula espinal que median la información hacia el
cerebro” (p.24). Melzack, Wall y Casey trabajaron des-
pués sobre aspectos afectivos y cognoscitivos relacio-
nados con la experiencia dolorosa. Esta teoría ha
estimulado, además, el desarrollo de medicamentos y
procedimientos quirúrgicos para ampliar las opciones
de tratamiento del dolor.
En 1973 Pert y Snyder explicaron cuáles eran los
receptores específicos en las células nerviosas que
participaban en los efectos analgésicos producidos por
el opio y sus alcaloides y, en 1975, Hughes y colabo-
radores estudiaron la síntesis endógena de sustancias
péptidas involucradas en el control del dolor y aislaron
la Leucina-encefalina y Metionina-encefalina. Poste-
riormente se encontraron las propiedades analgésicas
de las endorfinas. Al conjunto de endorfinas y encefali-
nas (aproximadamente 40) se les conoce con el nom-
bre de opioides (endógenos) y a los alcaloides
derivados de la morfina se les conoce como opiáceos
(exógenos). Estas sustancias actúan disminuyendo la
sensibilidad al dolor y tienen efectos antinociceptivos48.
48
Más recientemente se ha comprado la participación de estas
sustancias en la regulación de la ingesta de alimentos, de la
temperatura y del aprendizaje, entre otros procesos bioquími-
cos del cuerpo.
172
Los estudios interdisciplinarios entre la neurología,
la fisiología, la clínica médica y la psicología han permi-
tido avanzar en explicaciones cada vez más complejas.
En la década de los años 90 Melzack propuso el con-
cepto de neuromatriz para referir la red neuronal que
participa en la generación y percepción del dolor (cor-
teza del cíngulo, formación reticular y algunas estructu-
ras límbicas). Además de haber avanzado en el
conocimiento del dolor, también se han hecho impor-
tantes investigaciones sobre el tratamiento; no obstan-
te, la parte reflexiva va quedando a la saga.
Señala Pellicer (1997) que “esta efervescencia de
conocimientos y propuestas se han constituido en una
nueva perspectiva para entender y tratar no sólo el
fenómeno doloroso denominado patológico, sino tam-
bién es posible que aclaren los padecimientos psiquiá-
tricos, como la esquizofrenia, o campos tan
importantes como el de la psicología evolutiva y el de
la conciencia” (p. 61).
En la práctica médica actual, cobra hegemonía la
explicación neurofisiológica del dolor, que lo define
como señal de alarma que protege al ser humano de
lesiones o trastornos orgánicos que desencadena
comportamientos específicos de cada persona y for-
mas de interpretar y vivir el dolor derivadas de la cultu-
ra en la que se encuentra inmerso.
La explicación neurofisiológica49 sobre el dolor, ex-
puesta por la organización Enlace Hispanoamericano
49
http://ehasalis.ehas.org/subproyectos/servicinfo/Cursos/Curso
Dolor.doc.
173
de Salud, incluye la acción de cinco procesos (lesión
tisular, transducción, transmisión, modulación y per-
cepción):
1. El tejido que se lesiona o sufre desequilibrio meta-
bólico produce respuesta inflamatoria y libera sus-
tancias (leucotrienos, prostaglandina E y la
sustancia P) que estimulan los nervios periféricos
nociceptores (receptores tisulares).
2. Las lesiones se traducen en sensaciones que pue-
den originar dolor cuando los estímulos químicos,
térmicos o mecánicos son intensos. Los receptores
tisulares transmiten la información a través de fibras
nerviosas, principalmente fibras A delta y fibras C
que pueden encontrarse en piel, vísceras, vasos
sanguíneos, músculos, fascias, tejido conjuntivo, pe-
riostio y meninges. Sólo en la piel existen aproxima-
damente 200 fibra.
3. La transmisión del dolor ocurre cuando los estímu-
los dolorosos han llegado al sistema nervioso perifé-
rico y central, primero a los núcleos basales
encefálicos, especialmente el tálamo y el hipotála-
mo, que a su vez, llevan información aferente noci-
ceptiva al sistema reticular y al sistema límbico. El
tálamo organiza las señales topográficamente, de
tal manera que las sensaciones recibidas se rela-
cionan con puntos específicos del cuerpo, mientras
que los sistemas reticular y límbico, determinan res-
puestas emocionales al dolor, entre las más comu-
nes: miedo y ansiedad. El siguiente punto de
transmisión es la corteza cerebral.
4. Posteriormente, en la modulación (atenuación o po-
tenciación) del dolor, participan de forma compleja:
el asta posterior de la médula espinal, el tallo cere-
bral y el encéfalo, aunque acciones externas (masa-
je, frío o calor) pueden contribuir a la atenuación. En
tanto que la contracción muscular y la hiperalgesia
cutánea pueden incrementar el dolor. La presencia
de endorfinas constituye un poderoso modulador.
174
Otros factores moduladores del dolor tienen que ver
con características propias de cada persona: perso-
nalidad, momento o situación de la vida en la que se
presenta el dolor, relaciones sociales y de apoyo,
sexo, edad, nivel cognitivo, experiencia dolorosa, ni-
vel intelectual, cultural y educativo.
5. La percepción del dolor se entiende como la inter-
pretación, la reacción emocional y la conducta del
sujeto ante la sensación dolorosa. Implica un estado
de conciencia una vez que el tálamo ha enviado los
estímulos a la corteza cerebral.
50
Los estímulos nocivos pueden ser: térmicos, mecánicos,
químicos o resultado de la manifestación de una enfermedad.
Estos estímulos pueden llamarse también objetivos en tanto se
derivan de la realidad física.
51
En las primeras reacciones se produce bradicinina, serotoni-
na, prostaglandina y citocina. Después de la primera señal
eléctrica se producirán otras como el glutamato, la sustancia P
y la histamina.
175
RUTA DEL DOLOR
ESTÍMULO
NOCIVO 2ª señal
eléctrica
SN Modula-
ción
PERCEPCIÓN Información al
RESPUESTA Intensidad tálamo y corteza
INDIVIDUAL Localización somatosensorial
176
ñón, pulmón, huesos y cerebro, sólo puede haber dolor
si se afecta la serosa, el periostio o meninges. Igual-
mente se afirma, que sólo las personas con déficit neu-
rológico son propensas a no experimentar dolor, ¿será
cierto? Pero esta teoría todavía es incapaz de explicar
que, bajo condiciones fisiológicas semejantes, los indi-
viduos manifiestan sensibilidad y comportamientos di-
ferentes frente al dolor. Otra vez Canguilhem (1981)
nos auxilia con respuestas cuando dice:
177
Métodos para evaluar el dolor52
52
Para mayor información ver: escuela med. puc.
cl/publ/boletin/dolor/MedicionDolor.html
178
No obstante la dificultad de la práctica clínica para
evaluar el dolor, al haber podido describir procesos
fisiológicos también se han abierto nuevas investiga-
ciones sobre el tratamiento del dolor, algunas de las
cuales tienen por fin reconocer los factores genéticos
que participan en la producción de sustancias que so-
lamente se localizan en el cerebro y que son, en gran
parte, responsables de la transmisión y de la diferente
sensación o respuesta al dolor53.
El Dr. Jeffrey Mogil, de la Universidad de Illinois54
señaló que en estudios con ratones, el 50% de esa
variabilidad se debe a factores genéticos, y dijo: "El
hecho de que exista esa variabilidad en el ser humano
y que buena parte de ella se deba a la genética permi-
tirá en el futuro individualizar las terapias para el dolor
y el desarrollo de nuevos tratamientos". La biotecnolo-
gía apenas inicia y ya se cuentan por miles los ensa-
yos clínicos para buscar las nuevas tecnologías para
mitigar el más antiguo de los problemas médicos: el
dolor.
La ingeniería genética ya estudia nuevas alternati-
vas contra el dolor y explora con particular interés la
riqueza biológica de los océanos, diversos tipos de
caracol, tiburones, peces, babosas, gusanos, esponjas
53
Las regiones del cuerpo que más frecuentemente están ex-
puestas al dolor son: cabeza, torax, abdomen, articulaciones y
músculos. En Estados Unidos, por ejemplo, 28 millones de
personas padecen dolores migrañosos, y de este total el 75%
son mujeres.
54
http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/go y
http://www.pnas.org/
179
o almejas, constituyen los principales objetivos para la
investigación farmacológica55. En otro capítulo se hace
alusión a los tratamientos en boga.
La investigación científica parece encontrarse con
menos obstáculos que antaño. En octubre de 200656
se han entregado los Premios Nobel de Medicina por
dos asombrosos descubrimientos, a los médicos nor-
teamericanos Andrew Z. Fire (patólogo) y Craig C. Me-
llo (especialista en medicina molecular) quienes
encontraron el procedimiento mediante el cual es posi-
ble controlar el flujo de la información genética (reducir
los genes al silencio) interfiriendo el RNA en plantas,
animales y seres humanos con el objetivo de estable-
cer barreras a virus, intervenir en enfermedades car-
diovasculares y desórdenes hormonales. Con tales
bases intentan tratar cáncer, sida, colesterol alto y
otros procesos patológicos.
En esta misma emisión, los físicos norteamericanos
John C. Mather y George F. Smoot reciben el Nobel,
por nuevas aportaciones para explicar el origen del
universo, las galaxias y las estrellas. Los astrónomos,
por su parte, discuten si existe un mecanismo regula-
dor del nacimiento de las estrellas y si es aplicable a
otros entornos naturales.
Estos solamente son algunos de los temas que la
ciencia moderna explora y analiza y que parecen dis-
tantes no solamente de sus aplicaciones concretas,
55
http://www.tecnociencia.es/monograficos/bmarina/botiquin.html
56
http://www.reforma.com/ciencia/articulo/693657/
180
sino, sobre todo, de la relación con otros saberes que
podrían permitir el desarrollo de la ciencia en un senti-
do horizontal y transcidiplinario como ha sido propues-
to en diversos foros. Sin embargo, el intercambio entre
las ciencias tratando de borrar las fronteras disciplina-
rias es todavía un bastión de lucha que enfrenta la con-
tradicción de querer avanzar en los procesos de
globalización, reservando el control sobre la “propiedad
privada” del conocimiento.
No obstante, en los ambientes académicos se mar-
ca la tendencia de concebir un nuevo humanismo en el
que la ciencia, la ética y la política sirvan a la compren-
sión del orden y de la vida planetaria y no sólo huma-
na. Dennis Gabor, Premio Nobel de Física, al recibir la
condecoración en 1979 declaró: “nuestra civilización
está basada sobre una extraordinariamente exitosa
tecnología material y espiritualmente sobre absoluta-
mente nada”.
Antropoética es el nombre que Edgar Morin (2001)
propone para avanzar en la construcción nueva del
humanismo, entendido como una forma de cultura
compleja en el contexto de la globalización. Opinión
que ampliamente comparten y suscriben los investiga-
dores de la Comisión Gulbenkian en el concepto de
universalismo pluralista y cuando dicen:
181
niéndolos en pequeñas partes que parecen fáciles de
manejar analíticamente, sino más bien abordando es-
tos problemas, a los seres humanos y a la naturaleza,
en toda su complejidad y en sus interrelaciones (p. 85-
87).
182
CAPÍTULO 4
Caraco
Introducción
184
hipoglucemia o infecciones y otras causas ambienta-
les.
Hoy se tiene la certeza de que existen padecimien-
tos que invariablemente ocasionan dolor, tales como
artritis o cáncer, lesiones a nervios sensitivos, contrac-
ciones musculares reflejas, etcétera. Enfermedades
que además, guardan una estrecha relación con el es-
tado de alerta y sufrimiento de las personas que los
padecen y de sus familiares. Diversas encuestas seña-
lan que España, salvo en sus regiones costeras, es el
país con mayor incidencia de dolor en Europa. Se es-
tima que el 85% de la población española ha sufrido
dolor de cabeza en algún momento de su vida y que la
mayoría se automedica.
Ocurre con frecuencia que las personas que pade-
cen dolores crónicos acuden con menos asiduidad a
los servicios de urgencias médicas, que los pacientes
que presentan lesiones y dolores agudos. Asimismo, la
Sociedad Española del Dolor (SED) ha reconocido que
la estancia hospitalaria se prolonga muchas veces de-
bido al manejo inadecuado del dolor58. Uno de los da-
tos epidemiológicos que llama más la atención, es el
referido a que es la dolecencia la etapa en la que se
registra el inicio de la experiencia crónica del dolor.
58
El Ministerio Español de Sanidad realizó un muestreo con
5.755 historias clínicas de 24 hospitales públicos y encontró
que el 75% se veían afectados por el uso inadecuado de medi-
camentos, infecciones hospitalarias o por complicaciones en
cirugías con anestesia. Entre los efectos adversos figuran: in-
fecciones, mal abordaje del dolor, fármacos contraindicados o
úlceras por presión.
185
Apenas iniciada la década de 1990, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) hacía oficial reconocimiento
sobre nuevas enfermedades, tales como: síndrome de
fatiga crónica y fibromialgia. Quince años después, la
Sociedad Española de Reumatología (SER)59 informa-
ba en septiembre de 2005, que el síndrome de fatiga
crónica y fibromialgia estaba presente entre el 2 y el
4% de la población española y que el 90% de los afec-
tados eran mujeres; y aunque se señalan como dos
padecimientos distintos, ambos cursan con síntomas
muy similares y es muy difícil establecer el diagnóstico
diferencial. Se estima que aproximadamente el 5% de
la población mundial mayor de 18 años puede estar
afectada por fibromialgia o por fatiga crónica.
La fibromialgia es uno de los padecimientos doloro-
sos que más intriga a los especialistas por los diversos
trastornos que le caracterizan, por la imposibilidad de
recurrir a estudios de laboratorio o gabinete para preci-
sar o facilitar un diagnóstico o tratamiento y porque se
desconoce el origen del padecimiento. Algunos de los
síntomas frecuentes son: dolor generalizado (se han
detectado hasta 74 puntos de dolor, pero coinciden con
mayor frecuencia 18, distribuidos en todo el cuerpo),
fatiga extrema que no mejora con el reposo, ansiedad,
hormigueo en brazos y piernas, trastornos cognitivos,
trastorno de ansiedad, depresión, insomnio, trastornos
59
Información reportada en el XXI Congreso de la Sociedad
Española de Reumatología (mayo 2005) http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=40878
186
abdominales y colon irritable; todos o algunos de ellos
experimentados por más de 3 meses.
