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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” Tercera serie, mim. 15, 1% semestre de 1997 “EN LA PRIMAVERA DE LA HISTORIA”. EL DISCURSO POL{TICO DEL ROQUISMO DE LA DECADA DEL OCHENTA A TRAVES DE SU PRENSA* PAULA ALONSO** {Que dirdn los futuros historiadores argentinos cuando estudien nuestra 6poca y sepan cuan poderosa y mul- tiplicada era nuestra prensa...” ERNESTO QUESADA, 1882 En octubre de 1880 Julio A. Roca asumié la presidencia luego de haber vencido al gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, en elecciones primero (abril de 1880) y en la guerra después (junio de 1880). El nuevo presidente inauguraba sin saberlo lo que se convertirfa en mas de tres décadas de predominic en la Argenti- na de su organizacién politica, el Partido Autonomista Nacional. La historia de la Argentina entre finales de! siglo x1x y principios del Xx nos resulta hoy familiar. Ella generalmente arranca con la primera presidencia de Roca (1880-1886) y ter mina con la victoria electoral de la Unién Civica Radical en 1916, y en el relato se subrayan los grandes cambios ocurridos durante el perfodo en el campo de las ideas, la economia, las transformaciones sociales y la politica. * Una versién preliminar de este trabajo fue presentada en las 11] Jomadas Internacionales de Historia del Dep. de Historia de Ia Universidad Nacional de Mar del Plata en octubre de 1996 y en LASA, Guadalajara, en abril de 1997, Quisiera agradecer los comentarios recibidos en dichas jorna- das, los recibidos por E. Gallo y las sugerencias de los drbitros de esta revista, También quisiera men- cionar la ayuda recibida de Alexandra de Brito y Natalia Rubin, y, en particular, mi agradecimiento al Leverhulme Trust y la Fundacién Antorchas por financiar la investigacién de la que este articulo forma parte. ** Dep. de Humanidades, Universidad de San Andrés, Dep. de Gobiemo, Universidad T, Di Tella, ‘octubre de 1997. 35 Se ha repetido muchas veces que lo que resulta més familiar y obvio es a veces lo mas dificil de percibir para el historiador y esto mismo puede fécilmente apli- carse a algunos aspectos de este perfodo. Es indudable que fueron afios de grandes cambios y transformaciones, pero quizds lo que ha sido menos percibido es la inten- cionalidad de los principales actores politicos en definirlo (y defenderlo) como tal. Desde e! primer dia de estreno de ta silta presidencial, el roquismo comenz6 una campajia publica con la expresa intencidn de disefiar una imagen de ruptura, de cam- bio, de progreso y de grandes destinos, con ia que el nuevo gobierno deseaba verse asociado. La principal arma de la campaiia fue su periddico, titulado La Tribuna Na- cional (LTN) durante la década del ochenta y rebautizado Tribuna en 1891. Como ve- remos en las préximas paginas, la funcién del periédico roquista no se reducfa al rol estrecho de construir una deseada imagen de cambio. El también estaba encargado de “instruir” al publico sobre la naturaleza de la nueva era comenzada y de sus am- lias implicancias. El peri6dico comenzaba entonces una campaiia que repetiria in- cansablemente por més de tres décadas donde predicaba desde sus columnas sobre cules eran los valores a defenderse en la nueva era, y sobre qué y quiénes represen- taban sus principales amenazas. En simples palabras, apelando tanto a la historia na- cional como a [a experiencia ajena, ZTN repetirfa con constante monotonia sus definiciones de progreso, y sus lecciones sobre la funcién que la politica y los parti- dos politicos debfan cumplir en la nueva era. Este trabajo se propone reconstruir el contenido del mensaje que el roquismo di- fundia a través de su periddico. Este no es un ejercicio de historia intelectual donde se intenta buscar las rafces liberales o conservadoras del pensamiento roquista 0 se procura entender dentro de qué corriente liberal se pueden ubicar las ideas emanadas de LTN. Tampoco se trata aqui de inventariar el contenido del renovado clima de ideas que caracteriz6 el perfodo.! Por el contrario, el objetivo es de otra naturaleza; se tra- ta de un intento de reconstruccién ideolégica, entendiéndose por ideologfa a una va- ga asociacién de ideas destinadas a generar apoyo, a promover entendimiento y, en algunos casos, a inspirar uccidn. Mas que construcciones intelectuales a veces sin mucho contacto con la realidad, las ideologtas definen funciones, jerarquizan valo- res, crean identidades y adjudican roles. La distinciGn entre intelectualidad e ideo- logfa que predomina hoy, resulta particularmente pertinente en el presente ensayo. En primer lugar, porque ta idea de progreso que en sus variadas facetas domin el perio do ya ha sido objeto de varios estudios.? Lo que interesa rescatar aqui, en cambio, es ' Esto ya ha sido ejemplarmente realizado en T. Halperin Donghi, “Un nuevo clima de ideas", en G, Ferra- fi y E. Gallo (comps.), La Argentina del ochenta al centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, pp. 13-24. ? La concepcién hoy corriente de ideologia y su distincién de lo intelectual se desprende de C. Geertz, The Interpretation of Cultures, Nueva York, Basic Books, 1973. Las ideas aquf expresadas fueron tomadas de J. Appleby, Without Resolution: The Jeffersonian Tensions in American Nationalism, Lecture delivered in April 1991, Oxford University, p. 4. ? Véase por ejemplo M. Monserrat, “La mentalidad evolucionista: una ideologta del progreso”; en Fe- mari, La Argentina de! ochema al centenario, pp, 786-818, 36 su funci6n como una ideologfa expresamente difundida por el gobierno con el obje- to especifico de lograr apoyo a sus politicas y legitimidad a su accién. En segundo lugar, porque el lenguaje constitufa un elemento esencial del mundo politico, y el andlisis del discurso de los partidos polfticos (dentro del cual el impreso en sus res- pectivos diarios forma un aspecto sustancial) nos permite analizar un elemento cons- titutivo y a la vez, constituyente del dmbito politico. En tercer lugar, la fuente clegida para rastrear dichas ideas es de fandamental importancia, ya que la funcién que el ro- quismo le adjudicaba a su periédico era la de crear y difundir una ideologfa para la nueva era.