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Debo declarar, desde un principio, que asumo este trabajo desde dos posiciones que
conforman mi “lugar de producción” (De Certeau) que determinará el ejercicio escritural
que presento. Lo hago desde mi posición de estudiante de la disciplina historiográfica y, a
su vez, lo hago desde mi posición de cristiano. Desde niño he asistido a una iglesia de corte
pentecostal en la comuna de Puente Alto, en la que he conformado mi “comunidad de vida”
(Habermas).
Quiero, a la vez, comenzar señalando que en una ocasión iba caminando a comprar
el pan, cerca de mi casa. En un muro había un graffiti que decía: “Dios es amor, pero la
iglesia es plata”. Tengo algunos amigos que nominan a la divinidad como “Dio$” [sic].
Inmediatamente, viene a la memoria la célebre frase de Karl Marx, cuando sentenciaba que
“la religión es el opio de los pueblos”. Frase con la que concuerdo en términos
contextuales. Cuando la iglesia llama a la contención social y le solicita que no cuestione el
orden social, específicamente, la desigualdad económica, pues ésta es justificada por la
divina providencia. De los púlpitos emerge un férreo “Dios lo ha querido entre sí”,
esclerotizando a la feligresía proclamando que su felicidad no está en la tierra.
Efectivamente, la fe cristiana es trascendental puesto que se afirma en la esperanza de la
parusía (el segundo advenimiento de Cristo). Pero eso no justifica la desigualdad social.
Así lo entendieron los teólogos de la liberación cuando toman la “opción por los pobres”,
no sólo en términos discursivos, sino con una clara orientación práctica. Y es que no es
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fácil, ni ético, decirle a alguien que no tiene qué comer que soporte el hambre, mientras
quien lo dice tiene asegurado un plato de comida. Entonces la tarea de los cristianos es
hacer de la tierra un “pedazo del cielo”. Y eso no puede hacerse si se mantiene la
contradicción de clases. Es necesario destruir este sistema opresivo, justificado por una
teología opresora, y construir las bases de un nuevo orden, más armónico, más humano,
más fraterno. Es ahí donde convergen las ideas cristianas, basadas en la Escritura, con el
análisis epistemológico y social, basado en las ideas de Marx y de sus polífonos herederos.
Éste análisis estará centrado en los grupos pentecostales y otros que han salido de
esa matriz.
notar su explotación, podrá ligarse con otros explotados y lanzarse en la lucha que le
permitirá ejercer el poder. El sujeto, pentecostal y militante, debe ser puro1.
1
Me parece importante recordar acá, la idea de un joven Salvador Allende, que mientras era Ministro de
Salubridad de Pedro Aguirre Cerda impulsó la constitución de “bares lácteos” en detrimento de las tabernas
en las que “el pueblo oprimido” acrecentaba su “enajenación”.
2
El apelativo proviene del apellido de un predicador evangélico del siglo XIX en Chile, llamado Juan
Bautista Canut de Von.
3
León, Leonardo. “Combates por la Historia”. En: Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (compiladores). Manifiesto
de Historiadores. (Santiago: LOM Ediciones, 1999), p. 99.
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evangélica. Ello ha llevado a la configuración de una lectura de la Biblia que está centrada
en la “bendición” para aquél que da para “la obra de Dios”. Y esa bendición es la
prosperidad económica. La lógica es: da a Dios, y Dios te dará de manera abundante. Es la
“ley de la siembra y la cosecha” predicada por toda la cristiandad llevada al extremo. Pero
aquí nace la duda que justifica la necesidad de hacer este trabajo. Si hemos dicho que el
movimiento pentecostal no ha podido formular un corpus de fe propio, de dónde nacen
estas ideas. ¿De dónde son adoptadas? Son tomadas de las ideas de predicadores,
fundamentalmente estadounidenses, que han realizado todo el constructo de la prosperidad,
olvidándose de lo que teólogos pentecostales más clásicos han señalado al decir que “Dios
mira la actitud del oferente la cual es más importante que su ofrenda”4. La lógica
mercantilista de la teología de la prosperidad se manifiesta en que es importante la cantidad
que se da, porque mientras más se ofrende, más se gana. Todo esto, bajo el eufemismo de la
siembra y la cosecha. Tomás Moulian, en su texto “El consumo me consume” habla del
Mall como la “catedral del consumo. Analogía que es fácilmente aplicable a estas iglesias,
puesto que se constituyen en “un lugar de olvido, donde por un instante uno sueña que es
rico”5. Aquí estamos frente a la “acumulación incesante de capital por la acumulación
incesante de capital”6, que denunciara Wallerstein. Preguntemos, junto a él, ¿quién obtiene
los beneficios individuales inmediatos? Y hay que decirlo, en la mayoría de los casos quien
se hace rico no es precisamente el feligrés.
