Andrea Tomé sufrió trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia desde su infancia. Desarrolló una relación obsesiva con la comida y su peso, llegando a limitarse a 800 calorías diarias a los 16 años. Aunque nunca quiso morir, perdió el miedo a la muerte y dejó de luchar por vivir. Finalmente, sufrir bulimia la despertó y la llevó a buscar ayuda, aunque estos trastornos nunca se curan del todo.
Descripción original:
Título original
'Corazón de mariposa' en 'Psiclogía Práctica'.pdf
Andrea Tomé sufrió trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia desde su infancia. Desarrolló una relación obsesiva con la comida y su peso, llegando a limitarse a 800 calorías diarias a los 16 años. Aunque nunca quiso morir, perdió el miedo a la muerte y dejó de luchar por vivir. Finalmente, sufrir bulimia la despertó y la llevó a buscar ayuda, aunque estos trastornos nunca se curan del todo.
Andrea Tomé sufrió trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia desde su infancia. Desarrolló una relación obsesiva con la comida y su peso, llegando a limitarse a 800 calorías diarias a los 16 años. Aunque nunca quiso morir, perdió el miedo a la muerte y dejó de luchar por vivir. Finalmente, sufrir bulimia la despertó y la llevó a buscar ayuda, aunque estos trastornos nunca se curan del todo.
S Llegu a convertir el trastorno alimentario en un estilo de vida ACTUALMENTE CUATRO DE CADA CIEN JVENES PADECE UN TRASTORNO ALIMENTARIO Y ANDREA TOM SE ENCUENTRA ENTRE ELLOS. HA SUFRIDO ANOREXIA Y BULIMIA Y, AUNQUE NUNCA SE CURAN, SEGN SUS PROPIAS PALABRAS, LUCHA CADA DA POR CONTROLAR SU IMPULSO DE NO PROBAR BOCADO PSICO | TESTIMONIO i echo la vista atrs hasta mi infancia, me doy cuenta de que nunca he tenido una relacin normal con la comida. No me reero al hecho de negarme a comer ms que bistecs de pollo y pasta con tomate cuando tena seis aos o a aquella vez en la que un herpes en la lengua me dio la idea de basar mi alimentacin, a partir de entonces, en nicamente nubes de gominola. Cuando hablo de carecer de una relacin normal sana, me atrevera a decir, pienso en lo consciente que he sido siempre de mi propio cuerpo. Recuerdo perfectamente tener siete aos y es- cuchar a las dems nias alabndome por mis piernas largas y delgadas y mi vientre plano.Y recuerdo tambin cmo un par de das antes de mi comunin se me ocurri subirme a la bscula de mis tos para horrorizarme ante la cifra que mostraba. Entonces no saba nada del ndice de masa corporal ni de que el peso de uno siempre est relacionado con la altura. Pero 38 (irnica- mente, los kilos que llegara a pesar poco despus de cumplir la mayora de edad) me pareca un nmero gigantesco, titnico. La verdad es que era una nia muy delgada. Me haba desarro- llado muy rpido y pasaba con creces el metro cuarenta y cinco. No voy a decir que era anorxica con ocho aos porque, aun con todas mis particularidades hacia Secretamente buscaba a alguien. No tena que ser un novio ni un mejor amigo. Simplemente alguien. Alguien que me recordase que era va- liente, que tena talento, que no importaban las veces que me cayera, que era guapa, que era del- gada. Necesitaba desesperadamente a alguien as. Cuando no lo encontr, empec a cambiar. Me volv crtica conmigo misma, rechazando cualquier particularidad que me hubiese hecho nica hasta entonces. Me odiaba del modo en que se odia a esa persona lenta delante de ti en la cola del banco, buscando mis defectos con lupa, reprochndomelos. Me odi y me negu a m misma y lleg un momento en el que comprend que siempre haba habido personas como las que buscaba en mi vida. En mi familia, en mis amigos. Lo que necesitaba era encontrar a alguien as en m.Y no iba a hacerlo. No iba a decirme que era valiente, la comida, segua una dieta completamente sana y normal para una persona de mi edad. Sin em- bargo, a partir de ese momento una parte de m comenz a denirse en base a los nmeros. 800 caloras al da A los trece empec a provocarme el vmito cuando crea que haba comido demasiado. No lo convert en un hbito ni me obsesion dema- siado con ello, pero en ms de una ocasin ng tener gastroenteritis nicamente para librarme de los kilos que haba ganado tras una esta de cumpleaos en el Burger King o un atracn pico mientras vea una pelcula de terror la noche de Halloween.A veces mis esfuerzos se hacan notar fsicamente, pero la mayor parte de las veces no. Estaba, ante todo, aterrorizada. Saba que lo que haca no estaba bien y ni siquiera disfrutaba con ello. No estaba muy segura de comprender por completo los trastornos alimentarios, pero co- noca sus riesgos y estaba muy segura de querer