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1, UNA EUROPA DE MONARQUIAS COMPUESTAS ' EI concepto de Europa encierra la idea de unidad. La reali- dad curopea, tal y como se ha ido desarrollando durante aproximadamente los tltimos quinientos afios, descubre un alto grado de desunion, derivada del establecimiento de lo que se ha legado a considerar el rasgo distintivo de su orga nizacién politica en comparacién con otras civilizaciones: un sistema competitivo de estados nacién soberanos y territoria- les, «Hucia 1300», escribe Joseph Strayer en un librito ex- traordinariamente perspicaz, «se hizo evidente que la forma politica dominante en la Europa occidental seria la del esta- do soberano. El Imperio universal nunca habia dejado de ser un mero suefio; la Iglesia universal tuvo que admitir que la defensa del estado individual iba por delante de las liberca- des de la Iglesia 0 de las exigencias de la comunidad cristia- na. La lealtad al estado era mis fuerte que cualquier otra, y para unos pocos individuos (en su mayorfa funcionarios gu- bernamentales) Ia lealtad al estado empezaba a tomar visos de patriotismoy.? Nos encontramos aqui en embridn los temas que forman el programa de la mayor parte de la escritura histérica de los si- alos xix y Xx sobre la historie politica de la Europa moderna y contempornea: la destruccién de cualquier esperanza de uni- dad europea basada en el dominio ejercido por un imperio universal o por una iglesia universal, seguida por el anunciado 1 Boe ancl fe ognalnerte peomuncao cme coferencin aun congese de un dia de dlracéa,orgarizaio pala Royal Hore Soci 21 ! a punto, la diversidad institucional y legal de los reinos de Ia monarquia representaba un obsticu- lo intolerable para sus planes de aumentar al maximo los re- cursos y asegurar una cooperacién militar entre esos reinos esencial para la supervivencia Estos pasos encaminados hacia la consolidacién de una es- tructura estatal de cardeter mas unitario, al tiempo que se concebia la unién fundamentalmente en términos de unifor- midad religiosa, legal y tributaria, justificaban la advertencia pronunciada por Bacon de que «el apresuramiento forzado entorpece el trabajo, pero no lo despacha». % Estos movi- mientos, al dar la impresién de que desafiaban a los reinos y provincias fronterizos en su punto més sensible ~su concien- cia de una identidad propia-, desencadenaron respuestas contrarrevolucionarias, en especial en los casos de las monar- quias britanica y espafiole. El conde de Bedford, por ejem- plo, se mostré conocedor de los paralelos entre las revueltas, de Escocia y Portugal. Los paralelos, claro est4, no eran del todo exactos. La religi6n, si bien jugé su parte en la rebelién portuguesa, como también en las revueltas contemporaneas de Catalufia contra el gobierno de Olivares, no tuvo la misma preponderancia en Portugal que en Escocia, Sin embargo, la revuelta de los escoceses contra el gobierno de Carlos I fue algo més que un estallido puramente religioso, Fue principal- mente una rebelién dirigida a defender la integridad de una comunidad histérica y hasta cierto punto idealizada, que se sintié en peligro de muerte ante las acciones de un socio que Aooq SIL JO) JIL] BUIM@IA JNOA Payoees JO BUIMEIA JO) SIqE|IBABUN $1124) eed & peyeed Jaypls aaey no, 84 5s Diego Sanvecta Faro, Eve press polities: idea dwn pri pe politico onan, ‘Quintin Alden Vaquero, 2 vols, Madd, 1976, p. 614 empresa 61); Juan de Palfox y Mendoza, xc ingeris y cto dels moaarqui para ni selo»,anexo a José Maia Jover ‘Tamera, “Sobre lo conceptos ‘de monsrauia ynacidn ene pensaenicaie paiio espaol Abel xs, Cusdernor de bitorts de Eipata, x (1950), pp. 18 150. 56. ease Wiliam Beik, Abo ioe and Seciety in Sevente ensbsConnary France: Sate Po. seer end Provincial Anitocracy 4 Lenguedoc, Cambridge, 199, x7 (Citado en Sablins,Bourdanes, pill Espatva en EUROPA el sentido colectivo de identidad propia fue reforzado por las mismas experiencias y recuerdos de la opresién castellana y de la lucha por la supervivenci El desastroso fracaso del experimento de Olivares por una mayor integracién de los reinos y provincias de la Peninsula Ibérica parecia justificar la sabiduria de la actitud tradicional de los Habsburgo ante los derechos y privilegios provincia- les. Es significative que una generacién més joven formada en la escuela de Olivares -hombres como