La fibromialgia es una enfermedad crónica para la
cual no existe cura específica. La causa de la fibro-
mialgia es aún desconocida y objeto de investigación.
Los estudios médicos se han orientado ha observar si
hay lesiones en los músculos, alteraciones inmunoló-
gicas, anomalías psicológicas, problemas hormona-
les, alteraciones en la fisiología del sueño o en los
mecanismos protectores del dolor, pero entre todas
estas hipótesis, la más aceptada es la de un incre-
mento exponencial de la sensibilidad al dolor tanto a
60
nivel periférico como central de tipo neurológico .
60
http://www.institutferran.org/fibromialgia.htm
187
tándar, conveniente) para tratar las molestias doloro-
sas de los pacientes con fibromialgia, la SER ha pro-
puesto el siguiente decálogo de conducta para el
médico y el paciente, cuyo contenido cito textualmente,
pues resulta ser, no sólo una lista de consejos propios
del sentido común, sino que representa, además, un
reconocimiento a la capacidad de sentir, de compren-
der y de relacionarse con los demás por encima del
saber científico y la obediencia o sumisión al dictamen
médico.
En este decálogo se enuncia la complejidad de as-
pectos cotidianos-vitales que se involucran en el dolor
que padece una sociedad empeñada en desgranar y
pulverizar las razones que le fundaron en otro tiempo y
que frente a este tipo de enfermedades dolorosas, re-
curre nuevamente a la reflexión personal, a la necesi-
dad del autoconocimiento y de la apropiación del
cuerpo. Cito textual:
188
personas con fibromialgia son enfado e ira, depresión,
frustración, sensación de fracaso, culpa y vergüenza.
Debe aprender a controlarlos para que no se cronifi-
quen y se conviertan en un problema aprendido. Re-
conozca todo lo positivo que le sucede en la vida: a
pesar del dolor no es un incapacitado y puede hacer
muchas más cosas de las que piensa.
Controle su estrés
Evite la fatiga
Haga ejercicio
189
a realizar el ejercicio de una forma suave y vaya pro-
gresivamente incrementando su intensidad y duración,
hasta realizarlo de 20 a 40 minutos, como mínimo 3
días a la semana. Al principio es posible que su dolor
se incremente, pero progresivamente irá disminuyen-
do.
Proteja su salud
190
medicarse, y se ponga en manos de un médico exper-
to en el tratamiento del dolor crónico y en el uso de las
medicaciones anteriormente mencionadas.
Sea constante
191
4.1. El dolor en números61
X. Villaurrutia
192
cian a desórdenes mentales como depresión, es-
quizofrenia y alcoholismo.
63
Otros métodos utilizados para evaluar la intensidad del dolor
en población general son las escalas numéricas, las categoria-
les y las de tipo visual-analógicas.
193
anterior a la entrevista, el más frecuente era el do-
lor articular (10%) y el de espalda (9%). Se comen-
tó que en Estados Unidos la mayoría de pacientes
afectados por el dolor crónico tiene entre 30 y 50
años; mientras que en Europa, la edad oscilaba
entre 30 y 60 años, y en España, entre 40 y 60
años.
64
Ibidem.
194
agudo o crónico. Entre los resultados se destacan
los siguientes:
♦ 29.6% de los encuestados refirió haber padeci-
do dolor el día anterior, siendo las mujeres el
colectivo más afectado.
♦ La frecuencia del dolor aumentó con la edad.
♦ 60.5% declaró que su dolor tenía más de tres
meses de evolución.
♦ 61.7% tomaba algún medicamento.
♦ La auto prescripción fue de un 29%.
♦ El 48% de las mujeres se vieron imposibilitadas
de realizar el trabajo doméstico debido al dolor.
♦ 56.2% manifestó que sus relaciones personales
se habían visto afectadas.
♦ 80% opina que las alteraciones psicológicas
pueden aumentar el dolor.
♦ 74.5% piensa que los fármacos que ingieren pa-
ra distintos padecimientos disminuyen la efica-
cia de los analgésicos.
♦ 43.5% piensa que la fe o la religión puede ayu-
dar a aliviar el dolor.
65
http://www.ameted.org.mx
195
♦ Que el 14% de ellos presentaba dolor leve y el
12% tenía dolor moderado a severo causado
principalmente por lesiones y 18% refirió dolor
de tipo músculo esquelético no relacionados a
lesiones.
♦ Que el 36% de las personas que falta al trabajo
lo hace por dolor y aproximadamente falta 20
días al año.
♦ Que el dolor persistente se asoció con una fun-
ción física y social alterada y con depresión.
♦ Al menos 50% de las personas mayores de 60
años sufre dolor.
196
♦ Aproximadamente el 1% de la población de Es-
tados Unidos (2.1 millones) sufre de artritis
reumatoide, aumentando la incidencia con la
edad.
♦ La fibromialgia afecta a más de 2 millones de
estadunidenses.
♦ Entre 2 y 5% de esta misma población presenta
anualmente un cuadro de dolor lumbar con un
costo por incapacidades de 16 billones de dóla-
res.
♦ Aproximadamente 40 millones de la población
de Estados Unidos presenta cuadros crónicos
de cefaleas.
197
que padecían un dolor generalizado tenían el doble
riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer. Asimis-
mo, el número de muertes violentas (accidente y
suicidio) fue cinco veces mayor en este grupo que
en el de las personas que declararon no haber su-
frido dolor.
66
La encuesta fue telefónica, incluyó a 46 mil adultos de 16
países.
198
♦ 19% de los europeos sufre dolores crónicos, in-
cluso, durante más de 20 años, a menudo per-
manentes y de 5 a 7 días de duración media.
♦ De aquellos pacientes con dolor que reciben tra-
tamiento (73%), el 58% afirma que su tratamien-
to es, en ocasiones, inadecuado. Más del 60%
de los pacientes tratados, refleja el desconoci-
miento que existe sobre el dolor y cómo tratarlo.
♦ 28% afirma no ser capaz de llevar una vida in-
dependiente, al 22% le cuesta mantener rela-
ciones con amigos y familia, el 46% asegura
que no realiza ninguna actividad social y el 35%
no es capaz de mantener relaciones sexuales.
♦ 22% ha perdido su trabajo, 29% sufre depresión
como consecuencia directa del dolor y 13%
siente que sus compañeros no entienden las
implicaciones de su dolor. En Europa cada año
se pierden 34 billones de euros como resultado
directo del dolor.
♦ La media de pérdida de días de trabajo por per-
sona al año en España es de 16 días. Este es el
país que reporta mayor incidencia de dolor en
Europa.
♦ España, Italia, Grecia y Portugal, presentan el
menor consumo de opioides menores y mayo-
res (14% frente a la media europea que es de
30%) indicados en el tratamiento del dolor cró-
nico moderado a severo.
♦ La visión sobre el dolor que ha mostrado la En-
cuesta Europea del Dolor ha generado la puesta
199
en marcha de distintas actividades promovidas
por especialistas en dolor y pacientes, con el
objetivo de mejorar el conocimiento del dolor.
En esta línea se enmarca el lanzamiento de la
página web "Pain in Europe", que proporciona
información sobre epidemiología, tratamiento e
impacto del dolor, así como de las actividades
científicas, educativas y de divulgación que se
realizan en las instituciones abocadas al tema.
200
mento en el grupo de mujeres ancianas y en el de
mayores de 75 años. Se prevé que en el año 2025,
el 27% de la población europea tendrá 60 años o
más. En pacientes españoles hospitalizados mayo-
res de 65 años se ha encontrado una prevalencia
de dolor del 52%, y de éstos, el 13% presentaban
dolor desde hacía más de seis meses. Entre pa-
cientes ingresados a una unidad de cuidados palia-
tivos, el 84.3% presentaba dolor.
En el estudio español Valoración socioepidemioló-
gica del paciente mayor de 65 años con dolor cró-
nico no oncológico67, se encontraron los datos
siguientes:
♦ 69% sufre dolor crónico y lleva una media de 9
años con dolor y solamente el 1% recibe trata-
miento adecuado.
♦ 75.3% declara que soporta mejor el dolor gra-
cias a sus creencias religiosas.
♦ 68.8% considera que el dolor perjudica su cali-
dad de vida, 36% padece depresión y 58% con-
sidera que el dolor es el causante de crisis en
sus relaciones familiares.
♦ 43% sufre trastornos del sueño y 45% de los
ancianos necesitan medicamentos para dormir.
♦ Más de la mitad recibe analgésicos o antiinfla-
matorios no esteroideos a pesar de que este ti-
po de medicamentos reducen el efecto de otros
que tratan hipertensión y diabetes y bien pue-
67
En el que participaron 594 ancianos de 15 hospitales espa-
ñoles.
201
den ocasionar o agravar problemas gástricos o
renales, enfermedades, que por otro lado, son
comunes entre los ancianos. El estudio muestra
que el 60.6% de los ancianos padece hiperten-
sión, 25% tiene colesterol elevado y 22.1% es
diabético.
202
♦ Conductas no verbales como: agitación, postura
deforme, manoseo repetitivo, respiración ruido-
sa, parpadeo rápido, tocarse repetidamente una
o más partes del cuerpo. Otras conductas pue-
den ser movimientos constantes o aislamiento.
♦ Vocalizaciones no verbales: gritos, gemidos,
gruñidos.
♦ Expresiones faciales: boca apretada, expresión
facial distorsionada, expresión facial temerosa,
entrecejo fruncido, muecas
♦ Cambios en la conducta habitual: oposicionis-
mo, inquietud, agresión, agitación, irritabilidad,
apetito alterado, patrón del sueño alterado.
68
http://www.psiquiatria.com/noticias/psicosomatica/21593
203
♦ Casi un 57% de los encuestados afirma sentir
dolor constante y 22% de los casos sufre de do-
lor diariamente.
♦ Uno de cada cinco encuestados asegura que el
dolor es tan grave que no puede tolerarlo más;
27% no puede recordar lo que es sentirse bien;
40% se siente cansado todo el tiempo; y uno de
cada seis asegura que el dolor es a veces tan
terrible que preferiría morir.
♦ Se calcula que 80% de los pacientes con dolor
crónico no está recibiendo la atención suficiente
para controlar el dolor.
♦ 45% de los pacientes cree que no se puede
hacer nada por mejorar su condición y 58% es-
pera que su salud empeore.
♦ Alrededor del 20% de los españoles mayores de
16 años padece alguna enfermedad reumática,
siendo la artrosis de rodilla la más frecuente.
204
♦ 61% padece dolor osteoarticular y 49% neuro-
pático
♦ 50% presenta alteraciones del sueño
♦ 47% sufre depresión o ansiedad
♦ Otros síntomas frecuentes son: astenia, pérdida
de peso e irritabilidad
♦ El tiempo medio de evolución del dolor ha sido
de 6 ½ años
♦ 30% de los pacientes entrevistados ha pedido
su baja laboral
♦ 11% ha requerido hospitalización con una me-
dia de estancia de 12 días
♦ Y, entre enero y mayo del 2006, el 26% de los
enfermos acudió al menos tres veces al servicio
de urgencias debido al dolor.
205
presentar cefalea y 6 veces más de desarrollar fi-
bromialgia69 que los hombres. Creen además, que
algunas diferencias en la percepción del dolor se
deben a las fluctuaciones hormonales, algo que se
ha observado en el período premenstrual, en el que
las pacientes presentan mayor sensibilidad al dolor.
69
En EU, 28 millones de personas padecen dolores migraño-
sos, y de este total el 75% son mujeres.
70
La OMS informó que en el año 2000 existían 600 millones de
personas mayores de 60 años con dolor crónico, cifra que se
duplicaría en 2025 y que podría alcanzar los 2 000 millones en
2050.
71
http://revista.sedolor.es/pdf/2000_04_02.pdf
206
ción de 1 095 pacientes de 24 países, se encontró
que el dolor intenso, las características, los síndro-
mes y la fisiopatología del dolor asociado al cáncer
son muy heterogéneos entre los diferentes sujetos,
presentándose 22 tipos de síndromes dolorosos an-
te patologías y medicaciones similares. Este estu-
dio se caracterizó por ser el primero en buscar
datos comparativos en un protocolo de tipo pros-
pectivo, transversal, internacional y multiétnico.
207
ción incluyó: neuropatía viral, 25.8%; osteoartropa-
tía, 23.6%; diversos tipos de neoplasias, 14.2%;
neuralgias y plexopatías, 12.9%; neuropatías novi-
lares, 6.0%; cefaleas, 4.7%; enfermedades vascular
periféricas, 3.7%; patologías asociadas con sín-
dromes dolorosos, 3.2%; distrofias simpático refle-
jas, 1.9%; artralgias, 0.1%; enfermedades
psicosomáticas, 0.1%; disfunción témporomandibu-
lar 0.1% y otras 3.1%.
208
pone designar el 11 de octubre como el Día Nacio-
nal sin Dolor y modificar el plan de estudios de la
carrera de médico cirujano a fin de incorporar algu-
na asignatura sobre manejo y control del dolor. El
estudio en el que basa sus propuestas señala:
♦ En el año 2000 se registró una tasa de 92.3 ca-
sos de tumores malignos por cada 100 mil habi-
tantes, que afectó 34.3% a hombres y 65.7% a
mujeres. Los tumores malignos que aparecieron
con mayor frecuencia fueron: cuello del útero,
24%; piel, 14%; mama, 11%; próstata, 6%; es-
tómago, 3%.
♦ En el año 2001, el cáncer representó la 2ª cau-
sa de muerte (12.8% del total). Los adultos ma-
yores de 65 años y las mujeres mayores de 25
años fueron los grupos de mayor riesgo para
contraer la enfermedad y fueron más afectadas
las poblaciones del norte y centro del país.
♦ Se estima que entre el 50 y 75% de pacientes
cursa la enfermedad con dolor en etapas inicia-
les e intermedias y que el 90% padece dolor en
etapa terminal. La literatura mundial reporta que
del 65% al 78% de los casos, el dolor se rela-
ciona directamente con el tumor o la infiltración
tumoral, del 19 al 25% está en relación con el
tratamiento anticanceroso y sólo del 3 al 10%
sin relación con el tratamiento.
209
paña, reportaba que el 50% de enfermos oncológi-
cos no recibían control adecuado del dolor que se
sumaba a la inapetencia y la debilidad que experi-
mentaban todos los días. Sin embargo, precisa que
es más fácil controlar el dolor que la falta de apetito
o la debilidad, pues el dolor puede aliviarse en el
100% de los casos y eliminarse en el 80%. Enton-
ces, si no se atiende el dolor es porque se desco-
noce la terapéutica, se tienen prejuicios ante los
opiodes o, simplemente, porque no se concede la
importancia que tiene el dolor en la vida de las per-
sonas.
