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SERMONES DEL ILO. SENOR B SLAY BAUTINTA WASSHLED Presbitero de In congregacion del Oratorio, UNO DE LOS CUARENTA DE LA ACADEMIA FRANCESA, Y OBISPO DE CLERMONT. TRADUCIDOS AL ESPANOL Pur al YH. DB. Pedra Dio; de Guereiin, PRIMERA EDICION MEJICANA, te Serowo 11.3 SNATIOD. IMPRENTA DE JUAN R. NAVARRO, Calle de Chiquis miriceo 6. . 1854. SERMO FARE UA RTESTA DE LA PURDFICRCIN DE NUESTRA SENORA. SOBRE LA SUMISION A LA§VOLUNTAD DE DIOS. Postquaru impleti saut dies purgationis Mari: secundum legem Moysi, tulerunt Jesum in Je- rnealem, ut eisterent eum Domino. Habiéndose complido el tiempo de la pa‘ifica- cion do Marfa scgun Ja ley do Moisés, lievaron el Nifio & Jerusalen para presentarte al Sefior. Lue, 2, v, 22. Lua sumision 4 la voluntad de Dios es la principal virtud de que hoy nos da ejemplo Maria en el misterio que pro- pone ja iglesia 4 la piedad de los fieles. Aunque toda la vida de esia Virgen santa fué una continuada conformidad cou las Grdenes del ciclo, y una universal sumision 4 los fines y designios de Dios para con ella, parece no obstante que esta disposicion sobresale mas en la oblacion que hoy hace de su Hijo en el templo, y que este misterio en que sacrifica sus luces ia voluntad de Dios es mas perfecto y 4 SERMONES DE MASSILLON. herdico; y esta virtud principal es Ja que voy 4 proponeros por modela, Sin ella la virtud no es mas que 6 una disposicion natu- ral 6 un querernos ¢ ymplacez 4 nosotros mismos. Sin ella las ilusiones de nuestro espiritu son nuestra Unica ley, las inconstancias de nuestro corazon nuestra regla, y el capri- cho de nuestros deseos, nuestro freno y el tinico motivo de nuestra conducta: en una palabra, nosotros hacemos de nos-_ otros mismos nuestra propia divinidad. En la conformidad con la voluntad dz Dios consiste tode el precio de nuestros sacrificios, el mérito de nuestra pa- ciencia y la santidad de nuestras alegrias. Ella es la que quita las amarguras 4 nuestras aflicciones y el veneno 4 nuestras prosperidades, Ja que fija nucstras irresoluciones, la que calma nuestros temores, alienta nuestros desmayos . y regla nuestras esperanzas. Es la seguridad de nuestro celo y el consuelo de nuestros disgustos: en una palabra, asegura nuestras virtudes y nos hace Utiles aun nuestras imperfecciones. Esta virtud inspira los buenos consejos, responde de la felicidad de nuestras einpresas, nos hace dueiivs de los su- cesos, santifica todos los estados, regla todas las obligacio- nes, y mantiene la subordinacion de los pueblos, la autori- dad de los imperios, la majestad de los soberanos, ta fideli- dad de los vasallos, ia desigualdad de las condicicn: 38, toda la atmonia del cuerpo politico, y hace que cadé ‘0 con- tento con su suerte no mire con envidia la ajen., y no piense mas que en cumplir y santificar las obligac.oues de su propio estado. Esta virtud, sefior,! hace que los reyes reinen +on pie- i Luis XIV, SERMONES DE MASSILLON. - 5 dad y con justicia, y modera en ellos el orgullo dé las pros- peridades y las amarguras de las desgracias, haciéndoles que adoren en la voluntad del Soberano dispensador de los sucesos la comun causa de donde todos se derivan. 4De qué proviene, pues, catélicos, que esta sumision tan necesaria y de tanto consuelo sea tan rara entre los fieles? 4De qué proviene que en medio de la continua sucesion de las cosas humanas, vivamos todos casi como si no hubiera un Ser Sokerano, superior 4 nosotros, que las gohernase; como si 61 acaso fuera el solo Dios del universo, 6 como si nosotros mismos fuéramos los artifices de la felicidad 6 des- gracia de nuestra suerte? Permitid, pues, que manifestandoos hoy el ejemplo de la sumision de Maria, os hable de una materia de tanta im- portancia; y como por razon de vuestros puestos, de vues- tros empleos y de vuestro nacimiento ois los mas interesa- dos en los mayores sucesos que ocurren en la tierra, permi- tid que os ensefie 4 dirigirlos 4 su origen y 4 conocer un Dios en et universo, que es quien solamente dispensa los buenos y los malos sucesos. Manifestaré primeramente las causas ocultas de nuestra repugnancia 4 la voluntad de Dios. En segundo lugar, las utilidades que acompafian 4 la sumision 4 su voluntad san- tisima. Es decir, ade qué proviene que nunca queramos nosotros Jo que Dios quiere? Y¥ no obstante esto, gde qué proviene que sea de tanta su:widad y consuelo el no querer sino lo que quiere Dios? Imploremos, ete. Ave Maria. 6 SERMONES DE MASSILLON. PRIMERA PARTE. Las principales causas de nuestra resistencia 4 la volun- tad divina, son: primeramente, una vana razon que todos los dias llama las obras del Sefior al juicio de las propias luces, que quiere intimamente conocer lo que debiera ado- rar, y condena con temeridad lo que no puede comprender. En segundo lugar, un exceso de amor propio, que hace que todo lo atribuyamos 4 nosotros mismos, y que nos mi- remos como si fuéramos solos en el mundo y todo se hubie- ra hecho para nosotros. De modo que todo lo que no sé comprende en el pian de nuestros fines y de nuestras pasio- nes, nos altera. En tercer lugar, finaimente, una falsa virtud, que bajo el pretexto de buscar 4 Dios no busca mas que 4 si misma, y sustituye siempre Jos deseos inttiles de un bien que el Se- fior no nos pide, 4 las obligaciones que su santa voluntad nos ha impuesto. Esto es lo que Maria con su ejemplo nos ‘ensefia hoy 4 sacrificar 4 las Grdenes del cielo. Primeramente, una vana razon. jCudntas dudas, cudn- tas dificultades, dice San Bernardo, no podia esta Sefiora oponer 4 las 6rdenes de Dios, que la obligaban 4 ir 4 sacri+ ficar al templo? ,Qué razonamientos especiosos? Su parto no habia sido manchado con ninguna impureza. Siendo madre habia quedado mas pura; jpues qué necesidad tenia de purificarse de una mancha que no habia contraido, y res- catar con una vil ofrenda al que venia a redimir 4 todos los hombres de la servidumbre del demonio y del pecado? Con todo eso, obedece, y sacrificando sus luces 4 les razones eternas y siempre justas de la divina sabiduria, nos ensejja SERMONES DE MASILLON. 7 que al Sefior corresponde el mandar y 4 la criatura obede- cer y sujetarse. . No obstante, catdlicos, nosotros siempre queremos que Dios dé cuenta de su conducta, y en medio de ser unas va- nas criaturas, continuamente nos atrevernos 4 llamar al Se- fior 4 juicio con nosotros. Queremos ser sdbios contra el mismo Dios; y ya sea que él obre con su providencia gene- ral en Orden 4 la salud de todos los hombres, 6 bien con sus eternos designios en Orden 4 nuestros particulares destinos, nunca juzgamos que tiene razon, y oponemos siempre nues- tros flacos razonamientos 4 los profundos abismos de su eterna razon y sabiduria. . He dicho: ya sea que obre con su providencia general en 6r- den é la salud de los hombres. ;Pues qué otra cosa oimos to- dos los dias en el mundo, sino reflexiones insensatas en Orden 4 los fines de Dios? Continuamente sé le pregunta la razon de la incomprensible sabiduria de sus consejos y de los ar- canos de su providencia. ;Por qué permite tantos infieles en la tierra? gpor qué no se salvan todos los hombres? zpor qué ha hecho tan dificil la salvacion? gpor qué 4 los hombres los hizo tan flacos? gpor qué no ha hablado con mas claridad acer- cade las mas de las cosas que debemos creer? gpor qué per- mite tantos sucesos tan funestos 4 la fe y 4 la gloria de su Iglesia? Y otras mil ridiculas preguntas con que intenta el hombre buriarse de Dios. Il vil esclavo quisiera llamar 4 cuentas 4 su Sefior Soberano; el vaso de barro se atreve 4 pre- guntar al Soberano Artifice por qué le hace de este modo El gusano despreciable en este destierro, en el que un inmen- so abismo le separa de su Dios, se atreve 4 levantar los ojos al cielo, deseando mudar les decretos eternos; da consejos al Sefior, seftala 4 su sabiduria nuevos caminos, condena la economia de la religion, se forma un plan especioso y mas 8 SERMONES DE MASSILLON. acomodado, se atreve 4 reformar esta grande obra, que es el fin de todos los designios dé Dios, y 4 sustituir las qui- meras de su propio espiritu, que son obra de confusion y de tinieblas. Y 4 Ja verdad, catGlicos, si los mismos principes en la conducta de los negocios ptblicos y en las infinitas mé- quinas con que mueven todo el cuerpo de los Estados é im- perios, tienen secretos que nosotros no podemos penetrar, 4por qué hemos de querer que Dios en sus eternos fines acerca de la salud y destino de los hombres, no los tenga para sus criaturas? Si el gobierno de un solo Estado pide consejos oeultos y medidas desconocidas, que muchas vetes nos alteran porque no conocemos las razones y utilidades secretas, jpor qué hemos de querer que el gobierno del universo, que la conducta universal de todos los hombres y de todos los siglos, Gesde el principio hasta el fin del mun- do, no tenga respecto de nosotros ciertos secretos y ciertas oscuridades con que las razones eternas se oculten 4 nues- tras débiles Iuces?. Si en e) consejo de los soberanos hay misterios, segun la expresion de los libros santos, jno los ha de haber en los consejos de Dios? Y si, como dice la Escritura, es necesario respetar el secreto de los reyes en la conductade sus pueblos, y no formar vanos discursos sobre unos medios cuyos motivos ignoramos siempre, jha de ser menos respetable el sccreto del Rey de los reyes en el gobierno de las cosas humanas? ay seriamos menos te- merarios cn mezclar nuestras frivolas reflexiones' con sus etcrnos consejos, cuyas profundas causas siempre estan ocullas en él, y de quien jamas conocemos sino lo que su bondad quiere izanifestarnos? Adoremos jos secretos Je Dios, catdlicos. Si to que co- nocemcs de sus obras nos parece tan divino y admjrable, SERMONES DE MASSILLON. 9 4por qué no hemos de inferir que lo es tambien lo que no conocemos? Si es sdébio en las obras que nos manifiesta, zpor qué no lo sera tambien en las que nos oculta? Si la fabrica del mundo que vemos es una obra tan llena de ar- monia, de sabiduria y de luz, gpor qué la economia de la religion, que no podemos ver y que es el. principal de sus designios, ha de ser una obra de confusion y de tinieblas? Si arregld con tanto peso y medida jas cosas visibles. que han de perecer, g¢e6mo pudo dejar desordenadas las cosas invisibles que durardn tanto como él? Dije tambien: ya sea que obre con sus eternos designios en Grden 4 nuestros destinos particulares. Porque no solamen- te condenumos su conducta en Orden 4 ‘sus eternos fines para con todos los hombres, sino tambien respecto de nos- otros. Nos quejamos de su Providencia y de que nos ha puesto en ciertas circunstancias en gue nuestra flaqueza hace inevitables los-escollos. Le echamos en cara el ha- bernos dado un destino incompatible con las obligaciones gue nos impone, nos quejamos de que la corte, las cone- xiones, los empleos 4 que nos une nuestra clase y nuestro nacimiento, nos apartan de la salvaciou y nos la hacen como imposible. Nos parece yue nos salvariamos en-una vida privada y lejos de las grandes tentaciones. Reforma- mos el plan etemo de su Providencia respecto de nosotros, y ucs figuramos 4 nuestro guslo una suerte mas segura que la que nos ha formado su adorable sabiduria. No pensamos en que Dios proporciona las gracias 4 los estados; que todas las situaciones en jue su ordenacion nos Coloca, lejos de ser escollos pueden ser motivos de salva- cion para nosotros; que la mayor parte de los peligros y de las ocasiones de que nos queja:nos, mas estdin en luestras pasiones que en nuestros cstados. No pensamos en que TOM. IL—P. 2. 10 SERMONES DE MASSILLON. la misma flaqueza que nos hace hallar escollos en medio del mundo y de la.corte, nox hubiera servido de tentacion aun en el retiro; que «i tudas partes evamos con nosotros mismos la raiz de nuestros delitos y de nuestras desgra- cias, y que asi no debemos esperar nuestra seguridad de causa alguna externa, nide nuestra situacion, sino sola- mente de la vigilancia que debemos tener scbre nosotros mismos. No pensamos en que todos los estados tienen sus peligros; que los santos en cualquier estado que se ha- llasen en la corte 6 en los desiertos, no aseguraron su sal- vacion sino con violencias inauditas; que es error el creer que hay en ta tierra estado alguno en que no cueste gran- des esfuerzos la salvacion; que nuestra imaginacion nos promete seguridad en aquellos estados en que no podemos hallarnos, solamente para calmarnos acerca de las infideli- dades en que vivimos en nuestro estado presente; que el amor propio continuamente nos engafia, y que para suavi- zar 4 nuestra vista los desOrdenes de nuestra vida, hace que nos quejemos de nuestra situacion, para impedir que nos quejemos de nosotros mismos. Finalmente, no pensa~ mos en que si sol) mayores los peligros en el estado de grandeza en que naciimos, son tambien mayores y mas considerables los bienes que en €1 podemos hacer; que si hay en é! mas ocasiones de caer, tambien hay mas para la virtud y para el mérito; que los objctos engafiosos y los grandes espectaculos que nos rodean, no tanto son lazos como instrucciones; que la corte, 4 la que nos liga nuestra suerte, todos los dias nos presenta motivos de dcsengafios; que sus disgustos ponen al corazon en arma c™ira los pe- ligros; que sus amarguras desengaiian de sus piaceres; que . Sus inconstanciss y revoluciones resfrian sus csperanzas; que el vacio y fastidio de sus diversiones nos liama como SERMONES DE MASSILLON. i por si mismo 4 una vida mas séria y mas sOlida; que la perfidia y la falsedad de sus amistades nos hace buscar en solo Dios un amigo eterno y fiel. En una palabra, que en el mismo mal hallamos el remedio, y que la sabiduria de Dios ha dispuesto con una providencia admirable para la salud de todos los hombres, que en cada estado los peligros tengan sus compensaciones, y proporcionen, por decirlo asi, las seguridades, y que los mismos objetos que hacen la herida tengan tambien el antidoto contra ella. jOh Dios mio! jsois vos un juez de nuestras obras tan sufrido y tan misericordioso, y nosotros hemos de ser unos censores severos y eternos de las vuestras! jnosotros conti- nuamente os llamamos 4 juicio, y vos suspendeis el vues~ tro! jnosotros todos los dias os pedimos cuenta de vuestros © adorables fines, y vos dilatais la cuenta terrible que nos- otros os hemos de dar de nuestras intenciones y de nues- tros pasos! j;Oh Dios mio! gque sera del hombre si os por- tais con él como él se porta con vos, si quereis sacarle cul- pado como él quiere hacer con vuestra providencia, y si examinais sus faltas con el mismo rigor que él examina vuestras maravillas? Primera causa de nuestra oposicion 4 la voluntad divina; una vana razon. La segunda es el excesivo y desordenado amor de nosotros mismos; y este es cl segundo sacrificio de sumision 4 la voluntad de Dios de que hoy nos da ejemplo Maria A la verdad, consul- tando solamente los pareceres humanos, hubiera hallado mil pretextos para eximirse de la voluntad del Dios de sus padres, Jos intereses de su divina maternidad, el prodi- gio de su parto, la misma vergtienza de su pobreza y lo corto de su ofreada, todo parece que levantaba su corazon contra Ja sumision que Dios la pedia. Pero no escuchaba ja voz de la carne y de la sangre, pues se persuade 4 que 12 SERMONES DE MASSILLON. el primer sacrificio que Dios nos pide es el de nosotros mismos, y gue la sola ofrenda que quiere es la que regu- larmente nos cuesta mas. . Y ved aqui, catdlicos, de ddnde proviene, en segundo lu- gar, la opesicion que la voluntad divina halla siempre en nuestros corazones. Porque como todo nos Io atribuimos 4 nosotros mismos (pues este es.un vicio muy comun, par- ticularmente entre los grandes), como hacemos que cuanto nos rodea sirva 4 nosotros solos, como si todo se hubiera hecho para nosotros; como no hacemos caso de cuanto pa- ga en el mundo, sino en cuanto dice relacion con nosotros; en una palabra, como vivimos del mismo modo que si fué- ramos solos en el mundo, y como si el universo solo hu- biera sido hecho para nosotros, quisiéramos que Dios en nadie mas pensase que en nosotros, que se conformase con el plan de nuestro amor propio, que no obrase sino para nosotros solos, que todo lo ordenase 4 nosotros solos, que no dispusiese de las cosas de la tierra sino en nuestro fa- vor; que en vez de ser el gobernador del universo y el Dios de todas las criaturas, solo fuese e! Dios de nuestras pa- siones y de nuestros caprichos. Y asi nosotros, catolicos, los que no obstantc nuestro puesto, nuestra elevacion, * nuestro nacimiento, no somos mas que un Atomo imper- ceptible en medio de este vasto universo, quisiéramos ha- cer mover toda la maquina 4 medida de nuestro gusto, que todos los sucesos se acomodasen con huestros deseos, que el sol solamente saliese y se ocultase para nosotros. Fi- nalmente, quisiéramos ser el fin de todas las ideas y de to- dos los designios de Dios, del mismo modo que nos consti- tuimos el Unico fin de todos nuestros designios y proyectos en la tierra. Y de aqui proviene primeramente, catdlicos, que ni en SERMONES DE MASSILLON, 13 la afliccion, ni en la presperidad, no nos conforinamos ccn la voluntad de Dios. No juzgamos de las circunstancias en que nos hallamos, sino en Orden 4 nosotros, mismos. De este modo cualquiera cosa que turba ua solo instante de nuestros placercs, cualquiera cosa que descompone la soberbia y ambicion de nuestros proyectos y de nuestras esperanzas, nos molesta ¢ inquieta; nos quejamos de Dios, creemos que nos mira con cefio y nos maltrata. Nosotros, catGlicos, que en la elevacion y en la abundancia en que nacimos casi nada tenemos que padecer; nosotros, cuyas ligeras penas se compensan con tantas cosas capaces de contentar al amor propio, y que como dice‘cl profeta, no conocem:os los trabajos y amarguras que afligen 4 los de- mds hombres, pues nuestros mas tristes instantes serian los mas felices para muchos desgraciadgs. jAh! lo que tene- mos que temer en nuestro estadé es el que Dios no mezcle ‘la suficiente amargura en todos los placeres que nos rodean; el que permita que scamos demasiado felices en la tierra; el que nos deje gozar con demasiada tranquilidad de todas las conveniencias con que nacimos, y que no se digne de