naufrago en la soledad de las espinas bajo las orqudeas salvajes, espiando pudoroso los sudores enfrentados en las plcidas alboradas de los besos, cuando las bocas solo prueban de la sangre ofrendada en la eternidad de la noche, pura y lea, el deseo de la espiga abierta sobre tu espalda de febrero; sola t podras incendiar mi carne fuera placer o piel y tuviera tu nombre, recinto y ruego de la danza perpetua sobre las luces de los huesos desnudos cuando entrego mis restos a tu hoguera fulminante y eterna, estrecha lucidez de los amantes que no temen a la muerte.