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"Tambin est el antiguo bruto, el salvaje, hombre hirsuto que con los dedos

revuelve sogas de entraas, y traga y eructa, cuya habla es gutural, visceral.


Pues bien, ste tambin est. Lo llevo adentro, en cuclillas. Hoy le he
obsequiado con codornices, ensalada y mollejas de ternera. Ahora con su zarpa
sostiene una copa de rico y viejo brandy. Se eriza, ronronea y me clava clidas
sensaciones en la espina dorsal mientras sorbo. Ciertamente se lava las manos
antes de cenar, pero no por ello dejan de ser peludas. Se abrocha los
pantalones y los chalecos , pero no por ello cambian los rganos por estas
prendas contenidos. Se impacienta cuando demoro en darle la cena. Grue y
gime constantemente, sealando con sus ademanes de medio idiota, con ansia
y codicia, lo que desea. Te aseguro que a veces me cuesta mucho tenerle a
raya. Este hombre, el peludo, el simiesco, ha contribuido a mi vida. Ha dado un
esplendor ms verde a las hojas verdes, ha puesto su antorcha con sus rojas
llamas, su denso y picante humo, detrs de cada hoja. Incluso ha iluminado el
fresco jardn. Ha enarbolado su antorcha en srdidas callejas en las que
sbitamente las muchachas parecen relucir en una roja y embriagadora
transparencia. Oh s, cun alto ha alzado la antorcha! Me ha hecho bailar
salvajes danzas!"

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