‘ Y, finalmente, porque después de todo, el esfuerzo por imponer una re- presentacién determinada de Ia sociedad compitiendo con representaciones rivales, forma parte esencial de los mecanismos de lucha entre distintos grupos. El presente ensayo consta de tres secciones. En la primera se analiza brevemente la naturaleza del periodismo politico de fines de siglo, acentudndose el rol del diario ro- quista dentro del rengl6n periodistico que denominamos prensa politica. La reconstruc- cién det discurso roquista sobre el progreso y 1a politica, domina la segunda seccisn. En ella se reconstruye la ideologia del nuevo gobierno expresada en las pdginas de L7W, y se analizan algunas de sus implicancias. Resulta dificil, como veremos hacia el final, dclimitar el campo de Jos efectos de una ideologia en la sociedad en general y en el espectro politico en particular. Temerosos del laberinto abierto que representa lo pri- mero, preferimos finalizar estas paginas con unas breves referencias sobre las conse- cuencias més inmediatas de la ideologia roquista en el ambito de la politica. LA PRENSA POLITICA Y LA PRENSA ROQUISTA “Y Ud. sabe que este pueblo se gobierna y tiraniza con los diarios”,® eran las pala- bras con que Julio A. Roca se referia a la prensa politica portefia, uno de los princi- pales componentes en la vida politica argentina del fin de siglo XIX y principios dei Xx, Los diarios politicos eran el principal medio a través del cual cada facci6a o par- tido politico de relevancia lanzaba sus ideas, combatfa al adversario y se defendfa de los ataques de la oposicién. Este tipo de prensa es hoy un fendmeno extinguido, ha- “4 Esto lo repite el peri6dico a to largo de los aftos; ver por ejemplo las palabras de celebracién de su aniversario donde se define como “un diario al servicio del orden y de la autoridad... que] se fund6 para sostener una polftica de paz interior y de conciliacién iniciada por ef general Roca”. “Nuestro Aniversa- io”, Tribuna, 15 de mayo de 1903. En las citas de Tribuna y de La Tribuna Nacional se han respetado la ‘ortograffa y puntuaciGn original. Para facilitar las lecturas de las notas de pie de pdégina correspondientes ~ a citas de peri6dicos se han repetido las referencias completas en cada cita. 5R. Chartier, Cultural History. Between Practices and Representations, Cambridge, 1994, p. 5. Julio A. Roca a Miguel Juérez Celman, AGN, Archivo de Miguel Juérez Celman (AMC), 17 de di- ciembre de 1878, Leg. 2. 37 biendo sido gradualmente reemplazada desde los primeros afios de este siglo por una prensa “independiente” que, como muestra de su “objetividad” proclama ser apoliti- cao, mejor dicho, no apoyar demasiado abiertamente o con indiscutible lealtad a un partido politico— y cuya principal fuente de financiamiento est4 compuesta por avi- 08 publicitarios. Por el contrario, la prensa politica de hace cien afios no cumplia practicamente con ninguno de los requisitos de la prensa moderna, y es justamente el tratarse de un periodismo muy distinto y ya extinguido lo que la convierte en un atractivo objeto de investigacién, un atractivo explorado en forma creciente en los til- timos afios pero que todavia deja un amplio potencial. Como consecuencia, antes de concentrarnos en las principales caracteristicas de TW, es necesario reservar primero os siguientes pdrrafos para delinear las principales caracterfsticas del periodismo po- itico del que la prensa roquista formaba parte. {En que consistia la prensa politica? Estaba compuesta por un pequefio ntime- ro del enorme caudal de periddicos que circulaban en el Buenos Aires del fin de si- glo, estaba geogrdficamente concentrada en Buenos Aires y, por sus objetivos, estilo y contenido, era un hibrido en transicién entre el panfleto politico y el diario de las capitales europeas y las grandes ciudades norteamericanas, 0 en compara- cién con Ia actual prensa moderna. Cada una de estas caracteristicas de la prensa politica requiere, sin embargo, de una mayor calificaciGn. El adjetivo de “pequefio numero” sélo es aplicable si se tiene en cuenta que e] Buenos Aires de las tiltimas décadas decimonénicas posefa, a nivel mundial, una de las mayores circulaciones de periédicos por habitante. En 1885, los 25 diarios que se imprimian cada dia en Buenos Aires, sumaban una circulacién total de 17.000 ejemplares, constituyendo un promedio de 23 ejemplares por cada 100 habitantes.’ En 1896, el ntmero de diarios en la ciudad de Buenos Aires llegaba a 28 y, como explica el compilador de estos datos, éste era un nimero fiable, contabilizado dos ajios antes de la eleccién presidencial, ya que “[es] un hecho bien conocido que el movimiento periodistico aumenta en proximidad de las contiendas electorales dando siempre origen, los partidos que en ella actiian, a nuevos rganos de publicidad”.® Es necesario aclarar que de estos 25 0 28 diarios que circulaban en Buenos Aires en 1885 y en 1896, no todos correspondian, a la categoria de “prensa politica”. Sélo 18 cumplieron los re- quisitos necesarios para calificar como tales entre 1885 y 1896, y sdlo algunos po- 7M. G. y E. T. Muhall, Handbook of the River Plate, Londres, 1885, p. 11. Emesto Quesada estima- ‘ba que la Argentina se ubicaba en 1887 en el cuarto lugar mundial en la relacién de cantidad de periédi- cos por habitante, para escalar af tercer puesto en 1882 (“El periodismo argentino", La nueva revista de Buenos Aires, afo it, 1883). Estas cifras han sido citadas en E. Cibotti, “Periodismo politico y politica pe- riodistica, la construccién pablica de una opinién italiana en el Buenos Aires finisecular”, Enirepasados, niim. 7, 1994, pp. 7-25, y en E. Zimmermann “La prensa y la oposiciGn politica en la Argentina de co- mienzos de siglo: el caso de la Za Nacién y el Partido Republicano”, sin publicar, 1995, p. 2. Un analisis, mis exhaustivo puede encontrase en A. Prieto, El discurso criollista en la formacién de la Argentina mo- derna, Buenos Aites, Sudamericana, 1988, pp. 26-82. + J, Navarro Viola, Anuario de la prensa argentina, 1896, Buenos Aires, 1897. 