Está en la página 1de 6
Azorin y la naturaleza RAFAEL ALVARADO De la Real Academia Espafiola Acorin describe al protagonista de su libro Don Juan (sacaso a 41 mismo2) con estas polabras: «Pone la amistad ~flor suprema de la civil- zacién- por encima de todo... gHay, a veces, un arrebol de melancolia en su cara? gMatiza sus ojos, de cuando en cuando, la tristeza? Sobre sus pesa- res intimos coloca, en bien del préjimo, la mascara del contento, No se queja del hombre, ni -lo que fuera locura~ del Destino. Acepta la faqueza eterna humana y tiene para los desvarios ajenos una sonrisa de piedado sQU menos, pues, que nosotros, si la amistad es «flor suprema de la civilizacién» y queda «por encima de todo», dediquemos al escritor, que amistosamente nos regalaba sus paginas, unas pocas lineas en este acto de homenaje? 27, 28 Por tanto, empiezo. En un bello articulo, bello como suyo, el poeta Luis Rosales («El Lenguaje del Arte», ABC, 22 de octubre de 1987} dice que «desde el arran- ue de los tiempos, el artista no sélo sigue hablando de las cosa sigue hablando por ellas». Azorin procedia de esta manera; a partir de las cosas por él descritas (paisaje, naturaleza, seres vivos, o el hombre como culmina- cién} seguia hablando por las cosas Segiin Rosales hay que distinguir entre fantasia, que maneja sue fios y es abstracta, e imaginacién, que maneja hechos y es concreta. Con imaginacién y de manera concreta manejé Azorin los hechos observados. Y aunque Rosales nos asegure que ni el artista, ni el amante del arte, precisen cesfuerzo alguno» para entender el mundo natural, en verdad si que se requiere tal estuerzo para descrbirlo, cual Azorin lo hiciera, con la precisién del naturalista. No soy artista, pero si amante del arte. Y naturalista; eso al menos figura, al lado de mi nombre, en la némina académica. A nadie deberd extrafiar, con lo dicho, que haya elegido para este momento, como tema de mi intervencién, la consideracién de Azorin como rastreador de la naturaleza. Siempre me han admirado los articulos a ella dedicados, las muchas paginas del escritor, leidas y releidas infinidad de veces. En esas paginas dos cualidades sobresalientes: la ternura, la sen- sibilidad, primero; en segundo lugar, perspicacia. Otra peculiaridad desto- ca en Azorin, su sencillez de estilo, su claridad. Intentemos imitarles; tome- mos dos o tres ideas y redactemos unas pocas cuartillas. ;Vano intento! Sigamos su consejo, es diafano basta colocar un pensamiento detras de oro. Pronto nos persuadiremos de que hay algo inimitable en el decir azoriniano; la aparente trasparencia nos oculta su secreto. Para mi no hay otro que el de la agudeza levantina de su vision Abarca el paisaje en su integridad, pero también el detalle diagnéstico, todo aquello que sirve para una identificacién exacto. Con un rasgo de la pluma, con una palabra, define, igual que los grandes naturalistas, que en dos ira- z0s haician reconocible la especie descrita. Esa calidad de observador no se limita en Azorin a vestir sus des- cripciones paisaiisticas con plantas y animales que llenon, con precisin, el lugar y el momento. También sus hombres y sus mujeres quedan retratados fielmente, Recordemos los admirables bocetos de sus Lecturas Espajiolas. Van dedicadas a Larra, pero en su prefacio se advierte cémo a él también, lo mismo que a tantas otras eminentes plumas espafiolas, le empapa el mismo «dolor de Espafia». Es explicito Azorin en ese sentimiento; en el pre~ facio se cita a Cadalso, que en 1768 escribia: «trabojemos en las ciencios positivas para que no nos llamen barbaros los extranjeros». Y a continuacién rememora nuestro escritor el grito de Larra (sdénde esta Espaa®), e inme- diatamente, al Joaquin Costa de 1901, uniéndose a la preocupacién de los regeneracionistas. En las lineas finales de esas Lecturas Espariolas -«Epilogo en Cas- tilla»- su capacidad descriptiva brilla con fuerza:»...Un viejo pueblo caste- llano... El campo se extiende ante mi vista; se halla en la primavera cubier- to con el topiz verde de los sembrados, roto acé y allé por las hazas hoscas, negras, de los barbechos y eriazos; aparece en otoiio desnudo, pelado, de un uniforme color grisdiceo, No se yerguen arboles en la llanuro; no corren arroyos ni manan hontanares». No aparecen en tan escueta descripcién las lomas y las pen- dientes de los pueblos de lo meseta alta, cual sila viésemos con nuestro pro- pios ojos? IY qué riqueza de vocabulario! Mucho echamos en folta el cono- ma y lamentamos la pobreza léxica que impera hoy en la mayoria de nuestros bachilleres, todos los profesores que nos verios cimiento de nuestr ahora, ya talluditos, entre estudiantes universitarios de los iltimos cursos, que han alcanzade tales alturas milagrosamente, con un lenguaje «basico», lleno de borbarismos, y ain peor, mal entendidos y oplicados. Tampoco anduvo a la zaga nuestro autor entre los mejores del siglo dorado, como cuando comenta a Antonio de Guevara en su «Menos- precio de corte y alobanza de aldea». Asi al buen yantar aldeano, en el que Guevara pone guindas, brevas, melones, uvas, porafrasea Azorin aquello de «Coman los inquietos