Está en la página 1de 18
‘APITULO 2 EL SURGIMIENTO DE LA ERA DE LA CIENCIA Durante los siglos xiv y xv se inicié en Europa un cambio profundo en la concepcién del mundo del hombre y de su lugar en él, Este cambio tenia aspec- tos diversos (art(sticos, culturales, econdémicos, politicos, literarios ¢ intelectua- les) que los historiadores han intentado en vano resumir en el término tinico de «Renacimiento». Analizaremos en este capitulo los cambios en la visién inte- lectual o filos6fica que se produjeron en ese periodo y que sentaron las bases para el desarrollo de la ciencia moderna. Este aspecto del Renacimiento fue sin duda alguna su aportacién més importante a la formacién de la civilizacién oc- cidental de hoy. Condujo a la era de la ciencia y de laalta tecnologia en la que vivimos. Para la historia de nuestra materia, las ciencias sociales, fue de deci- siva importancia este surgimiento de la ciencia natural. Fueron los avances de las ciencias naturales los que inspiraron el desarrollo inicial de las ciencias so- ciales; estas tiltimas intentaron aplicar a la sociabilidad humana los nuevos con- ceptos que las ciencias naturales habjan utilizado con tanto éxito en la investigacién de los fenémenos naturales. Para estudiar la historia de la ciencia social y entender sus problemas filoséficos, debemos centrar la atencién en la revolucién conceptual que inicié y fue desarrollando progresivamente In ciencia natural. Las ideas y las teorfas son fenémenos mentales, de modo que estén relacio- nadas inevitablemente con personas individuales. Pero hay también fenémenos sociales: cuando un conjunto de ideas o de teorfas son compartidas de forma ge- neral, podemos decir que forman parte de la cultura de la comunidad. En este ca- pftulo me ocuparé del aspecto social del surgimiento de la ciencia, pero, para poder llegar a ser razonablemente concreto a la hora de explicar lo que esto signi- fic6, analizaré primero como ejemplos a tres individuos concretos cuya obra tuvo tuna gran importancia en el inicio y en el desarrollo del enfoque cientifico del co- nocimiento. En el apartado 2 consideraré las consecuencias de ello de un modo mas general. EL SURGIMIENTO DELA ERA DE LA CIENCIA 29 1, Leonardo, Vesalio y Galileo 1.1, Leonarpo pa Vinci (1452-1519) ‘Puede parecer extrafio iniciar un andlisis de la era de la ciencia considerando la obra de un artista. En realidad, Leonardo no fue s6lo pintor; fue también inge- niero mecénico ¢ inventor, matemético y cientifico. Pero no fueron sus ideas cientificas en cuanto tales lo significative, sino més bien la aplicacién de un enfo- que cientifico a su obra artistica. Leonardo continué y desarrollé como artista un enfoque nuevo de las artes pict6ricas que habia iniciado mas de un siglo antes Giotto (¢, 1267-c. 1337). Antes de Giotto la pintura era omamental y formal, es- taba destinada a decorar un espacio © a ilustrar los relatos biblicos de un modo simbélico 0 convencional. Los rostros eran inexpresivos y los cuerpos, inertes. Giotto empez6 a pintar figuras que eran humanas; rostros que mostraban emo- cién, cuerpos moldeados y proporcionados como los individuos reales... aunque fueran supuestamente santos 0 angeles. En la pintura de Leonardo, esta concep- cién del arte pictérico se desarrollé en muy alto grado con obras que, fueran re~ ligiosas 0 seculares, representaban las figuras como individuos vivos que el espectador podia entender porque eran como la gente que conocia en su vida diaria. Esto representa por sf solo un criterio que habrfa de convertirse en tna carac- teristica bdsica de la ciencia. Leonardo observaba cuidadosamente sus modelos y pintaba su visién de lo que habfa observado de un modo directo, aunque interpre- tativo. Su propésito era plasmar lo que sus ojos le mostraban mas que lo que las autoridades antiguas le decfan que debia ver. Pero fue atin més alla, efectus estu- dios anatémicos del cuerpo humano por medio de la disecci6n. En sus cuadernos hhallamos muchos bocetos del esqueleto humano, la estructura de los musculos, los tendones, etc. Esta es la raz6n principal de que Leonardo merezca un puesto destacado en la historia de la ciencia. Comprendié que la observacién eficaz cexige investigaci6n de lo que hay debajo de la superficie, de manera que pueda entenderse por quté las cosas parecen lo que parecen y cémo fiuncionan. Para pin- tar un rostro que expresara miedo o c6lera o incluso serenidad, habia que conocer Ja musculatura facial que acttia bajo la piel. Leonardo realizaba estudios anatémi- cos. como una ayuda para su arte, pero lo que hacfa era basicamente lo que hace la ciencia: estudiar los mecanismos ocultos de 1a naturaleza. 1.2. ANDREA VESALIO (1514-1564) Vesalio nacié en lo que hoy es Bélgica, pero pas6 sus afios més fecundos en Italia, donde impartié clases en la Universidad de Padua, uno de los centros mas destacados —para no decir ¢! centro mas destacado— de la investigacién cientf- fica en el siglo xvi. Vesalio fue, como Leonardo, un estudioso de la anatomia, 30 HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES pero sus investigaciones del cuerpo humano tenfan por objeto mejorar la prictica de Ia medicina y no el teabajo del artista. Su trabajo tuvo una gran repercusi6n en la historia de la ciencia debido a que realizé sus descubrimientos prescindiendo de las concepciones anatémicas tradicionales de su 6poca, contenidas en textos «autorizados», y efectuando observaciones personales directas, meticulosas y ob- jetivas. Antes de Vesalio, la autoridad oficial en la ciencia de la medicina era Ga- Teno, médico griego del siglo 11 d. C., que escribié profusamente sobre casi todos Jos aspectos de la materia. Sus obras fueron copiadas y recopiadas en los siglos si- guientes y estudiadas por los médicos como la fuente autorizada de todo conoci- miento médico. Se hizo muy poca tarea nueva, ya qite no parecfa haber ninguna necesidad de que los médicos hicieran otra cosa que aprender de Galeno. El estu- dio de la anatomia a través de 1a diseccién del cuerpo humano no se consideraba, en general, una parte necesaria de la formacién del médico. Los profesores de medicina que expontan a sus estudiantes una visién directa del interior del cuerpo humano delegaban la tarea sucia de la diseccién en sus ayudantes, y su principal actividad consistia en explicar acriticamente los textos de Galeno. Vesalio fue en principio un seguidor de Galeno, pero empez6 a diseccionar con sus propias manos y a observar de un modo meticuloso y objetivo. Y se fue convenciendo de que Galeno se equivecaba en muchas cosas. Era posible, en rea- lidad, que Galeno no hubiese diseccionado nunca un cuerpo humano. Gran parte de sus descripciones anat6micas eran una sintesis de las estracturas de una serie de animales, principalmente del onagro. Vesalio publicé en 1543 su libro innovador sobre la anatomia humana, De Humani Corporis Fabrica, escrito en latin, que era como se escribfan en la época