"El oficial recin nombrado cree que el rey manda a su ejrcito.
Ni de lejos! El ejrcito lo gobierna.
Debe alimentar su apetito de novedad y aventura, mantenerlo en condiciones y co nfiado (pero no demasiado, so pena de que se vuelva insolente), disciplinarlo, mimarlo , recompensarlo con botines y premios pero hacer todo lo necesario para que se lo gaste en bebidas y mujeres, de form a que est ansioso por marchar y combatir de nuevo".