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{7 Er 3955 Traduca de ETICA POSMODERNA BERTHA RUIZ DE LA CONCHA = Dowacicy Zygmunt Bauman EJEMPLAR DE CORTESIA * OE, A eae A A a. oa cated argentina BIBLIOTECA NORBERTO RODRIGUEZ BUSTAMAITE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES BewADO 4 LA BIBLIOTECA Pon 2005.03 2} Siala mw >» Sigio veintiuno editores Argentina s. a. “usabe a2, 1M CAANG.BUENOS ARES, REPUBLICA ARGENTINA Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. (CERRO DEL AGUA 248, OCLEGACIDN CORDAGAN. 10, MEEO.O Baarans Zissposmoderna Ja .—Buesot Ae ‘Sgi0500 Eaters Agen, 200 Bop Bald c= Scolgny plc) “Traduco por Rec nde a Concha senor 05959 {ca Rude a Concha, Bethea. Tao ont Titulo original: Postmodern ethics, © 1998, Blackwell © 2004, Siglo XXI Eeitores, S.A. de GV. Portada: Peter Tjebbes Imagen de portada: Nicolas Pousthomis © 2004, Zygenunt Bauman © 2004, Sigio XXI Editores Argentina S.A. ISBN 987-1105.95-9 Impreso en dsobre¢ SRL. Joré Mérmal 1660, Buenos Aires, fen el mes de noviembre de 2004 Hecho el depésito que marca la ley 11.723 Jimpreso en Argentina ~ Made in Argentina, INTRODUCCION: LA MORALIDAD EN LAS PERSPEC MODERNA YPOSMODERNA [Nada representa mejor los seresdestrocados que un morton Ramee MARIA RiLKe YA i! LA WTRO Tal como se indica en el titulo, el presente libro es un estudio sobre dica posmoderna, no sobre moralidad posmoderna. Lo segunda, silo intentara, consistiria en realizar un invencario posiblemente amplio de los problemas morales que hombres y mu- © . jeres del mundo posmoderno intentan resolver: problemas que eran desconocidas 0 pasaban inadvertidos para generaciones anteriores, asi como antiguos problemas —ompliamente investigados en el par sado— con nuevas facetas. Yno son pocos ambos tipes de problemas, ya que la “agenda moral” de muestros dfas abunda en temas quie los es- tudiosos de temas éticos del pasado apenas w0caron, y con raz6n, ya que entonces uo se articulaban como parte de la experiencia humana. Bas- "ta mencionar, en el plano de la vida cotidiana, los diversos problemas ‘morales que surgen de la situacién actual en cuanto a relaciones de pareja, sexualidad y relaciones familiares, notorias por su indetermi- nacién institucional, flexibilidad, mutabilidad y fragilidad; o bien la gran cantidad de “tradiciones", algunas que sobreviven contra todo lo esperado, y otras que han resucitado o se han inventado, que se disputan la lealtad de los individuos y reclaman autoridad para guiar = ls conducta individual, aun sin esperanza de establecer una jerarquia comiinmente acordada de normasy valores que salvaria a sus destina- tarios de Ia molesta tarea de hacer sus propias elecciones. O, en el otro extremo, e! contexto global de la vida contemporanea, donde podria- anos mencionar riesgos de una magnitud insospechada, en verdad cataclismica, que surgen del entrecruzamiento de propésitos parcia- Jes y unilaterales, y cuya profundidad no puede preverse ni pasarse Por alto en un momento en que las acciones se planean debido a Ja ‘manera como estan estructuradas. Aun cuando estos problemas aparecen reiteradamente en este es tudio, s610 sirven de fondo para sefialar el pensamiento ético de la m RRA BEAADARAAAAARRAREZEZEREELLAEQDDQQDEH AH EH DAO 8 ZVOMUNT BALAN época posmoderna contemporénea, Se abordan como el contexte de experiencia en el cual se forma la perspectiva especificamente pos- moderna relativa a la moralidad. Yes la manera como estos proble- mas se ven y adquieren importancia desde la perspectiva de la ética posmoderna lo que constituye el abjeto de la presente investigacin, Ef verdadero tema de este estudio es la perspectiva posmoderna ‘en si. El planteamiento principal del libro es que, como resultado de que la era moderna haya llegado a su etapa autocritica, autodeni- grante y, en muchos sentides, autodesinanteladora (proceso que el concepto de “posmodernidad” pretende abordar y transmitir), los diversos caminos que antes seguian las teorfas éticas (aunque no las preocupaciones morales tie los tiempos modernos) acabaron por vor verse cada vez mas una especie de calfején sin salida, aunque tam- bién abrian la posibilidad de una comprensién radicalmente nove- dosa de los fenémenos morales. Cualquier lector que esté familiarizado con “textos posmodernos” y andlisis vigentes sobre la posmodernidad cbservard de inmediato que sta interpretacién de la “revolucién” posmoderna de la ética es con- tenciosa y, por ende, de ninguna manera la Gnica posible. Lo que ha Negado a asociarse con el enfoque posmoderno de la moralidad es tx celebracién de la “debacle de io ético" a sustitucién de la estética por {a ética y la consiguiente “emancipacién tltima’” La ética se denigra o se considera una de las restricciones tipicas de la modernidad, cuyas cadenasfinalmente han sidorotas y echadasal basurero de Ia historia; los grilletes antes considerados necesarios son ahora laramente super- fluos: una ilusién sin la cual pueden vivir perfectamente el hombre y la mujer actuales. Si necesitéramos un ejemplo de semejante interpre- tacién de la “revolucién ética posmoderna”, pocas cosas peores hay que él estudio recientemente publicado de Gilles Lipovetsky, Le Gré- pusale du devoir [El creptisculo det deber, Barcelona, Anagrama, 1998). Lipovetsky, renombrado bardo de la “liberacién posmoderna’, autor de “La era del vacio” y “El imperio de lo efimero” sugiere que final- mente hemos entrado en la época de Uaprés dvoir, una época posdedn- ‘ica, en la cual nuestra conducta se ha liberado de los iltimes vestigios de los opresivos “deberes infinitos”, “mandamientos” y “obligaciones absolutas”. En nuestros tiempos, se ha destegitimado lz idea de auto- sacrificio; la gemte ya no se siente perseguida ni esté dispuesta a hacer un esfuerzo por aleanzar ideales morales ni defender valores morales, Jos politicos han acabado con las utopias ylos idealistas de ayer se han meraoDUCEION 9 convertido en pragmaticos. El més universal de nuestros esléganes es “sin exceso”. Vivimos en la era del individualismo mas puro y de la bisqueda de la buena vida, limitada solamente por la exigencia de to- lerancia (siempre y cuando vaya acompafiada de un individwalismo autocelebratorio y.sin escripulos, la tolerancia s6la puede expresar- se como indiferencia). La época “posterior al deber” admire apenas tun vestigio de moralidad, uta moralidad “minimalista”; siruacin to- talmente novedosa, de acuerdo con Lipovetsky, quien nos aplaudir su Hegada y regocijarnos por la libertad que ha iraido. Lipovetsky, al igual que muchos otros teBrices posmoriernos, co mete el doble error de representar el ta de investigacién como un recurso de imvestigacion: lo que deberia explicarse como aquello que «= plica. Describir conductas prevalecientes no significa hacer un juicio ‘moral; los dos procedimientos son tan diferentes en los tiempos pos modernos como lo eran en la época anterior al posmodernismo, Sila descripcién de Lipovetsky es correcta y hoy nos enfrentamos @ una vi- da social absuelta de preocupaciones morales, sil “es” putro ya no se guia por un “deberia ser’, sila interrelacién social esta dewvinculada de obligaciones y deberes, entonces la tarea del socidlogo ¢s buscar cémo se ha “destituido” la norma moral del arsenal de armas antes desplegadas por la sociedad en su lucha por la autorreproduccisn. $i sucede que los sociélogos pertenecen @ la corriente critica del pensar miento social, su area tampoco terminaré en ese punto, pues sin du- dase rehusarian a aceptar que algo esti bien solamente porque exis- te; tampoco darfan por un hecho que lo que hacen los seres humanos es s6lo lo que piensan que hacen 0 cémo aarran fo que han hecho. El presente estudio supone que la importancia de la posmoderni- dad reside, precisamente, en I2 oportunidad que offece al sociélogo ritico de llevar a cabo la investigacién antes mencionada a un punto més avanzado que nunca, La modernidad tiene la extratia capacidad de minimizar el autoanilisis; envuelve los mecanismos de autorrepro- duccién en un velo de ilusién sin el cual dichos mecanismos, siendo Jo gue son, no podrian funcionar adecuadamente, La modernidad debi6, entonces, ponerse metas no alcanzables con el propésito de al- palabras, cuando se otorgs a estos hombres y mujeres el ranga de in- + dividuos—dotados de identidad ain no dada, o apenas esborada—y “ese enfrens6, por ende, la necesidad de “construirlos” y, evel proces, de hacer elecciones. ~.. Son las acciones las que se deben elegir las acciones que se han ele = gidoentre varias que podrian elegirse pero que no fueron elegidas las que es necesario ponderar, medir y evaluar. La evaluacin es utia par- ile indispensable de fa eleccién, de la decisién; es la necesidad que i ‘Sienten los seres humanos en tanto tomadores de decisiones, y en la ‘que rara vez reflexionan aquellos que Gnicamente actian por habito. No