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Cuando regres a Winchester en 2001 las cosas estaban peor que nunca.

As que en 200
4 empec a armar folln en los plenos del ayuntamiento, montando numeritos tales com
o regalarle al consejo frente a las cmaras de la televisin algunas ratas muertas hal
ladas en habitaciones de nios, y agujas hipodrmicas recogidas en patios de recreo.
Aquello no tuvo el menor el efecto, de modo que abandon mis intentos de avergonz
ar a esa gente y durante los dos aos posteriores me dediqu a formar la Asociacin de
Inquilinos de Winchester, el primer sindicato de arrendatarios del estado. No n
os atrevamos a llamarlo sindicato porque se es un trmino que merece todo el desprecio
en un pas antisindicalista donde nadie se hubiera unido a nuestras justas reivin
dicaciones, y la palabra en s misma nos habra convertido en blanco de diversos det
ractores, desde la derecha local hasta los polticos de todo el estado.
El panorama era hostil. Los miembros de la asociacin sufran las amenazas de los ca
seros y administradores de fincas. Un propietario me empuj por las escaleras y lu
ego llam a la polica, alegando que haba agredido a su esposa, una anciana de setent
a aos. Con slo echar un vistazo los policas se dieron cuenta de lo que estaba ocurr
iendo realmente. En medio de todo esto tenamos que luchar para evitar el desahuci
o ilegal de los arrendatarios que se haban unido a la asociacin, y salamos a la cal
le despus de la jornada laboral para dedicarnos a asesorar a la gente, fueran o n
o miembros de la asociacin. Estaban presentes todos los elementos de un conflicto
de clases, un hecho que los neoconservadores y los columnistas de la derecha no
pasaron por alto, y enseguida nos acusaron de intento de agitacin y de promover
un conflicto de clases donde no haba diferencia de clases, y de sacar a relucir l
a existencia de los sin techo cuando no haba nadie en esa situacin.

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