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EI chupacabras de Pirque Pe Pelayo / Betan llustraciones de Alex Pelayo PePe Pelayo / Betan amon En Pirque estan ocurriendo extranas A muertes de perros, gallinas y pavos, entre otros animaies. Y Ricky, un fanatico del baloncesto y de las bromas, decide descubnir al asesino : Pero, sera ese asesino el Chupacabra www.pepepelayo.com SAGUARA | GS) INFANTIL ALFAQUARA, © 206 Anu: Pepe Pelayo / Betén © De las i waciones: Alex Pelayo © De esta edicid: 2003, Aguilar Chilen de Ediciones S.A. Dr. Anibal Ariztia 1444, Providencia Santiago de Chile + Grupo Santillana de Ediciones S.a, Torrelaguna 60, 28043 Madrid, Espana. + Aguilar, Altes, Taurus, Alfaguara S.A. de C.V. Avda. Universidad, 767. Col. del Valle, México DF. C.P. 03100. + Aguilar, Altes, Taurus, Alfaguara S.A. de Ediciones ‘Avda, Leandro N. Aleto 720, C1001 AAP, Buenos Aires, Argentina + Santillana S.a. Avda. San Felipe 731, Jess Marfa 11, Lima, Pent + Ediciones Santillana S.A. Constitucién 1889, 11800 Montevideo, Uruguay + Santillana S.A. CF Rio de Faneito, 1218 esquina Frutos pane Asunci6n, Paraguey, + Santillana de Ediciones 8.8, ‘Ande, Arce 2333, entre Rosendo Gutiérrez y Belisario Salinas, La Paz, Bolivia, ISBN: 956-239-280-5 Inseripeién: 135.966 Impreso en Chile/Printed in Chile Diseito de la coleccisn: Manuel Estrada “Toso oc serene revered, ‘Ea pulasion na puede sor repro, an odo i en TBtes ni reid eo anemic: se, Sama de ec Feracr deforma ep ning: fms ni pr ning re io, sa ccinee,forogulmien,cesvénicn. mapteice, ne ‘weipio, por fiacopa, © etlguer oto, Nit el perms roo yor ove es Eto El chupacabras de Pirque PePe Pelayo / Betan llustraciones de Alex Pelayo ALEAGUARA a Kaiser y Sissi +. E! hombre corrfa desesperadamente por un oscuro ttinel. De repente, se detuvo y miré hacia atrds. Sdlo vio los brillantes ojos de aquel monstruoso animal que se acercaba con rapidez. Intenté continuar con la huida, pero la extraia atraccién que le provocaba aquella maligna mirada hizo que sus piernas no le respondieran. Un escaloftio le recorrié el cuerpo. El animal habja saltado sobre él y estaba a punto de ensartarlo con sus garras y clavarle sus largos y afilados colmillos. Quiso gritas, pero no salié ningtin sonido de su gar- ganta. Sintié unos pequefios, pero agudos, dolores en el pecho. Estaba aterrado. Habia llegado su final. Edmundo Sovino abrié los ojos y, mientras concrolaba su agitada respiracién, fue tomando conciencia de su pesadilla. Sin embargo, los entrecortados do- lorcillos en el pecho continuaban. «Algo raro Oe 8 me sv-ec », pensd. Entonces, estiré el brazo y encendis la impara de la mesita de noche. As{ pudo descubrir a Misubicha, su gata siamesa, que subida en la cama y con aspec- to asustado, le araftaba el pecho con sus ufias. —;Qué le pasé a mi gatita? 7Tavo una pesadilla como su duefio? —le susurré Edmundo, acaricidndola con ternura. El hombre miré el reloj despertador y observé que eran las cinco y cuarenta y cinco de la mafiana. Puso al animal en el suelo y fue hacia la cocina a tomar un vaso de agua, para olvidarse del mal suefio. Lo hizo en puntillas de pie, para no despertar a su mu- jer y a sus hijos. De pronto, al pasar por el comedor, pisé una patinera que los nifios no habian recogido la noche anterior. Perdié ef equilibrio y saltando hacia atrs, en un pie, traté de recuperarlo. Hizo un intento de agarrarse a la mesa grande, pero sélo pudo asir ef mantel tejido que arrastré con él. Eso hizo que cayera el centro de mesa de bronce con vatios duraznos, peras y manzanas plisticas, que rodaron por roda la casa. Y, pa- ra més desgracia, Misubicha, que continuaba asustada a] lado de su duefio, fue cubierta por el blanco mantel al caer. Entonces, con histéricos maullidos, la improvisada fantasma nmi gi ek ae sind a S 9 comenz6 a correr y a tropezar con todos los muebles de la casa, rompiendo varios adornos. Al mismo tiempo, Edmundo terminé por caer sentado contra el aparador de madera tallada. El mueble se tambaleé con fuerza, y se derribaron un frasco de harina de trigo y otto de mermelada de frambuesa, que estaban colocados encima, Los recipientes se abrieron y sus contenidos fueron a parar a la cabeza calva de Edmundo que, medio aturdido, no podia entender por qué pasaba todo eso. Por supuesto, la bulla del incidence desperté a toda la familia, Nena, su esposa y sus hijos, Cristébal y Daniel, corrieron alar- mados hasta el comedor y encendieron la luz. Pero, al percatarse de la situacién y ver el aspecto de Edmundo, con su mascara blanca y Toja proveniente de su calva, comenzaron a reit a carcajadas, Las risas duraron un buen rato, porque, mientras limpiaban y ordenaban todo, hacian comentarios, recordaban y volvia a producirse la hilaridad. A) final, cuando regresaban a sus ca- mas, Edmundo se dio cuenta de algo insdlito: —jEsperen! ;Se dieron cuenta que Kaiser y Sissi no han ladrado en ningtin momento? 10 ~ Qué raro! —confirmé Nena—. Por menus alboroto del que armaste, sus ladridos ya hubieran despertado a todos los vecinos en tres kilémetros a la redonda. —Se los habran robado? —pregun- taron los nifios. —Si, es muy extraiio —concluyé Edmundo—. Voy a averiguar. Se puso un abrigo porque, aunque era verano, las madrugadas solian ser muy frfas. Después buscé la linterna y salié. La gata, al abrirse la puerta, se desli- 26 temblorosa hacia el dormitorio. Ella era la inica que sabia lo ocurtido. Los demis, estaban lejos de sospecharlo. Los Sovino vivian en Pirque, una hermosa comuna rural a una hora del centro de Santiago, Es una zona casi triangular, limitada por cerros de mediana altura, a los pies de la cordillera y el rio Maipo. Antes de que la capital creciera hasta esa zona, era sélo un conjunto de grandes fundos. Después, sus duefios fueron dividiendo sus tierras en parcelas y las pusieron a la venta. Cuando Edmundo quiso alejarse del ruido y el esmog de la ciudad, recorrié casi todo Pirque bus- cando una parcela bonita y amplia. Entré por la avenida Vicufla Mackenna, una de las ne arterias mds largas de Santiago, dejé atrés Puente Alto, y llegé al llamado centro de Pir- que. Vio el Colegio Colonial, que considerd excelente para sus hijos, la iglesia, el correo, el kidsko «Donde Malvina» y las tiendas de los artesanos. Cada vez fue enamoréndose més de lo pintoresco del lugar. Doblé hacia su izquierda, més adelante, gird a la derecha, por Santa Rita. Comenzé, entonces, a obser- var las parcelas. A mano derecha, viré por el camino La Esperanza, donde encontré dos que estaban la venta. Se decidié por la mas gran- de, de, unos cuarenta mil metros cuadrados, que tenfa muchos Arboles como almendros, sauces llorones y nogales. Precisamente, entre el nogal més viejo y una enorme piedra, él y sus hijos les habfan construido sus casitas a Kaiser y Sissi, sus pastores alemanes. Edmundo llegé hasta alli, miré denue de las casitas y, poco a poco, fue recorriendo con la luz de la linterna toda la zona. De repente, a un-costado de la piedra grande los encontré, Dio un respingo y el corazén sc le apreté. Ambos perros yacian muertos. Con mucha angustia, se acercé y pudo comprobar que Kaiser tenia la parte posterior toda des- gatrada, incluso le faltaba una pata, y Sissi 2 presenta’ a las mismas heridas, pero en el lomo. —iQuién pudo hacer semejante bar- baridad? —balbuceé con tristeza—. ;Pobrecitos! Enseguida pensé en sus hijos y en cémo se pondrian. Por eso decidié enterrar a los perros répidamente, para evitarles el dolor de verlos asf. Pero se contuvo. ;No era mejor dejar la escena del crimen intacta y llamar a los carabineros? «Quizds encuentren mafiana mismo al animal o a la persona que hizo esto y eviten que lo haga de nuevo», se dijo. Dicho y hecho. Regresé corriendo a la casa y llamé ‘a Emergencias, al 133. Lo. que nunca se imaginéd fue que aquello sdlo era el principio. Decras de la cortina de la ventana de su pieza, en el segundo piso, estaba el nifio, acechando la Ilegada de Dante. Ricky se habia puesto de acuerdo con su abuelo para hacerle una broma a su primo, que ain no sabia de su presencia. La abuela estaba acostumbrada a esas jugarretas. Para ella, Ricardo (nunca ha podido decirle Ricky) heredé el sentido del humor y su gusto por las bromas de su esposo. Y como eran sanas y nadie salia dafiado, las permitia y pasaban un buen rato. La fama de bromista de Ricky iba més allé del colegio y el barrio. Era un nifio muy despierto y creativo. Quizés podia me- jorar su rendimiento en clase; pero, tampoco era un mal alumno, ni mucho menos. Sus dos pasiones eran los libros (los de aventuras, los fantasticos y los policfacos) y el baloncesto. Lamentablemente, no tenia una gran estatura. 14 Incluso, podria decir que era bajo para sus ‘once aiiv., pero su técnica, velocidad con el balén y punteria eran envidiadas por todos. Para él, la NBA era lo maximo y su {dolo era Jason Kidd. Por eso, se habia cortado al rape su pelo negro y nunca se quitaba la camiseta blanca de ribetes azules, con el ntimero 5 del estrella base armador de los Nets. Sus dos grandes suefios eran convertirse en detective, o algo asf, y llegar a jugar en el equipo nacio- nal de Chile o en el de Cuba. Porque, al ser hijo de un chilego y una cubana, su corazén estaba diyidido encre ambos paises. Fuera de sus estudios y el deporte, Ricardo Fuenzalida Sotolongo, més conocido por Ricky, ocupaba el resto de su tiempo en preparar bromas, por lo mucho que le gusta- ban y divertian. Sélo hacia un par de horas que lo habian dejado alli. El insistié en pasar sus vacaciones en Pirque, incluso rechazando el viaje de descanso a las Torres del Paine, que organizaron sus padres. Le encantaba el lugar y la compajiia de su familia, por parte del _padre: la dulce abuela, el picaro abuelo y el buenazo de su primo. Dante era un joven de veinticinco afios, alto, muy fuerte y con preparacién en 5 defensa personal y artes marciales. Ese afto habia comenzado a trabajar en una empresa de seguridad como guardia de un importan- te banco en Santiago; pero, el empleo le durté poco, debido a su inocente y noble personalidad. Un dia, a punto de cerrar el banco, se aparecié una viejita en silla de rue- das, rogando que la dejaran pasar a cobrar un cheque. Dante se conmovis y le permitié la entrada. Una vez adentro, la viejita se paré y sacando una pistola, grits: «Esto es tun asaltol». Era un conocido delincuente. Y como Dante nunca se percaté del abultado bigote de la viejita, lo echaron al otro dia. Por suerte, enseguida encontré trabajo como cartero en la Municipalidad de Pirque. Y ahora se la pasaba llevandole la correspon- dencia en bicicleta a todos los vecinos de su misma zona. Para Ricky, su primo era la victima ideal de sus bromas y ahora, una vez mas, lo iba a demostrar. Dante no hizo més que saludar con un beso a sus abuielos al entrar, cuando soné el teléfono. Ricky; escondido en su dormito- rio, le Hamaba desde el aparato celular que le habian dejado sus padres. —;Al6? —contesté Dante. vy —;Quign estd al aparato? —pregunté Ricky cambiando la voz. —~Yo. Dante Fuenzalida. —En este momento no esrd en casa. —1Quién no est en casa? —dijo el joven sin entender. —Dante Fuenzalida —respondis Ricky, haciendo un esfuerzo para no soltar la risa. —jPero Dante Fuenzalida soy yo! —Disculpe, seftor, pero Dante Fuen- zalida acaba de salir. ¢Quicre que le llame cuando regrese? jEscuche, tonto! —grité Dante, ya enojado—. jYo no he Hamado a ningun Dante Fuenzalida! ;Yo soy Dante Fuenzalida! iY usted me ha llamado a mi! —Mire —continué Ricky, a duras penas—. Si quiere me deja su ntimero de te- léfono y yo le digo que lo llame de vuelta, EL estard aqui en un rato mds. Sélo fue al bafio. Me dijo unos minutos, pero usted sabe cémo es él, dice eso, pero después se pone a leer... {Oiga! jQué sé yo de...! —;Cémo me dijo que se llamaba us- ted? —pregunté en voz alta Ricky, bajando hasta el living y Ilegando al lado de su primo. Al darse cuenta del engafio y al ver las 18 carcajnd: de Ricky y los abuelos, Dante comenzé a perseguir a su primo por toda la parcela. Al fin pudo alcanzarlo cerca del quincho y la piscina. Pero en vez de hacerle dafo y vengarse, slo lo abrazd, haciéndolo rodar por el pasto. Ya recuperado el aliento y pasadas las tisas, se pusieron a conversar. —:Cémo te va en el trabajo, primo? —quiso saber Ricky. ——-Ahi, mds 0 menos. Mira, lo mejor es que me mantengo en forma con el ejerci- cio de la bicicleta y voy haciendo amistades con los vecinos. -—;Pero no es muy aburrido? —Bueno, a veces —respondié Dante, moviendo la cabeza—. Otros dias no. Mira, hoy mismo me entretuve mucho con el cuento de los Sovino. —:Qué pasd? —Que aparecieron muertos sus dos pasrores alemanes de forma muy extrafia. Llamaron’a los carabineros, éstos llegaron, revisaron todo ¥ no encontraron nada. —Pero van a seguir investigando, jno? —dijo el nifio muy interesado. —Mira, la verdad es que yo hablé después con ef carabineto que los visité y me 19 dijo que no tenfan tiempo para eso, porque era muy poca la dotacién de personal para cubrir los municipios de Puente Alto y Pirque. Ellos estén muy ocupados con casos més importantes de delincuencia mayor, jentiendes? —Si, pero no es justo que la cosa se quede asi, :no es cierto? —comenté Ricky, pardndose y dando. paseitos. —Bueno, a veces las cosas son asi. —Oye, zy si nos ponemos a investi- gar nosotros? — Qué? —se sorprendié Dante—. Nosotros? Pero ° —iQué pasa, grandulén? ;Tienes miedo? —iYo no le tengo miedo a nada! —salté el joven—. Pero... eso puede ser muy peligroso. — Por qué? —insistié Ricky. —Es que... Oye, primo, ahf hay algo raro! No es tan sencillo el cuento como parece. Hoy mismo pasé por casa de Melisa, la mujer que dicen que es bruja, porque lo adivina to- do, y me conté que ella estaba segura de que el que maté a los perros era el Chupacabras. —Qué? ;El Chupacabras? —exclamé Ricky, en tono burlén—. ;Y wii crees en eso? 20 — ‘ueno, en la vida hay cosas que uno no sive... —No seas tonto, primo. Esas son supersticiones del campo. Mira, ahora més que nunca debemos hacerlo. Y nadie lo tiene que saber —afirmé el chiquillo—. Ademés, piensa, si tenemos éxito y atrapamos al asesino, td vas a agarrar fama, todos te van a admi- rar... Eh? Qué me dices? 