visi- tarnos algunas veces con aflicciones en su gran misericor- dia. Es preciso que Dios esté muy irritado contra nosotros cuando todo favorece nuestras pasiones, cuando nuestros placercs no hallan obstaculos, cuando todo cede 4 nuestras inclinaciones, y cuando solo el deseo de nuestro amor pro- pio parece que decide de cuanto nos pertenece. jQué ter- tible es entonces Dios para nosotros, catdlicos! Nos trata como 4 victimas que se engordan y adornan de flores para conducirlas inmediatamente 4 la hoguera por estar desti- nadas para el sacrificio. En segundo lugar, se infiere que como nos amamos ex- cesivamente 4 nosotros mismos y no ponemos limites 4 14 SERMONES DE MASSILLON. nuestros deseos, jamds estamps contentos con nuestro es- tado, con nuestra elevacion ni con nuestros puestos; siem- pre juzgamos que falta alguna cosa al ansia de nuestro amor propio. Si no tenemos todo lo que deseamos, nada nos parece lo que poseemos; nos deshacemos en ideas, en pretensiones, en proyectos y en medidas; no sabemos go- zar tranquila y cristianamente de lo que nos ofrece la Providencia; lo que nos falta nos inquieta mas que cuanto nos satisface lo que poseemos. Mientras vemos algun ca- mino que nos falta que andar, no nos contentamos con el que ya hemos andado. Siempre va subiendo nuestra so- berbia,! como dige el profeta; semejantes 4 un piloto que camina en alta mar,-cuando hemos llegado hasta donde se extendia nuestra vista y nuestras esperanzas, descubrimos un nuevo punto de vista, nuevos paises y espacios inmen- sos que alientan nuéstras pretensioneg. Cuanto mas nos elevamos, mas se extienden nuestros deseos; cuanto - mas caminamos, mas camino descubrimos por andar; cuando hemos llegado al término de nuestros deseos, solo nos sir- ve este de camino que nos conduce 4 otros. Nunca nos egrada nuestro estado presente; el destino en que nos colo- ca Dios nunca ¢s el que nosotros queremos; somos ingenio- sos para hacernos infelices; nos armamos continuamente contra nuestro propio deseo; no queremos lo que Dios quic- re, y basin el que la Providencia nos conceda el bien que her ios deseado mucho tiempo para que nos disguste. iin tercer lugar se infiere que como nuestro amor propiv s¢ aa apoderado de todo el universo, y miranios todo le qu: deseamos como herencia nuestra, cuantos puestos y houores“se escapan de nuestra ansia y recaen en otros, los TL Psalm, 73, 9, £3. SERMONES DE MASSILLON, 15 miramos como bienes que nos pertenecian y que nos han usurpado injustamente. Cuanto nos excede 6 nos iguala nos turba y ofende; miramos con envidia la elevacion de, nuestros prdjimos; su prosperidad nos inquieta, su fortuna es nuestra desgracia, sus felicidades son en nuestro cora- zon un veneno secreto que derrama amargura en toda nuestra vide; los aplausos que reciben son para nosotros oprobios que nos humillan; cu:nto les es favorable lo vol- vemos contra nosotros; no sabemos querer lo que Dios quie- Te, y no contentos coa nuestras desgracias, nos formamos tambien un infortunio de la felicidad de nuestros prdjimos. Ultimamente, se infiere que ecmo juzgamos ser los tini- cos que poseemos la prudencia, cuanto no se acomola con nuestras ideas y con nuestro modo de discurrir en la dispo- sicion de las cosas de la tierra, lo censuramos y reproba- mos. Quisiéramos que se repar.wran los puestos y digni- dades 4 nuestro gusto, que nuestras ideas y consejos arre- glasen la fortuna del ptiblico; que Jos favores cayesen sola- mente sobre aquellos 4 quienes se los tiene ya designados nuestro volo; que los sucesos piiblicos se gobernasen segun aquellas medidas que nosotros hubiGramos escogido; fepro- bamos continuamente la cleccion de nuestros superiores; no hallamos sugeto que sea digno de los puestos que ocupa;-no Tespetamos como devemos el Grden de Dios en el 6rden ex- terior de este mundo visible, ni su voluntad santa en la vo- luntad de los soberanos, que solo tienen en su mano Ja au« toridad y el poder para ser los primeros ministros.de su pro- encia; uo podemos querer lo que Dios quiere; tenemos por injusticia, por pasion y por imprudencia el repartimien- to de los puesios y favores. Podrd suceder que estos hom- bres obren mal y hagan elecciones injustas; pero Dios siem- Pre obra con razon, y se sirve de sus yerros para cumplir 16 SERMONES DE MASSILLON. los eternos fines de su providencia en los pueblos y en los imperios. . iQué grande y qué magnifico es el mundo, catdéhcos! jQué Grden, qué sabiduria, qué magnificencia ofrece 4 nues- tra vista el gobierno de los Estados 6 imperios, cuando en 61 contemplamos 4 un Dios invisible, Soberano goberna- dor del universo, que dispone de todo cuanto en él hay, con peso, con ntimero y con medida! Sin cuya drden no se cae ni aun un cabello de nuestra cabeza, por cuya voluntad se hace todo, que ve los mas remotos sucesos en sus Causas, que encierra en su voluntad las causas de todos Jos sucesos,. que da al mundo principes y soberanos segun los fines de justicia 6 de misericordia que tiene para con ios pueblos, que da la paz 6 permite la guerra, segun los fines de su sa~ biduria para con sus escogidos y su Iglesia, que da 4 los re- yes ministros sabios 6 corrompidos, Amanes 6 Mardoqueos, 6 para castigar los pecados de los pucblos 6 para ejercitar la fe de sus siervos; que dispensa los bucnos 6 los malos su- cesos, segun que son Utiles para la consumacion de sul obra; que regla el curso de las pasiones humanas, y con inexpli- cables artificios hace que sirva.@ lag ideas de su misericor- dia aun Ja misma malicia de los hombres. {Qué leno esta el mundo, catdlicos, de Orden, de arno- nia y de maguificencia, considerado bajo este respecto y atendiendo al soberano Artifice que le gobierna! [Qué es- pectaculo es este tan digno de ta fe! - Pero si separais 4 Dios, si considerais al mundo por-.sf so!0, si no mirais en él] mas que las pasiones humauas, que parece lo penen to- do en movimiento; si no contemplais en él la voluntad cter- na del Sefior, que es el invisible principio que comunica el movimiento 4 todas las cosas, entonces no es mas que un caos, un teatro de confusion y desGrden, en el que ninguno SERMONES DE MASSILLON. iF est4 en su puesto, en donde el impio goza de la recompen- sa de la virtud, en’ donde muchas veces tocan en suerte al justo el desprecio y las penas del vicio; en donde las pasio- nes son las tnicas leyes que se consultan, en dopde los hombres solo estan unidos entre si por los mismos intereses que los dividen, en donde la casualidad parece que decide de los mayores sucesos, en donde-el buen €xito rara vez es prueba 6 recompensa de las justas pretensiones, en donde la ambicion y la temeridad se Jevantan 4 los primeros pues- tos, que 6 los teme el mérito 6 se le niegan. Finalmente, donde no se ve 6rden alguno, porque solo se advierte la ir- regularidad de los moviznientos, sin comprender el secreto ni el fin de ellos. Esto es cl mundo separado de Dios, y asi es como nos- otrosle miramos. No vemos en él una sabiduria soberana que juega, si es licito decirlo asi, en el aniverso, arruinan- do los Estades y los imperios y levantando otros sobre sus ruinas; mudando continuamente los nombres y fortunas de los mortales, y dejando las cosas de la tierra en una inconse tancia y en una revolucion eterna, para enseflarnos 4 que nos unamos al que solo es inmutable y siempre permanece el mismo. Es verdad que muchas veces resistimos 4 Dios con pre- texto de buscarle. Ultima raiz de nuestra oposicion 4 Ja voluntad divina, una falsa virtud, y tltimne escollo que nos ensefia a evitar Maria con su ejemplo. A la verdad, si esta Sefiora no hubiera consultado mas que 4 su celo por la gleria de su Hijo, los intereses de su divino nacimiento y los obst@culos que parecia oponer su purificacion al fruto de su ministerio, confirmando la incre- dulidad de su pueblo y haciéndole pasar por un simple hijo de Maria y de José; si no hubiera consultado mas que 4 TOM, U.—p. 3. 18 SERMONES DE MASSILLON. estos temores nacidos de su misma piedad, debia Maria, al parecer, eximirse de la ley comun, y no ir al templo 4 manifestar en su Hijo una apariencia de mancha y de pe- cado que le confundia con los demas hijos de Juda. Pero desconfia de un celo que no ve estar en el Orden de Dios; en tanto quiere la salud de los hombres y la gloria de su Hijo en cuaato la quiere el mismo Dios; y nada tiene por seguro, aun en la virtud, sino el conformarse con su volun- tad santa. Si, catdlicos, nada es bueno para nosotros sino lo que Dios quiere; la piedad que no se funda en una conformidad continua con su voluntad santa, es una falsa virtud, mas es un amor propio oculto y peligroso “que unculto verdade- ro de Dios; y con todo eso, casi siempre es este el flaco de ja piedad. Nunca queremos buscar 4 Dios por los caminos que nos abre su mano misma, y hacemos que consista la virtud, ho en querer Jo que Dios quiere, sino en escuchar nuestras inclinaciones y seguirlas. Primeramente. Nunca nos agraden las obiigacioncs de nuestro estado, y siempre hacemos en lugar de ellag otras obras arbitrarias que no nos pide Dios. El casado tendria gran gusto en rezr, en ejercitarse en uLras ie misericer- dia, pasaria los dias enteros sin molestia en el retiro y en Ja leccion de libros espirituales, quisiera poder ucudir 4 von- solar los afligidos; pero lo que le molesta, lo que no le gus- ta es la sumision, el agrado y la afabilidad recfpreca que une les corazones, y que tanto encarga el apdsial A fas mu- jeres cristianas; aquella condescendencia que unc los gé- ios y las voluntades; aquella paciencia que desarma la fe- rocidad y se concilia la estimaeion y el afecto; aquellos cui- dados y aquellas atenciones domésticas que afianzan et buen Orden de las familias, conservan la paz, precaven los SERMONKS DE MASSILLON. 19 excesos y el escdndalo de las disensiones, y hacen que Dios habite en medio de una familia fiel. Gustamos de todo aquello que Dios no nos pide, y no de lo que 6! quiere; y muchas veces la piedad de la mujer fiel, que debiera ser el origen de la paz, de la tranquilidad, de! consuelo de una casa santa, y ganar el marido infiel, le aparla y empeora por falta de afabilidad y de condescendencia, y es la raiz de fas antipatias y divisiones, y motive de que se tenga miedo 4 Ja virtud, cuyo fruto es la paz, como si ella fuera la sefial infalible de los disgustos é inquietudes de las familias. En segundo lugar: si Dios nos pone en un estado de en- fermedad habitual. echamos 4 este estado ia culpa de nues- tra tibieza y de nuestras infidelidades en e} servicio de Dios. Nos figuramos que con una salud mas segura cum- plirinmos con mil ejercicios de piedad para los cuales nos nallamos inhabiles; no acabamos de egmprender que el su- jetarse 4 Dios y usar santamente del estado en que nos po- ne, es rezar, eS mortificarse, es ejercitarse en obras de mi- sericordia, y todo se incluye en esto. Que el Sefior sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, que nosotros no de- bemos escogernos el camino, y que toda la perfeccion de la fe y toda Ja seguridad del alma fiel consiste cn no querer mas de lo que Dios quiere. En tercer lugar: no sufrimos con paciencia nuestras pro- pias imperfecciones; somos molestos 4 nosotros mismos; aqucllas infidelidades que todos los dias advertimos en nos- otros causan inquietudes 4 nuestro amor propio y nos dis- gustan de la virtud. Quisiéramos no ver en nosotros nada que reprender, vivir satisfechos de nosotros mismos, aplau- dir en nuestro interior nuestra virtud y gozar del lisonjero testimonio de nuestra conciencia; nuestras faltas nos in- quietan y nos acobardan en e} camino del Seéfior, porque 20 SERMONES DE MASSILLON. . nos turban aquella paz absolutamente humana y humillan| aquella oculta soberbia que buscan dentro de nosotros mis- mos una vana condescendencia. No sabemos mirar nues- tros defectos como permision de Dios, y sacar de ellos la utilidad que se propone su sabiduria: Dios quiere que obre- mos nuestra salud con temor y temblor, y nosotros quisié- ramos obrarla con una entera seguridad. Dios quiere con- ducirnos por la fe, y nosotros quisi¢ramos ir 4 ¢l por el ca- mino de la luz clara. Dios quiere que siempre vivamos in- ciertos de si somos dignos de amor 6 dc Odio, y nosotros, despues de haber dado algunos débiles pasos en la peniten- cia y en la piedad, quisiéramos estar asegurados de que Su Majestad se nos ha dado 4 nosotros. Dios quiere que vi- vamos siempre dependientes de 1, y nosotros quisiéramos poder hallar un apoyo carnal dentro de nosotros mismos, Dios quiere que pongamos nuestra suerte en sus manos, y nosotros quisiéramos tenerla en las nuestras: en una pala- bra, Dios quiere que nuestra salvacion dependa de 1, y nos- otros quisiéraios que Unicamente dependiese de nos- otros, En cuarto lugar: si los pecadores, revestidos dela ptiblica autoridad, ponen algun obstaculo 4 nuestro celo 6 algunas contradicciones 4 las empresas que son Utiles 4 la virtud, no observamos con ellos regla alguna de caridad: creemos tener derecho para declamar contra sus malas intenziones, para descubrir sus vicios, para hacerlos pasar por e1 emigos ptiblicos de todo lo bueno y de la justicia; con pret..:to de que gemimos oprimidos de su ceguera, nos cegamo;s d nos- otros mismos; y en vez de pedir 4 Dios en silencio yue mu- de su corazon y dejar en sus manos los intereses de su Iglesia, 4 la que sabra proteger @ pesar de la malicia y po- der de los hombres, nos persuadimos 4 que el titula de pro- SERMONES DE MASSILLON. av tectores de la piedad nos autoriza para violar las leyes de la piedad misma. Finalmente, no podemos sufrir los des6rdenes de nues- tros iguales, de nuestros parientes, de nuestros superiores, con quienes tenemos que vivir. Tenemos por virtud el cen- surarlos, el desacreditarlos, el exasperarlos; nos quejamos de nuestra suerte, que nos une con lazos de obligacion y so- ciedad 4 unas personas que viven con paganos, sin pensa- miento alguno de piedad nide religicn. ‘Tendriamos por mucho mayor bien el vivir entre unas almas fieles que pen- sasen como nosotros; y con la amargura y aspereza de nuestra compafiia hacemos que la piedad les sea tan odio- 8a COMO Nosotros mismos; y haciendo nuestras censuras que les sean inttiles nuestros ejemplos, se figuran que la virtud es como nosotres, esto es, dura, molesta, sin piedad, Nena de hiel y de presuncion; y en vez de ganarlos sufrién- dolos, los apartamos con el desprecio, y mas parece que triunfamos 4 costa de sus vicios, que el que nos compade- cemos con caridad y religion de sus flaquezas. La conformidad con la voluntad de Dios, catdlicos, hace, si es licito decirlo asi, que respetemos en los pecadores las _ideas de su eterna sabiduria para con ellos, pues ésta Jos hace Utiles 4 la salud de sus escogidos, y muchas veces por al mismo camino de sus desOrdenes fos reduce 4 la peni- tencia y 4a salvacion. De este mode, la verdadera virtud mira 4 los pecadores en las manos de Dios, !os sufre con caridad, porque los sufre e] mismo Dios; los ama tiernamen- te, porque pueden llegar 4 ser hijos de Dios y perque son Utiles 4 los fines de su providencia. Espera para ellos los instantes de la gracia, adora los eternos fines de Aquel que ha sefialado los limites 4 las pasiones de los hombres como al impetu de las olas del mar. El querer lo que Dios quie- 22 . SERMONES DE MASSILLON. re 6 permite, tanto respecto de los otros coms de nosotros mismos, es circunstancia inseparable de la virtud. Los vi- cios nos debeu afligir, pero siempre debemos amar 4 los pe- cadores, Y asi, ‘catlicos, no hay cosa que inspire mas agrado, mas caridad, mas humanidad para con los hombres, que considerar continuamente Ja voluntad de Dios en ellos. Es verdad que son aborrecibles por si mismos cuando son pe- cadores: pero en el Orden de Dios siempre son dignos de nuestro amor y de nuestro respeto. Sirven para la obra de la predestinacion, y acaso estan destinados para ser algun dia partes de ella. Debemos, pucs, mirar sus pasiones con dolor, pero con paciencia; reprenderlos si estan sujetos 4 nosotros, pero sufrirlos con caridad; descar su conversion con ansia, pero espsrarla sin inquietud; y no hacer que nuestra virtud consista eu despreciar los pecadores, sino en desear sinceramente su punitencia. Estas son las tres raices de nuestra oposicion 4 la volun- tad de Dios, y los tres sacrinicios de que hoy nos da ejem- plo Maria. Pero despues de haberos manifestado los obs- téculos que se hallan en nosotros para someternos 4 Dios, es necesario explicaros las utilidades y consuelos que nos facilita la sumision 4 su santisima voluntad. SEGUNDA PARTE. Tres copiosas fuentes de pesares forman todas Jas des- gracias 6 inquietudes de la vida humana; los vanos pron6s- ticos de lo futuro, las infinitas inquietudes acerca de lo pre- sente y los intitiles pesares de lo pasado. JLo futuro nos inquieta con sus temores y esperanzas; lo presente nos agi- ta con sus embarazos y contratiempos. Finalmente, aun SERMONES DE MASILLON. 23 lo pasado nos atormenta, haciéndonos presentes, con une molesta memoria, los males que debiera haber hecho olvi- dar el tiempo. Esto es Jo que hace desgraciados en la tier- ra d todos los hombres que no viven de la fe y en depen- dencia de Dios. La sumision 4 la voluntad de Dios nos hace esperar sin inquietud lo futuro, nos hace mirar con traiquilidad lo pre- sente, y acordamos con utilidad de lo pasado. En todas es- tas situaciones nos hace hallar en Dios y en la continua conformidad con sus Ordenes, la paz y el consuelo que jamas podria hallar el pecador cn sus pasiones ni en si mismo. : Digo primeramente que esta sumision nos hace espe~ rar, como hoy 4 Maria, lo futuro sin inquietud. Porque, catdlicos, gqué sustes no debiera suscigar en su alma santa la profecia del viejo Simeon acerca de la futura suerte de su Hijo? la anuncia que una espada de dolor atravesara sus maternales entrafias. Que este Hijo seria expuesto como un blanco 4 los dardos de los malos y 4 la contradiccion de sa pueblo, y que serviria, tanto para la perdicion como pa- ra la salud de muchos. gQué tropel de temores, de inquie- tudes, de desconfianzas debieran turbar entonces la paz en su corazon? No obstante, como el profeta, deposita todos sus pensamientos y todos sus sustos en el seno de Dios; so- lo mira lo futuro en el Orden inmutable de su voluntad eter- na. Adora anticipadamente las ideas del Padre celestial para con este Hijo; se somete % ellas sin querer investigar- las ni conocerlas; y entregdndose 4 solo Dios en cuanto le pertenece, es perfecia su tranquilidad porque es entera su sumision. Si, cat6licos, las inquietuies acerca de lo futuro forman el mas amargo veneno de la vida humana, y los hombres 24 SERMONES DE MASSILLON. solo son desgraciados porque no se saben contener en el Momento presente. Aceleran sus penas y sus cuidados, buscan en lo por venir con que hacerse infelices, como si no tuvieran bastantes inquietudes en lo presente; se forman quimeras con que atemorizarse 4 s{ mismos, como si no tu- vieran bastantes pesares verdaderos; se atorment.n conti- nuamente por el dia de mafiana, como si no bastara a ca- da dia su malicia, El tener mas talentos que otros solo les sirve para formarse mas inquietudes; el extenderse mas le- jos su vista para anticiparse 4 ver Sus desgracias; el ser s4- bios para estar mas inquietos y temerosos, y el ser mas advertidos para ser de peor condicion y estar menos tran- quilos que los imprudentes é insensatos. 