Los nmeros perfectos son, sencillamente, nmeros iguales a la suma de todos
sus divisores propios, esto es, de todos los divisores del nmero a excepcin de l mismo. El menor de tales nmeros es el 6, que es igual a la suma de sus tres divisores propios, 1, 2 y 3. El siguiente es 28, suma de 1 + 2 + 4 + 7 + 14. Los primeros comentaristas del Antiguo Testamento, tanto judos como cristianos, quedaron muy impresionados por la perfeccin de esos dos nmeros. Acaso no fue el Mundo creado en seis das? No tarda veintiocho das la Luna en su circunvalacin en torno a la Tierra? En La Ciudad de Dios, libro 11, captulo 30, San Agustn argumenta que, no obstante poder Dios haber creado el Mundo en un instante, El prefiri emplear seis das, porque la perfeccin del nmero 6 significa la perfeccin del Universo. (Parecidos puntos de vista haban sido expresados anteriormente por un filsofo judaico del siglo I, Philo Judaeus, en el tercer captulo de su Creacin del Mundo) Por consiguiente, concluye San Agustn, no debemos despreciar la ciencia de los nmeros, la cual, en muchos pasajes de la Sagrada Escritura, demuestra ser de servicio eminente al intrprete cuidadoso. Los nmeros perfectos son, sencillamente, nmeros iguales a la suma de todos sus divisores propios, esto es, de todos los divisores del nmero a excepcin de l mismo. El menor de tales nmeros es el 6, que es igual a la suma de sus tres divisores propios, 1, 2 y 3. El siguiente es 28, suma de 1 + 2 + 4 + 7 + 14. Los primeros comentaristas del Antiguo Testamento, tanto judos como cristianos, quedaron muy impresionados por la perfeccin de esos dos nmeros. Acaso no fue el Mundo creado en seis das? No tarda veintiocho das la Luna en su circunvalacin en torno a la Tierra? En La Ciudad de Dios, libro 11, captulo 30, San Agustn argumenta que, no obstante poder Dios haber creado el Mundo en un instante, El prefiri emplear seis das, porque la perfeccin del nmero 6 significa la perfeccin del Universo. (Parecidos puntos de vista haban sido expresados anteriormente por un filsofo judaico del siglo I, Philo Judaeus, en el tercer captulo de su Creacin del Mundo) Por consiguiente, concluye San Agustn, no debemos despreciar la ciencia de los nmeros, la cual, en muchos pasajes de la Sagrada Escritura, demuestra ser de servicio eminente al intrprete cuidadoso.