7 crees...? —jClaro! {Ya est4 decidido! Mafiana mismo me voy contigo en la bicicleta para inspeccionarlo todo. —Bueno... —Oye, ;tti no eres Dante Fuenzalida? Creo que te llaman por teléfono. Y, diciendo eso, Ricky cortié hacia la casa perseguido por su primo, Y flegaron a buena hora, porque unos exquisitos porotos granados, el plato favorito del muchacho, ya estaban servidos. i Barrabas Dante sintis un golpe sobre su pecho y pensé que estaba perdido. Quiso zafarse del abrazo que lo atenazaba, pero no pudo. Hizo el intento de pedir auxilio y el grito sc le atra- ganté en la garganta. Desde que se acostara la noche anterior no hizo mas que pensar en lo sucedido a los perros de la familia Sovino y lo que le dijera Melisa sobre el Chupacabras. Y, sin saber por qué ni tener ninguna razén convincente, tuvo la certidumbre de que po- dria ser atacado por la bestia que nadie habia visto y de cuya existencia no habia pruebas. dra eso lo que estaba pasando? Un nuevo in- tento por gritar y esta vez sus cuerdas vocales le respondieron, pero con poca claridad: —jAuxilio, el Chupacabras! —zQué cosa, Dante? jSoy yo, Ricky! Dante abrié los ojos y se encontré a su primo sentado a horcajadas sobre su pe- cho, al mismo tiempo que su risa cristalina 2 hizo el mismo efecto que la alarma del des- pertador. —Jesiis, Marfa y José! ;Qué susto me diste! —;Quién crefas que era? —No... nadie... —se turbé porque no quiso que Ricky supiera lo que habia ima- ginado, a sabiendas de que, si se lo decia, iba a ser el blanco de sus bromas todo el dia. Al fin, disimulando su confusién inicial, le pre- guntd: —;Qué haces levantado tan temprano? —jNo quedamos en que hoy tem- prano tbamos a inspeccionar el lugar, donde aparecieron muertos los perros de la familia Sovino? —Si, en eso quedamos. GY qué esperas entonces! —excla- mé Ricky y dio un salto afuera de la cama para que su primo pudiera levantarse. Un rato més tarde rodaban en la bici- cleta por el camino La Esperanza, en direcci6n a la casa de los Sovino. Dante pedaleaba vigorosamente, en tanto Ricky, sentado en la parrilla trasera, disfrutaba del paisaje rural a esa hora tan temprana. El sol se filtraba entre el follaje de los almendros, los sauces llorones y los plétanos orientales, en cuyas ramas Jos pajarillos se encargaban de darle la bienveni- 23 da a la mafiana con sus cagtos. Observando las anchas espaldas de su primo y la porencia de sus piernas al accionar los pedales, a Ricky se le antojé que, de proponérselo, pudiera haber sido un pivot estrella de la NBA, a la altura de Shaquille O'Neal 0 cualquiera de los grandes que en la historia del baloncesto mundial han ocupado esa posicién, Pero, a Dante sélo le interesaban las artes marciales y los deporte de combate. ‘Ademds, para jugar al baloncesto no basta con tener un buen fisico. Hace falra también agilidad de pensamiento y ese era un atributo que al ingenuo de Dante le faltaba. Por eso a Ricky no le extraiiaba que el grandulén y buenazo de su primo creyera en cualquier cosa que le contaran, como esa historia que el dia anterior le hiciera esa tal Melisa. Aun asi le pregunté: —;De verdad, crees en eso del Chu- pacabras, primo? —Uno nunca sabe... —;Acaso alguien ha visto alguno por aqui? —No, nadie ha visto ninguno. Pero €s0 tampoco quiere decir que no exista. —Dante, ;no te parece que estas muy crecidito para que te dejes...? 4 Pero no pudo terminar la frase, por- que ya estaban en la parcela de los Sovino y el primo se lo avisé: —Es aqui. ~ Se bajaron de la bicicleta frente a la casa y Dante la recosté contra una de las columnas de la entrada, Luego tocé el timbre de la puerta y se oy6 una pequefia melodia de campanitas. Dante, durante la espera, se “puso a contemplar el paisaje de espaldas a la puerta, lo que aproveché Ricky para tocar el timbre por s@unda ver. ~~ . -=;Volviste a tocar? —salté Dante, girando hacia su primo. . —Claro que no: —Y entonges quién fue? —Ah, no sé —respondié el nifio encogiéndose de hombros. Y, sefialando al cielo, pregunté—. jEso es un céndor? —;Dénde? —quiso saber el joven, mirando hacia arriba y poniéndose una mano en la frente para evitar el sol. —All4, por aquel cerro... Y mientras Dante buscaba con la vista, Ricky deslizé su brazo por detrés de él y volvié a tocar el timbre. —jTocaste otra vez! —jNo fui yo, Dante! —se defendié 25 el nifio, retirando su brazo con rapider—. Ese debe ser el nuevo timbre que salié al mercado. Yo lo he visto en Santiago. Tu tocas una vez y esté media hora sonandb... En ese momento abrié la puerta Edmundo Sovino, con,cara de pocos amigos. —;Cul es el apuro? —preguntd, algo enojado. jAy, perdone usted, don Edmundo! —Dante comprendié la broma de su primo ¢ intenté dar un paso adelante para discul- parse. Pero lo que hizo fue tropezar, perder el equilibrio e irse de cabeza contra el abdomen de Edmundo, quien también perdis el balan- ce. Ambos cayeron abrazados en el interior de la casa. Ricky lloraba en silencio de risa. —Qué vergiienza, don Edmundo, no sé qué decirle! —el pobre cartero estaba cada vez mds confundido. —Mientras lo piensas, hazme el favor de quitarte de encima mio —respondié el hombre con resignacién. Cuando al. fin ambos consiguieron ponerse de pie, el duefio de casa se sacudié y alisé sus ropas-antes de preguntar: —zQué te trae por aqui con tanto escindalo? ;Vienes a traerme alguna carta con urgencia? 26 —No, don Edmundo —dijo Dante todavia ruborizado— es que mi primo Ricky y yo quisimos venir a ver el lugar donde apa- recieron muettos Kaiser y Sissi. —;Para qué? —Bueno, a lo mejor encontramos alguna pista. —;Pista? ;Para qué? —Para uratar de descubrir quién lo hizo. —No hace falta, ya se sabe quién ma- t6 a mis perros. —,Ah, si? —intervino Ricky, que hasta ese momento se habfa mantenido como obsetvador, disimulando su tisa—. ;Quién fue? —Barrabis. —;Barrabés? —el muchacho arrugé el entrecejo— :Quién es Barrabas? ;Otsa his- toria absurda, como Ja del Chupacabras? —No —sonrié por primera vez Sovi- no— Barrabds es el leén de un circo local que se escapé hace dos dias, pero que no lo divulgaron para no asustar a la poblacién. Bueno, hasta que maté a mis perros y ahora estén dando la alerta por la radio, la televi- sién y los diarios, con el fin de que la gente tenga cuidado. as La fiera +. Desde muy temprano esa mafiana, los medios de difusién habian estado alertan- do a los habitantes de Pirque y Puente Alto sobre fa fuga de un leén del circo local. Segtin esas informaciones, el circo estaba pasando por una aguda crisis econd- mica y no tenfa con qué alimencar a la fiera desde hacia tres dias. Ast que, seguramente, ese fue el motivo que tuvo Barrabds para decidirse a buscar su sustento por medios propios ¢ irse a pedir trabajo a otro circo mas solvente, o a un zoolégico, donde tuviera su comida asegurada, como comentaban joco- samente los beomistas del pueblo. La fuga se produjo cuando su doma- dor le lev un cubo con agua, lo tinico que podia brindarle, y ni se preocupé de pasarle el cerrojo a la jaula al ver a Barrabas can débil y manso como un corderito. A pesar de que todo parecia indicar — 28 que las muertes de los perros de la familia Sovino habfan sido ocasionadas por la fiera escapada, Ricky insistié en que Edmundo le mostrara el sitio exacto donde habia encon- trado los cuetpos de Kaiser y Sissi. Y, fue tanta su insistencia, que el calvo propietario no tuvo més remedio que complacerlo. Aun- que sélo fuera por quitarse de encima la presién del muchacho (chombre a hombre y en todo el terreno», como se dice en balon- cesto). Un rato més tarde, cuando regresa- ban en la bicicleta, Dante se volvié hacia su primo y le pregunté: —7Ya estés convencido de que fue ese ledn escapado el que maté a los perros de los Sovino? —jNo! —respondié Ricky, muy seguro de st. —Quie no! —Dante se sorprendié tanto por la inesperada respuesta, que dio un frenazo y ambos cayeron al suelo. —jOye, que me vas a matar! —pro- testé el muchacho incorporandose. Tid eres el que me va a matar a mi, Ricky! ;En qué estés ahora? —Que no fue ese ledn escapado el que maté a los pastores alemanes, Dante. 29 —jTu estés loco, primito! ;Cémo puedes afirmar eso con tanta seguridad? —Porque ni en el sitio donde el se- ior Edmundo encontré a sus perros muertos ni en los alrededores hay rastros de que haya estado ese leén. —,Rastros? De qué hablas, Ricky? —De huellas, Dante, de huellas. Alli la tierra esta suelra, se ven las huellas de las patas de los perros y las de las boras del sefior Edmundo, pero ninguna de paras de leén. A no ser que... —3En qué esté pensando ahora el cachorto de detective? :A no ser qué, Ricky? —Decia que a no ser que el leén Bartabds usara zapatos deportivos... ——jHuellas de len con zapatillas? jOye, ahora si estas loco de remate! —Dante lo considers un caso perdido—. ;Dale, méntate en la bicicleta para dejarte cerca de la casa, que yo tengo que irme a repartir cartas! Ancamaén . Recorrieron el camino de regreso sin hablar una palabra. Cada uno metido en sus propios pensamientos. De repente, al pasar por una entrada, Dante la sefialé: —Esta es la parcela de Caszely. —El famoso ex futbolista, que sale ahora comentando en la tele? —se sorpren- did Ricky. —E! mismo. —No sabfa que vivia aqui. —Compré esa parcela hace unos meses, Ya nos hicimos amigos. Me da la ma- no y todo —comenté Dante con orgullo. —Y no has visto en su casa a otros deportistas, como jugadores de baloncesto famosos y eso? —No, y espérate... Voy a detenerme aqui, en la-orilla, para que pase esa camione- ta. El camino es muy estrecho. Efectivamente, una camioneta doble 32 cabina habia tomado por La Esperanza desde Santa Rita y venfa a bastante velocidad. Sin embargo, al pasar por delante de nuestros amigos frend bruscamente. —jHola, doctor! —saludé Dante al reconocerlo. —Hola. :Algiin problema con la bici? —No. Paré porque es muy estrecho el camino y ando con un nifio detrés —ex- plicé el joven. quign es é2 —quiso saber el doctor. —Es mi primo Ricky —y dirigién- dose al muchacho le dijo —Mira, primo, él es el doctor Contreras, el tinico veterinario de toda esta zona. No se me habia ocurrido, pero nos podria ayudar en lo nuestro. —En qué los podria ayudar? —pre- gunté el hombre. —Lo que pasa, doctor, es que Ricky y yo estamos investigando la muerte de los perros de los Sovino. — Ah, si! —se asombré el hombre, y cerré el ojo derecho tres veces seguidas. A continuacién, estiré la boca hacia abajo en forma de «o» y abrid los ojos desmesurada- mente, mirando hacia arriba. Después, repitié Ja cerrada del ojo-derecho una vez, y el gesto 33 con la boca y los ojos de nuevo. Pero todo de una manera muy répida—. As{ que tenemos a un par de detectives aficionados en Pirque. Ricky tuvo que hacer un esfuerzo por no reir. Andrés Contreras tenia cuarenta y cinco afios. Era un hombre alto, més bien delgado y de pelo rubio, y que sélo crecfa abundante- mente encima de la frente. Sus dos patillas, de color més amarillo que su pelo, se las dejaba largas hasta la mandibula. Sin duda, tenia un aspecto muy gracioso. Y sia eso se le afiadian los tics y gestos, era muy facil que el picaro de Ricky se riera de