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AQOUAM BADIA Cultura femenina y otros ensayos Georg Simmel traduccion Genoveva Dieterich ALBA EDITORIAL, S.L. BS | F eresennrenseeetrennrceernaceneynomenmyennenenonennnte La moda-(1905) La manera en que nos est4 dado comprender las manifestacio- nes de la vida nos permite sentir en cada punto de Ia existen- cia una multiplicidad de fuerzas; y de un modo tal, que cada una de ellas va mas alla de la manifestacién real, contrasta su infinitud con Ta de las demas y Ia transforma en pura tension y anhelo. En cada accién, aun en la més exhaustiva y fructifera, intuimos algo que no ha Ilegado a expresarse por completo. En Ta medida en que esto sucede debido a la limitacién reciproca de los elementos que se entrechocan, se manifiesta en su dua- lismo precisamente la unidad de Ja vida total. Y tnicamente cuando cada energia interna pugna por sobrepasar la medida de su expresién visible, la vida gana aquella riqueza de posibi- lidades inagotadas que complementa su realidad fragmentaria; entonces tinicamente sus manifestaciones permiten intuir fuer- zas mas profundas, tensiones més insolubles y, también, lucha y paz de mayor envergadura de la que revela su inmediata rea- lidad. Este dualismo no puede ser descrito, sino que ha de ser intuit do a través de las contradicciones que son tipicas de nuestra existencia como su tiltima forma creadora. La primera indica cién nos la proporciona la base fisiolégica de nuestra naturale- za: ésta exige movimiento y reposo, productividad y receptivi- dad. Extendiendo este principio a la vida espiritual, nos vemos guiados por la tendencia a lo general, tanto como por Ia nece- sidad de comprender el detalle; aquello tranquiliza nuestro 85 Cultura Femenina y otros ensayos espiritu, mientras que esto lo impulsa hacia delante. Lo mismo sucede en la vida afectiva: buscamos con igual emperio la entre- ga pacifica a seres y cosas, y la autoafirmacién enérgica frente a ellos.Toda la historia de la sociedad puede leerse en la lucha, el compromiso, las reconciliaciones lentamente obtenidas y rapi- damente perdidas que surgen de ella entre la fusién con nues tro grupo social y el destacar de éste individualmente. Es pos ble que el movimiento pendular de nuestra psique se encarne filos6ficamente entre estos polos, en oposicién a la teoria de la unidad absoluta y el dogma de la incomparabilidad, el ser para- si de todo elemento del mundo; es posible que se combatan como las tendencias de partido en el socialismo y el individua- lismo; siempre se tratara de una y la misma forma de dualidad, que por fin se revela en la imagen bioldgica como la oposicién entre herencia y variabilidad; la primera es la portadora de lo general, de la unidad, de la igualdad calmada entre formas y contenidos de la ida; la otra es el movimiento que crea la diversidad de elementos singulares, la transformacién inquieta de un contenido vital en otro. Cada forma de vida esencial en a historia de nuestro género humano representa en su terreno una manera especial de fusionar el interés en Ia permanencia, a unidad y Ia igualdad con el interés en el cambio, lo singular ylo tinico. Dentro de la encarnacién social de estas oposiciones una parte de ellas esta levada por la tendencia psicolégica hacia la imitacién, Podriamos definir la imitacién como una herencia psicol6gica de la transicion de la vida en grupo a la vida indivi- dual. Su atractivo reside en que nos permite una actividad efi- caz y racional también cuando no interviene ningiin elemento exeativo o personal, Podriamos lamarla la hija de a idea con la | j | Lamods $7 inconsciencia. Da al individuo la seguridad de no estar.solo en su actuaci6n, ya que se levanta sobre los ejercicios de la misma actividad, habidos hasta ahora, como sobre una base s6lida que libera el ejercicio actual de la dificultad de soportarse a sf mismo. En el terreno practico, da la tranquilidad especial que obtenemos en el terreno te6rico, cuando subordinamos una manifestaci6n singular a un concepto general. Cuando imita- mos, no s6lo transferimos la exigencia de energia productiva de nosotros a otro, sino que, al mismo tiempo, le transferimos la responsabilidad por esa acci6n. Asi el individuo se libera del quebradero de cabeza de la eleccién y deja que su acto aparez- ca como una creacién del grupo, como un envase de conteni- dos sociales. El instinto de imitacién como principio caracter za una etapa evolutiva en la que el deseo de actividad personal eficaz esta vivo, pero no existe la capacidad de extraer de ella 0 para ella contenidos individuales. El avance sobre esta etapa consiste en que ademis de lo dado, lo pasado y lo tradicional, el futuro determina el pensamiento, la acci6n y el sentimiento: el hombre teleolégico es el polo opuesto del hombre imitativo. Asi, la imitacion en todas sus expresiones, para las que es un factor formador, es una de las tendencias basicas de nuestro ser, ésa que pugna por conseguir la integraci6n del individuo en la comunidad y que acentiia lo permanente en el cambio. Por el contrario, cuando se busca el cambio en lo permanente, la dife- renciaci6n individual, el sobresalir del conjunto, la imitaci6n es él principio negador y obstaculizador. Y precisamente porque el deseo de permanecer en lo dado, y hacer y ser lo mismo que los demas, es el enemigo acérrimo del deseo de avanzar hacia nuevas y propias formas de vida, y porque cada uno de estos principios en si se prolonga hasta el infinito, la vida social apa- 88 Cultura femenina y otros enssyos rece como el campo de batalla en el que ambos luchan por cada palmo de suelo, y las instituciones sociales se presentan como los compromisos nunca duraderos~ en los que el anta- gonismo irreductible de ambos toma la forma externa de la cooperacién, Las condiciones de vida de la moda como una manifestacion constante en la historia del género humano quedan asi cir- cunscritas. La moda es imitacién de un modelo dado y, de este modo, satisface la necesidad de apoyo social, conduce al indi- viduo al camino por el que todos transitan, establece un plano general que convierte el comportamiento de cada uno en mera ilustracion, No menos, sin embargo, satisface la necesidad de diversidad, la tendencia a la diferenciaci6n, a la variacion y al destacarse, La moda consigue esto tiltimo gracias al cambio de contenidos, que define la moda de hoy con respecto a la de ayer y la de mafiana; no hay que olvidar que siempre se trata de modas de clase; las modas de la capa superior de la sociedad se diferencian de las modas de la clase inferior y siempre son abandonadas por aquélla cuando ésta empieza a apropiarselas. La moda, por lo tanto, no es otra cosa que una forma de la vida, entre otras muchas, a través de la cual la tendencia hacia la igualacién social y la tendencia hacia la diversificacién y la variedad se confunden en una actividad. Si preguntamos a la historia de las modas, que hasta ahora s6lo ha sido analizada en la evolucion de sus contenidos, por su significacién para la forma del proceso social, resultara que es la historia de los intentos para adaptar cada vez mejor la satisfaccién de estas tendencias contrapuestas a la cultura individual y social del momento. Los diferentes rasgos psicolégicos que observamos en la moda se insertan en esta naturaleza basica. I Tamoda 99 La moda es, como digo, un producto de separaci6n clasista y se comporta como, por ejemplo, el honor, cuya doble funcién consiste en cohesionar y, al mismo tiempo, aislar un circulo de otros. Asi como el marco de un cuadro corta todas las relacio- nes espaciales de una obra de arte, como un todo unitario y coherente, caracterizindola como un mundo en si, que actita, sin embargo, hacia el exterior; asi como la energia unitaria de tales elementos no es expresable para nosotros mas que cuan- do la desglosamos en su doble efecto hacia fuera y ha 110; asi el honor extrae su caricter y, sobre todo, sus derechos éticos, que, por cierto, a menudo son sentidos por los que se sivian al margen de esa clase como injustos, del hecho de que 1 individuo en su honor representa y guarda, al mismo tiem- po, el de su circulo social y de su estamento, La moda signifi a den- pues, por un lado la integracién en el circulo de los social mente iguales, la unidad de un grupo caracterizado por éstos. ¥; por lo mismo, el aislamiento de éste frente a los inferiores que quedan caracterizados como no pertenecientes a él. Unir y diferenciar son las dos funciones basicas que se unen aqui indisolublemente; cada una es la condici6n de Ia realizaci6n de la otra, a pesar de que, o precisamente porque, forman una contradiccién l6gica. Que la moda es un mero producto de necesidades sociales, pero también de necesidades formales psicolégicas, se demuestra claramente por el hecho de que, a menudo, no esta justificada por ninguna referencia de finali- dad objetiva, estética o cualquier otra. Mientras que, en gene- ral, nuestra vestimenta, por ejemplo, se adapta racionalmen- te a nuestras necesidades, no existe ningin factor de utilidad en las decisiones con que la moda la crea: faldas amplias 0 estrechas, peinados altos © anchos, corbatas de color o negras. 