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LLEGAR EL MAR (relato potico)

Tras el promontorio no est el mar. Hay otro estrecho valle y detrs otro promontorio. El mar no llega nunca. Llegan,
perdidas, ligeras gotas de espuma, ltimo eslabn de alguna errtica ola que cabalg por el aire y se instal en las
nubes, llorosa y nostlgica de sus aguas verdes, de su pilago infinito. Una larga cadena de arrecifes espera, adems,
antes del mar. Vetustos acantilados, inhspitos, bellos farallones, caprichos de una erosin antigua, tan antigua como
el propio e inaccesible mar. Me lanzo otra vez desde tierra adentro para atacar, volviendo desde el principio,
interminables desiertos, recnditas selvas, dilatadas sabanas, profundos caones, oscuros desfiladeros. Llego al final
y tras el promontorio no est el mar.
Y huyo. Con ese huir fatigoso y fracasado. No vuelvo hacia atrs. Huyo. Donde los ciclos escapan de s mismos y la
renovacin no existe. Huyo con fiereza no para escapar, sino para encontrar mis cadenas, leyes de composicin
interna a las que aferrarme y que perd, que dej olvidadas en alguna vaga y pretrita oquedad. Hacia aquella
extraa dimensin plagada de fantsticas simetras. All, all llegar en mi huida y me volver horizontal, ligero,
transparente y, al tiempo, inexplicablemente pretrito, primitivo y vigoroso.
Tras sumar huidas el mar llega. Salvaje, furioso, arcaico, autntico. Y me zambullo en ese mar para respirar aquel
oxgeno impregnado de salobres aguas, aquel aire hmedo y oculto que cre extinto. Llega el mar y estoy solo en la
cima de la libertad absoluta.

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