él en son de burla. Bueno, como la Policia no ha po- dido hacer nada, nos encargamos nosotros... casi se disculpé Dante. —Y qué han descubierto hasta aho- ra? —dijo el doctor, mirando indistintamente a cada uno de los primos. —No mucho —hablé Ricky recupe- randose—. Todavia es muy pronto... —Miren —le interrumpi¢ el doctor— vamos a hacer una cosa: suban’conmigo y me van contando. Me esperan en casa de los Cassely por algo que quizds tenga que ver con sus investigaciones. :Qué les parece? —jMuy bien! —aprobé Ricky ense- guida, 34 No. Yo no puedo —dijo Dante—. Tengo ‘que hacer mi trabajo. ;Pero ve ti, primo! Con el doctor no hay problema. Des- pues vas caminando para la casa, que esté muy cerca. Y, diciendo eso, Dante abrazé a su primo para despedirse, pero, solo fue para susurrarle algo al ofdo, sin que el doctor escuchara. —Tiara de aguantar la risa porque el pobre hombre tiene muchos tics y yo te conozco. . Ricky subid.a la camioneta, pensan- doen lo. que le dijera su primo. «Esto va a ser espectacular, pensé. ==No te. seogjodes mucho, es ahi mismo’ —le aconsejé el doctor—. Oye, gy qué han averiguado? ;Cuéntame! —Muy poco.” -Empezamos hoy y sélo hemos visitado la casa de los Sovino. —;Pero no te parece que fue ese leon escapado? Y terminando de preguntar aquello, el hombre se agarré los mechones de pelo de encima de la frente; los sacudié tres veces y alargé la boca hacia abajo en forma de «o», abriendo los ojos y mirando hacia arriba, como la vez anterior. Ricky ya no sabia qué 35 hacer para no explotar en carcajadas. Pero, se contuvo, a duras penas. —No. Ni siquiera habia huellas de él —dijo, alejando su vista del hombre. —Oye y cambiando de tema... {T6 practicas baloncesto? -—Si, claro. Me encanta. —Ese es el deporte més dindmico y bello que existe —hablé con entusiasmo Contreras—. Yo lo... {Mira! Ahi esté Ra- mén, el empleado de Caszely! El fue quien me Ilamé. Vamos a bajarnos aqui mismo. Después de los saludos y presentacio- nes, el hombre moreno, bajito, rechoncho y con sombrero de huaso, llamado Ramén, les indicé el lugar adonde querfa llevar al doctor. Era una pequefta hondonada al otro lado del terreno de mini futbol, que Caszely habfa construido frente a la casa, donde él y sus amigos jugaban los fines de semana. ~—Disculpe que lo haya llamado, doctor —dijo el empleado, convidéndolos a atravesar el terreno de fiitbol de pasto recién cortado—. Pero en cualquier momento llega mi patron y querfa explicatle lo sucedido como Dios manda. —;Pero qué pasd, hombre? —pre- gunté Contreras. 36 —Que Ancamén, el pavo real de mi patron, aparecié muerto, Lo mataron, diria yo. Porque dudo que se haya suicidado. Los ojos de Ricky brillaron y disimu- ladamente froté sus manos de alegria. jEstaba en el lugar de los hechos primero que todo el mundo! —Parece que el ledn ese sigue ha- ciendo estragos, ;no? —comenté Contreras, con una sonrisa, —jNo! jImposible! —aseguré Ra- mén—. Acabo de escuchar por la radio que habia aparecido cerca del villorrio Santa Rita. Primero entrevistaron al domador y dijo que Barrabés era inofensivo, por viejo y porque ya se le habjan caido los dientes. Que A le mandé hacer una prétesis pero, al esca- par, abriendo la reja con su boca, la dejé allf colgada. AY aparecié dijo usted? —quiso asegurarse Ricky. —Claro —le respondié el emplea- do—. Encontraron a unos nifios dindole leche con un biberén allé por Santa Rita... jMire, doctor! Ah{ esté Ancaman... Un enorme pavo real yacfa en los hii- medos pastos de la pequefia hondura. Todos se agacharon pata observarlo mejor. El pobre 38 animal estaba desangrado, producto de una herida en el cuello. —~Por lo que se ve, esté muerto desde anoche. ;No hay por aqui jabalfes salvajes 0 grandes ratas, que pudieron hacer esto? —le pregunté Contreras al empleado. No, doctor. Por aqui no hay nada de eso —contesté el hombre. —2zY usted no sintié nada anoche, que nos pudiera dar una pista? —le interrogé el nifto. —Este... miren, voy a pediries un favor: no le comenten esto a mi patrén... El problema es que anoche vinieron unos Primos mios a acompafiarme, porque era mi cumpleaios y ellos sabian que yo no me Podia ir de aqui, porque estoy cuidandole la casa a mi patrén. Entonces trajeron unas botellitas y nos conversamos unos vinos has- ta tarde. Y yo cai muerto cuando se fueron. —Entonces, no escuché nada... —concluyé el nifio—. ;A qué hora se habran marchado sus primos? —Cerca de las dos de la mariana, di- ria yo —respondié Ramén—. ;Si mi patron se entera, me echa! —Todo esto es muy raro —comentd Ricky, paseandose—. Por las plumas que hay 39, regadas, se ve que Ancamén luché. Pero més extrafio es que esté casi sin sangre y sea tan pequefia fa mancha que hay debajo de él. ;Se fijaron? —No sé —le contesté el doctor, parandose—. Esta tierra absorbe mucho. Y, diciendo eso, comenz6 a cetrar su ojo derecho, después el izquierdo y, acto seguido, proyecté hacia delante los labios apretados. Realizé esos movimientos varias veces seguidas, en rifagas, y se calmé. Ricky tuvo que girar su cabeza hacia el otro lado para que no lo viera, aguantando la risa, —jO se la chupé la tierra o se la chupé ef Chupacabras! —exclamé Ramén, asintiendo continuamente con su cabeza, —Qué absurdo, seitor mio! —hablé con enfado Contreras—. {Otra vez el cuento ese del Chupacabras! ——jEso es lo que dice Melisa! —se defendié el empleado. — Cémo le van a hacer caso a esa loca! —casi grité el doctor. —Dice ella que lo ha visto —insistié el empleado. —Yo estoy con usted, doctor —afir- m6 Ricky—. Ese cuento no me lo creo. —Pues miren, esta es la segunda 40 muerte de animales por aqui —comenté Ra- mén—. Eso nunca sucede. Yo no dudo que... —Bueno, Ramédn, ya vimos todo —o interrumpié Contreras—. Cuando lle- gue Caszely, que me lame. Y no se preocupe, - que no le diré nada de su fiestecita. El doctor le hizo un gesta a Ricky y *. los tres desandaron el camino hasta la camio- neta. Se despidieron del afligido empleado y tomaron por La Esperanza hacia Santa Rita. En un par de minutos estuvieron en la entrada de la casa de los abuelos y Ricky se bajé muy agradecido. —No hay por qué —le dijo el doctor—. Y, cuando hayas descubierto algo nuevé, hézmelo saber. Yo vivo en la parcela que esté a LPsalida de La Esperanza, a mano derecha en el primer portén. ;Cufdate! —jChao! iY gracias de nuevo! —se despidié Ricky, caminando hacia la casa. Pero se demoré en llegar. A veces se detenfa hablando en voz alta. Una idea le daba vueltas en la cabeza. La herida en el cuello de ‘Ancamén fue hecha con un arma muy afila- da y con una precision’ s6lo producida por una mano muy segura. —No creo que el Chupacabras sea can delicado —broineé para ¢l. Melisa E! interior de la casa de Melisa era sobrecogedor. No-sdlo por el simple hecho de lo que se comentaba sobre ella y de los ex- trafios y oscuros poderes que se le atribuian, sino también por el ambiente misterioso y el aire denso, cargado de raros olores, que se respiraba alli. ‘Aunque no habia oscurecido todavta, la casa estaba en penumbras, debido a gruesos cortinajes de color marrén oscuro que no dejaban pasar la luz por las ventanas, lo cual contribufa a la lobreguez del lugar. Igual- mente, llamaban la atencién los animales escogidos como mascotas por la bruja: una tortuga que dormiraba en un rincén, un murciélago colgado del techo de una jaula para canarios y un raro lagarto, de ojos salto- nes, que cazaba moscas sobre una repisa. Ricky observé rodo aquello con mas curiosidad que temor, pues era un muchacho 43 muy valiente. Y comprendié por qué su primo se negaba, en principio, a llevarlo a esa casa y fue necesario que le insistiera mucho hasta convencerlo.: «No es por miedo —le habia dicho Dante—, sino por respeto a lo que no conozco», Ahora, el _muchacho entendia perfectamente lo que le habia querido decir su primo con esas palabras. — {Te gustan los animales? —pregun- t6 Melisa, con voz de flauta rajada, observando el interés de Ricky por sus mascotas. —Si, sobre todo cuando no es comuin que las personas tengan estas especies en sus casas —respondié el muchacho, con since- ridad. —También tengo a Imhotep, mi gato negro que debe andar echado en cual- quier sitio, pero mis favoritos son esos que ves ahi, porque no molestan en lo absoluto y se encargan de eliminar a cuanto insecto indeseable entra en esta casa sin ser invitado —subrayé estas tltimas palabras de un modo significativo. —Perdone que la molestemos, Melisa —se apresuré Dante a disculparse, al creer interpretar el tono de la mujer como una indirecta. Es que mi primo insistié en verla, —;Ah, este muchachito es tu primo! 44 —Si, él vive en Santiago y vino de vacaciones a Pirque. Melisa escruté detenidamente con’su penetrante mirada al chiquillo y comenzé a darle una vuelta en derredor con premedita- da lentitud. Cuando estaba a sus espaldas pregunté: —;Cémo te llamas? —Ricky —se apresuré Dante a contestar, —jLe pregunté al nifio! —se molesté la bruja. Ricardo Fuenzalida —dijo enton- ces el muchacho—, pero todos me dicen Ricky. —2Y para qué querias verme, Ricky? —Es por los animales que han apare- cido muertos. —Te tefieres a Kaiser y Sissi, los perros de los Sovino? —Si, y ahora a Ancaman, el pavo real de Caszely. —;También mataron a un pavo real? —parecié sorprenderse. Ricky volvié a asentir, hizo una pausa para tratar de adivinar qué estaba pasando por la mente de Melisa y se decidid a comentarle: —Dante me ha dicho que usted 45 tiene una opinién sobre la posible causa de esas muertes. —Ast es... —dijo susurrando. Pero alzando la voz, continué— jY ahora estoy convencida de que es el Chupacabras quien est4 matando a los animales! —; De verdad cree usted en esa absurda historia del Chupacabras? —jNo es una historia absurda, mu- chacho! jEl Chupacabras es tar real como nosotros! —jAcaso usted ha visto alguno, Melisa? —inquirié en tono de burla. —jPues claro que los he visto! |No quisieras ti tropezarte con uno, muchacho incrédulo! —Entonces, me podré decir qué aspecto tiene. —Una forma mas parecida al Diablo. Es una bestia horrible, algo asi como un canguro con alas de murciélago y garras de tres dedos, con ufias filosas como navajas. Tiene unos largos colmillos y sus ojos son grandes y rojos, como inyectados con la sangre que les chupa a sus victimas para alimentarse. —Si, debe verse feo un Chupacabras de esos —admitié Ricky, sonriendo. 46 —Buirlate, muchacho! No me creas, si as{ te parece. Pero te recomiendo que te ol- vides de los animales muertos en Pirque. Por qué? —-Porque Pirque es una zona elegida por los misterios profundos ¢ insondables de la lucha divina entre el bien y el mal. —No entiendo por qué Pirque es tan especial como dice usted —insistié Ricky. —Mira, nifio. —explicé Melisa, desplazandose hacia el.lugar mds oscuro de la habitacién—, sdlo les voy a contar un par de ejemplos. ;Saben ustedes por qué un vino producide aqui se llama «Casillero del Diablo»? —No —respondieron al unfsono los primos. —Pues les contaré que hace mucho més de cien afios, el Marqués de Concha y Toro le vendié su alma al Diablo por preservar una bodega @e vinos. No querran saber uste- des lo que sucedié alli. Pero eso no es todo. Afios después, el sefior Ramén Subercaseaux también hizo un pacto con Lucifer. Y dicen que cierto-dia, al cruzar el rfo Maipo, un carruaje negro con caballos alados descendié a buscata don Ramén. —:Y en la época actual han pasado 47 cosas asi? —quiso saber Dante, sobrecogido por las historias. — Claro! le contesté enérgicamen- te la bruja—. Quizés ustedes no lo sepan; pero, en estos momentos, el mismisimo demonio esté rondando Pirque de nuevo y en forma de Chupacabras. —jJestis, Maria y José! —se le salié al asustado Dante. —Es por eso que les aconsejo aban- donar todo y no averiguar nada mas. AY dejar que sigan matando ani- males en toda esta zona? —salté Ricky. —De eso puedo encargarme yo. —7Usted? ;Cémo? —dudé el chiqui- llo. — Ricky, por Dios! —le advirtié Dante— jno seas irrespetuoso! —Déjalo —dijo Melisa y extendié su brazo derecho en gesto teatral—, ya se convencerd de que yo soy la tinica persona en todo Pirque que puede resolver este problema. ——No me parece que... —fue a obje- tar Ricky, pero la bruja no lo dejé seguir. —Es suficiente! He tenido mucho gusto en conocerte, pero ahora tengo cosas que hacer. Si ustedes fueran tan amables... —jVamos, Ricky, no molestemos 48 més a la sefiora Melisal —lo detuvo Dante cuando su primo iba a intentar otra réplica y casi lo saca a rastras de la ligubre casa. Cuando estuvieron en la calle, el ni- fio le dijo a su primo, con evidente disgusto: —jNo te das cuenta de que es una farsante? —No sé qué decirte, primo —dudé el buenaze. {Tt sigues creyendo en esa conta historia de gue fue el Chupacabras quien maté a los pertos y al pavo real? + "—;Qué ora cosa pudo haber pasa- do, Rick , —Mira, Dante, yo puedo creer que . Raisser y Sissi fueran muertos por un Chu- pacabras de esos, porque prdcticamente los mutilaron. Pero es que a Ancamén le corta- ron limpiamente el cuello con un objeto muy fino y filoso. ;Es que tu Chupacabras estudié cirugia y posee un bisturi? No, no estudié cirugia ni tiene bisturt, pero ya te dijo Melisa que tiene ufas muy filosas, as{ que pudo haber degollado a ‘Ancamédn con sus garras. Ademds, Melisa me ha dicho también que los Chupacabras pue- den matar de muchas maneras, pero la més usual es chupandoles la sangre a sus victimas. 