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exreactes 1: DE KE ACDIF CATORSA Tyatado de arguitectua 6 Xvi Autor: Leon Batti ALBERT COMIENZA EL LIBRO 1 del De Re Aedificatoria de Leon Battista Alberti EL TRAZADO Captruo I | disponemos a escribir sobre el trazaco de los edificios, reuniremos y daremos cabida en nuestra obra 2 todo cuanto de sumamente acertado y hermoso han legado por escrito los mayores expertos de entre nuestros antepa~ sados y las normas que hemos podido constatar que han respetado en 6508 mismos edificios. A ello ahadiremos también, si algin hallazgo hemos sido capaces de realizar por medio de nuestra inteligencia, nuestro afin por saber ¥ nuestra experiencia, lo que creamos que va a ser en adelante de utilidad. Pero, puesto que, a la hora de escribir sobre temas por demas arduos y de dificil ‘acceso y muy abstrusos en muchos aspectos, es mi deseo ser muy claro y, hasta donde sea ello posible, asequible y muy Ilano, vamos a explicar conforme €3 ccostumbre en nosotros cudl es el objetivo al que me encamino. En efecto, de aqui como de una fuente nacerin conceptos en absoluto soslayables, de los que se derivard el resto de mi exposici6n en un lenguaje més asequible En consecuencia, comenzaremos la exposicién come sigue. El arte de ia construcci6n en. su totalidad se compone del trazado y su materializacién, ‘Toda accién y légica del trazado tiene como objetivo el lograr el medio correcta y solvente de ajustar y unir lineas y angulos, con que podamos deli- mitar y precisar el aspecto de un edificio. Por tanto, es labor y funcién del trazado fijar a los edificios y a sus partes un lugar adecuado, por un lado, una determinada proporcién y una disposicién decorosa, por otro, y una dis- tribucién agradable, de modo que la conformacién entera del edificio y su configuracion descanse ya en el trazado mismo. Y el trazado no depende intrinsecamente de! material, sino que es de tal indole que podemos intuir que subyace un trazado en edificios diversos, en donde es posible observar tun aspecto tinico e idéntico, en donde sus componentes, el emplazamiento de cada uno de dichos componentes y su ordenacién se corresponden en todos y cada uno de sus Angulos y lineas. ¥ serd posible proyectar en mente ¥ espiritu las Formas en su totalidad, dejando a un lado todo el material; tal a objetivo lo conseguiremos mediante el trazado y previa delimitacién de 4ngulos y lineas en una direcci6n y con una interrelacién determinadas, Puesto que ello es asi, en consecuencia el trazado sera una puesta por escrito determinada y uniforme, concebida en abstracto, realizada a base de lineas y ngulos y llevada a termino por una mente ¥ una inteligencia culta *Y si por ventura quisiéramos averiguar qué es el edificio mismo y Ja cons- truccion en su conjuunto, quizs podria venir al caso considerar los orfgenes de que partieron y e| desarrollo que experisnentaron en otro tiempo los lugares habitables que reciben el nombre de edificios. $i estoy en lo cierto, podemos dar por sentado al respecto fo siguiente: Capiroto I a un principio —ast lo ereemos— el género hummano se buses lugares para descansar en cualquier sitio que fuera seguro y alli, una vez. encontrada una zona apropiada y agradable, se estableci6 y tom6 posesién de! emplazamiento mismo, ‘de modo y forma que no fue su deseo que s€ hicieran en el mismo lugar lo fami- liar y lo individual, sino que quiso que un lugar fuera para doris, que en oto dis tinto se conservara el hogar, que cada cosa se emplazara ea un lugar dlstnto segiin su funciGn; en este puso a tal grado de reflexién lleg6 —en nuestra opi- hién—, que colocaban techumbres con que protegerse del sol y la luvias y para ‘conseguir, a continuaci6n levantaron ademds muros, sobre los que hicieron des- cansar las cubiertas —en efecto, se daban cuenta de que asi estarlan més protegi- dos de las heladas y