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QUE SE HAGA EL FUEGO

Sola t podras calentar toda una ciudad,


naufrago en la soledad de las espinas
bajo las orqudeas salvajes,
espiando pudoroso los sudores enfrentados
en las plcidas alboradas de los besos,
cuando las bocas solo prueban de la sangre
ofrendada en la eternidad de la noche,
pura y lea, el deseo de la espiga abierta
sobre tu espalda de febrero;
sola t podras incendiar mi carne
fuera placer o piel y tuviera tu nombre,
recinto y ruego de la danza perpetua
sobre las luces de los huesos desnudos
cuando entrego mis restos a tu hoguera
fulminante y eterna, estrecha lucidez
de los amantes que no temen a la muerte.

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