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RUBEN DARIO OBRAS COMPLETAS CRITICA Y ENSAYO AFRODISIO AGUADO; 8. A MADRID ‘QUEDA HCHO HL, DEPO- STO QUE MARCA La LEY, PREPARG ESTA. EDICION RAIMONDE? wapnip, 195°0 APRODISIO AGUADO, 8. A. — MADRID owe. FQisiy DS vaso V RUBEN DARIO EEN muy poces. figuras influyé tanto et rodar de ‘au vivir externo como en Rubén Dario. yno- réniiolo.serd imposible penetrar gran parte des producciin, no pocus veces ocasional, y, sobre todo, la manifiesta evolucién de sentimientos y maneras postions que tan claramente se observan en él. Por 80 antes de iniciar Ia lectura de sus obras jusoa. ‘mos necesario ofrecer al lecior un breve esquema de su vida. ee 1867.—Nace Félix Rubén Garcia Sarmiento en Metapa, aldehuela perdida en los Bstadoe de Nica agua, adonde su madre, Rosa Sarmiento, se habia encaminado, para alejarse algiim tanto de ios escusos mimos de su padre, Manuel Garcta, eaigo jovial y muy aficionado a los galanteos, y gustador de cer peza negra de Inglaterras, segiin nos dird el hijo nds adelante, Por la. pésima intetigencta de sus progenitores, pasa Rubén su infancia en Leon, en casa de sus Hot maternos los Ramirez, vieja casona colonial con amplio patio, flores, érbotes y ‘profundo pozo et el centro, A su lado, entre susurros de agua y ta voz grave de las campanas de San Francisco, se. des Pierta on él, entre los siete y los trece aiios, 1a do- ble pasion que consumird su vida entera: pasion de verso v pasion de mujer. Bscribe:religiosas estrofas ara ia procesién del Corpus y se enamora desu Obra aC Rom ci Navan eau aT i0) primita, y luego de cierta jovensuela saltimbangui te creo 1881. Erpieza a. publicar en et, periddien de Leén La Verdad articulos de exalizda Hberatismo no poce revolucién en la entrafe, Yo usa el sobre ombre Dario, que te acompotard toda su vida, he- redado de un fatarabuelo, y)con bella. resonancia Griental y guerrera, Desde’ estgs momentos sera Siempre Ruben Dario. 1882-1883. Loe pasa en El Salvador, protegido unas veces, en desgrocia otras del Presidente de la Repibiice, Tnieta en eli el vivir bohemio y de pee Tete holganes, que tempoco abendonard jamds. ase, ‘Tras menguada estancia en su pate natal, se embarea en Corinto rumba a Chile, donde perma ‘Record corea de tres fos, ta vez los mas decisinos de'su vida, Asepurord tuepo que abandond su tere Sor mal de amores, pero no hay duda que, #1 no 10 Fad de amores, fub de aventuras. Era entonces Ri én un mozalbete eobezim y melenudo, sin deme Siados aderezoe ni jos de indumentaria. Su tnico iijo era wn ulster, que tuego reguiaré « Gémex Caz ‘illo, en Guatemala; éste, en. Ports, 10 cederd a Rjeniro Sava, y te, a ou ver, a Pout Verlaime. ‘En Santiago encuentra tun brioso movimiento cul tural en'torno @ La Epoca, donde en breve tene habitecén y empleo. Al tropleea com gentes que erdn sus grandes amigos y aires de’ Europa, ven fonas abverias 0 todas tas Drvas y muevas cosa Ge [Madrid Paris. Edurado Poirier, Pedro Batraceda, “Narciso Tondreau y Manuel Rodriguez Mendoza. Com Poirier eseribe en dier dias su primera novela ‘i primer ampli trabajo en. prose pare. presen lorio Wi Certamen Varela, La novela sé tama Eme: linn, y fue redactada preciplindaments, sin que. fcaniase et annelado premio, Tiene indudables acier” fos descriptive, bellezas verbale, ‘pero caréee de tinidad y tus personajer adolecen de fiojos y torna- Glave. Participa luego en otro cerlamen con él Canto alas glovias de Chile, y agui si que leg6 ese adi: ‘hero, que e8 la gran poesia de los pobresy RUBEN DARIO 9 Todo esto lo hizo en. Valparaiso, como funcionario @e las Aduanas det puerto, después de reritr con los amigos de Santiago y perder alli empteos y cola Doraciones. Rubén era ya entonces lo que continud siendo toda sw vida, dado a amorios yal alcohol, impetuoso y ‘bravucén, inconstante y -pendenciero, tunque con un corazén de. nifio irresponsable, Su vida durante estos aos nos la recordard después: Se concentraba en. yo improbablee ova hondos amorios; en vagares por la orilla del mur, sobre todo por Playa Ancha, invitaciones @ bordo de los bareos por marinos amigos y literarios, horas noc- turnas, ‘ensuefios matinales, ‘y 10 que era entonces mi vibrante y ansiosa juventud.y Este es el momento de los triunfos iniciales de Rubén y de las primeras obras en que aparece st riosa y genial personalidad: Abrojos y Azul... Fal ta aqui la posterior influencia francesa, que apare- cera en Prosas profanas y Cantos de vida y espe Tanza; pero ya tenemos Ia maravilla de la eonori- dad, ta imagen fresca y delicada. y los aires entre orientates y del Medievo, que continuardn flotan- o siempre en sus rimas’ yen sus prosas. Valera le consagra una de las Cartas americanas, y el nove bre de Rubén Mega a los mds exceleos eirculas de 1a titeratura hispana, 1890. — Pasa, de regreso @ su pats, una temporada en San. Salvador ‘y" contrae matrimonio, tras brevk simo enamoramiento, con Rafaela Contreras, 1a Stella de cus poesia, que en breve te abendonaria 1892.— Se va luego a Guatemala, donde recibe la noticia de que el Gobierno de Nicaragua lo habla hiombrado miembre de una Comision que debia asie~ tir en Espana a la fiesta det Centenario del Descus brimiento de América. Con ello le Uegaba uno de sus suefios dorados. En Madrid se hospeda en ‘et ‘mismo hotel que Menéndez Pelayo y conoce « todas las figuras euyos nombres habian tlegado a Améri- ca: Valera, Castelar, Campoamor, Nithez de Arce, el V/ yo viejo Zorrilia y doa Emilia Pardo Bazin, i RUBEN DARIO 1803, —De regreso a América se encuentra con Ia grata sorpresa de que su Pais le enviaba de eénsut 2 Buenos Aires, ero antes decide él salir para Europa, para conocer Parts, la visita que siempre habia anhelado, «Para mi eva Paris, nos dird luego, como un paraiso en donde se respirase la esencia de la felicidad de Ta tierra. Bra la ciudad det arte. fe ta delleza, de ta gloria y, sobre todo, Ta capital del amor, el reing del ensuerio. E iba yd @ conocer Paris, a realizar la mayor ansia de mi vida.» /,, Gémez Carrillo le sirve de introductor. Conoce a J Alejandro Sawa, a Jean Morecs, Maurice Duplessis y, mds que nada, a Verlaine, en plena gloria por en- tonces. Con ellos bebe y rie y les acompatia a todos los figones de los Hates y al café Vachette. EL biaje a Paris respondia a un anhelo por Uegar a la luz, contemplarse en ta frente de Tas deidades el verso, embriagarse del polvilio que, segun él otorgaba ta gloria, Pero también lo hizo para bo- rar de su mente cierto acto, «el mas novelesco y fo- tai de su vidan, que detde' ahora no te dejard ‘un ‘momento de quietud. De paso por Monagua contra~ jo matrimonio con Rosario Murillo, Ia adotescente de verdes ojos, con la que, aflos hacta, habia que- rido casarse. Fue et mayor desliz de eu vida y toda ella tendra que purgarle. 1804. —Terminados los fondos y hastiado del vi- vir bohemio, deja Paris v marcha a la Argentina @ ‘eupar et ergo consular, que no tardaré en perder, Con las notas que posee, 1a memoria y ta fantasia, vy, redacta para La Nacion wna serie de estudios de fi- uras liferarias del momento, en su mayoria france Ses: Leconte de Lisle, Villiers de Visle Adam, Ver Taine, Jean Moreas, Leén Bloy, Taithade, ete. Son piginas de eritien aguda y fina, Uevadas cast siem= Pre por desmedido entustasms, Wenas de penetra- Gion y aciertos y de bien labradas frases. En. 1896 fe publica con el titulo Los Raros, y/ le da a conocer como magnifico prosista, 1898.—En Buenos Aires publica gran parte de sus mejores poesias, incluidas unas en Prosas pro- ie) 1) Sp LVI) (le tl fanas, y otras Iuego en Cantos de vida y esperanza v_en'BI canto errante Rubén habia alcanzado. la ima de su poder creador. Alas antiguas lecturas biblieas, Ubros orientales y cldsicos espatoles una ahora los principales eseritores franceses, los sopor- tes del simbolismo, det parnasismo y dems corrien- tes modernistas. BI joven cetrino, de mermada charla ¥ lacia metena, con gentales atisbos, aunque con nd oca incultura, conocia ya las obras maestras, habia recorrido mundos y tenia sobradas experiencias, En. tal momento, sale hacia Espafia como corres: ponsal de La Nacién. Era el paso definitive para Europa. Desde esta fecha sdlo breves viajes hard a las Américas, entre ellos el de su miierte, EL ambiente madrilefio no tenia el mismo-brillo del 92, en que por vez primera habia estado en 1a capital. Corrian'aires tristes por los desastres colo- trigies, Las viejas figuras habian desaparecido o eran poco menos que restos del pasado, Se iniciaba enton- ees cabalments un movimiento que encarnaba und verdadera renovacién en las letras espafiolas, pero bus figuras representasias eran demasiado Jévenes ard que Rubén pudiese medir su importancia, ex- cepeién hecha de Unamaino, con el que euro un lige ro percance. Del 98 al 1900 envia una larga serie de crénicas a su periédico, que luego colecciona con et titulo de La Espaia contemporanes, por las que va desfilando toda la vida nacional, el vivir literario py social, los chismes de la Corte, las notas mas sa~ Hentes de fin de sigto. En estos momentos conoce en su pensién de ia calle de Alcald a una joven campesina de Avita rebosante de vida e ingenuidad, tierna y dulce de cuerpo y alma, que le acompatiara hasta su muer= te, otorgando ralz y bdtsamo a toda su vida. Mar~ cha @ Paris con cargos oficiales y recorre Euro- pe entera, Francisca Sanchez—ast se linmabe ta grata compaitera—no se separaré de él. La encan-. tadora Tataya — como se complacta en lamarle— serd para Rubén hermana y madre, consuelo en lar wm RUBEN DARIO horas de ofticcién, acicate en ef desaliento, tazari- Up en los turbios momentos. ‘De estos viajes por Loe diversos paises europeos brotan una porcién de Wbros, come Peregrinaciones (Paris, 1901), La caravana pasa (Paris, 1903), Tie Pras. solares (Madrid, 1904) y Parisiana (Madrid, 1608). A mds de elias, publica sus dos obras Distt cas de poesia: Cantos de vida y esperanza (Ma- Grid, 1905) y Poema del otoso (Madrid, 1910). 1914. — Tras breve estancia en Barcelona, decide irigirse a los paises americanos imploranda paz y concordia ante el conflicto bélico que se ceria por toda Europa, Llega a Guatemala en abril de 1915, con la vida vacilante como un civio, Parte de aqui para su pate «en busca del eementerio de mi pueblo Jnatats, como eeeribia a Gémez Carrillo, y en Leén faliece et? de enero de 1910. Con 6 dejaba de existir Ta. clave fundamental de muestra literatura fen lo que Tlevamos de sigio y uno de los mds excel- S08 bates hispanos de todos Tos tiempos, LA EDICION DE SUS OBRAS Los libros fundamentales, ast en prota como en verso, los publics Rubén en vida. Pero, con todo, buena parte de su produccién rodaba al ocurrir. st muerte por periédicos y revistas de Buropa y Amé- Hea. La primera tabor de biisqueda se debe a1, propia Francisca Sanchez y a su espoto Sr. Villa- Caséin, que realizaron un protongado viaje por las di versas Reptblicas swlamerteanas recogienda mate- riales u copiando trabajos. A este viaje se debe en buena parte la preciosa edicién de Poesia completa, de Aguilar, publicada primero en 1982 y ampliada luego en 184. ‘A raiz de su muerte se inicia en ta editorial BL Mundo Latino una edicién de obras completa, tan- to el verso como la prosa. De 1917 « 1919 aparecen veintidds voliimenes, ilusirados por Enrique Ochoa. La edicién la cuida’ Ghiraldo, @ quien se debe en RUBEN DARIO 8 gran parte cuanto en este sentido se ha hecho. En 41543 publica en Buenos El Archivo de Rubén Dari, con una serie de cartas y preciosa doeumentacién selacionada’ con et poeta, En 1921, su hijo, Rubén: Dario Sénchez, heredero de todos tés derechos, da comienzo a una nueva edi- tcidn de la que s6lo unos cuantos volimenes se pu- blicaron, Otra més, dirigida esta vez por Ghiraldo v Gonzélez Blanco, aparece a partir de 1923, incom- Pleta como las anieriores, aunque aporiando algin ‘rabajo nuevo. Con esta triple serie se introdujo no pequefia con- fusion ‘en ta produccién de Rubén, pues ‘mo pocos trabajos se publican repetidas veces con nombres diversos 0 distinta agrupacién, Por otra parte, no euidaron tampoco debidamente los textos, citadas hartas veces con negligencia ode memoria por et poeta, Ratil Silva Castro publica en 1984, en Chile, un grueso volumen, Obras desconocidas de Rubén Da Ho, integrado por poesias y articulos de los afios atados en ese’ pais por Rubén. Ultimamente, B. K. Mapes recoge los de las revis- tas y periddicos de ‘Buenos Aires en 1940, con el ‘teulo Rubén Dario: Escritos inéditos. Todas estas publicaciones significan una magnifi- ca aportacién a las Obras Completas del vate nica ragilense, que con el mismo fervor y carito de las primeros’ colectores iniclamos hoy en nuestra edi= torial. M.S. AUS TOBE ISONG aera Herbal —1912— ‘Tattl gli uomini dogni sorte, che. hanno fatto qualque cosa che sia virtuosa, o sl veramente che le virtu somigh, dovrebbo- ro, esoondo verti! « da Bene, i Jor propria mano deserivers = Ia lora'vita; ma non si dovreb- ‘be comineiare una tal bella im- presa prima que passato Tet Ge quarant’anni, La vita be Bénvexuro be Count, Frorenrixo, 1 ‘Tengo més afios, desde hace cuatro, que los que exige Benvenuto para la empresa, Asi doy comienzo a estos apuntamientos, que més tarde han de desenvolverse mayor y mds detallada- mente. En la catedral de Leén, de Nicaragua, en la América Central, se encueritra a fe de bautis- mo de Félix Rubén, hijo legitimo de Manuel Garcia y Rosa Sarmiento. En realidad, mi nom- bre debia ser Félix Rubén Garcfa Sarmiento, 4Cémo leg6 a usarse en mi familia el apellide Dario? Segiin lo que algunos ancianos de aque- Wa,ciudad-de mi infancia me han referido, un 18 RUBEN DARIO sa ttaabuclo tenia yor nombre Dario. Bn lo equeha poblacién eonociale jodo el mundo por Son Dario; a sus hijos e hijas, por los Daros, far Darice- Fue asi desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Dario; y ello, convertido en par ftonlinje, egé a adguitir velor legal; pues mi padre, que era comerciante, realizé todos sus Regocios ya eon ef nombre de Manuel Dario, ¥ Ghia extadral equ me he Heer, n oye tos donades por mi ta doa Rita Dario de Al- Warado, so ve cocrto si nombre de tal manera El mettienio de Mansel Garia—diré mejor de Manuel Dario—y Rosa Sarmiento fué un ma- trimonio de conveniencia, hecho por Ja familia, Sarrno es ue extrafar que a los ocho meses, Ths mene, de se unin forada y a fet Winlse la separacin, Un mes después nacia yo nun pueblecito, 0 més bien aldea, de la pro- ‘vineia, 0 como alla se dice, departamento, de la Nuova Segovia, Hamado antafio Chocoyos'y hoy Metspa. 2 Tamado San Marcos de Col6n, en tierras de sc re ban ee OBRAS COMPLETAS w fe..., mas asi los veo ahora’ en mi vago y como ensofiado recuerdo—, blanca, de tupidos cabo Mos oscuros, alerta, risuesia, ‘bella. Esa era mi madre. La acompafiaba una criada india, y le enviaba de su quinta legumbres y frutas un viejo compadre gordo, que era nombrado ¢el compadre Guillén», La casa era primitiva, po- bre, sin ladrillos, en pleno campo. Un dia yo me perdi. Se me:buscé por todas partes; hasta el compadre Guillén monté en su mula, Se me encontré, por fin, lejos de la casa, tras unos matorrales, debajo de las ubres de una vaca, en- tre mucho ganado que mascaba el jugo del yo gol, fruto mucilaginoso y pegajoso que da una palmera y del cual se saca aceite en molinos de piedra como los de Espaiia, Dan a las vacas el fruto, cuyo hueso dejan limpio y seco, y asi Producen leche que se distingue por su exquie sito sabor. Se me sac de mi bucélico refugio, se me dié unas cuantas nalgadas, y aqui mi re- cuerdo de esa edad desaparece como una vista de cinematégrafo. ‘Mi segundo recuerdo de edad verdaderamen- te infantil es el de unos fuegos artificiales en la plaza de Ja iglesia del Calvario, en Leén. Me cargaba en sus brazos una fiel y excelente mu- lata, la Serapia. Yo estaba ya en poder de mi tia abuela materna; dofia Bernarda Sarmiento de Ramirez, cuyo marido habia ido a buscarme a Honduras. Era él un militar bravo y patriota, de los unionistas de Centroamérica, con el fa ‘moso caudillo general Maximo Jerez, de quien habla en sus Memorias el filibustero yanqui ” RUBEN DARIO William Walker. Le recuerdo: hombre alto, buen. jinete, algo moreno, de barbas muy negras, Le Mamaban «el bocén», seguramente por su: gran boca. Por él aprendi, pocos afios mas tarde, a andar @ caballo, conoci el hielo, los cuentos pin- tados para nifies, las manzanas de California y el champafia de Francia, Dios le haya dado un buen sitio en alguno de sus paraisos. Yo me eriaba como hijo del coronel Ramirez y de su esposa dofia Bernarda. Cuando tuve uso de ra- zn, no sabia otra cosa, La imagen de mi madre se habia borrado por completo de mi memoria. En mis libros de primeras letras, algunos de los cuales he podido encontrar en mi tiltimo viaje a Nicaragua, se lefa la conocida inseripeién: Si este libro se perdiese, Gamo suele suesder, supe aque me ie aos Y tine sabe mi nombre, aaui se lo voy a poner Pune Roni Reocnnr El coronel se Iamaba Félix y me dieron su nombre en el bautismo. Fué mi padrino el ci- tado general Jerez, eélebre como hombre poli tico y militar, que murié de ministro en Wash- ington cuya estatua se encuentra en el par que de Leén. / Ful algo nifio prodigio. A los tres afios sabia leer, sogiin se me ha contado. El coronel Rami- rez murié y mi edueacién qued6 inicamente a cargo de mi tia abuela. Fué mermando el bienr OBRAS COMPLETAS a estar de la viuda y Legé la escasez, sino la po- breza. La casa era una vieja construccién, a la manera colonial: cuartos seguidos, un largo co- rredor, un patio con su pozo, Arboles. Rememo- ro un’ gran ejfearon, bajo cuyas ramas lela, y un-granado que aun existe, y otro arbol que da unas flores de un perfume que yo lamaria oriental si no fuese de aquel prédigo tropico y que se Haman «mapolasy. La casa era para mi temerosa por las noches, Anidaban lechuzas en los aleros. Me contaban cuentos de dnimas en pena y aparecides Ios dos inicos sirvientes: la Serapia y el indio Gayo, Vivia aiin la madre de mi tia abuela, una an- ciana, toda blanca por los afios y atacada de un tembior continuo. Bila también me infundia miedos: me hablaba de un fraile sin cabeza, de una mano peluda, que persegufa, como una ara- fia... Se me mostraba, no lejos de mi casa, la ventana por donde a’la Juana Catina, mujer muy pecadora y loca de su cuerpo, se la habian Mevado los demonios. Una noche, la mujer gri- 6 desusadamente: los vecinos se asomaron ate- morizados, y alvanzaron a ver a la Juana Cati- na, por el aire, levada por los diablos, que ha cian un gran ruido y dejaban un hedor a azufre. fa contar la aparicién del difunto obispo Gar- cfa al obispo Viteri. Se trataba de un documen- to perdido en un ya antiguo proceso de la curia. Una noche, el obispo Viteri hizo despertar a sus pajes, se dirigié a la catedral, hizo abrir la sala del capitulo, se encerré en ella, dejé fuera a sus familiares; ‘pero éstos vieron, por el ojo de la m2 RUBEN DARIO OBRAS COMPLETA 23 Mave, que su ilustrisima estaba en conversacién on su finado antecesor. Cuando salié emandé tocar vacanten; todos creian en 1a ciudad que hubiese fallecido. La sorpresa que hubo al otro dia fué que el documento perdido se habia en- contrado. Y asi se me nutria el espiritu con otras cuantas tradiciones y consejas y sucedidos se- mejantes. De alli mi horror a las tinieblas noc- turnas y el tormento de ciertas pesadillas ine- narrables, Quedaba mi casa cerca de 1a iglesia de San Francisco, donde habia existide un antiguo con- vento. Alif iba mi tla abuela a misa primera, cuando apenas aparecia el primer resplandor det alba, al canto de los gallos. Cuando en el barrio habia un moribundo tocaban en las cam panas de esa iglesia el pausado toque de agonia, ‘que lenaba mi pueril alma de terrores ‘Los domingos Iegaban a casa a jugar el fusi- ico viejos amigos, entre ellos un platero y un cura, Pasaba el tiempo, Yo crecia. Por las no- ches habia tertulia en la puerta de la calle, una calle mal empedrada de redondos y puntiagu, dos cantos, Llegaban hombres de politica y se hablaba de revoluciones. La sefiora me acari- claba en su regazo. La conversacién y la noche cerraban mis pérpados. Pasaba el evendedor de arenay... Me iba deslizando, Quedaba dormido, sobre el ruedo de la maternal falda, como un gozquejo. En esa época aparecieron en mi fen6- menos posiblemente congestivos. Cuando se me habia Ievado a la cama, despertaba, y volvia a dormirme. Alrededor del echo mil ‘efreulos ¢o- Joreados y coneéntricos, Kaleidoseépicos, enla- zados ¥ con movimientos centrifuges. y centri: ppetos, como, los que forma la linterna mégica, creaban una vision extrafia y para m{ dolorosa, El central punto rojo se hundia hasta inealeu: lables hipnicas distancias y_volvia a acerearsé, y su ir y venir eta para mi como un martirio inexplicable. Hasta que, de repente, desapare- cia la decoracién de colores, se hundia el punto rojo y se apagaba, al ruido'de una seca y para mi saludable explosin. Sentfa una gran calma, un gran alivio; el suefio segufa tranquilo, ‘Por las mafianes, mi almohada estaba lena de sant gre, de una copiosa hemorragia nasal. 3 ‘Seme hacia ir a une escuela piiblica. Aun vive el buen maestro, que era entonees bastante jo- ven, con fama de poeta: el licenciado Felipe Ibarra, Usaba, naturalmente, conforme con la pedagog{a singular de entonces, la palmeta, y fen casos especiales, Ia flagelacién en las des- nudas posaderas. AIli se ensefiaba la cartilla, el Catén cristiano, las «cuatro reglasy, otras prit marias nociones. Después tuve otro maestro, que me inculeaba vagas nociones de aritmética, geo: grafia, cosas de gramética, religiOn. ‘Pero quien primeramente me ensefié él alfabeto, mi primer maestro, fué una mujer: dofia Jacoba Telleria, quien estimulaba mi aplicacién con sabrosos es tiffos, bizeotelas y alfajores que ella misma hae 4 RUBEN DARIO cla, con muy buen gusto de golosinas y con ma- nos de monja. La maestra no me castigé sino una vez, en que me encontrara, ja esa edad, Dios mio!, en compafifa de una ‘precoz. chicue- Ja, inieiando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y segin el verso de Géngora, elas bella: querias detrés de la puertan. 4 En un viejo armario encontré los primeros 1i- bros que leyera. Eran un Quijote, las obras de Moratin, Las mil y una noches, 1a Biblia; los Oficios, de Cicerén; la Corina, de Madame Stael; un tomo de comedias clésicas espatiolas, y una novela terrorifica, de ya no recuerdo qué autor, La caverna de Strozzi. Bxtrafia y-ardua mezcla de cosas para la cabeza de up 5 iA qué edad eset mis primeres veros? No Jio‘tecterds predsamente, pero alo ful arte temprann, Por le puerta dem casa-en ls Cu tro Eaguinas estan let procesiones de la Se mana Santa, ane, Semana ‘Santa famosa? sSe- mana Santa‘en Lebn y Corpus en Guster, Fins calles se adornaban on arco. Ge vamos Terdes pumas de cootero, flores de eoreze, mer tar de platango © bonanoy eoecadasaveo de co lores, papel de China picado con mucha labor, OBRAS COMPLETAS % y sobre el suelo'se dibujaban alfombras que se toloreaban expresamente con seizin de rojo bra- silo cedro, 0 amarillo «moran; con trigo reven- tado; con hojas, con flores, con desgraneda flor de ecoyols. Del centro de uno de los arcos, en J esquina de mi casa, pendia una granada’ do- rada. Cuando pasaba la pyocesion del ScBor del j Triunfo, el Domingo de Ramos, Ia granada se | abria y eaia uma Hluvia de versos. ‘Yo era el | autor de ellos. No he podido recordar ninguno pero si sé que eran vertos, versos brotados ins: tintivamente. Yo nunea aprendi a hacer versos. Ello fué en mi orgénico, natural, nacido. Acon- tecla que se usaba entorces—y cteo que ain persiste—la costumbre de imprimir y repartir, en los enticrros, eepitaflom, en que los deudos lamentan Ios faliecimientoe, en verso por lo ge- neral. Los que sabian mi ritmico don, Hegaban a encargarme pusiese su duelo en estrofas, A todo esto, el recuerdo de mi madre habia desaparectdo, Mi madre era aquella sefiora que me habia acogido, Mi «padre habia muerto, el coronel Ramirez. A tal sazén Ilegd a vivir con nosotros, y a eriarse junto conmigo, una lejana prima, rubia, bastante bella, de quien he ha- blado en mi cuento Palomas blancas y garzas morenas. Hila fué quien despertara en mi los Primeros'deseos sensaales. Por clerto que, mi Se eee el ene Ja, me hizo cargos: «Por qué has dado @ en tender que Hlegamos a cosas de amar, si es0 no es Verdad?y «jAy!