todas las obras cientificas y de erudicién. Como profesor de medicina en la Universidad de Padua, Vesalio ensefié a sus alumnos que 1a anatomfa humana s6lo podfa aprenderse por observacién di- recta, no por los libros. En la De Humani Corporis Fabrica advertia contra la idea de considerar incluso su propia obra como algo definitivo, ¢ instaba al estudiante a diseccionar y observar de una forma critica y objetiva. Mostraba en esto el ver- dadero criterio del cientifico, para quien la fuente del conocimiento es a natura- leza y no los textos oficiales, Ademés, instaba al estudiante de anatomia a ate- nerse a cuestiones cientificas y no perderse en cuestiones como la localizaci6n del alma en el cuerpo humano, un tema muy discutido en su €poca, contribuyendo asf a diferenciar ciencia y teologia, un aspecto vital para el desarrollo posterior de la ciencia moderna. Las criticas de Vesalio a Galeno eran objetivamente irrebatibles, pero a pe- sar de ello su obra sobre la anatomfa humana no tuvo una aceptacién inmediata De Humani Corporis Fabrica fue atacada ferozmente por los galenistas, que con- sideraban la autoridad de los antiguos inevitablemente superior a las concepcio- nes nuevas, por muy firmemente que estuvieran apoyadas por pruebas empfricas. Por ejemplo, John Caius, presidente del Colegio de Médicos de Inglaterra de 1555 a 1571, insistia en que todo médico que discrepara de Galeno deberfa ser castigado, Incluso medio siglo o mas después de ta publicacién de De Humani 32 HISTORIA ¥ FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES al que no le interesaba el emplazamiento del alma en el cuerpo human, recone ¢fa que habfa cuestiones que no pertenecfan al campo de fa ciencia, pero, insist, habia otras que correspondfan a la ciencia y no correspondfan ala teologia. ‘La cuestién que condujo a Galileo a chocar con Ia Iglesia fue la teoria coper- nicana, segin la cual el centro de nuestro sistema planetario es el Sol, no la Tie fra, El Sol permanece inm6vil mientras la Tierra gira a su alrededor y gira sobre Su eje. Cuando Nicolds Copémico public6 su De Revolutionibus Orbium Coeles- tium en 1543, las autoridades eclesisticas lo aceptaron. De hecho, el libro estaba dedicado al papa Pablo III. Durante muchos afios los catlicos lo teyeron con toda libertad, pero hacia finales del siglo xv1 los tedlogos catslicos, quizas como parte de su reaccién a la reforma protestante, empezaron a preguntarse si la teorfa coper- nicana era o no herética, si estaba en desacuerdo 0 no con las Sagradas Escrituras. En algunas partes del Antiguo Testamento se afirmaba expresa o tcitamente el Cae récter estacionario de la Tierra y la movilidad del Sol. En el Libro de Josué, por ejemplo, se cuenta cémo Josué rez6 a Dios pidiendo que se parara el sol en su curso normal de este a oeste para que siguiera dando luz y pudiese proseguir la batalla en la que estaba empefiado su ejército, Galileo estaba convencido de que Copémico tenfa razén pero, ante Ia hostilidad de las autoridades eclesidsticas, consider6 prudente callarse. Sin embargo, sus propios descubrimientos le pareci6 ‘que oftecfan pruebas claras de que el Sol era estacionario, y cuando publicé sus Cartas sobre las manchas solares (1613) adopt6 abiertamente la visién coperni- cana del sistema planetario. La Iglesia lo declaré herético en 1616 y Galileo fue convocado para que se justificara por cl tribunal de la Santa Inquisicién, Slo recibi6 del tribunal una advertencia; pero, posteriormente, cuando publicé su Didlogo sobre los dos principales sistemas del mundo (1632), fue juzgado una vez mas, obligado a «abjurar» de la teorfa copernicana y condenado a vivir en reclusién. ‘Cuando Galileo se enters, después de la publicacién de sus Cartas sobre las manchas solares, de que habfa un movimiento en marcha en Roma para acusarle de herejfa, escribié una defensa de sus opiniones en forma de una larga carta diri- sida formalmente a la gran duquesa Cristina, No se publicé hasta 1636, pero ci culé profusamente en copias manuscritas durante los veinte aflos anteriores, En esta carta famosa, que la Iglesia intent6 destruir, Galileo exponfa con gran lari dad y elegancia cual crefa él que era la relacién apropiada entre ciencia y religi6n. Es imposible, argumentaba, que dos verdades puedan contradecirse entre st. Las Sagradas Escrituras son indiscutiblemente verdaderas, y la teorfa copericana no puede estar en contradiccin con ellas sies también verdadera. Los que conside~ tan la teorfa herética estin obligados, por tanto, a demostrar que es falsa. Con este tazonamiento Galileo intentaba convencer a los tedlogos de que incluso la acept tién religiosa de una teorfa cientifica debta basarse en Ia investigacién empfrica de la naturaleza, no en las Sagradas Esctituras, «La Biblia —indicaba—no se es- cribi6 para ensefiamos astronomia», sino para instruimos en cuestiones que «s brepasan todo razonamiento humano, que no podria hacer crefbles la ciencia 32 HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES al que no le interesaba el emplazamiento del alma en el cuerpo humano, recono- ofa que habfa cuestiones que no pertencefan al campo de la ciencia, pero, insist, habfa otras que correspondfan a la ciencia y no correspondian a la teologta ‘La cuestién que condujo a Galileo a chocar con la Iglesia fue Ia teorfa coper- nicana, segtin la cual el centro de nuestro sistema planetario es el Sol, no Is Tie~ tra, EI Sol permanece inmévil mientras la Tierra gira 2 su alrededor y gira sobre su eje. Cuando Nicolds Copémnico publicé su De Revolutionibus Orbium Coeles- ium en 1543, las autoridades eclesidsticas 1o aceptaron. De hecho, el libro estaba dedicado al papa Pablo II Durante muchos afos los caticos fo leyeron con tods libertad, pero hacia finales de! siglo xvI Ios teélogos cat6licos, quizés como parte de su reaccién a la reforma protestante, empezaron a preguntarse si la teorfa coper- nicana era o no herética, si estaba en desacuerdo 0 no con las Sagradas Escrituras. En algunas partes del Antiguo Testamento se afirmaba expresa 0 técitamente cl ca rdcter estacionario de la Tierra y la movilidad del Sol. En el Libro de Josué, por ejemplo, se cuenta cémo Josué rez6 a Dios pidiendo que se parara el sol en su ‘curso normal de este a oeste para que siguiera dando Iuz y pudiese proseguit la batalla en la que estaba empefiado su ejército. Galileo estaba convencido de que Copémico tenfa razén pero, ante la hostilidad de las autoridades eclesiésticas, considers prudente callarse. Sin embargo, sus propios descubrimientos le parecié que ofrecian pruebas claras de que el Sol era estacionario, y cuando publicé sus Cartas sobre las manchas solares (1613) adopté abiertamente la visién coperni- ‘cana del sistema planetario. La Iglesia lo declaré herético en 1616 y Galileo fue convocado para que se justificara por el tribunal de Ia Santa Inquisicién. Sto recibié del tribunal una advertencia; pero, posteriormente, cuando publicé