y asténicos ciudadanos en bodegones suntuosos, bajo 29 30 dlorados techos y en compaiifa de alguna elegante vulpeja, sia mono viene; el aldeano no ambiciona tales enga‘iosos placeres» A los comentarios guevarescos sobre los entretenimientos de la aldeo: «...cir balar las ovejas, mugir las vacos, cantor los péjaros, graznar los ansares, grufiir los cochinos, bramar los toros, correr los becerros, saltar los corderos, empinarse los cabrites, cacorear las galinas... opedrearse los muchachos, hacer pucheritos los nifos, pedir blanca los nietos», afiade Azo- tin lo que sigue, con su punta irénica: «Entre paréntesis diremos con toda clase de respetos que el autor (Guevara, por supuesto) ha olvidado en su enumeracién algunos otros pasatiempos similares y mas © menos melodio- s05, como latr los perros, gaiir las zorros, croar las ranas e himplar las pan- teras... si en la aldea hubiere ponteras». Hasta el hubiere nos suena en esta frase a ironia, ya que ahora casi, o sin casi, el espariol ha olvidado esa fun- cién condicional de! subjuntivo y emplea apenas presente y futuro, pues ni siquiera el imperativo es hoy dia bien usado. Pero brilla Azorin, sobre todo, en sus esplendorosas descripcio- nes de jardines. Jardines de Casilla, viejos olmos, bandas de evénimos, rosales de rojas o blancos flores, laureles,cipreses, piar de gorriones, lentos lagartos y diminutas lagartijas. En la primavera, sobre las rosas, revolotean pesadamente los redondos cetonios. Entre todas sus descripciones es en particular melancélica la que hace del Jardin Boténico de Madrid. De esa melancélica que fuye en tantos de nuestros escritores, soterrada, suave, pudorosa, vemos la azoriniana siempre tefiida de la luminosidad levantina y carente de la tristeza, por ejem- plo, de un Baroja en sus relatos cortos, como el espléndido de «playa en otofio». Es la diferencia que podriamos apreciar entre el restallante color de un Sorolla o las veladas luces de un Zuloaga. Tiene un parrafo Azorin en su Don Juan que a mi me sorprendié profundamente cuando lo lei, hace ya més de cuarenta afios. Tuvimos en ter- cero de la Licenciatura en Ciencias Naturales un profesor preocupado por ofrecemnos siempre las éltimas novedades de su disciplina, la fsiologia vege- tal. Con el Doctor Bustinza recibiamos noticias casi inéditas de los antibiéti- cos, pues era amigo personal de Fleming. Supimos también de experimentos notables de un botinico indio, que estudiaba los factores mecénicos y la hidrodinémica de los vegetales. Pues bien, casi con asombro, ya que no imaginaba que, fuera de los tecnicos, nadie pudiera ocuparse de cuestiones tan abstrusas, lei en Azo- rim lo que sigue: «Don Leonardo lleva un libro en la mono... se lo da a leer a Don Juan». «Mire usted -dice- lo que acabo de leer en este libro». «Don Juan lee: «lagadish Chandra Bose, director del Instituto que ha fundado en Calcuta para el estudio de la fisiologia vegetal, es autor de instrumentos y procedimientos ingeniosos de una gran delicadeza, especial- mente del llamado crescégrafo, que facilita ver crecer las plantas. De sus tra- ojos se desprende que los vegeales estan dotados de mayor sensibilidad que lo que se creia hasta chora: un érbol, por ejemplo, se contrae evando se le golpea; los tejidos de una planta tienen verdaderas pulsaciones y, al morir, experimentan una especie de espasmo». Termino, Conmovedora es la estampa azoriniana de «la gaya tropa infantil», incluida también en su Don Juan. Azorin pone en boca del maestro de escuela: «Ahora vamos a ver el gran Libro» «Se marchan todos saltando y gritando al campo. El Campo -en primavera, en otofio- esta lleno de animalitos. Los nifios levantan las piedras, observan los horados, ven correr sobre las aguas los insectos con sus largas patas. El maestro les va diciendo los nombres de todas esas bestezuelas y de todas las plantas. Vuelven los nifios cargados de ramas olorosas y de flore- citas de la montaiia. Don Juan les acompafia algunos dias». «— Yo quiero- le dice el maestro que estos nifios tengan un recuerdo grato de la vida» Gran observador este Azorin, que elige su pseudénimo -azor pequefio- pora marcar su oficién. Temura y amor hacia la naturaleza, pre- ocupacién por la infancia. Emocionante, melancélico, lleno de compasién hacia el nifio des- valido, el relato de «€| Coronel de la Guardia Civil» y el pobrecillo Marianet. 31 32 En otras pdginas el violento sarcasmo indignado, como en aquel del gober- nador-poeta, que zarandea al presidente de la Diputacién al ver famélicos a los nifos del hospicio. El parrafo final de esa estampa nos deja un sabor de boca amargo. Mas que de Azorin, siempre tan suave, tan moderado incluso en sus ironias, parece de un cuento de Blasco Ibéiiez 0, mejor todavio, de Boroja. «Tres dias después fue destituido. Un periddico ministerial, al cen- suar la conducta del gobernador, dijo, entre otras coas, que «no estaba en la realidad Si, conocimiento y amor hacia los seres naturales, penetraci6n al enjuiciar a los hombre, con sus flaquezas y sus virludes. Ternura por el nifo, por la vida. {Qué gran observador, qué gran naturalista!

También podría gustarte