los vientos invernales—; abrieron por timo desde el suelo y 2 lo alto lugares de acceso y ventanas, con las que no s6lo se faciltarian la entrada ¥ la posibilidad de reunirse sino que sobre toco se obtenciia luz y aire en Ja €poca adecuada y se haria sali la humedad y los olores que eventualmente se hubieran formado de pueras adentro —tal es mi opinién—. Asi pues, sea quien fuere quien dio origen a esas costumbces, ya la diosa Vesta, la de Satumo, ya los hermanos Eurialo e Fiperbio, va Gelidn 0 bien Trason o el ciclope Tifinquio, en definitiva ast pienso que fueron estos primeros Fundamentos y ordenacién de los edificios. Creo ‘que mediante la prictica y el conocimiento del oficio creci6 esta ocupaci6n con el thallazgo de civerscs tipos de edifcios, hasta el punto de que se desarroll6 sin limi- te, En efecto, se llevan a cabo construcciones unas oficiales, otras privadas, unas sagradas, otras civiles, unas de tipo utltario y funcional, otras para adomo de la chidad, ouras para disfrute del momento, Pero nadie negaréi que todas ellas se han derivado de los origenes que hemos mencionaco. Si ello es asi, es evidente que todo el arte de la construcci6n consta de seis pastes. Son éstas las siguientes: el medio, la zona, 12 reparicién, el muro, la 2 cubierta, el hueco, Si tales principios fueren entendidos, sucederd que se com- prenderd més facilmente lo que vamos a decir. Por consiguiente, vamos a defi- nirlos de la manera siguiente. Convendremos en lamar “medio” & la extersién y fisonomia circundantes de todo el terreno en donde ha de hacerse la cons- trucci6n; una parte de la cual serd la zona, ¥ “zona” serd un cierto y determi- nado espacio del terreno, espacio tal que estari rodeado de un muro con vis- tas a su utilizacién, Pero bajo la denominaeién de “zona” se incluiré también aquella parte, en sea cual sea el lugar del edificio, que hollamos al pasear. "Reparticién’ ¢s el principio que divide la zona de lf construcci6n entera en zonas més pequefias; de donde resulta que todo el cuerpo del edificio es reductible a edificios mAs pequefios como side miembros reunidos y reduci- dos a uno solo se tratara. Hamamos “muro” a toda construccién que se alzare del suelo hacia arriba con el fin de soportar el peso de los techos, 0 que se alce cubierta para separar los vanos interiores del edificio, Llamamos “cubierta” no s6lo a la parte del edificio elevada y més alejada, con que se detiene la llu- via, sino que la cubiera es sobre todo el elemento, Sea cual fuere, que se alza desplegado a lo largo y @ lo ancho por encima de quienes pasean; en este apartado se encuentran el entramado, el crucero, las bovedas, etcétera. Los lla- ‘amos “huecos” porque, sean la parte que sean y estén en el lugar en que estén, procuran la entrada y la salida a moraclores o enseres. Por consiguiente, hemos de hablar sobre estos temas y las partes de cada uno de ellos; si pudléramos referirnos primero a algunos conceptos que, o bien son ptineipios o bien estin insertos y nacen a la vez que los principios de esa obra por nosotres emprendida, sin duda vendrén muy al caso que nos ocupa, En efecto, al considerar si puede haber algiin elemento que resuite stil a cual- quiera de estas partes que hemos mencionado, encontramos tres conceptos que ano deben ser en absolute postergades, que sin duda se acomodan sobremaners a techumbres, muros y dems, Son los siguientes: que cada uno de ellos exté acorde con el uso determinado y previo y sobre todo que sean muy sans; que scan macizos, s6lides y de por vida, en cuanto a fimeza y duracién; que sean clegantes, armoniosos y —por asi decir— adomados, en cada parte de si mis- ‘mos, en cuanto a gracilidad y belleza. Adelantado este cuasiexordio y fundamen- (o de los temp Que: Leto de trata, sigamos con el tema propuesto. Cartruto Los antiguos trabajaban con ahinco el medio para conseguitlo, hasta donde