Ernesto Sábato♣
Holan
♣
Escritor argentino merecedor del Premio Cervantes y físico
matemático de formación.
72
Citado por Ocaña Enrique, Op. Cit.
210
Todos aquellos aspectos del negocio social que obli-
gan a cualquier persona a ser el agente inmediato o el
testigo ocular de la inflicción del dolor, son delegados
por consenso común a una clase peculiar y restringi-
da: jueces, soldados, cirujanos, carniceros y verdugos
(p. 41).
211
nidad el hombre se haya desnutrido de sí mismo, a tal
grado que ha perdido identidad y morada (en el sentido
ético). Consecuentemente, en el proceso de globaliza-
ción, el sufrimiento se gesta eficazmente porque no se
tienen, porque se sobrecargan o porque se olvidan los
compromisos humanos esenciales. Trastocado el sis-
tema filosófico que dio vida al humanismo, se ha perdi-
do solidez en la vida comunitaria.
En estricto sentido cultural, dice Noica:
74
Ibidem, p. 7
212
bajo por la extensión que estos padecimientos tienen
en el mundo, a pesar de que muchas veces sea una
realidad oculta.
213
crónico que padecen los trabajadores retirados o
pensionados.
75
La Casa de los Mil Colores es un albergue indígena estable-
cido en la Cd. de México con el propósito de hospedar a padres
y niños indígenas, cuando estos últimos son atendidos en los
hospitales de tercer nivel, debido a la gravedad de su enferme-
dad. Estas personas tienen que recorrer largas distancias du-
rante varios días antes de arribar a la ciudad.
214
Colores. Barragán señala que la cosmovisión indí-
gena incluye la relación de estas dolencias con los
desequilibrios entre lo frío/caliente, las penas de
amor y las muertes de seres queridos, mencionan-
do que éstas últimas se consideran “dolores del al-
ma”. Asimismo, menciona Barragán que los
indígenas recurren principalmente a los masajes,
limpias, emplastos, pomadas, punciones, infusiones
o tés para atender el dolor.
215
social, ya que el enfermo cumple una función me-
diadora entre los familiares, pues su condición vul-
nerable permite que los lazos afectivos y sociales
se estrechen. Menciona que la violencia doméstica
tiene repercusiones importantes para generar en-
fermedades asociadas a dolores crónicos con fuer-
tes repercusiones en el sentimiento de seguridad
ontológica y de confianza hacia los demás.
76
www.auto-lesion.com/cuerpoPQ.htm
216
dental presenta conductas de autolesión. Estudios
más recientes en Estados Unidos reportan que el
1% de norteamericanos se autolesiona.
217
drogas; y una tercera parte de toda la mues-
tra esperaban morir antes de cinco años. La
mitad de la muestra había estado hospitali-
zada (240 días en promedio) debido a la au-
tolesión.
♦ Únicamente el 14 por ciento dijo que la hos-
pitalización le ayudó mucho, 44 por ciento
dijo que ayudó poco y 42 por ciento mencio-
nó que no le ayudó en nada. 38 por ciento
había ingresado a urgencias del hospital de-
bido a heridas por autolesión (una media de
3 visitas).
♦ 64 por ciento intentaron terapia como pa-
cientes externos (60 sesiones en promedio),
29 por ciento indicó que les ayudó mucho,
47 por ciento un poco y 24 por ciento men-
cionó que no les ayudó.
218
caciones atienden de manera importante a la con-
dición de género.
77
http://www.lasegunda.com/edicionimpresa/edicionesanterio-
res/detalle/detalle.asp?idnoticia=0215072005301S0180001&fro
m=d&fecha_elegida=15/07/2005
219
♦ Encontrar alivio. Cuando emociones intensas se
acumulan y no se sabe hacer frente a la situa-
ción, causar dolor reduce el nivel emocional y fi-
siológico acumulado
♦ Calmar el odio: muchos autolesionadores sien-
ten profunda molestia o enojo y por miedo a ex-
presarse, se lesionan como método de control
de sus emociones
♦ Abandonar el adormecimiento emocional, como
una forma de sentir algo, para saber que siguen
vivos.
♦ Para ubicarse y poder manejar los estados de
despersonalización, disociación y enajenación
♦ Como elemento de seguridad o sentimiento de
valía: la autolesión como herramienta que da
seguridad y sensación de valor
♦ Para lograr un estado de euforia, hacer frente a
la depresión y prevenir el suicidio
♦ Como forma de expresar dolor emocional inso-
portable
♦ Para influenciar o emular la conducta de otros
♦ A fin de comunicar la gravedad de la desespe-
ración o el temor por pedir ayuda
♦ Para expresar o reprimir el impulso sexual
♦ Validar el dolor emocional: las heridas sirven
como evidencia de que sus sentimientos son
reales
♦ Reproducir patrones de abuso (sexual, verbal o
físico)
♦ Castigarse a uno mismo por ser “malo” o “mala”
220
♦ Obtener un alivio bioquímico. Prevalece la idea
de que los adultos que fueron repetidamente
traumatizados cuando niños, les resulta difícil
regresar a un estado “normal”, y en cierto senti-
do se vuelven adictos a estar en crisis. La auto-
lesión puede mantener este tipo de estado de
crisis
♦ Desviar la atención de temas que son muy dolo-
rosos para abordar o analizar
♦ Ejercer sensación de control sobre el cuerpo de
uno mismo
♦ Prevenir que suceda algo peor.
221
(Nueva York)78, se estudia desde 2003 una “nueva
enfermedad” denominada desorden de identidad de
la integridad corporal, que aglutina aquellas con-
ductas de autoflagelación extrema o mutilación de
alguna o algunas partes del cuerpo.
78
http://axxon.com.ar/not/149/c-1490086.htm
222
tíamos muchas cosas y me identificaba con su forma
de ser y su forma de vivir, él también me quería mu-
cho, pero llegó un momento en que lo quise más de lo
que él me quería a mí.
En un instante comenzó a perder ese respeto por
mí, empezó a celarme por cualquier cosa, se molesta-
ba porque estaba con mis amigos, quería que todo el
tiempo se lo dedicara, y así lo hice. Dejé muchas co-
sas por él, incluso, a mis mejores amigos. Cuando pe-
leábamos yo creía que sólo era mi culpa, que yo había
hecho algo mal, y que él, a pesar de ser como era, me
quería mucho. No me daba cuenta que estaba sumer-
gida en mi propia inseguridad, mi falta de autoestima y
mi gran depresión, las cuales, me hacían acudir a él
porque no quería sentirme sola, porque quería impor-
tarle a alguien y porque de algún modo quería que mi
vida tuviera sentido.
Había problemas en mi casa, mi familia se mos-
traba molesta porque yo andaba con él, incluso, me
llegué a sentir más sola de lo que ya estaba pues lle-
gó un momento en que ellos ya no me hablaban, sen-
tía que no me comprendían o que a lo mejor todo era
culpa mía. Todo llegó a ser mas difícil cuando comen-
cé a pelear con él y cuando por primera vez me puso
una mano encima. No me pude defender, al contrario,
sentí mucho miedo mezclado con impotencia por no
poder dejarlo, así que mi disgusto, mi tristeza y mi do-
lor emocional los canalicé de otra forma, no la mejor
forma, pero hasta cierto punto aliviaba el dolor que tra-
ía en mi alma.
La primera vez que hice eso fue porque, según
yo, no encontraba un disco, disco que traía en la ma-
no y que ante el enojo de no encontrarlo, provocó que
me cortara los brazos. En ese momento no me dolió,
sólo lo hice para desquitar lo que ya traía guardado.
Así comencé a canalizar mi dolor, con mi cutter por-
que sólo recurría a eso, nada de cuchillos ni tijeras,
porque mis papás podrían darse cuenta de lo que
hacía y yo no quería que supieran, porque se preocu-
parían y porque no quería que ellos me vieran como
una loca, enferma y estúpida por hacer tal cosa.
223
Y sí, era mi cutter el único medio de confidencia
para mí y esas cortadas eran mis mejores amigas
cuando más necesitaba de ayuda; ayuda que me sen-
tía incapaz de recibir. Sentía que no podía lidiar con
mi propia angustia mental y con el caos de sentimien-
tos que me invadían.
La primera vez que lo hice fue con rabia, pero
conforme pasó el tiempo ese sentimiento se convirtió
en culpa y al percatarme de lo que hacía, el dolor vol-
vía pero ya no sólo era dolor emocional sino también
físico. Llegué a cortarme los brazos, alguna vez los
labios y también la región abdominal y trataba de po-
nerme ropa de manga larga para que mis padres no
se dieran cuenta.
Ahora sé que sí se daban cuenta, pero no sabían
como acercarse a mí, ahora sé que la culpable no sólo
era yo, y también sé que no estoy sola y que hay mu-
cha gente que me quiere.
¿Cómo toqué fondo? ¿Cómo salí de eso? Aún no
lo sé totalmente, pero me ayudó mi familia, mis ami-
gos y esa fuerza interna que a veces muchos de los
que pasamos esto, creemos que no tenemos.
A sólo 3 años de haber pasado por esta experien-
cia, aún me sigue surgiendo la idea de aliviar mi dolor
de ese modo, pero cuando eso pasa, mejor lo platico
con alguien, me duermo o simplemente me pongo a
estudiar.
79
Periódico Reforma. Sección Cultura, 8-IX-2006, p. 8
224
v Este lenguaje de los jóvenes, parece coincidir con
otras expresiones artísticas como el performance
que recién se presentó en la cd. de México (sep-
tiembre de 2005)80, mediante la exhibición de traba-
jos en artes visuales, teatro, danza y música. Edith
Medina, de 26 años de edad, con antecedentes de
anorexia y bulimia, señala que el sufrimiento se
puede constituir en una herramienta del arte que
permite tomar conciencia de identidad. Para la ar-
tista, apretar, golpear el cuerpo, modificarlo e im-
plantarse sensores biotecnológicos para estimular
sus órganos, son parte de los elementos que nece-
sita al construir y narrar una historia.
80
Periódico Reforma. Sección Vida, 17-IX-2005, p. 1
225
manifestaciones nos recuerdan prácticas rituales
que tienen por objeto aliviar la tensión emocional y
buscar la comunicación con el espectador.
226
millones de personas en el mundo82, por estas ra-
zones.
82
Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR) La situación de los refugiados en el
mundo 2000, http://www.acnur.org/publicaciones/intro
83
Estado Mundial de la Infancia 2004
www.unicef.org/spanish/sowc04/sowc04_contents.html
227
v El dolor que se puede producir a otra persona como
medida de castigo que conlleva la franca intención
de dañar, causar lesiones físicas y emocionales
perdurables. Esa forma de dolor que se hace pre-
sente en escenarios diseñados para tal fin, como
son las prisiones o algunas instituciones escolares,
hospitalarias o religiosas que se crean y organizan
en torno de mecanismos disciplinarios y de control.
Instituciones en las cuales el preso, el estudiante o
el enfermo pierden su estatus de persona para
convertirse en el número de una matrícula o en un
registro que se anota en el inventario de someti-
miento para seres vulnerables. Preso, estudiante,
interno o enfermo, llegan a constituirse en categorí-
as que significan exclusión de una sociedad que ha
diseñado dispositivos encargados de repartir y re-
gular dolor, como si éste fuera un producto esencial
para mantener el orden social. Un panorama sufi-
cientemente explícito sobre este tema es tratado
por Nils Christie (1984) en su libro titulado Los lími-
tes del dolor.
228
que envían los migrantes mexicanos a sus familias,
Ángeles Santiago (2004) les llama “Dólares con
olor a muerte”. La autora menciona que en Estados
Unidos viven aproximadamente 23 millones de per-
sonas de origen mexicano y que la mitad son mi-
grantes, entre los que al menos 6 millones carecen
de documentos legales.
84
El día que Jaime Torres Bodet se suicidó, 13 de mayo de
1974, dejó el siguiente recado: “He llegado a un instante en
que no puedo, a fuerza de enfermedades, seguir fingiendo que
vivo. A pasar día a día a la muerte, prefiero convocarla y hacer-
229
con su deber” y toma la decisión de su muerte, pro-
bablemente sin dudar y sin contemplación al silen-
cio.
230
tremo serio. Tal vez exista un cáncer en S-iliaca. “A
usted –me dice, con cortesía que no me halaga– sería
inútil pretender engañarlo.” Añade algunos elogios,
que por lo visto no merezco, puesto que su ruda fran-
queza destruye, enseguida, la confianza que podía yo
conservar en las fuerzas de mi carácter. Disimulo,
movido por un postrer sentimiento de orgullo. Y le oi-
go, con fingida tranquilidad.
Quiere explicarme que, acaso, realmente, no se
trate todavía de un cáncer: pero que, de todas mane-
ras, la operación se impone. Lo comprendo perfecta-
mente: aunque no exista el cáncer –cosa que sólo
podrá averiguar durante la intervención o después de
ella– ésta implicará peligros incuestionables.
Mientras habla, considero el intenso color rosado
de sus mejillas. Lo siento tan incrustado en el mundo
de la salud que no sé cómo perdonarle la serenidad
con que me desplaza de ese universo con su diagnós-
tico... Es cierto, acaba por confortarme. Alude a dos o
tres consecuencias de la operación que me propone.
Adivino que, en su fuero interno, tales explicaciones
no significan nada muy favorable. Me las ofrece, no
tanto por piedad cuanto por respeto a las tradiciones
de su oficio, como el gran violinista que no vacila en
añadir –en calidad de “encore”– a la intervención de
una marcha fúnebre, algún trozo alegre, rápido y me-
lodioso. Un minueto de Mozart, pongo por caso.
Me quedo solo frente a mi angustia. Voy a tener
que esconderla a los seres que me rodean. Me juzgan
frío y voluntarioso. Yo mismo no creía conservar tanto
amor para la existencia. Y he aquí que la idea de
abandonarla, tal vez muy pronto, me llena de descon-
cierto. Hasta las expresiones de que me sirvo delatan
mi malestar. ¿Qué significa, en efecto, esa frase:
abandonar la existencia? Cuando muera, no seré yo,
por cierto, quien la abandone, sino ella la que me arro-
jará de su torbellino.