40s conoceis por estas sefias, catdlicos? Porque gqué es la vida de la corte mas que un eterno sobresalto acerca de lo futuro, una revolucion penosa de temores, de precauciones y de es- peranzas? De temores. Todos los sucesos nos presentan nuevos imiedos; la elevacion de un competidor nos hace te- mer nuestra desgracia, el favor de un enemigo nos mues- tra desde lejos como segura nuestra perdicion; una mirada menos agradable del soberano nos hace ya prever nuestro olvido y nuestra ruina, De precauciones, Continuamente estamos tomando racdidas, 6 para obtencr gracias que nun- ca conseguiremos, 6 para precaver disgustos y pesares que vendran. Finalmente, de esperanzas. Continuamente nos esta lisonjeando la esperanza de alguna dicha; pero para - Megar 4 ella es necesario sacrificar el sosicgo y todas las dulzuras presentes. La felicidad siempre se queda en la idea que sc la figura, las esclavitudes y penas estén en el corazon que las padece y le consumen. Pero una alma sujeta 4 Dios no padece estas inquietu- des, estus miedos ni estos cuidados que agitan 4 los hijos SERMONES DE MASSILLON. 25 del siglo. Sabe que lo futuro esta determinado en los couse- Jos eternos de la Providencia, que no pudiendo nuestras in- quietudes y cuidados mudar ni aun el color de un solo ca- bello, mucho menos mudardn el Orden de estos inmutables decretos; que nada se arriesga en entregarse 4 élen Orden 4 todo lo que debe suceder. Que el saber que todo un Dios se digna de mezclarse en Jo que nos pertenece, nos sitve de consuelo, y aun mucho mas el Jeer en los libros santos que nos manda que nos entreguemos 4 61 solo, y finalmen- te, que 61 se encarga de lo futuro, y solo nos manda que santifiquemos con la fe el uso de lo presente. , No quiero decir con esto que la fe autoriza Ja pereza 6 imprudencia, y que para estar sujeto 4 Dios en drden 4 lo futuro sea preciso entregarse 4 61 de tal modo que se aban- donen todos los cuidados y se desprecieg todas las precau- ciones. El fiel confia en Dios, pero no le tienta: trabaja co- mo si todo dependiera de si mismo, esta tranquilo en 6rden al suceso; porque conoce que todo depende de Dios; sabe que debe valerse de la razon para tomar las precauciones y medidas, pero tambien sabe que la fe espera el buen éxito de Dios solo; usa de prudencia en 3% elecvion de los medios, pero permanece con sencililez y sumision esperando los su- cesos: en una palabra, la prudencia es comun al fiel y al mundano, pero Ja paz y la tranquilidad solo son para el fiel. Pero cuando digo comun, catdlicos, quiero decir que les es comun solo el nombre de prudencla, porque hay gran distincion en las sefiales de una prudencia cristiana y suje- ta d Dios, y las de una prudencia humana. El apdstol San- tiago nos explica estas sefiales.! Primeramente, la prudencia del fiel, dice el apdstol, es 1 Epist, Jacob, cap, 3. v. 17. : TOM. IL—P. 4. 26 SERMONES DE MASSILLON. casta dinocente. Prium quidem pudica, No conoce mas reglas leg{timas que las que Ie permite la concicncia y aprucba Ja religion; no se vale de los delitos para conseguir sus fines, y cualquiera prudencia incompatible con Ia sal- vacion la tiene pur locura. Al contrariv la del pecador, es corrompida y culpable, y hace traicion 4 su conciencia por conseguir sus fines. En nada tiene los delitos 6 los pasos jlegitimos, con tal que le conduzcan al fin; busca el buen 6xito aun 4 costa de su alma, y cuanto le puede ser ttil, luego lo juzga inocente. En segundo lugar, la prudencia del fiel es tranquila y amiga de la paz. Deinde quidem pacifica. Sus medidas siempre son pacificas, porque siempre las sujeta 4 la vo- luntad de Dios. No desea las felicidades sino en cuanto son del agrado de Dios, yen las precauciones que toma, mas intenta agradar 4 Dios, que se las ordena, que darse satisfaccion 4 si mismo. Al contrario Ja del pecador, siem- pre esta inquieta porque nunca se somete; pone su felicidad no en el Orden de Dios, sino en el acierto de sus medidas; espera la paz, no de su sumision, sino del suceso, y su misma prudenciz es el origen de sus pésares € inquietu- des. En tercer lugar, la prudencia del fiel es modesta, Mo- desta. Se aparta de proyectos ambiciosos, solo intenta los fines que son conformes 4 su estado; sabe poner limites 4 sus deseos; no tauto piensa en elevarse como en ser Util, y su moderacion cs el tesoro de donde saca Ja raiz de la paz y la seguridad de su inocencia. Ja del pezador es insa- ciable, continuamente toma nuevas medidas, porque siem- pre esté formando nuevos proyectos. Su cmbicion no co- noce limites; tiene pur conveniente todo lo que le agrada; los mas peligrosos puestos no le atemorizan; el tinico peli- SERMONES DE MASSILLON. 27 gro que teme es el mal suceso de sus medidas, y no le da cuidado el exporsr su salvacion con tal que asegure su for- tuna. En cuarto lugar, la prudencia del fiel es humilde y d6- cil. Suadibilis. Siempre desconfia de sus propios talen- tos; tas fia en los socorros del cielo que en todas las. me- didas de la prudencia humana, y sin ser negligente lo es- pera todo de solo Dios. Al contrario la del pecador, esté lena de soberbia, no cuenta mas que con la debilidad de sus medidas, confia en su propia prudencia, espera de sus euidados la felicidad, y obra 61 solo como si no hubiera Dios que se mezclase en los negocios de los hombres. En quinto lugar, la prudencia del fiel no es sospechosa. Non judicans. No busca su seguridad en la desconfianza continua de sus prdjimes; cree el mal® con dificultad; mas quiere caer en sus lazos que juzgar temerariamente de sus intenciones y pensamientos. La prudencia del pecador so- jo halla su seguridad en sus sospechas y en sus desconfian- zas. Como su corazon esta corrompido, todo le parece corrupcion y doblez en los demas; mira 4 todos los hom- ‘bres como 4 sus enemigos; sospecha el mal en donde no le ve; se persuade 4 que para juzgar con seguridad, es nece~ sario juzgar mal de sus préjimos, y toda su prudencia se reduce 4 suponer en todos los hombres todo aquello de que es capaz él mismo. , . En sexto lugar, la prudencia del fiel no tiene ficciones, sine simulatione. No pone su habilidad en sus artificios; come no quiere engafiar no necesita de fingir, y toda su habilidad consiste en su candor y sinceridad. A! contrario la del pecador, es un perptuo doblez; sus labios contradi- een siempre 4 su corazon; su semblante es siempre la con- tradiccion de sus pensamientos; cree que su talento crece 3 SERMONES DE MASSILLON. 4 proporcion de su falsedad. Toda su vida no es mas que: un ciimulo de ruindades y mala fe, y su prudencia le hace padecer una continua fatiga, porque siempre le estén pre- cisando 4 fingir. Finalmente, la prudencia del fiel est lena de misericor- dia y de frutos de buenas obras. Plena misericordia, et fructibus bonis. Junta 4 los medios humauos las practicas de la virtud y los socorros de la oracion: asegura Ja felici- dad de sus medidas con la abundancia de sus liberalidades y con los méritos de la misericordia, y en las obtigaciones de la religion halla Jos principales arbitrios y el tinico apo- yo de su fortuna. Alcontrario el pecador, mira 4 la pie- dad como obstdculo para su elevacion, huye de las maxi- mas de la religion como incGmodas 4 su fortuna, y si ak- guna vez recurre dtlas apariencias de la virtud, es para abusarde ella y hallar un camino mas seguro para conse- guir lo que desea. ‘Tambien, ccntinta el apdstol de quien he sacado estos - caractéres, la prudencia del fiel es una semilla y un conti- nuo manantial de paz en sucorazon, Fructus autem jus- litia in pace seminatur, facientibus pacem. Pero la pruden- cia del siglo, que no viene del ciclo, sino de la corrupcion del pecador y de! desOrden de sus pasiones, es una conti~ nua revolucion de temores, de deseos, de pesares, y como es la obra de sus pasiones, nunca podrd scr ‘mas tranquila que sus pasiones mismas: Non enim ‘sta samentia desur- sum discendens a Patre luminum, sed terrena, animalisis, diabolica.! La segunda raiz de ias inquietudes humanas son los su- cesos presentes y lo que todos los dias pasa 4 nuestra vis~ a V. 15. SERMONES DE MASSILLON. 29 ta. Casi nunca nos sucede cosa alguna segun nuestros de- seos; lo que amamos nos abandona, lo que deseamos huye de nosotros, y siempre nos sucede lo mismo que temeimos. Nunca somos felices en todo; sila fortuna nos halaga, la salud nos abandona; si gozamos salud, nos falta la fortuna; si el favor del principe nos eleva, la envidia del cortcsano nos deshonra y desautoriza; si nos perdona ta envidia y podemos contar con los votos del publico, el soberano nos desprecia; finalmente, en cualquiera situacion que nos ha- llemos siempre falta alguna cosa 4 nuestra felicidad, y lo peor que tiene el hombre es, que un solo pesar puede mas para con él que mil placeres, y lo que le falta, por poco que sea, emponzofia todo cuanto posee. Pero una alma fiel halla, como hoy Maria, en una sumi- sion absoluta 4 las drdenes de Dios, un alivio siempre pronto 4 los estorbos de su presente sifuacion. En las ideas de Dios para con la Sefiora todo era incomprensible; la hu- mildad de su Hijo y la fatura grandeza que la anuncian, fa espada que habia de atravesar su corazon, y todas las naciones que no obstante eso la habian de lamar feliz, el desprecio de que se ve cercada y: los grandes Sucesos que la esperan. Pero la voluntad de Dios es la tinica solucion de sus dudas y el mayor consuelo de sus penas. Si, catdlicos, la causa de que la sumision 4 la voluntad de Dios sea de tanto consuelo aun en medio de las mayo- tes adversidades en que nos coloca, es primeramente el ser Ta voluntad de un Dios omnipotente 4 quien todo es facil, duefio de los sucesos, que con una sola mirada puede aca- bar todas nuestras penas, para quien nada es dificil y solo con que él Jo diga quedan hechas todas las cosas. jOh! los hombres 4 quienes nos entregamos no nos podran sacar de los enredos y peligros en que nos empefian. Todos los dias vemos 4 los amadores del mundo caer con sus protectores y con aquellos apoyos de carne y sangre en quienes ponen una vana confianza; semejantes, dice el profeta, 4 aquellos que buscan un débil asilo contra la pared de barro ya in- clinada y pronta 4 caer, que tarde 6 temprano quedan se- pultados en sus ruinas: Tanquam parieti inclinato, et ma- certe@ depulsa.' Infinitas circunstancias hay eu que los hom- bres con todo su poder nada pueden hacer por nosotros; 4 lo menos nunca podran hacernos mas felices que ellos, y: como ellos nunca son enteramente dichosos, no debemos esperar que hagan nuestra condicion mejor que la suya, ni que hagan por nosotros lo que no pueden hacer por si mis- mos. Pero el gran consuelo para una alma sujeta 4 Dios es e] poderse decir 4 si misma: Dios es bastante poderoso -para sostenerme; nada aventuro en dejarle obrar; tiene remedios para todas mis necesidades; lo que 4 los hombres parece desesperado es facil 4 su poder; quiere que esperemos con- tra ia misma esperanza, y cuauto mas indtiles parecen los socorros humanos, mas bien acude 4 socorrernos, para acostumbrarnos @ que todo io esperemos de él y 4 no po- ner nuestra confianza en los hombres. En segundo lugar, nos sometemos 4 la voluntad de un Dios sAbio que tiene sus eternos fines en los sucesos que nos proporciona, que ve las diferentes utilidades de las cir- cun stancias en que nos coloca, que nada hace por acaso, y consec los sucesos aun antes de (omar las medidas. jAh! Nosotros podemos inquietarnos acerca del estado que nos prc porcionamos nosotros mismos, porque no nos conocemos bien para poder determinar lo que nos conviene; y por jo t Psalm. Ot. 3. SERMONES DE MASSILLON. Bl comun en nuestras elecciones mas consullamos los intere- ses de nuestra pasion que los de nuestra alma; pero lo que consucla 4 una alma fiel sujeta 4 Dios, es la sabiduria del mismo Sefior en quien pone su confianza. Dios tiene sus razones, se dice continuamente el alma fiel, para colocarme en estas circunstancias, y aunque yo no las conozco, no por eso son menos justas y adorables. Yo no debo medir sus incomprensibles fines cou mis luces flacas y limitadas. Es verdad que yo no veo « 6nde pueda conducirme por los caminos por donde me lieva; pero una vez que :u ma- no es quien me los franquea, no hay mas que caminar sin temor. Muchas veces guia hacia la tierra de promision por los rodeos penosos y dridos del desierto, y casi siem- pre nos oculta sus fines por dejarnos entero el mérito de la sumision y de la confianza. . Finalmente, no solo porque nos sofmetemos 4 la volun- tad de un Dios poderoso y sabio, sino tambien de un Dios bueno, compasivo y misericordioso, que nos ama y no quie- re mas que nuestra salvacion. Los hombres muchas ve- ces fingiendo favorecernos, sclo intentan dafiarnos; en tan- to nos estiinan en cuanto les somos ttiles; mas bien quie- ren aprovecharse de nosotros para su felicidad que hacer- nos dichosos. Pero Dios svio intenta nuestra salvacion; cuanto quiere en Orden 4 nosotros, uo lo quiere mas que para nosotros, Solamente nuestros intereses eternos reglan sus pasos en 6rden 4 nosotros; si nos castiga es por salvarnos, si nos hu- milla no intenta ras que nuestra salvacion, si nos eleva nuestra salvacion es quien le mueve; finalmente, en cual- quiera siluacion que nos coloque, siempre es padre que nos guia, amigo que nos gobierna, protector que nos ampara, guia que nos dirige y ensefia los caminos. jAh, catdlicos! 32 SERMONES DE MASSILLUN. nosotros nos tenemos por muy seguros cuando nuestros in- tereses y nuestra fortuna estan en manos de un amigo fiel 4 quien por mucho tiempo hemos experimentado y de quien nos fiamos como de nosotros mismos; no queremos ni aun informarnos de las razones que tiene para valerse de logs medios que usa para servirnos; aprobamos cuanto hace, nos conformamos y nos parece que nos conviene. Pues este es el consuelo de una alma fiel que ha puesto su suer- te en las manos de Dios; no examina las razones que pue- de tener su bondad paternal en tas diversas circunstancias en que la coloca; le basta el saber que es un Dios en quien todas las ideas estdn Ienas de bondad y de misericordia para con sus criaturas, un padre gue solo desea la salud de su hijo, uu amigo carifioso y fiel 4 quien nada mueve tanto su corazon como los intereses de su amado. jQué estado, catdlicos! May en la tierra; otro mas apetecible para la criatura?. Y aun cuando no se hallara en la reli- gion mas que esta sola utilidad, gno seria la eleccion del justo y del fiel la mas feliz y la mas razonable que puede escoger e} hombre en la tierra? _ Finalmente, Jos disgustos de lo"pasado'son e] Ultimo ma- nantial de Jas inquietudes humanas. No nos acordamos de los molestos sucesos de nuestra vida sino ¢on unas tris- tes representaciones que emponzofian la memoria. Nues- tras pasadas pérdidas nos atormentan atin con las inttiles reflexiones acerea ‘de las medidas que pudiéramos haber tomado para evitarlas; continuamente nos estamos acusan- do de haber sido nosotros mismos los”autores de nuestra désgracia, continuamente nos estamos diciendo que si hu- piéramos tomado tal 6 tal precaucion nos hubjéramos ahor- rado muchas lagrimas y pesares; afiadimos 4 nuestras des- gracias la de atribuirlas 4 nuestra inconsideracion; despues SERMONES DE MASSILLON, 33 de hecho el dafio nos representamos como muy faciles log medios de evitarle, para sentir mas vivamente la pena de haber caido en él; y en vez de contemplar en esto la sa- biduria y voluniad de Dios que lo goberaaron todo y que debieran haccrnos olvidar nucstras penas, no miramos en elias mas que huestros engaiios, Jos que aumentan nuestres pesares y hacen que sean eternos nuestros trabajos, . En esto nos sirve tambien de-ejemplo ia sumision de Maria. En todos los sucesos de su vida pasada no mira . mas que 4 Dios; en la embajada dei angel, en el prodigio de su parto, en la fe de los pastores, en la adoracion de los Magos, contempla, dice cl Evangelio, y conserva en su co- razon todas estas maravillas y toda la pasada conducta de Dios para con ella; ja esperanza y el lenguaje profético de la santa viuda Ana y del justo Simeon la acuerdan todo cuanto eleSefior habia hecho hasta entofices por ella y por aquel Hijo: Conferens in corde suo. En todas estas oca- siones nada ve humano, sino todo divino; y no pudien- do dudar que sola la mano del Altisimo la habia goberna- do hasta entonces, no halla dificultad en persuadirse que es la misma quien la guia al templo 4 sujetarse al sacrifi- cio y 4 la humillacion que la pide. Esta, catdlic&; es la gran ciencia de la fe; lo pasado debie- ta servirnos de una instruccion continua, en que debiéra- mos estudiar Jas disposiciones y voluntad adorable del Se- fior acerca del destino de Jos hombres; debiéramos acordar- “nos egptinuamente de.cuanto hemos visto suceder, parti- - cularmente en la corte donde vivimos, y que es como el teatro de las revoluciones huimanas; tantas mudanzas re- pentinas, tantas muertes terribles y no esperadas, los acci- dentes tan funestos, las prosperidades 6 desgracias del Es- tado, la elevacion 6 caida de los que ocupaban” los_prime- . TOM. IL—P. 5. 