49 Y cuando eso sucede, la nica marca que deja es un orificio en la garganta, donde escé la arteria yugular. —jAh, primo, te has dejado impre- sionar por esa charlatana! Dante no quiso seguir discuriendo. Su primo Ricky Hegé a fa conclusién de que no podrfa limpiar de ideas absurdas la cabeza de su primo en un dia. Por lo tanto, le espe- taba una ardua tarea, ademas de averiguar y dejar bien claro quién estaba matando a los animales en Pirque. No obstante, cuando iban de regreso a su hogar, de la parcela situada frente a la de Caszely salié una sefiora al camino, llorando desconsoladamente y gritando: —jAy, qué le han hecho a mi pobre Macumba! — Qué le sucede, sefiora Filomena! —fue Dante a su encuentro. ~|Mi Macumba, Dante, mi Ma- cumba! —:Quién es Macumba? —jMi linda gansa, que no veia desde ayer y ahora la encontré muertecita entre mis hortensias y jacinros! Qué le paso? —jNo lo sé, Dante, ayer estaba vivita, 50 coleando y graznando de lo més alegre! —jDéjeme verla! —dijo Ricky, pre- sintiendo una nueva victima del misterioso asesino de animales—. ;Dénde esta? —yAlld atrés, vengan! —indicé la sefiora Filomena. El muchacho corrié hacia donde le indicaban y desaparecié en el extenso y recat- gado jardin. Regresé a los pocos minutos junto a Dante, que segufa consolando a la vecina. Su rostro estaba serio y mostraba | preocupacién, lo que no pasé inadvertido para el primo, quien le pregunté: —zLa viste? Ricky asintié con la cabeza. —;Qué le pass? —Parece que le chuparon toda la sangre. —;Cémo eran las heridas? —No tenia heridas —dijo Ricky sombrio, Y agreg6— ;Nada mds que un ori- ficio en el cuello! a Macario 1 Su lomo gris y los pelos como ptias era lo nico que veia en esos momentos. Pero escuchaba fos chillidos, cada vez menos intensos, del pobre corderito, victima de aquel monstruo. De repente, se volvié hacia ély pudo verlo de frente. Aterrorizado obser- 6 sus garras, sus membranas como alas de murci¢lago, pero lo que més le impresiond fueron sus afilados colmillos y sus ojos rojos como la sangre... —jAbuela! —grit Dante saliendo de su pieza y llegando a! living, completamente vestido, pero sin zapatos. —;Qué pasa, Dante? —respondié la anciana—. No interrumpas, que Ricardito me est leyendo. —jPrecisamente! Es por su nifito que no aguanto més! —se quejé el joven. —;Pero qué te hice? —tercid Ricky, con inocencia en su voz. 52 —Mire, abuela, me iba a poner los zapatos y estaban Ilenos de leche condensada. iY si fuera eso nada més! Mire, no sé cémo lo hace, pero el despertador suena cada una hora toda la madrugada y jn0 puedo dormir! Para colmo, ayer encontré una rana en mi almohada: jno lo soporto mas! La abuela movié fa cabeza en sefial de desaprobacién. Ricky, aguantando la risa, pu- so la expresién més candida de su repertorio. Entonces, sefial4ndolo con el dedo, su primo le grit: — Se acabé la investigacién entre los dos! ;De ahora en adelante, no te Hlevo més a ninguna parte! Y, diciendo eso, le dio la espalda y se marché a su pieza, cerréndola de un portazo. Era la primera vez que Ricky vefa tan enfadado a su primo. Sintié que se le habfa ido la mano. Sabia que tenia que disculparse y asi lo hizo. Le costé como quince 0 veinte minu- tos cambiarle el humor al noble de Dante y conseguir su perdén. Asf, poco después, ya estaban peda- leando felices hacia el centro de Pirque, donde el joven debia ir hasta el correo. —2Qué le estabas leyendo a la abuela? —Una cosa que bajé anoche de 33 internet sobre el Chupacabras —respondié Ricky desde la patrilla de la bicicleta. —-jAh! ;Te interesaste ahora por la teoria de Melisa! Si, Dante, pero no de la manera que crees. Puedo demostrarte que la descrip- cién qué hizo Melisa del Chupacabras es la misma que sale en internet y que escribié un tipo que se llama Macario. —Y? Si coincide es mas veridica la cosa, :no es cierto? —No, Dante, porgue la descripcion era de un tipo en Puerto Rico, llamado Macario como te dije, que también dice que lo vio. Dante se quedé pensando, porque no entendia bien el punto de su primo. Ricky lo secundé, adentrindose en sus propias deducciones. Asa hora, el trayecto hasta el centro no era facil, Por Ramén Subercaseaux, un constante ttansito de autos, camiones y buses trasladaba a sus lugares de trabajo a cientos de personas, en la misma direccién que nuestros amigos. Como si no se hubiera cortado la conversacién, Dante continué con el hilo de su pensamiento. 54 —~Mira, Ricky, como yo {o veo, hay mas de una persona que lo ha visto y todos coinciden. Por lo tanto, existe el monstruo ese, :no? —Yo lo veo distinco, primo. ;No po- dria ser que Melisa lo leyé también y ahora dice que lo vio? —2Y por qué lo hace, Ricky ganaria ella con eso? —Bueno, ;qué te parece esta teoria? Pon atencién: ella inventa lo del Chupacabras —algo que nadie ha visto y que no se sabe si en verdad existe—, entonces lo culpa de las muertes de los animales y, después, se jacta de que ella con su magia negra lo espanté o lo disolvi6, qué sé yo... :Eh? ;Qué te parece? —;Pero para qué querria hacer todo €s0, Ricky? —Para ganar mas fama y prestigio como bruja. Y quizas hasta para ganar favo~ res o dinero de las personas que se dejen engafiar por sus historias y le paguen para que ella elimine la maldicién con sus presun- cos poderes, —jAh, ya entiendo!, pero... :¥ cuando aparezca el asesino de los animales, cémo justificaria al Chupacabras inventado por ella? iQué 38 —jPiensa, Dante! No tendria que justificar nada si... —;Si qué, Ricky? —Si ella misma fuera la asesina! —Jestis, Maria y José...! Mariela +. A esa hora, en el centro habia bas- tante movimiento de personas haciendo tramires, comprando o simplemente pasean- do. Dante y Ricky se dirigieron al correo. Después de asegurar con un candado la bici- cleta a un Arbol de la plaza; el joven le ordend al muchacho: —Espérame por aqui, Ricky. No sé cuanto tiempo voy a estar allé adentro. iY dénde te espero? —Bueno... ;Ah, mira! Te voy a presentar a una amiga mia... Caminaron hasta un banco de la pla- za, donde estaba sentada una hermosa nifia de pelo muy rubio con trencitas bahianas, vestida de jeans, zapatillas y una blusa rosada muy corta, Lucia un precioso reloj de oro de veinticuatro kilates, que brillaba incensamen- te con la luz del sol. Sin embargo, Ricky ni lo noté. Su atencién estaba concentrada en la 58 juguetona mirada proveniente de los grandes ojos verdes de la chiquilla. —Hola, Marielita —dijo Dante al Hegar— ;Qué haces sola aqui? —Estoy esperando a mi papd, que esté en una reunién en la municipalidad —res- pondié con una suave voz la nifia. —Mira, Mariela, él es mi primo. Ricky, ella es Mariela, —Hola —la saludé serio el nifio. —Hola —le contesté sonriendo ta nifia. —Mariela, te dejo aqui a mi primo. Lo puedes entretener un rato? —Si, no te preocupes, Dante —le dijo la chiquilla con formalidad. Y se dirigié en otro tono al muchacho—. ;Quiéres sentarte, Ricky? Dante se alejé con una sonrisa picara. Los nifios se demoraron algo en conversar, por culpa de dos camiones cargados de frutas que pasaron frente a ellos con sus ruidos caracteristicos. —;Esrds viviendo en casa de Dante? —Si, por unos dias —aclaré Ricky A ui? ;Vives por aqui? —Mi parcela es la que esté a la entra- da de La Esperanza, Frente a Ja del doctor 60 Contreras y antes de la de tus abuelos. —gCudntas parcelas hay. por La Esperanza? —pregunté el nifio—.Todos los © dias conozco a alguien nuevo que vive por allt. —Mira, yendo de Santa Rita hacia adentro y a mano derecha esta mi parcela, la de tu familia, la de Caszely, la de los Sovino, la de los Sawiki y por ahi, hasta el final, slo los conozco de vista, pero no sé sus nombres. —2Y por la izquierda? —Por la izquierda esté la parcela de Contreras, después la de Vladimir y Laly, la de la sefiora Filomena, fa de los Carrillo, la de la bruja Melisa y més allé no sé. «¢Qué manera de haber sospechosas en este caso!», pensé Ricky. «Porque, eviden- temente, tiene que ser alguien de allf. Nadie vaa venir de tan lejos a matar unos animales. Ya me fijé que el camino vecinal més cercano est4 a dos o tres kilémetros». Pero, volviendo a su conversacién, pregunté: —;Y por qué conoces tanto ese camino? —Es que me pongo a corter por ahf algunas tardes para hacer un poco de ejerci- cio. Tu sabes, no es facil mantenerse delgada 61 —afirmé Mariela con coqueteria—. Tti eres deportista, ;no es cierto? —Si —respondié enseguida Ricky, hinchandose un poco—. Yo practico balon- cesto. Era la primera vez en su vida que Ricky sentia esa turbacién y ese cosquilleo en el estémago. No queria mirar de frente a Mariela para que no se diera cuenta, porque sentia un calorcillo constante en sus mejillas. Nunca le habfa dado tanta importancia a lucirse ante una nifia. Para él, ellas siempre habian sido aburridas, poco interesadas en los juegos y en las preocupaciones de los varones. Pero esta vez era distinto. Por esa nifia sintié algo especial desde que la vio. «Y parece que le agrado, porque se fij6 en mi fisico de deportista», pensd. —Pero no debes ser muy bueno, por- que los jugadores de baloncesto son fuertes y musculosos —comenté Mariela, echando un jarro de agua fria sobre el orgullo del muchacho. —Disculpa, yo soy buenisimo para mi edad, Ademés, tantos muisculos te hacen ser tosco y torpe... —No estoy de acuerdo contigo —le interrumpié la nifia—. Mira, para demos- 62 trartelo, te puedo presentar a ese hombre que esta tomdndose una bebida en el kiosko «Donde Malvina». ;Lo ves? —El que usa la camisa apretada para que se le vean los biceps? —Ese mismo. Te puedo contar que con esos brazos y esas manotas le falta un afio para hacerse neurocirujano. Y te aseguro que cuando se reciba va a ser el mejor de todo Santiago. jFijate si seré torpe y tosco! —{lil es de por aqui? —se apuré en preguntar el nifio. Su mente enseguida se puso en alerta roja. —Claro. Te acabo de mencionar a los Carrillo. El es Pedro, el hijo de dofia Pamela. —iMe puedes hablar un poco de él? —zY por qué te interesa tanto, si no lo conoces? —le dijo Mariela, cruzando su pie derecho y girando mas su cuerpo hacia el nifio. Ese movimiento hacia él le volvié a provocar el cosquilleo en el estémago. De pronto, se cuestioné si estaba bien sentado, o bien vestido, o limpio. {Qué nuevas sensacio- nes vivia! Pero tenia que dominarse, por eso hablé con mucha formalidad. —Por favor, sdlo cuéntame. Otro dia te prometo que te lo diré todo. ;De acuerdo? 63 —Est4 bien. Bueno... :qué te puedo contar? Pedro es un hombre muy bueno. Cuida mucho a su mamé, que esté enferma... — De qué esta enferma? —La pated un caballo y la dejé invs- lida. Eso lo afecté mucho a él. Y para més desgracia su pareja, que lo ayudaba mucho, un dia, sin previo aviso, rompié con éLy se hizo novia de un bidlogo marino que era muy amigo de ambos, Bueno, fue tanto el estrés que suftié que tuvo que congelar la universidad, faltandole un afio para terminar. —Ah... —se quedé meditando Ricky. —Bueno, me tengo que ir. Por abi viene mi papd —dijo Mariela, levantindose. —Claro —la imité el muchacho—. Pero... {No nos podemos ver otra vez? —(Si, cuando td quieras! —le propu- so la nifia con zalamerfa—. Tu primo tiene mi teléfono. Para despedirse, ella le dio un beso en la mejilla que él casi no pudo responder por el nerviosismo. El color rosado intenso de sus cachetes se expandié por toda la cara llegan- do incluso hasta el cuello. Sélo pudo asentir con la cabeza, mientras le regalaba una tibia sonrisa. i Carrillo +. Ei muchacho se quedé mucho rato envuelto en extrafios, pero dulces pensa- mientos. Al parecer, se le notaba mucho, porque al llegar Dante, el primer comentario que le hizo tenia un marcado tono de burla, - —;Qué le pasé a Romeo Fuenzalida? gLe Hlevaron a su Julieta? —jNo fastidies, primo! Estaba ensi- mismado en la investigacién. —No te creo nada. {Te enamoraste de Marielica! —jQué Marielita ni qué nada! Sélo le estuve sacando informacién. —,TUi sabes que ella es la hija del tipo més rico de toda esta zona? —;En serio? —Claro. Su pap es dueito de varios hoteles y centros turisticos. Oye, si te casas con su hija tienes el futuro asegurado. ;Puedes ser el duefio de un equipo de la NBA. si quieres! 