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Evangelio de libre mercado… Luis Pino Moyano

Evangelio de libre mercado.


Algunas consideraciones en torno a la
“Teología de la Prosperidad”.

Debo declarar, desde un principio, que asumo este trabajo desde dos posiciones que
conforman mi “lugar de producción” (De Certeau) que determinará el ejercicio escritural
que presento. Lo hago desde mi posición de estudiante de la disciplina historiográfica y, a
su vez, lo hago desde mi posición de cristiano. Desde niño he asistido a una iglesia de corte
pentecostal en la comuna de Puente Alto, en la que he conformado mi “comunidad de vida”
(Habermas).

Quiero, a la vez, comenzar señalando que en una ocasión iba caminando a comprar
el pan, cerca de mi casa. En un muro había un graffiti que decía: “Dios es amor, pero la
iglesia es plata”. Tengo algunos amigos que nominan a la divinidad como “Dio$” [sic].
Inmediatamente, viene a la memoria la célebre frase de Karl Marx, cuando sentenciaba que
“la religión es el opio de los pueblos”. Frase con la que concuerdo en términos
contextuales. Cuando la iglesia llama a la contención social y le solicita que no cuestione el
orden social, específicamente, la desigualdad económica, pues ésta es justificada por la
divina providencia. De los púlpitos emerge un férreo “Dios lo ha querido entre sí”,
esclerotizando a la feligresía proclamando que su felicidad no está en la tierra.
Efectivamente, la fe cristiana es trascendental puesto que se afirma en la esperanza de la
parusía (el segundo advenimiento de Cristo). Pero eso no justifica la desigualdad social.
Así lo entendieron los teólogos de la liberación cuando toman la “opción por los pobres”,
no sólo en términos discursivos, sino con una clara orientación práctica. Y es que no es
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fácil, ni ético, decirle a alguien que no tiene qué comer que soporte el hambre, mientras
quien lo dice tiene asegurado un plato de comida. Entonces la tarea de los cristianos es
hacer de la tierra un “pedazo del cielo”. Y eso no puede hacerse si se mantiene la
contradicción de clases. Es necesario destruir este sistema opresivo, justificado por una
teología opresora, y construir las bases de un nuevo orden, más armónico, más humano,
más fraterno. Es ahí donde convergen las ideas cristianas, basadas en la Escritura, con el
análisis epistemológico y social, basado en las ideas de Marx y de sus polífonos herederos.

Éste análisis estará centrado en los grupos pentecostales y otros que han salido de
esa matriz.

Partamos de la base de que el pentecostalismo no podría ser definido como una


teología ni como una denominación eclesial. Estamos frente a un movimiento, con todo lo
que eso implica (continuidades/discontinuidades; convergencias/rupturas). Esto ha
trasuntado en que el movimiento pentecostal no haya podido establecer un corpus de fe
propio, sino que tomara de otras congregaciones protestantes clásicas ideas y postulados,
re-originalizándolos, lo que ha producido una serie de contradicciones, acrecentadas por la
incapacidad que han tenido de “reformarse sin dividirse”. A su vez, el pentecostalismo
más que apegarse a la “teoría” (el discurso teologal) es esencialmente una práctica de vida.
Ellos la denominan señalando que “andan en novedad de vida”. Idea que es muy parecida a
los discursos precursores relacionados a la cuestión social en el siglo XIX chileno. De
hecho podríamos ver una similitud entre algunas prácticas pentecostales, como que los
borrachos dejen de serlo, con el discurso de la “redención social” que proclamaba Luis
Emilio Recabarren. Evidentemente, hay una clara divergencia en el leitmotiv de ambos.
Estamos frente a un discurso que propende a la contención social, a un mundo hacia
adentro, que busca la espiritualidad más que transformar la materialidad. El otro discurso
propende al cambio social. Pero ambos entienden que el sujeto debe dejar de vivir una vida
disipada. Uno dirá que esa es la voluntad de Dios para el creyente (la santificación). Otro
dirá, que así el sujeto eliminará lo que le enajena y podrá tomar conciencia de sí, podrá

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notar su explotación, podrá ligarse con otros explotados y lanzarse en la lucha que le
permitirá ejercer el poder. El sujeto, pentecostal y militante, debe ser puro1.

