proliferan en el viboreo temtico que va desde el relato incestuoso a la referencia erudita
o la divagacin mstica. El collage carga de vrtigo y erotismo la sintaxis y el texto
denta hacia lo inacabado, como a merced de un flujo incesante que lo convierte en una suerte de work in progress. Cartas de un seductor no es pues una novela pornogrfica sino un texto transgresor que hace coincidir un tema con una pulsin. Hilda Hilst desata una fuerza centrfuga que corrompe las convenciones genricas del relato pornogrfico. Alterando radicalmente sus formas, frustra las expectativas de la demanda pornogrfica y pone al lector ante la extraeza inquietante del saber, de lo sagrado, de lo inmundo, de lo intolerable y de lo reprimido.