38 cos entre ellos existieron en forma continua durante todos estos afios.? Durante pe- riodos no electorales, el elenco de la prensa politica apenas sobrepasaba la media docena,' Un hecho singular de la ciudad de Buenos Aires consistia en que proporcional- mente concentraba la mayor cantidad de publicaciones periédicas y diarios del pats."" En el caso de la prensa politica a que aqui nos referimos, sin embargo, toda ella te- nia su base en ta Capital Federal. También existian diarios politicos provinciales ¢ in- cluso a nivel departamental, pero ninguno de ellos logré trascendencia a nivel nacional y eran mera copia de los diarios de Ja capital.!? Si Buenos Aires era el cen- tro de la prensa politica, esto se debfa a una serie de razones: era de hecho la capital del pafs desde 1862 y tenfa un largo linaje de liderazgo politico que arrancaba desde la colonia; Buenos Aires disfrutaba de una mayor concentracién de poblacién alfa- beta y, siendo el hogar de {os partidos politicos portefios y de las autoridades nacio- nales, era un centro de constante agitacin de la vida publica. De todas formas, fa prensa politica que se imprim{a en la Capital Federal era distribuida a las demas pro- vincias. En el caso de los diarios oficiales esta distribucién se realizaba a través de suscripciones hechas por los gobernadores leales al partido a cuenta del gobierno na- cional o provincial, mientras que en el caso de los partidos de oposicién y de los go- bernadores no pertenecientes al partido del presidente, la distribucién se realizaba a través de suscripciones hechas por los miembros provinciales de cada partido, ya sea con el fin de estar al dfa en los diltimos chimentos politicos, como para demostrar apoyo por la causa partidaria. {Cudles eran entonces los requisitos para formar parte de fa minoritaria prensa politica portefia? En primer lugar debe tenerse en cuenta el objetivo del diario. Es- te distaba de ser el de informar al lector sobre los eventos del dia, locales ¢ inter- nacionales, reclamando mantener cierta independencia u objetividad. Tampoco era éste el caso de una prensa semiindependiente que en periodos electorales se incli- naba abiertamente por uno u otro partido. Por el contrario, LN explicaba sobre sf misma: “No somos simples espectadores que, en cl teatro del mundo politico, juz- °T. Duncan, “La prensa politica: Sud-América, 1884-1892", en Ferrari, La Argentina del ochenta, p. 773. En su estudio pionero sobre la prensa argentina E. Quesada adoptaba una definicién més amplia de diario polftico definiéndolo como “los diarios que ticnen vor deliberante en tas cuestiones del rromento” y estimando que de las 214 publicaciones del pafs en 1882, 146 correspondfan a esta categoria, “El perio- ddismo poltico”, pp. 84-86. Si bien el término “prensa politica” puede llevar a malentendidos, el criterio establecido en ¢l presente trabajo es bastante mds restringido que el de Quesada, ya que sélo se definen como tales a los diarios que pertenecen a una agrupacién politica y son creados por ella con el propdsito inmediato de ser su portavoz. © Dado que aquf nos interesa la prensa politica més relevante del perfodo, no tomaremos en cuenta, los periédicos que nacfan antes de una elecciGa y desaparecfan a su ténmino. De un total de 610 publicaciones en 1896, 279 pertenecian a la Capital Federal; 327 a las provin- cias y 4 a los territorios nacionales. Navarro Viola, Anuario..., p. 105. 12 Navarro Viola, Anuario..., p. 8, 39 guemos tranquilamente los hechos que pasan, como el sabio los fenémenos some- tidos a su observacién”.!3 Los miembros de la prensa politica eran actores impor- tantes del mundo politico y por lo tanto la parcialidad en los juicios y la arbitrariedad en los comentarios constitufan un aspecto esencial de su naturaleza. Esto se debe a que era el partido politico el que Its daba vida con el tinico fin de ser su portavoz en e] batallar de ta vida piiblica. Era el partido politico (o para ser més precisos los directivos superiores de cada partido) ¢l que les daba origen, los financiaba, los provefa con el personal de redacci6n y les impartia las directivas sobre la materia y el tono de los editoriales.'* En su nacimiento, supervivencia y muerte, el diario politico estaba atado al partido que le habia dado origen. “Los diarios no son sino instramentos de propaganda” afirmaba abiertamente crn, y la propaganda que ejer- cfan era, exclusivamente, la de su propio partido.'> La prensa polftica, como ya hemos dicho, era un hibrido en transicion entre el panfleto politico y el diario modemo.'® Hab{a nacido como tal después de la cafda de Rosas, durante los primeros afios de] perfodo constitucional, definiendo su natu- raleza durante las décadas del sesenta y el setenta.!? Constituia la cara publica de una politica esencialmente facciosa. Sin embargo, Jorge Navarro Viola, uno de los pioneros en estudiar la prensa periédica argentina, encontraba en 1896 que se habia venido operando una transforma: entre los principales diarios de la década del noventa y los de ese pasado todavia cercano. No sin exagerar, Navarro Viola subra- yaba “ese rasgo caracteristico de nuestro periodismo actual: la impersonalidad”.!* La transicién que él definia como moderna, 0 como el paso del periodismo francés al norteamericano, parecia haber comenzado a sentirse durante los tiltimos afios de la década del ochenta y més aceleradamente durante la del noventa. {En que consis- tfa ese cambio hacia la “impersonalidad"? Lamentablemente Navarro Viola no lo hace explicito pero, como veremos, las paginas de su andlisis ofrecen algunas pistas sobre continuidades y discontinuidades en el periodismo argentino a lo largo de tres décadas del siglo. La naturaleza del elenco que empufiaba la pluma para Ilenar las columnas de la prensa politica se habia mantenido estable a lo largo de los afios, y en la tarea colabo- “Programas y hechos", La Tribuna Nacional (de ahora en més 17), 14 de enero de 1886. Los ttu- los se refieren generalmente al editorial del periédico. A lo largo de este trabajo he repetido las fechas de Jos articulos, aun cuando fueron citados mds de una vez, para facilitarle a lector seguir la cronologia de la publicacién. '* Duncan, “La prensa politica...", p. 763. ‘5 “La opinién pablica”, Z7N, 13 de julio de 1887. 18 Esta definicién pertence a Duncan, “La prensa politica...”, p. 762. 7 Naturalmente, esto no implica que e! periodismo politica haya nacido en estos afios. No cbstante, el periodismo del perfodo rosista inmediatamente anterior era de otra naturaleza que el de la politica facciosa de as décadas de finales de siglo. La mejor descripcién del periodismo de fos afos sesenta y setenta se encuen- tra en T. Halperin Donghi, José Herndndez y sus mundos, Buenos Aires, Sudamenricana, 1985, pp. 23-219, 18 Navarro Viola, Anuario.... p. 7. raban “las més altas personalidades intelectuales del pafs”.'* Inicialmente esto no ha- bia sido sdlo resultado de Ia cultura politica local sino también de una exigencia de- mandada por las caracteristicas mismas de estos diarios. Durante las décadas del sesenta y del setenta, la parte central de cada periddico estaba compuesta por las tres o cuatro largas columnas de su editorial. Segtin Navarro Viola, fuera de ellas el lector s6lo podfa satisfacer su deseo de novedad en unos breves recuentos sobre lo ocurrido en la ciudad durante el dia, en resumidas noticias sobre los hechos culminantes en las provincias y en escasos telegramas del exterior, mayormente provenientes de Monte- video. La materia prima del diario estaba, por lo tanto, compuesta por largos editoria- les y resefias de libros, por lo que los redactores “dada !a importancia de los temas tratados y la extensién con que desarrollaban sus tesis, debian por fuerza set literatos, con una sélida base de instruccién juridica y fondo filoséfico, pensadores muchas ve- ces profundos, o verdaderos estilistas, cinceladores de la frase.”