De lo anterior, podríamos denotar que el pentecostalismo tuvo una amplia llegada


con el mundo popular. Era su mundo. Sus pastores y feligreses eran de ése mundo. Muchos
de ellos eran los “patipelados” que no pudieron pisar una escuela, porque su labor era
trabajar para quienes detentaban el poder. Casi ninguno tuvo formación teológica. Muchos
de ellos eran analfabetos. Y aunque supieran leer, buscaban decir “lo que el Espíritu Santo
les dijera”. Muchos podrán recordar a los hermanos pentecostales, los canutos2, como se
les llama, cantando en las calles con sus panderos, banjos, acordeones y guitarras, o
simplemente a capella, mientras predicaban con alta voz el mensaje bíblico. Pero eso ha
cambiado. Ha habido un salto cualitativo que se ha dado por la “promoción popular” o por
la profesionalización de muchos de sus feligreses. Pero también ha existido una motivación
que ha nacido de cierta manera de mirar el evangelio. Se ha generado una innovadora
manera de interpretar el texto bíblico, a la que podría denominar como “hermenéutica
economicista”. Por eso me refiero en el título a un “evangelio de libre mercado”, el que es
denominado, dentro de los círculos evangélicos, como “teología de la prosperidad”.

El historiador Leonardo León, da cuenta de éste cambio de manera sencilla, cuando


dice que ahora “los cines de nuestros barrios son iglesias pentecostales”3. Cines y teatros
remozados como templos evangélicos. Colegios y liceos propios. Y sobre todo, con la
finalidad de presentar su mensaje, lo que consideran es cumplir la “gran comisión” que
planteó Jesucristo a sus discípulos, han adquirido medios de comunicación como
radioemisoras y canales de televisión, los que para permanecer en el aire, y ante la carencia
de publicidad que les dé ciertos réditos, han recurrido a la generosa ofrenda de la feligresía

1
Me parece importante recordar acá, la idea de un joven Salvador Allende, que mientras era Ministro de
Salubridad de Pedro Aguirre Cerda impulsó la constitución de “bares lácteos” en detrimento de las tabernas
en las que “el pueblo oprimido” acrecentaba su “enajenación”.
2
El apelativo proviene del apellido de un predicador evangélico del siglo XIX en Chile, llamado Juan
Bautista Canut de Von.
3
León, Leonardo. “Combates por la Historia”. En: Grez, Sergio y Salazar, Gabriel (compiladores). Manifiesto
de Historiadores. (Santiago: LOM Ediciones, 1999), p. 99.
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evangélica. Ello ha llevado a la configuración de una lectura de la Biblia que está centrada
en la “bendición” para aquél que da para “la obra de Dios”. Y esa bendición es la
prosperidad económica. La lógica es: da a Dios, y Dios te dará de manera abundante. Es la
“ley de la siembra y la cosecha” predicada por toda la cristiandad llevada al extremo. Pero
aquí nace la duda que justifica la necesidad de hacer este trabajo. Si hemos dicho que el
movimiento pentecostal no ha podido formular un corpus de fe propio, de dónde nacen
estas ideas. ¿De dónde son adoptadas? Son tomadas de las ideas de predicadores,
fundamentalmente estadounidenses, que han realizado todo el constructo de la prosperidad,
olvidándose de lo que teólogos pentecostales más clásicos han señalado al decir que “Dios
mira la actitud del oferente la cual es más importante que su ofrenda”4. La lógica
mercantilista de la teología de la prosperidad se manifiesta en que es importante la cantidad
que se da, porque mientras más se ofrende, más se gana. Todo esto, bajo el eufemismo de la
siembra y la cosecha. Tomás Moulian, en su texto “El consumo me consume” habla del
Mall como la “catedral del consumo. Analogía que es fácilmente aplicable a estas iglesias,
puesto que se constituyen en “un lugar de olvido, donde por un instante uno sueña que es
rico”5. Aquí estamos frente a la “acumulación incesante de capital por la acumulación
incesante de capital”6, que denunciara Wallerstein. Preguntemos, junto a él, ¿quién obtiene
los beneficios individuales inmediatos? Y hay que decirlo, en la mayoría de los casos quien
se hace rico no es precisamente el feligrés.