su Didlogo sobre los dos principales sistemas del mundo (1632), fue juzgado una ver mis, obligado a «abjurar» de la teorfa copernicana y condenado a vivir en reclusign. ‘Cuando Galileo se enter6, después de la publicacién de sus Cartas sobre las manchas solares, de que habfa un movimiento en marcha en Roma para acusatle de herejia, escribié una defensa de sus opiniones en forma de una larga carta dir gida formalmente a la gran duquesa Cristina, No se publicé hasta 1636, pero cir- Gul6 profusamente en copias manuscritas durante los veinte afios anteriores, En festa carta famosa, que la Tglesia intent6 destruit, Galileo exponia con gran clari- dad elegancia cul crefa él que era la retacién apropiada entre ciencia y religion Es imposible, argumentaba, que dos verdades puedan contradecirse entre sf. Las Sagradas Bserturas son indiscutiblemente verdaderas, y la teorfa copemmicana no puede estar en contradiceidn con ellas si es también verdadera. Los que conside- Fan la teorfa herética estén obligados, por tanto, a demostrar que es falsa. Con este razonamiento Galileo intentaba convencer a los teblogos de que incluso la acepta~ cién religiosa de una teor‘a cientfica debfa basarse en Ia investigacién empfrica de la naturaleza, no en las Sagradas Escrituras, «La Biblia —indicaba—no se es- cribié para ensefiamos astronomiam, sino para instruimos en cuestiones que «so- brepasan todo razonamiento humano, que no podria hacer erefbles ta ciencia ni EL SURGIMIENTO DE LA ERA DE LA CIENCIA 33 otro medio que no fuese Ia boca misma del Espiritu Santo». Nadie duda, decfa, de a autoridad del papa, «pero ninguna criatura tiene el poder de hacer las cosas verdaderas o falsas, pues esto corresponde a a propia naturaleza de éstas y ala realidad». Segdin la leyenda Galileo, cuando se vio obligado a abjurar de la teoria co- pericana de que la Tierra esti en movimiento, dio un pisota en el suelo y dijo en un murmullo, para que no le oyeran los inguisidores, «E pur si muover («Y, sin embargo, se mueve»). Galileo no pretendia decir que la ciencia fuera superior ala religién, sino que era independiente, que se apoyaba en los poderes de la ra- z6n y de la observacién que el propio Dios habfa otorgado al hombre para que las utilizara en el estudio de la naturaleza. Lo que en realidad pedia Gatileo ardorosa- mente era la secularizacién de la ciencia, una demarcacin que separase su esfera de la de Ia fe religiosa. El que los teélogos pretendieran retener autoridad en cuestiones cient{ficas, decfa él, s6lo podia conducir al descrédito de fa Iglesia. Fue en esto ms perspicaz respecto a la religin que los tedlogos, pero su Did logo y otras obras suyas siguieron en el indice de libros prohibidos de la Iglesia catélica hasta 1832. La relacién entre ciencia y religién en la historia moderna de Occidente es una relacién compleja; no se trata s6lo de una cuestién de conflicto y enfrenta- miento. Tendremos que aludir a ella de vez en cuando a lo largo de este fibro, pero la cuestiGn escapa, como tal, a nuestro émbito. Para una buena exposicién remitimos al lector a God and Nature (1986) de David C. Lindberg y Ronald L. Numbers. NOTA: ALGUNAS MATIZACIONES Fl perfodo que hemos analizado en este apartado suelen denominarlo los his- toriadores de la civilizacién occidental «Renacimiento». La obra clésica sobre este periodo es La civiligacién del Renacimiento en Iralia (1860) de Jacob C. Burckhardt; se trata principalmente de un examen de los aspectos politicos y cul- turales del perfodo, y presta escasa atencién a los fenémenos que se producen en el campo de fa ciencia. Burckhardt considera que en él Renacimiento se produce, como su nombre indica, un renacer del interés por los escritos y el arte de la Gre- cia y la Roma antiguas, pero destaca hasta qué punto represents también el Rena- cimiento algo nucvo y distinto, sobre todo comparado con el perfodo de la «Edad Media» que lo precedié, Los investigadores modernos han demostrado que es bastante engafioso trazar una diferenciacién precisa entre el Renacimiento y la Edad Media. El Renacimiento no fue tan ilustrade y la Edad Media no fue tan retrégrada como se ha afirmado en las historias populares. En otras palabras, la impresién que puede recibir el lector del apartado | anterior exige una cierta matizacién. Destacar el significado de individuos como Leonardo, Vesalio y Galileo es ‘itil para rastrear Ia historia de la actitud hacia el conocimiento que es el funda- 34 HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES mento de la ciencia modema, pero el Renacimiento no fue una época que pueda considerarse intelectual mente homogénea. En realidad, ademas de los progresos enel campo de la ciencia, hubo en este perfodo un renacer del interés por el misti= cismo, la magia, la astrologia y el ocultismo. Los escritos «herméticos» de princi- pios de la era cristiana, que expresaban esas ideas sobre la naturaleza del mundo, se tradujeron del griego original en el siglo xv, se publicaron numerosas edicio- nes de ellos y se leyeron avida y profusamente. La Santa Inquisici6n se creé en principio para afrontar la herejfa religiosa en el siglo xii y durante el siglo xv y después de él jugé un papel importante en Ia lucha de la Iglesia contra el protes- tantismo. La Iglesia, con estas actuaciones y con su oposici6n a la teorfa coperni- cana, pretendia combatir ideas que se consideraban peligrosas. Pero se dedicé también mucha atencién a combatir la influencia del diablo, considerado literal- mente un ser que podia influir en los acontecimientos del mundo. Se torturé y se quems en Ia hoguera a mucha gente por orden de la Iglesia, no porque profesaran herejfas, sino porque se crefa que eran brujas y hechiceros 0 que habfan firmado un pacto con el demonio para ayudarle a dominar el mundo. Como sabemos por los célebres juicios por brujerfa que hubo en Salem, Massachusetts, en 1692, esta visién de la realidad no era algo exclusivo de los catélicos. La brujerfa siguid fi- gurando en los cédigos de leyes de Inglaterra como un delito castigado con la pena de muerte hasta 1736, y hubo muchas protestas cuando se elimind, demas, serfa un error pensar que en nuestra época ilustrada, en la que la ciencia es més poderosa que nunca, ya nadie cree en esas cosas. El interés por lo oculto sigue floreciendo y el misticismo goza de notoria vigencia en actitudes populares, ¢ in- cluso académicas, en relacién con fenémenos sociales. Asimismo, el perfodo denominado Edad Media fue mixto en sus actitudes intelectuales; no hubo esa tendencia retrograda uniforme que se solia atribuir al término «medieval». Hubo, sobre todo, un florecimiento de la ciencia, tanto pura ‘como aplicada, desde'el siglo x1 al xi. En este perfodo se eonstrayeron las grandes catedrales géticas, que representan un elevado grado de desarrollo de la ciencia ar~ quitecténica y de la ingenierfa; se invent6 también el reloj, un descubrimiento me- c&nico notable, y se perfeccioné