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ENSAYO SOBRE EL DOLOR HUMANO

Universidad Nacional Autónoma de México


Facultad de Estudios Superiores Zaragoza
Carrera de Médico Cirujano
Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura

ENSAYO SOBRE EL DOLOR HUMANO

IMELDA ANA RODRÍGUEZ ORTIZ

FEBRERO DE 2007
Ensayo sobre el dolor humano

Primera edición marzo de 2007

 2007, Imelda Ana Rodríguez Ortiz


 2007, FES Z, UNAM

Diseño de portada: Ernesto Durand e Israel Grande-García


con base en el cuadro Maldovia, original del pintor Luis Alanís

Corrección de estilo: Carla Durand y José Antonio Durand

Universidad Nacional Autónoma de México


Facultad de Estudios Superiores Zaragoza
Carrera de Médico Cirujano
Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura

Impreso y hecho en México

ISBN 970-32-4260-X
Para Carla
Templanza de mi espíritu
ÍNDICE

Introducción 9

CAPÍTULO I: Miradas y testimonios del dolor 15

1.1. Con el dolor a cuestas 15


1.2. Cuerpo que se duele 39
1.3. Cuerpo y usos del dolor 54
1.4. Desafíos del dolor 60

CAPÍTULO 2: Resonancias del dolor 71

2.1. Lenguaje e identidad 71


2.2. Lágrimas 90
2.3. Asombro y pasión 95

CAPÍTULO 3: La racionalidad frente al dolor


(De la teodicea antigua a la antropoética) 113

Introducción 113
3.1. Antigüedad 120
3.2. Edad Media 134
3.3. Renacimiento 139
3.4. Modernidad 152
3.4.1. Racionalidad crítica 164
CAPÍTULO 4: Una visita a la epidemiología del dolor 183

Introducción 183
4.1. El dolor en números 192
4.2. Dolores ónticos 210
4.2.1. El duelo: morirse de tristeza 239
4.2.2. Amantes en duelo 246
4.2.3. Padres en duelo 249

CAPÍTULO 5: Tratamientos para paliar el dolor 261

5.1. Interminable es la búsqueda 261


5.2. Mujeres, cuidado y dolor 291
5.3. Mujeres, dolor y medicina tradicional mexicana 300

CAPÍTULO 6: Impactos socioeconómicos del dolor 307

6.1. Por atención al dolor 307


6.2. Por producir dolor 312

Bibliografía 315
Introducción

El estudio del dolor nos lleva a una medicina


humana hasta en sus maniobras más banales

René Leriche

He puesto nombre a mi dolor y lo llamo perro


me es tan fiel, y asimismo tan pernicioso y
desvergonzado, tan entretenido y tan inteligente como
cualquier otro perro. Puedo increparle y descargar
en él mi mal humor, como otros hacen
con sus perros, con sus criados o sus mujeres

Nietzsche

El dolor es componente sustancial de la cultura huma-


na que forma parte de todas las dimensiones creadas
por el hombre, desde el sustrato filosófico que repre-
senta el diseño de las polaridades entre el bien y el mal
hasta la concepción del racionalismo moderno, que
otorga al hombre y sus potencias inteligentes la fuente
de poder para fincar un orden social y de gobierno so-
bre los asuntos de la vida.
La estructura del libro se definió por la forma de
abordaje que propone la metodología transdisciplinar al
considerar al dolor como entidad cruzada por la multi-
plicidad de conocimientos, mediaciones sociales y sen-
tidos vitales que se construyen ontológica y
9
filogenéticamente en el curso de la historia humana.
Por ello, se hace referencia al dolor como una forma de
sentir que alerta la conciencia y despierta la inquietud
por buscar explicaciones y remedios que apacigüen la
fuerza o la pasión que produce efectos importantes en
la identidad e intimidad de la persona que sufre.
Cada capítulo tiene por objetivo dar cuenta de la
complejidad de aspectos que cruzan los umbrales del
tiempo y se fraguan en la cultura humana a través de
interpretaciones sobre el origen, las formas de atender,
conjurar o atajar el paso del dolor considerando los
recursos que despliega cada sociedad y cada individuo
al conferir significado y sentido al sufrimiento. Este libro
toma en cuenta la interpelación que todo ser humano
puede hacer frente a la insidia del dolor que no existe
como objeto, que carece de lugar porque solamente es
intensidad y que tiene como única morada para convi-
vir con él: el lenguaje.
El dolor es lo que cada uno de nosotros define co-
mo dolor; es lo que cada persona señala, argumenta o
expone a partir de múltiples mediaciones bioantropoé-
ticas: conocimientos, experiencias y significados cultu-
rales, imaginación y experiencia frente al dolor, edad,
condición de género, momento histórico, valores y
creencias morales, religiosas y estéticas, ideas sobre
la vida y la muerte, la salud o la enfermedad; en fin,
todo aquello que se relaciona con el saber, la técnica,
el arte o la filosofía y que urden el entramado de la cul-
tura humana.

10
Entre los principales tránsitos que estas mediacio-
nes e interpelaciones han logrado activar para construir
un lenguaje para el dolor humano, menciono las si-
guientes:

6 La investigación sobre el dolor ha recorrido topo-


gráficamente todas las instancias del cuerpo con el
fin de identificar su naturaleza humana y biológica.
Del corazón como residencia del pensamiento, la
voluntad, los afectos y las sensaciones, arribamos
al cerebro y al tálamo como centro de producción y
control de sensaciones.
6 Del pecado y la culpa como torniquete de Dios para
la autoimplicación del hombre, la interpretación del
dolor transmutó como fuerza domesticable o pasión
tormentosa de lo naturalmente físico y de lo natu-
ralmente humano.
6 De la consistencia del dolor que se entendía como
desequilibrio y estancamiento de fluidos en arterias,
orina o venas, cuya resolución se encontraría en el
vómito, la expulsión de orina, los estornudos, el su-
dor, la pus o la sangre, se pasó a la inconsistencia
del dolor, al no lugar, la no forma o volumen y a la
certidumbre de que el dolor humano es un proceso
complejo de cogniciones, sensaciones y respuestas
inteligentes.
6 Del dato o síntoma a la enfermedad o el padecer, el
dolor humano ha transitado por las explicaciones
de la causalidad mecanicista hasta desembocar en
la diáspora de contenidos, disciplinas y técnicas re-

11
lacionadas con la neurofisiología, la bioquímica, la
bioingeniería genética y la bioética, entre otras.
6 De una episteme centrada en las leyes, las medi-
das, los pesos y las divisiones del cuerpo, el trata-
miento del dolor ha requerido de una mirada
unitaria, constructiva y permisiva de lo posible a
través del modo subjetivo que facilita el aprecio de
la existencia en lo intangible.
6 De los controles sobre el saber a la sociedad del
conocimiento o de la verticalidad del ejercicio del
poder a las formas horizontales de hacer valer las
propias pasiones, el dolor se inflinge o se auto in-
flinge desde y para los fines que persigue el ejerci-
cio del poder: causar efectos.
6 Del uso de recursos naturales a la sofisticación tec-
nológica nada se ha perdido para siempre. Lo mis-
mo cura o alivia el dolor la moxa japonesa, el
árnica, la piedra de cuarzo o el rezo que consagra,
que el samerio 153, la disección de un nervio o la
química del opio administrada por un hueso, un
músculo o cualquier orificio que al cuerpo pueda
penetrarse.
6 De la farmacia alquimista para combatir el dolor a la
farmacia militar para producir el dolor o de la pasión
que exacerba los sentidos para la fiesta del cuerpo
o de la sensibilidad creadora, todo tránsito del dolor
sabe a humanidad y en ella se contiene el punto de
partida y de destino.
6 De una clasificación parcial y menuda promovida
por la práctica médica hegemónica, el dolor huma-

12
no puede alzar su talla para entenderse y formar
parte de múltiples registros y discursos
6 humanos relacionados con la pena que se compar-
te cuando se viven circunstancias lacerantes o in-
dignas a la condición humana: migración, pobreza,
persecución, injusticia, abandono, discapacidad,
discriminación o cualquiera otra forma de violencia.

Finalmente, si el dolor es un mensaje o una señal


difícilmente comunicable, es porque siempre será un
misterio descifrar la vida y porque todavía no existen
conocimientos infalibles sino solamente aproximacio-
nes. Con qué código se puede interpretar el dolor o
con qué parte de nosotros desciframos lo que se sien-
te; con qué conceptos de dolor contamos para poder
mirarlo o atenderle.
No tengo duda de que el dolor desdobla, escinde,
hace dudar a la conciencia sobre la unidad del ser,
pero al mismo tiempo, afirma la presencia de la identi-
dad, sus relaciones y determinaciones culturales. Nada
puede definir al dolor hasta que se hace presente y él
mismo pregunta desde el universo corálico del lengua-
je.
Es el lenguaje el medio para acercarnos a conocer
lo que es el dolor. El lenguaje para interpelar desde los
horizontes culturales sobre los significados y alcances
del dolor; el lenguaje para aproximarnos entre sí y res-
ponder las mil preguntas que aquejan a un ser doliente
que experimenta incertidumbre, asombro, confabula-
ción, drama, especulación, miedo... Pessoa escribió

13
alguna vez: me consuelo a escondidas y tengo mi infi-
nito. ¿Quién como Pessoa, que al hablar con su dolor
puede consolarse y tener para sí un infinito?
Finalmente, es propósito de este libro reunir algu-
nos inventarios que conservan las preguntas abiertas y
las respuestas contingentes que los seres humanos
nos hemos planteado en la flecha del tiempo y que han
permitido, sin duda, el mayor florecimiento de sentidos
vitales para enriquecer la cultura humana.

Imelda Ana Rodríguez Ortiz


Febrero 2007

14
CAPÍTULO 1

MIRADAS Y TESTIMONIOS DEL DOLOR

Una mirada desde la alcantarilla


puede ser una visión del mundo

A. Pizarnik

1.1. Con el dolor a cuestas

La presencia del dolor es una constante en la


existencia humana que posee múltiples cualidades.
Existe, como un componente esencial de la vida en su
sentido pedagógico (de enseñanza-aprendizaje, de
exposición de contenidos, de demostración y de
creación), ya que ha permitido el desarrollo de
múltiples habilidades cognitivas, sensoriales y
prácticas para atender y responder ante la angustia o
la ansiedad que el dolor desencadena; aprender,
desde las formas más elementales para la
sobrevivencia, como el temor y la huída, hasta las
formas más sublimes de la existencia humana tales
como las expresiones artísticas.
Etimológicamente, dolor significa sentir, percibir,
experimentar sensaciones o impresiones; lamentar,
tener por doloroso. A su vez, las palabras sentir y

15
sensación provienen del latín sensatus y significan
experiencia dotada de sentido y de juicio. De la misma
raíz etimológica proviene la palabra sensato1, que
alude a la conducta mediada por la razón una vez que
se tiene claridad sobre un asunto y sus consecuencias.
Desde una perspectiva psicosocial, dolor es sentir,
es dar y es darse cuenta de que algo de la vida en el
cuerpo de un ser humano se está experimentando, se
deja oír; late, se estira, se rompe, se mira o se palpa.
Es reconocer que se tiene la necesidad por detenerse
para pensar sobre lo que ese sentir, ese dolor motiva.
El dolor es un sentir primordial que vuelve la mirada
primitiva sobre el cuerpo y sobre lo que cada ser es
con su cuerpo; es elemento crucial en el drama de la
existencia, suceso que constriñe, acontecimiento que
examina la conciencia y la hace grito; es aguijón que
activa el pensamiento, la palabra y la acción de pade-
cer.
En una perspectiva socio antropológica, la cultura
constituye el asidero filosófico de nuestras creencias y
de nuestra forma de decidir y actuar en consecuencia.
Representa el conjunto de todos los saberes y
prácticas sobre el mundo físico y social que permite a
los grupos humanos desplegar y reproducir
costumbres, creencias, tradiciones, valores y todo
aquello que da cuenta del imaginario social y del

1
Asimismo: sensible, sensual, sentido, seso, sentencia, senti-
mental, consentir y presentir, en Gómez de Silva, Guido. Breve
diccionario etimológico de la lengua española, FCE/COLMEX,
México, 1998.

16
comportamiento que se liga a razones de
sobrevivencia. Es unidad y conjunto que en esencia
alude a la noción griega de ethos (costumbre, morada,
refugio del hombre)2.
Quien haya leído El laberinto de la soledad, publi-
cado por primera vez en 1950, podrá recordar las opi-
niones valiosas que hizo Octavio Paz acerca del
significado y alcance humanizante de la cultura, al se-
ñalar que el origen de la cultura tiene lugar cuando los
individuos somos capaces de anteponer lo social a lo
natural, cuando podemos decir no a los impulsos y las
pasiones, cuando el hombre puede reconocerse como
un ser intencionado que produce y reproduce motivos y
razones para no estar solo en el mundo, cuando se
reconoce en el otro y cuando es capaz de educar y
educarse.
En efecto, la cultura provee de identidad para que
cada uno de nosotros se encuentre en los otros como
en sí mismo. Cicerón ya lo había referido 21 siglos
atrás cuando decía: nada es tan igual, tan semejante a
otra cosa, como cada uno de nosotros a los demás; y,
a 21 siglos de distancia, dice Morin (2001): “todo de-
sarrollo verdaderamente humano significa desarrollo
conjunto de las autonomías individuales, de las partici-
paciones comunitarias y del sentido de pertenencia con
la especie humana” (p.53).

2
Es decir, la cultura en un amplio sentido, puede compren-
derse como modelo y orden del mundo construido y habitado
por el hombre y, en sentido restringido nos referimos a cultura
cuando destacamos el modo de vida particular de una sociedad
o de un grupo determinado.

17
Ciertamente, las concepciones logradas por la cul-
tura representan modelos resistentes y atractivos
(memes3) ante la vulnerabilidad, el miedo, la angustia o
cualquier emoción adversa o condición amenazante
porque han sido dotados de capacidad potencialmente
resolutiva para asegurar la existencia de las personas.
De tal modo que el hombre-naturaleza pervive en el
hombre-simbólico que crea y recrea poderes alter-
nativos que cifra en las prácticas culturales para tratar
de subsanar y superar su carácter finito y mortal.
En general, el dolor tiene connotaciones culturales
negativas, se le asocia moralmente como castigo deri-
vado de la conducta no recta o se valora como dato de
anormalidad o enfermedad, que tampoco escapa de la
estimación moral. Por otro lado, el no dolor se asocia a
la vida saludable y al orden correcto. En el fondo, es
indistinto, pues cualquier apreciación forma parte de
sistemas complejos de ideas y prácticas establecidas
con gran firmeza en los núcleos sociales, y, en tanto
formulaciones culturales, se rigen por códigos, organi-
zaciones e instituciones mucho más perdurables que
los individuos que las instituyen.
La que sí podemos considerar una apreciación ge-
neralizable, es la referida al cuidado de los seres
3
Según Dawkins, nuestra naturaleza biológica se constituye a
partir de la información genética articulada en genes, y nuestra
cultura se constituye por la información acumulada en nuestra
memoria y captada generalmente por imitación (mímesis), por
enseñanza o por asimilación que se articula en memes que
podemos entender como unidades mínimas de transmisión de
herencia cultural o replicador cultural.
www.galeon.com/filoesp/artics/hmem.htm

18
humanos entre sí; aún más, la colaboración y el cuida-
do entre semejantes se considera el fundamento de la
condición humana (matriz cultural) y crea, como sugie-
re Max Weber, el verdadero marco espiritual de la civi-
lización. Los seres humanos tenemos que cuidarnos
entre sí para afrontar la adversidad que puede repre-
sentar la experiencia del dolor, sobre todo, cuando en
ésta coinciden y coexisten sin fronteras el síntoma físi-
co y la manifestación emocional.
Desde una perspectiva socio antropológica y psico-
biológica, el dolor es una sensación o una cualidad que
tiene momentos de aparición en la mecánica del cuer-
po pero que se aprecia siempre en el campo de la inte-
ligencia como una capacidad racional, es decir, como
un juicio, como una valoración. La capacidad de sentir
responde en principio a nuestro sustrato neurofisiológi-
co y a la puesta en juego de creencias, tradiciones y
normas sociales, así como a las características indivi-
duales de la historia personal, el conocimiento que se
tiene sobre el motivo del sentir y el momento histórico
que se vive. Son estas condiciones las que determinan
que la experiencia del dolor no admita fácilmente ser
contradecida, que cada experiencia dolorosa cuente
con un registro temporal y un conjunto de registros
personales-sensoriales acerca de un juicio, una forma,
un color, una mancha, un recuerdo.
Es claro que el dolor es como la presencia contun-
dente de lo que el cuerpo es en tanto solamente pre-
sencia tangible del ser humano; pero sabemos que el
cuerpo también es encierro y a la vez morada. Presen-

19
cia compleja y misteriosa cuando lo subjetivo impide
cualquier posibilidad de reducción del sentir a la cosa;
cuando el no lugar del ser, es el único sitio desde don-
de se puede mediar la incertidumbre. Y, como sea que
la sensación se haga presente o se cultive, la única
forma de comprenderle es a partir de la individualidad
construida y asumida por y en la vida social de cada
persona, por la manera como cada uno de nosotros
habita el mundo.
Lo que cada persona tiene de sensato -juicioso,
razonable- tanto por lo que, su naturaleza biológica
registra en y a través de sus sentidos, por cuanto su
naturaleza sensible -inteligente y social- le permite o le
ayuda a comprender y a significar su cultura, se cons-
truye con el carácter moral-individual que le confiere a
sus relaciones humanas y a los acontecimientos de su
vida. Por ello, el dolor como valoración es también una
cualidad, una intensidad o una fuerza derivada de la
voluntad y de la conciencia de sí mismo.
Como cualidad natural, el dolor es una característi-
ca de la vida, forma parte y es propiedad de la existen-
cia de los seres vivos que responden de manera
aversiva a todo aquello que lastima o se constituye en
peligro real o potencial (León-Olea, 1993). Como inten-
sidad reconocida y apreciable, es fuerza que se con-
centra y se dirige a un lugar para hacerse de
presencia, pero también, para extenderse en toda di-
rección posible de penetrar. Cuánta razón tenía
Goethe al afirmar que a lo natural apenas le basta el

20
universo, mientras que lo artificial exige espacio cerra-
do.
El dolor se hace de espacios preferentes para exis-
tir y para ser atendido de cierta manera. Hay espacios,
donde el dolor recibe su dosis de analgesia mediante
una sustancia que inactiva o limita la res-puesta que el
estímulo nocivo ha producido en la fisiología corporal.
Este es el espacio del sistema nervioso central, de la
atención y de las soluciones médicas; es el lugar de
recepción para los recursos físicos: las hierbas, las
piedras, las aguas, las drogas y los medicamentos. Es
el lugar del cuerpo-objeto como una estructura sólida,
divisible, original e individual.
Otra ocupación del dolor se anida en los significa-
dos de la vida y en las historias personales que le cobi-
jan. Es el lugar de la subjetividad, de lo indivisible y
culturalmente colectivo, de la conciencia humana y de
la intimidad a donde el dolor llega como una pesadilla
“del mal”, que corta la respiración y deja a la imagina-
ción, el campo libre para explicar que las cosas suce-
dan sin arbitrio, sin necesidad de que exista un campo
físico del dolor.
Es el caso de todo dolor nacido del asombro y del
recuerdo4, de esos aparecidos que los ojos no ven pe-
ro que la conciencia atrae y el cerebro registra forman-
do parte de la integridad del ser; ese cerebro que no

4
Por ejemplo, en el caso del dolor del miembro fantasma que-
da claro que la amputación de un miembro no invalida la repre-
sentación cortical cerebral que está a cargo del centro
regulador de la existencia y funcionamiento de la integridad-
totalidad de las fibras nerviosas.

21
sólo organiza los resultados de la mirada objetiva, sino
que también se hace cargo de las relaciones intersub-
jetivas del ser social que lo habita. El dolor que pueden
producir los recuerdos que se asocian a las pérdidas
que importan: un miembro amputado que duele como
si todavía estuviera formando parte del cuerpo; seres
queridos, palabras, objetos, presencias, lugares, expe-
riencias, motivos ya irrecuperables. Añoranza.
El dolor es como otra forma de existir y pensar esa
existencia, nada menos que para sobrevivir. En su
poema titulado Desollamientos, dice Álvaro Mutis:

Sin pie mi cuerpo sigue amando lo mismo


y mi alma se sale al lugar que ya no ocupo,
fuera de mí:
no, no hay aquí símbolos,
el cuerpo se acomoda a la pasión
y la pasión al cuerpo que pierde sus fragmentos
y continúa íntegro, sin misterios incólume.
Contra la muerte tengo la mirada y la risa,
soy dueño del abrazo de mi amigo
y del latido sordo de un corazón ansioso.
Contra la muerte tengo el dolor en el pie que no tengo,
un dolor tan real como la muerte misma
y unas ganas enormes de caricias, de besos,
de saber el nombre propio de un árbol que me obsede,
de aspirar un perdido perfume que persigo,
de oír ciertas canciones que recuerdo a fragmentos,
de acariciar mi perro,
de que timbre el teléfono a las seis de la mañana,
de seguir este juego.

El dolor es una herida, visible o no; es una herida


que nos abre el cuerpo o la razón y nos expone al sen-
tido de “peligro” real o potencial sobre la vida. Es un
poder que se impone y produce efectos físicos y no

22
físicos, que nos aísla y excluye de lo cotidiano, de lo
que es ordinario y común, de los quehaceres que nos
reproducen como cultura compartida. “Quien sufre per-
cibe el dolor como una amenaza a su existencia, no
sólo a su vida, sino a su integridad como persona:
cuando el dolor está fuera de control, cuando el dolor
es agobiante, cuando se desconoce su causa, cuando
no tiene significado o cuando es crónico... Y cada per-
sona reacciona frente al dolor y sufre de acuerdo a sus
vínculos afectivos, su rol social, sus necesidades, sus
emociones, su intimidad y sus expectativas frente al
futuro”5.
El dolor, como todo lo que es extraordinario, pres-
cinde de cualquier regularidad, suprime o modifica las
costumbres, los modos de vivir la vida; corta anhelos,
humedece la casa con aromas desconocidos y encien-
de los gritos de la noche. Cualquier dolor está ligado a
los sentidos: dolor ciego, dolor mudo, dolor sordo, invi-
sible, que quema, arde o es vibrante. El dolor es una
potencia, un imperio o una energía con capacidades
generativas para producir efectos sensoriales insospe-
chados que van desde la curiosidad hasta la autodes-
trucción, sobre todo, cuando logra quebrar un cuerpo o
el entusiasmo por la vida y deja las raíces vulnerables
y expuestas a toda inclemencia.
Todo dolor proviene de una herida en el cuerpo o
de un evento que nos hace conscientes del ser vulne-
rable que somos cada uno, pero no es la causa que lo

5
http://escuela.med.puc.cl/publ/ArsMedica/ArsMedica3/03_Fon
negra.html

23
produce lo que lo define, sino que es, la interpretación
de él la primera razón de su existencia. Por ello, la uti-
lidad de hablar sobre el dolor radica en la significación
que de él se alcance, más allá de las definiciones o
acuerdos científicos que se produzcan sobre el origen
o lugar de su emergencia.
La intensidad del dolor se asume desde el indivi-
duo, sólo él sabe lo que sufre y lo que en un momento
determinado está dispuesto a tolerar. Decía Pessoa: si
el corazón pudiera pensar se detendría. En esta corta
frase, me parece que Pessoa nos dice al menos dos
cosas: que el pensamiento es la fuente generatriz de
los más grandes dolores y que un remedio ante el do-
lor es convertirse en texto. Virginia Woolf también dijo
alguna vez: nada es real si no lo escribo.
Escribir, eso es justamente lo que hizo Ma. Luisa
Puga en su Diario del dolor6, crear un texto en el que
logra referir paso a paso su larga y difícil relación con
el dolor hasta convertirlo en el protagonista principal de
su diálogo. Ella, fue quien decidió conceder al dolor el
nombre y el espacio para existir, y, según su testimo-
nio, cuando empezaba a escribir el dolor desaparecía.
Sentir el dolor le permitía expresar ideas y creencias
acerca de él, sentir el dolor era una razón para escribir
sobre lo que no se puede conocer pero que, sin em-
bargo, se puede remitir a un orden intelectual diferente.
Dice en la presentación de su diario:

6
Puga, Ma. Luisa. Diario del dolor. Alfaguara/Conaculta, Méxi-
co, 2004

24
La escritura siempre me ha salvado la vida y ahora no
podía ser la excepción ya que el único momento en
que no me duele nada es cuando escribo.

Como Ma. Luisa Puga, cada uno de nosotros pue-


de entenderse como un sujeto pasional∗, como dueño
de una cierta capacidad para sufrir o soportar el dolor y
hacerse grito, lágrima o texto; roto el umbral, solamen-
te puede haber más y más dolor, soledad infinita.
El dolor irremediablemente nos convoca a encade-
narnos a otros seres y a otros órdenes extraordinarios
de la vida. Un elocuente trabajo al respecto, es la cró-
nica de un condenado que nos ofrece el dramaturgo
mexicano Víctor Hugo Rascón (2006), en la que narra
a detalle los momentos y los pormenores en los que
diversos protagonistas se involucraron con su vida ante
el dolor, que era urdimbre para tejer la incertidumbre,
la angustia, o la desolación que puede ofrecer el dia-
gnóstico de una enfermedad adjetivada como incurable
(leucemia linfocítica crónica).
Cuenta la importancia de constituirse en el testigo
fundamental de la propia vida, que implica escribir en
primera persona porque la narración sobre y desde
cada uno de nosotros, sirve a la comprobación cotidia-
na de que estamos vivos porque nos podemos comu-
nicar. Cuenta además, cómo le acompañaron en la
experiencia de la sobrevida los familiares, los amigos,
los conocidos; todos aquellos que se interesaron y le
compartieron algo personal o íntimo.


Páginas más adelante se tratará el tema del dolor como pa-
sión y se estará en posibilidad de profundizar sobre este punto

25
Víctor Hugo reconoce que no hubiera podido ex-
tender mucho tiempo su existencia, si no hubiera escri-
to su experiencia dolorosa y si no se hubieran
multiplicado las fuerzas humanas para donarle 307
veces sangre y plaquetas, para cuidarlo día y noche,
para acompañarlo. Para entregarle, cada uno de quie-
nes allí estuvieron, le llamaron o le enviaron saludos,
una fórmula, una técnica o un procedimiento con los
cuales solventar el miedo y el dolor. En el libro-
memoria de su estancia hospitalaria, hace cuentas
pormenorizadas sobre todas las aportaciones dichosas
que el cuidado humano puede prodigar a un ser que
sufre.
Si bien la escritura le valió como eje principal de
sus tareas cotidianas, como una forma de “producir
energía vital” para la “reorganización emocional y vir-
tual” (p. 98) por medio de la cual pretender “con-vencer
a Dios” de que le permitiera seguir viviendo (p. 175),
fueron también muy importantes los otros remedios
que participaron: la compañía amorosa de familiares y
amigos, la oración compartida, la música, los libros, las
cartas, las preguntas, los masajes, los recuerdos; la
risa y el llanto; la vigilia sobre los registros del cuerpo,
el ruido de la calle, la risa de los niños, saborear los
colores, las texturas y los sabores que la memoria con-
serva en las papilas gustativas; el conocimiento sobre
la enfermedad que se padece, discutir y a veces des-
obedecer al médico; cumplir con la necesidad de parti-
cipar de la vida informándose de lo que ocurre
cotidianamente y asumir una posición política; creer y

26
confiar en los demás, vivirse y luchar con los otros;
entre los otros estar e imaginarse cada día para “olvi-
darse de esta cama, de estos sueros, de este drama”
(p.95).
Es más fácil vivir si se comparte el destino, le dice
Luis de Tavira a Víctor H. Rascón y alude a la autori-
dad intelectual de Aristóteles para explicar la idea:

Fue Aristóteles, curiosamente no en Poética ni en Éti-


ca sino en Física, el que afirmó esta intuición profun-
da; la respectividad nos constituye; es aquel carácter
por virtud del cual ninguno empezamos por ser lo que
somos y luego nos ponemos en relación con los de-
más, sino al revés: lo que somos es constitutivamente
función de los demás. No somos como creemos, pro-
ducto de relaciones. Ante todo, porque toda relación
supone relatos. Y llegada la hora, no hay relatos, sólo
respectividad en la que cada uno es en función del
otro, algo que constituye al relato mismo (p. 222-223).

En síntesis, la vida es una lucha interminable contra


la dispersión que trata de imponer el dolor, una enfer-
medad o la muerte. Darse cuenta de que sin el cuidado
prodigado no se puede confirmar la vida para tornarse
un ser en los demás y viceversa: Soy un poco de to-
dos, dice Rascón en su libro. Cierto, cada uno de noso-
tros es multiplicidad; cada uno de nosotros es varios:
es rizoma (p.7)
Estas y otras historias personales se parecen entre
sí, tienen como eje o motivo de la narración la energía
para sobreponerse al dolor, que implica la sobre posi-
ción del sujeto frente a sí mismo, creyéndose solo para
emprender la tarea de reproducirse por los intersticios
de la memoria, encontrarse en el presente incierto para

27
pensar el futuro y hacer uso del habla para contárselo
todo; ensimismarse, fundirse con el pasado, alcanzar y
proponer un orden personal y distinto para contender
con la dispersión que impone el dolor hasta volverse a
encontrar con la certeza de que con él están los otros.
Dispersión, que en sentido psicofisiológico, según
Díaz Meza (2005), se constituye en una neuromatriz o
centro de diversas áreas sensoriales, cognitivas, afec-
tivas y volitivas del encéfalo que se reúnen en un pun-
to: problema y respuesta7. En esta perspectiva, Díaz
Meza sugiere que el dolor nos puede conducir a inte-
grar la conciencia en búsqueda de entendimiento, por
lo tanto, arribar a percepciones y representaciones
propias acerca del dolor. Así como podemos referir y
señalar un sitio de dolor por la percepción y localiza-
ción de estímulos nociceptivos, también podemos ima-
ginar o producir un dolor sin esos estímulos, ya que el
verdadero sitio del dolor está en las funciones del ce-
rebro que van mucho más allá de lo que se conoce
actualmente.
Es decir, el dolor siempre es, ante todo, una expe-
riencia subjetiva y Díaz Meza lo avala al afirmar: no
necesitamos una lesión para sentir un dolor, ni cuerpo
para sentir un cuerpo. Este autor encuentra y analiza

7
Para este autor existen seis componentes de la experiencia y
representación del dolor: el sensitivo (qualia de la sensación
dolorosa), el afectivo (emoción aversiva y de congoja), el cogni-
tivo (reconocimiento de la lesión), el volitivo (disposición de la
acción), el conductual (movimiento, lamento) y el cultural (mo-
dulación de la experiencia por la ideología y el aprendizaje
social).

28
estos elementos al profundizar en la lectura del Diario
del dolor de Ma. Luisa Puga y concluye diciendo:

El dolor se reconoce profundamente como propio del ser


humano y en el relato –de Ma. Luisa- resalta que la ex-
periencia privada y solitaria de dolor que una persona
enfrenta echando mano de todas sus habilidades suele
desembocar en dignidad y provecho.
Desde esta perspectiva en primera persona, el dolor
se revela como una vivencia compleja que en la con-
ciencia enciende facultades insospechadas, demanda
recursos extraordinarios y escenifica costosas batallas
(p.30).

Disgregación y éxtasis8, eso es también el dolor.


Inmensa y arrobadora es la presencia del dolor; envol-
vente y alienante como para poder imaginar los límites
del cuerpo y la conciencia escindida; como para olvi-
darse de lo real y de la existencia temporal; lacerante y
sin sentido, como para olvidarse del no lugar de las
sensaciones y hacerse mueble o cosa cualquiera, con-
fundirse con la oscuridad o con la luminosidad que no
dejan ver ni comprender nada; negar la presencia y la
unidad que representamos; es también, desconocerse,
deshacerse...

Creo que se ha terminado. Que mi vida se ha acabado.


Ya no soy nada.
Me he convertido en algo completamente horroroso.
Ya no me mantengo junta.

8
Éxtasis. (Del lat. tardío ex[s]tãsis, y este del gr. êóôáóéò). m.
Estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de
admiración, alegría, etc. || 2. Rel. Estado del alma caracteriza-
do por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación
y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.
(Microsoft® Encarta® 2006 (1993-2005)

29
Ven rápido.
9
Ya no tengo boca, tampoco cara

El dolor como un éxtasis, así es como Ignacio Díaz


de la Serna (1988) refiere la experiencia propedéutica
sobre el dolor al encontrarse frente a 3 avasallantes
episodios de su vida: primero, la muerte de sus padres;
segundo, el crecimiento de un cuerpo extraño al suyo,
con el cual, sólo después de algún tiempo de familiari-
dad, pudo tener la certeza de que era suyo ese tumor,
una pertenencia más; y, tercero, frente al sometimiento
del cuerpo a la quimioterapia. Fueron sucesos de su
vida que lo fueron convirtiendo en un “animal acorrala-
do, jadeante, moribundo”.
En el escrito de Ignacio Díaz titulado El desorden
de Dios, acudimos a presenciar el estado crudo del
dolor. De ese dolor que se padece y se asume como
una amenaza, como un ataque a la representación de
unidad corporal que poseemos, pero también, como
una amenaza sobre la percepción, los hechos cotidia-
nos y el plan de vida que previamente teníamos esta-
blecido antes de la contundencia del dolor hecho
carne, llaga o vacío. En El desorden de Dios, Díaz de
la Serna nos invita a contemplar la cualidad ontológica
del dolor desde el asombro humano, la auto implaca-
ción y la mirada abierta que contiende con la sustancia
omnipresente, omnipotente y omnisciente: Dios.
Ese recorrido laberíntico que protagoniza el cuerpo
y se hace de voz por el lenguaje corálico de Díaz de la

9
Fragmento del libro ¿Esto es todo? de Marguerite Duras. Ci-
tado por Víctor H. Rascón (2006; p. 38)

30
Serna, es, sin embargo, una condición sine qua non
para apreciar la integridad del ser humano. Ya Paul
Valéry nos había puesto en alerta al respecto. En su
obra Reflexiones sencillas sobre el cuerpo, alude a la
reconocida capacidad y funcionalidad mecánica, rege-
neradora y desgastante del cuerpo, pero también men-
ciona cómo las pasiones del espíritu y la voluntad del
ser humano pueden imprimir un carácter incalculable,
indeterminado e impredecible para el sí mismo, particu-
larmente, cuando la mente se despliega como un po-
der de transformación de sus representaciones. El
problema de enfrentarse al dolor puede ser ese deto-
nante que nos torna diferentes entre sí y, especialmen-
te, nos vuelve atentos para reconocer la propia
identidad.
Valéry (1998) ensaya con su vida y nos invita a
pensar en la disgregación del cuerpo para conocer sus
ámbitos y potencias. Propone la existencia de 4 cuer-
pos: el cuerpo “acontecimiento”, el que imagina, an-
hela, se relaciona, que tiene pasiones, selecciona
valores y se impone un canon moral; el cuerpo “obje-
to”, que se identifica por sus formas, estructuras y fun-
ciones; el cuerpo para “los otros”, que se entrega a la
relación, a la inspección o al diagnóstico médico; el
cuerpo “imaginario” o “real”, por el que se piensa hasta
lo inconcebible y se construye el sentido de la vida. Y
si bien, todos esos cuerpos son o pueden ser ocupa-
dos por el dolor, es solamente el cuarto cuerpo, el
“imaginario” o “real”, el que es capaz de activar las
respuestas interiores del ser.

31
Esas respuestas ancladas en la filosofía de las pre-
guntas básicas y primitivas, forman parte de la historia
personal del dolor que generalmente tiene un origen
fundado en la experiencia, por ello, cada persona pue-
de darse cuenta de cuándo ha iniciado una fuente de
dolor, aunque sea muy difícil recorrer la ruta o precisar
los diferentes momentos por los que se cruzan los um-
brales; pero lo que sí representa una constante, es que
el ser que sufre parece dirigir su necesidad de otredad
hacia la búsqueda de lo extraordinario.
Nos comenta Ocaña (1997):

Ciertas reacciones como sufrir, afligirse o condolerse


arraigan en un sustrato conductual prelingüístico, co-
mún a todas las sociedades humanas. Los cuerpos
culturales y sus juegos de lenguaje, diversos y a me-
nudo inconmensurables, presuponen al cuerpo vivien-
te. Sin duda tanto las interjecciones como la expresión
de emociones varían culturalmente; sin embargo, con-
templar a un ser que grita, llora o da rienda suelta a su
pesadumbre, hostigado por persecuciones, angustia-
do por enfermedades o herido por contingencias natu-
rales, nos remite a una raíz común. Sobre esa raíz, sin
duda, pujan distintos sistemas simbólicos. Más el do-
lor –como la muerte- es el centro que confiere grave-
dad a todas esas floraciones. (p. 35).

Ese momento extraordinario lo encuentro, espe-


cialmente, en la luminosa crónica que hace Díaz de la
Serna cuando se encuentra con el avasallante dolor.
Dice:

La experiencia del dolor acarrea ciertas vivencias pro-


digiosas. Cuando creía llegar al límite de lo que podía
soportar, el dolor, ya continuo, en ningún momento
desaparecía, aumentaba un poco más. De este círculo

32
no había salida. Sucedió entonces el mayor de los
prodigios. Ese dolor produjo la disgregación de mi
persona. ¿Por cuánto tiempo? Ahí no había tiempo.
Ya no había voluntad contra el dolor. No tenía espe-
ranza alguna de que disminuyera. No era a mí a quien
le dolía. Fuera de mí, regado en añicos, y fuera del
tiempo, sin futuro ya que me trajera una promesa de
alivio, era un solo instante dilatado, repitiéndose una y
otra vez, y mi conciencia fija, absorta, en esa parte de
mi cuerpo de la que emanaba una sensación tan po-
derosa que las otras partes ya no existían. Todo lo
que me rodeaba enmudeció. La única presencia era
esta vorágine que me devoraba. Permanecí en un so-
fá. La imagen que conservo de mí está relacionada
con la mirada animal de mi madre. Me quedé ahí,
hecho un ovillo, en la postura de un animal acorralado,
jadeante, moribundo. No cabe duda: el dolor es el éx-
tasis (p.13).

Parece ser que frente al dolor no queda más que el


esfuerzo interior para resolver la disgregación y culmi-
nar el éxtasis. Es como una llamada de alerta con la
que aparece esa imperiosa necesidad por recoger los
pedazos de cada uno para reorganizar el sentido de la
vida, anhelo y logro que se permite gracias al prodigio
de la memoria que nos devuelve imágenes, colores,
sabores y formas que amamos y a las que nos ligamos
desde la infancia. Continúa Díaz de la Serna:

Otra imagen que me arroba es el ritual sangriento con


el que iniciaba cada sesión de la quimioterapia. Una
aguja descomunal me penetraba por el cuello hasta la
yugular, y por el interior de ese arpón, el médico desli-
zaba una sonda hasta el corazón. Por ahí entraban los
venenos que me administraban durante cinco días.
Era una fiesta de sangre derramada; era el horror pu-
ro, y era también el éxtasis. La quimioterapia fue el
paroxismo. Pasar por ese ritual sangriento una vez,

33
otra vez, otra vez y saber de antemano lo que me es-
peraba... Terminaba los venenos, diez días en casa
para ponerme en forma –es un decir– y ¡venga, a
conquistar el mundo!, volvía al trabajo, organizaba una
exposición, me ocupaba de un ciclo de cine, grillaba
con éste o con aquél, y al cabo de dos semanas, ce-
rraba el escritorio, cerraba la puerta de la oficina, ce-
rraba mi vida y el mundo se cerraba. Era hora de
regresar a mi agonía. La repetición de este ritual ha
sido, quizá, la experiencia más fascinante que he vivi-
do. Condujo a su clímax la disgregación de mi perso-
na. Estados que no intentaré describir porque son
indescriptibles.
Desdoblamientos, doblamientos, múltiples Igna-
cios que yacían o caminaban al lado de múltiples Ig-
nacios. Vacíos, náuseas, vómitos, caídas arriba en un
cielo negro que me trituraba y me engullía. Debo a
Sealtiel haber encontrado el nombre preciso de esta
vorágine: es el desorden de Dios, un desorden que
nada ni nadie puede combatir. Incontables veces me
fundí con el cuerpo de mi padre y con el cuerpo de mi
madre.
Yo era mi padre; yo era mi madre; fui la inhumani-
dad sobrecogedora de su mirada antes de morir. En
esto, justo en esto, reside mi fascinación: haberme
acercado a mi morir pero sin llegar a fallecer. Para no
olvidarlo, para volver a vivirlo según mi capricho y mí
antojo. Ha sido igualmente fascinante esa comunión
entera con ellos, haber sido ellos más de una vez en
el paroxismo del dolor, haberlos encontrado en esa
condición sin tiempo, sin futuro, sin promesas, en la
que reina una lógica que sobrepasa la razón y la
humanidad. Otra vivencia de una comunión iniguala-
ble fue la impotencia de Aline por aliviar mi dolor du-
rante aquellos días y aquellas noches, incrementado
por ese dolor sin tregua que nos causaba su impoten-
cia y mi impotencia (p.16-17).

Dicho de otro modo, a pesar de que la persistencia


de un dolor tiende a romper cualquier equilibrio físico,
a hacer inútil cualquier previsión para evitarlo o para

34
alejarnos de cualquier frontera emocional, siempre
queda la alternativa de la identidad para protegernos,
el recuento biográfico de lo que somos y la voluntad de
seguir vivos. Recuerdo haber leído en Bataille una
idea que ayuda a cerrar este círculo. Él ha dicho, que
el cuerpo es como un puente a través del cual se une
el principio y el fin del sufrimiento.
Es en la estructura de ese puente que se halla ra-
dicando la conciencia de pertenencia entre los demás,
que alimenta el modo de acercarse a la ayuda y el
consuelo, para que el dolor abandone su carácter pri-
vado y pueda comunicarse o expresarse. La persona
que padece dolor está agobiada por la fuerza del sen-
tir que le hace reconocer el sustrato fisiológico que
actúa en el mecanismo del dolor, pero a la vez, perci-
be con asombro, miedo o preocupación un estado
emocional debilitado y, este sustrato emocional o psi-
cológico, es útil para reconocer la experiencia, el co-
nocimiento o las representaciones que se tienen con
respecto del dolor.
Se advierte entonces, que el dolor es una potencia
capaz de proponer una escisión de la conciencia-
cuerpo-objeto, pero que paradójicamente integra, de
un modo complejo e impredecible, la experiencia, la
perspectiva y la conducta del sujeto que padece. El ser
que sufre dolor es, principalmente, un ser histórico que
ensaya con su biografía como si fuera un linajista ex-
perto.
A partir de estas exploraciones es que se puede
alcanzar la capacidad para actuar, hablar, contar, re-

35
presentar y asumir la responsabilidad de sí mismo. Se
puede romper el confinamiento del dolor, desmontar
los mejores recuerdos y consolarnos con ellos. Ser
uno con el dolor y descubrirse mutuamente: imbrica-
ción. Hacerlo íntimamente propio e impedirle que gane
más peso y presencia que la persona y, tal como pro-
pone Caraco10, alcanzar la certeza de que podemos
sentirnos más espíritu que carne, huesos o nervios.
De todos modos, necesitamos ayuda si sufrimos
de dolor y así, ante el ser que se duele, cada uno debe
actuar con firmeza y cuidado para impedir la neutrali-
dad afectiva y sí, en cambio, desplegar la condición
humana, la homo capax, como señala Ricoeur. Es
decir, poner en marcha el conjunto de las capacidades
e incapacidades que hacen de los humanos seres que
actúan y sufren pero que se permiten ser en uno y en
los otros, seres que se comunican, actúan y significan
su vida.11 Alteridad y síntesis de la singularidad-
individualidad como identidad personal y de la plurali-
dad-diversidad como identidad colectiva.
Para ayudar al otro se necesita imaginación, intuir
de algún modo cómo es ese dolor que yo no siento.
Se requiere la confianza entre sí para que la expresión

10
Caraco, Alberto. Post mortem. Sexto Piso, México, 2006, p.
99
11
Hannah Arendt atribuía la existencia de la condición humana
al ejercicio del poder comunicativo de las identidades en mutua
constitución (performatividad) entre las que se establecían
compromisos y responsabilidades recíprocas para la satisfac-
ción de necesidades materiales y no materiales; respeto a la
pluralidad y libertad de los individuos. La llamaba también vita
activa.

36
verbal alcance a unir la diferencia y acortar la distancia
entre los cuerpos que sólo oyen palabras o miran ges-
tos y los cuerpos que las construyen y las sienten. Es
precisamente mediante la acción del habla que se
puede conocer y comprender las variaciones del dolor
y los mundos simbólicos que le sobreviven en la cultu-
ra.
Es útil recordar que toda experiencia, pensamiento
o conducta se encuentra siempre atravesada por una
emoción, que, a su vez, se afecta por los significados
que el individuo atribuye a los eventos que están en
posibilidad de impactar su vida. Significados que inter-
fieren en sus razonamientos o decisiones, en la forma
como se despliega su sentido común o se imagina una
consecuencia, que invariablemente, se relaciona con
lo afectivo, lo sentimental, lo que representa satisfac-
ción y bienestar o con lo que preocupa y se teme.
Hablar y descubrir los elementos de este entrama-
do de juicios, significados y códigos culturales, siem-
pre puede facilitar la gestión de acciones a favor del
que sufre dolor. Juan José Millás12 dice que hay pala-
bras que nacen para fecundar y dar vida al lenguaje y
yo creo que dolor, es una de esas palabras clave para
la creación del hombre y su cultura, para cumplir con
la vital tarea de narrar las emociones, tal como acon-
seja Alberto Blanco en su texto titulado Teoría del ca-
lor:

12
Periódico Reforma, Sección El Ángel, No. 554, p. 4, México
19/12/04

37
Es un hecho bien conocido que en la naturaleza
los mejores combustibles son materiales
que son malos conductores del calor,
como –por ejemplo– la madera.
En cambio los mejores transmisores de calor
suelen ser muy malos combustibles,
como –por ejemplo– el hierro.
Sucede lo mismo con nuestras emociones:
aquellos que son capaces de transmitir sus emociones
difícilmente se consumen en ellas.
Pero los que no permiten que sus emociones fluyan
Corren el grave riesgo de estallar.

Tengo la impresión de que la historia humana se ha


constituido por la experiencia universal del dolor, y que
ha sido ésta, el punto de partida para evolucionar de
forma crónica hacia todo aquello que nos humaniza y
que nos ha hecho creer que somos seres superiores.
Porque mucho más allá de las hazañas científicas, el
verdadero problema del dolor se sigue centrando en
las fuentes de su producción cuando éstas devienen
de las relaciones humanas; ya sea desde la forma es-
tructural de cómo se organiza la sociedad y qué papel
desempeñan en ella los seres humanos, hasta las for-
mas cotidianas, particulares, privadas e íntimas sobre
cómo cada cual se arraiga en la vida: los motivos y las
condiciones de realización con las que se construye
como persona y ciudadano.
Tal como señala Juliana González (1991), el desa-
rrollo de las ciencias es importante no sólo por sus
aplicaciones prácticas, pues resulta esencial compren-
der que:

38
Las ciencias son obras de la libertad, tienen una fun-
ción humanizadora y un significado esencialmente
humanista... la grandeza del conocimiento científico
no se comprende solamente por lo que éste vale en
sí, ni por lo que puede producir, sino por lo que signifi-
ca para el hombre. La ciencia vale como realización
de la excelencia humana, por sus alcances existencia-
les y no solo epistemológicos, metodológicos y onto-
lógicos, o por sus aplicaciones en el orden
tecnológico. (p.14).

1.2. Cuerpo que se duele


Nada nos acerca tanto a otros seres
como el tener miedo juntos

M. Yourcenar (Alexis)

El cuerpo, nuestro cuerpo, se torna en la experiencia


más inmediata para el registro del dolor y sus poten-
cias por cuanto siente lo que vive: vive sintiendo, siente
viviendo. El cuerpo es probablemente lo más cercano a
nuestro conocimiento vital, y, sin embargo, resulta in-
sondable y misterioso, autónomo para organizar y
hacer funcionar sus estructuras, para crecer, doler o
morir. El cuerpo no es solamente un objeto más de la
naturaleza, sino que el cuerpo es apropiado e identifi-
cado por alguien que lo vive, representa e interpreta
como entidad particular, identidad, mismidad: este
cuerpo, es mi cuerpo. Decía Nietzsche (1979): detrás
de tus pensamientos y de tus sentimientos, hermano
mío, hay un amo más poderoso, un guía desconocido.
Se llama “uno mismo y habita en tu cuerpo; es tu cuer-
po (p.31).

39
El cuerpo humano es complejidad procedente de su
condición cósmica, física, terrestre y humana: uniduali-
dad originaria, dice Morin (2001) porque se articula la
unidad y lo múltiple en una sola condición que nos
hace seres iguales y distintos entre sí al mismo tiempo.
Ese cuerpo humano ha sido objeto de todas las pre-
guntas importantes de la filosofía y en él se anudan
para existir como razones o motivos que alientan la
continuidad de la vida.
Con respecto a estos planteamientos el poeta Vale-
ry (2003) en el relato que hace del Diario de Emma,
pregunta: “¿es mío mi cuerpo?” y contesta: “lo que lla-
mo mi cuerpo es el fruto de una gran cantidad de des-
cubrimientos… No sé nada más allá de él. Él es mi
ciencia y, según creo, el límite de toda ciencia” (p.39-
40).
Si el cuerpo es el territorio limitado del sujeto, el
dolor entonces puede llegar a convertirse en con-
ciencia del límite del cuerpo; o tal vez, y precisamente
porque el uno (cuerpo-objeto) es limitado y la otra
(conciencia-sujeto) es inagotable en posibilidades de
existir y expandirse, es que el dolor siempre podrá con-
tar con manifestaciones y revelaciones distintas para lo
que se siente. La tarea de pensar queriendo conocer y
comprender la vida no parece tener límites y el aguijón
de la experiencia del sentir resulta inconmensurable,
fuente inagotable para alimentar la racionalidad y do-
tarla de sentido, aun en los momentos de gran agobio
y desesperanza. Por ejemplo, cuando nos revelamos
ante la violencia o el miedo a morir, poniendo como

40
garantía la defensa de lo íntimo y extendemos su an-
helo por encima de las minucias del tiempo o de las
eventualidades.
En el texto denominado El templo del miedo dice
Valéry (2003) que el miedo posee efectos esenciales
para la constitución de toda sociedad porque es uno de
los principales promotores de juicios ante la
imposibilidad de tener suficientes respuestas para todo
aquello que al hombre le acontece y teme.
Lamentablemente “… todo juicio es apresurado/ habla
demasiado pronto, acaba lo que no está –ni estará
jamás– acabado” (p. 60). Leer la crónica de Primo Levi
(1988) sobre su estancia en los campos de
concentración nazi, es importante en ese mismo
sentido, pues lejos de ensombrecer el relato en medio
de juicios lastimosos o recriminatorios, Levi nos ofrece
los por-menores de una intensa lucha contra el dolor
hasta aprender a convivir con él y de él derivar el goce
de la libertad interior, para sobreponerse al castigo
corporal o a la humillación del espíritu mediante la
conservación y el cultivo de las costumbres e ideas
como sea posible y por encima de cualquier otro
sistema moral. Logro que se exigió a sí mismo, que se
impuso sobre la fatiga y el miedo y que mantuvo su
dignidad inmune a la violencia.
Levi reconoce y aprecia que la complejidad de la
existencia humana acrisola en la vida en común, que
conserva la memoria histórica de los tránsitos civiliza-
torios en los que convergen todas las explicaciones
que nos hemos dado para sobrevivir. Dice:

41
El hecho de haber sobrevivido y haber vuelto indem-
ne, se debe en mi opinión a que tuve suerte. En muy
pequeña medida jugaron los factores preexistentes,
como mi entrenamiento para la vida en la montaña y
mi oficio de químico, que me acarreó algún privilegio
durante mis últimos meses de prisión. Quizás también
me haya ayudado mi interés, que nunca flaqueó, por
el ánimo humano y la voluntad no sólo de sobrevivir
(común a todos), sino de sobrevivir con el fin preciso
de relatar las cosas a las que habíamos asistido y que
habíamos soportado. Y finalmente quizás haya des-
empeñado un papel también la voluntad, que conser-
vé tenazmente, de reconocer siempre, aun en los días
más negros, tanto en mis camaradas como en mí
mismo, a hombres y no a cosas, sustrayéndome de
esa manera a aquella total humillación y desmoraliza-
ción que condujo a muchos al naufragio espiritual (p.
211-212).

Se trata de que no solamente somos capaces de


experimentar sentimientos y juicios con relación al
mundo exterior, además producimos sentimientos y
juicios relacionados con nosotros mismos; pero lo que
se mantiene como necesidad vital es poder comunicar
la experiencia. En consecuencia, conocer o atender un
dolor depende de cuánto y desde dónde se entiende
cada ser a sí mismo y con referencia al otro y vicever-
sa.
Esta condición es difícil de cumplir porque el dolor
es como otra forma de pensar, como otro modo de ser
acontecimiento. Es decir, frente al dolor, cada persona
posee una escritura personal y secreta sobre la vida y
la forma de vivir la vida que tendrá que aprender a
descifrar para comprenderse y comprender a los de-
más. Identificar el código personal, reconocer y apren-

42
der el alfabeto que le es propio y leerse cada uno como
si fuera un texto que se escribe en gerundio: partici-
pando, siendo entre los otros.
Si bien el cuerpo es esa inmediatez física de la que
habla Shopenhauer, el cuerpo es una forma de inme-
diatez particular con la que cada persona se encuentra:
la propia inmediatez, y por ello, la única verdadera,
aunque -y paradójicamente- más desconocida cuando
el dolor invade. Entonces, un buen comienzo puede
ser prodigar cuidado al cuerpo mientras se puede go-
zar de una tregua íntima por cada uno de los instantes
que se duele el alma.
Decía Paul Valéry (1998): “mi cuerpo soy yo” pero
cuando me posee la enfermedad “yo soy de mi cuer-
po”. Valéry hablaba a los cirujanos de su tiempo y les
decía con firmeza: “la cirugía es una de las profesiones
más enteras que hoy exige la existencia y el gasto del
Hombre total... si con frecuencia se siente uno como
testigo de los últimos momentos de una civilización que
parece querer terminar en el más grande lujo de los
medios de destrucción, bueno es volverse a esos
hombres que sólo retienen de los descubrimientos, de
los métodos y de los progresos técnicos, aquello que
pueden aplicar al alivio y a la salud de sus semejan-
tes”. Valéry fortalece la perspectiva de estudiar el dolor
como unidad de lo físico y lo no físico.
Valéry es un contemporáneo nuestro que observa
con pesar el desapego del conocimiento científico de
las razones filosóficas más profundas y fundantes de
nuestra cultura, por ello hace las notables advertencias

43
y propone detener la investigación y la aplicación de la
ciencia que no sea pasada por el tamiz de la reflexión
ética. Y claro que tiene sentido reconsiderar esta estra-
tegia, recordar que si en verdad la vida de un ser
humano forma parte de un trozo de la vida del univer-
so, entonces su dolor, su enfermedad, su muerte, tras-
toca un orden natural que exige una reparación
inmediata y eficiente sobre el cuerpo completo.
Decía Valéry (2003):

Cantaré los sentidos. Pero los sentidos son verdad y


son pureza. Pues lo que es real no tiene ninguna sig-
nificación y no apunta a otra cosa. Ni recuerdo ni in-
terpretación ni razonamiento. Pero los sentidos y las
sensaciones presentes y las cosas inmediatas, he ahí
lo profundo… No hay ilusiones para los sentidos; di-
cen lo que dicen y si llegan a contradecirse, si la mano
contradice al ojo, cada uno es sincero en su operación
y en su terreno… No pienses. Deja que el ojo viva su
vida… cada uno de nuestros sentidos tiene su modo
de comprender… (p. 37-38).
…Me parece que soy una isla, o bien que estoy
en un estado desesperado, un ser que vive a cuchilla-
das” (p.46).

