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Serge Daney | | i | | Obras de Serge Daney ! Perseverancia La Rampe, Gallimard | Les Cahiers du Cinéma, Paris, 1983, Ginéjournal, Les Cahiers du Cinéma, Paris, 1986. * Conversaciones con Serge Toubiana | Devant la recrudescence des vols de sacs @ main, Aléas, Paris, | 1991. Le Salaire du zappeur, P.O.L,, Patis,.1993. ts L'Bxercice a Ad profitable, Monsieur, P.O.L,, Paris, 1993. La L’Amatzur de tennis, P.O.L., Patis, 1994, Ediciones El Amante —_——a © 1994 P.O.L. fiditeur, Paris Traduccién: efacio, segunda y terera parte: Maria Valevia B. imera parte: Mauricio Martinez Cavard Diselio de tapo: Fetando Santamarina Compesicion: Rosario Salinas Primera edicion, Buenos Aires, 1998, © Badiciones 8 Amante / Tatanke S.A. Esmeralda-779, pi Buenos Aires, Argentina ISBN: 987-99728-24 Hecho el depésito que marca la ley 11723, Impreso e Argentina Printed in Argentina "dos los derechos resevados on la Argentina. Est bro no puede repro- ducirse total o parcialmente por ningiin medio electrénico, mecinico, foto- copia, grabacin i otos, ine expresoconsentimiento del editor Indice Prélogo a la edicién castellana Prefacio Primera parte: E travelling de Kapo Seguhhda parte ‘Tercera parte Cine e historia Cinéfilo en viaje ‘Una noche en Ronda El cine como promesa del mundo legato por una contrasociedad de los Cahiers a la de Libération ida y vuelta Los dos cines Indice de peliculas 9 45 109 ny 128 137 153 161 169 ba, le preguntaba discretamente como iba. “Avanzo, avan- z0..", me decia. Yo tenia dudas. Un dia me dijo que habia iniciado una primera reescritu- ra en [a computadora. No tuvo tiempo de terminar ese traba- jo. Murié de sida el 12 de junio de 1992, cuatro meses des- pués de nuestra entrevista en Eguilles. Dudé mucho antes de publicar este manuscrito, pues solo la primera parte de la entrevista fue revisada en su totalidad por Serge Daney. ¥ eso es evidente para quienes conocen su escri- tura: concisién, sentido del relato, un estilo inconfundi En cuanto a la segunda parte, la xevisé yo mismo, tratan- do de ser lo mas fiel posible a sus propésitos. Me parecié obvio que el libro debia comeinzar con su articu- Jo sobre ef travelling de Kayo, pues Serge Daney queria que fxe- ta el primer capftulo de su libro, Se trata del tiltimo texto que pyblicé en Trafic Serge Toubiana Primera parte EI travelling de Kapo Este texto fue publicado ducide a castellano por Mauricio Marti de 1996, Buenos Aires.] f 4,otoho de 1992, P.O.L, Pats Cayard en Hl Amante, N53, Kapo. rodado en 1960 por ena historia del i€o que, sin haberla visto, no la olvidar ja- més? En_realidad no vi Kapo y al mismo tiernpo. si Ja, vi, por: En su articulo Rivette no cuenta la pelicula sino que se limi taa describir un plano en una sola frase. La frase, que se gra ast: “Observen, e1 te para encuadrar el cadaver en contra- icado, teniendo el cuidado dei exactamente la mano |, ese hombre mere a lo —naturalmente— habia que ser abyecto. Ape- nas terminé de leer esas lineas supe que el autor tenia toda la inoso, el texto de Rivette me permitia defi- nix.con palabras el rostro de la abyeccién, Mi rebeldia habia encontrado su expresién, Pero, ademés, esa rebeldia estaba acompafiada de un sentimiento més oscuro y sin duda me- nos puro: la serena conciencia de haber adquirido mi prime. a certeza como futuro critico. Durante esos afios, efectiva. mente, “el travelling de Kapo” fue mi dogma portitil, el axio- ta que no se discutia, el punto limite de todo debate. Yo no tenia absolutamente nada que ver, nada que compartir con al. "n que no sintiera de inmediato la abyecci6n del “trave- lling de Kapo", Ademiés, ese tipo de rechazo estaba de moda en aquella épo- <2, Por el estilo rabioso y exasperado del articulo de Riverte, in. tuia que ya se habfan producido debates terribles, y me pare. fa légico que el cine fuera la caja de resonancia pris de toda