ello era posible, limpio de todo elemento perjudicial y leno de la mayor cantidad de comodidades. Y sobre todo tomaban todo tipo de medidas 2) de la montafia, a ja vez que impiden su entrada en el templo; con ello se con- sigue que el muro principal de la basilica esté més seco y mejor asentado. Y las capilitas que estén al otro lado mas bajo de Ia penciente de la montafa, pueden sustentar con una obra de arqueria toda le explanada hecha encima ¥ soportar con su papel de contencién un posible corrimiento de tierras. Y he constatado que también actué con enorme acierto tanto en. Jo refe- rente a la obra en si como al trabajo de sustentaci6n el arquitecto que levanto un templo en Roma, junto al de Latona, En efecto, apunté un ngulo de la superficie hacia la montafta que estaba por encima del templo, con el fin de que fueran los frentes de dos muros los que soportaran la presién del peso y dividieran e hicieran desaparecer dicha presién, al enfrentar el éngulo al pe- 9. reer rt ee pene atte ene Wei ets ae construyeron con sabia intencién, no queria pasar por alto un hecho que me viene a la mente con reiteracién y muy al caso. En Venecia, en la iglesia de San Marcos, hay un hallazgo utiisimo del arquitecto que la levant6. En efecto, como si hubiera reforzado muy sélidamente la superficie de toda la iglesia, la dej6 perforada por medio de numerosos pozos, con el fin de que, si por un casual se formaban vapores en el interior de la tierra, encontraran salida con facllidad Por tkimo, conviene que todas las superficies que hubieres hecho cubier- tas con una techumbre queden totalmente horizontales. Ahora bien, las que hayan quedado al aire libre deben inclinarse lo suliciente como para posibili tar la caida de las aguas. Pero ya he dicho lo suficiente sobre este tema, y puede que mis de lo que tequiete Ia ocasiOn: porque muchas de las observa- Ciones que hemos hecho se refleren a la consinuccion de los muros. Peto sucede que conceptos que por propia naturaleza estén tan unidos, no hemos querido nosotres separatios en nuestro discurso, Vienen a continuaci6n nues- tras disquisiciones sobre la subdivision, Capfruto Ix ‘Toda la inteligencia, la experiencia y el conocimiento del oficio de cons- truir se plasma en la subdivision. En efecto, dicha subdivision confronta a la vez las partes del edificio entero, Ia conformacién completa de cada una de Jas partes, cl acuerdo y coherencia —por dltimmo— de lineas y dngulos en un organismo unitario, teniendo en cuenta la funcionalidad, el decoro y la belle- za. Y si, conforme al parecer de los fildsofes, la ciudad es una especie de casa enorme y si, por el contrario, la casa es una especie de ciudad en pequenio, 80 @por qué no decir que los componentes de lus ciudades son una especie de viviendas en pequeio? Como €s el caso del atrio, los paseos, el comedor, el portico, ete. Y .qué habrd en cualquiera de estos elementos que, olvidado por incompetencia 0 descuido, no afecte al decoro y buen nombre de la obra? Asi pues, hay que aplicar atenciin y esmero a la hora de considerar estos temas, ‘que repercuten en la obra en su conjunto, y hay que trabajar para hacer ver {que incluso los componentes mis pequefos son fruto de la inteligencia y del conocimiento del oficio, Para lograr apropiada y adecuadamente este objetivo, viene: muy al caso todo lo dicho sobre el medio y la supesficie; y asi como en un ser vivo cada miembro debe estar acorde con los demas, asi en el edificio debe haber comespondencia entte cada una de sus partes. De abi el dicho: los miembros de los edificios muy grandes deben ser muy grandes. Este precepto lo respe- taron Jos antiguos, de tal forma que en los edificios ptiblicos y en los muy espaciosos empleaban, sobre todo, ladrillos més grandes que en los cuifcios privados, y lo mismo hacian con el resto de los componentes. Asi pues, cada miembro tendré un lugar