hasta convertirlo en un instrumento muy preciso; se aplicaron con eficacia los conocimientos astrondmicos a las necesidades de la navegacién; la metalurgia mejoré significativamente y se Ilegé a comprender mu- cho mejor; se utilizaron més cientfficamente la energia hidrdulica y el calor como fuentes de energia para procesos industriales; se produjeron avances importantes en la agricultura; y asf sucesivamente. Junto con estas artes priicticas surgieron ideas filos6ficas que preludiaban las actitudes cientificas del Renacimiento. Ro- ger Bacon (c. 1215-c. 1229), por ejemplo, destacé en sus escritos la importancia de los datos empfricos procedentes de la observacién y la experimentacién, y el uso de las mateméticas, en la biisqueda de conocimientos sabre el mundo, al igual que haria Galileo cuatro siglos después. Este florecer de la ciencia y de 1a tecnologia en los siglos x1, xi y xitt se vio seriamente obstaculizado por los multiples desastres que se abatieron sobre la EL SURGIMIENTO DE LA ERA DE LA CIENCIA 35 Europa occidental en el siglo xiv: una guerra casi constante; un cambio de clima ‘que produjo repetidas pérdidas de cosechas; y graves epidemias, como Ia peste negra {que mat6 2 més de la mitad de la poblacién de Europa en los veinte afios siguientes a su aparicién en 1334, Estos acontecimientos fomentaron, como hacen invariable- mente los grandes desastres, un florecer del misticismo, del ocultismo y de las formas mas crédulas de fe religiosa, en detrimento del racionalismo y de la ciencia. Mucho antes del Renacimiento, y de la Alta Edad Media, hubo pensadores que fueron ejemplo de actitud cientifica en un grado asombroso. Por ejemplo, Tito Lucrecio Caro (c. 99-c. 55 a. C.), romano de la época de Julio César, escribid un largo poema, De rerum natura (sobre la naturaleza de las cosas), gue un estu~ dioso moderno de la historia intelectual no puede dejar de leer sin asombro. En él hay cosas coneretas como la concepeidn atémica de la materia; la proposicién de que la velocidad de cafda de un cuerpo en el vacio es independiente de su masa (proposicién que redescubrié més tarde Galileo); la teorfa de que la sensacién de color se debe a luz reflejada que llega al ojo; la afirmaciGn de que la luz viaja més répido que el sonido; y la sugerencia de que la herencia biolégica de caracteristi- cas fisicas esta regida por un sistema genético en el que las ‘caracterfsticas son particulares (e1 punto de vista de la genética moderna). Pero lo més importante es Ja actitud general de Lucrecio hacia la naturaleza y cémo se puede Megara cono- ccerla, Rechaza toda explicacién. basada en dioses 0 fuerzas espirituales. Afirma que todos los fenémenos naturales consisten en materia y movimiento; que todo conocimiento verdadero se deduce por experiencia sensorial y andlisis racional de las consecuencias de las observaciones empfricas; propone la reduccién de los fe~ n6menos complejos a sus elementos més simples como método de investigacion cientifica. Todo esto se incluye en la filosofia moderna de la ciencia. De rerum natura de Lucrecio fue muy lefda, pero parece ser que més por sus cualidades posticas que por sus ideas filoséficas. Los te6logos cristianos primitivos lo consi- deraron paganismo puro y se hundis en el olvido hasta el siglo xvi, en que empe~ zaron a imprimirse nuevas ediciones, Otro ejemplo es Ptolomeo (90-168 d. C.), astrénomo y matematico greco- cegipcio que elaboré el primer modelo del universo. En la historia de la ciencia se e suele menospreciar porque cometié el error de situar la Tierra en el centro del sistema y supuso que los planetas se movian en 6rbitas circulares, y porque se tomé en serio la astrologia y escribié el libro més famoso sobre ella. Pero el sis- tema astronémico que describi6 en su Almagesto perduré quince siglos y fue de «gran utilidad préctica. Realizé también importantes aportaciones a la geografia, la Optica y otras ramas de la ciencia. Su obra: cientifica se bas6 en la combinacién de observacién empitica y elaboracién de modelos tedricos, que es algo que conside- ramos hoy caracterfstica bisica del método cientifico. Sin embargo, la ciencia maderna «comenzé» con el Renacimiento por laim- portante circunstancia de que empez6 entonces a tener un desarrollo continuo, Unos cuantos grandes hombres no crean una ciencia; deben seguirles otros que contimien la tarea, y éstos deben ser criticos con los logros de los maestros, pues 36 HISTORIA Y FILOSOFIA DE.LAS CIENCIAS SOCIALES. de lo contrario el conocimiento degenera en dogma y se acaba el progreso. La prueba de una ciencia auténtica no es si algunos hombres geniales han revelado ciertos misterios de La naturaleza, sino si hombres de menos talento pueden apren- der sus métodos y descubrir més. 2. La actitud cientifica En el apartado 1 consideramos 1a actitud cientifica tal como se manifestaba en las obras y en el pensamiento de tres figuras destacadas del Renacimiento. Quiero analizar ahora las consecuencias y caracterfsticas de esta actitud de un modo mis general y hacer alguna alusiéh a su influencia en las ciencias socia- Jes. El andlisis se estructurard en cinco apartados: 1) la fuente del conocimiento cientifico; 2) la demarcacién de la ciencia; 3) idealismo platénico y esencia- lismo aristotético; 4) la vision homérica de los acontecimientos, y 5) la idea de progreso, 2.1, LAS FUENTES DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO Enel andlisis de la Carta a la gran duquesa Cristina de Galileo indicébamos c6mo se defendia el autor de Is acusacién de herejfa, sosteniendo que la unica fuente de conocimiento sobre los fenémenos naturales ¢s.el examen directo de los propios fenémenos. Esto contradecia la idea, précticamente generalizada en la Epoca, de que Ia avtoridad religiosa oficial tenia mucho que decir sobre qué es verdadero y qué falso, tanto respecto a los fenémenos naturales como a cuestio- nes de teologia, de moral y de politica. La opinién expresada por Galileo tiene una implicacién importante, la de que niega que sea necesario un orden jerarquico en la organizacién social de la ciencia. Si la verdad cientffica se determina por razones de autoridad, es necesa- rio establecer un orden jerdrquico para que las diferencias de opinién puedan re- solverse a través del criterio autorizado superior. Las diferencias entre legos pueden resolverse apelando a sacerdotes, las diferencias entre sacerdotes pueden resolverlas los obispos, y asf se sigue subiendo en la escala jerirquica, en cuya ciispide esté el papa. En cuanto la autoridad declara verdadera o falsa una propo- sicién a un nivel de la jerarqufa, el juicio es vinculante para los de los niveles in- feriores, y no se discute mas sobre el asunto. Galileo opinaba que las diferencias de opinién sobre fenémenos naturales se deben resolver por observacién y expe- Fimento, no apelando a la autoridad, Este proceso no exige ninguna organizacién social jerdrquica. E] estatus del investigador