polémica. La guerra de Argelia legaba a su fin y por el hecho de no haber sido filmada volvia de antemnano sospecho- sa cualquier tentativa de representacién de la Historia. Todo el. mundo parecta entender que podia haber —incluso y sabre to- do en el cine— figuras tabu, indulgencias criminal bre formula de Godard que ve en los. 8 “ina cuestion de Wrioral” me parecia tuna de esas verdades evidentes que nadie discuite. Yo no, en todo caso. Elarticulo fue publicado en Cahiers du cinéma tres afios an- tes de que terminara su periodo amazillo. zAcaso senti que no podia haberse publicado en ninguna otra revista de cine, que ese texto pertenecfa al pasivo de los Cahiers como yo, més tar- de, les perteneceria? Fn cualquier caso, encontré mi familia, yo, que tenfa tan poca. No era solo por mimetismo esnob que compraba los Cahiers desde hacia dos afios y compartia em- belesado sus comentarios con un compafiero —Claude D— del - No por mero capricho, a principi mes, pegaba la nariz, contra la vidriera de una mode: ia de la Avenue de la République. Bastaba con que, bajo la banda amarilla, la foto en blanco y negro de la portada hubie- ra cambiado para que el corazén me diera un vuelco. Pero no ‘queria que fuera el librero quien me salido 0 n0. Queria descubrirlo por a de un cuaderno de borrador. En cuanto ala idea de suscribirme, jams se me pa- 86 por la cabeza: me gustaba sentir esa impaciencia exaspera- da, Fuera para comprarlos, luego para escribir en ellos y fi ire, un pufiado de companeros entramos subrepticiamente en la cinefilia, Puedo dar la fecha: 1959. La palabra “cinéfilo” atin estaba viva, pero ya ten ion enfermiza y ese aura rancia que poco a pot - ditarfan, En cuanto a mi, menosprecié de entrada a aquellos que, demasiado normalmente constituidos, se burlaban de las *ratas de cinemateca” en que nos convertiriamos durante algunos afios, culpables de vivir el cine como una pasién y la Vida por procuracién, A principios de los sese | con.un Jenguaie cons sistentes, con sus batallas ideolégicas y sus revistas en gue- ta. Las guerras précticamente habian terminado y nosotros Hegébamos un poco tarde, es cierto; pero no tanto como para no acariciar el suetio de apropiarnos de toda esa historia que todavia no tenfa la edad del sigho. Ser cinéfilo era simplemente engullir, paralelamente al del colegio, otro programa escolar con los Cahiers amarillos como linea rectora y algunos guias adultos que, con la dis- crecién de los conspiradores, nos indicaban que alli habfa un mundo por descubrir y que podia tratarse nada menos que del mundo donde valia la pena vivir. Henri Agel (profesor de letras del liceo Voltaire) fue uno de esos guias singulares. Pa- ra evitarnos a nosotros y a él el tedio de las clases de latin, so- metia a eleccién mayoritaria la alternativa siguiente: dedicar Ja hora a un texto de Tito Livio o ver peliculas. La clase, que votaba por las pelfculas, salfa cautivada y pensativa del vetus- to cineclub. Por sadism y sin duda porque poseia las copias, Agel proyectaba peliculas apropiadas para despabilar en se. rio a los adolescentes. Films como La sangre de las bestias de Franju y, sobre todo, Noche y niebla de Résnais. Gracias al ci- ne supe que la condicién humana y la carniceria industrial” Hoy pienso que a Agel (para quien el Mal se escribia con ‘imaytiscula) le gustaba atisbar en las caras de los adolescentes de la clase de segundo B los efectos de esta singular revcla- cién, Habia algo de voyeurismo en esa manera brutal de ‘transmitir, por medio del cine, ese saber macabro e inevitable del cual éramos la primera generacién heredeta. Cristiano pero no proselitista, militante antes que elitista, Agel también ‘mostraba, a su manera. Tenfa ese talento, Mostraba porque habfa que hacerlo, ¥ porque la cultura cinematogréfica en el colegio, por fa cual militaba, pasaba también por esa distin. ci6n técita entre los que nunca olvidarian Noche p niebla y los demés. Yo no formaba parte de “los demas". Eve Una, dos, tres veces, segtin los caprichos de Agel y las cla- ses de latin sacrificadas, miré las famosas pilas de cadaveres, las cabelleras, los anteojos y los dientes. Escuché el comenta- rio desolado de Jean Cayrol en la voz de Michel Bouquet y la miisica de Hanns Eisler que parecia excusarse de existir. Ex: trafio bautismo de imagenes: cdmprender al mismo tiempo que los campos de concentracién cran verdaderos y que la pe- licula era justa. ¥ que el cine —gy solo él?