En otro lugar asevera: “los verdaderos dioses son


las fuerzas o las potencias de la sensibilidad” (p. 66).
De acuerdo con Valéry, un ser humano que expresa
sus emociones está hablando de sí mismo, y por ello,
está diciendo las cosas verdaderamente importantes.
Cuando en el cuerpo está el dolor con todos sus
impulsos y el que se duele apenas advierte cuánto
puede sufrir, se produce la idea falsa de escisión entre
el sentir y el sufrir porque pensamos que mientras lo
sensible tiene límites, el sufrimiento no. Sin embargo,
44
cualquier tipo de dolor necesita y busca la unidad de
un cuerpo para existir y para manifestarse con sentido.
Sentir es cualidad de la vivencia de existir pero no
como asunto físico exclusivo. Pensar o sufrir por lo que
se siente requiere, primeramente, de suponer lo real e
imaginar lo inconcebible para que conciencia y volun-
tad puedan experimentar el dolor desde la vida inteli-
gente, simbólica y unitaria que permite que cada
persona haga referencia de su dolor desde su cuerpo,
que es también, referencia de la intimidad, la interiori-
dad, los secretos y las dudas.
Experimentar una sensación implica entonces re-
conocer o estar atentos a que algo del cuerpo se per-
cibe, causa asombro, interroga y pugna por ser
explicado tanto desde la exteroceptividad (experiencia
del cuerpo) como desde la interoceptividad (conciencia
del cuerpo). Diría Merleau Ponty (2000):

No puedo comprender la función del cuerpo viviente


más que llevándola yo mismo a cabo y en la medida
en que yo sea un cuerpo que se eleva hacia el mundo.
Así, la exteroceptividad exige una puesta en forma de
los estímulos, la conciencia del cuerpo invade al cuer-
po, el alma se difunde por todas sus partes, el com-
portamiento desborda su sector central. Pero se
podría replicar que esta <experiencia del cuerpo> es
una <representación>, un <hecho psíquico>, que, en
cuanto tal, se encuentra en el extremo de una cadena
de acontecimientos físicos y fisiológicos que son los
únicos que puedan ponerse a cuenta del <cuerpo re-
al>. ¿No es mi cuerpo exactamente como los cuerpos
exteriores, un objeto que actúa sobre unos receptores
y da, finalmente, lugar a la conciencia del cuerpo?
¿No habrá una <interoceptividad> como hay una <ex-
tereceptividad>?. ¿No puedo encontrar en el cuerpo

45
unos hilos enviados por los órganos internos al cere-
bro e instituidos por la naturaleza para dar al alma la
ocasión de sentir su cuerpo? La conciencia del cuerpo
y del alma se ven así contencionadas, el cuerpo vuel-
ve a devenir esta máquina bien limpiada que la noción
ambigua del comportamiento casi nos hizo olvidar (p.
167-168).

Qué fácil se escucha el proceder a partir de la tarea


unitaria que significa percibir y comprender el sentir del
cuerpo, lástima que ni el cuerpo ni la conciencia co-
nozcan de la docilidad intelectual frente a la experien-
cia irracionalmente dolorosa. En un fragmento del
diario escrito por Fernando Delgado (1998) se puede
encontrar ese proceso de interioridad confundida
cuando se lee:

Hurga el dolor como un pinchazo. Mi madre recurriría


a la culpa para explicarlo y no sé si yo misma me
arrepiento y ese dolor físico que me mina por el sexo y
se hace un insoportable ardor es la metáfora del cas-
tigo (…) te encuentras tan sola en tu dolor, es tan in-
transferible, que desearías que nadie te hiciera
preguntas repetidas, que nadie te aconsejara si debes
o no levantarte, que nadie te preguntara lo que quie-
res… (p. 94 y 96).

Dice Vilar (1998) que el sufrimiento en todas sus


formas crónicas lleva al replegamiento sobre sí, a ais-
larse de todo lo que no está de una manera o de otra
en relación con el dolor, por ello se recurre a la memo-
ria que no es un lugar ni tiene lugar, porque es cons-
trucción individual de lo sensorio que nos hace volver
al uno mismo. El dolor nunca se ofrece como cosa,
necesita de la palabra para existir y necesita del des-

46
pliegue de lo múltiple, lo plural y lo diverso para buscar
alivio.
Uno se pregunta ¿qué parte del ser sufre y siente
que sufre cuando es todo el ser el que se duele? No
hay una respuesta sino muchas respuestas, porque la
experiencia del dolor intenso deja al hombre en la ab-
soluta individualidad del ser contra sí mismo y contra
todo; entonces, mi corazón, el hígado, mis ojos, oídos
y cada parte de mi cuerpo-objeto tiene que ser conso-
lado con la narración de la vida personal-social-
cultural, porque solamente en esas narraciones íntimas
del sujeto se pueden encontrar respuestas verdaderas.
A comprender esta idea de que cada quien tiene un
cuerpo y cada quien tiene un ser individual que lo habi-
ta y que lo hace de pronto tan distinto a todos los otros
cuerpos, ayuda el diálogo de R. Garibay con su padre
moribundo, cuando solamente se tiene la certeza de
que se mira un cuerpo-objeto y que todo lo demás pa-
rece no existir; pero se sabe que sí existe mucho más
y uno se anticipa a suponer que debe ser lo realmente
importante porque no se ve ni se comprende, ni se
imagina siquiera lo que es.

Le pregunté:
-¿Sufres?
Me movió a preguntar tamaña estupidez ese so-
por de ausencia en que parece flotar, pero más, una
curiosidad literaria y vengativa. Me arrepiento de
haberlo hecho: ya me arrepentía cuando insistí:
-¿Sufres?
Esperaba no sé qué respuestas espectaculares.
Quería oír secretos, saber qué pasa por la memoria y
la imaginación de los agonizantes, me urgía recibir

47
confidencias misteriosas, descubrir francamente los
veneros de la tristeza, la tristeza de mi padre. Un es-
critorzuelo dentro de mí no me ha olvidado ni un ins-
tante este tiempo. Me sentí ladrón. Me comía el
remordimiento anticipado y la impaciencia: tal vez no
me había oído, alguien podría entrar, no debía esca-
párseme la oportunidad, seguramente detrás de mi
actitud había buenos propósitos, no todo tenía que ser
falaz en mí, pero aunque así fuera, sus respuestas
serían útiles, yo las escribiría, y ¿quién se atrevería a
asegurar que más tarde, al recordar, al escribir, mi do-
lor no sería verdadero? La pregunta era tonta, me
avergonzaba, lo lastimaba, pero había que hacerla
otra vez. E insistí aún, ¿gozando?, odiándome:
-¿Sufres?
Él me veía con inmensos ojos anegados, lagaño-
sos, y dijo:
-Sí.
Sentí cierto desencanto. Yo quería frases. No me
refería al sufrimiento del cuerpo.
-¿Por qué sufres?
Tuve que esperar mucho más por la respuesta:
-Por todo. Por todo. (p.62-63)

Cuando el dolor lo invade todo: las paredes, los


pisos, las telas de la ropa, el aroma de un cuarto, las
voces de los hombres, el llanto de las mujeres o el
tiempo que transcurre; TODO se transforma con rela-
ción al dolor, literalmente, real y absolutamente. Asi-
mismo, M. Yourcenar (2000) refiere que frente al
sufrimiento no sólo hay enfrentamiento con la inmedia-
tez del cuerpo, sino también con el uno mismo que
llega a tener dudas sobre lo que siente. Escribe:

Quizás lo que haga la voluptuosidad tan terrible sea


que nos enseña que tenemos un cuerpo. Antes sólo
nos servía para vivir. Después, sentimos que aquel
cuerpo tiene su existencia particular, sus sueños, su

48
voluntad y que, hasta la muerte tendremos que contar
con él, concederle, transigir o luchar… he llegado a
preguntarme qué tenía yo en común con mi cuerpo
con sus placeres o sus sufrimientos, como si no le
perteneciera…
Este cuerpo que parece tan frágil es sin embargo
más duradero que mis virtuosas resoluciones, quizás
más que mi alma (…) con frecuencia, el alma no me
parece más que una simple respiración del cuerpo
(p.74-75).

El dolor nos ofrece una presencia compleja y dife-


rente. En muchas ocasiones nada del cuerpo parece
diferente y, sin embargo, el cuerpo que se duele es
siempre diferente porque esa lúcida experiencia nos
sigue a donde vamos. Cuando se tiene un dolor, la
persona empieza un juego de acechanza a favor suyo:
espía y busca la extensión de su mirada mediante una
lámpara, un tubo, una sonda, una jeringa o a través de
un rayo que penetre por cada orificio del cuerpo o que
se prolongue y desnude hasta los huesos.
El dolor nos fragmenta en órganos y sombras inte-
riores, y de pronto, salen nuestros adentros a reflejarse
en una pantalla, un valor aritmético, un garabato, una
sustancia o mezcla. Allí, en la densidad del cuerpo y
sus fluidos hay un destino cifrado: amarillo para la bilis,
gris para pulmones, rojo para la asfixia por gas, negro
para la asfixia por la horca...
Otorgar al sufrimiento esa posibilidad de autocono-
cimiento, responsabilidad y confrontación con el dolor
está ligada a la tendencia dolorista que se despertó en
Europa después de haber concluido las dos guerras
mundiales. Esta tendencia se presenta con fuerte

49
arraigo en creencias religiosas, pero ahora, desde una
perspectiva de renovado intelectualismo y de posicio-
nes éticas laicas, algunas de las cuales, definieron al
dolor como una experiencia positiva en tanto se convir-
tió en memoria colectiva y fuerza de contención otro
intento de guerra universal
Esa experiencia de las dos guerras mundiales dio
oportunidad para probar, corregir y superar muchos de
los instrumentos, medicamentos y procedimientos mé-
dicos ante miles de seres afectados por la violencia:
poblaciones civiles o soldados, eran miles los heridos o
mutilados, los que sufrían pérdidas, los que tenían que
buscarse nuevas razones para existir.
Todo ese dolor humano sirvió también para iluminar
el ambiente con aportaciones invaluables a la meta-
física del dolor. Holan, Pavese, Trakl, Wittgenstein,
Céline, Ungaretti, Canetti, entre otros, vendrían a de-
nunciar y descubrir la lógica del poder de la destruc-
ción por la guerra (empresarial-industrial), encaminado
a producir y reglamentar los beneficios de infligir dolor
para sostener los imperios económicos. Estos poetas
son ejemplos de reflexión sobre el dolor sublimado,
dolor del hombre que se torna en mártir (testigo) y so-
bre ese redescubrimiento del dolor en el arte.

Cito como ejemplo un poema de Trakl:

50
13
GRODEK
George Trakl
De atardecida suenan los bosques otoñales
de armas mortales, las praderas doradas
y los lagos azulados, el sol sobre todo
se ahonda en sombras: la noche abraza
a guerreros moribundos, el quejido fiero
de sus bocas destrozadas.
Pero callada en el fondo de los prados,
roja nubareda que habita un dios de ira, se congrega
la sangre derramada, frío de luna;
todos los caminos desembocan en negra podredumbre.
Bajo doradas enramadas de la noche y las estrellas
por el soto silencioso va la sombra de la hermana dando
tumbos, saluda a los espectros de los héroes,
las cabezas que aún sangran,
y quedas suenan en el juncal las flautas oscuras del oto-
ño.
¡Tristeza orgullosa! ¡Altares de acero!
Alimenta hoy la llama ardiente del espíritu un dolor vio-
lento de nietos no nacidos.

Después de darnos cuenta cómo, en qué condicio-


nes y cuáles fueron los saldos de dolor que se produje-
ron durante y después de la Segunda Guerra Mundial,
el estremecimiento exigió de nuestra condición huma-
na, trasladar la impotencia a otras formas de floreci-
miento espiritual y de manifestación estética.
Pero años después, alrededor de 1960, los saldos
eran tan abrumadores, que se creó la primera clínica
interdisciplinaria para el tratamiento del dolor en la Uni-
versidad de Washington a propuesta de J. Bonica. A
partir de entonces, la investigación, el tratamiento del

13
Traducción de José Luis Arántegui
(http://www.saltana.org/1/antg/125.html).

51
dolor y la multiplicación de organizaciones para su
atención se orientaron, esencialmente, con una visión
médica-científica, pero también abiertos a constantes
debates en diferentes perspectivas del conocimiento
en un intento por reconocer la magnitud y complejidad
del problema y buscar alternativas.
En la actualidad, se afirma que técnicamente es
posible disminuir o eliminar el dolor, pero la alternativa
resulta insuficiente porque aún no hemos podido inte-
grar una respuesta comprensiva del problema, lo que
impide incluso, que las decisiones técnicas sean senci-
llas. Los testimonios que hemos referido y otros que
citaré en el texto a modo de ejemplo, hablan en el sen-
tido de que cuando el dolor nos impone su gobierno,
no hay tecnología que alcance para dominarlo.
Su condición de misterio e invisibilidad le permite
alcanzarlo todo. Existe, apenas, un lenguaje corporal
relacionado con él: piel tensa y húmeda, cejas bajas,
ojos apretados, nariz arrugada, boca abierta o cerrada
con dientes apretados, labios tendidos en extremo,
manos frotándose como para producir el fuego primiti-
vo, voz ahogada, inaudible. Cuando el dolor logra su
imperio, el cuerpo se hace masa sin huesos, se agita,
cae como cae una plomada hacia el vertical vacío, en-
corvamiento, lasitud, vencimiento, sacrificio a prueba.
Miedo, alarma, perturbación, gemido, desespera-
ción; la subjetividad se pone a prueba en la densidad
de las cosas objetivas a las que nos aproximamos con
impaciencia de resolución: el paliativo, el masaje, la
solicitud de perdón, la promesa, el balance de la vida,

52
la súplica de auxilio porque el cuerpo o alguno de sus
fragmentos punza, corta, quema, arde… duele.
El dolor también se hace oír a gritos, escandaliza y
causa perturbación. Un ser que se duele busca y des-
ea encontrar-encontrarse con alguien que le compren-
da y entienda, con quien pueda pensar entretenido,
con quien pueda sentirse entretejido. La intensidad de
un dolor puede desarticular la comunicación, desde la
naturaleza animal que grita ante la impotencia, hasta la
pérdida de cualquier atisbo de racionalidad o el más
abismal silencio.
El grito es esa primera voz llamativa de la que
habla Swadesh (1993) y que considera el sistema de
origen de la comunicación humana. No se le grita a
alguien en particular, el grito inicial es para uno mismo,
para el propio sentido de reconocimiento. Por ello, no
se grita, solamente, como si se buscara redimir o com-
partir la pena, porque como dice Cioran (1977): ...nadie
salva a nadie; no se salva uno más que a sí mis-
mo...(39). Tal vez, pero siempre que se grita es bus-
cando al otro ser que nos devuelva la idea de unidad
con la vida, porque la condición humana es eso: dar-
nos cuenta de la existencia común para entregarnos a
ella confiadamente.
Es entonces, el momento para dudar de los que se
sienten o se dicen generosos, los que proclaman otor-
gar ayuda o los que rezan por conceder el perdón. Na-
da puede ser más agresivo que aparentar el dolor que
no se siente o extender el perdón que no se ha pedido,
porque el que se dispone a “consolar” o a “perdonar”,

53
tiene en su contra el no sentir, la incapacidad de dar y
darse cuenta sobre lo que ese sentir provoca. El que
sufre siempre estará solo, es un ser esclavizado al in-
somnio, a los alimentos fríos, al escrutinio de su pen-
samiento, a la podredumbre de un futuro incierto o a la
mísera piedad de los que son felices.
No es ese tipo de ayuda la que se necesita, la que
reclama el grito del doliente, ni la compasión ni la indi-
ferencia. El grito busca la escucha atenta y abierta que
facilite la relación humana y que se satisfaga en un
principio esencial: fundar una alianza para el asegura-
miento de la persona.

1.3. Cuerpo y usos del dolor

Nadie puede pensar


y golpear al mismo tiempo

S. Sontang

El dolor crea su propia realidad: objetos, espacios,


imágenes, lugares de invocación para ser llamado;
increíblemente, es una realidad vital porque se le ne-
cesita para vivir, para saber que se tiene la vida. La
escritora Bárbara Jacobs (2001) escribió días después
de la muerte de su esposo: “se levantó, unos días, en
obediencia a su designio de preferir el dolor a la nada”.
Tal vez la realidad sea en esas condiciones, como dice
Savater (2000), una realidad a la que:

54
... le falta estabilidad y firmeza; no dura, es transitoria,
aparece y desaparece con vértigo, fugaz; le falta tam-
bién veracidad: es engañosa, se oculta, se manifiesta
equivocadamente; carece de legitimación ontológica,
de razón de ser: está pero no sabemos por qué está y
sabemos que podía no haber estado, puesto que
eventualmente llega a borrarse. La realidad no tiene
virtudes, diríamos que no tiene corazón: es cruel, des-
piadada, interesada en todos y cada uno de sus mo-
vimientos, carente de escrúpulos y de miramientos
con los débiles, dolorosa cuando quita y tacaña cuan-
do concede… lo peor de todo: la realidad no ofrece al-
ternativas…

El dolor se vive en el tránsito y la fusión de parado-


jas: del punto que localiza o de la adjetivación que se-
ñala, se pasa a la intensidad que se limita o se
extiende; del no lugar o la sensación fija en el micro-
cosmos del cuerpo se pasa al universo de la subjetivi-
dad que decide el habla o que se calla; de la caída en
los abismos de la incertidumbre se pasa al terror o al
pensamiento sublimado, y, del margen temporal y pre-
ciso en el que se circunscribe, se abre la noción de
eternidad que representa la vigilia de una noche o sim-
plemente se pasa a la glorificación del reposo.
La forma en la que cada ser humano entiende o
vive cada dolor nos muestra la contundente vigencia
de la conocida sentencia de Protágoras que afirma: “el
hombre es la medida de todas las cosas”; sentencia
que nos permite adelantar una primera conclusión: las
sensaciones de cada quién y de lo que de ellas se ex-
presa, son las únicas medidas verdaderas con respec-
to a la experiencia de cada quien.

55
La realidad del dolor es sumamente compleja pero
descubre, al menos, dos grandes posibilidades de ocu-
rrencia: el dolor que se padece sin aparente interven-
ción directa del hombre y el dolor que se padece por
intervención directa del hombre. En esta segunda po-
sibilidad se presenta una variedad de formas y usos:
desde el castigo o suplicio, hasta la evasión y el suici-
dio; de lo que duele la palabra que acusa y lastima o lo
que aflige el dolor encarnado, hasta la autoflagelación
dosificada. La antropología ha abordado el problema y
ha producido enormes catálogos en los que se regis-
tran con detalle las prácticas rituales y pedagógicas
que las sociedades imponen a sus miembros (Morris,
1993).
También podemos clasificar y hablar del dolor que
proviene de los actos de barbarie, de la existencia vivi-
da como derrota, de los marginados sociales, de los
presos o los refugiados; de los que son sometidos a la
tortura, al secuestro o a la mutilación, a los trabajos
forzados o a la violación; asimismo, podemos hablar
del dolor corporal autoinfligido que sacia otras necesi-
dades interiores, nos referimos a algunas prácticas
rituales antiguas que han sobrevivido y a las nuevas
prácticas que algunos jóvenes como los cutter´s, los
underground, los body fest, ejercitan.
Cada sociedad despliega ideas y estructuras para
ejercer y desafiar el dolor. Despliega, principalmente,
formas de afrontamiento y aceptación para reconocer y
vivir el dolor, para darle sentido y dirección mucho más
que para comprenderlo. Por ello, podemos asumir el

56
dolor que nos conmueve ante la creación artística o
ante la belleza y que al mismo tiempo nos permite
trascender la experiencia del dolor, porque en una obra
artística realizada se contiene: “la misteriosa infinitud
del dolor”14 que representa y que ofrece auxilio a nues-
tra humanidad doliente.
Las incógnitas sobre el dolor pueden ser irresolu-
bles para la ciencia pero está claro que no es así para
la filosofía o el arte, para las que se constituye también
en un motivo de creación o resolución de una pasión.
En todo caso, el dolor como una pasión significa fuerza
y potencia de la condición humana a la que es necesa-
rio anteponerle dirección o sentido.
Es esa fuerza la que le permite a O. Wilde no morir
de tristeza en su celda y sí en cambio, escribir desde
su corazón petrificado una de sus obras más extraordi-
narias, De profundis, probablemente el texto más ínti-
mo y revelador del escritor. Como Wilde hay dolientes
que se formulan modelos y estrategias para actuar en
consecuencia, para la confrontación de estados del ser
que se abate en la desolación porque experimenta
humillación, abandono, desprecio, muerte de un ser
querida, desamor, desesperanza, soledad, impotencia,
rechazo, incertidumbre o discriminación.
Formas que cada uno construye para aceptar el
dolor cuando nos enfrentamos al irresoluble conflicto
entre lo que se desea hacer y lo que se hace efectiva-

14
Frase expresada por Javier Sicilia en una breve reflexión
sobre el sufrimiento aparecida en Periódico La Jornada, Secc.
La Jornada Semanal, No. 418, 9-marzo-2003, p.12

57
mente, por razones que aparentemente pesan más
que nuestra voluntad o convicción. Por ejemplo, senti-
mos pesar cuando en condición de subordinación,
amenaza o cualquier tipo de presión, sacrificamos una
decisión por atender un mandato que nos resulta equi-
vocado. Ese peso de lo social influye para que el dolor
a veces nos torne irritables y a la vez sumisos.
De esta manera nos referimos a las conductas, pa-
labras, acciones y otras formas de comunicación
humana que tienen presencia significativa en un grupo
humano; que forman signos y códigos cuya producción
y desciframiento implican relaciones, vínculos o sim-
plemente encuentros casuales entre las personas, pero
que siempre son generadores de sensaciones, algunas
más dolorosas que otras, pero todas tendientes a pro-
vocar una reacción afectiva.
La producción y repercusiones en el uso y percep-
ción de estos estímulos también es diferente depen-
diendo de la edad, sexo, educación, condición étnica,
política o religiosa de los individuos que interactúan.
Podemos referirnos de manera general a las emocio-
nes como componentes esenciales de estos compor-
tamientos. En este terreno nos resultaría muy difícil
tanto precisar como valorar, cuáles son aquellos estí-
mulos o emociones nocivas capaces de desencadenar
dolor en las personas.
Los estímulos nocivos provenientes de las relacio-
nes humanas resultan del error, la omisión, impericia,
negligencia, descuido y pueden ser provocados inten-
cional o azarosamente, con ventaja, certidumbre y con-

58
trol. Son actos dolosos y su única fuente de explicación
se halla en los componentes de la lucha entre el ejerci-
cio del poder y de la defensa de la autonomía, hechos
que no siempre se nos presentan como un libro de fácil
lectura. El dolor también se conoce por el aprendizaje
que constituye a una persona, es decir, cada persona
construye una tesis sobre el dolor a partir de los refe-
rentes culturales, religiosos o morales que conoce y
aprecia.
Cuando existe intencionalidad, se deposita el deseo
de engañar, traicionar, causar daño; se actúa bajo
condiciones de simulación, falsedad o hipocresía. In-
cluso, existe la expresión de doblez como sinónimo de
dolor, es decir, que en esa actuación la rectitud de la
persona no existe o no se ha mantenido, por el contra-
rio, se ofrece ocultamiento, disimulo, complicidad o
fingimiento. Los estímulos pueden ocurrir también por
accidente, desintencionadamente, sin proposición, pe-
ro de todos modos, actuarán sobre el ánimo de las
personas creando al menos, desconcierto.
Otras dolencias vienen del sí mismo: la culpa, el re-
mordimiento o los sentimientos de minusvalía, las rela-
ciones humanas. Pero además, nos dejamos atrapar
en experiencias sobre valoradas como positivas y de-
seables aunque también inflingen dosis importantes de
dolor; en este caso podemos referirnos al amor en su
acepción pasional que lleva al individuo a vivir en si-
tuaciones de límite entre el dolor y el gozo que parecen
doler igual.

59
1.4. Desafíos del dolor
No ha pasado el tiempo, no pasa,
y tiemblo de saber –al fin a ciencia cierta–
que en la pena no pasa el tiempo
ni tampoco en la sintaxis que la guarda

R. Garibay

Duele la ausencia o aplastamiento del deseo que es


anhelante de gozo, el encuentro de las relaciones
construidas con la familia y los amigos se detiene.
Duele tanto cansancio y mirar el cuerpo arrinconado y
en vigilia. Duele nuestra necedad que insiste por bus-
car sigilo, cuidado, la presencia y la voz de otro ser que
responda a las mil preguntas que acometen el día de
un doliente. Duele tener que aprender del dolor para
acordarse a plenitud del uno mismo, porque el recuer-
do del dolor tiene la contundencia potencial de no olvi-
darse nunca.
Duele la contundencia de la realidad violada, vio-
lenta, violentada por fuerzas contenidas ¡quién sabe
cómo! en un cuerpo rotoso. ¡Cómo puede entrar tanta
podredumbre a un cuerpo!, quedarse allí y proliferar
como la mala yerba. Todo dolor se dirige a hollar el
cuerpo. Todo dolor es doler, desgarramiento, herida,
pena. El dolor es tan impreciso e indecible como la
belleza; es frontera, azar, opacidad de los sentidos.
¿Cómo comprender el dolor si no se hace objeto? ¿A
quién confiarle el sufrimiento? ¿Dónde acomodar el
miedo?

60
Uno sabe bien que todo lo que tiene de físico el
cuerpo es histórico y todo lo que tiene de subjetivo es
invención, por ello, el dolor solamente puede ser inteli-
gible a partir del encuentro de intensidades físicas y no
físicas, de la conexión intersticial, de la forma de coral
que toma el alma y donde se hace arrecife la confian-
za.
El dolor es como un tejido orgánico que ocupa invi-
sible todo lugar físico; se presiente por lo sensorial y se
expresa en el alarido de nuestro ser animal, pero es,
además, razón para la exaltación y superación de la
condición humana-humanizante. Cuando hay dolor hay
minusvalía, dependencia, dudas sobre la voluntad para
ceder o negar el cuerpo a los poderes de la domina-
ción tecnológica, a la mirada panóptica de la ciencia;
con el dolor, el cuerpo parece ganar peso, se vence, se
dobla, se abandona al sacrificio, al delirio de la fe por-
que algo aparezca y nos alivie o porque sea uno quien
desaparezca.
Duelen los ruidos y los silencios del cuerpo que no
habíamos escuchado antes, duele no saber ni enten-
der por qué nos sentimos infinitamente tristes y culpa-
bles por estar enfermos, sentimos el peso de la
responsabilidad por faltas o excesos cometidos con el
cuerpo. Duelen nuestros propios cálculos sobre la ren-
tabilidad de estar vivos y reconocer que nuestra exis-
tencia vulgar nos coloca lejos de constituir un
fascinoma médico.
Duele la idea de morir y todo el tiempo que tarda en
llegar ese que es, finalmente, un solo instante; sólo un

61
instante, mientras un dolor parece durar eternidades.
Cuando hay dolor se puede sentir la muerte muchas
veces. Pocas personas entienden el sentido vital del
egoísmo que acompaña a un doliente, no basta con
sufrir, uno necesita arrastrar su pena, igual que un co-
meta surca el universo y en su vuelo se despedaza y
se reparte sin rumbo y con fuego incandescente. El
que sufre ya no se reconoce en el espejo, en su retrato
de ayer, en sus costumbres; pierde ilusiones, se redu-
ce o se anula su presencia en las calles, los mercados
y los parques; se gasta la vida en soledad, porque ya
ni siquiera tiene la compañía de su sombra.
Duele cada dolor, cada una de sus apariciones.
Duelen los efectos corporales del dolor: la náusea, el
frío, el cansancio, la debilidad, y a veces, cuando los
ojos quedan ciegos de tanto dolor, también queda cie-
go el pensamiento. Cuando hay dolor parece que
nuestra percepción advierte que las cosas cambian,
aunque en realidad, lo que cambia es la persona ado-
lorida.
Llega el dolor vestido de señales con su alarde de
drama y empieza a derramarse por los ojos, a transpi-
rarse por la piel, a cortar el aire de los pulmones con-
traídos; y nos clavamos en la piel los dedos como si
con las tenazas o las pinzas o los nudos de las manos
pudiéramos atrapar por los bordes del cuerpo una sen-
sación terrible. Chupamos, mordemos, o tratamos de
atrapar con la boca el punto o el lugar de la carne
hecha bulto, que va cambiando de apariencia: colores
y texturas diferentes a las conocidas y que ahora ocu-

62
pan los nuevos registros de la preocupación. Ya la re-
gularidad de la vida cotidiana es suplantada por la vigi-
lia de uno mismo.
Hay personas que a través de sufrir dolor llegan a
reconocer una forma de estar vivos. Éste es el dolor
crónico que se ocupa de ordenar la vida cotidiana, es-
tablece los horarios y define las actividades. El otro
dolor, el agudo, es el que alerta y pasma, ejerce gran
tensión y debilita profundamente. Sin embargo, el dolor
como entidad total ataca al cuerpo y a la conciencia de
los individuos como totalidades únicas. Por un lado
está la manifestación anímica (tristeza, insomnio, ano-
rexia, adinamia, miedo intenso), por otro lado, la mani-
festación física (la punzada, el ardor, la presión, el
hundimiento, el bulto, la bola).
La presencia del dolor cuando es materialmente
perniciosa, avanza en el silencio de los órganos hasta
provocar la molestia, así, se pasa de una sensación de
dolor a una experiencia dolorosa con imposición en el
cuerpo completo. La intensidad del dolor se asume
desde el individuo, sólo él sabe lo que sufre y lo que en
un momento determinado está dispuesto a tolerar. Ca-
da quien es dueño de una cierta capacidad para sufrir
o soportar el dolor, roto el umbral, habrá más y más
dolor.
La presencia repentina o la constancia permanente
del dolor promueve revelaciones importantes. Define
límites a la movilidad del cuerpo, produce resignación,
aislamiento, contención; exalta el ánimo, trastoca el

63
sentido de la vida, pervierte el pensamiento e incluso,
nos conduce al ataque personal del cuerpo.
Cuando el tálamo reacciona y la espina del dolor se
transforma en amargura, un ser humano debe saber
que el dolor ya no es sólo un dato que alerta sobre una
lesión o daño, sino que este dolor es ya una pasión del
cuerpo y un ataque total a la totalidad de la persona.
Aún cuando podemos asegurar que el dolor es una
sensación que el cerebro puede pensar y organizar, no
hay duda que existe autonomía del cuerpo para sentir
dolor, al margen o a pesar, de la mucha experiencia
cognoscitiva que se haya logrado ganar mediante la
reflexión personal.
Que no asome ninguna duda: hay que ceder la pa-
labra al ser doliente. Ante el dolor no cuenta la disputa
por las creencias o las supuestas verdades. Es el mo-
mento de escuchar el tono de la voz, lo que se dice, y
de reconocer en el doblez del cuerpo cómo se conser-
van modos de pensar la vida y cómo cada sufriente
conoce historias parecidas. Nadie puede aislar lo que
somos de lo que sentimos, por eso el dolor, además de
sentirse, tiene presencia.
Ciertamente, cada uno de nosotros habitamos un
cuerpo, pero quién es particularmente ese morador?
¿Quién habita cada cuerpo? ¿Cómo se construye la
presencia del dolor de ese cada quién? Hoy, el lengua-
je de la ciencia exclama admiración por reconocer en
un mapa la ruta del genoma humano, mientras tanto,
seguimos a tientas los pasos del ser porque aún no

64
contamos con mapa alguno para andar por el mundo
de las almas.
El dolor, irremediablemente nos encadena a otros
seres y a otros órdenes de la vida. Necesitamos ayuda
si sufrimos de dolor. ¿El dolor entra o está adentro?
¿Podemos atajarle el paso? Atender el dolor debe
constituir para cualquier persona una obligación moral.
Incluso, su estudio debiera formar materia obligada de
cualquier profesión relacionada con la atención a las
personas.
Finalmente, todos los seres somos un solo ser, en-
cadenados unos a otros nos vamos completando como
humanidad y el que sufre dolor o muere primero, deja
las tareas al resto.
El dolor es un misterio, una fuerza, una intensidad y
una extensión que deja de proteger al hombre cuando
se ha constituido en un mal del alma. Los analgésicos
han contribuido a paliar la experiencia dolorosa, pero
también nos han alejado de la vivencia del dolor que
sufre el que está triste o enfermo o moribundo; al res-
pecto, habría que rescatar el compromiso de pensar
sobre el dolor y el acompañamiento, pues no parece la
mejor opción humana, abandonarse sin sentido a la
analgesia.
Sin resonancia el dolor sólo es una pasión sin sen-
tido. Sin hacernos preguntas sobre el dolor, éste se
apropia el cuerpo con rapidez. Sin la oferta de razones
para existir, la existencia se vacía. Para la medicina
tradicional mexicana la vida del hombre es parte de la
vida toda, por eso, se puede reunir la tierra con el

65
cosmos, lo sagrado con lo profano, el tiempo con la
eternidad. Complaciente diría Platón en el Cratilo que
“añadir un poco a otro poco, no es trabajo perdido”
(p.191).
El dolor es como otra forma de pensar y atreverse a
vivir. Como otro modo de ser acontecimiento que se
retrae de la vulgaridad cotidiana para inventarse la his-
toria antes del dolor y la historia después del dolor.
Leyendo a Tolstoi en La muerte de Iván Illich, encon-
tramos estas dos lúcidas historias: una marcada por la
mediocridad y otra interesada en perder el miedo a
sufrir y a morir, e incluso, en ayudar a los demás a no
sufrir.
En esa primera parte de su vida-enfermedad-
negación-enojo: “...su vida se había escindido en dos
estados de espíritu opuestos que se sucedían uno a
otro: ya eran la desesperación y la espera de una
muerte incomprensible y horrorosa, ya la esperanza y
la observación, rebosante de interés, de la actividad de
su cuerpo. Ya surgían ante sus ojos el riñón o el intes-
tino, que de momento se negaban a cumplir sus obli-
gaciones, ya era la muerte horrorosa e incomprensible,
a la que de ningún modo podía escapar” (p. 74). Tres
días antes de morir, Illich gritó durante todo ese tiem-
po; pero antes de su muerte, durante los minutos últi-
mos, se serenó, buscó su dolor y su miedo a la muerte,
y entonces dijo:

-A ver dolor, ¿dónde estás?... Sí, ahí está. No importa,


que siga. ¿Y la muerte? ¿Dónde está la muerte?...
¿Qué muerte?...

66
-¡Se acabó!- dijo alguien sobre él.
-El oyó estas palabras y las repitió en su alma.
“Se acabó la muerte -se dijo- la muerte no existe”.
Hizo una inspiración, se detuvo a la mitad, se estiró y
quedó muerto.

De esta narración podemos concluir, como lo hicie-


ra Platón hace casi 2 500 años, que el dolor es una
experiencia emocional del alma que en un principio nos
alerta físicamente cuando el dolor ocurre en la territo-
rialidad del cuerpo, pero cuando el dolor no es físico o
se soporta en su cronicidad, permite pensar y aprender
a ser justo-virtuoso.
Sin embargo, el dolor no posee densidad, sólo es
intensidad y las intensidades solamente se registran en
la conciencia individual, por lo tanto, cada uno es la
medida de su propio dolor y de allí deviene su dificultad
para descifrar a los demás los códigos personales. No
se comparte ni se quita el dolor porque en realidad no
se le tiene; el dolor es, se vive, así de simple. Asimis-
mo, nosotros somos mortales porque sabemos con
seguridad que vamos a morir y no sólo porque nos mo-
rimos.
En ocasiones, el dolor se guarda como secreto. Y
en ese dolor íntimo no pueden habitar dos intimidades
a la vez. Es el dolor más personal, más idéntico a uno
mismo, aunque uno no se conozca, es intransferible,
muchas veces incomunicable; casi siempre incom-
prendido.
Conocer, vivir este dolor, muestra el contraste terri-
ble entre la complejidad de diseño físico corporal y
nuestra extraordinaria fragilidad frente al sufrimiento,

67
ante el cual, proponía Marco Aurelio resistirse y recha-
zar las representaciones del dolor, pues sostenía que
eran las representaciones, a fin de cuentas, lo que te-
nía verdadero significado para propiciar el estado de
dolor. Sin embargo, esta tesis que defendió mientras
vivía satisfecho, la refutó con gran elocuencia cuando
la privación de lo que disfrutaba se hizo presente y su
añoranza por las pequeñas cosas le hizo sufrir.
Así, el dolor no sólo es alarma o registro de enfer-
medad biológica; las personas también decimos que
nos dolemos moralmente ante el engaño, el desamor,
la frustración, la desesperanza. Este tipo de dolor se
manifiesta, asimismo, con toda la amplitud de los len-
guajes: corporal, intelectual y conductual. El rostro se
muestra tenso, la piel húmeda, los labios se extienden,
las mandíbulas se aprietan; el habla se agita, el tono
de la voz se altera, se vocifera; la mímica del cuerpo se
manifiesta con toda claridad, se hace presente la impo-
tencia. Dice Holan: “…si se te enferma el corazón/ irás
por su salud a los infiernos/ y ya no volverás”. (p.110).
Ciertamente, la tecnología moderna nos conecta
con facilidad, desde el ahora ya casi modesto teléfono
celular hasta los modernos geoposicionadores orbi-
tales; sin embargo, es la forma corpórea la que nos
hace más próximos, más íntimos amigos, más identifi-
cables entre sí. Estoy convencida de que el encuentro
entre seres humanos no sólo promete posibilidades de
relación, sino que admite sobre todo, que podemos
controlar nuestro sentido gregario, el mismo por el que
todavía, podemos descifrarnos en el presente.

68
Estar entre los semejantes es condición principalí-
sima para el encuentro humanizante, participa de la
voluntad para no hacernos ajenos a la posibilidad de
existir como un nosotros, con los efectos y riesgos que
conlleva andar repartiendo intenciones, preocupacio-
nes, sueños y cuerpo; no obstante, gastarse la vida en
compañía continúa siendo una muy buena inversión
vital.
Atender el dolor no es un asunto de género sino de
especie, de condición del ser frente a sí mismo. La civi-
lización actual está perdiendo la sensibilidad para co-
municar las formas simbólicas que elabora el
pensamiento, se ha dado prioridad a la adquisición y
uso de objetos físicos, cuya producción, variedad y
caducidad excede en mucho, nuestra capacidad de
identificación o manipulación de dichos objetos.
Ya no solamente hemos reducido el tiempo y canti-
dad de interacciones entre personas, sino que cuando
éstas ocurren, sirven para evaluar más lo que se tiene
que lo que se siente y mientras lo que se tiene se pue-
de sustituir o renovar, lo que se siente permanece en
proceso de extinción porque no se procesa en la co-
municación social. Ha dicho Fernando Savater que el
verdadero código genético de la humanidad es el len-
guaje, pues éste describe el mundo sensorial, crea
símbolos y significados sobre las emociones para ini-
ciar interacciones entre las personas que conduzcan al
diálogo, discusión, comprensión de lo que se siente
para enriquecer el entendimiento, decidir y actuar con
mayor autonomía.

69
CAPÍTULO 2

RESONANCIAS DEL DOLOR

Nada es tan impalpable


como el doloroso grito del cuerpo

Esther Seligson

En las letras del dolor está el dolor

J. L. Borges (paráfrasis)

2.1. Lenguaje e identidad

El lenguaje es lo que somos. En el lenguaje radica la


naturaleza interior de lo que nos hemos construido co-
mo identidad y como cultura. En la palabra y lo que
hacemos para comunicar algo está lo que sentimos, lo
que percibimos, lo que deseamos; por ello, el que tiene
dolor camina hacia sí mismo, se formula preguntas y
respuestas, analiza sus dudas e inquietudes, se premia
o se censura; también, camina hacia los otros, busca
en los otros lo que se comparte o lo que no se tiene, se
solicita ayuda, se entrega una idea de sí mismo y se
utiliza el cuerpo como intermediación.
¿De qué otra cosa si no es que de palabras se
constituye la mirada y referencia del dolor? De pala-

71
bras, siempre de palabras. De palabras que describen
imágenes, sonidos, movimientos, colores, ecos, sen-
saciones, sentimientos. Así es, de metáforas y meto-
nimias se construye el lenguaje del dolor, porque es el
universo de las palabras, el único universo con sentido
humano.
Se necesita comunicar lo que se siente, y si es po-
sible, comunicar también la interpretación que de ese
sentir produce la razón. Intuir lo que se desconoce o
se conoce a medias, pero además, darle un código
de signos a lo que se siente y otro distinto para lo que
se mira. Hacer de la palabra una bisagra, un puente
que une lo que se siente inteligiblemente con las mani-
festaciones de ese sentir. Reconocer que el dolor no
es un indicador o un signo, sino un fenómeno complejo
e invasivo; no una aparición repentina, sino un proceso
que tuvo que gestarse con nosotros y en la cultura a la
que pertenecemos; sí, un fenómeno naturalmente físi-
co, pero también, un acontecimiento social (artificial) y
significativo.
Hablar para comprenderse y ser comprendido re-
sulta ser un principio ineludible para enunciar y dar
aviso sobre el ser que se encuentra en lo que dice y
cómo lo dice. Es una propuesta de comunicación de
signos o señales en la que los seres humanos fundan,
defienden y preservan su existencia común. El habla
puede alcanzarlo todo, el lenguaje puede despedazar-
se en palabras como cosas ante los ojos, dice Heideg-
ger (1993) y agrega:

72
Hablar es articular “significativamente” la comprensibi-
lidad del “ser en el mundo” al que es inherente el “ser
con” y que se mantiene en cada caso en un modo de-
terminado del “ser uno con otro” “curándose de”... tie-
ne que comprenderse el fenómeno de la
comunicación en un amplio sentido ontológico. En la
comunicación se constituye la articulación del “ser uno
con otro” comprensor... es “coencontrarse” y es “com-
prender”.

Esa presencia polifónica e indeterminada del dolor


alerta al animal que ve, siente y presiente; el que se
huele y palpa, el que lame y llora sobre la herida; el
que se desprende de los conjuntos, las unidades o las
constelaciones cerradas; quien se hace sujeto; el que
conoce la verdadera densidad de un instante; quien
reconoce un ser que se desborda en la inquebrantable
soledad de la piel rota, de la sangre corrompida, de un
hueso sin miel o de una tristeza que hace jirones la
vida y su sentido.
No se puede comprender el dolor sin atender los
lenguajes que produce el hombre que se duele. Por
ello, cuando hablamos del dolor hablamos de alguien
que se duele y que lo comunica; por ello, lo que al-
guien percibe como dolor, eso es lo que el dolor es.
Ese dolor que ocurre en cada quien, ocurre para cada
uno. Compresión, disfunción, ruptura, descarga, lesión
de un elemento o de los núcleos; del órgano, de la vís-
cera o del nervio; de la raíz o de la flor, de afuera o de
adentro; todo dolor que me ocurre, ocurre para mí co-
mo la totalidad que soy, como la paradoja perfecta en-
tre la exactitud de la presencia del dolor y la
incertidumbre sobre su procedencia o destino.

73
Hablar para escucharnos y para dejarnos oír, para
hacer visible lo que se siente, para reconocernos en
las percepciones, el tiempo y la forma de sentir. Hablar
del dolor porque de otro modo su existencia se conser-
va en estado de invisibilidad. Dice Foucault (1983):

El acto descriptivo, es, por derecho propio, una per-


cepción del ser, y a la inversa el ser no se deja ver en
manifestaciones sintomáticas, por consiguiente esen-
ciales, sin ofrecerse al dominio de un lenguaje que es
la palabra misma de las cosas... El orden de la verdad
forma una cosa con el del lenguaje, porque el uno y el
otro devuelven en su forma necesaria y enunciable, es
decir discursiva, el tiempo (p. 138-139).

Amélie Nothomb (2006), nos describe en su novela


Biografía del hambre, cómo se desencadenó la des-
trucción contra sí misma a partir de asumir el silencio
auto inflingido como consecuencia de la desesperanza
y de la imposibilidad de rebelarse contra el dolor cuan-
do no se ha escuchado ni se ha atendido oportuna-
mente. Ella hace el relato sobre la experiencia que
vivió por la migración y el desarraigo de su lugar de su
origen, cuya importancia central radicó en el abandono
de la nana que le había proveído de alimentación,
amor y seguridad desde su nacimiento.
Su primer viaje Japón-China fue determinante para
marcar el inicio de su vida dolorosa. Ocurrió, cuando
apenas era una niña pequeña (5 años de edad) habi-
tuada al orden meticuloso de la nana de origen japo-
nés, quien le profirió cuidados personales que incluían
los primeros contactos con su sensibilidad a la con-
templación, con su idea de divinidad y de grandeza.

74
Después de ese viaje sucedieron otros más y en cada
uno de ellos se fue multiplicando la desolación, en-
grandeciendo su nostalgia y complicando su relación
con el mundo, hasta que se constituyó una identidad
adolorida.
Amélie muestra su profunda desesperanza cuando
dice:

Jamás era el país en el que vivía. Era un país sin re-


torno. No me gustaba. Japón era mi país, el que yo
había elegido, pero él no me había elegido a mí. Ja-
más me había designado: era súbdito del estado de
jamás.
Los habitantes de jamás no tienen esperanza. El
idioma que hablan es la nostalgia. Su moneda es el
tiempo que transcurre: son incapaces de ahorrar y su
vida se dilapida hacia un abismo llamado muerte y
que es la capital de su país.
Los jamasianos son grandes constructores de
amores, de amistades, de escritura y otros desgarra-
dores edificios que contienen su propia ruina, pero son
incapaces de construir una casa, una mirada, ni si-
quiera algo que se parezca a un hogar estable y habi-
table... los jamasianos saben que la vida es
disminución, pérdida, desposesión, desmembramien-
to... la muerte les acecha con tanta fuerza que tienen
por la vida un delirante apetito... (p. 74-75).

La historia de Amélie nos muestra que las migra-


ciones forzadas generan angustia y producen efectos
importantes en la organización de la vida cotidiana,
particularmente, en aspectos relacionados con el apeti-
to y la selección de los alimentos. En el tránsito de la
niñez a la adolescencia, el sufrimiento de Amélie Not-
homb la condujo por el camino del hambre permanente
hasta llegar a conocer los abismos de la anorexia. Le

75
mortificaba experimentar el desarraigo de la tierra en la
que se nace, la lejanía de los seres que la alimentaron
y la ausencia de los paisajes que se quedaron en sus
ojos de niña.
En su novela autobiográfica nos cuenta de su cuar-
to viaje:

Yo me sentía despavorida de sufrimiento, no era la


primera vez en mi vida que se producía el apocalipsis.
Pero para semejantes desgarramientos no existía nin-
gún mecanismo de costumbre, sólo una acumulación
de dolores... tantos escombros dentro de mí. ¿Cómo
vivir con tanta muerte? (p. 142-143).

Para Nothomb, el dolor era una enfermedad opre-


siva que le imponía su dictadura mediante un estado
de dificultad para hablar y construirse explicaciones.
Amélie siendo niña se aficionó al silencio, a comer y a
beber desmesuradamente, pero en su juventud, se dio
cuenta que esa sed y esa hambre insatisfechos no se
relacionaban con el apetito o la satisfacción del cuer-
po, sino de su ser interior. En su relato, describe cómo
la niña-adolescente crecerá hambrienta y necesitada
de encontrar un sentido al sufrimiento delirante que
lentamente iba devorando su anhelo por vivir.
Al leer esta historia puedo suponer, que al no ser
satisfecho el cuerpo mediante el lenguaje que le pro-
digara un sentido a su existencia, Amélie adolescente
poco a poco se vio forzada a tomar la decisión de ne-
garse a comer. Durante dos años, su cuerpo ocupó
todo el lugar de la persona pero sin Amélie, y mientras
Amélie se escindía de su centro de gravedad, se tornó

76
indiferente y hostil frente a su tarea de conexión con la
realidad.
Se dirigió contra ella misma hasta la superposición
de linderos entre la percepción del cuerpo y la perso-
na, hasta perder la intencionalidad de vivir en unidad.
Ya en el límite de la existencia, Nothomb empezó a
escribir, y fue entonces, que empezó a satisfacerse
con la idea de gozo que puede representar reconocer-
se con la vida que ofrece el habla. Sin duda, la escritu-
ra acerca de sí misma le permitió liberar y significar el
cuerpo como fuente de conocimiento sobre la concien-
cia.
Y es que el dolor no posee densidad, por más que
se haya hecho lugar o tránsito en la carne, el hueso,
los nervios o la sangre. Es intensidad solamente, expe-
riencia y registro de la conciencia individual, por lo tan-
to, cada uno es la medida de su propio dolor y de allí
deviene la dificultad para descifrar entre los demás los
códigos personales. Por ello, se puede hablar del dolor
pero no se le puede compartir, aislar o quitar para
siempre porque en realidad no se le tiene nunca. El
dolor es y se vive desde cada ser humano, desde la
experiencia particular, desde la narración en primera
persona: la identidad, porque inexorablemente, cada
individuo es y se tiene para salvarse solamente a sí
mismo y a partir de sí mismo.
El dolor como experiencia universal es de carácter
unívoco ya que se conoce y reconoce como propio de
todos los seres humanos, pero el dolor que posee a
una persona, sólo posee la identidad de la persona; y

77
es, al mismo tiempo, estrictamente personal. Bien sa-
bemos que las mediaciones sociales atraídas por la
cultura entran a disputarse las explicaciones y las res-
puestas frente al dolor, pero en esencia, el dolor de
alguien que se duele, es identidad, discernimiento so-
bre lo que se entiende por doloroso, encuentro con la
auto-referencia, que es sin lugar a dudas, lo menos
absurdo de la experiencia del dolor.
La identidad es asumida como auto referencia, co-
mo el único lugar que cada uno tiene para tenerse y
para dárselo todo, para encontrarse con la biografía
personal y sus ataduras emocionales, con lo que se
aprendió de la convivencia familiar en términos de lo
que ahora es y desea cada persona. Identidad como
“entidad intencional” (Mohanty,1994), como fuente de
conocimientos, creencias y valores, pero también, co-
mo presencia corporal que se reconoce, se distingue y
hace individual e irrepetible a cada persona.
La identidad puesta en juego a través de interac-
tuar, percibir, interpretar, resolver, actuar. La identidad
en cuanto mirada y medida sobre cada acontecimiento
de la persona y por la que se estima al dolor como ex-
periencia interior. La identidad como proceso histórico
que deviene siempre, y, en consecuencia, difícil de
comprender, imprecisa o inexacta para sí mismo y para
los demás.
El dolor nos interroga siempre, nos abre a la intimi-
dad y hace preguntas arcaicas acerca de lo que senti-
mos y acerca de lo que hemos vivido; nos lleva y
regresa de lo sensorio a la experiencia social y nos

78
hace girar el cuerpo hacia el sí mismo. Nadie puede
llegar a saber más de uno mismo que cuando hemos
sido remitidos al interrogatorio personal del dolor. Es el
momento de reconstruir lo andado, evaluar la conducta
y reflexionar acerca de lo que pensamos está ocurrien-
do con el cuerpo y más allá de él.
El lenguaje del doliente puede aludir a las sensa-
ciones: espasmo, contracción, rigidez o flacidez, lo que
se siente en la superficie de la piel o en la profundidad
de los órganos; puede hablar para nombrar la tirantez,
la contractura; dar cuenta del vértigo, la náusea y la
pesadez asociadas al dolor, lo que quema, punza, irri-
ta, arde; puede referir el dolor pulsátil, pungitivo o sor-
do, el calambre, la sensación de presión o de tener un
“cuerpo extraño”; proyectar la escena que localiza un
dolor o reflejar la angustia de un dolor errático. Cual-
quier descripción del padeciente15, incluido el grito o el
silencio abrumador, es una aproximación al conoci-
miento de lo que el dolor es desde el sentido común, la
auto-referencia, la intimidad.
La convivencia con el dolor crea familiaridad con él.
Dice la escritora mexicana Ma. Luisa Puga (1944-
2004) en su libro Diario del dolor (2004), que al Dolor
hay que obligarlo a que forme parte de lo cotidiano,
hablar con él y de él, asegurarnos de que podemos
domesticarlo como a un animal, tratarlo como a un

15
Algunas de estas expresiones se pueden consultar en la
Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Disca-
pacidad y de la Salud (CIE) aprobada por la resolución 54.21
de la Asamblea Mundial de la Salud en el año 2001.

79
amigo o como al protagonista principal de una historia
aparentemente ajena.
Ma. Luisa lo intentó de todas estas maneras y lo
hizo durante los 20 años que convivió con el dolor pro-
ducido por una enfermedad reumática. Como Amélie
Nothomb, Ma. Luisa Puga tuvo que fabricarse una
nueva identidad a partir del dolor, migrar de su condi-
ción “saludable” hacia una condición físicamente limi-
tada y regulada por la sensación dolorosa. Finalmente,
se tiene la ventaja de que la persona es un cada quien
con su modo de ser.
Hablar también puede ayudar a representar el dolor
y puede darle una cierta presencia, un carácter objetivo
que traduzca la sensación y que, además, pueda vin-
cular a las personas como interlocutores. Hablar para
propiciar la curiosidad, el acercamiento y la confianza
en la escucha; para indagar y darle voz a la experien-
cia que en sentido estricto significa conocimiento que
se obtiene de las pruebas o de lo que se explora. Re-
presentar para establecer imágenes y significados so-
bre lo que se está viviendo. Eso es lo que
precisamente hace Ma. Luisa cuando le concede al
dolor la voz interlocutora con la que fabrica los diálogos
poéticos que exhibe en esa obra.
Sin embargo, el ser de Puga se superpone al sacri-
ficio y decide resueltamente, confrontarse con la “mate-
rialidad” del cuerpo subordinado al dolor y le asigna un
crédito literario menor, cuando le aclara que él, a lo
sumo, solamente representa una anécdota de la en-
fermedad sin otra posibilidad que doler lo que tiene que

80
doler, mientras que ella, más dueña de su ser que de
su cuerpo, puede incluirlo en la intimidad y en los mo-
vimientos de ese cuerpo mientras lo siente y escribe,
pero también, puede reservar el alma solamente para
ella misma y negarle cualquier espacio o crédito en
ella.
Al respecto de escudriñar el cuerpo para reconocer
a la persona, Leonardo Da Vinci (1452-1519), uno de
los más grandes intelectuales y artistas de su época,
insistía en la importancia de observar el cuerpo huma-
no con detenimiento a fin de poder representar el sentir
de su alma, que es lo que ofrece identidad a la perso-
na. Aconsejaba poner atención en los movimientos y
cambios del cuerpo para poder atender la expresión
del espíritu, pues una obra estética que no considerara
o fracasara en la representación de lo que el espíritu
vive y siente, resultaba para él en una obra muerta.
En su trabajo sobre literatura y en el Tratado de la
Pintura ofrece las siguientes recomendaciones:

El placer y el dolor se nos presentan como dos her-


manos gemelos. Nunca se da el uno sin el otro. Pare-
ce como si estuvieran unidos por la espalda, porque
son contrarios entre sí. Si escoges el placer, convén-
cete de que tiene tras él algo que te causará tribula-
ción y arrepentimiento. Ambos, placer y dolor,
coexisten en un mismo cuerpo, porque tienen el mis-
mo origen: el origen del placer es el trabajo con dolor;
los orígenes del dolor son los vanos y caprichosos
placeres. (p.233). El que ríe no se diferencia del que
llora, ni en los ojos, ni en la boca, ni en las mejillas, si-
no sólo en lo rígido de las cejas que se abaten en el
que llora, y se levantan en el que ríe (p.365).