34 SERMONES DE MASSILLON. ros puestos; en fin, tanta variedad en el favor, en Ja fortu- na, en Ja estimacion, en la decadencia 6 aumento de las familias: debiéramos acordarnos de esto solamente, vuelvo 4 decir, para ver en tcdo ello la sabiduria de Dios, que con- tinuamerte se burla de las pasiones humanas, y eleva 6 trastorna en un instante para darnos 4 conocer Ja fragilidad de cuanto sucede, y ensefiarnos que .toda la sabidurfa hu- mana no podra librarnos del menor contratiempo, y que no hay consejo contra‘los consejos de Dios. Con todo eso, la memoria de lo pasado, en vez de ins- truirnos nos engafia; no sirve mas que de despertar en nosotros pasiones injustas; nos acordamos ‘de la caida de aquellos 4 quienes vimos 4 la frente de todos Ios negocios, y eran los arbitros de la fortuna del ptiblico, y esta memo- ria en vez de desenganiarnos de cuanto hemos visto des- aparecer y eclipsdrse en un instante, y ensefiarnos que na- da son las prosperidades tem jorales si no se inmortalizan usando de ellas cristianamente, mas sirve de avivar nues- tra ambicion con los obstaculos que siempre habia opuesto 4 nuestra fortiina su grande autoridad, que de instruir nuestra fe con la inconstancia que lo ha trastoraade iodo en un instante. Finalmente, en mmguna parte cv templa- mos 4 Dios; todo pasa, todo desaparece, toflo huye de taes- tra vista; se levanta insensiblemente un nuevo Juunio so- ~bre las ruinas del que vimos cuando vedimos a él: se ma- nifiesta una nueva corte en lugar de la que habiawcs visto en nuestros primeros afios; han aparecido en el leajro nue- vos personajes; continuamenie se observan en el universo nuevas escenas; nos hallamos casi solos y eXtranjeros en medio del mundo y entre los hombres 4 quienes hemus vis- to nacer, y separados de aquellos cen quienes habiamos vi- vido al principio; todo huye, todo desaparece, todo corre ré- SERMONES DE MASSILLON 33 pidamente 4 precipitarse en la nada. ¥ en medio de estas revoluciones continuas, en que solo Dios, que no se muda, parece tan grande; eu que solo Dios, que mudando conti- nudmente la cara del universo, siempre permanece el mis- mo y se manifiesta tan digno de nuestros respetos, no le vemos, nunca levamtamvs ta consider aciou hasta 6], nog mantenemos, ehtre las ruinas. de une mundo’ que ya esta medio deshecho entre nuestras manos, nos divertimos en nuestra idea con lo que ya pas, tenemos por realidad lo que ya no existe, nuestros priméros afios manchan avn nuestro corazon con ideas lascivas € injustas, hacenios re- vivir continnaménte los delitos de nuestros dias ya pasa- dos, nos parece que nos falta tiempo para ofender Dios, excitamios sin cesar dentro de uosutrose@ias imagenes que renuevan nuestros pasados: delitos; esto, es. Jracemos que nuestra vida sirva dos veces 4 ja culfa, sin liber servido ni on instante 4 la virtud. De este modo to pasado, cu vez de desengaiiarnos 6 instruirnos, nos inficiona y engafia; no * vemos en ello mas que las revoluciones humanas, no ele: vamos 4 mas nuestra consideracion, y vivimos como si el universo se gebernara por acaso, y como sino hubiera mas razon de lo que en €] sucede que el mismo suceso. jAh, catdligos! los patriarcas, cuya vida era tan dikatada, no se ocupaban mas que en meditar en lof grandes suce- sos que les habian acaecido en su larga vida, en las mara- villas del Sefior y en el Grden de su adorable voluntad; se acordaban de los {diferentes caminos ‘por donde los habia conducido su sabiduria;;admiraban en ellos las .inefables * disposiciones de su Providencia; este era el libro en que continuamente estudiaban las{grandezas de Dios y sus mi- sericordias para con las*criaturas; este era el mas suave © consuelo de su peregrinacion; miraban 4 Dios en todas laa - 36 _ SERMONES DG MASSILLON, cosas; el invisible era como visible para ellos en tpdos- los diversos y maraviliosos sucesos de stl vida; no veian mas que 4 Dios en el universo, y nunca contaban con los hom~- bres de quien se servia su sabiduria para cumplir sus ado- tables fines. * , . Y esta, catdlicos, es la grande clencia que nos ensefian nuestras divinas Escrituras. *En Jas'demas historias que nos aan dejado los hombres solo se ve obrar.d los mismos hombres; ellos son los que ganan las victorias, los que to- man Jas plazas, sujetan ‘los imperios, destronan los sobera- nos y se elevan 4 si mismos al supremo poder. No se‘ha- ce mencion de Dios en ninguna parte; los hombres son los tinicos actores. Pero en la historia de los libros santos, Dios solo es quiew lo hace todo, Dios solo quien hace-reinar 4 los reyes,.quien,los coloca 6 derriba del trono; Dios solo quien combate contr& los enemigos, quien arruina las ciu- dades, quien dispone de los Estados y de los imperios, quien da la paz 6 la guerra; no se ve mas gue a Dios en esta di- ‘vina historia; en ella, si es licito decirlo asi, no hay otro héroe; los reyes y los conquistadores solo se manifiestan en ella como ministros de su voluntad santa. Finalmente, estos divinos libros quitan el velo 4 la Providencia; Dios, gue se oculta en los sucesos que se refieren en nuestras historias, se mifanifiesta en ellos c.aramente. Bn este solo -libro que e! espiritu de Dios nos ha dejado en: la ticrra, es en el que’debemos aprender 4 leer las historias que 10s han dejado.los hombres, a suplir con la fe io que ha owitido el espiritu humano, y 4 mirar las diferentes revoluciones con que ha sido agitado el universo, como la historia de los fi- jies y voluntad del Sefior para con los hombres. Estas son las instrucciones que halla una alma ficl en “Ja memoria de lo pasado. Tambien sera uno de ios ma- SERMONES DE MASSILLON. 7 yores consuelvs para los santos en la gloria el ver clara- mente el Grden agmirable de la voluntad del Sefior en todos Jos sucesos de su vida pasada, ‘Entonces se’ descubriré el enigma; verdn como aca en la tierra todo se ordenaba 4 su salvacion; verén con qué bondad, con qué adorable sabidu- ria hacia Dios que todo éirviese 4 la santificacion de los suyos, esto es, todo cuanto sucedia en la tierra, toda la historia de su siglo, la picdad 6 desdrden de los principes, Ja ganancia 6 pérdida de las batallas, la felicidad 6 des gracia publica, y-verdn que todo esto, con una oculta y ~ maravillosa conexion que entonces conocerén claramente, debia contribuir 4 Ja consumacion de sus escogidos, y c6- mo hasta las mismas caidas fueron Utiles para su salva- cion. f Al contrario, el mayor sobresalto de los pecadores ser4 el ver que al mismo tiempo que creian vivir sin yugo y sin Dios en este mundo, estaban en las manos de su sabidu- fa, que se servia aun de sus mismos desGrdenes para el cumplimiento de sus.eternos designios; que creyendo vivir para’ si solos, eran en las nianos de Dios instramentos titi- les para la santificacion de los justos; que de este modo aun sus mas ruidosas acciones eran Utiles 4 los fines de Dios, aunque intitiles para si mismos; que los grandes es- pectdculos que dieron al mundo y que tanto lisonjeaban su vanidad, no tenian conexion alguna con ellos; que solo vi- vieroa para los escogidos, y que ellos solos fueron ios que no tuvieron parte alguna en todos los grandes sucesos en que fueron los principales actores, y por les que serdn ce- Jebrados en las historias; en una palabra, que hicieron mu- cho ruido en el mundo, pero que era Dios 4 quien glorifi- caban, y que nada hicieron para si mismos; semejantes al trueno que admira 4 la tierra y da 4 conocer 4 los hom- 3B SERMONES DE MASSILLON. oo bres la grandeza y poder de Dios,.pero en si mismo no es Mas que un vano sonido, y en pasando, splo deja la infec- cion de la materia que le produce. .0 . Esta reflexion, catdlicos, debiera atraer 4 todos los hom- bres 4 una continua sumision 4 la voluntad del Sefior, por-. que por tiltimo, sujétense 6 no 4 9u voluntad santa, es cier-’ to que siempre obran bajo su dominio, y que no hacen mas, de lo que les permite el Soberano duefio; que solo consi- fuen sus fines en cuanto su adorable sabiduria lo tiene por conveniente; que no pueden eximirse de las drdenes de su poder, y que rebeldndose contra sus leyes, sin alterar los sucesos, no hacen mas que multiplicar sus delitos. Estas son las utilidades que sacan los fieles de la suje- cion 4 las Grdenes de Dios; 4 cualquiera parte de la vida humana que os volvais, cat6licos, no hallareis mas que es- te punto fijo y este consucla sélido; sujetarse 4 Dios y no querer sino Jo que Dios quiere. Este es el gran secreto de la picdad cristiana, la mas preciosa utilidad dela fe y ja mayor ciencia de una alma fiel. Fuera de esto, catoli- cos, qué es la vida humana mas que un mar furioso y agi- tado, en el que siempre estamos al arbitrio de las olas, y en el que cada instante se muda nuestro estado y nos da nuevos sustos? jqué son los hombres sino cl triste juguete de sus Insensatas pasiones y de la continua variedad de los sucesos? “Ligados por la corrupcion de su cofazon 4 todas las cosas presentes, estan en ellas en continuo movimienio, y semejantes 4 aquellas figuras que se Neva tras si una ra- pida rueda,.nunca tienen consistencia segura, Cada ins- tante es para ellos un nnevo estado. Flucitian 4 discrecion de la inconstancia de las cosas humanas, queriendo conti- nuamente fijarse en las criatnras, y obligados sin cesar & desprenderse de ellas, creyendo siempre haber hallado el SERMONES DE MASSILLON, 39 lugar de su reposo, y continuamente precisados 4 volver 4 empezar su carrera; cansados de las agitaciones, y con to- do eso, Ilevades siempre de su-torrente; nada les fija, nada les consuela, nada les alivia en sus penas, nada les suavi- zo. su dolor en los adversos sucesos; ni el mundo, que es la causa, ni su conciencia, que se Jos hace mas amargos, nl el Grden de Dios contra quien se vuelven; beben hasta las heces toda la amargura de su céliz; se contentan con mu- darla de un vaso 4 otro, dice el profeta, se consuelan de una pasion con otra pasion nueva, de una pérdida con un nuevo eimpefio, de una desgracia con ‘nuevas esperanzas; _ en todo les sigue la amargura, mudan de situacion, pero no de suplicio, Et inclinavit ex hoc in hoc; verumtamen fax ejus non est exinanita,! Gran Dios, gpor qué no os ha de estar sujeta mi alma, Nonne Deo subjecta evit anima mea® ;Sois por ventura algun Sefior tan cruel que haya peligro.en poner nuestra suerte en vuestras manos? gqud es lo que yo puedo temer en Orden 4 cuanto me pertenece, joh gran Dios! entregéndome todo 4 vos solo? ‘ jAh! mientras que yo mismo he querido ser el Arbitro de mi suerte, me he confundido con mis propios proyectos; jamas han correspondido los sucesos & mis de- Seos y medidas; no he conseguido mas que fabricarme cada. “dia nuevos estorbos y pesares; quetiendo buscar segurida- des, me formaba precipicios, y lo que miraba como mi des- canso, se volvia inmediatamente contra mi mismo. Vos, Seifor, os divertiais'en trastornar cl edificio segun yo le iba levantando; queriais enseflarme que el hombre edifica en vano la casa, y que. si no la sostiene y levanta vuestra so- 1 Psalm. 74, v. 9 2 Psalm. GL. v2. 40 SERMONES DE MASSILLON. berana mano, solo se dispone tristes ruinas; que es mucho _ mas seguro el dejaros obrar 4 vos solo, {Dios mio! 6 no obrar sino segun. vuestras Grdenes. 4De cudntas inquietudes me hubiera libertado si hubiera sido fiel 4 esta obligacion? Mi suerte hubiera sido la, misma, pero no hubieran sido los mismos pesares: en mi sumision 4 vuestra voluntad santa _ hubiera hallado la paz que jams he podido hallar en el mundo ni en mi propio corazon, y despues la recompensa que prometeis 4 Jos que en la tierra no han deseado mas que el cumplimiento de vuestra voluntad eterna. Amen. SERMON IL. PARA LA FIESTA DU LA PURIPICACION, ACERCA DE LAS DISPOSICIONES NECESARTAS PARA CONSA- GRARSE A DIOS CON UNA NUEVA VIDA. Postquam impleti sunt dies purgationis Marie seoundum legem Moysi, tuleruot Jueum in Je- tusalem, ut sixterent erm Domino. Habiéndone cumplido el tiempo de ta purifica- cion de Marla, segun inky de Moisés, Mevaron el Nifio & Jesusaleu para presentarle al Sefior, ‘Loo, 2. v, 22. No solamente va Jesucristo hoy al templo para cumplir con la ley que mandaba consagrar al Seffor todos los hijos primogénitos, sino tambien para dar cumplimiento 4 la fi- gura; no solo va 4 sujetarse 4 un precepto que no se habia impuesto para ‘él, sino tambien 4 manifestar los misterios de una ceremonia que solamente se ordenaba 4 él. 4Por qué mandaria, catdlicos, el Sefior que se le ofrecie- sen los primogénitos de los hombres y de los animales, co- + Mo para rescatar en esta ofrenda Ja vida y servidumbre de TOM. IL—P. 6. 42 SERMONES DE MASSILLON. los demas? 4Por qué se reservaria en la ley de Moisés las primicias de los frutos de la tierra? gNo es igualmente due- fio de todos nuestros bienes? gle es acaso menos debido el sa- crificio de la tarde «ja el de ia,manafia? jpara que serdn es- tas figuras? Porque Jesucristo, primogénito entre sus her- manos, debia algun dia ofrecerse para libertarlos de la con- denacion de Adan, y tambien porque Jesucristo, fruto su- blime de la tierra, como le llama un profeta, debia,ser pre- sentado en el templo, santificar con esta oblacion 4 toda la naturaleza y restituir al hombre el derecho de usar de los bienes que ella produce, del que estaba privado por haber abusado de 1 injustamente. _ Esto no era mas que una sombra de io future, y por eso no cesaban los profetas de anunciarnos que el resplandor del antiguo templo cederia ala majestad del nuevo. Ya no bajan desde el cielo nubes de gloria para cubrir el san- tuario, sino que hoy llueven en él al justo; ya no anuncia el angel del Sefior su volunfad 4 su pueblo desde lo intimo del propiciatorio, sino el mismo Seffor del templo viene. en persona a instruir 4 los hombres en las eternas verdades de su salvacion; ya »o viencn tos principes y conquistadores, atraidos de la fame y majestad de aquel santo lugar, 4 ado- star en él al Dios de los ejércitos y 4 cargar sus altares de magnificas ofrendas, sino el mismo principe de la paz, el rey inmortal de los siglos, ¢: conquistador de Juda, revesti- do con los despojos de las nacioues, viene 4 ofrecerlas to- das 4 su Padre, como trofzo de su victoria: ya no sube con majestad el hue de ls incieusos hacia el trono celestial, sino las oraciones y supii de Jesucristo, las que siempre son oidas por. causa de sit exectencia; ya no corre sobre el altar la sangre de las victimas, sino que en 6i se cumple anticipadamente la oblacion sangrienta del Redentor de Is- SERMONES DEMASSILLON, 43 rael: finalmente, no es este un primogénito a quien la Si- nagoga ofrece y rescata al mismo tiempo, como incapaz de purificarla de sus manchas, sino que es la misma Iglesia fi- | - gurada en Maria, que va 4 ofrecet sii cabeza, su primogé- Lo, las primicias de los que duermen ep el séno de Abraham, para quedar con estasanta oblacion sin mancha y sin at- Tuga, y como una pura Virgen, dispuesta para entrar ‘con el Sefior en e] santuario eterno para siempre. Como esta es, pues, la primera sefial pttblica de culto que . Jesucristo da 4 su Padre, sin duda quiere ensefiarnos en ella las disposiciones con que se‘ debe entrar para consa- grarse 4 él con una nueva vida, Examinemos, pues, las principales circunstancias de este misterio y hallaremos en - 61 un eSpiritu de sacrificio-en Jesucristo que se ofrece 4 su Padre, y un espiritu de fidelidad en Maria que le ofrece. Estas son Jas dos disposiciones que hacen durable y sincera Ja conversion y agradable 4 Dios la oftenda de nuestros co- razones; un espiritu de sacrificio, que cuando se ofrece uo veserva nada, y un espiritu de fidelidad que en nada falte mientras le sirve. Imploremos, ete. Ave Maria. PRIMERA PARTE. El primer respeto que ofrecié el alma santisima de Je- sucristo cuando entré en el mundo 4 la justicia y grande- za desu Padre, fué, dice el apdstol, una oblacion de si mis- ma, y el seno de Maria fud’como el primer templo en que por la primera vez se ofrecié este holocausio. Pero en es- * te sacrificio invisible se hallaba todo el aparato de las cere- Monius visibles; era preciso que M victima estuviese’ sobre el altar, que el precio con que se rescataba fuese llevado al templo, que se pusiese cn las manos del pontifice de la ley, a4 SERMONES DE MASSILLON. que las santas y justas mujeres se hallasen en este nuevo Calvario; que Maria Santisima estuviese presente al sacri- _ ficio, que reluciese alli anticipadamente la espada del dolor que habia de atravesar su corazon, En una palabra, que alli todo delinease Aga vista de su Padre las circunstancias . de la cruz y la anticipada historia de aquel grande sacri- fico. . A la‘verdad, catdlicos, que no habiendo atin Negado su here, Jesucristo solo se presenta hoy en el temp!o para dar- se priesa mientras se espera, 4 delinear en 6 los preludios y semejanza de su cruenio sacrificio; y asi como antes de unirse 4 nuestra naturaleza se delcitaba, dice Tertuliano, en manifestarse 4 los patriareas ajo una forma visible, como para satisfacer la impaciencia de su amor con estés simbo-. los y ensayos de su encarnacion, del mismo mo:lo antes de espirar en la cruz se deleita en ofrecer 4 su Padre unas anticipadas representaciones de aquel gran sacrificio, como. para contentar anticipadamente el deseo que le oprime de ser bautizado con aquel bautismo de sangre y de gloriarse ccn su muerte. ° Pero aunque no se vea aqui mas que una imégen del Cal- vario, no por eso es menos real la oblacion, dice San Ber- nardo, y esta es la primera condicion que me propondré por modelo, la realidad de la ofrenda. Los demds primogéni- - tos 4 quienes ponian en las manos. del pontifice, se pre- seataban en el templo mas para ser rescatados que para ser consagrados al Sefior. sta ofrenda solo era simula- da y aparente; victimas de pura ceremonia, que nunca mo- rian en el altar, pues reemplazadas inmediatamente por un vil animal, solo conServan en si la exterioridad y apa- rato del sacrificio. Pero Jesucristo entrando hoy en e] templo, puesto en las + SERMONES DE MASSILLON, 45 manos del pontifice y colocado sobre cl altar, dice 4 su Pee dre: Vedine aqui; las hostias de la ley no eran dignagde vues~ tra Majestad, pero vos me formAstcis un cuerpo, y la ley de muerte que contra