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s propensa al enrarecimiento potico y a la dilacin metafsica que a la ejecucin

narrativa. Sola, obscena, como una criatura sin amparo y sin subterfugio, la escritura
de, Dios). Pero eso no alcanza para hacer de estos jirones de ficcin una narrativa
transgresin. El resultado es una novela tibia que juguetea tmidamente con un lenguaje
soez pero que a duras penas consigue rayar los tpicos menos interesantes del porno
soft. Los mejores momentos del texto son aquellos en los que afirma, mediante una
sintaxis dislocada, una puntuacin experimental y una variedad notable de tonos y
registros, una potica de la promiscuidad y una ertica de los lenguajes.
Escrita ms de una dcada despus, Cartas de un seductor parece ya exhibir la
determinacin de la autora paulista por aferrarse a una narrativa de otras pretensiones.
No se trata ya de hacer literatura pornogrfica (o de momentos pornogrficos) sino de
hacer de la pornografa misma una de las bellas artes. Las cartas de Karl (el seductor) a
Cordelia, la seducida hermana amante, proliferan en el viboreo temtico que va desde el
relato incestuoso a la referencia erudita o la divagacin mstica. El collage carga de
vrtigo y erotismo la sintaxis y el texto decanta hacia lo inacabado, como a merced de
un flujo incesante que lo convierte en una suerte de work in progress.
Cartas de un seductor no es pues una novela pornogrfica sino un texto transgresor que
hace coincidir un tema con una pulsin. Hilda Hilst desata una fuerza centrfuga que
corrompe las convenciones genricas del relato pornogrfico. Alterando radicalmente
sus formas, frustra las expectativas de la demanda pornogrfica y pone al lector ante la
extraeza inquietante del saber, de lo sagrado, de lo inmundo, de lo intolerable y de lo
reprimido.

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