81
Para el pintor renacentista era fundamental la ob-
servación cuidadosa para darse cuenta que en la vida
todo está más cerca de la convergencia que de la pola-
ridad y que amor-odio, salud-enfermedad, placer-dolor,
comparten en común la experiencia sensorial que dia-
loga con ella misma, que más que contrarios son com-
plemento indivisible.
En Fausto, la novela más reconocida de Goethe,
alude precisamente a esta lucha interior del hombre
siempre insatisfecho entre lo que se desea y se tiene,
y, cómo esta necesidad y este lenguaje del cuerpo se
encarna y se hace dolor total. A lo largo de la novela
uno se da cuenta de que no hay forma de transigir con
la realidad; que se puede “vender” el alma al diablo
para gozar una nueva ilusión, pero apenas logrado el
objetivo, se empieza a vivir la derrota por insatisfac-
ción. Dice Goethe: “...y heme aquí tambaleante entre el
deseo y el placer, y en el placer me muero de deseos”.
Esa tensión que se padece entre deseoplacer
siempre ejerce dolor sobre el cuerpo y es eso lo que
Da Vinci se propone demostrar al pintar a un ser
humano común y corriente. Ese lenguaje del cuerpo
adolorido que es tan real y evidente que asombra y
enmudece. Ese lenguaje que no se parece a sí mismo
y que se torna en metáforas para intentar escudriñar
algo de lo que se presiente al sostener una mirada con
los ojos. Eso es lo que R. Garibay (2002) logra descri-
bir en la mirada sobre el cuerpo de su padre enfermo:

Su boca está abierta y torcida y cada respiración es


como un lamento y su respiración es una sucesión de

82
lamentos incesante. Su camisa limpia se ha rasgado
en los hombros. Bajo la sábana su vientre, sus cade-
ras, sus muslos, sus piernas y sus pies ocupan ape-
nas espacio. Su cuerpo no es ya de una sola palabra;
para señalarlo hay que enumerar sus partes: cada una
ha cobrado importancia y ferocidad exclusivas; es ca-
da uno de sus huesos y lo que queda de cada uno de
sus músculos; es cada uno de sus dedos y el temblor-
cillo repentino de cada uno de sus dedos, la quietud
horrorosa de sus pómulos, la de su nuca, los pliegues
de la almohada, el sudor espesado en la almohada y
el cuenco que su cabeza ha clavado en la almohada;
es este olor pardo y quieto y la mezcla de olores dul-
zones de la pieza, el olor agrio de sus cabellos, el olor
que viene de la cocina, grasoso, el que despide el
miedo y un negro olor insoportable que por momentos
aparece (p.65).

Narración en la que nos damos cuenta que el len-


guaje del dolor lo invade todo y de repente vemos que
tanto puede doler la boca o un costado del cuerpo,
como puede doler la camisa que se ha rasgado, que
las sábanas se confunden con la piel y la palabra con
la pedacería del cuerpo; que el olor tiene color, peso y
volumen, que se unta a las paredes, que aturde los
sentidos y que se hace sujeto y objeto en la sombra y
la penumbra de los cuerpos cosa.
Es el lenguaje sin distingos entre lo que se siente y
se piensa, es el lenguaje conclusivo y verdadero, mien-
tras, se sigue la discusión sobre si contamos con un
equipamiento sensorial16 para percibir emociones o si

16
Sensorio, (de sensorium, palabra derivada del latín) término
antiguo con el que se ha puesto en juego la discusión acerca
de la percepción, la representación y el conocimiento de la
realidad.

83
las emociones se experimentan y expresan por apren-
dizaje social.
Serres (2002), que ha estudiado los cinco sentidos
y su organización estructural en el cuerpo, ha elegido
la piel como el lugar de la singularidad sensorial, como
el territorio donde se despliegan mezclados todos los
sentidos y se expresan en la intimidad.
Reflexiona:

La piel, tejido común con sus concentraciones singula-


res despliega la sensibilidad. Se estremece, expresa,
respira, escucha, ve, ama y se deja amar, recibe, re-
chaza, retrocede, se eriza de horror, se cubre de grie-
tas, rubores, heridas del alma. Las enfermedades más
instructivas, los malestares de la identidad afectan la
piel, forman tatuajes que ocultan trágicamente el abi-
garramiento del nacimiento y de la experiencia. Piden
ayuda, pregonan la miseria y la debilidad; sería nece-
sario aprender a leer a libro abierto la escritura de los
dioses que coléricos han escrito sobre la piel de sus
víctimas. El abecedario de la patología se graba sobre
el pergamino (p.63-64).

Es la identificación del cuerpo como patria, diría


Juan José Millás, el cuerpo como territorio de tránsito
para el dolor:

Las manos, los pies, los ojos, la nariz, las piernas, los
tobillos, la caja pectoral, todo eso, no somos nosotros,
sino el terreno en el que habrá de transcurrir nuestra
vida. Antes del cuerpo no existíamos; después proba-
blemente, tampoco, y sin embargo él no somos noso-
tros, al menos no exactamente. El cuerpo (...) es la
17
primera patria.

17
Periódico Reforma, Sección El Angel, No. 615, p. 2,
México 26/03/06

84
Serres hace referencia también a la importancia
que tiene el sentido común para hablar con uno mismo
y con los demás. Lo entiende como el sexto sentido o
sentido interior, experiencia, representación y significa-
do del cuerpo y del ser que lo habita: intimidad, perte-
nencia solitaria entregada a sí misma. Propone que el
lenguaje humano tuvo que haberse originado en el
sentido común que gobierna la intimidad y la vida coti-
diana del ser. Como hipótesis hermenéutica parece
fiable, sobre todo, cuando observamos que en unos
casos el dolor se resiste a la descripción y en otros
parece que estalla en el exceso de palabras.
Coincido con Serres cuando sostiene que cuando
se habla del dolor, se necesitan los acuerdos para que
fluya la comunicación con uno mismo y entre los que
somos semejantes, porque sólo podemos hablar del
dolor haciendo referencia a expedientes culturales
equivalentes, conocimientos, opiniones o sugerencias
con arraigo moral entre quienes compartimos esos sa-
beres. Es de sentido común reconocer la importancia
de lo que Wittgenstein escribe como sentencia: De lo
que no se puede hablar, mejor es callarse.
No hay forma de cuantificar el dolor18, si reconoce-
mos que la medición sólo puede existir cuando se tie-
nen las condiciones para establecer valores o rangos y
comparaciones entre unidades semejantes. Entonces,

18
Si bien existe un aparato llamado dolorímetro, algómetro o
palpómetro electrónico, se reconoce su capacidad extremada-
mente limitada para hacer registros amplios y comparables.

85
nos damos cuenta que los únicos dolores que se pare-
cen entre sí son los que tienen que ver con las expe-
riencias comunes de un grupo afín19; que, por otro
lado, dan la impresión de que no es el dolor de cada
uno lo que determina la unidad, sino que la unidad de-
pende de las formas y los códigos que sobre la particu-
laridad de un dolor se deciden en el grupo para
hacerse semejantes entre sí20.
Es decir, no creo que podamos afirmar que existan
dolores semejantes, porque en realidad, de lo único
que podemos dar cuenta, es de la similitud de ciertas
experiencias semejantes y referidas como dolorosas,
pero no podemos tener medidas para evaluar inequí-
vocamente el dolor. Ya lo he dicho, no existe ni puede
existir inventario definitivo sobre la jerarquía o natura-
leza de los estímulos dolorosos, aunque sí puedan co-
existir grupos de individuos que a partir de
experiencias dolorosas comunes se constituyan en una
identidad de grupo.

19
Los que comparten un dolor aparentemente semejante por-
que cursan con la misma enfermedad o padecimiento. Así por
ejemplo, se puede hablar del dolor fantasma cuando se alude
al dolor que experimenta una persona a la que se le ha ampu-
tado un miembro; dolor de viuda cuando los dolores hablan de
la pérdida, de la soledad o el desamparo; dolor exquisito cuan-
do la intensidad de éste resulta intolerable a quien lo padece; el
dolor de los migrantes, de los refugiados o los que están en-
carcelados u hospitalizados son otros ejemplos, pero lo que no
se puede reconocer como “igual”, es el dolor que padece cada
individuo.
20
En mi opinión, los grupos de auto ayuda, las fraternidades o
las redes de apoyo parece que se conforman y se hacen sóli-
dos a partir de este principio.

86
En ocasiones, el dolor nos atrapa y se contiene
dentro del cuerpo como un tumor que crece en el si-
lencio, en el rescoldo, en la oscuridad cavernosa del
pensamiento que guarda el mecanismo de la identidad,
donde solamente cada uno, desde el sí mismo, puede
reconocerse. Y en ese dolor íntimo no pueden habitar
dos intimidades a la vez, porque es la intimidad, espa-
cio de la individualidad. Es decir, cada ser humano es-
tá en posibilidades de conocerse mejor en la medida
que conoce lo que le hace sufrir.
En este sentido es interesante la experiencia de
Clarice Lispector (2003). Nos comparte que ella, preci-
samente, se ha inventado una vida alternativa en los
sueños y que ser en el sueño es tan posible como real
y necesario, pues de otro modo, aquel que no sueña,
podría padecer el desarraigo y quedarse “con la raíz
expuesta al viento y a la lluvia” (p.25). Su propuesta
consiste en soñar para guardar en el sueño lo que es
íntimo durante la vigilia. Incluso, sugiere la posibilidad
de hablar con uno mismo durante el sueño hasta poder
lograr monólogos perturbadores que acrecienten la
intensidad y la profundidad de la soledad y de los dolo-
res para ahondar en el refugio de la intimidad que pro-
tege.
Ciertamente cuando el dolor es, se tiene, se vive,
se llora y se padece de día y de noche, aunque no
siempre se piensa igual si es de día o si es de noche.
La sola idea de noche convoca a la soledad en reposo,
al descanso, al silencio; de modo que toda alteración al
orden se traduce como potencialmente peligrosa: y

87
todo dolor es una alteración al orden. El dolor nocturno
es como una autoridad mayor que se impone a la vo-
luntad individual, es como un gobierno venido desde
una exterioridad que resulta ajena y desconocida; sue-
le agudizarse y hacerse manifiesto como una emoción
incontrolable.
Dolerse en medio de la noche es una forma adicio-
nal de sufrir y de perder la solidez o la templanza, es la
posibilidad más real de poseerse en la totalidad de lo
que cada quien es. Es decir, sentir un dolor en la oscu-
ridad, es tener un encuentro con la propia soledad.
Alejandra Pizarnik nos ha dicho suficiente al respecto.
Pizarnik (2000) en el poema Extracción de la piedra
de la locura, nos habla de los sueños, del dolor y de la
muerte que conviven con ella de noche. En algunos
fragmentos del poema nos dice:

Allí yo, ebria de mil muertes hablo de mí conmigo sólo


para saber si es verdad que estoy debajo de la hier-
ba... (p.247). Habla de lo que sabes. Habla de lo que
vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mira-
da, habla del dolor incesante de tus huesos, habla del
vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu
traición... En ti es de noche. Pronto asistirás al animo-
so encabritarse del animal que eres. Corazón de la
noche habla... (p.248). Llora la niña loba, ningún dor-
mido la oye... (p.249). Visión enlutada, desgarrada, de
un jardín con estatuas rotas. Al filo de la madrugada
los huesos te dolían. Tú te desgarras. Te lo prevengo
y te lo previne. Tú te desarmas. Te lo digo, te lo dije.
Tú te desnudas. Te desposees. Te desunes. Te lo
predije. De pronto se deshizo: ningún nacimiento. Te
llevas, te sobrellevas. Solamente tú sabes de este rit-
mo quebrantado. Ahora tus despojos, recogerlos uno
a uno, gran hastío, en dónde dejarlos. De haberla te-
nido cerca, hubiera vendido mi alma a cambio de invi-

88
sibilizarme. Ebria de mí, de la música, de los poemas,
por qué no dije del agujero de ausencia? En un himno
harapiento rodaba el llanto por mi cara. ¿Y por qué no
dicen algo? ¿Y para qué este gran silencio? (p.253).

Hay que ceder la palabra al ser doliente. Ante el


dolor no cuenta la disputa por las creencias o las su-
puestas verdades. Es el momento de escuchar el tono
de la voz, lo que se dice, y de reconocer en el doblez
del cuerpo cómo se conservan modos de pensar la
vida y cómo cada sufriente conoce historias parecidas.
Nadie puede aislar lo que somos de lo que sentimos,
por eso el dolor, además de sentirse, tiene presencia.
En la novela Tiempos difíciles de Dickens (1992)
se narra el episodio del sufrimiento y muerte de la Sra.
Gradgrind, episodio donde el autor escribe con enorme
sensibilidad el pasaje donde la Sra. Gradgrind se de-
fiende del dolor y de la muerte que la acecha y habla
con su hija. Dice Dickens:

...en aquel momento la Sra. Gradgrind estaba tan cer-


ca de la muerte, que quería estar más cerca de algo
que pudiese distraerla... se había resistido resuelta-
mente a meterse en el lecho, temiendo, según decía,
no volver a salir de él... (p. 307).
-¿Sufres mucho querida mamá? -
la madre respondió:
-Creo que existe un dolor en alguna parte de la al-
coba, pero no estoy cierta de que lo tengo- (p. 309).

En este luminoso diálogo parece quedar suficien-


temente claro el hecho de que el lenguaje no tiene que
expresar siempre ni el orden civilizado de la gramática,
ni el orden del conocimiento cifrado en las llamadas
verdades científicas. El lenguaje también puede expre-
89
sar lo que verdaderamente importa, que es justamente,
lo que se siente y lo que se entiende o se ignora acer-
ca del sufrimiento.

2.2. Lágrimas

La intimidad es una lágrima

Liberman

...Agua dolorosa

Pizarnik

Las lágrimas que convocan el llanto forman parte de un


lenguaje del dolor que nos permite hacer visible, líqui-
da, una pena. Las lágrimas como una forma de comu-
nicar un deseo, construirse un refugio que se hace
espejo, se rompe y se asoma por los ojos.
Dice Lutz (2001), que la primera referencia escrita
acerca de las lágrimas está fechada en el Siglo XIV
a.C. al que pertenece una tablilla de barro encontrada
en Siria que alude a la muerte de un dios terrestre y al
llanto de su hermana al haberse enterado21, y cuenta:
“ella seguía saciándose con el llanto, bebiendo de las
lágrimas como del vino” (p.32). Referencia que alude al
llanto como expresión enajenante y embriagadora, que
enloquece y extasía, que produce cambios en el esta-

21
En su libro, Lutz hace un amplio recuento de las culturas en
las que el llanto también forma parte de convenciones y cos-
tumbres sociales no relacionadas con el dolor, y, al mismo
tiempo, menciona las culturas en las que el dolor se expresa
sin llanto.

90
do de ánimo y en la fisiología corporal; al mismo tiem-
po, llanto que se relaciona con la sensación de soledad
y pérdida, con el egoísmo y el temor y con la exaltación
de los sentidos.
Para Lutz:

El lenguaje del llanto puede tener muchos propósitos


distintos al expresar no sólo nuestro pesar, sino tam-
bién nuestras demandas; no sólo nuestro deseo de
ser comprendidos, sino también el deseo de no ser
descubiertos (p.21).

Otra referencia histórica, establece que en el año


2600 a.C. se compuso en Mesopotamia el poema épi-
co de Gilgamesh en el que se reconoce una de las
más antiguas reflexiones acerca del “bien” y del “mal”
en su relación con experiencias fundamentales como la
amistad, el dolor y el llanto enfrentadas a la búsqueda
de poder, triunfo e inmortalidad que, en conjunto, for-
man parte inherente de la vida humana. En la historia
de Gilgamesh, se hace un reconocimiento explícito
sobre la experiencia del llanto que no se agota en la
desolación del que llora, sino que abre la conciencia a
preguntas que son la base de la humanización: la pre-
ocupante condición temporal de los individuos y la ne-
cesidad de trascenderse a sí mismos mediante la
creación de la cultura, sus valores y sus productos.
Todavía sabemos muy poco acerca de las lágrimas
y su relación con el dolor. Los modernos científicos
hablan de los mecanismos e intensidades del dolor, de
los centros o las fibras del dolor, de los reflejos o los
impulsos, razonan sobre el tiempo que permanecerá,

91
deciden intervenciones quirúrgicas para interrumpir la
ruta fisiológica del dolor22 y ensayan las mejores dro-
gas contra el dolor; no obstante, ningún argumento,
decisión o intervención es definitiva para la disolución
del dolor.
Los neurofisiólogos modernos admiten que no exis-
te certidumbre sobre el funcionamiento y alcances de-
finitivos del cerebro ni sobre procedimientos o
sustancias para aliviar o desparecer el dolor, para ce-
rrar o abrir compuertas por si es ataque, defensa o se-
ñal de alarma23, para delimitar o hacer diferencias
entre una emoción y otra, en fin, para descifrar el códi-
go de información completa que podría representar
una reacción humana. Ni la neurofisiología, como tam-
poco otra ciencia, pueden arrojarse argumentos con-
cluyentes para explicar por qué algunos seres
humanos lloramos cuando sufrimos. Pregunta Serres
(2002) a los hombres de ciencia: “Ustedes que miran
todo con los ojos siempre abiertos, ¿no se baña alguna
vez su lucidez en lágrimas?” (p.55).

22
Ya sea que se decida la radicotomía (cortar la raíces sensiti-
vas), la cordotomía (seccionar las fibras nerviosas que suben
por la médula al tálamo) o la talamotomía (seccionar el tálamo).
Ya en la década de los años 70 las investigaciones del doctor
J. Bonica apuntaban en esa dirección después de haber reali-
zado 42 intervenciones quirúrgicas en pacientes con dolor lum-
bar. Bonica había cortado nervios y fusionado vértebras pero el
dolor persistió o reapareció poco tiempo después.
23
Se ha documentado que los infartos que no se acompañan
de dolor provocan que aproximadamente el 25% de los afecta-
dos mueran.

92
No se conoce ley alguna que explique las causas
del llanto, pero si podemos suponer que toda lágrima
tiene amo y destino. Destino como lo entendió Plutar-
co, como totalidad de posibilidades en un mundo ce-
rrado y finito que se enfrenta cotidianamente a la
infinita posibilidad de que ocurran acontecimientos y
que éstos, se presenten y repercutan de manera distin-
ta en la vida de los seres humanos.
Somos destino –dice Plutarco– pero no somos se-
gún el destino porque contamos con el libre albedrío
para interponer un orden personal frente a los aconte-
cimientos. Es como si todo estuviera allí o allá, da lo
mismo, porque la localización verdadera del tiempo no
existe, pero sí existen los seres humanos que le dan
cuerda a sus relojes para no perderse, para tener un
tiempo lineal comprensible (manejable) en el que se
pueda relativamente saber qué se vive o qué se elige
como una posibilidad de ser y de estar en el mundo.
Esa noción de destino nos permite estar en la vida
como posibilidad de existir en un encuentro "destinado
a ser" –en tanto que es posible– pero al mismo tiempo,
nos ha sido otorgada la voluntad para intervenir y sellar
ese destino como propio aceptando o transformando
en real lo posible y viceversa. Tal vez, incluso, nos sea
posible de vez en vez traicionar el destino.
Otra vez la misma pregunta: ¿Por qué sentimos
que el dolor nos interroga siempre en el momento me-
nos oportuno? ¿Cómo referir la interioridad en cues-
tión? ¿Con qué unidades de medida construir o
comparar un dolor, una intimidad? ¿La interioridad

93
permanece en vigilia y el dolor que soñamos es tam-
bién dolor? ¿Por qué y para qué lloramos?
Desde una perspectiva antropológica, Lutz sugiere
considerar como causas comunes que provocan dolor
y llanto: la muerte, el abandono, la pérdida o la priva-
ción de un bien estimado, la culpa, la vergüenza, la
humillación, la enfermedad, entre otras. En cuanto a
las formas sociales que se constituyen en fuentes de
dolor o llanto, refiere los rituales y las ceremonias co-
lectivas que estimulan conductas de aceptación, soli-
daridad y empatía, los accidentes y la autoflagelación.
Asimismo, estima que el dolor o llanto no siempre
puede ser expresado y que en ocasiones puede expre-
sarse sin padecerse o por exceso de sentimentalismo.
En el primer caso se puede tratar del trastorno llamado
alexitimia24 y en el segundo, se puede mencionar la
experiencia de las plañideras que cobran por llorar y
mostrar consternación en un funeral al margen de su-
frir, o bien, las respuestas fisiológicas que se llegan a
ocasionar por causas físicas o por la exposición a
mensajes de los medios de comunicación.
Apenas con palabras y lágrimas es posible hacer-
nos de lenguajes visibles para narrar la experiencia del
dolor y poder aproximarnos a describir las cualidades
del sentir o del sentido de cada dolor. Cada dolor nos
pone a prueba y nos torna en centinelas de la propia
vida, se pasa uno y otro examen hasta alcanzar la for-

24
El término alexitimia puede definirse como la incapacidad de
identificar y describir los sentimientos y dificultad para discrimi-
nar entre estados emocionales y sensaciones corpóreas.

94
taleza o para reconocer que la objetividad de la vida
cotidiana no es el único refugio humano, por ello, el
dolor que soñamos o imaginamos es también dolor.
Efectivamente, una forma de responder al dolor es
llorar hasta perder cualquier horizonte racional, des-
ahogar para aligerar o aliviar una carga, para disminuir
la fuerza intensa que se sufre y que amenaza con la
desorganización de los precarios equilibrios fisiológicos
y emocionales. Llorar es buscar ayuda, es reconocer-
nos en la condición de indefensión o desamparo que
exhibe al ser que sufre y teme que su dolor dure de-
masiado (aunque parece ser que ¡todo dolor dura
siempre demasiado tiempo!).
Sin duda alguna, el estar-bien con el semejante
que sufre es la primera acción restauradora para el
bien-estar común. Mirar los ojos de un ser que sufre es
como poder penetrar la invisibilidad de la presencia
dolorosa, es una forma de compartir una primitiva y
común tristeza. Es tarea para aprender a roer los hue-
sos que duelen hasta que se vuelvan alimento.

2.3. Asombro y pasión


No trates de alcanzar el orden superior,
pues una vez que te hayas convertido en hombre
no habrá salvación para ti

Goethe (Fausto)

El dolor frecuentemente causa asombro, hechizo, ex-


trañeza, duda sobre la autonomía y la resistencia del
cuerpo frente a la incesante transformación de las
95
creencias que se creían firmes e inalterables. Angustia
porque el dolor ocupa las mejores horas del día y de la
noche y porque el abandono de sí mismo gana terreno
sobre cualquier deseo de principio.
Puede ser que la primera aparición del dolor sea
desde la experiencia interior y que luego el cuerpo sea
quien lo registre en una forma, en un color, en una pre-
sencia desconocida y lo comunique mediante el len-
guaje o por conductas expresivas observables. Puede
ocurrir también, que sean las condiciones exteriores al
cuerpo las que activen sensaciones de pesar al consta-
tar nuestra vulnerabilidad o el sufrimiento ajeno. Como
sea que la sensación se haga presente, la primera
forma de reconocer y comprender el dolor es desde la
individualidad construida y asumida por y en la vida de
cada ser. Es pues, asunto de la identidad y de su rela-
ción o determinación con el entorno lo que permite que
el dolor cuando es asombro, también sea un lenguaje.
El dolor-asombro es experiencia que exige res-
puestas al hombre que se duele, al que ha sido
sorprendido en su persona, cuando parece no recono-
cerse a sí mismo por lo que sabe o siente frente a las
costumbres de su vida cotidiana. Duda que le obliga a
la interlocución íntima para constatar qué y cuánto se
sabe acerca de ese dolor, a fin de plantearse el modo
de aminorar o aliviar la tensión emocional que produce.
Generalmente ninguna experiencia, ningún saber
parece suficiente para afrontar el carácter sorpresivo y
la fuerza del dolor, sin embargo, en ocasiones ayuda la
intención de asumir la vida cotidiana con la perplejidad

96
que puede provocar el despertarnos cada día y con-
movernos por nuestra inclusión en el orden general de
lo que existe. Así, bajo la consideración de formar par-
te de otras unidades, es posible reducir el miedo y es
posible vivir cada día la novedad del dolor como un
nuevo dolor, teniendo la ventaja de contar con la fres-
cura de preguntas diferentes para intentar reestructurar
la concepción del mundo que nos llevó a tanta deses-
peración.
Pero cuando la intensidad del dolor paraliza la de-
fensa que interroga, cuando la persistencia del dolor
nos deja permanentemente en el asombro y cuando la
razón no encuentra el alimento para movilizar cada día
el sentido de la vida, lo que llega a provocar la sensa-
ción dolorosa es que sea el dolor lo único que importe
y tome el lugar inteligible de la persona para abando-
narla a la condición pasional del dolor; es decir, cuando
el origen, la intensidad y la persistencia del dolor se
pueden mantener inalterables por tiempo indefinido,
cuando el dolor ya no pregunta, cuando ya nada se
oye y nada se comprende, el dolor logra constituirse
entonces, en la única energía vital para el sujeto.
Es como vivir a costa y en contra de uno mismo o
dejar que la violencia, la ruptura, la arbitrariedad o el
egoísmo justifique la inanición del pensamiento y de la
no acción renovadora. El estado persistente de pasión
consume el cuerpo y no produce salidas inteligentes.
Es en el estado de auto contemplación en el que se
repiten incesantemente todo tipo de lamentaciones y
en las que se pueden anidar dolores encarnados (so-

97
matización), que Amara Giuseppe (2003) llama dolor
psíquico, definido como el resultado de trastornos afec-
tivos y ansiosos que enceguece, escinde conciencia y
cuerpo, destina a sufrimientos ansiosos-depresivos y a
ineptitudes tan inexplicables como insuperables.
En este sentido, dolor y asombro pueden hacer
sinergia de pasión hasta llegar a alcanzar un estado de
sufrimiento crónico y grave denominado alexitimia, el
cual se caracteriza por la incapacidad de la persona
para conectar la experiencia emocional perturbadora
con el sistema cognitivo-verbal, desconexión que le
impide canalizar la angustia a través de la activación
intelectual y el despliegue del lenguaje.
Giuseppe aclara que la alexitimia proviene de eta-
pas primitivas del crecimiento en las que las experien-
cias sensoriales y emocionales no pudieron ser
representadas en la mente, en consecuencia, el yo las
experimenta como estados primordialmente corpóreos,
es decir, lenguajes orgánicos.

La presencia de síntomas psicosomáticos refleja una


perturbación en el proceso de transición madurativa
en donde el yo corpóreo se humaniza como yo men-
tal. La defectuosa transformación cognitiva y simbólica
de las emociones corporales primitivas, impide que el
malestar somático se exprese como urgencia o alarma
simbólica, por lo cual se padecerá como tensión cor-
poral de dolor expectante, aprensivo e interminable...
–cuando- el sistema cognoscitivo (cortical) no puede
dominar o controlar el estrés que activa angustiosa-
mente el sistema hipotalámico, el sufrimiento del ani-
mal mamífero cobra poder sobre el cerebro
evolucionado del humano. El dolor palpita en la trama

98
del terror arcaico que avizora consecuencias catastró-
ficas...
Agrega: Algunos sufrimientos psicosomáticos,
ciertos síndromes dolorosos crónicos y tal vez hasta el
masoquismo –no aquel de las experiencias parafílicas,
sino como sistema humillante de la vida- posiblemente
sean modos de adaptación ante graves dificultades de
la vida, derivadas de las experiencias traumáticas que
han dañado la necesaria armonía evolutiva entre la
codificación simbólica de las emociones y el sistema
sensorial-afectivo primario... Podemos entrever que el
dolor crónico, incluido en un padecimiento psicoso-
mático o en una depresión enmascarada, se torna un
proceso complejo en el que interactúan diversas emo-
ciones negativas: culpa, vergüenza, vulnerabili-dad,
sentimiento de indefensión e insignificancia y una gra-
ve desconfianza que se extiende hasta cubrir el hori-
zonte humano y del que nadie escapa (p. 9-12).

Este dolor transformado en silencio, lejos de metá-


foras y metonimias, ausente en el habla o en la con-
ducta, convierte al ser que sufre en un ser vulnerable y
temeroso, incapaz de movilizar los vínculos relaciona-
les para expresar directamente lo que siente o para
indagar el origen o sentido de su pasión25.
Esta forma del asombro o aturdimiento forma parte
de las cavernas oscuras de la conciencia, en las que
no se encuentran (porque tal vez no existen), caminos
para la comprensión racional. Cuando los individuos se
enfrentan a experiencias vitales ajenas a su cosmovi-
sión, no sólo se presenta el asombro, sino que éste se

25
Pasión, palabra proveniente de la raíz latina passio-
passionnis significa padecer, sufrir. Proveniente del griego pat-
hos significa sentimiento, emoción afecto, afección, tensión. Yo
entiendo la pasión como energía vital constitutiva de identidad
y constituyente de vínculos diferenciadores (vindíferes).

99
acompaña de la ausencia de un método para pensar y
actuar frente a lo que le sucede. Al respecto afirma
Ayús Reyes (2001): “toda realidad vivenciada sólo se
convierte en experiencia cuando es capaz de ser ex-
presada, es decir, narrada, conteniendo un sentido
para la acción” (p. 55).
Si se carece de esta posibilidad, dice A. Heller, la
persona puede mantenerse en auto-ignición, es decir,
estar constantemente ardiendo y “desencadenando
diversos acontecimientos y tipos de conducta senti-
mentales, simultáneos y sucesivos, los cuales son
condiciones características de las disposiciones emo-
cionales”26 conocidas como estados apasionados.
En la antigüedad clásica, los griegos asignaban a la
pasión un carácter de accidente, al considerar que el
sufrimiento, la pena, el dolor, no eran inherentes a
nuestra naturaleza y, por lo tanto, la pasión como acci-
dente o acontecer era objeto de estudio de la filosofía y
componente esencial de la mitología. Otros lugares de
existencia de la pasión fueron reservados a la poesía y
en general a las artes. Galeno, médico-fisiólogo de
profesión, en su obra Tratado de las pasiones del alma
y de sus errores, señalaba que las pasiones eran temi-
bles pues impedían el libre juicio y el pleno ejercicio de
la voluntad, representando una especie de falsa natu-
raleza del hombre; por lo tanto, las pasiones podían
producir movimientos del alma que enfermaban y limi-

26
Heller, Agnes, citada por Ayús Reyes; op. cit., p. 57

100
taban la voluntad. Para este tipo de enfermedades,
Galeno propuso el ejercicio de la medicina moral 27.
La pasión también ha sido estudiada en su relación
con lo femenino y las enfermedades del alma, conside-
rándola pasiva y a la vez caótica. Es Descartes (1596-
1650) quien confronta decididamente el significado de
pasión como accidente y señala que la pasión es un
estado del alma y no un accidente, en todo caso, una
condición del ser humano pero no necesariamente una
condena o algo venido de afuera.
Posteriormente en el siglo XVII, John Locke (1632-
1704), en su obra Ensayo sobre el entendimiento
humano, habla de tres pasiones principales: deseo,
alegría y tristeza. El resto de pasiones se combinan a
partir de estas tres. La más necesaria a la vida es la
alegría que es productiva y nos mueve a la acción y el
conocimiento, en tanto que la tristeza nos debilita y
enajena e impide nuestra acción. Para Locke (1998), el
dolor proviene de las ideas que se conforman por la
sensación y por la reflexión y prácticamente se asocian
a cualquier conjunto de ideas pues un pensamiento o
una experiencia exterior tienden a la afectación de
nuestros sentidos y a manifestarse como placer o ma-
lestar (dolor), que son a fin de cuentas, “grados dife-
rentes de la misma cosa” (p. 177), por ejemplo,
aquellos placeres o dolores provenientes del equilibrio
o exceso de frío o calor.
Fue hasta el siglo XVIII que se consideró “lo pasio-
nal como la única posibilidad de toda realización inter-
27
Ibidem. p. 24

101
subjetivamente eficaz”28 y se abrió el campo de sus
múltiples significaciones; por ejemplo, entre los román-
ticos, el amor-pasión constituyó un punto de partida
para hablar de lo humano. Puede considerarse que es
a través de la narrativa literaria del romanticismo que la
pasión fue uno de los motivos más atendidos.
Entre el último cuarto del siglo XVIII y el primero del
siglo XIX, se produjo una notable revaloración con res-
pecto a la condición del hombre desde la perspectiva
de un nuevo humanismo que concedía el mayor privi-
legio al uso de la razón. Así, surgió el concepto de su-
jeto que es propio de la modernidad y el inmediato
replanteamiento de su naturaleza social por encima de
cualquiera otra determinación. No obstante, que el es-
tudio del sujeto moderno apenas se había iniciado,
antes de concluir el siglo XVIII, ya se hablaba de la
crisis del sujeto, y por lo tanto, de la crisis de la moder-
nidad.
Problemas que se dilucidaron principalmente en el
Romanticismo, período del cual son precursores impor-
tantes E. Kant (1724-1804), A. Shopenhauer (1788-
1860) y Goethe (1749-1832). La tendencia del pensa-
miento de los románticos se orientó a considerar el
dolor y la miseria existencial como signos característi-
cos de su época en la que se observaba aumento sig-
nificativo de las discusiones éticas. Fue en este
contexto, que los albores de la modernidad se cimenta-
ron en la re-definición de lo humano.

28
Op. Cit., Parret, p.11.

102
Mientras que en el Siglo XVI la visión antropocén-
trica de la Biblia colocaba al hombre en calidad de po-
seedor de todos los bienes de la Naturaleza para su
explotación y provecho, ahora se producía una separa-
ción crucial entre hombre-naturaleza por la ambición
de conocerla, dominar sus secretos o transformarla y
ya no solamente por explotar sus recursos. A partir de
la modernidad, el estudio del dolor humano como pa-
sión, fuerza o elementos en conflicto que se producen
y que se sienten corporalmente y dolor-pasión como
unidad de sentidos, de elementos que se viven y re-
crean en la subjetividad, pasó a ser objeto de estudio
tanto de las ciencias químico-biológicas como de las
ciencias sociales y humanas.
Existe una marcada tendencia a definir la pasión
como algo opuesto a la razón, como fuerza que alienta
las acciones de los hombres o que suprime la voluntad
de la acción o bien, como inspiración para hacer flore-
cer la razón e incrementar el conocimiento de la reali-
dad y el arte. En este sentido, el deseo puede
entenderse como la primera manifestación de cualquier
pasión. Pero en este trabajo, entiendo la pasión como
aquella emoción que prevalece o domina las caracte-
rísticas del quehacer y del desear del individuo. La pa-
sión como esencia constitutiva del hombre que es
esencialmente subjetividad, es decir, lo que le da ca-
rácter de sujeto a un ser es lo que le mueve a la ac-
ción.
Asimismo, se puede entender que los seres huma-
nos sean blanco, víctimas de la pasión de otro ser que

103
toma ventaja, planea y ejecuta acciones que convierten
la relación en un campo de fuerzas con predominio de
unas sobre otras. En esta perspectiva, el concepto pa-
sión se puede analizar de dos formas: ontológicamente
como estructura pasional (el hombre lucha y se consti-
tuye en sujeto pasional), y fenomenológicamente como
padecimiento, sufrimiento (el hombre está expuesto, es
pasivo y se constituye en sujeto-objeto de la pasión de
otro ser).
En opinión de Parret (1986), una forma equivocada
de entender las pasiones es a partir de lo que el len-
guaje ha definido como lo contrario a pasión, a saber:
“lo razonable, lo racional, lo lógico”, toda vez que el
estudio de la pasión muestra que ésta no está al mar-
gen de estos atributos ya que no sólo los contiene,
pues ella misma forma parte sustantiva en el surgi-
miento de acontecimientos tales como la medicaliza-
ción, la moralización y la lógica científica de la
sociedad occidental. Aún más, el autor sugiere que lo
pasional no siempre se manifiesta en hechos objetivos
que puedan ser juzgados, y que sin embargo, eso no
excluye la posibilidad de que lo pático se comporte
“como un centro que proyecte lo razonable, lo lógico,
dentro del margen” (p.15).
El desarrollo de la ciencia, el crecimiento de las
ciudades y el proceso de industrialización del Siglo XX
produjo cambios radicales en lo que podemos denomi-
nar la “sensibilidad” colectiva paradójica. Por un lado,
los avances científico-técnicos iban resolviendo pro-
blemas y permitían suponer un futuro promisorio, y por

104
otro lado, al reducirse la interacción hombre-
naturaleza, se propició un profundo sentimiento de
abandono y nostalgia con el mundo anterior en el que
los mitos o leyendas, las historias fantásticas o la posi-
bilidad de redención del hombre por intermediación de
la religión se fueron desdibujando paulatinamente, has-
ta mostrar un mundo crudo y laico.
Macfarlane (1993) sugiere que en este proceso de
transición hubo la imperiosa necesidad de crearse la
certeza de que la domesticación, control o ajuste sobre
lo que los individuos sentían o creían era fundamental
para la sobreviviencia de la nueva sociedad. La con-
cepción mágico religiosa del universo sustituida por
una cosmología incuestionable, precisa y mecánica,
derrumbaba las ideas anteriores del bien y del mal, y
mientras que la nueva racionalidad científica parecía
tenerlas bajo control, las poblaciones se debatían entre
la duda o la confusión.
Por lo anterior, los problemas sustantivos del deba-
te sobre conocimiento y voluntad, se levantaron como
temas centrales de la filosofía existencial donde el te-
ma del dolor se constituyó en un eje principal de análi-
sis. Por su importancia para los fines de este trabajo,
abriré un breve paréntesis para hablar de las ideas
generales planteadas por Arturo Schopenhauer (1788-
1860), pensador emblemático de su tiempo.
Arturo Schopenhauer es ampliamente conocido
por su obra El mundo como voluntad y representación
(2000). En dicho texto hace centro de su discusión
epistémica ciertos temas como: conciencia, sujeto

105
cognoscente, razón y conocimiento; mientras que en
sus propuestas de reflexión filosófica ahonda sobre el
problema de la voluntad humana y su relación con el
deseo y la decisión de vivir, así como la importancia
del egoísmo en tanto expresión humana que afirma la
existencia del sujeto volente.
Según Schopenhauer, se entiende al conocimiento
racional como un saber forjado, construido y mediado
por la razón (abstracto) y delimitado en y por la expe-
riencia como representación del mundo (imagen), por
lo tanto, como conocimiento derivado, secundario. Es
diferente al acto de sólo conocer, que siendo propiedad
de los animales es también propiedad del hombre (Rá-
bade,1995, p. 204). Pero como el hombre es sujeto
cognoscente, práctico y dueño de voluntad, logra inte-
grar a su vida el conocimiento, otorgándole “utilidad” y
“sentido” de los cuales carecen otros animales.
Significa que los seres humanos poseemos actos
de voluntad: razones que conducen a decidir ciertas
acciones del cuerpo; pero el cuerpo también se puede
manifestar por acciones no conscientes (movimientos
autónomos del cuerpo). Por la concurrencia de ambas
acciones es que se da lugar a la “objetivación” de la
voluntad (manifestación y conciencia) que ofrece la
“identidad” del cuerpo para saber que este cuerpo es
mi cuerpo29.

29
La voluntad, entendida en el ámbito de los sentimientos,
deseos, pasiones y afectos que tienen un papel preponderante
para la conducta egoísta de los individuos y que puede trans-
formar su relación con el mundo.

106
De este modo se entiende que voluntad y conoci-
miento tienen residencia en el cuerpo que se constitu-
ye en “campo de sensaciones”, en el “objeto inmediato”
por el cual se conoce, pero además, se torna en “re-
presentación del sujeto” como un objeto por conocer.
Entonces, el cuerpo es a la vez: condición para el co-
nocimiento y presencia que individualiza al sujeto que
se conoce.
La materialidad del cuerpo nos permite ser parte
física del mundo y en ese sentido naturaleza y huma-
nidad somos lo mismo. Esta afirmación es, sin lugar a
dudas, una de las concepciones bioéticas de más larga
data que permite pensarnos en continuidad y compleji-
dad, o como le ha llamado recientemente Edgar Morin
(2001), unidualidad originaria para referirse a que el
hombre es portador y generador de un doble principio:
biofísico y psicosociocultural.
En interpretación de Rábade (1995) sobre la obra
de Schopenhauer, dice: “es en virtud de la corporalidad
que el cognoscente es individuo, ahora se pone de
manifiesto que sólo el cuerpo hace posible, además,
que el sujeto sea, en absoluto, cognoscente” (p. 202).
En este sentido, la subjetividad, entendida como la ins-
tancia que ordena y expresa la identidad, puede con-
cebirse como insubstancial y por lo tanto ilimitada.
Schopenhauer logra integrar un discurso que articu-
la al sujeto como un ser que conoce y siente a través
del cuerpo y desde la experiencia del cuerpo. La sen-
sación es lo que el cuerpo siente, por lo tanto es con-
ciencia de que se posee un cuerpo pero también es

107
reconocimiento (subjetividad) de que el cuerpo es un
cuerpo vivido porque experimenta no sólo como un
organismo (proceso biológico), sino porque sabe que
está sintiendo, viviendo (proceso congnoscitivo), en un
tiempo que transcurre particularmente para cada indi-
viduo pero en el contexto general y universal de lo
humano.
Siguiendo a Schopenhauer, podemos atestiguar
que la sensación puede considerarse como un dato
para informar y activar el conocimiento sobre el sentir,
pero también, como experiencia que se encarga de
formular explicaciones. De este modo, la explicación se
constituye como un intento por hacer objetivo el mundo
de las sensaciones, que esencialmente pertenecen a la
subjetividad. Con el desarrollo de estos postulados se
debilita el dualismo cartesiano y se erige una nueva
posibilidad de entender la subjetividad en la trayectoria
ética del más clásico humanismo.
Schopenhauer (2000) dice que el dolor o el placer
son cualidades de la sensación que relacionamos con
la voluntad (subjetividad) porque en mayor o menor
intensidad tienen significado en la conciencia volitiva
subjetiva; en cambio, los datos registrados por los sen-
tidos (oído, vista, olfato) que no trascienden esa cuali-
dad, la del dato, pertenecen a la tarea cognoscitiva de
la representación, es decir, a la conciencia cognosciti-
va objetiva (p.197).
En la obra de referencia, El mundo como voluntad y
representación, Schopenhauer (2000) realiza un traba-
jo de interpretación que pretende explicar, comprender,

108
lograr un saber que proporcione sentido vital, sobre
todo ante la naturaleza egoísta de los seres humanos.
De ello, Rábade (1995) interpreta que aquello que se
conoce, parte de los intereses del sujeto y que ese co-
nocimiento se subordina a “los fines egoístas de la vo-
luntad, que es Voluntad de vivir” (Rábade, 1995, p.20).
En este sentido, el conocimiento es útil e instru-
mental y el vivir implica entonces una pedagogía indi-
vidual, un orden particular del mundo. El problema
ético salta a la vista y Schopenhauer propone la exis-
tencia de una ética que actúe como mecanismo regu-
lador entre conocimiento y voluntad, es decir, entre
saber y deseo, pues es justamente la práctica de la
ética un límite al desbordamiento de las pasiones, en
otros términos, de la intimidad.
En las reflexiones de Schopenhauer, el dolor y la
alegría son abordadas como experiencias internas que
forman parte de cada persona en razón de que son
constitutivas de ella, y por lo tanto, dolor y alegría tie-
nen que ver con la satisfacción e insatisfacción de de-
seos. A su vez, los deseos se arraigan en la voluntad
de vivir, que puede entenderse como razón, con-
ciencia, anhelo, necesidad o aspiración por manifestar-
se. En consecuencia, si el dolor proviene de nuestros
deseos insatisfechos, es incorrecto decir que existen
causas que provocan dolor o alegría, en todo caso, las
causas o circunstancias son sólo pretextos para expli-
car el dolor o la alegría. Además, si partimos de consi-
derar que jamás se logra la satisfacción definitiva
(última), porque para vivir necesitamos desear, enton-

109
ces asentiríamos con Shopenhauer cuan-do sostiene
que “toda vida es dolor”, es pura intimidad (p.243).
Dirá Shopenhauer que el dolor es un sentimiento
positivo en tanto mantiene alerta el deseo de vivir y
que la dicha o satisfacción es un sentimiento negativo
que se manifiesta en el egoísmo que representa cual-
quier estado de bienestar, y como dice también Your-
cenar (2000): “…nada prueba mejor nuestra miseria
que la importancia concedida a la felicidad” (p.72). En
este orden de ideas, puede suponerse que la máxima
satisfacción, el mayor placer, es también conductor de
dolor, de sufrimiento porque sólo representa un estado
limitado.
Es decir, placer y dolor pueden llegar a manifestar-
se como emociones o sensaciones muy parecidas en-
tre sí, pero ni una ni otra se repetirán idénticas en
nuestras vidas, porque aunque el sufrimiento sea uno
sólo, las formas de sufrir o ser felices cambian como
cambiamos cada uno de nosotros con el tiempo.
Si como propone Schopenhauer (2000), vemos al
cuerpo como “una representación del sujeto, un objeto”
(p.181), tenemos que agregar que el cuerpo es el obje-
to más inmediato para el sujeto cognoscente. No sólo
es el punto de partida para el conocimiento del resto de
objetos del mundo que le permitirá individualizarse,
sino es además integrante de ese mismo mundo. El
hombre conoce por necesidad imperiosa de recono-
cerse y reconocer la pluralidad de otros existentes,
requiere saber quién es él en el mundo y quiénes son
los otros que con él comparten el mundo.

110
En síntesis, para Schopenhauer, todos los seres
humanos habrán de sufrir porque “no hay cuerpo sin
afinidades, es decir, sin aspiraciones, sin pasiones y
sin apetitos” (p. 242), no obstante, a mayor lucidez o
inteligencia o conocimiento (reflexión) se producirán los
mayores sufrimientos. En otras palabras, el filósofo
alemán considera que no existe salvación verdadera
para el hombre.
Coincidiendo en lo general con Schopenhauer,
pienso que cuando el sujeto padece dolor, intenta uni-
ficar o disolver todo lo existente fuera de él como para
poder apropiarse de los controles internos que también
se desvanecen frente al dolor. Es la autoconciencia de
que se está sufriendo, un proceso introspectivo que
trata de resolver el dolor en el lugar de la intimidad
donde cada persona guarda entre sus nociones del
bien y del mal, una extendida gama de sentimientos y
pasiones que se relacionan primariamente con el cuer-
po y que le proporcionan información sobre su ser
mismo.

111
CAPÍTULO 3

LA RACIONALIDAD FRENTE AL DOLOR


(De la teodicea antigua a la antropoética)

El sufriente sabe que


<sólo él siente los dolores de su carne>
Nadie puede comprender mejor que él
su pesadumbre; nadie debería convertir
su pesar en concepto y traficar con él
en el mercado de las razones conciliadoras

E. Ocaña

Introducción

La racionalidad de la antigüedad occidental clásica


alojó sus creencias fundamentales en sistemas filosófi-
cos y religiosos que ponderaban historias míticas de
carácter trágico para sustentar el origen y desarrollo de
la civilización. Lo trágico se entendió como la puesta
en crisis de la conciencia individual para asumir el des-
tino humano tensado por los deseos o las aspiraciones
de los hombres y la presencia omnipotente de los dio-
ses. La condición mortal de los hombres y la condición
de eternidad de su alma, descubrían a un ser humano
en contradicción y lucha interior permanente; un ser

113
con pasiones que podía albergar la grandeza de los
dioses o la mezquindad abyecta.

Los problemas filosóficos fundamentales de la época


trataban asuntos cotidianos como un frente de lucha
por la vida y en contra de la muerte o la desolación,
pero sobre todo, se discurría lo trascendente a través
del uso de un lenguaje simbólico efectivo para acercar-
se inteligiblemente a los enigmas de la vida. En esta
perspectiva, se lograba integrar lo ético con el conoci-
miento y el arte, para expresar cualidades de la digni-
dad humana. Esta mirada permitía interpretar la vida
como unidad de fuerzas naturales que combaten por el
establecimiento de la armonía y de la continuidad de la
vida. En el caso de la salud-enfermedad contaban con
una concepción dinámica, como dice Canguilhem
(1981) al estudiar la perspectiva ontológica de la medi-
cina griega:

La enfermedad no sólo es desequilibrio o desarmonía,


también es –y puede ser principalmente– esfuerzo de
la naturaleza en el hombre para obtener un nuevo
equilibrio. La enfermedad es una reacción generaliza-
da con intenciones de curación. El organismo desarro-
lla una enfermedad para curarse. (p.18)

Desde los filósofos griegos de la antigüedad hasta


los pensadores contemporáneos como Nietzsche, Le-
vinas o Sartre, pasando por Kant, Hegel, Schopen-
hauer y Heidegger, conservan el sustrato filosófico de
lo “trágico” para referirse a los conflictos humanos irre-
solubles expuestos a la profundidad de los juicios entre

114
la moral, la razón y el derecho con el fin de conferirles
límites comprensibles y la mayor cercanía. La diferen-
cia radica en la importancia que se concede a la capa-
cidad de intervención humana. Mientras los filósofos
griegos se mantienen atentos a la comprensión del sí
mismo tratando de comprender a la naturaleza en su
conjunto, los filósofos modernos intentan descifrar lo
que no es natural de lo humano e intervenir o modificar
lo natural por el conocimiento y sus técnicas.
Así, el dolor, la enfermedad o la muerte como su-
cesos trágicos: ejemplares, inesperados e inevitables,
son problemas que han estado vigentes en el curso de
la historia de occidente. Son experiencias trágicas en
cuanto suscitan piedad o intenso temor, porque la vida
se piensa o se encuentra amenazada; cercada por al-
gún peligro que implica un sacrificio, una redención,
una liberación, una pasión.
En la tragedia siempre hay algo que superar, y en
consecuencia, se supone, la superación permanente
de la condición del hombre. Afectan el estado de ánimo
y resulta difícil comprenderlos en el momento mismo
de vivirlos, pero con frecuencia, nos conducen a situa-
ciones extremas y pasamos de la desesperación o tris-
teza a la sublimación de la experiencia, al aprendizaje
e incluso, se llega a descubrir una respuesta creativa o
estética frente al horror o la incertidumbre.
El tránsito hacia la modernidad tuvo que implicar
una nueva racionalidad para hacer referencia de la
condición humana. La teodicea antigua se suplantó por
una arquitectura institucional, ahora profundamente

115
jerárquica, laica e inmersa en una estrategia política de
dominación técnica. Nuevos pensamientos y nuevas
pedagogías morales para enfrentar la vida; para libe-
rarse del misticismo religioso y de la visión propiamen-
te pasional y erótica del sufrimiento que redimía
creyentes y glorificaba mártires. Nueva lógica del poder
para producir ciudadanos libres y responsables, para
ceder el espacio a las organizaciones colectivas y a las
formas seculares de control pero bajo nuevos princi-
pios y promesas. Una racionalidad científica que se
arrogaba la posibilidad de descubrir los misterios de la
naturaleza, para su dominio y usufructo.
En fin, la ideología de la modernidad ha estado
provista de elementos de crítica sobre los valores mís-
tico-religiosos y de apertura a todo conocimiento que
ofrezca o renueve el saber y la técnica utilizando con-
ceptos de cálculo, fuerza y dominio. En síntesis, la mo-
dernidad no sólo ha creado nuevos lenguajes, sino
también ha contribuido a crear nuevas realidades para
el conocimiento y nuevas prácticas sociales para la
convivencia entre los hombres: reivindicación de los
derechos del hombre (libertad, igualdad, fraternidad,
justicia); construcción de los gobiernos democráticos y
liberales (desarrollo de la política del estado nacional y
soberano); respeto a la condición humana a partir del
respeto a la persona y del reconocimiento de su auto-
nomía realizada en valores; conformación de las lla-
madas identidades culturales y el desarrollo de la
ciencia y de la técnica como procesos liberadores del
hombre.

116
También la mirada sobre el dolor se modificó radi-
calmente y se le ha expuesto como condición inherente
a la existencia humana que contribuye a la acción e
impide la pereza, la indolencia, el abandono de inter-
eses en la vida, pero también, se ha interpretado al
dolor como una señal de alerta ante el peligro y como
un correctivo “saludable” (como un poder) ante el peli-
gro que representa la vida solamente entregada a los
placeres. Infligir dolor ha sido parte consustancial de
las relaciones sociales, pero en la modernidad, se
constituyó en un mecanismo de control de la actividad
orgánica, psicológica, económica y política.
Michel Foucault (1980) en su libro Vigilar y Castigar
describe, magistralmente, cómo florece con las institu-
ciones modernas la pedagogía del dolor y narra cómo
la institución escolar del siglo XIX nace y se forja en la
disciplina sobre el cuerpo que acentúa el castigo y el
dolor, mediante la utilización de instrumentos físicos
para golpear o marcar el cuerpo, el encierro, la exclu-
sión y el rechazo. Asimismo, las estrategias disciplina-
rias procuraban enaltecer sus beneficios justificando la
existencia de valores y criterios científicos que suponí-
an la normalización y desarrollo de la sociedad.
La sofisticación en la disciplina y el aumento en las
instancias de vigilancia y control (incluyendo autovigi-
lancia y autocontrol) fueron acaparando todos los ór-
denes de la vida social hasta alcanzar las más
insignificantes minucias o tareas cotidianas, como el
aseo personal, la alimentación o el vestido.

117
Entonces, el sufrimiento se configuró en uno de los
principales mecanismos y sustentos sobre los que flo-
reció la modernidad: hacer productivo el dolor bajo la
obediencia, la disciplina o la tortura, por sometimiento
a los saberes de la ciencia, la normalización en tanto
valores y criterios ideales y sus prácticas reguladoras;
a través de las disposiciones arquitectónicas, los dis-
cursos o el silencio; mediante el trabajo, la reclusión, la
privación o la exclusión, o en cualquier otro sentido en
el que se aprecie control sobre la autonomía y la volun-
tad individual.
Ocaña (1997) resume estos planteamientos en la
siguiente nota:

Si la teodicea clásica se preguntaba: ¿cómo se puede


conciliar el mal con la existencia de Dios?, la algodi-
cea reformula la cuestión bajo las condiciones de la
modernidad: si no hay Dios, si no hay un contexto de
sentido superior, ¿cómo se puede soportar el dolor?.
Esa inversión manifestaría de forma harto evidente la
función de la política como sucedáneo teológico... -En
la modernidad-, labor y dolor ya no son tanto estigmas
bíblicos de una finitud culpable cuanto dignas funcio-
nes seculares de una ciudadanía responsable. El me-
canismo de aglutinamiento invoca el sacrificio, la
aceptación del dolor y aun de la muerte misma como
momento de socialización extrema de la existencia co-
lectiva. El dolor y la muerte forman piedras angulares
sobre las que cimentar el edificio del Estado en cuanto
esfera autónoma de lo político, la cual aspira cada vez
más a imponerse como totalidad. Toda nación moder-
na se ha construido como Estado sobre los fundamen-
tos del dolor (p.56 y 59-60)

La euforia de la modernidad tuvo que ver con el


entusiasmo por descubrir cuáles podrían ser las leyes

118
o los códigos sobre los que funcionaba la vida en ge-
neral y el cuerpo del hombre en particular. En ese te-
nor, la biología se orientó en una perspectiva
epistemológica distinta, ya no se trataría de escuchar,
aprender y gobernar la naturaleza obedeciéndola, la
modernidad intentaría desde el principio, que la natura-
leza obedeciera el gobierno del hombre. Canguilhem
(1981) señala:

El punto de llegada de esta evolución es la formación


de una teoría de las relaciones entre lo normal y lo pa-
tológico de acuerdo con la cual los fenómenos patoló-
gicos sólo son en los organismos vivos variaciones
cuantitativas, según el más y el menos, de los respec-
tivos fenómenos fisiológicos.
Semánticamente, lo patológico es designado a
partir de lo normal no tanto como a o dis sino como
hiper o hipo (...) La enfermedad ya no es objeto de
angustia para el hombre sano, sino que se ha conver-
tido en objeto de estudio para el teórico de la salud.
(p.20)

Veremos a continuación algunos de los elemento


históricos que participaron en la interpretación del dolor
y las respuestas que como sociedades y culturas se
confrontaron y ofrecieron al problema, desde la desa-
cralización del conocimiento y la formulación de prácti-
cas laicas cada vez más sugerentes para establecer la
creencia del dominio del hombre sobre la naturaleza,
hasta la imposición personal y colectiva del dolor bajo
criterios de sufrimiento intencionalmente calculados en
el contexto de operación de un sistema capitalista cada
día más corporativo, anónimo y salvaje.