obstante, una vez que se rata de evaluat, resulta evidente que lo =. {til" no necesariamence es “bueno”, ni lo “bello”, “verdadero”. Una * Nez que se cuestiona el criteria de evaluaci6n, las “dimensiones” para la medicion comienzan a ramificarse y a crecer en direcciones cada ‘ex mas distantes entre s. El ‘camino correcto”, antes tinico e indi- _Yisble, comienza a dividirse en “razonable desde el punto de vista [AE “gcondmico”, “estéticamente agradable”, “moraliiente adécuado” Tas dcciones pueden ser correctas, en un sentido, y equivocadas en ‘otro, ,Qué accién deberia medirse conforme a un eriterio determi- nado? Yi se aplican diversos criterios, gcual deberd tener prioridad? Encontramos en Max Weber—quien mas que ningtin otro pensa- ee dor definié la agenda para nuestra discusida sobre la experiencia mo- derna— dos narrativas irreconciliables desde un punto de vista logi- C0 sobre el nacimiento de la modernidad. Por una parte, nos dice que la modernidad comenzé con la separacién entre el hogar y la em- tar criterios contradictorios respecto de la eficiencia y el lucro —muy adecvados para un negocio— y las normas morales de compartir y / querer —~adecuadas para la vida familia, tn cargada de aspectos emo- Gionales— que continuamente se encontraban en el roismo terreno; ‘esto dejaba al womador de decisiones en una posicin eternamente am- * bivalente. Por otra parte, Weber nos dice que los reformadores pro- testantes se convirtieron, de buen © mal grado, en los pioneros de la Vida moderna precisamente porque insistfan en que Ja “honestidad ( ( ( ; ( ( ( ( ( ‘ ‘ ( ( ( 4 ( ‘ ‘ 12 EMUNT BAUMAN ¢$ la mejor politica’, que la vida en su totalidad esta cargada de signi- ficados moralesy que, cualquier cosa que hagamos, en cualquier carn- po de la vida, tiene una importancia moral afirma que, de hecho, crea- ron una ética que abarcaba todo y rechazaba tajantemente dejar fuera cualquier aspecto de la vida. Sin duda, observamos una contradiccién ogica entre ambas versiones; no obstante, contrario a la l6gica, no necesariamente significa que una de ellas sea falsa. El punto es pre- ‘cisamente que la vida moderna no se apega al “uno u otro" de la 1é- gica. La contradiccién refieja fielmente el choque genuino entre tendencias igualmente poderosas en la sociedad moderna; una so- Ciedad “moderna” que intenta, constantemente aunque en vano, “abarcar lo inabarcable”, sustituir la diversidad por Ia uniformidad y laambivalencia por un orden coherente y transparente, y que al inten tar hacerlo genera sin cesar un niimero mayor de divisiones, diversidad yambivalencia que aquel det que ha logrado deshacerse. Con frecuencia, ofmos que las personas se volvieron individualis- tas, preocupadas por si mismas y egoistas con el advenimiento de la modernidad, ya que se hicieron ateos y perdieron la fe en los “dog- mas religiosos". E] egoismo del individue moderno es, conforme acs ta historia, un producto de la secularizacién, y tinicamente puede re- pararse resucitando el credo religioso o una idea que, aunque seglar, ogre abarcar tanto como las grandes religiones, que disfrutaban de un dominio casi absoluto antes de ser agredidas y erosionadas por el escepticisino moderno. En realidad, deberiamos ver la relacién en el ‘orden inverso: debido a que los acontecimientos modernos arroja- ron a hombres y mujeres a la condicién de individuos —fragmentan- do su vida, dividida en varias metas y funciones apenas relacionadas, que debian llevar a cabo en un contexto diferente y conforme a una pragmiatica distinta—, la idea “abarcadora” de una visién unitaria del mundo results poco stil y dificilmente logré captar su imaginacién. Por ello, legisladores y pensadores modernos consideraron que la ‘moralidad, més que ser un “rasgo natural” de la vida humana, es algo que necesita diseniarse ¢ inyectarse a la conducta humana. Yor ello intentaron componer € imponer una ética unitaria y abarcadora; cx toes, un cédigo de reglas morales cohesivo que pudiera enscfiarse a Ja gente y que se la obligara a obedecer. También es !a raz6n de que sus esfuerzos por Jograrlo hayan resultado vanos (aun cuando, mien- ‘tras menos éxito tenfan, con mas empeito lo intentaban). Creian que el vacio creado por la ahora extinta o ineficiente supervisién moral a 4 = wTRODUCCION 18 de la Iglesia debia y podlia Nenarse con una serie de reglas racionales meticulosamente armonizadas: que la razén lograria lo que ya no cor seguia la'fe que con los ojos abiertos y la pasién en calma, los seres hu- manos regularian sus relaciones incluso mejor —de manera mas lizada’, pacifica y racional— que en los tiempos cuando, “cegadlos” por fa fe, permitian que sus emociones salvajes se desbocaran, De acuerdo ‘con esta conviccién, continuamente se intentaba construir wn cédigo ‘moral que, sin esconderse ya tras los mandamientos de Dios, proclama- raayoz en cuello haber sido “hecha por el hombre” y, pese @ ello (0 ‘quizé, gracias ello), fuera abrazada y obedecida por todos lasseres bi manos racionales. Por otra parte, la busqueda munca concluyé tras el *arreglo racional de convivencia humana”, una serie de leyesy una so- <2) Gedad concebidos de manera tal que los individuos, si bien dejacdos a ¥ sulibre albedrio ya hacer sus elecciones, preferentemente elegirian lo correcto y bueno en ver de lo incorrecto y malo. Podriamos decir que aun cuando la circunstancia existencial de hombres y mujeres en las condiciones de la vida moderna era notoria mente distinta de lo que habia sido antes, a vieja suposicién —que el libre albedrio solo se manifiesta en las elecciones equivocadas, que la libertad, si no se mantiene a raya, siempre cae en el libertinaje y, por ende, es, 0 podria convertirse, en enemigo del bien— siguid predomi- nando en la mente de los filésofos y en la practica de los legistadores. La suposicion técita —y virtwalmente sin excepciones— del pensa- iento ético moderno y de la practica que recomendaba era que, al dejar al individuo en libertad —y, forjado en las condiciones moder- no podia sino ser libre— deberia impedirsele utiizarla para bia Ger el mal. Lo anterior no resulta sorprendente: si las cosas se ven “des: ‘de arriba”, como lo hacen aquellos responsables de “manejar la sociedad”, los guardianes del “bien comin’, la libertad individual es sin duda un motivo de preocupacién. Resulta sospechosa desde el principio, debido a la absoluta impredecibilidad de sus consecuencias Y por ser una fuente constante de inestabilidad; de hecho, es un ele- mento de caos que debe frenarse si se quiere tener y asegurar el or- 0 den. Yia vision de fildsofos y gobernantes no podria ser otra que la ® “perspectiva desde arriba”, la vision de quienes tienen la tarea de le- © gislar el orden y frenar el caos. Conforme a esa vision —asegurar que los individuos libres actiten de manera correcta— era necesario po- _ner en prictica algin tipo de coaccién. Sus impulsos inconvenientes 'Y potencialasente perversos debian frenarse desde el interior o desde 4 ZYGMUNT BAUMAN ¢l exterior; ya fuera por los propiosactores, mediante el ejercicio de su “mejor juicio” (suprimiendo sus instintos con ayuda de sus facultades racionales), o bien exponiéndolos a presiones excernas racionalmente disefiadas, que se encargaria de asegurarles que “el mal no paga”, con fo cual, por lo general, se los desalentaria de hacerlo. ‘Ambas vias estaban, en realidad, intimamente vinculadas. Si los in- dividuos carecieran de facultades racionales, no reaccionarian de ma- nera adecuada a estimulos y alicientes externos, yes intentos por ma- nipular recompensas y castigos, por mas habiles ¢ ingeniosos, serian cen vano. Desarrollar la capacidad de juicio individual (entrenar a los, individuos a ver qué los beneficia y perseguir dicho beneficio una ver, que lo vieron) y administrar los riesgos de tal manera que la biisque- da del interés individual instara a obedecer el orden que fos fegisla- dores deseaban instaurar debjan considerarse como condicionantes ycomplementos: tnicamente tenian sentido juntos. No obstante, po- tencialmente estaban en pugna. “Desde arriba”, el juicio individual nunca pareceria del todo confiable, sencillamente por e] hecho de ser individual y por sustentarse en una autoridad ajena a la de los guardianes y portavoces del orden. Ylos individuos con una verdade- raautonomia de juicio posiblemente resentirian y resistirfan la inter- ferencia, tan slo por ser tna interferencia. La autonomia de los in- dividuos racionalesy la heteronomia de la administracién racional no podian separarse, auunque tampoco podian cohabitat en paz. Estaban vinculadas para bien o para mal, destinadas a chocar y pelear incesan- temente, sin fa posibilidad de alcanzar una paz duradera. El conflic- to que su cercania nunca dejé de generar siguié sedimentando, en un extremo, la tendencia anarquica de rebelarse contra las reglas por considerarlas