no influye en la naturaleza. Los cuer- pos cacrén desde una altura del mismo modo sea quien sea el que los deje caer 0 ‘quien observe su caida. Ante fa prueba de 1a naturaleza, es igual cl individuo més vil que cl mas ilustre, El orden jerarquico ¢s un medio eficaz de crear paz. intelec- EL SURGIMIENTO DE LA ERA DE LA CIENCIA 37 tual, pero es demasiado cémodo y demasiado perfecto. La gente suele quejarse de que los cientificos (sobre todo los cientificos sociales) discrepen entre ellos. Pero hay que esperar que surjan discrepancias, porque no es fécil eliminarlas a través de la investigacién empirica. La autoridad puede establecer diferencias muy cla- ramente, pero es una forma discutible de garantizar que es de veras cierto lo que se exige a todas las personas que crean. La duda es més valiosa que la certeza cuando uno puede estar completamente equivocado en aquello de lo que esté seguro. Ni Galileo ni ningtin otro cientifico respetable sostendria que los datos empi- ricos procedentes de la observacién de la naturaleza hablan por sf solos. Los datos -mpre hay que interpretarlos. El papel de la autoridad en la ciencia no quedaria desplazado por el empirismo en cuanto tal si se adoptase el criterio de que las per- sonas que ocupan posiciones elevadas en el orden jerérquico poseen poderes inte- lectuales superiores. El problema basico aqui es si Ia capacidad de razonar esté ampliamente distribuida entre los seres humanos o si est4 limitada a los pocos que tienen un estatus social efevado. La idea de que todas las personas tienen capaci- dad racional y que las diferencias en su capacidad para usarla son m4s una cues- tién de educacién y adiestramiento que cualidades innatas es una opinién que no se generaliz6 hasta el siglo xvii, pero sus rafees han de buscarse en las opiniones de cientificos anteriores que afirmaron, como Galileo, que los secretos de la natu- raleza estaban abiertos a la investigacién de todos los hombres que los abordaran adecuadamente. Es una cuestién de método, no de estatus. Los Exitos de los pri- meros cientificos no demostraron que los hombres estén dotados por igual en cuanto a capacidad de razonar, sino que demostraron que cuando los hombres pueden usar libremente la cuantia de razén que poseen, sin someterse a la autori- dad, crece progresi vamente el conocimiento. Esta visién de la ciencia tuvo una gran importancia en la historia moderna de la civilizaci6n occidental. Ayuds a asentar el principio de libertad intelectual, que se amplié a sectores de la experiencia y el pensamiento humano bastante alejados del campo de Jos fenémenos naturales: a la politica, a la economfa, a la ética, € incluso a la religién. Una vez quebrantado el poder de la autoridad en el campo de la ciencia, fue posible que aflojara su presa en otros sectores del pensa- miento y de la vida humana. Por lo que respecta a las ciencias sociales, es dudoso que hubieran legado a existir en la forma modema sin el precedente de los triun- fos de las ciendias naturales. 2.2. LA DEMARCACION DE La CIENCIA Los cientificos del Renacimiento no sostenfan que el método cientifico fuera aplicable a todos los campos del pensamiento y de 1a experiencia. Pensaban, por elcontrario, que el método se limitaba a la investigacién de los fendmenos natu- rales. Esta idea, de que las materias cientificas se hallan diferenciadas de otras 38 HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES materias, sigue siendo basica en la ciencia modema. Quiero ejemplificar aqui la opinién no diferenciadora, analizando brevemente el concepto tomista de «dere- cho natural», y luego intentaré aclarar qué se entiende por «ciencia» examinando los principio a partir de los.cuales se diferencia de otros campos de estudio. En fa teologia cristiana surgieron diversas vias de desarrollo a partir de las obras de varios tedlogos distintos, sobre todo durante los primeros siglos de la era cristiana. No se Ileg6 a una exposicién sistemética de la teologia cristiana hasta el siglo xm, y fue obra de santo Tomés de Aquino (1225-1274). Sus escritos, sobre todo la Summa Theologica, han ejercido hasta la época actual una enorme in- fluencia en la teologfa y, de modo més general, en la filosoffa. En 1879, el papa Le6n XIII proclamé doctrina oficial de la Iglesia catdlica 1a obra de Tomés de Aquino, a través del cual pasaron a ser un elemento importante de la filosoffa ca~ t6lica las ideas de Arist6teles. En opinién de Toms de Aquino, no hay ninguna distinci6n fundamental en- tre cuestiones de hecho y cuestiones morales. Dios ha prescrito «leyes naturales» que rigen ambas cosas. Un acto inmoral es inmoral porque es «antinatural». Las actuaciones de: las autoridades civiles son ilegftimas, y no merecen el apoyo de los ciudadanos si son contrarias al derecho natural. Las normas morales tienen el mismo estatus que las de la fisica: son absolutas y el hombre no puede modificar- las, Sin embargo, dado que no resulta evidente qué es el derecho natural, corres- ponde a las autoridades religiosas debidamente constituidas la responsabilidad de determinarlo, La autoridad de la Iglesia en el campo de la moral y de la politica se deriva, por tanto, de su papel como intéxprete oficial del derecho natural, y como el derecho natural rige también el mundo material, Ia autoridad de la Iglesia se ex- tiende también a las opiniones relacionadas con los fenémenos naturales. Es fécil de entender por qué la Iglesia no podfa renunciar a su autoridad en cuestiones cientificas. Hacerlo habria sido quebrar la concepcién monistica del derecho na- tural y dar pie a que se pusiera en duda la autoridad eclesidstica en cuestiones de politica y ética. De hecho, fue precisamente esto lo que ocurri6. Cuando los cien= tificos del Renacimiento ayudaron a delimitar el campo de La ciencia como algo independiente de la religi6n, reforzaron un movimiento més ampli que condujo a la separacién de la Iglesia y el Estado y al desarrollo de filosofias éticas no ba- sadas en creencias religiosas Es bastante facil diferenciar en la préctica Jas materias cientificas de Tas que no lo son, pero no es fécil establecer con precisién el principio diferenciador. Si- gue habiendo en realidad mucha polémica sobre el asunto entre los fil6sofos de la ciencia. Es evidente que seria un error identificar Ja ciencia con «verdad, y lo que no es ciencia con «falsedad». Los cientificos estén demostrando continua- mente que lo que se consideraba antes verdad en sus propios campos es falso. Las afirmaciones sobre cuestiones éticas y religiosas puede que no sean cientificas, pero esto no quiere decir que sean necesariamente falsas o intrascendentes, El principio de diferenciacién que goza de mayor aceptacién entre los propios cien- tificos es la pasibilidad de comprobacién empirica. Una proposicién es «cient EL SURGIMIENTO DELA ERA DELA CIENCIA 39 fica» si es de tal naturaleza que puede comprobarse su veracidad por observacién © por experimentacién. La