6 oO —le grité el nifio, yendo hacia él con los brazos abiertos. —Disculpa, muchacho, pero no te conozco. Parece que me estds confundiendo con otra persona. —;,Cémo voy a confundirte, Juan Pablo? ;Soy yo, Ricky! Ya no me recuerdas? —Por favor, no molestes mds. Te dije que no sé quign eres, asf que largo, largo de aqui —le dijo el hombre, con evidente enojo. —Esta bien, esté bien. No se ponga asi. El solemne sefior continud su cami- no hacia el juzgado, mientras Ricky cruzé la calle y por la acera de enfrente corrié en la misma direccién del hombre, pero algo escondido entre los kioskos de los artesanos. Cincuenta metros més alla, el nifto volvié a ctuzar la calle y se encontréd de nuevo, «casualmente», con el mismo sefor. —Juan Pablo! jQué bueno verte aqui! {Es increible! ;Acabo de ver a un tipo igualito a ti, jpero con un cardcter mas pesado...! —le grité de nuevo con los brazos abiertos hacia él. —Por Dios! jHasta cuando vas a molestarme, chiquillo! ;Ahora mismo voy a llamar a un carabinero!’ —;Pero tii ests loco, Dante? —easi grité el nino, algo molesto. —Era una broma, Ricky. {Qué pasa? 2El bromista no entiende de bromas? {Tanto te afecté esa chiquilla? Ya! |Cértalal —Bueno, esté bien, esté bien. :V’ qué informacién le sacaste? —T conoces bien al sujeto de la camisa apretada, que ahora estd haciendo la fila en el Registro Civil? —Si, por supuesto, Es Pedro Carri- Ilo, vecino nuestro. —Bueno, espérame aqui y observa bien. Voy a hacer una broma-experimento, —jEspérate, Ricky! No te vayas a meter en lios! —jNo, primo! Sélo mirame y diviér- ete... El nifio se escondié detrés de un Arbol y esperé su oportunidad, que se presen- t6, un par de minutos después. Un hombre vestido con traje azul marino y corbata roja, con el tipico aspecto de ejecutivo, se bajé de su auto frente a la plaza, a unos pasos de Ricky, quien salié a su encuentro con mucha efusividad. —Juan Pablo! {Qué rico verte aqui! 68, —jNo, no! Espere, por favor. Yo sdlo_ hice lo que me mandaron —suplicé Ricky. AY quién te mandé? —quiso saber el hombre. —zUsted ve a aquel joven con la camisa apretada, que esta a punto de entrar en el Registro Civil? —Si, lo veo. Bueno, ¢l me envid —afirmé: Ricky con voz de nifto chico. —Pues ya va a ver cémo termina su broma... El sefior se estiré la chaqueta de un tirén y se dirigio con paso largo hacia Pedro, que ajeno a lo que sucedia, anoraba en un papelico ciertos datos. Ricky se unié al asustado Dante y ambos se escondieron detras de un auto esta~ cionado. —jYo no sé cémo confio en ti! —protesté el joven—. ;Delante del correo hacerme esto! ;Ti verds el esciindalo que se va a armar ahora! ;Me van a echar del trabajo! —Tranquilo! Vamos a ver qué pasa —traté de calmarlo Ricky De lejos vieron cémo llegé el hombre a donde estaba Pedro. Su rostro encendido, sus manoteos. Peto lo més insélito fue Ja 6 reaccién del forzudo de Pedro. Se vefa cémo, con humildad, trataba de explicar su inocen- cia y hasta le vieron pedir disculpas por algo que no habia hecho, ni comprendia. —,Por qué le hiciste eso al pobre Pedro, Ricky? —Por ser un sospechoso importante, primo. —,Sospechoso de asesinato ese infeliz? —Mira, Dante, Mariela me conté sobre él. ;El asesino perfecto! Un casi ciruja- no que bien pudo realizar con mano experta la herida de Ancamén. ;El mévil? El odio a Jos animales, producto de la pateadura de caballo a su madre y el compromiso de su pareja con un bidlogo marino. Quizés su fuerte estrés lo desequilibré y le haya dado por vengarse de todos los animales. —Tienes toda la razén. Pensindolo bien, todo encaja para que sea él. Qué quieres que haga, Ricky? {Lo neutralizo, lo dertibo, Jo agarro, lo amarro y se lo entrego a los carabineros? —Célmate, Dante. Quizds no sea el asesino. —4zCémo?! jNo acabamos de dedu- cir que él... —Mira, primo, la broma-experimento 70 a habrfa desplazado aquella herida hacia ese lado. Porque el instinto de conservacién te hace lanzar el corte, alejéndose del brazo de uno, Entendiste? —Si, te entiendo, pero... —duds Dante. —,Pero qué, primo? ;Vamos, suelta sin miedo la duda esa que tienes! —o animé Ricky. AY si Pedro Carrillo es ambidiestro? —;Caramba, no habia pensado en es? —confesé sorprendido. Por lo visto a Dante se le estaba agu- dizando el entendimiento y ahora lo habia puesto a pensar 2 él. Pero, opts por no preci- pitar las cosas y elaborar mds detenidamente tuna estrategia, para averiguar ese detalle que parecia sin importancia, pero que no lo era. Por eso dijo: —Si, es una posibilidad que debere- mos comprobar. Bueno, vamos, que todavia hay més cosas que hacer. —Si, dejo unas cartas por el camino y después hacemos lo que ti quieras. —A propésito, me tienes que dar el teléfono de Mariela. —jEh! jRomeo quiere llamar a su Julieta! que hice demostré que Pedro no tiene la personalidad indicada para ser el asesino. —jFso no demuestra nada! —salté el joven—. Yo he visto peliculas donde el crimi- nal es el més noble, el més timido, jno es cierto? ——Si, pero en este caso puede que no’ —aseguré el muchacho, — Por qué dices eso, Ricky? —Porque lo vi escribiendo con la mano izquierda. —;Pero y eso qué tiene que ver? —quedé muy confundido Dante. —Mira, piensa de esta manera: para matar a Ancamén, hubo que agarrarlo por el pescuezo, zno es cierto? Porque de lo contra~ rio era muy dificil hacerle ese tajo con todo: lo que se defendié el pobre animal. Yo vi el reguero de plumas. Bien, si lo agarras con la mano izquierda, cortas con la derecha y vice- versa. {Me sigues la idea, Dante? —Si, dale, continta. —Bueno, el asesino tuvo que haber sido un diestro, porque al final, casi pegado al pecho, el pavo real renfa el tajo algo incli- nado hacia la derecha. Si hubiera sido zurdo, le hubiera agarrado el pescuezo con la mano derecha, y slo un movimiento antinacural tas que debo hacetle: 0 —St, sus aéimiré con picardia— como no... a aypetagen BER Villarroel 5 Ricky quedé tan impresionado con Mariela que esa noche apenas pudo dormir pensando en la hermosa niffa, en sus grandes ojos esmeralda, en su dulce voz y afable trato. Pero también pensé en lo que le habia contado Dante sobre su padre millonario, por lo que el bichito de la curiosidad volvié a carcomerlo, como ocurriera antes con respecto a Melisa y quiso saber més sobre este personaje. > Y quién mejor que su abuelo, un hombre que habia vivido buena parte de su vida en Pirque, para darle detalles de todos y cada uno de los vecinos que habitaban las parcelas de La Esperanza, Santa Rita y tal vez las de més alla y las de més acd. Por eso, en cuanto se levanté, aseé y vistié, mas temprano que de costumbre, se fue al portal de la casa, donde sabia que habria de encontrar al abuelo sentado, en su 74 silldn favorito, tomando mate. Al viejo le gustaba ver asomar el sol cada maftana desde. detrds de las elevaciones que circundaban el paisaje. de esas instalaciones en todo el pais. —Me imagino que, con tanto dinero, Fernando Villarroel podré comprar todo lo que se le antoje. —Pues mira que no. —;Cémo que no? —Ricky fruncié el cefio, acercé un sillén hasta colocarlo frente al de su abuelo y se senté—. :Hay algo que ese sefior no haya podido conseguir? —Si que lo hay —suspiré el viejo y su mirada recorrié de izquierda a derecha todo ef panorama que se observaba desde el portal, donde conversaba con su nieto. —:Qué puede existir en la vida que ese sefior no pueda comprar con tanto dine- ro que tiene? —A las personas. —2A las personas? No lo enriendo, —;Queé hace el caballerito levanta: tan temprano? —fue el saludo del viejo, vet aparecer a su nieto en el portal. Enton, esboxs una sonrisa y agregé— jAh, ya sél jLos amores no te dejaron dormir! —Dante ya te fue con el chis —se molesté Ricky. —Es una broma, Ricky. ;Acaso no pasas la vida embromandolo a él? El muchacho no respondié. No po: dia hacerlo, porque el abuelo tenia razén ahora debia aguantar como un hombre. Po eso, y porque era el objetivo principal de est charla, condujo el tema de la conversacién por el camino que le interesaba: ‘ —Abuelo... me dijo mi primo que padre de Mariela es uno de los hombres m ricos de por aqui. —;Fernando Villarroel? —el_viej alzé las cejas—. {Ese hombre es quizas el mi pudiente de toda esta zona! j —Dante me dijo que era duefio hoteles y centtos turisticos. “Si, ese es su negocio y tiene vari abuclo. —-Cuando digo a las personas, me reficro a sus propicdades —el viejo volvié a suspirar. —Sigo sin entender —confesé Ricky ¢ hizo un gesto que era mezcla de contrarie~ dad e impaciencia. —Enseguida entenderds, mi querido nieto, cuando te explique que Fernando Villarroel desde hace bastante tiempo ha 76 tratado de comprarles sus parcelas a varios vecinos de la comuna, pero todos nos hemos negado a vendérselas, —zAh, s® —el muchacho dio un respingo—. ;Para qué ha querido hacer eso et sefior Villarroel? —;No te imaginas? —;Para construir algdin hotel o centro turistico? ; —jEtes inteligente, nifio! —exclamé: el viejo, con orgullo—. Si averiguas un poco, notarés que ninguna de las propiedades de. Fernando Villartoel esté en Pitque 0 sus alrededores, siendo ésta una zona hermosa € ideal para instalaciones turisticas. —2Y por qué ningtin vecino le ha querido vender su parcela? —Por la misma razén que Villarroel ha insistido cn comprérnosla y que te acabo de decir. ;Nadie que viene a vivir a Pirque quiere irse después de aqui, mi nieto! Es cierto, porque hasta yo tengo deseos de mudarme para ac! ;Me pasaria la vida entre Pirque y la playa de Varadero —exclamé Ricky, y su boca se abrié en un amplia sonrisa. Pero volvié a ponerse serio. cuando pregunté-— Abuelo... a quiénes ha tratado Villatroel de comprarles sus parcelas? 7 ue yo recuerde... —hizo una pausa para buscar en su vieja memoria— a nosotros, a los Sawiki... a los Sovino... y creo que hasta le hizo proposiciones a Caszely. —:A nadie més? —Bueno, de los que tienen parcelas al otro lado, frente a las nuestras, también le quiso comprar a dofia Filomena y a Vladimir y Laly. —Asi que los Sovino, Caszely y dofia Filomena estén en la lista de los que Fernando Villarroel les quiso comprar sus tierras... —pensé Ricky, en voz alta. — Qué pasa, hijo? —se preocups el abuelo—. ;Estds hablando solo? No, es que estaba pensando en que estas tres familias o personas han suftido los ataques del misterioso asesino de animales. —Y eso qué tiene que ver con Villa- ttoel? —pregunté el viejo.sin entender la asociacién que habia hecho su nieto. —Estaba pensando, abuelo, que los ataques y las muertes de los animales de esos yecinos pueden ser un plan bien elaborado pa- ra asustarlos y hacer que se decidan a vender sus parcelas ¢ irse de Pirque. Y quién otro que Fernando Villarroel para comprarselas y llevar adelante su proyecto. ;No le parece a usted? 78 —jCaramba, Ricky, tienes razén en lo que sospechas! Ademés, yo creo a Villa- roel capaz de hacer cualquier cosa con tal de lograr su propésito. Aunque... Qué lo detiene, abuelo? —Es que no puedo creer que Fernando Villarroel se haya decidido a actuar de una manera tan baja y cruel, para lograr su objetivo. Ademés, él tiene muchos animales en su propiedad y me consta que los ama y cuida con esmero... {Qué va, Ricky, decidida- mente no creo que Villarroel sea quien ha asesinado o mandado a matar a esos animales! —No voy a descartarlo, sin antes investigar un poco sobre él, abuelo. —Esta bien, no lo descartes como sospechoso por ahora: pero, fijate que él tam- bién ha querido comprarnos las parcelas a nosotros, a los Sawiki y a nuestros vecinos de enfrente, Vladimir y Laly y nuestros anima- les no han sido atacados. —Si, es cierto —admitié Ricky—, aun asf pienso... No habfa terminado el muchacho de exptesar su idea, cuando se escucharon unos gritos de-nifio, que rompieron el silencio de la mafiana. 