una opresién y, en el otro, la vision totalitaria que resul- taba una tentacién para los guardianes del “bien comin”, Esta situacion aporética (“apotia”: brevemente, contrat no puede superarse, que resulta en un conflicto sin solucién) debia seguir siendo el destino de la sociedad moderna, un artificio recono- ido como “hecho por el hombre”, cuya marca indeleble de moder nidad era noadmitir que ese destino «ra irreparable. Una caracteris- tica de Ja modernidad, quizé la definitoria, era que la aporia debia reducirse a un conflicto atin no resuelto pero que, en principio, po- fa resolverse; una molestia temporal, una imperfeccién residual en el camino de fa perfecci6n, una reliquia de la sinraz6n en la via del gobierno de la razén, un lapso momenténeo de la razén que pronto WeTRODUGCION 6 se rectificaria, un signe de ignorancia aim no superada de los “mds ap- tos" con respecto a los intereses individuales y comunes, Un esfuerzo iis, un logro més de la raz6n, y se alcanzaria la armonia para nunca mis perderla, La modernidad sabia que estaba herida de muerte, pe- ro pensaba que la herida era curable. Por ende, nunca dejé de buscar paliativos. Podriamos decir que siguié siendo “modernidad” en tanto se rehus6 a abandonar esta creencia ya hacer el esfuerzo. La moderni dad se refiere a la solucién de un confficto y a no admitir contradiccio- nes, salvo en el caso de conflictos que estén a punto de resolverse. =. Elpensamiento ético moderno, en colaboracién con la legislacién ‘moderna, se abrié paso a una solucién tan radical bajo Ia doble ban- dera de la universalidad y los fundamentos. |. Ena practica, los legisladores consideraban que Ta wniversalidad | erala regla sin excepcidn de un grupo de leyes que prevalecian en un _; determinado territorio sobre el cual se extendfa su soberania. Los filésofos definian la universalidad como una caracteristica de pres: * cripciones éticas que obligaban a cada ser humane —tan s6lo por ser humano—a reconocerla como valida y aceptarla como obligatona ‘Ambas universalidades se guifiaban el ojo sin llegar a una verdadera fx sién. No obstante, cooperaban, de manera cercana y fructifera, aun sin existir un contrato firmado y guardado en los archivos o en las Biblio tecas universitarias, Las practicas (0 intenciones) coercitivas de los le- gisladores para lograr Ia uniformidad proporcionaron el “sustento epistemolégico” sobre el que los filésofos construirfan sus modelos ~ universales de naturaleza humana, y el que los filésofos lograran j~ Tnaturalizar” el artificio cultural (o mas bien administrativo} de los Jegisladores ayudé a representar el modelo legalmente construido ‘del sujeto-estado como la personificacin y el epitome del destino humano. Conforme a ta practica de los legisladores, los fundamentos consis ‘tian en los poderes coercitivos del estado, que hacian posible la obe- diencia a las reglas. La regla estaba “bien fundamentada” ya que se apoyaba en dichos poderes, yla fundamentacién se reforzalya con le eficacia del apoyo, Para los fildsofos, una regla bien fundamentada era aquella que creian, 0 estaban convencidas de seguir, por una u ‘otra razé6n las personas que se esperaba que la siguieran. “Bien fan- damentadas” se consideraban las reglas que ofrecian una respuesta ‘ t ( ( t ( { t , ( ( r ( z ZICMUNT BAUMAN convincente a la pregunta, “spor qué debo obedecerlas?" Ydicha fun- damentacién resultaba imperiosa, ya que individuos auténomos que enfrentaban diversas exigencias de cardcter legal y ético gencraimen- te hacian esa pregunta, sobre todo, “zy por qué debo ser moral>” De cualquier manera, tanto filésofos como legisladores se esperaban es. ‘a pregunta, ya que ambos pensaban o actuaban conforme al mismo supuesto de que las reglas buenas son las diseftadas de manera artifi- cial, conforme a la misma premisa de que los individuos, cuando se Jos deja en libertad, no necesariamente se apegarin a las reglas bue- nas sin un poco de guia, y conforme al mismo principio de que para actuar con moralidad, los individuos deben primero aceptar las reglas de conducta moral, lo que no sucederia si no se los persuadiera de que actuar moralmente cs mas agradable que actuar sin moral, y que Jas reglas que se les pide aceptar de hecho mencionan explicitamen- te lo que significa una conducta moral. Una vez mas, como en el ea so de la universalidad, las dos versiones de “fundamentos”, aun sin merclarse, se complementaban. La creencia popular de que las reglas ‘estan bien justificadas facilitaria la tarea de las agencias coercitivas, en tanto que la presin incesante de las sanciones legales inyectaria vida cen las venas secas del argumento filoséfico. En general, la busqueda perseverante e incesante de reglas que “fun- cionen” y fundamentos que “no se tambaleen” se inspiré en la fe en la factibilidad y cl triunfo del proyecto humanista. Una sociedad libre de ‘contradicciones inamovibles, una sociedad que sefiala un camino —co- mo lo hace la légica— snicamente para corregirsoluciones, podria cons- truirse con el tiempo y la buena voluntad. Puede, y debe, encontrarse la idea correcta y el argumento final. Ante una fe semejante, los dedos que- madosno dolerfan demasiado, no habria situaciones extremasy el fracar 50 de las esperanza de ayer alentaria alos exploradores a realizar un es- fucrzo mayor.Se demostrarfa que cualquier supuesta receta “a prueba de tontos” es equivocada, y por ende se rechazaria, aunque no la bisque ‘da misma de una receta verdaderamente a prueba de tontos que, en tik {ima instancia, pondria fin a una biisqueda posterior. En otras palabras, el pensamiento ya practica moral de la modernidad estaban animadas por la creencia en la posibilidad de un eéidigo dizo no ambivalentey no apo ritico. Quizis atin no se haya encontrado ese codigo, aunque seguramen- te esti por aparecer, si no de inmediato, en el futuro cercano. La incredulidad en esa posibilidad es justamente lo pasmoderno, “pos” no en sentido “cronol6gico” (de desplazar y sustituir la moder- armovuccron “ niidad, de nacer al momento en que la modernidad tetmina y se des- vanece, de hacer imposible la visién moderna una vex que queda in- defensa), sino en el sentido de que a manera de conclusién, de mere premonicin, los esfuerzos que la modernidad ha realizade durante tanto tiempo estaban desviados. erigidos sobre bases falsas y destina- dos, tarde 0 temprano, a agotarse. En otras palabras, que sin lugar a Guda, la propia modernidad demostrara (si ain no fo ha hecho) sw “SS iposbilidad, lo vano de sus esperanzas y el desperdicio de esfuer- 208, El e6digo ético a prueba de tontos —con fundamentos univers "Tes ¢ inamovibles— nunca se encontrard y, después de habernos que- ‘mado los dedos con demasiada frecuencia, ahora sabemos lo que no © sabjamos entonces, cuando nos embarcamos en ese viaje de explora: % cin: que una moral no aporética, no ambivalente, una ética univer ‘aly con “fundamentos objetivos" ¢s una imposibilidad practi, qui- in un oximoron, una contradiccién, ‘Explorar las consecuencias de esta critica posmoderna a las ambi-\ ciones modernas constituye el tema medular del presente estudio. ‘Sagiero que las siguientes son las marcas dela condicién moral, tl co- ‘mo aparecen una vez contempladas desde la perspectiva posmoderna, 1. Lasafirmaciones, contradictorias, aunque por lo general hechas ‘con igual conviccién: “El ser humano es esencialmente bueno, y tini- ‘camente debe ser guiado para actuar de acuerdo con su naturaleza” y "Elser humano es esencialmente malo, y debe impedirsele actuar conforme asus impulsos” son equivocadas. En realidad, el ser huma- no es ambivalente en términos morales y la ambivalencia reside en el coraz6n de la “escena primaria” de la interacei6n humana. Los arre- los sociales posteriores —instituciones apoyadas por el poder asi co- mo reglas y deberes racionalmente articuladas y ponderados— esgri- men esa ambivalencia como el elemento medular a la vez que {ntentan limpiarla de su pecado original de ser una ambivalencia. Los esfucrzos posteriores fueron ineficaces o exacerbaron el mal que querfan desarmar. Debido ala estructura primaria de la convivencia humana, una moralidad no ambivalente es una imposibilidad exis- tencial, Ningiin cédigo ético légicamente coherente puede “adaptar- > Se" ala condicion esencialmente ambivalente de la moralidad, como tampoco ésta puede ser "desbancada” por la racionalidad; cuando mucho, puede silenciarla y paralizarla, propiciando tal vez que las 18 2VGMUNT BAUMAN oportunidades de “hacer el bien” no se fortalezcan, sino que se debi- liten mas que en otras circunstancias, Por consiguiente, no puede ga- rantizarse una conducta moral, al menos no con contextos mejor di- Sefiados para la accién humana ni con motivos de accién humana mejor formades. Necesitamos aprender @ vivir sin estas garantias, conscientes de que éstas jamés podran darse; que