Siguiendo en esto a Wallerstein, debiésemos decir que este tema es social e


histórico, puesto que el capitalismo también lo es. Apoyado en lo que dice Arturo Romero
podemos decir que “estas luchas siempre están ligadas al poder, así sea solo por el hecho
de que de unas percepciones y definiciones dadas saldrán políticas e intervenciones que no
son neutras en relación a sus efectos sobre la sociedad”7. Si quienes han articulado el
discurso de la prosperidad no han sido neutros, ¿por qué habríamos de serlo nosotros? Hay

4
Hoff, Pablo. El Pentateuco. (Deerfield: Editorial Vida, 1994), p. 34.
5
Moulian, Tomás. El consumo me consume. (Santiago: LOM Ediciones, 1998), p. 59.
6
Wallerstein, Immanuel. El capitalismo histórico. (Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2006), p. 36.
7
Escobar, Arturo. “El desarrollo sostenible: diálogo de discursos”. En: Revista Nueva Sociedad. Nº 156,
Caracas, Marzo-Abril 1985, p. 8.
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que denunciar cualquier intento de legitimar la injusticia y el vicioso aprovechamiento que


algunos hacen al usufructuar de la fe de las personas.

Veamos lo que han planteado algunos de los exponentes de esta tendencia teológica.

Kenneth E. Hagin dice: “Cristo nos ha redimido de la maldición de la ley. ¿Cuál es


la maldición de la ley? La única manera de averiguar lo que es la maldición de la ley es
volver a la ley. En el Nuevo Testamento la expresión „la Ley‟ generalmente se refiere al
Pentateuco, o sea los primeros cinco libros de la Biblia. Al estudiar los libros que son la
ley, hallamos que la maldición o pena por haber quebrantado la ley de Dios es triple: la
Pobreza, la Enfermedad y Muerte Segunda”8. Vale decir, Cristo no sólo ha redimido al ser
humano en términos espirituales. Le ha libertado de manera total. Cuestión que uno podría
aceptar como creyente si el perfil de su lectura antropológica es holística. Pero, nótese que
en éste caso se señala que la pobreza, la enfermedad y la “muerte segunda” (el estado de
eterna separación de Dios) son una maldición y son consecuencia del pecado. La
predicación de los viejos pentecostales que planteaban un ferviente “Cristo sana”, es
llevada al extremo de decir que los “cristianos no se enferman”. Ni se empobrecen. Eso es
fruto de la maldición de la ley. Y Cristo habría venido a eliminar las obras de la ley para
establecer el reinado de la “gracia”.

Bajo ése sentido, ofrendar y diezmar debiese tener una motivación. Una finalidad y
espectativa clara. John Avanzini daría cuenta en un folleto de una supuesta “visión
celestial” en la que Dios mismo le habría hablado. Señaka: “El me dijo, „Mi pueblo hace
otra cosa por cuya razón no puedo multiplicarles su dinero. La mayoría de ellos ofrendan
sin pedirme un resultado específico, no esperan nada a cambio de su ofrenda o regalo.
John, la multiplicación de dinero que yo le devuelvo al dador siempre va acompañada de
un milagro. Todos los milagros operan por fe. Cuando mi pueblo da sin esperar nada, no
se están moviendo en fe‟. Entonces me citó la escritura en Hebreos 11:1, ‘La fe es, pues, la

8
Hagin, Kenneth E. Redimido de la pobreza, la enfermedad y la muerte espiritual. (Tulsa: Kenneth Hagin
Ministries, 1989), p. 1.
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sustancia de las cosas que se esperan... Es imposible darme en fe si no esperan nada como
resultado de tu ofrenda‟. „Dile a mi pueblo que tienen que seguir estos dos pasos
importantes siempre que den. Primero, que den la cantidad exacta que yo les digo.
Segundo, tienen que dar con la expectativa de recibir de Mí la multiplicación. Tienen que
dar sus ofrendas o regalos en obediencia y en fe‟”9. O sea hay que dar creyendo que Dios
devolverá la mano. Si nos fijamos en los detalles, se invita a una obediencia ciega, a
obediencia debida (Thoreau). En ése acto de dar importa la cantidad. De eso, depende la
multiplicación milagrosa que Dios haría en aquellos que dan. Otro exponente de la teología
de la prosperidad acentuaría en la fe de los creyentes al dar, cuando dice que “Cuando sus
palabras sean palabras de fe, Dios podrá confiar a usted Su poder en las palabras de su
boca. Lo que diga, sea bueno, sea malo, será lo que recibirá”10. Lo anterior da cuenta del
poder que tendrían los creyentes para potenciar sus actos. La fe iría ligada a la capacidad de
“agencia” de los creyentes, a quienes les basta desear y decir lo bueno para sí para que les
vaya bien. En el léxico de la teología de la prosperidad se ocupa mucho el término “pacto”.
Por ejemplo, si yo estoy enfermo, debo dar una buena cantidad de dinero y pactar con Dios
mi sanidad. O si estoy endeudado, doy una buena cantidad de dinero, y pacto con Dios la
cancelación de mi deuda. Al ofrendar estaría por fe firmando un contrato con Dios que me
asegura la ganancia. Se trata del acto libremercadista por antonomasia: oferta y demanda.
Avanzini dice en el mismo “desvarío místico”, que: “los que se sientan capacitados para
participar en esta ofrenda especial, tienen que hacer algo más. Tienen que creer junto
contigo, que cuando tu pongas tus manos sobre la ofrenda, se les multiplicará a ellos al
ciento por uno”11. Los pastores serían como el rey Midas, que todo lo que tocan se
transforma en oro. Y la gente cae en ese juego porque buscan saciar sus necesidades
inmediatas. Muchos llegan a dar todo lo que tienen y son defraudados. No reciben lo que
esperan. Ellos, los feligreses, porque los bolsillos de quienes proclaman estas “verdades” se
ven engrosados.

