Mi marido me ama sin reservas, de una forma abrazadora y
profunda. Ha erigido en m un templo donde pronuncia extraas letanas. Es mi demiurgo; yo, la tela en que plasma criaturas fantsticas que prefigura en sueos. Me dejo hacer, como arcilla, en manos artesanas. En quin me convertir hoy? Cada maana redibuja mis formas. A veces, voluptuosa; otras, esbelta. Viste mi cuerpo de prendas delicadas de color tierra. Me calza con zapatos cerrados; no le gustan mis dedos. Siembra de flores mi cabeza. Me hace la cara, dibuja sobre mi rostro una sonrisa invariable.Oculta mis penas con la habilidad del mago. Guarda en mi cartera artilugios para enfrentar el mundo y me ensea a volar sin alas. Al anochecer, deshace su creacin con pinceladas gruesas y seguras. Adquiero aspecto anodino. Desaparece, lentamente, aquellas prendas. Descalza mis pies de dedos feos. Arroja a la basura las flores marchitas. Retira el maquillaje; borra mi cara. Las penas siguen ocultas. Derriba mis defensas y me devuelve las alas. Entonces, es l quien se transforma, muta en un medio acuoso. Se cuela por los intersticios de mi alma, antiguo navegante de mis profundidades. Me lleva hacia l, como el ro va al mar; y de mar, me colma. Muero cada noche entre sus brazos y me reconstruye en la maana, palmo a palmo. Sin embargo, por qu no me siento entera?