Hace meses, al redactar mi libro sobre Tolstoi, dedi-
qué en él todo un capítulo a una de sus mejores nove-
las: La muerte de Iván Ilich. Dije entonces que se vive
y se muere solo. La diferencia estriba en que, mien-
tras vivimos, hay seres que nos odian y que nos
231
aman. Nos envidian o nos desprecian; pero el que sa-
be que va a morir está más allá del odio y del amor,
de la envidia y hasta del desprecio. ¿Qué valen, sobre
un cadáver, las condecoraciones o los insultos?
Me asalta la amargura de estar viviendo, a mi mo-
do, los días finales de Iván Ilich. Como a él, me irritan
la alegría, la salud y la fuerza de los demás. Todos
ellos tienen proyectos. Van a ver a sus amistades:
llaman por teléfono para averiguar si la hora de esta o
aquella cita no se ha alterado. Sonreirán de cosas que
ya no comprendo ahora. Hablarán de asuntos que, pa-
ra siempre, ya no me afectan. Cada sonrisa que se di-
buje en sus labios y cada palabra que digan los
alejarán –aunque no lo quieran– de la pobre inquietud
humana en que me debato.
Condenados a muerte, lo estamos todos. Mientras
la salud nos engaña, ignoramos lo riguroso de seme-
jante condena. Vivir constituye un acto magnífico de
egoísmo. El temor de morir no es menos egoísta sin
duda, pero carece de toda magnificencia. Nos revela,
de un golpe, lo absurdo de haber vivido como vivimos.
Y nos muestra –no con ideas generales, sino con
hechos concretos, precisos y dolorosos– hasta qué
punto la vida que, desde lejos, puede parecer afortu-
nada, esconde un irreversible y tremendo error.
Escribo estas líneas en la madrugada de un día
nublado. Como no podía dormir, pensé que sería me-
jor dar alguna expresión formal a los vagos abismos
que abría el insomnio frente a mi alma. Por las venta-
nas, empieza a clarear la aurora. Un pájaro, que no
identifico, se ha posado en la cima de un olmo. En
agudos gorjeos, como el surtidor de una fuente, de-
rrama el exceso de vida que llena su cuerpo alado. ¿A
quién bendice esa voz sin cólera ni rencor? No es a
mí, por supuesto, sino a todo lo que le ofrece, en la
mañana recuperada, el espectáculo de esa solidaridad
admirable que representa, para los vivos, la fe en la
vida.
Sin embargo, aunque no cante el pájaro para mí,
lo escucho con emoción y agradecimiento. Yo también
saludé a la vida, como ese pájaro. Yo también viví ca-
da hora como si fuera un fragmento de eternidad. Que
232
el día que principia a encenderse haya de apagarse,
que el pájaro que lo anuncia haya de enmudecer, y
que el hombre que está escuchándolo sepa que sus
semanas tendrán un término, ¡qué poco importa, des-
pués de todo! Somos, apenas, gotas de un río inmen-
so. Si una se pierde, millones y millones se disponen a
reemplazarla. Nada acaba con el ente que acaba, sino
–a lo sumo– su oscuro estremecimiento. La única ley
positiva de la existencia es la de no atar el destino del
mundo a la dimensión de lo individual.
233
En este contexto, el consuelo se expresa mediante
una actitud de sigilo para velar el sueño torturante de
quien sufre dolores terribles, una actitud paciente para
acompañar la muerte del otro sin conmiseración ni
mentiras; la generosidad y la prudencia con que se
entrega el tiempo vital para la persona que sufre. El
sufriente ve con gran lejanía la salud, la fuerza, la ale-
gría y las razones para vivir. Decía Ilich en su agonía:
“…tengo la conciencia de que la vida se va inexora-
blemente y de que no acaba de irse, siempre esta te-
rrible y odiosa muerte que se acerca” (p.63).
v El suicidio de nuestros jóvenes mexicanos también
habría que estudiarlo en el contexto de la vivencia
del dolor. Cada muerte dice algo de la sociedad en
la que ocurre y de las condiciones del suicida para
decidir su muerte. Hace 100 años Durkheim (2004)
había dicho, con razón, que el suicida es una per-
sona que no sólo se ha desvalorizado a sí misma
sino que tampoco encuentra ningún valor digno de
vivirse en su alrededor.
234
grupo de edad, el suicidio representaba la segunda
causa de muerte en el año 2000.
85
En la última década, los casos de depresión en México se
han duplicado y ésta alcanza entre el 10 y 20 % de la pobla-
ción.
236
libertad intelectual y de movimiento, con la posibili-
dad de participar en las decisiones que afectan la
vida colectiva y de contribuir a transformar las es-
tructuras de la sociedad.
86
http://www.cordite.org.au/archives/000459.html
87
www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/resquicios/hoja3.html
237
profunda, largamente como duerme
la mujer que es feliz.
88
Declaración de la Asociación Médica Mundial sobre el Suici-
dio de Adolescentes (Malta, 1991) y Foro de la UNICEF para
analizar el suicidio en adolescentes (Argentina, 2002)
238
En esta lista de razones para morir coexisten la
desesperanza y el abandono de una familia y de una
sociedad que ha ido perdiendo funciones de socializa-
ción y de apoyo a los miembros que las constituyen. Es
parte del peso que cargan las nuevas generaciones a
costa de sí mismos, es como la piedra de Sísifo.
Cuando el dolor vence toda resistencia y la muerte sig-
nifica el mejor amparo, es porque algo se ha roto en la
estructura de la vida. Cuando un joven decide el suici-
dio, es porque algo de esa persona ya se había muerto
antes que su cuerpo.
Salvador Novo
Holan
239
Cada palabra está forjada de historia humana y por
ello cada persona es más lenguaje que carne o hueso.
Una sola palabra resulta suficiente para golpear nues-
tro sosiego, para arrastrar todo lo que somos con un
solo recuerdo. Un nombre; por ejemplo, un color, una
flor o una fruta, un día de la semana, una hora precisa,
el número del año; todo, todo lo que se nombra y se
hace eco en el recuerdo forma nido en los afectos.
Algunos recuerdos, es decir, algunas palabras, son
como animales que acechan, que queman la piel, la
órbita de la mirada, el néctar de los huesos; palabras
que se suben al cuerpo, lo muerden, lo llagan; que en-
tran a los ojos como navajas para cortar los lagrimales;
que se enredan con la culpa porque estamos vivos o
con la vergüenza por tener que vivir la vida que nos
gusta. Otros recuerdos, es decir, otras palabras, sin
embargo, se levantan contra nosotros, parecen enemi-
gas inconformes y necias, nos maltratan, nos acusan.
No obstante, todas las palabras nacieron del alma
para comprenderla mejor, para hacerla única y eterna
o para reinventarse con otra si hace falta, porque el
alma cuando se desnuda o rompe es cuando mejor
puede volver a lucir nueva y florida con palabras ver-
des y de tierra que se hagan raíz y nudo ciego con la
vida. Esta vida que parece dominarlo todo, esta vida
que se hace presente debajo de las piedras, en medio
de los océanos, en la inmensidad de la noche o en el
instante de que alguien nace o se muere. Todo es en
realidad un misterio y no alcanzan las palabras que
nos hemos inventado para hacer la crónica, la narra-
240
ción o la historia, tenemos apenas un atisbo de lo que
es la vida, el nacimiento o la muerte.
Duele la idea de morir y todo el tiempo que tarda en
llegar ese que es, finalmente, un sólo instante, sólo un
instante, mientras un dolor parece durar eternidades.
Cuando hay dolor se puede sentir la muerte muchas
veces. Pocas personas entienden el sentido vital del
egoísmo que acompaña a un doliente, no basta con
sufrir, uno necesita arrastrar su pena, igual que un co-
meta surca el universo y en su vuelo se despedaza y
se reparte sin rumbo y con fuego incandescente. Existe
una gran distancia entre saber que somos seres morta-
les y padecer el duelo por la muerte de un semejante.
Comenta Ma. Eugenia Ibárzabal (2006):
241
tidos, palpitaciones, pensamientos obsesivos; entre
otros síntomas y signos.
Efectivamente, durante el duelo (cuya duración
puede alcanzar dos años o aún más) una parte del
“sentido” de la vida se pierde porque se trunca el vín-
culo corporal, se trastocan las actividades que se reali-
zaban en común o se dejan de realizar otras más que
se relacionan con la persona fallecida. Ese “vacío” se
llena de dolor.
Siguiendo la evolución del duelo de una madre ante
el suicidio de su hijo mayor, Ibárzabal describe las dife-
rentes etapas del proceso de duelo y su relación con la
vivencia corporal89:
89
Para ampliar la información desde una perspectiva neuropsi-
cobiológica, remito al lector al trabajo del Dr. Juan Prado Flores
(2006) que publica, en la misma revista, un artículo sobre el
estrés y su resolución orgánica.
242
tencia, recuerdos dolorosos recurrentes, mitifica-
ción, incapacidad para tomar decisiones.
90
Citado por Santiago Méndez, A. (2003) Depresión y suici-
dio...
243
cas como se hace con otras heridas. Los médicos le
prestarían también atención prioritaria y las familias no
escatimarían su tiempo ni su dinero para la atención
urgente de estos casos (p. 14).
244
no o sociedad habría podido evolucionar o podrá se-
guir evolucionando, cuando predomine el abuso del
poder en desmedro de la condición genérica del ser.
El vínculo es unidad de relación, entendimiento,
aceptación, tolerancia y respeto a la persona. En el
encuentro, la elección y el vínculo, siempre hay histo-
rias personales desconocidas y por desentrañar, siem-
pre hay posibilidad de ejercer el juicio moral y la
libertad para lograr una verdadera elección: siempre
hay trabajo ético por realizar. Cada encuentro se dis-
pone con reglas, cada persona invierte de sí misma
una determinada cantidad de su ser, de su vida, para
la aceptación y el entendimiento del otro, y, a pesar de
que cada experiencia (encuentro) pone en riesgo a las
personas, parece común estar pendiente y gustoso a
cada intento.
La historia de un nosotros como unidad de senti-
dos, se escribe a cada instante y en cada lugar donde
el nosotros se hace presente, y esa es la historia que
nos defiende ante la fragilidad y la sorpresa de vivir, y,
aún con todas las fallas del nosotros, esa es la única
red que nos soporta y sigue siendo el único lugar don-
de cada ser humano puede dar y darse la yema de sí
mismo. Entonces, elegir las mejores palabras y con
ellas los mejores recuerdos es una buena opción, no
sólo para cada uno de nosotros, sino para ese noso-
tros que nos torna mismidad.
245
4.2.2. Amantes en duelo
... por muy distinta que sea a un dolor de muelas, la
desdicha es inseparable del sufrimiento físico: incluso
en la ausencia o la muerte de un ser amado, la parte
irreductible del pesar es algo semejante a un dolor fí-
sico, una dificultad para respirar, un nudo que aprieta
el corazón, una necesidad insatisfecha, un hambre o
el desorden casi biológico originado por la liberación
brutal de una energía hasta entonces orientada por un
apego y que deja de estar encauzada. En definitiva, la
extrema desdicha es a la vez dolor físico, angustia del
91
alma y degradación social (p. 44) .
91
Somone Weil, citado por Ocaña Enrique, op. cit.
92
En el mismo sentido se utiliza la frase morir de amor .
246
desorden interior... lo más probable es que me mue-
93
ra sin hallar salvación para mi ánimo” .
93
http://www.paginadigital.com.ar/gabrielbauducco/ernesto_sab
ato.htm
247
Yo los ví marcharse, destartalados, rotosos, pero
bien agarraditos el uno al otro, pegados el uno al otro
en el vaivén, y pensé: ¿Hasta que la muerte los sepa-
re? La muerte se va a ahorrar la mitad del trabajo,
94
pensé: matando a uno, mata a los dos.
Un estudio publicado en The New England Journal
of Medicine95, realizado durante 9 años sobre 518 240
parejas formadas por mayores de 65 años, revela que,
entre los ancianos, la enfermedad de uno de los cón-
yuges produce gran dolor y aumenta la vulnerabilidad y
riesgo de muerte del cónyuge sano, hasta un 21% en
los hombres y hasta un 17% en las mujeres.
Circula en Internet un poema anónimo que también
habla del dolor que se produce por la ausencia o la
indiferencia del ser que se ama:
96
LA GUARIDA DE LA POESÍA
(anónimo)
¿Cuántos años tardará en ubicarse,
de entre un cosmos caótico y químico,
el refugio del alma convertida en poesía?
Del hipocampo al cíngulo, de los ganglios basales
a las astas de Amok, neuro-túbulos y
cíclicas cadenas neuronales que hoy intentan explicarme
dónde estás
A distancia burlamos con láser,
los vaivenes de la ira y del dolor.
Episódicas marañas delirantes,
risas, llantos, el oscuro y profundo
dolor moral de la automuerte
estereo-táxicamente incididas,
neuroquímicamente programadas
94
http://www.lainsignia.org/2000/abril/cul_052.htm
95
http://www.clarin.com/diario/2006/03/02/sociedad/s-
03401.htm
96
http://www.poesiaurbana.com.ar/mambourbano/index.php
248
Serotonina, dopamina,
entrelazamientos eléctricos cerebrales.
Más allá, más acá, vuelve a mi mente:
“¿qué es poesía? “¿y tú me lo preguntas?”
¿Ubicaré quizás en mi cerebro,
La entonces históricamente equivocada respuesta?
Hay destinos
donde lo que carece de temblor no es sólido
Holan
La felicidad reúne, pero el dolor une
A. Bougrard
249
otros sabiendo que la vida es compartida o no es una
vida humanizada. Para que cada palabra se vuelva
grito en el grito del otro; para forjarse el alma con lo
único que es verdadero: el dolor.
¿Cómo desvanecernos? ¿Cómo fingir que nada
pasa? ¿Cómo engañarnos de que pronto acabará un
martirio? ¿Cómo o cuándo ha sucedido todo este des-
arreglo? ¿Quién puede mitigar el dolor del abandono?
¿Quién rinde cuentas, pide perdón o se hace respon-
sable sobre la imposición de las pérdidas más íntimas?
Dura y difícil es la vida y sus destinos tristes. Pero
la vida no es dolor solamente, por más que la miremos
como un abismo, un vacío imparable o un incendio. El
dolor es también sacudimiento del alma que se hace
texto en un poema, como el que nos comparte Esther
Gutiérrez:
250
dolor también tuviera modo de protegernos de la sole-
dad mediante su puntual asistencia.