40 Cultura Femenina y otros ensayos Cosas tan feas o incémodas como éstas son a veces modernas, como si la moda quisiera expresar su poder precisamente por la docilidad con la que aceptamos por ella sus aberraciones. Precisamente la veleidad con la que impone unas veces lo pric- tico, otras lo abstruso y una tercera vez lo estética y objetivamen- te indiferente, muestra su completa incomprensién de las normas objetivas de la vida y, con ello, revela otras motivacio- nes, entre ellas la tipicasocial como la Gnica restante. La abs- traccién de la moda, radicada en su mas profundo ser, que con- cede como «lejania de la realidad» un cierto cachet estético'a lo moderno, en terrenos incluso totalmento ajenos a lo estético, funciona también en fenémenos historicos. De tiempos pasa- dos sabemos que el capricho o una necesidad especial de deter minadas personas crearon una moda: asi surgieron los zapatos puntiagudos del medievo del deseo de un caballero elegante de encontrar el zapato adecuado para una deformacién de su pie, o el mirifiaque del empeito de una mujer influyente por ocultar un embarazo, etc. A diferencia de este origen personal, en la actualidad las invenciones de Ia moda se integran més y nds en el proceso productivo de la economia. Ya no sélo surge un articulo cualquiera, que luego se vuelve moda, sino que se crean articulos para que se conviertan expresamente en moda. En determinados intervalos de tiempo se exige a priori una nueva moda y hay inventores ¢ industrias que trabajan exclust- vamente en el relleno de este marco. La relacién entre abs- traccién y organizacién objetivo-social se manifiesta en la indi- ferencia de la moda, como forma, ante cualquier significado de sus contenidos especificos y en su conversién cada vez mas deci dida en elemento econémico social-productivo. Que la so- breindividuacién de su ser interno también se extiende a sus sera anmmmnganne ae epson cre nen tana shun eenamonpmgemtemeices Lamods 41 contenidos se manifiesta con maxima claridad en el hecho de que la creacién de moda es un oficio pagado, un «cargo» en las grandes casas de moda que se ha alejado tanto de Ia persona como un cargo objetivo del sujeto que lo ocupa. Sin duda, la moda adopta de vez en cuando contenidos objetivamente jus tificados, pero como moda no tiene efecto hasta que no es evi- dente su independencia de cualquier motivacién, igual que el valor ético de algo que hacemos por deber no es reconocido si no queda establecido que no nos mueve a la accién su conte nido externo y su finalidad, sino meramente el deber. Por es0, la tirania de la moda es insoportable sobre todo en terrenos en los que tinicamente deben regir criterios objetivos: la religiosi- dad, los intereses cientificos, incluso el socialismo y el indivi dualismo han sido cosas de moda, pero los motivos por los que estos contenidos vitales tinicamente deben ser adoptados estan en total oposicién a Ia veleidosa evolucién de la moda y a ese atractivo estético que le concede su alejamiento de la significa: cién real de las cosas y que, como factor de tales decisiones de ltima instancia, les imprime un rasgo de frivolidad. Cuando las formas sociales, el vestido, las opiniones estéticas, todo el estilo en el que se expresa una persona se hallan en un constante proceso de transformacién por la moda, ésta, ¢s decir la nueva moda, corresponde exclusivamente a las clases superiores. En cuanto las clases inferiores empiezan a adoptar la moda y cruzan la linea de demarcaci6n establecida por las. superiores, rompiendo la unidad de pertenencia asi simboliza- da, las clases superiores se apartan de esa moda y buscan una nueva por la que diferenciarse de la gran masa, comenzando asi de nuevo el juego. Porque las clases inferiores, naturalmen- te, miran y tienden hacia arriba, con menos obsticulos sin 42 Cultura femenina y otros ensayos duda, en los terrenos sujetos a la moda, accesibles a la imita- cién externa. El mismo proceso tiene lugar ~tan visible como entre una sefiora y su doncella~ entre las diversas capas de la clase superior. En muchos casos podremos observar que cuan- to més se aproximan los diversos circulos, tanto mas loca se vuelve la carrera de los de abajo hacia Ia imitacién y de los de arriba hacia Ia innovacién. La economia del dinero generaliza- da acelera considerablemente este proceso, al mismo tiempo que lo hace visible, porque los objetos de la moda, como exter nalidades de la vida, son especialmente asequibles al dinero, y porque en ellos se puede establecer con mayor facilidad la igualdad con la clase superior que en todos los demas terrenos, que exigen una confirmaci6n individual que no puede adqui- rirse con dinero, Hasta qué punto este momento diferenciador —junto al imi- tador- caracteriza la esencia de la moda lo muestran sus mani- festaciones ahi donde la estructura social no tiene capas super- puestas; en esos casos son, a menudo, las yuxtapuestas las que lo adoptan. Se cuenta de algunos pueblos primitivos que gru- pos que viven en estrecha vecindad y bajo condiciones exacta- mente iguales desarrollan modas totalmente distintas, por las que cada grupo acentiia la cohesién hacia dentro y la diferen- cia hacia fuera. Por otro lado, la moda suele ser importada y apreciada tanto mas por determinado circulo cuando no se ha creado dentro de él; ya el profeta Cefania condena a los ele- gantes en trajes exdticos. Efectivamente, el origen exético de la moda parece favorecer con especial fuerza la agrupacién de los circulos que la adoptan, precisamente porque al venir de fuera crea esa especial y significativa forma de la socializacién, que se produce gracias a la relacién comin con un punto situado en psenomntcie rnin eR Lema cl exterior. A veces, parece que los elementos sociales, al igual que los ojos, convergen mejor sobre un punto no demasiado proximo. Asi, entre pueblos primitivos el dinero, es decir, el objeto del maximo interés general, consiste en signos importa- dos de fuera; en algunas regiones (en las islas Salomon, en Ibo, a orillas del Niger) hay una especie de industria que fabrica sig- nos de dinero con conchas u otros elementos que cursan como moneda, no en el lugar de origen mismo, sino en zonas vecinas a las que son exportados; exactamente como en Paris se pro- ducen objetos bajo el punto de vista exclusivo de que son moda en otras partes del mundo. En Paris mismo la moda muestra la méxima distancia y la maxima coincidencia entre sus rasgos dualistas. El individualismo +a adaptacién a lo que favorece personalmente- es mas profundo que en Alemania al mismo tiempo, un ajuste estricto al estilo general de la moda actual hace que la manifestaci6n individual nurica lame la atencién dentro de la corriente general, aunque siempre sobresalga. Cuando falta una de las dos tendencias sociales necesarias para que se produzca la moda, por iin lado la necesidad de Ja agrupaci6n por el otro, la necesidad de la diferenciacién, la moda desaparece, su reino termina. Por eso las clases inferio- res tienen pocas modas, y éstas son raras veces especificas, y por eso las modas de los pueblos primitivos son muchos mas estables. que las nuestras. El peligro de la mezcla y la difuminacién, que leva a las diversas clases de los paises civilizados a diferenciar su vestido, su comportamiento 0 su gusto, esta a menudo, ausente de las estructuras sociales primitivas que, por un lado, son més comunistas, por el otro, establecen con mayor rigidez las diferencias vigentes. Estas mantienen unidas las secciones de los grupos interesados en la separaci6n: el modo de andar o 44 Cultura Femenina y otros ensyos la dinémica y el ritmo de los gestos estén determinados indu- dablemente por el vestido; personas vestidas de la misma mane- ra se comportan de manera relativamente igual. Y otra cosa: el hombre que puede y quiere seguir la moda lleva mas a menu- do trajes nuevos. El traje nuevo determina nuestro comporta- mineto més que el viejo, que, al fin y al cabo, se ha adaptado a nuestros gestos individuales, cede a cada uno de ellos y refleja en minimos detalles nuestra idiosincrasia. Que nos sintamos mejor en un vestido viejo que en uno nuevo significa que éste nos ha impuesto su ley formal, que con el tiempo pasa a nues- tros movimientos. Por eso, el traje nuevo concede a sus porta- dores una cierta homogeneidad del gesto, supraindividual; la prerrogativa que el traje posee, por su novedad, sobre la indi- vidualidad del portador hace que las personas estrictamente a la moda parezcan relativamente uniformadas. Para la época moderna, con su fragmentacion individualista, este factor de homogenizacién de la moda tiene un especial significado. Entre los pueblos primitivos la moda tiene menos importancia ¥ €8 mas estable porque la necesidad de impresiones y formas de vida nuevas, aparte de su incidencia social, es menor. Los cambios de la moda son la medida del agotamiento de los exci tantes nerviosos; cuanto mas nerviosa una época, més rapida- mente cambiardn sus modas, porque la necesidad de alicientes diferencia ores, uno de los motores esenciales de toda moda, a8, Una raz6n mas por la que las capas sociales superiores son la sede genuina de la moda, Con relacién a las ocasiones pura- mente sociales de ésta, dos pueblos primitives vecinos nos dan unos ejemplos demostrativos de la finalidad de agrupamiento ydiferenciacién de la moda. Los cafres poseen una escala social va emparejada con el agotamiento de las energias nervi firme ese senreamnsenn cc acerereemeemacmtncrncomaseemnmsimpetnoitnnnaiinrarenennnnenseennmeite Lamoda 45 extremadamente articulada y entre ellos hallamos ~a-pesar de que el vestido y el ornamento estan sujetos a determinadas limitaciones legales~ un cambio bastante rapido de la moda. Los bosquimanos, por el contrario, entre los que no se ha pro- ducido un sistema de clases, carecen de moda, es decir, no manifiestan interés alguno por el cambio de vestido y adorno. Estos factores negativos han impedido la moda en determina- dos momentos de las culturas desarrolladas, esta vez. con plena conciencia. Segiin parece, en Florencia, hacia el ato 1390, no existia una moda dominante del vestido masculino porque cada cual pretendia vestirse de manera original. En este caso, como vemos, falta un elemento, la necesidad del agrupamien- to, sin el cual no hay moda. Por otro lado, se cuenta que los nobles venecianos carecian de moda porque todos tenian que vestir por ley de negro para que las clases inferiores no toma- ran conciencia demasiado aguda de su exiguo niimero. En este caso no habia moda porque faltaba su otro elemento constitu- tivo, se pretendia evitar la diferenciacién con respecto al pue- blo bajo. Ademas de este elemento negativo dirigido hacia el exterior, la igualdad de vestido ~que s6lo estaba garantizada por el color invariablemente negro- debia simbolizar Ia demo- cracia interna de este cuerpo aristocratico: tampoco entre ellos. debia producirse una moda, que hubiera sido correlativa de la formacion de capas diferentes entre los nobles. El traje de luto, especialmente el femenino, también pertenece a estas mani- festaciones negativas de la moda, aunque aislamiento acen- tuacién y agrupamiento o igualdad estén presentes en este caso. El simbolismo de los vestidos negros separa al que leva luto del movimiento colorido de los demas, como si por su soli- daridad con el fallecido perteneciera, en cierta medida, al rei- 4 Cultura femenina y otros ensayos no de los muertos. Como la situaci6n es la misma para todos los que llevan luto, éstos forman, en su separacin del mundo de Jos vivos, una comunidad ideal. Pero como ésta no es de natu- raleza social -s6lo se da la igualdad, no la unidad- no hay lugar para una moda. Confirma el cardcter social de la moda que cuando el vestido presenta sus elementos de separaci6n y uni- ficacién, la ausencia de intencién social ha conducido precisa mente a su extremo opuesto, es decir a la inmutabilidad radi- cal del vestido de tuto. La esencia de la moda consiste en que siempre participa de ella un sector de determinado grupo, mientras que el grupo, como tal, se halla de camino hacia ella. En cuanto se ha apo- derado de ella, es decir, en cuanto lo que originalmente sélo era cosa de pocos, es adoptado sin excepcién por todos, como sucede con determinados elementos del vestido y de las formas de cortesia, ya no se habla de moda. La expansién conduce a su fin porque anula las diferencias. Pertenece asi a ese tipo de manifestaci6n cuyo objetivo es la expansi6n ilimitada, la reali- zacién completa, pero que cae en la contradiccién y en la ani- quilacién cuando alcanza su objetivo absoluto. El afin moral se propone un objetivo de santidad y virtud, pero es muy proba- ble que el mérito de cualquier actitud ética resida en el esfuerzo por conseguir ese objetivo y en la lucha contra una tentacion real; del mismo modo, el trabajo econémico tiene como meta asegurar, como un estado permanente, el distrute del reposo y del ocio; la vida, a menudo, desmiente por su vaciedad y fosili- zacién todo el movimiento hacia ese objetivo, una vez conse- guido. Por eso se dice de las tendencias socializantes de la sociedad que son valiosas, en la medida en que se extienden en una forma individualista, pero que desembocan en el sinsenti- do y la ruina como socialismo realizado al cien por.cien. La moda entra dentro de la formulaci6n de este tipo. De entrada posee el impulso expansivo, como si cada manifestacién indivi- dual de la moda quisiera someterse a la totalidad de un grupo; pero en el momento de lograrlo, morira como moda a manos de la contradiccién légica con su propio ser, ya que su ex: pansién general anula el elemento de diferenciacién. Que en Ja cultura actual la moda prolifere ~invadiendo pro- vincias hasta ahora intocadas y extendiéndose aceleradamente, es decir acelerando el ritmo de sus cambios, en feudos anti- guos~ no es mas que la exacerbacién de un rasgo psiquico de la época. Nuestro ritmo interno exige periodos cada vez mas cortos en el cambio de impresiones; o dicho de otra manera: el acento de los excitantes se traslada desde su centro sustancial a su comienzo y su fin. Este movimiento empieza por sintomas nimios, por ejemplo, la sustitucién progresiva del puro por los cigarrillos; se expresa en la fiebre viajera que hace vibrar la vida del aiio, si es posible en varios periodos breves, con los fuertes acentos de la despedida y la legada. El ritmo especificamente «impaciente» de la vida moderna no s6lo expresa el deseo de cambio rapido de los contenidos cualitativos de la vida, sino el atractivo del encanto formal del limite, del comienzo y el fin, del marcharse y el Megar. En el sentido mas amplio de esta forma, la moda posee por su juego entre la tendencia a la expansion generalizada y la destruccién de su sentido, al que conduce precisamente sa expansion, el peculiar encanto del limite, el encanto de la simultaneidad en el comienzo y el fin, el encanto de la novedad y, al mismo tiempo, de la fugacidad. Su pregunta no es ser o no ser, porque es y no es al mismo tiem- po, siempre se halla en el limite entre pasado y futuro, y mien- 48 Cultura femenina y otros ensayos tras esté en su apogeo nos transmite, como pocas manifesta ciones, una fuerte sensacién de actualidad, Si la culminacién de la conciencia social en un punto determinado contiene ya Ja semilla de su muerte, su destino de ser sustituida, esa transi- toriedad no la desclasa, sino que afiade uno mas a sus atracti- vos. Un objeto es degradado al ser definido como «de moda» Ginicamente cuando deseamos rechazarlo y rebajarlo por otras razones objetivas; en ese caso, la moda se transforma en valor moral. Cualquier novedad 0 fenémeno que se extiende de manera semejante en la practica de la vida no sera moda, si se cree en su persistencia y en su fundamento razonable, lo califi- cara de moda quien esté convencido de que la desaparicién de esa manifestaci6n ser tan rapida como su aparicién. Por eso, uno de los motivos por los que la moda domina con tanta fuer za la conciencia en nuestros dias es la pérdida de autoridad de las grandes convicciones, permanentes € incuestionables, que favorecen la expansin de los elementos perecederos y cam biantes de la vida. La ruptura con el pasado, en la que esté empeiiada la humanidad