* Durante las décadas del ochenta y del noventa se operaron, segiin Navarro Viola, grandes cambios. Uno de ellos fue el gran crecimiento de !a revista especializada sobre temas cientificos, mo- rales, sportivos [sic], filatélicos, fotogréficos, sociales, de gremios y asociaciones; “re- lojeros, panaderos, empleados de tramways, cocheros, peluqueros, hasta los aburridos tienen cada cual su periédico.”2! En consecuencia, la prensa especializada le habia ro- bado lectores a los grandes diarios y, en los afios noventa, el ndmero de estos tiltimos se habfa visto incluso disminuido en comparacién con la década anterior.2? En segun- do lugar, prosigue Navarro Viola, “un rapido progreso ha sacudido esa perezosa incu- ria semitropical que nos dominaba" y, como resultado, “el pablico ya no tiene tiempo para leer y sin embargo quiere estar informado de Io que pasa en el pafs y en ef mun- do entero. Comprende de todo y de todo quicre: literatura y ciencia, politica y filoso- fia, novedades y crénica social o policial. Todo se lo tiene que servir en forma corta y conereta”.23 Por Io tanto el autor afirmaba que los viejos articulos largos y doctrina- rios ya no se lefan en los noventa, “[los articulos de] polémica suelen todavia entrete- ner a condicién de que sean muy cortos y muy violentos o satiricos. Pero quién se traga ahora un articulo politico de cuatro columnas como eran los de antafio?”4 Na- varro Viola también resaltaba que en la tiltima década decimonénica, “los diarios no se escriben ya para agradar a un hombre o a un grupo, sino para satisfacer las exigen- cias de informacién que reclama el publico”.2 Con este fin, cada gran diario habia in- corporado expandido dos nuevos elementos: la correspondencia y noticia gréfica extranjera, y el aviso comercial.26 Mientras que el diario de antes apuntaba a satisfa- " Navarro Viola, Anuario.... p. 5 » tbfdem, 21 1b. pp. 15-16. 2, p. 20. 2 Jb. p. 23. 2 Ipidem, 5b. p. 24. % th,, pp. 23-24. 41 cer la inteligencia, conclufa Navarro Viola, el diario modemo apuntaba a satisfacer la curiosidad.”” Si bien la naturaleza de esta prensa se habfa visto alterada durante el recorrido de las tres Ultimas décadas del sigio, las grandes personalidades del pais seguian contribuyendo en las columnas de los diarios. Esa contribucién, ya sea en forma re- gular 0 esporddica, era antes como después del ochenta un ejercicio ordinario de to- do hombre puiblico de cierto peso. Sélo excepcionalmente el editorial, o la columna, era acompaiiada por la firma del autor. Por lo general, se empleaban alias (algunos voluntariamente reconccidos) o la columna no iba autografiada. E! autor podfa man- tener el anonimato si asi lo preferia, lo que le daba libertad a presidentes o minis- tos de participar activamente en las discusiones piblicas sin dar a conocer su identidad. De todas formas, ya sea en forma ptiblica o andnima, contribuir en tas co- lumnas de estos diarios era una actividad que otorgaba una reputacién casi impres- cindible para la vida pablica. Esto no significa, sin embargo, que en estos diarios escribieran s6lo tas altas figuras de Ia politica; junto a ellas también habia periodis- tas menos conocidos que gradualmente fueron profesionalizando el oficio.® En toda transicién generalmente coexiste una superposicién entre lo viejo y lo nuevo, y lo mismo ocurrid en el caso de fa prensa politica portefia de los dos tltimos decenios del xix: mientras que algunos diarios politicos exhibfan més claramente al- gunas de las caracteristicas de la prensa moderna, otros representaban a la prensa po- litica en su version més pura. La Prensa, fundada en 1869 por José C. Paz, era probablemente el mejor ejemplo de un periédico politico que lideraba la transicién a la modernidad y, por lo tanto, Gnicamente entrarfa dentro de nuestra concepcién de prensa politica si se flexibilizan un tanto los parémetros. Propiedad de su fundador, ¢l periddico manifestaba tener por objetivo “consultar concienzudamente la opinién pUblica antes de invocatla, se propone seguirla y apoyarla en vez. de conducirla vio- lentamente”,?? una meta muy distinta a la profesada por los representantes del perio- dismo politico més puro, quienes se autodefinian como érganos de doctrina de su partido. Si bien La Prensa no disimulaba sus preferencias politicas, el contenido del diario distaba de agotarse en apoyar una causa partidaria. La Prensa ofrecia una am- plia gama de informacién sobre acontecimientos nacionales ¢ internacionales, pose- yendo el mejor servicio telegrafico, una amplia gama de corresponsales extranjeros y, desde 1898, la més sofisticada imprenta del pats. Sus redactores pertenecian a distintos partidos politicos, imprimia 18.000 ejemplares por dia de ocho paginas ca- da uno en 1887, y era ef que mayor cantidad de avisos ofrecfa evidenciando su prin- 27 Navarro Viola, Anwaria..., p. 15. 28 Quesada, “Et periodismo argentino”. p. 82. % Citado por Navarro Viola, Anuario.... pp. 11-12. % Para un breve recuento sobre la historia de la imprenta utilizada por La Prensa ver, G. Fogli “La cestética tipografica de los diarios y revistas de Buenos Aires”, Las publicaciones periddicas ena Argen- tina, La Argentina gréfica, Buenos Aires, 1946-1947, pp. 97-105. 2 cipal, si no nico, modo de financiacién. Quizds una definicién més justa de la natu- raleza de La Prensa seria la de ser un periddico independiente que se inclinaba por determinadas causas politicas. El segundo diario en importancia era La Nacion, propiedad de Bartolomé Mitre. Si bien en este caso también se habia operado una transformacién hacia la “moder- nidad”, por sus caracteristicas exhibidas durante las décadas del ochenta y del noven- ta, se lo podria definie como un diario politico moderno, con mayor acentuaci6n en “politico” que en “moderno”.