Paulo Freire
Hacia una pedagogia
de la pregunta
Conversaciones con Antonio Fatindezlinica o la mejor. Bs la forma que me agrada, Pero mis que
agradarme, simplemente, en ella o por medio de ella, me sien
to coherente con mi apelin politica.
Lo que me preocupa, sobre todo, es oponerme teérica y
pricticamente a dos asociaciones hechas generalmente, aur
que no siempre explicitadas. La primera, entre el procedi-
tmiento democritico y la falta de rigor académico; Ia segunda,
entre rigor académico y procedimiento autoritario.
En el fondo, los que hacen estas asociaciones no esconden
tuna fuerte repulsion contra Ia demoeracia y contra la liber:
tad. Es como si para ellos y para ellas, la democracia fuese
algo que no tuviese nada que ver con el contexto de un semi
nario 0 de un laboratorio. Bs como si fuese posible que, pri
mero, de forma autoritaria, on buen. comportamiento, cuida-
ddosamente orientados, bien encuadrados, nos volviéramos
rigurosos para, después, con el rigor asi adquirido, hacer la
democracia alld afvera,
La democracia y la libertad no anulan la rigurosidad. Por el
ontrario, vivir auténticamente la libertad impliea aventura,
riesgo, ereacién. Una actitud lieeneiosa, que distorsiona la
libertad, es lo que compromete la rigurosidad,
Bien, diria por fin que mi experiencia ha sido siempre rica,
¥y me conforta que, en ella, jams tomé partido por la convie.
cién autonitaria de’ que tengo una verdad que imponer —ia
verdad indiscutible~, Por otto lado, aunca dije, 0 siquera lo,
sugeri, que lo eontrario de no tener una verdad para imponer
seria no tener pada para proponer, Si nada tenemos para pro-
poner y si simplemente rehusamos hacerlo, no tenemos nada
que haver verdaderamente en la prdctica educativa, La cues:
{in radica en Lz comprension pedagogico-democritica del
acto de proponer. El edueador que no puede negarse a propo-
ner, no puede tampoco rehusarse a la discusion acerea de lo
que propone, por parte del educando. En el fondo, éste tiene
que ver con casi misterio que incluye la prictica del eduica-
dor que vive la substantividad demoerética, de afirmarse, sin,
on eso, desestabilizar a los edueandos. Es esta posicin, la de
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la radicalidad o de la substantindad demoeratiea, que se con
trapone, por un lado, al autoritarismo y, por el otro, a la im.
provisacion,
‘Terminaria estas consideraciones diciendo que 1a mistna
‘exigencia que me pongo, de vivir la substantividad democrat
ca en las relaciones con los educandos con que trabajo, la ten
Ho para el liderazgo revolucionario en sus relaciones politico:
pedagogieas con las clases trabajadoras, con las masas popu-
lates
No ereo en una edueacién hecha para y sobre los educan
dos. Tampoco creo en la transformacién revolucionaia —co-
mo lo he dicho hace tiempo— hecha para las masas populares,
sino eon ellas
ANTONIO —Pienso, Paulo, que este problema de enseriar 0
‘educares fundamental y que, sin duda, se relaciona con lo que
Ldeciamos antes: posiciones politicas bien determinadas en un
mundo jerarquizado en el que los que detentan el poder de-
lentan el saber, y al profesor, la sociedad actual le ofrece una
parte del saber y del poder. Este es uno de los eaminos de
roproduceién de la sociedad, Encuentro, entonces, que e
profundamente democritico comenzar a aprender a pregun
tar.
Bn la encefanza se olvidaron de las preguntas; tanto el pro:
fesor como el alumno las olvidacon y, sexi yo lo entiendo,
todo conocimiento comienza por la pregunta. Comienza pot
lo que ti, Paulo, llamas curiosidad. ;Pero la euriosidad es una
pregunta
PAULO —Exacto. Estoy de acuerdo contigo totalmente,
Es esto que llamo “‘castracin de la curiosidad”. Lo que esta
sicediendo es un movimiento unilineal, que va de aqui para
allé y punto; no hay regreso, y ni siquiera hay una demanda:
jel educador, de manera general, ya trae la espuesta sin que
se le haya proguntado algo!
ANTONIO ~Exactamente, y Io muis grave, Paulo, & que el
slumno se acostumbra a este tipo de trabajo y, entonees, lo
(que el profesor deberia enseiat —porque él mismo deberia
53saberlo~ seria antes que nada, ensefar a preguntar. Porque el
Inicio del conocimiento, repito, es preguntar. Y solamente a
partir de preguntas es que se debe salir en busca de respues-
fs, y no lo contrario: establecer las respuestas, con lo que
todo el saber se detiene justamente en eso, ya eaté dado, e&
tun absolute, no deja lugar a la curiosidad nia elementos por