proposicién «los cuerpos eaen a una velocidad cons- tante en el vacfo» es cientifica (aunque sea falsa), porque se puede comprobar. La Proposicién «una persona ser castigada por actos inmorales en la otra vida» puede ser cierta, pero no existe ningtin procedimiento concebible mediante el que se pueda probar empiricamente. La razén de que Ilamemos «ciencia» a la fisica y ala quimica es que contienen gran mimero de teorias y proposiciones que se pue- den comprobar empfricamente. La teologia y la ética contienen muy pocas, si es que contienen alguna. En el estudio de los fenémenos sociales es muy dificil aplicar pruebas empf- ticas claras, por una serie de razones. Para algunos Ia sociologia, la economia y Jas otras disciplinas sociales no son en absolute ciencias. Hay incluso algunos cientificos sociales que se oponen vigorosamente a la idea de que puedan apli- carse a las disciplinas sociales los mismos criterios que se aplican al estudio cien- tifico de los fenémenos naturales. Examinaremos esto més detenidamente en ‘otras partes de este mismo libro. De momento, dado que estamos considerando la historia de la ciencia social mas que su filosoffa, basta que indiquemos que, pue- dan calificarse 0 no como «ciencias» las disciplinas sociales, su desarrollo histé- rico se produjo en un perfodo profundamente influenciado por los logros concretos de las ciencias naturales y por el éxito de éstas en la diferenciacién del campo de la ciencia del de la teologia. Las ciencias sociales modernas se de- sarrollaron como disciplinas seculares, se ajusten 0 no-a los criterios de la «ciencia» Es preciso hacer una observacién més a este respecto. No pretendo demos- trar aqui que exista un conflicto intrinseco entre ciencia y religién. Se dard real- mente el conflicto si los representantes de una Iglesia consideran que su posicién religiosa les otorga autoridad en cuestiones cientificas, Pero los eclesidsticos no estén obligados a adoptar este punto de vista. Se puede argumentar, por ejemplo, que cualquier obra que revele verdades de la naturaleza da testimonio de la gloria de Dios y que, en consecuencia, las cientificos le sirven a su manera, exactamente igual que lo hacen los sacerdotes a la suya. Este tipo de razonamiento no lo adop- taron los eclesidsticos catélicos pero, en la Inglaterra del siglo x vu, muchos puri- tanos enfocaron de este modo la ciencia, y Ja religién fue una fuente importante de estimulo para la ciencia en una sociedad en la que surgieron William Harvey, Robert Boyle, Issac Newton y otras figuras sobresalientes de la historia de la ciencia. Hablando en términos mas generales, podemos decir que el protestan- tismo, al rechazar la necesidad de un sacerdote mediador entre el hombre comin y las Sagradas Escrituras, estimul6 la idea de que los hombres comunes podian también estudiar la obra de Dios tal como se manifestaba en la naturaleza. La tcologfa de! «defsmon, prominente sobre todo en Inglaterra desde finales del si glo xvit hasta mediados del xix, estimulé la investigaciGn cientifica de los fend- menos naturales como medio mds seguro de demostrar la existencia de Dios, que los basados en Ia «revelacién» (véase mas adelante en el capitulo 16, apartado 2). 40: HISTORIA Y FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES 2.3, IDEALISMO PLATONICO Y ESENCIALISMO ARISTOTELICO Los pensadores mds importantes de Ia antigua Grecia fueron Platén (¢. 427- c. 347 a. C) y su discfpulo Aristételes (384-322 a. C.), Sus ideas han ejercido tuna influencia profunda en el pensamiento occidental hasta la actualidad. Pero hay aspectos significativos en los que la actitud cientifica modema se opone a los pun- tos de vista platénicos y aristotélicos, y el surgimienta de la ciencia moderna consti- tuye, en una medida importante, una ruptura con estos antiguos pensadores. Platén expuso la teorfa de que la experiencia sensorial es, en un grado consi- derable, equivoca e incluso ilusoria, El mundo auténtico es abstracto, consiste en las «ideas» universales de Jas cosas mas que en elementos especificos concretos. El conocimiento consiste en fa comprensién de la «forma puta» de las cosas, que es perfecta, no en los ejemplos terrenales, que no lo son. Evidentemente, este punto de vista no fomenta la bisqueda del conocimiento de fa naturaleza por mé- todos empfricos, dado que estos métodos sélo sirven para proporcionar datos senso- riales, que se consideran intrinsecamente dudosos. La via adecuada para alcanzar el ‘conocimiento es utilizar los poderes del pensamiento racional de un modo pura- mente abstracto, como en las matemiticas, disociado del mundo de la experiencia sensible, para captar la forma pura o idea, Es evidente, por lo que llevamos diciendo hasta ahora en este capitulo, que el crtiterio basico de la ciencia modema no es el idealismo plat6nico. La insistencia de Vesalio en el examen de estructuras anatémicas concretas con gran detalle y su in- satisfaccién con las deseripciones més generales y sintéticas de Galeno, son contra- rias a la filosofia plat6niea. Galileo era un matemético y estaba convencido de que las matematicas eran muy titiles en La fisica, pero no porque creyese que Ia realidad ideal era abstracta, como las matemfticas. Para Galileo las rmatemtaticas eran simple- mente un instrumento étil en la investigacién empirica de fa nataraleza. Aunque no hay duda de que el idealismo platénico ha influido en las ciencias naturales, creo que es justo decir que la tradicién principal de la ciencia modema se ha opuesto.a él, La misma afirmacién general se puede hacer respecto a la idea aristotélica de ‘que los fenémenos son explicables en funcién de la «naturaleza esencial» de las cosas: las piedras caen desde una altura, por ejemplo, porque esté en su naturaleza caer, 0 se mueven hasta que descansan en su sitio correspondiente, la superficie de la tierra. El esencialismo de Arist6teles no es, evidentemente, 1a filosofia de la ciencia moderna, que se centra en la estructura de la materia y en las fuerzas que acttian sobre las masas, mas que en sus naturalezas esenciales. Los cientificos de- dican muy poco tiempo a hablar de propiedades esenciales, y cuando lo hacen, se dedican normalinente a formular definiciones, no a dar explicaciones. El esencia- lismo aristotélico considera que las explicaciones en funciGn de propiedades esenciales son definitivas, ya que no se puede llevar la investigaci6n més alld del descubrimiento de estas propiedades. Los cientificos modernos consideran, sin embargo, que las teorfas y explicaciones aceptadas actualmente son provisiona- les, que pueden perfeccionarlas o refutarlas investigaciones posteriores. EL SURGIMIENTO DE LA ERA DELA CIENCIA 4 Hay, de todos modos, influencias plat6nicas y aristotélicas en las ciencias sociales modernas. Algunas ramas de la economia matemética, por ejemplo, pare- cen hallarse lo suficientemente motivadas para la bisqueda de la forma abstracta pura de una