apropiado, un emplazamiento adecuado, y no se le asignard en el conjunto una dimension mayor de lo que requiera el uso que se le dé, ni menor de la que pida el decoro, ni seré colocado en un lugar que no sea el suyo ¢ inadecuado, sino en el que le costesponda y sea tan apropia- do que en ningin caso sea posible que haya en ninguna parte un lugar mas idéneo. En efecto, la que serd la parte mas respetable de la casa no seri colo- cada en un lugar de mala muerte, ni la parte dedicada sobre todo a las visitas Jo seré en un lugar apansdo, ast como la parte reservada a los de la casa tampoco se la colocard a la vista de todos. Afiade que hay que tener en cuen- ta también los imperativos del iempo, para asignar un lugar 2 las estancias de verano y otto distinto a las de invierno. En efecto, a unas y otras les corres: ponden emplazamientos y dimensiones respectivos: las estancias de verano conviene que sean més espaciosas; a las de invierno, en cambio, nadie les pondra repares si son mas recogidas. A las estancias de verano, ademds, les va bien la sombra y las corrientes, a las de invierno el sol. ¥ en ambas hay que tener culdado para que no les pase a sus habitantes que silgan de un lugar frfo a otro caluroso, sin haber mediado una zona templada, 0 de uno remplaco @ oto lugar azotado por los frios y los vientos. Porque esto es 10 que mas perjudica 2 le salud de cualquier ser vivo. Y conviene que haya un mutuo equilibrio de los miembros entre si para conseguir formar de una manera conjunta el éxito y la belleza de la obra en 0 totalidad, para que no se dejen olvidadas por completo las pastes restantes, por haber concentrado todo el impulso hacia la belleza en una sola de ellas, sino que haya entre todas una correspondencia tal que parezca que son més un cuerpo nico y bien conformads que no miembros separados y dispersos. a Por lo demis, a la hora de conformar los miembros, hay que imitar la moderacién de la naturaleza, ¥ en este punto, como en los dems, no elogi ‘mos tanto Ia sobriedad, cuanto que crticamos Ia extendida manta de cons- trait, Conviene que los miembros sean moderados y necesarios para el asuin~ to de que sc trate. En efecto, la esencia de toda construccién, si lo miras detenidamente, se ha derivado de la necesidad; la desarroll6 la conveniencia, le dio lustre la funcionalidad; en tltimo término fue que se encaminara a procurar placer, aunque el placer mismo munca dej6 de estar refido con todo Jo desmesurado. En consecuencia, la construccién sera de tal forma que no se eche en falta en ella ningin miembro més de los que haya, y de forma que nada de lo que haya en ella pueda ser desaprobado bajo ningéin con- cepto. Tampoco deberdn estar diseftados todos los tipos de construccién mediante una sola clase de trazado y delimitaci6n de lineas, de forma que no se diférencien en nada unos de otros; sino que unas cosas gustarin si son mayores, otras resultarin gratas si son més pequefias, otras obtendran el beneplicito por ser el término medio de unas y otras. En consecuencia, unas ‘construcciones gustar‘n si estin disefadas con lineas rectas, otras si lo estin a base de curvas y otras, por titimo, agradardn si estén delimitadas con uno ¥ oto tipo de traz0; s6lo debes tener en cuenta un consejo, que suclo dar a menudo, cual es el de no caer en el defecto de que parezca que has hecho tun monstruo de espaldas 0 costados desproporcionados. Sin duda ninguna, el ingrediente agradable en cualquier cosa es la variedad, con tal de que esté hecha y conformada a partir de la mutua semejanza de elementos dispares entre si; si esos mismos elementos, distintos y desacordes entre si, desento- nasen de manera ostentosa, 6 seguro que tal variedad resultaré absoluta- mente chocante. En efecto, asi como en miisica se produce un cierto equili- brio maravilloso a partir de la diversidad de notas, al responder las notas