Está en la página 1de 1

Antes de abandonar el tema de la libertad de opinin, conviene conceder alguna atencin

a los que dicen que se puede permitir la expresin libre del pensamiento, en tanto que
se haga de una manera moderada, y no se traspasen los lmites de la discusin leal. Se
podra decir mucho sobre la imposibilidad de fijar esos supuestos lmites. Pues si el criterio
fuera no ofender a aquellos cuya opinin se ataca, pienso yo que la experiencia prueba que
ellos se considerarn como ofendidos, siempre que el ataque sea poderoso; y que todo
oponente que les ataque fuerte, al que sea difcil responder, les parecer, si muestra vigor al
sustentar una opinin, un adversario inmoderado. Pero esta consideracin, aunque
importante desde un punto de vista prctico, desaparece ante una objecin ms
fundamental. Sin ninguna duda, el modo de proclamar una opinin, aunque sea justa, puede
ser reprensible e incurrir con razn en una severa censura. Pero las principales ofensas de
este gnero son tales que es imposible llegar a demostrarlas, a menos que haya una
accidental confesin.
Ahora Mill plantea la forma cmo debe producirse el debate, y los peligros que existen al fijarle
lmites.

También podría gustarte