—le contesté, jes cierto! E30 Ro e8 verdad, jy lo siento! {No hubiera sido % RUBEN DARIO mejor que fuera verdad y que ambos nos hu: biéramos encontrado en el mejor de los desper- tamientos, en la més ardiente de las adolescen- clas y en las primaveras del més encendido de 10s trépicos?...». ‘Mi familia se componia entonces de mi tia dofia Rita Dario de Alvarado, a quien su her mano Manuel Garcia, esto es, Manuel Dario, linico que tenfa en tal ocasién dinero, habia he- cho donacién de sus bienes, jah, malhaya!, para que se casase con el eénsul de Costa Rica; mi tia Josefa, vivaz, parlera, muy amante de la crino- lina, medio tocada, quien una vez—el dia de la muerte de su madre—aparecié calzada con za- patos Tojos, y a las observaciones y reproches que se le hicieron contesté que «las perdices-y las palomitas de Castilla...». ;Cuando digo que era medio tocada! Mi tia Sara, casada con un norteamericano, muy hermosa, ¥ cuya hija ma yor, joh Eros!, un dia, por sorpresa, en un apo- sento adonde yo entrara descuidado, me did. la ilusién de una Anadiémena... ¥ ami tio Manuely, Porque don Manuel Dario figuraba como mi to. Y mi verdadero padre, para mf, y tal como se me hab{a ensefiado, era el otro, él que me habia criado desde los primeros afios, el que habia muerto, el coronel Ramirez. No sé por qué, siem- pre tuve un desapego, una.vaga inquietud se- paradora con mi ctio Manuels, La voz de la san- gre... iqué flacida patrafia roméntica! La pater nidad-inica es la costumbre del carifio y del cui dado. El que sufre, lucha y se desvela por un nifio, aunque no lo haya engendrado, ése es su padre, OBRAS COMPLETAS % Mi tia Rita ora la adinerada de la familia, Mi padre, que, como he dicho, pasaba como mi tio, vivia en casa de su hermana, la cual era pro- pietaria de haciendas de ganado y de ingenios de cafia de aziicar. La vida en casa de mi tia Rita me ha dejado un recuerdo verdaderamente singular e imborrable. Esta sefiora, que era muy religiosa, casada con don Pedro Alvarado, cén- sul de Costa Rica, tenia, como los antigues re- yes, dos bufones, enanos, arrugados, feos, velaz- ‘quescos, hombre y mujer. El se Tlamaba el ca- pitén Vilches, y la mujer era su madre; pero eran iguales, completamente, en tamafio, en feal: dad, y me inspiraban miedo’e inquietud. Hacian retratos de cera, monicacos deformes, y ef «ca- pitan», que decla ser también saeerdote, pro- nunciaba sermones que hacian refr, pero que yo ofa con gran malestar, como si fuesen cosas de brujos. . Los domingos se daban bailes de nifios, y aun- que mi primo Pedro, sefior de la casa, era el més rico y un excelente pianista en tan corta edad, ya, con mi pobreza y todo, solia ganarme tas mejores sonrisas de las muchachas, por el asunto de los versos. (Fidelina, Rafaela, Julia, Mercedes, Narcisa, Maria, Victoria, Gertrudis! Recuerdos, recuerdos suaves. ‘A. veces los tios disponian viajes al campo, a a hacienda, Thames en pesadas carretas, tira das por bueyes, cubiertas con toldo de cuero crudo. En el viaje se cantaban canciones, Y.en amontonamiento inocente, ibamos a bafiarnos al rfo de la hacienda, que estaba a poca distancia, %e RUBEN DARIO todos, muchachos_y“muchachas, cubiertos con ‘toscos camisones, Otras veces eran los viajes @ Ia orilla del mar, en Ja costa de Poneloya, en donde estaba la fabulosa pefia del Tigre. bamos en las mismas carretas de ruedas rechinantes, Jos hombres mayores a caballo, y al pasar un rio, en pleno bosque, se hacfa alto, se encendia fuego, se sacaban los pollos asados, los huevos duros, el aguardiente de cafia y la bebida na- cional, lamada «tister, hecha de cacao y maiz, ¥ se batia en jfearas con’ molinillo de madera. Los hombres se alegraban, cantaban al son de la guitarra y disparaban los tiros al aire y daban Jos gritos usuales, estentéreos y alternativos, muy diferentes del chivateo araucano. Se Ie gaba al punto terminal y se vivia por algunos dias bajo enramadas hechas con hojas, juncos y cafias verdes, para resguardarse del t6rrido sol. Tban las mujeres por un lado, los hombres por el otro, a bafiarse en el mar, y era corriente el encontrar de siibito, por un recodo, el espec- ‘téculo de cien Venus Anadiémenas en las ondas. Las familias se juntaban por las noches y se pasaba el tiempo bajo aquellos cielos profundos, Henos de estrellas prodigiosas, jugando juegos de prendas, corriendo tras los cangrejos, 0 per- siguiendo a las grandes tortugas Ilamadas pas- lamas, cuyos huevos se sacan cavando en los nidos que dejan en la arena. ‘Yo me apartaba frecuentemente de los rego- etios, y me iba, solitario, con micarécter ya triste y meditabundo desde entonces, a mirar cosas, en el cielo, en el mar. Una vez vi una es OBRAS COMPLETAS 2» cena horrible, que me quedé‘grabada en la me- moria, Cerea de una yunta de bueyes, a orillas de un pantano, dos carreteros que se peleaban echaron mano al machete, pesado y filoso, arma que sirve para partir la cafia de azicar, y co- menzaron a esgrimirlo, y de pronto vi algo que salté por el aire. Eran, juntos, el machete y la mano de uno de ellos. Por las tardes y las noches paseaban, a caballo © a pie, vociferando, hombres borrachos. Los sol- dados, descalzos y vestidos de azul, se los Heva- ban presos. Cuando la luna iba menguando, re- tornaban las familias a a ciudad, 6 Por influencia de mi tia Rita comencé a fre- cuentar la casa de los Padres Jesuitas, en la iglesia de la Recoleccién. Debo decir que desde nifio se me infundié una gran religiosidad que Uegaba a veces hasta la supersticién. Cuando tronaba la tormenta y se ponia el cielo negro, en aquellas tempestades tinicas, como no he visto en parte alguna, sacaba mi tla abuela palmas benditas y hacia coronas para todos los de la casa, y todos coronados de palias rezbamos en core el trisagio y otras oraciones. Sefialadas de- vociones eran para mi temerosas. Por ejemplo, al acercarse Ia fiesta de la Santa Cruz. Porque, ich, Dios de los dioses!, martirio como aquél, para mis pocos afios, no’ os 10 podéis imaginar. Llegado ese dia, todos nos poniamos delante de ve 9 RUBEN DARIO Jas imagenes, y la buena abuela dirigfa el rezo, un rezo que concluia, después de varias jacula: torias, con estas palabras: Vote de aqui, Satanés; ‘que en mi parte no tendrés, porque el dia de la Cruz ‘dije mil voces: Jesus. Pues el caso es que teniamos, en efecto, que decir mil veces 1a palabra Jestis, y aquello era inacabable. «jJests!, {Jesis!, jJestis!» hasta mil; y a veces se perdfa ia cuenta y habia que volver a empezar. Los jesuitas me halagaron;; pero nunca me suc gestionaron para entrar en la Compafia, segu. ramente viendo que yo no tenfa vocacién para ello. Habia entre ellos hombres eminentes: un padre Koenig, austriaco, famoso como astréno- ‘mo; un padre Arubla, bello e insinuante orador; un padre Valenzuela, eélebre en Colombia como poeta, y otros cuantos, Entré en Io que se Ia maba la Congregacién de Jestis, y usé en las co remonias la cinta azul y la medalla de los con gregontes, Por aquel entonees hubo un grave es. candalo. Los jesuitas ponian en el altar mayor de la iglesia, en la fiesta de San Luis Gonzaga, un buzén, en el cual podian echar sus eartas todos los que quisieran pedir algo © tener co. rrespondencia con San Luis y con la Virgen San- tisima. Sacaban las cartas y las quemaban de- ante del piblico; pero se deeia que no sin hae berlas visto antes. Asi eran duefios de muchos i OBRAS COMPLETAS. 1 seeretos dé familia, y aumentaban su influjo or estas y otras razones. El Gobierno decretd su expulsién, no sin que antes hubiese yo asis- tido com ellos a los ejercicios de San Ignacio de Loyola, ejercicios que me encantaban y que por mi hubieran podido prolongarse indefinidamen- te, por las sabrosas vituallas y el exquisito cho. colate que los reverendos nos daban. 7 Florida estaba mi adolescencia. Ya tenia yo) escritos muchos versos de amor y ya habia su. frido, apasionado precoz, mas de un dolor y una desilusiOn a causa de nuestra inevitable y divina enemiga; pero nunca habia sentido una erética Hama igual a la que desperté en mis sentidos e imaginacién de nifio una apenas pir ber saltimbanqui norteamericana, que daba sal- tos prodigiosos en un cireo ambulante. No he olvidado su nombre: Hortensia Buislay. Como no siempre conseguia Io necesario para penetrar en el circo, me hice amigo de los mi sicos y entraba a veces, ya con un gran rollo de Papeles, ya con la caja de un violin; pero mi gloria mayor fué conocer el payaso, a quien hice Tepetidos ruegos para ser admitido en la fardn- dula, Mi ‘inutilidad fué reconocida. Asi, pues, tuve que resignarme a ver partir a la tentadora, Que me habja presentado la més hermosa vision de inocente voluptuosidad en mis tiempos de fo- 08a primavera, wm RUBEN DARIO ‘Ya iba a cumplir mis treée afios y habjan apa- recido mis primeros versos en un diario titulado El Termémetro, que publicaba en Ja ciudad de Rivas el historiador y hombre politico José Do- lores Gémez, No he olvidado la primera edtrofa de estos versos de primerizo, rimados en ocasién de la muerte del padre de un amigo. Ellos serfan ruborizantes si no los amparase la intencién de Ja inocencia: ‘Murié tu padre, es verdad 1g oras; tienes razon, Pero ten resignacién, que existe una eternidad ‘do no hay penas.. ¥en un trono de azucena ‘moran los justos cantando, No, no continuaré. Otros versos mios se pur bliearon y se me llamé en mi repiblica, y en Jas cuatro de Centroamérica, «el poeta nifion. Como era de raz6n, comeneé @ usar larga cabe- Ulera, a divegar més de Jo preciso, a descuidar mis estudios de colegial, y en mi desastroso exa- men de mateméticas fuf reprobado con innega- ble justicia, Como se ve, era la iniciacién de un nacido aeda, Y Ja alarma familiar entré en mi, casa. Entonces, Ja excelente anciana protectora queria que apren- diese a sastre, 0 a cualquier otto oficio practico y Util; pero mis roménticos éxitos con las mozas eran indiscutibles, lo cual me valfa, por mi con- OBRAS COMPLETAS 43 textura endeble y mis escasas. condiciones de agresividad, ser la victima de fuertes zopencos rivales mios, que tenian brazos robustos y es taban exentos de iniciacién apolinea, 8 Un dia, una vecina me Iamé a su casa. Estaba alli una sefiora vestida de negro, que me abrazé ¥ me bes6 lorando, sin decirme una sola pala- bra. La vecina me dijo: «Esta es tu verdadera madre, se llama Rosa, y ha venido a verte desde muy lejos.» No comprendi de pronto, como tam- Poco me di exacta cuenta de las mil palabras de ternura y consejos qué me prodigara en la des- pedida que ofa de aquella dama para mi extrafia Me dej6 unos dulces, unos regalitos. Fué para mi rara visi6n. Desaparecié de nuevo, No debia volver a verla hasta mas de veinte afios después Algunas veces legué a visitar a don Manuel Dario en su tienda de ropa. Era un hombre no muy alto de cuerpo, algo jovial, muy aficionado a los galanteos, gustador de cerveza negra de Inglaterra. Hablaba mucho de politiea y-esto le ecasioné, en cierto tiempo, varios desvarios. Des- de luego, aunque se mantuvo eariiioso, no con extremada amabilidad, nada me daba a entender gue fuese mi padre. La verdad es que no vine a saber sino mucho més tarde que yo era hijo suyo, DARtO 4 RUBE 8 piritu una impresién indeleble me Cae Ja salita de la casa, alumbrada por una pee Gerecha habia una puerta que daba al dormitor a ee ea some cen ya oe ae a aioe oar teen pa eee eae oa Se a OBRAS COMPLETAS 9% nia pies’ y ya’ estaba cerca de ml. Lo més es antoso fué que senti inmediatamente el tre- mendo olor de la cadaverina, cuando me tocd algo como un brazo, que causaba en mi algo Semejante a una conmocién eléetrica. De stibito, para defenderme, mordi eaquello» y senti exacta, mente como si hubiera clavado mis dientes en un cirio de cera oleosa. Desperté con sudores de angustia. De Ja familia materna no conocla casi a hadie. Como mis padres eran primos, los parientes ma- termos Hevaban también con él suyo el apellido ario; asf ofa yo la historia novelesca de dos hermanos de mi madre: Antonio, llamado «el indfo Dario», que por cierto era, segiin decires, un hombre guapo, rubio y de ojos azules y que murié asesinado cruelmente en una revolucién en la ciudad de Granada, en donde, después de ultimarle, le ataron a la cola de tun eaballo y £ué arrastrado por las calles; e Ignacio, muerto a traicién de un escopetazo, unos dicen que por asuntos de amores y otros que por robarle, des- pués de haber salido de una casa de juego. Ha- bia también dos primos de mi madre, que habi- taban en el puerto de Corinto, y se dedicaban al negocio de exportacién de maderas, especial- mente de mora y de palo de campeche, iCuéntas veces me despertaron ansias descono- cidas.y misteriosos ensuefios las fragatas y ber gantines que se iban con Jas velas desplegadas por el. golfo azul, con rumbo.a la fabulosa Eu ropa! En muchas ocasiones fui'al puerto, en pe- 3% RUBEN DARIO quefias barcas, por los esteros y manglares, po- blados de grandes almejas y-cangrejos, y me iba a admirar al consul inglés, Miller, que persegufa a balazos, con su winchester, a los tiburones. 10 1e publicaba en Leén un periédico politico ti- toleds'La Verdad, Se me llamo a la redaccién “tenia @ la sazén cerca de catorce afios—, se re hizo escribir articulos de combate, que yo taba a la manera de un escritor ecuatoris- To tamose, violent, catzo © iusre,lamado Juan Montalvo, que ha dejado excelentes voli- enes de tratades, conminaciones y catilinarias. Como el periédico La Verdad era de 1a oposit cién, mis estilados denuestos iban contra el Go- bierno, y el Gobierno se escamé. Un’ dia ful re- querido por 1a policia. Se me acusaba como vago, ¥ me libré de las oficiales iras porque un doctor pedagogo, liberal y de buen querer, declaré que no podia ser vago quien como yo era profesor en el colegio que él dirigia, En efecto: desde hacfa algiin tiempo ensefiaba yo gramética en tal establecimiento. // Cayé en mis manos un libro de masoneria, ¥ me dié por ser mason, y legeron a serme fa- / miliares Hiram, el Templo, los caballeros Ka- dosch, el mandi, Ia escuadra, el compés, Ias ba- \ ent yoda ia endlelads y sides trae \\ de esos terribles ingenuos. OBRAS COMPLETAS mM Con esto adquiri cierto prestigio entre mis j6- venes amigos. En cuanto a mi imaginacién y mi sentido poético, se encantaban en casa con la vision de las turgentes formas de mi prima, que atin usaba el traje corto; con la cigarrera Ma- nuela, que manipulando sus tabacos me contaba ( Jos cuentos del principe Kamaralzaman y de la \ princesa Badura, del Caballo Volante, de los ge- nios orientales, de las invenciones maravillosas, de Las mil y una noches. a Brillaba el fuego de los tizones en la cocina, se ofa el ruido de las salvas que sirven para des. granar las mazoreas de maiz. Un perro, Laberin- to, estaba a mi lado con el hocico entre las patas, Vagueaba en el silencio Ia cflida noche. Yo es- cuchaba atento les lindas fabulas. Mas la vida pasaba. La pubertad transforma- ba.mi cuerpo y mi espiritu, Se acentuaban mis mélancolias sin justas causas, Ciertamente, yo sentia como una invisible mano que me empl Jaba a lo desconocido. Se despertaron los vibran tes, divinos e irresistibles desecs, Broté en’ mi cl amor triunfante y fui un muchacho con oje- Tas, con suefios y que se iba a confesar todos los sibados, Por este tiempo Iegaron a Leén unos hombres politicos, senadores, diputados, que sabian de la fama del apoeta nifio». Me conocieron. Me hicie ton recitar versos. Me dijeron que era preciso que fuera. la capital. La mamé Bernarda me eché Ja bendicién, y parti para Managua, ‘Managua, creada capital para evitar Ios celos entre Leén y Granada, es una linda ciudad si- we RUBEN DARIO tuada entre sierras fértiles y pintotescas, en don- de se cultiva profusamente el café, y el lago, po- lado de islas y en uno de cuyos extremos se Jevanta el voledn de Momotombo, inmortalizado Virieamente por Victor Hugo en la Leyenda de los siglos. 7 ‘Mi renombre departmental se generalizé muy pronto, y al poco tiempo yo era sefialado como tun ser raro. De més decir que era buscado para Ia incontenible mania de versos para albumes y abanicos. ‘A la sazin estaba reunido el Congreso. Fra presidente de él un anciano granadino, calvo, conservador, rico ¥ religioso, llamado don. Pedro Joaquin Chamorro.” Yo. estaba protegide por miembros del Congreso pertenecientes al ido liberal, y es claro que en mis poesias ¥ Vortosardia el mis violent, desenfadado y erudo Iberatismo. Entre otras cosas se publicd cierto malhadado soneto, que acababa asi, si la me- moria me es fiel 11 Papa rompe con furor su tare nbre Bl tsono del reeio Vatloano. Presentaron los diputados amigos una mocién al Congreso para que yo fuese enviado a Europa ‘a educarme por cuenta de la nacién. El decreto, con algunas enmiendas, fué sometido a la apro- bacién del presidente. En esos dias se dié una fiesta en el palacio presidencial, a 1a cual fui in- vitado, como un mimero curioso, para alegrar con mis versos los ofdos de los’ asistentes. Lle- OBRAS COMPLETAS %» 86, y tras las misicas de 1a banda militar, se me pide que recite. Extraje de mi bolsillo una larga ) serie de déctmas, todas ellas rojas de radicalis- | mo antirreligioso, detonantes, posiblemente ateas, { ¥ que causaron un efecto de todos los diablos, Al | concluir, entre escasos aplausos de mis amigos, of los murmullos de los graves senadores, ¥ vi moverse desoladamente la cabeza del presidente Chamorro. Este me Llam6, y poniéndame la mano en um hombro, me dijo, mas 0 menos: eHlijo mio, si asi escribes ahora contra la religion de tis padres y de tu patria, jqué serd si te vas a Eu Yopa a aprender cosas peores?» Y asl, la dispo: sicln del Congreso no fué cumplida, El pres dente dispuso que se me enviase al Colegio de Granada; pero yo era de Leén. Bxistfa una an- tigua rivalidad entre ambas ciudades, desde tiempo de la Colonia. Se me aconsejé que no aceptase tal cosa, pues ello era opuesto.a lo Te, suelto por los congressles y pordue ello humic Haba a mi vecindario leonés, y decididamente renuncié el favor. En Managua conoci a un’ historiador ilustre de Guatemala, el doctor Lorenzo Montifar, ‘quien me cobré mucho earifio; al eélebre orador cubano Antonio Zambrana, que fué para mi in- telectualmente paternal, y al doctor José Leo- nard y Bertholet, que fue después mi profesor en el Instituto leonés de Occidente y que tuvo una vida novelesea y curioss, Era polaco de ori- gen; habia sido ayudante del general Kruck en la itime insurreceién ; habfa pasado a Alemania, a Francia, a Espafia. Ba Madrid aprendié mara: @ RUBEN DARIO villosamente el espafiol, se mezel6 en politica; fué intimo de los prohombres de la Reptiblica y de hombres de letras, escritores y poetas, entre ellos D. Ventura Ruiz de Aguilera, que habla de él en uno de sus libros, y D. Antonio de ‘Trueba, Llegé a tal la simpatia que tuvieron por 41 sus amigos espafioles, que logré ser Leonard hasta redactor de la Gaceta de Madrid. ‘Asi, pues, mis frecuentaciones en 1a capital de ‘mi patria eran con gente de intelecto, de saber y de experiencia, y por ellos consegui que se me diese un empleo en la Biblioteca Nacional. ‘Alt pasé largos meses leyendo todo lo posible, y entre todas las casas que lef, jhorrendo reje- Yrens!, fueron todas las introducciones de la Bi- blioteca de Autores: Espafioles de Rivadeneira, y las principales obras de casi todos los clésiess de nuestra lengua. De alli viene que; cosa que sorprendiera a muchos de Ios que consciente- mente me han atacado, el que yo sea en verdad tun buen eonocedor de letras castizas, como cual- quiera puede verlo en mis primeras produccio- nes publicadas, en un tomo de poesias, hoy i encontrable, que se titula Primeras notas, como ya lo hizo notar D, Juan Valera cuando escribié sobre el libro Azul. Ha sitlo deliberadamente que despues, con el deseo de rejuvenecer, flexibilizar el idioma, he empleado maneras y construccio- nes de otras lenguas, giros y vocablos ex6ticos \y no puramente espafioles. Era director de la Biblioteca Nacional un viejo OBRAS COMPLETAS 4% poeta Iamado Antonio Aragén, que habia sido en Guatemala intimo amigo de un gran poeta espafiol, hoy bastante desconocido, pero a quien debferon mucho los poetas hispancamericanos en el tiempo en que recorri6 este continente. Me refiero a D. Fernando Velarde, originario de San- tander, a quien ha hecho felizmente justicia en uno de sus libros el grande y memorable don ‘Marcelino Menéndez y Pelayo. Don Antonio Ara- igén era un varén excelente, nutrido de letras universales, sobre todo de clasicos griegos y la- tinos. Me ensefié mucho y él fué el que me contd algo que figura en las famosas Memorias de Ga- ribaldi, Garibaldi estuvo en Nicaragua. No puedo precisar en qué fecha, pues no tengo a la vista tun libro publieado por Dumas, y don Antonio le conocié mucho, Establecié 1a primera fabrica de velas que haya habido en el pais. Habité en Leén en la casa de D. Rafael Salinas. Se dedicaba a la caza, Muy frecuentemente salia con su fusil, se internaba por los montes cercanos a la ciudad y volvia casi siempre con un venado al hombro y una red Iena de paves monteses, conejos y otras alimafias. Un dia alguien le reprendié por- que al pasar el vistico, y estando en la puerta de la casa, no se quité el sombrero, y él dijo estas frases, que me repitiera don Antonio mu- chas veces: «{Cree usted que Dios va a venir a envolverse en harina para que le metan en un saco de m, 2 RUBEN DARIO ul Vivia yo en casa del licenciado Modesto Ba- rrios, y este licenciado gentil me Ievaba a. vie sitas y tertullas, Una noche of cantar @ una nifia. Era una adolescente de ojos verdes, de cabello castafio, de tez levemente acanelada, con esa suave palidez que tienen las mujeres de Oriente y de los trépicos. Un cuerpo flexible y delicada- mente voluptuoso, que trafa al andar ilusiones de canéfora. Era alegre, risuefia, llena de fres- cura y deliciosamente parlera, y cantaba con una yor encantadora. Me enamoré desde luego; fué el rayo», como dicen los franceses. Nos ama- mos. Jamas eseribiera tantos versos de amor como entonces. Versos unos que no recuerdo ¥ ‘otros que aparecieron en periédicos y que se en- cuentran en algunos de mis libros. Todo aquel ‘que haya amado en su aurora sabe de esas inti> mas delicias que no pueden decirse completa mente con palabras, aunque sea Hugo el que las diga. Esas exquisitas cosas de los amores.pri- meres que nos perfuman la vida, dulce, inefa- ble y misteriosamente. Iba a comer algunas ve ces en la casa de esta nifia, en compafia de es- critores y hombres piblicos. En la comida se ha- plaba de letras, de arte, de impresiones varias ; pero, naturalmente, yo me pasaba las horas mi- rando los ojos de la exquisita muchacha, que era mi verdadera musa en esos dias dichosos. Una fatal timidez, que todavia me dura, hizo que OBRAS COMPLETAS 4 yo no fuese al comienzo cémpletamente expli- tito con ella, en mis deseos, en mi modo de ser, en mis expresiones. Pasaban deliciosas escenas Ge una castidad casi legendaria, en que un roce de mano era la mayor de las conquistes, Pero para el que haya experimentado tales cosas, todo bilo es hechicero, justo, precioso. Nos ponfamos, por ejemplo, a mirar una éstrella, por la tarde, una grande estrella de oro en unos crepisculos fazules 0 sonrosados, cerca del Iago, y nuestro si- Jencio estaba Teno de maravillas y de inocencia. El beso Ilegé a su tiempo y Iuego legaron st tiempo los besos. {Cuan divino y criole Cantar de los cantares! Alli comprendi por primera vez en gu profundidad: Mel et lac sub lingua tua lay aue saber lo que son aquellas tardes de las amoroses tierras célidas. stan llenas como de tuna dulee angustia. Se diria a veces que no bay dhire. Las flores ¥ los Arboles se estilizan en la inmovilidad. La pereza y la sensualidad se unen fen 1a vaguedad de los deseos. Suena el lejano arrullo de una paloma, Una mariposa azul va por el jardin. Los viejos duermen en la hamaca. Entonces, en 1a hora tibia, dos manos se jun tan, dos cabezas se van acercando, se hablan ton voz queda, se compenetran. mutuas volicio- hes; no se quiere pensar, no se quiere saber fi se existe, y una voluptuosidad miliunanoches- ca perfuma de esencias tropicales el triunfo de a atraceién y del instinto. ‘Acontecié que un amigo mio estaba moribun= do, ¥ como es por alli costumbre, las familias fmigas iban a velar al enfermo. Tha ast 18 jo- “4 RUBEN DARIO ven que yo amaba, y alguien me insinus que ella habia tenido amores con el doliente. No recuerdo haber sentido nunca celos tan purpt- reos y tragicos, delante del hombre palido que estaba yéndose de la vida, ya quien mi amada daba a veces las medicinas. Juro que nunca, du- rante toda mi existencia, a no ser en instantes de violencia 0 provocada ira, he deseado mal o dafio a nadie; pero en aquellos momentos se diria que casi ponia oidos deseosos, para escu- char si sonaba cerca de la cabecera el ruido-de la hoz de la muerte, Esto lo he dicho concen- tradamente en unos cortos versos de mi hoy raro libro, publicado en Chile, Abrojos. Amor sen- sual, amor de tierra caliente, amor de primera /juventud, amor de poeta y de hiperestésico, de imaginativo. Pero es el caso que habia en él una estupenda castidad de actos. Todo se iba en ver las garzas del lago, los pajaros de las islas, las nocturnas constelaciones, y en medias pala- bras y en profundas miradas y en deseos con- tenidos y en esa profusin de cosas iniciales que constituyen el silabario que todos sabéis dele- ‘rear. ., Un dia dije a mis amigos: «Me caso». La car- cajada fué homérica. Tenia apenas catorce afios cumplidos. Como mis buenos queredores viesen una resolicién definitiva en mi voluntad, me juntaron unos cuantos pesos, me arreglaron un batil y me condujeron al puerto de Corinto, don- de estaba anclado un vapor que me levé en seguida a la Republica de El Salvador. OBRAS- COMPLETAS 4 2 Gobernaba este pais entonces el doctor Rafael Zaldivar, hombre culto, habil, tirénico para unos, bienhechor para otros, y a quien, habiendo sido mi benefactor y no siendo yo juez de historia, fen este mundo, no, debo sino alabanzas y agra- decimientos, Llegar yo al puerto de La Libertad ¥ poner un telegrama a su excelencia todo fué Uno. Inmediatamente recibi una contestacién ha- lagedora del presidente, que se encontraba en una hacienda, en el cual telegrama era muy gentil conmigo y me anunciaba una audiencia en la capital, Llegué a la capital, Al cochero que me pregunté a qué hotel iba, le contesté sen- cillamente: «Al mejors. El mejor, de cuyo nom- bre no puedo acordarme aygque quiero, lo tenfa ‘un baritono italiano, de apellido Petrilli, y era famoso por sus macarroni y su moscato espur mante y las bellas artistas que Uegaban a cantar pera y a recoger el pafiuelo de un galante, ge neroso, infatigable sultén presidencial. A los po- cos dias recibi aviso de que el presidente me es peraba en la casa de gobierno. Mozo flaco y de Targa cabellera, pretérita indumentaria y_ex- haustos bolsillos, me presenté ante el gobernan- te, Pasé entre los guardias y me encontré timido y apocado delante del jefe de la Repiblica, que Zecibla de espaldas a la luz, para poder exami- nar bien a sus visitantes. Mi temor era grande y no encontraba palabras que decir. El presi- 0 # RUBEN DARIO dente fué gentilisimo y me hablé de mis versos y me ofrecié su protecciém; mas cuando me pre- gunté qué era lo que yo deseaba, contesté, job, inefable Jerome Paturot!, con estas exactas ¢ inolvidables palabras que hicieron sonreir al varén de poder: «Quiero tener una buena posi- cién social» 2Qué entenderia yo por tener una osicién social? Lo sospecho. El doctor Zaldivar, siempre sonriendo, me contesté bondadosamente «so depende de usted,..», Me despedi. Cuando Megué al hotel, al poco rato, me dijeron que el director de policfa deseaba verme. Noté en él y en el dueio del hotel un desusado earifio. Se me entregaron quinientos pesos plata, obsequio del presidente. jQuinientos pesos plata! Macaroni, ‘moseato espumante, artistas bellas... Era aque- Uo, en la imaginacién del ardiente muchacho fiaco y de cabellos largos, ensofiador y Ueno de deseos, un buen comienzo para tener una buena posicién social, Al dia siguiente, por la mafiana, estaba yo ro- deado de improbables poctas adolescentes, es ctitores en ciemnes y aficionados a las musas. Bjercia de nabab. Los invité’@ almorzar, Maca rron{, moscato espumante. Bl esplendor continud hasta Ja tarde, y legé la noche. 