economia como para calificarlas de idealismo platénico. La bisqueda de la «naturaleza esencial del capitalismon, una actividad académica popular tanto entre cientificos sociales conservadores como radicales, parece a menudo un ejetcicio de esencialismo aristotélico, Pero el cuerpo principal de ia ciencia so- cial moderna es empirico y parece haber escapado, al igual que las ciencias natu- rales, a [a influencia de los antiguos fildsofos griegos 2.4. EL PUNTO DE VISTA HOMERICO Homero fue un poeta griego (0 un grupo de poetas); vivi6 en el siglo vir a. C., cuatro siglos antes que Platén y Aristételes. Los grandes poemas épicos la Ilfada y la Odisea ain siguen leyéndose y forman parte de la cultura de la civilizacién occi- dental. El rasgo de Homero que quiero destacar aqui es Ja opinién que se refleja en estos poemas sobre lo que determina los acontecimientos sociales y humanos: todo lo que sucede se debe a la -voluntad de los dioses, En el campo de los fend- menos naturales la contrapartida de esto es la creencia en la brujeria, los poderes ocultos y cosas similares Es evidente que no seria posible ninguna ciencia si fuese correcta la visién ho- mérica del mando. No podriamos descubrir ninguna ley de la naturaleza porque no habria ninguna que no pudiese quebrantarse 0 modificarse segiin los deseos, 0 ca- prichos, de los dioses. Todo lo mils que podrfamos hacer seria psicoanalizar a los dioses con cl fin de entender e6mo se comportaban elfos, que es en realidad lo que hacen los poemas homéricos cuando la narracién intenta dar una explicaci6n de los hechos. Las ciencias naturales se han apartado por completo del punto de vista homérico. El fisico modemo, 0 1 quimico o el bi6logo consideran los fend menos explicables por medio de las leyes de la naturaleza, que no estén sometidas ‘a modificaciones por poderes humanos ni «sobrenaturales», Las leyes de la natu- raleza aportan la explicacién de por qué una bala de cafién caerd si se la deja caer desde una altura, y por qué no caerd un ave. El vuelo del ave no es contrario a las Jeyes de la naturaleza, sino que esti de acuerdo con ellas. En el campo de los fenémenos sociales, el punto de vista homérico, o un andlogo de éI, es considerablemente mas obstinado. Pocas personas creen que los hechos econémicas y politicos estén regidos por poderes sobrenaturales, pero son muchas las que creen que se hallan bajo ¢l control de personas reales poderosas que manipulan e! mundo para sus propios fines y segtin sus propios deseos. Esto es Io que se denomina la «eorfa de la conspiraci6n» de los fenémenos sociales: los hechos se deben a las maquinaciones secretas de los poderosos. La observa- cién normal nos indica que los fenémenos sociales raras veces se deben en reali- dad a las acciones de personas © grupos poderosos. Si el enfoque homérico no 42 HISTORIA ¥ FILOSOF(A DE LAS CIENCIAS SOCIALES significase mas que eso no habria ningén problema, pero significa algo més; se- giin él, esto constituye una explicaciGn suficiente de los acontecimientos sociales: es decir, no existen leyes sociales generales. $i fuese asf, no podria haber ciencia social, En vez de utilizar la sociologfa, o la economfa, para explicar los fenéme- nos sociales, tendriamos que recurrir a detectives para apartar la cortina que oculta a nuestra vista a los conspiradores que manipulan en la sombra. Se trata de ‘una posicién insostenible. Aunque las acciones individuales determinen los acon- tecimientos, tenemos que explicar por qué las acciones tienen las consecuencias que tienen. Si un poderoso financiero desea elevar el precio de la plata, no logra su propésito simplemente desedndolo, sino que ha de hacer ciertas cosas que pro- voquen que el precio suba. La relacién entre actuaeién y consecuencia solo se puede establecer porque existen unas leyes generales que rigen los fenémenos. Para explicar cémo el financiero pudo elevar el precio de Ia plata, 0 por qué no consiguié hacerlo a pesar de su intencién, hace falta algo mas que la visién homé- tica de los fenémenos sociales. Para obtener esta explicacién tenemos que utilizar tuna teorfa cientifica. No podriamos considerar fa proposicién «la muralla del cas- tillo se vino abajo porque el general deses que se cayera» una explicacién satis- factoria de un hecho. ;,Por qué habriamos de considerar una explicacién completa «el precio subié porque el financiero quiso que subiera»? Una de Jas razones de que sea més difici! abandonar el enfoque homérico en el Ambito de lo social que en el de Jos fenémenos naturales, es que en el primero interviene mucho mas que en los segundos el juicio moral. Si se desprende una parte de la cornisa de un edificio alto y cae y mata a un peatén, no emitimos jui- cios morales sobre la conducta del trozo de comisa. Pero si alguien tira una piedra desde la azotea del edificio emitimos juicios morales sobre la conducta de esta persona. Hay una corriente vigorosa en la literatura del pensamiento social que considera que el objetivo principal de la ciencia social es emitir juicios morales. Esta corriente suele centrar la atencign en las personas 0 grupos que pueden con- siderarse victimas 0 verdugos, més que en un estudio distanciado de los mecanis- ‘mos de los fendmenos sociales. 2.5. LA IDEA DE PROGRESO La idea de progreso es tan prominente en fa cultura de la civilizacién ocei- dental moderna que resulta diffcil creer a historiadores ¢ intelectuales cuando nos explican que su aparicién en el pensamiento occidental no puede remontarse més alla del siglo xvtt. Pero los datos histéricos parecen apoyar, en términos genera- les, la opinign de que Ia época moderna se diferencia de las anteriores en este im- portant{simo aspecto, La visi6n que tenfan de la historia 1a mayorfa de tos pensadores de la época clésica de Grecia era que se caracterizaba por movimientos ciclicos, intermina- blemente repetidos, sin ningtin cambio a largo plazo, Platén, que vivié en un pe- BL SURGIMIENTO DELA ERA DE LA CIENCIA 43 iodo de agitacién politica, mantenfa el punto de vista ultraconservador de que todo cambio constiuye decadencia, 0 deterioro, de un estado previo ideal. Se sos: tiene la misma tesis, en un maveo distinto, en la narracién del Antiguo Testa mento respecto a la caida del hombre; la vida fuera del jardin de Edén no podit aproximarse nunea a la perfeccién idflica que se habfa perdido irremediable- mente. El Nuevo Testamento admite la posibilidad de redencién, pero es una re- dencién espiritual del alma, ne un progres material para el cuerpo en una existencia (errenal. La ciudad de Dies de san Agustin (354-430), libro escrito para combatir Ia idea del progreso terrenal como objetivo del esfuerzo cristiano, ejercié muchisima influencia en el pensamiento occidental hasta la Edad Media y durante ella, La caida de Roma y las invasiones bérbaras, con el consiguiente de- terioro de la estabilidad social y la pérdida de los conocimientos técnices, ayudé mucho también, sin