Juan de Palafox y Diego Saavedra Fajardo~ insistiesen hora en el reconoci- miento de Ia diversidad como condicién necesaria para el buen gobierno. Si Dios, argumentaban, habia creado las pro- incias que eran diferentes entre si, era importante que las le- yes por las que fuesen gobernadas respetasen ese cardcter distintivo. » Por tanto, el argumento natural, utilizado por Bacon a principios del siglo a favor de la union, era utilizado ahora a mitad de la centuria por los teéricos espaficles a fa- vor de la aceptaci6n de la diversidad. Ahora bien, la diversidad continua empezaba a parecer un lujo caro en un sistema competitive de estados en el que el més poderoso, Francia, era también el més unido. La Francia del siglo xvi compartié, en la prictica, muchos de los pro- blemas que atenazaban a las monarquias mas obviamente compuestas. Pero una vez restaurada la uni6n religiosa y su- peradas por la Corona las preocupaciones de mitad de siglo, resultaba oportuno obligar a las provincias fronterizas a mi- rar mas atentamente hacia el centro. Gran parte de este pro- ceso de unificacién nacional fue logrado, como en el caso de Languedoc, * gracias a una habil utilizacién del sistema de prebendas, si bien en el tratamiento que se dispens6 a las provincias de reciente adquisicién por parte de Luis XIV se adopté una intencionada tactica de afrancesamiento politico, administrativo y cultural. «Con el fin», escribié el Rey en sus memorias, «de fortalecer mis conquistas uniéndolas més es- trechamente a mis ter jorios ya existentes... intenté estable- cer en ellas las costumbres francesas». ” Esta politica, nunca tan sistematica como parecen indicar las memorias, no goz6 Aooq SIL JO) JIL] BUIM@IA JNOA Payoees JO BUIMEIA JO) SIqE|IBABUN $1124) eed & peyeed Jaypls aaey no, 86 © ‘Trevor Roper, Uaien of Bes twine, p. 466 Espasa EN Europa para crear una situaci6n en la que la abolici6n de las disposi- ciones constitucionales tradicionales de la Corona de Aragon fuese contemplada de nuevo seriamente por Madrid. En Escocia Carlos IT tena la posibilidad de recurtir a las bien experimentadas cstrategias de influencias politicas utili- zadas para tal efecto por su abuelo, pero sin ir mas alla. & Como en Espafia, fueron los trastornos derivados de le suce- sién dinastica lo que sirvié como catalizador en Gran Bretaiia de nuevos pasos hacia la unificacién. La necesidad de prote- ger la Revolucién Gloriosa y el convenio protestante, asi como la continua preocupacién por la seguridad nacional en tiempo de guerra, mientras la unién de las coronas perma- necia incompleta, se combinaron y crearon las condiciones idéneas para que pudiese volver a debatirse una unién anglo- escocesa ahora mucho més firmemente fundamentada, Irlan- da, como reino reconquistado de manera feroz, se quedé como cuestién aparte. Dadas las enormes diferencias existentes en su equilibrio interno de fuerzas y en su situacidn internacional, no es sor- prendente que estas tres monarquias compuestas —Ia austria- ca, Ia espafiola y la briténica~ se rcordenasen de maneras di- ferentes, Sin embargo, este rcordenamiento general, ocurrido entre 1707 y 1716, fue en cada caso una reorganizacién que obligé a sus partes componentes a una unién mds estrecha entre si. La solucién austriaca de 1711 fue Hegar a un pacto con los hiingaros, en el que la continua diversidad religiosa y la supervivencia de la constitucién magiar fueron garantiza- das a cambio del reconocimiento de la sucesién hereditaria en la linea masculina de los Habsburgo. Se abria asi el cami- no para la creacin de la monarquia dualiste. Cuatro afios an tes los ingleses también habian llegado a un pacto por e! que los escoceses, como los magiares, conservaban sus propias le- yes y su propia identidad religiosa. Sin embargo, en el esta- blecimiento especial de una unién parlamentaria y en sus me- didas para promover la unificacién econémica, la unién anglo-escocesa iba mucho mis lejos que la Paz de Szatmar en Ja creacién de un estado cohesivo y unitario. Una Europa De MoNaRguias CompuESTAS La solucién de cardcter més integracionista de las tres fue la adoptada por Madrid, El triunfo sobre los rebeldes le dio carta blanca y los decretos de Nueva Planta de 1707-1716 su- primieron para siempre los distintos regimenes de las provin- cias de la Corona de Aragén. Pero incluso aqui las medidas de unificacién, que incluian