2Qué-picaro’ Beleebti hizo en las altas horas que me levantase y fuese a tocar la puerta de Ja bella diva que recibia altos favores y que ha- bitaba en el mismo hotel que yo? Nocturno efec- to sensacional, desvario y locura, Al dia siguien- te estaba yo todo mohino y leno de remordi- mientos. La cara del hostelero me indieaba cosas OBRAS COMPLETAS 4 graves, ¥ aunque yo hablara de mi amistad pre- sidencial, es el caso que mis mérijos estaban en baja. A los pocos dias, los quinientos pesos se habian esfumado y recibi Ia visita del: mis director de policia que me los hab{a traido. Dij iene con otros quientos pesos.» «Joven me dijo con un aire serio y conminatorio—, aliste sus maletas y, de orden del sefior presi- dente, sigame» Le segui conto un corderito. Me Mevé a un colegio que dirigia cierto céle- bre escritor, el doctor Reyes. Oi que el terrible funcionario decfa al director: «Que no deje usted salir a este joven, que lo emplee en el colegio ¥ que sea severo con él» Dije para mi: «Estoy per- dido». Pero el director era un hombre suave, inr sinuante, con habilidad indigena, culto y mali- cioso, y comprendié qué clase de sofiador le Ie vaban. «Amiguito—me dijo—, no encontraré us- ted en mi severidad sino amistad; portese bien; dard usted una clase de gramatica, Eso sf, no saldré usted a la calle, porque es orden estricta del sefior presidente» En efecto, comencé a hacer mi vida escolar, no sin causar, desde luego, en el establecimiento inusitadas ‘revoluciones. Por ejemplo, me hice magnetizador entre los muchachos. Hecia misteriosos pases y decia par labras sibilinas, y lo peor del caso es que un dia uno de los chicos se me durmié de veras y no lo podfa despertar, hasta que a alguien se le ocu- rri6 echarle un’ vaso de agua fria en la cabeza. El director me llamé y me dijo palabras repren- sivas, No insisti, pero ensefié a recitar versos a todos los alumnos y era consultado para decla- x # RUBEN DARIO raciones y cartas de amor. En tal prisién estuve argos meses, hasta que un dia, también por or~ den presidencial, fui sacado para algo que se~ fialé en mi vida una fecha inolvidable: el es- treno de mi primer frae y primera comunicacién con el puiblico. El presidente habfa resuelto que fuese yo—la verdad es que ello era honroso y satisfactorio para mis pocos afies—el que abriese oficialmente Ia velada que se dié en celebracion del Cente- nario de Bolivar. Escribi una oda, que, segin lo que vagamente recuerdo, era bella, ‘clésica, correcta, muy distinta, naturalmente, a toda mi produccién en tiempos posteriores. ‘Aqui se produce en mi memoria una bruma ‘que me impide todo recuerdo, Sélo s6 que perdi el apoyo gobernamental. Que anduve a la diabla con mis amigos bohemios y que me enamoré li- gera y liricamente de una muchacha que se Ia iba Refugio, a la cual escribi, en cierta oca- sidn, esta inefable cuarteta, que tuvo, desde Iue- go, alguna romantica recompensa. Las que se Haman Fidelias eben tener mucha fe; 1i, que te llamas Refugio, Refugio, refigiame, Era una chica de catorce afios, timida y son- riente, gordita y sonrosada como una fruta. El caso fué simplemente poético y sin trascenden- cias. Poco tiempo después volvi a mi tierra, COMPLETAS 4 OBRAS 3 De nuevo en Nicaragua, reanudé mis amorios con la que una vez llamé «garza morena», Era presidente de la Republica el general Joaquin. Zabala, granadino, conservador, gentilhombre, excelente sujeto para el gobierno y de seguros prestigios. Se me consiguié un empleo en la se- eretaria presidencial. Escribi en periédicos semi- oficiales versos y cuentos y uno que otto articulo politico. Siempre lleno de ilusiones amorosas, mi encanto era irme a la orilla del lago por las noe ches llenas de insinuante tibieza. Me acostaba en el muelle de madera. Miraba las estrellas pro- digiosas, ofa el chapoteo de las aguas agitadas. Pensaba, Sofiaba. Oh, suefios dulces de la ju- ventud primaveral! Revelaciones sibitas de algo que est en el misterio de los corazones y en la reconditez de nuestras mentes; conversacién con las cosas en un Ienguaje sin formula, vibraciones inesperadas de nuestras intimas fibras y ese Te- concentrar por voluntad, por instinto, por in fluencia divina en la mujer, en. esa misteriosa encarnacién que es la mujer, todo el cielo y: toda la tierra. Naturalmente, en aquellas mis so- litarias horas brotaban prosas y versos, y la eré= tica hoguera iba en aumento, Hacia viajes a veces a Momotombo, el puerto del lago, Admiraba los pajaros de las islas. En ocasiones cazaba eoco- Grilos con winchester, en compaifa de un rico y elegante amigo lamado Lisimaco Lacayo. Mi | | sm RUBEN DARIO re a care dino pais. Para dénde? Para cualquier parte. Mi idea Cafias, hombre noble y fino, de aventuras y con- see tas co —me dijo—. Es el pais adonde debes ir» «Pero, safe eet OBRAS COMPLETAS w& ios. En Nicaragua habia subido al Poder, des: pués de Zabala, el doctor Cardenas, Y anduve entre proclamas, discursos y fusilerias. Vino un gran terremoto. Estando yo dé visita en una casa, of un gran ruido y senti palpitar Ja tierra bajo mis pies; instintivamente tomé en brazos a una nifita que estaba cerca de mi, hija del duefio de casa, y sali a la calle; segundos después la pared cafa sobre el lugar en que estébamos, Re- ‘tumbaba el enorme voleén huguesco; Iovia ce- nizas, Se oscurecié el sol, de modo que a las dos de Ja tarde se andaba por las calles eon linternas, ‘Las gentes rezaban: habia un temor y una ime resin medievales. Asi me ful al puerto como entre una bruma. Tomé el vapor, un vapor ale- mén de la Compafiia Kosmos, que se amaba Varda, Entré en mi camarote; me dormi. Era yo cl tinico pasajero, Desperté horas después y fui sobre cubierta. A lo lejos quedaban las costas de mi tierra, Se vefa sobre el pais una nube ne- gra, Me entré una gran tristeza. Quise comuni carme con las gentes de a bordo, con mi preca- io inglés, y no pude hacerme entender, Asi em- pezaron largos fas de navegacién entre alema- nes, que no hablaban més lengua que la suya, El capitan me tomé carifio; me obsequiaba en la comida con buenos vinos del Rhin, cervezas teuténicas y refinados aleoholes. Y por el juego del dominé aprend{ a contar en alemén: ein, zwei, drei, vier, fiinf... Visité todos los puertos del Pacifico, entre los cuales aquellos donde no 2 RUBEN DARTO hay érboles ni agua, y los hoteleros, para distrac- bi de sus huéspedes, tienen en tablas, que colo: an como biombos, pintados drboles verdes y aun Tenos de ores y fulas. u Por fin, el vapor llega @ Valparaiso. Compro un periédieo, Veo que ha muerto Vicufia Mac- enna. En veinte minutos, antes de desembarcar, escribo un articulo, Desembarco. La misma cosa que en El Salvador: ;Qué hotel? El mejor. No fué el mejor, sino un hotel de segunda clase en donde se hospedaba un pianista francés Hamado el capitén Voyer. Hice busear a Eduar- do Poirier, y al poco rato este hombre generoso; correcta y eficaz estaba conmigo, dindome la ilu sién de un Chile espléndido y realizable para mis aspiraciones. Bl Mercurio, de Valparaiso, pu- lied mi articulo sobre Vicufia Mackenna y me Io pogé largemente. Poirier fué entonces, des- pués y siempre, como un hermano mio. Pero fiat bbia que ir inmediatamente a Santiago, a la ca pital. Poirier me pidié la carta que trafa yo para ‘quel personaje eminente en la ciudad directiva y la envié al destinatario, articulo en El Mercurio, mi renombre an- terior... Contest aquel ‘personaje que tenia en el Hotel de France ya listas las habitaciones para el sefior Darfo y que me esperaria en la estacién. Tomé el tren para Santiago. OBRAS COMPLETAS § For el camino no fueron sino rapidas visiones para ojos de poeta, y he aqui la capital chilena, Ruido de tren que Iega, agitaclén de familias, abrazos y salutaciones, mozos, empleados de hotel, todo el trajin de una estacién metropolitana. Pero a todo esto las gentes se van, los coches de los hoteles se Henan y desfilan y la estacién va que- dando desierta. Mi valijita y yo quedamos a un lado, y ya no habia nadie casi en aquel largo recinto, cuando diviso dos cosas: un carruaje espléndido con dos soberbios caballos, cochero estirado y valet, y un sefior todo envuelto en ieles, tipo de financiero o de diplomético, que andaba por la estacién buscando algo, Yo, a mi vez, buscaba. De pronto, como ya no habia nada ‘ue buscar, nos dirigimes el personaje a mi y yo al personaje. Con un tono entre dudoso, asom- brado y despectivo me pregunt6: «Seria usted acaso el sefior Rubén Dario?s, Con un tono entre asombrado, miedoso y esperanzado pregunté: ajSeria usted acaso el sefior C. A.2x. Entonces vi desplomarse toda una Jericé de ilusiones, Me envolvié en una mirada, En aquella mirada abareaba mi pobre cuerpo de muchacho flaco, ‘mi cabellera larga, mis ojeras, mi jacquecito de Nicaragua, unos pantaloneitos estrechos que yo crefa elegantisimos, mis problematicos zapatos, y sobre todo mi valija. Una valija indeseripti ble actualmente, en donde, por no sé qué pro- Gigio de comprensién, cabian dos 0 tres cami sas, otro pantalén, otras cuantas cosas de indu- mentaria, muy pocas, y una cantidad inimagi- nable de rollos de papel, periédicos, que lucha- Po wm RUBEN DARIO ban apretailos por caber ‘en aquel reducidisimo espacio, El personaje miré hacia su coche. Habla alli un secretario, Lo llamé. Se dirigié a mi, e@engo—me dijo—mucho placer en conocerle, Le habia hecho preparar habitacién en un hotel de que le hablé a su amigo Poirier. No le con- ‘Yen un instante aguella equivocacién tomo ante m{ el aspecto de la fatalidad y ya no exis- tia, por los justos y tristes detalles de Ia vida préctica, la ilusién que aquel politico opulento tenia respecto al poeta que legaba de Centro- américa. Y no habla, en resumidas cuentas, més ‘que el inexperto adolescente que se encontraba alli a caza de suefios y sintiendo los rumores de las abejas de esperanza que se prendfan a su larga cabellera. 15 Por recomendacién de aquel distinguido ca ballero entré inmediatamente en la redaccién de La Epoca, que dirigia el sefior Eduardo Mac Clure, y desde ese momento me incorporé a la joven intelectualidad de Santiago. Se puede decir que la élite juvenil santlaguina se reunfa en quella redaceién, por donde pasaban graves ¥ dixectivos personajes, Alli conoci a D. Pedro Montt; a D. Agustin Edwards, cufiado del di- rector del diario; a D, Augusto Orrego Luicos al doctor Federico Puga Borne, actual ministro de Chile en Francia, y a tantos otros que perte- necfan a la alta politica de entonces. OBRAS COMPLETAS 8 La falange nueva la componia un grupo de muchachos brillantes que han tenido figuracién, y algunos la tienen, no solamente en las letras, sino también en puesto de gobierno. Eran habi- tuales a nuestras reuniones Luis Orrego Luco; el hijo del presidente de la Repiiblica, Pedro Balmaceda; Manuel Rodriguez Mendoza; Jorge Huneeis Gana; su hermano Roberto; Alfredo y Galo Irarrézabal; Narciso Tondreau; el pobre Alberto Blest, ido tan pronto; Carlos Luis Hiib- ner ¥ otros, que animaban nuestros entusiasmos con la autoridad que ya tenian; por ejemplo, el sutil ingenio de Vicente Grez o la roméntica y caballeresca figura de Pedro Nolasco Préndez Luis Orrego Luco hacia presentir ya al escri- tor de emocién e imaginacién que habia de triun- far con el tiempo en la novela. Rodriguez Mendo- za era entendedor de artisticas disciplinas y es- critor politico que fué muy apreciado. A él dedi- qué mi coleccién de poesfas Abrojos. Jorge ‘Huneeis Gana se apasionaba por lo clasico, Hoy ‘mismo, que la diplomacia Ie ha atraido por com- pleto, no olvida sus ganados lauros de prosista y publica libros serios, correctos e interesantes. Su hermano Roberto era un poeta sutil y delicado; hoy ocupa una alta posicién en Santiago, Galo Irarrdzabal murié, no hace mucho tiempo, de diplomético, y su hermano Alfredo, que en aque- Ua época tenfa el cetro sonoro de la poesia ale- gre y satirica, es ahora ministro plenipotenciario en el Japén, Tondreau hacia versos gallardos y traducla a Horacio, Ha sido intendente de una 6 RUBEN DARIO provineia, Todos los demas han desaparecido; muy recientemente el cordial y perspicaz Hubner. ‘Mac-Clure solfa aparecer a avivar nuestras dis- cusiones con su rostro sonriente y su inseparable habano. Era lo que en Espafia se ama un hie dalgo y en Inglaterra un gentleman. La impresién que guardo de Santiago, en aquel tiempo, se reducirfa a lo siguiente: vivir de aren- ques y cerveza en una casa alemana para poder vestirme elegantemente, como correspondia @ mis amistades aristocraticas. Terror del célera que se presenté en la capital. Tardes maravillo- sas en el cerro de Santa Lucia. Creptisculos in- olvidables en el Iago del parque Cousifio. Horas noeturnas con Alfredo Irarrézabal, con Luis Orrego Luco 0 en el silencio,del Palacio de la ‘Moneda, en compafia de Pedro Balmaceda y del joven conde Fabio Sanminatelli, hijo del minis- ‘tro de Italia. ‘Debo contar que una tarde, en un lunch, que alli Haman hacer once», conoci al presidente Balmaceda, Después debia tratarle més detenida. mente en Vifia del Mar. Fui invitado a almorzar por él. Me colocé a su derecha, lo cual, para aquel hombre Ueno de justo orgullo, era la su- prema distincién, Era un almuerzo familiar. Asistia el canénigo doctor Florencio Fontecilla, que fué mis tarde obispo de La Serena, y el ge- neral Orozimbo Barboza, a la sazin ministro de Ia Guerra. Era Balmaceda, @ mi entender, el tipo del ro- méntico-politio y sellé con su fin su historia, Era alto, garboso, de ojos vivaces, cabellera €s- OBRAS COMPLETAS 5 peta, gesto sefiorial, ‘palabra ' insinuante, al mismo tiempo autoritaria y meliflua. Habia na- cido para principe y para actor. Fué el rey de un instante, de su patria; y concluyé como un héroe de Shakespeare. {Qué mas recuerdos de Santiago que me sean intelectualmente simpéti- cos? La eapa de D. Diego Barros Arana; la tra dicional figura de los Amuntegui; D. Luis Montt en su biblioteca. ‘Voy a referir algo que se relaciona epn mi ac- tuacién-en la redacelén de La Bpoca. Una noche aparecié nuestro director en la tertulia y nos dijo lo siguiente: ‘Vamos a dedicar un mimero a Campoamor, que nos acaba de enviar una colaboracién, Dos- cientos pesos al que escriba la mejor cosa sobre Campoamor. ‘Todos nos pusimos a la obra, Hubo notas muy lindas; pero por suerte, 0 por concentracién de pensamiento, ninguna de las poesias resumia la personalidad del gran poeta como esta décima Este del cabello cano como la piel del armifo, junté ou candor de nifio con su experiencia de anciano. Cuando se tiene en la mano uun libro de tal varén, abela es cada expresin ‘que, volando del papel, Geja en Ios labios 1a miel 'y pica en el corazén, ————— ye RUBEN DARTO Debo confesar, sin vanidad ninguna, que todos Joe sompafieros aprobaron 1a disposicién del di- predigioss Pedro Balmaceda, No ha tenido Ch¥e prota mis poeta que él. A nadie so le pode Petras mejor el adjetivo de Hamlet: «Dulce apincipen, ‘Tenia wna cabeza apotinea sobre, prineiPideforme. Su palabra era insinuante, con enstadora, aurea. Se veia también on €l be Fe quistagjue’ le venia por linaje. Se dirfa que Javentud estaba lena de experiencia. Par) So Pits afios tenia una sapiente erudicion Posela Prtmas, Sin haber ido a Europa sabia detalles wrasbliotecas y museos. LQuién escribia en ee SRanpo sobre arte sino él? LY quién daba on #efante una vibracion de novedad de estilo come instiietoy seguro de que todos mis, compafiorss ar el entonces acuerdan conmigo le palma 4e eo orga a nuestro Pedro lamentado y queride Pjedmo no evocar ahora que él fué quien Pi buicate mi libro Abrojos, respecto al cual eseri- biera una pagina artistica y cordial? 16 Por Pedro pasé a Valparaiso, en donde ian metal iba a ocuper un puesto en 1a Advan: waae piso, para mi, fué ciudad de alegria ¥ Ge UUntera, de comedia y de drama y hasta de avine triste7e greordinarias, ‘Estas quedarén para des- pues. OBRAS COMPLETAS ~89 ee een sSscelén de Hl Heralao. Lo a BaD: Rduardo de la Barra, noble poeta y exce- ge Hao ar Ee Yo a BC y bien, quedé: ty vida en Valparaiso se concentra en ya itt Gitaciones a, bordo de los. barcos, por marinos ee rene ee D. José Victorino Lastarria. ¥ fu de ey ma- | © RUBEN DARED nera. Yo tenfa, desde hacia mucho tiempo, como una viva aspiracién el ser corresponsal de La Nacién, de Buenos Aires. He de manifestar que es en ese periédico donde comprendi ‘a mi ma- nera el manejo del estilo y que en ese momento fueron mis maestros de prosa dos hombres muy diferentes: Paul Groussae y Santiago Estrada, ademas de José Marti. Seguramente en uno y otro existia espiritu de Francia. Pero de un modo decidido, Groussac fué para mi el verdadero con- ductor intelectual. ‘Me dijo D. Eduardo de la Barra: «Vamos a ver a mi suegro, que es intimo amigo del general Mi- tre, y estoy seguro de que él tendré un gran pla- cer en darle una carta de recomendacién para que logremos nuestro objeto, y también estoy seguro de que el general Mitre aceptard inme- distamente la recomendacién» En efecto, a vuelta de correo venia la carta del general, con palabras: generosas para mi, y dicighdome que se me autorizaba para pertenecer desde ese mo- mento a La Nacién. Quiso, pues, mi buena suerte que fuesen un Lastarria y un Mitre quienes iniciasen mi cola- boracién en ese gran diario. Estaba Lastarria sentado en una silla Voltai- re. No podia moverse por su enfermedad. Era venerable su ancianidad ilustre. Fluia de él auto- ridad y majestad. Habia mucha gloria chilena en aquel procer. Gran bondad emanaba de su virtud y nunca he sentido en América como entonces ia majestad de una presencia sino cuando conoei al general OBRAS COMPLETAS & ‘Mitre en la Argentina y al doctor Rafael Niiiez en Colombia. ‘Con mi cargo de corresponsal de La Nacién. me fu( para mi tierra, no sin haber escrito mi primera correspondencia, fechada el 3 de febre- ro de 1889, sobre la Iegada del cruceto brasile- fio Almirante Barroso a Valparaiso, a cuyo bor- do iba un principe, nieto de D. Pedro. En todo este viaje no recuerdo ningin inci- dente sino la visién de la debacle de Panamé: Carros cargados de hegros africanos que aulla- ban porque, segiin creo, no se les habfan paga- do sus emolumentos. Y aquellos hombres des nudos y con los brazos al cielo pedian justicia. av Al Megar a este punto de mis recuerdos, ad- vierto que bien puedo equivocarme, de cuando ‘en cuando, en asuntos de fecha, y anteponer 0 posponer la prosecucién de sucesos, No impor ta, Quizés ponga algo que acontecié después en momentos que no le corresponds, y viceversa. Es fécil, puesto que no cuento con més guia que el esfuerzo de mi memoria. Asi, por ejemplo, pien- so en algo importante que olvidé cuando he trat tado de mi primera permanencia en San Sal- vador. Un dia, en momentos en que estaba pasando horas tristes, sin apoyo de ninguna clase, vi. viendo a veces en casa de amigos y sufriendo lo indecible, me sent{ mal en la-ealle, En la ciu- @ RUB#N DARIO dad habia una epidemia terrible de viruela. Yo eref que lo que me pasaba seria un malestar causado por el desvelo; pero resulté que, des- graciadamente, era el temido morbo. Me’ con- dujeron a un hospital con el comienzo de la fie- bre. Pero en el hospital protestaron, puesto que no era aquello un lazareto, y entonees unos ami- gos, entre los cuales recuerdo el nombre de Ale- jandro Salinas, que fué el més eficaz, me Ie ¥aron a una poblacién cercana, de clima més benigno, que se lamaba Santa Tecla, Alli se ‘me aislé en una habitacion especial y ful aten- dido verdaderamente como si hubiese sido un miembro de su familia por unas sefioritas de apellido Caceres Buitrago. Me cuidaron, como he dicho, con carifio y solicitud, y sin temor al contagio de la peste espantosa. Yo perdi el. cono- cimiento, vivi algin tiempo en el delirio de Ja fiebre, sufri todo Io cruento de los dolores y de las molestias de la enfermedad; pero fui tan bien servido, que no quedaren en mf, una vez que se habia triunfado del mal, las feas cicatri- ces que sefialan el paso de la viruela, En. lo referente a mi permanencia en Chile, glvidé también un episodio que juzgo bastante interesante. Cuando habitaba en Valparaiso tuye la proteccién de un hombre excelente y de ori gen humilde: el doctor Galleguillos Lorea, muy popular y muy mezclado entonces en politica, siendo una especie de eleaders entre los obre- ros, Era médico homeépata. Habla comenzado de minero, trabajando como un peén; pero do tado de singulares energias, resistente y de buen - OBRAS COMPLETAS 6 humor, logré instruirse relativamente y Ileg6 a ser lo que era cuando yo le conocf, Liegaban a su consultorio tipos raros, a quienes daba mu- chas veces no s6lo las medicinas, sino también dinero. La hampa de Valparaiso tenia en él a su galeno. Le gustaba tocar la guitarra, cantar romanees, e invitaba a sus visitantes, casi siem- pre gente obrera, a tomar unos «ponches» com- puestos de agua, azticar y aguardiente, el aguar- diente que amaban en Chile «guachacay». Era ateo y excelente sujeto. Tenia un hijo a quien inculeaba sus ideas’ en discursos burlones de un volterianismo ingenuo y un poco rudo. El re- sultado fué que el pobre muchacho, segiin supe después, @ los veintitantos afios se pegd un tio En una ocasién me dijo el doctor Gallegui- os: «:Quiere usted acompaiiarme esta noche a una visita que| tengo que hacer por los ce ros?» Los cerros de Valparaiso tenian fama de peligrosos en horas nocturnas, mas yendo con el doctor Galleguillos me crefa salvo de cual- quier ataque y acepté su invitacion, Tomé él su pequefio botiquin y partimos. La noche era’osci ra, y cuando estuvimos a la entrada de la estri- bacién de la serrania, el comienzo era bastante dificil, Ileno de barrancos y hondonadas. Liegaba a nuestros ofdos, de cuando en cuando, algin tiro mds 0 menos lejano. Al entrar a cierto pun- to, un farolito surgié detrés de unas piedras. El doctor silbé de un modo especial, y el hombré que Ievaba el farolito se adelanté a nosotros. «GEistén los muchachos?», pregunté Gallegui- os. «Si, sefiorn, contesté el rotito. ¥ sirviéndo- Fo @ RUBEN DARIO nos de gufa, comenz6 a caminar y nosotros tras 61, Anduvimos largo rato, hasta Iegar a una es- pacie de choza 0 casa en donde entramos. Al leger hubo una especie de murmullo entre un grupo de hombres que vausaron en mi vivas in- quietudes. Todos ellos tenfan traza de facinero- sos, ¥ en efecto lo eran. Més 0 menos asesinos, més 0 menos ladrones, pues pertenecian a la mala vida. Al verme me miraron con hostiles ojos, pero el doctor Jes dijo algunas palabras y ello calmé Ia agitacién de aquella gente descon- fiads. Habia una especie de cantina, o de boli- che, en que se amontonaban unas cuantas bote- las de diferentes licores. Estaban bebiendo, se- gin la costumbre popular, un «poncher mata- dor, en un vaso enorme que se denomina «po- trillon y que pasa de mano en mano y de boca en boca, Uno de los mal entrazados me invité a beber; yo rehusé con asco instintivo, y se pro- dujo un movimiento de protesta furiosa entre los. asistentes. «Beba pronto—me dijo por lo bajo el doctor Galleguillos—y déjese de histo- rias» Yo comprendi lo peligroso de la situacién ¥ me apresuré a probar aquel ponche infernal. Con esto satistice a los rotos. Luego lamaron al doctor y pasamos a un cuarto interior. En una cama, y rodeado de algunas mujeres, se encor traba un hombre herido. El doctor habl6 con él, Ie examin6-y Ie dej6 unas cuantas medicinas de su botiquin. Luego.salimos, acompafiados en- tonces de otros rotos que insistieron en custo- diarnos, porque, segiin decian, habia sus peli- gros esa noche. Asi, entre las tinieblas, apenas OBRAS COMPLETAS 66. alumbrados por un farolito, entramos de nuevo a la ciudad. Era ya un poco tarde y el doctor me invité a cenar. «remos—dijo—a un lugar curioso, para que lo conozca.» En efecto, por es extraviadas, Hegemos ano recuerdo ya qué ‘casa, tocé mi amigo una puerta, que se entre- abri6, y_penetramos. En el interior habia una especie de «restaurants, en donde cenaben per sonas de diversas cataduras. Ninguna de ellas con. aspecto de gente pacifica y honesta, El doc tor lamé al duetio del establecimiento y me pre- senté. «Pasen adentron, nos dijo éste. Seguimos més al fondo de Ja casa, no sin cruzar por un patio hiimedo y Meno de bierba. «Aqui hay en- terrados muchos», me dijo en voz: baja el médi- co. En otro comedor se nos sirvié de cenar ¥ yo oja las voces que en un cuarto cerrado da- ban de cuando en cuando algunos individuos. Aquello era una timba del peor cardcter. Casi de madrugada salimos de alli y la aventura me impresioné de modo que no la he olvidado. Asi no podia menos de contarla esta vez, 18 Y¥ ahora continuaré el hilo de mi interrumpi- da.narraciéa. Me encuentro de vuelta de Chile, en la ciudad de Leén, de Nicaragua. Estoy de nuevo en la casa de mis primeros afios. Otros devaneos han ocupado mi corazén ¥ mi cabeza, Hay un apasionamiento sibito por Cierta bella persona que me hace sufrir con la Oe 6 RUBEN DARIO sabida felinidad femenina, y hay una amiga in- teligente, graciosa, aficionada a la literatura, ue hace 1o posible pur ayudarme en mi amo- rosa empresa; y lo nace de tal manera que cuan- do, por fin, he perdido mi iiltima esperanza con la otra, entregada desdichadamente a un rival mis feliz, me encuentro enloguecido por mi in- tercesora, Esta inesperada revolucién amorosa se prolonga en la ciudad de Chinandega, en donde, jdesventurado de mi!, iba a casarse el idolo de mis recientes anhelos. Y alli nuevas ‘complicaciones sentimentales me aguardaban, con otra joven, casi una nifia; y quien sabe en ‘qué hubiera parado todo eso, si por segunda vez amigos mios, entre ellos el coronel Ortiz, hoy general, y que ha sido vicepresidente de la Repiblica, ‘no me facturan apresuradamente para El Salvador, Lo que provocé tal medida fué que una fiesta dada por el novio de aquella a quien yo adoraba y a la cual no sé por qué ni como fui invitado, con el aguijon de los exci- tantes del diablo, y a pedido dé no sé quién, em- pecé a improvisar versos, pero versos en los cuales decia horrores del novio, de la familia de Ja novia, jqué sé yo de quién més! ¥ fui sacado de alli mas que de prisa. Una vez llegado a la capital salvadorefia busqué algunas de mis an- tiguas amistades, y una de ellas me present6 al general Francisco Menéndez, entonces presiden- te de la Reptiblica. Era éste, al par que mili- tar de mérito, conocido agricultor y hombre probe. Era uno de los més fervientes partida- ios de la Unién centroamericana, y hubiera he- OBRAS COMPLETAS @ cho seguramente el sacrificio de su alto puesto por ver realizado el. ideal unionista que fuera sostenido por Morazén, Cabaiias, Jerez, Barrios ¥ tantos otros. En esos dias se trataba cabalmen- te de dar vida a un nuevo movimiento unifica- dor, y es claro que el presidente de El Salvador era uno de los més entusiastas en Ia obra. A los pocos dias me mandé Hamar y me dijo: «aQuiere usted hacerse cargo de la direcci6n de un diario que sostenga os principios de la Uni6n?» «Desde luego, sefior presidenter, le con- testé, «Est bien--me dijo—; daré orden para que en seguida se arregle todo lo necesario.» En efecto, no pas mucho sin que yo estuviera a la cabeza de un diario, érgano de los unionistas centroamericanos y que, naturalmente, se titu- laba La Union, Estaba remunerado ‘con liberalidadi Se me pagaban aparte los sueldos de los redactores. Se imprimia el periédico en la imprenta nacional ¥ se me dejaba todo el producto administrative de la empresa. Bl diario empezé a funcionar con bastante éxito. Tenfa bajo mis érdenes a un es- eritor politico de Costa Rica, a quien encomen- dé los articulos editoriales, D. Tranquilino Cha- cén; a un fulminante colombiano, famoso en Centroamérica como orador, como taquigrafo y aun como militar y como’ revolucionario, un buen diablo, Gustavo Ortega, y a cierto malo- grado poeta costarriquefio, mozo gentil, que mu- rid de tristeza y de miseria, aunque en sus til timos dias tuviese el Gobierno de Costa Rica la youena*idea de hacerle ir a Barcelona para que @ RUB AN DARLO yuiera lograse el consuelo de morir después de haber visto Europa; me refiero a Equileo Eche- verrfa. Luego, contaba con la colaboracién de Jas mejores inteligencias del pais y del resto de la América Central, y el diario empezé su ca rrera con mucha suerte, Habitaba entonces en San Salvador la viuda de tn famoso orador de Honduras, Alvaro Con- treras, que, si no estoy mal informado, tiene hoy un monumento, Fué este hombre, vivaz y Meno de condiciones brillantes, un verdadero dominador de la palabra. Combatié las tiranias y sufrié persecuciones por ello, En tiempo de la guerra del Pacifico fundé un diario en Pa namé en defensa de los intereses peruanos, Siu viuda tenia dos hijas: a ambas habia conocido yo en los dias de mi infancia y en casa de mi tia Rita, Bran de aquellas compafieras que ale- graban nuestras fiestas pueriles, de aquellas con quienes bailébamos y con quienes cantébamos canciones en las novenas de la Virgen, en las fiestas de diciembre, Esas dos nifias eran ya dos sefioritas. Una de ellas cas6 con el hijo de un poderoso banquero, a pesar de la modesta con- dicion en que quedara la familia después de la muerte de su padre. Yo frecuenté la casa de la viuda, y al amor del recuerdo y por la inteli- gencia, sutileza y superiores dotes de la otra nifia, me vi de pronto envuelto en nueva lama amorosa, Ello trascendié en aquella reducida so- ciedad amable. «;Por qué no se casa?», me dijo uuna vex el presidente. «Seflor—le contesté—, es Jo que pienso hacer en seguida» Y con et bene- OBRAS COMPLETAS 6 plécito de mi novia y de su-madre me puse 2 tomar las disposiciones necesarias para la rea- izacién de mi matrimonio. Entretanto, uno de mis amigos principales. era Francisco Gavidia, quien quizas sea de los més s6lidos humanistas y seguramente de los primeros poetas con que hoy cuenta Ia América espafiola. Fué con Gavi- dia, la primera vez que estuve en aquella tierra salvadorefia, con quien penetré en iniciacién * ferviente, en la armoniosa floresta