una sociedad per- fecta, al jgual que un ser humano perfecto, no es una posibilidad viae ble, y que los intentos por demostrar lo contrario no sélo resultan en mds crueldad sino, ciertamente, en menos moralidad 2, Los fenémenos morales son esencialmente “no racionales”. Uni- camente son morales en tanto preceden la consideracién de propésito Yel eéleulo de pérdidas y ganancias, porlo cual no se ajustan al esque- ima de “los medios justfican el fin”. Asimismo, escapan a cualquier ex- plicacién en términos de utilidad o servicio que puedan proporcionar ‘se pretenda que proporcionen al sujeto moral, al grupo o a la causa. No son regulares, repetitivos, monétonos y predeciblesy, por ende, no pueden sepresentarse como una guia deregias. Yes sobre todo por csta raz6n que no pueden set abarcadias por ningén “cédigo ético”. La éti- a se amolda al patron de ia ley. Tal come hace la le, intenta definir ls acciones “propias” ¢ “impropias" en situaciones que califica. Se fija pa va siel ideal (rara ver, si acaso, alcanzado ea la practica) de maquinar definiciones exhaustivas y claras que deriven en reglas nitidas para clegir entre lo propio y lo impropio, sin dejar ninguna zona gris de ambivalencia ¢ interpretaciones méltiples, En otras palabras, supo- ne que, para cada situacién, una eleccidn puede y debe decretarse co- ‘mo buena, en oposicién a numerosas malas. Asi, al actuar en cualquier situaci6n, puede ser racional en tanto que los actores son —como de- berian ser— también racionales. No cbstante, esta suposicién deja de lado lo que es propiamente moral en la moralidad. Desplaza los fe- némenos morales del émbito de la autondmia personal al de la hetero- ‘nomfa apoyada en el poder, Susticuye el donocimiento de reglas apren- didas por el yo moral formado en JA responsabilidad. Coloea la responsabilidad en los legisladores y guardianes del c6digo, mientras que anteriormente habia responsabilidad con e] Otro y con la autocon- ciencia moral, el contexto en el que se adopta una postura moral 3. La moralidad es incurablemente aporética, Pocas elecciones (y s6lo aquellas relativamente trviales y de menor importancia existen- mo aparece en exe libro, iene un significade distinto: se opone ala = ‘Version concreta de universalismo moral que, en la épeca moderna, "se convirtié en una declaracién apenas disfrazada del intento de pro- Seo) mover la Gleichschaltung, esto ¢s, una ardua campaiia para aplastar las diferencias y, sobre todo, eliminar las fuentes “salvajes"—auténomas, ‘stridentes ¢ incontroladas— de juicio moral. Aun cuando se recono- cela presente diversidad de creencias morales y acciones promovidas desde las instituciones, asi como la pasada y persistente variedad de 2B vc MUNT BALAN éticos y de las précticas morales que recomiendan 0 apoyan, como el desenlace del parroquialismo politica de los cédigos ticas que preten- den ser universales, mas no asi de la condicién moral “no codificada’ y de la conducta moral que denunciaron corto parroquial. Son los codigos ticos los que estin plagados de relativismo, y esa plaga no es sino la reflexién 0 e! sedimento del parroguialismo tribal de los po- {eres institucionates que usurparon la autoridad ética. Superar la va- riedad extendiendo el alcance de un determinado poder institucio- nal, politico o cultural (como exigian al unisono los luchadores ‘modernos en contra del relativismo moral) sélo puede Mevar a susti- tuir atin més la ética por la moralidad, el cédigo por el yo moral, la heteronomia por la autonomia, Lo que ha logrado la perspectiva pos- moderna al rechazar las profecias de fa inminente llegada de la uni- versalidad apoyada en el poder es romper el grueso velo del mito pa- ra llegar a la condicién moral comin que antecede los efectos diversificadores de la administracién social de la capacidad moral, sin ‘mencionar la necesidad sentida de una “universalizacién” administra: a de manera similar. Cabria pensar en una unidad moral que abar~ que a toda la humani¢ad, quiza no come el producto final de la glo- balizacion del dominio de los poderes politicos con pretensiones éticas, sino como el horizonte utépico de la deconstruccion de afir- maciones tales como “después de mi el diluvio” que hacen los estar dosnacién, las naciones en busca del estado, las comunidades tradi- cionales y aquéllas en busca de una tradicién, tribus y neotribus, ast ‘como sus portavoces y profetas designados autodesignados; como la perspectiva remota (), por ende, wtépica) de la emancipacién del yo moral auténomo y la reivindicacién de su responsabilidad moral; co- ‘mo un prospecto de yo moral que ve hacia adelante, sin caer en la ten- tacién de escapar de la inherente e incurable ambivalencia en que esa responsabilidad lo arroja y que se ha convertido en su sino, y que sic gue esperando convertirse en su destino. Allo large de! libro, sc analizaran estos temas, en cada capitulo desde un angulo diferente. Cabe advertir al lector que como re- sultado de este andlisis no surgiré un cédigo ético, como tampo- co podria contemplarse ningiin cédigo ético a la luz-de lo que se desarrollara en el camino. El tipo de comprensién para la condici6n del yo moral que concede el punto de vista posmoderno éificilmen- te faciltard la vida moral. A lo mids que puede aspirar es a hacerla un poco més moral, By Siel mundo natural esté regido por el destino y la casualileByyel murido téenico por ta racionalidad y la entropia, el mundo social sino cexistr en el lemor y el estremecimiento Daniti, BELL “Escierwo que cuanto més necesitamos ciertas cosas, mis dificil es con- _sequirlas. E indudablemente esto se aplicaa las reglas éticas comiin- “inente acordadas, las cuales cabria ctperar que también sean comtin- “Inente observadas; reglas que podrian guiar nuestra conducta con los sla nuestra hacia los otras y, simuliineaments, la de los otros h ia nosotros— pata sentirnos seguros en la presencia de los demas, ‘gyodarnos macuamente, cooperar de manera pacifica y obtener de la FF crecencia de los demas un placer Uibre de temor y de sospecha {+ Todos los dias nas percatamos de la urgente neccsidad de tales re- ‘las. En nuestras actividades cotidianas, pocas veces encontramos (por Tp menos, Ja mayorfa de nosotros) una naturaleza no domesricada en ‘sx estado pristino, no maleado ni moldeado por la fuerza; rara vez en ontramos artefactos técnicas que no sean cajas negras estrechamen- te selladas con sencillas instrucciones de operacion. No obstante, vt z. Yimos y actuamos en compafifa de una multitud aparentemente ® interminable de seres humanos, vistos 0 adivinados, conocidos y des- [Sonocidos, cuya vida y acciones dependen de lo que hacemos, a st ‘i, influyen en lo que hacemos, en lo que podemos hacer y deberia- * nos hacer; odo ello de maneras que no comprendemos i podemos ‘anticipar.! Con semejante vida, el conocimiento y la capacidad moral ‘31 Bn palabras de Danie! Bellen nuerro mundo —ueé! prefer desir como “pos Industrial —, a gente we cada ver mis fuera de nataera y menos eon maguinara © 8E Yarefcy slo en con cuon yo enetenran ene los. Diane a mayo Pe SE ahora humana, la reaidad es nariralea..En fos ukimas 10 af, a readed se ‘Navueto la ecnica, ls herramiensasy as cosas heh por el hombre, un evando sels ‘ua dado tuna exbsencia independiente ers del mundo cosfcao del home. Ahora, read ween voliendo Unicarmente el mundo social” ("Culture andrelgionn pee * Winstial age Ein am Ag of Povasie Technolgy, Mein Keancbeg,Bosler Wet (23) 7 ZyEMUNT RAUMAN son necesarios con més frecuencia y urgencia que el conocimiento de las “leyes de la naturaleza”o las habilidades técnicas. Empero, no sa- bemos dénde obtenerlas, y en caso de que estén disponibles en algin lado, es dificil que confiemos en ellas ciegamente. Como dijo Hans Jonas, uno de los observadores mas profundos de nuestro predica- mento moral actual, “nunca hubo tanto poder aunacio a tan poca guia para usarlo... Tenemos la mayor necesidad de sabidul nos creemos en ella"? Esta discrepancia entre oferta y demanda es, en esencia, lo que se hha descrito recientemente como la “crisis ética de Ia posmmodernidad”, Muchos dirian que la crisis data de tiempo atras, y que més bien de- berfallamérsele la “crisis ética de la €poca moderna”. Pero al margen del nombre, la crisis ticne dimensiones précticas y teéricas, ‘cuando me- INCERTIDUMBRE MORAL Una de las dimensiones prcticas de la crisis deriva de la magnitud del poder que tenemos. Lo que hagamos noxatros u otros puede te- ner consecuencias de largo alcance y duracién, que posiblemente no ‘veamos directamente ni podamos predecir con claridad. Entre los he- chos y su desenlace hay una gran disiancia —tanto temporal como e- pacial—que es imposible imaginar con nuestra capacidad de percep- cién comin; por ello, dificilmente podemos medir la calidad de nuestras acciones conforme a un inventario de sus efectos.