*! Nacido en 1862 como La Nacién Argentina y rebau- tizado La Nacidn en enero de 1870, era probablemente uno de los diarios més pres- igiosos del pais. Como érgano partidario de Mitre era un miembro importante de la prensa politica, sin embargo, a diferencia de la prensa politica mas pura, no se res- tringfa a ser un Srgano partidario, Junto con La Prensa, La Nacidn se vendia por la mafiana y si bien el tono de sus editoriales no dejaba lugar a ambivalencias en cuan- to asus preferencias politicas, el diario aspiraba a ofrecer informacién ademis de un punto de vista. La Nacién, por lo tanto, competfa con La Prensa en el nimerode ven- tas, en la cantidad y calidad de los corresponsales extranjeros, utilizaba regularmen- te el servicio telegrafico internacional y ofrecia ademds una de las més prestigiosas secciones literarias. Sus ocho paginas también registraban un gran niimero de avisos publicitarios, evidenciando una fuente considerable de sustentacién. {Cudles eran entonces los mejores ejemplares de ta més pura prensa politica? Du- rante las décadas del ochenta y del noventa ellos fueron La Tribuna Nacional (rebau- tizada Tribuna en 1891), Sud-América, La Unién, El Nacional, El Argentino, El Tiempo, La Nacién (con los atenuantes ya mencionados), y hacia el final de la déca- da se les sumaron los diarios socialistas liderados por La Vanguardia.? Estos diarios eran portavoces de una causa, ya sea de una faccin dentro de un partido, de todo un partido politico o del movimiento catdlico. Sus columnas estaban casi exclusivamen- te dedicadas a difundir las opiniones de la organizacién a la que representaban y a atacar a Ja oposicidn a través del uso det ridiculo, el chimento, las mentiras y las ver- dades a medias. Eran financiados a través de acciones que se compraban entre los di- rigentes partidarios y, como se ha mencionado, en el caso del partido oficial, a través de abultadas suscripciones del gobierno nacional o provincial. Los miembros més acaudalados del partido también ofrecian generosas contribuciones directas y tam- bién aportaban en forma indirecta a través de avisos publicitarios de sus firmas de 31 A partir de 1909 La Nacién va a intentar deshacerse de su naturaleza de Srgano partidario y tomar cierta distancia del diarismo politico. Véase R. Sidicaro, La politica mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nacién, 1909-1989, Buenos Aires, Sudamericana, 1993, pp. 13-21. 32 Bsta lista no es exhaustive. Duncan, por ejemplo, calcula alrededor de 18 diarios incluyendo peris- dicos importantes como El Diario de Manuel Lainez, 0 El Nacional, dominado por las figuras de Sarmien- to y Aristébulo del Valle, pero cuya fuerza legendaria de la década del setenta se vio fuertemente Estas mostraban cémo los partidos alientan el espfritu de venganza trayendo desdrdenes y miseria que generalmente llevan al despotismo, as{ como ef espiritu de partido inter- fiere en la administracién piblica introduciendo la perturbacién en los consejos, pro- 1 “Atavismo moral”, LTW, 13 de febrero de 1886. 10 Thidem. 1 fpfdem., 12 “Politica”, LTN, I] de noviembre de 1885. 133 “La lucha legal”, 12%, 8 de enero de 1886. | “Politica”, LEN, 11 de noviembre de 1885. NS “Atavismo moral”, LIN, 13 de febrero de 1886, 62 duciendo infundados recelos y falsas alarmas, fomentando incluso la insurreccién.!!6 Las ensefianzas de Washington eran particularmente aplicables a la Argentine, afir- maba el periddico, “también aqui ese espiritu ha sotido degenerar en pasiones ciegas y subversivas”.!7 La nueva era comenzada en el pafs exigia, por to tanto, “humanizar las luchas po- liticas y la impaciencia de los partidos y difundir nociones més racionales y practi- cas sobre nuestra situacién”.''® Seguin L7N, era necesario difundir e implementar una. nueva concepcién de la politica y de los partidos politicos. El rol de la politica ya no podfa consistir en obstaculizar el avance del progreso tevantando banderas y fabri- cando especulaciones tedricas con poco contacto con la realidad. Ahora el pais nece- sitaba una politica préctica, de tolerancia y unificacién de las opiniones, como la que habfa ejercido el presidente Roca quien, luego de una cruenta revuelta, habfa abierto los brazos de su gobierno a todos los hombres de bien.!! Una concepcién pragmati- ca de Ia politica, continuaba L7N, exigfa a su vex que los viejos partidos politicos abandonen viejos habitos, se acomoden a la modernidad y asuman el rol que ésta les destina. Uno de los errores del pasado, segiin el periddico, era el haber concebido a los partidos politicos como asociaciones permanentes. Ese sistema pertenecfa al ayer, con sus viejos caudillos, sus dictaduras personales y sus contiendas incesantes. Aho- ra en cambio, “todos podemos ver en la condicidn de los partidos permanentes un obsticulo al progreso, a las buenas ideas y atin al orden piblico”.!2° “El gobierno se hace imposible”, afirmaba 17N, “cuando los partidos se mantienen en pie, en fa pla- za publica, deliberando todavia como los antiguos atenienses.”!2! Es innegable, el periddico se apresuraba a afirmar, que los partidos politicos son testimonio de la exi tencia de una vida libre y que la supresién o falta de ella suele ser un signo de des- potismo o del estado embrionario de la vida politica. Sin embargo, L7W afirmaba, “los partidos politicos no son una institucién de derecho piiblico, sino de politica; ni son miembros del organismo del estado”; el contrario, los partidos “no son sino agru- paciones de individuos, ligados por opiniones y tendencias comunes” y, por Io tanto, “no pueden estar constantemente sobre [a arena politica, gastando sus fuerzas sin ob- jeto, o agiténdose locamente en el vacfo”.'22 El viejo rol central que ocupaban los partidos politicos en el pasado, insistia LIN, debfa ser reformulado en los nuevos tiempos. El periédico predicaba que era imperativo comprender que los partidos politicos son sélo asociaciones de cardcter accidental, que su organizacién es necesaria de tiempo en tiempo para que los go- 46 “atavismo moral”, L7H, 13 de febrero de 1886. "7 Tbidem. SB] medio y 1a aspiracién”, L7™, 19 de febrero de 1887. 19 “Nacionalismo y localismo", LAN, 6 de septiembre de 1885. 120En el vacio”, ETW, 9 de diciembre de 1887. 21 “Los partidos”, 17, 16 de diciembre de 1887. 122 el vacio”, LIN, 9 de diciembre de 1887. bernantes sean elegidos, pero luego deben disolverse para no producir tensiones en la sociedad. “Los partidos de hoy y del porvenir son los que se consagran para ser- vir una idea, para hacer triunfar un principio, o para levar al poder sus tepresen- tantes genuinos.”