Entre los padres que se duelen, se procura la cons-
trucción de nuevas metodologías para vivir la vida: se
fabrica aceite para tener lámparas de noche, se dise-
ñan palabras con ilusiones indoloras, se revisa la uni-
cidad en cada iris o huella digital irrepetible, se toman
fotografías para la eternidad y se lucha por entender lo
incomprensible. Además, se hacen arreglos en la casa
rota: se cubren las goteras, se reemplazan los mue-
bles, se llenan los vacíos con la mirada, y en esa mira-
da los padres se hacen niños hasta tener los mismos
ojos, la misma piel, grito o sonrisa que también dieron
a sus hijos.
Los Padres en duelo saben que nadie se va para
siempre ni de golpe, porque en este estar muriendo
cada día, se fueron sucediendo muchas pausas como
para darle tiempo a los acomodos necesarios de la
experiencia antes de quedarse huérfanos. Muchos de
ellos viven el duelo como lo hiciera Albert Caraco a la
muerte de su madre, multiplicándose en ellos, recono-
ciendo que “la vida es un soporte, no una razón, que la
vida es necesaria, mas no suficiente”97, porque en rea-
lidad, lo único que puede consolarnos es saber que
podemos sentirnos más espíritu que carne y huesos.
El dolor nunca es eternidad, la vida sí lo es y por
eso, nadie se puede extender en ella como si fuera el
mar o el infinito. Por eso, cada quien inevitablemente
97
Caraco, Alberto (2006). Post mortem, p. 99.
251
llega hasta el final impredecible de su vida, la muerte;
mientras, los que están vivos se deben refugiar en el
sentido generatriz de esa vida-muerte: en una flor, en
una estrella, en la voz y en los ojos de los niños o en la
ruta indescifrable de la propia vida.
Mucho de esto, mucho más, hacen los Padres en
duelo cada semana: se hacen grupo y tarea, producen
certezas a conveniencia, se confortan en complicidad
amorosa, se entienden y se fundamentan. Hacen arre-
glos a sus alas desgarradas y a los huesos que duelen,
ponen luz a sus ojos deshojados, comen dulces y ga-
lletas como niños, hacen la oquedad visible y la llenan
con las lágrimas que todos ponen. Son espejos, son
hermandad, son dolor compartido. Se encuentran para
cuidarse unos y otros, entre sí y para sí; para tejerse y
entre-tejerse, para darse la seguridad que necesitan,
para olvidarse del temor y poder transformar el asom-
bro en una fecunda explicación sobre la vida.
Sus reuniones tienen el arreglo de las cocinas
grandes donde las mujeres cuecen pan y espuman
chocolate, donde hay lugar para guardar las plantas
aromáticas, las pomadas para la hinchazón y el dolor,
la jamaica fresca para el agua, la canela para el té ca-
liente, la ruda para la tos, los ajos para la buena suerte,
el acitrón para los niños. Allí, se calienta la vida en
cuarzos de luz y colores, en plegarias y en abrazos
que ofrecen comunión.
He visto a los Padres en duelo por los hijos y me
asombro de su asombro, de su estupor ante el inmen-
so dolor que petrifica los recuerdos sobre el anuncio
252
que recibieron de la muerte. Para ellos, verdaderos
arquetipos del Tamoanchan98 (López-Austin, 2004) que
se hicieron raíz, flor y fruto para levantar los muros de
su casa y proteger las herencias de los padres, para
ellos que cuidaron con celo las semillas y les dieron el
aliento de su alma para que lucieran estrellas en los
ojos; para ellos, el dolor primordial se hizo pasión
cuando la vida y sus glorias se quedaron congeladas
en el llanto que no cesa.
Oyendo a los Padres en duelo aprendí a conocer
que el dolor es también perplejidad ante lo que se per-
cibe como un sin sentido. Perplejidad ante el descon-
cierto que produce la muerte que se anuncia o que se
palpa en el cadáver. Perplejidad frente a la inconsis-
tencia del tiempo que fragua sus olas en el calendario
de los días que más duele recordar; perplejidad en el
momento de aturdirse por las mil narraciones del suce-
so, porque todas son mentira y porque es necesario
seguir buscando responsables o mentiras nuevas.
Conocí ese dolor que es asombro y oportunidad
para buscar y encontrar preguntas y respuestas a este
presente que parece negar la persona que se era y la
que ya no quiere ni importa ser; porque la oquedad del
98
Tamoanchan y Tlalocan representan en la cultura mexicana
antigua, el principio de dualidad aplicado a la creación de la
vida-muerte-vida. Dice la tradición que todos los seres huma-
nos somos primero como las semillas que guarda la tierra que
una vez fertilizada ofrece los frutos, frutos que tendrán que
volver a la tierra para continuar el ciclo de la vida-muerte-vida.
Morir entonces es regresar al vientre materno (la tierra) para
florecer después en alguno de los múltiples destinos que se
contienen en el nutrido follaje del Tamoanchan.
253
útero ahora reproduce voces y fantasmas que se visten
de flores, mariposas o delfines, de aromas a sándalo o
ruidos y presencias que se tejen con la inmensa sole-
dad de la orfandad. Asombro porque esa no-soledad
es la soledad total, e incluso, la imposibilidad de saber-
lo.
Asombro, porque se habla de una historia compro-
metida con sentimientos, recuerdos, alteraciones,
cambios intencionales y no intencionales, porque la
verdad nunca es definitiva, y, aunque tiene de su lado
algunas certezas, nunca es la certeza. Asombro ante
los ojos de padres insomnes y tristes que miran como
si nada vieran ante sí, que se hacen espejos de ellos
entre los otros, que forman un enorme racimo de pre-
guntas sin respuesta y de desolación.
Asombro, porque ante un dolor tan pernicioso como
es éste nos damos cuenta que la pena “se hace nido
en cada molécula del cuerpo”99, que la palabra nos
constituye pero no nos sustituye; en consecuencia, que
existe la necesidad vital de convertir el asombro en
texto, en obra de arte, en producción interior, en expli-
cación dialógica, en ceremonia de sanación y perdón,
de entendimiento, de auto descubrimiento.
Asombro frente a las chapucerías de las empresas
funerarias, los trámites legales y los actos inmorales de
quienes, seguramente, hace mucho tiempo perdieron
las entrañas en la ilegitimidad de los ridículos micro
poderes burocráticos. Asombro ante la ruptura de los
99
Expresión de Zita Chao de Joyce, coordinadora del Grupo de
autoayuda Padres en duelo “Cecilia Flores Michell”.
254
más elementales signos de civilización que muestran la
indiferencia ante lo humano.
Asombro, porque el suicidio, el accidente, la enfer-
medad o la violencia siempre confunden y trastocan el
mundo de la fe, la fuerza del cuerpo y la voluntad de
vivir. Sorpresa porque las palabras no vuelven a la
neutralidad del uso corriente sino que se tornan ame-
nazantes y vulneran la confianza, como si las palabras
fueran enemigas para enfrentar la muerte y se convir-
tieran en el veneno de los afectos.
Asombro, porque esta vida que parece dominar y
ofrecerlo todo, de pronto nos sacude para mostrarnos
que no la conocemos y que tampoco nos conoce, que
nada le importamos, que ella quita y sacrifica sin aviso
los frutos que eran nuestros. Asombro, porque cual-
quier día la vida se hace instante de muerte y se pre-
senta apabullante y ajena, contundente como la luz
que ciega, mustia y frágil como la noche. Momentos
que la vida elige para imponer dolores absolutos que
laceran y mutilan la voluntad de vivir, que nos dejan de
rodillas y destrozan cualquier confianza en el futuro.
Asombro porque frente al dolor puede diluirse la densi-
dad del cuerpo para convertirse y quedar por siempre y
solamente como un cuerpo cautivo del dolor de extra-
ñación.
Aturdimiento ante la muerte, porque casi nunca
puede responderse al asombro que queda después de
lo siniestro, porque el devenir se detiene al intentar
nuevos hallazgos y porque ya no se encuentran nue-
vas respuestas para seguir asombrándose o para reu-
255
unir el miedo en una sola palabra y lograr evocaciones
y metáforas poéticas. Porque el asombro también
puede quebrar los límites impuestos para allanar la
desmesura y dejarnos sin aliento para rastrear nuevos
horizontes, para obligarnos al doblez del cuerpo y
conmovernos desde la sangre de los huesos hasta el
olvido del sí mismo.
Dura, difícil, es la vida y sus destinos tristes cuando
el dolor se anida y se desborda para producir incendios
en el alma, que solamente el amor entre los
semejantes puede apaciguar.
256
ANEXO
CUADRO RESUMEN
Inst. y Proyectos /
Reas Resultados
Org. Año
5 millones de personas sufren dolor
en España y 80% de ellos n/s
tratados adecuadamente desde
SED 2002/2003
APS. Sólo 15% son tratados por
especialistas y 2% en unidades del
dolor
Participaron 303 médicos
pertenecientes a unidades del dolor
2002/2004 y traumatología de España 50% de
SED Pain Global pacientes espera más de 6 meses
Project p/ Tx c/opioides cuando ya habían
alcanzado 7 puntos en EVA*,
EPIDEMIOLOGIA
especialmente en traumatología.
Participaron 46 mil adultos entre
nov. 2002 y julio 2003. 19% sufre
dolor crónico de 5 a 7 días, incluso
desde hace 20 años. 10% sufre
dolores crónicos con intensidad de
5 en escala de 0 a 10 puntos. Los
más frecuentes: espalda, cefalea y
2002/2003
migraña. Las mujeres son más
16 Encuesta
afectadas que los hombres.
países Europea del
Por CA solo 3%. 1.3% sufre dolor
europeos Dolor
moderado o grave las 24 horas.
(telefónica)
40% opina que el médico prefiere
Tx enfermedad a dolor. 2% recibe
Tx especializado. 27% ha acudido
al menos 1 vez al especialista. 58%
dice que el Tx es inadecuado; 60%
desconoce el tema. 33% no está
controlado.
257
Participaron 594 ancianos de 15
hospitales españoles, llevan 9
2003/2004
a/promedio con dolor. Más del 50%
Valoración
recibe Tx con AINE aunque no se
socioepidemiol
aconseja ya que el 61% son
ó-gica del
hipertensos, 25% tienen colesterol
SED paciente
alto y 22% diabetes, 45% necesita
mayor de 65
medicamentos p/dormir. 54% ha
años con dolor
recibido terapia no farmacológica:
crónico no
bloqueo nervioso, rehabilitación y
oncológico
fisioterapia. 19% recibe Tx
Psicológico.
Participaron 5803 Ind. con
enfermedad reumática y 1483
2003/2004 médicos: 25% de europeos sufre
Encuesta de de dolor reumático, 57% de ellos de
inv. Sobre dolor constante y 22% diario.
AGG
manejo del 1:3 asume que el dolor es normal
dolor por su enfermedad y no busca
reumático. ayuda. 45% no cree mejorar su
condición y 58% espera que
empeore.
2004 80% de los pacientes con dolor
SED,
Campaña: crónico no son controlados.
SER y
“Cambia dolor 20% de españoles > 16a. padece
SEMER
por calidad de enfermedad reumática y 90% sufre
GEN
vida” dolores constantes.
-Control Dolor
Tiempo dedicado al paciente con
IZLD 2000
dolor: 9.6 min.
-Estudio Delphi
70% de los sufrientes tienen
IMPACTOS SOCIALES
258
SED 2003/2004 69% de ancianos sufre dolor
Valoración crónico y afirman que afecta su
socioepidemio- calidad de vida. 43% padece
lógica del trastornos de sueño, 35%
paciente depresión, 58% tiene afectadas sus
mayor de 65a. relaciones familiares La mayoría
Con dolor acepta el dolor como “normal y
crónico no 75% lo soporta mejor debido a
oncológico creencias religiosas.
Se desplazan en promedio 25 Km
p/recibir atención médica.
259
SED 2002/2004 Desarrollar actividades científicas,
Pain Global educativas y divulgativas sobre
Project manejo del dolor. Contribuir a la
formación de especialistas.
*EVA Escala Analógica Visual (7 puntos equivale a dolor muy intenso-
insoportable).
260
CAPÍTULO 5
Alan Basbaum
Se habla de quimioterápicos, de
los transplantes de médula… pero
no de algo más sórdido, más crónico,
más triste, como es el dolor
Paciente español
261
fin, no existe clasificación unívoca sobre el dolor, tam-
poco formas de interpretar o tratar, que sean univer-
salmente aceptadas.
La historia sobre el tratamiento del dolor está pla-
gada de posibilidades, realizaciones y fracasos: de
solamente lamerse la herida y la invención del cata-
plasma de cáscara de papa o de mandrágora, el lini-
mento o la moxa japonesa100, la raíz del beleño o la
aspiración del éter o del cloroformo; hasta los procedi-
mientos de la bioingeniería, la creación de genotecas
de ADN para la localización y tratamiento molecular del
dolor o la utilización de mórficos por vía espinal, todo
intento y resultado ha sido parcial e insuficiente.
Del conocimiento hipocrático sobre las propiedades
analgésicas de la corteza y de las hojas del sauce, del
uso del cáñamo para la inflamación dolorosa, de la
sedación con eléboro, adormidera, tintura de láudano o
con opio, de la frontal lucha que durante el Renaci-
miento hiciera Paracelso defendiendo el uso de cual-
100
La moxa japonesa o moxa china consiste en la aplicación de
estímulos térmicos sobre puntos y canales de acupuntura o
sobre zonas localizadas del cuerpo, con objeto de conocer
cambios biológicos conducentes a un resultado terapéutico. Se
usa la planta artemisa por sus propiedades tonificantes y exci-
tantes. Se machaca en morteros para obtener un polvo deno-
minado lana de moxa, cuyas principales características son las
de arder muy lentamente emitiendo un infrarrojo de corta longi-
tud de onda –por tanto, con capacidad de penetración- y la de
poder aglomerarse con facilidad, lo que permite su manipula-
ción para fabricar conos, puros o moxas huecas que simplifican
su aplicación. Se aplica principalmente cuando se reconocen
las llamadas enfermedades por frío o vacío, indicando: “caliente
lo frío”, “tonifique lo vacío”, “encienda la energía decaída”.
262
quier medio o recurso para calmar o evitar el dolor, a la
declaración de la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 1990) que declara atender y combatir el dolor
como una “medida de respeto” a los derechos de un
paciente, han sucedido innumerables esfuerzos y al-
ternativas de atención y cuidado para los seres huma-
nos que lo padecen101.