* Lo que vice Pe, 160, yp 868, Lav rand enrnine de Bel ra ens {tar Gu precens prea aa vceptmorqu le ener ase de ‘Teltat lupe misc eusene inne dels era evel hapa te "sone, Plat ay em nn et hg Mn, ge cs fene Ha Shepp Te ert * patho Gren oe a dire moderidcomount "aku die go" “concep de eg cs frdamenl pan la anersen quent aren eget fone operon nce optic onde norEmunomorl ene ‘pacpco no pong w See nomen haa eae ne pope ee certge qc pncscaee stereo cnentren’ (Menon Sian i Sn ny Mao ge Caoge Fy Press IBY ps 34) No Stwant enn eu ponrororelr ego qurgenerla in se jen cledadercomenpordncw compl rene ion po oti ep thems) ich ec que“nepaenovndenlo que ess ied RESPONSABILIDAD MORAL, REGLAS ETICAS 25 nosotros u otros hagamos tendra “efectos secundarios”, “consecuen- Gias inadvertidas”, que podrian sofocar cualquier buena intencién y provocar desastres y sufrimiento que nadie desearia ni adivinarfa; mas dain, podria afcetar a personas a las que nunca conoceremos, por le- jos que viajemos o mucho que vivamos, Podriamos perjirdicarlas (0 ‘llas perjudicarnos) inadvertidamente, por ignorancia més que por intencién, sin que nadie en particular desee un mal, actite de mala fe o pueda ser acusado de conducirse en contra de la moral. Es impos ble que abarquemos la escala de consecuencias que podrian derivar- se de nuestras acciones con la imaginaci6n moral que tenemos. Tam- bign resultan impotentes las pocas pero probadas y confiables reglas éticas que hemos heredado del pasado y nos ensefiaron a obedecer Después de todo, nos dicen cémo acercarnos @ Tas personas y como decidir qué acciones son buenas (y por ende, deberiamos hacer) y cuales son malas (y deberiamos evitar), dependiendo de sus efectos visibles y predecibles en ellas. Pero ni siquiera si cumpliéramos las re- glas con el mayor escraipulo y todos los que nos rodean las observa. ran podriamos estar seguros de evitar consecuencias desastrosas. Sen- cillamente, nuestras herramientas técnicas —el cédigo de conducta moral, e} conjunto de reglas que seguimos— no fueron hechas a la medida de nuestro poder actual a rigurosa divisién del trabajo, la experiencia y las funciones re- queridas en nuestra época (y de las cuales se siente tan orgullosa) de- sembocan en otra dimensién préctica: basicamente cualquier cosa que hagamos involuera a muchas personas, cada una de las cuales de- sempefia una pequeia parte de la tarea general. De hecho, la cant dad de personas involucradas ¢s tan enorme que nadie podria adju- aicarse, con raz6n y conviccién (ni podria asignérsele a nadie) Ta “autora” (0 Ia responsabilidad) del resultado final: un pecado sin ‘odestruye la naturaleza con nuestos ojos o semtimientos". Los efectos “eaapan com plesamentea la cepacided humana de la percepcién directa, Cada verse enfocan mas fos iesgos que no son vsibles ni percepbls para las vievimas;riesgos que, en algunos ‘itor, tl ver ni siquers sucedan durante la vida de los afectados, sino en la época de surhijoe” (Risk Soca: Toward « Now Moderns Mark Rite, rad, Loncres Sage, 1992, 27). Tales riesgos no son, ni pueden ser, parte del cAleulo que antecede al acto; es dn ausentes de los motives y las intenclones de la 2ccibn. Lo efecios nocivos dela ac- ga humana nes dtenconadery, por eonsiguiente, no es posible saber con certidurm bre cémno podria evtarlos una persona moral. Tampoco sibemos como pueden ser ‘objeto incluso de una evaluaciGn moral expos fact, que se les atrivuye 3 aciones mo- iva ee ZACMUNT BALIAN pecadores, un delito sin delincuentes, una culpa sin culpables. Ponta el elt fla por as dein sn encom 30 Fe fugio natural. O, mas bien, la culpa esta an extendida que ni el mas sincero eserutinio de la propia conciencia ni el arrepentimiento de cualesquiera de los “actores parciales” lograria cambiar mucho el es- {ado final de las cosas. Debido a esta impotencia, muchos acabamos Porereer en a nidad de lesexfuerics humanos”y por cosiderar Rountree ac un escrutinio propio ni estar dis Mas atin, el trabajo que reatizarnos durante nuestra vida esté dividi do en muchas tareas pequefias, cada una realizada en un lugar diferen- te, entre personas distintas, en momentos diversox. Nuestra presencia en cada uno de estos escenarios es tan Fagmentada como latarea mis ma. En cada escenatio desempefiamos un “papel”, uno de los tantos {que tenemos, pero ninguno parece atrapar “nuestra totalidad”, y nin- guno es idéntico a lo que “verdaderamente somos” como individuos “integros" y “inicos”. En tanto individuos, somos insusticuibles, mas no como actores de cualesquiere de estros diversos papeles. Cada papel viene con su descripcion adjunta, que estipula exactamente qué traba- Jo debemos realizar, cuando y cémo. Cualquier persona que conozca la descripeién y domine las habilidades que el trabajo requiere, puede ha- cerlo. Por consiguiente, no habria un cambio mayor si yo, el actor de un papel especifico, decidiera salirme; otra persona llenaria de inme- diato el hueco que dejé. “Alguien mas lo hard, de todos modos’, afir= ‘mamos tanquilos —y no sin razén—cuando se nos pide hacer alguna cosa que nos parece desagradable 0 sospechosa, desde un punto de vis ‘a moral. Una vez mas, la responsabilidad queda “flotando” o, mas bien —tendemos a afirmar— queda en el papel, no en la persona que lo de- sempefia. Vel papel no es el “yo", sino tan s6o las ropas de trabajo que nos ponemos mientas lo desempeiamosy nos quitmos cuando con cluye nuestro turno. Una ver en overol, todos Jos que lo portan se ven exirafiamente parecidos. No hay “nada personal” en el overol, ni en el trabajo que realizan quienes fo visten. Mas no siempre tenemos esa sensacién; no todas 1as manchas in- herentes al trabajo se quedian tinicamente en el overol. A veces tene- mosla desogradable sensacién de que un poco de lodo nos salpieé el cuerpo, 0 el overol esti demasiado pegado a nuestro cu demos quitanenlo ficient y dejo en el vesidor Vena eon preocupacién bastante dolorosa, aunque 1 la tinica. F: RESPONSABILIDAD MORAL, RECLAS ETICAS 2 2 gun silogramos cerrar bien los vestidores, de manera que nuestros * papelesy nuestro “verdadero yo" se mantengan independientes —co- Jno se nos dice que podemnos y deberfamos hacer— Ia preocupacién ino desaparece, sino que ¢s sustituida por otra. El cédigo de conduc: tayla guia de elecciones que se adjuntan al papel no pusden ampliar se de manera que abarquen el ‘verdadero yo". Este es libre; éste es un 5 motivo de regocifo, aunque también de no poca agonia, Aqui, lejos ©S de los “papeles” que debemos desempeiiar, somos de hecho “noso- tuos mismos", y por consiguiente nosotros, y solo nosotros, somos res- ponsables de nuestros actos, Podemos elegir ibremente, guiados tan =$2 sélo por lo que consideramos digno de lograr. Pero muy pronto en. S conuramos que esto 10 nos facilita fa vida, Depender de las reglas se ha vuelto un habito, y sin €l overol nos sentimos desnudes c indefensos. PAI regresar del mundo “exterior” en el que otros asamieron la respon gabilidad (0 nos aseguraron que lo habjan hecho) de nuestro trabajo, a ahora desconocida responsabilidad es, por falta de habito, dificil de sobrellevar. Con mucha frecuencia deja un regusto amargo y s6lo ® se acumula a nuestra incertidumbre. Echamos de menos la response Dilidad cuande se nos niega, pero una vez que nos la devuelven la ser "> timos como una carga demasiado pesada para llevarla soles, Por con- siguiente, echamos de menos lo que antes resentiamos: una autoridad nds fuerte que nosotros, en la que podamos confiar 0 que debamos abedecer, que avale la conveniencia de nuestras elecciones y asi, por lo menos, comparta algo de nuestra “excesiva” responsabilidad. Sin ‘esta autoridad, podemos sentirnos solos, abandonados, dewvalidos. ¥en nuestro esfuerzo por escapar de la soledad y la impotencia, es- talmos dispuestos a desbacernos de nuestro yo individual, ya sea por sumision a nuevas formas de autoridad 0 adaptandonos compulsi- 2 vamente a los patrones establecidos”* © En las miiltiples situaciones en las que la eleccién de qué hacer re- ‘cae en nosotros, en vano buscamos reglas sélidas y confiables que nos reafrmen que, de seguirlas, estaremos ert lo correcto. Con tod ei a- “ma descarfamos cobijarnos bajo ellas, aun cuando sabemos muy bien "que no nos sentiriamos cémodos si se nos obligars a cumplitlas. Pare cé, empero, que hay demasiadas reglas para sentirnos cmodos: ha- lan en diferentes voces, una ensalza lo que la otra condena. Chocan |. 