119
3.1. Antigüedad
Quitar el dolor es obra divina

Hipócrates

Es de suponer que hombre y dolor compartimos los


mismos orígenes y frutos de la historia que nos yergue
altivos, porque a diferencia de las respuestas nocicep-
tivas, que poseen todos los animales, los seres huma-
nos intentamos resolver, mediante la cultura, preguntas
y respuestas a los estímulos nocivos, aquello que pone
en peligro la vida o que lastima, pero además, la indivi-
dualidad de las preguntas y respuestas que se produ-
cen para cada uno, hace imposible precisar una ruta
inequívoca sobre interpretación y vivencia del dolor.
Esta diferencia radical ha sido considerada por la
Asociación Internacional para el Estudio del Dolor
(IASP) que al definir dolor en los seres humanos agre-
ga el componente emocional, mismo que deja ausente
para el caso del dolor en animales no humanos30. Dice:

El dolor es una experiencia sensorial y emocional des-


agradable, asociada con daño actual o potencial del te-

30
Citada por León-Olea, Martha. “Los péptidos opioides y la
filogenia de la nocicepción”, en Rev. Ciencias, No. 31, Julio
1993. Facultad de Ciencias, UNAM, México. Este trabajo es
fundamental para aclarar que la respuesta nociceptiva es una
característica básica que presentan los animales de toda la
escala filogenética. Para la autora, tanto las conductas de es-
cape, inhibición de la locomoción, contracción del cuerpo, así
como respuestas hormonales o alteraciones en la frecuencia
cardiaca, deben considerarse respuestas al dolor.

120
jido, que incluye una serie de conductas relacionadas
al dolor, visibles o audibles que pueden estar modifi-
cadas por el aprendizaje. En contraste con la definición
de dolor en los animales no humanos que se define
como: una experiencia sensorial aversiva, causada por
un daño que provoca una reacción motora y vegetativa
para evitarlo (p.34)

Evidencias de las culturas humanas más antiguas


(egipcios, hindúes y griegos) muestran también su pre-
ocupación por comprender al dolor como una afecta-
ción del espíritu y al mismo tiempo como un
componente (señal) de enfermedad. En esas tres
grandes civilizaciones, se consideraba al corazón co-
mo el órgano donde residían todas las sensaciones.
Especialmente, entre los griegos se reconocía al dolor
como parte del conjunto de sensaciones motoras que
afectan la racionalidad y la conducta, por lo que los
humanos debían reflexionar y adoptar una posición de
conciencia que afrontara e impidiera ser sometido sólo
a la vivencia corporal.
Pitágoras (580-497 a.C.) consideró que dolor y su-
frimiento eran necesarios para el desarrollo del auto-
control y la disciplina, elementos necesarios para la
definición y seguimiento de la buena conducta –
constituida por coraje, templanza, justicia y sabiduría–,
valores cuyo ejercicio permiten al hombre estar junto a
los dioses tras su muerte.
Para Hipócrates (460-375 a.C.) la localización, in-
tensidad e irradiación del dolor era de utilidad para rea-
lizar el diagnóstico y el pronóstico de un padecimiento.
Apoyándose en trabajos filosóficos de Empédocles,

121
Anaxágoras, Demócrito y Heráclito, Hipócrates elaboró
las primeras hipótesis de la medicina antigua que con-
tribuyeron al desarrollo del conocimiento y de la prácti-
ca médica en occidente.
Los humores descritos por Hipócrates se conside-
raban los principales elementos constitutivos del ser
humano y éstos eran: sangre, flema, bilis negra y bilis
amarilla31. La pérdida de equilibrio (discrasia) entre
algunos de los componentes del cuerpo humano, la
fuerza o la presión ejercida por lo frío, lo seco, lo
húmedo o lo caliente y su tipo de relación con las cua-
lidades y componentes del mundo físico (aire, agua,
tierra y fuego), eran los elementos causales para expli-
car lo mismo la condición de vida del ser humano que
la enfermedad, el dolor o la muerte32.
En la Teoría Humoral hipocrática, el decaimiento y
el dolor en el individuo guardaban una estrecha rela-
ción de afectación con la secreción de la bilis negra
llamada también melancolía. Cuando ésta se producía
en exceso, el individuo se postraba en estado de debi-
lidad más o menos prolongado caracterizado por mie-

31
Esta propuesta era coincidente con los discursos filosóficos
de la Grecia presocrática: cuatro potencias, cuatro fuerzas,
cuatro raíces o cuatro elementos eran los principios o compo-
nentes en que se dividían todos los cuerpos u objetos.
32
Para los chinos el dolor es producto del desequilibrio de la
energía vital (Chi), que circula por meridianos corporales ya sea
por deficiencia o exceso, causando las enfermedades y el do-
lor. Desde hace 3000 años los chinos aprendieron a tratar el
dolor mediante la acupuntura siguiendo los meridianos com-
prometidos.
(http://ehasalis.ehas.org/subproyectos/servicinfo/Cursos/)

122
do, tristeza, insomnio, inapetencia a los alimentos, irri-
tabilidad, inmovilidad y desesperanza. Puso el acento
de distinción entre la dimensión sensorial y sus efectos
emocionales para referirse no sólo a la compleja expli-
cación que ofrece al asociar el problema del dolor con
la enfermedad, sino porque además se extendió a con-
siderar el problema del sufrimiento o la tristeza como
una forma de padecer un tipo de dolor que denominó
como melancolía o bilis negra.
Los melancólicos –decían los hipocráticos– sacu-
den las manos, huyen del agua y cantan como gallos;
sienten temor, tristeza, disgusto de vivir, odio por sí
mismos y por los demás, se agitan, cambian de estado
de ánimo con facilidad, vomitan bilis negra; comen po-
co, son inteligentes y de temperamento sombrío, tienen
un espíritu sutil, padecen de insomnio, son apáticos y
desalentados.
Explicaban que la producción abundante de bilis
negra secretada por el hígado o bazo, estaba asociada
tanto a las fuerzas y movimientos del planeta Saturno y
efectos del fuego, como a la dieta, la edad, el sexo, la
estación del año o la hora del día. Si la causa de la
melancolía era el frío, entonces la memoria y las facul-
tades creativas podían expresarse mejor. Si la causa
era el calor, disminuían las funciones racionales y au-
mentaba la depravación. De este modo, la tristeza era
un mensaje por decodificar a partir de lo que se obser-
vaba del otro y de cómo se expresaba el cuerpo eso
que sentía. De lo que podemos inferir, que para enten-
der la enfermedad y el dolor el médico tuvo la necesi-

123
dad de ser tolerante y apacible para poder mirar, escu-
char y dejar hablar al ser doliente.
En el corpus hipocrático (Eggers Lan, 1987), el ser
humano y la naturaleza se concebían como unidad de
componentes en relación y correspondencia, por tanto,
el dolor se constituía como una experiencia íntima per-
sonal y al mismo tiempo universal y humana que no
admitía escisión entre lo corpóreo objetivo y la subjeti-
vidad; más aún, el dolor desde entonces, formó parte
de un juicio, una interpretación, un signo del lenguaje
corporal que podía responder a diversas causas.

En el corpus hipocraticum no existía división entre las


enfermedades del cuerpo y las del alma, así el cere-
bro –una parte del cuerpo– no era el causante de los
padecimientos "mentales", sino que había una expre-
sión psíquica del desequilibrio humoral. La melancolía
es en verdad la enfermedad que por excelencia ejem-
plifica la relación del alma con el cuerpo; es lo afectivo
articulado con lo somático. Es el temor, la tristeza, el
disgusto de vivir, el odio por sí mismo y por los de-
33
más .

Pensar así el dolor es ubicarse en el punto de par-


tida que permite unir lo disperso para interpretar la vida
con significado, para acomodar el miedo de vivir-morir
en el lenguaje. Sin lugar a dudas, el acto médico sola-
mente puede existir en el encuentro con el otro que
busca ayuda, por ello, Hipócrates no tenía reservas en
recomendar a sus colegas: “calmar el dolor siempre,

33
http://www.herreros.com.ar/melanco/historia.htm

124
consolar a veces y curar cuando sea posible” (postula-
do del Juramento Hipocrático).
Para Platón (427-347 a.C.) el corazón y el hígado
son los centros de toda sensación. Creía, asimismo,
que el dolor no se producía únicamente por estimula-
ción periférica, sino también como una experiencia
emocional en el alma que residía en el corazón. Tam-
bién, señaló que un dolor puede suprimir a otro y que
dolor y placer en apariencia son sensaciones opuestas
pero siempre vinculadas, pudiéndose originar el placer
por la desaparición del dolor o viceversa. Menciona
que los dioses intentaron en vano hermanar al dolor y
al placer, pero al no conseguirlo, decidieron colocarlos
uno cerca del otro, de modo que fueran inseparables y
teniendo uno se arrastrara, inevitablemente, al otro.
Platón buscaba explicaciones extraterritoriales a las
funciones sensitivas del cuerpo-territorio. Decía que el
ojo y el oído son los órganos de la inteligencia y que el
dolor es una experiencia emocional del alma, una sen-
sación relacionada con esos órganos principales. Por
ejemplo, en el diálogo del Banquete reflexionó sobre el
sentimiento del amor como experiencia sublime del
dolor-placer por la que puede llegar a definirse lo que
es moral, honesto y justo (lo que da el ser a una cosa).
Nos dirá que los muy jóvenes no tienen posibilidad
verdadera de amar porque no tienen la posibilidad de
sufrir verdaderamente.
Dice:

“los ojos del espíritu no comienzan a hacerse previso-


res hasta que los del cuerpo se debilitan…y se puede

125
estar en condiciones de suplicar, llorar, prometer o
caer en las bajezas que ni un esclavo aceptaría” (Pla-
tón, 1968, p. 320).

Aseguraba Platón que siendo el amor uno de los


mayores dolores, puede por esa misma razón, ser uno
de los más grandes placeres y lograr la armonía con
aquello que en apariencia le es contrario. Afirma:

...la medicina es la ciencia del amor corporal… (el


médico) que puede introducir el amor donde no existe
y hace falta, y quitarlo del punto donde es perjudicial,
el médico de esta clase es un excelente práctico; por-
que es preciso que sepa crear la amistad entre los
elementos más enemigos, e inspirarles un amor recí-
proco (ibidem, p.322).
Se entiende que la salud es armonía y que ésta
se logra mediante el equilibrio y no por la supresión o
alteración de fuerzas encontradas. En el diálogo Crati-
lo, Platón aceptó que el desciframiento de las palabras
placer, dolor y pasión conllevan el mismo sentido de
movimiento generatriz, es decir, forman parte de un
universo particular de significados del habla; así que
describir el dolor puede entenderse como una acción
del habla que distingue momentos intensos y profun-
dos del hombre. Declara Platón: “la sensación es la
medida de todas las cosas, y la verdad tiene sólo un
valor individual” (Platón, 1968, p.167).

En el Cratilo se asegura que lo que da el ser a una


cosa, es la cosa; entonces, se puede considerar que lo
que cada individuo dice de su dolor, eso es el dolor. De
modo tal que lo que se dice del dolor es una forma de
caracterizar lo que el dolor es. Un ejemplo reciente
sobre la descripción del dolor lo encontramos en las

126
palabras de Ali Ismael Abbas34, cuando decía: “ni una
montaña podría soportar el dolor que yo tengo… no sé
cómo voy a vivir con este dolor”. Algunos días des-
pués, el joven aparecía besando los muñones y decla-
raba a la prensa: “no estoy vencido, me levantaré…”. A
pesar de su corta edad, Ali expresa el carácter perso-
nal y absolutamente íntimo del dolor que alcanza la
dimensión heroica y trágica de la mitología griega. Nos
permite pensar incluso, que un cuerpo es mucho más
que una presencia física, así como un pulmón o el co-
razón es mucho más que un suspiro o mucho más que
un latido.
En el diálogo Fedón, Platón confirma que las expe-
riencias del alma constituyen lo que el alma es: armo-
nía de lo que estamos compuestos. En esta exposición
se ofrece particular importancia, a la diferencia entre el
sufrimiento de los que acompañan a morir a un seme-
jante que se le ama y la necesidad de dejar de sufrir a
la hora de morir, bajo la certeza de que el alma tras-
ciende al cuerpo y éste nunca puede ni siquiera
aproximarse a padecer lo que el alma es capaz de tole-
rar. El filósofo de Atenas entendía al dolor como una
cualidad de la vida que siempre se acompaña de mie-
do.
Deja ver que cuando el temor a enfermar o morir se
hace presente, es momento para reconocer que mien-

34
Niño iraquí de 12 años de edad que durante un bombardeo
estadounidense, en abril de 2003, perdió a la mayoría de sus
familiares y tuvieron que amputarle sus dos brazos y atender
quemaduras en el 20% de su cuerpo.

127
tras que la realidad visible permanece fuera de noso-
tros, existe una realidad interior susceptible de magnifi-
carse y convertirse en la única realidad que
verdaderamente importa, porque, finalmente, la vida no
puede existir más allá de cada uno de nosotros.
Ciertamente, cuando el dolor o la enfermedad lo
envuelve todo, se hace posible el momento de plan-
tearse con la lucidez que nos impone el miedo, la inte-
gración de la unidad entre el ser y el estar. Dice Martín
Garzo (2001): “sólo el miedo nos vuelve humanos”
(p.125) y es así, porque el hombre no se define por
aquello que lo niega, sino por lo que lo afirma, y el do-
lor es la experiencia de un ser para sí, toda vez que
ese hombre que teme es más que un cuerpo, él es su
cuerpo.
Aristóteles (384-322 a.C.), discípulo de Platón, con-
sideró al corazón el centro de todas las funciones vita-
les (sensorium communis) pues en él ubicaba la
residencia del alma, de las sensaciones y del pensa-
miento; mientras que menospreciaba las funciones del
cerebro porque lo consideraba una glándula secretora
de humores fríos cuya única función consistía en ayu-
dar a los pulmones a enfriar el calor innato del corazón.
Pensaba que el dolor se producía como consecuencia
del aumento de la sensibilidad ante cualquier sensa-
ción, especialmente del tacto. Aunque aprecia un valor
positivo en el dolor, también advierte que cuando es
excesivamente intenso tiene efectos deletéreos y ver-
daderamente destructivos; pues podría llegar a dañar
seriamente o destruir la naturaleza de la persona que

128
lo padece, llevándolo a realizar actos irracionales como
resultado de la desesperación a que puede conducir el
dolor.
Para Aristóteles, el corazón constituía sede del
pensamiento, de la voluntad y los afectos, por lo tanto,
representaba el asiento del dolor y el órgano central
del sistema vascular responsable de las sensaciones.
Sostenía que el dolor podía interpretarse como una
pasión humana susceptible de ser vivida con modera-
ción o sin control. En el primer caso, la experiencia
dolorosa conduciría al conocimiento, la creatividad y el
genio y, en el segundo caso, la pasión podría ser cau-
sa de enfermedad, de adormecimiento de la razón y de
pasividad en el hombre. Aristóteles utilizó el concepto
de catharsis como el procedimiento por el cual se pue-
de llevar al intelecto lo irracional de las pasiones y
hacer de ellas objeto de conocimiento para precisar su
esencia y conocer su utilidad. Su concepto del dolor
como una "pasión del alma" sentida en el corazón pre-
valeció durante varios siglos.
En este mismo orden de ideas, los epicúreos con-
sideraban ser felices si lograban alcanzar la ataraxia
(tranquilidad del alma mediante la exclusión de las pa-
siones) y los estoicos definían la felicidad con la pala-
bra apatheía (ausencia de afectos o pasiones a favor
del privilegio de la razón). En este modelo de pensa-
miento se proponía la significación frente a lo sensorial
para establecer el valor pedagógico y utilitario del do-
lor.

129
Herófilo (335-280 a.C.) y Erasístrato (310-250 a.C.),
médicos de Alejandría realizaron varias autopsias y
contrariando las tesis de Aristóteles coincidieron con
Alcmeón de que el cerebro era el centro de las sensa-
ciones, lugar del intelecto y origen de la médula espinal
y de los nervios. Señalaron que los nervios eran es-
tructuras huecas por las que circulaba el pneuma, ma-
teria invisible encargada de varias funciones
corporales, entre las que se encontraban la asimilación
sensorial y la actividad motora. Herófilo concedió al
cerebro el lugar central del sistema nervioso y sede de
los sentimientos y de la inteligencia.
Celso (25 a.C.-?) siendo seguidor de Hipócrates
asoció el dolor a otras manifestaciones corporales co-
mo la inflamación y enunció los cuatro signos clásicos
de ésta: rubor, dolor, calor y tumor. Era evidente que,
para entonces, el dolor se interpretaba como sensación
o signo de enfermedad. Asimismo, Areteo de Capado-
cia (siglo I d.C.) describió a detalle la migraña y la me-
lancolía como dos padecimientos en los que prima el
sufrimiento. El detalle de sus descripciones es asom-
broso, sobre todo para el caso de la melancolía, a la
que se refiere como un complejo de síntomas que
atormentan al hombre y que le hacen desear la muerte.
Pero Galeno (129-200 d.C.) junto con Hipócrates
fueron los médicos que sin lugar a dudas ejercieron
mayor influencia en la historia antigua de la medicina
occidental. Fortaleciendo los planteamientos hipocráti-
cos Galeno aseguró la tesis de que los cuatro humores
del hombre guardaban estrecha relación con la edad y

130
las estaciones del año, así, asoció la unidad sangre-
aire con primavera y enfermedades o dolencias propias
de la infancia. La bilis amarilla-fuego, al verano y la
adolescencia. La melancolía o bilis negra-tierra, al oto-
ño y la madurez; y la flema-agua, al invierno y la se-
nectud.
Galeno, educado y fuertemente influido también por
la escuela de Alejandría, argumentó que en el dolor
existe tanto una alteración fisiológica como una per-
cepción sensorial. La percepción dependía del alma
psíquica y necesitaba tres condiciones: un órgano para
recibir impresiones exteriores, una vía de comunica-
ción y un centro para transformar la sensación en per-
cepción consciente. Con estas bases elaboró una
compleja teoría de la sensación en la cual el centro de
la sensibilidad era el cerebro.
Dedicó gran parte de su vida a la investigación so-
bre anatomía humana y sobre el funcionamiento del
sistema nervioso para describir el mecanismo del do-
lor, toda vez que consideraba al dolor como un asunto
nervioso. Estudió las influencias orgánicas del dolor, se
refirió a las contracciones cardíacas y a los trastornos
del funcionamiento del sistema nervioso central y dijo
que las imágenes y sensaciones producidas por el
humor negro o la melancolía, dejaban su huella indele-
ble en el cerebro, es decir, que se podía hablar del do-
lor desde la memoria, desde el recuerdo.
En consecuencia, Galeno recomendaba que este
padecimiento se atendiera mediante masajes, ejercicio,

131
calor, opio, corteza de sauce, cáñamo y otras drogas
que permitieran tranquilizar y relajar al paciente.
Adoptó la distinción de Erasístrato entre nervios
sensitivos y motores, y denominó a los duros nervios
motores, y a los blandos nervios sensitivos. Afirmando
que los nervios no se originaban en las mismas partes
del encéfalo y que no seguían las mismas vías; esta-
bleció un tercer tipo de nervios, específicamente rela-
cionados con el dolor y que servían para reconocer las
lesiones. Explicaba que la sangre arterial se filtraba en
el cerebro y se convertía en pneuma psíquico, que a
través del tercer ventrículo y la médula espinal, llegaba
a los nervios periféricos y se producía el dolor.
Definió el dolor como: sensación molesta que es
captada por todos los sentidos, fundamentalmente por
el tacto, cuya intensidad es inversamente proporcional
a la intensidad de la respiración y que, aunque puede
llevar a la extenuación física y moral, tiene la finalidad
inmediata de advertir y proteger, pero también tiene
utilidad como elemento diagnóstico y pronóstico y co-
mo un indicador de que un órgano afectado por una
enfermedad no está muerto; considera a la persona
insensible al dolor como un cadáver viviente, un indivi-
duo enfermo y tocado de la mente. Para que se pro-
duzca dolor –decía Galeno- las impresiones recibidas
deben tener una gran intensidad, con un elemento de
violencia suficiente como para producir un cambio
brusco en la constitución del temperamento (Fernán-
dez, 1999).

132
Avicena (980-1036), uno de los principales expo-
nentes de la medicina islámica, analizó las aportacio-
nes de los griegos y realizó numerosos trabajos sobre
medicina concediendo particular importancia al estudio
del dolor. Para Avicena, el ser humano poseía “senti-
dos internos” y “sentidos “externos” que hallaban su
centro de regulación en los ventrículos cerebrales y el
cuerpo estaba compuesto de cuatro temperamentos
con una proporción especial para cada órgano o
miembro. El dolor aparecía cuando existía una pertur-
bación en el temperamento ideal de una parte del
cuerpo y cada tipo de dolor se explicaba como resulta-
do de cambios específicos en los temperamentos. El
uso del cáñamo fue uno de los más frecuentados por
Avicena para atender el dolor.
Propuso una clasificación de 15 diferentes tipos de
dolor, pero su tipología más general consideraba sólo
una doble división: dolor como sensación proveniente
del sistema nervioso central que tiene tres característi-
cas: energía, fuerza, calor, y, dolor como sufrimiento
de un corazón pesaroso cuyas características eran la
disminución de la fuerza, el abatimiento y la tristeza.
Decía Avicena: “el corazón siente y el cerebro manda”
en una clara alusión a las diferentes reacciones y emo-
ciones que experimentamos ante el dolor como expe-
riencia de fuerza, voluntad y lucha.
Cerebro y estómago fueron los órganos más estu-
diados por Avicena, aunque el cerebro era considerado
punto de partida de las enfermedades y centro de re-
cepción de ellas, mientras que el estómago solamente

133
era lugar de gestación de algunas enfermedades. Asi-
mismo, consideraba que es en el cerebro donde se
desarrollan los sentidos internos: el sentido común, la
memoria y las virtudes de conocer, imaginar o estimar.
Seguidor de Hipócrates, Avicena insistirá en que la
causa de toda dolencia en el hombre proviene del des-
equilibrio humoral, aunque dejaba en claro que el ce-
rebro era un órgano regulador de la vida somática y
afectiva.

3.2. Edad Media

El respeto que suscita el deber en la conciencia


está más cerca de un sentimiento de dolor que de placer

E. Ocaña

Todos los mitos de creación exigen grandes batallas y


sacrificios para establecer un orden humano frente al
caos y el desconcierto. Durante la Edad Media, al peso
ideológico de la filosofía aristotélica se sumaría el de
los dogmas del cristianismo para adoptar al dolor como
la necesaria penitencia frente al pecado y la necesidad
de redención. Esa falta cometida contra el dios cristia-
no liberó acuerdos nuevos para engendrar otras inter-
pretaciones y sentidos del dolor. El dominante fue, sin
duda, concebir al dolor como un mal. Una nueva ética
frente a la vida se inauguraba y la fatalidad del dolor
como constante se transformó en principio unificador.

134
Por lo tanto, era menester declarar y aprender a
vivir con el mayor desprecio por la naturaleza mundana
del cuerpo como materia finita, a cambio de sublimar la
existencia del alma que, por su carácter de eternidad,
ofrecía mejores rendimientos para recibir la gracia de
Dios. Crear una pedagogía para aceptar y dar sentido
al dolor propio y ajeno, es, posiblemente, una de las
más importantes aportaciones éticas de la edad media.
Otra sería el intento por unificar lo divino, infinito e in-
accesible con lo terrenal y finito.
Entre algunas de las consignas o metáforas triunfa-
listas que cita Vedel en su estudio sobre la época,
menciona:

La felicidad y la alegría resultan acontecimientos dia-


bólicos; la tristeza y el infortunio, por el contrario, son
escuela de la virtud, distinción que Dios hace a sus
elegidos, prenda de recompensa en la otra vida. Pre-
cisa matar los sentimientos terrenos. Se ha de ser pa-
ciente en la desgracia y sufrir la injusticia de un modo
animoso. Es necesario buscar a aquellos que están
sumidos en el dolor, y derramar llanto por las penas
de los demás, sintiéndolas como si fueran propias, llo-
rando con los que lloran y sufriendo con los que sufren
(Vedel, s/f, p. 16-17).

En esta perspectiva, padecer dolor implica el sacri-


ficio de la transformación en tanto que, como no po-
demos negar el dolor, el dolor nos niega a nosotros
como una forma de dejar de ser. La resonancia de la
invitación de Cristo a sufrir con resignación ha conven-
cido y cubierto a la mayoría de las poblaciones de oc-
cidente con mandatos que se consignan en la Biblia:

135
... Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bien-
aventurados los misericordiosos, porque ellos alcan-
zarán misericordia. Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llama-
dos hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos
por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien,
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos;
pues de la misma manera persiguieron a los profetas
35
anteriores a vosotros ...

Rendirse ante el dolor y reconocer en él la gracia


de las indulgencias era el sentido atribuido al sufri-
miento y sus recompensas. En el Evangelio según San
Lucas se agrega, incluso, la invitación para seguir a
Dios a costa de negarse a sí mismo y resignarse a
sufrir. Dice:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí


mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
36
pierda la vida por mí, ese la salvará...

En la Edad Media se considera que el dolor, ya sea


por enfermedad o auto infligido, es grato a Dios y se
limita o rechaza el uso de sustancias o remedios que lo
mitiguen, porque se entiende que el dolor redime al

35
Evangelio según San Mateo, L6 20-23.
36
Evangelio según San Lucas, Lc 14 27 y Lc 17 33

136
hombre de sus culpas. La Iglesia hizo un explícito re-
chazo al uso de cualquier sustancia que produjera nar-
cosis, aturdimiento o sugestión, y comparó estas
reacciones con las que resultaban por intermediación
de la brujería, la herejía y el satanismo.
El uso de la corteza del sauce para elaborar un ju-
go o para utilizarlo como compresa ante la fiebre o la
inflamación, que se venían utilizando desde el siglo XV
a.C., dejó de ser mencionado en los libros médicos de
la Edad Media, y, en algunos lugares de Europa, se
asoció el uso de la herbolaria con las prácticas de bru-
jería o hechicería. Fueron las mujeres quienes siguie-
ron encargándose de su administración para el
enfermo o el ser doliente y fueron ellas las que tuvieron
que enfrentarse a los castigos de la Santa Inquisición
(Bayer, 2004). No obstante la persecución religiosa, se
continuó con el uso de algunas plantas como la ama-
pola, la mandrágora, el cáñamo y el beleño para paliar
el dolor y los tratamientos se acompañaban con masa-
jes, oraciones, ejercicios y dietas.
Padecer el dolor, entonces, se convirtió en una ex-
periencia de salvación, en una exigencia religiosa aso-
ciada al pago de culpas y como una posibilidad de
adelantar indulgencias para hacerse acreedor a una
“mejor vida” después de la muerte. Esta particular idea
de justicia divina admite que el dolor que se sufre
mientras se vive entre los mortales es temporal e in-
comparable al que puede sufrirse en la eternidad de
los infiernos. En ese tenor, a finales de la Edad Media,
Dante Alighieri expresa la visión teológica y dogmática

137
de la época mediante el poema alegórico La Divina
Comedia escrito entre 1300 y 1318.
En el capítulo tercero del Infierno, Dante nos deja
adivinar la suerte del cuerpo que en vida se ha co-
rrompido por el pecado y seguirá el destino del infierno;
lugar de tormento, de castigo, terror y sacrificio. Lugar
de eternidad para sufrir la condición humana, ámbito
de dolor; por lo tanto, inframundo que habitan los seres
solitarios que sufren. Es el infierno una sólida “conjetu-
ra imaginativa” (Elizondo,1992) en la que se prescribe
la desolación eterna, la exclusión, la falta total de liber-
tad. En el infierno, el dolor todo lo domina y lo somete;
es un poder omnisciente, omnipotente y omnipresente,
y, por lo tanto, es un poder que se dirige a causar efec-
tos a perpetuidad.
Según el poema inscrito en la puerta del Infierno se
lee la sentencia:

Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al


eterno dolor: por mí se va hacia la raza condenada: la
justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divi-
na potestad, la suprema sabiduría y el primer amor.
Antes que yo no hubo nada creado a excepción de lo
inmortal y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros, los que
entraís , abandonad toda esperanza (Alighieri,1998,
p.17).

A partir del siglo XI, una mayor tolerancia posibilita


que el opio comience a ser utilizado por médicos y bo-
ticarios respetables y se retoman, nuevamente, las
enseñanzas de Galeno e Hipócrates abandonadas du-
rante el periodo de mayor oscuridad del medioevo, a
consecuencia del poder hegemónico de la Iglesia.

138
En el siglo XII (Fernández,1999)se acudía al llama-
do Antidotarium Nicolai que recomendaba el uso de la
"esponja soporífera" como anestésico. Fue Nicolás de
Salerno el primero que se atrevió a publicar la receta
de la "esponja" que consistía en: partes iguales de
opio, beleño y mandrágora molidos y macerados en
agua y especificaba: "cuando quieras serrar o cortar a
un hombre empapa un trapo en esto y aplícalo a las
narices durante algún tiempo". A finales del siglo XIV el
uso del opio se encontraba bastante difundido, aunque
las frecuentes sobredosificaciones hacían reaparecer
el criterio teológico-moral de siglos anteriores.

3.3. Renacimiento

En la Edad Media, el hombre leyó la naturaleza


para tratar de adivinar cómo las distintas criaturas
servían a los fines de Dios. La Ilustración también
leyó la naturaleza pero trató de discernir
qué debía hacer el <hombre>

E. Becker

Con Dante se abre paso el Renacimiento, periodo de la


historia que se relaciona con la nueva búsqueda de
razones para reflexionar acerca de la existencia huma-
na desde una mirada antropocentrista confiada en la
racionalidad científica y los progresos técnicos. Época
de grandes cuestionamientos sobre los rigores exigi-
dos por la iglesia que censuraban la vida animosa o
pasional, la libre reflexión y la apertura a ideas nuevas,
tachando como anormales, pecadores y melancólicos

139
a los herejes y alquimistas que buscaban fórmulas dife-
rentes para comprender y explorar el mundo.
Ya en el florecimiento del Renacimiento, el médico
y químico suizo Paracelso (1493-1541), entre otras
tareas, se encargó de estudiar el dolor y las obligacio-
nes del médico para con los enfermos que sufren do-
lor. Para él, era más importante la ayuda moral que un
médico pudiera proporcionarle al paciente, que el ejer-
cicio de su arte médico, pues mientras la primera acti-
tud se constituía por sí misma en mandamiento (orden,
precepto); la segunda, sólo debía entenderse como un
quehacer o actividad de menor importancia.
Es de gran relevancia su pensamiento porque su-
giere que el dolor es auto implicación, experiencia que
se nutre a sí misma pero que requiere de un semejante
que escuche y atienda la dolencia.
Discutiendo los postulados básicos del modelo de
la Teoría Humoral, puede considerarse a Paracelso
como uno de los precursores de la investigación quími-
co farmacológica y de la homeopatía. Una de sus tesis
fundamentales consistía en asegurar que el cuerpo del
hombre se constituía de los mismos elementos físicos
y químicos de los que estaba constituida la naturaleza.
Paracelso agregó a los elementos y combinaciones
hasta entonces propuestos por la Teoría Humoral, la
llamada Tria Prima que estaba constituida por azufre,
mercurio y sal, sustancias que mezcladas con otras,
constituyeron su farmacopea básica.
Paracelso se rebelaba ante al dogmatismo galénico
y se aventuró a proponer nuevas teorías sobre la cau-

140
salidad de la enfermedad y sobre la acción terapéutica
de los medicamentos. Para enfrentar el dolor prescribió
el uso de opio y de otras hierbas naturales (eléboro y
adormidera, por ejemplo) así como métodos terapéuti-
cos físicos: electroterapia, masaje, ejercicio y aguas
minerales. Asimismo, investigó la acción anestésica del
éter sobre los pollos y la describió como una sustancia
que elimina todos los sufrimientos y alivia todo dolor.
(Fernández, 1999).
Encontró que existían similitudes entre las enfer-
medades y los recursos empleados para su cura, y
logró la prescripción de dosis exactas de medicamento
dependiendo del padecimiento y la persona. A pesar
de sus esfuerzos por atender la melancolía, que atri-
buía a un exceso del principio mercurio y un daño al
archeus (fuerza vital) del enfermo, Paracelso se refirió
a la limitada acción que tiene la medicina para aliviar la
melancolía y el dolor, padecimientos cuya persistencia
impedían, según él, la curación verdadera de las en-
fermedades.
En vez de referirse al alma, como sus antecesores,
argumentó que todos los seres humanos poseemos un
“cuerpo invisible” que es propenso a dañar o restaurar
el cuerpo físico y que su ayuda es mayor que la que
puede proporcionar un médico. Aseguraba:

…el cuerpo invisible puede curar al cuerpo visible, lo


que ayuda a comprender la luz natural. Puede procu-
rarle otros beneficios todavía y cubrir a otro de honor
al realizar tales maravillas, pues se cosecha lo que no
se ha sembrado y se encuentra lo que no se ha es-
condido (Paracelso, 2001, p.125-126).

141
Para sentir el dolor, decía, sólo se necesita de un
cuerpo físico dotado de los órganos de los sentidos,
para conocer el dolor, se necesita del cuerpo invisible
que es lo que cada persona es. Con cierto sentido poé-
tico decía:

Hay en nosotros un eterno verano que nunca se halla


sin frutas o flores… Así, deberíamos poner en marcha
nuestros poderes interiores para no ser dirigidos por
los cielos, sino por nuestra sabiduría…(García,1981,
p. 63).

Con respecto al tratamiento del dolor, Paracelso


recomendaba no escatimar ningún recurso o medio
para mitigarlo:

Hay que poner fin a la aflicción y evitarla por


todos los medios disponibles, y en toda justi-
cia, mediante el diablo, el espíritu, el médico,
el criminal, mediante todo cuanto se tenga a la
mano. (Paracelso,2001, p.108).

Por su parte, el término melancolía y la descripción


de este padecimiento, si bien logró sobrevivir hasta
mediados del siglo XIX37; se vio desplazado por el tér-
mino depresión para referirse a los problemas de tipo
afectivo o del estado de ánimo (no siempre tratados
como enfermedades)38. Asimismo, la palabra melanco-

37
Otras palabras como soleen, acedia, alienación, duelo, fue-
ron también términos que se emplearon para definir la melan-
colía. Así como se llamó lipemanía o locura circular a la tristeza
extrema.
38
Estimaciones del 2005 calculan que existen aproximadamen-
te 340 millones de personas en todo el mundo que sufren de-

142
lía se comprometió con los estados románticos y de
producción artística o se reservó para referirse a la
añoranza, al recuerdo o la nostalgia, perdiendo de este
modo, el carácter patológico y trágico que le dio su
origen.
Otro de los grandes renacentistas, Leonardo da
Vinci (1452-1519), relacionó la sensación dolorosa con
la sensibilidad táctil y consideró que el dolor era trans-
mitido por los nervios (estructuras tubulares) y por la
médula espinal hasta el centro de la sensación locali-
zado en el tercer ventrículo cerebral. Esta concepción
anatómica y fisiológica fue seguida por otros autores
del siglo XVI como Andrés Vesalio (1514-1564) que
publicaría en 1543 el texto De humani corporis fabrica
que constituyó el primer tratado de anatomía39. En él,
se dedicaba una sección a explicar la estructura de los
nervios, del cerebro y de los órganos sensoriales que
hacían más comprensibles las opiniones de Leonardo.

presión, que la edad media para su diagnóstico ha descendido


10 años -situándose actualmente entre los 25 y los 30 años- y
que por cada hombre la padecen 3 mujeres. Los síntomas que
comúnmente se pueden encontrar son: tristeza, cansancio,
irritabilidad, ansiedad, ganas de llorar, cefaleas, apatía, aisla-
miento o lentitud. Los afectados suelen consultar traumatólogos
cardiólogos o neumólogos, antes que a cualquier otro especia-
lista.
www.psiquiatria.com/noticias/depresion/diagnostico
39
Este tratado se considera el más completo hasta entonces,
aunque anteriormente Da Vinci ya había elaborado uno. Esta
tarea se había visto favorecida por la autorización que el Papa
Sixto IV (S XIV) había establecido en torno a la permisividad
para la disección de cadáveres.

143
Da Vinci estudió el cuerpo del hombre como una
estructura que sigue las mismas leyes de constitución
que cualquier otro organismo de la naturaleza, pero
distinguió, para el ser humano, la existencia del espíritu
que engendra las pasiones y que provee a la arquitec-
tura corporal del ánimo por existir. En los Cuadernos
de notas (1999) escribió numerosas recomendaciones
acerca de lo que los pintores deben considerar cuando
tratan de interpretar en un lienzo la figura humana.
Dice, por ejemplo, que un cuerpo humano que no
sea capaz de experimentar o de expresar una emo-
ción, equivale a un cuerpo muerto y que esto dificulta
el trabajo del artista, por lo que debe obligarse a cono-
cer los mecanismos internos por los que se gobierna la
anatomía corporal para estar en condiciones de poder
representar, en el dibujo, un sentimiento.
Añade que el cuerpo dispone naturalmente de las
estructuras físicas para comunicar lo que el alma sien-
te; y que, lo que el alma siente se corresponde con lo
que el individuo es y vive cotidianamente. Menciona
que las pasiones más importantes son frecuentemente
reconocibles por sus efectos o cambios en la presencia
corporal.

En cuatro dibujos presentaré cuatro condiciones uni-


versales del hombre. Esto es: la alegría, con varias
formas de risa y cuál es la causa de la risa; el llanto,
en sus varios aspectos y sus causas; la lucha, con sus
varias formas de matar: arrebato, miedo, ferocidad,
asesinato y todo lo concerniente a este campo; el tra-
bajo, con esas acciones de tirar, empujar, transportar,
parar, sostener y cosas parecidas (p.51).

144
Por aquellos años Jean Fernel (1497-1588) consi-
deró al dolor como una sensación relacionada con el
tacto, pero con capacidad de dañar al organismo y de-
jar evidencias. En sus disecciones, describe y analiza
las transformaciones patológicas que pudieron estar
asociadas a la vivencia del dolor.
Ambroise Paré (1507-1591), por su parte, se en-
contró con el dolor en condiciones desoladoras. Siendo
barbero se incorporó al ejército y viendo el sufrimiento
de los soldados heridos, echó mano de los recursos
que tenía a su alrededor para intentar aminorar el do-
lor. Aplicó en las heridas un “digestivo”, cuyos compo-
nentes no sólo aliviaron el dolor sino que además
favorecieron la cauterización de las heridas. Ya como
cirujano reconocido por sus logros, afirmó: "el dolor es
como un sentimiento triste y adverso, como resultado
de un cambio súbito o por una interrupción de la conti-
nuidad" (Fernández,1999).
Montaigne (1533-1592), se propuso la revisión de
textos clásicos en un intento por descubrir las constan-
tes que han prevalecido en los intereses y la confor-
mación de la cultura humana. Encontró que el dolor
forma parte de la condición humana que hace palide-
cer cualquier otra sensación y que su afectación al es-
píritu es suprema e inevitable.
En el ensayo De la crueldad, refiere que es la
crueldad entre los seres humanos el dispositivo más
efectivo para ocasionar dolor, porque se afecta el sen-
tido moral de la organización humana y amenaza con
desintegrar cualquier vínculo entre los seres (Montaig-

145
ne, 1997, p. 203-210). En esta apreciación se destaca
que el hombre puede sufrir por los demás, pero tam-
bién a causa de ellos porque la existencia de la socie-
dad exige la disposición de los seres humanos a no
dejarse gobernar sólo por lo que sienten.
Otros protagonistas importantes que tienen gran
influencia ideológica fueron los poetas místicos, entre
los que destacan San Ignacio de Loyola (1491-1556),
San Juan de la Cruz (1542-1591) y Santa Teresa de
Jesús (1515-1582), para quienes la aceptación del do-
lor y el dolor auto infligido tenía la función primordial de
purificar el alma y permitir un acercamiento a Dios. El
principal motivo de su obra es el ofrecimiento de la vida
y del dolor a Dios con el propósito de clamar su miseri-
cordia y perdón. Vivir para lamentarse y reconocer en
la muerte una forma de liberación ante la debilidad
humana que conduce al hombre a satisfacer sus apeti-
tos.
La auto represión que se exigía alcanzó diversas
las esferas de la vida social y a sectores de la pobla-
ción que estaban convencidos del beneficio de sufrir.
Por su parte, la Iglesia censuraba la falta de templanza
en el carácter de los hombres que los inclina a vivir
pasiones que los dominan y los ciegan de razón; por lo
tanto, el dolor se ha impuesto como penitencia moral
para disminuir la ira de Dios, que en ese momento pa-
recía manifestarse por la presencia de las grandes epi-
demias de peste40.

40
Las terribles epidemias como fuente de temor, pronto empe-
zarían a desdibujarse gracias a las aportaciones de Girolamo

146
De esta etapa recojo tres textos muy conocidos41 y
que manifiestan esa visión atormentada de la vida:

SONETO XV
(Garcilaso de la Vega)
(1501-1536)
Si quejas y lamentos pueden tanto,
que el curso refrenaron de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;
Si convirtieron a escuchar su llanto
las fieras tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,
¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasadas,
un corazón conmigo endurecido?
Con más piedad debería ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.

GLOSA
Santa Teresa de Jesús
(fragmento)
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

COPLAS DEL ALMA QUE PENA POR VER A DIOS

Fracastoro (1478-1553) en torno a la causalidad y combate de


las enfermedades contagiosas.
41
La transcripción del soneto y de la glosa se hizo del libro :
Poesía mística, EDIMAT LIBROS, España, 1998, p. 59, 62 y la
copla del libro: Poesía de San Juan de la Cruz, Ediciones La
Verónica, México, 1963, p. 34.

147
San Juan de la Cruz
(fragmento)
Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor,
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

Resumiendo, entre los siglos XVI y XVII, se empe-


zaron a producir rupturas económicas, ideológicas y
políticas, trascendentes para el desarrollo de Europa.
El régimen feudal y el poder absoluto de la iglesia es-
taban llegando a su fin, y, mientras emergía la burgue-
sía como clase económica dominante, grandes
sectores de la población fueron alcanzados por el
hambre y la pobreza. Las epidemias de peste que iban
asolando a Europa, así como las guerras de religión y
las luchas monárquicas, contribuyeron a debilitar cada
vez más el orden social impuesto por la Iglesia.
Pero todavía fue más notable la importancia que el
laicismo iba logrando en las principales ciudades de
Europa y que permeaba en la política y en la estructura
misma del Estado Moderno, gracias al espíritu inquisi-
tivo contra los dogmas religiosos y el peso ganado por
el pensamiento racional sobre la educación, el conoci-
miento del hombre y la producción de la ciencia positi-
va; a lo que contribuyó de manera significativa la
difusión de libros en lenguas distintas al latín, logro que
se facilitaba por el desarrollo de la imprenta y el co-
mercio internacional.

148
Además, entre la anatomía detallada con rigor por
Vesalio en 1593 y la propuesta de Galileo sobre una
nueva visión del universo, ya se venía gestando una
propuesta metodológica que revolucionaría la forma de
reflexionar, exponer y resolver problemas: el llamado
método científico fundado en la experimentación y la
demostración clara y abierta de sus resultados que
puso en entredicho las creencias inamovibles del dog-
ma religioso.
Describir cómo eran las cosas o los fenómenos que
se observaban, medir cuánto duraban, pesaban o al-
canzaban, cuál era su mecanismo de funcionamiento y
sus relaciones, qué fuerzas intervenían; o descompo-
ner y conocer cada uno de los elementos que le con-
formaban; fueron a partir de entonces, actividades
sustantivas que abandonaron, para un segundo plano,
las preguntas o respuestas relacionadas solamente
con la especulación filosófica.
Así, mientras la decisión y destreza de Vesalio le
permitió diseccionar y conocer el funcionamiento del
cuerpo humano que describía como una máquina; Ga-
lileo demostró las tesis copernicanas y daba cuenta de
un universo totalmente físico, abierto y lleno de posibi-
lidades, sometido a movimiento y magnitudes que po-
dían conocerse matemáticamente y que podían
representarse en modelos de simulación. Asimismo,
aquel humor negro característico de los melancólicos,
el acendrado misticismo y aquella tendencia a sufrir
dolor como parte de los reclamos de la iglesia para ser
merecedor de indulgencias, empezaron a registrar un

149
proceso de cuestionamiento y abandono concomitan-
tes a la decadencia de la Iglesia.
Esa voluntad de sufrir como acto de purificación
comenzó a transformarse en voluntad de libertad, en la
instauración dominante del principio de libre albedrío
para la construcción del sujeto moderno. La melancolía
tomó un carácter creativo y estético y las universidades
iniciaron un cambio radical en las formas de organiza-
ción del trabajo intelectual y científico. Los tratamientos
morales para redimir al hombre del dolor, fueron susti-
tuidos por tratamientos médicos fundados en las nue-
vas ciencias bioquímicas. Asimismo, los trastornos de
juicio o de humor se sustituyeron, tiempo después, por
los trastornos mentales y del ánimo.
En el siglo XVII empezaron a desarrollarse las so-
ciedades científicas y aparecieron las primeras publi-
caciones periódicas que permitieron la difusión de los
importantes avances que se produjeron en anatomía,
biología, fisiología, física y química. El predominio de la
razón científica, el desarrollo del individualismo y de la
visión mecanicista caracterizaron el surgimiento de la
Modernidad y las revoluciones científico-técnicas ilumi-
naron los escenarios del escepticismo para hacer flo-
recer el pragmatismo en todas las actividades
humanas.
El pensamiento humanista, que caracterizara al
Renacimiento, lejos de alcanzar la liberación y amplitud
de miras para desarrollar el bien común y garantizar la
salvaguarda de la dignidad humana se vio estancado.
En palabras de Becker, durante el Renacimiento se

150
exaltó el individualismo, se produjo la completa des-
trucción de toda posibilidad de altruismo y comunita-
rismo y el carácter social del arte adquirió el estatus
personal de los creadores y adquirió su valor en el
mercado privado. En una fuerte crítica a los resultados
del Renacimiento, dice Becker (1993):

Mientras que la Edad Media conoció el verdadero ser-


vicio y la verdadera lealtad del hombre para con el
hombre, el Renacimiento realmente representó una
paralización de estos sentimientos... aprobaba el lucro
particular... las grandes ciudades eran mercantiles y
las estatuas públicas exaltaban el poder al servicio del
capital... era una vida pública que se ofrecía a la gen-
te, y que no era creada por ésta (p. 312-315).

Razones suficientes para que los frutos declarados


carecieran de significado para la sociedad en general
y, por lo tanto, tampoco representativos para alargar su
existencia. Una nueva perspectiva se ofrecía para al-
bergar una racionalidad distinta: conducir el desarrollo
científico y estético en la vía del positivismo pragmático
bajo el argumento del progreso continuo y al amparo
de estructuras sociales sólidas y liberando al hombre
de la ignorancia y el sufrimiento.

151
3.4. Modernidad
Ustedes que miran todo con los ojos
siempre abiertos, ¿no se baña alguna
vez su lucidez en lágrimas?

M. Serres

...el respeto que suscita el deber en la


conciencia está más cerca de un sentimiento
de dolor que de placer

E. Ocaña

El siglo XVII se distinguió por las aportaciones que


Descartes, Spinoza, Bacon, Leibniz, Hobbes y Locke,
principalmente, hicieron para construir una nueva sus-
tentación epistemológica acerca del mundo y del hom-
bre. La proposición de conocer el mundo y
transformarlo mediante el trabajo científico, fue una
apuesta de la razón ilustrada que otorgó un lugar pre-
ponderante a la inteligencia humana en el marco de
nuevos valores y principios éticos (igualdad, libertad,
fraternidad y justicia). Durante el período de la Ilustra-
ción, unas ciencias se enfocaron al estudio de la natu-
raleza física para su mejor conocimiento y explotación,
mientras otras se abocaron al mundo del sujeto, el
pensamiento y al estudio de las acciones humanas en
sociedad.
Después de importantes cambios económicos, polí-
ticos y culturales a mediados del siglo XVIII, Inglaterra,
Francia y Alemania encabezaron la revolución indus-
trial europea, la conformación de los Estados moder-

152
nos al servicio de una nueva clase social y al desarrollo
de una nueva filosofía acerca de la vida, del conoci-
miento y de sus aplicaciones técnicas.
El estudio sobre el dolor también reportó cambios
notables y el primero de ellos fue de carácter topológi-
co y físico42. La investigación en cadáveres alentó el
estudio de la anatomía y de la patología y en tanto que
era localizable y visible el órgano, el tejido o el interior
de un hueso, se pudo imaginar y asegurar que era po-
sible establecer el sitio exacto donde el dolor se anida-
ba. Asimismo, en tanto que era visible el desequilibrio
del cuerpo, medible su calor y apreciable el color
cuando la “normalidad” se alteraba, era posible compa-
rar valores y regirse por la estabilidad o alteración de
éstos para emitir un diagnóstico. Y en la medida que se
podía observar, extraer y hasta eliminar microorganis-
mos "patógenos"; se podía crear la farmacia como una
profesión calificada y diseñar los instrumentos para
alargar la mano y la mirada del que cura.
Es decir, cuando la logística del poder médico se
hizo diáspora e inundó de criterios oficiales el orden de
42
La responsabilidad del conocimiento se centró en la dimen-
sión objetiva y la materialidad tangible logró ser representada
en el lenguaje unificado de la ciencia. La anatomía humana de
G. B. Morgagni (Italia, 1682-1771), que se desarrolló con cadá-
veres, pronto ofreció la desintegración detallada del cuerpo y la
ubicación topográfica de las lesiones, proporcionando otro tipo
de certeza sobre la naturaleza física, finita y divisible del cuer-
po. Visión que para el siglo XIX alimentó el desarrollo de las
prácticas quirúrgicas de carácter funcional y restaurador en
seres vivos, escenario que contribuyó decididamente en la
búsqueda de recursos anestésicos y analgésicos.

153
la vida; fue entonces que las prácticas médicas ofician-
tes y oficiales se divorciaron y dejaron de alumbrar los
mismos caminos recorridos hasta entonces. La legiti-
mación de las profesiones contó con un cuidadoso me-
canismo de organización y legitimación de los saberes
y prácticas profesionales, de modo que el ejercicio de
la medicina abandonó la imagen de práctica popular y
doméstica de carácter empírico.
Concederle al dolor el estatus subordinado del cri-
terio médico naturalmente redujo su importancia en
otros órdenes de la vida. Para los modernos era de-
seable y posible lograr conocimientos a partir de des-
cripciones exhaustivas acerca de los fenómenos
observados. Este hecho trajo consecuentemente, una
nueva exigencia para la ciencia: la creación de lengua-
jes especializados.
Por otra parte, el principio de causalidad dominante
hacía suponer la existencia de factores determinantes
para producir, disminuir o evitar el dolor. Desafortuna-
damente, la sola descripción y clasificación de signos y
síntomas por enfermedades o trastornos, proveyó de
esquemas poco analíticos y respuestas médicas poco
efectivas en muchos casos.
En el siglo XVIII los valores radicaban en la certeza
de que el avance del conocimiento conducía al perfec-
cionamiento estético y civilizatorio, que era lo verdade-
ramente incuestionable e incorruptible y, por lo tanto,
un individuo moderno era quien participaba del desa-
rrollo del conocimiento y del arte. Esa idea se modificó
en el siglo XIX cuando se asumió que los cimientos de

154
la modernidad deberían reposar sobre las aportaciones
de la ciencia al desarrollo socioeconómico. Por lo tan-
to, los nuevos objetivos de la ciencia deberían ser: veri-
ficar, reproducir, predecir y crear en modelos
experimentales el saber que tuviera usos prácticos in-
mediatos. Entender cada problema como un mecanis-
mo que se puede armar o desarmar y ser resuelto a
través de producir otro mecanismo semejante que repi-
ta el diseño o lo reemplace.
La Modernidad se preocupó por ordenar, represen-
tar, interpretar y narrar lo ya dicho en un lenguaje an-
tropocéntrico, sustituyendo la metafísica aristotélica por
la física newtoniana y dejando espacios abiertos a to-
das las ciencias y las humanidades. Esta antropodicea
se propuso una nueva relación de los hombres con la
naturaleza y de los hombres con su sociedad, asu-
miendo que el uso de la razón y la reflexión sistemáti-
ca, ofrecería al hombre la mayoría de edad para
ejercer su gobierno sobre el mundo (Bozal, 1987). El
surgimiento de las instituciones sirvieron a esos fines y
su carácter permanente, exigió el establecimiento de
controles disciplinarios para legitimar, profesionalizar y
reproducir el conocimiento (Comisión Gulbenkian,
1996).
A este contexto sociohistórico, contribuyó, sustan-
cialmente, René Descartes (1596-1650) quien planteó
por primera vez de forma estrictamente racional, el
problema de cómo se produce el dolor. Concebía al
cuerpo humano como una máquina física que posee
un alma inmaterial e intentó una explicación mecánica

155
de todas las funciones del cuerpo y una explicación
metafísica de las funciones del alma. Consideró que
tanto las funciones sensitivas como las motoras radi-
caban en el cerebro y situó el sensorium commune (el
punto convergente de todas las sensaciones) en la
glándula pineal (por su situación central y por ser el
único órgano no duplicado del cerebro). La glándula
pineal también era, para Descartes, el lugar del alma
cuya naturaleza era espiritual y razonadora;43 mientras
que los nervios periféricos contenían “hebras finas” que
conectaban el cerebro con las terminaciones nerviosas
de la piel y otros tejidos.
Descartes consideraba que la percepción del dolor
ocurría en el alma como una sensación imprecisa que
podía ser producida por la acción de objetos externos o
por el mismo cuerpo. Vinculando la sensación del dolor
al tacto, concluía que cualquier sensación se torna do-
lorosa cuando su intensidad supera un cierto nivel.
Su teoría del dolor, conocida en el campo de la es-
pecificidad sensorial o nerviosa, planteaba que los ner-
vios eran estructuras tubulares que contenían un gran
número de filamentos que conectaban las terminacio-
nes nerviosas de la piel y otros tejidos con la sustancia
cerebral, transmitiendo los estímulos sensoriales, me-
diante espíritus naturales que concebía como una es-
pecie de viento o llama sutil proveniente de la sangre.
Señaló, que el dolor tenía cercanía con la tristeza y
que ésta se llegaba a constituir en una pasión o un

43
Y no de rango inferior como el alma sensitiva de la escuela
aristotélica.

156
estado del alma y no un accidente, pero en todo caso,
era una condición del ser humano y no necesariamente
una condena, algo venido de afuera o un estado ingo-
bernable. Mientras que el dolor dependía estrictamente
de la mecánica del cuerpo, podía tener origen externo
y podía constituirse en un estado ingobernable.
Recordemos que en la antigüedad clásica los grie-
gos asignaban a la pasión un carácter de accidente al
considerar que el sufrimiento, la pena, el dolor, no eran
inherentes a nuestra naturaleza y, por lo tanto, la pa-
sión como accidente o acontecer era objeto de estudio
de la filosofía y componente esencial de la mitología.
Otros espacios de existencia de la pasión fueron reser-
vados a la poesía y en general a las artes. Galeno, en
su obra Tratado de las pasiones del alma y de sus
errores, señaló que las pasiones son temibles pues
impiden el libre juicio y el pleno ejercicio de la voluntad
y representan una especie de falsa naturaleza del
hombre.
Por lo tanto, las pasiones producirían movimientos
del alma que enferman y limitan la voluntad. Para este
tipo de enfermedades, Galeno había propuesto el ejer-
cicio de la medicina moral (Parret,1986). La pasión
también había sido estudiada en su relación con lo fe-
menino y con las enfermedades del alma, considerán-
dola pasiva y a la vez caótica44.