seguir siendo gorda antes que convertirme en un esqueleto.Y cada vez que mis amigas proponan ponerse a dieta y yo me una a ellas, me miraban por encima del hombro para recordarme que yo no necesitaba hacerlo porque estaba bien. Eso me animaba muchsimo. Quiz no era una supermo- delo, pidiendo vaqueros de la talla 32 en Zara, pero no tena que dejar de comer. Estaba bien. Por qu, entonces, acab a los diecisis negn- dome a ingerir ms de ochocientas caloras dia- rias? He pensado mucho en ello durante estos ltimos aos y he llegado a la conclusin de que me senta totalmente sola. No aceptaba los cambios de la edad La vida a los diecisis est repleta de cambios, y yo no estaba dispuesta a aceptarlos. Me haba cam- biado de instituto y planeaba mudarme tambin. Algunos de mis amigos haban repetido curso y otros se haban cambiado de colegio. Con los que quedaban, la situacin era tensa. Ellos no tenan ningn problema conmigo, pero yo haba dejado de entenderlos. Perd las ganas de salir con ellos y, simplemente, dej de hacerlo. Conoc otra gente. Me mov en la vida. Pero ese sentimiento de soledad no me abandon. + INFO CORAZN DE MARIPOSA. Andrea Tom. Editorial: Plata- forma. Pginas: 272. Precio: 15,90 e. El sentimientode soledadprofunda quesintiAndrea Tomlallevasufrir trastornos alimen- tarios queaunhoy condicionansuvida. El hambre se convirti en una droga que consegua matar mi dolor 80 PSICOLOGA PSICOLOGA 81 PSICO | TESTIMONIO talentosa y bonita porque mentirme ha- bra sido algo tpico de la antigua Andrea. En consecuencia, continu la improba- ble empresa de la autonegacin. Quera borrar todo rastro de m. Mi voz, mi risa, mi manera de actuar bajo miedo, presin o impaciencia. Mi cuerpo. Dije que era delgada. Lo era, pero tambin tena curvas. Aunque mi metabolismo es o era rpido, mi complexin es ancha. Naturalmente tengo las caderas prominentes y los muslos gruesos. Estaba decidida a cambiar eso. Amaba el hambre Rpidamente pas de seguir una dieta a convertir un trastorno alimentario en un estilo de vida. Planeaba las comidas y los ayunos de antemano. Creaba mis propios rituales de ejercicio. Me escu- daba en las etiquetas de informacin nutricional de los productos y veneraba el hambre del modo en el que alguien venera a una deidad. No solo lo buscaba, lo amaba.Amaba la sensacin de vaco en el estmago que me deca que la maana siguiente despertara un poco ms delgada. Porque la delgadez era po- der, autocontrol, verdad, y el hambre me daba la clave. El hambre pronto se convirti en una droga con la capacidad casi mgica de eliminar el dolor. Nunca ms sentira soledad ni miedo ni rechazo mientras me concentrase en l. Los aos a partir de entonces se me antojan fugaces. Si tuviese que utilizar una imagen para describirlos, sera la del vagn de una montaa rusa bajando a toda velocidad hacia el subsuelo. No re- cuerdo mis diecisiete o mis dieciocho en base a mis experiencias tanto como en base a las comidas que hice o no hice y segua sin importarme.Acerca de esto tengo algo muy claro: no deseaba morir. No era una suicida. Pero haba dejado de luchar por seguir viviendo. Sufrir bulimia me hizo despertar Estaba perdida y no quera encontrarme. Adelgazar o engordar habran pasado a un segundo plano de no ser porque eran lo nico que me quedaba de mi vida. Haba sacricado todo lo dems por ser delgada. Me haba apartado de la sociedad porque tena miedo de las miradas y los pensamientos.Trataba de alejarme sentimentalmente de mi fa- milia porque no soportaba ser testigo del sufrimiento que les causaba. Haca tiempo que haba dejado de hacer las cosas que me gustaban. Era incapaz de escribir una sola lnea, de pasar la pgina de un libro, de patinar en lnea recta, de cocinar sin que mi mente quedase jada en los sabores que no probara. La recuperacin haba dejado de ser una posibilidad para m. En medio de ese caos y ese silencio, tuve la fortuna de recaer en la bulimia. S, he dicho fortuna. Sufrir bulimia me des- pert. Pas de la indiferencia, a la tristeza y el odio extremos. No recuerdo haber sido nunca ms infeliz que durante los meses en los que mi anorexia se trans- form en bulimia. Lleg tras un nico atracn en Nochebuena. Mi estmago estaba tan vaco y necesitaba tanto la comida y yo estaba tan delgada que em- pec a subir de peso rpidamente. No importaba que vomitase justo despus de comer. Mi metabolismo estaba tan hecho polvo que cualquier gramo que se mantuviese en mi cuerpo actuaba cada da. Lo cierto es que puedo ver con total claridad todo lo que me aliment desde entonces. El verano de mis diecisiete, cuando ya haba perdido quince kilos y mi familia empez a tomar medidas.A