gra- ves a las agudas y resonar entre unas y otras las notas medias, entonadas armoniosamente, equilibrio que agrada y cautiva el espiritu sobremanera; de igual forma acontece también en el resto de las cosas que contribuyen @ mover y poseer el espiritu Por lo dems, estos asuntos habra que levarlos a cabo tal como aconsejan fa funcionalidad, la conveniencia y también la prictica recomendada por los, emiendidos. En efecto, en la mayoria de los casos oponerse a la tradicién resta encanto, seguirla es provechoso y da excelentes resultados; asi, cuando le mayoria de los arquitectas mas afamados parece que refrendaron con su obra que la divisién en orden dérico, jOnico, corintio y toscano es la mas conve- niente de todas, no es para que nos sumemos y transfiramos sus esquemas @ nuestra obra, como obligados por ley, sino para que, animados a sacar ade- lante nuevos logros a partir de ellos, nos esforcemos por cosechar una gloria 82 igual 0 superior, si es posible, Pero de ello seguirenas tratando mis porme- norizadamente en su momento, cuando indaguemos de qué forma se empla- zan wna ciudad, los miembros de una ciudad y sus servicios Captruto x Viene a continuacién que tratemos someramente el diseso de los muses. Pero no queria pasar por alto algo que he constatado entre los antiguos, a saber, que evitan con el mayor cuidado como perimetro de fa superficie una linea recta trazada de tal modo que sea muy larga y no resulte canada ni por lineas curvas ni por angulos. Y es evidente que esto lo hicieron personas de enorme experiencia, para dar més firmeza al muro por medio como de apo- yyos afiadidos, a los que pudiera agarrarse, 4 la hora de pasar revista a la normativa sobre los muros hay que empe- zat por lo principal. En consecuencia, esta ocasién aconseja que hay que hablar de las columnas y de lo que a ellas va referido, puesto que las hileras de columnas no son otra cosa que un mutb perforado y abiero en numerosos lugares. Es ms, puesto que es til definir la columna en si, quiz4 no ande descaminado si digo que la columna es una cierta parte sélida y estable del ‘muro que va en perpendicular desde el suelo hasta lo mis alto de Ia construc- ci6n con el fin de soportar la vechumbre. En todo el arte de Ja construcci6n no enconirarés ningéin otro elemento que puedas ponet por delante de las columnas en cuanto 2 trabajo, coste y belleza. Pero las columnas entre si tienen algo que las hace diferentes. En este lugar trataremos los elementos comunes, porque tales elementos se refieren al sgénero; y los elementos diferenciadores, en cuanto que se refieren a las espe- ies, los continuaremos tratando en oto lugar. Y para empezar a parti, por asi decirlo, de las raices mismas, bajo cual- quier tipo de columna pongase el basamento. Acostumbraron 2 colocar enci- ma del basamenio, al mismo nivel que la superficie, un pedestal que nosotros Uamaremos dado, que otros puede que lo llamen eojin. Sobre el pedestal afta- dian la basa, encima de la basa colocaban la columna, sobre la columna emplazaban el capitel. ¥ la proporci6n de estos elementos era que la columna en su conjunto fuera siendo ms ancha de la parte inferior hasta el centro, que se hiciera de nuevo delgada en la parte superior, y que en punto de ‘mayor grosor fuera un pie mas ancha que el grosor de su parte més alta '¥ creo que la columna, en su origen, fue inventada para sustentar la techumbre: més tarde vemos que los hombres se afanazon, con el acicate del ansia de conseguir resultados més elevados, porque aquello que edificaren 83 concedér al techo un lugar tan importante que casi Ilegaron a agotar todas las artes decorativas en la ornamentacién de la techumbre. En efecto, vemos techumbres hechas de cobre, de cristal, de oro adornadas con enorme elegan- cia a base de artesones dorados y ldminas de oro y ademés con tallas de coro- nas y de flores y con estatuas. Unas