44
Aquí utilizo la palabra pasión proveniente del griego pathos
que significa sentimiento, emoción afecto, afección, tensión. En
medicina pathos, como se sabe, significa enfermedad. La pa-
sión se ha comprendido generalmente como algo opuesto a la
razón, como fuerza que alienta las acciones de los hombres o

157
Estos planteamientos fueron estudiados por Des-
cartes quien además aventuró otra hipótesis al afirmar
que también existía autonomía del cuerpo para sentir
dolor y que este dolor era el causante de nuestra tris-
teza. El dolor, decía: “proviene siempre de alguna ac-
ción tan violenta que hiere los nervios” y daña el
cuerpo (Descartes,1999). La tristeza y el dolor las rela-
cionó con tener un mal o con carecer de algo, y para
explicar el mecanismo fisiológico de la tristeza asocia-
do al dolor, señaló:

La tristeza es una languidez desagradable, en la cual


consiste la incomodidad que el alma recibe del mal o
de la falta de algo que las impresiones del cerebro le
presentan como cosa que le pertenece (p.138).
...Y la causa de que el dolor produzca general-
mente la tristeza consiste en que el sentimiento que
se llama dolor proviene siempre de una acción tan vio-
lenta que hiere los nervios; de suerte que, instituida
por la naturaleza para mostrar al alma el daño que re-
cibe el cuerpo por esta acción, y su debilidad al no
poder resistirlo, le muestra lo uno y lo otro como ma-
les... (p.139).
Cuando hay dolor, los orificios del corazón están
muy contraídos por el pequeño nervio que los rodea, y
la sangre de las venas no está nada agitada, por lo
cual acude muy poca al corazón” (p.142).

que suprime la voluntad de la acción o como inspiración para


hacer florecer la razón e incrementar el conocimiento de la
realidad y el arte; mientras que el deseo puede entenderse
como el primer elemento de constitución de cualquier pasión.

158
Cuando la sangre requerida por el corazón no era
suficiente, los mismos espíritus y nervios que sirven
para contraer el corazón, actúan sobre el bazo, que
siendo un depósito de sangre, lo obligan a enviar más
sangre al corazón para proveer de cierto alivio. 45
Los planteamientos que hace Descartes sobre las
pasiones del alma, hablan finalmente de su preocupa-
ción por comprender al ser humano como unidad indi-
visible, cuerpo-alma y no cuerpo y alma como
entidades opuestas. Decía que las pasiones tienden a
fortalecer el pensamiento y la razón de un hombre,
que, naturalmente, es mucho más intelectual que emo-
cional. Intelectualidad que unida a la capacidad volitiva
determinaban la durabilidad, la intensidad y los efectos
de las pasiones en las que el alma participaba sintien-
do y razonando sobre lo que siente, sobre lo que se
valora, y sobre lo que el ser humano se conmueve y se
constituye en centro de decisiones.
Bajo estos supuestos, percibir el dolor respondía a
mecanismos de acción que emprendía el organismo,
siempre en relación a la conexión, las funciones, los
estímulos o sensaciones que recibía o producía el al-
ma. Abordó el problema del miembro fantasma asegu-
rando que la vivencia del dolor era real y no imaginaria,

45
Las seis pasiones primarias del alma que Descartes recono-
ció en comunión con el cuerpo son: admiración, amor, odio,
deseo, gozo y tristeza. Según él, lo que puede llegar a producir
el mayor dolor al hombre, es el amor unido a la tristeza porque
al encontrarse dos pasiones, los efectos corporales se multipli-
can.

159
porque los nervios siempre estaban en agitación pro-
vocando sensaciones que el alma reconocía como si el
miembro todavía estuviera allí.
Explicó que el opio permitía aumentar la resistencia
de esos filamentos elevando así el umbral del dolor.
Por último, consideró que la función del dolor era señal
de que algo peligroso ocurría en el cuerpo, por lo que
primero era necesario conocer el origen del dolor antes
de su tratamiento.
El mecanicismo intentó contemplar el cuerpo
humano como una máquina compleja, como una es-
tructura comprensible y como un espacio de interven-
ción humana para modificar procesos. En este
contexto, los estudios de Willis (1622-1675) acerca del
funcionamiento del sistema nervioso central y del neu-
rovegetativo, y la teoría de William Harvey (1628) que
expuso el mecanismo de la circulación de la sangre,
constituyeron una prueba contundente de que el para-
digma cartesiano era el camino a seguir en la búsque-
da de respuestas nuevas a viejos problemas. Boreli y
Malpighi, también formaron parte de los anatomistas y
fisiólogos que se interesaron particularmente en el es-
tudio del sistema nervioso central y su relación con el
dolor.
Willis distinguió las distintas partes del cerebro y del
cerebelo a partir de la especialización de sus funciones
y aseguró que cuando el cerebro está en calma existe
un flujo continuo y regular de espíritus animales hacia
los órganos periféricos, pero que un estímulo nocivo
provoca una alteración en este flujo determinando la

160
aparición del dolor y del movimiento de respuesta refle-
ja.
Sydenham (1624-1689), por su parte, reveló que la
sensación dolorosa se producía como consecuencia de
un flujo desorganizado de espíritus animales que se
acumulan en alguna parte inervada del organismo. En
realidad, su verdadera aportación estuvo al lado de la
terapéutica del dolor utilizando con éxito la tintura de
láudano. Asimismo, Joseph Priestley y Davy descubrie-
ron las propiedades analgésicas del óxido nitroso dan-
do inicio a nuevos derroteros en la investigación
analgésica.
Por otro lado, Charles Bell (1774-1842) realizó in-
vestigaciones experimentales en cadáveres de anima-
les tratando de explicar el mecanismo de la
sensibilidad en relación con el movimiento de las raí-
ces de los nervios espinales. Evidentemente, al utilizar
animales muertos, sus experimentos no lograban satis-
facer las hipótesis planteadas. Magendie (1783-1855)
continuó en esta línea y logró explicar en diez leyes el
mecanismo sensorial de las raíces posteriores que se
comunican e informan al cerebro. Definió al dolor como
una función del sentido del tacto al estar la piel en con-
tacto con estímulos exteriores.
A finales del siglo XIX, se redujo considerablemen-
te, la hegemonía de la Teoría Humoral pues sus fun-
damentos perdían consistencia en el campo de las
nuevas ciencias químico-biológicas, la anatomía y la
fisiología. Con respecto a la explicación y tratamiento
del dolor, el nuevo razonamiento condujo hacia la se-

161
paración, de un lado se atribuyó a la sensación doloro-
sa una causalidad de carácter físico y, por otro lado, se
produjo una transformación del término melancolía al
reducir sus efectos a una causalidad de carácter neta-
mente emocional o psicológico, perdiendo de esta ma-
nera, su representación patológica, pasional y trágica
que se le dio en su origen.
No obstante, todavía a principios del siglo XIX la
idea religiosa de que el dolor era un castigo merecido
por incumplir con los principios de la Iglesia, seguía
teniendo gran influencia en el contexto social. De esa
época recordamos el Edicto del Papa Pío VII sobre la
excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla leído públi-
camente el 29 de Julio de 1811, antes de que el cura
Hidalgo fuera pasado por las armas46. Documento es-
pecialmente interesante porque no deja lugar a dudas
sobre la visión pasional y trágica del dolor.

Por la autoridad de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y


Espíritu Santo, de la inmaculada virgen María y patro-
na del Salvador y de todas las vírgenes celestiales,
ángeles, arcángeles, tronos, dominios, profetas y
evangelistas, de los santos inocentes que en la pre-
sencia del Cordero son hallados dignos de cantar el
nuevo coro de los benditos mártires y de los santos
confesores, de todas las santas vírgenes y de todos
los santos juntamente con el bendito elegido de Dios:
¡Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, ex-cura del
pueblo de Dolores!
Le condenamos y anatemizamos desde las puer-
tas del Santo Dios Todopoderoso, le separamos para
que sea atormentado, despojado y entregado a Satán

46
http://jherrerapena.tripod.com/maestro3.html

162
y a Abirón, y con todos aquéllos que dicen al Señor,
apártate de nosotros, no deseando tus caminos; como
el fuego se apaga con el agua, así se apague la luz
para siempre, a menos que se arrepienta y haga peni-
tencia.
Que el Padre que creó al Hombre, lo maldiga; que
el Hijo que sufrió por nosotros, le maldiga; que el Espí-
ritu Santo que se derrama en el bautismo, le maldiga;
que María Santísima, virgen siempre y madre de Dios,
le maldiga; que todos los ángeles, príncipes y podero-
sos y todas las huestes celestiales, le maldigan; que
San Juan el precursor, San Pedro, San Pablo, San
Andrés y todos los otros apóstoles de Cristo juntos, le
maldigan; que el santo coro de las benditas vírgenes,
quienes por amor a Cristo han despreciado las cosas
del mundo, le condenen; que todos los santos que
desde el principio del mundo hasta las edades más
remotas sean amados por Dios, le condenen. Sea
condenado Miguel Hidalgo y Costilla en dondequiera
que esté, ya sea en la casa, en el campo, en el bos-
que, en el agua o en la iglesia.
Sea maldito en vida y muerte. Sea maldito en to-
das las facultades de su cuerpo. Sea maldito comien-
do y bebiendo, hambriento, sediento, ayunando,
durmiendo, sentado, parado, trabajando o descan-
sando. Sea maldito interior y exteriormente. Sea mal-
dito en su pelo. Sea maldito en su cerebro y en sus
vértebras, en sus sienes, en sus mejillas, en sus man-
díbulas, en su nariz, en sus dientes, en sus muelas,
en sus hombros, en su boca, en su pecho, en su cora-
zón, en sus manos y en sus dedos.
Sea condenado en su boca, en su pecho, en su
corazón, en sus entrañas y hasta en su mismo estó-
mago. Sea maldito en sus riñones, en sus ingles, en
sus muslos, en sus genitales, en sus caderas, en sus
piernas, en sus pies y uñas. Sea maldito en todas sus
coyunturas y articulaciones de todos sus miembros;
desde la corona de la cabeza hasta la planta de los
pies, no tenga un punto bueno. Que el Hijo de Dios vi-
viente, con toda su majestad, lo maldiga, y que los cie-
los en todos sus poderes que los mueven, se levanten

163
contra él, le maldigan y le condenen, a menos que se
arrepienta y haga penitencia.
Así sea, amén.

3.4.1. Racionalidad crítica

La racionalidad crítica del siglo XIX (reconocida princi-


palmente por la obra de Kant, Hegel, Schelling, Marx,
Baudelaire, Shopenhauer, Dilthey, Nietzsche y Freud)
se enfocó a criticar al viejo sistema y a formular conte-
nidos novedosos para fundamentar el presente y dibu-
jar un promisorio futuro para la liberación del hombre
de las tiranías monárquicas y del trabajo esclavizante.
Surgen los primeros estudios socio antropológicos para
reivindicar ampliamente los derechos del hombre y su
identidad cultural; cuestionar el papel social del Estado
moderno y exigirle el respeto a la condición humana a
partir del respeto a la persona y del reconocimiento de
su autonomía realizada en valores.
A principios del siglo XIX, Serturner había logrado
aislar la morfina del opio que junto con el uso del éter,
el óxido nitroso, el ácido salicílico y la cocaína, multipli-
caban las opciones de analgesia; además, se desarro-
llaron las jeringas y eso facilitaba la administración de
drogas.
Posteriormente, Johannes Müller, a mediados del
siglo XIX, propuso la tesis de que el cerebro era un
órgano capaz de recibir información proveniente del
entorno exterior y de las estructuras corporales me-
diante su conducción por los nervios sensitivos, que
cada sentido (tacto, gusto, vista...) posee energía y que

164
el cerebro tiene la capacidad de traducir esas sensa-
ciones en datos o códigos simbólicos. Bajo este enfo-
que el dolor respondía a tres aspectos: fisiológico,
anatómico y psicológico que culminaba con la idea de
que la percepción del dolor obedecía a ciertos patrones
de reconocimiento. Para Müller: “el dolor, el calor, el
frío y la comezón, son cualidades de la misma expe-
riencia”. (Cabral, 1993, p.23).
Posteriormente, comenta Pellicer (1997), ganó te-
rreno la Teoría de la interacción sensorial que proponía
la existencia de un sistema de fibras de conducción
rápida “que inhibe la transmisión sináptica de las seña-
les dolorosas por medio de otro sistema de conducción
lenta, llamados por Head, epicrítico y protopático, tam-
bién denominados por Bishop como rápido y lento o
filogenéticamente connotado como nuevo o viejo” (p.
58).
A mediados del siglo XIX se produjeron nuevos
hallazgos. Muller y J.H.S. Beau demostraron que la
médula espinal no era un simple punto de convergen-
cia de los diferentes nervios, sino por el contrario, era
un centro nervioso completo con funciones reguladoras
en la transmisión de sensaciones. Octave Landry, en
1852, confirmó la diferencia entre el sentido del tacto y
la fisiología del dolor y aseveró que las fibras nerviosas
podían reaccionar de diferente manera y simultánea-
mente.
En 1847 Simpson aplicó por primera vez la aneste-
sia inhalatoria en el parto y pronto se extendió el uso
del cloroformo para aliviar los dolores del parto. En

165
1858 los estudios de Schiff confirmaron nuevamente,
mediante experimentos con animales a los que lesio-
naba la médula espinal, que tacto y dolor eran inde-
pendientes y que el dolor poseía su propio aparato
sensorial.
Von Frey, por su parte, estudió el desplazamiento
del fluido intercelular inducido por el estímulo doloroso
y con ello sentaba las bases de las transformaciones
químicas a consecuencia del dolor. En 1852 Charles
Pravaz, cirujano francés, inventó y utilizó la jeringa hi-
podérmica para suministrar morfina con fines analgési-
cos.
En 1874 Erb señaló que cada receptor sensitivo era
capaz de producir dolor si era suficientemente estimu-
lado, y Goldsheider, entre 1881 y 1884, aseguró que
los estímulos viajaban por receptores específicos y que
el dolor era el resultado de estímulos sumativos. Estas
hipótesis sobre intensidad, especificidad y sumación,
ganaron fama, y, la consideración aristotélica sobre la
cualidad afectiva del dolor, que hasta entonces se
mantenía vigente, quedó marginada de las discusiones
contemporáneas.
El trabajo metodológico y los resultados teórico ex-
perimentales de Claude Bernard (1813-1878) sobre las
relaciones e imbricaciones de la fisiología con la pato-
logía, se constituyeron en uno de los aportes científicos
más notables del siglo XIX e influyeron sobre la selec-
ción de temas a investigar. Aun cuando Bernard no se
interesó suficientemente en indagar aspectos cualitati-
vos de la sensación, sí estableció observaciones im-

166
portantes sobre la conciencia y la condición social del
enfermo asegurando que la vida depende de las rela-
ciones externas e internas del organismo que se man-
tienen en continuidad y se expresan en salud
enfermedad como modos de ser y estar en el mundo y
no como estados antagónicos entre sí.
Esa vida interior de los órganos y de las sustancias
en su relación fisiológica con la salud-enfermedad, fue
una de las tesis más sugerentes para que René Leri-
che (1879-1955) se hiciera preguntas acerca de la
conciencia que en los enfermos se despierta cuando
se interrumpe el silencio de los órganos y se hace pre-
sente el dolor, que si bien se produce o repercute so-
bre las estructuras del cuerpo y transforma la fisiología,
no es el dolor “que se siente” un asunto de la fisiología
en primer término, porque “el dolor no está en el plano
de la naturaleza” (Canguilhem, 1981, p. 67).
En sus postulados sobre el dolor como una enfer-
medad, Leriche apunta en dirección del sujeto y su
percepción del dolor y hace resaltar que no puede exis-
tir indiferencia ante la vida y que todo aquello que aten-
ta contra la integridad del ser humano es susceptible
de experimentarse como dolor. Anota:

Es imposible considerar al dolor como la expresión de


una actividad normal, de un sentido susceptible de
ejercicio permanente, sentido que se ejercería por el
órgano de receptores periféricos especializados, vías
propias de conducción nerviosas y analizadores cen-
trales deslindados; imposible también considerarlo
como un detector y una alarma diligente de los acon-
tecimientos que amenazan desde afuera y desde
adentro la integridad orgánica, ni tampoco como una

167
reacción de defensa saludable que el médico tendría
que respetar e incluso reforzar.
El dolor es un fenómeno individual monstruoso y
no una ley de la especie. Un hecho de enfermedad...
El dolor-enfermedad existe en nosotros como un acci-
dente que evoluciona a contrapelo de las leyes de la
sensación normal... Todo en él es anormal, rebelde a
la ley... Es un fenómeno de reacción total, que sólo
tiene sentido –que sólo es un sentido– en el nivel de
la individualidad concreta...
Nos parece importantísimo que un médico pro-
clame que el hombre es quien hace su dolor –así co-
mo hace una enfermedad o como hace su duelo– y no
se limita a recibirlo y sufrirlo... Considerar, en cambio,
al dolor como una impresión recogida en un punto del
cuerpo y transmitida al cerebro significa suponer que
está totalmente constituido como tal, fuera de cual-
quier relación con la actividad del sujeto que lo expe-
rimenta. (Canguilhem, 1981, p. 67-68).

No obstante la trascendencia de las ideas de Leri-


che, el rumbo de la investigación científica confirmaba
a cada paso la importancia de las relaciones cuantitati-
vas y su constancia en la conformación de los patrones
de experimentación y en los éxitos que se obtenían
siguiendo este procedimiento.
En 1884, K. Kholler y W. Halsted describieron los
procedimientos y la utilidad de la anestesia regional, y
el uso de la cocaína como anestésico local probaba
con firmeza sus benéficos efectos en diversas cirugías.
Al mismo tiempo, se seguían produciendo otras alter-
nativas como la hipnosis, la electroterapia, la hidrote-
rapia, la termoterapia, la crioterapia, la mecanoterapia
y la radioterapia con los mismos propósitos.
Durante el siglo XX, gran parte de la investigación
sobre el dolor se dirigió a identificar los mecanismos

168
fisiológicos y las características de las sustancias quí-
micas susceptibles de participar en el control o supre-
sión del dolor. Se determinó que entre las sustancias
químicas que el cuerpo libera ante la presencia del
dolor, las más importantes eran: bradicinina, prosta-
glandinas, serotonina y citocinas. En un esfuerzo por
suprimir el dolor se aplicaron las primeras inyecciones
de agentes neurotóxicos o neurolíticos, como alcohol,
fenol, sales de amonio, nitrato de plata y clorocresol,
con el propósito de destruir o provocar lisis en las fi-
bras nerviosas y evitar el dolor. Los resultados no fue-
ron del todo exitosos en la mayoría de los casos.
El desarrollo de la anatomía, la fisiología, la bio-
química y la microbiología, así como el uso de analgé-
sicos, anestésicos y antibióticos cada vez más seguros
y potentes; el perfeccionamiento de la imagen radio-
gráfica y de los beneficios de la radiactividad, favore-
cieron en gran medida el crecimiento de la práctica
médica en todas sus especialidades, aunque, particu-
larmente, se reconoce el despliegue sin precedentes
de la cirugía, que se vio favorecido con nuevas técni-
cas de anestesia: extradural caudal y lumbar, regional
intravenosa e intraarterial.
A pesar de que se avanzaba en la demostración de
hipótesis sobre las zonas sensoriales del cerebro (tá-
lamo y corteza cerebral) como centros del dolor, lo
cierto es que nuevas preguntas se agregaban a las
investigaciones y se empezó a trabajar en las conexio-
nes entre las distintas estructuras nerviosas. El reco-
nocimiento de que la sensación del dolor no procedía

169
directamente de la simple transmisión sino de un con-
junto de mecanismos de reorganización y modificación
de la sensación a través de varios reflejos coordinados.
En 1932, E. Douglas Adrian y C. Scott Sherrington
obtuvieron el Premio Nobel en medicina por sus inves-
tigaciones neurofisiológicas que les llevaron a clasificar
los impulsos nerviosos en tres tipos de estímulos: pro-
pioceptivos (que dependen de músculos, tendones,
articulaciones y vasos sanguíneos); exteroceptivos
(esencialmente los receptores cutáneos) e interocepti-
vos (de origen visceral). La tesis central de su trabajo
permite comprender que los estímulos no siguen una
trayectoria directa entre el punto de partida y su térmi-
no, sino que se suceden cambios dinámicos e interre-
lacionados con efectos diversos e impredecibles sobre
la sensibilidad, intensidad y constancia del dolor. Expli-
cación contenida en el concepto de nocicepción.
Por último, consideró al dolor como parte de los
progresos evolutivos de la especie que aseguran la
supervivencia; describió al cerebro como un centro de
control que posee capacidad para intervenir, dentro de
ciertos límites, en la supresión, modificación o genera-
ción de reflejos. Esto es considerar al dolor como un
medio de defensa, y poco tiempo después, se estable-
ció que el dolor desencadena una respuesta endocrina
que aumenta la secreción adrenal disponiendo al suje-
to a experimentar conductas de huída y lucha.
A partir de la II Guerra Mundial, J. Bonica impulsa
la tesis de que el dolor solamente es comprensible y
atendible si se estudia y resuelve desde una perspecti-

170
va multidisciplinaria e interdisciplinaria; propuesta que
abriría el tema del dolor a la diversidad de miradas y
posibilidades de comprensión. Esta nueva organiza-
ción para el trabajo científico tenía como propósito fun-
damental: la integración de conocimientos, métodos y
procedimientos para estudiar y resolver problemas
desde una perspectiva multicausal, dinámica y comple-
ja. Este modelo de trabajo no logró penetrar todos los
campos del conocimiento o no lo hizo con la misma
intensidad sino hasta la década de los años 1980 y
siguientes47.
La investigación en fisiología obtuvo las mejores
recompensas hasta la década de los años 60, período
en el que se pudo reconocer la función específica de
los receptores sensoriales y de la médula espinal. Fue
entonces cuando Melzack, Wall y Casey dieron a co-
nocer, en 1965, un modelo para explicar el circuito en
el asta dorsal de la médula espinal responsable de la
transmisión dolorosa. A esta teoría se le llamó Teoría
de control de compuerta, que en esencia daba cuenta
de la información específica de los órganos sensoriales
que generan patrones de actividad central, susceptible
de ser modulada.

47
En México se empezó a desarrollar la Clínica del Dolor en el
Hospital General de México (HGM) y en 1976 el HGM habilita-
ba la primera clínica de su tipo en México, que a partir de 1992
albergó también al Centro Nacional de Capacitación en Clínica
y Terapia del Dolor bajo el auspicio y responsabilidad de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de
México.

171
Dice Cabral (1993) que, según esta teoría, “la esti-
mulación periférica se transmite a tres sistemas: las
células en la sustancia gelatinosa, las columnas dorsa-
les que se proyectan al cerebro y las células de la mé-
dula espinal que median la información hacia el
cerebro” (p.24). Melzack, Wall y Casey trabajaron des-
pués sobre aspectos afectivos y cognoscitivos relacio-
nados con la experiencia dolorosa. Esta teoría ha
estimulado, además, el desarrollo de medicamentos y
procedimientos quirúrgicos para ampliar las opciones
de tratamiento del dolor.
En 1973 Pert y Snyder explicaron cuáles eran los
receptores específicos en las células nerviosas que
participaban en los efectos analgésicos producidos por
el opio y sus alcaloides y, en 1975, Hughes y colabo-
radores estudiaron la síntesis endógena de sustancias
péptidas involucradas en el control del dolor y aislaron
la Leucina-encefalina y Metionina-encefalina. Poste-
riormente se encontraron las propiedades analgésicas
de las endorfinas. Al conjunto de endorfinas y encefali-
nas (aproximadamente 40) se les conoce con el nom-
bre de opioides (endógenos) y a los alcaloides
derivados de la morfina se les conoce como opiáceos
(exógenos). Estas sustancias actúan disminuyendo la
sensibilidad al dolor y tienen efectos antinociceptivos48.

48
Más recientemente se ha comprado la participación de estas
sustancias en la regulación de la ingesta de alimentos, de la
temperatura y del aprendizaje, entre otros procesos bioquími-
cos del cuerpo.

172
Los estudios interdisciplinarios entre la neurología,
la fisiología, la clínica médica y la psicología han permi-
tido avanzar en explicaciones cada vez más complejas.
En la década de los años 90 Melzack propuso el con-
cepto de neuromatriz para referir la red neuronal que
participa en la generación y percepción del dolor (cor-
teza del cíngulo, formación reticular y algunas estructu-
ras límbicas). Además de haber avanzado en el
conocimiento del dolor, también se han hecho impor-
tantes investigaciones sobre el tratamiento; no obstan-
te, la parte reflexiva va quedando a la saga.
Señala Pellicer (1997) que “esta efervescencia de
conocimientos y propuestas se han constituido en una
nueva perspectiva para entender y tratar no sólo el
fenómeno doloroso denominado patológico, sino tam-
bién es posible que aclaren los padecimientos psiquiá-
tricos, como la esquizofrenia, o campos tan
importantes como el de la psicología evolutiva y el de
la conciencia” (p. 61).
En la práctica médica actual, cobra hegemonía la
explicación neurofisiológica del dolor, que lo define
como señal de alarma que protege al ser humano de
lesiones o trastornos orgánicos que desencadena
comportamientos específicos de cada persona y for-
mas de interpretar y vivir el dolor derivadas de la cultu-
ra en la que se encuentra inmerso.
La explicación neurofisiológica49 sobre el dolor, ex-
puesta por la organización Enlace Hispanoamericano

49
http://ehasalis.ehas.org/subproyectos/servicinfo/Cursos/Curso
Dolor.doc.

173
de Salud, incluye la acción de cinco procesos (lesión
tisular, transducción, transmisión, modulación y per-
cepción):
1. El tejido que se lesiona o sufre desequilibrio meta-
bólico produce respuesta inflamatoria y libera sus-
tancias (leucotrienos, prostaglandina E y la
sustancia P) que estimulan los nervios periféricos
nociceptores (receptores tisulares).
2. Las lesiones se traducen en sensaciones que pue-
den originar dolor cuando los estímulos químicos,
térmicos o mecánicos son intensos. Los receptores
tisulares transmiten la información a través de fibras
nerviosas, principalmente fibras A delta y fibras C
que pueden encontrarse en piel, vísceras, vasos
sanguíneos, músculos, fascias, tejido conjuntivo, pe-
riostio y meninges. Sólo en la piel existen aproxima-
damente 200 fibra.
3. La transmisión del dolor ocurre cuando los estímu-
los dolorosos han llegado al sistema nervioso perifé-
rico y central, primero a los núcleos basales
encefálicos, especialmente el tálamo y el hipotála-
mo, que a su vez, llevan información aferente noci-
ceptiva al sistema reticular y al sistema límbico. El
tálamo organiza las señales topográficamente, de
tal manera que las sensaciones recibidas se rela-
cionan con puntos específicos del cuerpo, mientras
que los sistemas reticular y límbico, determinan res-
puestas emocionales al dolor, entre las más comu-
nes: miedo y ansiedad. El siguiente punto de
transmisión es la corteza cerebral.
4. Posteriormente, en la modulación (atenuación o po-
tenciación) del dolor, participan de forma compleja:
el asta posterior de la médula espinal, el tallo cere-
bral y el encéfalo, aunque acciones externas (masa-
je, frío o calor) pueden contribuir a la atenuación. En
tanto que la contracción muscular y la hiperalgesia
cutánea pueden incrementar el dolor. La presencia
de endorfinas constituye un poderoso modulador.

Enlace Hispanoamericano de Salud

174
Otros factores moduladores del dolor tienen que ver
con características propias de cada persona: perso-
nalidad, momento o situación de la vida en la que se
presenta el dolor, relaciones sociales y de apoyo,
sexo, edad, nivel cognitivo, experiencia dolorosa, ni-
vel intelectual, cultural y educativo.
5. La percepción del dolor se entiende como la inter-
pretación, la reacción emocional y la conducta del
sujeto ante la sensación dolorosa. Implica un estado
de conciencia una vez que el tálamo ha enviado los
estímulos a la corteza cerebral.

De forma esquemática podemos presentar o suge-


rir que la ruta del dolor se inicia cuando se presenta un
estímulo nocivo50 que actúa sobre los receptores al
dolor (RD) llamados también nociceptores (N) que al
modificarse como sustancias neurotransmisoras (SN)51
producen la primera señal eléctrica (SE) que promue-
ven los procesos de transducción y de transmisión de
información hasta la percepción de intensidad y locali-
zación del dolor que obligará al sujeto a responder.

50
Los estímulos nocivos pueden ser: térmicos, mecánicos,
químicos o resultado de la manifestación de una enfermedad.
Estos estímulos pueden llamarse también objetivos en tanto se
derivan de la realidad física.
51
En las primeras reacciones se produce bradicinina, serotoni-
na, prostaglandina y citocina. Después de la primera señal
eléctrica se producirán otras como el glutamato, la sustancia P
y la histamina.

175
RUTA DEL DOLOR
ESTÍMULO
NOCIVO 2ª señal
eléctrica
SN Modula-
ción

1ª señal eléctr ica


R D= N Transducción Aumento de
Neuronas sens. SN
Inflamación

PERCEPCIÓN Información al
RESPUESTA Intensidad tálamo y corteza
INDIVIDUAL Localización somatosensorial

Este modelo es común para explicar el llamado


dolor neuropático, aquél que se dice, es producido por
afectación o alteración del sistema nervioso e incluye
la perspectiva de la intensidad del dolor y la del control
de compuertas, porque se parte del supuesto de que el
dolor depende de la intensidad del estímulo sensorial o
de que el dolor sigue rutas entre células nerviosas di-
versas. La neuralgia del trigémino o la migraña, que se
consideran dolores neuropáticos, por ejemplo, se ex-
plicarían como un cambio de flujo sanguíneo cerebral
ocasionado por un estímulo al sistema nervioso o co-
mo inflamación del nervio más grande de la cabeza.
En esta perspectiva topográfica, se asegura que
sólo se produce dolor en las zonas del cuerpo donde
existen terminaciones nerviosas susceptibles; o que en
aquellas como estómago, intestino, vejiga, hígado, ri-

176
ñón, pulmón, huesos y cerebro, sólo puede haber dolor
si se afecta la serosa, el periostio o meninges. Igual-
mente se afirma, que sólo las personas con déficit neu-
rológico son propensas a no experimentar dolor, ¿será
cierto? Pero esta teoría todavía es incapaz de explicar
que, bajo condiciones fisiológicas semejantes, los indi-
viduos manifiestan sensibilidad y comportamientos di-
ferentes frente al dolor. Otra vez Canguilhem (1981)
nos auxilia con respuestas cuando dice:

La enfermedad de un ser vivo no está alojada en las


partes del organismo... Cuando se habla de patología
objetiva, cuando se piensa que la observación anató-
mica e histológica, que el test fisiológico, que el exa-
men bacteriológico son métodos que permiten
formular científicamente, y algunos piensan incluso
que pueden hacerlo en ausencia de todo interrogatorio
y exploración clínica, el diagnóstico de la enfermedad,
se es víctima –creemos– de la confusión filosófica
más grave y terapéuticamente a veces más peligrosa.
(p. 172-173).

En este sentido es que bajo ninguna circunstancia


debemos olvidar que el carácter subjetivo sigue siendo
la variable de mayor peso para valorar la intensidad del
dolor y las acciones de analgesia a considerar. Algu-
nas de las sensaciones que manifiestan los dolientes
tendrán que ver con el lenguaje en cualquiera de sus
formas de comunicación, y otra aproximación puede
ser conocida mediante el uso de escalas analógicas
donde el valor más alto de una escala representa el
mayor dolor, e inversamente, el menor valor, menor
dolor. A continuación se enlistan los métodos más co-
nocidos.

177
Métodos para evaluar el dolor52

1. Verbales: • Escala verbal: no dolor, dolor ligero,


dolor moderado, dolor severo, dolor inso-
portable
• Escalas ordinal de alivio: no alivio del
a) Unidimensio- dolor, alivio ligero, alivio moderado, alivio
nales completo
• Escala numérica: del 0 a 10 o del 0 al
100
• Escala Analógica Visual (EVA). Consis-
te en una línea de 10 cm anclada en un
extremo con el título no dolor y en el otro
con máximo dolor inimaginable o insopor-
table
• Escala facial de Wang
b) Multidimensio- • Cuestionarios que valoran aspectos
nales como incapacidad, alteraciones afectivas,
etc.
• Cuestionario McGill que evalúa aspec-
tos cuantitativos y cualitativos: localización,
cualidad, propiedad temporal e intensidad
• Test Latineen: el paciente valora los
siguientes parámetros: intensidad, fre-
cuencia, analgesia, sueño y actividad nor-
mal
2. Conductuales Cualquier conducta que permita suponer
que la persona cursa con dolor: gestos
faciales, respuestas motoras, postura cor-
poral y apariencia
3. Fisiológicos Frecuencia cardiaca y respiratoria, tono
vagal, presión arterial, sudor palmar, satu-
ración de oxígeno, tensión transcutánea de
dióxido de carbono y presión intracraneal

52
Para mayor información ver: escuela med. puc.
cl/publ/boletin/dolor/MedicionDolor.html

178
No obstante la dificultad de la práctica clínica para
evaluar el dolor, al haber podido describir procesos
fisiológicos también se han abierto nuevas investiga-
ciones sobre el tratamiento del dolor, algunas de las
cuales tienen por fin reconocer los factores genéticos
que participan en la producción de sustancias que so-
lamente se localizan en el cerebro y que son, en gran
parte, responsables de la transmisión y de la diferente
sensación o respuesta al dolor53.
El Dr. Jeffrey Mogil, de la Universidad de Illinois54
señaló que en estudios con ratones, el 50% de esa
variabilidad se debe a factores genéticos, y dijo: "El
hecho de que exista esa variabilidad en el ser humano
y que buena parte de ella se deba a la genética permi-
tirá en el futuro individualizar las terapias para el dolor
y el desarrollo de nuevos tratamientos". La biotecnolo-
gía apenas inicia y ya se cuentan por miles los ensa-
yos clínicos para buscar las nuevas tecnologías para
mitigar el más antiguo de los problemas médicos: el
dolor.
La ingeniería genética ya estudia nuevas alternati-
vas contra el dolor y explora con particular interés la
riqueza biológica de los océanos, diversos tipos de
caracol, tiburones, peces, babosas, gusanos, esponjas

53
Las regiones del cuerpo que más frecuentemente están ex-
puestas al dolor son: cabeza, torax, abdomen, articulaciones y
músculos. En Estados Unidos, por ejemplo, 28 millones de
personas padecen dolores migrañosos, y de este total el 75%
son mujeres.
54
http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/go y
http://www.pnas.org/

179
o almejas, constituyen los principales objetivos para la
investigación farmacológica55. En otro capítulo se hace
alusión a los tratamientos en boga.
La investigación científica parece encontrarse con
menos obstáculos que antaño. En octubre de 200656
se han entregado los Premios Nobel de Medicina por
dos asombrosos descubrimientos, a los médicos nor-
teamericanos Andrew Z. Fire (patólogo) y Craig C. Me-
llo (especialista en medicina molecular) quienes
encontraron el procedimiento mediante el cual es posi-
ble controlar el flujo de la información genética (reducir
los genes al silencio) interfiriendo el RNA en plantas,
animales y seres humanos con el objetivo de estable-
cer barreras a virus, intervenir en enfermedades car-
diovasculares y desórdenes hormonales. Con tales
bases intentan tratar cáncer, sida, colesterol alto y
otros procesos patológicos.
En esta misma emisión, los físicos norteamericanos
John C. Mather y George F. Smoot reciben el Nobel,
por nuevas aportaciones para explicar el origen del
universo, las galaxias y las estrellas. Los astrónomos,
por su parte, discuten si existe un mecanismo regula-
dor del nacimiento de las estrellas y si es aplicable a
otros entornos naturales.
Estos solamente son algunos de los temas que la
ciencia moderna explora y analiza y que parecen dis-
tantes no solamente de sus aplicaciones concretas,

55

http://www.tecnociencia.es/monograficos/bmarina/botiquin.html
56
http://www.reforma.com/ciencia/articulo/693657/

180
sino, sobre todo, de la relación con otros saberes que
podrían permitir el desarrollo de la ciencia en un senti-
do horizontal y transcidiplinario como ha sido propues-
to en diversos foros. Sin embargo, el intercambio entre
las ciencias tratando de borrar las fronteras disciplina-
rias es todavía un bastión de lucha que enfrenta la con-
tradicción de querer avanzar en los procesos de
globalización, reservando el control sobre la “propiedad
privada” del conocimiento.
No obstante, en los ambientes académicos se mar-
ca la tendencia de concebir un nuevo humanismo en el
que la ciencia, la ética y la política sirvan a la compren-
sión del orden y de la vida planetaria y no sólo huma-
na. Dennis Gabor, Premio Nobel de Física, al recibir la
condecoración en 1979 declaró: “nuestra civilización
está basada sobre una extraordinariamente exitosa
tecnología material y espiritualmente sobre absoluta-
mente nada”.
Antropoética es el nombre que Edgar Morin (2001)
propone para avanzar en la construcción nueva del
humanismo, entendido como una forma de cultura
compleja en el contexto de la globalización. Opinión
que ampliamente comparten y suscriben los investiga-
dores de la Comisión Gulbenkian en el concepto de
universalismo pluralista y cuando dicen:

... pedimos que se ponga el acento en lo complejo, lo


temporal y lo inestable, que corresponde hoy a un
movimiento transdisciplinario que adquiere cada vez
mayor vigor en el mundo (...) implica el reconocimiento
de que los principales problemas que enfrenta una so-
ciedad compleja no se pueden resolver descompo-

181
niéndolos en pequeñas partes que parecen fáciles de
manejar analíticamente, sino más bien abordando es-
tos problemas, a los seres humanos y a la naturaleza,
en toda su complejidad y en sus interrelaciones (p. 85-
87).

Si como hemos visto, el problema del dolor no se


cuestiona en el contexto de las grandes transformacio-
nes científicas, económicas, culturales y políticas, si no
toca los asuntos individuales y colectivos que afectan a
las sociedades y si se mantiene al margen de las inter-
rogaciones éticas, parece poco promisorio el camino
de la ciencia y de la atención médica en su resolución.

182
CAPÍTULO 4

UNA VISITA A LA EPIDEMIOLOGÍA


DEL DOLOR
Sólo la vida tiene que
defenderse sin tregua,
la muerte, ya nació victoriosa

Caraco
Introducción

Actualmente, el dolor se considera la cuarta constante


–unida a la temperatura, el pulso y la presión arterial–
para reconocer el estado vital de un paciente; y aunque
el dolor se ha considerado tradicionalmente como un
síntoma, en la actualidad, también es considerado una
enfermedad cuando se padece en su forma crónica. El
carácter subjetivo del dolor y su nula presencia física,
dificulta el establecimiento de criterios generales para
clasificarlo y atenderlo con precisión; por ello, las últi-
mas investigaciones sobre la influencia de los genes
“mu”, DREAM, GCH1 o Mc1r y su influencia sobre la
intensidad y respuesta frente al dolor, parece una de
las dianas más sobresalientes en la investigación, pues
de resultar ciertas estas asociaciones, se estaría en
posibilidades de conocer y atender las diferentes mani-
festaciones del dolor más allá de la subjetividad de los
individuos.
183
Se estima que aproximadamente el 50% de los
adultos mayores sufren de algún tipo de dolor crónico,
por lo que la información sobre la naturaleza, ubica-
ción, duración, severidad e irradiación del dolor resulta
esencial para iniciar la atención a los pacientes.
Recientemente se ha reconocido la gravedad del
problema del dolor en Europa, pues al menos una
cuarta parte de la población padece de algún dolor
reumático y vale la pena recordar que no hay una úni-
ca enfermedad reumática sino más de 200 dolencias
distintas, cada una de ellas con sus manifestaciones y
tratamientos diferentes.
La American Pain Foundation calcula que más de
50 millones de personas sufre de dolor crónico en Es-
tados Unidos y que sólo uno de cada cuatro pacientes
con dolor recibe tratamiento apropiado.57 Otro porcen-
taje semejante se queja de cefaleas y se estima que el
estrés y las preocupaciones son los responsables en el
60% de estos casos. Incluso, un grupo de población
que cada vez se ve más afectado por cefaleas son los
niños que han empezado a manifestarlas desde eda-
des tempranas (entre 7 y 15 años).
En España, hasta un 90% de los niños menores de
15 años, ha sufrido algún dolor de cabeza, siendo el
70% de origen tensional. Además de las cefaleas de
tipo tensional o las migrañas, ahora también ha au-
mentado la frecuencia del dolor de cabeza debido a la
alimentación incorrecta, una mala higiene del sueño,
problemas como la intolerancia a la lactosa, estados de
57
http://www.painfoundation.org/

184
hipoglucemia o infecciones y otras causas ambienta-
les.
Hoy se tiene la certeza de que existen padecimien-
tos que invariablemente ocasionan dolor, tales como
artritis o cáncer, lesiones a nervios sensitivos, contrac-
ciones musculares reflejas, etcétera. Enfermedades
que además, guardan una estrecha relación con el es-
tado de alerta y sufrimiento de las personas que los
padecen y de sus familiares. Diversas encuestas seña-
lan que España, salvo en sus regiones costeras, es el
país con mayor incidencia de dolor en Europa. Se es-
tima que el 85% de la población española ha sufrido
dolor de cabeza en algún momento de su vida y que la
mayoría se automedica.
Ocurre con frecuencia que las personas que pade-
cen dolores crónicos acuden con menos asiduidad a
los servicios de urgencias médicas, que los pacientes
que presentan lesiones y dolores agudos. Asimismo, la
Sociedad Española del Dolor (SED) ha reconocido que
la estancia hospitalaria se prolonga muchas veces de-
bido al manejo inadecuado del dolor58. Uno de los da-
tos epidemiológicos que llama más la atención, es el
referido a que es la dolecencia la etapa en la que se
registra el inicio de la experiencia crónica del dolor.

58
El Ministerio Español de Sanidad realizó un muestreo con
5.755 historias clínicas de 24 hospitales públicos y encontró
que el 75% se veían afectados por el uso inadecuado de medi-
camentos, infecciones hospitalarias o por complicaciones en
cirugías con anestesia. Entre los efectos adversos figuran: in-
fecciones, mal abordaje del dolor, fármacos contraindicados o
úlceras por presión.

185
Apenas iniciada la década de 1990, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) hacía oficial reconocimiento
sobre nuevas enfermedades, tales como: síndrome de
fatiga crónica y fibromialgia. Quince años después, la
Sociedad Española de Reumatología (SER)59 informa-
ba en septiembre de 2005, que el síndrome de fatiga
crónica y fibromialgia estaba presente entre el 2 y el
4% de la población española y que el 90% de los afec-
tados eran mujeres; y aunque se señalan como dos
padecimientos distintos, ambos cursan con síntomas
muy similares y es muy difícil establecer el diagnóstico
diferencial. Se estima que aproximadamente el 5% de
la población mundial mayor de 18 años puede estar
afectada por fibromialgia o por fatiga crónica.
La fibromialgia es uno de los padecimientos doloro-
sos que más intriga a los especialistas por los diversos
trastornos que le caracterizan, por la imposibilidad de
recurrir a estudios de laboratorio o gabinete para preci-
sar o facilitar un diagnóstico o tratamiento y porque se
desconoce el origen del padecimiento. Algunos de los
síntomas frecuentes son: dolor generalizado (se han
detectado hasta 74 puntos de dolor, pero coinciden con
mayor frecuencia 18, distribuidos en todo el cuerpo),
fatiga extrema que no mejora con el reposo, ansiedad,
hormigueo en brazos y piernas, trastornos cognitivos,
trastorno de ansiedad, depresión, insomnio, trastornos

59
Información reportada en el XXI Congreso de la Sociedad
Española de Reumatología (mayo 2005) http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=40878

186
abdominales y colon irritable; todos o algunos de ellos
experimentados por más de 3 meses.
La fibromialgia es una enfermedad crónica para la
cual no existe cura específica. La causa de la fibro-
mialgia es aún desconocida y objeto de investigación.
Los estudios médicos se han orientado ha observar si
hay lesiones en los músculos, alteraciones inmunoló-
gicas, anomalías psicológicas, problemas hormona-
les, alteraciones en la fisiología del sueño o en los
mecanismos protectores del dolor, pero entre todas
estas hipótesis, la más aceptada es la de un incre-
mento exponencial de la sensibilidad al dolor tanto a
60
nivel periférico como central de tipo neurológico .

Las últimas investigaciones de la SER permiten


suponer que la enfermedad se desencadena por un
inadecuado funcionamiento (hiperactividad) del siste-
ma nervioso autónomo, encargado de regular la pre-
sión arterial, la frecuencia del pulso y de la respiración,
así como el funcionamiento de todos los órganos inter-
nos que se relacionan con la producción de adrenalina.
Aseguran los investigadores que el sistema nervioso
autónomo es la "interface" entre la mente y el cuerpo, y
que mediante este sistema, las emociones como la ira
o el miedo se traducen en funciones biológicas como:
palidez, taquicardia, dilatación de las pupilas, entre
otras. Señalan que aunque se sabe que normalmente
la adrenalina no es generadora de dolor, en ciertos
casos, sí es capaz de irritar las terminaciones nervio-
sas y causar dolor.
Pero mientras se decide cuál es el origen y cuál el
posible tratamiento médico, (científico, adecuado, es-

60
http://www.institutferran.org/fibromialgia.htm

187
tándar, conveniente) para tratar las molestias doloro-
sas de los pacientes con fibromialgia, la SER ha pro-
puesto el siguiente decálogo de conducta para el
médico y el paciente, cuyo contenido cito textualmente,
pues resulta ser, no sólo una lista de consejos propios
del sentido común, sino que representa, además, un
reconocimiento a la capacidad de sentir, de compren-
der y de relacionarse con los demás por encima del
saber científico y la obediencia o sumisión al dictamen
médico.
En este decálogo se enuncia la complejidad de as-
pectos cotidianos-vitales que se involucran en el dolor
que padece una sociedad empeñada en desgranar y
pulverizar las razones que le fundaron en otro tiempo y
que frente a este tipo de enfermedades dolorosas, re-
curre nuevamente a la reflexión personal, a la necesi-
dad del autoconocimiento y de la apropiación del
cuerpo. Cito textual:

Aprenda a convivir con su dolor

No hay recetas ni píldoras mágicas para la fibromial-


gia y el dolor crónico. Por ello, el primer paso para
controlarlo es asumir que el dolor puede persistir para
siempre y que, por tanto, en adelante, va a formar par-
te de nuestra vida. Cuando se asume el dolor, se
aprende a reconocerlo y a saber lo que lo mejora o
empeora, y estamos entonces en situación de buscar
soluciones y de volver a disfrutar de la vida.
Controle sus emociones

Muchas personas con esta enfermedad desarrollan


sentimientos negativos que antes no presentaban y
que les hacen convertirse en una persona diferente.
Los sentimientos negativos más frecuentes en las

188
personas con fibromialgia son enfado e ira, depresión,
frustración, sensación de fracaso, culpa y vergüenza.
Debe aprender a controlarlos para que no se cronifi-
quen y se conviertan en un problema aprendido. Re-
conozca todo lo positivo que le sucede en la vida: a
pesar del dolor no es un incapacitado y puede hacer
muchas más cosas de las que piensa.

Controle su estrés

El estrés es, básicamente, la respuesta del organismo


cuando afrontamos un peligro y nos preparamos para
luchar o para huir. La mejor manera de combatir este
estrés perjudicial es, en primer lugar, reconociendo
cuál es la causa del nuestro y evitando las situaciones
que lo favorezcan. También es útil organizar y planifi-
car nuestras actividades diarias, y dedicar diariamente
tiempo a la relajación. Ésta se practica siguiendo de-
terminadas técnicas como la respiración profunda o la
relajación muscular que pueden aprenderse con un
corto entrenamiento.

Evite la fatiga

Tan negativo es permanecer en inactividad, como rea-


lizar un número excesivo de tareas. No intente ser un
perfeccionista; planee sus obligaciones, y elimine o
delegue aquellas que no sean estrictamente necesa-
rias. Intercale periodos de descanso entre los de acti-
vidad y haga sus tareas a un ritmo que usted pueda
controlar.

Haga ejercicio

Posiblemente es el aspecto terapéutico más importan-


te para el tratamiento de la fibromialgia. El ejercicio no
sólo mantiene en forma los músculos y pone a punto
el sistema cardiovascular, sino que disminuye el dolor,
favorece el sueño, mejora la sensación de fatiga y
disminuye la ansiedad y la depresión. Caminar, correr,
andar en bicicleta o bailar, son ejercicios aeróbicos
que favorecen el control de la enfermedad. Comience

189
a realizar el ejercicio de una forma suave y vaya pro-
gresivamente incrementando su intensidad y duración,
hasta realizarlo de 20 a 40 minutos, como mínimo 3
días a la semana. Al principio es posible que su dolor
se incremente, pero progresivamente irá disminuyen-
do.

Relaciónese con los demás

Todos sabemos cómo alivia nuestras preocupaciones


la conversación con los amigos y compañeros. Cuente
a los demás lo que le pasa y cómo no puede hacer
siempre las cosas que hacía antes, pero evite que la
comunicación se centre continuamente en su dolor.

Proteja su salud

La depresión que puede acarrear el dolor crónico de-


termina que se abandonen los buenos hábitos de sa-
lud. El tabaco, nocivo para cualquier aspecto de la
salud, es también un excitante del sistema nervioso
que hace más difícil el control del dolor. Lo mismo su-
cede con la cafeína y el exceso de alcohol, el cual
puede además interferir con la medicación. Vigile su
peso y haga ejercicio para mantenerse en forma.

Use con precaución los medicamentos

Muchos de los síntomas de la fibromialgia mejoran


con medicación. Los analgésicos y antiinflamatorios,
que tan eficaces resultan en el dolor agudo, no funcio-
nan tan bien en el dolor crónico de la fibromialgia,
aunque son útiles en muchos pacientes. Existen anal-
gésicos más potentes, denominados opiáceos, que
pueden ser empleados en la fibromialgia, siempre que
los recomiende un médico experto en su empleo.
Otros fármacos, como los anticonvulsivantes y los an-
tidepresivos también pueden disminuir el dolor.
Existen medicamentos que pueden mejorar el
sueño, los trastornos psicológicos, las molestias intes-
tinales, etcétera, pero, lo más importante es que la
persona que padece esta enfermedad evite el auto-

190
medicarse, y se ponga en manos de un médico exper-
to en el tratamiento del dolor crónico y en el uso de las
medicaciones anteriormente mencionadas.

Use con precaución las medicinas alternativas

Como con frecuencia los medicamentos tienen un re-


sultado solamente parcial, es habitual que muchos en-
fermos busquen soluciones en las terapias
alternativas. Algunas de estas terapias mejoran el do-
lor y pueden favorecer el control de estrés, como el
yoga, la acupuntura, quiropraxis, masaje, Tai-Chi,
homeopatía. La medicina alternativa puede ser cara, y
no está regulada por las guías médicas. Por ello, se
debe recomendar al paciente que consulte siempre
con su médico antes de comenzar cualquier terapia de
medicina alternativa, ya que algunas pueden interferir
con el tratamiento estándar o habitual. Desconfíe si le
prometen curación, si le recomiendan que abandone
la terapia con medicinas, o si le dicen que el trata-
miento es un secreto y solamente puede ser adminis-
trado por ciertos proveedores.

Sea constante

La paciencia es una virtud importante; conseguir resul-


tados puede tardar algún tiempo. No lo eche todo a
perder porque tenga un día malo. Aunque haya con-
seguido estabilizar su enfermedad, los días malos,
inevitablemente aparecerán y debe estar preparado
para afrontarlos. En esos días, salga de casa y rela-
ciónese con los demás, mantenga sus compromisos
habituales y procure dedicar más tiempo a relajarse.
Mantener con regularidad los consejos que le hemos
dado anteriormente es la mejor forma de seguir con-
trolando su enfermedad.

191
4.1. El dolor en números61

Es tan grande el silencio del silencio


que de pronto quisiéramos que hablara

X. Villaurrutia

v Se ha encontrado que existe percepción distinta del


dolor entre varones y mujeres, que son las mujeres
quienes con mayor frecuencia acuden a la consulta
médica por causas relacionadas con el dolor y que
se quejan más de dolores intensos y crónicos que
los varones62. El estrés y las preocupaciones son
los responsables en el 60% de los casos de cefalea
y cada vez afecta más a la población desde edades
tempranas. En España, el 90% de los niños ha su-
frido algún dolor de cabeza antes de cumplir los 15
años, siendo el 70% de origen tensional. Estrés que
puede desembocar en estados depresivos o en
conductas violentas.

v En el Día Mundial de la Salud Mental (10 de octu-


bre) , la OMS señaló que en el último año (2006) se
habían registrado 873 mil suicidios en el mundo,
problema que constituye una de las primeras cau-
sas de muerte entre las personas jóvenes de entre
15 y 35 años y se dijo que el 90% de éstos se aso-
61
Al final del capítulo se anexa un cuadro en el que se exponen
algunas de las principales investigaciones sobre el dolor y re-
sultados sobresalientes.
62
Algunos estudios de población revelan que entre un 6 y un
7% de hombres y entre el 15 y un 18% de mujeres experimen-
tan dolores de migraña (JAMA, 2005; 293:2118-2125)

192
cian a desórdenes mentales como depresión, es-
quizofrenia y alcoholismo.

v La Sociedad Española del Dolor ha reconocido la


dificultad para diagnosticar y tratar adecuadamente
el dolor, debido principalmente, a su carácter subje-
tivo relacionado con factores personales y sociocul-
turales. Y aunque en general es posible utilizar
escalas analógicas y registrar la alteración de algu-
nos signos vitales cuando el paciente refiere dolor,
también es necesario y posible evaluar el impacto
emocional y social si se desea realizar una evalua-
ción más completa. En el caso de los niños y los
pacientes con enfermedades mentales, se requiere
de otros procedimientos para el diagnóstico del do-
lor, principalmente, de indicadores individuales ob-
tenidos mediante la observación63.

v En la IV Reunión de la Sociedad del Dolor (Valen-


cia, España, 2004) se presentó el Informe Nuprin
realizado en 1985 en población estadunidense. Se
encontró que entre las 1,254 personas entrevista-
das mayores de 18 años, el dolor más frecuente
era el de cabeza (73%), seguido por el de espalda
(56%), el muscular (53%) y el articular (51%). En el
caso del dolor crónico, entendido como aquél que
había persistido durante 101 días o más en el año

63
Otros métodos utilizados para evaluar la intensidad del dolor
en población general son las escalas numéricas, las categoria-
les y las de tipo visual-analógicas.