civilizada desde hace més de cien aiios, agudiza la conciencia de actualidad. Esta acentuacion del presente ¢s, al mismo tiempo, acentuacin del cambio, y un estamento se dirigird en la misma medida en la que es portador de una tendencia cultural hacia la moda en todos los terrenos, y no s6lo en el del vestido. Del hecho de que la moda, como tal, no puede tener una extension generalizada se deriva para el individuo la satisfac- cidn de que en su caso ésta representa algo especial y lamati- vo, sin que por ello el individuo deje de sentirse apoyado no sélo por un colectivo que hace lo mismo, sino que persigue lo mismo. Por eso, la actitud con la que es recibido el hombre a Lamoda 49 la moda es una mezcla, agradable a todas luces, de aceptacién y envidia. Se envidia al hombre a la moda como individuo, se le aplaude como miembro de un grupo. Pero incluso aquella envidia tiene un color especial. Hay un matiz de la envidia que abarca una especie de participaci6n ideal en los objetos envi- diados. El comportamiento de los proletarios, cuando pueden asomars¢ a las fiestas de los ricos, constituye un ejemplo rico en ensefianzas; la base de tal comportamiento consiste en que un contenido contemplado es gratificante en si, separado de su realidad unida a la posesién subjetiva: algo comparable a la obra de arte, cuyo rendimiento en felicidad tampoco depende de quién lo posee. Que se produzca una separacién tal entre el puro contenido de las,cosas y la cuestion de propiedad (segtin la facultad del conocimiento para separar el contenido de las cosas de su ser) posibilita esa participacién, que, a su vez, pro- duce la envidia. Quiz4 no se trate de un matiz especial de la enyidia, sino de un elemento que surge en donde ella aparece. Cuando se envidia a una persona o una cosa ya no se est excluido de ellas absolutamente, poseemos cierta relacién con ellas; entre ellas y nosotros existe ahora el mismo contenido psiquico, aunque en categorias y formas de sentir completa- mente diferentes, De lo que se envidia se est, al mismo tiem- Po, més cerca y mas lejos que de ese bien cuya posesién nos deja indiferentes. La envidia hace mensurable la distancia, que siempre significa también lejania y proximidad: lo indiferente se sitita siempre fuera de esta oposicion. La envidia puede con- tener un vago apoderarse del objeto envidiado (que en el amor desdichado es fuente de dicha) y con ello un antidoto, que a veces impide los excesos peores del sentimiento envidioso. Los contenidos de la moda al no estar, como otros contenidos psi 50 Cultura femenina y otros ensayos quicos, absolutamente negados a nadie, y al existir siempre la posibilidad de que un giro del destino, nunca totalmente ex- cluido, también los conceda al que, de momento, ha de com tentarse con envidiarlos, ofrece muy especialmente oportuni- dad a este matiz conciliador de la envidia. Por la misma estructura basica resulta que la moda es el campo de juego de individuos interiormente poco independientes y necesitados de apoyo, cuyo amor propio exige un cierto grado de distincién, atencién y reconocimiento. La misma constela- cién permite a algunos repetir con fruicién banalidades de otros, cuya formulaci6n les da la sensacién de expresar una sabiduria especial, situada muy por encima de la masa, gene- ralmente banalidades de tipo critico, pesimista y parad6jico. La moda eleva al insignificante convirtiéndole en representante de una colectividad, en encarnacién especial de un wspiritu colectivo. Como intrinsecamente no puede ser munca una norma cumplida por todos, la moda propicia una obediencia social que es, al mismo tiempo, diferenciacién individual. En el esclavo de la moda las exigencias sociales de ésta aparecen potenciadas hasta un punto en el que adquieren la apariencia de lo individualista y lo especial. Su caracteristica es la exage- racion de la tendencia de moda, més alla de los limites acepta- dos: si los zapatos puntiagudos estan de moda, él los hara desembocar en puntas de lanza; si los cuellos altos estan de moda, él los llevard hasta las orejas; si est de moda asistir a con- ferencias cientificas, no se le encontraré mas que en una de ellas, etc. El petimetre representa asi algo muy individual, fun- dado en la potenciacién cuantitativa de elementos que por su calidad son patrimonio de determinado circulo. Va por delan- Lamoda 51 te, pero por el camino trazado. Al representar los.extremos mas avanzados del gusto piiblico parece ir a la vanguardia de la colectividad. En realidad, puede decirse de él lo que se dice tantas veces de la relacién entre individuos y grupos: el que guia es, en el fondo, el guiado. Los tiempos democriticos fo- mentan fuertemente esta constelacién, hasta el extremo de que incluso Bismarck y otros politicos sobresalientes de estados constitucionales afirman que tienen que seguir la moda por- que son dirigentes de un grupo. La fatuidad del petimetre es asi la caricatura de una constelacién de la relacién entre el indi- viduo y la colectividad, favorecida por la democracia. Sin duda, el esclavo de la moda representa, gracias a la distincién conse- guida por via puramente cuantitativa y disfrazada de diferencia cualitativa, un equilibrio realmente original entre el impulso social y el impulso individualista, Por esta raz6n, comprende- mos el compromiso con los caprichos de la moda de persona lidades, por lo dems, inteligentes y generosas. Su locura les proporciona una combinacién de relaciones con cosas y perso- nas, que en general aparecen separadas. No se trata sélo de la mezcla de originalidad individual e igualdad social, sino, desde un punto de vista mas practico, de la mezcla de sentimiento de dominio y de subordinacién, 0, dicho de otra manera, de un principio masculino y de un principio femenino. El hecho de que todo ocurre en los terrenos de la moda, a escala ideal- mente reducida, y que 1a forma de ambos principios se realiza en un contenido irrelevante en si, concede a la moda un espe- cial atractivo para naturalezas sensibles, poco dadas a enfren- tarse con las realidades sdlidas, El modo de vida segin la moda obtiene su caracter de la destruccién de un contenido anterior y posee una unidad peculiar, en la que la satisfaccion 5% Cultura femenina y otros ensayos del instinto destructivo y el impulso hacia contenidos positivos son ya inseparables, ‘Como no se trata del significado de un determinado conte- nido o de determinada satisfacci6n, sino precisamente de Ia in- terrelacién entre ambos y su mutua activacion, se puede obte- ner la misma combinacién que alcanza la obediencia extrema frente a la moda, por oposicién a ella. Quien ostensiblemente hace gala de no seguir la moda consigue la sensacién de indi- vidualizacién que esta actitud conlleva, no por la propia cuali- ficacién individual, sino tnicamente por la negacién del modelo social: sila modernidad es la imitacion de éste, la no moderni- dad intencionada es su imitacién con signo contrario, que no deja de ser por ello testimonio del poder de la tendencia social, que nos hace depender de ella ya sea positivamente, ya sea negativamente. El que es deliberadamente conservador frente ala moda adopta su contenido igual que el esclavo de ella, pero forma una categoria diferente: aquél la de la potenciacién, éste la de la negacion. Puede ocurrir que circulos enteros dentro de una sociedad amplia adopten una actitud antimoda, una de Jas complicaciones sociopsicolégicas mas curiosas, en la que el impulso hacia la diferenciacién individual, primero, se conten- ta con una simple inversion de la imitacién social y segundo, extrae su energia del apoyo que le da un circulo estrecho de convicciones iguales; si se creara un club de enemigos de los clubs no seria logicamente mas imposible, ni psicolégicamente mas posible que lo que acabamos de describir. Asi como el ate- imo se ha convertido en una religién, con el mismo fanatismo, Ja misma intolerancia y la misma satisfaccin de las necesidades emocionales que ya poseia la religion; y asi como Ia libertad que en un momento rompié una tirania se presenta no menos Lamoda 53 tirdnica y violenta que su enemigo vencido, esa manifestacin de no modernidad deliberada muestra cudn dispuestas estan las formas basicas del ser humano a adoptar contenidos total- mente opuestos y a mostrar su fuerza y su capricho a través de la negacién de lo que, momentos antes, afirmaban inapelable- mente. Por lo que respecta a los valores perseguidos por los caracteres aqui en cuestién, lo que cuenta