!23 Cuando finalizan tas elecciones y comienza el perfodo de gobierno, ellos deben calmar las pasiones y cesar la agitaciGn. En las sociedades democraticas, repetia L7w, el rol de los partidos se limita a cumplir los fines cons- titucionales de la eleccién, “no son organizaciones permanentes, destinadas a estar en perpetua accién y agitacién”.' Su funcién y existencia finalizan ef dia electo- ral para reagruparse Gnicamente cuando toca la siguiente eleccién. Minimizar el rol de la politica y de los partidos politicos a las luchas electorales establecidas en el calendario constitucional era, segtin LTN, estar a tono con la modernidad. En la nue- va era los viejos habitos politicos no tenfan ya cabida: “un criterio mas humano, un sentimiento mas fraternal, una aspiracién mds generosa, han reemplazado a os de- lirios y al fanatismo de las antiguas contiendas”.!25 El discurso construido por LTW sobre la Hlegada de la modernidad al pafs mantu- vo a lo largo de la década del ochenta un tono altamente celebratorio. Sin embargo, el periédico oficial también insistia en que todavia existfan en la nueva era una serie de vicios sobrevivientes del pasado cuya irritante persistencia constitufa la nota dis- cordante de la nueva era. Los tres vicios principales eran: los partidos de oposicién, la prensa opositora y las prdcticas electorales. En la narracién del periédico roquista los roles estaban bien definidos: mientras que el PAN era el nuevo partido “destinado a impulsar al pafs al engrandecimiento por caminos nuevos y desconocidos”, la opo- sicién estaba constituida por “politicos de otra época [...] sin relacin alguna con eb estado actual de 1a opinién, ni con las necesidades polfticas de la repdblica [...] vi- viendo de sus recuerdos y tradiciones”.!26 “;Cual ha sido la contribucién de la opo- sicién a la nueva situaciGn?”, se preguntaba £7 en 1883, “zSon acaso las piedras que [se han] puesto delante del carro de la fortuna nacional?”'”” Segiin el diario, el rol de la oposiciGn habfa sido y continuaba siendo una constante decepcién. Cuando han si- do gobierno “han hecho Ia guerra a propios y extrafios; han vivido bajo el estado de sitio y las intervenciones; han encerrado a los ciudadanos en cérceles y pontones; han suprimido la prensa, centralizado de todos modos el gobierno y restringido la liber- tad"8 Y ahora que eran oposicién su triste rol se reducia a “conspirar contra la paz; contra la estabilidad de los gobiernos”.!? “Esa oposicién vive enclavada en el pasa- do", insistfa L7N, “desde entonces el pais ha marchado, se ha transformado y engran- 12 “Los partidos”, 17N, 16 de diciembre de 1887. “Un nuevo partido”, t7¥, 27 de enero de 1887 125 “Los partidos”, L7N, 16 de diciembre de 1887. 226 “Un nucvo partido”, LTW, 27 de enero de 1887. 127 “L.9s partidos que hacen y tos partidos que hablan”, LTW, 29 de noviembre de 1883. -1% “Qposicién y negacién’”, LTN 4-5 de abril de 1887. "9 Thidem. decido: ella ha quedado rezagada, en el punto de partida, protestando contra todo lo que ha servido para obtener esos resultados”.'°° Sin aceptar que los tiempos han cam- biado los partidos de oposicién continuaban “alimentando el fuego sagrado de una religién sin adeptos”.!3! Para LTN, ellos simbolizaban la resistencia al avance del pro- ‘greso, representaban a quienes no habfan logrado acomodarse a la modernidad. “Ca- da partido politico del pafs, impaciente, intolerante y ciego, se imagina que toda la vida publica y todas las aspiraciones nacionales estén concentradas en él; que nada hay més alld de su ambici6n o de su acci6n, y que todo obstéculo que se lanza en su camino, es, no la obra de fuerzas contrarias y antagénicas de fa opinién, sino la im- posicién arbitraria de los Gobiernos.”"? ‘También la prensa politica, un subproducto de los partidos, era retratada por LTN como otra vicio anacr6nico, sobreviviente de Ja antigtiedad. El tiempo de las cons- piraciones y revoluciones habia pasado, sostenia Z7N, pero “la prensa, que en ma- nos de los partidarios, contribuia a exaltar las pasiones y a encender las luchas en uno u otro campo”, se ha formado en “una escucla que ha sobrevivido a las causas que la hicieron nacer”.123 Mientras que el sentimiento de paz y orden echan rafces en la sociedad, continuaba el diario, “(nuestra prensa), no habiendo aprendido sino a guerrear, contintia su sistema sin apercibirse de que ya no hay piblico que res- ponda”;!34 ella no comprende que conservar la paz es hoy “una obra moral y pa- tri6tica”."95 Hoy la sociedad esta envuelta en un espfritu de templanza y moderacién, repetfa el periddico, un sentimiento puramente liberal, de tolerancia y paz. que el PAN ha logrado construir.'% Sin embargo, los diarios politicos de la ca- pital “en que todos los partidos y todos los cfreulos sociales se hallan representa- dos (...] rivalizan en sentimientos y opiniones extremas; cada uno se esfuerza en sobrepujar a los demés dando la nota mas alta de la pasién.”"™” Tanto la prensa po- Iitica de 1a oposicién como los partidos a que responden, insistfa LTW, creen ejercer un patriotismo malentendido. Segtn L7w, el patriotismo de hoy no consiste en en- cender las pasiones, haciendo peligrar la obra del progreso; por el contrario, amar al pais es admirar su grandeza y no encerrarse en circulus estrechos, “no es desmo- ronando eternamente el edificio social, caldeéndoto al rojo con ideas anérquicas, saturindolo de amarguras con el encono de la maledicencia, como se adelanta por el camino de la perceptibilidad y del bienestar comtin”.'3* “Ya hemos atravesado "30 “Qposici6n y negaci6n”, LTV 4-5 de abril de 1887, '5“Un nuevo partido”, L7w, 27 de enero de 1887. 192 “Politica”, LIN, H de noviembre de 1885. 133 “La antigua escuela”, LIN, 3 de marzo de 1887. 18 Thidem. 135 Tofdem. El sentimiento del pals”, L7, 10 de octubre de 1884. 137“La fuente del mal”, LIN, 19 de febrero de 1886. 18 «Confianza es poder”, LTN, 24-25 de enero de 1887. 65 las cruentas luchas producto de las pasiones”, lo que hoy necesitamos, afirmaba LIN, es contar “con el sentimiento conservador de los pueblos”.!3 Un tercer elemento negativo de la sociedad modema, remanente de épocas pasa- das, era la corrupci6n electoral. La oposicién insistfa en arrojar las culpas de su exis- tencia al gobierno, como si la corrupcién electoral, se mofaba el periddico roquista, fuese un invento de los ochenta, Como hemos visto, el gobierno encontraba en la ig- norancia y la pobreza la causa de la venalidad del voto, Segin L7N, era ta situacin social del pais la que hacia que “en nuestras luchas populares y democraticas, el ma- yor niimero de partidarios tiene que ser reclutado por la fuerza en la gran masa de la poblacién ignorante, sin conciencia de sus derechos, y por consiguiente de sus debe- tes”.'