1 contradicen, y cada una reclama Ja autoridad que las otras le nie~ Reich Fromm, The Pear of Pedi, Lontres, Rontledge, 1960, p, 116 (Emit 6 la lterted, Benes Aires, aids, 1989) 28 ZYGMUNT BAUMAN gan. Tarde o temprano percibimos que seguir las reglas, por escrupu- Josamente que lo hagamos, no nos salva de la responsabilidad. A fin de cuentas, cada uno de nosotros debe decidir cuales de las reglas en conflicto obedecer y cuales desechar. La eleccién no radica entre se- Buirlaso romperlas, ya que no hay un solo grupo de reglas que deban obedecerse 0 romperse. Mas bien consiste en decidir entre diferen- tes grupos de reglas y diferentes autoridades que las predican. Por ello, no podemos ser verdaderos “conformistas", por mas que quera- ‘mos sacudirnos la pesada carga de la responsabilidad personal. Cada acto de obediencia es, y s6lo puede ser, un acto de desobediencia; y sin una autoridad lo bastante fuerte o valiente para descalificar fas otras y reclamar el monopolio, no resulta claro cual de ellas desobe- decer es el “mal menor’. Con tal pluralismo de reglas —y nuestra época se caracteriza por el pluralisimo— las elecciones morales —asi como la conciencia moral ‘que dejan como secuela— nos parecen intrinseca e irreparablemen- tc ambivalentes. Vivimos tiempos de wna fuerte ambigiiedad moral, que nos offece una libertad de clecci6n nunca antes vista, aunque tam- bién nos lanza.a.un estado de incertidumbre inusitadamente agobian- (e, Afioramos una guia confiable para liberarnos al menos de parte del espectro de la responsabilidad de nuestras clecciones. Mas las au- toridades en las que podriamos confiar estén en pugna, y ninguna pa- rece tener el suficiente poder para darnos el grado de seguridad que buscamos. En tltima instancia, no confiamos en ninguna autoridad, por lo menos no plenamente ni por mucho tiempo, y nos resulta ine. vitable sentir desconfianza de cualquiera que proclama infalibilidad. Yéste es el aspecto prictico mas agudo y sobresaliente de lo que con Justicia se describe como la “crisis moral posmoderna’. UN DILEMA ETIC0 Hay una resonancia entre las ambigiedades de la practica moral y el "ma de la ética, la teoria moral la erisis moral repercute en una cri- sis ética. La ética —un cédigo moral que desca ser el cédigo moral, el “nico grupo de preceptos coherentes que deberia obedecer cualquier Persona moral-— considera que la pluralidad de caminos ¢ ideales es tun reto,y que la ambivalencia de ju jos morales es una situacién pa- RESPONSABILIDAD MORAL. REGLAS ETICAS 29 tolégica que debe rectificarse, Durante la época moderna, tos esfuer- 208 de los filésofos morales se abocaron a reducir el pluralismo y per seguir la ambivalencia moral. Tal como sucedia con la mayoria de hombres y mujeres que vivian en condiciones de modernidad, fa ét- ca moderna buscaba una salida del predicamento en el que la prictt- ca cotidiana habia arrojado a la moralidad moderna En un principio, la Negada del pluralismo —romper el motde de la wadici6n, escapar del estricto y escrupuloso control del parroco y Ja comunidad local, liberar la presiGn del monopolio ético de la Igle- sia fue recibida con alegria por la minoria pensante que debatia y escribia, Ante todo se observ el efecto emancipador del pluralismo: ahora los individuos ya no serian moldeados de manera inmutable por el accidente del nacimiento, ni mantenidos a raya por el peque- fio grupo humano al que casualmente fueron asignados, El nuevo sen- timiento de libertad era embriagador, y se celebraba y disfrutaba a pla- cer. Giovanni Pico della Mirandola celebré profusamente el delirio de los filésofos “en su conclusién de que el hombre es tan libre coma feo SE et ele pecs ieteipatal ed esearnocenseacine Seen neuen Soe oes a na Se a emer ee eee eee ney pie teeta nice er eereerarrr poe eens ela cae nena coun eccseeet cman ame ace ee eco eee cee ocean enone aia! Se nieces ceetaee es eee ne Soon enone ne oc Meee ae eta aches cere tear ctenvens Soe pace eran Sots eee cece patent Seen recemig hte tec nee acca ee are ee ca cence Shennan nbd came Seanteleec cee mcnee ncn. eee rac eee Wedel wen oodles Se erce ce wien erect Santana emcee rn paren rrr ramen ee ed ogee aang = 30 ZYGMUNT BAUMAN claire para ser lo que dese’. La a -S La imagen que mas fascinaba a los pen- sadores del Renacimiento era Proteo, de quien Ovidio escribid en su Metamorfosis (vii 7) La gente lo ha visto en algunas ocasiones en la forma de un joven, en otras transformada en leén; a veces se les aparece como un jaball salvaje, o bien ‘como una serpiente, que se niegan a tocar; en otras ocasiones los cuernos lo transforman en toro. Muchas veces se lo vie como piedra, 0 Srbol. “La imagen del hombre como camaledn que posee les misteriosos poderes de adaptacién inmediata de ese animal cs una constante en ste perfodo, al punto de la trivialidad”, es como Stevie Davies resu me el folclore filoséfico det Renacimiento, la alborada de la época moderna.” Al instruir a los mas notables de su tiempo en el arte de ceducar a sus hijos, Erasmo les aseguraba que los seres humanos “no nnacen sino se hacen”. L2 libertad significaba el derecho —y la capa- cidad— de hacerse a si mismo, De pronto, el destino propio —cuya Srania se Iamentaba ose aceptaba a regafindientes apenas ayer— pa recié maleable en manos del hombre consciente, como si fuera barro ‘en las manos de un escultor habil. “El hombre puede hacer cualquier cosa si quiere”, prometia incitante Leén Bautista Alberti; “podernos ser lo que queramos’, anuncié emocionado Pico della Mirandola. Les ‘humanistas" del Renacimiento, como dijo John Carroll en su estue dio reciente sobre los altibajos hist6ricos de su herencia, “intentaron sastituir a Dios por el hombre, colocar al hombre en el centro del uni- verso, deificario”* Su ambicién era nada menos que fundar en la Tie- rraun orden enteramente humano que pudiera erigirse tan sélo con la capacidad y fos recursos humanos. Empero, no todos los seres humanos estaban igualmente dotados. Los humanistas militantes del Renacimiento celebraban la libertad de los pocos elegidos. Lo que Marsilio Ficino escribié sobre cl alma que en parte esta suspencida en la eternidad y en parte en el tiem- po (a diferencia det cuerpo, sumergido tinicamente en el tiempo)— se consideraba una metafora de la sociedad humana. Esta iltima se “aed iso sobre a dpsed del hombre” (1572); tado.en ingles or Seve Da x, Reais Vw of May Manchenes Unive Pres, 197 pp 248, Devs Vin gf Hon 7 " Vease John Carroll, Humanisn: The Rebirth end Wreck of Wester Fontana, 1993, prélogo, ee RESPONSABILIDAD MORAL, REGLAS ETICAS, 31 dividia entre lo inmortal y lo mortal, lo eterno y lo pasajero, lo eleva: do y lo prosaico, lo espiritual y 1o material, ‘0 creativo y lo exeado, el hhacer y el suftir, el actuar y lo inerte, Ciertamente, algunos cuantos podian desplegar la impresionante capacidad humana al servicio de Inlibertad, la ereacion propis y la autolegislacién. No obstante, hahfa sun rebaiio crédulo y desdichado, destinado al servilismo", como lo describié John Milton a las masas. El Renacimiento, el tempo de Ia emancipacidn, también era el tiempo del gran cisma. {La élite se emancipaba de la “otra parte” de su ser, la “animal” ono suficientemente humana, Ia ignorante y dependiente, que s€ pro- yectaba de inmediato en le menu peuple, sea, las “masas” vulgares y ‘isticas que, a los ojos de la élite autoliberada, reunfan todos estos horrendos y repugnantes sintomas de animalidad en el ser huma~ no. Como dijo Robert Muchembled, el acucioso especialista del “gran cisma’, ja élite autocivilizadora rechazaba todo lo que le pa recia “salvaje, sucio y lascivo, con el propésito de vencer estas tent ciones en ella misma”. Las masas, al igua: que los demonios inter- ros que esta élite en autotorinactén deseaba exorczar, eran “juzgadas brutales, sucias y absolutamente inncapaces de frenar sus pasiones ¥, por ende, resultaba imposible verterlas en un molde civilizado”.? Se- Ha irrelevante preguniar qué fue primero: zacaso ese celo autocnno- blecedor provocado por la depravacién rampante de los “otros”? 0 ‘seria que las “masas” resultaban a los ojos de la “minoria pensante” ‘cada ver mas lejanas, atemorizantes ¢ incemprensibles ya que, en st esfuerzo por cultivars, a élite proyectabaen ellos su temor intimo a las pasiones burdas que acechaban siempre bajo la capa de “humani- dad” recién pintada? Cualquiera que hubiera sido el caso, las lineas de comunicacin entre las regiones “altas”y “bajas” de la jerarquia se rompieron, aparentemente sin remedio. La comprensin instantanea entre ellas ces6, en la medida en que la imagineria de una cadena continua del ser generada por un acto de creacién divina y sostenida por esta gracia fue erradicada para dar cabida ala libre expansién de Ja capacidad humana, En términos puramente abstractos, a emancipacién humanista de la clase alta dio como resultado una ruptura mas o menos permanen~ teentre dos sectores de la sociedad, guiados por dos principios total * Roger Muchembled, Linvento de heme moder Said, maeis temper mente clecives dan Uncen Regie, Patt, Fayard, 1686, pp. 13, 150. 