techumbres estén a cielo abierto, las otras no estén a delo abieno. A elo abierto son las que no estén destinadas a servir de paseos, sino que han sido colocadas solamente para contener Ia lluvia. Las que no estén a cielo abier- to son descansillos lisos 9 abovedados, con los que se consigue colocar una especie de edificio sobre otro edificio. En este tipo de techumbre, por consi- guiente, sucedera que la misma obra ¢s, a la vez, el techo de la parte inferior del edificio ¢ igualmente la superficie de la parte superior. Pero, de estos des- cansillos, recibir correctamente la denominaci6n de techo aquellos que estén desplegados por encima de nuestra cabeza, eso mismo que llamaremos cielo. Y fa patte que pisan los que caminan sobre ella se llamaré pavimento y piso. ‘Ahora bien, las cubiertas mas altas a cielo abierto, que estén para contener la lluvia, en otro lugar se discutira si pueden funcionar como pavimento. Por otro lado, las techumbres a cielo abierto, aungue puede que las super- cies sean Ilanas, no serin nunca paralelas al pavimento que recubrieren, sino que siempre estarin inclinadas y en pendiente por algin punto para desaguar el agua de las Huvias. Las techumbres que, por el contratio, no estén a cielo abierto deben ser lianas y en paralelo con el pavimento, sea como sea la superficie donde se construye. Bs preciso que toda techumbre se ajuste en dngulos y Iineas a la forma de Ja superficie y la conformacién de los muros que vaya a cubrir. ¥ puesto que estos elementos varian entre si —en efecto, unos constan exclusivamente de fineas curvas, otros sélo de rectas y otras de unas y otras, etc.—, ello provoca que también los techos adopten formas diversas y numerosas. Aunque los propios tejados son, de por si y por su propia naturaleza, diversos: unos son hemisféricos, otros de crucero, otros de can, otros a base de numerosos Aatcos, a otf0s asimismo se los llama de cascarén, a otros a dos aguas. Pero, sea eval sca su forms, cualquier tejado debe ester hecho de forma que proteja con su propia sombra el pavimento y que aparte por completo el agua de la lluvia de absolutamente todas las partes del edificio al que sirven de cubiert. En efecto, la liuvia estd siempre lista para hacer dafio y no deja nunca de servirse de un resquicio, por pequefiisimo que sea, para causar males: perfo- rm con delicadeza, reblandece, debilita con su persistencia todos los puntos neu- rdlgicos de un edificio, en fin, deteriora por completo la construccion y la echa abajo. Por este motivo, los arguitectos conocedores del oficio pusieron buen, cuidado en procurarle al agua de la lluvia un camino por donde discusrlera, para evitar que se estancara en algiin lugar o que penetrara por algin sitio en 86 donde causara daft, De ahi que fuera su desco que en los lugares en que njeva mucho Jos tejados sean sobre todo a dos aguas, en pendiente, en angulo agudo, con el fin de que vaya acumulndose menos nieve y, al no poder solidi- ficarse, escurra en estado mas bien liquido, En lugares, por asi decir, veraniegos, por el contrario, colocaron Ios tejadios con una inclinacién menos pronunciada Hay que procurar, por lo demés, que haya la posibilidad de construis el tejado lo mAs compacto posible y de una sola pieza y que absolutamente todo el edificio quede cubierto a lo largo y a lo ancho, respetando el imperativo de vventanas y muros, de modo y manera que ninguna parte pueda humedecerse por efecto del lento deslizarse de las gotas de agua, Y el tejado debe colocar- se, ademas, de forma que no arroje aguas a oto tejado, Conviene tambien que la superficie de tejado recorrida por la lluvia no sea extensa y demasiado grande: en efecto, ante una lluvia torrencial se desbordaria el agua en las ulti ‘mas filas de tejas y comreria al interior del edificio; hecho que dafaria en gran medida la obra. Por consiguiente, en el caso de que haya