mi habeis pronunciado, es el] mas ar- diente deseo de mi corazon. Desde entonces acepta y pa- dece anticipadamente cuanto ha de padecer despues por su Padre. Ya se le presentan todos los trabajos futuros de su ministerio, las humillaciones de su vida oculta cn Nazareth, las penosas carreras de su vida piiblica, la inutilidad de sus prodigios y doctrina; las calumnias de los sacerdotes y fa- riseos y todas las circunstancias del infame suplicio; ya ve en el templo el lugar de donde se ha de sacar el precio de su muerte, ya descubre entre la muHitud de sacerdotes que cercan el altar, 4 los padres de aquellos que se sentarén algun dia para juzgarle como 4 reo; levado por las calles de Jerusalen en los brazos de Maria, esta ya oyendo 4 aquel pueblo sedicioso que pide su muerte con terribles gritos; ya ve el fatal camino en donde quedaran impresas sus san grientas pisadas, y pof donde, cargado con la cruz y cu- bierto de espinas, ha de subir al Calvario; y aunque no est4 atin entregado’ 4 sus enemigos, empieza su amor el sacrifi- - cio que el furor de éstos ha de acabar en la cruz. , Primera instruccion. Sin duda que Dios pudiera pedir- nos el sacrificio de nuestra vida, pues todo pecador es in- digno de vivir, y desde el instante que nos ‘hacemos hijos del pecado nos hacemos tambien hijos de muerte. Pero su clemencia conmuté esta pena, y el continuo sacrificio de los sentidos es la ley de muerte impuesta A todos los fieles. Esta es la ley que hemos aceptado todos en el sagrado bau- tismo, cuando nos ofrecieron ai Sefior en el templo; esta es Ja hostia que se nos manda ofrecer por nosotros para liber- tarnos de la comun maldicion y adquirir el derecho de ser SERMONES DE MASSILLON. asociados al pueblo de Dics; este es.el martirio de la fe que todos hemos ofrecido, Este martirio, dice San Cipriano, no espera a los tiranos ni 4 los suplicios, porque halla en la tranquilidad del culto y en las continuas violencias que ha- ce 4 las pasiones, una paz, mucho mas amarga y dolorosa que el terror de sus persecuciones y tormentos: este es e4 gran testimonio que todos debemos dar 4 lta fe cristiana, confesando la verdad de sus promesas con el continuo sa- erificio que la hacemos de nuestros sentidos y de nuesiras - pasicnes, y en este sentido cualquiera cristiano es su testi- go, este es, martir de Jesucristo. Lritis mihi testes.! Esta, catdlicos, es la vida cristiana, una vida que en to- do se renuncia y se sacrifica. No obstante, el consagrarse 4 Dios en la mayor parte de las almas que arrepentidas de sus pasados desdrdenes quieren servirle, no consiste mas que en manifestar’ algunas exterioridades religiosas, cou- truer amistades mas santas, no huir la comunicacion de los justos, separarse algunas veces del mundo para respirar con mas tranquilidad en el retiro, no avergonzarse de las: obras ptiblicas de misericordia, escoger un director espiri tuel y no vivir Olvidados enteramente de los Sacramentos. Pevo si no sois menos ambiciosos, menos terrenos, menos sensuales, menos delicados, menos envidiasos ni menos va- nox, os ofreceis a! Sefior corm primogénitos de Israel, esto es, o3 poneis entre las manos del pontifice, os presentais ab pié de jos altares, pero no sojs de la suerte del Sefior; no - haveis mas que ofrecer por vosotros un vil animal, ohfas exieriores y Apariencias de religion, suponeis que ‘Dios se ceatenta con esto, y que en lugar de vuestro corazon y de. vosotros mismos aceptara una ofrenda extrafia. to Acwive’ SERMONES DE MASSILLON. av ——— ae 2 No obstante, la mayor parte de las conversiones, parti- cularmente entre los cortesanos, son de esta especie, sub- sisten con todas las pasiones, y aunque Gstas no son tan manifiestas, no por eso dejan de ser menos verdaderas, Entregdronse al Sefior, pero no por eso se han separado de los mas viles y peligrosos cuidados de la fortuna. Las en- vidias, los rencores, las concurrencias, las conexiones hu- manas no hacen menas impresion en nosotros. La esti- macion, la amistad de los grandes, las distinciones pwibli- cas, los aplausos de los ho nbres, y sobre todo, el favor de) socerano, nada han perdido de su valor en nuestro corazon, y acaso ocupan el principal lugar en.el plan de nuestra nueva vida. Entregdronse al Sefer, pero hicieron de la piedad una vida suave y tranquila, libre solamente de los cuidados 6 inquietudes de las grandes pasiones; una simple indiferencia en Orden @ las inquietudes “anexas 4 los place- res, cn lo que mas. hay de pereza que de-.virlud; una vida reducida a ciertas ocupaciones, que aunque 4 la verdad son inocentes, son al mismo tiempo fdciles y gustosas; una vi- da por otra parte natural y muchas veces ociosa, en la que solo se niegan 4 los sentides las ex¢esos mas torpes, y en . la que muchas veces el vivir mas separado del tumulto y de los grandes placeres, solo sirve de dejar mas tiempo de- socupado para cuidar de las comodidades del cuerpo y de Ja salud: se entreguron al Sefior, pero aunque hayan cono- cido los desGrdenes de una conexion ilicita, aun no han roto ct lazo fatal que la conservaba, cultivan atin las tris- tes reliquias de una pasion que creen éstar apagada porque ge acabaron los excesos; gustan atin de ver aquellos obje- tos y aquellos lugares enj,que tantas veces perecieron; se- mejantes 4 Rachél, no tributan honores ptiblices A sus ido- los, pero no acaban de resolverse 4 separarse de ellos, ni 48 SERMONES DE MASSILLON. 4 perderlos de vista. Ina una palabra, se entregan al Se- fior, pero todo cuanto {es agradaba antes todavia los agra- da; no se han sacvificado, se han contentado con quitar la piel 4 la victima, con inudar de exterior, con despojarse de un exterior lascivo y prefano, pero no han tocedo 4 Jo de mds; no han despedazado la victima como mandaba la ley, yla espada de la fe no ha hecho separacion alguna dolorcsa: Detractaque pelle hostia artus in frustra concident.! Entre tanto, perseverando*en el uso de las cosas santas, viviendo exentos de los grandes delitos, siguiendo casi les mismos caminos que los justos, falta poco para tenerse por justos comoellos. Y¥ en estos cugetos no es hipocresia, si- no que permanecen en el error con buena fe. En el prin- cipio, en los primeros tiempos de la conversion, mas ‘ate~ morizados entonces con 1a memoria atin reciente de nues- tros desGrdenes y‘We las satisfacciones de p@nitencia de que 6ramos deudores 4 la divina justicia, conociamos que nada habiamos hecho por Dios, nos avergonzdbamos aun de . llamarnos siervos de Jesucristo; y cuando el mundo, dema- siado pronto muchas veces para dar nombre de virtud y - santidad 4 las mas leves mudanzas de vida, No. Nos conocia * bien, nosotros no nos engafidbamos 4 nosotros mismos. Pero jnsensiblemente nos hemos ido familiarizando con este esta- do; las exterioridades de Justicia nos han ocultado nuestra : verdadera miseria; las alabanzas que daban los hombres 4 nuestra aparente virtud, nos han persuadido 4 que era ver- dadera y que nos pedia mas el Sefior. A fuerza de mirar- nos con ojos ajenos, hemos conseguido el tenernos per Jo .que no somos, y sin haber hecho jaméas 4 Dios un sacrifi- ‘cio real y doloroso de nuestros sentidos, de nuestras incli- 1 Levit. 1, v6. " SERMONES DE MASSILLON. 49 == naciones, de nuestras esperanzas, de nuestras comodidades, de nuestras antipatias, de nuestros secretos rencores, de nuestra soberbia y ambicion, creemos habernos consagrado al Sefior, haber renunciado al_mundo y hecho el sacrificio que Dios nos pedia. , La piedad, pues, catdlicos, no"es_mas que el sacrificio de nuestro corazon; pero no basta el que la ofrenda sea realy . verdadera, es tambien necesario que sea universal. Segun- da condicion. Jesucristo, dice San Bernardo, sacrifica hoy 4 su Padre todos sus titulos, toda su gloria y aun su misma ino- cencia; nada reserva, para ensefiarnos, dice este santo Pa- dre, que en la integridad del sacrificio consiste regularmente todo su mérito: Offerentes illi utique quod sumusnosmetipsi. Es verdad ‘que: algunos quieren sériamente volverse 4 Dios y empezar una nueva vida; pero no quieren hacer de repente un divorcio universal con el mundo; se figuran que si quisieran emprenderlg todo desde el principio, no harian nada; que es necesario irse venciendo poco 4 poco en cier- tes puntos antes de llegar 4 otros; que en los principios no teprueba el Sefior el que se concedan muchas cosas 4 la fla- queza; que es necesario ensayarse en los enemigos mas dé- biles para acometer con mas felicidad 4 los mas fuertes, y que David antes de atreverse 4 pelear con Goliath habia ya vencido leones y osos. De este modo se moderan en el juego e: excesivo, pero no se atreven 4 privarse atin de los demas deleites; rompen una amistad culpable, pero no quieren al principio abandonar los espectaculos, las conversaciones peligrosas, las conexio- nes sospechosas 6€ inttiles, y el excesivo cuidado de los adornos; se dicen 4 si mismos, que cada cosa tendra su tiempo, que es necesario que el mundo se vaya acostum- brando insensiblemente 4 su mudanza de vida, é irsela elios . TOM. IL—P. 7. 50 SERMONES D& MASSILLON. tambien facilitando; temen apresurarse demasiado, y bau- tizan su flaqueza con el nombre de prudencia; pero unos principios gobernados de este modo wunea son felices ni hacen grandes progresos. No sucede en la conversion lo que en las demis obras de los hombres; cuando no es ente~ Ta, no es conversion; y en faltando un solo punto, falta to- do: en el alma todas las pasiones se reducen 4 una, y es supérfiuo el acometerlas separadamente, porque esto no es mas que cortar Jas cabezas de Ja hidra, que vuelven 4 rena- cer, y la gracia con nadie divide la victoria. Es verdad que la piedad tiene sus grados, que cada dia se va perfeccionando, y que wecesita el trabajo de cuaren- ta afios para levantar y perfeccionar los muros y el templo de la Jerusalen santa, figura del alma fiel. Pero el mundo, y cuanto mal en é} Se encierra, debe desde el princtpio ser destruido en nuestro corazon; todo lo que es incompatible con la vida cristiana debe cesar de repente, y luego que el Sefior hace resonar su voz en el corazon, dehe caer toda en-- tera 4 sus piés la pecadora Jeric6, y no conservar de lo que antes era mas que sus ruinas y reliquias. Y 4 la verdad, catdlicos, que viniendo hoy Jesucristo pa-- ra ofrecerse 4 su Padre d Ios piés dei altar, padia sin duda, como duefio que era del templo, manifestar en é1 algun ra- yo de su gloria y de su poder, como cuande arrojé 4 los que le profanaban; pero su amor se ofende con cualquiera division. Es el eterno Pontifice de una nueva alianza; 61 solo tiene derecho para entrar en el verdadero santuario, y: sacrifica esta augusta cualidad viniendo 4 comprar el dere— cho de entrar en este templo figurativo; es el Redentor de Sion. y es rescatndo como una victinin comun; es e) legis- Jador de los pueblos. y viene & sujetarse 4 una ley cuyo cumyplimiento es 61 mismo. Finalmente, es. el libertador SERMONES DE MASSILLON. 51 tantas veces prometido y no rehusa el ser rescatado de la co- mun servidumbre con la ofrenda de un vil animal; hace 4 su Padre un universal sacrificio de todos los titulos con que su mismo Padre le adorno. . _Pero esto es particularmente en lo que rara vez dejamos de reservar alguna cosa, no haciendo al Seftor un sacrificio sincero de todas las vanas distinciones que nos ensalzan 4 la vista de los hombres. . Aun cuando desengaftados del mundo nos apartamos de los excesos de las pasiones, no nos apartamos de la vanidad ni de la ostentacion de nuestra clase ¥ nacimiento, y queremos, si es licito decirlo asi, que nuestros titulos tengan tambien parte en lo que hacemos por él Sefior; si se consagran algunos dones 4 los templos, se ha de inmortalizar la memoria con las soberbias sefiales del nombre y de las dignidades; si se fabrican asilos de mi- sericordia, vienen 4 ser estas casas monumentos pUblicos de la grandeza de sus bienhechores, y casi siempre lo pri- mero que se ve en estas obras santas son las sefiales de la vanidad. Esta es la flaqueza, particularmente de los gran- des; los sacrificios ocultos no agradan, las obras de religion que nos confunden con el pueblo nunca nos gustan, es nece- sario que cuanto hacemos para el cielo lleve el cardcter de Jo que somos en la tierra: nos ejercitamos en obras de mi- sericordia, pero queremos en ellas Jos primeros honores; noa humillamos hasta ejercitar los ministerios mas viles de la caridad, pero nos humillamos con fausto, y aun en este mise mo abatimientd damos 4 conocer que somos grandes; con- currimos 4 los lugares ocultos consagrados 4 los humildes ejercicios de la misericordia, pero en ellos nos damos 4 co- Nocer con distinciones de vanidad, y parece que no quere- mos arriesgar ei humillarnos sin que esté ya preparada la recompensa en los elogios. 52 SERMONES DE MASSILLON. - = Ya no se conoce aquella ingeniosa humildad de que nos. han dejado tantos ejemplos los santos distinguidos en el mundo. jQué gozo esperimentaban cuando pudiendo ocul- tarse 4 la vista'del ptiblico y despojarse por algun tiempo del peso de su grandeza, iban inc6gnilos, 6 4 aliviar 4 sus prdjimos, 6 4 exponerse 4 los oprobios, 6 4 honrar al Se- fior en alguna secreta obra de religion! jDe qué santas in- dustrias se valian para hallar estos felizes momentos! En- tonces era cuando se tenian por veriaderamente grandes. En estos instantes de humillacion se miraban 4 si mismos con una, santa complacencia, porque hallaban en si las se- fiales mas parecidas 4 su divind Maestro, despojado hoy de todos sus titulos en presencia de la grandeza de su Padre, y confundido con una vergonzosa ceremonia con los demas hijos de Israel. Entonces era cuando halléndose como ali- viados del peso de su elevacion, caminaban con mas fervor y ligereza por los caminos de la justicia, y entonces, final- mente, era cuando el Sefior se les comunicaba con mayor abundancia, y gustaban unas dulzuras que no puede com- . prender el corazon humano. Por eso luego que Moisés se despoj6 del pomposo titulo de hijo de la hija de Faraon, y fué al desierto como un hombre oscuro y desconocido 4 guar- dar Ios ganados de Jethro, se le manifiesta el Sefior en la , zarza, y derrama en su alma unos consuelos inefables que “le recompensan excesivamente de toda la pompa de Egipto que acababa de sacrificar al oprobio en que habia d: verse Jesucristo. . . -y Pero no solamente sacrifica hoy Jesucristo 4 8s: Padre toda la gloria de sus titulos, sino que, para que na:ia falte 4 In integridad del sacrificio, le hace hasta de su misma ino- cencia, Se presenta en el templo coimo un pecador, es res= atado en él como un esclavo é hijo de ira; Neva so..re si to- SERMONES DE MASSILLON, 53 da la vergtienza del pecado de que esta exento; y nosotros en los sacrificios que Dios nos pide siempre queremos sal- var una vana reputacion de la inocencia y rectitud que he- Mos perdido. Temeis el que si restituis los bienes mal adquiridos ha- reis ptiblicas vuestras ocultas injusticias; pero os engafiais si estais persuadidos 4 que hasta ahora ha estado intacta | vuestra reputacion en este punto; ya ha mucho tiempo que se dice piblicamente en e] mundo que esos ricos equipa- Jes, esos soberbios edificios, esa opulencia doméstica son los bienes de la viuda y del huérfano; que habeis levanta- do vuestra fortuna sobre la miseria ptiblica, y que no pue- de ser inocente una prosperidad tan pronta. El mismo mun- do se ofende de vuestras profusiones y os mira con un gé- nero de indignacion y desprecio; y asf, lejos de peligrar vuestra reputacion con Jos procedimientos piblicos de arre- pentimiento, no os queda mas que este-solo camino para re- cobrar la que habeis perdido. Decis que si rompeis de una vez tal comunicacion, el ruido hard pensar que no era ino- cente; pero ya ha mucho tiempo que murmura el puiblico de esa continuacion, que creeis se ignora; estais persuadi- dos 4 que es secreta, y es un escdndalo; los .justos gimen, " . el mundo en vez de interpretarla favorablemente, ‘pasa aca- so aun mas all4 de la verdad, porque sus engafios en esta Materia mas son porque presume malicia que bondad; y el rompimiento repeutino no es para vosotros un ruido que de- Beis temer, sino un paso tan necesario para vuesto honor como para vuestra salvacion. Os pareceis 4 Sati! que pe- dia 4 Samuel respetos y honores piblicos que conservasen su gloria y su reputacion en el espfritu del pueblo, cuando sus infidelidades eran ya tan conocidas en todo Israel. Ade- mds de que cuando se trata de obedecer 4 la ley de Dios, 54 SERMONES DE MASSILLON. no se deben temer Jas acciones humildes, siendo éstas in- dispensables para nuestra salvacion. . Finalmente, catdlicos, la ofrenda de Jesucristo es una ofrenda enterdmente voluntaria, que es la tiltima condicion. Es una obra de supererogacion, digdmoslo asi, que no ha- Ila sus motivos en la obligacion de la ley, sino solo en el amor del que la ofrece, y la obra de la salvacion de los hom- bres, de que le habia encargado su Padre, podia consumar- se sin que afiadiese 4 los oprobios y trabajos futuros de su ministerio la, vergtienza de este primer paso. Pero queria cumplir toda la justicia y ensefiarnos que una alma que Separdndose de los desérdenes del mundo se consagra 4 Dios, no puede al principio negarse 4 si misma los santos excesos; no cuida de entrar en cuentas con su Sefior para saber justamente lo que le debe; nada le’ pare- ce excesivo en su dolor y en la viveza de su arrepentimien- to, y eu vez de que la tibieza de su celo espere la inevita- ble obligacion del precepto para obrar, ella misma se forma una ley de cuanto la inspira un celo santo. Pero ddnde esta, catdlicos, esta especie de almas? Cuan- do movidos de la gracia queremos volvernos 4 Dios, el pri- mer cuidado es buscar entre todas las mdximas para ser- virle la mas suave y la menos molesta al amor propio; le-" jos de abrazar rigores superabundantes, lo primero que sé examina es hasta dOnde puede llegar la condescendencia, para contenerse dentro de estos peligrosos limites. Desde el - principio se forman un plan de virtudes, en que tiene casi tanta parte el mundo como el Evangelio: lejos de proponer- se por modelos 4 los mas justos, se declara desde luego no querer llevar las cosas al extremo como ellos; no quercmos hacernos ridiculos por la singularidad ni dar en el extremo de una piedad excesiva; en vez de busear en sus ejemplos lo ‘ SERMONES DE MASSILLON. 