193
anterior a la entrevista, el más frecuente era el do-
lor articular (10%) y el de espalda (9%). Se comen-
tó que en Estados Unidos la mayoría de pacientes
afectados por el dolor crónico tiene entre 30 y 50
años; mientras que en Europa, la edad oscilaba
entre 30 y 60 años, y en España, entre 40 y 60
años.

v En la misma reunión se presentaron resultados de


la Encuesta Nacional de Salud en España (1987)
que reportó que 6 de cada 10 individuos (se entre-
vistaron 40 mil) se consideraban a sí mismos como
enfermos crónicos, preferentemente de dolor de
cabeza, problemas reumáticos (reumatismo, artro-
sis, artritis, ciática, lumbago, dolor de espalda) y
dentales. En todos los casos y para todos los gru-
pos de edad, las mujeres relataban la existencia de
más problemas de salud crónicos que los varones.
En cuanto a la edad, entre los mayores de 65 años
el porcentaje de enfermos crónicos sobrepasaba el
80% de los entrevistados. Se concluyó que el dolor
es más frecuente en mujeres, personas de clase
baja, sin cualificación profesional y que realizan ac-
tividades físicas duras.

v En 1998 la SED64 realizó un estudio mediante en-


trevista telefónica a 5 mil personas de ambos sexos
mayores de 18 años con cualquier tipo de dolor

64
Ibidem.

194
agudo o crónico. Entre los resultados se destacan
los siguientes:
♦ 29.6% de los encuestados refirió haber padeci-
do dolor el día anterior, siendo las mujeres el
colectivo más afectado.
♦ La frecuencia del dolor aumentó con la edad.
♦ 60.5% declaró que su dolor tenía más de tres
meses de evolución.
♦ 61.7% tomaba algún medicamento.
♦ La auto prescripción fue de un 29%.
♦ El 48% de las mujeres se vieron imposibilitadas
de realizar el trabajo doméstico debido al dolor.
♦ 56.2% manifestó que sus relaciones personales
se habían visto afectadas.
♦ 80% opina que las alteraciones psicológicas
pueden aumentar el dolor.
♦ 74.5% piensa que los fármacos que ingieren pa-
ra distintos padecimientos disminuyen la efica-
cia de los analgésicos.
♦ 43.5% piensa que la fe o la religión puede ayu-
dar a aliviar el dolor.

v En Estados Unidos65 se ha reportado la frecuencia


de dolor en pacientes que acuden al servicio de ur-
gencias, en un estudio realizado en 1999 a través
de 21 103 servicios de urgencias y con datos sobre
102.8 millones de pacientes que visitaron este ser-
vicio, se encontró:

65
http://www.ameted.org.mx

195
♦ Que el 14% de ellos presentaba dolor leve y el
12% tenía dolor moderado a severo causado
principalmente por lesiones y 18% refirió dolor
de tipo músculo esquelético no relacionados a
lesiones.
♦ Que el 36% de las personas que falta al trabajo
lo hace por dolor y aproximadamente falta 20
días al año.
♦ Que el dolor persistente se asoció con una fun-
ción física y social alterada y con depresión.
♦ Al menos 50% de las personas mayores de 60
años sufre dolor.

v La Asociación Internacional para el Estudio del Do-


lor (IASP) estableció para Estados Unidos en el año
2001, que entre las patologías incluidas en el dolor
crónico de etiología no maligna se encontraban
principalmente padecimientos como osteoartritis,
artritis reumatoide, fibromialgia, dolor lumbar, neu-
ropatías de diferentes orígenes y cefaleas entre
otras; asimismo, hizo referencia al perfil de la po-
blación más afectada por estas enfermedades que
cursan con dolor y señaló que:
♦ La osteoporosis afecta a una de cada cinco mu-
jeres de más de 45 años y a cuatro de cada
diez de más de 75 años.
♦ La osteoartritis afecta de 20 a 25 millones de
estadounidenses, 30% de ellos se encuentra
entre los 45 y 65 años y 70% está formado por
individuos mayores de 65 años.

196
♦ Aproximadamente el 1% de la población de Es-
tados Unidos (2.1 millones) sufre de artritis
reumatoide, aumentando la incidencia con la
edad.
♦ La fibromialgia afecta a más de 2 millones de
estadunidenses.
♦ Entre 2 y 5% de esta misma población presenta
anualmente un cuadro de dolor lumbar con un
costo por incapacidades de 16 billones de dóla-
res.
♦ Aproximadamente 40 millones de la población
de Estados Unidos presenta cuadros crónicos
de cefaleas.

v El British Medical Journal reportó en septiembre de


2001 que investigadores de la Unidad de Epidemio-
logía de Enfermedades Crónicas de la Universidad
de Manchester (Reino Unido) habían monitorizado
los índices y causas de muerte de 6,569 adultos de
más de 85 años durante un período de ocho años.
Todas estas personas habían participado en en-
cuestas sobre dolor en las que, entre otras cuestio-
nes, se les había preguntado si habían sufrido dolor
en el mes anterior a su fallecimiento. Aproximada-
mente la mitad declaró haber sufrido dolor en algu-
na parte del cuerpo y 15% manifestó haber
padecido dolor en todo el cuerpo.

v La tasa de mortalidad fue mayor entre los que su-


frían dolor regional o generalizado. De hecho, los

197
que padecían un dolor generalizado tenían el doble
riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer. Asimis-
mo, el número de muertes violentas (accidente y
suicidio) fue cinco veces mayor en este grupo que
en el de las personas que declararon no haber su-
frido dolor.

v La Encuesta Europea del Dolor, la más amplia e


importante realizada en Europa para conocer la
prevalencia, severidad e impacto del dolor crónico,
incluyó 16 países y se realizó entre noviembre 2002
y julio 200366. Los datos epidemiológicos más nota-
bles son:
♦ Los europeos se quejan frecuentemente de do-
lores de espalda, cefaleas y migrañas.
♦ Las mujeres se ven más afectadas que los va-
rones.
♦ El cáncer sólo se menciona como causa de do-
lor en el 3% de las personas consultadas.
♦ Uno de cada tres pacientes afirma que sufre do-
lor las 24 horas del día con una intensidad de
moderada a grave.
♦ 40% asegura que su médico está más centrado
en tratar la enfermedad que el dolor. Sólo 2%
está siendo tratado por un especialista en dolor
aunque 27% ha visitado a un especialista en al-
gún momento de la evolución de su enferme-
dad.

66
La encuesta fue telefónica, incluyó a 46 mil adultos de 16
países.

198
♦ 19% de los europeos sufre dolores crónicos, in-
cluso, durante más de 20 años, a menudo per-
manentes y de 5 a 7 días de duración media.
♦ De aquellos pacientes con dolor que reciben tra-
tamiento (73%), el 58% afirma que su tratamien-
to es, en ocasiones, inadecuado. Más del 60%
de los pacientes tratados, refleja el desconoci-
miento que existe sobre el dolor y cómo tratarlo.
♦ 28% afirma no ser capaz de llevar una vida in-
dependiente, al 22% le cuesta mantener rela-
ciones con amigos y familia, el 46% asegura
que no realiza ninguna actividad social y el 35%
no es capaz de mantener relaciones sexuales.
♦ 22% ha perdido su trabajo, 29% sufre depresión
como consecuencia directa del dolor y 13%
siente que sus compañeros no entienden las
implicaciones de su dolor. En Europa cada año
se pierden 34 billones de euros como resultado
directo del dolor.
♦ La media de pérdida de días de trabajo por per-
sona al año en España es de 16 días. Este es el
país que reporta mayor incidencia de dolor en
Europa.
♦ España, Italia, Grecia y Portugal, presentan el
menor consumo de opioides menores y mayo-
res (14% frente a la media europea que es de
30%) indicados en el tratamiento del dolor cró-
nico moderado a severo.
♦ La visión sobre el dolor que ha mostrado la En-
cuesta Europea del Dolor ha generado la puesta

199
en marcha de distintas actividades promovidas
por especialistas en dolor y pacientes, con el
objetivo de mejorar el conocimiento del dolor.
En esta línea se enmarca el lanzamiento de la
página web "Pain in Europe", que proporciona
información sobre epidemiología, tratamiento e
impacto del dolor, así como de las actividades
científicas, educativas y de divulgación que se
realizan en las instituciones abocadas al tema.

v El boletín de la SED (mayo 2004) reportó que en


Estados Unidos, el 18% de la población general de
65 o más años de edad refiere tomar regularmente
medicamentos analgésicos varias veces a la sema-
na, y que de éstos, el 63% toma medicamentos
prescritos para controlar el dolor durante más de 6
meses seguidos. Señala que la prevalencia de do-
lor es doble entre personas mayores de 60 años,
en comparación con personas menores de esa
edad. Asimismo, entre ancianos ingresados a cen-
tros residenciales, la prevalencia del dolor oscila
entre el 45% y el 80%. En términos generales, se
estima que en Estados Unidos el 50% de las per-
sonas mayores padece alguna forma de dolor per-
sistente.

v Según fuentes de predicción del Instituto Nacional


de Estadística en España, de casi 7 millones de
ancianos en el año 2002, se pasará a unos 8 millo-
nes en el año 2020, produciéndose un mayor au-

200
mento en el grupo de mujeres ancianas y en el de
mayores de 75 años. Se prevé que en el año 2025,
el 27% de la población europea tendrá 60 años o
más. En pacientes españoles hospitalizados mayo-
res de 65 años se ha encontrado una prevalencia
de dolor del 52%, y de éstos, el 13% presentaban
dolor desde hacía más de seis meses. Entre pa-
cientes ingresados a una unidad de cuidados palia-
tivos, el 84.3% presentaba dolor.
En el estudio español Valoración socioepidemioló-
gica del paciente mayor de 65 años con dolor cró-
nico no oncológico67, se encontraron los datos
siguientes:
♦ 69% sufre dolor crónico y lleva una media de 9
años con dolor y solamente el 1% recibe trata-
miento adecuado.
♦ 75.3% declara que soporta mejor el dolor gra-
cias a sus creencias religiosas.
♦ 68.8% considera que el dolor perjudica su cali-
dad de vida, 36% padece depresión y 58% con-
sidera que el dolor es el causante de crisis en
sus relaciones familiares.
♦ 43% sufre trastornos del sueño y 45% de los
ancianos necesitan medicamentos para dormir.
♦ Más de la mitad recibe analgésicos o antiinfla-
matorios no esteroideos a pesar de que este ti-
po de medicamentos reducen el efecto de otros
que tratan hipertensión y diabetes y bien pue-

67
En el que participaron 594 ancianos de 15 hospitales espa-
ñoles.

201
den ocasionar o agravar problemas gástricos o
renales, enfermedades, que por otro lado, son
comunes entre los ancianos. El estudio muestra
que el 60.6% de los ancianos padece hiperten-
sión, 25% tiene colesterol elevado y 22.1% es
diabético.

v Una investigación realizada por la Unidad Pediátri-


ca contra el Dolor (Hospital La Paz de Madrid, Es-
paña) reportó en el 2004 que los niños sienten más
el dolor que los adultos. Contrariamente a lo que se
sostenía hace apenas 5 décadas, los niños pueden
sentir dolores más intensos porque tienen menos
desarrollados los inhibidores del dolor, además, la
experiencia del dolor muy probablemente afectará
negativamente su vida posterior y tendrán más difi-
cultades para conseguir su bienestar en la vida
adulta comparativamente con los niños que no han
sufrido dolor. Los especialistas señalaron que se
puede observar un patrón de comportamiento en
los niños y los bebés cuando sienten dolor y que
atiende al tipo de llanto, respiración, tono postural,
expresión facial, presión arterial y frecuencia car-
diaca.

v En cuanto a la dificultad para evaluar el dolor en


pacientes con demencia o con alguna otra limita-
ción para verbalizar su dolor, la SED recomienda
observar:

202
♦ Conductas no verbales como: agitación, postura
deforme, manoseo repetitivo, respiración ruido-
sa, parpadeo rápido, tocarse repetidamente una
o más partes del cuerpo. Otras conductas pue-
den ser movimientos constantes o aislamiento.
♦ Vocalizaciones no verbales: gritos, gemidos,
gruñidos.
♦ Expresiones faciales: boca apretada, expresión
facial distorsionada, expresión facial temerosa,
entrecejo fruncido, muecas
♦ Cambios en la conducta habitual: oposicionis-
mo, inquietud, agresión, agitación, irritabilidad,
apetito alterado, patrón del sueño alterado.

v La Sociedad Española de Medicina Rural y Genera-


lista (SEMERGEN)68 y el Arthritis Action Group
(Grupo de Acción contra la Enfermedad Reumática)
reportaron en el 2005 que más del 60% de consul-
tas obedecen a problemas de dolor y que al menos
el 25% de los europeos padecen de dolores reumá-
ticos. Otras aseveraciones importantes son:
♦ Uno de cada tres enfermos reumáticos asume
el dolor como algo normal, como parte de su en-
fermedad y no hace algo para aliviarlo.
♦ 27% de afectados por el dolor nunca visita al
médico.

68
http://www.psiquiatria.com/noticias/psicosomatica/21593

203
♦ Casi un 57% de los encuestados afirma sentir
dolor constante y 22% de los casos sufre de do-
lor diariamente.
♦ Uno de cada cinco encuestados asegura que el
dolor es tan grave que no puede tolerarlo más;
27% no puede recordar lo que es sentirse bien;
40% se siente cansado todo el tiempo; y uno de
cada seis asegura que el dolor es a veces tan
terrible que preferiría morir.
♦ Se calcula que 80% de los pacientes con dolor
crónico no está recibiendo la atención suficiente
para controlar el dolor.
♦ 45% de los pacientes cree que no se puede
hacer nada por mejorar su condición y 58% es-
pera que su salud empeore.
♦ Alrededor del 20% de los españoles mayores de
16 años padece alguna enfermedad reumática,
siendo la artrosis de rodilla la más frecuente.

v En el año 2005, la Sociedad Española del Dolor


realizó en dos hospitales de España un estudio de
valoración acerca de la actitud terapéutica ante el
paciente con dolor crónico y en mayo del 2006, re-
portó los siguientes resultados:
♦ 70% de las personas que sufren dolor crónico
son mujeres.
♦ 54% de ellas son amas de casa y 25% están ju-
biladas
♦ Todas presentan un nivel socioeconómico me-
dio y estudios primarios

204
♦ 61% padece dolor osteoarticular y 49% neuro-
pático
♦ 50% presenta alteraciones del sueño
♦ 47% sufre depresión o ansiedad
♦ Otros síntomas frecuentes son: astenia, pérdida
de peso e irritabilidad
♦ El tiempo medio de evolución del dolor ha sido
de 6 ½ años
♦ 30% de los pacientes entrevistados ha pedido
su baja laboral
♦ 11% ha requerido hospitalización con una me-
dia de estancia de 12 días
♦ Y, entre enero y mayo del 2006, el 26% de los
enfermos acudió al menos tres veces al servicio
de urgencias debido al dolor.

v Médicos españoles especialistas en ginecología,


traumatología y pediatría, mencionan que los dolo-
res habituales que enfrentan son: garganta, faringe,
senos paranasales y oídos, representando el 25%
de sus consultas. Les siguen los dolores traumáti-
cos, reumáticos, de espalda, por sobrecargas mus-
culares o por desviación de columna.

v Según investigadores de la Universidad de Florida,


las mujeres consultan al médico por dolor, más a
menudo, refieren dolor más intenso y más enfer-
medades que cursan con dolor que los varones.
Los investigadores coinciden en que las mujeres
tienen entre 2 y 3 veces más probabilidades de

205
presentar cefalea y 6 veces más de desarrollar fi-
bromialgia69 que los hombres. Creen además, que
algunas diferencias en la percepción del dolor se
deben a las fluctuaciones hormonales, algo que se
ha observado en el período premenstrual, en el que
las pacientes presentan mayor sensibilidad al dolor.

v Durante el VI Congreso Nacional de la Sociedad


Española del Dolor, que tuvo lugar en España en
octubre 2005, se dijo que aproximadamente son
300 millones de personas en el mundo las que pa-
decen algún tipo de dolor crónico70 y que el costo
de su atención médica representa entre el 2.2 y el
2.8% del Producto Interno Bruto (PIB) de los países
industrializados. Se mencionó que cerca de 4.5 mi-
llones de personas en España sufren dolor crónico
y se estima que lo llevan padeciendo una media de
nueve años, también se dijo que alrededor del 67%
de los pacientes mayores de 65 años sufre dolor
crónico.

v Según la Encuesta internacional sobre las caracte-


rísticas y síndromes del dolor asociado a cáncer
realizada por la IASP71 en 2000 sobre una pobla-

69
En EU, 28 millones de personas padecen dolores migraño-
sos, y de este total el 75% son mujeres.
70
La OMS informó que en el año 2000 existían 600 millones de
personas mayores de 60 años con dolor crónico, cifra que se
duplicaría en 2025 y que podría alcanzar los 2 000 millones en
2050.
71
http://revista.sedolor.es/pdf/2000_04_02.pdf

206
ción de 1 095 pacientes de 24 países, se encontró
que el dolor intenso, las características, los síndro-
mes y la fisiopatología del dolor asociado al cáncer
son muy heterogéneos entre los diferentes sujetos,
presentándose 22 tipos de síndromes dolorosos an-
te patologías y medicaciones similares. Este estu-
dio se caracterizó por ser el primero en buscar
datos comparativos en un protocolo de tipo pros-
pectivo, transversal, internacional y multiétnico.

v En el IX Congreso de la Federación Europea de


Sociedades Neurológicas (EFNS) de 2005, se dijo
que la migraña es padecida por 50 millones de per-
sonas en Europa. 83% de ellas afirma que la mi-
graña afecta las relaciones con la familia y amigos,
87% menciona que esta dolencia les ha hecho per-
der energía, que sufren apatía, frustración, senti-
miento de culpa al pensar que defraudan o dejan
de lado a otros. Se dijo que las personas que pade-
cen migraña se ven forzadas a perder una media
de hasta 10 días de trabajo o estudio al año, no
obstante, casi la mitad de los pacientes con migra-
ña tarda más de tres años en consultar a un médico
por esta patología.

v La Clínica del Dolor del Hospital General de Méxi-


co, reportó la información epidemiológica que se lis-
ta enseguida y que se recogió de las historias
clínicas de pacientes que asistieron al servicio entre
1995 y 1997. De acuerdo a la dolencia, la clasifica-

207
ción incluyó: neuropatía viral, 25.8%; osteoartropa-
tía, 23.6%; diversos tipos de neoplasias, 14.2%;
neuralgias y plexopatías, 12.9%; neuropatías novi-
lares, 6.0%; cefaleas, 4.7%; enfermedades vascular
periféricas, 3.7%; patologías asociadas con sín-
dromes dolorosos, 3.2%; distrofias simpático refle-
jas, 1.9%; artralgias, 0.1%; enfermedades
psicosomáticas, 0.1%; disfunción témporomandibu-
lar 0.1% y otras 3.1%.

v Los pacientes que más frecuentemente acuden por


dolor al HGM, son adultos mayores (principalmente
mujeres) de nivel socioeconómico bajo y medio. En
la Clínica del Dolor se reportó un promedio de 267
consultas mensuales entre 1983 y 1989; estos valo-
res se incrementaron más del 200% en el periodo
de 1990 a 1994 en el que se atendió a un promedio
de 562 consultas cada mes con un promedio de 80
pacientes de nuevo ingreso. El número total de
consultas en 1989 fue de 4 256 y hacia 1994 la ci-
fra se había incrementado más del 100% con un to-
tal de 8 953 consultas.

v En México, existen datos escasos sobre la epide-


miología del dolor. Uno de los estudios que pugnan
por una ley para garantizar el suministro y venta de
narcóticos que contribuya a paliar el dolor de los
enfermos cancerosos, fue presentado en mayo del
2005, por las comisiones de salud de las cámaras
del Congreso de la República. Esta iniciativa pro-

208
pone designar el 11 de octubre como el Día Nacio-
nal sin Dolor y modificar el plan de estudios de la
carrera de médico cirujano a fin de incorporar algu-
na asignatura sobre manejo y control del dolor. El
estudio en el que basa sus propuestas señala:
♦ En el año 2000 se registró una tasa de 92.3 ca-
sos de tumores malignos por cada 100 mil habi-
tantes, que afectó 34.3% a hombres y 65.7% a
mujeres. Los tumores malignos que aparecieron
con mayor frecuencia fueron: cuello del útero,
24%; piel, 14%; mama, 11%; próstata, 6%; es-
tómago, 3%.
♦ En el año 2001, el cáncer representó la 2ª cau-
sa de muerte (12.8% del total). Los adultos ma-
yores de 65 años y las mujeres mayores de 25
años fueron los grupos de mayor riesgo para
contraer la enfermedad y fueron más afectadas
las poblaciones del norte y centro del país.
♦ Se estima que entre el 50 y 75% de pacientes
cursa la enfermedad con dolor en etapas inicia-
les e intermedias y que el 90% padece dolor en
etapa terminal. La literatura mundial reporta que
del 65% al 78% de los casos, el dolor se rela-
ciona directamente con el tumor o la infiltración
tumoral, del 19 al 25% está en relación con el
tratamiento anticanceroso y sólo del 3 al 10%
sin relación con el tratamiento.

v En ese mismo año, el Servicio de Oncología Médi-


ca del Instituto Catalán de Oncología (ICO) en Es-

209
paña, reportaba que el 50% de enfermos oncológi-
cos no recibían control adecuado del dolor que se
sumaba a la inapetencia y la debilidad que experi-
mentaban todos los días. Sin embargo, precisa que
es más fácil controlar el dolor que la falta de apetito
o la debilidad, pues el dolor puede aliviarse en el
100% de los casos y eliminarse en el 80%. Enton-
ces, si no se atiende el dolor es porque se desco-
noce la terapéutica, se tienen prejuicios ante los
opiodes o, simplemente, porque no se concede la
importancia que tiene el dolor en la vida de las per-
sonas.

4.2. Dolores ónticos


Lo único que le digo es que
haberme metido tan adentro de la razón
me hizo creer más en el corazón

Ernesto Sábato♣

...si se te enferma el corazón


irás por su salud a los infiernos
y ya no volverás

Holan

En 1836 John Stuart Mill72 señalaba:


Uno de los efectos de la civilización –por no decir uno
de sus elementos constitutivos– consiste en que el
espectáculo e incluso la misma idea de dolor se sus-
trae cada vez más a la visión de aquellas clases que
más disfrutan de los beneficios de la civilización (...)


Escritor argentino merecedor del Premio Cervantes y físico
matemático de formación.
72
Citado por Ocaña Enrique, Op. Cit.

210
Todos aquellos aspectos del negocio social que obli-
gan a cualquier persona a ser el agente inmediato o el
testigo ocular de la inflicción del dolor, son delegados
por consenso común a una clase peculiar y restringi-
da: jueces, soldados, cirujanos, carniceros y verdugos
(p. 41).

Constantin Noica, filósofo rumano (1909-1987) ha


sumado a las enfermedades somáticas y psicológicas
las enfermedades del espíritu, a las que también llama
ónticas o constitutivas del ser. Dichas enfermedades
pueden entenderse como estados de pesar o condicio-
nes del ser humano que dan cuenta “del sentimiento
de exilio en la tierra, la alienación, el tedio metafísico,
el sentimiento del vacío y del absurdo, la hipertrofia del
yo, el rechazo de todo, la protesta sin objeto”.73
Describe las enfermedades ónticas que, a su juicio,
han minado la conciencia, la voluntad, la libertad
humana y han sumido a los hombres en un universo
reducido al absurdo; abrumador y laberíntico (universo
concentracionario, le llamó Steinhardt). Estas enferme-
dades se presentan en estados carenciales o estados
de exceso o indiferencia frente a la individualidad y su
anclaje con lo general; la permanente insatisfacción y
la ausencia de reflexión frente a sí mismo y lo social.
Se extravían las medidas y las formas de medir los
actos y las consecuencias en un mundo que ha desdi-
bujado las fronteras entre lo público y lo privado.
El exceso de individualismo, sin ser sinónimo de
conciencia de libertad, ha promovido que en la moder-
73
La Jornada Semanal, La Jornada, no. 358, 13-I-2002, Méxi-
co, p.5

211
nidad el hombre se haya desnutrido de sí mismo, a tal
grado que ha perdido identidad y morada (en el sentido
ético). Consecuentemente, en el proceso de globaliza-
ción, el sufrimiento se gesta eficazmente porque no se
tienen, porque se sobrecargan o porque se olvidan los
compromisos humanos esenciales. Trastocado el sis-
tema filosófico que dio vida al humanismo, se ha perdi-
do solidez en la vida comunitaria.
En estricto sentido cultural, dice Noica:

Si existiera un cuerpo que se moviera fuera de las le-


yes mecánicas, todas las ciencias naturales desapa-
recerían. Lo mismo acontece con la libertad: ella debe
74
encontrar en el límite, la necesidad.
Asimismo, podemos encontrar otras experiencias
relacionadas con el dolor de las que difícilmente se
ocuparían las estadísticas epidemiológicas. Me refiero,
por ejemplo, al dolor que deja la separación de perso-
nas que se aman, la enfermedad, la discapacidad, la
muerte o el abandono; al dolor auto inflingido; al dolor
que padece una sociedad cuando es sometida a la
pobreza, la marginación, la discriminación o la exclu-
sión de los bienes y servicios que se generan en el
entorno o cuando se atropella la dignidad humana al
inflingir dolor en la autoestima, en el orgullo personal
como fuente de poder para ejercitar control, castigo o
venganza.
Trataré de ilustrar con algunos ejemplos otros pa-
decimientos ónticos, consciente de que esta visión de
la epidemiología rebasa los alcances del presente tra-

74
Ibidem, p. 7

212
bajo por la extensión que estos padecimientos tienen
en el mundo, a pesar de que muchas veces sea una
realidad oculta.

v De acuerdo a cifras presentadas en abril del 2005


por la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
y la Organización Mundial de la Salud (OMS), en-
fermedades y accidentes laborales causan en el
mundo 2 millones de muertes al año. Los datos di-
fundidos muestran que un 17% de los accidentes
mortales en todo el mundo se producen en la cons-
trucción, a un ritmo de una muerte cada diez minu-
tos, más de 60.000 al año. Por otra parte, las
enfermedades profesionales son responsables de
1.7 millones de muertes anuales.

v Cada año, suceden cerca de 300 millones de acci-


dentes laborales no mortales y entre 1998 y 2001
los accidentes que provocaron tres días o más de
baja laboral aumentaron de 56 millones a 69 millo-
nes. Solamente en China ocurrieron 90 mil 500 ac-
cidentes laborales en el 2004 y en América Latina
se registraron 39 mil 500 en el mismo año. Este tipo
de accidentes crean condiciones nuevas en la vida
cotidiana de los trabajadores y sus familias porque
lastiman el cuerpo y la confianza de las personas
frente a su trabajo, porque pueden incapacitar o de-
jar secuelas permanentes a los afectados. Muchos
de estos accidentes son la causa principal del dolor

213
crónico que padecen los trabajadores retirados o
pensionados.

v En la investigación socioepidemiológica que se rea-


lizó en la Casa de los Mil Colores75 se encontró que
la enorme presión emocional por la salud de los
hijos, así como la preocupación con la que em-
prenden el largo camino desde sus poblaciones
respectivas hasta la ciudad de México, les genera
no solo agotamiento, sino estrés por encontrarse,
muchos de ellos por primera vez, en la gran urbe.
En el diagnóstico se detectó que los hombres pa-
decían dolores musculares, principalmente de es-
palda y miembros superiores; en tanto que las
mujeres se quejaban de dolores abdominales y de
cabeza. Todos los entrevistados hicieron alusión al
“dolor de corazón” que refirieron como honda triste-
za por la enfermedad de sus hijos y porque han te-
nido que abandonar al resto de la familia, su tierra,
sus animales y otras pertenencias.

v En la investigación que realizó Anabella Barragán


(2005) titulada Etnia y Dolor, se alude a los mismos
problemas de salud que refieren las poblaciones
indígenas que se albergan en la Casa de los Mil

75
La Casa de los Mil Colores es un albergue indígena estable-
cido en la Cd. de México con el propósito de hospedar a padres
y niños indígenas, cuando estos últimos son atendidos en los
hospitales de tercer nivel, debido a la gravedad de su enferme-
dad. Estas personas tienen que recorrer largas distancias du-
rante varios días antes de arribar a la ciudad.

214
Colores. Barragán señala que la cosmovisión indí-
gena incluye la relación de estas dolencias con los
desequilibrios entre lo frío/caliente, las penas de
amor y las muertes de seres queridos, mencionan-
do que éstas últimas se consideran “dolores del al-
ma”. Asimismo, menciona Barragán que los
indígenas recurren principalmente a los masajes,
limpias, emplastos, pomadas, punciones, infusiones
o tés para atender el dolor.

v En otra investigación de Anabella Barragán (2002)


titulada Dolor crónico: una revisión antropológica,
que realizó en el Hospital General de México llegó
a las siguientes conclusiones: el dolor sigue siendo
considerado como castigo o consecuencia produci-
da por la trasgresión de preceptos morales. La
conducta frente al dolor observa comportamientos
de género; mientras los hombres se retraen de las
relaciones sociales, las mujeres tienden a buscar
ayuda y a hacer crecer sus vínculos y redes de
apoyo. Señala que en estas poblaciones la medici-
na doméstica siempre constituye la primera opción
de atención al dolor, aunque, si el dolor no cede, la
búsqueda y práctica de diversas alternativas es lo
más común.

v Por otra parte, Barragán señala que las dolencias


se viven como una prueba de fe, una enseñanza
divina o como una forma de purificación. En el con-
texto de las creencias religiosas, el dolor tiene uso

215
social, ya que el enfermo cumple una función me-
diadora entre los familiares, pues su condición vul-
nerable permite que los lazos afectivos y sociales
se estrechen. Menciona que la violencia doméstica
tiene repercusiones importantes para generar en-
fermedades asociadas a dolores crónicos con fuer-
tes repercusiones en el sentimiento de seguridad
ontológica y de confianza hacia los demás.

v Pero en esta misma cosmovisión, el dolor tiene al


menos otras tres funciones sociales: como entidad
que se desea transmitir a alguna persona por la
que se tiene aversión, resentimiento o coraje; como
un componente ritual (sobre todo en los ritos de pa-
so) en el que se involucra el honor o el orgullo y
como una demostración de fuerza o capacidad
(Orellana, 2004). Orellana refiere que entre los in-
dígenas del pueblo purépecha el dolor tiene gran
importancia por lo que se asigna un nombre para
cada dolor dependiendo de su ubicación en el
cuerpo.

v Los usos del dolor autoinfligido como mecanismo


para solventar el miedo, la soledad, la desesperan-
za, la impotencia o la minusvalía, es otro de los re-
cursos que se emplean para adaptarse a la
sociedad. En la investigación de Conterio y Favaz-
za76 se estima que el 0.75% de la población occi-

76
www.auto-lesion.com/cuerpoPQ.htm

216
dental presenta conductas de autolesión. Estudios
más recientes en Estados Unidos reportan que el
1% de norteamericanos se autolesiona.

v En una encuesta de 1986, se encontró que el perfil


típico de una persona que se autolesiona es del
sexo femenino, entre 25 y 35 años de edad y que
se hace daño desde su adolescencia. Tiende a ser
de clase media o alta, inteligente, bien educada y
con un historial de abuso físico y/o sexual o bien de
un hogar con al menos un padre alcohólico y que
con frecuencia presentan desórdenes de la alimen-
tación. Algunos datos de la investigación son los si-
guientes:
Clasificación de las lesiones más frecuentes:
♦ Cortarse: 72%
♦ Quemarse: 35%
♦ Golpearse: 30%
♦ Interferencia con la curación de heridas:
22%
♦ Arrancarse el cabello: 10%
♦ Romperse huesos: 8%
♦ Varios métodos: 78%
♦ Los encuestados admitieron haber realizado
en su vida un promedio de 50 actos de auto-
lesión; dos terceras partes admitieron
haberse realizado una lesión durante el últi-
mo mes. Cabe señalar que el 57% alguna
vez tomó una sobredosis de droga, la mitad
de ellos por lo menos cuatro veces utilizaron

217
drogas; y una tercera parte de toda la mues-
tra esperaban morir antes de cinco años. La
mitad de la muestra había estado hospitali-
zada (240 días en promedio) debido a la au-
tolesión.
♦ Únicamente el 14 por ciento dijo que la hos-
pitalización le ayudó mucho, 44 por ciento
dijo que ayudó poco y 42 por ciento mencio-
nó que no le ayudó en nada. 38 por ciento
había ingresado a urgencias del hospital de-
bido a heridas por autolesión (una media de
3 visitas).
♦ 64 por ciento intentaron terapia como pa-
cientes externos (60 sesiones en promedio),
29 por ciento indicó que les ayudó mucho,
47 por ciento un poco y 24 por ciento men-
cionó que no les ayudó.

v Que las personas se auto infieran dolor tiene al


menos tres posibles lecturas. Primero, como una
forma de tranquilizarse ante sentimientos o emo-
ciones abrumadoras e inmanejables ofreciendo el
cuerpo para validar el sufrimiento interior y de este
modo preservarse de una agresión mayor. Segun-
do, como una forma de expresar vivencias que de
otro modo es imposible comunicar porque se expe-
rimenta miedo o confusión. Tercero, como una bús-
queda de control para contener la agresión hacia
otras personas que son altamente significativas en
la vida. Nos damos cuenta que estas explicaciones

218
caciones atienden de manera importante a la con-
dición de género.

v Efectivamente, si las mujeres son socialmente más


reprimidas para manifestar la ira en forma extrover-
tida y violenta, entonces, tienden con mayor fre-
cuencia a ejercer la violencia contra sí mismas. Tal
vez esto explica por qué hay más mujeres que
hombres que se autolesionan.

v En Gran Bretaña, la Fundación Camelot77 acaba de


realizar la primera encuesta nacional sobre autofla-
gelación y reveló que uno de cada 10 jóvenes se
lastima, mientras que una línea telefónica de ayuda
adolescente (Childline) de ese mismo país registró,
en los últimos dos años, un aumento de llamadas
en un 65% por parte de jóvenes preocupados en el
tema.

Entre las razones que expresan quienes se autoinflin-


gen dolor, se mencionan las siguientes:
♦ Escapar al sentimiento de vacío, de irrealidad o
de temor
♦ Acabar o disminuir la tensión, el miedo o la an-
gustia

77
http://www.lasegunda.com/edicionimpresa/edicionesanterio-
res/detalle/detalle.asp?idnoticia=0215072005301S0180001&fro
m=d&fecha_elegida=15/07/2005

219
♦ Encontrar alivio. Cuando emociones intensas se
acumulan y no se sabe hacer frente a la situa-
ción, causar dolor reduce el nivel emocional y fi-
siológico acumulado
♦ Calmar el odio: muchos autolesionadores sien-
ten profunda molestia o enojo y por miedo a ex-
presarse, se lesionan como método de control
de sus emociones
♦ Abandonar el adormecimiento emocional, como
una forma de sentir algo, para saber que siguen
vivos.
♦ Para ubicarse y poder manejar los estados de
despersonalización, disociación y enajenación
♦ Como elemento de seguridad o sentimiento de
valía: la autolesión como herramienta que da
seguridad y sensación de valor
♦ Para lograr un estado de euforia, hacer frente a
la depresión y prevenir el suicidio
♦ Como forma de expresar dolor emocional inso-
portable
♦ Para influenciar o emular la conducta de otros
♦ A fin de comunicar la gravedad de la desespe-
ración o el temor por pedir ayuda
♦ Para expresar o reprimir el impulso sexual
♦ Validar el dolor emocional: las heridas sirven
como evidencia de que sus sentimientos son
reales
♦ Reproducir patrones de abuso (sexual, verbal o
físico)
♦ Castigarse a uno mismo por ser “malo” o “mala”
220
♦ Obtener un alivio bioquímico. Prevalece la idea
de que los adultos que fueron repetidamente
traumatizados cuando niños, les resulta difícil
regresar a un estado “normal”, y en cierto senti-
do se vuelven adictos a estar en crisis. La auto-
lesión puede mantener este tipo de estado de
crisis
♦ Desviar la atención de temas que son muy dolo-
rosos para abordar o analizar
♦ Ejercer sensación de control sobre el cuerpo de
uno mismo
♦ Prevenir que suceda algo peor.

v Existe consenso entre los investigadores del pro-


blema acerca de que la lesión autoinfligida propor-
ciona alivio efectivo y rápido ante la molestia
(angustia, tristeza, ira o temor) por el aumento del
estrés que fisiológicamente obliga al organismo a
secretar fuertes cantidades de cortisol. Al auto le-
sionarse la persona parece experimentar tranquili-
dad y aun cuando reconozca como negativa su
conducta, volverá a reaccionar igual mientras no
encuentre otro mecanismo para aliviar la tensión
que padece.

v Otras experiencias de autolesión compartidas por


jóvenes de todo el mundo tienen manifestaciones y
explicaciones que todavía están pendientes de ser
comprendidas. En la Universidad de Columbia

221
(Nueva York)78, se estudia desde 2003 una “nueva
enfermedad” denominada desorden de identidad de
la integridad corporal, que aglutina aquellas con-
ductas de autoflagelación extrema o mutilación de
alguna o algunas partes del cuerpo.

v Viviana N., estudiante mexicana, universitaria de 20


años de edad, relata su experiencia de autolesión
que considera superada:

¿Cómo poder explicar o transmitir a otras personas lo


que pasé? Aún me cuesta trabajo hacerlo, pero como
alguien me dijo: contar las cosas una y otra vez va ali-
viando el alma, le va quitando un peso de encima.
Tenía 14 años cuando comencé a sentirme sola, mal,
extraña simplemente; sentía que no encajaba con los
demás. Esto fue porque en la secundaria me molesta-
ban, porque no era bonita como las demás chicas o
delgada como todas; al contrario, era muy gordita y
llegó un momento en que descuidé mi aspecto perso-
nal. Así permanecí en la secundaria, llorando a veces
sin motivo alguno y teniendo ese sentimiento des-
agradable dentro de mí, sumando a esto la situación
con mi familia. Mi mamá a cada instante me decía que
estaba muy gorda, que me veía mal con la ropa, que
ni siquiera me quedaba. Mi papá y mis hermanos
también se burlaban de mi aspecto, así que mi etapa
de desarrollo resultó un infierno, aunado a lo mal que
ya emocionalmente me estaba sintiendo.
Cuando ingresé a la preparatoria, el sentimiento
de tristeza y desagrado era mayor, mi sentimiento de
soledad era muy grande y comenzaba a pasar por mi
cabeza la idea de querer morir, dejar de existir. Co-
menzaba a aburrirme la vida y yo misma. Ya en se-
gundo año de preparatoria lo conocí a él, creo que fue
la primera vez que me enamoré de alguien, compar-

78
http://axxon.com.ar/not/149/c-1490086.htm

222
tíamos muchas cosas y me identificaba con su forma
de ser y su forma de vivir, él también me quería mu-
cho, pero llegó un momento en que lo quise más de lo
que él me quería a mí.
En un instante comenzó a perder ese respeto por
mí, empezó a celarme por cualquier cosa, se molesta-
ba porque estaba con mis amigos, quería que todo el
tiempo se lo dedicara, y así lo hice. Dejé muchas co-
sas por él, incluso, a mis mejores amigos. Cuando pe-
leábamos yo creía que sólo era mi culpa, que yo había
hecho algo mal, y que él, a pesar de ser como era, me
quería mucho. No me daba cuenta que estaba sumer-
gida en mi propia inseguridad, mi falta de autoestima y
mi gran depresión, las cuales, me hacían acudir a él
porque no quería sentirme sola, porque quería impor-
tarle a alguien y porque de algún modo quería que mi
vida tuviera sentido.
Había problemas en mi casa, mi familia se mos-
traba molesta porque yo andaba con él, incluso, me
llegué a sentir más sola de lo que ya estaba pues lle-
gó un momento en que ellos ya no me hablaban, sen-
tía que no me comprendían o que a lo mejor todo era
culpa mía. Todo llegó a ser mas difícil cuando comen-
cé a pelear con él y cuando por primera vez me puso
una mano encima. No me pude defender, al contrario,
sentí mucho miedo mezclado con impotencia por no
poder dejarlo, así que mi disgusto, mi tristeza y mi do-
lor emocional los canalicé de otra forma, no la mejor
forma, pero hasta cierto punto aliviaba el dolor que tra-
ía en mi alma.
La primera vez que hice eso fue porque, según
yo, no encontraba un disco, disco que traía en la ma-
no y que ante el enojo de no encontrarlo, provocó que
me cortara los brazos. En ese momento no me dolió,
sólo lo hice para desquitar lo que ya traía guardado.
Así comencé a canalizar mi dolor, con mi cutter por-
que sólo recurría a eso, nada de cuchillos ni tijeras,
porque mis papás podrían darse cuenta de lo que
hacía y yo no quería que supieran, porque se preocu-
parían y porque no quería que ellos me vieran como
una loca, enferma y estúpida por hacer tal cosa.

223
Y sí, era mi cutter el único medio de confidencia
para mí y esas cortadas eran mis mejores amigas
cuando más necesitaba de ayuda; ayuda que me sen-
tía incapaz de recibir. Sentía que no podía lidiar con
mi propia angustia mental y con el caos de sentimien-
tos que me invadían.
La primera vez que lo hice fue con rabia, pero
conforme pasó el tiempo ese sentimiento se convirtió
en culpa y al percatarme de lo que hacía, el dolor vol-
vía pero ya no sólo era dolor emocional sino también
físico. Llegué a cortarme los brazos, alguna vez los
labios y también la región abdominal y trataba de po-
nerme ropa de manga larga para que mis padres no
se dieran cuenta.
Ahora sé que sí se daban cuenta, pero no sabían
como acercarse a mí, ahora sé que la culpable no sólo
era yo, y también sé que no estoy sola y que hay mu-
cha gente que me quiere.
¿Cómo toqué fondo? ¿Cómo salí de eso? Aún no
lo sé totalmente, pero me ayudó mi familia, mis ami-
gos y esa fuerza interna que a veces muchos de los
que pasamos esto, creemos que no tenemos.
A sólo 3 años de haber pasado por esta experien-
cia, aún me sigue surgiendo la idea de aliviar mi dolor
de ese modo, pero cuando eso pasa, mejor lo platico
con alguien, me duermo o simplemente me pongo a
estudiar.

v Existen también formas de sublimar el dolor me-


diante los usos del cuerpo. El pintor mexicano Gui-
llermo Heredia (cd. de México, 1972) recién expuso
su obra en septiembre de 2006 y llama la atención
que, para su realización, mezclara su sangre con
pintura dorada con la que pintó sus cuadros argu-
mentando: “Te remiten al barroco. La sangre y el
oro te hablan del sacrificio para alcanzar la gloria”79.

79
Periódico Reforma. Sección Cultura, 8-IX-2006, p. 8

224
v Este lenguaje de los jóvenes, parece coincidir con
otras expresiones artísticas como el performance
que recién se presentó en la cd. de México (sep-
tiembre de 2005)80, mediante la exhibición de traba-
jos en artes visuales, teatro, danza y música. Edith
Medina, de 26 años de edad, con antecedentes de
anorexia y bulimia, señala que el sufrimiento se
puede constituir en una herramienta del arte que
permite tomar conciencia de identidad. Para la ar-
tista, apretar, golpear el cuerpo, modificarlo e im-
plantarse sensores biotecnológicos para estimular
sus órganos, son parte de los elementos que nece-
sita al construir y narrar una historia.

v En la misma exhibición se presentaron: Alejandro


Uranga (31 años de edad), quien asegura que el
cuerpo no es un fin, sino un medio para crear. Por
su parte, Mónica Mayer (28 años) coincide con
Uranga en que el cuerpo es solamente una materia
prima del performance y que su utilidad radica en
despertar “deseos por mirar, saborear y crear emo-
ciones”. Finalmente, Flavio Montessoro (33 años)
presentó en aquella ocasión dos performance en
los que mezcla aspectos lúdicos y dolorosos utili-
zando la energía del cuerpo para cargar objetos
pesados, correr, saltar o recibir objetos o sustan-
cias sobre su cuerpo. De algún modo, este tipo de

80
Periódico Reforma. Sección Vida, 17-IX-2005, p. 1

225
manifestaciones nos recuerdan prácticas rituales
que tienen por objeto aliviar la tensión emocional y
buscar la comunicación con el espectador.

v De este modo, tampoco podemos descartar el uso


del dolor en las experiencias rituales que, en una
perspectiva antropológica, responde a la necesidad
de inclusión a un grupo determinado como rito de
iniciación o como un acto de paso para abandonar
cierta condición biológica; por ejemplo, las ceremo-
nias de iniciación que se practican con adolescen-
tes, en las que pueden ser golpeados, tatuados,
expuestos a peligros, ayunos o vigilias prolonga-
das; sometidos a amputaciones, humillación o es-
carnio, pero que una vez concluida la ceremonia
pasan a formar parte del mundo de los adultos.

v Para Alan Morinis81 la explicación sobre los rituales


es relativamente sencilla, pues dice que en cada ri-
tual de paso existe un vínculo inherente entre dolor
y sacrificio de las libertades de la infancia, porque
el dolor suprime la independencia y liga al individuo
con el mundo adulto, procurando que la experiencia
resulte formativa e inolvidable.

v Otros mecanismos para infligir dolor tienen que ver


con el destierro por causas políticas, económicas,
territoriales, religiosas, lingüísticas, culturales. Has-
ta el año 2000 se habían movilizado a más de 30
81
Citado por Barragán Solís A. (2002), op cit.

226
millones de personas en el mundo82, por estas ra-
zones.

v Repatriados, refugiados, exiliados o los seres que


huyen para preservar la vida; todos ellos son seres
obligados a sufrir el desarraigo y el consecuente
cambio en los patrones de vida cotidiana. Es una
experiencia de dolor compartido, en la que el mayor
sufrimiento tiene que ver con el miedo, la angustia,
la incertidumbre, la ansiedad que provoca la exclu-
sión del marginado, esa terrible condición que nie-
ga la necesidad elemental de todo ser vivo sobre su
autonomía y derecho a elegir donde vivir.

v El dolor inflingido a la mitad de los niños y de los


adolescentes del mundo mediante la privación de lo
básico para vivir, por la deficiencia en la atención
de la salud, por orfandad o abuso sexual, por dis-
criminación contra las niñas, explotación laboral o
por mutilaciones ocasionadas durante las guerras.
En el Informe de la UNICEF del 2004, se señala
que más de 1 000 millones de menores en el mun-
do no tienen acceso al menos a una de las siete
necesidades básicas: alojamiento, agua potable,
saneamiento, educación, información, servicios de
salud y alimentación83.

82
Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (ACNUR) La situación de los refugiados en el
mundo 2000, http://www.acnur.org/publicaciones/intro
83
Estado Mundial de la Infancia 2004
www.unicef.org/spanish/sowc04/sowc04_contents.html

227
v El dolor que se puede producir a otra persona como
medida de castigo que conlleva la franca intención
de dañar, causar lesiones físicas y emocionales
perdurables. Esa forma de dolor que se hace pre-
sente en escenarios diseñados para tal fin, como
son las prisiones o algunas instituciones escolares,
hospitalarias o religiosas que se crean y organizan
en torno de mecanismos disciplinarios y de control.
Instituciones en las cuales el preso, el estudiante o
el enfermo pierden su estatus de persona para
convertirse en el número de una matrícula o en un
registro que se anota en el inventario de someti-
miento para seres vulnerables. Preso, estudiante,
interno o enfermo, llegan a constituirse en categorí-
as que significan exclusión de una sociedad que ha
diseñado dispositivos encargados de repartir y re-
gular dolor, como si éste fuera un producto esencial
para mantener el orden social. Un panorama sufi-
cientemente explícito sobre este tema es tratado
por Nils Christie (1984) en su libro titulado Los lími-
tes del dolor.

v El dolor de los migrantes, que inicia desde que se


toma la decisión de partir, se acrecienta durante la
travesía y se mantiene mientras se vive a hurtadi-
llas, huyendo de las autoridades migratorias, te-
niendo que lidiar cotidianamente con los abusos, la
explotación o la humillación de que son víctimas. A
esos cerca de 20 mil millones de dólares anuales

228
que envían los migrantes mexicanos a sus familias,
Ángeles Santiago (2004) les llama “Dólares con
olor a muerte”. La autora menciona que en Estados
Unidos viven aproximadamente 23 millones de per-
sonas de origen mexicano y que la mitad son mi-
grantes, entre los que al menos 6 millones carecen
de documentos legales.

v El dolor de los moribundos y de sus familiares. Esa


sensación de mil muertes anticipadas de las que
nos hablan los escritores mexicanos Xavier Villau-
rrutia, José Gorostiza, Jaime Sabines, Ricardo Ga-
ribay o Jaime Torres Bodet. Ese dolor de presentir
la muerte y de darse cuenta de que nadie muere
para sí mismo porque la realidad de muerte está en
el otro que despliega cualquier sospecha cuando
afirma: fulanito se murió. Anuncio que termina por
confirmar el instante intransferible de la muerte.

v Ese dolor de enfrentarse al destino finito de uno


mismo, a la destrucción de la energía vital, a los
quebrantos del cuerpo que no cesan o a la amena-
za de un diagnóstico funesto. O bien ese dolor del
que decide el suicidio, del que vive con duelo su
propia condición mortal como si fuera un moribun-
do. Aquel que como Jaime Torres Bodet84 “cumple

84
El día que Jaime Torres Bodet se suicidó, 13 de mayo de
1974, dejó el siguiente recado: “He llegado a un instante en
que no puedo, a fuerza de enfermedades, seguir fingiendo que
vivo. A pasar día a día a la muerte, prefiero convocarla y hacer-

229
con su deber” y toma la decisión de su muerte, pro-
bablemente sin dudar y sin contemplación al silen-
cio.

v El suicidio, ¿se planea largamente?, ¿se simula


ante al espejo?, ¿se decide de frente?; ¿cómo dis-
poner el cuerpo a la fragmentación?, ¿cómo asegu-
rarse de que la muerte existe?

v En el suicidio todo sucede entre un cuerpo y un ser


interior. Todo sucede entre aquella interminable di-
visión celular y la ausencia sólida e impenetrable de
la conciencia. El suicidio rompe cada molécula del
aire que esparce la invisible y absoluta soledad de
quien se logró despojar al fin del miedo básico. La
carta que unos días antes de su muerte escribiera
el poeta Torres Bodet dice:

El doctor llega a verme temprano y de buen humor.


Debe haber almorzado con apetito. A pesar de su
edad –me ha dicho que es septuagenario– la vida le
sonríe, por lo menos profesionalmente. Ha visto mis
radiografías y tengo la impresión de que durante la
noche consultó varios textos clásicos y leyó algún
buen artículo sobre el mal del que estoy sufriendo. Me
examina, más por costumbre que por verdadero inte-
rés de reconocerme. Su convicción está hecha y no
creo que las auscultaciones rápidas que practica ten-
gan ahora, a su juicio, mucha importancia.
Lo interrogo... Y, de pronto, sin la menor transi-
ción, me revela lo que yo presentía. Mi caso es en ex-

lo a tiempo. No quiero dar molestias, ni inspirar lástima a nadie.


Habré cumplido, hasta la última hora, con mi deber”.

230
tremo serio. Tal vez exista un cáncer en S-iliaca. “A
usted –me dice, con cortesía que no me halaga– sería
inútil pretender engañarlo.” Añade algunos elogios,
que por lo visto no merezco, puesto que su ruda fran-
queza destruye, enseguida, la confianza que podía yo
conservar en las fuerzas de mi carácter. Disimulo,
movido por un postrer sentimiento de orgullo. Y le oi-
go, con fingida tranquilidad.
Quiere explicarme que, acaso, realmente, no se
trate todavía de un cáncer: pero que, de todas mane-
ras, la operación se impone. Lo comprendo perfecta-
mente: aunque no exista el cáncer –cosa que sólo
podrá averiguar durante la intervención o después de
ella– ésta implicará peligros incuestionables.
Mientras habla, considero el intenso color rosado
de sus mejillas. Lo siento tan incrustado en el mundo
de la salud que no sé cómo perdonarle la serenidad
con que me desplaza de ese universo con su diagnós-
tico... Es cierto, acaba por confortarme. Alude a dos o
tres consecuencias de la operación que me propone.
Adivino que, en su fuero interno, tales explicaciones
no significan nada muy favorable. Me las ofrece, no
tanto por piedad cuanto por respeto a las tradiciones
de su oficio, como el gran violinista que no vacila en
añadir –en calidad de “encore”– a la intervención de
una marcha fúnebre, algún trozo alegre, rápido y me-
lodioso. Un minueto de Mozart, pongo por caso.
Me quedo solo frente a mi angustia. Voy a tener
que esconderla a los seres que me rodean. Me juzgan
frío y voluntarioso. Yo mismo no creía conservar tanto
amor para la existencia. Y he aquí que la idea de
abandonarla, tal vez muy pronto, me llena de descon-
cierto. Hasta las expresiones de que me sirvo delatan
mi malestar. ¿Qué significa, en efecto, esa frase:
abandonar la existencia? Cuando muera, no seré yo,
por cierto, quien la abandone, sino ella la que me arro-
jará de su torbellino.
Hace meses, al redactar mi libro sobre Tolstoi, dedi-
qué en él todo un capítulo a una de sus mejores nove-
las: La muerte de Iván Ilich. Dije entonces que se vive
y se muere solo. La diferencia estriba en que, mien-
tras vivimos, hay seres que nos odian y que nos

231
aman. Nos envidian o nos desprecian; pero el que sa-
be que va a morir está más allá del odio y del amor,
de la envidia y hasta del desprecio. ¿Qué valen, sobre
un cadáver, las condecoraciones o los insultos?
Me asalta la amargura de estar viviendo, a mi mo-
do, los días finales de Iván Ilich. Como a él, me irritan
la alegría, la salud y la fuerza de los demás. Todos
ellos tienen proyectos. Van a ver a sus amistades:
llaman por teléfono para averiguar si la hora de esta o
aquella cita no se ha alterado. Sonreirán de cosas que
ya no comprendo ahora. Hablarán de asuntos que, pa-
ra siempre, ya no me afectan. Cada sonrisa que se di-
buje en sus labios y cada palabra que digan los
alejarán –aunque no lo quieran– de la pobre inquietud
humana en que me debato.
Condenados a muerte, lo estamos todos. Mientras
la salud nos engaña, ignoramos lo riguroso de seme-
jante condena. Vivir constituye un acto magnífico de
egoísmo. El temor de morir no es menos egoísta sin
duda, pero carece de toda magnificencia. Nos revela,
de un golpe, lo absurdo de haber vivido como vivimos.
Y nos muestra –no con ideas generales, sino con
hechos concretos, precisos y dolorosos– hasta qué
punto la vida que, desde lejos, puede parecer afortu-
nada, esconde un irreversible y tremendo error.
Escribo estas líneas en la madrugada de un día
nublado. Como no podía dormir, pensé que sería me-
jor dar alguna expresión formal a los vagos abismos
que abría el insomnio frente a mi alma. Por las venta-
nas, empieza a clarear la aurora. Un pájaro, que no
identifico, se ha posado en la cima de un olmo. En
agudos gorjeos, como el surtidor de una fuente, de-
rrama el exceso de vida que llena su cuerpo alado. ¿A
quién bendice esa voz sin cólera ni rencor? No es a
mí, por supuesto, sino a todo lo que le ofrece, en la
mañana recuperada, el espectáculo de esa solidaridad
admirable que representa, para los vivos, la fe en la
vida.
Sin embargo, aunque no cante el pájaro para mí,
lo escucho con emoción y agradecimiento. Yo también
saludé a la vida, como ese pájaro. Yo también viví ca-
da hora como si fuera un fragmento de eternidad. Que

232
el día que principia a encenderse haya de apagarse,
que el pájaro que lo anuncia haya de enmudecer, y
que el hombre que está escuchándolo sepa que sus
semanas tendrán un término, ¡qué poco importa, des-
pués de todo! Somos, apenas, gotas de un río inmen-
so. Si una se pierde, millones y millones se disponen a
reemplazarla. Nada acaba con el ente que acaba, sino
–a lo sumo– su oscuro estremecimiento. La única ley
positiva de la existencia es la de no atar el destino del
mundo a la dimensión de lo individual.

v Esa soledad abismal y esa pena tan profunda que


puede experimentar el moribundo y que tan magis-
tralmente narra León Tolstoi (1963), cuando descri-
be el desconcierto y sufrimiento de Ivan Ilich al
presentir su muerte. Cuando Ilich advierte que el
dolor significa la esclavitud que fuerza su cuerpo a
dejar sus hábitos, sus querencias. Cuando hace
consciente la constatación de saber que es él, el
que se muere, el que se va muriendo cada instante,
el que está perplejo ante la impotencia de controlar
el cuerpo marcado por una tonalidad que le des-
borda y que le determina el tiempo y alcance de
sus movimientos.
A Ivan Ilich le podían repetir mil veces que todo estaba
bien y él podía imaginar con toda la energía que su
vida había sido una buena vida y que la muerte es na-
tural. No obstante, de poco sirve todo cuando no hay
consuelo, cuando no hay esperanza, cuando no hay
acompañamiento auténtico. Ilich encuentra el alivio en
su mozo que no le engaña, al contrario, le advierte con
palabras y conductas probas la cercanía de la muerte.