Múltiples esfuerzos se han producido en torno del
tratamiento contra el dolor, pero ha sido el Siglo XX
uno de los períodos históricos de mayor consolidación
porque se logró concretar la investigación farmacéutica
acerca de la corteza del sauce y distribuir sus benefi-
cios analgésicos a todo el mundo. Investigación que se
había prolongado desde 1828 cuando se descubrió la
salicina como el principio activo de la planta. Sesenta
años después, se encontró la spirea (aspirina), misma
que empezó su comercialización en 1899 a través del
laboratorio químico farmacéutico Bayer. Actualmente,
se estima que cada segundo se consumen aproxima-
damente 2 500 tabletas de aspirina en el mundo.
Después de la aspirina han surgido otras opciones
terapéuticas como la utilización de medicamentos an-
tinflamatorios no esteroideos (AINE)102, opiáceos débi-
101
De acuerdo con la OMS, en 2006, una de cada cinco perso-
nas en el mundo viven con dolor crónico, moderado o severo
102
La OMS ha elaborado la escala terapéutica para tratar al
dolor. Define 4 escalones dependiendo de la gravedad. En el
primer escalón, dolor suave a moderado, se recomiendan los
antiinflamatorios y se pueden usar coadyuvantes para aumen-
tar la eficacia analgésica. Si el dolor persiste, se aconseja aso-
ciar a los antiinflamatorios un opioide menor (segundo escalón).
En el dolor de moderado a severo, se recomienda el tratamien-
263
les o fuertes y coadyuvantes como los antidepresivos.
Fármacos que pueden ser administrados por distintas
vías: transmucosa (rectal, sublingual o intranasal),
transdérmica (enteral o parenteral) y espinal. Asimis-
mo, se ha utilizado la inyección de agentes neurolíti-
cos, generalmente a través de ganglios simpáticos, y
actualmente se practican diversas intervenciones mé-
dicas que van desde la activación cerebral o la estimu-
lación nerviosa eléctrica, la infiltración y el bloqueo de
receptores (ganglios, raíces o médula) hasta el trans-
plante de médula o la colocación de neuroestimulado-
res medulares103.
También se han realizado avances en terapias de
canales iónicos, con bombas de infusión continuas ex-
ternas o implantadas y bloqueos analgésicos para
aminorar los dolores lumbares. Otras técnicas especia-
lizadas en este tipo de dolores son: ozonoterapia, nu-
cleoplastía, radiofrecuencia, inyección de cemento en
vértebras.
264
Actualmente se estudia el mecanismo de acción de
los cannabinoides endógenos para suprimir el dolor en
situaciones de estrés. Holanda, Alemania, España y
algunos estados de EU, son algunos de los países
donde el uso de la marihuana es aceptado legalmente
para coadyuvar al tratamiento del dolor.
Pese al desarrollo de medicamentos y de tecnolo-
gías modernas para tratar el dolor, millones de seres
humanos se encuentran al margen de poder tener ac-
ceso a los beneficios que este desarrollo podría permi-
tirles, ya que los altos costos económicos que
representan, restringen su utilidad social. En el marco
del Congreso de la Liga Europea contra el Reumatismo
(EULAR) realizado en 2006104, se mencionó que de
acuerdo a cifras de la OMS, una de cada cinco perso-
nas en el mundo viven con dolor crónico, entre los que
se encuentran, cien millones de europeos que sufren
de artritis o de padecimientos músculo esqueléticos.
El mismo estudio menciona que el 47% de los pa-
cientes con dolor crónico no tiene ningún tratamiento;
el 63% no identifica la mejor terapia o tratamiento para
sentirse mejor; 78% señalan que cuentan con poca
información sobre riesgos y beneficios de los medica-
mentos, mientras que los médicos, en general, subes-
timan el nivel de compromiso, experiencia,
104
Los datos provienen de un estudio realizado por Arthritis
Action Group (AAG) en Reino Unido, Alemania, Italia, Francia,
México y Australia con 1 024 pacientes y 604 médicos.
http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=45041
265
conocimiento o interés del enfermo con su tratamiento.
Por otro lado, menos de la mitad de los médicos con-
sultados están familiarizados con las guías para trata-
miento del dolor.
Paradójicamente, en muchas ocasiones le tenemos
más miedo (pacientes y médicos) a los efectos de la
sedación, a la analgesia prolongada o a la adicción
farmacológica, que al dolor mismo. Es como si tuvié-
ramos que esperar la presencia insoportable de un
dolor como para justificar la toma de un medicamento,
incluso, convencional o la solicitud de una intervención
quirúrgica. Esperar al dolor intenso como esperar una
señal de alerta; esperar al dolor para que se reconozca
su cualidad objetiva, esperar el dolor para justificar una
acción protectora.
Y si desde la práctica médica oficial no se resuelve
el problema, empezamos a transitar por los más viejos
caminos del miedo: el acompañamiento, la conversa-
ción, el consejo, la magia y la oración. Nos encamina-
mos por las estrategias cognitivas, afectivas o
adaptativas que propone el sentido común, la cultura y
la psicología. Buscamos el refugio en otras prácticas
médicas alternativas como las que ofrece la medicina
tradicional mexicana, la medicina ayurvédica o la acu-
puntura china, la fisioterapia o la hipnosis; la digitopun-
tura, la aurocuterapia o la nasoterapia; terapias con
flores, aromas o metales; la picadura de animales pun-
266
zantes o ponzoñosos, el frío o el calor105, entre muchas
otras más.
Finalmente, enfrentarse a un dolor siempre implica
sentir y pensar, tomar decisiones comprometidas con
uno mismo. Siempre resulta ser una elección moral
que en ocasiones no coincide con el criterio de una
decisión profesional, que no por ser profesional deja de
ser, igualmente, una elección moral.
Lo cierto es que la intensidad del dolor y la conduc-
ta que motiva en la persona que busca resolver, está
influenciado por la apreciación del sujeto que lo pade-
ce, por el conocimiento que sobre el dolor tenga el per-
sonal que le atiende y por los recursos de que se
disponga para la atención, entre los que debe conside-
rarse de forma muy particular, el lenguaje y su relación
con el reconocimiento, la utilización de signos, símbo-
los y otros componentes de la relación médico-
paciente.
Tan vasto y complejo es el lenguaje para referir un
dolor, que la OMS emitió en el 2001 la resolución 54.21
que explica las funciones mentales del lenguaje y su
profunda relación con la experiencia del dolor. Asimis-
mo, se incluyó en esta resolución la Clasificacion Inter-
nacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de
105
Expertos de la Universidad de Londres han logrado explicar
el efecto benefactor del calor utilizando la tecnología de ADN.
Crearon proteínas de receptores de calor y de dolor en la mis-
ma célula y así observaron las interacciones moleculares entre
ambos tipos. Hallaron que el bloqueo de los receptores es ca-
paz de detener el dolor que percibe el organismo.
(http://www.sedolor.es/noticia.php?id=504)
267
la Salud (CIF)106. La segunda edición de la CIF se am-
plió y ahora se denomina Clasificación Internacional de
Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM).
Frente al dolor existen siempre dilemas e implica-
ciones bioéticas importantes. En 1999 la Academia
Americana para el Control del Dolor y la Sociedad
Americana del Dolor realizaron una encuesta al res-
pecto y se encontraron que los principales problemas
que enfrentan los especialistas del dolor se presentan
en el tratamiento de enfermedades terminales en niños
y ancianos, en las restricciones sanitarias, en la dife-
rente respuesta o resistencia de los pacientes a un
tratamiento, en el desconocimiento y uso correcto de
algunos procedimientos, en las diferencias de opinión
entre los especialistas y en la falta de profesionaliza-
ción y actualización respecto de la terapéutica del do-
lor.
Sobre el particular, podemos citar resultados de
dos investigaciones sobre conocimientos y habilidades
de las enfermeras para atender a pacientes con dolor.
106
La CIF incluye lenguaje relacionado con funciones de recep-
ción y decodificación de lenguaje oral, escrito u otra forma de
lenguaje tal como el lenguaje de signos; funciones de expre-
sión de lenguaje oral, escrito u otra forma de lenguaje; funcio-
nes integrativas del lenguaje, escrito y oral, tales como las
involucradas en la afasia receptiva, expresiva, afasia de Broca,
de Wernicke y de conducción, entre otras. El capítulo 2 refiere
las funciones sensoriales y dolor y en el capítulo 3 trata las
funciones de la voz y el habla. La Secretaría de Salud de nues-
tro país aprobó esta resolución.
268
La primera de ellas fue realizada en 1995107 y se auto-
evaluaron 3282 enfermeras con 16 preguntas sobre el
cuidado y tratamiento del enfermo con dolor. Se encon-
tró que los principales errores del personal de enferme-
ría estaban relacionados con desconocimiento sobre
prescripción farmacológica, temor de las enfermeras a
que los pacientes desarrollaran adicción y la preocupa-
ción por actuar con riesgo profesional que pudiera
comprometer su estatus laboral; factores que contribu-
yen a que los pacientes fueran tratados inadecuada-
mente y por debajo de las dosis terapéuticas correctas
para inhibir el dolor.
Solamente el 3.9% de las enfermeras evaluadas
respondió correctamente a todas las preguntas y fue-
ron las enfermeras de mayor edad, de mayor experien-
cia, con título de master y que trabajan en unidades de
oncología o cuidados paliativos. Si bien es cierto que la
información terapéutica se localiza fácilmente en la
literatura correspondiente, se difunde en los cursos de
educación continua o a través de la Asociación Inter-
nacional para el Estudio del Dolor (IASP)108, también
107
Magro McCaffer, Hielen S Robinson. “El enfermo sufre do-
lor” Nursing, Vol. 21, Núm. 04, Martes 1 Abril 2003. p. 8 – 18.
http://www.nursingcenter.com/pain
108
La IASP es la asociación internacional multidisciplinaria más
grande abocada al estudio del dolor. Fundada en 1973, es una
organización profesional no lucrativa dedicada a fomentar la
investigación sobre el dolor y a mejorar el cuidado de pacientes
con dolor. La calidad de miembro en la IASP está abierta a
investigadores, profesionales de la salud o cualquier profesio-
nista que tenga interés en la diagnosis y el tratamiento del do-
269
es un hecho que en la formación de pregrado se dedi-
ca muy poco tiempo a la enseñanza del dolor, y cuan-
do se ejerce la profesión se tiene poca confianza en lo
que se sabe.
La otra investigación109 citada, menciona que en
estudiantes del último curso de enfermería se pudo
constatar que el 75% de ellos desconocían los efectos
beneficiosos de los opioides, así como sus interaccio-
nes. Por otro lado, se pudo comprobar que el servicio
de enfermería frecuentemente (33%) no cumple ca-
balmente con las prescripciones señaladas por el mé-
dico, ya sea porque consideran “normal” el dolor o
porque temen reacciones adversas, especialmente si
se administran opiáceos.
De los resultados sobre tratamiento del dolor se
citan a continuación algunos datos relevantes obteni-
dos de diversas investigaciones:
270
los mecanismos del dolor110. Ahora se sabe que es
todo lo contrario porque tienen menos desarrolla-
dos los inhibidores del dolor, por lo tanto, el dolor
puede producir afectación importante para su vida
posterior. En España se han empezado a crear
unidades pediátricas especializadas en la atención
del dolor para la población infantil de los 0 a los 17
años.
110
Nuevas interrogantes se plantean a partir de los resultados
de la investigación de K. J. S. Anand, neonatólogo reconocido
internacionalmente, pues afirma que ha podido corroborar,
mediante el estudio de las estructuras anatómicas y de los
mecanismos fisiológicos que existe evidencia funcional de que
el feto empieza a desarrollar la percepción del dolor en el se-
gundo trimestre del embarazo.
http://www.iasp-pain.org/PCU06-2,pdf
271
ficiado de las unidades del dolor en este hospital
cerca de 300 niños con edades entre el primer mes
de vida y los 17 años.
111
http://www.genaltruista.com/notas/00000084.htm
112
http://www.diariomedicovd.recoletos.es/genetica/n210200.ht
ml
113
Bushnell mostró que cuando un paciente con dolor presta
atención a otros fenómenos, logra disminuir la sensación dolo-
rosa. http://www.genaltruista.com/notas/00000084.htm
272
que “el dolor no se encuentra en la espina dorsal ni
en el lugar lastimado. El dolor está en el cerebro”.
273
en la que se implicó a 302 pacientes (88% mujeres)
con promedio de edad de 43 años. La acupuntura y
la acupuntura simulada fueron administradas por
médicos especializados y consistió en 12 sesiones
por paciente durante 8 semanas.
115
Clinical Medicine, Journal of the Royal College of Physicians
http://www.intramed.net/actualidad/not_1.asp?idNoticia=38667
275
fleja una imagen distorsionada mediante la cual, los
ojos ven duplicada la parte sana del cuerpo mien-
tras permanece oculta la parte afectada. En la ma-
yoría de los casos, sucedió que el cerebro dejó de
emitir señales de dolor entendiendo que todos los
miembros estaban bien.
276
ficos: Christian Maihoefner, de la Clínica Neurológi-
ca y del Instituto de Fisiología y Patofisiología Ex-
perimental y Ulrike Depner del Instituto de
Toxicología y Farmacología de la Universidad de
Erlangen-Nürnberg. Con la ayuda de magnetoence-
falografía (MEG) Maihoefner pudo mostrar la impor-
tancia de cada parte del cuerpo que se refleja en
las dimensiones del área cerebral reservada para
cada una.
116 http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=31406
277
más control sobre nuestra mente y nuestras expe-
riencias de lo que pensamos". Los investigadores
midieron la actividad cerebral en respuesta al dolor
en dos series de experimentos. En una de ellas
aplicaron a voluntarios una crema, describiéndola a
unos como un producto que alivia el dolor y a otros
como una sustancia inactiva. "Encontramos que los
placebos disminuyen la respuesta cerebral al dolor
en áreas que parecen codificar la magnitud de la
experiencia dolorosa. Esto sugiere que dicha expe-
riencia se altera realmente".
117 http://www.arp-sapc.org/
278
nocebo, que consiste en que los pacientes presen-
tan efectos adversos porque piensan firmemente
que toman un medicamento que potencialmente
puede hacerles daño y porque asocian color, nom-
bre o forma del placebo con otros medicamentos
ingeridos anteriormente.
279
estrés, disminuyen la presión sanguínea y favore-
cen la oxigenación del cuerpo.
118
http://digital.elesceptico.org/leer.php?id=1301&autor=210&tema
=18&bu=dolor
280
10 logran cumplir con todos los criterios de opera-
ción establecidos por la SED.