32 2vCMUNT BAUMAN mente opuestos: liberarse de las restricciones de cualquier contro} normativo extendido, autodefinirse en contra de una existencia tipo plancton; una Cbermenschheitautoafirmadora versus la sumision escla Vizante a las pasiones. Semejante oposicién tinicamente podria con- jurarse en el universo imaginario de los filésofos, ¢ incluso ahi dificil- mente podria tener un fundamento logico. En la practica, la élite ‘autoilustrada enfrentaba a las masas no solo como el odioso y abomi- nable “otro” del que habia que apartarse, sino como el objeto al que habia que cuidar e imponer reglas, ambas tareas entrelazadas en ta posicién del liderazgo politica. Por ende, era necesario restablecer las Iineas de comunicacién interrumpidas como resultado del gran cis nay construir un puente entye el nucvo abismo. Para la filosofia, €] eto prictico consistié en la biisqueda febril de un vinculo que abar- ‘cara los dos lados del precipicio, desafiando la tentaciOn de restringir Ja amada humanidad a la élite autoemancipada, Més atin, la libertad de constituirse se proclamé en el nombre del potencial humano, Y si se descaba proclamarla de manera congruente, era necesario arga- mentarla en términos de una capacidad humana universal, no en tér- minos claramente sectarios. Fue esta mezcla ¢ interjuego de necesi- dades précticas y tedricas lo que elevé Ia ética a una posicién prominente entre las preocupaciones de la época moderna. También fue fo que la convirti6 en su raison div, asi como cn el obsticulo de gran parte de Ia flosofia moderna. Como afirma Jacques Domenech, cuando Diderot escribié en su ensayo sobre los reinados de Claudio y Ne- ron que La Meutie era “un escritor que no tenfa idea de los verdaderos fun- aumento: de fa moralidad’, defini6 la mis grave de las acusaciones que po- dia hacérsele a un filésofo de la lustraci6n.!° En realidad, pese a desacuerdos mutuos, les philosophes coincidfan evi la necesidaly la posibitidad de sentar bases morales sélidas ¢ inamo- vibles obligatorias para todos los sores humanos, est0 €8, todos Jos estra- tos sociales, de todas las nacionesy razas. Los tan deseados fundamen- 108 no deberian tener rastros de revelacién cristiana; de hecho, de ninguna tradicién particular o local (principios morales cristianos que 2 Jacques Domenech, LEtigue des Lames: Les Fondenents del morale dans ta philo- sophie fongase du rome sc, Pars). Vrin, 1989, p-9, La afirmaciones de ots Sl6so- foeaque ee ctan a continuacién provienen de la misma fuente. RESPONSABILIDAD MORAL. REGLAS ETICAS 33 se referian a los mandamientos divinos sélo se adecuaban, como i sistia Helvecio, “al pequerio nimero de cristianos dispersos sobre ta Tierra”, pero los filésofos, por el contrario, “siempre tienden a hablar de lo universal”). Debian basarse Gnicamente en la “naruraleza del hombre” (D'Holbach}. La moralidad de una verdadera sociedad hu- ‘mana debia fundarse de tal manera que comprometicra a cualquier ‘ser humano, en tanto ser humano, y no depender de ninguna auto- ridad supra o extrahumana, a las cuales s¢ acusaba, por asi decirlo, del pecado adicional de hacerla explicita tan solo a una pequetia par- te de Ia humanidad. Los ataques que emprendieron los fil6sofos en contra de Ia Revela- cién pretendian lograr dos efectos simultineos, ambos parte de la re- volucién moderna: deslegitinsar la autoridad clerical debido a su igno- rancia (0 climinacién descarada) de los atributos hurmanos universales, yjustificar que este vacio fuera Henado por los portavoces ilustrados de Jo Universal, ahora a cargo de fomentar y vigilar Ja moralidad de Tas na- ciones. Como reiteraban orgulloses tes philesophes, la tarea de la élite _ ilustrada era “revelar a las naciones los fundamentos sobre los que se ‘construirfa la moralidad”, “instruir a las naciones” en los principios de Ta conducta moral. La ética de los filésofos susttuiria la Revelacién de Ta Iglesia, con la pretensién radical e inexorable de validez universal De esta manera, los fil6sof0s sustituirfan a los clérigos en su calidad de guias espirituales y guardianes de las naciones. El c6digo ético debia sustentarse en la “naturaleza del horabre”, lo cual era, a todas luces, un manifiesto. Bastaba afirmarlo, empero, par ra exponer el peligro que representaba la formula de los fundamen: tos naturales de la ética para un orden creado por el hombre y el pa- pelrector que la clase educada reclaynaba para sien ese orden. ¢Acaso Jos fundamentos de la ética se encontraban en ta “naturalera” de hom bres y mujeres empiricas que “cn verdad existian”; en las inclinaciones «¢ impulsos burdos, como lo demostraban las elecciones que la gente realmente hacia en la busqueda de sus metas y en su cotidiano inte- ractuar? Mas una versién tan “derwocrética” de Ta “navaralera humae na* arruinaria la pretension de les filésofos de ejercer el liderargo spiritual y haria sus servicios prescindibles. Mas sucedié que lor filésofos prefisicron atemorizar a sus lectores describiendo image- nes espeluznantes sobre la amenaza al orden humano: si se 'e per mnitfa a la conducta humana seguir sus inclinaciones espontincas, no habria ningGn orden donde el ser humano pudiera habitar. La 34 UMUNT BAUMAN vida serfa “desagradable, bestial y breve”. “La multitud’, escribia d’A- Jembert, era “ignorante y estiipida... incapaz de ninguna accién de- cidida y generosa"."" Era imposible calcular las consecuencias des- cructivas que tendria la conducta burda y cruel, y las pasiones salvajes de las masas. Nunca habian mostrado les philosophes estima por hombres y mujeres “empiricos". Y esto representaba un proble- ‘ma dificil, ya que era justamente en la “naturaleza” de tales hombres y mujeres donde debian imprimir un cédigo ético que a su vez legi- “mara el papel de los ilustradores en tanto legisladores éticos y guar- dianes de la moral. ‘Sélo se podia imaginar una solucién para este dilema: efectivamente, la maturaleza del Hombre proporciona el fandamento solido y suficien- te para un cédigo ético de vigencia universal, pero no la “naturaleza de hombres y mujeres” tal como se encuentra en ese momento, ya que Jo que vemos ahora noes la manifestacién de la “verdadera naturale- za humana’; ésta no se ha desarrollado pienamente en ningiin lado. La naturaleza humana existe hoy tinicamente in polentia, como una posibilidad por naces, en espera de que la partera la saque, no antes de un largo trabajo y agudos dolores de parto. La naturaleza humana “todavia” no es tal; es s6lo su potenciak un potencial inacabado pero —lo mas importante— inacabable por si solo, sin la ayuda de la raz6n y de quienes portan la razén. Dos cosas debian hacerse para que ese potencial se convirtiera en una realidad cotidiana, Primero, era necesario revelarlesa las seres hue manos su poteneial moral oculto; la gente debia ser iluminada respec to de las normas que podria cumplir pero que le era imposible descu- brir sin ayuda. Segundo, era necesario ayudarla a seguir estas normas con un ambiente cuidadosamente diseftado para propiciar y recompen- sar una condueta genuinamente moral. Yambas areas requerian, evi dentemente, habilidacles profesionales: primero, de los maestros, des pués, de los legisladores. Su urgencia colocé at conocimiento y a quienes lo detentaban, asf como a aquellos que ponian en prictica el conocimiento de quienes lo psefan, en una sélida posicién de autor dad suprema, De su inteligencia y acciones dependia el destino de re- hacer la realidad humana de acuerdo con la naturaleza humana. Gon respecto 2 fa visi intrinseeamente contradictoria de lo Sésofoe en cela. «in con ls personas y las antinomiasrresolubles en que esta vision enredé alos pro ‘motores dela lustracin, véase Zygmunt Bauman, Legilotrs and Inerpree, Cambrid- ge, Polity Press, 1987, cap. 5. [Lepladores inte, Bernal, NO, 1997] RESPONSABILIDAD MORAL, REGLAS ETICAS 35 ePor qué deberia apegarse la gente a los prineipios revelados por sus maestros? En ausencia de sanciones divinas —que ahora se recha- zaban enfiticamente— debia existir un codigo ético que satisficiera las necesidades de aquellos a quienes se exhortaba a seguirlo. El de- seo de ser mofal s6lo podia tener raices terrenales como los cimien- tos sobre los que se erigiria la ética del futuro, y pasar una prueba tan humana como el terreno en el que se colocaran estos cimientos. Era necesario demostrar que hacer el bien era bueno para quienes lo ha- Gian; era deseable por los beneficios que aportaria: aqui, ahora, en es- te mundo. Debia justificarse como la eleccén racional para una perso- nna que deseaba una vida buena; y era racional porque recompensaba la bondad. Interés y amor propio eran las razones para someterse a los ilustradores morales y aceptar sus ensefianzas, El amor propio es Jo que cada uno de nosotros experimenta y lo que nos gufa “natural- mente” en lo que hacemos. Todos buscamos el placer y evitamos el dolor; pero no esta garantizado que el amor propio lo logre, a menos ‘que esté ilustrads: apoyado y guiado por un amor propio adecuada- mente entendido; en realidad, por un interés adecuadamente