partir de en- tonces me vigilaran a la hora de cenar.Y cenar signicaba cenar, no mordisquear una manzana o revolver un yogur con la esperanza de camuar la mayor parte de su contenido. La primera de esas cenas vigiladas fue un plato de croquetas. La segunda, macarrones con queso. Luego llegaron las tres semanas que pas en Canad, sobreviviendo con una manzana y un caf diarios. El primer curso en la universidad, las horas en la biblioteca que curiosamente coincidan con mis horarios de comida. El vagn bajando y bajando hasta tocar fondo.Tena diecio- cho aos, pesaba treinta y ocho kilos. Es- taba en una esta brasilea y miraba con lgrimas en los ojos el huevo duro que todos, todos esperaban que comiese. Era Navidad. Si bajaba un solo kilo menos, tendran que ingresarme.Ya haba dejado de importarme. Haca mucho tiempo que haba comprendido que nunca estara a gusto con mi cuerpo. Haba intentado salir de ello, de la anorexia, y haba fracasado. Me haba impuesto metas (55 kilos, 50, 45, 40) y las haba cumplido todas. El hambre que tanto haba buscado me provocaba pavor. Pero ese miedo intenso segua siendo menor que el que me inspiraba la posibilidad de meterme algo en la boca. Si pienso en algo denitorio de mi vida entonces, creo que elegira la prdida del miedo a la muerte. Siempre me ha- ba aterrorizado.Ya no. Saba que era el destino ms lgico si no volva a comer, Amaba la sensacin de vaco en el estmago que me deca que la maana siguiente despertara algo ms delgada como kilos y kilos del mejor manjar. Trat de volver a la anorexia, de adel- gazar, pero mi cuerpo haba dicho basta. Sencillamente requera nutrirse. Desa- rroll una obsesin mayor por la comida y los sabores.Tena atracones diarios con cualquier cosa que tuviera a mano. Dej de comprar ropa o libros para probar cualquier producto nuevo que llegaba a los supermercados.Vomitar cinco, diez veces al da se convirti en mi rutina. Hasta llegar un momento en el que lo nico que expulsaba era sangre. Decid enfrentarme a m misma Estaba hundida en una depresin mu- cho mayor de lo que hubiera ima- ginado hasta entonces. Dej de ir a la clase. Me pasaba los das en cama, incapaz de levantarme y soando con regresar a aquellos 38 kilos que me por mi vida, algo que durante tres aos haba negado. Dej mi obsesin por la comida a travs de la comida. La posibilidad de ayunar de nuevo me arrastraba a sobrealimentarme, de modo que empec a llevar una dieta normal. Horarios. Guindome por el hambre. Haciendo ejercicio. Descansar cuando mi cuerpo lo necesita. Y habra sido maravilloso que resultase tan fcil. Me he cado muchas veces, pero me he levantado otras tantas. S, de vez en cuando me salto comidas. Y s, todava hay ayunos.Todava hay das en los que como algo tan delicioso que no puedo parar y acabo teniendo un atracn con su consecuente purga. Pero no he perdido la determinacin. Quiero estar sana y llevar una vida normal. Hay muchas piedras en mi camino, pero jams he deseado algo con tanta fuerza como esto. He dado muchos pasos adelante. Hace un ao que me mantengo en un peso saludable. Todava me obsesiona. Soy feliz en mis 55, pero entro en el pnico cuando la bscula marca 57 o 58 por ningn motivo en particular.Y puesto que mi alimentacin sigue siendo des- ordenada, sufro EDNOS o Trastorno de la Alimentacin No Clasicado. Para m, de momento, es suciente porque me recuerda que sigo aqu, que sigo peleando y que no voy a rendirme. No s cunto tiempo voy a tardar en controlar mi enfermedad, pero ya saba de antemano que sera duro.Tengo una conviccin absoluta de que abandonar mi estado de ED- NOS, como abandon la anorexia y la bulimia. Solo necesito tiempo, acli- matacin. Si recaigo, me levantar de nuevo. Porque no tengo miedo. haban vuelto etrea. Lo admito, en- tonces s llegu a contemplar el suici- dio.Y fueron esos pensamientos y ese odio los que me empujaron a luchar por la recuperacin. Mi desesperacin por salir de la buli- mia me transform en una guerrera. No poda dar marcha atrs y morir de hambre del mismo modo que no po- da seguir purgndome. Deba pelear por retomar las riendas de mi vida y esa conviccin me oblig a denirme. Si al comienzo de mi anorexia inten- taba borrarme, ahora estaba decidida a enfrentarme de una vez por todas a m misma. Era valiente porque no iba a seguir en esa cama. Iba a ser mi persona, mi baluarte, alguien de quien poder sentirme orgullosa.Y saba que sera muy duro, pero tambin que po- da conseguirlo, porque ya haba hecho posible lo imposible. Estaba luchando Si quieres leer el primer captulo de la novela de AndreaTom, Corazn de mariposa, captura este cdigo QR con tu dispositivo mvil.