es ser y hacer lo mismo que los demas y um algo especial afiadido, una sintesis que se alcanza facilmente por una de las numerosas variaciones formales posibles del contenido aceptado generalmente. Es imposible desentrafiar si los momentos de fuerza 0 los de debi- lidad personal son los que més pesan en el complejo causal de esta actitud antimoderna. Puede deberse al deseo. de no mez- clarse con la multitud, una necesidad que no significa, desde luego, una independencia de ésta, pero si una cierta actitud distante frente a ella. Puede ir unida, también, a una sensibili- dad fragil, cuando el individuo teme no poder conservar su escasa individualidad si se somete a las formas, el gusto, las reglas de la colectividad. La oposicién a esta tiltima no es, en absoluto, siempre un signo de fuerza personal; al contrario, la personalidad fuerte se sentira tan segura de su valor tinico indestructible por cualquier comnivencia externa que no s6lo se sometera despreocupadamente a las formas generalizadas, incluida la moda, sino que en ese ejercicio de obediencia toma- r4 conciencia de Ia voluntariadad de su compromiso y de todo lo que se sitiia més alla de él. Que la moda exprese y acenniie simultaneamente el impulso hacia la igualacién y el impulso hacia Ia individualizaci6n, el deseo de imitacién y de distincién, explica quiz4 por qué en general las mujeres dependen tanto de la moda. Por la debi- 54 Cultura femeninay otros ensayos lidad de su posicién social, a la que las mujeres han estado condenadas la mayor parte de 1a historia, se explica su estre- cha relacién con las «costumbres», las «convenciones» y el modo de vida universalmente aceptado y valido. El débil evita la individualizaci6n, la accién practica con sus responsabilida- des y su necesidad de defenderse exclusivamente con sus pro- pias fuerzas. La forma de vida tipica, que impide al fuerte desarrollar sus fuerzas superiores, es el refugio del débil. Desde el terreno firme de la costumbre, del término medio y del nivel general, las mujeres, sin embargo, intentan conse- guir ese grado relativo de individualizacion y distincién de la personalidad individual. La moda les ofrece esta combinacion oportunamente: por un lado, es un campo de imitacién gene- ral, un nadar en Ja mas ancha corriente social, un descargo del individuo de la responsabilidad de su gusto y su accién; por el otro, también es distincién, excelencia, adorno indivi- dual de la personalidad. Parece que para cada clase de seres humanos, probablemen- te incluso para cada individuo, existe una determinada rela- cin cuantitativa entre el impulso hacia la individuaci6n y el impulso de disolverse en la colectividad; de modo que, sien un determinado campo de la vida la realizacién de uno de esos impulsos se ve obstaculizada, éste busca otro en el que colmar todas sus necesidades. Datos histéricos nos permiten, ademas, considerar la moda como el escape que el deseo que las mujeres tienen de un grado de reconocimiento y excelencia personal escoge cuando se les niega su satisfaccién en otros terrenos. En los siglos xrv y xv, Alemania registra un desarrollo extraor- Ginario de la individualidad. El ordenamiento colectivista del medievo se vio cuestionado por la libertad de la personalidad Lamoda 56 individual. Sin embargo, las mujeres carecian todavia.de papel en esta evolucién; la libertad de movimiento y de desarrollo personal atin les estaba vedada. Ellas se resarcieron a través de las modas més extravagantes e hipertréficas, En Italia, por el contrario, vernos que la misma época concede a las mujeres la posibilidad del desarrollo personal. Las mujeres del Rena- cimiento tenfan posibilidades de cultivarse, de actuar hacia el exterior y de diferenciarse personalmente, que les fueron reti- radas en siglos posteriores; la educaci6n y la libertad de movi- miento eran casi las mismas para los dos sexos, especialmente en las capas superiores de la sociedad. En consecuencia, no hay datos sobre extravagancias especiales de la moda femenina ita liana de ese tiempo. La necesidad de imponerse individual mente en este terreno y alcanzar un cierto grado de excelencia no existe porque el impulso que se expresa asi ya obtiene satis- faccién suficiente en otros campos. En general, la historia de las mujeres en su vida tanto interna como externa, en el indi- yiduo tanto como en su colectividad, muestra una uniformi- dad, una nivelacién y una regularidad tales, que las mujeres necesitan, al menos en el terreno de la moda que es el del cam- bio por antonomasia, mayor actividad para proporcionarse a si mismas y a su vida tanto para la propia autoestima como para la estima de los demas- algin aliciente. Como en el caso de la individualizacion y la colectivizacion, existe entre regularidad y cambio de los contenidos de la vida una determinada propor cién de las necesidades que se mueve en los diversos campos de aqui para alld, y que compensa la frustracién en un campo con una satisfaccién, mas 0 menos forzada, en otro. En total, puede decirse que la mujer es, comparada con el hom- bre, més fiel; pero la fidelidad que expresa la regularidad y la 56 Cultura femenina y otros ensayos unidad del ser en el terreno de la afectividad exige, en ese juego compensatorio de las tendencias vitales, diversiones exct- tantes en otros campos mas lejanos. El hombre, por el contra- rio, que es por naturaleza més infiel, que no suele respetar con la misma incondicionalidad y concentracién de Ios intereses vitales la atadura a una relacién sentimental aceptada, necesi- tard menos aquella forma de diversién externa. El rechazo de los cambios en terrenos externos, la indiferencia hacia las ‘modas en el aspecto externo, son especificamente masculinos: no porque sea un ser mas unitario, sino porque es el mas ver- sitil y por eso puede renunciar a aquellas diversiones externas. Por eso la mujer emancipada de hoy, que intenta aproximarse al ser masculino, a su diferenciacién, personalidad y libertad de movimiento, subraya su indiferencia ante la moda, Esta es para as mujeres, en cierto modo, el sucedanco de una posicién den- tro de un estamento profesional. E] hombre que se ha forjado n relative un lugar en él, ha entrado en un circulo de nivelac dentro de ese grupo; ¢s igual a muchos otros, a menudo, sélo un ejemplar representativo de determinado estamento 0 pro- fesion. Por otro lado, y como compensacién a este hecho, esta adornado con toda la importancia, con la fuerza objetiva y social de ese estamento; a su importancia individual se viene a afiadir su pertenencia estamental, que no pocas veces puede disimular los defectos ¢ incapacidades de la existencia pura mente personal. ‘También la moda sirve a estos efectos apoyandose en conte- nidos completamente diferentes; también ella completa la insignificancia de la persona, su incapacidad de individualizar por sf misma su existencia, a través de su pertenencia a un cir- culo, caracterizado y destacado por esa moda y coherente para i i | | la conciencia piblica. Aqui también la personalidad.se encaja en un esquema general; sin embargo, ese esquema mismo posee, en sentido social, un matiz individual y sustituye, por lo tanto, por via social precisamente lo que a la personalidad le esta negado por via puramente individual. Que la mujer del demi-monde sea muchas veces precursora de nuevas modas se debe a su forma de vida desenraizada; el papel de paria que la sociedad le impone despierta en ella un odio latente o patente hacia todo lo ya legalizado y establecido, un odio que halla su expresién més inocua, relativamente, en su afin de buscar siempre nuevas formas de manifestacién; en su constante bis queda de nuevas y hasta entonces insélitas modas, en la radica- lidad con la que adopta las mas opuestas a las vigentes, subyace una forma estética del instinto destructivo, que parece comin a todos los parias cuando no estan esclavizados interiormente. Si intentamos analizar las tendencias de la psique, marcadas con todo lo dicho, en sus extremos y mas sutiles matices, des cubriremos que también ellas muestran ese juego antagonista de principios vitales que busca restablecer el equilibrio cons tantemente alterado por nuevas proporciones. Es una caracte- ristica de la moda nivelar a todos, pero nunca se apodera del ser entero, siempre queda como algo exterior a él, incluso en os terrenos més all de la pura moda del vestido, pues la forma del cambio en la que la moda se presenta al individuo es, en todo caso, opuesta a la permanencia