entendi- do, aunque era precisamente de esa comprensién adecuada de lo que notoriamente carecia la mente incultay burda. Habia que deciriea la gente cuales eran sus verdaderos intereses, ysi no escuchaba o fingia estar sorda, debja obligarsela a comportarse como exigian sus verda- derosintereses, incluso contra su voluntad, si asi fuese necesario, Nadie debe hacerle daiio a otro porque esto va en contra del inte- rés propio, al menos en el largo plazo, aun cuando una persona mio- pe y torpe suponga lo contrario, Ser despreciado por aquellos con quienes vivimos ¢s una carga que nadie podria ni deberia soportar, explicaba Voltaire; por ello, “cualquier hombre razonable llegaré a la conclusién de que ser una persona honesta ¢s a todas luces conve niente” (Tratado de metafisica). Confrontada con los hechos, cualquier persona razonable debeaceptar que hacer el bien es mejor que hacer el mal. ¥,al aceptarlo, la razon viene a auxiliar al amor propio, ysu encuen- (ro actiia en nuestro amor propio adecuadamente entendido. La razén es una caracteristica humana compartida, aunque parti- cularmente en el caso de esta igualdad, como en tantos otros, algu- nos seres humanos son mas iguales que otros. El filésofo es la perso- na dotada de un acceso directo a la raz6n, la razén pura, la razén despejada de las nubes del interés mezquino. Por ende, su tarea es Cee_eeee eee? 9Qeeaneeaeaeaeanan ee eeeoaeeaeaaa@aq eae @ ee 36 yoMUNT BAUMAN buscar el tipo de conducta que dictaria la razén a una persona razo- nable. Una ver que lo encuentra, debe comunicar sus hallazgos a aque- Ios menos dotados que no pueden encontrarla por si mismos, y ha cerlo cor la autoridad de “quien sabe”. A los otros, a quienes les dirige el mensaje, estos hallazgos les legan a manera de leyes: no wna regla inherente a su propia eleccién, sino umta regla que incita la eleccion desde afucra. Pese al hecho de que la ra26n es propiedad de cada per sona, las reglas promulgadas en nombre de fa razén deben obedecer- se con la sumisién debida a una poderosa fuerza externa, Yla mejor manera de concebirlas es pensindolas como leyes impuestas por una autoridad armada de los medios coercitivos para hacerlas cumplir. ‘Aun cuando la justificaciOn de ser moral sea burdamente individua- lista y autGnoma—se refiera al amor y ab interés propios— la realidad de la conducta moral sélo puede garantizarse por la fuerza heterone- ma de la ley. EL JUICIO MORAG EXPROPIADO YREHABILITADO Fuc en el intersticio enwee las inclinaciones individuales “reales” y la supuesta manera como la gente deberia comportarse sisu conducta csuviera regida por el interés propio adecadaniente entendido que el Cédigo ético pudo desplegarse como un instrumento de domina- ‘didn social. De hecho, mientras exist este intersticio, dicho cédigo &tico no podia ser mds que una invitacién o justificacin para la hete- ronomia morai, atm cuando el c6digo en si cautivara la capacidad hu- ‘mana innata de hacer un juicio moral autGnomo. Cada persona es ca- paz de hacer una eleccidn moral, yello nos permite trataria coma la destinataria de una exigencia moral y como sujeto moralmente res- ponsable; no obstante, por alguna razén —ya sea la carga hereditaria compartida de} pecado de Adan o la ignorancia del interés propio, 0 Jas pasiones animales desbordadas en el ser humano—, la mayorfa de las personas, al hacer la eleccién, no eligen Jo que €s moralmente biue- no, Paradéjicamente, esa libertad de juagar y elegir necesita una fuer- za externa que obligue a una persona a hacer el bien “por su propia salvacién*, “por sa propio bien” o “por su propio interés". Tal paradoja no dejaba de intrigar a os pensadores morales, al me- nos desde que San Agustin atacé la “herejia” de Pelagio. Logicarten- ESPONSADILIDAD MORAL, REGLAS ETICAS 37 te, Se trataba de una paradoja ligica que llevaba el ingenio filoséfico su limite. No obstante, no habia paradoja alguna por cuanto a la con- diciin realde la cotidianidad, Todas las instituciones sociales apoyadas en sanciones coercitivas se han fundado sobre la suposicién de que es imposible confiar en que el individuo hard una buena elecci6n, al smargen de que “buena” se imerpretc como “buena para el individuo” “buena para la comunidad”, 0 ambas. ¥, sin embargo, es precisa- mente debido a que la cotidianidad esta tan saturada de instituciones coercitivas, dotadas de la autoridad de imponer las normas de buena conduicta, que el individuo, en tanto individuo, es poco confiable. La nica manera en que la libertad individual podria tener consecuen- cias moralmente positivas es—en la préctica, sibien no.en la teorfa— sometiéndola a normas heterSnomas establecidas; ceder a agencias socialmente sancionadas el derecho a decidir lo que es bueno y some- terse a su veredicto. En pocas palabras, esto significa sustituir la mo- ralidad por un cédigo legal, y moldear la ética conforme al patron de la ley. La responsabilidad individual se traduce, entonces ms en la practica, mas no en Ia teoria— en la responsabi guir o romper las reglas éticas y legales avaladas por la sociedad, Ante este planteamiento, la dialéctica entre moralidad y legistacién se presenta como un “predicament existencial” del ser humano; co- ino una antinomia irresoluble del “individve frente al grupo” 0 del “in dividvo frente a la sociedad”. Como tal, se reflej6 con mayor frecuen- cia tanto en los analisisfilos6ficos como sociolégicos, ya fueran los de JeanJacques Rousseau o Herbert Spencer, Emile Durkheim o Sigmund Freud, No obstante, el modelo aparentemente universal que result de estas disertaciones ocuté los niveles tan dispares de heteconomifa a los {que fueron expuestos diversos individuos, asi como el grado tan amplia- mente diverso en que podian aceptar, y de hecho aceptaron, esa cor dicién, La autonomia individual y la heteronomia estan desigualmen- te distribuidas en la sociedad moderna. Incluso si s¢ descubre la presencia de ambas en cualquier condicién humana, su cantidad es muy variable, ya que se ha distribuido entre los diferentes niveles sociar les en distinta medida. De hecho, la autonoméa, la heteronomia, a li ‘dertady la dependencia—asi como la imputacién de confiabilidad mo- ral que tiende a teorizarse ex post facto como la raiz de su antinomia— son los factores principales de la extratificacién social Lo que los modelos filos6ficos y sociolégicos de “condicién huma- *_na universal” intentaron (en vano) superar en Ia teoria era la duali- 38 {TXGMUNT BAUMAN dad practica de posturas morales en la sociedad moderna, en sf un instrumento y un reflejo de dominacién. En ta sociedad moderna, al gunos individuos son mas libres que otros; unos mas dependientes que otros. A algunos se les permite tomar decisiones auténomas. Yes tas decisiones pueden ser auténomas gracias a los recursos con que cuentan quienes toman la decisién, ya sea que se confie en que éstos conozcan sus intereses y, por ende, tomen decisiones adecuadas y ra- zonables, 6 que las decisiones que toman estin fuera de la competen- cia del c6digo ético socialmente promovido y se dectaran “indiferen- tes desde un punto de vista moral” (adiaférico, esto ¢s, del tipo en que las autoridades éticas no consideran necesario adopear una postura). A otros no se les permite tomar decisiones plenamente autGnomas (y dificilmente pueden hacerlo, si consideramos la escaser. de recur- 08 con que cuentan); ¥; © bien se los considera incapaces de cono- cer sus verdaderos intereses y actuar conforme a ello, o sus posibles acciones auténomas se definen como perjudiciales para el bienestar dei grupo ¢, indirectamente, para los propios actores, De manera resumida, esta dualidad de mediciones se expresa como el dilema de la deseabilidad intrinseca de la libre toma de decisiones y, por otra parte, como la necesiiad de limitar la libertad de aquetios que se supone la utilizarén para hacer el mal. Es posible confiar en que los sabios —nombre en cédigo de los poderosos— haran el bien de mane- ‘a auténoma, pero no es posible que todas las personas ean sabias. Por Consiguiente, con el propésito de permititles a quienes cventan con re- cursos hacer mis el bien, es necesario darles mas recurs9s (de los cua- {es, se espera, hardn buen uso). No obstante, para impedir que quie- nes carecen de recursos hagan el mal, es necesario restringirles atin, mis los recursos (asi, por ejemplo, se debe dar mas dinero a los ricos, y menos a los pabres, para asegurarse de que ert ambos casos se ha- ran buenas acciones). Desde luego, la libertad total o la dependencia total no se encuen- tran en ninguna sociedad. Ambas son polos imaginarios entre los que se encuentran y oscitan situaciones reales. Asimismo, guicnes quisie- san, idealmente, reciamar el monopolio, 0 al menos una medida adi cional del derecho de tener libre elecci6n sobre la base de una capa-

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