“ La solucién de estos problemas, afirmaha el periddico, no depende de una ac- ci6n directa del gobierno nacional en las provincias, como sostenian algunos partidos de la oposicién, ya que esto violarfa el principio federal de nuestra Constitucién.'4! El gobierno tampoco se inclinaba a reemplazar el voto universal por uno calificado, defendiendo el principio de que la practica de los deberes politicos ayuda a su per- feccionamiento. Seguin L7w, la mejor solucién era ta practicada por el gobierno actual quien, entendiendo las verdaderas causas del problema, era el que més ha hecho pa- ra modificarlas. “Hemos vivido en el desierto y todavia sufrimos su ley fatal fa igno- rancia y la dispersién de los centros urbanos dificulla la existencia de toda organizacién y la legada de toda autoridad. Unicamente el progreso puede lenta pe- ro resueltamente vencer las leyes del desierto.”"? REFLEXIONES E IMPLICANCIAS Las ideas sostenidas por el periédico roquista se convirtieron en la ideologfa domi- ttante del periodo y por Io tanto, en muchos aspectos, dejé de ser la ideologia parti- cular y propia de un periédico, de un partido politico o de una administracién, para envoiver, con distintos matices, a toda una era. Es dificil precisar cuanto contribuy6 LTW a esta difusiGn pero como érgano oficial del roquismo fue uno de los principales voceros, constructores y defensores de estos principios, También resulta dificil ras- trear la relacién entre el periddico roquista y sus lectores. Si el periddico era el me- diador entre los Iideres roquistas y sus seguidores, las manifestaciones més précticas de esta relacién son arduas de vislumbrar. En contraste, en el caso de la Unién Civi- "39 “La lucha legal”, L7W, 8 de enero de 1886. "40 “E1 medio y la aspiracién”, :rw, 19 de febrero de 1887. 1 Thidem, 12 Tbidem, ca Radical de los afios noventa, la tarea se veria facilitada en cierta medida por el he- cho de que uno de los fines del periédico radical, El Argentino, era justamente el de movilizar a los ciudadanos en contra del gobierno, de incitarlos a la accién tanto en las elecciones como en las revoluciones. En este caso el periédico radical era una verdadera herramienta de accidn del partido ya que Je indicaba a los lectores dénde y cudndo tenfan lugar los “meetings” politicos, las reuniones de los comités, las ins- cripciones en el padrén electoral y las elecciones. El érgano de la UCR incitaba al pueblo a votar y le decfa que, dadas las circunstancias, era también su deber de ciu- dadano empufar fas armas contra el gobierno. ;Pero cémo establecer una relacién se- mejante en un partido como cl PAN que renegaba de las movilizaciones, de los partidos politicos permanentes y que carecia del tipo de organizacién local que ca- racterizaba a los radicales? ;Cémo analizar el vinculo existente entre un periddico que le ensefiaba a sus lectores que era un deber patristico trabajar en el comercio en vez de inmiscuirse en la actividad ociosa, e incluso peligrosa, de la politica? Puede, de todas formas, afirmarse que el periédico roquista contribuy6 enorme- mente a su propia causa partidaria. Segiin Rousseau, el principal objetivo de todo go- bierno que serenamente quicre disfrutar del poder, es lograr la aceptaci6n rutinaria del pueblo.'7 Su fin es lograr que dia tras dfa el ciudadano emprenda sus tareas sin cuestionarse la existencia de la autoridad ni las razones de su obediencia hacia ella. En este sentido, la contribucin de la L7W a esta aceptacidn tutinaria puede facilmen- te clasificarse como exitosa La ideologia difundida por L7W, repetida incansablemente cn sus columnas a lo largo de mas de dos décadas, jugé un papel importante en el espectro politico de fin del siglo XIX y principios del Xx. Si bien se ha sostenido repetidas veces que el cam- po de las ideas o las ideologfas profesadas por los distintos grupos politicos no ju- garon un papel fundamental en la politica de este perfodo, una mirada a los periddicos de la época revertiria este argumento.'“ Como hemos mencionado, du- rante los afios ochenta el periédico se abocaba a crear una imagen legitimadora pa- 1a ¢] nuevo gobierno y su nuevo partido. Sin embargo, las constantes referencias a fuerzas subversivas que podfan socavar la nueva era comenzada en el ochenta pue- den resultar un tanto enigmaticas si se las contrasta con fa ausencia de una oposicién politica organizada a lo largo de 1a década. Las dos administraciones del ochenta go- zaron de un perfodo de paz sin precedentes ya que la consolidacién del PAN coinci- dié con el empinado declive de las fuerzas politicas portefias. Los aspirantes al poder desde la débil oposicién Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen, Dardo Ro- cha, o incluso Manuel Ocampo, ef candidato presidencial rival a Judrez en 1886— distaban de representar hombres que podian Ilevar al pats al caos al que constante- ' Citado en Gunn, Queen of the World... p. 10. 4 Uno de los més firmes argumentos sobre la inexistencia de divisiones ideologicas significativas en la Argentina de fin de siglo puede encontrase en K. Remmer, Party Competition in Argentina and Chile. Political Recruitment and Public Policy, 1890-1930, Lincoln and London, p. 33. 67 mente hace referencia las paginas de LIN. Incluso la oposicién cat6lica, la més vo- ciferante de estos afios, distaba de representar aquel peligro del que sélo el PAN, se- giin LIN, podia salvar al pais. Durante los aitos ochenta, el peligro subversivo contra él que batalla el periédico roquista no es una fuerza politica contempordnea sino las précticas politicas portefias de un ayer reciente. Un pueblo portefio acostumbrado a la movilizacién, tanto electo- ral como de la otra, que durante dos décadas luego de la caida de Rosas habia demos- trado, a través de una prensa periédica, organizaciones civiles y partidos politicos que estaba dispuesto a participar de los asuntos pablicos representaba, para el PAN, un pe- ligro para la construcci6n pactfica de Ia naci6n.'45 Revertir esta tradicién portefia, ins- truir sobre los nuevos valores de progreso, de orden y de paz que se basaban, precisamente, en la desmovilizacién, era una de las tareas primordiales de LIN. El dis- curso roquista no se dirigfa a adversarios potencialmente peligrosos, sino a aquel pa- sado que se queria dejar atrds.446 Muy diferente serd, sin embargo, el rol del discurso roquista durante la década del noventa, cuando el retorno al pre-ochenta se hace real frente a la organizaciGn de la Unién Civica Radical. En un trabajo mas extenso he sefialado las marcadas diferen- cias ideol6gicas entre el PAN y la UCR y entre éstos y los demas partidos politicos de Ia década de! noventa. La UCR se organiz6, entre otras cosas, para defender una con- cepcién muy distinta sobre el rol de la politica y los partidos politicos, sobre los efec- tos del desarrollo econémico y sobre las instituciones nacionales. Sus ideas eran tan diametralmente opuestas a las formulaciones que desde una década atris se propaga- ban desde el oficialismo, que