79. —jEsa es la voz de Vicente! —dijo el abuelo y se puso de pie de un salto, con una agilidad no acorde con su edad. —;Vicente? —preguntd Ricky, pardndose también. —Si, el hijo de Vladimir y Laly. — Vamos a ver qué le pasa! —grits el muchacho cuando ya corria hacia la puerta ade salida del jardin. + Entonces vieron aparecer a Vicente, el hijo de la vecina de la parcela de enfrente, que .no cesaba de gritar y hacer gestos desesperados. —Qué te ha pasado, por Dios, Vicente? —le pregunté el abuelo angustiado, cuando creyé que el nifio podfa escucharlo. —jLas gallinas! ;Las pobres gallinas, sefior Fuenzalida! —traté de explicar el asus- tado chiquillo—. ;Venga! ;Venga, que mi mamd esta sola con las gallinas! Veen te a pasado con las gallinas, icente? ‘Las han matado a todas! | = Vladimir, Laly y Vicente +. jLes chuparon toda la sangre! —dictaminé el doctor Contteras, después de revisar a las once gallinas que yacfan tendidas en el corral de Laly y Vladimir. El tinico veterinario de Pirque fue llamado con urgencia a esa hora y habfa acu- dido caminando, ya que era la parcela mas proxima a su casa. Asi, recién levantado como estaba, su aspecto era mds cémico atin, por lo que Ricky tuvo que hacerse el firme propésito de no mirarlo, para no cometer el pecado’ de soltar una carcajada en ese momento tan dramético. El veterinatio no habia tenido tiem- po para cambiarse su ropa de dormir, y ni siquiera para peinarse. Vestfa un pijama con flores multicolores, de pantalén corto, que dejaban al descubierto sus delgadas piernas, muy blancas, cubiertas de ralos vellos rubios y curvadas hacia fuera. En tanto, el mechén 82 de pelo sobre su frente ondeaba al viento caprichosamente. —En cuanto se fue Vladimir para el trabajo, fui a darles de comer y Jas enconué asi —comenté Laly, con pesar—. Qué pudo haberles pasado, doctor? —No lo sé —admitié Conweras, cerrando sus dos ojos con violencia y mostrando los dientes. Secuencia que repitié varias veces a una velocidad impresionante. No sabe usted qué maté a mis gallinas?’ —se le encaré Laly—. {Cémo es que un vererinario no sabe qué Jes provocé la hemorragia? Porque no fue una hemorragia. De haber sido asi, habria rastros de sangre en todo el corral —explicé Contreras— y, como ven, no hay ni una gota por aqui — :Qué pasé entonces? —lo apremié Vicente, abrazando a su mama. *“Tiene que haber sido algin animal que les chupé su sangre. — Vamos, doctor, usted sabe que por aqui nd hay ningin animal que haga eso! —-replicé Laly—. A no ser que exista ese Chupacabras del que habla la gente por ahi! “—;E) Chupacabras no existe! —casi se indigné el vererinario. 83 —Nosotros tampoco creemos en esas absurdas historias —dijo el abuelo de Ricky—, pero alguna explicacién debe tener esto, gno? —Supongo que debe tenerla, pero yo no puedo darsela en este momento, porque ~ sencillamente no la tengo. —Doctor... —se aproximé Ricky, que habfa estado muy atento a la conversa- cién— ;se fijé si las gallinas tienen alguna herida? —Si, en el cuello —le respondis Contreras. —;Todas tienen como un pinchazo en el cuello? —volvié a intertogar el muchacho. —No, tienen dos. —;Dos pinchazos! Bueno, no puedo asegurar que sean pinchazos, pero cada una de las once gallinas muertas presenta dos otificios en su Cuello, —Vaya, si fuera cierta la historia del Chupacabras, como asegura Melisa —co- menté Ricky—, también habrfa que creer ahora que hay més de uno, chupandoles le sangre a los animales de los vecinos de Pirque —;Por qué dices eso, nieto? —quis saber el abuelo. 84 —Porque a estas gallinas parece que les chuparon la sangre por dos orificios en sus cuellos, pero a la gansa de dofia Filome- na se la chuparon por uno solo. Eso quiere decir que tendrian que ser por lo menos dos Chupacabras los que estan haciendo eso: uno con su dentadura completa y otro al que le falta un colmillo. ——jNo me vas a decir que til también ya crees en esa esttipida historia del Chupa- cabras, muchacho! —ahora Contreras fue quien encard a Ricky, apretandose varias veces la nariz con el indice y el pulgar de su mano derecha, y soltandosela de pronto con fuerza, acompafiando cada movimiento con la aparicién instanténea de su lengua. —jAl contrario, doctor! —exclamé el muchacho, después de hacer un esfuerzo grandismo para no reitse—. ;Ahora menos que nunca creo en la existencia del Chupaca- bras! Ni creo que fuera un vampiro. O més bien dos vampiros, uno con dos colmillos y otro que usa una bombilla para absorber. —jPues si el Chupacabras no existe, ni vampiros tampoco, tiene que haber sido algin otro animal que desconocemos: —opiné Laly con expresién de perplejidad. —Tampoco pienso que sea otto animal 85 quien esté haciendo esto —movié: Ricky negativamente la cabeza—, al menos en el sentido en que concebimos a los animales, porque sélo una bestia puede asesinar a pobres indefensos seres de esta manera tan cruel. AY quign crees que sea, muchacho? —se interesé Contreras. —Un animal, s oc pero un animal de jos pietnas, que viste, calza y habla como nosotros! a Contreras ") Cuando Dante se enterd de lo que les habia pasado esa mafiana a las gallinas de Vladimir y Laly, le reproché a Ricky que no lo hubiera despertado, «para ayudarlo a ins- peccionar el escenario del crimen». Pero més se molesté cuando su primo le replicé «que si no se desperté con los gritos de Vicente en el silencio de la mafana y siguié durmiendo como un oso invernando y roncando como un burro asmético, nadie iba a lograr que se despertara». Sin embargo, el enfado momenténeo se le pasé cuando Ricky le conté que el doctor Contreras los habia invitado a visitarlo a su parcela, El hombre estaba interesado en compartir criterios con ellos, sobre los extra- fios asesinatos de animales que estaban ocurriendo en Pirque. Y se habia dado cuenta de que ef muchacho tenia sus sospechas. Claro, Dante no sélo se inceresé en los 88 intercambios de opiniones, que con seguri- dad habrian de suscitarse en esta visita, sino también en la necesidad de mantener contro- lado a su primo, cada vez que el veterinario suftiera un ataque de sus tics nerviosos. Por eso, a la hora convenida, después de que Dante terminara de repartit las cartas del dfa, se encaminaron a la parcela vecina del doctor Contreras. Una vez alli, el veterinario los recibié con una sontisa de oreja a oreja. Lo primero que a Ricky le llamé la atencién cuando entraron a [a casa fue un gran péster de Magic Johnson, que estaba pegado en una pared del recibidor, junto a otras fotos mas pequefias de otros jugadores de baloncesto que él no conocia porque, a juzgar por sus vestimentas, pertenecian a una época bastante lejana. —;A usted también le gusta el balon- cesto, verdad, doctor? —pregunté el mucha- cho con evidente satisfaccién; porque si Contreras era un amante de ese deporte co- mo él, con toda seguridad se entenderfan perfectamente. —jClato, por eso te pregunté si te gustaba ese deporte cuando nos conocimos en la-parcela de Caszely! ;Pero, siéntense y 89. pdnganse cémodbs, por favor! —les sefialé un sofa que los primos ocuparon, mientras él se sentaba en un sillén frente a ellos. —Le gusta Michael Jordan? —con- tinué Ricky, apasionado con su tema. —jPor supuesto! jEs el mejor jugador de todos los tiempos! —sonrié Contreras—. Pero en mi €poca, mi idolo era Magic Johnson. _ EI mio es Jason Kidd —afirms el nifio. —Eso no lo puedes ocultar —dijo el doctor, sefialando la camiseta del muchacho. Asf, estuvieron un buen rato hablando de baloncesto y jugadores famosos de todos los tiempos, hasta que Contreras di —Bueno, ya tendremos tiempo de hablar més sobre este tema que nos apasiona, peto ahora vayamos al objetivo de esta invitacion. —Tiene razén —se disculpé Ricl ahora los asesinatos de animales en son el tema prioritario. __ =iExacto! —exclamé el veterinario e, inclinandose hacia delante, le pregunté al muchacho en tono confidencial— Me di cuenta esta mafiana de que tienes tus sospe- chas sobre alguien de la zona que tiene que ver con los crimenes. irque 90 —Asf es —asintié Ricky. Y aclaré— Dante y yo las tenemos. : —;Pueden decirme quién? —volvié a preguntar Contreras en el mismo tono. —No lo sabemos. El veterinario puso cara de contrarie- dad y se eché hacia atrds en su sill6n. De pronto, comenzé a pasarse la mano izquierda por su cara, desde la frente hasta la boca y cuando terminaba el recorrido, unfa sus labios con fuerza, llevandolos hacia delante. Repitié el movimiento y la mueca tantas veces que Dante tuvo que darle disimulada- mente un pellizco a su primo, para que no fuera a reirse. Después, el hombre se acercé y dijo en tono afable: —Pueden confiar en mi, Ricky. —Nosotros confiamos en usted, doctor —replicé el nifio sonriendo. _—iNo faltaba més! —Dante creyé oportuna esta expresién. —Es que no sé... —Contreras pare- cfa ofendido —me parece que me ocultan algo que saben. —No le ocultamos nada ni sabemos nada, doctor —explicé el muchacho—. Lo nico que puedo decirle es que no creemos a” en esa tonta historia del Chupacabras, como tampoco pensamos que haya sido otto ani- mal el causante de las muertes ocurtidas hasta ahora. Mas bien nos inclinamos por creer que sea un vecino de La Esperanza el responsable de estos hechos. —;Por qué razén un vecino de La Esperanza podria hacer algo asi? —Por algtin motivo poderoso. —:Cémo cual? —Hay varios que podrian tener razones, pero no queremos adelantarnos ni levantar acusaciones sin tenet pruebas, doctor. —2Ni siquicra pueden confidrmelo ami? —No es falta de confianza, doctor, sino el temor a equivocarnos y sefialar a inocentes. Preferimos esperar a tener alguna evidencia, que respalde nuestras sospechas. —Aun asi... —No insista, doctor Contreras —Dante intervino de nuevo, esta vez con una sonrisa picara en sus labios—. ;Ya vemos que la curiosidad lo esté matando! —Es cierto, Dante —lo recono- cié—, para qué voy a negar que me tienen en ascuas! jMe duele mucho ver tantos animales muertos! 92 —No se preocupe —le prometié Ricky— en cuanto sepamos algo en concre- to usted serd el primero en sabgrlo. 4 —jClaro que s{! —ratificé Dante. —Volviendo al baloncesto, doctor... el muchacho volvié a cambiar el tema— sho jugé usted profesionalmente? —No, no, profesionalmente no— negd Contreras con casi todo su cuerpo, incluyendo los brazos, los ojos, los labios y hasta las orejas—, pero sf jugué semi profe- sional y, si no me hubiera lesionado, quizas habrfa seguido. =i dénde fue la lesibn? —pregun- 6 Dante. . —En la nariz —sefialé el veterina- rig. Me dieron un pelotazo muy fuerte y tne la fracturaron. Todavia si recibo, aunque sea un golpecito, puedo hasta desmayarme. —jQué listimal —se conmovid Ricky, pero cambiando de tono aftadio—. Oiga, doctor, asi que usted jugaba en una liga oficial con drbitros de verdad, wécnico, mucho ptblico y ustedes en uniformes con nuimeros, nombre del equipo y esas cosas. —-;Pues claro! Por aht tengo guarda- dos en un bail algunos de los uniformes y las zapatillas que usaba entonces, junto con 93 algtin balén. Y creo que hasta un aro y un cesto tengo. : —;Por qué no los saca un. dia de estos, antes de que yo regrese a Santiago y practicamos un poco? , — {Me encantarfa hacerlo! —se entu- siasm6 el veterinario. —jEsta y wed tt convenido y espero por usted! —dijo Ricky, y se puso de pie con intencién de marcharse. P Dante lo imité. Y cuarido iban a des- pedis, un sonido espeluznante, como un aullido salvaje, los paralizé e hizo que se les erizaran los pelos de la nuca. —iJestis, Marfa y José! —brines Dante, — =4Qué ha sido es0? —exclamé Ricky temeroso. __ El doctor Contreras comenzé a abrir sus ojos y mirar hacia arriba, poner la boca en «o» y estirarla hacia abajo, pasarse la mano por la cara, guifiar los dos ojos y a tirarse los mechones sobre la frente. Y, des- pués de repetirlo innumerables veces, pudo recomponerse y decir: —iNo ‘se asusten, muchachos, que ese es Shogiin! —Shogtin? :Quién es Shogun? —inquirié Dante con visible alteracién. 