una superficie muy grande, babré que dividir el tejado y procurar diversos cauces para el agua, En efecto, ello redundaré no sélo en funcionalidad sino sobre toda en belleza Si en algin lugar sucediere que hubiera que colocar varios tejacios, se unicé tun techo con oto, de forma que, quienes se hayan puesto a cubierto de uno de ellos, puedan it por todas las estancias de la casa protegides por un tejado, Capiruto XI Viene ahora lo relativo al hueco, Los huecos son de dos tipos. En efecto, unos faciltan la entrada y la salida a la luz y el aire, otros se la facilitan a las cosas y a los habitantes. Las ventanas sirven para dat acceso a Ja luz; las puer- tas, las escaleras y los intercolumnios les posibilitan el acceso a las cosas. Entre los huevos se incluyen asimismo aquellos lugares por los que discurre el agua y sale el humo, como son los pozos, las alcantazlias y los hogares, las —por i decirlo— hoeas de Ios homes y los horaos mismos, los respicaderos. Todas las partes de una casa tendrin ventanas por donde pueda salir el aire interior y renovarse periddicamente; en efecto, de otra manera se viciarla y resultaria nocivo. El historiador Capitolino cuenta que en Babilonia fue hallada en el templo de Apolo una arqueta dorada muy antigua de cuyo inte- flor, al romperia, salié wn aire putrefacto y muy venenoso que, al propagarse, no s6lo produjo la muerte de quienes en ese momento estaban presentes, sino que propag6 por contagio una peste enocmemente atroz por toda Asia hhasta el pais de los partos. En el historiador Amano Marcelino hemos leido igualmente que en Seleucia, en época de Marco Antonino y Vero, tras de 7 haber expoliado un templo y haber Uevado 2 Roma una estatua de Apolo Comeo, fue descubieito en clla por parte de los soldados un orificio muy pequeiio y previamente cerrado por los sacerdotes caldeos; una vez que !o hubieron abicrto, por el ansia de botin, salio un vapor maloliente tan atroz y tan horrible que todas las cosas se vieron afectacias por una enfermedad horrorosa y mortal desde los confines de Persia hasta el interior de la Gallia ‘Asi pues, es preciso que cada casa tenga sus ventanas —no sélo para que entre la luz sino sobre todo para que se renueve el aire— y que las tenga en funciOn del uso que se hace del lugar y de la anchura del muro, de modo que no dejen pasar ni més ni menos luz que la necesaria, y de forma que su imimero sea el que haga falta. Hay que tener en cuenta ademés qué tipo de viento van a recibir las pro- pias ventanas. En efecto, aquellas orientadas hacia las brisas saludables, seré posible hacerias muy abiertas por todos sus lados, y ser conveniente disetiar- las de tal modo que circule el aise y lo reciban’los cuerpos de quienes alli viven, Esto se conseguiri sobre todo si los alféizares de las ventanas son tan bajos que te es posible ver a los transetintes y ser visto por ellos. Ahora bien, aquellas ventanas que estén orientadas a lugares por donde soplen vientos no siempre saludables, se harén de tal modo que no dejen pasar menos luz de la cooveniente ni tanta como para que haya de més. Y se las emplazara en la parte alta del muro, para que el muro, en medio, proteja a las personas de Jos vientos. En efecto, de este modo el edificio recibiri vientos, por medio de los cuales se renueve el aire, pero perderin violencia y dejaran de ser tan nocivos. Hay que considetar de antemano también con qué intensidad penetrara el sol en el interior de la casa, y las ventanas deberin construirse més grandes 0 més pequefias en funcion de la estancia de que se trate. En efecto, en los aposentos de verano convendra hacer huiecos amplios y en todas direcciones, si estén orientados al norte, 0, si lo estan al sur y expuestos @ los rayos del sol, bajos y no amplios, puesto que aquellos dejarén pasar mis ibremente las brisas, éstos estarin menos expuestos a los rayos del sol; y