119
http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/press
120
El Dr. Joseph Eladi Baños desarrolló en 2006 la primera
escala española de evaluación del disconfort postoperatorio.
Evalúa de 0 a 10 puntos la importancia de nueve factores cau-
santes de disconfort postoperatorio: dolor, náuseas, vómitos,
dificultad para dormir, somnolencia, dificultad para moverse,
estreñimiento, hinchazón de vientre y sequedad de boca. Los
médicos y el personal de enfermería dieron más importancia al
dolor, las náuseas y los vómitos que los propios pacientes. Este
hecho se explica, según el doctor Baños, porque los pacientes
soportan dolor y molestias asumiendo que son consecuencia
derivada del proceso quirúrgico.
281
v En enero del 2005 la SED presentó resultados de
otras investigaciones, entre los que destacan los
siguientes:
♦ Una de cada diez personas en España (4.5 mi-
llones de personas) sufre dolor crónico, 80% de
las cuales no están siendo tratadas de forma
adecuada y sólo el 1% de éstas recibe trata-
miento adecuado con opioides.
♦ 83% de los pacientes son atendidos en la con-
sulta de Atención Primaria de Salud, 15% por
otros especialistas y en las unidades del dolor
sólo se atiende al 2% de los pacientes.
♦ 75.3% de los encuestados considera que sopor-
ta mejor el dolor gracias a las creencias religio-
sas.
♦ 33% de los pacientes con dolor crónico no está
controlado.
♦ El tiempo de espera para ser tratado por dolor
crónico y aliviar los síntomas de esta afección,
supera los cuatro meses, aunque hay que tomar
en cuenta que antes ya pasaron entre 5 y 20
años con historia de dolor sin tratamiento.
♦ El perfil habitual de un español afectado por do-
lor corresponde a una mujer de 53 a 55 años
que sufre dolor crónico en la rodilla.
♦ Entre los ancianos mayores de 65 años de edad
tratados en 15 hospitales, se ha constatado que
los afectados llevan una media de 9 años su-
friendo dolor sin haber sido atendidos adecua-
damente.
282
♦ 50% de enfermos oncológicos no recibe un con-
trol adecuado del dolor, padece falta de apetito
y debilidad, aun cuando, la pérdida de apetito es
controlable en uno de cada cuatro pacientes y el
dolor en 8 de cada 10 casos.
121 http://www.psiquiatria.com/noticias/psicosomatica/22406/
283
trés. Según los científicos, cuando a los animales
utilizados en el estudio se les proporcionó el com-
ponente que bloqueaba la descomposición de los
cannabinoides naturales del cuerpo, aumentó de
forma destacada la analgesia inducida por el es-
trés, proporcionando la conexión entre la supresión
del dolor y la liberación de estos componentes simi-
lares al cannabis pero sin producir efectos secun-
darios psicoactivos no deseados.
122 http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=1409&auto
r=14&tema=18&bu=dolor
123
Sección The New York Times, p. 6, 26-02-2005, México.
284
ción, tales como arritmias cardiacas y alucinacio-
nes.
124http://www.sedolor.es/noticia.php?id=492.
125 http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/go y
http://www.pnas.org/
285
teínas especializadas que están en la superficie de
las células cerebrales, y que se unen a los opiá-
ceos naturales del organismo para reducir el dolor.
286
un gen llamado COMT que también influyen en la
sensibilidad al dolor.
128
Proceedings of the National Academy of Sciences
2003;10.1073/pnas.0730053100
129
http://db.doyma.es/cgibin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?i
dent=17569
287
ry Berns de la Universidad de Emory130 y respon-
sable del estudio, partió del supuesto de que “el
miedo mismo hace tomar decisiones equivocadas”
y que el “sufrimiento no nace del miedo o inseguri-
dad que despierta una situación que es considera-
da como peligrosa, sino por la atención que se le
presta de antemano a lo que se piensa que podrá
ocurrir”.
130
http://www.revistafacultades.com.ar/dispatch.php?action=not
a&id=249
131
http://www.sedolor.es/noticia.php?id=503
288
dades respiratorias, osteoarticulares, digestivas y
psiquiátricas.
132
http://www.eutanasia.ws/textos/2de3medicos
133 http://www.dsalud.com/noticias_3.htm
289
dentemente, resulta insuficiente para establecer un
nivel mínimo de comunicación entre dos personas.
134
Estos son resultados de un estudio realizado con pacientes
de Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, México y Australia
que fue se presentó en mayo de 2006 en Ámsterdam, Holanda,
por el Grupo Arthritis Action (AAG), en el Congreso de la Liga
Europea contra el Reumatismo (EULAR). Otros resultados
mencionan que: 92% de los médicos cree que los pacientes no
tienen experiencia o conocimientos para evaluar los riesgos y
beneficios de un tratamiento; 25% de ellos admite tener dificul-
tades para comunicar esa información a los enfermos y menos
del 50% conoce las guías terapéuticas para el dolor.
290
Frente al panorama expuesto tenemos que seguir
insistiendo en la necesidad de privilegiar el estudio del
lenguaje, en cualquiera de sus expresiones, si tenemos
la intención de aproximarnos a comprender el misterio-
so lenguaje del dolor. Ciorán decía que las cosas
siempre quieren hablar a pesar de que todo es indeci-
ble, sin embargo, parece que hemos decidido dejar de
oír y de oírnos entre sí, aunque ello signifique vivir en
una especie de apocalipsis sonoro.
Dentro de la flor
con vida se mueve un jade:
ha olvidado el colibrí su viejo nido
http://www.sedolor.es/noticia.php?id=504
291
guaje, del sí mismo a partir de los otros, que se puede
expresar lo que verdaderamente importa, justamente lo
que se siente y lo que se entiende acerca del sufri-
miento.
He oído cuando las mujeres hablan del dolor en las
iglesias, las plazas, los supermercados, las oficinas,
las universidades; en un laboratorio o en un centro de
investigación, en un consultorio, en el transporte colec-
tivo, cuando escriben una carta, un simple recado,
cuando platican, están contentas, aman, odian, se eno-
jan o lloran.
He leído a Rosario Castellanos condensar el caos
del universo en un Valium 10, quien ha llorado porque
se le quema el arroz, porque su “niño” Ricardo está
enfermo o porque los indígenas de Chiapas mueren en
el abandono. He conocido de la soledad inmensa de la
poeta argentina Alejandra Pizarnik que cansada de
sufrir se regaló una defunción precipitada. Conocí a
María Sabina convocando con rezos a los espíritus de
sus niñitos-hongos para mitigar los males ajenos.
Siempre me han asombrado las enseñanzas del Hue-
huehtlahtolli que hablan de educar a las mujeres para
que aprendan de los colores, aromas y sustancias de
las plantas que curan y protegen la vida.
Mucho se ha comentado acerca de los potingues
de la Celestina preparados con membranas tendino-
sas, huesos de corazón de ciervos, lenguas de víbora,
cabezas de codornices, sesos de asno, tela de caballo,
mantillo de niño, haba morisca, aguja marina, soga de
292
ahorcado, flor de yedra, espina de erizo, piedra de nido
de águila y el agua tibia de mayo.
En un fragmento del poema Doña Luz, describe
Jaime Sabines (2000) una terrible noche de insomnio,
preocupación y tristeza por vivir la agonía de su madre
y cuenta que al amanecer, aun cuando la luz se mos-
traba indecisa en las ventanas, Doña Luz, su madre
moribunda, pasó la mano sobre su rostro y cerró sus
ojos. Entonces se dijo: “¡Qué confortablemente ciego
estoy de ella! ¡Qué bien me alcanza su ternura! ¡Qué
grande ha de ser su amor que me da su olvido!” (Sa-
bines, 2000, p. 60).
V. Holan (2001) en su poema Los ojos del hombre, ha
dicho: “Lo que son los propios ojos, el hombre lo sabe
sólo por las mujeres…”(p.85).
Ese saber está en el ruido ordenado de los merca-
dos, en los templos que visitan las mujeres, en las tra-
diciones orales de las viejas enseñanzas femeninas,
en el hilo que confecciona la ropa, en los linimentos e
infusiones que tocan y calientan el cuerpo. Parte de
ese saber habrá que buscarlo en las cocinas: espacio
de mujer, lugar del fuego y los cuchillos, del agua ben-
dita, del fruto, los vegetales y las carnes de todos los
colores.
Lugar de cajones y alacenas que guardan objetos
seleccionados y producidos por las mujeres; depósito
para los venenos contra la fauna nociva, alacena de
plantas aromáticas, cava de los vinos y vinagres; gua-
rida para llorar y lamerse las heridas; sitio de las repar-
ticiones, de las decisiones que reservamos para
293
cuando se sirve la humeante sopa de letras, la frescura
del tamarindo o la jamaica, el calor confortante de una
bebida; lugar de cocimiento para el pan o la tortilla,
centro imantado de la casa que es generatriz de en-
cuentros vitales. En la cocina gira el cuerpo de una
mujer que ha identificado todas las aristas, cada mue-
ble o utensilio le conoce. Nadie puede estar mejor allí
que una mujer, porque una cocina es como el útero de
una casa.
Relacionar a la mujer con las funciones de procura-
ción y protección de la vida es una historia vieja y míti-
ca que ahora sólo interesa mencionar en el plano de la
importancia que la mujer ha tenido para el acompaña-
miento del dolor.
Como si las mujeres fueran los seres más conven-
cidos de que si el universo se expande o se contrae,
que si una estrella se apaga u otra se prende, que si
no hay más eternidad que en este mundo, entonces
hay que trabajar todos los días y a cada instante para
cuidar la vida humana como si el primero y último día
de ésta fueran dos puntos por unir, no una línea recta.
Aunque sabemos bien que la salvaguarda de la
vida es una tarea universal y colectiva, el acercamiento
de las mujeres a la experiencia del dolor es constante y
pronto aprende que cualquier mirada, contacto o pala-
bra auténtica que dirige a un ser doliente puede ser
transformadora para ese dolor y para ella misma. La
mujer ha heredado saberes antiguos y crea constan-
temente nuevos para enfrentarse al sufrimiento.
294
Muchos siglos antes de que la fisiología descubrie-
ra las asociaciones entre los estímulos, los receptores
al dolor, las sustancias neurotransmisoras, la transduc-
ción y transmisión de señales eléctricas por las rutas
de la médula espinal hasta el tálamo y la corteza so-
mato-sensorial, las mujeres de todos los tiempos vení-
an haciéndose expertas en asuntos del consuelo, la
compasión, el acompañamiento.
Porque ante el enfermo que se duele, ante la vida
toda, una mujer se detiene siempre para actuar con
firmeza y con cuidado. Llevarse al doliente por diferen-
tes atajos ayuda: soplar la nuca, calentar sus pies, llo-
rar sus penas, lavar la herida, cumplir con él su
penitencia, la manda, la promesa; limpiar los sudores
de la noche, llevarle hasta el nuevo amanecer, tenerle
piedad cuando sufre, nutrir sus esperanzas, darle el
tiempo de la propia vida, cubrir su miedo con los rezos,
saber implorar hasta la humillación, son tareas que
cumplen con gran eficacia las mujeres.
Estoy cierta de que la cercanía de la mujer con el
dolor representa una fuente de poder alrededor de la
cual ejerce un amplio dominio sobre la aparente debili-
dad socialmente atribuida. El episodio de mayor evi-
dencia ocurre durante las tareas extenuantes que
emprende para la procreación y el cuidado de los hijos,
pero también cuando se vigila al moribundo y se amor-
taja al muerto.
Durante el embarazo, la casi madre cuida al casi
hijo de las mordidas que la luna llena provoca en los
labios y el paladar, lo guarda del mal de ojo, de los es-
295
píritus chocarreros, de la envidia de las mujeres inférti-
les, de las brujas y sus encantamientos. La madre em-
pieza con un cierto tipo de crianza desde que se sabe
fecundada, cuida al hijo de los fantasmas que se reú-
nen en el cruce de los caminos, en los ríos, las monta-
ñas y las noches.
Se amarra al vientre la faja o el listón rojo para que
el niño-niña encuentre su lugar para crecer; remata las
enaguas con un seguro de metal que ensarta el esca-
pulario, la piedra de águila, el ojo de venado, objetos
que traerán la energía positiva al vientre para que nada
se pierda o se eche a perder algo del niño en su cuer-
po, para librarlo de la mala suerte, las envidias, el mal
de ojo.
El vientre se hace molde y la vida cotidiana toma el
curso hacia los difíciles trabajos de creación de una
niña o de un varón, de un semejante, de otro ser veni-
do, precisamente, de la otredad.
Es el tiempo durante el cual el saber popular sobre
la maternidad se despliega como una enorme red de
apoyo a la mujer gestante. Preparar y cuidar al vientre
como una olla nueva es tarea de las que saben de
mantear y acomodar los niños para que no se peguen,
para que se formen bien. Pervive en la tarea la idea
muy clara de que la vida es movimiento y de que te-
nemos responsabilidades entre sí para completarnos.
La maternidad modifica siempre el sitio social de la
mujer, y ella misma tendrá que esperar por nuevas
decisiones, pasará el tiempo para el reacomodo de las
hormonas, los tejidos y los músculos, tendrá que re-
296
identificar los saldos de la nueva experiencia, se en-
contrará con un nuevo cuerpo: escindido.
Las hierbas aromáticas y las piedras ardientes para
el baño temazcal que contribuye a liberar residuos del
parto, restituir tejidos, relajar el estado emocional, o
para calentar la leche; atenciones especiales al cordón
umbilical (secar, enterrar, quemar, guardar)135; utilizar
ciruelas, garbanzos, piedras o monedas en la superfi-
cie del ombligo para que no salte; contar los nudos y
predecir las veces que repetirá un embarazo; asegurar
el menú de la comida sin chile, guanábana, cerdo o
aguacate; evitar los enfriamientos, el coraje, la tristeza;
guardar la cuarentena, impedir que los que asisten a
un entierro, los que están enojados, los envidiosos, los
que son infértiles entren a ver a los recién nacidos.
Cuarenta días para ser atendida una nueva madre,
para reconocer su nueva identidad, para aprenderse el
aroma y el calor del nuevo hijo (a).