del sentimiento del yo; es mas, ste toma conciencia de su duracién relativa gracias a esa contradiccién. El cambio de aquellos contenidos s6lo se puede manifestar como tal y desplegar sus atractivos sobre el fondo de lo durable, Por ello mismo se sitiia siempre en la periferia de la persona, que frente al cambio se siente, o puede sentirse en 58 Cultura femenina y otros ensayos Uiltimo extremo, como piéce de résistance. Este significado de la moda es adoptado por personas refinadas y originales, que la utilizan como una mascara. La obediencia ciega a las normas de la colectividad en todo lo externo es para ese tipo de perso- nas el medio consciente y voluntario para esconder su senti- miento personal y su gusto, que quieren tener para ellos solos tan tajantemente, que no les permiten expresarse en la mani- festacin asequible a todos. La raz6n por la que algunas natu- ralezas se refugian en la igualaci6n encubridora de la moda es precisamente un sentimiento refinado de pudor, la aversion a revelar por una singularidad de la presencia exterior la singu- laridad del ser més intimo. Nos hallamos aqui ante un triunfo del alma sobre los imperativos de la vida que, al menos formal- mente, pertenece al émbito mas sublime y refinado: que el ene- migo mismo sea convertido en servidor, que precisamente lo que parecfa violentar la personalidad sea adoptado, porque la violentaci6n igualadora en este caso se traslada tan habilmente a las capas externas de la vida que acaba siendo un velo y una proteccion para todo Io interno, que surge con tanta o mas libertad, La lucha entre lo social y lo individual queda suspen- dida aqui al separarse las capas de lo uno y lo otro. Basta recor- dar la trivialidad en la conversacién y el comportamiento por Ta que personas sensibles y timidas saben, a menudo, desviar la atenci6n de la psique individual que se esconde detrés de esa manifestacion. Todo sentido del pudor deriva del hecho de singularizarse el individuo. Surge cuando se produce una preeminencia del yo, una agudizacion de la conciencia de un determinado circulo con respecto a esa persona, considerada, al mismo tiempo, como excesiva; por eso, personas modestas y débiles tienden fuertemente a sensaciones de vergitenza; en cuantg, se sititan en el centro de atencién o destacan repentinamente en cual- quier cosa, su conciencia del propio yo oscila dolorosamente entre la acentuaci6n y Ia retirada. (El puro sentimiento de ver- giienza, por razones que nunca llegan a ser documentadas socialmente o que estan més alld del fenémeno sociolégico de la vergiienza, revela formalmente por motivaciones y simbol- zaciones psiquicas ficiles de entender la misma estructura basi ca.) Como, por lo demés, el descollar dentro de un colectivo como fuente del sentido de vergiienza es completamente inde- pendiente del contenido especifico por el que se produce, tam- bién puede suceder que se sienta vergiienza por cosas nobles y buenas. Si en la «sociedad», en el sentido estricto del término, a banalidad esta bien vista, no se debe s6lo a razones de consi- deracién mutua que hacen parecer indiscreto a un individuo que destaca por alguna manifestacién insdlita que pocos pue- den emular, sino también al temor ante ese sentido de ver- giienza, que es, por asi decir, el castigo anticipado por el ind- viduo mismo por su temeridad de salirse del tono y la actividad iguales para todos. La moda ofrece por su peculiar estructura interna una posibilidad de destacar considerada siempre como adecuada. Los modos de presentarse expresarse, por muy extravagantes que sean, estan protegidos, en la medida en que son moda, de esos penosos reflejos que el individuo suele sen- tir cuando se convierte en objeto de la atencién de los dema Todas las acciones de la masa, por cierto, se caracterizan por su ausencia del sentido de la vergiienza. Como elemento de la ‘masa, el individuo participa en numerosos actos que desperta- rian su més fiera resistencia si se le propusieran como ser aisla- do. Una de las manifestaciones sociopsicolégicas mas curiosas 60 Cultura femenina y otros ensayos a través de las que se expresa ese caracter dela accién de masas €s que algunas modas cometen desvergiienzas, que como pro- puestas individuales serfan rechazadas airadamente por el in viduo, pero que como ley de la moda encuentran, sin més, su aquiescencia. El sentido del pudor de la moda, por ser precisa- mente accién de masas, estd tan suspendido como el sentido de la responsabilidad en los que participan en crimenes colecti- vos, ante los que el individuo, confrontado con la accién, retro cederia espantado. En el momento en que el factor individual de Ia situacién pasa al primer plano, empieza a funcionar el sentido del pudor: muchas mujeres sentirfan reparos en exhi- bir en su cuarto de estar y ante un hombre desconocido el esco- te con el que se presentan en la sociedad, en la que domina esta moda, ante treinta o cien hombres desconocidos. La moda es, ademas, una de las formas por la que los seres humanos intentan salvar la libertad interior entregando lo externo a la esclavizacién por la colectividad. Libertad y com- promiso pertenecen a esas parejas de contrarios, cuya lucha siempre renovada, cuyos desplazamientos en los més variados terrenos de la vida, ofrecen al individuo un atractivo y un radio de accién y de despliegue mayores de los que le proporciona- ria un equilibrio estable ¢ inconmovible de ambos extremos. Asi como, segtin Schopenhauer, a todo ser humano le esta des- tinada determinada cantidad de alegrias y de penas, que no puede quedar vacia ni ser rebasada, y que a pesar de todas las oscilaciones y variaciones de las relaciones externas ¢ internas sélo cambia de forma, asi podriamos -con menos mistica~ notar en todas las épocas y clases, en todo individuo, ya sea una proporcién verdaderamente durable entre libertad y compro- miso, ya sea, al menos, el deseo de esa proporcién; nosotros Lamods 6) s6lo tenemos la opcién de cambiar los terrenos sobre Jos que se distribuyen. El objetivo de la vida superior consiste en llevar a cabo esa distribucién de tal manera que los demas valores de contenido de la existencia obtengan la maxima posibilidad de despliegue. La misma proporcién de compromiso y de libertad unas veces puede potenciar los valores morales, intelectuales y estéticos; otras ~manteniéndose cuantitativamente invariable, pero distribuida en otros terrenos-, producir el resultado exac- tamente contrario. En total, podemos decir que el resultado 6ptimo para el valor total de la vida se obtiene cuando el com- promiso inevitable queda més y més relegado a la periferia de Ia vida, a sus externalidades. Goethe en su tiltima época consti- tuye, quiz, el ejemplo mas brillante de una vida grande en todos los sentidos, que por connivencia con todo lo externo, por el cumplimiento estricto de Ia forma, por el sometimiento voluntario a las convenciones de la sociedad, obtiene precisa mente, gracias a la inevitable proporcién de compromiso, un maximo de libertad interior, una salvaguarda total de los cen- tros de la vida. En este sentido, la moda, al abarear, como el derecho, dinicamente los aspectos externos de la vida, tinica- mente las facetas vueltas hacia la sociedad, es una forma social de una admirable utilidad. Proporciona al hombre un esquema a través del cual puede proclamar sin ambigiiedades su com- promiso con la colectividad, su obediencia a las normas im- puestas por su época, su clase y su circulo mas estrecho, adqui- riendo asi el derecho para concentrar Ia libertad que la vida concede, mas y mas en su propia interioridad y sus esenciali- dades. En cada psique particular encontramos reproducidas estas relaciones entre unificacién igualatoria y descollar individual; 62 Cultura femenina y otos ensayos el antagonismo de las tendencias que produce la moda tam- bién se traslada de una manera formalmente equivalente a las relaciones internas ~que no tienen nada que ver con los com promisos sociales- de algunos individuos. En esta manifesta cién a la que aqui me refiero se observa el paralelismo, tantas veces notado, con el que las relaciones entre los individuos se repiten en las relaciones de los elementos psicolégicos del indi- viduo. Con mayor o menor intencién el individuo se crea, a menudo, un comportamiento, un estilo, que se caracteriza como moda por el ritmo de su aparicién, predominio y desaparicién, Los jévenes, especialmente, muestran una siibita originalidad en su manera de producirse, un