55 a ‘que se debe imitar, solo se busca en ellos lo que se debe huir, y queremos ser de Dios empezando por condenar 4 los que le sirven. De este modo solo se da 4 Dios lo que no se le puede negar y se trata con Su Majestad, no como un Padre irritado 4 quien se intenta aplacar, ‘sino como un enemigo 4 quien se cede con pesar lo que es preciso conce- - derle. . a Sf, catdlicos, muy poco amamos 4 Dios cuando podemos sefialarnos 4 nosotros mismos la medida con que le hemos de amar; muy poco nos mueven nuestros delitos cuando po- demos buscar al principio mitigaciones 4 nuestra peniten- cia, jQué sospechosa es la conversion cuando se empieza poniéndola limites! jqué poco mudado esté el corazon cuan- do aun hay tiempo para contar los primeros pasos de su mu- danza! Los principios de la penitencia no pueden ser tan “tibios y mesurados; no pudiendo entonges el corazon casi su- frir las primeras impresiones del Dios que le llena, solo bus- ca modo de aliviar su dolor; nunca le parece que las ldgri- mas corren con bastarite abundancia, y la compuncion mas viva no le parece suficiente. {Qué inquietudes no acasiona + Ja gracia en el alma de un verdadero penitente acerca del de- plorable estaioen que ha vivido! {En qué santa indignacion no le hace prorumpir contra las disoluciones de sus prime- tas costumbres y el escandalo de su vida pasada! {Qué ra- zones no se le ofrecen para respondernos cuando quere- © mos moderar los excesos de su celo y cousolar la amargura de su dolor! jQué temor de no hallar e1 Dios todo aquel perdon que nos prometemos! jaué deseo de reparar el tiem- po perdido en los errores del siglo, de aprovecharse de la vi- da que le resta, y de no perder de vista el inestimable be- neficio con que acaba de ser llamado al conocimiento y al amor de la verdad! Qué santa envidia 4 lds que tuvieron “56 SERMONES DE MASSILLON. la felicidad de darse 4 Dios antes que él! jy qué triste co- sa le parece el haber amado tan tarde al que solo es digno , de nuestro amor! [Qué celo de vengar en-su carne las ini- quidades con”que se habia manchado, y de hacer: servir 4 la justificacion los miembros que habian servido al pecado! . Estas, catiicos, son las conversiones que en lo sucesivo no se ven aflojar ni retroceder. Pero aquel jéven del Evan-- gelio que llamado por Jesucristo empieza 4 disputar si es- - t4 obligddo 4 renunciarlo todo por seguirle; aquel otro que entregdndose al Sefior quiere atin reservarse el derecho de .ir 4 despedirse de su padre; todas estas conversiones miti- gadas € imperfectas, todos estos sacrificios en que se em- pieza mezclando la miel contra el precepto de la ley, son despreciados del Sefior, y para que sean dignos de su vista . es necesario que la realidad del sacrificio ‘santifique la ofren- da, que Ja integridad .a perfeccione, y finalmente, el fervor y superabundancia del celo la consume, y haga que suba en olor de suavidad hasta el trono de la -Majestad Santa. Esta es la ley del sacrificio, Hac est lex sacrificii.l Pero si las conversiones son poco sinceras por defecto de estas condiciones, tambien son poco durables por falta de fideli-- dad; y en esto vamos 4 ser instruidos con el ejemplo de Maria. SEGUNDA PARTE. Las mas frecuentes infidelidades en que incurrimos en la prdctica de los medios para la salvacion que Dios nos or- dena, nacen de una prudencia de la carne, siempre inge- vniosa para hallar inconvenientes en los fines que tiene la gracia para con nuestra alma; 6 de una soberbia y secreta 1 Levit. 6, v.14, SERMONES DE MASSILLON. aw, complacencia que aun en los mismos dones del Espfritu Santo halla el escollo de la virtud; 6 finalmente, de una pe- ligrosa cobardfa, que viendo los maies de que esta amena- zada, consulta demasiado al amor propio y mide sus obli- gaciones por su flaqueza. La fidelidad de Maria en este misterio nos da admirar bles reglas para evitar estos tres escollos. Ey d6cil, y asi no discurre; es humilde, y asi no se ensalza; es generosa, y asf no se desanima. Estadme atentos. Es docil, y asi no discurre. Porque gqué cosas no podria decirse 4 si misma para-dispensarse de la ley comun de la purificacion? Aun cuando no hubieran sido capaces de mo- verla las razones de su propia gloria, gpodia acaso mostrar- se indiferente 4 la gloria de su Hijo? Confundiéndose con las dems madres por.su sumision 4 una ceremonia. ver- gonzosa, gno parecia que le confundia tambien con los de- més hijos-de Israel? ;Podia degradarse piblicamente del honor de su divina maternidad, sin usurpar 4 su Hijo la gloria de su eterno origen, y disponer desde lejos las prue- bas 4 la incredulidad y 4 las blasfemias de sus enemigos? Pero ensu retiro de Nazareth habia aprendido que la vis- ta de la gracia es sencilla, que el discurrir demasiado cuan- ‘do se trata de los fmes de Dios, es un exceso de luz que deslumbra y descamina; que la vida de la fe deja siempre tinleblas y dificultades, por no quitar al alma justa el mé- tito de su docilidad; y que hay en el entendimiento un ojo de escdndalo, que es necesario arrancar y écharle lejos de: si, para no mirar demasiado adelante en los caminos adon- de nos llama la gracia, Se sujeta con sencillez y adora en el secreto de Dios los eternos designios de su providencia, que parece no ofrece 4 la razon mas que inevitables incon- venientes, TOM. 1.—P. 8. 58 SERMONES Di; MASSILLONY , jPero qué pocos imitadores tiene el ejemplo de Maria, aun entre aquellos que tenemsos por justos y que viven en practica de ta virtud! Si, catdlicoa, en las cosas que inte- -resan la gloria de Dios nos valemos casi siempre de pre- textos para eximirnos de su ley santa, y hallamos el secre- to de disfrazarnos 4 nosotros mismos nuestras pasiones con el nombre de piedad; y as{ decimos que nos privariamos de muchas cosas que la ley de Dios pronibe, pero que no queremos hacer odiosa la piedud con unas singularidades que no dejaria de satirizar el mundo; que dariamos ciertos pasos que aun nos faltan para no tener nada que repren- dernos; pero‘que los inconvenientes que se temen parecen mas peligrosos que el mismo mal en que nos vemos obliga- dos 4 permitirnos; que sabriamos disimular mejor una in- juria; pero que nos hallamos revestidos de un caracter sa-~ grado, cuyo honor estamos precisados 4 vengar; que sufri- riamos una calumnia sin quejarnos, pero que se halla inte- resada en ella la obra de Dios, y si no se manifiesta el im- postor, quedard engafiada la eredulidad pitblica y frustrada una obra de virtud; que guardariamos con aquel escritor las reglas de la caridad y aun de la cristiana cortésia, pero que el celo de la verdad que se defiende no permite esta justa moderacion, y contra el error no se debe suavizar y mudar simplemente la voz, como en otro tiempo el apdstol escri- biendo contra los abusos de una Iglesia fiel, sin tocar la trompeta, como los sacerdotes de la ley contra Jericd. De este modo la misma religion sirve muchas veces de asilo y apoyo 4 las pasiones iujustas. Pero, cat6licos, dejemos 4 Dios el cuidado de vengar su’ gloria. Defendamos la verdad con las armas de la caridad; impugnemos el error con aquel espiritu de suavidad y mo- destia, capaz solo de atraer 4 los que yerran; descubramos SERMONES DE MASSILLON, 59 el mal sin irritar al enfermo, y no afiadamos al escdndalo e las perversas doctrinas el de los excesos con que las im- pugnamos. No nos valgamos de la gloria de Dios para nues- tras transgresiones; cumplamos la ley que es clara; no nos detengan los dudosos inconvenientes que nos parece ver des- de lejos; esto pertenece al que nos manda obedecer, y pues estas razones no le han obligado atin 4 mudar su ley, tam- _poco deben mudar nada en la fidelidad de nuestra obediencia. Por otra parte, vosotros los que os manifestais tan celo- sos de los intereses de la gloria de Dios, y que. acaso con- fandis este dictamen de la fe con un deseo absolutamente humano de vuestra propia gloria, gsabeis en ddnde halla su gloria el Sefior? gcreeis que la halla en el feliz suceso de ana obra ruidosa, Util 4 la piedad? jen la confusion y des- crédito de un enemigo de la virtud? Os engafiais; muchas _ veces suele hallarla en la paciencia dé un justo perseguido a¥ en el silencio de una alma fiel que se halla calumniada, Estos actos penosos y secretos de la fe son en algun modo mayores 4 su vista y mas dignos de su gloria, que los mas publicos honores que se dan 4 la virtud, y acaso aquellos .israelitas que se hicieron fieles y fervorosos en el cautive- tio, le honraban mas en las riberas de los rios de Babilo- nia con sus ocultos gemidos, con sus santos y ardientes de- 8e08, con los tristes cAnticos que continuamente dirigian hacia el trono del Dios de sus padres; con la paciencia con que sufrian los rigores de su cautiverio y el yugo de los ine circuncisos, que le pudiera haber honrado la entera ruina de los enemigos de Israel, la gloria de Jerusalen reedificada ¥ la magnificencia de su templo y de sus sacrificios. No siempre hace el Sefior que se le glorifique proporcionando hoaores 4 la virtud, sino que las mas veces lo hace ejerci- tando 4 les justos con oprobios. | ‘ 60 SERMONES DE MASSILLON. Otra instruccion nos da aqui la docilidad de Maria, y es que elevada al mas sublime grado de la gracia y unida 4 “Dios con los mas excelentes dones del Espiritu Santo, no ” desprecia una ceremonia vulgar del divino culto, no afecta caminos mas sublimes, mas espirituales y mas perfectos, porque ‘siempre es de temer para la piedad este escollo.. Muchas veces creen algunos tener una devocion mas ilus-+ -trada y de mejor gusto, dejando al pueblo simple y rustico y 4 Jas almas menos instruijdas todo aquello que parece es- tar solo establecido para e] culto exterior y los ejercicios ™mas comunes de la religion que ha autorizado la piedad pa- blica, y que por su sencillez parece que estan destinados para la multitud ignorante; desprecian estos inocentes so~ corros, como si una fe mas ilustrada pudiera pasarse sin ellos. Creen que sin ocuparse tanto en los sentidos y en Ja carne, que de nada sirven, obran mas segun el espiritu que es titi] para todo. Dejan muchas costumbres santas. 'y sensibles que al principio de nuestra penitencia derrama- ban una suavidad secreta en nuestros corazones y mante- nian la fidelidad de nuestra piedad en sus principios. Per- suddense 4 que este es un camino mas excelente, y con to- do eso, despues que abandonaron estas costumbres han cai- do en tibieza y sequedad; no sienten aquellos santos con- suelos que eran la recompensa y el apoyo de la virtud. Despreciando estas obras, al parecer de tan poca utilidad, ‘Hen despreciado poco 4 poco las mas esenciales, y han le- gado 4 ser del todo carnales despues que solo quisieron go- bernarse segun el espiritu. Y asi, catdlicos, todo ayuda 4 la verdadera piedad, todo ‘despierta su fe, todo perfecciona su amor, todo consuela su esperanza; para ella no hay obra imperfecta sino la que es--’ t& falta de fervor, y.los mas simples ejercicios le parecen SERMONES DE MASSILLON. 61 — tan elevados en la presencia de Dios, como las mas puras -contemplaciones de los serafines cuando estan animados del amor y el celo. ‘La perfeccion de Ja virtud no consiste en el cumplimiento de las obligaciones sublimes, sino en la ‘grandeza de la fe que puede acompafiar aun 4 las obras mas vulgares. Muchas veces nos juzgamos mas adelanta- dos solamente por habernos dedicado 4 ejercicios mas su- blimes, 4 lecciones mas espirituales, 4 métodos mas per- fectos; pero si entre estos sublimes métodos teneis los defec- tos de los imperfectos y flacos, habeis subido al Tabor co- mo los apdstoles para contemplar alli la gloria del Sefior, y alli conservais atin como ellos un gusto de carne y san- gre, y pensais alin edificaros en la tierra un taberndculo y una ciudad permanente. . En segundo lugar. Es humilde Maria y no se ensalza. Porque, catdlicos, gquién podra dudar de que fué superior- “mente ilustrada acérca de todo el futuro ministerio de su Hijo, y inas habiendo manifestado sus maravillas de un modo tan sublime en su divino cantico, y que la elevacion de sus luces corresponderia 4 la de su gracia y dignidad? Con todo eso, recibe de buena gana los consejos del justo Simeon, no se desdefia de ser instruida por el santo viejo acerca de su futura suerte y de la de su: Hijo, da muestras -de aprender lo que una plenitud de gracia y de espiritu la habia ya ensefiado; no manifiesta ansia de contar las grandes cosas que en ella habia obrado el Sefior y- cuan- to Je habia revelado el Angel en Nazareth; y como si el cdntico del viejo Simeon le hubiera descubierto acerca ‘de. este Hijo unos misterios que ella hubiera ignorado has- ‘ta entonces, escuchaba sus palabras, dice el Evange-. clio, con una admiracion atenta y respetuosa: rat pater 62 SERMONES DE MASSILLON. gjus et mater mirantes super his, que dicebantur de illo. No hay cosa mas rara, aun en Ja piedad, que esta pra- dente modestia que oculta sus propios dones y manifiesta los ajenos. Muchas veces desvanecidos con algunas cor- tas luces que nos parece haber adquirido en la mas exqui-- sita leccion, queremos gobernarlo todo sin conocimiente, reglarlo todo sin vocacion, emprenderlo todo sin talento y' decidir de todo sin autoridad. Apenas hallamos un direc- tor bastante ilustrado que nos gobierne, todo nos parece’ menos de lo que juzgamos ser nosotros mismos; necesita- mos de unos Pablos bajados del cielo, y aun €stos no ha~ plarian con propiedad la ciencia de Jos perfectos; la senci- llez, la devocion, la plenitud del espiritu de Dios solo nos parecen unos talentos destinados 4 salvar las almas vulga- res; queremos para nosotros un cierto gusto, unas luces ra- ras, unos dones sobrésalientes y alguna cosa mas que la ciencia de los santos, y se manifiesta la vanidad hasta en Ja eleccion que se hace de aquel de quien queremos apren— der la humildad cristiana. Muchas veces tambien se conserve en un ministerio san- to, como sucedia 4 aquellos fieles en Corinto, un espiritu: de emulacion de los dones exteriores. Todo lo que resplan- dece mas que nosotros nos ofende. Cuanto nos des!uce y- oscurece, nos halla inexorables; aunque Jesucristo sea mas. glorificsdo, si resulta contra nosotros mencs gloria, censu- ramos la obra de Dios en los dones de nuestros préjimos;. no tenemos celo sino para los ministerios grandes; dejamos- 4 los demés los que son mas Utiles para los puebles; al © mismo tiempo que trabajamos en el edificio del Sefior, hui~- mos de aquellos cuidados oscuros y penosos que solo pre~ 1 Lue, 2 v, 33, SERMONES DE MASSILLON. 63 paran los caminos en secreto, y dejan 4 otros la gloria pu- blica del suceso y todo el honor de la obra. Hay muy po- cos semejantes A David, que se content6 con haber junta-. do con increibles cuidados todos los materiales del templo, y dejo 4 su hijo Salomon la gloria inmortal de haberle fa- bricado y toda Ja honra de aquel famoso,edificio. No obs- tante, cuando la soberbia y vana complacencia se mezclan con los talentos y dones exteriores de! Espiritu Santo, hay gran motivo para temer, Este es un gusano que los infi- ciona y aniquila el fruto y el uso de ellos; vosotros regais y el Sefior no da el incremento; trabajais y sembrais vani- dad; Dios no bendice un instrumento que no obra bajo su mano, y os haceis culpables de los dones que habeis reci- bido y de los frutos que el Sefior habia unido al empleo santo que debiais hacer de ellos. Finalmente, es generasa y ast no se dekanima. La anun- cian que una espada de dolor ha de atravesar su alma; que este Nifio que viene 4 ofrecer. sera expuesio como un blan- co a los tiros de la contradiccion y de la calumnia; no pre- sentan 4 su espiritu sino imagenes tristes y espantosas; no ja hacen ver de lejos mas que desgracias, cuyo solo pensa- miento hace tentblar su ternura: no obstante, ofrece una fe generosa y sumisa 4 unos .prondésticos tan futestos; como verdadera hija de Abraham, imita su fidelidad y su valor; ve ya el santo monte, ve preparada Ja fatal hoguera y al verdadero Isaac dispuesto 4 ser sacrificado, sin que su amor: detenga el brazo que va a herirle; conférmase con las di- vinas disposiciones de su Hijo, uniendo su sumision 4 la suya; saca de 6] tuda su fuerza, y como ofrecen una mis- ma hostia, no es mas, por decirlo asi, que la misma obe- dieucia la que consuma y santifica la oblacion. En esto si que es poco imitado el ejemplo de Maria. La 64 -——s SERMONES DE MASSILLON. piedad no arranca siempre del corazon de los padres, aun de Jos mas cristianos, el amor carnal y desordenado 4 sus hi jos, y asi no ofrecen siempre al Sefior como Maria, ni lo mejor ni aun acaso lo que él les pide. Si se descubren en un hijo las.primeras esperanzas de aquellos talentos con que se adelanta en el mundo, si parece mas proporciona- . do que los otros para mantener la gloria de su nombre y la estimacion ptblica, se le separa para la tierra, se le mi~ Ta como consagrado y destinado al mundo por su nacimien- to: el Sefior no tiene ya derecho sobre él; en vano se ma- nifiestan en su persona mil sefiales de una santa vocacion; en vano se dejan conocer los fines de Dios para con él, por medio de mil deseos de’ separacion y de retiro, que produce ya la gracia en su alma; en vano como Moisés, prefiriendo el oprobio de Jesucristo 4 las riquezas de Egip- to, se esconde acas para huir al desierto; resisten al 6rden de Dios, se tienen los mas santos movimientos de la gracia por ligerezas de la nifiez, aun no se le juzga capaz de ele- gir camino, y le presentan el del siglo; no quieren distraer- le abiertamente de un fin tan laudable, pero con pretexto de probarle la vocacion le hacen que.la pierda; pretenden que antes conozca al mundo y esperan 4 que le haya ama- do; quieren dejar madurar Ja razon y se deja marchitar la inocencia y fortificar las pasiones; persuddense 4 que es: necesario exponerle 4 las diversiones que corrompen su alma. Y como Noé, aunque con muy diferentes intencio- nes, envian muchas veces esta casta paloma 4 una tierra inundada,de iniquidades, para probar si podra fijarse en ella; halla por filtimo donde fijarse, y no vuelve mas al san- to refugio 4 donde la habia Namado el Sefior. No intento reprobar con esto las precauciones de una cristiana prudencia; pero repruebo los vanos pretextos de SERMONES DE MASSILLON, 63 la carne y de la sangre. Y a la verdad que cuando hallais los rismos deseos de retiro en aquellos hijos que 6 por el Orden de su nacimicnto 6 por lo mediano de sus talentos no son tan 4 propdsito para el mundo ni para seguir la vani- dad de vuestros proyectos, no sois tan circunspectos ni mi- rados. No tomais tantas medidas para averiguar si es el buen espiritu el que los'impele, no exponeis su vocacion 4 unas pruebas tan peligrosas. jAh! que entonges en vez de desconfiar de su edad y de su nifiez, abusais de clla; en vez de representarles los inconvenientes de una eleccion temeraria, procurais inspirdrsela, en vez de darles 4 conocer los placeres del mundo para probar su vocacion, vuestro ma- yor cuidado es el apartarlos de él y representarsele bajo un terrible aspecto; en vez de proponerles con indiferencia el siglo y el retiro, los colocais en unas, circunstancias en que todo les da 4 entender lo que vosotros no os atreveis 4 decirles. Formais de su educacion un camino que los con- duce 4 vuestros fines; con pretexto de apartarlos de los pe- ligros, ocultais en tiempo el mundo 4 su vista, porque te- meis que les parezca demasiado amable; no los Nevais ata- dos al altar como desgraciadas victimas, pero acaso con la severidad € injustos tratamientos que experimentan en vos- otros, haceis que miren el retiro como un asilo amable. Despues de esto nos decis que habeis sido felices en colo- car vuestra familia. Felices habeis sido; jpero son igual mente dichosos vuestros hijos? Tcneis por felicidad su desgracia y la inhumanidad con que los habeis sacrificado al idolo de vuestra ambicion. a Ademas. La vergtienza de vuestra familia viene 4 ser Ja Nerencia del Sefior. De este modo escogeis los vasos despreciables, 4 quienes no habeis juzgado dignos de colo- car en vuestra casa, para que sean vasos de honor en el . TOM, IL—-P. 9. 