la supresién de las antiguas insti- tuciones y la abolicion de las barreras aduancras, no fueron generalizadas. Los catalanes, a pesar de su papel preeminente en Ia revuelta, conservaron su legislacién civil y la mayor par- te de la penal, mientras que el uso obligatorio de la lengua castellana se limitaba al mundo de los actos y corresponden- cia oficiales. A pesar de estas supervivencias y, en parte por culpa de ellas, surgiria en Europa a lo largo de los dos siglos siguien- tes una tendencia cada vez mayor hacia la creacién de esta- dos nacién unitarios. La monarquia compuesta, en compara: cién, parecia débil y poco solemne. Sus flaguezas resultaban obvias y, de hecho, en recientes anilisis han sido recalcadas con mucha intensidad: los resentimientos inevitables contra el absentismo real, la distribucién de cargos y exclusién de os mercados nacionales y coloniales; las dificultades impli- citas al intentar asegurar una parte equitativa en los gastos bélicos y de defensa; el problema de la diversidad religiosa en reinos bajo el dominio de un tinico monarca; y el peligro de intervencién extranjera en cuanto se acumulaban los agravios. Sin embargo, y a pesar de todas estas debilidades, las mo narquias compuestas de los sighos XVI y XVtt habian mostrado una notable flexibilidad y capacidad de supervivencia. Es sorprendente que durante el periodo que se extiende desde a disolucién de la Unién de Kalmar en 1523 hasta el estable- cimiento de la unién anglo-escocesa de 1707, sélo se produ: jesen con éxito tres secesiones de monarquias compuestas: la secesién de las provincias nortefias de los Paises Bajos de Es- pafia en la década de 1570; la de Suecia de Polonia, con la re nuncia de fidelidad a Segismundo IIT en 1599; y la de Portu: gal de Espafia en 1640. 87 . ars un estudia de los decretos de Nueva Planta en Aragén y Valencia, véase Hensy Kemen, The War of Sucoeso o Spain, 1700-1715, Lol, 1969, cx pitulos 12-13; pars los de Cats Tuna, vente Joan Mercader Bibs, Flip Vs Cualunya, 2 cd, Barcelona, 1985. rs ‘Verse Conrad Russell, «The Brith Problem and the Ea slish Civil Ware, History, 20a (1887), pp. 395-41. 88 ESPANA EN EUROPA ¢Cémo se mantuvieron cohesionadas durante tanto tiempo uniones tan artificiales en origen y tan flexibles en organiza- cién? La contigitidad, como afirmaban sus contemporéncos, era indudablemente una gran ayuda, si bien resulté insuficien- te a la hora de mantener a Portugal dentro de la Monarquia espafiola, La «conformidad» también era ciertamente un apo- yo, pero conformidad es un término vago y arbiguo, gAcaso Escocia -un socio més de otra unién contigua~ gozaba de més conformidad con Inglaterra que Portugal con Castilla? ¢Era la permanencia de su unién con Inglaterra inevitable de la misma manera en que la de Portugal con Castilla no Jo era? Esto parece dificil de creer. Si observamos el caricter general de la Europa moderna, con su profundo respeto hacia las estructuras corporativas y los derechos, privilegios y costumbres tradicionales, la unién de provincias entre si del tipo aeque principaliter parece en- cajar bien con las necesidades de los tiempos, La misma flexi- bilidad de Ia asociacién encerraba en cierto sentido su mayor fuerza. Permitia cn gran medida que continuase ¢l autogo- bierno local en un momento en gue los monarcas no se en- contraban sencillamente en posicién de someter a los reinos y provincias mas alejados a un rigido control real. Al mismo tiempo garantizaba a las elites provinciales el disfrute conti- nuado de los privilegios con los que ya contaban, amén de los beneficios potenciales que se derivasen de la participacién en una colectividad més amplia, El punto hasta el que tales beneficios se materializaban en la practica variaba de una unién a otra y de un periodo a otro. En términos de seguridad militar y ventajas econémicas, Jos provechos para Portugal de la unién con Castilla parecie- ron mayores a la generacién de 1580 que a la de 1640. La es- peranza que albergaban las elites provinciales de obtener ma- yores oportunidades cconémicas y un flujo continuo de cargos y distinciones se veia con demasiada frecuencia frus- trada, pero los atractivos de la corte y de una cultura rival dominante les llevaba 2 convertirse en cémplices prontos a perpetuar una unién de la que todavia esperaban lograr jugo-

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