inesperado, objetivamente infundado interés, que domina totalmente el circulo de su con- ciencia y desaparece de la misma manera irracional. Podriamos caracterizar el fenémeno como una moda personal, que cons- tituye el caso limite de la moda social. Por un lado, se basa en el deseo individual de sobresalir y documenta asi el mismo impulso que actiia en la moda social. Pero la necesidad de imi- taci6n, igualdad y fusion del individuo en la colectividad se satisface en este caso dentro del mismo individuo, a través de la concentracién de la propia conciencia sobre una forma o un contenido determinados, a través de la coloracién unificadora que ésta proporciona al propio ser a través de la imitacién de si mismo, por ast decir, que suplanta aqui a la imitacién de los otros. En algunos circulos cerrados se realiza un cierto estado intermedio entre la moda individual y la moda personal. Personas banales adoptan a veces una determinada expresi6n a menudo son muchas personas, pertenecientes al mismo cir- culo- que utilizan en toda ocasién y referida a cualquier obje- to oportuno o inoportuno, Esto es tanto una moda de grupo Lamoda 63 como una moda individual, porque su sentido radicwen que el individuo somete la totalidad de su mundo de ideas a esta £6 mula. Con ello se violenta brutalmente la individualidad de las cosas, los matices se borran por el predominio extraiio de esa ‘inica categoria de definicién; asi, por ejemplo, cuando defint ‘mos todas las cosas que, por la raz6n que sea, nos gustan como «chic» 0 «estupendas», cosas que se alejan por completo del Ambito en que estas expresiones tienen derecho de ciudadania De este modo, el mundo interior del individuo es sometido a una moda, repitiéndose la forma del grupo dominado por la moda. Y esto precisamente también por el sinsentido objetivo de tales modas individuales, que muestran el poder del mo- mento formal, unificador, sobre lo objetivo y razonable; algo parecido les sucede a tantos seres humanos o circulos a los que simplemente les basta con ser dominados por una fuerza unifi- cadora y se plantean en segundo lugar la cuestién del valor ola cualificaci6n de esa fuerza. Es innegable: al violentarse las cosas a través de esos términos de moda, al disfrazarlas homogénea mente en una categoria que nosotros les imponemos, el indivi- duo ejerce un poder sobre ellas, obtiene una sensacién perso- nal de fuerza, una acentuacién de su yo frente a ellas. El fenémeno, que aparece aqui como caricatura, esta pre- senteien menor medida en la relaci6n del hombre con los obje- tos. Unicamente los hombres verdaderamente superiores ha- llan la maxima profundidad y poder de su yo en el respeto de la individualidad propia de cada objeto. De la hostilidad que la psique siente frente a la prepotencia, la independencia y la indiferencia del cosmos brotan, junto a las hazafias ms subli- iosas de la humanidad, los intentos de una violenta- cién externa de las cosas; el yo se impone a ellas, no adoptan- mes y va 4 5 Cultura femenina y ots ensayos do y dando forma a sus fuerzas, no reconociendo previamente su individualidad para después ponerla a su servicio, sino so- metiéndolas externamente a un esquema subjetivo cualquiera. Con ello no obtiene, en el fondo, un dominio sobre las cosas, sino solo sobre su propi de poder que de ahi se deriva muestra su falta de fundamento, su ilusoriedad en la velocidad con la que pasan términos de moda de este tipo. Llegamos a la conclusion de que en la moda coinciden de manera peculiar las diversas dimensiones de la vida, pensamos que la moda es un fenémeno complejo, en el que estin repre- sentadas todas las tendencias contradictorias de la psique. Se comprende asi que el ritmo total, en el que se mueven los indi- viduos y los grupos, también influird decisivamente sobre su relacién con la moda, y que las diversas capas de un grupo, con independencia de sus diferentes contenidos vitales y posibil dades externas, tendrin una relacién diferente con la moda ya por el mero hecho de que sus contenidos vitales evolucionan de forma conservadora o en rapida variacién. Por un lado, las masas inferiores son més dificiles de mover y més lentas de desarrollo. Por el otro, las clases mas altas son notoriamente conservadoras, incluso arcaicas; con frecuencia temen cual- quier movimiento o cambio, no porque el contenido de éste les resulte antipatico 0 nocivo, sino porque es movimiento y por- que para ellas cualquier modificacién del conjunto de circuns- tancias que les garantiza en su estado momenténeo Ia posicién ms ventajosa es sospechosa y peligrosa; ningiin cambio les va a proporcionar ya mayor poder; al contrario, del cambio slo pueden temer algo negativo, nunca esperar algo positive. La verdadera variabilidad de la vida hist6rica est4 depositada en la imagen falseada de ellas. La sensacion : Lamoda 65. clase media, y por eso la historia de los movimientos-sociales y culturales ha adquirido una dinémica completamente diferen- te desde que el tiers at ha tomado las riendas. Por eso la moda, Ja forma de cambio y oposicién de la vida, se ha vuelto desde entonces mucho mas amplia y excitada; no hay que olvidar que el continuo cambio de la moda también es una wemenda escla- vizacién del individuo y, en este sentido, uno de los comple- mentos de la libertad social y politica adquirida. Precisamente para una forma de la vida, para cuyos contenidos el momento de maxima altura coincide con el declive, un estamento, cuyo ser es tan infinitamente més variable y mas ritmico que el de las clases inferiores con su pesada ¢ inconsciente inercia o el de las clases superiores con su conservadurismo, a menudo expre- samente voluntario, ¢s el sujeto mas adecuado. Clases e indivi- duos que pugnan por el cambio constante, porque la rapidez de su evolucién les concede una ventaja sobre los demés, reen- cuentran en la moda la dinémica de sus propios movimientos psiquicos. Notemos en este contexto la interrelacién que exis- te entre innumerable hechos hist6ricos y momentos sociopsi- col6gicos, por los que las grandes ciudades, en oposicién a cualquier medio més estrecho, se convierten en el suelo idéneo para la moda: la velocidad e infidelidad en el cambio de impre- siones y relaciones, la nivelaci6n y exacerbacién concomitante de las individualidades, la aglomeraci6n, y la reserva y el dis- tanciamiento a los que obliga. Necesariamente, el movimiento ascendente econémico de las capas inferiores favorece, con Ia velocidad que éste adquiere en las grandes ciudades, los rapi- dos cambios de la moda, al permitir con mayor celeridad a los. de abajo emular a Jos de arriba, adquiriendo el proceso descri- to anteriormente, por el que toda capa alta abandona Ia moda 155. Cultura femenina y otro ensayos en el momento en que una capa baja se apodera de ella, una amplitud y vitalidad nunca vistas. Esto tiene una influencia con- siderable sobre la moda. Sobre todo, hace que las modas no sean tan caras y, en consecuencia, tan extravagantes como en épocas anteriores, en las que el precio de una adquisicién pré- mera o el esfuwerzo invertido en transformar un comportamien- to © unos gustos, estaban compensados por un periodo mas largo de su predominio, Cuanto mas esta sometido un articulo al cambio rapido de la moda, tanto mas aumenta la demanda de productos baratos parecidos a él. No s6lo porque la masa mas amplia y, por lo tanto, mas pobre posee suficiente capacidad adquisitiva para obligar a la industria a regirse, en gran medi- da, por sus necesidades, y exige objetos que posean el lustre de lo moderno, aunque s6lo sea externo y poco sdlido, sino por que incluso las clases altas de la sociedad no podrian permitir- se el rapido cambio de la moda que les imponen las pujantes clases bajas, si los objetos de la moda no fueran relativamente baratos. Se produce un curioso cfrculo: cuanto mas deprisa cambia la moda, mas baratas han de ser las cosas; y cuanto mas baratas se vuelven, més invitan a los consumidores a participar en el acelerado cambio de la moda, obligando a los producto- res a mantenerlo, La dindmica en la evolucién de los articulos de moda propiamente dichos es tan importante que incluso los sustrae a ciertos avances de la economia, afianzados ya en otros terrenos. Especialmente en sectores productivos mas tadicio- nales de la industria moderna ha podido comprobarse que el momento especulativo deja paulatinamente de tener un papel decisivo, Los movimientos del mercado estan mas controlados, se puede prever