66 SERMONES DE MASSILLON. templo del Dios vivo. De este modo escogeis para servir de piedras angulares y columnas de la casa del Sefior, aquellas intitiles piedras, que arrojais como incapaces de entrar en el profano edificio de vuestra fortuna. jY qué, catGlicos! gpide menos talentos el arte de las artes, el go- bierno de las almas, que las intitiles y frivolas ocupacio- nes de Ja tierra? gpor ventura la interpretacion de los mis- terios de la fe, la defensa de la verdad y de Ja doctrina, la instruccion de los pueblos, la distribucion de las gracias de la Iglesia, unas obligaciones tan sublimes deben abando- narse solamente 4 talentos inUtiles y 4 espiritus vulgares y medianos? gpor ventura son ministerios vulgares y bajos la fuerza para resistir al error, la luz y la elevacion para descubrirle y coufundirle, el celo para comibatir al mundo con sus abusos y maximas, la santidad para corregirios, la plenitud del Hspiritu de Dios para mover, Ja elocuencia santa para convencer, la intrepidez para resistir y la gran- deza de alia para no dejarse evar de sus amenazas y promesas? jes preciso haber nacide para unas fu tan sublimes con menos talentos gue para las diy ones del mundo, y para unos pueriles inquietudes en ate con- sisten sus mas sGrios cuidados? Pero vosotros mismos quereis que tengamos unas cuali- dades raras y excelentes; quereis que nuestras cosLumbres sean irreprensibles, y que con Ja santidad de uvestra vida resplandezcamos como astros cn medio de las tinieblas y de Ja general corrupcion de] mundo; quereis que os aclare- mos vuestras dudas, que corrijamos vuestros desdrdenes, que alentemos vuestra flaqueza, que os conselemos en vuestras aflicctones; quereis que seamos los depositarios de ja doctrina y de Ja verdad, los ordculos de la tierra, pron- tos siempre 4 dar razon de nuestra fe y 4 humillar toda clones SERMONES DE MASSILLON, 67 altivez que se levanta contra la ciencia de Dios. Pero vos- otros mismos, catdlicos, Sois los que nos habeis entregado 4 la Iglesia; de vuestras manos nos ha recibido el Seficr. Pues si presentais en cl templo lo peor y mas defectuoso que teneis, g¢cdmo quereis hallar en 61 lo mas raro y exce- lente que hay en Ja tierra? Ademas de esto, cat6licos, vosotros mismos haccis el, ob- jeto mas comun de vuestras burlas y de vuestras censuras, los desdrdenes 6 la ignorancia de jas personas consagra- das 4 Dios. Pero esto que teneis por tan digno de risa es la obra de vuestra soberbia y de vuestros intereses. No fueron las manos de vuestra codicia las que pusieron en el altar estos {dolos despreciables 4 quienes insultais? Sino hubiera en lta Iglesia padres avaros, ambiciosos, injustos, no se vieran en ella muchos ministrossmundanos, escanda- losos € ignorantes. Si el Sefior se escogiera él mismo sus victimas, no serian 6stas tan indignas de su Majestad, y los santos retivos no ocultaran dentro de si tantos disgus- tos, tantas flaquezas y tantas murmuraciones. Liorad, pues, los desOrdenes de los cuales sois vosotros los tinicos autores, y de los que os pedira cuenta algun dia la divina justicia. Cubrid con el velo del silencio Jas heridas que vosotros mismos habeis hecho 4 Ja Iglesia, volved vuestras censuras Contra vosctros mismos. Los escdndalos del san- tuario sirvan solo de acordaros Ja injusticia dei destino que disteis 4 vuestros hijos; nuestros desOrdenes siempre son 6 castigo 6 efecto de los vuestros. . Por otra parte. gQué cosa mas feliz pudiera sucederos que el consagrar a} Seficr el hijo que nacié con mejores Prendas en vuestra familia? En este caso dariais 4 Ja Igle- sia unos ministros ilustrados, unos hombres poderosos en obras y palabras, que atraerian d los pecadores, que con- 68 SERMONES DE MASSILLON. solarian 4 los justos, que confortarian 4 los fiacos, que servi- rian, como hoy Jesucristo, para la salud de muchos, para ser Ja gloria de su pucblo, la luz de las naciones, el consuelo de ja Iglesia y el alivio de sus préjimos. Y aun caando el Se- fior os pidiera como en otro tiempo a Abraham y hoy 4 Ma- ria, cl tinico heredero de las promesas, el Unico sucesor de vuestros titulos y de vuestro nombre, jn seria esto una nue- va gracia con que queria favoreceros? El mundo le hubiera inficionado y el Sefior le defendera en lo fntimo de su taber- naculo, Acaso hubiérais sido el desgraciado padre de una posteridad maldita, y tendreis el consuelo de ver en él un es- cogido que os volveré 4 dar Jesucristo en el cielo; acaso siendo consagrado al Sefior y revestido en la Iglesia de un caracter de dignidad, recibird en la tierra vuestros Ultimos suspiros, sera el angel tutelar de vuestra muerte, os confor- tar en aquella tiltima hora con las palabras de la fe y con los tiltimos remedios de los moribundos. Acaso humillareis vuestra cabeza, ya desfallecida, bajo su sagrada mano, que habra servido de instramento 4 vuestra reconciliacion, y como el viejo Jacob cuando agonizaba, asistido de su hijo elevado 4 gran dignidad en Egipto, tendreis como ¢I el consuelo de adorar el baculo de su pastoral poder, y la sa- grada sefial de su autoridad: Adoravit fustigium virge jus. .--} De qué as sirve tener en Ja tierra sucesores de vuestro nombre, supuesto que habeis de dormir en «! polvo del sepulcro? No hay para nosotros, dice San A: abrosio, mas verdadera posteridad que la que nos ha de s. :uir en el cielo. Aquellas personas de nuestra extirpe 4 jenes la divina justicia hubiere separado de sus santos y cestina- do 4 las eternas llamas, ser4n para nosotros como ¢i nun- 1 Hebr. 11, v. 23. SERMONES DE MASSILLON. rs) ca hubieran sido, dice el Espiritu de Dios: Nati sunt quasi non nati.1 Y no debemos contar en nuestros parientes si- no 4 aquellos que nos serén unidos en la Jerusalen santa con los inmortales lazos de la caridad: Ia enim vera pos- teritas, que non in terris sed in coelo est2 Estos son los consuelos temporales con que aun acd en la tierra recomperisaria Dios vuestro sacrificio, Cuando al contrario, estas vocaciones dispuestas de antemano, insi- nuadas, inspiradas, mandadas; estos sacrificios forzados de la codicia, ocasionan por lo comun, aun acd en la tierra, Ja calamidad y la desolacion de las familias, oscurecen el nombre, hacen secar la raiz de una posteridad soberbia, ven perecer la gloria y la descendencia de las cosas por los excesos de un hombre sin juicio, 4 quien se le habian sa- crificado todos sus hermanos y son un manantial de amar- gos pesares y de ruidosas confusionest Ven 4 sus hijos, 4 quienes la carne y la sangre habia colocado en el altar, deshonrar su ministerio, ser el oprobio de Ja Iglesia y aun algunas veces caer en el abismo, sacudir el yugo y perder Ja fe, despues de haber perdido la vergtienza y la inocen- cia, Y si los intereses de la Iglesia y los de vuestra sal- vacion no son suficientes para inspiraros horror 4 un abu- so tan deplorable y tan bdrbaro, 4 lo menos deteneos por vuestros propics intereses, por el cuidado de vuestra fama y la de vuestro nombre, y aprended de un principe tan re- ligioso, particularmente en la eleccion de los sugetos que coloca en el santuario, 4 quien mueven tan poco el nom- bre, los titulcs, el nacimiento, los servicios hechos al Es- tado, ni cualquiera otro género de mérito, si no esté acom- \ Eceli, 44, v, 9. & Ambr. de Interpr. cap. 3. 70 SERMONES DE MASSILLON. pafiado con la doctrina, con los talentos y con la piedad,'y que cuida tanto de no dar 4 la Iglesia ministros que ella desprecia y que no se entregan por si rmismos. Estas son: las instrucciones que descubre la fe en este misterio. Consagrémonos, pues, hoy al Sefior con Jesu- cristo, pero consagrémonos del todo, Estas ofrendas de- fectuosas y estas conversiones imperfectas, forman algu- nas veces un estado mas peligroso que el mismo delito. Correspondamos con fidelidad, como Maria, 4 los fines de Dios para con nosotros; mantengd4monos como ella en el camino en que nos ha puesto la gracia; nunca impidamos con injustos deseos, disimulados con pretextos santos, los fines de la Providencia en 6rden 4 nuestro destino. Viva- mos bajo.la mano de Dios, y unamos al sacrificio de nues- tro corazon aquella fidelidad que continuamente le renue- va, que le extiende & todc lo que Dios nos pide, y que con- serva hasta el fin el tesoro de la justicia para hallar la con- sumacion en elcielo, Amen. RATREOS CEPALSN SERMON MRA LA SA TU CRMC Loqnimur Dei sapientiam in misterio, qu abscondita est, quam nemo principum hojus seculi eoguovit. Anunciamo@ln eabidarfa de Dios, ooulta en eu misterio, 1a que no ha conocido ningu- po de fos prfacipes de este mundo. 1, Cor, 2, v. 7, ot 8 El que Jos caminos de Dios son por 16 comun distin- tos de los del hombre, y el que la eterna sabiduria en sus designios se agrada siempre de confundir las vanas preocupaciones de la ciencia humana, se ve principalmen- te en el misterio que hoy reverencia la Iglesia. Si, catd- licos, un Dios que desciende de su gloria por elevarnos 4 ella, que se carga de nuestras enfermedades y trabajos por aliviarnos, que se une al hombre por reconciliar al hombre con Dios, ha sido en todos tiempos 6 escdndalo 6 locura para la prudencia de Ia carne, y aun hoy Ja sabiduria de Dios en este misterio es absolutamente incdégaita para el siglo: Loquimur Dei sapientiam in misterio, que abscondita est, quam nemo principum hujus seculi cognovit. A la ver- ccd .SERMONES DE MASSILLON. dad, el mundo no conoce mas verdadera grandeza que aquella que se manifiesta 4 los sentidos; el mundo no tie- ne por verdadero honor sino el vivir entre los placeres y abundancia; el mundo cree haberle tocado por herencia la razon, y llama siempre al juicio de sus propias luces las obras del Sefior. Sobre estos tres errores estribaba toda la ciencia de los hombres antes de que el Altisimo se dignase de visitarlos con su misericordia. Los judios solo suspiraban por la glo- ria y grandeza temporal de un Mesias carnal que habia de subyugar todos los imperios y hacer 4 todas las naciones tributarias de Jerusalen; los fildsofos solo esperaban el re- medio de sus males de los vanos esfuerzos de una razon enferma; los principes, los potentados y el pueblo, busca- ban en los deleites de los sentidos lo que no habia puesto en ellos e] Autor de Ja naturaleza y una felicidad indigna del hombre, y este mismo es atin el deplorable estado del mundo despues del cumplimiento del gran misterio de pie- dad. ‘Hoy, pues, intento manifestar cémo la sabiduria de Dios, oculta en este misterio, confunde estos tres principales erro- res, en que consiste propiamente toda la ciencia humana. Primeramente, el Verbo en él se anonada, y con este ano- nadarse nos ensefia que el hombre no puede amar la ele- vacion sin injusticia. En segundo lugar, el Verbo se car- ga en él de nuestros dolores y trabajos, y este ministerio nos descubre que no puede ya el hombre amar los deleites sin pecado. Finalmente, en él se une el Verbo 4 nuestra carne, y proponiéndonos esta union incomprensible como el objeto de nuestro culto y el tinico alivio de nuestros ma~ les, nos ensefia que ya no puede el hombre contar con su razon sin temeridad. Un Dios anonadado ensalza la hu- SERMONES DF MASSILLON. 73 mildad; un Dios cargado de nuestros dolores hace amables los trabajos; un Dios unido al hombre hace callar la‘ra- zon y aun hace razonable la fe. Manifestemos estas tres verdades, pues en ellas se encierra toda la doctrina del gran misterio de misericordia. Ave Maria. PRIMERA PARTE. La soberbia ha sido en todo tiempo la herida mas _ pell- grosa del hombre. Como naci6 para ser grande y Sefior de todas las criaturas, ha conservado siempre en su interior estas primeras impresiones de su origen. Hallando con- tinuamente en su corazon no sé qué secretos dictamenes de su propia excelencia que no le borr6 del todo su caida, se entregé desde el principio 4 tan lisonjeras inclinaciones; solo intentd irse elevando de grado en grado, y no hallan- do acd en Ja tierra nada que pudiese satisfacer 41a gran- deza de una alma que solo habia sido criada para reinar con su Dios, subi6 mas arriba de las nubes y se colocé al lado del Altisimo. De aqui provino hacer el hombre que se le tributasen honores divinos. El hombre se rindi6 al hombre mismo, y el universo adoré como 4 sus autores 4 unos insensatos, 4 quienes habia visto nacer y que habian venido muchos siglos despues que él. No obstante, el hombre despues de Ja sulpa no es mas que un vil esclavo. ‘T’odo lo que le ensalza le saca de su estado natural, pues el honor solamente es debido 4 la ino- cencia, y al vicio solo le corresponde el desprecio, y si aun Ye queda alguna esperanza de recobrar su primera grande- z&, solo puede ser confesando su bajeza con humiidad. jPero cémo podria el mundo persuadirse 4 una verdad tan nueva, desautorizada con la doctrina de todas las sec- TOM. 1.—P. 10, a SERMONES DI MASSILLON. tas, con la preocupacion de todas las naciones y con los mas vivos sentimientos det csrazon humano? Confieso que los justos de los antiguos tiempos, que precedieron la ve- nida del Salvador, dejaron grandes ejemplos 4 los hombres. {Qué es el honibre, joh Dios mio! exclamaba un santo rey, para que os digneis de bajaros hasta él y visitarle? jos ha- beis olvidado de que yo en vuestra presencia soy como una péstia sin razon, y que la nada es el Unico apoyo en que estriban mis fuerzas? : Pero estas solo eran instrucciones y el hombre necesita- ba de remedios. Estos modelos eran insufivientes; los hom- bres no podian inspirar el amor de una virtud que ellos no amaban, pues un culpado que se humilla puede hacer que se aborrezcan sus delitos, pero no que se amen sus humi- llaciones; tenia, pues, la miseria humana necesidad de un ejemplo que al mismo tiempo fuese su remedio. Era ne- cesario instruirla y curarla juntamente; y este, catdli- cos, es el gran misterio que hoy obra la sabiduria de Dios en Nazareth en el seno de Maria despues de la espe- ranza de tantos siglos, de los desecs de tantos justos y de los ordculos de tantos profetas. Permitidme, jucs, que para sacar de este adorable mis- terio las importantes instrucciones que en él ha _escondido la divina sabiduria, os advierta cuales son los principales taractéres de la soberbia humana y la oposicion que tienen con aquel anonadurse del Hijode Dios en su union con nuestra naturaleza. Et primer cardcter de la soberbia es aquel error .que nos hace salir, por decirlo asi, de nosotros mismos, y que para ocultarnos aquel interior y hurrilde dictamen de nuestra miseria, busquemos para nosotros mismos con gusto en las cosas que estén fuera de nosotros, en las riquezas, en los. SERMONES DEMASSILLON, 75 titulos, en las dignidades, en la reputacion y en el lustre del nacimiento, una gloria cuyo origen solo debiera estar dentro de nosotros mismos, Las circunstancias exteriores, catdlicos, de la encarna- cion del Verbo corrigen en los hombres este primer error, A la verdad, gno parecia que un misterio, cuyas figuras ha- Dian sido tan pomposas, los preparativos tan augustos, las promesas tan magnificas y las sombras, por decirlo asi, tan brillantes, debiera haberse cumplido en la plenitud de los tiempos, aun’con mas resplandor que aquel con que habia sido prometido, y que pues unas sefiales tan ilustres habian anunciado tantos siglos antes 4 los hombres que el Altisimo habia de visitarlos, debia ser acompafiada su venida de tan- ta gloria y majestad-que no pudiera equivozarse? Con todo eso, no hay cosa mas oculta 4 los ojos de los “sentidos que lo que hoy pasa en Nazareth. La santa don- cella, preferida 4 todas las dem4s doncellas de Juda, y en , cuyo seno se obra el inefable secreto del abatimiento de un Dios, neda.tiene que la distinga en su tribu sino su -pudor y su inocencia. El resplandor de la sangre que tiene de David esta oscurecido con la bajeza de su fortuna. Su os- curidad ha hecho que casi se ignore suorigen. Nose abren los cielos como en otro tiempo sobre el monte Sinai pa- ra disponer caminos de luz al Dios que baja 4 la tierra. No le rodean los angeles para anunciar 4 los hombres su venida con el ruido de relampagos y trompetas; no resue- nan las montafias; no bajan nubes de gloria para llover al justo, ni aun la casa de Maria tiembla, como otro Cendcu- lo, para significar el santo horror con que est sobrecogida con la presencia del