los lideres radicales firmemente argumentaron que el faturo de la Republica slo podria ser salvado por una revolucién, Frente a la presen- cia de un partido que reivindica el retorno del pafs al camino institucional trazado du- rante las décadas del sesenta y del setenta, el PAN tendré que agudizar su discurso para disuadir a la opiniGn de que la propuesta radical es seductora. En el discurso di- cot6mico del PAN, el radicalismo va a representar el pasado y el atraso, el retorno a un estado de perpetua agitaci6n polftica, delimitando asf claramente los campos en- tre gobierno y oposicién.'47 Tgualmente significativa fue la forma en que las dicotomfas establecidas por LT entre los amigos y los enemigos del progreso también van a ser aplicadas por el pe- riédico, no sélo para construir las identidades del gobierno y de la oposicién, sino también para delimitar el espectro politico dentro de! mismo PAN. Las ideas forjadas en LIN durante los primeros seis afios de su existencia, van a ser sostenidas y repeti- M5 H1, Sabato, “Vida politica y cultura de movilizacién en Buenos Aires, 1860-1880", en A. Hemnén- dez Chévez, M. Carmagnani y R. Romano (comps.), Para una historia de América Latina, México, en prensa, 46 Halperin Donghi, “Un nuevo clima de ideas”, ea La Argentina del ochenta... 147 Atonso, “The Origins...”; P. Alonso, “Los orfgenes ideolégicos de la Uni6n Civica Radical”, UTDT Working Papers, nim. 12, 1994. 68 das con mondtona fidelidad a lo largo de las décadas del ochenta, del noventa y del novecientos. Cada dia, LTW y luego Tribuna continuaron idolatrando al progreso y a sus gloriosos efectos, siguieron insistiendo en la conveniencia de partidos politicos transitorios y continuaron advirtiendo sobre los peligros de recaer en la anarqufa si se obstaculiza el camino del progreso inaugurado en 1880. La divisién tajante entre Jos forjadoses del progreso y aquellos que amenazaban con su destruccién fue la va- acon la que el roquismo midié el espectro politico. Esta vara no séto dividia mar- cadamente al gobierno y a la oposicién, sino que el roquismo también la utiliz6 dentro de su propio partido. Los casos més claros fueron los que tuvieron lugar en 3889 con Miguel Juarez Celman, y 1903 con Carlos Pellegrini. ‘A pesar de que al poco tiempo de llegar a la presidencia Miguel Juérez Celman procedié a destruir la maquinaria clectoral de su predecesor, tanto Roca como la LIN aguantaron los golpes embestidos por el nuevo presidente con estoico silen- cio. Aunque en su correspondencia privada Roca expresaba su malestar y furia ha- cia su concufiado, L7N segufa en sus columnas apoyando al presidente.'® Por ejemplo, cuando en su discurso inaugural al Congreso en 1888 Juérez. Celman tor- pemente celebraba el fin de los partidos politicos y de la politica en la Argentina, LTN se ocupaba de defender al presidente de los embates de la prensa opositora.!4? E} periddico también habia aguantado con solemne silencio las caidas de las pro- vincias roquistas de Tucuman y Cérdoba, las proclamaciones de Judrez Celman como jefe tinico det partido y el rebautizo del Partido Autonomista Nacional por Partido Autonomista.'® Sin embargo, L7N va a unirse abiertamente a 1a oposicién contra Juarez Celman a partir de enero de 1889, cuando el presidente hace caer in- decorosamente al gobernador de Mendoza, en momentos en que también ya se sentian los sfintomas de la crisis financiera. “El menor trastorno social produce in- mediatamente la alarma y despierta el temor de un retroceso fatal a aquellos pe- rfodos de anarquia", proclamaba LN, “y esos movimientos desordenados y tumultuosos... son tanto mds injustificados cuando se producen en el seno mismo del partido dominante”."5! Que la oposicién promoviera desérdenes era justifica- ble ya que, segtin el roquismo, correspondia a su naturaleza anacr6nica. Pero que la amenaza del progreso viniese del mismo gobierno era, para Roca, imperdona- ble. Si bien en el pasado la adhesién al orden habia hecho que el diario apoyara al gobierno juarista, explicaba LTW, ese apoyo no podfa continuar: “;Quién no ve que erigiendo en sistema las sediciones para cambiar los gobiernos locales, sc introdu- ce una amenaza de perturbacién general?”'5? Que el desorden y la amenaza al pro- +8 Duncan, “Government by Audacity”, pp. 127-137. 49 “B] mensaje y la politica”, z7, 11 de mayo de 1888; “Deberes politicos”, LTN, 15 de noviembre de 1888. '50 Bsstas rivalidades se encuentran detalladas en Duncan, “Govemment by Audacity”, pp. 127-144, 'SlLa cuestiOn politica’, LI, 23 de enero de 1889, 'S2 “BI flajelo politico”, L7w, 26 de enero de 1889. 69 gteso proviniera del seno mismo del gobierno nacional, no era algo que el roquis- ‘mo estuviese dispuesto a tolerar.!*3 Tampoco el roquismo, quince afios después, estuvo dispuesto a cambiar los rum- bos fijados en el primer quinquenio de 1880. El comienzo de un nuevo siglo no im- plicaba para él un nuevo cambio en la politica argentina, en el sentido de abandonar la vieja politica transaccional. No corresponde aqu/ analizar fas distintas vicisitudes de la relaci6n poco intima entre Roca y Pellegrini, ni la sucesién de grietas que se abrieron entre ambos politicos a lo largo de su convivencia dentro de una misma coalicién. Slo interesa apuntar brevemente que, bajo la manifestacién final de la Tuptura que tiene lugar luego de la convencidén de notables de octubre 1903 entre los dos Iideres, subyacen distintas concepciones de politica y de orden. El roquismo in- sistfa en una formula politica que le habfa dado por mas de dos décadas buenos re- sultados, apuntando que la nueva convencidn no era otra cosa que la repeticion de los viejos acuerdos utilizados tantas veces para garantir la paz y el orden.'™ Pelle- grini, sin embargo, desde hacfa unos afios visionaba una férmula distinta, donde dos partidos politicos conservadores liderarfan la transicién gradual hacia una politica de alternancia.'5* Aun en esta forma breve y esquematica pueden, por lo tanto, apreciarse algunos de los efectos de la relacién entre el discurso forjado por el roquismo y la politica ar- gentina, La construccién de una ideologia de! progreso en la década del ochenta en la prensa roquista delineaba una linea inquebrantable entre los amigos y enemigos del progreso que se aplicé firmemente, tanto hacia las filas de la oposicién como den- tro del propio partido, a lo largo de las dos décadas siguientes 453 “B] orden publico”, z7¥, 13 de enero de 1889. 'S4 “La gran convenci6n”, Tribuna, 27 de junio de 1903. 458 Alonso, “The Origins...”, pp. 300-318. 1

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