— era capaz de ins- talarse en los limites de una humanidad desnaturalizada. Senti que las distancias establecidas por Besnais.entis.el.si jeto filmado, el sujeto filmante y el sujeto espectador eran, tanto en 1959 como en 1955, las tmnicas distancias posibles. Noche. niebla, euna pelicula bella? No, una pelicula justa, Fra, Kapa la. que queria ser una pelicula bella y no.podia. ¥ yo nun- casstableceré muy bien Ja diferencia entre lo bello y lo j Re abj el aburrimiento, ni siquiera “distinguido”, que ine producen las bellas imagenes. _ ‘Capturado por ef cine, no tuve necesidad de ser seducido, Ni de que me hablaran como a un chico. De nifto, no vi nin. guna pelicula de Walt Disney. Ast como fui enviado directa mente a la escuela primaria, estaba orgulloso de haberme ahorrado el bullicioso jardin de infantes de las proyecciones infantiles. Peor: los dibujos animaados siempre serian para mi algo distinto del cine. Peor aun: los dibujos animados siem- xe serian un poco el enemigo. Ninguna imagen bella, y me: ngs aun dibujada, compensabs la emocién —el miedo y el sencillo pero que necesité tantos afios para formular clara- ‘mente, empez6 a salir del limbo ante las imagenes de Res nais y el texto de Rivette, Nacidé’en 1944, dos dias antes del desembarco aliado en Normandfa, tenia edad para descubrir al mismo tiempo mi cine y mi historia. Una historia extrafia que durante mucho tiempo ctei compartir con otros antes de entender —muy tarde— que era solamente la mia. ¢Dénde empieza la obscenidad y dénde termina la pornografia? Sabfa que esas eran las cuestiones, obsesivas, inherentes al-cine de “después de los campos de concentra- cién”. :, para mi solo y porque yo tenia su misma edad, “cine moderno”. Ese cine moderng tenia una caracte! era crue sotros teniamos otra: aceptébamos esa crueldad, La crueldad era el lado bueno. lia ella la que rechazaba la ilustracién aca- démica y.denunciaba ¢l sentimentaligmo hipécrita de un hu- Sentimiento moderno por excelenciz,.que precedi en tan so- Jo quince afios a los grandes travellings impasibles de Week- end, Sentimiento arcaico también ya que esa crucldad era tan talmente modermo en &l, desde el tiltimo plano de Luces de la ciudad de Chaplin hasta Bt desconovido de Browning, pasando porel final de Nana. ¢Cémo olvidar aquel lento y tembloroso travelling que lan- za el joven Renoir frente a Nana en st lecho, siflitica y agoni- zante? {Como hicieron (nos rebelabamos las ratas de cinema- 34 teca en que nos habiamos convertido) para ver en Renoir un poeta de la vida beata cuando en re: cineastas capaces de liquidar a un personaje a golpes de trave- ling? De hecho, la crueldad entraba en la légica de mi itinerario de combatiente de los Cahiers. A comnerse un pdjero en tiem. po real y en un solo plano: demostca atogrifica y montaje prohibido. Escoger los Cahiers era elegir el re ySomo.descubri més tarde, un cierto desprecio por Ja imagi acion. Al “Quieres ver? Toma, mira esto” de Lacan, respon- lantado un “gEso fue filmado? jEntonces hay que verlo!" Incluso y sobre todo cuando “eso” resultaba desagrada- ble, intolerable o decididamente invisible. como las propagandas filmadas de los afios cuarenta hal colaborado con la mentira y prefigurado la muet que resultaba justo, a pesar de todo, llaznat al pi dos.nacido en Talia, ‘neorrealisrmo”, Era imposible amar "el arte del