de Vietor Hugo; y de la lectura mutua de los alejandrinos del gran franeés; que Gavidia, el primero segu- ramente, ensayara en castellano a la manera francesa, surgié-en mf Ia idea de renovacién mé trica, que debfa ampliar y realizar mis tarde, A Gavidia aconteciéle un caso singularisimo, que me narrara alguna vez, y que dice cémo vibra en su cerebro la facultad del ensuefio, de tal manera, que Ilegé a exteriorizarse con tan- ta fuerza, Sucedié que siendo muy joven, re- cién Iegado a Paris, iba leyendo un diario por: un puente del Sena, en el cual diarfo encontré la noticia de Ja ejecucién de un inocente. En- tonces se impresion6 de tal manera, que sufrié Ia més singular de las alucinaciones. Oyé que Tas aguas del rio, los arboles de la orilla, las pie- Gras de los puentes, toda la naturaleza circu dante gritaban: «Es necesario que alguien se sacrifique para lavar esa injusticia!» E incon- tinenti se arrojé al rio. Felizmente, alguien le vié y pudo ser salvado ‘inmediatamente. Le pro- digaron los auxilios y fué conducido al Consu- Indo de El Salvador, cuyas sefias levaba en el CO mER EIU eB ease Deane 67a) bolsillo. Después, en su pais, ha publicado be- os libros y escrito plausibles obras draméticas; se ha nutrido de conocimientos diversos y hoy €s director de la Biblioteca Nacional de la ca- pital salvadorefa, 19 Listo, pues, todo para mi boda, quedé sefia- ada la fecha del 22 de junio de aquel afio de 1890 para 1a ceremonia civil. En ese dia deberia efectuarse en San Salvador una gran fiesta mi- litar, para lo cual vendrian las tropas acuarte- ladas en Santa Ana y que comandaba el gene- ral Carlos Ezeta, brazo derecho y diremos casi hijo mimado del presidente de la Republica. Se decia que habfa querido casarse con Teresa, la hija mayor de éste. Si no estoy equivocado, ha- bia disensiones entre Ezeta y algunos ministros del general Menéndez, como los doctores Del- gado e Interiano; pero no podria precisar nada al. respecto. Es el caso que las tropas legaron para la gran parada del 22. Esa noche debia darse un baile en la Casa Blanca, esto es, en el palacio presi- dencial. Se celebré en, casa de mi novia la ceremonia del matrimonio civil y hubo un almuerzo, al cual asistié el general zeta. Este estaba nervio- s0, y por varias veces se levanté a hablar con el sefior Amaya, director de Telégrafos y amigo suyo. Después de Ia fiesta, yo, fatigado, me fui a acostar temprano, con Ia decisién de no asis- OBRAS COMPLETAS tir al baile de Ia Casa Blanca. Muy entrada la noche, of, entre dormido y despierto, ruidos de descargas, de cafioneo y titos aislados, y ello no ‘me sorprendi6, pues supuse vagamente que aque- Uo pertenecia’a la funcién militar. Més adn: seria ya la madrugada cuando senti ruidos de caballos que se detenfan en la puerta de mi ha- bitacién, a la cual se Mamé, pronunciando mi nombre varias veces, eLevantate—me decian—; esté tu amigo el general Ezeta» Yo contesté que estaba demasiado cansado y no tenia ganas de pasear, suponiendo desde luego que se me in- vitaba para algdn alegre y béquico desvelo. Sen- ti que se alejaron los caballos. Por la mafiana Hamaron a la puerta de nue vo: me levanté, abri y me encontré con una criada de casa de mi novia, © mejor dicho, de mi mujer. «Dicen las sefloras—expresé—que es- tén muy inguietas con usted, suponierido que le hhubiese pasado algo en lo de anoche» «Pero igué ha ocurrido?s, le pregunté, «Que ya no es presidente el general Menéndez, que le han ma- tado» «z¥ quién es el presidente entonces?» aE] general Ezeta» Me vest{ y parti inmedia- tamente a casa de mi esposa. Al pasar por los portales vecinos a la Casa Blanca encontré unos cuantos cadaveres entre charcos de sangre. Im- presionado, entré al café del Hotel Nuevo Mun- do a tomar una copa; me senté, En una mesa eercana habia un hombre con una herida en el cucllo, vendada con un pafuelo ensangrentado. Estaba vestido de militar y bastante ebrio. Sacé un revélver y tranquilamente me apunté: «Diga ®@ RUB#N DARIO iviva el general Ezetal» «Si, seficr—le contes- té—; iviva el general Bzetaly «As{ se hacen, exclamé, y guardé su revdlver. ‘Tomé mi copa ¥ parti inmediatamente 2 buscar a mi mujer. En su casa se me narré lo que habia sucedido. Durente la noche, mientras se estaba en lo me. jor del baile presidencial, donde se hallaba la Hlor de a sociedad salvadorefia, quedaron to- dos sorprendidos por ruidos de ‘fusileria, y se not6 que el palacio estaba rodeado de tropas. Un general, cuyo nombre no recuerdo, habia pe netrado a los salones ¢ intimé orden de prision a los ministros que alli se encontraban. El pre- sidente, general Menéndez, se habia ido a acos- tar. La confusion de las gentes fué grande; hubo gritos y desmayos. A todo esto se habia ya avi- sado ai general Menéndez, que se cifié su espa- da e increpé duramente al general que legaba a comunicarle-también orden de prisién. Entre- tanto, la guardia del Palacio se batia desespe- radamente con las tropas sublevadas, Teresa, la hija mayor del presidente, gritaba en los salo- nes: «iQue Mamen a Carlos; él tranquilizaré todo esto y dominaré la situacién!» «Sefiorita’ —le contesté alguien, es el general Ezeta quien ‘se ha sublevado» El presidente habla abierto Ios balcones de la habitacién y arengaba‘a las tropas. Atin se oy6 un viva al general Menén- dez; pero éste cayé instanténeamente muerto, Fué Mevado el cuerpo, y los médicos certifica- ron que no tenia ninguna herida. Al darse cuen- ta de que Carlos Ezeta, a quien 61 queria como ‘aun hijo y a quien habia hecho toda clase de OBRAS COMPLETAS beneticics, a quien habia enriquecido, a quien hhabia puesto a la cabeza de su ejército, era quien Je traicionaba de tal modo, el pobre presidente, que era cardiaco, segtin parece, suftié un ata- que mortal. El cadaver fué expuesto, y el pue- blo desfilé y se dié cuenta de Ja verdad del he- cho. «2Qué piensas hacer?s, me dijo mi espo- sa, «Partir inmediatamente a Guatemala, pues- to que hay un vapor en el puerto de ia Liber- tad» Sali a dar los pasos necesarios para el arre- flo répido de mi viaje, y en el camino me ea- contré con alguien que me dijo: ‘«El general Ezeta desea que vaya dentro de una hora al cuartel de Artillerias Cruzaban patrullas por Js calles. Unos cuantos soldados iban carga: dos con cajas de dinero, Una hora después es- taba yo en el cuartel de Artilleria, que se ha- aba leno de soldados, muchos de ellos heri- dos, Un tropel de jinetes. Liega el general Eze- ta, rodeado de su Estado Mayor. Se nota que ha ebida mucho. Desde el caballo se dirige a mi y me dice que me entienda con no recuerdo ya ‘uién, para asuntos de publicidad sobre el nuevo eslado de cosas. Yo salgo y prosigo mis prepara- tivos de partida; eseribo una carta al nuevo pre- sidente manifesténdole que un asunto particular de especialisima urgencia me obliga a irme inme- iatamente a Guatemala; que volveré a los pocos dias a ponerme a sus érdenes, Y me dirigi al puerto de la Libertad. En el hotel-estaba cuan- Go el-comandante del puerto apareeié y me dijo que de orden superior me estaba prohibida 1a salida del pois, Entonces empeeé por telégrafo ™@ RUBEN DARIO una campafia activisima, Me dirigi a varios ami- 0s, rogdndoles se interesasen con Ezeta, y has- ta recurri ala buena voluntad masénica de mi antiguo amigo el doctor Rafael Reyes, intimo amigo del improvisado presidente. EL vapor estaba para zarpar cuando, por in fluencia de Reyes, el comandante recibia orden de dejar que me embarcase; pero junto conmi- go iba ya persona que observase y que procu- ase conocer el fondo de mis impresiones y sen- timientos sobre los sucesos acontecidos, Era unt sefior Mendiola Boza, cubano de origen. Natural que yo me manifesté ezetista convencido; y el hombre lo creyé 0 no lo creyé, pero cumplié con ‘su misién. 20 Al llegar a Guatemala supe que la guerra es taba por estallar entre este pafs y El Salvador. Menéndez habia mantenido las ‘mejores rela ciones con el presidente guatemalteco Barillas, y éste tenfa sus razones para creer que Ezeta le seria contrario y aprovechara para prestigiat- se de la antipatia tradicional entre salvadorefios y guatemaltecos. No bien ube Iegado al hotel cuando un oficial se presents a decirme que el presidente, general Barillas, me esperaba: in- mediatamente. La capital estaba conmovida y se hablaba de la seguridad de la guerra. Me di- igi a la casa presidencial, acompafiado del off- cial que habia ido a buscarme, Penetré entre los numerosos soldados de la guardia de honor OBRAS COMPLETAS % y seme hizo pasar a un salén. Al legar vi que fl presidente estaba rodeado de muchos nota- bles de la ciudad, Se hallaba agitadisimo y cuan- do yo entré pronunciaba estas palabras: «Por ‘que, sefiores, el que quiera comer pescado que se moje el...» Yo me senté timidamente en una silla, fuera del eftculo, pero el presidente me miré ¥ me pregunté: «iEs usted el sefior Ru- bén Dario?» «Si sefiorm, le contesté. Me hizo en. tonces avanzar y me sefialé un asiento cereano a él. «Vamos a ver—me dijo—, ies usted tam- bién de los que andan diciendo que el general Menéndez no ha sido asesinado’s «Sefior presi- dente—le contesté—, yo acabo de llegar, no he hablado ain con nadie; pero puedo asegurarle que el presidente Menéndez no ha sido asesi- nado» En los ojos de Barillas brillé la célera. 4zY no sabe usted que tengo en la Penitencia- ria a muchos propaladores de esa falsa noticia?» «Sefior—insisti—, esa noticia no es falsa. El ge- neral Menéndez ha muerto de un ataque car- diaco al parecer; pero si no ha sido asesinado con bala 0 con pufial, le ha dado muerte Ja ine gratitud, la infamia del general Ezeta, que ha cometide, se puede decir, un verdadero parrici- dio» ¥ me extendi sobre el particular. El pre- sidente me escuché sin inmutarse, «Esta bien me dijo cuando hube conclufdo—. Vaya en seguida y escriba eso. Que aparezca mafiana mis- mo. ¥ véase con el ministro de Relaciones Ex- teriores y con el ministro de Hacienda» Me fui répidamente a mi hotel y escribi la narracion de los sucesos de] 22 de junio, con el titulo de «His- 37 RUBEN DARIO toria negra», que en ocasién oportuna reprodu- jo La Nacidn, de Buenos Aires. ‘Mi escrito caus6 gran impresién, y supe des- pués' que Carlos Ezeta, asi como’ su hermano Antonio, aseguraban que si alguna vez caia en sus manos no saldria vivo de ellas. «Y pensar —decia algiin tiempo més tarde el presidente Ezeta al ministro de Espafia, D. Julio de Are- llano y Artéspide, después marqués de Casa Are- Uano y cuya esposa fuera madrina de mi hijo, en San José de Costa Rica—, iy pensar que yo hubiera hecho rico a Rubén sino comete el dis- parate-de ponerse en contra mia!» La verdad e.que yo estaba satisfecho de mi conducta, pues ‘Menéndez habia sido mi benefactor y sentia re- pugnancia de adherirme al cizculo de los trai dores. jSeré ello quizés un poco roméntico ¥ Poco préctico; pero qué le vamos a hacer! a De mi entrevista con el ministro de Relacio- nes Bxteriores y con el de Hacienda resulté que por disposicién ‘presidencial se me hizo, como en San Salvador, director y propietario de un dia- rio de carfcter semioficial. A los pocos dias sa- lia el primer mimero de El Correo de la Tarde. Era el general Barillas un presidente volun- tarioso y tirdnico, como han sido casi todos los presidentes de la América Central. Se apoyaba, desde luego, en la fuerza militar, pero tenia cier- ta cultura y excelentes rasgos de generosidad y OBRAS COMPLETAS 7 de rectitud. Uno de sus ministros era Ramén Salazar, literate notable, de edueaciéa alemana. La guerra se inicié, pero concluyé felizmente al poco tiempo. El poder de los Ezetas se afianz6 en San Salvador por el terror. En cuanto a mi, hice del diario semioficial una especie de coti- diana revista. literaria, Frecuentaba a D. Va lero Pujol, uno de los espaficles de mayor valor intelectual que hayan venido a América y cuyo nombre, no sé por qué, quizés por el rincéa centroamericano en que se metiera, no ha bri- ado como merece. Viejo republican, amigo de Salmerén y de Pi y Margall, creo que fué, durante la repiiblica, gobernador de Zaragoza. En Guatemala era y ¢s todavia el Maestro. Ha publicado valiosos libros de historia y tres ge~ neraciones le deben sus Iuces, Era director dé a Biblioteca Nacional el poeta cubano José Joa- quin Palma, hombre exquisito y trovador zo rrillesco, Es aquel autor de cierta poesia que sé encontré entre los papeles de Olegario Andra- de y que se publicé como suya, averiguindose después que era de Palma. ‘Tenia varios colaboradores literarios para mi periédico, entre los cuales un jovencito de ojos brillantes y cara sensual, dorada de sol de tré- pico, que hizo: entonces sus primeras armas. Se WYamaba Enrique Gémez Carrillo. Otro joven, José Tible Machado, que escribfa péginas a lo Bourget, el Bourget bueno de entonces, y que después seria un conocido diplomatico y_ actual mente redactor de Le Gaulois, de Paris, y otros: ea ae anne EES SOT OTE RRs et NR aa UB ae) Nee Derg tine) Hice lo que pude de vida social e intelectual ; pero ya era tiempo de que viniese mi mujer ¥ acabésemos de casamos. Y asi, siete meses des- pués de mi Iegada, se celebré mi matrimonio religioso, siendo und de mis padrinos el doctor Fernando Cruz, que fallecié después de minis+ tro en Paris. 2 En casa de Pujol intimé con un gran tipo, muy de aquellas tierras. Era el general Cayetano Sanchez, sostenedor del presidente Barillas, mi- Iitar temerario, joven aficionado a los alecho- les y a quien todo era permitido por su domi- nio y simmpatia en el elemento bélico. Recuerdo luna escena inolvidable, Una noche de luna ha- biamos sido invitados varios amigos, entre ellos mi antiguo profesor, el polaco D. José Leonard y el poeta Palma, a una cena en el castillo de San José. Nos fueron servidos platos criollos, especialmente uno lamado «chojin», sabroso plato, que por clerto nos fué preparado por el hoy general Toledo, aspirante a la presidencia de la Repiblica. Sabroso plato, en verdad, Sci- do, picante, cuya base es el rabano. Los vinos abundaron, como era de costumbre, y después se pasé al café y al cofiac, del cual se bebieron copas innumerables. Todos estébamos més que alegres, pero al general Sanchez se le notaba muy exaltado en su alegria; y como nos pasei- semos sobre las fortificaciones, viendo de fren- te a la luz de la luna las lejanas torres de la OBRAS COMPLETAS 9 catedral, tuvo una idea de todos los diablos, «A: Ver—dijo—, jquién manda esta pieza de arti- Merfats ¥ sefialé un enorme cafion. Se presen- 46 el oficial, y entonces Cayetano, como le lar mabamos familiarmente, nos dijo: «Vean uster des qué lindo blanco, Vamos a echar abajo una Ge las torres de la eatedral» Y ordené que pre~ parasen el tiro, Los soldados obedecieron como Buidmatas; y como el general Sanchez. era abso- Tutamente capaz de todo, comprendimos que el momento era grave, Al poeta Palma se le ocurrié {na idea excelente. «Bien, Cayetano—le dijo—+ pero antes vamos a improvisar unos versos sobre el asunto, Haz que traigan més cofiac.s Todos comprendimos, y heroicamente nos fuimos in gurgitando sendos vasos de alcohol. Palma ser~ via copiosas dosis al general Sanchez. El y yo recitébamos verses, y cuando la botella se ha- bbia acabado, el general estaba ya dormido. Asi se Libré Guatemala de ser despertada a media- noche a eafionazos de buen humor. Cayetano Sanchez, poco tiempo después, tuvo un triste ¥ ‘tragico fin. ‘Por entonees acontecié un hecho que tuvo por muchos dias suspensa la atencién publica. El hijo de unos de los més integros y respetados magistrados de la capital tenia amores con una dama casada con un extranjero. Como el mari- do oyese ruido una noche, se levanté y se diri- i2ié al comedor, en donde estaba oculto el aman- te de su mujer. Este se arrojé sobre el pobre hombre y lo maté encarnizadamente con un pufial. La posicién del joven, y sobre todo la OC. eee = © RUBEN vdarto del padre, aumentaban Io tragico del crimen. EL asesino estuvo preso por algun tiempo, ¥ luego creo que le fué facilitada la fuga, Afios después, reducido ala pobreza, se le encontré cosido a Pufialadas en el banco de un paseo, en una citi. dad de los Estados Unidos, segtin se me ha con. tado. 23 No puedo rememorar por cuél motivo dejé de publicarse mi diario, y fuve que partir a esta: blecerme en Costa Rica. En San José pasé una vida grata, aunque de lucha, La madre de mi esposa era de origen costarriquefio y tenia allf alguna familia. San José es una citidad encan- tadora entre les de la América Central. Sus mu- Jeres son las mas lindas de todas las de las cin co Repiiblicas. Su sociedad, una de las mis euror peizadas y norteamericanizadas. Colaboré en vac ios periédicos, uno de ellos dirigido por el poe- ta Pio Viguez; otro, por el cojo Quiroz, hombre temible en politica, chispeante y popular; in timé alli con el ministro espafiol Arellano,’ y cuando nacié mi primogénito, como he referi- do, su esposa, Margarita Foxé, fué la madrina, Unidia vi salir de un hotel, acompafiado de una mujer muy blanca y de cuerpo fino, espa: fiola, a un gran negro elegante, Era Antonio Maceo. Tba con él otro-negro, lamado Bembe- ta, famoso también en Ia guerra cubana, ‘Tuve amigos buenos, como el hoy general Les: mes Jiménez, cuya familia era uno de los mas OBRAS COMPLETAS &@& fuertes sostenes de la politica catélica. Concei en el club principal de San José a personas como Rafael Iglesias, verboso, vibrante, decidi- do: Ricardo Jiménez y Cleto Gonzalez Viquez, pertenecientes a Io que Hamaremos nobleza cos- tarriquefia, letrados doctos, hombres gentiles, intachables'caballeros, ambos verdaderos inte- lectuales. Todos después han sido presidentes de la Repiblica, Conocf alli también a Tomés Regalado, manco como D, Ramén del Valle In- clin, ‘pero maravilloso tirador de revélver con el brazo que le quedaba; hombré- generoso, aunque desorbitado cuando le poseia el demo- nio de las botellas, y que fué afios mas tarde presidente también de la Republica de El Sal- vador. Sobre el general Regalado cuéntanse anéedotas’ interesantes que Menarian ‘un libro. Después del nacimiento de mi hijo la vida se me hizo bastante dificil en Costa Rica y parti solo, de retorno a Guatemala, para ver si encontraba all{ manera de arreglarme una situacién. En ello estaba, cuando recibj por telégrafo la noticia de que el Gobierno de Nicaragua, a la sazén presi- dido por el doctor Roberto Sacasa, me habia nombrado.miembro de la delegacién que enviae ba Nicaragua a Espafia con motivo de las fiestas del centenario. de Colén, No habia tiempo para nada; era preciso partir inmediatamente, Asi es ue escribi a mi mujer y me embarqué a juntar- me con mi compafiero de delegacién, den Ful- gencio Mayorca, en Panama. En el puerto “de Colén tomamos pasaje en un vapor espafiol de ‘ @ RUBEN DARIO 1a Compafifa Trasatléntica, si mal no recuerdo el Leén XIII; y salimos con rumbo a Santander. ‘Se me pierden en la memoria los incidentes de a bordo; pero si tengo presente que iban unas sefioras primas del escritor francés Edmond About; que-iba:también el delegado por el Ecuador, don Leénidas Pallarés, artista, poeta de discrecién y amigo excelente; uno de los de- egados de Colombia, Tsaac Arias Argéez, Hama- do el chato Arias, bogotano, delicioso, ocurrente, buen narrador de anéedotas y cantador de pasi- los, y que, nombrado cénsul en Malaga, se quedé alli’ hasta hoy, y es el hombre més popular y més querido en aquella encantadora ciudad an- daluza, En Cuba se embarcd Texifonte Gallego, que habia sido secretario de ya no recuerdo qué-ca pitén general. Texifonte, buen parlante, de gran- des dotes para la vida, hizo carrera. ;¥a lo creo que hizo carrera! Hacfamos la travesia lo mas gratamente posible, con cuantas ocurrencias imaginbamos y al amor de los espirituosos vi- nos de Espafia, Nos ocurrié un curioso incidente. Estébamos on pleno Océano, una mafianita, y el sirviente de mi camarote legs a despertarme: —xSefiorito, si quiere usted ver un néufrago que hemos encontrado, levantese pronto» Me levan- té, La cubierta estaba ena de gente, y todos miraban'a un punto lejano donde se veia una embarcacién, y en ella un hombre de pie. El momento era emocionante. El vapor se fué acer cando poco a poco para recoger al probable néu- frago, cuando de pronto, y ya el sol salido, se OBRAS COMPLETAS 8 oyé"que aquel hombre, con una gran voz, pre gunté en inglés: —e;En qué latitud y longitud estamos?» EI capitén le contesté también en i glés, dindole los datos que pedia, y le pregunté quién era y qué habia pasado. —Soy—le dijo— el capitan Andrews, de los Estados Unidos, y voy por cuenta de la casa del jabén Sapolio, si- guiendo “en este barquichuelo el itinerario de Cristobal Colén al revés. Hégame el favor de avisar, cuando leguen a Espafia, al cénsul de los Estados Unidos que me han encontrado aquia —wWecesita usted algo?»—le dijo el ‘capitan de nuestro vapor. Por toda contestacién el yanqui sacé del interior del barquichuelo dos latas de conservas, que tiré sobre Ja cubierta del Leén XIII, puso su vela y se despidié de nos- otros. Algunos dias después de nuestra Megada a Espafia, Mr. Andrews arribaba al puerto de Palos, en’ donde era recibido en triunfo. Luego, buen yanqui, exhibié su barca, cobrando la en- trada, y se junté bastantes pesetas. 4 En Madrid me hospedé en el hotel de Las Cua- tro Naciones, situado en la calle del Arenal y hoy transformado, Como supiese mi calidad de hombre de letras, el mozo Manuel me propuso —«Sefiorito, iguiere usted conocer el cuarto de don Marcelino? El est ahora en Santander y yo se lo puedo mostrar.» Se trataba de don Mareeli- no Menéndez y Pelayo, y yo acepté: gustosisimo: @ RUBEN DARTO Era un cuarto como todos los cuartos de hotel, pero leno de tal manera de libros y de papeles, que no se comprende eémo allf se podia caminar. Las sdbanas estaban manchadas de tinta. Los libros eran de diferentes formatos. Los papeles de grandes pliegos estaban Ienos de cosas sa- bias, de cosas sabias de don Marcelino. —«Cuan- do esté don Marcelino no recibe a nadie», me dijo ‘Manuel. Fl caso es que la buena suerte quiso que cuando retorné de Santander el ilustre humanis- ta yo entrara a su cuarto, por lo-menos algunos minutos todas las mafianas, Y alli se inicié nues- tra larga y cordial amistad. 5 Era el alma de las delegaciones hispanoameri- canas el general don Juan Riva Palacio, minis tro de Méjico, varén activo, culto y' simpatico. En la corte espafiola el hombre tenia todos los, merecimientos; imponia su, buen humor, y st actitud, siempre laboriosa, era por todos alabada, E] general Riva Palacio habfa tenido una gran actiacién en su pais como militar y como pu- blicista, y ya en sus sltimos afios fué enviado a Madrid, en donde. vivia con esplendor, rodeado de amigos, principalmente funcionarios y hom- bres. de, letras. Se cuenta, que algtin. incidente hubo en una fiesta de Palacio, con la reina re- gente dofia Maria Cristina, pues ella no podia olvidar que el general: Riva Palacio habia sido de Jos militares que tomaron parte en el juzga- OBRAS COMPLETAS 8 miento de su pariente el emperador Maximilia- no; pero todo se arreglé, segiin parece, por la hhabilidad de Cénovas del Castillo, de quien el mejicano era intimo amigo. ‘Tenia don Vicente, en la calle de Serrano, un palacete leno de obras de arte y antigiiedades, en donde solia reunir a sus amigos de letras, a quienes encantaba con su conversacién chis- peante y la narracién de interesantes anéedotas. Era muy aficionado a las zarzuelas del género chico y frecuentaba, envuelto en su capa cl ca, los teatros en donde habia tiples buenas mo- zas, Liegé a ser un homore popular en Madrid, y cuando murié, su cesaparicion fué muy sen- tida. Fut amigo de Castelar, La primera vez que Megué a casa del gran homare iba con la emo- cién que Heine sintié al Wegar a la casa de Goethe. Cierto que la figura de Castelar tenia, sobre todo para nosotros los hispanoamericanos, proporciones gigantescas, y yo creia, al visitarle, entrar en la morada de un semidiés. El orador ilustre me recibié muy sencilla y afablemente fen su casa de Ja calle de Serrano. Pocos dias después me dié un almuerzo, al cual asistieron, entre otras personas, el célebre politico Abarzt za y el banguero don Adolfo Calzado. Alguna vex he escrito detalladamente sobre este almuer 20 en el cual’ la conversacién inagotable de Cas~ telar fué un deleite para mis oidos y para mi espiritu, Tengo presente que me hablé de dife- renies cosas referentes a América: de Ja futura ® RUBEN DARtLO influencia de los Estados Unidos sobre nuestras Repuiblicas; del general Mitre, a quien habia co- nocido en Madrid; de La Nacién, diario en don- de habia colaborado, y de otros tantos temas, en que se expedia su verbo de colorido protuso ¥ armonioso, En ese almuerzo nos hizo comer unas riquisimas perdices que Ie habia enviado su ami- ga la duquesa de Medinaceli, Hay que recordar que Castelar era un gourmet de primer orden, Y¥ que sus amigos, conociéndole este flaco, Je col: maban de presentes gratos a Meser Gaster. Des- pués tuve ovasién de oir a Castelar en sus dis- cursos. Le of en Toledo y le of en Madrid. Bn verdad era una voz de la naturaleza, era un fendmeno singular, como el de los grandes te- nores 0 los grandes ejecutantes, Su oratoria tenia del prodigio, del milagro; y creo dificil, sobre todo ahora que la apreciacién sobre la oratoria hha cambiado tanto, que se repita dicho fendme- hho, aunque hhayan aperecido tanto én Espaiia como en la Argentina, por ejemplo en Belisario Roldén, casos parecides. He recordado alguna vez cémo en casa de dofia Emilia Pardo Bazan, y en un cfrculo de admi- radores, Castelar nos dié a conocer la manera de perorar de varios oradores célebres que él hhabia escuchado, y luego la manera suya, reci- tandonos un fragmento del famcso discurso ré- plica al cardenal Manterola, Castelar era en ese tiempo, sin duda alguna, la més alta figura de Espaia, y su nombre estaba rodeado de la més completa: gloria, OBRAS COMPLETAS #& 6 Conoef a don Gaspar Niifiez de Arce, que me manifests mucho afecto y que, cuando alistaba yo mi viaje de retrno a Nicaragua, hizo todo lo posible para que me quedase en Espafia. Es- cribié una carta a Cénovas del Castillo pidién- dole que solicitase para mi un empleo en Ja Compafifa Trasatlintica. Conservaba yo hasta hace poco tiempo la contestacion de Cénovas, que se me quedé en la redaccién del Figaro, de la Habana. Cénovas le decia que se habia diri- gido al marqués de Comillas; que éste manifes- taba la mejor voluntad; pero que no habia, por el momento, ningtin puesto importante que ofre- cerme. ¥ a vuelta de varias frases elogiosas para mi; ees preciso, decia, que lo naturalicemos». ‘Nada de ello pudo hacerse, pues mi visita era urgente. Conoci a don Ramén de Campoamor. Era to- davia un anciano muy animado y ocurrente. Me Mevé-a su casa el doctor José Verdes Montene gro, que era en ese tiempo muy joven. Se queié el poeta de las. Dotoras y de los Pequefios Poe- mas de ciertos criticos en Ia conversacién. «No quieren que los chicos me imiteny, decia. Con- servaba entre sus papeles, y me hizo que la leyera, una décima sobre él que yo habia publi- cado en Santiago de Chile y que le habia com- placido mucho. Era un amable y jovial fil6sofo. Gozaba de bienes de fortuna; era terrateniente 88 RU BoE N DARIO en su pais de Asturias, alli donde Ca i a cle 2S fate de Cin cin vse onl mo eget a a So seein cues eee sie lt at fel Celt rea bec Scout Ait: don Nara Camilo otros eu. a yue ya no recuerdo, El duque de Se Sor ian oe pre et a pe Ce ae tuvo por mi simpatias, a pesar de kl Eran enna ens om =e OBRAS CoMPLETAS @ 2 La noche que me dedicara y en la