5 Mi mastin napolitano! —explic: el veterinario—. jEs una fiera y vengo que encerrarlo en una habitacién cada vex. que viene alguien! Shogin 1 —;Viste qué animal més feo e im- presionante es el perro del doctor Contreras? —le dijo Ricky a su primo. Estaban de regreso en la parcela de sus abuelos. Habia anochecido y después de la cena los primos convinicron en reunirse en el portal, para hacer un recuento de lo acon- tecido y de los datos que tenian recopilados hasta ese momento. —Si, es impresionante —admitié Dante, quien por su trabajo anterior como guardia de seguridad conocia bastante sobre perros de proteccién, como lo es el mastin napolitano—. Los cjemplares de esa raza, ademas de fuertes, son perros que dan miedo por su imponente aspecto. iY el del doctor Contreras es una fiera! Viste cémo se puso cuando lo conven- cimos de que nos lo enseftara y el perro nos —jClaro que tenia que reaccionar ast, Ricky! —explicé Dante con aire de suficiencia, aprovechando la ocasién para demostrar su conocimiento en una de las pocas cosas que su primito no sabfa—. Esos perros se entrenan para proteger de extraiios a las propiedades y a las personas y nosotros éramos unos desconocidos para él. Si, debe ser. Pero no quisiera encontrarme frente a frente con un animal como ée. —jRuega por que esa situacién no se te dé, porque puedes estar seguro de que no la cuentas! —bromed Dante —Bueno, vayamos a lo nuestro. Si. A ver, zqué tenemos hasta ahora —Lo primero que debemos conside- rar son las motivaciones. —Bien. ;Quignes tienen motivos para matar a los animales del camino La Esperanza? —Hasta ahora, sélo tres per: —;Quiénes? —En primer lugar, Melisa porque esta sacando ganancias de la situacién. Ella podria macar a los animales y decir que es el Chupacabras, obteniendo prestigio, favores, regalos y hasta dinero de los vecinos, que no 8 dudarian en darselo con tal de que los salve de esa maldicién. Fst bien, Melisa es una sospecho- sa, aunque, para ser franco, no descarto la idea del Chupacabras. —A estas alturas cil sigues creyendo en esa tonterfa, primo? —se enfadé Ricky. —Ya te digo, Ricky, mientras no se demuestre Jo contrario... Pero sigue. Quién mas? | —Tenemos a Pedro Carrillo. —jAh, el casi médico estresado! —Pedro tiene motivos mds que suficientes para haber planeado un extermi- nio masivo de animales, después de lo que le pasé a su madre y a él mismo con su pareja “Claro y como esta medio desqui- ciado, nadie sabe lo que puede elucubrar su mente. / —Esa es la cuestién, Dante. —;Quién otro? —Fernando Villarroel. —jTu suegro! —sDéjate de gracias, Dante! —JMe vas @ negar que fe gusta Mariela? —Eso no viene al caso. —;Cémo que no? (Si ti acusas-a ” Villarroel, va a ser muy dificil que esa mu- chacha vuelva a dirigirte la palabra! —jMétete en la cabeza, primo, que si el papa de Mariela es el que estd cometiendo los crimenes de animales en Pirque y nosotros conseguimos las pruebas, nada me impedird que lo denuncie para que sea casti- gado como merece! —iVaya, Sherlock Holmes se lo ha tomado en serio! ——jLo remo como hay que tomarlo, Dante, porque ningtin crimen debe quedar impune, independiente de quién lo haya cometido! —jEstd bien, esta bien, no te molestes por eso! Vamos, sigue, gqué otros sospecho- sos tenemos? —No hay mds, Dante: —Fnronces hasta ahora tenemos a Melisa, a Pedro y al papa de Mariela. —Eso es... —Ricky se quedé muy serio y pensativo, Hasta que exclamé, suspi- rando, a modo de confesién—: ;Ojald que el padre de Mariela no sea el asesino! Dante habia renido un dia muy agi- tado en su trabajo. Ademés, las tensiones de la investigacién, cuando de noche «bajaban», como decfa él, le provocaban un cansancio y un suefio insoportables. Por ello, no pudo terminar la pelicula que la familia disfrutaba en el televisor. Se puso de pie y se dirigié-a su pieza. —Hasta majiana, abuelos, Ricky... —dijo saludando con la mano—. Voy a acostarme, porque majiana, sébado, no tengo trabajo, pero me invitaron a un partido de mini fiitbol en casa de Caszely, como a las nueve. —Hasta mafiana —le contestaron todos. En cuanto puso su cabezg en la almo®™ hada, quedé rendido. Y en esta oportunidad ni siquiera tuvo pesadillas con el Chupacabras. Se desperté sin necesidad del 102 despertador. Fue hacia su ventana ys como de costumbre, abrié las cortinas. Con sus ojos, medio dormidos, atin pudo observar la noche oscura, algunas estrellas y Ja juna redonda y randisima, como se presenta en esta zona gustral del planeta cuando es nueva. “«GQué extrafio?r, se dijo. «Pocas veces me despierto antes de que salga el solv. Entonces decidié volver a la cama y esperar durmiendo hasta el amanecer. As{ descansa- ria més. Dos horas més tarde, abrié los ojos. «{Guau! ;Como he dormido'», pensd. Desde i eama miré a la ventana y volvié a ver Ia noche con sus estrellas y la luna. «De verdad que estoy estresado en estos dias. Me he despertado a cada rato €n Ja noche», se dijo. Y volvié a quedarse dormido. Es sabido que mientras uno més duerme, més suefio le da. “Tiempo después, Dante abris los ojos a duras penas. Al girar su cabeza observ de | * evo las estrellas y $a luna en el cielo oscuro, Pero esta vez tomé la decision de levantarse dc todas maneras, producto del hambre feroz que sentfa. Se dirigié al reftigerador. Tlegé en pijama, despeinado y restre- gAndose los ojos. 103, - sean Nos al, gue te levantaste! . Ya tbamos a em a almorzar sin ti. peas _ Dante no lo podia erect: Ante sus ojos estaba la mesa setvida con un suculento almuero y sus abuelos y Ricky sentados —;Qué hora es? —atind a preguntar. _ Mis de les dos de la tarde —res- pondié la abuela. __EI joven, sin entender, corrié a su habitacién. En la ventana atin estaba la noche, las estrellas y la luna, Volvié al comedoi donde su familia se refa a carcajadas, Una vee mas, habia sido victima de una broma d Ricky. El muchacho sellé la ventana de u primo para que no entrara la luz del dia y por dentro dibujé la noche que siempre contem- plé Dance. Por supuesto, el joven se molests mucho. Por la gracia aquella no pudo co- dearse con Caszely en el partido de fitbol. ; wee el enojo de Dante durd muy Ps co, Despus del almuerzo, ya ni recordaba Més tarde, él y su primo decidieron dar una vuelta a caballo por la parcela, Y, mientras trotaban a paso lento, Ricky confesé las activi- dades que habja realizado durante esa mafiana. 104 Aproveché cu suefio para visitas, en vecinos perjudicados por el tu bicicleta, alo ween 9, no se hace, primo. Yo tenfa tue haber ido contigo. eee No hacia falta. Para qué despertar- ‘te si estabas tan cansado. “Bueno, ya eso lo hablamos. ;Y para qué fuiste? —quiso saber Dante, mien- tras acariciaba el lomo de su caballo. —Queria saber si escucharon algiin ruido o notaron algo taro cuando ocurrieron los hechos. LY qué averiguaste? Todo. No te lo puedes imaginar. Ya sé quién es el asesino! ee ait De verdad! ;¥ ebmo no me Io hablas dicho! —salté Dante, que casi se cae del caballo. ; Pues el asesino es... jRamén, el empleado de Caszely! Como! Lo que oyes. Lo pillé con las ma- nos en la masa. jEstaba matando un pollo! —4No lo puedo creer! En serio? Hamaste a los ¢arabineros? —No. | —Entonces voy para alld ahora | 105 mismo! —grité Dante, pinchando a su caba- Ilo y comenzando el galope. \—jNo! jEspérare, Dante! Es mentira mia! —vociferé el nifio para que su primo lo escuchara— jEstaba matando un pollo para el almuerzo! El joven paré en seco su carrera y regreso al trote, con cara de pocos amigos. —Disculpa —suplicd Ricky—. Era una broma. No te pongas asi... Dante continué el paseo sin hablar por un rato. A punto de rerminar el recortido y llegar de nuevo a las caballerizas, rompié el silencio que tan bien habia respetado Ricky, aprovechando para pensar y deducir cosas. —1En verdad, qué averiguasre esta mafiana? —Algo muy importante, primo —contesté Ricky seriamente, acomodandose en su montura—. Mira, tanto Edmundo Sovino como Ramén, Vladimir y Laly, escu- charon esa noche el sonido de un motor potente, como de camién 0 camioneta. —Eso nada mas? —2Y quicres més? Ese es un dato muy importante. Dime, ;quién tiene ese tipo de vehiculos por aqui? Asi podemos ir reduciendo los sospechosos. 106 Pues te diré que eso no sirve de na- da, porque todo el mundo por aqui poses como minimo, una camioneta. Recuerda que en el campo, es el tipo de vehiculo mas i ino de ‘déneo, Imaginate, ;hasta nuestro cam za no est pavimentado! “ ee qecepeién de Ricky fue evidence. £1 tenia puestas muchas ilusiones en esa pista. Ahora, volvia a estar como antes de su paseo mafpgro ao ce pongas ast. Basante hemos avanzado en la investigacion. —Bastante! —exclamé el. nifio—. {Si sélo tenemos la pista de las huellas de zapatillas deportivas, que encontramos don- de los Sovino y en e} gallinero de Vladimir y Laly! ae \ Eh! Pero eso iltimo no me lo habias contado! - “Disculpa, primo. Se me olvidé fi lO. secre son las mismas huellas? Si —respondié el muchacho. _Bueno, eso tampoco nos dice mu- cho —comenté Dante, deteniéndose porque ya habfan llegado—. Es como la pista de las Camionetas. Puede ser cualquiera. Es l6gico que una persona, al cometer un crimen de 107 ese tipo, use ese tipo de calzado, para no ha- cer ruido, zno? —Es verdad. Pero te digo una cosa: esas huellas tienen una caracteristica especial y no me acabo de dar cuenta qué s... —jPero cambia la cara, Ricky! Mira, se me ocurre una idea: si la montafia no me cae encima, yo me subo a la montafia... —No, Dante. El reftén dice: «si la montafia no viene a mi, yo voy a la montafia». —Eso mismo. :Qué te parece si esta madrugada nos vamos a vigilar por ahi, a ver si sorprendemos al asesino? , —iExcelente idea, primo! —se entu- siasmé Ricky—. ;Podemos ir a la parcela de alguien que no haya perdido algdn animal todavia! _ Claro! La de los Sawiki, por ejemplo. —jExacto! Ademés, ellos estén en la lista de los que no le han querido vender sus tierras a Villarroel, —Oye, espérate. Ahora que lo pienso, no debemos movernos de la casa —se quedé muy serio Dante—. A nosotros tampoco nos han matado animales, y Villarroel también nos quiso comprar la parcela. —Pero el asesino no vendré por 108 aqui, porque ya todos saben que estamos in- y ! i ! ;No te das cuenta! restigando! |) —jEs verdad! jEl no es tonto como i IS para meterse en las mismas patas de lo: allos! “ Pues tenemos aventuras esta \ noche! ;Yeeeaaah! scien. i i Ilo, Y el nifio pinché su cabal » haci dolo gelopar por todo el predio, con gritos de alegtia. oe Ubregorda Le Segiin lo acordado, 2 medianoche, cuando los abuelos ya dormian, Dante y Ricky salieron sigilosamente de la casa, cui- dando de no hacer ruido cuando sacaran la bicicleta. Iban convenientemente abrigados para pasar toda la madrugada, si fuera preci- So, con ropas oscuras para poder ocultarse, las caras tizttadas con corcho quemado y armados con sendas linternas. Por si les daba hambre, Dante se encargé de preparar unos panes con jamén, queso y mayonesa para Nlevar, y un termo repleto de leche con cho- colate, todo lo cual acomods en la mochila, que se colocé en sus anchas espaldas E] atlético cartero y ex guardia de se- guridad tenia que pedalear bastante y durante un buen rato, ya que la parcela de los Sawiki era fa mas alejada de la suya, pero sabia que no le iba a ser dificil. Confiaba en sus fuerzas. De repente, el joven se detuvo. 110 — Qué pasa, Dante? ; —Creo que viene alguien. Seni ut i i6 el joven, mirando ‘or a lo lejos —respondié el j facia atrés y escudrifiando la noche con algo de niebla, que cafa sobre el camino—. Si ¥ a veo el resplandor de las luces. jEscond4monos! : Dante corrié con la mochila hacia un espacio entre un plétano oriental y unos mato: rrales que cubrfan una cerca y Ricky Mev hasta all la bicicleta. Se agazaparon y esperaron. Instances después, una camioncta ucha velocidad frente a ellos. pasa i Viste quién iba _manejando? —pregunts Ricky, al pasar a lempo seguir en caminy ; Prisca eg contests Dante, subiéndos enla bici—, Pasé muy répido. iY reconociste la camioneta‘ —Tampoco. 7 Qué lstienal —comenté el nifio— Quizés por ahi pasé el asesino. Quizés shora esté llegando al lugar, donde tiene planeado imen. Quizds... “se coer: ee, Ricky! iY apurémonos! 0S Cuando Hegaron, buscaron un arbustos, lo mas cerca posible del corral on de estaban los animales de la familia Sawi para poder ocultar la bicicleta y ubicarse Ww ellos, a fin de llevar adelante el trazado plan de vigilancia, Transcurrié un buen rato sin que se produjera ningin movimiento anormal, S6- lo oscuridad y silencio, que era roto de vez en cuando por él canto de un gallo, el graznido de un pavo, el balido de un carnero o el mu- gido de una vaca. —iEsa es Ubregorda! —dijo Dante, la primera vez. que escucharon mugir. —jUbregorda? —inquirié Ricky, —Si, asi se llama la vaca de los Sawiki, porque da mucha leche —explicé su primo, Ya estaban por creer que habfan per- dido el tiempo y pasado una mala noche por nada, cuando de repente un rayo de luz se fil- tt6 entre la espesura de los matorrales, —jEs0 qué es? —Ricky alerté a su primo, —jParece la luz de una linterna! —mu- sité Dante. Hicieron silencio y se agazaparon lo mas que pudieron, para no ser vistos. Enton- ces, distinguieron con claridad el haz de luz de una linterna y una sombra, que se aproximaba directamente al lugar donde se ocultaban, para pasar unos segundos después casi junto a ellos. 