9
Avanzini, John. 30, 60, ciento por uno. (Forth Worth: His Publising Company, 1989), p. 15. La acentuación
es del original.
10
Copeland, Kenneth. La fuerza de la fe. (Fort Worth: KCP Publicaciones, s/f), p. 12.
11
Avanzini. Op. Cit., p. 16.
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La burla no mide consecuencias. Charles Fillmore, integrante de un grupo sectario


denominado “Escuela de la Unidad del Cristianismo”, presenta en un texto una paráfrasis
sugerente del Salmo 23: “El Señor es mi banquero; tengo buen crédito. Él me hace
descansar en la seguridad de su omnipresente abundancia; me da la llave de su caja de
caudales. Restaura mi fe en sus riquezas; me guía por los senderos de la prosperidad por
el bien de su nombre. Sí, aunque ande en la sombra misma de las deudas, no temeré mal
alguno porque tú estarás conmigo. Tu plata y tu oro me dan seguridad. Preparas una
senda para mí en presencia del cobrador. Llenas mi billetera con abundancia, mi medida
está rebosando. Ciertamente el bien y la abundancia me seguirán todos los días de mi vida
y haré negocios en el nombre del Señor para siempre”12. Eso lo ilustra todo.

Pero hay evidencias empíricas de lo fraudulento de esta tendencia doctrinaria. Se


trataría de las denuncias y sentencias que han tenido muchos “telepredicadores”. En Chile
en ese plano han sido cuestionados los pastores de la “Iglesia Universal del Reino de Dios”,
conocidos por su programa televisivo “Pare de Sufrir” (aunque organizaciones evangélicas
no les reconocen como parte del credo protestante, sino como un grupo sectario) y los del
ministerio comunicacional “Vidavisión”. Un caso paradigmático, fue el protagonizado por
el evangelista estadounidense, ligado a las “Asambleas de Dios”, Jim Bakker quien tenía
proyectada la construcción de un centro de diversiones para cristianos, similar a Disney.
Producto de un escándalo amoroso salieron a la luz una serie de delitos tributarios, que
terminaron con Bakker en la cárcel. Estando allí, dicho evangelista señaló: “Yo había
buscado textos solo para comprobar mis creencias... La iglesia está en apuros ahora

12
Fillmore, Charles. “Prosperity”. En: Mc Dowell, Josh. Estudio de las sectas. (Deerfield: Editorial Vida,
1988), p. 154. El salmo dice originalmente: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados
pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por
sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en
presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y
la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”
(Revisión Reina Valera 1960, Sociedades Bíblicas Unidas).
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porque hemos sacado versículos de su contexto y edificado nuestra propia doctrina... otro
evangelio, otro Jesús y otro espíritu”13.