cual lef versos, tar a. usted una reliq don Juan Valera; me dijo: «Voy a presen. wwian Como pasaran las doce y la reliquia no spareciese, crei que la cosa quedaria para otra ocasién, tanto mis cuanto que comenzaban a retirarse los contertulios, Pero don Juan me dijo que tuviese paciencia y esperase un rato mds. Queddbamos ya pocos, cuando a eso de las dos de la mafiana soné el timbre y a poco entré, envuelfo en su capa, un viejecito de cucr Po pequefio, algo encorvado y al parecer bastan- te sordo. Me presents a él el duefio de Ia casa, mas no me dijo su nombre, y el viejecito se sen” 16 @ mi lado, El para m{ desconceido empezs 4 hablarme de América, de Buenos Aires, de Rio de Janeiro, en donde habia estado por algiin tiempo con cargos diplomAticos o comisiones del Gobierno de Espafia, y luego, tratando de cosas pasadas de su vida, me hablaba de «Pepen: «Cuando Pepe estuyo en Londres..» «Un dfa me decia Pepe...» Porque como el caricter de Pepe era asi...» El caso me intrigaba vivamente, iQuién era aquel viejecito que estaba a mi lado? No pude dominar.mi curiosidad, me levanté y me dirigi a don Juan Valera, eDigame, sehor =le dije—, + gauién es el sefior anciano a quien usted mo ha presentado% ¢La reliquiay—me contesté—. «ZY quién es la teliquia’s «Bueno es @l mundo, bueno, bueno, bueno...» La reliquia / o RUBEN DARIO era don Miguel de los Santos Alvarez, y Pepe, naturalmente, era Espronceds. ‘Salimos casi de madrugada Campillo y yo; con nosotros, don Miguel. Desde la Cuesta de Santo Domingo Hegamos hasta la Puerta del Sol, y luego a las cereanfas del Casino de Madrid. Yo fenia Is intencién de ir a acompafiar la reliquia a su casa, pues ya los resplandores del alba em- pezaban a iluminar el cielo, Se lo manifest6, y 61, con mucho gracejo, me contest6: «Le agradezco mucho; pero yo no me acuesto todavia. ‘Tengo que entrar al Casino, en donde me aguardan ‘unos amigos... Ya ve usted; calcule los afios que tengo... iy luego dirén que hace dafio trasno- char!» Me despedi muy satisfecho de haber co. nocido a semejante hombre de tan lejanos tiempos. Un dfa, en un hotel que daba a la’ Puerta del Sol, adonde habia ido a visitar al glorioso y ve- nerable don Ricardo Palma, entré un viejo cuyo rosiro no me era desconocido, por fotografias y srabados. Tenia un gran lobanillo 0 protuberan- cia a un lado de la cabeza. Su indumentaria era modesta; pero en los ojos le relampagueaba el espiritu genial, Sin sentarse habl6 con Palma de varias cosas. Este me presenté a él, y yo me senti profundamente conmovido. Era don José Zorrilla, «el que maté a don Pedro y el que salvo a don Juan,..» Vivia en la pobreza, mientras sus editores se habian Ienado de millones con sus obras. Odiaba su famoso Tenorio... Poco tiempo OBRAS COMPLETAS después, la viuda tenia que empefiar una de las coronas que se ofrendaran al mayor de los lri- cos de Espafia... Después de que Castelar habia pedido para él una pensién a las Cortes, pensién que no se consiguié a pesar de la elocuencia del Criséstomo, que hablé de quien era propietario del cielo azul, «en donde no hay nada que co- Conoct a dofia Emilia Pardo Bazén, Daba fies- tas frecuentes, en ese tiempo, en honor de las delegaciones hispanoamericanas que’llegaban a las fiestas del centenario colombino. Sabidos son el gran talento y la verbosidad de la infatigable escritora. Las noches de esas fiestas Hegaban los orfeones de Galicia a cantar alboradas bajo sus, baleones. La sefiora Pardo Bazin todavia no ha- bia sido titulada por el Rey; pero estaba en la fuerza de su fama y de su produccién. Tenia un hijo, entonces jovencito, don Jaime, y dos hijas, una de ellas casada hoy con el renombrado y bis zarro coronel Cavalcanti. Su salén era frecuen- tado por gente de la nobleza, de la politica y de las letras, y no habia extranjero de valer que no fuese invitado por ella. Por esos dias vi en sit casa a Maurice Barrés, que andaba documentin- dose para su libro Du sang, de la volupté et de la Mort, Por cierto que le pasé una aventura graciosisima en una corrida de toros @ RUBEN DARTO 8 Conoet mucho a don Antonio Cénovas del C: tillo, a quien fui presentado por don Gaspar Nix fiez ‘de Arce, Hacia poco que aquel. vigoroso viejo, que era a mayor potencia politica de Es- pefia, se habia casado con dofa Joaquina de Osma, bella, inteligente y voluptuosa dama, de origen peruano, Mucho se habia hablado de ese matrimonio, por Ja diferencia de edad; pero es el caso que’ Cénovas estaba locamente enamora- do de su mujer, y su mujer le correspondia con cereces. Cénovas adoraba los hombros maravillo- sos de Joaquina, y por otras partes, en las esta tuas de su serre, 0 en las que decoraban vestibu- Jos y salones, se velan como amorosas reproduc- ciones de aquellos hombros y aquellos senos in comparables revelados por los osados escotes. La conversacién de Cénovas, como saben todos los que le trataron de cerca, era lena de brio ¥ de gracia, con su peculiar ceceo andaluz, Su mujer no le iba en zaga como conversadora lista y pronta para la arippostan; y pude presenciar, eri una de las comidas a que asistiera en el opus lento palacio de la Huerta, en la Guindalera,.a una justa de ingenio en que tomaban parte Cé- noves,Joeguine,Castlar y el general Riva Pa Cuéntase ahora en Madrid una leyenda que, si no es cierta, esta bien inventada como un cuento de antafio o como un romintico poema. Dicese que OBRAS COMPLETAS 9% cuando Cénovas fué asesinado por truculento ¥ fandtico anarquista italiano, se repitié en Espa fia el episodio de dofia Juana la Loca. Y que, una vez que el cuerpo de su marido fué enterra- do, después que le hubo acompafiado hasta el lu- gar de su tiltimo reposo, sin derramar, como ex- titica, una sola légrima, Ia esposa se encerré ent su palacio y no volvié a sali més de él. Dicese {que apenas hablaba por monosilabos con la sei- vidumbre para dar sus érdenes; que recorria los salones solitarios, con sus tocas de viuda; que una noche de invierno se vistié de blanco con su traje de novia; que por la mafiana, los cria dos la buscaron por todas partes sin encontrarl: hhasta que la hallaron en el jardin, ya muerta; tendida con la cara al cielo y cubierta por la nieve. Ello es lindo y fabuloso: Tennyson, Bée- quer 0 Barbey d’Aurevilly. 29 Los miembros de la delegacién de Nicaragua recibimos, en la secelén correspondiente de la Exposicién; y en su oportunidad, a los reyes de Espafia, que iban acompafiados de los de Portu- gal. El dia de la visita fué la primera vez que observé testas ‘coronadas. Me Mamé la atencién fuertemente la hermosura de Ja reina portuguie- sa, alta y gallarda como todas las Orleans, y ffresca como tna recién abierta rosa rosada. Tha junto'a ella el obeso marido, que debfa tener tan {rdgicd fin, En la vecina seceién de Guattitiala % RUBEN DARIO sueedié algo gracioso. Habia preparado el dele- gado guatemalteco, doctor Fernando Cruz, dos abanicos espléndides para ser obsequiados a la reina; pero uno de ellos era més espléndido que el otro, puesto que era el destinado para la reina regente dofia Maria Cristina, Los abanicos es- taban sobre una bandeja de oro, El ministro, antes de ofrecerlos, anuncié el cbsequio en cortas ¥ respetuosas palabras. La reina dofia Amelia de Portugal vié los dos abanicos, y con su mirada de joven y de coqueta se dié cuenta de cudl era el mejor, y, sin esperar més, Io tomé para si y dié las gracias al ministro, Antes de retonar a Nicaragua fut invitado a tomar parte en una velada Iiricoliteraria, Habla- mos dos personas. Un joven orador de barba ne- gra, que conquistaba 2 los auditorios eon stu pa- labra célida y fluyente, don José Canalejas, que fué luego presidente del Consejo de Ministros, ¥ Yo, que lef unos versos, creo que los titulados 4 Colén. Poco tiempo después tomaba el vapor para Centroamérica, en el mismo puerto de San- tander, en donde habia desembarcado. ‘No tengo en la memoria ningiin incidente del viaje de retorno; solamente de las horas que el vapor:se detuviera en el puerto de Cartagena, en Colombia. Cartagena de Indias, la ciudad fundada' por aquel antepasado don José Maria de Heredia, a quien el poeta cubanofraneés ha can- tado y Claudius Popelin ha retratado en cuadro memorable, No lejos de Cartagena esta Ja resi deneia de Cabrero, en donde se encontraba en- tonces, retirado el. antiguo presidente-de la Re- OBRAS COMPLETAS 9% piiblica y eélebre publicista y poeta doctor Rae fael Najiez, Este hombre eminente ha sido de las més grandes figuras de ese foco de superiores intelectos que es el pais colombiano. Digan lo que quieran sus enemigos politicos, el nombre de Rafael Niiiez ha de resplandecer més tarde en una cierta y definitiva gloria. Era un pensa- dor y un formidable hombre de accién. Bajé a tierra a hacerle una visita, Acompandbale, cuan- do penetré a su morada, su esposa dofia Soledad y una sobrina, Me recibié con gravedad afable. ‘Me dijo cosas gratas, me hablé de literatura y de mi viaje a Espaiia, y luego me pregunté: «Piensa usted quedarse en Nicaragua?» —4De ninguna manera—le contesté—porque el medio no me es propicio» —uEs verdad—me Gijo—. No es posible que usted permanezca alli. ‘Su espiritu se ahogaria en ese ambiente, Tendria usted que dedicarse a mezquinas politicas; abandonarfa seguramente su obra literaria y la pérdida no seria para usted sélo, sino para nues- tras letras, ;Querria usted ir a Europats Yo le manifesté que eso seria mi suefio dorado; y af mismo tiempo expresé mis ansias per conocer Buenos Aires. «Puesto que usted lo quiere—agre- 1g6—, yo escribiré a Bogoté, al presidente sefior Caro, para que se le nombre a usted cénsul ge- neral en Buenos Aires; pues cabalmente la per- sona que hoy ocupa ese puesto va a retirarse de a capital argentina, Vaya usted a su pais a dar ‘cuenta de su misién, y espere las noticias que se le ‘eomunicarin oportunamente» No hay que decir que yo me lené de esperanzas'y de alegrias. % RUBEN DARIO 30 A mi Ilegada a Nicaragua, permaneci algunos fas en la ciudad de Leén, Hice todo lo posible por ver si el Gobierno me pagaba alli mis de medio afio de sueldos que me adeudaba; pero or més que hice, vi gue era preciso que fuese yo mifsmo a la capital, cosa que queria evitar por mas de un motivo. Estando en Leén, se celebraron funerales en. memoria de un ilustre politico que habia muerto, en Paris, D. Vicente Navas. Se me rogé que: to- mase parte en la velada que se daria en honor del personaje fallecido, y eserib{ unos versos en tal ocasiOn. Estaba, la’ noche de esa velada, le- yendo mi poesia, cuando me fué entregado, un, telegrama, Venia de San Salvador, lugar adon~ de yo no podia ir a causa de los Ezetas, y en donde residia mi esposa en unién de su madre y de su hermana casada. El telegrama me anun- ‘iaba en vagos términos la gravedad de mi mu. jjer, pero yo comprendi, por intimo presentimien- to, que habia muerto; y sin acabar de leer los versos, me fui precipitadamente al hotel en que me hospedaba, seguido de varios. amigos, y alli me encerré en mi habitacién a Morar la pérdida de quien era para mi consolacién y apoyo moral. Pocos dias después legaron noticias detalladas del fallecimiento. Se me enviaba un papel es- crito con lapiz por ella, en el cual me decia que iba a hacerse operar—habia quedado bastante OBRAS ComPLETAS. @ delicada después del nacimiento de nuestro’ hi- iom, y que si moria en Ia operacién, lo tinico ue me suplicaba era que dejase al nifio en poder de su madre, mientras ésta viviese. Por otra par- te, me escribia mi concufiado, el banquero D. Ric cardo Trigueros, que él se encargaria gustoso. de Ja edueacién de mi hijo, y que su mujer seria como una madre para él. Hace diecinueve afios que esto ha sucedido y ello ha sido asi. Pasé ocho dias sin saber nada de mi, pues en tal emergencia recurri a las abrumadoras ne- pentas de las bebidas alcohélicas. Uno de esos dias abri los ojos y me encontré con dos sefioras que me asistian; eran mi madre y una hermana mia, a quienes se puede decir que conocia por primera vez, pues mis anteriores recuerdos ma- termales estaban como borrados. Cuando me re- use, fué preciso partir para la capital para ha- blar con el presidente, doctor ‘Sacasa, y ver si me abonaban mis haberes. Liegué a Managua y me instalé en un hotel de la ciudad. Me rodearon viejos amigos; se me ofrecié que se me pagarian. pronto mis sueldos, mas.es el caso que tuve que esperar bastantes dias; tantos, que en ellos ocurrié el caso mas novelesco y fatal de mi vida, pero al cual no puedo referirme en estas memorias por muy po- derosos motivos. Es una pigina dolorosa de vio- lencia y engafio, que ha impedido la formacion de un hogar por mas de veinte afios; pero vive atin quien como yo ha sufrido las consecuencias de un familiar paso irreffexivo, y no quiero au- mentar con la menor referencia una larga pena. %® RUBEN DARIO El diplomatico y eseritor mejicano Federico Gam= boa, tan conocido en Buenos Aires, tiene escrita deste hace muchos afios esa pagina romantica y amarga, y la conserva inédita, porque yo no auise que la publicase en uno de sus libros de recuerdos, Es precisa, pues, aqui esta laguna en Ja narracién de mi vida. aL De este modo, encuéntreme el lector, como dos meses después, en la ciudad de Panamé, en don de, segin carta que habia recibido en Managua, del doctor Rafael Niifiez, se me debia entregar’ Por el gobernador del Istmo mi nombramiento de.cénsul general de Colombia en Buenos Aires, Asi fué, por la eficaz recomendacién de aquel hombre ilustre. No solamente se me entregé mi nombramiento—en el cual se me decia que se me daba este puesto por no haber entonces nin- guna vacante diplomética—y mi carta patente correspondiente, sino una buena suma de sueldos adelaritados. En seguida tomé el vapor para Nue~ va York. ‘Me hospedé en un hotel espafiol, llamado el Hotel América; y de alli se esparei6 en la colo- nia hispanoamericana de la imperial ciudad la noticia de mi legada. Fué el primero en visitar me un joven cubano, verboso y cordial, de tupi dos cabellos negros, ojos vives y penetrantes y trato caballeroso .y comunicativo, Se Mamabs Gonzalo de Quesada y es hoy ministro de Cuba st OBRAS COMPLETAS en Berlin, Su larga actuaciéa’ panamericana es arto conocida, Me dijo que la colonia cubana me preparaba un banguete que se verificaria én casa del famoso restaurateur Martin, y que el esiro» deseaba verme cuanto antes. El Maes- tro era José Marti, que se encontraba en esos momentos en lo mas arduo de su labor revolu- cionaria, Agregé asimismo Gonzalo que Marti me esperaba esa noche en Harmand Hall, en donde tenfa que pronunciar un discurso ante una asamblea de cubanos, para que fuéraios a verle juntos. Yo admiraba altamente el vigor general de aquel escritor tinico, a quien habia conocido por aquellas formidables y Iiricas corresponden+ clas que enviaba a diarios hispanoamericanos como La Opinién Nacional, de Caracas; El Parti- do Liberal, de México, y, sobre todo, La Nacién, de Buenos Aires. Escribia una prosa profusa, lena de vitalidad y de color, de plasticidad y de mi sica. Se transparentaba el cultivo de los clésieos espafioles y el conocimiento de todos las litera: turas antiguas y modernas; y, sobre todo, el es- piritu de un alto y maravilloso poeta, Fai pun- tual a la cita, y en los comienzos de la noche en* traba en compafia de Gonzalo de Quesada por una de las puertas laterales del edificio en donde debia hablar el gran combatiente. Pasamos por un pasadizo sombrio; y de pronto, en un cuarto Ueno de luz,-me encontré entre los brazos de un hombre pequefio de cuerpo, rostro de iluminado, voz dulee y dominadora al mismo tiempo, y que me: decia esta nica palabra: «jHijot». 0 RUBEN DARIO Era la hora ya de aparecer ante el pitblico, y me dijo que yo debia acompafiarle en la mesa di- rectiva, y cuando me di cuenta, después de una rapida presentacién a algunas personas, me en- contré con ellas y con Marti en’ um estrado, frente al numeroso piiblico que me saludaba con un aplauso simpético. ;Y yo pensaba en Jo que diria el Gobierno colombiano de su cénsul general, sentado en piblico en una mesa directiva revo- lueionaria antiespaficla! Marti tenia esa noche ‘aque defenderse, Habla sido acusado; no tengo presente ya si de negligencia o de precipitacién fen no sé eudl movimiento de invasién a Cuba. Es el caso que el miicleo de la colonia le era en aque- los momentos contrario; mas aquel orador sor- prendente tenia recursos extraordinarios, y apro- vechando mi presencia, simpitica para los cuba nos que conoefan al poeta, hizo de mi una presen- tacién ornada de las mejores galas de su estilo Los aplausos vinieron entusiéstices, y él aprove- ché el instante para sincerarse y defenderse de las sabidas acusaciones, y como ya tena ganado al publieo, ¥ como pronuncié en aquella ocasién. uno de’ los mas hermosos discursos de su vida, el éxito fué completo, y aquel auditorio, antes hos- til, le aclamé vibrante y prolongadamente. Coneluido el discurso, salimos a la calle. No bien. habiamos andado algunos pasos, cuando of que alguien le Uamaba: «jDon José! iDon José!» Era un negro obrero que se le acercaba humilde y carifioso. «Aqui le traigo este recuerditon, le dijo, y le entregé una lapicera de plata. «Vea use ted-—me observé Marti—cl carifio de esos pobres OBRAS COMPLETAS 10 negros cigarreros, Ellos se dan’ cuenta de lo que sufto y lucho por la libertad de nuestra pobre pa- triay Luego fuimos a tomar el té a casa de una su amiga, dama inteligente y afectuosa, que le ayudaba mucho en sus trabajos de revolucionario. Alli escuché por largo tiempo su conversacién, Nunca he encontrado, nj en Castelar mismo, un conversador tan admirable. Era armonioso y fa- miliar, dotado de una prodigiosa memoria, y 4gil y pronto para la cita, para la reminiscencia, para el dato, para la imagen. Pasé con 61 momentos inolvidables, luego me despedi. El tenia que par- tir esa misma noche para Tampa, con objeto de arreglar no sé qué preciosas disposiciones de or- ganizacién, No le volvi'a ver més. Como él no pudo presidir el banquete que de- bian darme los cubanos, delegé su. presentar cién en el general venezolano Nicanor Bolet Pe- raza, escritor y orador diserto y elocuente. Al banquete asistieron muchos cubanos preeminen- tes, entre ellos Benjamin Guerra, Ponce de Leén, el doctor Miranda y ols. Bolet Peraza prontncié una bella arenga, y Gonzalo de Que- sada una de sus resonantes y ardorosas oracio- nes. Al dia siguiente tomamos el tren Gonzalo y yo, pues mi deseo era conocer la catarata de Nidgara antes de partir para Paris y Buenos Ai- res. Mi impresién ante la maravilla confieso que fué menor de lo que hubiera podido imaginar, ‘Aunque el-portento ‘se impone, Ia mente se re- presenta con ereces lo que en la realidad no tiene ww RUBEN DarRto tan fantésticas proporciones. Sin embargo, me Sent{ conmovido ante el prodigio natural, y no dejé de recordar los versos de José Maria de He, redia, el de castellana lengua, Retornamos a Nueva York ¥ tomé el vapor 7 para Francia, 2 / qu? Sofiaba con Paris desde nifo, a punto de ¢ Que, cuando hacia mis oraciones, rogaba a Dios ue no me dejase morir sin conocer Paris, Paris era Para mi como un paraiso en donde se resp Fase Ja esencia de Ia felicidad sobre la tiene Era la ciudad det Arte, de Ia Belleza y de la Glo Tigi My Gobre todo, era 1a capital del Amos, el reine del Ensuefio. H iba yo a conocer Paris, 2 i situado cerca de la Bolsa, y se llamaba pompose, mente Grand Hotel de la Bourse et des Ambex: sadeurs... Yo deposité en la caja, deste mi lle. ads, unos cuantos largos ¥ prometedores rollos Apenas hablaba una que otra palabra de fran © sés. Fui a buscar a Enrique Gémez Carrillo, awe frabajaba entonces empleado en la casa del li, brero Garnier. OBRAS COMPLETAS 103 Carrillo, muy contento de mi legada, apenas pudo acompafiarme por sus ocupaciones; pero me presenté a un espafiol que tenia el tipo de un gallardo mozo, al mismo tiempo que muy marcada semejanza de rostro con Alfonso Dau= det; Llevaba en Paris la vida del pais de Bohe- ‘mis, y tenia por querida a una verdadera mar guesa de Espafia. Era escritor de gran talento y vivia siempre en su suefio. Como yo, usaba y abusaba de los alcoholes; y fué mi inieiador en Jas correrias nocturnas del barrio Latino. Era mi Pobre amigo, muerto no hace mucho tiempo, Alejandro Sawa, Algunas veces me acompafiaba también Carrillo, y con uno y otro conoci a poe tas y escritores de Paris,.a quienes habia amado desde lejos, Uno de mis grandes deseos era poder hablar con Verlaine, Cierta noche, en el café D'Har- court, encontramos al Fauno, rodeado de equi. voc0s acélitos, Estaba igual al simulacro en que ha perpe- tuado su figura el arte maravilloso de Carriére. Se conocia que habia bebido harto. Respondia, de cuando en cuando, a las preguntas que le ha cfan sus acompafiantes, golpeando intermitente. mente el mérmol de la’ mesa, Nos acercamos con Sawa, me present: «Poeta americano, admira: dor, ete.» Yo murmuré en mal francés toda la devocién que me fué posible y conclut con la palabra gloria... Quién sabe qué habria pasado esta tarde al desventurado maestro; el caso es Que, volviéndose a mi, y sin cesar de golpear la mesa, me dijo en voz baja y pectoral: jLa gloi- a IE ee m RUBEN DarRto ret. La gloirel...{M... M... encore!... Crei prudente Tetirarme y esperar para verle de nuevo en una ‘ocasién mas propicia, Esto no lo pude lograr nun- €a, Porque las noches que volvi a encontrarle se hallaba més o menos en el mismo estado; y aque. Tio, en verdad, era triste, doloroso, grotesco y tragico. {Pobre Pauore Lelian! ;Priez pour le pun re. Gaspard. 33 Una mafiana, después de pasar la noche. en Vela, levé Alejandro Sawa a mi hotel a Charles Morice, que era entonces el eritico de los sim: bolistas. Hacia poco que habia publicado su fa, moso libro La litterature de tout é Vheure. En. contré sobre mi mesa unos cuantos libros, entre ellos un Walt Whitman, que no conocfa. Se puso @ hojear una edicién guatemalteca de mi Azul, en que, por mal de mis pecados, ineluf unos ver. 808 franceses, entre los cuales Ios hay que no Son versos, pues yo ignoraba cuando los eseribi muchas nociones de poética francesa. Entre ellas, ‘Pongo por caso, el buen uso de la e muda, que, aunque no'se pronuncia en la conversacién, 9 e4 Pronunciada escasamente, segiin el sistema de algunos declamadores, cuenta como silaba para ja medida del verso. Charles Morice fué bon. dadoso y tuvimos, durante mi permanencia en Paris, buena amistal, que por cierto no hemos renovado en dias posteriores. Con quien tuve mas intimidad fué con Juan ‘Moreas. A éste ‘me resenté Carrillo en una noche batriolatinesea, i OBRAS COMPLETAS 105 Ya he contado en otra ocasién nuestras largas conversaciones ante animadores bebedizos, Nues- tras idas por la madrugada a los grandes mer cados a comer almendras verdes, 0 bien salchi- chas en los figones cercanos, donde se surten obre- ros y trabajadores de «les Halles», Todo ello re~ gado con vinos como el «petit vin bleu» y otros mostos populares. Moreas regresaba a su casa, situada por Montrouge, en tranvia, cuando ya el sol comenzaba a alumbrar las agitaciones de Paris despierto. Nuestras entrevistas se repetian casi todas las noches. Estaba el griego todavia joven ; usaba su inseparable monéculo y se retorcia los bigotes de palikaro, dogmatizando en sus cafés referidos, sobre todo en el Vachetts, y hablan- do siempre de cosas de arte y de literatura. Como no queria escribir en los diatios, vivia principal. mente de una pensién que Ie pasaba un tio suyo Que era ministro en el Gobierno del rey Jorge, en Atenas, Sabido es que su apellido no era Mo. reas, sino Papadiamantopoulos, Quien desee mas detalles lea mi libro Los raros. Me habian dicho que Moreas sabia espafiol. No sabia ni una sola Palabra. Ni él, ni Verlaine, aunque ammeiaron ambos, 0s. tiemnoe data L Plumie, que publicarian una traduccién de La vida es suefio, de Calderén de la Barca. Siendo asi como Verlaine solfa pronunciar, con marca disimo acento, estos versos de Géngora: «A ba. tallas de amor campo de plumas»; Moreas, con su gran voz sonora, exclamaba: «No hay mal que or bien no vengay... O bien, en cuanto me veia: «iViva D. Luis de Géngora y Argote!s, y con el we ‘«iDon Diego i Taine como Moreas eran popularisimos en el Quartier, y andaban siempre rodeados de una corte de’ jévenes poetas que, con el Pauvre Le- Han, se aumentaban de gentes de la mala bohe- mia, que no tenfen que ver con el arte ni con la literatura, 4 Entre los verdaderos amigos de Verlaine habia funo que era un excelente poeta, Maurice Du- plessis. Este era un muchacho gallardo, que ves- tia elegante y extravagantemente, y que con Charles Maurras, que es hoy uno de los princi- pales sostenedores del partido Orleanista, y:con Ernesto Reynaud, que es comisario de_policia, formaban lo que se lama la escuela Romana, de que Moreas era el sumo pontifice. A Duplessis, que fué desde entonces muy mi amigo, le he ‘vuelto a ver recientemente pasando horas amar- gas y angustiosas, de las cuales le librara alguna ver y ocasionalmente la generosidad de un gran poeta argentino. ‘Yendo en una ocasién por los bulevarts, of que alguien me lamaba, Me encontré con un an- tiguo amigo chileno, Julio Bafiados Espinosa, que habia sido ministro principal de Balmaceda. Se ecupaba en escribir Ia historia de la administra- cién de aquel infortunado presidente. Nos vimos repetidas veces. Me invité a comer en un circulo de Esgrima y Artes, que no era otra cosa, en OBRAS COMPLETAS m realidad, sino una casa de juego, como son mu chos circulos de Paris. Alld me ‘present al fa moso Aurelien Scholl, ya viejo y siempre mo- noculizado, Se decia que el juego no era perse- guido en ese club porque la influeneia de Scholl. pero no deseo repetir aqui murmuraciones bule- varderas. Comia yo generalmente en el café Larue, six tuado enfrente de la Magdalena, Alli me inicié en aventuras de alta y f4cil galanteria, Ello no tiene importancia; mas he de recordar a quien me diese la primera ilusién de costoso amor pa- risién, Y vaya una grata memoria a la gallarda Marién Delorme, de victorhuguesco nombre de guerra, ¥ que habitaba entonees en la avenida Victor Hugo. Era la cortesana de los més bellos, hombros. Hoy vive en su casa de campo y da de comer a sus finas aves de corral. Los cafés ¥ restaurantes del Bosque no tuvieron secretos para mi, Los dias que’ pasé en la capital de las capitales, pude muy bien no envidiar a ningdn irrefiexivo «rastaquoueres, Pero los rolls de Aguilas iban mermando y era preciso disponer la partida a Buenos Aires. Asf lo hice, no sin que mi codicioso hotelero, viendo que se le escapaba esa «pera, como dicen los franceses, quisiese quedarse con el resto de mis oros, de 10 cual me libré la intervencién de un cénsul y de mi buen amigo Tible Machado, que residia, también con’ cargo consular, en el puerto de El Havre, we RUBEN DARIO 35 J. Me embarqué para la capital argentina, Hevan- do como «valet» a un huesudo holandés que sin recomendacién alguna se me presenté ofrecién- dome sus servicios. 