113 —zLo reconociste? —le pregunté Ricky a su ptimo en un susurro. —No, esté muy oscuro —tespondié Dante en el-mismo rono. “Mita, va directo hacia el corral! —se alarmé el muchacho. —jEse tiene que ser el asesino de animales, Ricky! —expresé Dante muy + excitado. a +—jVamos entonces a atraparlo! —gri- t6 su primo y se puso de pie muy decidido. Ambos salieron de su escondite y fueron hacia el corral, donde ya habia encon- trado la sombra. —iTe pillamos, asesino de animales! —grité Dante-y se abalanzé sobre dl. El desconocido visitante nocturno .,comenzé a defenderse. Y, demostrando “ poseer una fuerza respetable, se solté de los brazos de Dante. Este, algo sorprendido, perdié un segundo en la lucha, que aprove- ché el hombre para salir cortiendo. Dante'lo persiguié unos metros a campo traviesa. Y dando un salto hacia delante, cual portero de fuirbol, atrapé al fugitivo por fas piernas, Ambos cayeron sobre el pasto, pero Dante fue més rapido en incorporarse. Eso le dio la ventaja necesaria para lanzarle dos patadas 14 con la pierna derecha, que dieron en pleno pecho del hombre. Y, a pesar de su fuerza, el hombre se tambaleé un poco. Entonces, Dante comenz6 a gitar a su alrededor, dando saltillos y mostrando posiciones clasicas de Kung-Fu. El hombre esperé su momento y cuando pensé que lo tenia medido, lanzé un wufietazo en direccién al rostro de Dante, con tal fuerza y velocidad que Ricky se asust6. Pero su primo, con un movimiento felino, lo esquivé y aproveché el desequilibrio del sujeto —¢on su pufio cerrado y el brazo en des- plazamiento torcido— dar un golpe seco en un punto del torso de su oponente, que le hi- zo gritar de dolor. Acto seguido, Dante realizé un salto casi en posicién horizontal para asir entre sus piernas el cuello del aturdido hombre, como parte de una Have de inmovilizaci6n. Cuando nuestro héroe ya lo tuvo controlado en el suelo, le grité a su primo: —Ricky, aluimbrale la cara para ver quién es! de Dante, el muchacho obedecié. Se acercd con su linterna y enfocé el haz de luz hacia el rostro del casi seguro asesino de animales. — Pedro Carrillo! —exclamaron los dos primos a coro. “Todavia impresionado por la destreza ” i Los Sawiki ca —jAbra, d } » don Roberto! jSefi lal —gritaba Ricky. iSehors Exe Casi a rastras ¢ inmovili ilizado, Dant ae Hlevado a Pedro hasta la puerta de ios eke que ahora Ricky trataba de despertar. co después, se encendié una 1 y se abrié la puerta. zen case — Qué es esto? Qué ha sucedido? —pregunt6 alarmado el alto y flaco Roberto, mientras su pequefia esposa, Estela, asomaba su cabeza por detrés, colgaba de su brazo. les —iAgarramos al asesino de animales! —es informé Dante sofocado—. ;Hay que llamar a los carabineros! , a hoe —Y estaba aqui, en nuestros terre- cuanto los primos llegaron fueron rodeados por todos, ansiosos y llenos de cu- riosidad por enterarse de lo ocurrido hasta los minimos detalles. Dante, satisfecho por el éxito, comé la palabra y conté la historia hasta la llegada de los carabineros. —...después revisamos toda la casa, la cerramos y nos fuimos para la comisaria. Es increfble! —exclamé Edmundo Sovino—. ;Quign iba a pensar que un hom- bre como Contreras fuera capaz de hacer una cosa asi? AY siendo médico veterinario, nada menos! —lo secundé Nena, su esposa. —Yo recuerdo que una ver desparasi- 16 a mis pertos —dijo Daniel, el mayor de los hijos de ellos. —Yo también —afiadié Cristdbal, el menor. Es que ustedes no saben nada —aclaré Dante—. En la comisaria se descu- brieron muchas cosas. Miren, Contreras era hijo de un jornalero del sur; después se volvié loco; mas tarde se escape del Hospital Psiquicrico y se hizo pasar por veterinario en Temuco. Cuando estaban a punto de captu- rarlo, huyé y se vino a Santiago. Asi, en poco tiempo, arrendé esa parcela y se convir- tié de nuevo en falso veterinario. —;Dios mio! —salté la vieja Filome- na—. ¢Y hemos tenido de vecino a un loco peligroso tanto tiempo? : —Asi es, sefiora —le respondié Dante. ~jPero lo que no entiendo es por qué ese demente mataba los .animales! —pregunté Pedro Carrillo, con sv cuello en- yesado por culpa de la llave inmovilizadora de Dante. —jSi! Cudl era ei motivo? —lo apo- y6 el'larguirucho Roberto Sawiki, mientras Estela, su pequefia esposa, asentia con su cabeza agarrada de su brazo. —Ese es el punto més importante —dijo Ricky, incorporindose al debace—. Sélo se puede deducir que su mévil era cau- sa de su locura. —Por qué —quiso saber Caszely, muy interesado. —Porque segtin su declaracién, él ha- bia capturado un cachorrito de Chupacabras... —Con la red que me atrapé a mi —interrumpié Dante, graficando con sus manos cémo quedé envuelto en ella. —~Y comenzé a criarlo en un peque- fio sétano que tiene la casa —continud 140 Ricky- . como ustedes saben, la leyenda del Chupacabras dice que esos bichos sélo se alimentan con sangre de animales. “—jAh, por eso mataba a nuestros animalitos! —entendié Laly— ;Para llevarle la sangie! —;Pero lo que no comprendo es por qué cada vez us6 una forma diference para matarlos? —se cuestioné Vladimic. Dice él —explicé Ricky—, que la primera vez, con los perros de los Sovino, usé un trozo de carne, porque no sabia bien qué les gustaba. Después, cuando vio que era sélo sangre, le hizo un rajo a Ancaman, el pavo real de Caszely. Pero al ver que desperdiciaba mucha sangre, utilizé una jeringuilla para extraerla... —2Y cémo dejé dos hoyitos en nues- «ras gallinas? —interrumpié Vicente, el hijo de Vladimir y Laly. —Porque, segtin él, se fue perfeccio- nando y fabricé una jeringa con dos agujas para ganar tiempo —le respondié Dante, pasindole la mano por la cabeza al chiquillo. : —Bueno y la pregunta del millén: jdénde esté ese Chupacabras? —hablé por primera ver Fernando Villarroel, mirando de reojo a la viuda Graciela, que siempre se las ingeniaba para estar muy separada de él. —Ese es otro punto, que afirma nuestra teorfa de que todo es producto de su mente perturbada —le contesté Dante, mo- dificando el tono de su voz y escogiendo las palabras, para darse un poco de importancia. —Si —intervino Ricky—. Creemos que él imaginé que.poseia un Chupacabras, porque no se encontré ninguna huella ni indicio de ese supuesto monstruo. —Aunque él dice que huyé cuando no le llevé més comida, porque sabia que noso- tros estdbamos estrechando el cerco alrededor de él —concluyé Dante, pavonedndose. —jBueno, se acabé el interrogatorio! jA comer y a divertirnos! —grité el abuelo, convidando a sus vecinos a que pasaran hacia el quincho. Comentando aun sobre el tema, todos se instalaron donde quisieron. La abuela y Filomena cometizaron a poner la mesa; el abuelo, Edmundo y Roberto, con su esposa enganchada por el brazo, se dirigieron a la parrilla a cocer debidamente la carne; Vladimir y Laly sacaron sus guitarras y empezaron a cantar. Sus melodias y preciosas voces animaron la fiesta. En medio de todo, Marielita hizo 142 ’ a . «asualme .e> un aparte con Ricky, para decirle algo que hacia rato deseaba. El,’ al darse cuenta de la proximidad de la nifia, ‘se turbé y las cosquillas se instalaron de nuevo en su estémago. —Creo que me equivoqué, Ricky. —2En qué te equivocaste,” Mariela? —le pregunté el nifio despues de aclararse la voz con unos carraspeos en su garganta. . —En decirte el otro dia que ti no tenfas mtisculos y que eras malo para el baloncesto. . —2Y por qué cambiaste de idea? ~ Porque, con lo que hiciste hoy, demostraste que eres muy valiente, muy inteligente y que juegas muy bien —dijo Mariela con coqueterfa—. Y estoy muy orgu- llosa de haberte conocido. —2En serio? —fue la tinica respuesta que se le ocurrié a Ricky. Entofices la nifia se le acercé y le planté un beso en la mejilla, con desenvolcura. Ricky no sdlo se sonrojé. Sus piernas tembla- ron y un escalofrio le recorrié la columna vertebral. Sin explicarse cémo, en un arranque imprevisto le dijo: :Podemos set algo més que amigos ahora? 43 —Claro que si —acepté Mariela, sin saber mucho tampoco sobre lo que aquello significaba. : Un rato mas tarde, al descansar las vo- ces de Vladimir y Laly, se volvié a retomar la conversacién alrededor de los primos y la nifia, que no se separé de Ricky en toda la noche. —En mi opinién, fue muy raro todo lo que pasé —comenté Caszely. —Si —aprobé Villarrocl—. Ahora yo me pregunto: zy si fuera verdad que el tipo criaba un Chupacabras? —jPor favor, don Fernando! —jLos Chupacabras no existen! —Yo sé que una mente enferma puede inventar cualquier cosa —tercié Pedro Carri- llo—. Pero en algo real se tiene: que basar, :no? —Es lo que yo digo —agregé Edmun- do—, Ademés, zdénde metié tanta sangre? Dicen que en la casa no se encontré nada. —jPor favor, sefiores! \—volvid a saltar Ricky—, Todo tiene su explicacién. Ya se encontraré la verdad, pero no debe haber dudas de que el Chupacabras es, slo una leyenda. :No es asi, primo? i —No sé, Ricky —dijo Danee, ante el asombro del nifio por la respuesta de su pri- mo, sabiendo lo loco que estaba Contreras. 146 — ‘quel aullido que escuchamos en casa de Contreras pudo ser del Chupacabras y no de Shogtin, su mastin, como nos hizo cteer. —jPero esto es increible! ;Ahora todos me van a decir que el Chupacabras existe! —se indigné Ricky. Todos enmudecieron, Algunos por miedo, otros razonando los pro y los contra de la teoria. —Si, existe! ;Porque yo lo vi! —dijo de pronto una voz, que salia de las sombras de atrds del quincho. Melisa, acariciando su’ lagarto en brazos, se aparecié sin que nadie norara su llegada. Muchos se asustaron. Y el abuelo, tra- tando de recuperar el rono festivo, exclamé: —jPongan otro asiento en la mesa! ;Y a comer, que la carne estd en su punto! Peto nadie le hizo caso. Todos queda- ron pendientes de la misteriosa visita. —Yo lo vi —continué la bruja—. Cuando escapaba de la casa de ese loco. —i para dénde huyé? —quiso saber Vladimir. —No se preocupen —afirmé Meli- sa—, Con lo que le hice nunca més volverd por aqui. Ricky, que cada vez se molestaba més 145, con todo aquello, decidié acabar con esa ignorante teoria. Agarté a Mariela de la ma- no y corrié hacia la casa, mientras el grupo trataba de sacarle més informacién a Melisa. Le dio instrucciones a la nifia, que se quedé abajo. El subié a su pieza, pero antes tomé un viejo megéfono del abuelo. Abrio la ventana y, usando el aparato dirigido al quin- cho, hizo la imitacién de un terrible aullido. Esa fue la sefial para que la nifia cortara la corriente eléctrica de la parcela. Dejaron pasar un minuto y regresaron hacia el grupo. El susto que pasaron los vecinos en ese interminable lapso fue tremendo. Entre la griteria de las mujeres y de los nifios, unos se escondieron debajo de la larga mesa y otros detras de lo que encontraban. Pero lo més destacado, en medio de la oscuridad y la histeria, fue el sonido de dos cuerpos cayen- do a la piscina. Cuando volvié la luz, todos fueron saliendo asustados de sus escondites. Sin em- bargo, el miedo se les pasé enseguida, en cuanto vieron a Melisa y a Dante abrazados, temblando de terror y de frio, con el agua de la piscina hasta el cuello. La carcajada de los presentes hizo despertar a todos los animales, que graznaron, maullaron, relincharon, ladra- 146 ron y caci earon a coro. Y eso provocé mds hilaridad. Un rato después llegé la calma. — Ota broma de mi primo! ;Otra broma de mi primo! —repetfa Dante, mien- tras le ayudaban a salir del agua y lo cubrian con una frazada. Pero las risas y las bromas duraron poco. En un momento determinado, todos se callaron al mismo tiempo. Y en ese instan- te se pudo escuchar un lejano, pero nitido y espeluznante aullido. Todos buscaron con la vista a Ricky para asegurarse de que no fue otra broma del chiquillo. Y éste estaba al lado de la parrilla, entre su abuelo y la nifia, a la que sujetaba con fuerza de la mano. —Ese debe ser el mastin de Contre- ras —balbuceé Mariela. —Jestis Maria y José! ;O el mismisimo Chupacabras! —dijo Dante, ante el silencio de los vecinos. —Quizds este caso atin no esté cerrado —concluyé Ricky. : Una rafaga de viento hizo temblar las hojas de los arboles. Y Ja silueta de una lechuza;’ volando en diteccién a los certos, se dibujé: en la claridad de la luna. PEPE PELAYO Matanzas, Cuba, 1952. Reside en Chile desde hace més de una década. Estudié Ingenieria Civil en la Universidad de La Habana, profesién que ejercié por algunos afios, para luego dedicarse a su vocacién de escritor, actor y especialista en humor. Miembro de la Unién Nacional de Es- critores y Artistas de Cuba y de la Aso- ciacién Internacional de Estudios del Humor. Ha publicado varios libros, ademas de articulos, criticas y cuentos en diarios y revistas de Cuba y Chile. En esta misma coleccién publicéd Cuentos de Ada (2003) y Ni un pelo de tonto (2005). Es autor de Pepito, el senior de los chistes (2002) y Pepito y sus libruras (2004), ambos en la coleccién Mar de Libros, Santillana. Juan Manuel Betancourt (BETAN) Matanzas, Cuba, 1938. Es escritor, periodista y humorista. Guionista de historietas y programas de radio. Fundé en Cuba la revista humoristica Palante, donde trabaja en la actualidad. Ha publicado libros, ademés de cuentos y articulos en diarios y revistas de innumerables pafses. Ha obtenido més de cuarenta premios nacionales y extranjeros en literatura policial y humoristica, dibujo y fotografia, INDICE ., El asesino... 127 El Chupacabras. 137 Biografia de los autores. 148

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