duda, a impedir que surgiese una idea de progreso en fa cultura occidental. Los acontecimientos culturales y econdmicos de los siglos xt a xi apor- taron cierto estimulo, pero el brote incipiente de la idea que pudiese producirse en este period perecid en germen debido a los desustres del siglo x!V. La idea de progreso es, basicamente, la concepeién del presente como supe rior al pasado y la creencia de que el fuluro serd, 0 puede ser. mejor atin. Esta pro- posicién fue tema de un largo debate durante los siglos xvii y XVill, debate denominado a veces «palémica de los antiguos y los modernos» 0 la «batalla de Jos libros». Terminé con la victoria de los «moderns» aunque, claro estd, las vic~ torias en estas cuestiones nunca son completas. Hoy en dia, hay muchas personas que consideran lo que Hlamamos «progreso» como algo ilusorio, y consideran las Epocas pasadas superiores al presente, y otros que estén convencidos de que nos hallamos en un periodo de decadencia irrevocable. El concepto de progreso es un concepto valorative, que entrafia juicios 1 pecto a lo que es bueno y malo, o mejor y peor. La necesidad de juzgar no surge si el mundo es estético, o la historia es cfelica, como pensaban los griegos. Por lo que respecta al mundo natural, hasta el siglo xIx se pensaba que era estitico, que preservaba intactas las caracteristicass que Dios le habia asignado en los seis das de la Creaci6n tal como narra el Génesis. El libro Prineipios de geologta (1830- 1833) de Charles Lyell hizo tambalearse este punto de vista al demostrar que era preciso un enfoque distinto del origen y de Ia evolucién det planeta, El origen de las especies (1859) de Charles Darwin sostenta que las especies orginicas moder- nas habfan evolucionado de formas anteriores, y afirmabu que incluso el propio hombre era consccuencia de un proceso dé desarrollo progresivo y no fruto de uma creaci6n fija y definitiva Es dificil saber si la creencia del siglo xix en el progreso social procedia de Jos descubrimientos de la ciencia, o si fue al revés. Pero hay un aspecto en el que debe. considerurse antecedente la ciencia, ya que los cient{ficos demostraron en el periodo del Renacimiento que se podia progresur, y que se habia progresado de hecho, en un campo al menos: el del conocimiento humano. Muchos pensadores renacentistas eran admiradores apasionados de las literaturas griega y romana, 44 HISTORIA ¥ FILOSOFIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES pero los cientificos defendieron 1a posibilidad de mejorarles. Si esto era posible en el campo del conocimiento, {por qué no en otros campos también, sobre todo teniendo en cuenta que el conocimiento proporciona al hombre poder para poner Ja naturaleza a su servicio? Las ciencias sociales se desarrollaron, en realidad, con la aparicién de la idea de progreso en la cultura occidental. No hay duda de que fueron una causa y una consecuencia de esa idea. Dada la orientacién de la ciencia social hacia el andlisis Ppragmitico de fos problemas sociales, es improbable que pudiese surgir en una ‘sociedad estética 0 en una sociedad en la que los individuos creen que el conoci- miento no tiene ninguna influencia sobre los hechos, En este sentido, el camino ara el desarrollo de las ciencias sociales lo abrieron los éxitos anteriores de las iencias naturales, que demostraron que era posible un progreso seguro en el co- nocimiento. La cuestién del desarrollo de ta idea de progreso humano y su rela cin con los inicios de las ciencias sociales se analizara més detenidamente en el capftalo 8 Apéndic la sociologia de Ia ciencia Eneeste capitulo he destacado el cardcter empitico de la ciencia modema y Ja objetividad del conocimiento que proporciona. Se trata de un criterio defendible de las catacteristieas bisieas de la ciencia, pero seria una necedad pretender que Jos cientificos se hallan totalmente distanciados de sus entornos culturales con- cretos. Galileo fue, sin duda, un desviado cultural en algunos sentidos, pero fue en la mayoria un italiano del Renacimiento y compartié una cultura comin in- cluso con los funcionarios de la Santa Inquisicidn. Algunos historiadores de la ciencia han insistido mucho en el condicionamiento cultural del cientifico y en a relaci6n de sus teorfas con el entorno socioeconémico, Numerosos investigado- res han manifestado, por ejemplo, la opinién de que la teorfa darwiniana de Ia se- leccién natural es un reflejo del capitalism competitivo de la economfa inglesa decimonénica. Otros han afirmado que si bien el cientifico mismo: puede ser obje- tivo, la aceptacién de sus teorfas depende de que sean titiles para las ideologtas 0 intereses politicos o econémicos poderosos. Por ejemplo, Margaret C. Jacob (The ‘Newtonians and the English Revolution, 1689-1720, 1976) sostiene que destaca- dos tedlogos anglicanos aceptaron la fisica newtoniana (mientras los catélicos re- chazaban a Galileo) porque consideraron que apoyaba su punto de vista de que tuna economia capitalista organizada por medio de mercados y basada en la ac- cién individual egofsta era un orden armonioso y estable decretado por Dios. Es necesario establecer dos puntos respecto a estas cuestiones. Primero, in- vestigar los antecedentes sociales de los cientificos y el entorno cultural de su 6poca no tiene relacién alguna con la validez, de sus teorfas. La fisica de Newton y la biologia de Darwin no son mas ni menos ciertas como proposiciones respecto a fos fendmenos fisicos y bioldgicos porque puedan haber influido en su elabora- EL SURGIMIENTO DELA FRADE LA CIENCIA 45 cin y aceptacién factores sociales, politicos 0 econémicos. Segundo, los estudios del entorno cultural de la ciencia, hist6ricos o actuales, tienen valor en si mismos. Exploran una parte de nuestra historia y de la cultura contempordnea que es muy importante, de una importancia creciente en realidad, a medida que se amplia € intensifica el papel de la ciencia en las culturas de Occidente, y en otras. Este campo de investigacién se denomina «sociologia de Ia ciencia». No podré decir mucho sobre este tema en el andlisis siguiente de las cieneias sociales, pero en el ‘iltimo capftulo tendremos que examinar una tesis que ha recibido recientemente una atencién considerable. Esta tesis, en su forma més audaz, afirma que las ten- tativas de los fil6sofos de establecer los fundamentos epistemol6gicos de la cien- cia son erréneas y estén condenadas al fracaso. La ciencia ¢s un fendmeno social que deberfa estudiarse por métodos sociolégicos al igual que se estudian otros fe- menos sociales, como los usos, las costumbres y la religidn. De acuerdo con el llamado «programa fuerte de la sociologia de la ciencia», lo que denominamos creencias «cientificas» no son distintas de cualquier otra creencia, y To que llama- mos «verdad cientifica» no tiene mas fundamento s6lido que la aceptacién con- vencional. Come verd el lector, yo no acepto este punto de vista.

También podría gustarte