'Y heme aqui, por fin, en la ansiada ciudad de Buenos Aires, adonde tanto habia sofiado llegar desde mi permanencia en Chile. Los diarios me saludaron muy bondadosamente. La Nacién ha l6 de su colaborador con términos de afecto, de simpatia y de entusiasmo en lineas confiadas al talento de Julio Piquet. La Prensa me dié la bien- venida, también en frases finas y amables, con ‘que me favoreciera la gentileza dei ya glorioso Joaquin V, Gonzalez. Fui muy visitado en el hotel en donide me hos- pedaran, Uno de los primeros que legaron a sa- Judarme fué un gran poeta a quien yo admiraba desde mis afios juveniles, muchos de cuyos ver- sos se recitan en mi lejano pafs original: Rafael Obligado, Otro fué D. Juan José Gareia Velloso, aquel maestro sapiente y sensible, que vino a Es- pafia y que canto y ensefié con inteligencia eru- dita y con cordial voluntad. Presenté mi Carta Patente y fuf reconocide por el Gobierno argentino como cénsul general de Co- Jombia. Mi puesto no me dié ningiin trabajo, pues no habia nada que hacer, segiin me Io manifes- OBRAS COMPLETAS 109 tara mi antecesor, el sefior Samper, dado que no habia casi colombianos en Buenos Aires y no existian transacciones ni cambios comerciales en- tre Colombia y la Reptiblica Argentina. Ful invitado a las reuniones literarias que data en su casa D. Rafael Obligado, Alli concurria lo ‘més notable de la intelectualidad bonaerense. Se Jefan prosas y versos. Después se hacian observa ciones y se discutia el valor de éstas. AIKi me re- lacioné con el poeta y hombre de letras doctor Calixto Oyuela, cuya fama habla legado-hacia tiempo a mis ofdos. Conocia sus obras, muy cele- bradas en Espafia. Talento de cepa castiza, se- guia la corriente de las tradiciones clsicas, y en todas sus obras se encuentra la mayor correccion ¥ el buen conceimiento del idioma, Me relacioné también con Alberto del Solar, chileno radicado en Buenos Aires que se ha distinguido en la pro- uceién de novelas, obras dramiticas, ensayos y aun poesias. Con Federico Gamboa, entonces se- cretario de la Legacién de México, que animaba la conversacién con oportunas anéedotas, con chispeantes arranques y con un buen humor con- tagioso € inalterable, y que ha producido nota: bles piezas teatrales, novelas y otros libros ame- nos y Ilenos de interés. Con Domingo Martinto y Francisco Soto y Calvo, ambos cufiados de Oblix gado, ambos poetas y personas de distincién. y afabilidad. Con el doctor Ernesto Quesada, letra: do erudito, escritor bien nutrido y abundante, de un saber cosmopolita y poliglota; y con otros més, pertenecientes al Buenos Aires estudioso y i eee s tan EdEEES res NeagE Want denaT aati ceed raaToaT ous -eedeaantasieeeeee™- a Banas denTEATERSTES eed TE uo RU B.fN. DARIO literario. EI duefio de casa nos regalaba con: la Tectura de sus poesies, vibrantes de sentimiento © llameantes de patrictismo, Asi pasébamos mo- mentos inolvidables que ha recordado Federico Gamboa, con su estilo égil y leno de sinceridad, en las paginas de su «Diarion, 36 Naturalmente que desde mi [egada me presen- té a la redaccién de La Nacién, donde se me re- cibi6 con largueza y carifio. Dirigia el diario el ¥ inolvidable Bartolito Mitre. Lo encontré en su despacho fumando su inseparable largo cigarro italiano. Sentf a la inmediata, después de conver- sar un rato, la verdad de su amistad transparen- te y eficaz, que se conservé hasta su muerte. Me Mevé-a presentarme a su padre el general y me dejé alli, ante aquel varén de historia y de glo- ria, a quien yo no encontraba palabra que dectt, después de haber murmurado una salutacién emocionada, Me hablé el general Mitre de Cen- troamérica y de sus historiadores Montifar, Ayén; Fernandez; recordé al poeta guatemalteco Ba- tres, autor de EI Reloj; hablé de otras cosas més: ‘Me hizo algunas preguntas sobre el canal de Ni- caragua. Estuvo suave y alentador en su manera seria y como triste, cual de hombre que se sabia ya duefio de la posteridad. Salf contentisimo, Era administrador de La Nacién don Enrique ¥ de Vedia, Alto, delgado, aspecto de figura de ca- ballero del Greco. Grave y acerado, tenia una sé OBRAS COMPLETAS m Iida y variada cultura y un gesto excelente. A. pesar de la diferencia de caracteres y de edades, cultivabamos la mejor amistad, y por indicacién suya escribi muchos de los mejores articulos que Publiqué en esa época en La Nacién. Era subdi- tector del diario Anibal Latino, esto es, José Cep- i, hombre al parecer un tanto adusto, pero do- tado de actividad, de resistencia y de inmejora- bles condiciones para el puesto que desempeiiaba, Secretario de redaccién era Julip Piquet, experto catador de elixires intelectuales, escritor de suti- les pensares y de gentilezas de estilo, y que con tribufa poderosamente a la confeecién de aquellos niimeros nutridos de brillante eolaboracién del gran periédico, que se diria tenfan cardeter anto- lgico. En la casa traté a crecido niimero de re- dactores y colaboradores, de los cuales unos han Gesaparecido y otros se han alejado por ley del tiempo y de los cambios de la vida; pero ninguno fué més intimo compafiero mfo que Roberto J. Payré, trabajador insigne, cerebro comprendedor € imaginador, que sin abandonar las tareas perio Gisticas ha podido producir obras de aliento en el teatro y en la novela. Fué asimismo amigo mio el autor de La Bolsa, José Miré, aue firmaba con el pseudénimo de Julién Martel y cuya tinica obra auguraba una rica y aquilatada produccién futu- ra. El pobre Miré pasé en trabajosa bohemia y en consuetudinaria eseasez los mejores afios de su_juventud, y, joh, ironias de la suerte!, des- pués que murié de tuberculosis, se encontré que ‘una parienta millonaria le habia dejado en su tes- tamento una fortuna, M2 RU BRN DAR TD a” Claro es que mi mayor mimero de’ relaciones estaba entre los jévenes de letras, con quienes comencé a hacer vida nocturna, en cafés y cerve- cerias. Se comprende que la sobriedad no era nuestra principal virtud, Frecuentaba también a otros amigos que ya no eran. jévenes, como ese espfritu singular, lleno de tan variadas luces y de quien emanaba una generosidad corriente, simpé- tica y un contagio de vitalidad y de alegria, el doctor Eduardo L. Holemberg; 0 bien el hoy ¢é- lebre americanista Ambrosetti, que ilustraba nues- tras charlas con sus ilustrativas narraciones. Con Payr6 nos juntébamos en compaiiia del. bizarro poeta, entonces casi un efebo, pero ya encendido de cosas libertarias, Alberto Ghiraldo; de Ma nuel Argerich, carifioso dandy, que escribié para el teatro; del excelente aeda suizo Charles Sous- sons, fiel a sus prineipios de nocturnidad ; de José Ingenieros, hoy psiquiatra eminente; de José Pat do que fundara varias revistas; de Diego Fernd dez Espiro, el mosquetero de los sonantes sonetos; del encantador veterano Antonino Lamberti, a quien los manes de Anacreonte bendicen y a quien las Gracias y las Musas han sido siempre propicias y halagadoras, Otro de mis amigos, que ha sido siempre fra ternal conmigo, era Charles E, F. Vale, un inglés criollo incomparable, OBRAS COMPLETAS U3 Una: noche, con "mnotivo del: /aniversario’ de la teina Victoria, Je dicté‘en of restaurant de «Laas M4 provinéias» un pequefio poema en prosa,’ de- dicado a su soberana, que él escribié, a falta de Papel, en unos cuantos sobres y que'no ha apare- ido en ninguno de mis libros. Ese poemita es el siguiente: God save the Queen, ‘To my friend C. fF, Vale, Por ser tina de: las mas fuertes'y: podérosas tie rras de'poesia; 2 Por ser la madre de Shakespeare; Porque tus hombres'son bizarros y braves, en guerras yen olimpicos juegos; Porque en tu jardin nace la mejor flor délas primaveras, y en tu cielo se manifiesta el mas triste sol de los inviernos; Canto a tu reina, oh grande y soberbia Brita: nia, con el verso que repiten: los labios de todos ‘tus hijos: God save the Queen. ‘Tus mujeres tierien los cuellos de los.cisnes y la blaneura de Las rosas blancas; ‘Tus montafias estén impregnadas de leyenda; til tradicién es una mina de oro, twhistoria una mina de hierro, tu poesia una mina de diamantes} 5 i RUBEN DARIO mnocida de-todas En los mares, tu bandera es co ss Jes espumasv de todos los vientos, punto de-aue Ja tempestad ha podido pedir carta de eiudadar ingles Por tu fuerza, oh Inlaterro: God save the Queen. Porgue albert en una de ts isos a Vitor Miporqueacbre el hervor de tus trabajadoes, el trafago de tus marinos y la labor ineégnita de a tneos, nt arias Que e isn de sana do Thur, de ors do gona de pula ess ("Porque en acme Cd utmaaforalo / \ zay del ensuefio, en el leén simbélico de los ae ) y unicornio amigo de las virgenes y hermano del \ Pegaso de los sofiadores: God save the Queen. : os salos y tus pa: Por fis pastores que dicen dre de familia queen Tas horestranqulas Teen nal vou el poeta favorito Junto a chimenea “Por tus princesas incomparables y tu nobleza iar; ; “por San Jorge, vencedor del Dragin por el pirtu del gran Willy Joe veeos de Swinburne i per ts imuchachas dies, leche y ris, resins y tentaderas como manranes; ce OBRAS COMPLETAS 45 Por tus mozos fuertes que aman los ejercicios corporates; por tus scholars familiarizados com Platén, remeros 0 poetas: God save the Queen. Envio, Reina y emperatriz, adorada de tu inmenso pue- blo, madre de reyes. Victoria favorecida por la im, fluencia de Nile; solemne viuda vestida de negro, adoradora del principe amado; Sefiora del mar; Sefiora del pais de tos elefantes. Defensora de lg Fe, poderosa y gloriosa anciana: el himno que te saluda se oiga hoy por toda la tierra: Reina buena: «iDios te salve!» 38 Comencé-a publicar en La Nacién una serie de ) articulos sobre los principales poetas y eseritores / ue entonces me parecieron raros' fuera de lol comiin, A algunos les habfa_ conocido: personal.) mente, a otr0s por sus libros. La publicacién de la | Sele de ior rea, gue cepa asst ep ca oR si nee | stn sbre todo ene is vented ee, golen e veveabennusvasmuners dst {by debelen Caste gus haba cn sie ed Sos 9 commenton gues demesne Sino: pero de elo mone een aoe entusiasmo es una virtud juvenil que siempre ha : us RUBEN DARIO sido productora de cosas brillantes y hermosa: mantiene a fe y aviva la esperanza, Uno de mis, articulos me valié una carta de la célebre escritora francesa Mme, Alfred Valette, que firma con el pseudénimo de Rachilde, carta interesante y Tena de sprit, en que me invitaba a visitarla en Ia re- f Paris. A los que me conocen no les extrafara ‘aue no haya hecho tal visita durante més de doce afios de permanencia fija en la vecindad de la redaccién del Mercure. He sido poco aficionado fa tratarme con esos echermaitre» franceses, pues algunos que he entrevisto me han parecido inso- portables dé pose y terribles de ignorancia de todo lo extranjero, principalmente en lo referente a intelectualidad. [ Pasaba, pues, wat Vida" BONRETERES” CCHBIERG \artfeulos para La Nacién, y versos que fueron | més tarde mis Prosas profanas, y buscando por a noche el peligroso encanto de Ios paraisos artifi- ciales. Me quedaba todavia en el Banco Espafiol del Rio de Ia Plata algin resto de mis aguilas americanas; pero éstas volaron pronto, por el pe= regrino sistema que yo tenfa de manejar fonds. Me acompafiaba un extraordinario secretario francés, que me encontré no sé dénde, y que me sedujo hablandome de sus aventuras en Indo- China; Considerar que me contaba: «Una vez'en Saigén..0, 0-bien: «Aguella tarde en Singapoo- re...», 0 bien: «Entonces me contest6 mi amigo el Maradjad,..» {No solamente le hice mi secre- tario, sino que él levaba en el bolsillo mi libro de cheques! ‘Felizmente, cuando volaron todas OBRAS COMPLETAS WwW Jag: Aguilas, volé él también, con su larga nariz, su infaltable sombrero de copa y su largo le- viton, ‘Vino la noticia de la muerte del doctor Rafael ‘Nuifiez, y pocos meses después recib{ nota de Bo- gota en que se me anunciaba la supresién de mi consulado. Me quedé sujeto a lo que ganaba en La Nacién, y luego a un buen sueldo que por inspiracién providencial me sefialé en La Tri- buna su director, ese escritor de brios y gracias que se firmaba Juan Cancio, y que no es otto que mi buen amigo Mariano de Vedia, Mi obli- gacién era escribir todos los dias una nota larga © corta, en prosa o verso, en el periédico. Des- pués me invité a colaborar en su diario El Tiem- po el generoso y culto Carlos Vega Belgrano, que luego sufragé los gastos para la publicacién de mi volumen de versos Prosas profanas. 39 ‘rosas profanas,euya sencillez y poca compli- cacisirse'pueden apreciar hoy, causaron, al apa- recer, primero en periédicos y después en libto, ‘an escdndalo entre los seguidores de la tradi. jén y- del dogma académico; y no escasearon os ataques y las censuras, y mucho menos las braves defensas de impertérritos y decididos sol- dados de nuestra naciente reforma. Muchos de los contrarios se sorprendieron hasta del titulo del libro, olvidando las prosas latinas de la Igle= sia, seguidas por Mallarmé en la dedicada al Des UB R:U-BEN DART ®O Esseint de Huysmans; y sobre todo, las que hizo en «coman paladino» uno de los primitives de la eastellana lirica, José Enrique Rodé explicé y Remy de Gourmont me habia menifestado ya respecto a dicho titulo, en una carta: «C'est une trowvailles, De todas esas poesias ha hecho el autor de Motivos de Proteo una encantadora exé- gesis. ‘Una de ellas, la titulada «Era un aire suaver, fué escrita en edad de ilusiones y de suefos y evocada en esta ciudad practica y activa, un bello tiempo pasado, ambiente del siglo xvi francés, visin imaginaria traducida en nuevas verdades miisicas. Ella dice la eterna ligereza cruel de aquella a quien un aristocrético poeta Hamara Enfant Malade, y trece veces impura; la que nos da los més dulees y los més amargos instantes en la vida; la Eulalia simbélica que rie, rie, rie, desde el instante en que tendié a Adén la manzana paradisiaca. Como siempre, hhubo sus aplausos y sus criticas, en las cuales, gente que habia oido hablar de decadentes y de simbolistas, aseguraban ser mis producciones in- inteligibles, censura cuya causa no he podido nunca comprehder. Como he dicho, habia tam- bién quienes me seguian y me aplaudian; y tiempo después debian aquf repetirse por la obra de otros poetas de libertad y de audacia iguales censuras, como también iguales aplausos. J Mi poesia «Divagaciém fué escrita en horas de soledad y de aislamiento que ful a pasar en el Tigre Hotel. ;Tenia yo algunos amorios? No lo sabré decir ahora. Hs el caso que en esos ver- OBRAS COMPLETAS 19 sis hay una se mores, y en In maitetasitn | Selo Geet on i invitacion ln pain =| hace algo como una especie de geografia erdtica. | Hyena comet Amor, en fin, que todo diga y cante; amor que encante y deje sorprendida’ ‘2 la serpiente de ojos de dlamante ‘que esté enroccada al arbol de la vida, Amame asi, fatal, cosmopolita, universal, ipmensa, Unica, sola, _¥ todas; ‘isteriosa y erudita; mame, mat y nube, espuma y ola. Sé mi reina de Saba, mi tesoro; deseansa en mis palacios solitarios. Duerme, Yo encenderé los incensarios, '¥ Junio a mi unicornio cuerno de oro tendrin rosas y miel sus dromedarios. 40 Luego vienen otras poesias que han Megado a ser de las mas conocidas y repetidas en Espafla y América, como la «Sonatina», por ejemplo, que por sus particularidades de ejecucién, yo no sé por qué no ha tentado a algdn compositor para ponerle miisica. La observacién no es mia. «Pien- so—dice Rodé—que la «Sonatina» hallaria su co- mentario’ mejor en el acompafiamiento de una voz femenina que le prestara melodioso realce. El poeta mismo ha ahorrado a la critica la tarea de clasificar esa composicién, déndole un nombre que plenamente Ia caracteriza, Se cultiva casi t i mw RUBEN DARIO exclusivamente en ella la virtud musical de 1a palabra y del ritmo poético.» En efecto, 1a mu- (/sieslidad en este caso sugiere 0 ayuda a la con " epeion de la imagen sofiada, ‘«Blaséno es el titulo de otra corta poesia, que fué escrita en Madrid en el tiempo de las fiestas del Centenario de Colén. Tuve alli oportunidad de conocer a un gentilhombre, diplomatico cen- troamericano, casado con una alta dama fran- cesa, como que es, por sus primeras nupcias, 1a madre del actual jefe de la casa de Gontaut- Biron, el conde de Gontaut Saint-Blancard. Me refiero a la marquesa de Peralta. En el album de tal sefiora celebré la nobleza y la gracia de un ave insigne: el cisne. Después estin las alaban- zas a los «ojos negros de Julias. {Qué Julia? Lo ignoro ahora. Sed benévolos ante tamafia ingra- titud con Ja belleza. Porque, ciertamente, debié de ser bella 1a dama que inspiré las estrofas de que trato, en Jor de los ojos negros, ojos que, al menos en aquel instante, eran los preferidos. Luego seré un recuerdo galante en el escenario del siempre deseado Paris. Pierrot, el blanco poeta, encama el.amor Iunar, vago y melancd- Tico, de los liricas sensitives. Es el carnaval. La alegria ruidosa de la gran ciudad se extiende en calles y bulevares. El poeta y su ilusién, encar- nada en una fugitiva y harto amorosa parisién, certifica, por la fatalidad de la vida, la tristeza de la desilusién y el desvanecimiento de los me- jores encantos. Rodé6—a quien’ siempre habria gue citar: traténdose de Prosas profanas—ha dicho cosas deliciosas a propésito de estos versos, OBRAS COMPLETAS 14 Hay en el tomo de Prosas profanas un peque- fio poema en prosa rimada, de fecha muy ante- rior a las poesias eseritas en Buenos Aires, pero que por 1a novedad de la manera llamé la aten- cida. Esté, se puede decir, ealeado en ciertos pre~ ciosos y armoniosos juegos que Catulle Mend’s publicé con el titulo de eLieds de France. Ca- tulle Mendés, a su vez, los habia imitado de los poemitas maravillosos de Gaspar de la Nuit, y de estribllos o refranes de rondas populares. Me @heontraba yo en la ciudad de Nueva York, y uuna sefiorita cubana, que era prodigiosa en el arpa, me pidié le escribiese algo que en aguella dura y colosal Babel le hiciese recordar nuestras, bellas y ardientes tierras tropicales. Tal fué el origen de esos aconsonantados ritmos que s6 tik tulan «Bn el pais del Sols. ‘Un soneto hay en ese libro que se puede decir haa tenido mayor suerte que todas mis otras com- posiciones, pues de los versos mios son los més conotidos, Jos que se recitan més, en tierra his: pana como en nuestra América.’ Me refiero al soneto «Margaritas. Por cierto, la boga y el éxito se deben a la anécdota sentimental, a lo sencillo emotivo, y a que cada cual comprende y siente en si el sollozo apasionado que hay en estos ca- toree verses. Entonces si, ya habia caido yo en Buenes Aires en nuevas redes pasionales; y fui a ocultar mi idilio; mezclado a veces de tempes tad, en el cereano pueblo de San Martin. iEn onde se encontraré, Dios mfo, aquella que que- tia ser una Mergarita Gautier, a quien noes elerto que 1a muerte haya deshojado, epor ver si | 1 RUBEN DARIO me querfay, como dice el verso, y que Hegara a dominar tanto mis sentidos y potencias? ;Quién sabe! Pero, si Iegésemos a encontrarnos, es so guro que sé realizaria lo que expresa la tan hu- mana redondilla de Campoamor: Pasan velate afios; vuelve 61, y al verse, exclaman él y ella’ «{Dios mio! {¥ ésta es aquéllat» cjSanto Dios! j¥ éste es aquél!» Hay otra poesia en ese volumen, escrita en ES- ppafia en 1892, en la cua! se ven ya los distintivos que han de caracterizar’ mi produccién anterior, fa pesar de que ese trabajo es castizo, de espi- itu espafiel puro, de acento, de tradicién, de manera, de forma. Es el elogio de un metro po- ular, armonioso y cantante, la seguidilla. A ese tiempo también pertenecia «el pértico» que e+ eribi en Madrid para que sirviese de introduc- cién a la coleccién de poesias que con el titulo de En tropel dié a luz el poeta Salvador Rueda. ‘La pagina blanca» fué escrita en Buenos Ai res, en-casa del pobre Miguelito Ocampo. ,Quién se acuerda de Miguelito Ocampo?... Hombre de eorazén bueno, de natural ingenio, a quicn se debe el primer ensayo de zarguela cémica ma- cional argentina, y que hubiese quizés dejado luna produccién mas copiosa ¢ importante, si, la peor de las bohemias no le arrebata primero Ja voluntad y después la salud y le vida. En su casa escribi, como he dicho antes, «La pagina blanca»-en ‘presencia de nuestro querido viejo OBRAS COMPLETAS 1 Lamberti, a quien dediqué esos versos. Casi to- das las composiciones de Prosas profanas fueron _- escritas répidamente, ya en la redaceién de La Nacién, ya en las mesas de los cafés, en el Aue's Keller, en la antigua casa de Lucio, en la de Monti. «El eoloquio de los centaurosy’ lo conclui en La Nacién, en la misma mesa en que Roberto Payré escribia uno de sus articulos. Tanto éstas ‘como otras poesias exigirian bastantes exégesis y largas explicaciones, que a su tiempo se haran, a tra hospitalidad de buen humor que me aco- gieta por esos dias fué la del excelente amigo Rouquad. Alli rendfamos tributo a la gula con platos suculentos que solfa dirigir el duefio de casa. All{ legaban, entre otros compafieres ya nombrados, un joven poeta de eudacia y fanta- sia que ha producido después libros muy plausi- bles. Se Ilamaba Américo Llanos, era de origen uuruguayo y desempefia actualmente el consule- do de su pais en San Sebastiém de Espafia, con st verdadero nombre, Armando Vasseur. Tha tam- bign cierto abate francés, de apellido Claude, que ensefiaba su idioma al melodioso y elegante rico de dorados cabellos Eugenio Diaz Romero. Este abate tonfa una historia de-las més esca- brosas y ue habrfa interesado a Barbey @Au- revilly. Era sobrino de un cardenal. THabia ve- nido.a la Argentina muy bien recomendado, pero al hombre le gustaban mucho los aleoholes, en A im RUBEN DARIO especial ia demonfaca egua verde del ajenjo. En tuna de las provineiss colgé los hébitos, pues se habia enamorado locamente de la mujer con ‘quien tuvo varios hijos, Ella, atemorizada o arre- pentida, le abandoné para casarse con otro; y oseyé ‘al abate 1a mayor desesperacion, y la desesperacién y el veneno verde le llevaron casi a la locura, Volvié a Buenos Aires y entonces fué cuando le conoci. En La Nacién he publicado una pagina en que narro cémo el general Mitre pudo socorrer una vez al infeliz religioso, en momentos de miseria y de angustia. Mucho tiem- po después se me aparecié en Paris el desventu- ado, Iba de nuevo vestido con sus ropas talares. Lo tenia recluido el arzobispo en un convento. Le dejaban salir muy de tarde en tarde y en compafiia de algiin otto sacerdote; pero esa vex legé solo. Me cont sus horas de oracién y de arrepentimiento, mas poco a poco se fué exaltan- do. «Vamos—me dijo—a dar una vuelta. Yo le acompafié @ la calle. Conversaba ya tranquilo, ya agitado, sobre todo cuando me recordaba a la mujer de quien, siempre estaba enamorado, y a sus hijos. Y como paséramos eerea de un café «Entremos—me dijo—; tengo mucha sed; tom: remos algiin refresco. Por més que me opuse, Vi que Ja cosa era irremediable. Entramos, y con asombro de los concurrentes, el abate, en ver de un refresco, ya comprenderéis que pidié su vene- no. Yo me despedi mis tarde. Al dia siguiente Hegé a verme de nuevo en un estado lamentable. Me dijo que todo aquello no era sino obra del de- ‘maonio; que él estaba arrepentido y que, para cor OBRAS COMPLETAS 1 tar el mal de raiz, se irfa auna Cartuja que esté en una isla cerea de Niza, Crei que todas esas pro- mesas eran historias; pero'el abate desaparecié ya los: poces dias recibia yo unas cuantas foto- grafias de la Cartuja, y una carta en que el triste me anunciaba su definitiva separacién del mun- do, No volvi a saber nunca mas de él. 2 En la redaccién de La Tribuna ine relacioné, por presentacién de Mariano de Vedia, con el doctor Lorenzo Anadén, con el general Mansilla y les’ poetas Carlos Roxlo y Christian Roeber. Mansilla simpatizd mucho conmigo y publicé: 4 este tespecto un precioso y’ chispeante articulo. Le visité. En su casa me mostré cosas curiosisi= mas, entre ellas el mejor retrato que yo haya visto de su tio D, Juan Manuel de Rozas, Alean= cé @ conocer también a su madre, dofia Agus! tina, la belleza’célebre que ain resplandecia en su ancianidad, ya quien, cuando murié. deshojé un ramillete’de rosas literarias. El poeta Roxlo exa'de trato suave y delicado y no adivinaba yo en él al futuro vigoroso combatiente de: las Hit ches politicas. Publicaba sus versos impregnados de perfume patrio, yen los cuales hay sollozos de guitarra pampera, melancélicos aires rurales, y la revelacién armoniosa de un profundo sentir. Roeber era tipo roméntico y legendario. Su no vela: vital se contaba en voz baja. Se decia que} por drama de amores, Io que menos le habia pat eH wo oRUBEN DARIO sade era recibir una bala en la cabeza, en duelo, por Jo cual tuvo que estar un tiempo encerrado en un manicomio. Es lo cierto que tenia un co- nocido tftulo espafiol, con. el cual publics una serie de traducciones de las novelas de cierto alegre y ha tiempo pasado de moda autor francés, Mansilia me dié una comida, a la cual invité-a algunos intelectuales. Tengo presente la larga conversacién que alli tuve con el doctor Celes- tino Pera, y la interesantisima facundia de nues- tro anfitrién, que narrara amenos sucesos y pro- digara agudas ocurrencias, felices frases, con ese poder de conversador agil y oportuno que se ha Teconocido en todas partes. Fundé una revista literaria en unién de un jo- ven poeta tan leido como exquisito, de origen bo- liviano, Ricardo Jaimes Freyre, actualmente ve- cino de Tucumin, Ricardo es hijo del conocido escritor, periodista y catedratico que ha publi- cado tan curiosas y sabrosas tradiciones, desde hhace largo tiempo, en su pais de Bolivia, y que en Buenos Aires hizo aparecer un valioso volu- men sobre el antiguo y fabuloso Potosi, El y st hijo eran para mi excelentes amigos. Con Brachit Gorda, pseudénimo de Jaimes padre, soliamos hacer amenas excursiones teatrales, o bien por Ia isla de Maciel, pintoresea y alegre, o por las fondas y comedores italianos de La Boca, en donde saboredbamos pescados fritos y pastas al jugo, regados con: tintos chiantis y oseuros ba- rolos. Quien haya conversado con Julio L. Jai mes sabré del sefiorfo y del ingenio de los car halleros de antafio, OBRAS COMPLETAS 17 Con Ricardo nos entrébamés por simbolismos xy decadencias francesas, por cosas d’'annunzianas, por prerrafaelismos. ingleses' y otras novedades de entonees, sin olvidar nuestros ancestrales Hi- tas y Berceos, y demas castizos sutores. .Funda- mos, pues, la Revista de América, Srgano de nuestra naciente revolucién intelectual, y que ‘tuvo, como era de esperarse, vida precaria, por Ta escasez de nuestros fondos, la’ falta de sus- cripeiones y, sobre todo, porque a los. pocos. nii- meros, un 2dministrador italiano, de cuerpo ba- ito, de redonda: cabeza calva y matieras untuo- '5a5, se eseap6 Mevandose los pocos dineros que habiamos podido recoger. Y asi acabé nuestra entusiasta tentativa, Pero Ricardo se desquité dando a luz su libro de poesfas Castalia Barbara, ‘ue fué una de las mejores y més brillantes mues- tras de nuestros esfuerzos de renovadores. Alli se revelaba un lirico potente, delicado, sabio en ‘técnica y elevado en numen. 