siglo® sin ver ese arte trabajando para la locura del si- glo trabajado por ella, A diferencia del teatro (crisis y cura co. lectivas), el cine (informacién y luto individuales) estab: mamente comprometido con el horror del cual apentas se le vantaba. Yo heredé un convaleciente culpable, un nifio envejecido, una hipétesis frégil. Envejeceriamos juntos, pero no eternamente, Heredero consciente, cinéfilo e hijo modelo del cine, con “el travelling de Kapo" como amuleto protector, veia pasar los % afios con una sorda aprensi6n: zy si el amuleto perdiera su ef. cacia? Recuerdo cuando, a cargo de un curso muy numeroso 1s facultad parisina de Censier, fotocopié el ibui entre mis alumnos para que lo le- yeran y dieran su opinion. Todavia estébamos en la época “ro, " durante la cual algunos alumnos intentaban re vés de sus profesores, 68. Me parece que, por respeto a taron ver “De Ja abyeccién” como ‘eresante pero pasado de moda, No guardé rencor. Si por casualidad repiti (studiantes de ahora, no me preocuparta por saber si lo que les perturba es el travelling, sino mas bien por saber si existe para ellos algtin indice de abyeccién. Para ser franco, mucho 'mo que no lo haya. Esto demuestra no solo qué los trave. ya no tenen nada que ver con la moral sino que std demasiado débil para albergar semejanie problemitica, El hecho es que treinta afios después de las reiteradas pro- Yeeciones de Neche p niebla en el lceo Voltaire, los campos de concentracién (que me sirvieron de escen’ primaitiva) ya no Sozan del respeto sagrado en el que los mantenfan Resnais, Cayrol y muchos otros. Abandonada alos historiadores y alos curiosos, de ahora en adelante la cuestién de los campos de coneentracion forma parte de sus trabajos, de sus divergen. cas, de sus “forcluso” que vuelve de manera a realidad es evidentemente aguel que nunca deseo de que no hubieran existido camatas de final ni, in extremais, campos de concentra. revisionismo, faurissonnismo, negacionismo, siniestros y tltimos *ismos". No es solamente el travelling de Kape lo que hereda hoy un estudiante de cine, sino una ttansmiei defectuosa, un tabui mal extirpado; en ottas palabras, una nan ya vuelta de tuerca en la historia estipida de la tribalizacion de Jo “mismo” y la fobia a lo “otro”. Ag 36 de operar; la banalidad del mal puede animar nuevos altos, es- fa vez electrénicos. En la Francia actual se advierten suficientes s{ntomas para que, reflexionando sobre lo que vivimos como Historia, al- guien de mi generacién tome conciencia del paisaje en el que or Auschwitz y el concepto nu tra la humanidad”. Frente a nosotros: is atémico. Todo esto, que acaba de terminar, duré més de cuarenta afios. Yo formo parte de la pri- mera generacién para Ja cual el racismo y el antisemitismo ha- bian sido definitivamente arrojados al basurero de la historia. La primera, gy la tinica? La tinica al menos que no se alarmé ficilmente frente al Jobo del fascismo —";No pasarén! jLos fascistas no pasarin!"-- simplemente porque parecia cosa del pasado, sin sentido y de una vez por todas terminada. Error, obviamente. Error que no impidié vivir bien esos “gloriosos treinta afios” de abundancia, aunque siempre entre comillas. Ingenuidad, por supuesto, y también Ia creencia ingenua de que, en el campo estético, la necrofilia elegante de Resnais ‘mantendria eternamente a distancia toda intrusién indecente. “No puede haber poesfa después de Auschwitz", declaraba Adom; nids tarde se retracté de esa célebre frase. “No puede hhaber ficcién después de Resnais’, pude haber dicho como un co, antes dé abandonar esa idea un poco excesiva. Protegidos porla onda de choque producida por el descubrimiento de los campos de concentracién, gcrefmos que la humanidad habia caido (una sola ve. pero nunca mis) en lo inhumano? ¢Apos- tamos realmente a que, por una vez, lo peor habfa pasado?

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