Dios que en si recibe. Un solo minis- tro del cielo, invisible 4 todos los hombres, se aparece 4 “Maria en el silencio, bajo la simplicidad de una humana 76 SERMONES DE MASSILLON. forma, como para honrar en si mismo, ocultando su gloria, la humildad del Dios de quien es ministro. Nazareth, ciu- dad la mas despreciable de Judd, y de la que era fama pt- blica que nada podia salir que hiciese honor 4 Judea; Na- zareth, vuelvo 4 decir, en donde se consuma este misterio, le ignora del mismo modo que Jerusalen. Aun el mismo José no sabe el secreto de la embajada celestial, y solo el Tincon en que est4 oculta Marfa es el confidente de un pro- digio en que tanto se interesa el mundo entero. En los de-- mas misterios los abatimientos del Verbo estén mezclados con resplandor y grandeza; en este, todo es oscuro, nada habla 4 los sentidos, porque en él el fin de la divina sabi- duria es corregir los errores y sustituir los nuevos caminos de la fe 4 las antiguas ilusiones de la humana sabiduria, A la verdad, catdlicos, que hasta entonces habian creido- _ los hombres que la prosperidades temporales eran favores del cielo, la reputacion un bien sdlido, y los grandes talen-- tos los mas dichosos beneficios de un Dios favorable; que Jas distinciones de puesto y de nacimiento tenian un verda- dero resplandor y no eran indignas de los cuidados y esti- macion de los hombres; pero en este misterio la sabiduria de Dics nos descubre un nuevo Grden de cosus; pone pre- sente 4 nuestra vista un mundo en todo nuevo y espiritual, nuevos bienes, nuevos honores y nueva gloria, y reforman- do nuestros juicios nos ensefia que la inocencia y la virtud Son las tinicas riquezas del hombre; que todo el mérito del alma fiel esté oculto en su corazon; que un solo grado de caridad ensalza mas 4 un cristiano que el imperio de] mun-- do entero; que la paciencia, Ja humildad y benignidad son los mayores talentos de un discipulo de Jesucristo; que el vencerse 4 si mismo 4 la vista de solo Dios, es una gloria mas s6lida y mas inmortal que la conquista de las provin- SERMONES DE MASSILLON, 7 eias y reinos; y finalmente, que nuestra grandeza’ exterior no es mas que una fantasma que nos burla, y que solo es grande el que es santo. Ahora bien, catdlicos, gno se ignora todavia en el mun- do esta sabiduria? Dei sapientiam quam nemo principum Aujus seculi cognovit, 4Eu dénde estan los que miran con ojos cristianos el vano espectaculo de la gloria humana, y que guardan toda su admiracion para los dones de la gra- cia y para el mérito de la santidad? ;Quién’se granjea an- tes nuestros respetos, 6 un ambicioso que 4 la frente de un pueblo de hombres armados consigue victorias y llena al universo del ruido de su nombre y de su vanidad, 6 un jus- to acompafiado solamente de su inocencia, que sabe sufrir ‘una injuria, sostener una humillacion, ahogar un sentimien- to y que sabe pelear y vencer para el cielo? gPor qué ca- minos intentamos distinguirnos nosotros. mismos de nues- tros prdjimos? jEs acaso por medio de una caridad mas viva, de una fe mas abundante, de una conciencia mas pu- ra, de una fidelidad mas inviolable 4 todas nuestras obiiga- ciones? jOh! nos gloriamos de un nacimiento ilustre, co- mo si la gloria de nuestros antepasados fuera nuestra y no fuera para nosotros oprobie y bajeza, cuando solamente conservamos su nombre sin sus virtudes. Contamos nues- tros titulos y nuestras hazafias militares como gloriosas prerogativas que nos ensalzan sobre los demas hombres, y no vemos que la casnalidad, el favor, la temeridad, la co- yuntura han tenido mas parte en estos honores que la obli- .gacion y la virtud. Nos adornamos con las eminentes dig- nidades que nos distinguen en nuestro pueblo, y no conoce- mos que los mayores puestos son los mayores escollos, que aumentan nuestras obligaciones sin aumentar nuestro mé- “tito. Nos gloriamos de la superioridad de nuestras luces y 78 SERMONES DE MASSILLON. de nuestros talentos, 6 ignoramos que el mas vasto conoci- miento del espiritu humano es una luz pueril si se limita 4 Tas cosas presentes y nos hace perder de vista las eternas, Si, cat6licos, las grandezas y distinciones de la gracia y de Ja fe 4 nadie mueven. Miramos }o eterno como si no exis- tiera. gPero qué le importa al cristiano ser desconocido 6 brillat 4 vista de los hombres, pues en la realidad no es otra cosa mas de lo que es en la presencia de Dios? [a fe nos despoja de todo lo que no es exterior, y solamente ve en nos-- otros 4 nosotros mismos. El segundo cardcter de 1a humana soberbia es aquella fla- queza que en nada tiene el mérito, aun de la misma vir- tud, mientras esta oculto, y solo aborreée en el vicio la con- fusion y el oprobio; como si el vicio y la virtud no fueran mas que opiniones, y solo pudiera el hombre ser grande 6. despreciable en la idea de los demas hombres. El haberse, pues, anonadado el Verbo en este misterio, confunde esta vana atencion 4 los juicios humanos; y 4 la verdad, el Hijo de Dios no baja 4 la tierra sino para glori-- ficur 4 su Padre y volver 4 tomar en los corazones de los horabres los honores que le habian usurpado las criaturas. Este intentu pedia, al parecer, que se les manifestase con. toda su gloria resplandeciente como en el Tabor, y que se. dejase ver tan glorioso y tan digno de sus respetos como se dejd ver entonces 4 sus discipulos encantados .con la dul- zura de este espectaculo, Tntonces si que se lo hubiera levado todo tras de si, y la incrédula Jerusalen no hubiera visto 4 sus cuidadanos dividirse acerca de la verdad de sus predigios y de la santidad de su doctrina y ministerio. Con todo eso, no quiere que el resplandcr y majestad sea, quien triuafe de nuestros corazones, sino la lumildad y los oprobios. Oculta todo lo que es en si, no ca 4 nadie su SERMONES DE MASSILLON. nn” gloria, sino que, dig4moslo asi, se la quita 4 si mismo. Nada de cuanto tenia de grande en el seno de su Padre le acompaiia 4 Ja vista de los sentidos en el seno de Maria. Su poder se muda en flaqueza, su infinita sabidurfa no es mas que wna razon que empieza 4 manifestarse; su inmen- sidad parece estar encerrada en Jos limites de un cuerpo mortal, Ja imagen de la sustancia del Padre esta oculta ba-- jo la vil forma de esclavos; su eterno orfgen empieza 4 con- tar tiempos y momentos. Finalmente, aparece anonadado. en todos sus titulos. De esie inodo, luego que se manifieste en Judea, le dis- putard la incredulidad la suprema autoridad de su sacerdo- cio. gQuidn es este, dirau, que viene d perdonar los peca- dos?! El temor de las potencias de la tierra hard que rehu- sen el conocerle por rey y le haran pagar el tributo como 4 un esclavo; la prudencia de la carne tendra por locura su divina sabiduria; sus mismos parientes le mirarén como 4 un insensato: Quoniam in furorem versus est La envidia le degradara de su divino nacimiento, y sus concindadanos- publicarén que no es mas que un hijo de Maria y de José. Finalmente, un falso celo le quitara la eternidad de su du- racioa y querran apedrearle solo por haberse atrevido 4 decir que era antes que Abraham, Pero Ja opinion de los hombres nada mudara en la apa- rente oscuridad de su ministerio; él se manifestardé, 4 la verdad, suficientemente para ser conocido de les judios es- pirituales y fieles; sus obras, su doctrina, Moisés, los profes - tas, las divinas Escrituras daran testimonio de él. ¥ el que amase la verdad serd imposible que no le conozca, pero no 1 Lue ev. 49 2 Mare, 3. v. 20. 80 SERMONES DFE MASSILL! se manifestard suficientemente para evitar e) desprecio de los judios carnales; el resplandor de su ministerio sera ma- Nifiesto al corazon humilde € inocente; con la oscuridad de su ministerio cegard la soberbia y la increduadad; mezecla- rd con él tinieblas para recompensar la fe de los que han de creer, y Ja suficiente Juz para castigar Ia incredulidad de los que s¢ han de negar 4 creerle. . jDe ddude, pucs, previenc, catd:icos, una conducta tan extraordinaria? %Por qué despues de haberse Dios oculta- do por tantos siglos, se manifiesta por tiltimo a Jos hombres de modo que no le conozcan? 4Por qué no vendria con to- da su gloria si queria salvatnos manifestandose 4 nosotros? Dejemos por ahora las razones que tuvo para ocultar su ministerlo, por no ser de nuestro asunto; las que nos hacen al caso son primeramente, porque queria ensefiarnos 4 los que estamos encargados de la distribucion de su Evangelio, 4 no mudar cosa alguna de las 6rdenes de Dios en las fun- ciones de nuestro ministerio, con pretexto de atraer mas fa- cilmente 4 su paiabra los votos de los hombres; 4 no creer que Dios es mas glorificado con da gloria que nos resulta 4 nosotros mismos; 4 no interesar al Sefior, si es ifcito decirfo asi, en nuestra propia causa, Y para que NO nos persuada- mos 4 que ha unido el feliz suceso del Evangelio 4 tos aplau- sos que recibe de nuestra boca. Las contradiccicnes que pa- dece el ministro son las mas veces toda la gloria y toda la felicidad de su ministerio. Declaremos las verdades que nos ha confiado la Iglesia, no mezclemos con ellas nuestras opiniones ni nuestros propios discursos; plantemos, regue- mos y dejemos al Sefior que dé el incremento: su palabra nunca se volveré 4 él vacia, y seré siempre 6 condenacion para el incrédulo 6 consuelo para el fiel. En segundo lugar. Queria ensefiarnos, catGlicos, que SERMONES DE MASSILLON. 8h nunca deben los juicios humanos decidir en Orden 4 nues- tras obligaciones, que en lo que mira al servicio de Dios no debemos atender 4 lo que el mundo aprueba, sino 4 lo que Dios nos pide; que las censuras y las burlas son siempre la recompensa de la verdadera piedad; que no es posible agra- dar 4 los hombres y ser siervo de Jesucristo; que el celo que quisiera ganar para la virtud los votos ptiblicos, no seria mas que wna soberbia disfrazada que los pretenderia para si misma; que toda la seguridad de los justos en la tierra consiste en la injusticia que con ellos usa el mundo; que el desprecio es el asilo mas seguro de su virtud; que no es este el tiempo de su manifestacion y que no tendran derecho de “manifestarse hasta que parezcan con Jesucristo en su gloria. No obstante, si bien Jo reflexionamos, por mas justos que seamos siempre contamos mucho cpn los hombres; ca- si no vivimos sino para nosotros, nes interesa poco lo que somos 4 nuestra vista y 4 Ja vistade Dios; solo parece que nos mueve y ocupa lo que somos 4 la vista de los hombres; y cuidando poco de nuestra perfeccion, todo nuestro cuidaijo se reduce 4 enriquecer esta idea quimérica de nosotros mismos que existe en el espiritu de los demas, por lo que nunca nos sucede el preguntarnos 4 nosotros mismos Jo que en la realidad somos, sino que continuamente estamos pre- guntando qué piensan los demas de nosotros. De este mo- do todo nuestra vida es imaginaria y fantdstica; aun el error que hace que nos tengamos por lo que no somos, li- sonjea nuestra soberbia; nos dejamos llevar de las alaban- zas que desconoce nuestro mismo corazon, tenemos por henor el engafio del pitblico, y mas nos ensalzamos con el error que nos atribuye falsas virtudes, que lo que nos humillamos con Ja verdad que nos hace conocer nuestros defectos y nuestras verdaderas miserias. tom. 1.—p. LL. 8 SERMONES DE MASSILLON. El! ultimo cardcter de !a soberbia es aqueila ficcion de la vanidad que busca la fama aun en el mismo humillarse, que solo parece se abate 4 vista de los hombres para que éstos con sus aplausos la ensalcen mucho mas de Jo que se habia humillado. Y 4 la verdad, catdlicos, que casi no hay humildad sincera; no nos ocultamos sino para ser mas conocidos, no huimos de la gloria sino para que la gloria nos siga; no renunciamos los honores sino para ser honra- rados, no sufrimos los desprecios sino cuando nos resulta gloria de serdespreciados. La soberbia tiene mil arbitrios imperceptibles aun 4 nosotros mismos, y no hay cosa mas rara que un abatimiento voluntario que solo se ordene 4 la humildad. Este, pues, es el escollo que nos ensefia 4 evitar el Ver- bo anonadéndose en este misterio. Revistese de la seme- janza del pecada, pero para sufrir toda su vergtienza; se car- ga de nuestras iniquidades, pero para ser la victima que sa- tisfaga por ellas; quiere ser tenido por un samaritano y por un enemigo de la ley, pero para ser castigado como un enga- fiador; se oculta cuando quieren reconocerle por rey, pero es para morir como un esclavo. Los mas vergonzosos ultra- jes son la recompensa de sus abatimientos; los hombres le desconocerau hasta el fin y morird con todo el mérito de su humildad. Pero nosotros, catdlicos, si sufrimos con paciencia la ca- lumnia es porque prevemos que la verdad la ha de confun- dir y que ha de ceder en gloria nuestra; nos agradan las obras de humildad porque no da lugar nuestra clase 4 que se ignore que nos humillamos; nos gustan los oprobios le- ves en que nuestra vanidad ve pronto el remedio, y aun Jas almas mas fieles necesitan de algun otro atractivo que les suavice e] desprecio mas que el gusto de ser desprecia- SERMONES DE MASSILLON. 33 das; perdonamos, pero dando 4 conocer que somos los ofen- didos y que cedemos de nuestro derecho; nos adelantamos 4 reconciliarnos, pero no nos disgusta el que se sepa que solamente la piedad ha tenido parte en esta accion; habla- mos bien de los yue nos infaman, pero es por quitar todo el crédito 4 sus calumnias. Finalnieate, es cosa dificil el no buscarse 4 si mismo, y mucho mas en el abatimiento que en la elevacion, porque cuanto mas parece que el hom- bre se olvida de si, tanto mas cuida la soberbia de hacer que se busque 4 s{ mismo. ° Avergoncémonos, pues, de nuestra flaqueza, catdlicos; miremos con frecuencia 4 nuestro ejemplar, adoremos las primeras disposiciones del alma santa de! Verbo encarna- do en sus nuevos abatimientos; pensemos alguna vez en que la soberbia es casi nuestro Unico dglito, y que si pu- diéramos olvidarnos absolutamente de nosotros mismas, es- tariamos libres de mil manchas secretas que no conocemas Y que apartan 4 Dios de nuestro corazon; reprenamoe nos continuamente este monstruoso conjunto de nuestras miserias con nuestras vanidades, este principio de corrup- cion que sentimos en nosotros mismos, con estos descos de gloria que tienen parte en nuestras obras; aquella ley de la carne que nos humilla, con aquellos pensamientos de elevacion que nos ensoberbecen. En una palabra, lo que somos con lo que quisiéramos parecer. Visto ya que des- pues del abatimiento de un Dios no hay cosa mas injusta para el hombre que el quererse ensalzar, escuchad ahora cdmo despues que un Dios anonadado se cargo de nuestros dolores y enfermedades, no hay cosa mas vergonzosa para el hombre que el buscar una vida descansada y feliz en‘la tierra, ° 84 SERMONES DE MASSILLON. SEGUNDA PARTE. Et hombre en el estado de Ja inocencia debiera pasar una Vida feliz y tranquila; la ticrra solo habia recibido su fecundidad para proveer 4 sus castas delicias, sus destinos no estaban destinados mas que 4 conducirle a la conserva- cion de su ser con impresiones suaves y agradables, todas las criaturas debian servir 4 su felicidad, pues en la men- te de su autor todas habian sido destinadas para su uso, y bajo el dominio de un Dios justo nada podia hacerle des- graciado, ni turbar sus placeres mientras conservase su inocencia; pero el hombre pecador naci6é para padecer, to- dos fos deleites de la vida estén negados 4 un pecador que ni aun vivir merece; el dolor es el natural estado del des- Orden, y es injusticia el que sirvan las criaturas 4 un infe- liz que abusa de ellas y que se ha rebelado contra el So- berano cuyas son. Con todo eso, todavia es el deleite la pasion dominante de este hombre pecador; 4 pesar de su trasgresion quiere vivir feliz, y la culpa por la cual perdid el derecho y la es- peranza no le quit6 el deseo; los trabajos que han venido 4 ser la pena inseparable de su delito, no acaban de ser libre eleccion de su amor; y aunque condenado 4 padecer, nunca ha podido amar los trabajos: era preciso, p':3s, que un grande ejemplo le hiciese amable lo que le era aecesa- tio, y que un Dios lo padeciese todo por salvar al hombre, para que el hombre aprendiese y amese el padecer para aplacar 4 su Dios. Por esto el ministerio del Verbo encarnado es un minis- terio de cruz y de trabajos; desde el primer insta:.:e de su SERMONES DE MASSILLON. 8 union con nuestra naturaleza en el seno de Maria, renun- cia al gusto sensible de que pudiera gozar, dice el apéstol, y abraza la cruz que le presenta la justicia de su Padre; desde entonces como victima de nuestros pecados, pone su sagrada cabeza bajo la vara de la indignacion divina, y siente los primeros golpes de la severidad debida al hom- bre pecador; pero aun le esperan mas verdaderos rigores al salir de aquella humilde morada; apenas se abrirdn sus ojos 4a luz cuando ya se verdn correr sus preciosas la- grimas; con la edad iran creciendo sus trabajos, el hambre, la sed, el cansancio, que son las penas de nuestro pecado, serdn el ejercicio de su amor; solo anunciaré cruces y tribu- Jaciones, no prometeré su reino sino 4 la violencia, maldeciré 4 los placeres, no llamara bienaventurados sino 4 los que pa- .decen, y temiendo que en lo sucesivo los hombres, que siem- pre son ingeniosos para suavizar su*cruz, diesen 4 sus maximas interpretaciones favorables 4 su amor propio, es- pirard entre los brazos del dolor, y su doctrina no seré mas que la relacion de sus ejemplos. Digo, pues, que desde que el Verbo encarn6é para mani- festarnos el camino del cielo y satisfacer por nosotros 4 la divina justicia, vino 4 pasar en la tierra una vida triste y penosa; luego ya no puede el cristiano vivir 4 gusto de sus sentidos ni prometerse el llegar 4 la eterna salud por ca- minos suaves y faciles. A la verdad, despues que por este misterio se hizo Cristo nueva cabeza de un pteblo santo y origén de una nueva vida, no podemos aspirar 4 la salva- cion sino como miembros de Cristo, esto es, como hacien- do parte de este cuerpo mistico que vino 4 formar en la tierra, ‘porque solo éste penetraré los cielos, dice el apdstol, y entraré con su cabeza y su pontifice en el verdadero san- tuario. Esto supuesto, catdlicos, gen qué consiste el ser

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