por el continuo lucir del sol estar suficientemente iluminado ese lugar, en que las personas se reinen més por la sombra que por la luz. En las estancias de inviemo, por el contrario, estardin expuestos directamente al sol, si son amplios, pero no lo estarin 2 los vientos, si estin situados en lo alto: en efecto, no se lanzarén los vientos contra los moradores cuando estén de pie. Por lo dems, de donde quieras obtener luminosidad, es evidente que se consigue cuando puedas ver el cielo abierto. Y todos los huecos que se hayan practicado con el fin de obtener luz, de ningtin modo hay que construislos a baj altura, Porque la luz se percibe con el rostro, no con los pies; y sucede ademds que la luz puede set interceptada por esta 0 aquella persona que est en medio, y el resto del jugar quedar en adelante un tanto oscuro, Inconveniente que no se tiene si la luz penetra de lo alto, 88 Las puertas seguirén ef mismo camino que las ventanas, de forma que sean construidas, en funcién de la concurrencia y el destino del lugar, de ‘mayor 0 menor tamaiio y més o menos numerosas. Pero en el caso de unas y otras he constatado que en los edificios ptblicos se construyen en gran ntime- r0 estos huecos. Ese hecho nos lo demuestran los teatros, que, si no nos equi- ‘vocamos, estin construidos en su folalidad 2 base de huecos, no s6lo escale- ras sino sobre todo y muy especialmente de ventanas y puertas. Y los huecos hay que emplazarios de forma que no haya pequefisimas aberturas en los muros bastante anchos, y que no se coloquen en muros de dimensiones normales otras mas grandes de lo que scfala la funcionalidad En el disefio de este tipo de huecos cada uno sugirié una idea distinta; pero los mis reputados se sirvieron, cuando les fue posible, del esquema cuacran- gular ¥ las lineas rectas, En resumen, todos coinciden en que, scan del tipo ‘que sean,-estén armonizados en funcion de las dimensiones y la forma del edificio. Consideran ademas que las puertas deben tener una abertura tal, que resulten siempre mas alias que anchas; y, de ellas, las que sean més alias, que contengan en su interior dos circulos tangentes; y las que sean més bajas, que su altura sea igual a la diagonal del cuadrado, cuyo lado sea la anchura de la misma puerta en su parte inferior. ¥ conviene colocar las puertas en aquellos lugares por los que se facilite el acceso mas cémodo a todas las partes del edificio. Hay que buscar ade- mis la belleza, en este tipo de huecos, de forma que haya correspondencia entre los elementos de la derecha y los de la iaquierda, asi como igualdad de dimensiones, Ahora bien, en cuanto a su nlmero, acostumbraron & emplazar las puertas en cifra impar, pero de forma que hubiera correspon- dencia entre las que estaban a ambos lados, y que las del centro fueran algo mas anchas. Y tenfan el maximo culdado para no restatle fuerza al edificio. Por ese ‘motivo colocaban los huecos lejos de los dngulos ¥ de Jos lugares en que se alzaban las columnas, en los puntos més débiles del muro, pero sin que llega ran al extremo de no sostener la carga. Y procuraban que se alzara intacta y perforada lo menos posihle la mayor pare de la exrensién del miro en per- pendicular del suelo al techo. Hay un cierto tipo de huecos, que no llegan 2 serlo, pero que son iguales que puertas y Ventanas en cuanto 2 emplazamiento y forma; pero no traspa- san el espesor total del muro, sino que, a manera de alchos excavados en él, le proporcionan espacios convenientes y adecuados y un lugar para colocar estatuas y pinturas, Ahora bien, el lugar, la proximidad y el tamaiio de tales huecos lo trataremos pormenorizadamente mas adelante, cuando hablemos sobre Ia omamentacién de los edificios; no obstante, contribuyen a la caciona- lizacton del gasto en no menor medida que a la belleza, puesto que se em- 89.

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