233
En este contexto, el consuelo se expresa mediante
una actitud de sigilo para velar el sueño torturante de
quien sufre dolores terribles, una actitud paciente para
acompañar la muerte del otro sin conmiseración ni
mentiras; la generosidad y la prudencia con que se
entrega el tiempo vital para la persona que sufre. El
sufriente ve con gran lejanía la salud, la fuerza, la ale-
gría y las razones para vivir. Decía Ilich en su agonía:
“…tengo la conciencia de que la vida se va inexora-
blemente y de que no acaba de irse, siempre esta te-
rrible y odiosa muerte que se acerca” (p.63).
v El suicidio de nuestros jóvenes mexicanos también
habría que estudiarlo en el contexto de la vivencia
del dolor. Cada muerte dice algo de la sociedad en
la que ocurre y de las condiciones del suicida para
decidir su muerte. Hace 100 años Durkheim (2004)
había dicho, con razón, que el suicida es una per-
sona que no sólo se ha desvalorizado a sí misma
sino que tampoco encuentra ningún valor digno de
vivirse en su alrededor.

v De acuerdo con las estadísticas proporcionadas por


el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e In-
formática (INEGI), entre 1999 y 2001 los suicidios
aumentaros 6.8 veces, al pasar de 449 a 3 089 y
que 43 por ciento de los suicidios en el 2001 habían
ocurrido en jóvenes de 15 a 29 años. El Consejo
Nacional de Población (CONAPO) informó, por su
parte, que en el 2001 se habían registrado 422 in-
tentos de suicidio y que 3 de cada 10 habían sido
perpetrados por jóvenes de 15 a 29 años. En este

234
grupo de edad, el suicidio representaba la segunda
causa de muerte en el año 2000.

v Según reportes del Servicio de Ayuda Psicológica


por Teléfono (SAPTEL), Planificatel y De joven a
joven, el 75% de los jóvenes que llaman, refieren
estados de tristeza, ansiedad, temor, frustración,
violencia familiar, agresiones sexuales, problemas
de adicción, dificultades en sus relaciones familia-
res y amorosas, problemas relacionados con cam-
bios y funcionamiento del cuerpo, inicio frustrado o
traumático de la vida sexual, embarazo no desea-
do, abandono; y en menor medida, solicitan orien-
tación educativa, laboral y legal.

v Asimismo, el 75% de llamadas que llegan a estos


servicios corresponden a mujeres, en tanto que las
llamadas de los varones se refieren a orientación
laboral, legal, sobre salud y violencia sexual. Los
principales problemas que refieren los jóvenes va-
rían por rangos de edad, pero destaca que el 75%
de los jóvenes de ambos sexos entre los 12 y 20
años de edad tienen hondas preocupaciones por
las relaciones familiares, de noviazgo y de grupo,
les atemoriza el rechazo afectivo, la violencia fami-
liar, el embarazo y la posibilidad del aborto.

v El 77.4% de los jóvenes que se suicidan deciden


morir en casa y el 64.8% muere por estrangulación.
El estrangulado muere en el cobijo de un lugar co-
mo para protegerse hasta el último momento, re-
235
gresa al útero. Se ahorca, corta el aire, se desco-
necta, se suspende, apaga la voz y queda pen-
diendo como plomada al universo. Vacío total bajo
los pies, sobre la cabeza, a sus extremidades.
Deshabitó su lugar, guardó el secreto de la razón
para morir, no deja huellas verdaderas. Se esfuma,
es humo y se ahoga con su lengua. Negro su cuer-
po, obscura su vida-niña hasta la muerte. Dicen
que Dios aprieta pero no ahorca… no hace falta.

v Fracasar en las propias metas o en las respuestas


que demanda una sociedad y no participar en la
construcción de significados sociales, repercute de
manera negativa sobre la energía, la capacidad y el
deseo de compartir la vida. Cuando una persona
carece de condiciones, medios y capacidades para
atender problemas y obtener logros, generalmente
experimenta angustia, temor, enojo, tristeza y frus-
tración. Estar sometido continuamente a esa an-
gustia, conlleva a la desesperanza, desilusión,
estado de indefensión o depresión85. Solamente en
la compañía y al amparo de otros seres semejantes
a uno mismo, es posible compartir, gratificar y dig-
nificar el sentido de la vida para apreciarla en su
conservación y cuidado.

v Esto tiene que ver con la tranquilidad y el resguardo


de la seguridad personal, con el libre ejercicio de la

85
En la última década, los casos de depresión en México se
han duplicado y ésta alcanza entre el 10 y 20 % de la pobla-
ción.

236
libertad intelectual y de movimiento, con la posibili-
dad de participar en las decisiones que afectan la
vida colectiva y de contribuir a transformar las es-
tructuras de la sociedad.

v De esa angustia adolescente que no halla escapa-


torias simples ni tampoco tiempo o interés de los
adultos que puedan contener esa fuerza. De eso
habla con claridad incomparable un texto de Rosa-
rio Castellanos86 que responde a una pregunta que
le formularon en una entrevista: ¿Por qué escribe?,
y ella contesta:

Porque alguien (cuando yo era pequeña)


dijo que gente como yo, no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra...
Porque su nombre es de los que se olvidan...
Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta?
El vacío.
Y junto a mí los otros
chorreaban importancia.

Otro texto de Castellanos87 también nos habla de


esa tristeza abrumadora que parece gritar, que paraliza
y nos obliga a buscar la desaparición en medio de la
nada.

No me toques el brazo izquierdo


duele de tanta cicatriz
dicen que fue un intento de suicidio
pero yo no quería más que dormir

86
http://www.cordite.org.au/archives/000459.html
87
www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/resquicios/hoja3.html

237
profunda, largamente como duerme
la mujer que es feliz.

De acuerdo a criterios internacionales establecidos


a partir de investigaciones y foros de análisis, se han
reconocido como causas del suicidio en adolescentes,
las siguientes:88
♦ Debilidad en las condiciones internas del sujeto
♦ Personalidad no bien estructurada y problemas
mentales
♦ Padecimiento de trastornos afectivos, depresión
y estrés excesivo
♦ Antecedentes de maltrato infantil, discriminación
y pobreza
♦ Autoestima empobrecida
♦ Frustraciones repetidas e intolerancia a la frus-
tración
♦ Abandono, desamparo y aislamiento emocional
♦ Ambiente social y familiar hostil
♦ Temor a no cumplir con los criterios de “éxito”
♦ Fantasías “románticas”
♦ Gusto por el peligro
♦ Consumo de drogas, alcohol y relación con ar-
mas.

88
Declaración de la Asociación Médica Mundial sobre el Suici-
dio de Adolescentes (Malta, 1991) y Foro de la UNICEF para
analizar el suicidio en adolescentes (Argentina, 2002)

238
En esta lista de razones para morir coexisten la
desesperanza y el abandono de una familia y de una
sociedad que ha ido perdiendo funciones de socializa-
ción y de apoyo a los miembros que las constituyen. Es
parte del peso que cargan las nuevas generaciones a
costa de sí mismos, es como la piedra de Sísifo.
Cuando el dolor vence toda resistencia y la muerte sig-
nifica el mejor amparo, es porque algo se ha roto en la
estructura de la vida. Cuando un joven decide el suici-
dio, es porque algo de esa persona ya se había muerto
antes que su cuerpo.

4.2.1. El duelo: morirse de tristeza


En ti mi soledad se reconcilia
para pensar en ti

Salvador Novo

Hay ideas para las que no hay palabras

Holan

Porque el mundo de las palabras es el espacio ce-


rrado que nos dimos los humanos para contender con
lo que es abierto, natural e incierto, es que las palabras
se fraguan como seres vivos en la invisibilidad de la
conciencia. Por eso, si éramos vulnerables a las fuer-
zas naturales, con las palabras nos enderezamos de la
esclavitud animal para organizar la vida humana y to-
mar una posición frente al destino común: la muerte.

239
Cada palabra está forjada de historia humana y por
ello cada persona es más lenguaje que carne o hueso.
Una sola palabra resulta suficiente para golpear nues-
tro sosiego, para arrastrar todo lo que somos con un
solo recuerdo. Un nombre; por ejemplo, un color, una
flor o una fruta, un día de la semana, una hora precisa,
el número del año; todo, todo lo que se nombra y se
hace eco en el recuerdo forma nido en los afectos.
Algunos recuerdos, es decir, algunas palabras, son
como animales que acechan, que queman la piel, la
órbita de la mirada, el néctar de los huesos; palabras
que se suben al cuerpo, lo muerden, lo llagan; que en-
tran a los ojos como navajas para cortar los lagrimales;
que se enredan con la culpa porque estamos vivos o
con la vergüenza por tener que vivir la vida que nos
gusta. Otros recuerdos, es decir, otras palabras, sin
embargo, se levantan contra nosotros, parecen enemi-
gas inconformes y necias, nos maltratan, nos acusan.
No obstante, todas las palabras nacieron del alma
para comprenderla mejor, para hacerla única y eterna
o para reinventarse con otra si hace falta, porque el
alma cuando se desnuda o rompe es cuando mejor
puede volver a lucir nueva y florida con palabras ver-
des y de tierra que se hagan raíz y nudo ciego con la
vida. Esta vida que parece dominarlo todo, esta vida
que se hace presente debajo de las piedras, en medio
de los océanos, en la inmensidad de la noche o en el
instante de que alguien nace o se muere. Todo es en
realidad un misterio y no alcanzan las palabras que
nos hemos inventado para hacer la crónica, la narra-

240
ción o la historia, tenemos apenas un atisbo de lo que
es la vida, el nacimiento o la muerte.
Duele la idea de morir y todo el tiempo que tarda en
llegar ese que es, finalmente, un sólo instante, sólo un
instante, mientras un dolor parece durar eternidades.
Cuando hay dolor se puede sentir la muerte muchas
veces. Pocas personas entienden el sentido vital del
egoísmo que acompaña a un doliente, no basta con
sufrir, uno necesita arrastrar su pena, igual que un co-
meta surca el universo y en su vuelo se despedaza y
se reparte sin rumbo y con fuego incandescente. Existe
una gran distancia entre saber que somos seres morta-
les y padecer el duelo por la muerte de un semejante.
Comenta Ma. Eugenia Ibárzabal (2006):

En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor


producido es total: es un dolor biológico (duele el
cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social
(duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos
duele el dolor del otro) y espiritual (duele el alma). En
la pérdida de un ser querido duele el pasado, el pre-
sente y en especial el futuro. Toda la vida en su con-
junto duele (p.23).

La psiquiatra e investigadora española, continúa


describiendo el cuadro del duelo y señala que las prin-
cipales reacciones ante el dolor son: confusión, inquie-
tud, angustia, agitación, llanto, realización de
actividades sin objeto, sensación de ahogo, opresión,
sensación de vacío en el abdomen o en el pecho, debi-
lidad muscular, sofocos, preocupación por la imagen
del que ha fallecido, insomnio, falta de apetito, necesi-
dad de orinar frecuentemente, diarrea, bostezos repe-

241
tidos, palpitaciones, pensamientos obsesivos; entre
otros síntomas y signos.
Efectivamente, durante el duelo (cuya duración
puede alcanzar dos años o aún más) una parte del
“sentido” de la vida se pierde porque se trunca el vín-
culo corporal, se trastocan las actividades que se reali-
zaban en común o se dejan de realizar otras más que
se relacionan con la persona fallecida. Ese “vacío” se
llena de dolor.
Siguiendo la evolución del duelo de una madre ante
el suicidio de su hijo mayor, Ibárzabal describe las dife-
rentes etapas del proceso de duelo y su relación con la
vivencia corporal89:

v Aflicción aguda, incredulidad y negación. La madre


refiere mareos, falta de aire, boca seca, temblor
constante, náuseas, manos frías y sudorosas; invo-
ca dudas y crea secretos.

v Conciencia de pérdida. Estrés prolongado, ansie-


dad, culpa, agresividad, comportamiento de bús-
queda, sensación de presencia de su hijo.

v Conservación-aislamiento. Aflicción severa o franca


depresión, aislamiento, cansancio, desesperación,
sueño constante. Sensación de desamparo e impo-

89
Para ampliar la información desde una perspectiva neuropsi-
cobiológica, remito al lector al trabajo del Dr. Juan Prado Flores
(2006) que publica, en la misma revista, un artículo sobre el
estrés y su resolución orgánica.

242
tencia, recuerdos dolorosos recurrentes, mitifica-
ción, incapacidad para tomar decisiones.

v Cicatrización. Aceptación y vuelta a los ritmos coti-


dianos, se toman decisiones y se realizan cambios
para resignificar la vida.

v Renovación. Eliminación de culpas, aceptación to-


tal, realización de cambios importantes centrados
en el bienestar de la persona. Sensación de tran-
quilidad aunque el dolor permanece.

La muerte duele, pero además destruye, desbarata y


desorganiza nuestro mundo (p. 24).
El dolor de la pérdida de un ser querido no envejece ni
desaparece, se adormece, se hincha por tiempos, por
momentos cambia de color; es un dolor que no mejo-
ra, empeora, y que además no tiene perspectiva de
mejoría a corto plazo. Se dice que no es el transcurrir
del tiempo lo que va curando, sino lo que uno hace
con ese tiempo (p.18).

El que sufre ya no se reconoce en el espejo, en el


retrato de ayer, en sus costumbres; pierde ilusiones, se
reduce o se anula su presencia en las calles, los mer-
cados y los parques; se gasta la vida en soledad, ni
siquiera puede hacerse de la compañía de su sombra,
ni siquiera eso queda del doliente: su sombra.
Dice Manuel Trava90:

Si el alma sangrara, se tomarían más en serio sus


heridas y correrían a los servicios de urgencias médi-

90
Citado por Santiago Méndez, A. (2003) Depresión y suici-
dio...

243
cas como se hace con otras heridas. Los médicos le
prestarían también atención prioritaria y las familias no
escatimarían su tiempo ni su dinero para la atención
urgente de estos casos (p. 14).

Por eso, las historias son siempre interpretaciones


cortas y recortadas, son lenguajes particulares para la
medición del tiempo y del espacio, para dar cuenta de
la mirada de un suceso, para establecer un orden
humano que impida la locura de existir en medio del
complejo mecanismo del caos, del azar y de la incerti-
dumbre. Por eso, cada historia es de cada quien pero
no de nosotros.
Ciertamente, las personas se forman de la existen-
cia diversa de los otros, de vínculos, palabras y mo-
mentos. Los individuos se humanizan poniéndose a
disposición unos a otros para escuchar y hablar, mirar
lo que dicen los cuerpos, sentir lo que dicen las voces,
tocar lo que dicen las miradas, reconocer el lenguaje
de las aproximaciones y de los silencios.
El encuentro entre personas las obliga al mutuo
cuidado y responsabilidad. Cada quien debe conducir-
se con atención para no causar daño físico o moral. El
daño físico siempre atenta contra la seguridad, funcio-
namiento y apariencia del cuerpo; en tanto el daño mo-
ral se dirige a lesionar la estima personal y el pudor de
una persona. Cuando la afectación incluye perjuicio
físico y moral las consecuencias son: daño total a la
persona. Quien comete agravio contra el otro, atenta
contra la seguridad del ser humano que es equivalente
a la de todos los seres humanos. Ningún grupo huma-

244
no o sociedad habría podido evolucionar o podrá se-
guir evolucionando, cuando predomine el abuso del
poder en desmedro de la condición genérica del ser.
El vínculo es unidad de relación, entendimiento,
aceptación, tolerancia y respeto a la persona. En el
encuentro, la elección y el vínculo, siempre hay histo-
rias personales desconocidas y por desentrañar, siem-
pre hay posibilidad de ejercer el juicio moral y la
libertad para lograr una verdadera elección: siempre
hay trabajo ético por realizar. Cada encuentro se dis-
pone con reglas, cada persona invierte de sí misma
una determinada cantidad de su ser, de su vida, para
la aceptación y el entendimiento del otro, y, a pesar de
que cada experiencia (encuentro) pone en riesgo a las
personas, parece común estar pendiente y gustoso a
cada intento.
La historia de un nosotros como unidad de senti-
dos, se escribe a cada instante y en cada lugar donde
el nosotros se hace presente, y esa es la historia que
nos defiende ante la fragilidad y la sorpresa de vivir, y,
aún con todas las fallas del nosotros, esa es la única
red que nos soporta y sigue siendo el único lugar don-
de cada ser humano puede dar y darse la yema de sí
mismo. Entonces, elegir las mejores palabras y con
ellas los mejores recuerdos es una buena opción, no
sólo para cada uno de nosotros, sino para ese noso-
tros que nos torna mismidad.

245
4.2.2. Amantes en duelo
... por muy distinta que sea a un dolor de muelas, la
desdicha es inseparable del sufrimiento físico: incluso
en la ausencia o la muerte de un ser amado, la parte
irreductible del pesar es algo semejante a un dolor fí-
sico, una dificultad para respirar, un nudo que aprieta
el corazón, una necesidad insatisfecha, un hambre o
el desorden casi biológico originado por la liberación
brutal de una energía hasta entonces orientada por un
apego y que deja de estar encauzada. En definitiva, la
extrema desdicha es a la vez dolor físico, angustia del
91
alma y degradación social (p. 44) .

En México, la diferencia en la esperanza de vida


entre hombres y mujeres, se explica, entre otras razo-
nes, porque la sobre vida de las mujeres a la viudez se
ampara en las habilidades sociales y vínculos que ha
construido a lo largo de su vida y que le permiten con-
tar con redes de apoyo para recibir ayuda y contención
a sus problemas. Dolor de viuda o morirse de tristeza,
es una frase común entre los seres humanos que pier-
den el sentido de sus vidas cuando la persona, que se
relaciona afectiva y profundamente con ella, se ha au-
sentado o ha muerto92.
Ernesto Sábato comenta que cuando falleció su
esposa (1998):

Estuve encerrado, ni siquiera pude ir al cementerio


el día de su entierro. No lo pude soportar... (Ahora)
necesito el orden absoluto porque tengo un terrible

91
Somone Weil, citado por Ocaña Enrique, op. cit.
92
En el mismo sentido se utiliza la frase morir de amor .

246
desorden interior... lo más probable es que me mue-
93
ra sin hallar salvación para mi ánimo” .

El duelo es precisamente eso: dolor; y el dolor alte-


ra la fisiología a través del sistema nervioso autónomo
y (con la participación del hipotálamo, hipófisis y glán-
dulas suprarrenales) se aumenta la secreción de corti-
sol, de adrenalina y de otras sustancias que elevan la
tensión arterial, dañan las arterias, pueden producir
infecciones, cáncer, infartos al miocardio o accidentes
cerebro-vasculares.
En Unicuerpo, el escritor Eduardo Galeano plantea,
además de la dependencia emocional entre cónyuges
que han permanecido unidos mucho tiempo, el pro-
blema de la discontinuidad, de la integridad e identidad
y la auto imagen ante la adversidad y la soledad.

Con la ayuda de sus bastones blancos y unos cuantos


tragos, ellos se abrían paso, mal que bien, en los ca-
llejones de Tlaquepaque y en las oscuridades del
mundo. Parecía que estaban a punto de caerse, pero
no: cuando tropezaba ella, la sostenía él; cuando él se
bamboleaba, lo enderezaba ella. A dúo andaban, y a
dúo cantaban. Se detenían siempre en el mismo lugar,
a la sombra de los portales, y cantaban, con voz cas-
tigada, viejos corridos mexicanos del amor y de la
guerra. Algún instrumento los ayudaba, quizás una
guitarra, no recuerdo; y también hacían sonar, entre
canción y canción, la latita donde recogían las mone-
das del respetable público.
Después, se iban. Precedidos por sus bastones
blancos, se perdían en el gentío bajo el sol.

93
http://www.paginadigital.com.ar/gabrielbauducco/ernesto_sab
ato.htm

247
Yo los ví marcharse, destartalados, rotosos, pero
bien agarraditos el uno al otro, pegados el uno al otro
en el vaivén, y pensé: ¿Hasta que la muerte los sepa-
re? La muerte se va a ahorrar la mitad del trabajo,
94
pensé: matando a uno, mata a los dos.
Un estudio publicado en The New England Journal
of Medicine95, realizado durante 9 años sobre 518 240
parejas formadas por mayores de 65 años, revela que,
entre los ancianos, la enfermedad de uno de los cón-
yuges produce gran dolor y aumenta la vulnerabilidad y
riesgo de muerte del cónyuge sano, hasta un 21% en
los hombres y hasta un 17% en las mujeres.
Circula en Internet un poema anónimo que también
habla del dolor que se produce por la ausencia o la
indiferencia del ser que se ama:

96
LA GUARIDA DE LA POESÍA
(anónimo)
¿Cuántos años tardará en ubicarse,
de entre un cosmos caótico y químico,
el refugio del alma convertida en poesía?
Del hipocampo al cíngulo, de los ganglios basales
a las astas de Amok, neuro-túbulos y
cíclicas cadenas neuronales que hoy intentan explicarme
dónde estás
A distancia burlamos con láser,
los vaivenes de la ira y del dolor.
Episódicas marañas delirantes,
risas, llantos, el oscuro y profundo
dolor moral de la automuerte
estereo-táxicamente incididas,
neuroquímicamente programadas

94
http://www.lainsignia.org/2000/abril/cul_052.htm
95
http://www.clarin.com/diario/2006/03/02/sociedad/s-
03401.htm
96
http://www.poesiaurbana.com.ar/mambourbano/index.php

248
Serotonina, dopamina,
entrelazamientos eléctricos cerebrales.
Más allá, más acá, vuelve a mi mente:
“¿qué es poesía? “¿y tú me lo preguntas?”
¿Ubicaré quizás en mi cerebro,
La entonces históricamente equivocada respuesta?

4.2.3. Padres en duelo

Hay destinos
donde lo que carece de temblor no es sólido

Holan
La felicidad reúne, pero el dolor une

A. Bougrard

Padres en duelo es un grupo creado en la ciudad de


México en 1998 y es un lugar para el encuentro de se-
res semejantes, padres que han sobrevivido a la muer-
te de sus hijos. Es un grupo que se reúne en torno de
la comunicación solidaria e inteligente para evitar que
la orfandad que padecen termine con sus vidas hechas
trizas, polvo, aire. Para evitar que todos los días de la
semana sean iguales: pastosos, insustanciales e irres-
pirables. Para que cada miércoles se hagan labores de
limpieza sobre los acontecimientos que perturban y
ensucian la vida cotidiana. Para invertirse entre los

Con mi más sentida emoción dedico este apartado a seres


excepcionales, por su honda solidaridad y aprecio a la vida. A
Zita, Maricarmen, Alma X., Dora, Irma, Carolina y Armando,
Ana Cristina, Norma y Norma C., Esther E. y Esther, Lourdes,
Charo, Jeny Maru, Maryse, Gena, Julieta, Patricia y Marcela.

249
otros sabiendo que la vida es compartida o no es una
vida humanizada. Para que cada palabra se vuelva
grito en el grito del otro; para forjarse el alma con lo
único que es verdadero: el dolor.
¿Cómo desvanecernos? ¿Cómo fingir que nada
pasa? ¿Cómo engañarnos de que pronto acabará un
martirio? ¿Cómo o cuándo ha sucedido todo este des-
arreglo? ¿Quién puede mitigar el dolor del abandono?
¿Quién rinde cuentas, pide perdón o se hace respon-
sable sobre la imposición de las pérdidas más íntimas?
Dura y difícil es la vida y sus destinos tristes. Pero
la vida no es dolor solamente, por más que la miremos
como un abismo, un vacío imparable o un incendio. El
dolor es también sacudimiento del alma que se hace
texto en un poema, como el que nos comparte Esther
Gutiérrez:

Sexteto del corazón

Quiero arropar al corazón enfermo


con mullida cobija de ternura
con las sábanas blancas de inocencia;
un reposo al tic tac de la dolencia
una sonrisa envuelta en la llanura
y un descanso parcial cuando me duermo

Poema que se escribe con el ritmo de una gran


tristeza que es enfermedad, y, sin embargo, nos refiere
la importancia vital del tiempo que se comparte con un
ser que se ama y cómo su recuerdo perenne se asien-
ta en cada célula del cuerpo, en cada instante que nos
toca y en cualquier lugar de la vigilia. Es como si el

250
dolor también tuviera modo de protegernos de la sole-
dad mediante su puntual asistencia.
Entre los padres que se duelen, se procura la cons-
trucción de nuevas metodologías para vivir la vida: se
fabrica aceite para tener lámparas de noche, se dise-
ñan palabras con ilusiones indoloras, se revisa la uni-
cidad en cada iris o huella digital irrepetible, se toman
fotografías para la eternidad y se lucha por entender lo
incomprensible. Además, se hacen arreglos en la casa
rota: se cubren las goteras, se reemplazan los mue-
bles, se llenan los vacíos con la mirada, y en esa mira-
da los padres se hacen niños hasta tener los mismos
ojos, la misma piel, grito o sonrisa que también dieron
a sus hijos.
Los Padres en duelo saben que nadie se va para
siempre ni de golpe, porque en este estar muriendo
cada día, se fueron sucediendo muchas pausas como
para darle tiempo a los acomodos necesarios de la
experiencia antes de quedarse huérfanos. Muchos de
ellos viven el duelo como lo hiciera Albert Caraco a la
muerte de su madre, multiplicándose en ellos, recono-
ciendo que “la vida es un soporte, no una razón, que la
vida es necesaria, mas no suficiente”97, porque en rea-
lidad, lo único que puede consolarnos es saber que
podemos sentirnos más espíritu que carne y huesos.
El dolor nunca es eternidad, la vida sí lo es y por
eso, nadie se puede extender en ella como si fuera el
mar o el infinito. Por eso, cada quien inevitablemente

97
Caraco, Alberto (2006). Post mortem, p. 99.

251
llega hasta el final impredecible de su vida, la muerte;
mientras, los que están vivos se deben refugiar en el
sentido generatriz de esa vida-muerte: en una flor, en
una estrella, en la voz y en los ojos de los niños o en la
ruta indescifrable de la propia vida.
Mucho de esto, mucho más, hacen los Padres en
duelo cada semana: se hacen grupo y tarea, producen
certezas a conveniencia, se confortan en complicidad
amorosa, se entienden y se fundamentan. Hacen arre-
glos a sus alas desgarradas y a los huesos que duelen,
ponen luz a sus ojos deshojados, comen dulces y ga-
lletas como niños, hacen la oquedad visible y la llenan
con las lágrimas que todos ponen. Son espejos, son
hermandad, son dolor compartido. Se encuentran para
cuidarse unos y otros, entre sí y para sí; para tejerse y
entre-tejerse, para darse la seguridad que necesitan,
para olvidarse del temor y poder transformar el asom-
bro en una fecunda explicación sobre la vida.
Sus reuniones tienen el arreglo de las cocinas
grandes donde las mujeres cuecen pan y espuman
chocolate, donde hay lugar para guardar las plantas
aromáticas, las pomadas para la hinchazón y el dolor,
la jamaica fresca para el agua, la canela para el té ca-
liente, la ruda para la tos, los ajos para la buena suerte,
el acitrón para los niños. Allí, se calienta la vida en
cuarzos de luz y colores, en plegarias y en abrazos
que ofrecen comunión.
He visto a los Padres en duelo por los hijos y me
asombro de su asombro, de su estupor ante el inmen-
so dolor que petrifica los recuerdos sobre el anuncio

252
que recibieron de la muerte. Para ellos, verdaderos
arquetipos del Tamoanchan98 (López-Austin, 2004) que
se hicieron raíz, flor y fruto para levantar los muros de
su casa y proteger las herencias de los padres, para
ellos que cuidaron con celo las semillas y les dieron el
aliento de su alma para que lucieran estrellas en los
ojos; para ellos, el dolor primordial se hizo pasión
cuando la vida y sus glorias se quedaron congeladas
en el llanto que no cesa.
Oyendo a los Padres en duelo aprendí a conocer
que el dolor es también perplejidad ante lo que se per-
cibe como un sin sentido. Perplejidad ante el descon-
cierto que produce la muerte que se anuncia o que se
palpa en el cadáver. Perplejidad frente a la inconsis-
tencia del tiempo que fragua sus olas en el calendario
de los días que más duele recordar; perplejidad en el
momento de aturdirse por las mil narraciones del suce-
so, porque todas son mentira y porque es necesario
seguir buscando responsables o mentiras nuevas.
Conocí ese dolor que es asombro y oportunidad
para buscar y encontrar preguntas y respuestas a este
presente que parece negar la persona que se era y la
que ya no quiere ni importa ser; porque la oquedad del

98
Tamoanchan y Tlalocan representan en la cultura mexicana
antigua, el principio de dualidad aplicado a la creación de la
vida-muerte-vida. Dice la tradición que todos los seres huma-
nos somos primero como las semillas que guarda la tierra que
una vez fertilizada ofrece los frutos, frutos que tendrán que
volver a la tierra para continuar el ciclo de la vida-muerte-vida.
Morir entonces es regresar al vientre materno (la tierra) para
florecer después en alguno de los múltiples destinos que se
contienen en el nutrido follaje del Tamoanchan.

253
útero ahora reproduce voces y fantasmas que se visten
de flores, mariposas o delfines, de aromas a sándalo o
ruidos y presencias que se tejen con la inmensa sole-
dad de la orfandad. Asombro porque esa no-soledad
es la soledad total, e incluso, la imposibilidad de saber-
lo.
Asombro, porque se habla de una historia compro-
metida con sentimientos, recuerdos, alteraciones,
cambios intencionales y no intencionales, porque la
verdad nunca es definitiva, y, aunque tiene de su lado
algunas certezas, nunca es la certeza. Asombro ante
los ojos de padres insomnes y tristes que miran como
si nada vieran ante sí, que se hacen espejos de ellos
entre los otros, que forman un enorme racimo de pre-
guntas sin respuesta y de desolación.
Asombro, porque ante un dolor tan pernicioso como
es éste nos damos cuenta que la pena “se hace nido
en cada molécula del cuerpo”99, que la palabra nos
constituye pero no nos sustituye; en consecuencia, que
existe la necesidad vital de convertir el asombro en
texto, en obra de arte, en producción interior, en expli-
cación dialógica, en ceremonia de sanación y perdón,
de entendimiento, de auto descubrimiento.
Asombro frente a las chapucerías de las empresas
funerarias, los trámites legales y los actos inmorales de
quienes, seguramente, hace mucho tiempo perdieron
las entrañas en la ilegitimidad de los ridículos micro
poderes burocráticos. Asombro ante la ruptura de los

99
Expresión de Zita Chao de Joyce, coordinadora del Grupo de
autoayuda Padres en duelo “Cecilia Flores Michell”.

254
más elementales signos de civilización que muestran la
indiferencia ante lo humano.
Asombro, porque el suicidio, el accidente, la enfer-
medad o la violencia siempre confunden y trastocan el
mundo de la fe, la fuerza del cuerpo y la voluntad de
vivir. Sorpresa porque las palabras no vuelven a la
neutralidad del uso corriente sino que se tornan ame-
nazantes y vulneran la confianza, como si las palabras
fueran enemigas para enfrentar la muerte y se convir-
tieran en el veneno de los afectos.
Asombro, porque esta vida que parece dominar y
ofrecerlo todo, de pronto nos sacude para mostrarnos
que no la conocemos y que tampoco nos conoce, que
nada le importamos, que ella quita y sacrifica sin aviso
los frutos que eran nuestros. Asombro, porque cual-
quier día la vida se hace instante de muerte y se pre-
senta apabullante y ajena, contundente como la luz
que ciega, mustia y frágil como la noche. Momentos
que la vida elige para imponer dolores absolutos que
laceran y mutilan la voluntad de vivir, que nos dejan de
rodillas y destrozan cualquier confianza en el futuro.
Asombro porque frente al dolor puede diluirse la densi-
dad del cuerpo para convertirse y quedar por siempre y
solamente como un cuerpo cautivo del dolor de extra-
ñación.
Aturdimiento ante la muerte, porque casi nunca
puede responderse al asombro que queda después de
lo siniestro, porque el devenir se detiene al intentar
nuevos hallazgos y porque ya no se encuentran nue-
vas respuestas para seguir asombrándose o para reu-

255
unir el miedo en una sola palabra y lograr evocaciones
y metáforas poéticas. Porque el asombro también
puede quebrar los límites impuestos para allanar la
desmesura y dejarnos sin aliento para rastrear nuevos
horizontes, para obligarnos al doblez del cuerpo y
conmovernos desde la sangre de los huesos hasta el
olvido del sí mismo.
Dura, difícil, es la vida y sus destinos tristes cuando
el dolor se anida y se desborda para producir incendios
en el alma, que solamente el amor entre los
semejantes puede apaciguar.

256
ANEXO

CUADRO RESUMEN

PRINCIPALES INVESTIGACIONES SOBRE EL DOLOR

Inst. y Proyectos /
Reas Resultados
Org. Año
5 millones de personas sufren dolor
en España y 80% de ellos n/s
tratados adecuadamente desde
SED 2002/2003
APS. Sólo 15% son tratados por
especialistas y 2% en unidades del
dolor
Participaron 303 médicos
pertenecientes a unidades del dolor
2002/2004 y traumatología de España 50% de
SED Pain Global pacientes espera más de 6 meses
Project p/ Tx c/opioides cuando ya habían
alcanzado 7 puntos en EVA*,
EPIDEMIOLOGIA

especialmente en traumatología.
Participaron 46 mil adultos entre
nov. 2002 y julio 2003. 19% sufre
dolor crónico de 5 a 7 días, incluso
desde hace 20 años. 10% sufre
dolores crónicos con intensidad de
5 en escala de 0 a 10 puntos. Los
más frecuentes: espalda, cefalea y
2002/2003
migraña. Las mujeres son más
16 Encuesta
afectadas que los hombres.
países Europea del
Por CA solo 3%. 1.3% sufre dolor
europeos Dolor
moderado o grave las 24 horas.
(telefónica)
40% opina que el médico prefiere
Tx enfermedad a dolor. 2% recibe
Tx especializado. 27% ha acudido
al menos 1 vez al especialista. 58%
dice que el Tx es inadecuado; 60%
desconoce el tema. 33% no está
controlado.

257
Participaron 594 ancianos de 15
hospitales españoles, llevan 9
2003/2004
a/promedio con dolor. Más del 50%
Valoración
recibe Tx con AINE aunque no se
socioepidemiol
aconseja ya que el 61% son
ó-gica del
hipertensos, 25% tienen colesterol
SED paciente
alto y 22% diabetes, 45% necesita
mayor de 65
medicamentos p/dormir. 54% ha
años con dolor
recibido terapia no farmacológica:
crónico no
bloqueo nervioso, rehabilitación y
oncológico
fisioterapia. 19% recibe Tx
Psicológico.
Participaron 5803 Ind. con
enfermedad reumática y 1483
2003/2004 médicos: 25% de europeos sufre
Encuesta de de dolor reumático, 57% de ellos de
inv. Sobre dolor constante y 22% diario.
AGG
manejo del 1:3 asume que el dolor es normal
dolor por su enfermedad y no busca
reumático. ayuda. 45% no cree mejorar su
condición y 58% espera que
empeore.
2004 80% de los pacientes con dolor
SED,
Campaña: crónico no son controlados.
SER y
“Cambia dolor 20% de españoles > 16a. padece
SEMER
por calidad de enfermedad reumática y 90% sufre
GEN
vida” dolores constantes.
-Control Dolor
Tiempo dedicado al paciente con
IZLD 2000
dolor: 9.6 min.
-Estudio Delphi
70% de los sufrientes tienen
IMPACTOS SOCIALES

problemas p/dormir y moverse:


40% está cansado todo el día, 35%
tiene dolor 24 hrs., a 20% resulta
2002/2003 intolerable, 27% no recuerda lo que
16 Encuesta es “sentirse bien”, 17% preferiría
países Europea del morir. 28% es dependiente, 22%
europeos Dolor restringe sus relaciones
(telefónica) personales, 46% no tiene act.
social, 35% no puede mantener
relación sexual, 29% sufre
depresión.13% se siente
incomprendido.

258
SED 2003/2004 69% de ancianos sufre dolor
Valoración crónico y afirman que afecta su
socioepidemio- calidad de vida. 43% padece
lógica del trastornos de sueño, 35%
paciente depresión, 58% tiene afectadas sus
mayor de 65a. relaciones familiares La mayoría
Con dolor acepta el dolor como “normal y
crónico no 75% lo soporta mejor debido a
oncológico creencias religiosas.
Se desplazan en promedio 25 Km
p/recibir atención médica.

22% perdió empleo. En España se


2002/2003 pierde 16 días/trabajo/personal
ECONÓMICOS

16 Encuesta c/dolor. España, Grecia, Italia y


IMPACTOS

países Europea del Portugal consumen 14% opioides,


europeos Dolor la media europea es de 30%. Se
(telefónica) gastan 34 billones de euros
relacionados con el dolor.
Tx del dolor cuesta más de 13 mil
SED 2003
millones de euros en España

1.D suave o moderado:


analgésicos y antiinflamatorios
Escala no esteroides (AINE).
OMS terapéutica del 2.D moderado o persistentes:
dolor opioides menores.
3.D moderado a severo; opioide
mayor.
PROPUESTAS

España cuenta con varios


Creación-
hospitales con unidades del dolor.
multiplicación
Se creó en U. Salamanca la
de unidades
SED cátedra del dolor.
del dolor
Cada año se celebra el día del
multidisciplinari
dolor.
as.
2002/2003
16 Encuesta Se propuso la web “Pain in
países Europea del Europe”, para difusión de
europeos Dolor información.
(telefónica)

259
SED 2002/2004 Desarrollar actividades científicas,
Pain Global educativas y divulgativas sobre
Project manejo del dolor. Contribuir a la
formación de especialistas.
*EVA Escala Analógica Visual (7 puntos equivale a dolor muy intenso-
insoportable).

WIP Instituto Mundial del Dolor (1994)


ADI Asociación del Dolor Israelí
EFIC Europa contra el dolor (No sufras en silencio)
SED Sociedad Española del Dolor
Sociedad Española de Medicina Rural y
SEMERGEN
Generalista)
Grupo de Acción Contra la Enfermedad
AAG
Reumática
Instituto Zambrón de lucha contra el dolor
IZLD
(España)
SER Sociedad Española de Reumatología

260
CAPÍTULO 5

TRATAMIENTOS PARA PALIAR


EL DOLOR

El dolor no se encuentra en la espina


dorsal ni en el lugar lastimado.
El dolor está en el cerebro

Alan Basbaum

Se habla de quimioterápicos, de
los transplantes de médula… pero
no de algo más sórdido, más crónico,
más triste, como es el dolor

Paciente español

5.1. Interminable es la búsqueda

Entre las clasificaciones más conocidas del dolor en-


contramos que de acuerdo a su duración e intensidad,
se le llama agudo y crónico, continuo o intermitente;
por la causa que lo produce, somático (pulsátil, sordo,
continuo, opresivo) y neuropático (lacerante o queman-
te). Un ejemplo del primero es la cefalea común y del
segundo la neuralgia del trigémino. Refractario se lla-
ma cuando no responde al tratamiento; visceral o refle-
jo cuando no se puede localizar topográficamente. En

261
fin, no existe clasificación unívoca sobre el dolor, tam-
poco formas de interpretar o tratar, que sean univer-
salmente aceptadas.
La historia sobre el tratamiento del dolor está pla-
gada de posibilidades, realizaciones y fracasos: de
solamente lamerse la herida y la invención del cata-
plasma de cáscara de papa o de mandrágora, el lini-
mento o la moxa japonesa100, la raíz del beleño o la
aspiración del éter o del cloroformo; hasta los procedi-
mientos de la bioingeniería, la creación de genotecas
de ADN para la localización y tratamiento molecular del
dolor o la utilización de mórficos por vía espinal, todo
intento y resultado ha sido parcial e insuficiente.
Del conocimiento hipocrático sobre las propiedades
analgésicas de la corteza y de las hojas del sauce, del
uso del cáñamo para la inflamación dolorosa, de la
sedación con eléboro, adormidera, tintura de láudano o
con opio, de la frontal lucha que durante el Renaci-
miento hiciera Paracelso defendiendo el uso de cual-

100
La moxa japonesa o moxa china consiste en la aplicación de
estímulos térmicos sobre puntos y canales de acupuntura o
sobre zonas localizadas del cuerpo, con objeto de conocer
cambios biológicos conducentes a un resultado terapéutico. Se
usa la planta artemisa por sus propiedades tonificantes y exci-
tantes. Se machaca en morteros para obtener un polvo deno-
minado lana de moxa, cuyas principales características son las
de arder muy lentamente emitiendo un infrarrojo de corta longi-
tud de onda –por tanto, con capacidad de penetración- y la de
poder aglomerarse con facilidad, lo que permite su manipula-
ción para fabricar conos, puros o moxas huecas que simplifican
su aplicación. Se aplica principalmente cuando se reconocen
las llamadas enfermedades por frío o vacío, indicando: “caliente
lo frío”, “tonifique lo vacío”, “encienda la energía decaída”.

262
quier medio o recurso para calmar o evitar el dolor, a la
declaración de la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 1990) que declara atender y combatir el dolor
como una “medida de respeto” a los derechos de un
paciente, han sucedido innumerables esfuerzos y al-
ternativas de atención y cuidado para los seres huma-
nos que lo padecen101.
Múltiples esfuerzos se han producido en torno del
tratamiento contra el dolor, pero ha sido el Siglo XX
uno de los períodos históricos de mayor consolidación
porque se logró concretar la investigación farmacéutica
acerca de la corteza del sauce y distribuir sus benefi-
cios analgésicos a todo el mundo. Investigación que se
había prolongado desde 1828 cuando se descubrió la
salicina como el principio activo de la planta. Sesenta
años después, se encontró la spirea (aspirina), misma
que empezó su comercialización en 1899 a través del
laboratorio químico farmacéutico Bayer. Actualmente,
se estima que cada segundo se consumen aproxima-
damente 2 500 tabletas de aspirina en el mundo.
Después de la aspirina han surgido otras opciones
terapéuticas como la utilización de medicamentos an-
tinflamatorios no esteroideos (AINE)102, opiáceos débi-

101
De acuerdo con la OMS, en 2006, una de cada cinco perso-
nas en el mundo viven con dolor crónico, moderado o severo
102
La OMS ha elaborado la escala terapéutica para tratar al
dolor. Define 4 escalones dependiendo de la gravedad. En el
primer escalón, dolor suave a moderado, se recomiendan los
antiinflamatorios y se pueden usar coadyuvantes para aumen-
tar la eficacia analgésica. Si el dolor persiste, se aconseja aso-
ciar a los antiinflamatorios un opioide menor (segundo escalón).
En el dolor de moderado a severo, se recomienda el tratamien-

263
les o fuertes y coadyuvantes como los antidepresivos.
Fármacos que pueden ser administrados por distintas
vías: transmucosa (rectal, sublingual o intranasal),
transdérmica (enteral o parenteral) y espinal. Asimis-
mo, se ha utilizado la inyección de agentes neurolíti-
cos, generalmente a través de ganglios simpáticos, y
actualmente se practican diversas intervenciones mé-
dicas que van desde la activación cerebral o la estimu-
lación nerviosa eléctrica, la infiltración y el bloqueo de
receptores (ganglios, raíces o médula) hasta el trans-
plante de médula o la colocación de neuroestimulado-
res medulares103.
También se han realizado avances en terapias de
canales iónicos, con bombas de infusión continuas ex-
ternas o implantadas y bloqueos analgésicos para
aminorar los dolores lumbares. Otras técnicas especia-
lizadas en este tipo de dolores son: ozonoterapia, nu-
cleoplastía, radiofrecuencia, inyección de cemento en
vértebras.

to con un opioide mayor. El cuarto escalón es la instalación de


bombas de infusión de morfina. Investigaciones recientes po-
nen en duda el uso de antiinflamatorios no esteroideos pues se
les ha relacionado como factor de riesgo para infarto del mio-
cardio.
103
La neuroestimulación consiste en la implantación quirúrgica
de un electrodo en la médula espinal que, conectado a un ge-
nerador implantable de impulsos, emite descargas eléctricas de
alta frecuencia que estimulan la médula espinal, las raíces ner-
viosas o los nervios periféricos para bloquear las señales de
dolor que llegan al cerebro. La pila puede ser recargada por el
paciente.
http://www.psiquiatria.com/noticias/psicosomatica/21859/

264
Actualmente se estudia el mecanismo de acción de
los cannabinoides endógenos para suprimir el dolor en
situaciones de estrés. Holanda, Alemania, España y
algunos estados de EU, son algunos de los países
donde el uso de la marihuana es aceptado legalmente
para coadyuvar al tratamiento del dolor.
Pese al desarrollo de medicamentos y de tecnolo-
gías modernas para tratar el dolor, millones de seres
humanos se encuentran al margen de poder tener ac-
ceso a los beneficios que este desarrollo podría permi-
tirles, ya que los altos costos económicos que
representan, restringen su utilidad social. En el marco
del Congreso de la Liga Europea contra el Reumatismo
(EULAR) realizado en 2006104, se mencionó que de
acuerdo a cifras de la OMS, una de cada cinco perso-
nas en el mundo viven con dolor crónico, entre los que
se encuentran, cien millones de europeos que sufren
de artritis o de padecimientos músculo esqueléticos.
El mismo estudio menciona que el 47% de los pa-
cientes con dolor crónico no tiene ningún tratamiento;
el 63% no identifica la mejor terapia o tratamiento para
sentirse mejor; 78% señalan que cuentan con poca
información sobre riesgos y beneficios de los medica-
mentos, mientras que los médicos, en general, subes-
timan el nivel de compromiso, experiencia,

104
Los datos provienen de un estudio realizado por Arthritis
Action Group (AAG) en Reino Unido, Alemania, Italia, Francia,
México y Australia con 1 024 pacientes y 604 médicos.
http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=45041

265
conocimiento o interés del enfermo con su tratamiento.
Por otro lado, menos de la mitad de los médicos con-
sultados están familiarizados con las guías para trata-
miento del dolor.
Paradójicamente, en muchas ocasiones le tenemos
más miedo (pacientes y médicos) a los efectos de la
sedación, a la analgesia prolongada o a la adicción
farmacológica, que al dolor mismo. Es como si tuvié-
ramos que esperar la presencia insoportable de un
dolor como para justificar la toma de un medicamento,
incluso, convencional o la solicitud de una intervención
quirúrgica. Esperar al dolor intenso como esperar una
señal de alerta; esperar al dolor para que se reconozca
su cualidad objetiva, esperar el dolor para justificar una
acción protectora.
Y si desde la práctica médica oficial no se resuelve
el problema, empezamos a transitar por los más viejos
caminos del miedo: el acompañamiento, la conversa-
ción, el consejo, la magia y la oración. Nos encamina-
mos por las estrategias cognitivas, afectivas o
adaptativas que propone el sentido común, la cultura y
la psicología. Buscamos el refugio en otras prácticas
médicas alternativas como las que ofrece la medicina
tradicional mexicana, la medicina ayurvédica o la acu-
puntura china, la fisioterapia o la hipnosis; la digitopun-
tura, la aurocuterapia o la nasoterapia; terapias con
flores, aromas o metales; la picadura de animales pun-

266
zantes o ponzoñosos, el frío o el calor105, entre muchas
otras más.
Finalmente, enfrentarse a un dolor siempre implica
sentir y pensar, tomar decisiones comprometidas con
uno mismo. Siempre resulta ser una elección moral
que en ocasiones no coincide con el criterio de una
decisión profesional, que no por ser profesional deja de
ser, igualmente, una elección moral.
Lo cierto es que la intensidad del dolor y la conduc-
ta que motiva en la persona que busca resolver, está
influenciado por la apreciación del sujeto que lo pade-
ce, por el conocimiento que sobre el dolor tenga el per-
sonal que le atiende y por los recursos de que se
disponga para la atención, entre los que debe conside-
rarse de forma muy particular, el lenguaje y su relación
con el reconocimiento, la utilización de signos, símbo-
los y otros componentes de la relación médico-
paciente.
Tan vasto y complejo es el lenguaje para referir un
dolor, que la OMS emitió en el 2001 la resolución 54.21
que explica las funciones mentales del lenguaje y su
profunda relación con la experiencia del dolor. Asimis-
mo, se incluyó en esta resolución la Clasificacion Inter-
nacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de

105
Expertos de la Universidad de Londres han logrado explicar
el efecto benefactor del calor utilizando la tecnología de ADN.
Crearon proteínas de receptores de calor y de dolor en la mis-
ma célula y así observaron las interacciones moleculares entre
ambos tipos. Hallaron que el bloqueo de los receptores es ca-
paz de detener el dolor que percibe el organismo.
(http://www.sedolor.es/noticia.php?id=504)

267
la Salud (CIF)106. La segunda edición de la CIF se am-
plió y ahora se denomina Clasificación Internacional de
Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM).
Frente al dolor existen siempre dilemas e implica-
ciones bioéticas importantes. En 1999 la Academia
Americana para el Control del Dolor y la Sociedad
Americana del Dolor realizaron una encuesta al res-
pecto y se encontraron que los principales problemas
que enfrentan los especialistas del dolor se presentan
en el tratamiento de enfermedades terminales en niños
y ancianos, en las restricciones sanitarias, en la dife-
rente respuesta o resistencia de los pacientes a un
tratamiento, en el desconocimiento y uso correcto de
algunos procedimientos, en las diferencias de opinión
entre los especialistas y en la falta de profesionaliza-
ción y actualización respecto de la terapéutica del do-
lor.
Sobre el particular, podemos citar resultados de
dos investigaciones sobre conocimientos y habilidades
de las enfermeras para atender a pacientes con dolor.

106
La CIF incluye lenguaje relacionado con funciones de recep-
ción y decodificación de lenguaje oral, escrito u otra forma de
lenguaje tal como el lenguaje de signos; funciones de expre-
sión de lenguaje oral, escrito u otra forma de lenguaje; funcio-
nes integrativas del lenguaje, escrito y oral, tales como las
involucradas en la afasia receptiva, expresiva, afasia de Broca,
de Wernicke y de conducción, entre otras. El capítulo 2 refiere
las funciones sensoriales y dolor y en el capítulo 3 trata las
funciones de la voz y el habla. La Secretaría de Salud de nues-
tro país aprobó esta resolución.