43 'Y se ere6 el grupo del Ateneo. Esta asociacién, que produjo un considerable movimiento de ideas en Buenos Aires, estaba dirigida por reconocidos capitanes: de la literatura, de la ciencia y del arte, Zuberbuhler, Alberto Williams, Juliém Agui- rre, Eduardo Schiaffino, Ernesto de la Carcova, Sivori, Ballerini, De la Valle, Correa Morales 'y otros animaban el espfritu artistic; Vega Bel- grano, D. Rafael Obligado, D. Juan José Garcia mw RUBEN DAR TLO Vellogo, el'doctor-Oyuela, el doctor Ernesto Que- sada,'el'doctor Norberto Pifiero y algunos més, fomentaban las letras clasicas y las nacionales, y los més: jovenes alborotdbamos la atmésfera ‘con’ pitoclamaciones de libertad mental. Yo hacla todo el dafio que me era posible al ((dogmatismo hispano, al anquilosamiento acadé- \ mico, a ta tradicién hermosillesca, a lo pseudo- clisi¢o, a Io-pseudo-roméntico, a lo pseudo-rea- lista y naturalista, y ponia a mis «raros» de Francia, de Italia, de Inglaterra, de Rusia, de Escandinavia, de Bélgica y aun de Holanda y de Portugal sobre mi cabeza. Mis compafieros me \seguian y me secundaban con denuedo, Exage: ‘rébamos, como. era natural, la nota, Un Benja- iain de la tribu, Carlos Alberto Bec, publicé una plaquette donde por primera vez aparecian en castellano vers0s libres a la manera francesa, pues los versos libres de Jaimes Freyre eran combinaciones de versos normales ‘castellanos. Beet hace tiempo abandoné sus inclinaciones 1i- ricas y es hoy un grave y sesudo internaciona- lista, Luis Berisso publicaba su Pensamiento de ‘América, su traduccién de Belkis, del portugués Eugenio de Castro, y trabajaba por que se rela- cionaran los jévenes intelectuales argentinos con os del resto de: Hispanoamérica. Leopoldo Diaz eseribia sus elegancias parnasianas, sus poemas de esfuerzo isotérieo. Angel de Estrada anuncia- ba con su produecién el sutil e intenso poeta y el prosista artistieo y sugestivo que es hoy..Con €l.y con Alberto Vergara Viedma, profundizador y elocuente, divagdbamos sobre’ temas de be- OBRAS COMPLETAS 19 eva, Miguel Escalada, que abandoné a las Be nerosas musas, burilaba o miniaba poemitas de singular y suave gracia, Eduardo de Ezeurra nos hablaba de su estética y nos citaba siempre @ Campanella, uno de sus autores favorites. Carlos Baires nos hacia pensar en trascendentes proble- mas, con sus iniciaciones filoséficas, Mauricio Nirenstein nos mostraba selecciones de las letras alemanas y nos instruia en asuntos talmidicos, ‘José Ingenieros, con su aguda voz y su agudo es- piritu, nos hacia vibrar en stibitos entusiasmos Hiélicos, José Pardo Uevaba alguna pagina de pasion, y el bien de su sedoso cardcter. José Ojeda nos ungia con e] dleo de la musica; ¥ si hay otros que no vienen ahora a mi memoria, han de perdonérmelo a causa del tiempo. Por ‘e508 dias di en el Ateneo una conferencia en ex- fremo laudatoria sobre el sofiador lusitano Ew ggonio de Castro, De ese vibrante grupo del Ate- ) Reo brotaron muchos versos, muchas Prosas; a | teron revistas de poca vida, y en nuestras mo- / estas comidas a escote creabamos alegria, salud | y vitalidad para nuestras almas de luchadores ¥ Ge réveurs. Un dia aparecié Lugones, audaz, jo- ven, fuerte y fiero, como un cachorro de heca- {énguero que viniera de una montafia sagrada. Liegaba de su Cérdoba natal, con la seguridad de su triunfo ¥ de su gloria, Nos leyé cosas que hos sedujeron y nos conquistaron. A poco estaba ya con Ingenieros redactando un periddico, ex: Plosivo, en el cual mostraba un esp{ritu andr- Quico, intransigente y candente. Hacfa prosas de Getonacién y relampagueo que iban mas allé de ee woo RUBEN. DA-R-1LO Leén Bloy; y sonetos contra emuffles», que tras: pasaban los limites del més acre Laurent Tail- hade. Vega Belgrano lo llevé a El Tiempo, y alli aparecieron lucubraciones y paginas ritmicas de toda belleza, de todo atrevimiento y de toda ju: ventud. Dié al pablico su libro Las montafias del oro, para mi el mejor de toda su obra, porque es donde se expone mayormente su genial potencia creadora, su gran penetracién de Io misterioso del mundo; y porque hasta sus imperfecciones son como esos informes trozos de roca en donde se ve, a los brillos del sol, el rico metal que la veta de la mina oculta en su entrafia, Yo agité palmas y verdes ramos en ese advenimiento; y erei en el que venia, hoy crecido y en la plena y luminosa marcha de su triunfante genio, “4 Tres amigos médicos tuve, que fueron alter nativamente los salvadores de mi salud. Fué el uno el doctor Francisco Sicardi, el novelista y poeta originalisimo, cuya obra extraordinaria'y desigual tiene cosas tan grandes que pasan los Umites de la simple literatura, Su Libro extrafio es de lo mas inusitado y peregrino que haya pro! ducido una pluma en lengua castellana. El otto miédico era Martin Reibel, el fraternal ¢ incor: parable Hipécrates de los poetas, a quien Eduar do. Talero, entre otros, debe la vida, y yo, més de una vez, el aflanzamiento del mis sacudido y atormentado de los organismos. El otro era Prue OBRAS COMPLETAS 131 dencio Plaza, con quien fui a pasar una tempo- rada a le isla de Martin Garcia, cuando él era médico de aquel lazareto. Pasamos alli horas pla cidas; nos perfeccionébamos en el tiro del:mau- ser lefamos el Quijote, nos confisbamos las ilu= siones de nuestros mutuos porvenires. Pero no olvidaré jamés la legada de los cadaveres de enfermos sospechosos de alguna contagiosa en- fermedad; ni una autopsia que vi hacer desde lejos, del cuerpo largo y bronceado de un hindti, pues era la primera vez, la primera y la nica, que he visto ejecutar el horrible y sabio deseuar- tizamiento. De Martin Garcia envié a La Nacién algunas correspondencias informativas firmadas con un pseudénimo. Hice después un viaje a Bahia Blanca, en com- Pafiia del amigo Rouquaud. No era, por cierto, Bahia Blanca el emporio que es ahora; sin ex. bargo, ya se hablaba mucho del futuro colosal que deberia Iegar para esa espléndida regién argentina. De Bahia Blanca parti para una estancia del doctor Argerich, y alli fué mi primera visita a la Pampa inmensa y poética. Poética, si, para quien sepa comprender el vaho de arte que flota Sobre ese inconmensurable océano de tierra, so- bre todo en los crepiscules vespertinos ¥ en los amaneceres, Alli supe lo que era el maté matinal, junto al fog6n en compafiia de los gauchos, rudos Y primitives, pero también poéticos. All{ nemro- dicé, con excelente punteria, contra martinetas, avestruces, tordos y pechirrojos, y aun faciles y Poco avisadas vizeachas, Alli atisbé, con las bo- Ba w RUBEN DARIO tas dentro del agua, bandadas de patos, y perse- gui a ese espia escandaloso del aire que se llama el «teructeruy ; alli anduve a caballo varios diz desde los amaneceres hasta los atardeceres; alli adquiri fuerzas, y renové mi sangre, y fortifiqué mis nervios, y pasé quizds, entre gentes sencillas y nada literarias, los mas’ tranquilos dias de mi existencia, 46 Retorné a Buenos Aires, y como el producto de mi labor periodistica y literaria no me fuese suficiente para vivir, avino que el doctor. Carlos Carlés, que era director general de Correos 'y ‘Telégrafos, me nombré su secretario. particular. Yo cumplia cronométricamente con mis obliga celones, las cuales eran. contestar una cantidad ‘innumerable de cartas de recomendacién que Ile: gaban de todas partes de la Reptiblica, y luego recibir a un ejército de solicitantes de empleos, que Uevaban en persona sus cartas favorables. En las primeras no me faltaba el «Con el mayor gusto...» y «en la primera oportunidad...p3 eer cuanto haya alguna vacante...», Y a los que Ie- gaban, siempre les daba esperanzas: : «Vuelva usted otro dia, Hablaré con el director... Lo ten: dré muy presente... Creo que usted conseguiré ‘su puesto...2. Y asi Ia gente se iba contenta, En Ie oficina tuve muy gratos amigos, como el activisimo y animado Juan Migoni y el no menos activo, aunque algo grave de intelectualidad y de estudio, Patricio Pifieiro Sorondo, con quien OBRAS COMPLETAS 133 me extendia en largas pléticas, en los momentos de reposo, sobre asuntos teoséficos y otras: filo- sofias, Cuando Leopoldo Lugones leg6, también de empleado, a esa reparticién, formamos, 10 digo con cierta modestia, un interesante -trio. ‘Cuando no contestaba yo cartas, escribia versos © articulos. En las quemantes horas del verano nos regocijaba en la secretaria la presencia de un alegre y moreno portero que nos levaba re- frigerantes y riquisimas horchatas, Delante de mf pasaban las personas que iban a visitar al director, y recuerdo haber visto allf, por la pri- mera vez, la noble figura del doctor Saenz Pefia, actual presidente de 1a Repiblica. 46 Como dejo escrito, con Lugones y Pifieiro So rondo hablaba mucho sobre ciencias ocultas. Me habia dado desde hacia largo tiempo a esta clase de estudios, y los abandoné a causa de mi ex- tremada nerviosidad y por consejo de médicos amigos. Yo habia, desde muy joven, tenido oca- sién, si bien raras veces, de observar la presencia y-la accién de las fuerzas misteriosas y extrafias que atin no han Megado al conocimiento y do- minio dele ciencia oficial. En Caras y Caretas ha aparecido una pdgina mia, en que narzo como en Ja plaza de la catedral de Leén, en Nicaragua, una madrugada vi y toqué una. larva, una, ho- rrible materializacién sepuleral, estando en mi sano-y completo juicio. También'en. La Nacién, 14 RUBEN DARIO de Buenos Aires, he contado cémo en la ciudad de Guatemala tuve el anuncio psicofisico del far Uecimiento de mi amigo el diplomético costarri- ‘auefio Jorge Castro Fernindez, en los mismos momentos en que él morfa en la ciudad de Pa- nama; y la pavorosa visiOn nocturna que tuvi- mos en San Salvador del eseritor politico Tran- quilino Chacén, incrédulo y ateo; visién que nos Mend, mas que de asombro, de espanto. ‘He contado también los casos de ese género acontecidos a gentes de mi conocimiento. En Paris, con Leopoldo Lugones, hemos observado en el doctor Encausse, esto es, el célebre Papus, cosas interesantisimas; pero, segtin lo dejo ex- presado, no he seguido en esa clase de investi- gaciones por temor justo a alguna perturbaci cerebral, ry No he de dejar en el tintero mis buenas re- Jaciones con un clown inglés que ha diver- ido a tres generaciones de argentinos. Ya se comprendera que trato de Frank Brown. Los que, le conocen fuera de la pista saben que ese pa- yaso es un gentleman; -y que un artista, o un hombre de letras, tiene mucho que conversar con él. Sabe su Shakespeare mejor que muchos hombres que escriben. Es grave y casi melancé- lico, como todos aquellos que tienen por misién hhacer refr. Hay que tener en cuenta que el arte del clown confina, en lo grotesco y en lo funam- bulesco, con lo trégico del delirio, con el suefio OBRAS COMPLETAS 15 y con las vaguedades y explosiones hilarantes de la alienacién. Para mangjar todo esto, se precix san una fuerte salud fisica y una vigorosa resis teneia moral, Con Frank Brown hemos pasado repetidas horas, agradables y provechosas, y mas de una vez ha aparecido su nombre en mis pro- sas y versos. Por ejemplo, en aquellos que em piezan: rank Brown, como los Hanlon Lee, sabe lo tragico de un paso ‘de payaso, y es para mi ua buen jinete de Pegaso. Salta del circo al clelo raso; Banville le husiera amado si; Frank Brown, como los Hanlon ‘sabe 1o trégico de un paso. en Ia siguiente medalla: ANVERSO «in el fondo de oro de la fiesta, en traje rojo u 0r0, of0 0 rojo sacteado de estrellas, o reco mado de una flora de seda, el rostro inaudito, ‘mascara de risa cuasi por 10 fijo y violento do- lorosa, descendiente de los Hanlon Lee, alado, elistico, Frank Brown, clown, aparece. La contraccién gelésmica se acompafia de st bitos gritos y gestos, siendo el conjunto demos- tracién de cémo la Tisa, en lo bufo inglés, como en las marionetas macabras niponas, se constitu: yese rayana, en su fondo, en lo tragico, El tono denota, en aflautados finales, 0 monélogo. colo 1% RUBEN DARIO reado fuertemente, de acentos de tirol te, le tirolesa, raya: dos de eres, mieniras,sltnt,avana, hatred acio, magistral en su arte extrafo, Ia figura au ef oo de Bebé agranda, princi, mine nochesea, deslumbrante, en tiniea, multiple em- pero, apoteosis. we Las palabras sélenle en hipos: acsso el esfuer: zo verbal continuando dolorosa meditacién: fue- 40 de artificios cortado a veces de ausas, lazzi, fedeoneria trascendente. Tntimo on ‘caballos, Jeones, perros, monos,eebras, héreuls, ecuyéres y tonys; Brown, con un gesto dominador, plicit, rige. oa ene iMusic! ya se escucha: Tiempos de Bois ! cha: cislay ¥ Bel lejos! Hoy, tempo de Pott, tempo de Frank Brown, iQué hace risufo, ble, ate clown, a las veces filosifico? Parodia Shakespea- re, Hamlet, no risuefio, risible: «dolorosos. REVERSO @Este es el caballero Frank Brow srown, que tient ata de Byron, Hombre ste y seta, pled Si sie, ralanelis, cAcso 41 no eons yurero?) Y como su mano ha acariciado tant tes anne ts or de los ares invents 7 profundos'Ie han eontemplado tanto, su corazén ge ha llenado de intima bondad. 5 s un hombre natural; su imperio, Ia ft 3 su imperio, la fuerza y la dignidad, Es inglés, sabe de poetas. Es inglés; tiene el cult a nels: Mone el euito del hogar, clone de OBRAS COMPLETAS Obra con sana y firme voluntad. Su alma de payaso no se ha pintado nunca Ia cara, Si que- Reis verle de cerca, si queréis conversar de Sha- Kespeare y de la bravura y de la vida justa y sencilla, de la naturaleza sagrada, y de Dios y fe los buenos hombres, id a casa de Luzio, des pués de la funcién del «San Martina, y veréis Junto a una mesa, rodeado de amigos, al ehom- $ren. Le reconoceréis por la cara de Byron. Es inglés; tama whisky con soda» ‘Yo iba siempre a ver trabajar a mi amigo clown cen su pista del teatro «San Martin». Una noche vi alli la demostracion del talento especial del «par ‘yor Roqué, para ganarse amistades y hacerse sim- atico con sus habilidades-y maneras a toda clase de gentes. Habia lefdo, por la tarde, la Hegada en su yacht de un potentado inglés, el conde de Car- narvon, lord Dudley, a quien acompafiaba un prin- ipe indio-Duhicep Sing. En el intermedio dela funcién del «Sen Martins noté en un palco a un joven de tipo briténico, acompafiado de otro hom- tre moreno, que tenia en su mano derecha un lanillo con eslupendc brillante negro. Estaba con Gllos uno al parecer secretario. Me encontré con el epayoy y le dije: «Ha visto usted al lord de Inglaterra y al principe de Ja India?» Y se lose fialé en el paleo. Cua no fué mi sorpresa cuando al continuar la funcién vi a Roqué sentado en el paleo, en risuefia conversacién con los dos ex tos personajes. Mas tarde legué a casa de Luzio, J como viese, muy pasada la media noche, movir Jniento de mozos que subian a los altos con pavos trufados y botellas de champagne, pregunté qué 8 OR U BEN DARIO festa habia ast, yun camarero me contets sSon sos prasipes que coin Se rks ee Srey a are rio da egué a redaciém de La Nac 4 8x0 person so pores co igs ot Fs de croguermar eo eterna Senate bidadts pce‘ rata pene oe Brincialmente post 0 ese arn ee Bae de Veda bo me eneroee a geen Glo, Por certo gue Mack Ta una de ss pens boman Nes See mi crates de cafe yo sn ee cenemar ta noche, en casa de Neste a el bravo siza to hala edith aed En ost se me and or fens Nest Bal ameditamants Yat aise inmost an ler enue Se una humerismo, Mark Twalm se encore 8 agonia. —«Es preciso—me dijo el séfior ie Vee longue ese sted un ahaha ae seule pra spcca mana cc ge Dues ramente esta noche Iegard la ni 1 del fallecimionton De mas desir que vo nea tnfetn ysproechondn crt sf Ae sobre el humorist sans tate Sen Inch fempa Voi er ele vase eae ore a ln amiges que me capi ens Mont. Lt muerte oe Mark Teco tne ca sioner dine ada agente “Gian entresté ta be os fa a bac ora que cendrames jini po nea OBRAS COMPLETAS 139 ‘mos una cena opfpara y convenientemente hume- decida. Las libaciones continuaron hasta el ama- necer, entre nuestras habituales, literarias y anec- doticas charlas; y Charles Soussens, nuestro dio- nisiaco Iirieo helvético, se ofrecié para ir'a buscar al nacer el dia un niimero de La Nacién a la im prenta, Asi fué. AI poco rato le vimos aparecer desde lejos, por la abierta puesta del restaurant. ‘Trafa un numero del diario, pero alzaba los braz0s y nos hacia gestos de desolacién. Cuando leg6, con una faz triste, nos dijo: «jNo viene el artfcu- lo!» Nos pusimos serios. Desdoblé el periédico y me di cuenta de la penosa verdad. Un cablegra- ma anunciaba le agonia de Mark Twain, pero en otro se decfa que los médicos concebian esperan- zas... En otro, que se esperaba una pronta reac. ion, y en otro, que el enfermo estaba salvado y entraba en una franca mejoria... Y la salvacién del escritor fué para nosotros un golpe rudo y un rasgo de humor muy propio del yanqui, y del peor género... Felizmente, a propésito de la enfer- medad, pude arreglar el artieulo de otro modo y conseguir que pasara algunos dias después, 48 Fut, como queda dicho, cierto dia, a Ia redac- cign del diario, Acababa de pasar la terrible gue- rraide Espaia con los Estados Unidos. Conversan- do, Julio Piquet me informé de que La Nacién deseaba enviar un redactor a Espafia para que eseribiese sobre Ia situacién en que habia quedado a wooRUBEN DARTIO la Madre patria. estamos pensando en qui ee ee «iYo!» Fuimos juntos a hablar con el sefior de Vedia y con el director. Se arreglé todo en se- suida, «¢,Cudndo quiere usted partir?»—me dijo @) administer. “saCuindo sale el pamer va Ports sPasado maianas «(Pues me embarearé / Dos dias después iba yo navegando con rum! travesia no acontecié nada de particular; sola mente algo que me da motivo para una rectifiea cién. Recorriendo mi libro Espaita Contempord= nea, veo que el episodio del capitén Andrews aconteci6 en este viaje y no anteriormente, como por explicable confusién de-fecha—repito que no ‘me valgo para estos recuerdos sino de mi memo- ria—lo he hecho aparecer. 49 Legué a Bareelona, ym impresion fué lo mis cotta pose, Cxihré la aida a aber 3, bln patrol nro de a entes do emmprera y conguista, la onera sim catalan, tanto en el soiador, que siempre €s un poco practico, como en el menestral, que Sempre es un pose wong. Note Io arelgado ‘1 regionalismo intransigente y la sorda agita- cién del movimiento social, que més tard social, que més tarde habria de estallar en rojas explosiones. Hablé de las fabricas y de las artes, de los ricos burgueses y T OBRAS COMPLETAS iM de los intelectuales, del leonardismo de Santia- go Rusifiol y de la fuerza de Angel Guimeré, de ciertos rincones montmartrescos, de las ale- gres ramblas y de las voluptuosas mujeres. ‘Llegué a Madrid, que ya conocia, y hablé de su sabrosa pereza, de sus capas y de sus cafés Bscribia: «He buseado en el horizonte espafiol las cimas que dejara no hace mucho tiempo, en todas las manifestaciones del alma nacional: C&- novas, muerto; Ruiz Zorrilla, muerto; Castelar, Gesilusionado y- enfermo; Valera, ciego; Campo- ‘amor, mudo; Menéndez y Pelayo... No est por Gierto, Espaha para literaturas, amputada, do- Tiente, vencida; pero los politicos del dia parece que para nada se diesen cuenta del menoscabo Suirido, y agotan sus energias'en chicanas in- teriores, en batallas de grupos aislados, en asun- tos parciales de partidos, sin preocuparse de Ja suerte comtin, sin buscar el remedio del dafio general, de las heridas en came de la nacion: No se sabe lo que puede venir. La hermana Ana no divisa nada desde la torre.» Envié mis juicios al periédico, que formaron después un volumen. Frecuenté la legacin argentina, cuyo jefe era entonces un eseritor eminente, el doctor Vieen- fe G. Quesada. Intimé con el pintor Moreno Car- ponero, con periodistas como el marqués de Val detglesias, Moya, Lopez Ballesteros, Ricardo Fuien- te, Castrovido, mi compafiero en La Nacién Ladevese, Mariano de Cavia, y tantos otros. Volvf fa ver a Castelar, enfermo, decaido, entristecido, jana Tuina, en visperas de su muerte... Me jut taba siempre con antiguos camaradas, como Alt wm RUBEN DARLO _/randro Sawa, y otros nuevos, como el charmeur Jacinto Benavente, el robusta vaseo Baroja, otro vasco fuerte, Ramiro de Maeztu; Ruiz Contreras, Matheu y otros cuantos mas; y un nuicleo de jéve- nes que debian adquitir mas tarde un brillante hombre: 10s hermanos Machado; Antonio Palo- mero, renombrado como poeta humoristico bajo el nombre de Gil Parrado; los hermanos Gonzé+ lez Blanco, Crisiébal de Castro, Candamo; dos liricos admirables, cada cual segiin su manera: Francisco Villaespesa y Juan R, Jiménez; Cara- manchel, Nilo Fabra, sutil poeta de sentimiento y de arte; el hoy triunfador Marquina y tantos Iba algunas noches al camarin de los Hamados por antonomasia Fernando y Maria, esto es, 10s sefiores Diaz de Mendoza, condes de Balazote, grandes de Espafa y principes del teatro, a quie: nes escribi sonoros alejandrinos cuando pusieron. en escena el Cyrano de Rostand. 50 En Ja libreria de Fernando Fe, lugar de re- unién vespertina de algunos hombres de letras, solia conversar con Eugenio Sellés, hoy marqués de Gerona; con Manuel del Palacio, poeta ama- ble de ojos azules, que recordaba siempre con carifio sus dias pasados enel Rio de la Plata; con Manuel Bueno, ilustrado y combativo, céle- bre como eritico teatral y hoy diputado a Cor- tes; con Lianas de Aguilaniedo, autor de intere- OBRAS COMPLETAS 18 antes novelas y de un libro sobre ciencia penal: ‘A don José Echegaray me presenté una noche Femando Diaz de Mendoza. «Ustedes los ameri- cartos—me dijo— tienen instinto poético...» La frase me supo agridulee.. Pero jvaya. si lo te- niamos...! Tiempos después firmaba yo con los eseritores ¥ poetas de Ia famosa protesta contra el homenaje nacional a Echegaray. Mi inquina era excesiva... Juventud, divino tesoro... Visite de nuevo a Campoamor, a quien encon- J tré en la més absoluta decadencia. Estaba, ano- taba yo, scaduco, amargado de tiempo a su pe- sar, reducido a Ia inaceién después de haber sido un hombre activo y jovial, casi imposibili tado de pies y manos, 1a facie penosa, el ojo sin elocuencia, Ia palabra poce y dificil, y cuan- do le dais la mano y os reconoce, se echa a llorar, y 0s habla escasamente de su tierra dolorida, de Ia vida que se va, de su impotencia, desu es- pera en la antesala de la muerte... os digo que es para salir de su presencia con el espitita apre- ado de melancolias En realidad, aquello era lamentable y doloroso. El poeta glorioso, el fil6- sofo de humor y hondure, era un viejo infeliz a quien tenian que darle de comer como a les nifios, un ser conclufdo en vispera de-entrar a Ja tumba, “er ofa Emilia’ Pardo Bazin continuaba dando / sus escogidas reuniones. All{ solia aparecer, ya tiogo, pero siempre leno de distincién, anciano impoluto y aristocratico, el autor de Pepita Jimé- i | i M4 RUBEN DARLO nez. Alli me relacioné con el novelista y diploma tico argentino Ocantos, con el doctor Tolosa La tour, con los eronistas mundanos Montecristo: ¥ Kasabal, con el politico Romero Robledo, cot el popular Luis Taboada, y con algunas damas do Ja nobleza que no se ocupaban tinicamente en modas, murmuraciones y asuntos cortesanos, sino que gustaban de departir con poetas y escritores Ja condesa de Pino Hermoso y la marquesa de la Laguna, cuya hija Gloria tuviera celebridad mas tarde por sus singulares encantos y su valentia de espfritu. Era yo también muy amigo de José Lazaro y Galdeano, director de La Fspaiia Mo- derna, y que tenia un verdadero museo de obras je arte, entre las cuales un pretendido Leonar= ¥ do de Vinci, Con Joaquin Dicenta fuimos compafieros de gran intimidad, apolineos y nocturnos, Fuera de mis desvelos y expansiones de noctémbulo, pre- sencié fiestas religiosas palatinas; fui a los toros y alcaneé a ver a grandes toreros como el Guerra, ‘Teniamos inenarrables tenidas culinarias, de am- brosias y sobre todo de néctares, con el gran den / Ramén Maria del Valle Inclén, Palomero, Bueno y nuestro querido ministro de Bolivia, Moisés Azcarrunz, Me presentaron una tarde, como a un ser raro—ees genial y no usa corbatane me de v cian, a don Miguel de Unamuno, a quien no le agradaba, ya en aquel tiempo, que le: lamaran- el sabio profesor de la Universidad de Salaman- ca... Cultivaba su sostenido tema de antifrance: OBRAS COMPLETAS ™5 sismo, ¥ era indudablemente un- notable vasco original. El sefior de Unamuno no conocia enton- ces a Sarmiento, y ablaba con cierto desdén, ‘basado en pocas noticias, y en su particular hu- ‘mor, de las letras argentinas, Yo recuerdo que, a propésite de un articulo suyo, escribi otro, que concluia con el siguiente parrafo: ‘«Decadentismos literarios no pueden ser plaga entre nosotros; pero con Paris, que tanto preocu- pa al sefior de Unamuno, tenemos las més fre cuentes y mejores relaciones. Buena parte de nuestros diarfos es escrita por franceses. Las dl- timas obras de Daudet y de Zola han sido publi- cadas por La Nacién al mismo tiempo que apare- fan en Paris; la mejor clientela de Worth es la de Buenos Aires; en la escalera de nuestro Joc- key-Club, donde Pini es el profesor de esgrima, la Diana de Falguiére perpetia la blanca desnu- dez de una parisiense, Como somos féciles para _ el viaje y podemos viajar, Paris recibe nuestras frecuentes visitas y nos quita el dinero encanta. doramente, Y asi, siendo como somos un pueblo industrioso, bien puede haber quien, en mintiseu- Jo grupo, procure en.el centro de tal pueblo ado- rar la belleza a través de los cristales de su ca- pricho: {Whim!, diria Emerson. Crea el sefior de Unamuno que mis Prosas profanas, pongo por caso, no hacen ningiin dafio ale literatura cien- tifiea de Ramos Mejial de Coni o a la produccién regional de J. V. Gonzélez; ni las maravillosas Montafias de oro, de nuestro gran Leopoldo Li ue RUBEN DARIO gones, perturban Ia interesante labor criolla de Leguizamén y otros aficionados a este ramo, que ‘ya ha entrado en verdad en dependencla folkléri- ca. Que habra luego una literatura de cimiento criollo, no lo dudo; buena muestra dan el her moso y vigoroso libro de Roberto Payré La Aus- tralia Argentina y otras obras del popularisimo ¢ interesante Fray Mocho» 5 ‘Volvi a ver al rey nific, més erecido, y supe de intimidades de palacio; por ejemplo, que su pe- quefia majestad Iamaba a sus hermanitas, las dos infantas hoy yacentes en sus sepuleros de El Escorial, a la una Pitusa y a la otra Gorriona, Busqué por todas partes el comunicarme con el alma de Espafia, Frecuenté a pintores y esculto- res. Asisti al entierro de Castelar, escribi sobre el periodismo espafiol, sobre el teatro, sobre li- breros y editores, sobre novelas y novelistas, so- bre los académicos, entre los cuales tenfa admira- dores y abominadores; escribi de poetas y de polt- ticos, recogi las tltimas impresiones desilusiona- das de Nifiez de Arce, Traté al maestro Galdés, tan bueno y tan egregio; estudié la ensefianza, renové mis coloquios con Menéndez y Pelayo, Hablé de las flamantes inteligenclas que brota- ban. Relaté mi amistad con la princesa Bonapar- te, madame Rattazzi. Di mis opiniones sobre 1a critica, sobre la joven aristocracia, sobre las rela ciones iberoamericanas, celebré a la mujer espa- OBRAS COMPLETAS 1 fola, y, sobre todo, igracias sean dadas a Dios!,, esparef entre la juventud los prineipios de ber? tad intelectual y de personalismo artistieo..que/ habfan sido Ja base de muestra vida nueva en el) pensainiento y el arte de escribir hispancameri eanos, ¥ que eausaron allé espanto y enojo entre ) Jos intransigentes. La juventud vibrante me si- guié, y hoy muchos de aquellos jévenes llevan 10s primeros nombres de Ia Espafia literaria, Im= posible me seria narrar aqui todas mis peripecias y aventuras de esa época pasada en la’ coronada villa; ocuparian todo un volumen, 52 La Exposicién de Paris de 1900 estaba para’ abrirse. Recibi orden de La Nacién de trasla darme en seguida a la capital francesa, Parti, En Paris me esperaba Gémez Carrillo y me fui a vivir con él, al niimero 29 de la calle Fau- bourg Montmartre. Carrillo era ya gran conoce- dor de la vide parisiense. Atmque era menor que yo, le ped{ consejos. «,Con cuiinto cuenta usted mensualmente?s, me pregunté.: «Con. esto», le contesté, poniendo en una mesa un pufiado de foros de mi remesa de La Nucién. Carrillo conté y dividié aquella riqueza en dos partes, una pe- quefia_y una grande. «Esta—me dijo apartando Ja pequefia—es para vivir: guardela. Y esta otra es para que la gaste toda.» Y yo segus con placer ee’ MB RUBEN DARIO aquellas agradables indicaciones, y esa misma noche estaba en Montmartre, en una boite Ia mada Cyrano, con joviales colegas y trasnocha- doras estetas, danzarinas o simples peripatéticas. Poco después, Carrillo tuvo que dejar su casa, ¥ yo me quedé