4
Hoff, Pablo. El Pentateuco. (Deerfield: Editorial Vida, 1994), p. 34.
5
Moulian, Tomás. El consumo me consume. (Santiago: LOM Ediciones, 1998), p. 59.
6
Wallerstein, Immanuel. El capitalismo histórico. (Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2006), p. 36.
7
Escobar, Arturo. “El desarrollo sostenible: diálogo de discursos”. En: Revista Nueva Sociedad. Nº 156,
Caracas, Marzo-Abril 1985, p. 8.
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Veamos lo que han planteado algunos de los exponentes de esta tendencia teológica.
Bajo ése sentido, ofrendar y diezmar debiese tener una motivación. Una finalidad y
espectativa clara. John Avanzini daría cuenta en un folleto de una supuesta “visión
celestial” en la que Dios mismo le habría hablado. Señaka: “El me dijo, „Mi pueblo hace
otra cosa por cuya razón no puedo multiplicarles su dinero. La mayoría de ellos ofrendan
sin pedirme un resultado específico, no esperan nada a cambio de su ofrenda o regalo.
John, la multiplicación de dinero que yo le devuelvo al dador siempre va acompañada de
un milagro. Todos los milagros operan por fe. Cuando mi pueblo da sin esperar nada, no
se están moviendo en fe‟. Entonces me citó la escritura en Hebreos 11:1, ‘La fe es, pues, la
8
Hagin, Kenneth E. Redimido de la pobreza, la enfermedad y la muerte espiritual. (Tulsa: Kenneth Hagin
Ministries, 1989), p. 1.
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sustancia de las cosas que se esperan... Es imposible darme en fe si no esperan nada como
resultado de tu ofrenda‟. „Dile a mi pueblo que tienen que seguir estos dos pasos
importantes siempre que den. Primero, que den la cantidad exacta que yo les digo.
Segundo, tienen que dar con la expectativa de recibir de Mí la multiplicación. Tienen que
dar sus ofrendas o regalos en obediencia y en fe‟”9. O sea hay que dar creyendo que Dios
devolverá la mano. Si nos fijamos en los detalles, se invita a una obediencia ciega, a
obediencia debida (Thoreau). En ése acto de dar importa la cantidad. De eso, depende la
multiplicación milagrosa que Dios haría en aquellos que dan. Otro exponente de la teología
de la prosperidad acentuaría en la fe de los creyentes al dar, cuando dice que “Cuando sus
palabras sean palabras de fe, Dios podrá confiar a usted Su poder en las palabras de su
boca. Lo que diga, sea bueno, sea malo, será lo que recibirá”10. Lo anterior da cuenta del
poder que tendrían los creyentes para potenciar sus actos. La fe iría ligada a la capacidad de
“agencia” de los creyentes, a quienes les basta desear y decir lo bueno para sí para que les
vaya bien. En el léxico de la teología de la prosperidad se ocupa mucho el término “pacto”.
Por ejemplo, si yo estoy enfermo, debo dar una buena cantidad de dinero y pactar con Dios
mi sanidad. O si estoy endeudado, doy una buena cantidad de dinero, y pacto con Dios la
cancelación de mi deuda. Al ofrendar estaría por fe firmando un contrato con Dios que me
asegura la ganancia. Se trata del acto libremercadista por antonomasia: oferta y demanda.
Avanzini dice en el mismo “desvarío místico”, que: “los que se sientan capacitados para
participar en esta ofrenda especial, tienen que hacer algo más. Tienen que creer junto
contigo, que cuando tu pongas tus manos sobre la ofrenda, se les multiplicará a ellos al
ciento por uno”11. Los pastores serían como el rey Midas, que todo lo que tocan se
transforma en oro. Y la gente cae en ese juego porque buscan saciar sus necesidades
inmediatas. Muchos llegan a dar todo lo que tienen y son defraudados. No reciben lo que
esperan. Ellos, los feligreses, porque los bolsillos de quienes proclaman estas “verdades” se
ven engrosados.
9
Avanzini, John. 30, 60, ciento por uno. (Forth Worth: His Publising Company, 1989), p. 15. La acentuación
es del original.
10
Copeland, Kenneth. La fuerza de la fe. (Fort Worth: KCP Publicaciones, s/f), p. 12.
11
Avanzini. Op. Cit., p. 16.
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12
Fillmore, Charles. “Prosperity”. En: Mc Dowell, Josh. Estudio de las sectas. (Deerfield: Editorial Vida,
1988), p. 154. El salmo dice originalmente: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados
pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por
sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en
presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y
la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”
(Revisión Reina Valera 1960, Sociedades Bíblicas Unidas).