268
La primera de ellas fue realizada en 1995107 y se auto-
evaluaron 3282 enfermeras con 16 preguntas sobre el
cuidado y tratamiento del enfermo con dolor. Se encon-
tró que los principales errores del personal de enferme-
ría estaban relacionados con desconocimiento sobre
prescripción farmacológica, temor de las enfermeras a
que los pacientes desarrollaran adicción y la preocupa-
ción por actuar con riesgo profesional que pudiera
comprometer su estatus laboral; factores que contribu-
yen a que los pacientes fueran tratados inadecuada-
mente y por debajo de las dosis terapéuticas correctas
para inhibir el dolor.
Solamente el 3.9% de las enfermeras evaluadas
respondió correctamente a todas las preguntas y fue-
ron las enfermeras de mayor edad, de mayor experien-
cia, con título de master y que trabajan en unidades de
oncología o cuidados paliativos. Si bien es cierto que la
información terapéutica se localiza fácilmente en la
literatura correspondiente, se difunde en los cursos de
educación continua o a través de la Asociación Inter-
nacional para el Estudio del Dolor (IASP)108, también

107
Magro McCaffer, Hielen S Robinson. “El enfermo sufre do-
lor” Nursing, Vol. 21, Núm. 04, Martes 1 Abril 2003. p. 8 – 18.
http://www.nursingcenter.com/pain
108
La IASP es la asociación internacional multidisciplinaria más
grande abocada al estudio del dolor. Fundada en 1973, es una
organización profesional no lucrativa dedicada a fomentar la
investigación sobre el dolor y a mejorar el cuidado de pacientes
con dolor. La calidad de miembro en la IASP está abierta a
investigadores, profesionales de la salud o cualquier profesio-
nista que tenga interés en la diagnosis y el tratamiento del do-

269
es un hecho que en la formación de pregrado se dedi-
ca muy poco tiempo a la enseñanza del dolor, y cuan-
do se ejerce la profesión se tiene poca confianza en lo
que se sabe.
La otra investigación109 citada, menciona que en
estudiantes del último curso de enfermería se pudo
constatar que el 75% de ellos desconocían los efectos
beneficiosos de los opioides, así como sus interaccio-
nes. Por otro lado, se pudo comprobar que el servicio
de enfermería frecuentemente (33%) no cumple ca-
balmente con las prescripciones señaladas por el mé-
dico, ya sea porque consideran “normal” el dolor o
porque temen reacciones adversas, especialmente si
se administran opiáceos.
De los resultados sobre tratamiento del dolor se
citan a continuación algunos datos relevantes obteni-
dos de diversas investigaciones:

v El Instituto Catalán de Oncología reportó en 2001


que 50% de los enfermos oncológicos no recibían
control adecuado del dolor a pesar de que este tipo
de dolor puede ser aminorado en el 100% de los
casos y eliminado en el 80%. En situación semejan-
te se encuentran los niños, pues hasta hace 15
años se pensaba que los niños, sobre todo los más
pequeños, no tenían suficientemente desarrollados

lor. Hasta el 2004, la IASP tenía registrados 6744 miembros en


107 países. http://www.iasp-pain.org/
109 R.M. Sánchez-Sánchez, J. V. Pernía y J. Calatrava. Trata-
miento del dolor en los estudios de enfermería.
http://wwwscielo.isciii.es/scielo.php

270
los mecanismos del dolor110. Ahora se sabe que es
todo lo contrario porque tienen menos desarrolla-
dos los inhibidores del dolor, por lo tanto, el dolor
puede producir afectación importante para su vida
posterior. En España se han empezado a crear
unidades pediátricas especializadas en la atención
del dolor para la población infantil de los 0 a los 17
años.

v Una persona que ha sentido mucho dolor siendo


niño, sentirá más dificultades para conseguir un
bienestar en su vida adulta y por ello hay que con-
seguir paliar los padecimientos dolorosos en los
pequeños. Los especialistas señalaron que hay es-
calas de observación para comprobar la intensidad
del dolor en los bebés cuando no pueden hablar, y
que se manifiestan por el tipo de llanto, el patrón
respiratorio, el tono postural, la expresión facial, la
presión arterial y la frecuencia cardiaca.

v No obstante, reconocieron que los padres, sobre


todo la madre, son capaces de comprobar si el llan-
to del niño es porque siente un dolor agudo y no
por cualquier otra causa. Hasta ahora se han bene-

110
Nuevas interrogantes se plantean a partir de los resultados
de la investigación de K. J. S. Anand, neonatólogo reconocido
internacionalmente, pues afirma que ha podido corroborar,
mediante el estudio de las estructuras anatómicas y de los
mecanismos fisiológicos que existe evidencia funcional de que
el feto empieza a desarrollar la percepción del dolor en el se-
gundo trimestre del embarazo.
http://www.iasp-pain.org/PCU06-2,pdf

271
ficiado de las unidades del dolor en este hospital
cerca de 300 niños con edades entre el primer mes
de vida y los 17 años.

v En el 2001 los médicos Alan Bisbaum111 de la Uni-


versidad de California y Jeffrey Morgil de la Univer-
sidad de Illinois112, coincidieron en señalar que las
respuestas y mecanismos para sentir y hacer frente
al dolor son diferentes entre hombres y mujeres
debido al funcionamiento distinto de los circuitos
cerebrales (somato-sensorial y límbico) y la res-
puesta genética. Morgil afirmó que hasta el 50% de
las diferencias podría tener solución por terapia gé-
nica.

v Sin embargo, Catherine Bushnell, de la Universidad


de Montreal113, dijo que aun cuando se ha intentado
bloquear el dolor cortando los circuitos, se ha falla-
do porque el cerebro simplemente desvía la señal
dolorosa. Pero lo que sí ha resultado provechoso
ha sido trabajar con las percepciones de los pacien-
tes pues se ha comprobado su utilidad en el mejo-
ramiento del estado emocional que coadyuva a
disminuir el dolor. Por ello, Alan Basbaum afirma

111
http://www.genaltruista.com/notas/00000084.htm
112
http://www.diariomedicovd.recoletos.es/genetica/n210200.ht
ml
113
Bushnell mostró que cuando un paciente con dolor presta
atención a otros fenómenos, logra disminuir la sensación dolo-
rosa. http://www.genaltruista.com/notas/00000084.htm

272
que “el dolor no se encuentra en la espina dorsal ni
en el lugar lastimado. El dolor está en el cerebro”.

v En la Universidad de Pittsburg (EU) se hizo en


2004 un estudio con voluntarios sanos que fueron
hipnotizados para que pudieran sentir un intenso
calor en la mano; una segunda prueba se hizo con
un dispositivo real de calor y aunque el dolor que
sintieron en la segunda prueba era algo más inten-
so que el que sufrían durante la hipnosis, en ambos
experimentos se activaron cinco áreas cerebrales:
el tálamo, la corteza cingulada anterior, la ínsula, la
corteza parietal inferior y la prefrontal, por lo que
estas regiones pudieron considerarse como la red
neuronal del dolor. Una última prueba consistió en
dejar que libremente imaginaran el calor en su ma-
no y aunque sólo se produjo una mínima activación
de la red del dolor, lo que realmente resultó sobre-
saliente del estudio, es que el dolor existió aun
cuando no existía un estímulo externo.

v Klaus Linde, investigador del Centro de Investiga-


ción de Medicina Complementaria de la Universi-
dad de Munich (Alemania)114 y su equipo,
concluyeron en 2005 un reporte sobre los benefi-
cios de la acupuntura para reducir la frecuencia de
dolor de cabeza más eficazmente que los casos
tratados con acupuntura simulada o falsa. El estu-
dio consistió en una prueba aleatoria y controlada
114
JAMA, 2005; 293:2118-2125

273
en la que se implicó a 302 pacientes (88% mujeres)
con promedio de edad de 43 años. La acupuntura y
la acupuntura simulada fueron administradas por
médicos especializados y consistió en 12 sesiones
por paciente durante 8 semanas.

v El tratamiento ficticio consistió en colocar agujas en


puntos que no correspondían. Los pacientes fueron
tratados en 18 centros de salud en Alemania. No se
halló diferencia alguna de resultados entre los pa-
cientes sometidos a acupuntura y a los que se les
aplicó la acupuntura simulada, mientras que sí
hubo una diferencia entre el grupo al que se aplicó
acupuntura y el grupo que estaba en lista de espera
(1.4 días).

v La proporción de respuesta (reducción del dolor de


cabeza de al menos el 50%) era de un 51 por cien-
to en el grupo que se había aplicado la acupuntura,
el 53 por ciento en el grupo que se había aplicado
la acupuntura falsa y 15 por ciento en el grupo que
estaba en lista de espera. Significa que quienes re-
cibieron la acupuntura y quienes creyeron que la
recibían tuvieron resultados semejantes, lo que
muestra la enorme importancia que los aspectos
subjetivos tienen para el manejo exitoso del dolor.

v La Revista de la Sociedad Española del Dolor


(SED) reportó en junio del 2005 los resultados exi-
tosos al utilizar fisioterapia y placebo con pacientes
que padecían dolor crónico. La intervención place-
274
bo consistía en la aplicación de luz y ultrasonidos
inefectivos junto a un gel no terapéutico y a conti-
nuación no se practicaba ningún tipo de tratamien-
to. Los principales criterios de valoración fueron el
dolor evaluado mediante una escala analógica vi-
sual y el cambio global del paciente.

v Los grupos de fisioterapia y placebo mostraron re-


ducciones similares del dolor a las 12 semanas, y a
las 24 semanas el dolor se mantuvo disminuido con
respecto al dolor inicial en ambos grupos. 70% de
los fisioterapeutas participantes documentó una
mejora global a las 12 semanas y el 59% a las 24
semanas. De forma similar, el 72% de los partici-
pantes placebo manifestó una mejora global a las
12 semanas y el 49% a las 24 semanas. Lo más in-
teresante es la conclusión a la que llegan los inves-
tigadores, pues consideran que sería suficiente la
atención regular de un paciente por cualquier tera-
peuta para reducir el dolor y la discapacidad a la
que éste conlleva.

v Científicos británicos115 han obtenido resultados


positivos con pacientes que sufren dolores crónicos
en extremidades por síndrome de dolor regional
complejo (CPRS) o por lesiones de esfuerzo repeti-
tivo, al situarlos frente a un espejo trucado que re-

115
Clinical Medicine, Journal of the Royal College of Physicians
http://www.intramed.net/actualidad/not_1.asp?idNoticia=38667

275
fleja una imagen distorsionada mediante la cual, los
ojos ven duplicada la parte sana del cuerpo mien-
tras permanece oculta la parte afectada. En la ma-
yoría de los casos, sucedió que el cerebro dejó de
emitir señales de dolor entendiendo que todos los
miembros estaban bien.

v Pese a que los pacientes sabían que se encontra-


ban ante un efecto óptico, lograron concentrarse y
obtener buenos resultados mientras estuvieron
frente al espejo, sin embargo, fue necesario mante-
ner una terapia continuada hasta que el dolor estu-
vo controlado del todo. El éxito se explica al
considerar que una de las funciones del cerebro
consiste en enviar continuamente señales al cuer-
po, con el fin de predecir la forma o el peso de los
brazos o de cualquier otra parte del cuerpo, así
como su localización. A su vez, los nervios sensiti-
vos responden enviando la información de vuelta,
permitiendo así que el cerebro redefina la imagen
del cuerpo continuamente.

v Con respecto al CPRS, se ha dado a conocer la


relación de este síndrome con la importancia que el
cerebro le concede a una parte del cuerpo para
otorgarle suficiente espacio y con la posibilidad de
conexión entre neuronas procesadoras de dolor y
sustancias transportadoras de la columna vertebral.
Por estos dos descubrimientos la Sociedad Alema-
na para el Estudio del Dolor reconoció a dos cientí-

276
ficos: Christian Maihoefner, de la Clínica Neurológi-
ca y del Instituto de Fisiología y Patofisiología Ex-
perimental y Ulrike Depner del Instituto de
Toxicología y Farmacología de la Universidad de
Erlangen-Nürnberg. Con la ayuda de magnetoence-
falografía (MEG) Maihoefner pudo mostrar la impor-
tancia de cada parte del cuerpo que se refleja en
las dimensiones del área cerebral reservada para
cada una.

v En pacientes con CPRS en una mano, dicha área


aparece reducida, lo que aclara los fuertes dolores
que padecen y su relación con el espacio que le co-
rresponde en el cerebro. En consecuencia, se reali-
za una terapia de ayuda para corregir el tamaño de
las áreas cerebrales correspondientes con la consi-
guiente desaparición de los dolores. Ulrike Depner
y Robert Harvey, por su parte, descubrieron que
debido a daños e inflamación en el tejido, la médula
produce prostaglandinas que se sujetan a la super-
ficie de las neuronas procesadoras del dolor, impi-
diendo que la glicina, una sustancia transportadora,
pueda desplegar su efecto antidolor. Ratones a los
que se les destruyó este sistema, dejaron de tener
dolores provocados por inflamación.

v Científicos de la Universidad de Columbia116 (Nue-


va York), explican que los seres humanos "tenemos

116 http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=31406

277
más control sobre nuestra mente y nuestras expe-
riencias de lo que pensamos". Los investigadores
midieron la actividad cerebral en respuesta al dolor
en dos series de experimentos. En una de ellas
aplicaron a voluntarios una crema, describiéndola a
unos como un producto que alivia el dolor y a otros
como una sustancia inactiva. "Encontramos que los
placebos disminuyen la respuesta cerebral al dolor
en áreas que parecen codificar la magnitud de la
experiencia dolorosa. Esto sugiere que dicha expe-
riencia se altera realmente".

v Observaron que la actividad cerebral disminuía en


un área llamada cingulado anterior, que parece es-
tar relacionada con la incomodidad producida por el
dolor. Más tarde, los cambios en la actividad cere-
bral ocurrían en el tálamo y en la ínsula, que pare-
cen reflejar en qué medida es negativa la
experiencia dolorosa para la persona. Asimismo,
precisaron que para que un placebo pueda alterar
esta actividad en ciertas zonas del cerebro es ne-
cesario que la persona suponga utilidad de la sus-
tancia y que dicha creencia sea traducida en
cambios bioquímicos relacionados con los meca-
nismos del dolor.

v The Journal of the American Medical Association117


reportó en el 2004 que cuando se utilizan placebos
se corre el riesgo de producir el fenómeno llamado

117 http://www.arp-sapc.org/

278
nocebo, que consiste en que los pacientes presen-
tan efectos adversos porque piensan firmemente
que toman un medicamento que potencialmente
puede hacerles daño y porque asocian color, nom-
bre o forma del placebo con otros medicamentos
ingeridos anteriormente.

v En uno de los estudios revisados se observó que


los pacientes que temían la posibilidad de padecer
efectos adversos gastrointestinales, eran más pro-
pensos a experimentar ese tipo de síntomas en
comparación con los que no ignoraban los posibles
efectos colaterales de un determinado fármaco.
Señala el reporte que los pacientes asocian las píl-
doras de colores cálidos con estimulantes y las de
colores fríos con sedantes y que los pacientes con
ansiedad o depresión pueden ser más propensos a
desarrollar estos efectos.

v Otras investigaciones en EU confirman el carácter


eminentemente subjetivo en la definición y expe-
riencia dolorosa y prueban la eficacia de otras al-
ternativas de tratamiento, como la narrativa y la
música. Una arpista experimentada y capacitada en
arpaterapia fue contratada por el Velindre Cancer
Centre para que ejecutara el arpa mientras los pa-
cientes recibían quimioterapia y los beneficios co-
ntra el dolor fueron asombrosos, señalando que los
tonos de resonancia de las cuerdas y los niveles de
vibración actúan con eficacia en la disminución del

279
estrés, disminuyen la presión sanguínea y favore-
cen la oxigenación del cuerpo.

v Un equipo de la Universidad de Copenhague118 ha


realizado una revisión de varios estudios sobre el
placebo para hallar posibles evidencias científicas
de su eficacia terapéutica comparado con la ausen-
cia total de tratamiento. Los resultados señalan que
el placebo no posee grandes resultados cuando se
utilizan variables objetivas, pero sí produce benefi-
cios en el tratamiento del dolor cuando se utilizan
variables cualitativas.

v En diversos países de Europa se han desarrollado


desde la década de 1980, múltiples actividades
científicas, educativas y de divulgación sobre el
problema del dolor, asimismo, se han creado uni-
dades multidisciplinarias de atención al dolor en la
mayor parte de los hospitales y en al año 2000 se
promovió la creación de un proyecto global contra
el dolor. La SED ha tenido un papel protagónico en
impulsar estudios epidemiológicos para evaluar la
condición de dolor que prevalece en el país. La
primera unidad especializada en el tratamiento del
dolor se inauguró en España en 1975 y para el año
2003 se habían establecido 94 unidades más en di-
ferentes hospitales, no obstante, sólo una de cada

118

http://digital.elesceptico.org/leer.php?id=1301&autor=210&tema
=18&bu=dolor

280
10 logran cumplir con todos los criterios de opera-
ción establecidos por la SED.

v En el año 2004 se dieron a conocer los resultados


de la "Encuesta epidemiológica sobre el uso de
opioides en el tratamiento del dolor no oncológico
en España"119, cuyo objetivo era conocer el perfil de
estos pacientes, los motivos del inicio del tratamien-
to con un opioide mayor y describir la práctica clíni-
ca del manejo del dolor en este grupo de enfermos.
Los resultados del estudio revelaron que más del
50% de los pacientes tuvieron que esperar más de
seis meses para ser tratados con opioides y que a
la hora de prescribírseles el opioide, la mayoría de
los pacientes habían alcanzado ya una puntuación
en la escala analógica visual (EVA) mayor de 7,
equivalente a un dolor muy intenso-insoportable120.

119
http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/press
120
El Dr. Joseph Eladi Baños desarrolló en 2006 la primera
escala española de evaluación del disconfort postoperatorio.
Evalúa de 0 a 10 puntos la importancia de nueve factores cau-
santes de disconfort postoperatorio: dolor, náuseas, vómitos,
dificultad para dormir, somnolencia, dificultad para moverse,
estreñimiento, hinchazón de vientre y sequedad de boca. Los
médicos y el personal de enfermería dieron más importancia al
dolor, las náuseas y los vómitos que los propios pacientes. Este
hecho se explica, según el doctor Baños, porque los pacientes
soportan dolor y molestias asumiendo que son consecuencia
derivada del proceso quirúrgico.

281
v En enero del 2005 la SED presentó resultados de
otras investigaciones, entre los que destacan los
siguientes:
♦ Una de cada diez personas en España (4.5 mi-
llones de personas) sufre dolor crónico, 80% de
las cuales no están siendo tratadas de forma
adecuada y sólo el 1% de éstas recibe trata-
miento adecuado con opioides.
♦ 83% de los pacientes son atendidos en la con-
sulta de Atención Primaria de Salud, 15% por
otros especialistas y en las unidades del dolor
sólo se atiende al 2% de los pacientes.
♦ 75.3% de los encuestados considera que sopor-
ta mejor el dolor gracias a las creencias religio-
sas.
♦ 33% de los pacientes con dolor crónico no está
controlado.
♦ El tiempo de espera para ser tratado por dolor
crónico y aliviar los síntomas de esta afección,
supera los cuatro meses, aunque hay que tomar
en cuenta que antes ya pasaron entre 5 y 20
años con historia de dolor sin tratamiento.
♦ El perfil habitual de un español afectado por do-
lor corresponde a una mujer de 53 a 55 años
que sufre dolor crónico en la rodilla.
♦ Entre los ancianos mayores de 65 años de edad
tratados en 15 hospitales, se ha constatado que
los afectados llevan una media de 9 años su-
friendo dolor sin haber sido atendidos adecua-
damente.

282
♦ 50% de enfermos oncológicos no recibe un con-
trol adecuado del dolor, padece falta de apetito
y debilidad, aun cuando, la pérdida de apetito es
controlable en uno de cada cuatro pacientes y el
dolor en 8 de cada 10 casos.

v Según datos del estudio observacional de terapia


analgésica en el post-operatorio (PATHOS, por sus
siglas en inglés), presentado en el Congreso Eu-
roanaesthesia 2005121, se concluye que la informa-
ción sobre la naturaleza, ubicación, duración,
severidad e irradiación del dolor es esencial para el
manejo adecuado de un paciente porque incide di-
rectamente en la morbilidad y en la mortalidad, en
el costo y la estancia en el hospital. Se menciona
que 52% de los pacientes que van a ser interveni-
dos no reciben información sobre el tipo de dolor
que pueden experimentar después de la operación,
34% recibe información en caso de que haya difi-
cultades post operatorias y 12% nunca es informa-
do sobre este aspecto aun cuando existan
dificultades post operatorias.

v La revista de la SED (junio, 2005) reporta los avan-


ces en "analgesia inducida por estrés", que consis-
te en identificar los componentes naturales del
cerebro, que siendo similares a la cannabis son ca-
paces de retrasar o bloquear la reacción dolorosa
cuando el sujeto se encuentra sometido a fuerte es-

121 http://www.psiquiatria.com/noticias/psicosomatica/22406/

283
trés. Según los científicos, cuando a los animales
utilizados en el estudio se les proporcionó el com-
ponente que bloqueaba la descomposición de los
cannabinoides naturales del cuerpo, aumentó de
forma destacada la analgesia inducida por el es-
trés, proporcionando la conexión entre la supresión
del dolor y la liberación de estos componentes simi-
lares al cannabis pero sin producir efectos secun-
darios psicoactivos no deseados.

v Diversos estudios han demostrado que la marihua-


na122 es eficaz para prevenir náuseas y vómitos en
personas con cáncer que reciben quimioterapia, sin
embargo, sólo está aceptada como fármaco en
Holanda, Alemania y algunos estados de EU; en
España, una sentencia judicial reconoció en 1999
su uso terapéutico.

v El periódico Reforma123 ha dado cuenta de un nue-


vo fármaco contra el dolor elaborado sintéticamente
a partir de la información que se obtuvo de una
toxina que utiliza un caracol marino para paralizar a
su presa. Este fármaco bloquea los canales de se-
ñales de dolor. Su creador, Lars Ekman de la com-
pañía irlandesa Elan, asegura que no es adictivo y
que es “mil veces más potente que la morfina”. No
obstante, tiene efectos secundarios de considera-

122 http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=1409&auto
r=14&tema=18&bu=dolor
123
Sección The New York Times, p. 6, 26-02-2005, México.

284
ción, tales como arritmias cardiacas y alucinacio-
nes.

v Otro fármaco que se prueba con éxito en diversos


países como EU y Canadá, está elaborado con una
toxina del pez globo. Asimismo, se hacen pruebas
con el chile a partir de su principal ingrediente, la
capsaicina “que desensibiliza y daña temporalmen-
te los sensores del dolor”124. Se prueba también
con un derivado de la marihuana, llamado ácido te-
trahidrocannabinólico 11, que podría ser utilizado
en forma de spray.

v En el campo de la medicina molecular se estudia la


compleja red de proteínas estructurales y de neuro-
transmisores que se encargan de la aparición y
modulación del dolor. Según investigadores de los
Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados
Unidos125, existe un gen que regula receptores ner-
viosos específicos y puede ser el responsable de la
diferente sensibilidad al dolor que experimentan las
personas. En un artículo que se publicó en la revis-
ta Proceedings of the National Academy of Scien-
ces se muestran resultados de una revisión sobre
las investigaciones recientes que se han centrado
en los genes responsables de la densidad de los
receptores opiáceos llamados "mu", que son pro-

124http://www.sedolor.es/noticia.php?id=492.
125 http://db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/go y
http://www.pnas.org/

285
teínas especializadas que están en la superficie de
las células cerebrales, y que se unen a los opiá-
ceos naturales del organismo para reducir el dolor.

v Uno de los estudios comprobó que ratones modifi-


cados genéticamente para carecer de receptores
"mu" tienen un umbral de dolor más bajo que rato-
nes normales. Otra investigación observó que roe-
dores con poca densidad de receptores requieren
mayores dosis de morfina para aliviar el dolor.

v Los investigadores de los NIH creen haber identifi-


cado el ADN genómico humano que contiene la re-
gión que codifica el gen del receptor "mu" y tratan
de localizar los genes específicos responsables de
la densidad de estos receptores. Estos trabajos
pueden tener importantes repercusiones en el tra-
tamiento futuro del dolor, ya que pueden permitir
diseñar terapias individualizadas en función de la
vulnerabilidad genética al dolor.

v Otras investigaciones126 refieren al gen GCH1 que


supuestamente codifica la enzima llamada GTP ci-
clohidrolasa que produce la sustancia llamada te-
trahidrobiopterina o BH4 directamente asociada con
el dolor. Asimismo, en la Universidad de Carolina
del Norte (EU)127 se han identificado 3 variantes de

126 Nature Medicine 2006;doi:10.1038/nm1490.


http://db.doyma.es/cgibin/wdbcgi.exe
127 Human Molecular Genetics 2005;14:135-143

286
un gen llamado COMT que también influyen en la
sensibilidad al dolor.

v En la Universidad McGill (Canadá)128 se investiga el


gen Mc1r, que también parece relacionado con la
supresión del dolor, y en la Universidad de Toron-
to129 se trabaja con el gen DREAM (downstream
regulatory element antagonistic modulator) asocia-
do a la sensibilidad dolorosa. Este gen produce la
proteína llamada dinorfina que se une al ADN para
regular la expresión dolorosa.

v En el boletín informativo (mayo/2006) de la SED se


reportan las conclusiones de un estudio en el que
se muestra cómo el tiempo de espera y la falta de
información otorgada a los pacientes, producen
miedo o ansiedad que obliga al cerebro a producir
una respuesta anticipada que se relaciona con el
dolor, ya que el cerebro en su tarea por “compren-
der” una situación aumenta su actividad neuronal.

v Una de las experiencias del estudio consistió en la


observación de un grupo de voluntarios que debían
sufrir una descarga eléctrica en los pies. Los que
tenían más miedo al dolor –alrededor de un tercio–
prefirieron sufrir una descarga más fuerte en vez de
esperar su turno y recibir un impacto menor. Grego-

128
Proceedings of the National Academy of Sciences
2003;10.1073/pnas.0730053100
129
http://db.doyma.es/cgibin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?i
dent=17569

287
ry Berns de la Universidad de Emory130 y respon-
sable del estudio, partió del supuesto de que “el
miedo mismo hace tomar decisiones equivocadas”
y que el “sufrimiento no nace del miedo o inseguri-
dad que despierta una situación que es considera-
da como peligrosa, sino por la atención que se le
presta de antemano a lo que se piensa que podrá
ocurrir”.

v La influencia recíproca entre el estado de ánimo, la


enfermedad y la presencia de dolor es corroborada
sistemáticamente y cada vez con mayor certidum-
bre. Recientemente la Universidad de Salaman-
ca131 en España, realizó un estudio dirigido a la
población estudiantil para conocer su estado de sa-
lud. Entre los datos relevantes que encontró desta-
ca que 55.6% de los estudiantes enfrentaba
problemas de estado de ánimo: 17.6% se enoja con
facilidad; 13.8% experimenta sensación de soledad;
13.4% experimenta fatiga y 10.8% asegura que tie-
ne necesidad de consumir fármacos o sustancias
diariamente para sentirse bien. Por otro lado,
63.1% padece resfriados con frecuencia; 59.2% do-
lores de cabeza; 41% dolores de espalda y 39.3%
dolores de estómago. Finalmente, el 18% padece
una enfermedad crónica, principalmente enferme-

130
http://www.revistafacultades.com.ar/dispatch.php?action=not
a&id=249
131
http://www.sedolor.es/noticia.php?id=503

288
dades respiratorias, osteoarticulares, digestivas y
psiquiátricas.

v En la Unidad Multidisciplinar del Dolor del Hospital


General Universitario de Valencia, en España, se
realizó en 2004 una investigación para valorar las
diferencias de salud y las estrategias de afronta-
miento al dolor de acuerdo al tipo de dolor y nivel
de dolor informado. Participaron 95 pacientes y se
encontró que los pacientes mejor informados reco-
nocen que el dolor les ocasiona un pobre estado de
salud general y mental; en tanto que los menos in-
formados se sienten especialmente afectados en su
vida diaria y laboral por problemas emocionales re-
lacionados con el dolor.

v Considerando la enorme importancia que la infor-


mación y el buen trato tienen para un paciente, el
Proyecto Control Dolor que se inició en España en
el año 2000132 daba cuenta de que dos de cada
tres médicos europeos estaban empleando, en
promedio, 9.6 minutos por consulta, tiempo que se-
guramente era insuficiente para establecer una
adecuada comunicación con el paciente.

v El Journal of the American Medical Association133


reportó que en EU se estaba presentando una me-
dia de 23 segundos por consulta. Tiempo que, evi-

132
http://www.eutanasia.ws/textos/2de3medicos
133 http://www.dsalud.com/noticias_3.htm

289
dentemente, resulta insuficiente para establecer un
nivel mínimo de comunicación entre dos personas.

v Situación que probablemente esté repercutiendo en


que el 63% de las personas con dolor crónico se
encuentre confundido sobre los tratamientos y me-
dicamentos más adecuados para disminuir o con-
trolar sus dolencias y 78% considere que cuenta
con poca información sobre riesgos y beneficios de
los medicamentos para aliviar el dolor; mientras
que solamente el 14% de los médicos tratantes
cree que sus pacientes están preocupados sobre
este tema.

v Finalmente, 47% de las personas con dolor crónico


no toma ningún medicamento porque tiene temor a
los efectos adversos. Este temor ha sido generado
a partir de que algunos médicos sugieren que los
medicamentos contra el dolor, conllevan peligros de
adicción o por haber tomado conocimiento de los
resultados negativos de algunos fármacos a través
de las noticias 134.

134
Estos son resultados de un estudio realizado con pacientes
de Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, México y Australia
que fue se presentó en mayo de 2006 en Ámsterdam, Holanda,
por el Grupo Arthritis Action (AAG), en el Congreso de la Liga
Europea contra el Reumatismo (EULAR). Otros resultados
mencionan que: 92% de los médicos cree que los pacientes no
tienen experiencia o conocimientos para evaluar los riesgos y
beneficios de un tratamiento; 25% de ellos admite tener dificul-
tades para comunicar esa información a los enfermos y menos
del 50% conoce las guías terapéuticas para el dolor.

290
Frente al panorama expuesto tenemos que seguir
insistiendo en la necesidad de privilegiar el estudio del
lenguaje, en cualquiera de sus expresiones, si tenemos
la intención de aproximarnos a comprender el misterio-
so lenguaje del dolor. Ciorán decía que las cosas
siempre quieren hablar a pesar de que todo es indeci-
ble, sin embargo, parece que hemos decidido dejar de
oír y de oírnos entre sí, aunque ello signifique vivir en
una especie de apocalipsis sonoro.

5.2. Mujeres, cuidado y dolor

Dentro de la flor
con vida se mueve un jade:
ha olvidado el colibrí su viejo nido

Pedro Barra (El colibrí)

Si el cuerpo que cada quien habita se forma de la con-


dición partitiva de un cuerpo de mujer, si ese cuerpo de
mujer que se divide logra del parto multiplicar su ser, y
si de esa dolorosa y triunfal partición se hace concreta
la vida humana, entonces el dolor encuentra en la mu-
jer un ser que le comprende bien.
En muchas culturas es la mujer quien se ocupa de
conocer y atender las más comunes dolencias del gru-
po, y lo ha hecho desde el lenguaje de la proximidad
que logra con la encomienda de atender sus embara-
zos, sus partos, sus hijos. Es desde esa forma del len-

http://www.sedolor.es/noticia.php?id=504

291
guaje, del sí mismo a partir de los otros, que se puede
expresar lo que verdaderamente importa, justamente lo
que se siente y lo que se entiende acerca del sufri-
miento.
He oído cuando las mujeres hablan del dolor en las
iglesias, las plazas, los supermercados, las oficinas,
las universidades; en un laboratorio o en un centro de
investigación, en un consultorio, en el transporte colec-
tivo, cuando escriben una carta, un simple recado,
cuando platican, están contentas, aman, odian, se eno-
jan o lloran.
He leído a Rosario Castellanos condensar el caos
del universo en un Valium 10, quien ha llorado porque
se le quema el arroz, porque su “niño” Ricardo está
enfermo o porque los indígenas de Chiapas mueren en
el abandono. He conocido de la soledad inmensa de la
poeta argentina Alejandra Pizarnik que cansada de
sufrir se regaló una defunción precipitada. Conocí a
María Sabina convocando con rezos a los espíritus de
sus niñitos-hongos para mitigar los males ajenos.
Siempre me han asombrado las enseñanzas del Hue-
huehtlahtolli que hablan de educar a las mujeres para
que aprendan de los colores, aromas y sustancias de
las plantas que curan y protegen la vida.
Mucho se ha comentado acerca de los potingues
de la Celestina preparados con membranas tendino-
sas, huesos de corazón de ciervos, lenguas de víbora,
cabezas de codornices, sesos de asno, tela de caballo,
mantillo de niño, haba morisca, aguja marina, soga de

292
ahorcado, flor de yedra, espina de erizo, piedra de nido
de águila y el agua tibia de mayo.
En un fragmento del poema Doña Luz, describe
Jaime Sabines (2000) una terrible noche de insomnio,
preocupación y tristeza por vivir la agonía de su madre
y cuenta que al amanecer, aun cuando la luz se mos-
traba indecisa en las ventanas, Doña Luz, su madre
moribunda, pasó la mano sobre su rostro y cerró sus
ojos. Entonces se dijo: “¡Qué confortablemente ciego
estoy de ella! ¡Qué bien me alcanza su ternura! ¡Qué
grande ha de ser su amor que me da su olvido!” (Sa-
bines, 2000, p. 60).
V. Holan (2001) en su poema Los ojos del hombre, ha
dicho: “Lo que son los propios ojos, el hombre lo sabe
sólo por las mujeres…”(p.85).
Ese saber está en el ruido ordenado de los merca-
dos, en los templos que visitan las mujeres, en las tra-
diciones orales de las viejas enseñanzas femeninas,
en el hilo que confecciona la ropa, en los linimentos e
infusiones que tocan y calientan el cuerpo. Parte de
ese saber habrá que buscarlo en las cocinas: espacio
de mujer, lugar del fuego y los cuchillos, del agua ben-
dita, del fruto, los vegetales y las carnes de todos los
colores.
Lugar de cajones y alacenas que guardan objetos
seleccionados y producidos por las mujeres; depósito
para los venenos contra la fauna nociva, alacena de
plantas aromáticas, cava de los vinos y vinagres; gua-
rida para llorar y lamerse las heridas; sitio de las repar-
ticiones, de las decisiones que reservamos para

293
cuando se sirve la humeante sopa de letras, la frescura
del tamarindo o la jamaica, el calor confortante de una
bebida; lugar de cocimiento para el pan o la tortilla,
centro imantado de la casa que es generatriz de en-
cuentros vitales. En la cocina gira el cuerpo de una
mujer que ha identificado todas las aristas, cada mue-
ble o utensilio le conoce. Nadie puede estar mejor allí
que una mujer, porque una cocina es como el útero de
una casa.
Relacionar a la mujer con las funciones de procura-
ción y protección de la vida es una historia vieja y míti-
ca que ahora sólo interesa mencionar en el plano de la
importancia que la mujer ha tenido para el acompaña-
miento del dolor.
Como si las mujeres fueran los seres más conven-
cidos de que si el universo se expande o se contrae,
que si una estrella se apaga u otra se prende, que si
no hay más eternidad que en este mundo, entonces
hay que trabajar todos los días y a cada instante para
cuidar la vida humana como si el primero y último día
de ésta fueran dos puntos por unir, no una línea recta.
Aunque sabemos bien que la salvaguarda de la
vida es una tarea universal y colectiva, el acercamiento
de las mujeres a la experiencia del dolor es constante y
pronto aprende que cualquier mirada, contacto o pala-
bra auténtica que dirige a un ser doliente puede ser
transformadora para ese dolor y para ella misma. La
mujer ha heredado saberes antiguos y crea constan-
temente nuevos para enfrentarse al sufrimiento.

294
Muchos siglos antes de que la fisiología descubrie-
ra las asociaciones entre los estímulos, los receptores
al dolor, las sustancias neurotransmisoras, la transduc-
ción y transmisión de señales eléctricas por las rutas
de la médula espinal hasta el tálamo y la corteza so-
mato-sensorial, las mujeres de todos los tiempos vení-
an haciéndose expertas en asuntos del consuelo, la
compasión, el acompañamiento.
Porque ante el enfermo que se duele, ante la vida
toda, una mujer se detiene siempre para actuar con
firmeza y con cuidado. Llevarse al doliente por diferen-
tes atajos ayuda: soplar la nuca, calentar sus pies, llo-
rar sus penas, lavar la herida, cumplir con él su
penitencia, la manda, la promesa; limpiar los sudores
de la noche, llevarle hasta el nuevo amanecer, tenerle
piedad cuando sufre, nutrir sus esperanzas, darle el
tiempo de la propia vida, cubrir su miedo con los rezos,
saber implorar hasta la humillación, son tareas que
cumplen con gran eficacia las mujeres.
Estoy cierta de que la cercanía de la mujer con el
dolor representa una fuente de poder alrededor de la
cual ejerce un amplio dominio sobre la aparente debili-
dad socialmente atribuida. El episodio de mayor evi-
dencia ocurre durante las tareas extenuantes que
emprende para la procreación y el cuidado de los hijos,
pero también cuando se vigila al moribundo y se amor-
taja al muerto.
Durante el embarazo, la casi madre cuida al casi
hijo de las mordidas que la luna llena provoca en los
labios y el paladar, lo guarda del mal de ojo, de los es-

295
píritus chocarreros, de la envidia de las mujeres inférti-
les, de las brujas y sus encantamientos. La madre em-
pieza con un cierto tipo de crianza desde que se sabe
fecundada, cuida al hijo de los fantasmas que se reú-
nen en el cruce de los caminos, en los ríos, las monta-
ñas y las noches.
Se amarra al vientre la faja o el listón rojo para que
el niño-niña encuentre su lugar para crecer; remata las
enaguas con un seguro de metal que ensarta el esca-
pulario, la piedra de águila, el ojo de venado, objetos
que traerán la energía positiva al vientre para que nada
se pierda o se eche a perder algo del niño en su cuer-
po, para librarlo de la mala suerte, las envidias, el mal
de ojo.
El vientre se hace molde y la vida cotidiana toma el
curso hacia los difíciles trabajos de creación de una
niña o de un varón, de un semejante, de otro ser veni-
do, precisamente, de la otredad.
Es el tiempo durante el cual el saber popular sobre
la maternidad se despliega como una enorme red de
apoyo a la mujer gestante. Preparar y cuidar al vientre
como una olla nueva es tarea de las que saben de
mantear y acomodar los niños para que no se peguen,
para que se formen bien. Pervive en la tarea la idea
muy clara de que la vida es movimiento y de que te-
nemos responsabilidades entre sí para completarnos.
La maternidad modifica siempre el sitio social de la
mujer, y ella misma tendrá que esperar por nuevas
decisiones, pasará el tiempo para el reacomodo de las
hormonas, los tejidos y los músculos, tendrá que re-

296
identificar los saldos de la nueva experiencia, se en-
contrará con un nuevo cuerpo: escindido.
Las hierbas aromáticas y las piedras ardientes para
el baño temazcal que contribuye a liberar residuos del
parto, restituir tejidos, relajar el estado emocional, o
para calentar la leche; atenciones especiales al cordón
umbilical (secar, enterrar, quemar, guardar)135; utilizar
ciruelas, garbanzos, piedras o monedas en la superfi-
cie del ombligo para que no salte; contar los nudos y
predecir las veces que repetirá un embarazo; asegurar
el menú de la comida sin chile, guanábana, cerdo o
aguacate; evitar los enfriamientos, el coraje, la tristeza;
guardar la cuarentena, impedir que los que asisten a
un entierro, los que están enojados, los envidiosos, los
que son infértiles entren a ver a los recién nacidos.
Cuarenta días para ser atendida una nueva madre,
para reconocer su nueva identidad, para aprenderse el
aroma y el calor del nuevo hijo (a).
Listones, cordones, borlitas rojas, ruda, alfalfa o
lechuga bajo la almohada del bebé para ahuyentar
problemas y convocar el buen sueño. Colgar una pata
de conejo a la cama del bebé y vestirlo con ropa amari-

135
Con respecto al cordón umbilical existe un gran abanico de
creencias importantes que conducen a otorgarle, también, un
especial valor simbólico. Entre los que nos encontramos desta-
can: poner a secar el cordón umbilical en un árbol para incre-
mentar la fertilidad de la pareja; enterrarlo bajo un rosal si es de
niña, o en una maceta de flores blancas sea de niño o de niña;
enterrarlo en el patio, jardín o alguna esquina de la casa para
asegurarse de que el niño no se irá; quemar el cordón con oco-
te y enterrarlo bajo un árbol para que el niño crezca fuerte y
alto.

297
lla para que tenga siempre “buena suerte”. Designar el
nombre, reconocer y distribuir su parecido físico entre
la parentela, convocar a su nagual, darle lugar en el
grupo y atribuirle un futuro, son encomiendas que se
deben cumplir en los primeros 40 días del nacimiento.
Esta educación de las mujeres contiene conjeturas,
explicaciones, prácticas y rituales que conforman sabe-
res que dan cuenta del mundo físico y social y que do-
tan de sentido los actos de las personas. En este
entramado de la cultura, se tejen conceptos y expe-
riencias que aseguran cierta idea de control y partici-
pación sobre la vida. La cultura es útil para afrontar el
azar, delimitar riesgos y asegurar una dosis de poder
que contrarreste el temor a la mala fortuna, el dolor, la
enfermedad, la muerte. Esta eficacia simbólica es po-
sible porque ofrece garantías para resolver bien las
cosas. Libera a las mujeres de la culpa capital.
Además, el patrón cultural incluye tres elementos
indispensables: la participación colectiva que provee
de identidad a un grupo, la gracia del perdón por actos
indebidos o excesos cometidos y la promesa de la res-
titución a la normalidad. Así, se explica que en la cons-
titución de la pareja y en el nacimiento de sus hijos,
familiares y amigos se involucran y guían directa e indi-
rectamente a través de múltiples recomendaciones que
facilitan la contigüidad de relaciones fraternas y pro-
tectoras de un grupo.

298
A continuación cito algunos fragmentos del Hue-
huehtlahtolli136, por la enorme importancia testimonial
que posee sobre la mirada de la mujer frente al dolor,
la vida, la muerte y el cuidado de los otros. Habla así la
madre a su hija:

Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi


plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de
mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen.
Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha envia-
do a la tierra el Señor Nuestro, el dueño del cerca y
del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los
hombres.
Ahora que ya miras por ti misma date cuenta.
Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felici-
dad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí
surge, crece el sufrimiento, la preocupación.
Aquí en la tierra es lugar de mucho llanto, lugar
donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la
amargura y el abatimiento. Un viento como de obsi-
dianas sopla y se desliza sobre nosotros.
Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol
y del viento. Es este el lugar donde casi perece uno de
sed y de hambre. Así es aquí en la tierra.
Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de
bienestar en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad.
Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de
alegría que punza.
Así andan diciendo los viejos: para que no siem-
pre andemos gimiendo, para que no estemos llenos
de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la
risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra
robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se
hace siembra de gentes.
Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo
que no se ande siempre gimiendo. Pero, aun cuando
así fuera, si saliera verdad que sólo se sufre, si así

136
Citado por León-Portilla, Miguel. Literaturas indígenas de
México...

299
son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se ha de
estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre
temiendo? ¿Habrá que vivir llorando?
Se vive en la tierra, hay en ella señores, hay man-
do, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda di-
ciendo siempre que así es la tierra? ¿Quién anda
tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay
lucha, hay trabajo. Se busca mujer, se busca marido
(p. 212).
Pero ahora mi muchachita, escucha bien, mira
con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vien-
tre, de su seno te desprendiste, brotaste.
Como si fueras una yerbita, una plantita, así bro-
taste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como
si hubieras estado dormida y hubieras despertado.
Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no
seas vana, no andes como quiera, no andes sin rum-
bo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco
tiempo? Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar
de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita,
pequeñita... (p. 213).

5.3. Mujeres, dolor y medicina tradicional mexicana

En la experiencia del dolor se involucra la persona do-


liente y todos los que le miran, le oyen o le tocan, sin
embargo, nadie puede saber lo que sabe de su dolor el
que sufre. Este es, probablemente, uno de los principa-
les fundamentos del que parte la medicina tradicional
mexicana para atajarle el paso desde lo que la persona
siente, cree y espera que le atiendan por lo que dice y
por lo que se mira, por lo que se oye, por lo que se
toca.
La medicina tradicional mexicana tiene construidas
sus propias estrategias sobre el saber secular que
guarda la memoria colectiva con respecto de la expe-

300
riencia del dolor: sobre el dolor como totalidad de la
experiencia del ser y sobre los significados de purifica-
ción por el dolor.
Hay una cultura del dolor en la medicina tradicional
mexicana donde se combina el juicio sobre la naturale-
za del dolor y la magia ritual de salvación con las
creencias sobre lo que bien puede curar, tranquilizar,
aliviar. Porque el dolor es contingente y su presencia
exige atención inmediata, los terapeutas tradicionales
admiten creer y tienen explicaciones para todo lo que
escuchan y actúan con rapidez.
Ante el dolor, lograr toda combinación: pócima, ma-
saje, dieta, sangría, purga, arrepentimiento, canto y
oración, son algunas de las prácticas médicas tradicio-
nales para buscar la reconciliación con lo que se ha
perdido: la sensación de bienestar, la tranquilidad.
¡Cuánta esperanza se puede tener cuando las fórmu-
las para ordenar la vida tienen tantas combinaciones!
Cuando podemos probar o inventar encantamientos
nuevos que nos provean de ilusión o de esperanzas
renovadas.
Ante el dolor, llenamos de colorido y aromas nues-
tra casa, las flores, los aceites, el perfume, la ropa, el
talismán, las yerbas cocinando su frescura; los santos
en imágenes multiplicadas, colocados en el cuerpo, las
paredes de la casa o el voto que se jura; las veladoras
encendidas para la fortuna, el amor, la compañía, la
salud y protección; los animales, el trabajo, las perso-
nas… todo se ordena en una actitud laboriosa que
consume la fatalidad de saber que el dolor nos ofrece

301
la conciencia de la muerte. Frío-caliente, día-noche,
salud-enfermedad, alma-cuerpo, dolor-no dolor, todas
son dualidades del pensamiento dicotómico que se
construye por fuerzas encontradas a través del puente
de fe que las une.
Cuando es el ritmo del pulso o la luz de los ojos o el
intranquilo sueño, el hambre “poquita” o los cambios
notables en el color de las mejillas, en la apariencia,
densidad y volumen de los fluidos del cuerpo; o tal vez
cuando decimos que el aire nocturno, el cruce del ca-
mino o el aullido de una bestia nos ha sorprendido en
culpa, es que estamos queriendo participar de nosotros
con los otros, con los que somos parecidos.
Cuando alguien tira los granos del maíz y descifra
una parte del caos; cuando alguien descubre los
hechizos o las envidias que nos han atacado; cuando
alguien está dispuesto a limpiar nuestro cuerpo y a
acompañarnos en la penitencia del dolor, cuando se
está dispuesto y abierto para atender y escuchar las
señales del miedo; es cuando, en la medicina tradicio-
nal mexicana, empieza el ritual de curación verdadera.
La partera, el huesero, la o el hierbatero, el-la cu-
randera, el pulsador, el chamán, el rezador, el ilol y el
maicero; las-los señores de las “limpias” que arrastran
males físicos y del alma; todas-todos los terapeutas
tradicionales saben de ese elemental criterio de acom-
pañamiento, complicidad y sentido de compartir la vida
con su enfermo. El estar-bien con el semejante que
sufre es la primera acción restauradora para el bien-
estar común.

302
El-ella preparará la infusión con canela o manzani-
lla, azahar o gordolobo, con valeriana o estrella, con
las ramas del ajenjo o las puntas de la sábila. Pasiflora
y hierba de San Juan para lograr el sueño porque apo-
rrea el insomnio; el árnica para el dolor por golpe seco,
la miel para combatir la inflamación y proteger las heri-
das; el ajo para la tos, para los huesos, la reuma y el
piquete de ponzoña; una mariquita serenada en el al-
cohol para el masaje de los viejos; la ventosa para sa-
car el aire de un oído, del pecho, del bajo vientre; la
manteca caliente para curar el empacho; un buen tirón
para enderezar un hueso…
Allí están los que fabricarán un cataplasma, el chi-
quiador, el emplaste o la pomada, los que han de
prender el copal o el incienso, colocar la cruz de pal-
ma, los collares de ajo, los listones rojos en los cactus;
chuparán el daño, tal vez danzarán o harán que su voz
se escuche en el universo; o bien, ejercitarán una lim-
pia con albahaca, pirú o estafiate, con alcohol, romero,
malvón, clavel y agua bendita, para arrastrar los male-
ficios con la goma y aroma de las yerbas. Esa goma
que borra bien, que no mancha. Ese manojo de yerbas
que parece escoba nueva.
Abrirán las tijeras, colocarán una navaja o prende-
rán seguros en la ropa o en la cama de las embaraza-
das para proteger la boca de los que no han nacido.
También irán a buscar las hormigas o las avispas, las
víboras o los alacranes que pican con veneno el cuer-
po adolorido para que la sustancia entre como paliativo
eficaz.

303
Tal vez recomienden una dieta, un masaje, una
sangría. Pueden decidir si nos escupen mezcal en la
cara o nos recomiendan fumar el estramonium, o com-
prar el shampú o el aerosol de los amores; quizás, su-
gieran beber sangre de algunos animales para guardar
el calor y la energía en el cuerpo, o nos ofrezcan pie-
dras del buche de las aves para tranquilizarnos ante la
proximidad de la muerte.
Y si enfermamos de Narangic (enfermedad recono-
cida entre los huaves de Oaxaca) por una “caída del
corazón”, porque el ánimo está triste y se intensifica el
pesar, vendrá el curandero con oraciones y ofrendas,
recogerá la tierra o el agua del lugar donde la persona
experimentó las primeras sensaciones y rezará para
tranquilizar los elementos, para impedir que el alma se
pierda en ellos. El ilol en Chiapas, por su parte, ador-
nará un altar para que el alma del que sufre regrese al
cuerpo que le corresponde, atraída por la luz de las
velas y los aromas de las flores.
La eficacia del trabajo de los terapeutas tradiciona-
les sobre la mayoría de dolencias radica principalmen-
te en la eficacia simbólica que representan sus saberes
y prácticas. El terapeuta tradicional posee el lenguaje
de la proximidad, conoce los rumores de las iglesias,
cantinas y mercados; sabe de las cosas que causan
pena, humillación, aflicción; está dispuesto a buscar las
sombras que se han perdido reuniendo el canto de los
caracoles y rezando al tiempo viejo y a los santos ves-
tidos de rojo y de chaquira.

304
La cultura sobre el dolor es subversiva porque no
pide permiso para existir, simplemente está ahí, repro-
duciéndose por su propia necesidad de estar, de cum-
plir con las tareas indispensables de tornar menos
miserable la vida humana.

305
CAPÍTULO 6

IMPACTOS SOCIOECONÓMICOS
DEL DOLOR137

La ausencia de dolor debería ser vista


como un derecho de los pacientes
y el acceso a la terapia analgésica,
como una medida del respeto a este derecho

OMS (1990)

6.1. Por atender el dolor

v La Federación de Sociedades Europeas del Dolor


(EFIC) reconoció ante el parlamento europeo que
tan sólo en el año 2001, el costo económico para la
atención médica del dolor representaba, aproxima-
damente, entre el 2.2 y el 2.8 del Producto Interno
Bruto (PIB) de los países industrializados.

137
Los datos referidos a Europa se tomaron de las diversas
fuentes que consulta y difunde la Sociedad Española del Dolor
y que publica en su revista y boletín virtual:
http://revista.sedolor.es/ Los datos referidos a EU se pueden
consultar en: http://www.ametd.org.mx/

307
v La Sociedad Española del Dolor (SED) declaró en
su reunión anual del 2004, que el costo de la aten-
ción de un paciente con dolor neurológico crónico
es tres veces superior al de pacientes sin dolor:
17,350 contra 4,700 euros, respectivamente.

v El dolor crónico es la causa de que se pierdan 500


millones de días de trabajo en Europa y se pierden
34,000 millones de euros como resultado directo de
ese dolor.

v La media de pérdida de días de trabajo por persona


al año en España es de 16 días y los dolores cróni-
cos son la primera causa de baja laboral.

v En España se calcula que el costo por tratamientos


inadecuados del dolor ascendió en 2004 a más de
600 mil millones de pesetas y que afecta a más de
5 millones de personas. Esta cifra está calculada en
función del costo que supone el tratamiento inco-
rrecto del dolor, las pruebas complementarias reali-
zadas a los pacientes, los traslados a los distintos
especialistas, las estancias y el uso indebido de
fármacos.

v Se estima que los norteamericanos gastan 4 billo-


nes de dólares anuales en medicamentos para pa-
liar algún tipo de dolor.

308
v En Europa, 40% de los pacientes que sufren dolor
ven limitada su actividad diaria: 23% dejan de ir al
trabajo y 12% guardan cama.

v La Encuesta Europea del Dolor es el estudio más


amplio e importante realizado en Europa para co-
nocer la prevalencia, severidad e impacto del dolor
crónico. Incluyó 16 países entre noviembre 2002 y
julio 2003. Algunos de los datos más relevantes so-
bre el impacto del dolor, son:
§ De entre los 46 000 adultos que fueron encues-
tados telefónicamente, más de 4 800 declararon
sufrir dolores crónicos de una intensidad de 5
en una escala de 0 a 10.
§ El impacto del dolor en la vida del paciente no
es ampliamente conocido, pero se sabe que ac-
tividades como dormir o hacer ejercicio se con-
vierten en un problema para el 70% de los
enfermos.
§ De ellos, el 40% afirma sentirse cansado todo el
día, 35% señala que experimenta dolor todo el
tiempo, 20% asegura que el dolor es tan severo
que no puede tolerarlo más, 27% no puede re-
cordar lo que es sentirse bien y 17% asegura
que a veces el dolor es “tan malo” que preferiría
morirse.
§ La encuesta señala que 28% afirma no ser ca-
paz de llevar una vida independiente, 22% no
logra mantener relaciones estables con amigos
y familiares, 46% asegura que no realiza ningu-

309
na actividad social y 35% no es capaz de man-
tener relaciones sexuales.
§ 22% ha perdido su trabajo y 29% sufre depre-
sión como consecuencia directa del dolor; 13%
siente que sus compañeros no entienden las
implicaciones de su dolor.
§ España, junto con otros países como Italia,
Grecia o Portugal, presenta el menor consumo
de opioides menores y mayores (14% frente a la
media europea de 30%) indicados en el trata-
miento del dolor crónico moderado a severo.
§ 85% de la población española ha sufrido dolor
de cabeza en algún momento de su vida y la
mayoría se automedica. La cefalea constituye
una de las primeras causas de baja laboral en
España.
§ Las consecuencias del dolor entre la población
geriátrica son extensas: depresión, ansiedad,
disminución de la sociabilidad, alteraciones del
sueño, incremento en la utilización de los servi-
cios de salud, limitaciones posturales, deterioro
de la movilidad y limitaciones al vestirse o en la
realización del aseo personal.
§ El dolor suele ir acompañado de una significati-
va co-morbilidad psiquiátrica y puede ser preci-
pitante de suicidio entre personas mayores.

v En Estados Unidos, el 36% de las personas que no


asiste a trabajar lo hace debido al dolor y el 35% de
ellos falta más de 20 días en un año. Los investiga-

310
dores han confirmado que el dolor persistente se
asocia con una función física y social alterada y con
la depresión. Se estima que este país gasta
aproximadamente 50 mil millones de dólares al año
por atención del dolor crónico.

v Un estudio realizado por la Universidad de Michi-


gan, tomó una muestra aleatoria y estratificada de
1,500 adultos, de los cuales, el 20% sufrió algún ti-
po de dolor crónico o recurrente en el año (2000).
De este 20%, 8 de cada 10 pacientes tuvieron dolor
por más de un año y la mitad opinó que el dolor tu-
vo un enorme impacto negativo en sus vidas.

v En el informe Impacto sociosanitario de las enfer-


medades neurológicas en España, publicado en
2006 por la Fundación Española de Enfermedades
Neurológicas138, se señala que anualmente la aten-
ción médica y los medicamentos utilizados para
combatir la cefalea, representan un costo de 344
millones de euros y que el ausentismo laboral que
ocasiona este padecimiento provoca pérdidas
anuales de 732 millones de euros. Vale la pena
destacar de este informe que el 90% de estas cefa-
leas son primarias, es decir, tensionales (6 de cada
10) o en racimos (migrañosas) 3 de cada 10 y el
otro 10% se consideran cefaleas secundarias aso-

138
http://db.doyma.es/cgi-
bin/wdbcgi.exe/doyma/press.plantilla?ident=46744

311
ciadas a traumatismos o alteraciones neurológicas
o psiquiátricas.

6.2. Por producir dolor

Mientras el hombre común lucha contra el dolor, se


acomoda en él o lo rehúsa desde la reproducción de su
vida cotidiana, la ciencia y la técnica especializada en
el horror de la guerra o en buscar los mecanismos de
destrucción selectiva, se disputan los mercados del
dolor hurgando entre los orígenes, síntomas y percep-
ciones del dolor.
Crece la investigación sobre mecanismos que ex-
plican el dolor y crece la tecnología para combatirlo,
pero también para provocarlo. Los investigadores di-
versifican su mirada y los resultados obtenidos entran
a la competencia del mercado de la salud y de la políti-
ca para apropiarse de una extraordinaria capacidad de
dañar. En la delantera, los proyectos militares139 ya
prueban instrumentos y sustancias (que en general
reciben la denominación de armas no letales) que pro-
vocan lesiones y regulan la “cantidad” de dolor que un
ser humano puede soportar antes de morir.
Armas no letales, armas o sustancias que incapaci-
tan o deshabilitan la coordinación corporal, armas de
“muerte suave” o armas que no cruzan el “umbral de la

139
Solamente el gasto militar de EU alcanzó en 2003 el monto
de 446.3 millones de dólares (Periódico La Jornada,
30/05/2005, primera sección).

312
muerte”, son desarrolladas desde la Primera Guerra
Mundial, y en la actualidad, han logrado evolucionar
notablemente desde la aplicación de la energía cinética
(que es el principio de las balas de goma), hasta per-
feccionar armas eléctricas, acústicas, químicas y bioló-
gicas que ofrecen aparatos portátiles de electro
choques, cañones de agua electrificada, redes y minas
electrificadas, dardos eléctricos, proyectiles acústicos,
armas de infrasonido y ultrasonido, sirenas, silbidos y
explosiones que emiten ruido de hasta 3.1 mega hertz,
capaces de provocar sordera, dolor de oídos y cabeza,
que aturden, causan vértigo, espasmos, confusión
mental y náuseas.
También se fabrican microondas que actúan sobre
el agua del cuerpo humano calentándola y provocando
dolor o quemaduras, pistolas de energía termal que
elevan la temperatura corporal hasta 50 grados más de
lo normal. Armas de rayos ultravioleta o de rayos láser
que paralizan y dañan la retina, armas químicas como
los irritantes, calmantes o incapacitadores como el fe-
tanil y sus análogos que afectan los ojos, las mucosas,
la piel. Los sedantes, anestésicos, ansiolíticos o anti-
depresivos; los que buscan alterar las percepciones,
las sensaciones, el conocimiento, las emociones, el
sentido del ánimo, el nivel de alerta o el control corpo-
ral.
Los odorantes usados en las balas de zorrillo, las
balas de chile que irritan, provocan vómito y sensacio-
nes dolorosas en el cuerpo, los proyectiles biológicos
con sustancias que propagan bacterias o virus de rápi-

313
da implantación y efecto, armas antitracción como res-
balantes, espumas y adhesivos para perder el paso o
para pegarse al piso.
Armas dirigidas a provocar temor, contención y a
minar el cuerpo, que lo doblan en sus coyunturas y
pliegues, que doblegan al ser en su fuerza moral, en su
concepto de libertad, en sus ideales de ciudadano. En
Estados Unidos el Programa Conjunto de Armas No
Letales (JNLWP por sus siglas en inglés) ha examina-
do propuestas para el uso de sedantes, calmantes,
opiáceos, sustancias malolientes, relajantes muscula-
res y otras drogas para ejercer control sobre quienes la
autoridad define como "civiles potencialmente hostiles".
Asimismo, se analizan los usos potenciales de los or-
ganismos modificados genéticamente o las armas bi-
narias, como recursos importantes para la fabricación
de armas nuevas.
¿Será posible que la ciencia y la tecnología al ser-
vicio de la lógica del poder militar o de la ganancia co-
mercial nos convierta irremediablemente en una
sociedad padeciente y a la deriva?

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