Listones, cordones, borlitas rojas, ruda, alfalfa o
lechuga bajo la almohada del bebé para ahuyentar
problemas y convocar el buen sueño. Colgar una pata
de conejo a la cama del bebé y vestirlo con ropa amari-
135
Con respecto al cordón umbilical existe un gran abanico de
creencias importantes que conducen a otorgarle, también, un
especial valor simbólico. Entre los que nos encontramos desta-
can: poner a secar el cordón umbilical en un árbol para incre-
mentar la fertilidad de la pareja; enterrarlo bajo un rosal si es de
niña, o en una maceta de flores blancas sea de niño o de niña;
enterrarlo en el patio, jardín o alguna esquina de la casa para
asegurarse de que el niño no se irá; quemar el cordón con oco-
te y enterrarlo bajo un árbol para que el niño crezca fuerte y
alto.
297
lla para que tenga siempre “buena suerte”. Designar el
nombre, reconocer y distribuir su parecido físico entre
la parentela, convocar a su nagual, darle lugar en el
grupo y atribuirle un futuro, son encomiendas que se
deben cumplir en los primeros 40 días del nacimiento.
Esta educación de las mujeres contiene conjeturas,
explicaciones, prácticas y rituales que conforman sabe-
res que dan cuenta del mundo físico y social y que do-
tan de sentido los actos de las personas. En este
entramado de la cultura, se tejen conceptos y expe-
riencias que aseguran cierta idea de control y partici-
pación sobre la vida. La cultura es útil para afrontar el
azar, delimitar riesgos y asegurar una dosis de poder
que contrarreste el temor a la mala fortuna, el dolor, la
enfermedad, la muerte. Esta eficacia simbólica es po-
sible porque ofrece garantías para resolver bien las
cosas. Libera a las mujeres de la culpa capital.
Además, el patrón cultural incluye tres elementos
indispensables: la participación colectiva que provee
de identidad a un grupo, la gracia del perdón por actos
indebidos o excesos cometidos y la promesa de la res-
titución a la normalidad. Así, se explica que en la cons-
titución de la pareja y en el nacimiento de sus hijos,
familiares y amigos se involucran y guían directa e indi-
rectamente a través de múltiples recomendaciones que
facilitan la contigüidad de relaciones fraternas y pro-
tectoras de un grupo.
298
A continuación cito algunos fragmentos del Hue-
huehtlahtolli136, por la enorme importancia testimonial
que posee sobre la mirada de la mujer frente al dolor,
la vida, la muerte y el cuidado de los otros. Habla así la
madre a su hija:
136
Citado por León-Portilla, Miguel. Literaturas indígenas de
México...
299
son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se ha de
estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre
temiendo? ¿Habrá que vivir llorando?
Se vive en la tierra, hay en ella señores, hay man-
do, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda di-
ciendo siempre que así es la tierra? ¿Quién anda
tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay
lucha, hay trabajo. Se busca mujer, se busca marido
(p. 212).
Pero ahora mi muchachita, escucha bien, mira
con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vien-
tre, de su seno te desprendiste, brotaste.
Como si fueras una yerbita, una plantita, así bro-
taste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como
si hubieras estado dormida y hubieras despertado.
Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no
seas vana, no andes como quiera, no andes sin rum-
bo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco
tiempo? Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar
de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita,
pequeñita... (p. 213).
300
riencia del dolor: sobre el dolor como totalidad de la
experiencia del ser y sobre los significados de purifica-
ción por el dolor.
Hay una cultura del dolor en la medicina tradicional
mexicana donde se combina el juicio sobre la naturale-
za del dolor y la magia ritual de salvación con las
creencias sobre lo que bien puede curar, tranquilizar,
aliviar. Porque el dolor es contingente y su presencia
exige atención inmediata, los terapeutas tradicionales
admiten creer y tienen explicaciones para todo lo que
escuchan y actúan con rapidez.
Ante el dolor, lograr toda combinación: pócima, ma-
saje, dieta, sangría, purga, arrepentimiento, canto y
oración, son algunas de las prácticas médicas tradicio-
nales para buscar la reconciliación con lo que se ha
perdido: la sensación de bienestar, la tranquilidad.
¡Cuánta esperanza se puede tener cuando las fórmu-
las para ordenar la vida tienen tantas combinaciones!
Cuando podemos probar o inventar encantamientos
nuevos que nos provean de ilusión o de esperanzas
renovadas.
Ante el dolor, llenamos de colorido y aromas nues-
tra casa, las flores, los aceites, el perfume, la ropa, el
talismán, las yerbas cocinando su frescura; los santos
en imágenes multiplicadas, colocados en el cuerpo, las
paredes de la casa o el voto que se jura; las veladoras
encendidas para la fortuna, el amor, la compañía, la
salud y protección; los animales, el trabajo, las perso-
nas… todo se ordena en una actitud laboriosa que
consume la fatalidad de saber que el dolor nos ofrece
301
la conciencia de la muerte. Frío-caliente, día-noche,
salud-enfermedad, alma-cuerpo, dolor-no dolor, todas
son dualidades del pensamiento dicotómico que se
construye por fuerzas encontradas a través del puente
de fe que las une.
Cuando es el ritmo del pulso o la luz de los ojos o el
intranquilo sueño, el hambre “poquita” o los cambios
notables en el color de las mejillas, en la apariencia,
densidad y volumen de los fluidos del cuerpo; o tal vez
cuando decimos que el aire nocturno, el cruce del ca-
mino o el aullido de una bestia nos ha sorprendido en
culpa, es que estamos queriendo participar de nosotros
con los otros, con los que somos parecidos.
Cuando alguien tira los granos del maíz y descifra
una parte del caos; cuando alguien descubre los
hechizos o las envidias que nos han atacado; cuando
alguien está dispuesto a limpiar nuestro cuerpo y a
acompañarnos en la penitencia del dolor, cuando se
está dispuesto y abierto para atender y escuchar las
señales del miedo; es cuando, en la medicina tradicio-
nal mexicana, empieza el ritual de curación verdadera.
La partera, el huesero, la o el hierbatero, el-la cu-
randera, el pulsador, el chamán, el rezador, el ilol y el
maicero; las-los señores de las “limpias” que arrastran
males físicos y del alma; todas-todos los terapeutas
tradicionales saben de ese elemental criterio de acom-
pañamiento, complicidad y sentido de compartir la vida
con su enfermo. El estar-bien con el semejante que
sufre es la primera acción restauradora para el bien-
estar común.
302
El-ella preparará la infusión con canela o manzani-
lla, azahar o gordolobo, con valeriana o estrella, con
las ramas del ajenjo o las puntas de la sábila. Pasiflora
y hierba de San Juan para lograr el sueño porque apo-
rrea el insomnio; el árnica para el dolor por golpe seco,
la miel para combatir la inflamación y proteger las heri-
das; el ajo para la tos, para los huesos, la reuma y el
piquete de ponzoña; una mariquita serenada en el al-
cohol para el masaje de los viejos; la ventosa para sa-
car el aire de un oído, del pecho, del bajo vientre; la
manteca caliente para curar el empacho; un buen tirón
para enderezar un hueso…
Allí están los que fabricarán un cataplasma, el chi-
quiador, el emplaste o la pomada, los que han de
prender el copal o el incienso, colocar la cruz de pal-
ma, los collares de ajo, los listones rojos en los cactus;
chuparán el daño, tal vez danzarán o harán que su voz
se escuche en el universo; o bien, ejercitarán una lim-
pia con albahaca, pirú o estafiate, con alcohol, romero,
malvón, clavel y agua bendita, para arrastrar los male-
ficios con la goma y aroma de las yerbas. Esa goma
que borra bien, que no mancha. Ese manojo de yerbas
que parece escoba nueva.
Abrirán las tijeras, colocarán una navaja o prende-
rán seguros en la ropa o en la cama de las embaraza-
das para proteger la boca de los que no han nacido.
También irán a buscar las hormigas o las avispas, las
víboras o los alacranes que pican con veneno el cuer-
po adolorido para que la sustancia entre como paliativo
eficaz.
303
Tal vez recomienden una dieta, un masaje, una
sangría. Pueden decidir si nos escupen mezcal en la
cara o nos recomiendan fumar el estramonium, o com-
prar el shampú o el aerosol de los amores; quizás, su-
gieran beber sangre de algunos animales para guardar
el calor y la energía en el cuerpo, o nos ofrezcan pie-
dras del buche de las aves para tranquilizarnos ante la
proximidad de la muerte.
Y si enfermamos de Narangic (enfermedad recono-
cida entre los huaves de Oaxaca) por una “caída del
corazón”, porque el ánimo está triste y se intensifica el
pesar, vendrá el curandero con oraciones y ofrendas,
recogerá la tierra o el agua del lugar donde la persona
experimentó las primeras sensaciones y rezará para
tranquilizar los elementos, para impedir que el alma se
pierda en ellos. El ilol en Chiapas, por su parte, ador-
nará un altar para que el alma del que sufre regrese al
cuerpo que le corresponde, atraída por la luz de las
velas y los aromas de las flores.
La eficacia del trabajo de los terapeutas tradiciona-
les sobre la mayoría de dolencias radica principalmen-
te en la eficacia simbólica que representan sus saberes
y prácticas. El terapeuta tradicional posee el lenguaje
de la proximidad, conoce los rumores de las iglesias,
cantinas y mercados; sabe de las cosas que causan
pena, humillación, aflicción; está dispuesto a buscar las
sombras que se han perdido reuniendo el canto de los
caracoles y rezando al tiempo viejo y a los santos ves-
tidos de rojo y de chaquira.
304
La cultura sobre el dolor es subversiva porque no
pide permiso para existir, simplemente está ahí, repro-
duciéndose por su propia necesidad de estar, de cum-
plir con las tareas indispensables de tornar menos
miserable la vida humana.
305
CAPÍTULO 6
IMPACTOS SOCIOECONÓMICOS
DEL DOLOR137
OMS (1990)
137
Los datos referidos a Europa se tomaron de las diversas
fuentes que consulta y difunde la Sociedad Española del Dolor
y que publica en su revista y boletín virtual:
http://revista.sedolor.es/ Los datos referidos a EU se pueden
consultar en: http://www.ametd.org.mx/
307
v La Sociedad Española del Dolor (SED) declaró en
su reunión anual del 2004, que el costo de la aten-
ción de un paciente con dolor neurológico crónico
es tres veces superior al de pacientes sin dolor:
17,350 contra 4,700 euros, respectivamente.
308
v En Europa, 40% de los pacientes que sufren dolor
ven limitada su actividad diaria: 23% dejan de ir al
trabajo y 12% guardan cama.
309
na actividad social y 35% no es capaz de man-
tener relaciones sexuales.
§ 22% ha perdido su trabajo y 29% sufre depre-
sión como consecuencia directa del dolor; 13%
siente que sus compañeros no entienden las
implicaciones de su dolor.
§ España, junto con otros países como Italia,
Grecia o Portugal, presenta el menor consumo
de opioides menores y mayores (14% frente a la
media europea de 30%) indicados en el trata-
miento del dolor crónico moderado a severo.
§ 85% de la población española ha sufrido dolor
de cabeza en algún momento de su vida y la
mayoría se automedica. La cefalea constituye
una de las primeras causas de baja laboral en
España.
§ Las consecuencias del dolor entre la población
geriátrica son extensas: depresión, ansiedad,
disminución de la sociabilidad, alteraciones del
sueño, incremento en la utilización de los servi-
cios de salud, limitaciones posturales, deterioro
de la movilidad y limitaciones al vestirse o en la
realización del aseo personal.
§ El dolor suele ir acompañado de una significati-
va co-morbilidad psiquiátrica y puede ser preci-
pitante de suicidio entre personas mayores.
310
dores han confirmado que el dolor persistente se
asocia con una función física y social alterada y con
la depresión. Se estima que este país gasta
aproximadamente 50 mil millones de dólares al año
por atención del dolor crónico.
138
http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=46744
311
ciadas a traumatismos o alteraciones neurológicas
o psiquiátricas.
139
Solamente el gasto militar de EU alcanzó en 2003 el monto
de 446.3 millones de dólares (Periódico La Jornada,
30/05/2005, primera sección).
312
muerte”, son desarrolladas desde la Primera Guerra
Mundial, y en la actualidad, han logrado evolucionar
notablemente desde la aplicación de la energía cinética
(que es el principio de las balas de goma), hasta per-
feccionar armas eléctricas, acústicas, químicas y bioló-
gicas que ofrecen aparatos portátiles de electro
choques, cañones de agua electrificada, redes y minas
electrificadas, dardos eléctricos, proyectiles acústicos,
armas de infrasonido y ultrasonido, sirenas, silbidos y
explosiones que emiten ruido de hasta 3.1 mega hertz,
capaces de provocar sordera, dolor de oídos y cabeza,
que aturden, causan vértigo, espasmos, confusión
mental y náuseas.
También se fabrican microondas que actúan sobre
el agua del cuerpo humano calentándola y provocando
dolor o quemaduras, pistolas de energía termal que
elevan la temperatura corporal hasta 50 grados más de
lo normal. Armas de rayos ultravioleta o de rayos láser
que paralizan y dañan la retina, armas químicas como
los irritantes, calmantes o incapacitadores como el fe-
tanil y sus análogos que afectan los ojos, las mucosas,
la piel. Los sedantes, anestésicos, ansiolíticos o anti-
depresivos; los que buscan alterar las percepciones,
las sensaciones, el conocimiento, las emociones, el
sentido del ánimo, el nivel de alerta o el control corpo-
ral.
Los odorantes usados en las balas de zorrillo, las
balas de chile que irritan, provocan vómito y sensacio-
nes dolorosas en el cuerpo, los proyectiles biológicos
con sustancias que propagan bacterias o virus de rápi-
313
da implantación y efecto, armas antitracción como res-
balantes, espumas y adhesivos para perder el paso o
para pegarse al piso.
Armas dirigidas a provocar temor, contención y a
minar el cuerpo, que lo doblan en sus coyunturas y
pliegues, que doblegan al ser en su fuerza moral, en su
concepto de libertad, en sus ideales de ciudadano. En
Estados Unidos el Programa Conjunto de Armas No
Letales (JNLWP por sus siglas en inglés) ha examina-
do propuestas para el uso de sedantes, calmantes,
opiáceos, sustancias malolientes, relajantes muscula-
res y otras drogas para ejercer control sobre quienes la
autoridad define como "civiles potencialmente hostiles".
Asimismo, se analizan los usos potenciales de los or-
ganismos modificados genéticamente o las armas bi-
narias, como recursos importantes para la fabricación
de armas nuevas.
¿Será posible que la ciencia y la tecnología al ser-
vicio de la lógica del poder militar o de la ganancia co-
mercial nos convierta irremediablemente en una
sociedad padeciente y a la deriva?
314
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