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porque hemos sacado versículos de su contexto y edificado nuestra propia doctrina... otro
evangelio, otro Jesús y otro espíritu”13.
Debo hacer justicia, eso sí. No todos los grupos pentecostales afirman y/o avalan los
postulados de la teología de la prosperidad. De hecho hay iglesias que han dado grandes
pasos al justificar cada uno de sus movimientos económicos, con documentos en mano.
Otros, desde una lectura teológica han cuestionado esta tendencia. Por ejemplo, el teólogo
pentecostal Juan Vidal señala en una de las primeras publicaciones sobre el tema realizadas
en Chile que: “La implicación de estas enseñanzas es obvia. Si la enfermedad, la muerte y
la pobreza son una maldición, entonces el Hijo del hombre que no tenía donde recostar su
cabeza, los santos mártires de Hebreos 11 o el misionero más grande de todos los tiempos,
Pablo, estarían bajo maldición. Es más, los millones de creyentes de los países pobres
vivirían engañados, pensando que son bienaventurados, en cambio, los ricos
terratenientes, los emires de la droga y los corruptos políticos que poseen grandes sumas
de dinero en cuentas bancarias, serían los benditos del Padre Celestial. Sin duda alguna,
la premisa de vincular la posesión de bienes económicos con el favor divino es
incorrecta”14. A su vez, el referido teólogo, cuestiona la postura “dar-recibir” de la teología
de la prosperidad, cuando dice que “en otras palabras „dar‟ se transforma en „invertir‟. El
peligro está en perder de vista los verdaderos objetivos que debe perseguir esta acción:
extender el Reino de Dios, manifestar agradecimiento al Señor, bendecir a los hermanos en
la fe o ayudar a los pobres y desposeídos”15.
Yo no quisiera quedarme con éste análisis crítico desde la teología. Quisiera tirar la
piedra un poco más allá. Y es que éste no es un problema específico del cristianismo.
Porque hablar de esa manera sería como dar cuenta de la explotación en una hacienda,
ejercida por el latifundista al inquilino, sin tener en cuenta las condiciones globales de
13
Bakker, Jim. No tuve razón. Citado por Hoff, Pablo. La doctrina de la prosperidad y el plan bíblico de
finanzas. (Santiago: Imprenta Difusión Cristiana, 1997).
14
Vidal, Juan. Impactos del evangelio de la prosperidad. (Formato PDF), pp. 9, 10. Tomado de
http://www.stabros.org.
15
Vidal. Op. Cit., p. 11.
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16
Marx, Karl y Engels, Friedrich. La ideología alemana. Tomado de http://www.marxist.org.
17
Moulian. Op. Cit., p. 33.
18
Marx, Karl. Op. Cit., p. 181.
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relación de centro-periferia, planteada por Wallerstein, puesto que si esto ha hecho mella en
los pentecostales chilenos, ha sido porque han aceptado, adoptado y reproducido de manera
acrítica lo que les ha llegado vía Estados Unidos por los predicadores del evangelio de libre
mercado. Uno acá debiese recomendar lo que decía Arturo Escobar: “no debe el Tercer
Mundo someterse pasivamente a las reglas del juego sentadas por los poderes de
siempre”19. Si toda teología es contextual, los cristianos chilenos, y latinoamericanos,
deben producir un discurso acorde a sus necesidades. Y Latinoamérica sigue siendo el peón
del tablero de ajedrez de la política económica internacional. Y aquí hay que tener en
cuenta que la situación es de una importancia tremenda. Korten no entra en sutilezas
cuando señala que “en un mundo con recursos escasos donde ricos y pobres se ven
atrapados en una competencia mortal por una base decreciente de recursos, esta ventaja se
convierte en un problema de vida o muerte”20. En otras palabras, no se puede predicar de
prosperidad cuándo se tienen necesidades insoslayables. Mientras sigue existiendo hambre.
Qué los ricos prediquen lo que quieran. Allá ellos. Pero uno no puede legitimar la
desigualdad cubriéndola con un manto eclesial y mesiánico.
19
Escobar. Op. Cit., p. 21.
20
Ibídem, p. 38.
21
Feuerbach, Ludwing. La esencia del cristianismo. Tomado de una cita realizada por un comentarista de:
Marx, Karl. Manuscritos: economía y filosofía. (Madrid: Alianza Editorial, 1972), p. 216.
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22
Isaías 58:6-8. Revisión de Reina-Valera 1960, Sociedades Bíblicas Unidas.
23
Santiago 5:1-6. Tomado de la misma revisión de la Biblia.
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