mejor la demanda y regular con mayor exacti- tud la produccién que en otras épocas, de modo que la racio- Lamods 67 nalizacién de la produccién gana cada ver mas terreng frente al azar de las coyunturas, las fluctuaciones desordenadas de la oferta y la demanda. Unicamente los articulos de moda pare- cen estar excluidos de esta evolucién. Las oscilaciones polares, a las que la economia moderna en general ya sabe sustraerse abandondindolas en su marcha hacia formas y ordenamientos econémicos completamente nuevos, atin subsisten en terrenos sometidos directamente a la moda. La forma del cambio febril €s aqui tan esencial, que se halla en una contradiccién légica con las tendencias evolutivas de la economia moderna. Frente a este caracter la moda muestra una curiosa peculia- ridad: cada moda se presenta como si fuera a durar eterna- mente. Quien hoy adquiere un mobiliario que ha de durar un cuarto de siglo, lo compra, con frecuencia, a la dltima moda, sin considerar en absoluto la moda de hace dos afios. Es eve dente,que pasados unos afios el encanto de lo moderno habra abandonado esa moda, como ha abandonado la anterior, y el gusto 0 el disgusto por ambas estaran determinados por otros criterios objetivos. Una variaci6n de este motivo se manifiesta de manera especial en los contenidos aislados de la moda. A la moda indudablemente s6lo le interesa el cambio, pero como todo fenémeno tiende a economizar energias intenta, pues, conseguir sus objetivos por todos los medios, siempre relativa- mente baratos. Por eso mismo vuelve ~como se ve claramente en la moda del vestido~ a formas pasadas, lo que explica que se haya comparado su camino con un cireulo, En cuanto una moda previa ha desaparecido, mas © menos, de la memoria, no hay razén para no reanimarla y enfrentar el encanto de Ia diferencia, de la que vive, con aquel contenido que, a su vez, extrajo al salir a la palestra su atractivo de su oposicién a la 68 Cultura femenina y otros ensayos moda anterior, ahora revivida. El poder de la forma del movi- miento, de la que vive la moda, no va, por cierto, tan lejos como para someterle inevitablemente y homogéneamente todos los contenidos. Incluso en los terrenos dominados por la moda no todas las manifestaciones se prestan por igual a convertirse en moda. El caracter peculiar de algunas se resiste a ello. Podemos, comparar este fendmeno con la relacion heterogénea que los objetos de contemplacién externa tienen con Ia posibilidad de ser transformados en obras de arte. La opinién de que cada objeto de la realidad se presta a ser el objeto de una obra de arte es muy atractiva y esta muy extendida, pero no esta funda- da ni puede sostenerse. Las formas de arte como se han pro- ducido histéricamente, determinadas por mil accidentes y, en muchos casos, ligadas a la perfeccién o a la imperfeccion téc- nica, no estén colocadas a una altura indiscutible por encima de todos los contenidos de la realidad; por el contrario, tienen con algunos de ellos una relacién mas intima que con otros; algunos se integran en ellas facilmente, como si estuvi determinados por la naturaleza para ello, otros se resisten obs- tinadamente a transformarse en formas artisticas dadas, como dirigidos por la naturaleza en otro sentido. La soberania del arte frente a la realidad no significa, en absoluto, como pre- tenden el Naturalismo y muchas teorias del Idealismo, la capa- cidad para absorber homogéneamente todos los contenidos de la existencia. Ninguna de las creaciones con las que el espiritu humano domina la materia existencial y le da forma segan sus necesidades es tan general y neutral para que todos los ran pre- contenidos, con independencia de su propia estructura, se le sometan homogéneamente. Asi, 1a moda puede absorber aparentemente y-en abstracto cualquier contenido; cualquier Lamoda 69 forma dada del vestido, del arte, del comportamiento 0 de la opinién puede convertirse en moda, Sin embargo, en el ser interior de algunas formas hay una predisposici6n a realizarse plenamente como moda, mientras que otras plantean resisten- cia desde dentro. Asi, por ejemplo, es relativamente ajeno a la moda todo lo que puede definirse como «clisico», aunque a veces tampoco se le sustrae. La esencia de lo clasico es una con- centraci6n de la manifestaci6n en torno a un punto central fijo; lo clasico posee una serenidad que no ofrece muchos flancos descubiertos a la modificaci6n, el desequilibrio y la des- trucci6n, La contencién de todos los miembros es la caracte- ristica de la plastica clasica: el conjunto es dominado, por com- pleto, desde dentro; su espiritu y su vitalidad atraen por la contencién de su manera de presentarse homogéneamente hacia su interior cada parte del conjunto. Esta es la raz6én por la cual hablamos de la «serenidad clasica» del arte griego; se trata exclusivamente de la concentracion en la presentaci6n, que no permite a ninguna de sus partes establecer una relaci6n con fuerzas y destinos situados fuera de ella y que asi despierta la sensaci6n de que esta creacién escapa a las influencias cam- biantes de la vida corriente: para ser moda lo clasico tiene que transformarse en clasicismo, y lo arcaico en arcaizante. Todo lo barroco, desmedido y extremo estar, por el contrario, dirigi- do a la moda; sobre objetos de este tipo la moda no actita como un destino exterior, sino como la expresién hist6rica de su con- formacién objetiva. Los miembros sobresalientes de una esta- tua barroca corren siempre peligro de romperse, la vida interna de la figura no los controla por completo, sino que los expone ala relacion con los accidentes del ser externo. Li Darrocas, al menos muchas de ellas, evan ya en sf la intran- creaciones RR 70 Cultura femenina y tos ensayos quilidad, el caracter de lo contingente, el sometimiento al im- pulso momenténeo, que la moda, como forma de la vida social, realiza A esto se afiade que formas extravagantes, individual mente muy extremas y caprichosas, cansan facilmente y por €so, por razones puramente fisiolégicas, empujan a la diversion para la que la moda proporciona el esquema. Aqui radica tam- bién una de las profundas relaciones que se ha creido poder establecer entre la configuracién de las cosas clasicas y las «naturales». Con todo lo insegura y ambigua que es la delimi- tacién del término de lo natural, podemos afirmar, al menos negativamente, que determinadas formas, inclinaci mods de ver no tienen ningiin derecho a ese titulo, y éstas pre- cisamente son las que sucumben con especial celeridad a los cambios de la moda, porque en ellas falta la relacién con el centro constante de las cosas y de Ia vida que justifica Ta reivin- dicacién de una permanencia duradera. Gracias a una cuiiada de Luis XIV, Elizabeth Charlotte von der Pfalz, que tenia una personalidad completamente masculina, introdujo en la corte francesa la moda de que las mujeres se comportaran y se deja- ran tratar como hombres, y éstos, por el contrario, como muje- Esta claro que un fenémeno de este tipo sélo puede ser una moda, ya que se aleja de esa sustancia imperecedera de las relaciones humanas, a la que las formas de la vida tienen que volver indefectiblemente. As{ como no puede decirse que toda moda sea algo antinatural entre otras razones, porque la forma de vida de la moda le es connatural al ser humano, inclu- so como ser social~ si podemos hablar de lo antinatural que puede darse, al menos, en la forma de la moda. Para resumir: el verdadero atractivo picante de la moda resi- nes y res de en el contraste entre su extensién amplia y comprensiva y su Lamoda 71 fugacidad veloz y definitiva, es decir, reside en el derecho que tenemos a serle infieles. Ademas, reside no s6lo en el rigor con el que ella cierra un determinado circulo mostrando a través de su exclusividad tanto su origen como su efecto, sino tam- bién en Ja forma tajante con la que lo separa de otros circulos. Reside, por fin, tanto en sentirse el individuo Uevado por un circulo social, que impone a sus miembros la mutua imitacién, descargando asi a cada uno de toda responsabilidad, tanto ética como estética, como en la posibilidad de producir dentro de determinados limites un matiz original, ya sea por exagera- cién, ya sea, incluso, por rechazo de la moda misma, De este modo, ésta aparece como una creacién especifica, entre otras, en Ia que la conveniencia individual ha objetivado con los mis mos derechos las corrientes contrapuestas de la vida.

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