Los cronistas de los tiempos de la conquista de Amrica se deshicieron en elogios
prodigados a esa fruta rara, jams vista ni saboreada, que los indios mexicanos llamaban ahuacatl y los peruanos palta. Escribieron los cronistas que su forma semejaba a las peras, pero ms se pareca a los pechos de moza doncella. Que creca en los montes sin trabajo alguno, con Dios por hortelano. Que su delicada manteca, ni dulce ni amarga, regalaba suavidad a la boca, salud a los enfermos y fuerza a los flojos. Y que no haba nada mejor para dar ardor al amor. Ella, la fruta, opin que muy merecidos eran esos homenajes, y para que el tiempo no los borrara ofreci a los cronistas la tinta indeleble de sus semillas. Con tinta de aguacate, con tinta de palta, fueron escritas las alabanzas.