con ella; y como Carrillo me Hevé ami, yo me levé al poeta mexicano Amado Nervo, en la actualidad cumplido diplométieo en Espaiia y que ha escrito lindos recuerdos sobre nuestros dias parisienses, en artfculos sueltos y en su precioso libro El éxodo y las flores del ca- mino, A Nervo y a mi nos pasaron cosas inaudi- tas, sobre todo cuando llegé a hacernos compa- fifa un pintor de excepcién, famoso por sus excen- tricidades y por su desorbitado talento: he se fialado al belga Henri de Groux. Algtin dia he de detallar tamafios sucedidos, pero no puedo menos que acordarme en este relato de los sustos, que me diera el fantistico artista de larga ca- bellera y de ojos de tocado, afeitado rostro y aire Meno de inquietudes, cuando en noches en que’ yo sufria tormentosas nerviosidades e invenci- bles insomnios, se me aparecia de pronto, al lado de mi cama, envuelto en un rojo ropén dantesco, con capuchén y todo, que habia dejado olvidado en el cuarto no'sé cual de las amigas de Gémez Carrillo... Creo que la Hamada Sonia. COMPLETAS 9 OBRAS 53 Yo hacia mis obligatorias visitas a la Exposi- cin, Fué para mf un deslumbramiento miliuna- nochesco, y me senti mas de una vez en una pie- za Simbad y Marco Polo, Aladino y Salomén, mandarin y daimio, siamés y cow-boy, gitano y mujick; y en clertas noches contemplaba en las cereanias de la torre Eiffel, con mis ojos despier- tos, panoramas que sélo habia visto en las mis- teriosas regiones de los sueyios ‘bia un bar en los grandes bulevares que se lamaba Calisaya, Carrillo y su amigo Ernesto Lajeuneusse me presentaron alli a un caballero un tanto robusto, afeitado, con algo de abacial, muy fino de trato y que hablaba el francés con mareado acento de ultramancha. Era el gran poe-/ ta desgraciado Oscar Wilde. Rata vez he enco1 trado una distincién mayor, una cultura mas ele~ gante y una urbanidad mas gentil. Hacia poco que habia salido de la prisién. Sus viejos amigos franceses, que le habian adulado y mimado en tiempo de riqueza y de triunfo, no le hacian caso. Le quedaban apenas dos o tres fieles de segundo orden. El habia cambiado hasta de nombre en el hotel donde vivia. Se Hamaba con un nombre balzaciano, Sebastién Menmolth. En Inglaterra le habian embargado todas sus obras. Vivia de la ayuda de algunos amigos de Londres. Por razo- nes de salud, necesité hacer un viaje a Italia, y con todo respeto le ofrecié el dinero necesario, ' | t ee el ——SCC“‘(NYY.LCCiaé#4dw#_-;-:; FSO ate Uae 6) Dee ae tO) un barman de nombre John, que es una de las eu- riosidades que yo ensefio cuando voy con algun amigo a la «Bodega», que esta en la calle de Ri- voli, esquina a Ja de Castiglione. Unos cuantos meses después moria el pobre Wilde, y yo no pude ir a su entierro, porque cuando lo supe ya estaba el desventurado bajo la tierra. ¥ ahora, en In- glaterra y en todas partes, recomienza su glori 54 J_En lo més agitado de 1a Exposicion de Paris sali en viaje a Italia, viaje que era para m{ un deseado suefo, Bien sabido es que para todo poe- ta y para todo artista, el viaje a Italia, al tradi- cional pais del arte, es un complemento indispen- sable en su vida, El mfo fué una excursion pida de turista. Aproveché la compaiia de un hombre de negocios de Buenos Aires, y asi tuve signiera con quien conversar, ya que no cambiar ideas. Pasé por Turin, en donde visité la Pina- coteca; tuve ocasion de ver al duque de los Abruzzos; almorzar con el onorevole Gianolio; trabar mi primer conocimiento con la sabrosa jonduta aromada de trufas blancas; conocer la Superga y admirar desde su altura los lejanos ‘Alpes Iuminosos bajo el sol. Estuve en Pisa y ad miré lo que hay que admirar: el Duomo, el Cam posanto, la Torre inclinada, rueca de la vieja ciu- dad, y el Baptisterio. Manifesté, en tal ocasién, Iricas reminiscencias. Fut a 1a Cartuja, con carta: de recomendacién para el prior don Bruno; of OBRAS COMPLETAS 1 cantar, en el calor de Ia estacién y en los verdes olivos y vifias, pesadas de uvas negras, las cigs ras itélieas. Aumenté mi religiosidad en el con vento, y admiré la fe y el amor al silencio de aquellos solitarios. Pasé por Livorno, ciudad maritima y comer- ciante, vibrante de agitaciones modernas. Ful a Ardenza y en el santuario de Montenero reeé un avemaria a la virgen Iegada de la isla de Negro- ponto, virgen milagrosa, amada de los marinos, vvisitada por Byron y otras conocidas testas. Luego fui a Roma, Me poseyé la gran ciudad imperial y papal. Vien una calle pasar a D’Annunzio, en v/ ‘su inevitable pose; vi a Len XII en su colosal retiro de piedra, y dediqué al Papa blanco un Jargo himno en prosa, Esa visita la hice con un numeroso grupo de peregrinos argentinos, entre los cuales tengo presente al ilustre doctor Garro, actual ministro de Instruccién Pablica, y al sefior Tgnacio Orzali, mi compafiero de La Nacién, que ostentaba sus condecoraciones pontificias. A Su Santidad blanca me presentaron como redactor del gran diario de Buenos Aires, «el diario del general Mitre». El viejecito de color de marfil me dijo en italiano palabras paternales, me di6 fa besar su mano casi fluidica, ornada con una esmeralda enorme, y me bendijo. En mi libro Pe- } regrinaciones podréis encontrar algunas de mis impresiones romanas, pero no encontraréis dos } que voy a contaros. La primera es mi conocimiento’ con Vargas Vila, el eSlebre pensador, novelista y panfletista / politico, que para mi no es sino, junténdolo todo, we RUBEN DARIO un tinico e inconfundible poeta, quizés contra su propia voluntad y autoconocimiento. Vargas Vila, que ha pasado muchos afios de su vida en Italia, pafs que ama sobre todos, se encontré conmigo en Roma. Fuimos intimos en seguida, después de una mutua presentacién, y no siendo él noctém bulo, antes bien persona metédica y arreglada, asé conmigo toda esa noche, en un cafetin de periodistas, hasta el amanecer} y desde entonces, jadmirindole yo de todas veras, hemos sido los ¥ mejores camaradas en Apolo y en Pan. ‘La segunda impresién es mi encuentro con En rique Gardia Velloso, que, aunque siempre leno de talento, no era todavia el fecundo, rozagante, pimpante y pactolizante autor teatral que hoy co- nocen las escenas argentinas y aun las espafiolas Yo le habia conocido desde que era un adoles- cente, en casa de su padre. En la urbe romana tuvimos primero saudades de Buenos Aires, y después nos dimos a la alegria y goz0s del vivir. Y¥ tras animados paseos nocturnos, nos fuimos una mafiana, en’ unién del periodista Ettore Mos- ca, al lugar campestre situado en las orillas del ‘Tiber, que se denomina «Acqua acetosa», Alli; en una ristica trattoria, en donde sonrefan rosadas tiberinas, nos dieron un desayuno ideal y primi- tivo: pollos fritos en clésico aceite, queso de églo- ga, higos y uvas que cantara Virgilio, vinos de oda horaciana. Y las aguas del rio, y la vifia frondosa que nos servia de techo, vieron natu- rales consecuentes locuras. OBRAS COMPLETAS 18 55 De Roma parti para Napoles, en donde pasé amistosos momentos en compafifa de Vittorio Pica, el eélebre critico de arte, autor de tantas exquisitas monografias y director de Emporium, la artistica revista de Bérgamo. Hice la indis- pensable visita a Pompeya y retorné a Paris. Nunea quise, a pesar de las insinuaciones de Carrillo, relacionarme con los famosos literatos ¥ Poetas parisienses. De vista conocia a muchos, y aun oi a algunos, en el Calisaya o en el café Nepolitain. Al Napolitain iha casi todos los dias un grupo de nombres en vedette, entre ellos Ca- tulle Mendés y su mujer, el actor Silvain, Ernest Lajeunesse, Grenet, Dancourt, Georges Courte: line, algunas veces Jean Moreas y otros citaredas de menor fama, Catulle Mendés no era ya el her~ moso poeta de cabellos dorados, que antafio Ia- mara tanto la atencién por sus gallardias y en- cantos fisicos, sino un viejo barrigén, cabeza de nazareno fatigado, todavia con fuertes pretensio- nes a las conguistas femeninas, las. cuales, en efecto, lograba en el mundo de las mascaras, pues era critico teatral y personaje dominante entre las gentes de tablas y bambalinas. Una que otra vez se aparecia con su melena negra y sus negros bigotes, el hoy elegido principe de los poctas franceses, Paul Fort, y la verdad que alli no des- collaba, pues su infiujo principal estaba del otro lado del rio, en el pais latino. nn { | ee we RUBEN DARIO 56 Yo segui habitando en la misma casa de la calle Faubourg Montmartre, y cuando regresaba por las madrugadas solia entrar a cenar a un ¢3- tablecimiento situado en mi vecindad, y que se Mamaba Au Filet de Sole. En uno de esos ama- neceres Iegué en compafia de un escritor cu ano, Eulogio Horta. Estébamos cenando en uno de Jos extremos del salén del café. Habia un nu- trido grupo de hombres de aspectos e indumen- tarias que yo no sabia conocer atin, alemanes en su mayor parte, y franceses, Casi todos ostenta- ban sendos alfileres y anillos de brillantes y s- taban acompafiados de unas cuantas hetairas de lujo. Espumeaba con profusin el cordon rouge, y al son de los violines de los tziganos, algunas parejas danzaban mds que libremente, De pronto fentré una joven, casi una nifia, de notable belle- za; se dirigié a uno de los hombres, rojo, re~ cchoneho, de foseo aspecto, con tipo de carnicero hablé con él algunas palabras... La bofetada’fué tan fuerte que resoné por todo el recinto, y 1a pobre muchacha cayé cuan larga era... A Eulogio Horta y ami se nes subi, sobre los vinos, lo hispano-americano a la cabeza, y nos levantamos en defensa de 1a que juzgébamos una victima; pero la cuadrilla de rufianes se alzé como uno solo, amenazante, lanzindonos los més bajos in- sultos. Y lo peor era que quien nos insultaba més, con Ia cara ensangrentada, era la moza del OBRAS COMPLETAS 185 bofetén... No.nos pas6 algo serio porque el se rente del establecimiento, que me conocia desde Buenos Aires, salié 2 nuestra defensa, habl6 en alemén con ellos y todo se calmé. Luego vino a nosotros y pos advirtié que nunca se nos ocu- rriera salir a la defensa de tales gourgandines, tras cuantas aventuras de este género me acontecieron, pues en esta época yo hacia vida de café con’ compafieros de existencia idéntica, y derrochaba mi juventud, sin economizar los ‘medios de ponerla a prueba. 81 ‘Habla vendido miscrablemente varios libros @ ‘dos ghettos, de la edicién que en Paris han hecho miles y millones con el trabajo mental de eseri- tores espafioles e hispano-americanos, pagados harpagénicamente, y como yo me quejase en aquel entonces, por una de mis obras, se me mos- traron las condiciones en que habia vendido para 1a Amériea espafiola una escritora ilustre su Vida de San Francisco de Asis. ‘Don Justo Sierra, el eminente escritor y poeta que en Méjico era Iamado «el Maestron, y que facababa de fallecer en Madrid de ministro de su pais, escribié el prélogo para uno de mis voli menes, Peregrinaciones. En Paris tuve la opor- tunidad'de.conocer a este hombre preclaro, qué ten los tltimos afios de 1a administracién del pre- sidente Porfirié Diaz ocupé el ministerio de Ins- ‘truccién Piblica. | I weo0«R OU OB EON las fiestas colombinas, o cuando se pregunté por Se ea a Y a propésito, por do: ha ok Agel is sy eee Seo nmin oe sd deeia poco més 0 menos: «Gracias a Dios que ya esaparecié esta plaga de la literatura espa- fe Cake mids ei 58 ‘Me instrui en mis funciones consulares y ténia como canciller a un rubio y calvo mexicano, lim- pio de espiritu y de corazén, y a quien conven- cimos, en horas risuefias, algunos hispano-ame- __Fleanos, de que, dado su tipo completamente igual al de los Habsburgos y la fecha desu nacimien- to, debia de ser hijo del emperador Maximiliano ; y el arico: tipo», con poco carifio por su papa ¥ Poco respeto por su sefiora mama, leg6 a acep- tar, entre veras y bromas, Ia posibilidad de su austriaco parentesco, parro | OBRAS COMPLETAS 187 Entre mis tareas consulates y mi servicio en La Nacién pasaba mi existencia parisiense. Era mministro nicaragiense en Francia D. Crisanto Medina, antiguo diplomético de pocas luces, pero de mucho mundo y prdctica en los asuntos de su incumbencia. A pesar de nuestras excelentes re~ Jaciones, habia algo entre elas que impedian tina completa cordialidad. Me refiero a un anti- guo drama de familia, relacionado con el asesi- nato de mi abuelo materno. Don Crisanto, de quien ha hecho Luis Bona- foux, en una de gus crénieas, bien pimentada charge, era un hombre tan feliz y tan ecuanime ‘a. su manera, que no tenia la menor idea de la iteratura... Habfa conocido, desde los tiempos de Thiers, a Victor Hugo, a Dumas, a otras cuan- tas celebridades; pero de Victor! Hugo no me contaba sino que en un banquete, en la inaugu- racién del Hotel de Ville, le libro de un resfria~ do levanténdose de Ia mesa y yéndose a poner ssa gabin, a catisa de una corriente de aire, cosa ‘que don Crisanto imité...; y de Dumas, que una ‘vez, al salir de una reunién, el famoso autor no encontraba su coche, y don Crisanto le-fué 2 Gejar en su casa en el suyo... Al ecuatoriano Juan ‘Montalvo le Iamaba kaquel Montalvo que €s- cribjan... Tenia gran admiracién por Gémez Ca- frillo, no porque hubiera leido su obra de eseri- tor, sino porque Carvillo le servia a veees de se cretario, y Ie contestaba las notas con frases poco ‘usuales, notas que unas veces eran para Nicara- 18 0=R U Be W DARIO gua, otras para Guatemala, porque don Crisanto habia 'tenido el tatento de conseguir la represen. tacin, altemativamente ya veces al mismo tem. Do do cas todas ls cinco repdbleas entroame: Ficanas. Tible Machado, ministro de Guatemala en Londres y Brusela, era su pesadilas y en la Conferencia de La Haya. la cosa acabé en un duclo, Una noche en Pars la vispera Gel encuere tro.en el terreno, me di mi ministto* «Mfafiana mato a Tible. No lo mate, Certo es gue don Grisanto habia tenido otto duelo e&lebre, en test es lal petri, con el mba Cl ian, Torres Caicedo, que sacd nu her de, emergencia. “ a heride dela Contemperdnco de Medina fué el maraués de Rojas, tio de Luis Bonafoux y que aa ails diplomitio de Gusmén Blanco, eon quien tive Su polémicas.y desegrados, Fué aauel masvues Pontifio, a quien traté en su poatimerin, ay Aficionado a las mujeres y a la buena vida; hom- valsia mune ene exndgs eison en su grgonions Bog doen sno de cue habla yu hn emp par descnsn, ean asidics al eatin Gran Hota en donde se reanien Cpe et pano-amerizanos a lenceria panlene nk ro mnecdn ncbal de rans a OBRAS COMPLETAS 159 59 ‘Los ardientes veranos iba yo a pasarlos a As- turias, a Dieppe, y alguna vez a Bretafa. En Dieppe pasé alguna temporada en compaitia del notable eseritor argentino que ha encontrado su via en la propaganda del hispanoamericanismo frente al peligro yanqui, Manuel Ugarte. En Bre- ttafia pasé con el poeta Ricardo Rojas horas dé intelectualidad y de cordialidad en una «villa» Hamada La Pagode, donde nos hospedaba un. conde ocultista y endemoniado, que tenia la cara’ de Mefistéfeles. Ricardo Rojas y yo hemos es- crito sobre esos dias extraordinarios, sobre nues- tra visita al Manoir de Boultons, morada. del maestro de las imégenes y principe de los tro» pos, de las analogias y de las armonias verbales, Saint-Pol-Roux, antes lamado el Magnifico. Entre toda esta ultima parte de mi narracion: se mezclan largos dias que pertenecen a lo ex: trictamente privado de mi vida personal. Emprendi otro viaje por Bélgica, Alemania, Austria-Hungrfa, Italia, Inglaterra. De todo ello me ocupo en algunos de mis libros con bastantes detalles. Mas no he contado algunos incidentes; por ejemplo, uno en que escapamos en perder la vida mi compaiiero de viaje, el mexicano Felipe Lopez, y yo. Fué en-la ciudad de Budapest, por cierto regién encantadora si la hay. Andébamos recorriendo las calles. Ni Lépez ni yo hablaba- mos alemén y nos desolébamos, en los restau- a i 0 RUBEN DAR 1:0 rants, de no poder entender la lista del «mento, porque los hiingaros, en lo general, por odio al austriaco, no quieren emplear al alemén en nada, ‘y as{ todo esta en su lenguaje, para nosotros leno de escabrosidades. Yendo por una gran via, lef mos en letras doradas en un establecimienti American Bar; y encontrando la ocasin de em- plear bien nuestro inglés, entramos, Pedimos sendos cocktails, y nos pusimos a escribir cartas. En esto se nos acercé un clegante joven, y en un francés cojo, pero melifluo, nos dijo, més o me- nos, tendiéndonos su tarjeta: que era hijo de un fabricante de bicicletas; que habia estado en Francia, donde le habian atendido con toda gen- tileza, y que desde entonces se habia prometida oftecer sus servicios, ser titil en todo lo que pus diera y pilotear y atender a cuanto extranjero de condicién Iegase a tierra hiingara. Nosotros, un tanto desconfiados por aquel abordaje sin presentacién, dimos las gracias con’ frialdad; pero el. guapo mozo continué en la carga con tan buenas maneras y con tanta insistencia, que nos vimos obligados a aceptar un champagne de bienvenida, Y el joven se convirtié en nuestro Nos Iev6 al Os Buda Vara, al barrio de los magnates, casi todo construido segin 1a manera de la Secesién; a un jardin piblico, donde debia celebrarse una fiesta esa tarde, y al cual debia asistir un-principe imperial; nos hizo comer no sé qué mezcla magyar de queso fresco, cebolla picada, sal y paprika, mojada con una ineompa- rable cerveza Pilsen, como de nieve y seda, Sin OBRAS COMPLETAS im saber e6mo ni euindo, se-aparecié un hombre con tipo de obrero, que lievaba en la diestra maciza un anillo de gran brillante. Habl6 en hingaro con nuestro joven, éste nos lo presenté como un rico industrial y nos dijo que, encantado de que fuésemos extranjeros, nos invitaba esa tarde a tuna comida compuesta exclusivamente de platos. nacionales. Llevado de mi entusiasmo por las co. cinas exétieas, dije que aceptébamos eon gusto, ¥ quedamos en que nuestro cicerone nos llevaria al punto de reunién, Se nos dijo que el restau rant elegido quedaba cerca. Muy entrada la tarde nos dirigimos a ta cia Toamos.a pie, y después de andar un buen trecho entre villas y quintas, observé que habiames sa- lido de la poblacién. Se lo hice notar a mi amigo, pero el hningaro nos sefialé una casa cercana, ais- lada, y nos dijo que era alli el Iugar de la co- mida, Adverti a Lépez que la cosa me parecia sospechosa} mas como viésemos que la casa ten{a un jardin y en él habfa mesitas donde comian otras gentes, nos parecieron vanas nuestras sos- pechas. Entramos. Desde el momento vimos que aquello era un céfetin popular. Aparecié el in- ustrial, Nos hicieron entrar a un cuarto lateral, pidieron cuatro copss de no recuerdo qué licor. Die en espafiol a Lépez.que no bebiéramos, pero 41 bebi6 con los dos desconocides. Querian que yo tomara con ellos, pero dije que no me sentia bien. A poco, el mexicano se puso pélido y me dijo que le venia un suefio irresistible y que se- guramente nos habian servido un narestico. Hice que saliéramos para que tomase un poco el aire, IE Ea T EOE Ee wo oRUBEN DARIO y asi se le’quité algo la pesadez de la cabeza. El hhostelero nos dijo que la comida estaba servida. En efecto, bajo una parra habia una mesa para cuatro personas. La cuarta aparecié y nos fue presentada como un sefior conde de hombre en~ revesado, Era un coloso mal trajeado y con manos de boyera, Nos sentamos a la mesa y comimos un papricak kun, plato especial del pais, y otros més de éstos, Cuando concluimos se nos invité'a pasar al lado del figén, a una cancha de bochas, o juego de bolos, perteneciente a un club, del cual se nos dijo que el conde era director. Aquello es- taba solitario, daba a un largo patio, o mas bien. dilatada extensién de terreno. No lejos corria el Danubio, Nos invitaron a tomar un vino tokay, que nos inspiré confianza, pues 1a botella vino cerrada, No era eb comin Vino tokay que se en~ cuentra en todas partes y que sirve para postres, sino un néctar delicioso, de ealdo color dorado, ¥ que apuramos en grandes vasos. Confieso no haber tomado nunca un vino tan exquisito. Des pués se nos insinué que era preciso, pues de uso corriente y nacional, que jugasemos a un juelo de. cartas lamado «el reloj». Como por encanto aperecié alli una baraja, y después de algunas indicaciones empez6 la partida, A pocos momentos, tanto“el mexicano como yo habiamos ganado importante nimero de flo- rrines; pero la partida continué, y cuando nos per- catamos tanto él como yo, habfamos perdida todo. Jo ganado y bastante dinero mas, De comiin aeuer- OBRAS COMPLETAS 163 do resolvimos irnos en seguida; mas cuando ma- nifestamos nuestra intencién, fué como si hubié- semos encendido un reguero de pélvora. Los hom- bres se sulfuraron y se pusieron ante nosotros fen actitud amenazante. El joven intérprete nos explicé que se crefan ofendidos. Nosotros esta! bamos sin armas y no habia sino que emplear alguna treta oportuna. Yo le dije que habia en todo una equivocacién; que estabamos dispues- tos a continuar el juego al dia siguiente, pero ‘que en ese momento tenfamos que ir a la ciudad a recoger un dinero. El conde hablé con sus com- pafieros, y el joven nos dijo que se nos invitaba al dia siguiente para ir a una pushta o estancia Ihingara para que conociésemos Ja vida rural del pafs. Me apresuré a decir que con muchisimo gusto, ¥ en los ojos de los bandidos se vié una gran satisfaccién, «A qué horas pasaré el conde en su automévil por ustedes?» «iene que ser antes de las ocho» ¢A las siete.y media en pun- to», le contesté. Asi nos dejaron partir. Cuando Megamos al hotel, el duefio del establecimiento nos dijo: «De buena se han librado ustedes. Esos pillos deben pertenecer a una banda que ha robado y hecho desaparecer a varios extran- Jeros, cuyos cuerpos apufialados se han encon- trado en las aguas del Danubio.» Tomamos el tren para Viena a las cinco de la mafiana, | | 1 we RUBEN DARIO 60 Una vez vuelto de ese largo viaje, me tomé algiin tiempo de reposo en Paris. Inesperadamen- te recibi cablegrama del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua, en que se me comuni- caba mi nombramiento de secretario de la dele- gacién nicaragtiense a la Conferencia Panameri- cana de Rio de Janeiro, Deberia reunirme en Francia con el jefe de la delegacién, sefior Luis F. Corea, que era ministro en Washington, Una semana después salimos para el Brasil. Ya he narrado en un diario les circunstancias, anéedo- tas y peripecias de este viaje y mis impresiones brasilefias y de la Conferencia, a raiz de este acontecimiento, Vine de Rio de Janeiro, por mo- ttivos de salud, a Buenos Aires. Mis impresiones de entonees quizés las conozedis en verso, en versos de los dirigidos a la sefiora de Lugones, en cierta mentada epistola ‘ea fn, convaleciente,Hegué a muestra cludad de Buenos Aires, no sin aber escuchado a mister Hoot, a bordo. del «Charleston» sagrado, Tad mi convalocencta curd poco. caué dige? rail cmocibn, mi entusiasmo y mi recuerdo emlg2, Jat banguete de La Nacion, que fue estupendo, Y mis Viejas stingas con su panico estruendo, J eve fervor porte6o, ese perpetuo ardet, yy Gimitagro de gracia que brota en la mujer lgentina, 7 mis ancias de gozar de esa terra, sme pusieron Ge nuevo con mis nefvios en guetia OBRAS COMPLETAS 16 Y me volvi a Paris, Me volvi al enemigo terrible. centro de la neurosis, ombligo dela locura, foco de todo «surmenagen, donde hago buenamente mi papel de esauvager encerrado en mi celda de Ta rue Marivaux, conflando sélo ea mi y resguardando el yo. i¥ si lo resguardara, sefiora, si no fuera Jo que Taman los patisienses’ ima eperan! ‘A'mi rincén me legan a busear las intrigas, las pequefias miserias, las tralelones amigas y las ingratitudes. Mi maldita visién sentimental del mundo me aprieta el corazén, ¥ asi cualquier tunante me explotars a su gusto, Soy asi. Se me puede-burlar con calma, Fs justo. Por €50, 108 astutos, los listos, dicen que no conozco el valor del dinero, jLo sé! Que ando, nefelibata, por las nubes....{Entiendo! Sf, 10 confeso. Soy inttil, No trabajo por arrancar @ otro su pitanza; no bajo a hacer la vida s6rdida de ciertos previsores, Yo no ahorro mi en seda, ni en champafia, ni en {ores No combino sutiles pequefieces, ni quiero quitarle de la boca su pan al compafiero. ‘Me complace en los cuellos blancos ver los diaman- Gusto de gentes de maneras elegantes tes. y de finas palabras y de nobles ideas. Las gentes sin higiene nj urbanidad, de feas trazas, avaros, torpes, o malimos y rudos, mantienén, lo confieso, mis entusiasmos mudos. ‘No conozco el valor'del oro... ;Saben es08 ‘que tal dicen lo amargo del jugo de mis sezos, del cudor de mi alma, de mi sangre y mi tinta, Gel pensamiento en obra y de Ia idea encinta? {He nacido yo caso hijo de millonario? {He tenido yo Cirineo en mi Calvario? 1 RUBEN DARIO De vuelta a Paris fui a pasar un invierno a la Isla de Oro, la encantadora Palma de Mallorca, Visité las poblaciones interiores; conoei la casa del archiduque Luis Salvador, en alturas lenas de vegetacién de paraiso, ante un mar homérico; jasé frente a la cueva en que oré Raimundo ‘Lulio, el ermitafio y caballero que levaba en su espiritu la suma del Universo. Encontré las hue _/lss de dos peregrinos del amor, lamémosles ai Chopin y George Sand, y hallé documentos cu- riosos sobre Ia vida de la inspirada y célida hembra de letras y su nocturno y tisico amante. ‘Vi el piano que hacia lorar intima y quejum- brosamente el més Iundtico y melancélico de los, pianistas, y recordé las péginas de Spiridion. 61 El Gobierno nicaragiiense nombré“a Vargas Vila y a mi—Vargas Vila era cénsul general de Nicaragua en Madrid—miembros de la Comi- sién.de-Limites con Honduras, que Nicaragua | envié a Espafia, siendo el rey Don Alfonso el ar bitro que debfa resolver definitivamente en el asunto en cuestién, El ministro Medina era el sjefe de 1a Comisién; pero nunea nos presenté { oficialmente, ni contaba ni queria contar con nosotros para nada, Vargas Vila tiene sobre esto ‘una documentacién inédita, que algin dia ha de publicarse. El fallo del rey de Espafia no con- tentd, como casi siempre sucede, a ninguna de las partes litigantes, y.eso que Nicaragua tenia a 7 OBRAS COMPLETAS 16 como abogado ‘nada menos ‘que a D. Antonio Maura. La poca avenencia del ministro Medina ‘conmigo hizo que yo me resolviera a hacer un viaje a Nicaragua. Hacia cerca de dieciocho afios que yo-no ha- bia ido a mi pais natal. Como para hacerme ol- vidar antiguas ignorancias e indiferencias, ful recibido como ningtin profeta lo ha sido en su tierra... El entusiasmo popular fué muy gran- de. Estuve como huésped de honor del Gobier~ no durante toda mi permanencia. Volvi a ver, en Ledn, en mi casa Vieja, a mi tia abuela, casi centenaria; y el presidente Zelaya, en Mana- gua, se mostr6 amable y afectuoso. Zelaya man- tenfa en un pufo aquella tierra dificil. Dieck siete afios estuvo en el Poder y no pudo levan- tar cabeza la revolucién conservadora, domina- da, pero siempre piafante. El presidente era hom= bre de fortuna, militar y agricultor; mas no se crea que fué ése 1a reproduccién de tanto tire no y tiranuelo de machete como ha producido Ja América espafiola, Zelaya fué enviado por su padre, desde muy joven, a Europa; se edi 6 en Inglaterra y. Francia; sus principales es- tudies los hizo en el colegio Héctie, de Versa- Mes; peleé en las filas de Rufino Barrios, cuan~ do este presidente de Guatemala intent6 reali- zar la unién de Centroamérica por 1a fuerza, ten~ tativa que le costé la vida. : ‘Durante su presidencia, Zelaya hizo progresar el pais, no hay duda alguna. Se rodeé de hom- bres inteligentes, pero que, como sucede’en mu- chas partes de nuestro continente, hacian de-

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