Debo hacer justicia, eso sí. No todos los grupos pentecostales afirman y/o avalan los
postulados de la teología de la prosperidad. De hecho hay iglesias que han dado grandes
pasos al justificar cada uno de sus movimientos económicos, con documentos en mano.
Otros, desde una lectura teológica han cuestionado esta tendencia. Por ejemplo, el teólogo
pentecostal Juan Vidal señala en una de las primeras publicaciones sobre el tema realizadas
en Chile que: “La implicación de estas enseñanzas es obvia. Si la enfermedad, la muerte y
la pobreza son una maldición, entonces el Hijo del hombre que no tenía donde recostar su
cabeza, los santos mártires de Hebreos 11 o el misionero más grande de todos los tiempos,
Pablo, estarían bajo maldición. Es más, los millones de creyentes de los países pobres
vivirían engañados, pensando que son bienaventurados, en cambio, los ricos
terratenientes, los emires de la droga y los corruptos políticos que poseen grandes sumas
de dinero en cuentas bancarias, serían los benditos del Padre Celestial. Sin duda alguna,
la premisa de vincular la posesión de bienes económicos con el favor divino es
incorrecta”14. A su vez, el referido teólogo, cuestiona la postura “dar-recibir” de la teología
de la prosperidad, cuando dice que “en otras palabras „dar‟ se transforma en „invertir‟. El
peligro está en perder de vista los verdaderos objetivos que debe perseguir esta acción:
extender el Reino de Dios, manifestar agradecimiento al Señor, bendecir a los hermanos en
la fe o ayudar a los pobres y desposeídos”15.

Yo no quisiera quedarme con éste análisis crítico desde la teología. Quisiera tirar la
piedra un poco más allá. Y es que éste no es un problema específico del cristianismo.
Porque hablar de esa manera sería como dar cuenta de la explotación en una hacienda,
ejercida por el latifundista al inquilino, sin tener en cuenta las condiciones globales de

13
Bakker, Jim. No tuve razón. Citado por Hoff, Pablo. La doctrina de la prosperidad y el plan bíblico de
finanzas. (Santiago: Imprenta Difusión Cristiana, 1997).
14
Vidal, Juan. Impactos del evangelio de la prosperidad. (Formato PDF), pp. 9, 10. Tomado de
http://www.stabros.org.
15
Vidal. Op. Cit., p. 11.
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explotación. Siguiendo a Althusser, la religión es parte de los aparatos de reproducción


social que cubren con una “cortina de humo” a los explotados. Aunque no creo que la
estructura determina a los sujetos, sino que, los sujetos tienen la capacidad de agencia para
cambiar sus condiciones materiales de existencia, eso no imposibilita señalar que Althusser,
por lo menos en lo referido, tiene razón. La explotación y el fraude desarrollado en las
congregaciones que llevan a la práctica los postulados de la teología de la prosperidad son
una expresión a nivel micro de lo que se da en la sociedad. Es un ejercicio de reproducción.
Cómo no recordar a Marx y Engels cuando señalan que “las ideas de la clase dominante
son las ideas dominantes en cada época”16. Y la sociedad no entiende que el crecimiento
económico no es la base del progreso humano (David Korten). Además, siguiendo a Tomás
Moulian, el capitalismo tiene un elemento deshumanizador. El sociólogo señala: “el
„aburguesamiento‟ de la cultura ha producido un empobrecimiento de la idea de felicidad.
Esta es definida como simple ensanchamiento material, como crecimiento de posibilidades
que es posible conseguir. Algo que se compra, adquirible y que se concreta en el confort o
en la entretención. La felicidad no es ya el producto de la realización trascendental en la
fe, en el amor, en la lucha por causas, en el saber o en la bondad”17. Y eso se nota en el
cristianismo de libre mercado, puesto que se produce un despojo del pensamiento del
cristianismo histórico que propende al amor fraternal y a la práctica de buenas obras, por el
interés en el lucro. En ganar más y cada vez de manera más simple. Aquí la “reina” no sería
la Biblia, que según los protestantes es “la única y suficiente regla de fe y conducta”, si no
el dinero. Marx plantearía que el dinero es la fuerza creadora dentro del sistema capitalista.
Pero diría, a su vez, que “el dinero actúa también contra el individuo y contra los vínculos
sociales, etc., que se dicen esenciales. Transforma la felicidad en infelicidad, el amor en
odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el señor en
siervo, la estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez”18. El capitalismo ha
trastocado la fe de los creyentes. Además, como señalamos, esto da cuenta de un sistema de
explotación que no se asienta en la localidad, sino en la globalidad. Aquí también se da una

16
Marx, Karl y Engels, Friedrich. La ideología alemana. Tomado de http://www.marxist.org.
17
Moulian. Op. Cit., p. 33.
18
Marx, Karl. Op. Cit., p. 181.
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relación de centro-periferia, planteada por Wallerstein, puesto que si esto ha hecho mella en
los pentecostales chilenos, ha sido porque han aceptado, adoptado y reproducido de manera
acrítica lo que les ha llegado vía Estados Unidos por los predicadores del evangelio de libre
mercado. Uno acá debiese recomendar lo que decía Arturo Escobar: “no debe el Tercer
Mundo someterse pasivamente a las reglas del juego sentadas por los poderes de
siempre”19. Si toda teología es contextual, los cristianos chilenos, y latinoamericanos,
deben producir un discurso acorde a sus necesidades. Y Latinoamérica sigue siendo el peón
del tablero de ajedrez de la política económica internacional. Y aquí hay que tener en
cuenta que la situación es de una importancia tremenda. Korten no entra en sutilezas
cuando señala que “en un mundo con recursos escasos donde ricos y pobres se ven
atrapados en una competencia mortal por una base decreciente de recursos, esta ventaja se
convierte en un problema de vida o muerte”20. En otras palabras, no se puede predicar de
prosperidad cuándo se tienen necesidades insoslayables. Mientras sigue existiendo hambre.
Qué los ricos prediquen lo que quieran. Allá ellos. Pero uno no puede legitimar la
desigualdad cubriéndola con un manto eclesial y mesiánico.

Probablemente, haciendo un poco de ciencia ficción, a Karl Marx, y a sus herederos,


no les habría gustado que les citara a destajo para salir en defensa del cristianismo bíblico.
Entiendo que su crítica a la religión es precisamente una crítica a una religión opresora, que
justifica lo injustificable, con la palabra o con el silencio. El dios de esa iglesia opresora es
uno construido a imagen y semejanza de los opresores. Ese Dios es el que saca a colación
Feuerbach cuando dice que “cuanto más vacía es la vida, tanto más pleno, tanto más
concreto es Dios. El mundo real se vacía cuando la divinidad se llena. Sólo el hombre
pobre tiene un Dios rico”21. Evidentemente, el autor citado se declaraba ateo. Marx
también lo hacía. Pero si uno hilara un poco más fino, podría plantear que el ateísmo de
ambos, y el de tantos otros, está sustentado en una a-religiosidad. Es el cuestionamiento a la

19
Escobar. Op. Cit., p. 21.
20
Ibídem, p. 38.
21
Feuerbach, Ludwing. La esencia del cristianismo. Tomado de una cita realizada por un comentarista de:
Marx, Karl. Manuscritos: economía y filosofía. (Madrid: Alianza Editorial, 1972), p. 216.
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religión opresora el que conlleva a la negación de Dios. El evangelio de libre mercado


conlleva a esa misma negación.

El cristianismo no debe seguir oprimiendo a los creyentes. Cristo vino a soltar


“ligaduras de opresión”. Los profetas de la Biblia tienen un mensaje ético-social tremendo.
El profeta Isaías, setecientos años antes del nacimiento de Jesús, criticando el rito judaico
del ayuno señaló: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de
impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis
todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues
en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces
nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de
ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia”22. Más adelante, ya en tiempos de la era
cristiana, el apóstol Santiago habría dicho en una epístola: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y
aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas
están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará
contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado
tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado
vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de
los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en
deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día
de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” 23. Los
mensajes citados llevan en su seno un mensaje espiritual que ataca la injusticia social. El
mensaje profético y apostólico no tiene eco en el discurso de algunos dignatarios de la
iglesia, que buscan reproducir el mismo sistema ilegítimo y jerárquico de la sociedad
clasista. El mensaje cristiano en su génesis no es un mensaje injusto y tolerante de la
desigualdad social. Es el mensaje de los predicadores que buscan legitimar sus propios
intereses. Y en ellos se engarza el mensaje de la teología de la prosperidad, que es, el

22
Isaías 58:6-8. Revisión de Reina-Valera 1960, Sociedades Bíblicas Unidas.
23
Santiago 5:1-6. Tomado de la misma revisión de la Biblia.
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mensaje del evangelio de libre mercado, de la sociedad de consumo, de la institución con


fines de lucro.

En síntesis, como estudiante de Historia debo decir que el mensaje de la teología de


la prosperidad está engarzado en el sistema de dominación capitalista. Como cristiano debo
decir, a su vez, junto a Gustavo Gutiérrez, “hambre espiritual sí, hambre de pan no”.

Y es que como dijo Cristo, “por sus frutos los conoceréis”.

San Bernardo, 10 de julio de 2009.

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